Cuento rojo de navidad

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Cuento Rojo de Navidad


Texto de Rosa Mª Cid Reverté Ilustraciones de Laia Oraá Cid No se permite la comercialización o uso para derivados. Casa de Luna



Tenía catorce años y deseaba convertirse en mujer. Su cuerpo había cambiado mucho durante el pasado verano, y ella lo sabía. Había dejado de ponerse las camisetas que le compraba mamá porque le quedaban estrechas, ahora prefería llevar c a m i s e t a s h o l ga d a s , p a ra disimular sus nuevas formas. Por una parte, su cuerpo adolescente le daba vergüenza, pero por otra, tenía un gozo interno difícil de expresar.!

Esperaba levantarse una mañana y ver sus braguitas manchadas de sangre, ansiaba recibir esta bendición que la naturaleza sólo concede a las mujeres. Así se lo había contado mamá y sus amigas del Círculo: ”Ser mujer es maravilloso”, decían. ! ! ! Ella quería serlo, era lo que más d e s e a b a e n e l mu n d o e n e s o s momentos, quería formar parte de los Círculos de Mujeres, ser una de ellas, formar parte de la manada.!


Pensaba en cómo se sentiría siendo mujer, y se le ocurrió una idea: Si se ponía una compresa de su mamá e imaginaba que tenía la regla, seguro que descubriría algo nuevo de ese mundo femenino tan anhelado. Nunca antes había tocado una, ni se le había pasado por la cabeza; pero ahora se dejó llevar por el impulso y se dispuso a abrir el armarito del baño. Los potingues de mamá: sus cremas, sus pinturitas, sus cepillos…, y una bolsita de color rosa. La bolsita le pareció una monada, pero no entendía cuál era la función del objeto que contenía.!

Ella no lo sabía, pero se encontraba delante de una copa menstrual. !


Finalmente dio con las compresas, y se dispuso a abrir la primera de su vida. El acto de bajarse las braguitas y ponerse la compresa le pareció mágico, soñaba con ese momento desde hacía mucho tiempo, y aunque no fuera real, sino inventado, ella lo vivía como si de un verdadero regalo se tratase: !

La primera regla.!


La puerta del armarito del baño había quedado entreabierta. Graciela esperaba la llegada de Lucía a casa con más ganas que nunca, su niña se había convertido en mujercita. Lamentaba no haber estado en ese momento, pero sabía que no podía pasarse todas las horas en casa, debía trabajar. Ya habían hablado de la primera regla en muchas ocasiones, sabía que Lucía estaba preparada para recibirla con normalidad y alegría.!


A pesar de ello, quería estar al lado de su hija en estos momentos tan inolvidables; llamaría a sus amigas y organizarían un ritual de paso para honrar este acontecimiento sagrado. ! Por fin se oyó el ruido de la llave en la cerradura, mamá corrió hacia la entrada para abrazar a su hija y felicitarla.!


Con el recibimiento de su madre, Lucía quiso desaparecer. No podía imaginar peor castigo para su pequeña travesura, lo más horrible era que no sabía cómo explicarle que todavía no tenía la regla, y que se había puesto la compresa solamente porque deseaba sentir como ella; porque sus compañeras de clase ya menstruaban, y cuchicheaban entre ellas, y aunque no se sentía discriminada, se sentía diferente. Todavía era una niña, en cambio, su cuerpo era el de una mujer.!


¿Cómo podía desahogar su angustia? ! Nadie la podría entender, eso le pasaba sólo a ella porque no era como las demás…!


Graciela se dejó guiar por la intuición, al ver la cara de su hija no hizo ningún comentario íntimo. Se limitó a hacerle varias preguntas de rutina y seguir con sus cosas. Confiaba en Lucía y sabía que si algo pasaba, cuando se sintiera preparada se lo diría. !

!

Empezaban las vacaciones de Navidad y justamente ahora tendrían todo el tiempo para estar juntas, estaba convencida de poder propiciar el clima adecuado para una conversación entre mujeres. !


!

Sabía que Lucía estaba pasando momentos delicados, el paso de niña a mujer no es fácil. Se acordaba de su primera regla, y de lo mal que lo pasó. En casa el tema era tabú, su madre nunca había hablado con ella abiertamente, y supo de la existencia de la menstruación por su amiga Maritere. !


