Introducción al curso "El camino de la mujer sabia"

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El Camino de la Mujer Sabia

Las mujeres sabias Hubo un tiempo en que lo femenino en todos sus aspectos estaba estructurado en torno a un único centro en la mujer, desde ese centro ella podía sentir todo lo que la rodeaba sin salirse de sí misma, podía escuchar los cuatro