Maritere tenía una hermana mayor, gracias a ella todas las amigas estaban informadas del ciclo menstrual. En esos tiempos, las madres poco hablaban, se limitaban a advertir que a partir de ese momento tuvieras mucho cuidado con los chicos. No quería que su hija pasara por lo mismo. Lucía tendría todo el apoyo del mundo, pero para eso tenía que mostrarse cercana, y no siempre era fácil.!


Los días previos a la Navidad se sucedían rápidamente. Almorzaban juntas, pero Graciela debía ultimar las compras, los regalos y preparativos para las fiestas. Lucía no siempre quería acompañarla, prefería quedarse en casa calentita jugando a la consola o ir con alguna amiga al cine o a dar un paseo por algún centro comercial. !


Buscar el momento idóneo para hablar con ella no era fácil, la mamá estaba preocupada. Iban pasando los días y no veía el momento de hablar con su chica, preguntarle qué le pasaba e intentar ayudarla. La niña se mostraba cerrada y taciturna. Debía encontrar la ocasión, o propiciarla; buscar la manera de adentrarse en el corazoncito de su niña. !


De pronto decidió que nada era más importante que estar con ella, ni los regalos de Navidad, ni los menús de las fiestas, ni siquiera contestar los emails que le llegaban en masa. Su hija era lo mejor que le había pasado, y no estaba dispuesta a que nada pasara por delante de ella. Entró en la cocina, y al oír que levantaba la persiana de su dormitorio, se dispuso a preparar chocolate a la taza. A Lucía le encantaba.!


Al oler el aroma desde su dormitorio, a la niña le entraron ganas de ir a la cocina y tomar una enorme taza de chocolate caliente. Allí estaba mamá, dándole los buenos días con una sonrisa y un bizcocho bañado de chocolate entre los dientes. Al ver la cara de Graciela, Lucía empezó a reír y se sentó junto a ella para tomar ese desayuno tan delicioso. Habían roto el hielo instaurado desde hacía días. Era el momento, se decía Graciela, debía aprovecharlo, con lo que se dispuso a introducir el tema delicadamente. Cariño, hace días que te veo preocupada, qué te pasa. Al sentir el calor de su madre, Lucía se derrumbó, y sus ojos se llenaron de lágrimas.!


D e re p e nte , n e ce s i t a b a explicar todas sus dudas y miedos a esa persona que siempre había estado a su lado, ese ser maravilloso y tierno que nunca la había abandonado y que últimamente le despertaba tanto rechazo. A veces la odiaba, pero ahora no quería recordarlo; súbitamente la veía como a un ángel, dispuesta a darlo todo por ella.!


Y fue entonces cuando Lucía se abrió, y de su boca salieron todos los temores, las dudas, los anhelos y las preocupaciones de una niña de su edad; de todas las niñas de su genética: de su madre, de su abuela, de su bisabuela y de su tatarabuela, que como si de una sola se tratase, hablaban por boca de Lucía. Todas ellas, todas, habían tenido los mismos miedos y l a s m i s m a s d u d a s , p e ro desgraciadamente no todas pudieron ser saciadas con el conocimiento y la sabiduría de Graciela.!


Sus antepasadas tuvieron que ahogar con lágrimas toda esa oscuridad, porque en aquellos tiempos, el mundo de la mujer era secreto, prohibido, pecaminoso y tabú. Por suerte, Lucía había nacido del vientre de una mujer consciente que deseaba fervientemente romper con todas las barreras impuestas por la sociedad, y quería, por encima de todo, que su hija creciera sabiendo qué era ser mujer y cuáles serían sus armas para jugar el papel que ella eligiera en el mundo.!


La conversación duró horas, y mamá le explicó dulcemente que la menstruación le llegaría cuando su cuerpo estuviera preparado, que no debía temer nada; le explicó que cuando llegara el momento, organizarían un rito de paso para celebrarlo, pero que si deseaba formar parte de los Círculos de Mujeres antes de que esto sucediera, podía hacerlo con sólo decirlo; todas sus comadres estarían encantadas de que participara en ellos. Le

explicó que la sangre es sagrada, que es

medicina; y que la llegada de la regla cada mes es una bendición que debía aprovechar para profundizar en ella misma, y así conocer la maravilla de su propio poder. Le explicó lo conectadas que estamos las mujeres con la luna y sus ciclos, le enseñó un diagrama lunar, y le dijo que ya podía empezar a trabajar con él. !


¡Se dijeron tantas cosas durante esas horas, se sintieron tan unidas!! ! Como si el vínculo que las conectaba traspasara las fronteras de sus cuerpos físicos, como si un gran cordón invisible entrelazara sus almas más allá de lo terrenal. !


!

Madre e hija eran una y eran todas esas mujeres olvidadas, sufridas y calladas; ahora por fin abiertas a la luz y visibilizadas. Graciela puso palabras a todas y cada una de las dudas de su hija, calmó sus ansias y así también calmó su propio miedo, al saber que Lucía confiaba plenamente en ella. Se sintió afortunada.!


Era tradición familiar celebrar la Navidad en casa de los abuelos, junto a los tíos y a los primos. ! La mesa siempre impecablemente preparada: el mantel rojo con las incrustaciones navideñas, las servilletas a juego y la vajilla que sólo se ponía para esas fechas. A la abuela le encantaba tener la casa adornada : el tradicional árbol de navidad iluminado, las figuras que representaban el nacimiento en el mueble de la entrada, y múltiples objetos decorativos que le había hecho su madre, bisabuela de Lucía, cuando disponía de tiempo y energía para realizarlos. La reunión familiar siempre era motivo de alegría, las discusiones entre mamá y su hermana, a menudo por tonterías, ya formaban parte de la tradición. La llegada de las chicas al hogar de los abuelos era festejado por todos, puesto que eran las que vivían más lejos del núcleo familiar. Habían pasado meses desde el último encuentro, y todos coincidieron en el cambio físico que había experimentado Lucía, lo que a ella le producía un tremendo rubor.!


Ya en plena celebración,

entre

risas y brindis con coca cola, Lucía

experimentó un leve dolor de tripa, desconocido hasta entonces; a lo que siguió una sensación de calor en la entrepierna. ! Lucía se sorprendió mientras sonreía para sus adentros y se levantó para ir al baño. Al llegar al aseo se detuvo un momento e inspiró, pidió un deseo y finalmente se dispuso a bajar sus braguitas. Le temblaban las manos, estaba nerviosa, contenta… Esperaba ver la tan ansiada manchita de sangre. Miró

y

un pequeño grito salió de su boca. Allí estaba: roja, imponente, grande, hermosa; hasta su vestido estaba empapado. Era tremendo, ¿cómo podía ser que la primera vez que le bajase la regla fuera con tanta cantidad, tan de repente? ¡Se sentía tan orgullosa, tan feliz! Ese círculo rojo le parecía un dibujo maravilloso, una muestra de que ya era mujer.


! Podía ir a cambiarse de ropa, en la maleta traía de todo, pero decidió sólo ponerse la compresa que su madre le había dado para cuando llegara el momento. Volvió a la fiesta. !

Decidió llevar el mismo vestido. Deseaba que toda su familia supiera que la luna estaba en ella. Lucía vistió todo ese día un precioso vestido verde con una gran mancha en el trasero.


Viendo su cara de felicidad nadie se atrevió a hacerle ningún comentario; mamá y la abuela se miraron sonrientes y, de repente, todos supieron que esa era una de las navidades más felices de sus vidas, porque su niña Lucía se había convertido en mujer.!

!

Lucía siguió los pasos de su madre, y vivió cada m e n s t r u a c i ó n co n a l e g r í a y gozo. Tra s l a d ó s u s conocimientos a las amigas que quisieron escucharla, e hizo todo lo posible para que ninguna niña más de su estirpe llorara sus dudas y miedos en soledad.!

!


ÉSTE ES UN HOMENAJE A TODAS AQUELLAS MUJERES QUE LUCHAN SOLAS O EN MANADA PARA HACER VISIBLES NUESTRAS LUNAS.


ยกY cuento contado, cuento acabado!! !


No se permite la comercialización o uso para derivados. Casa de Luna


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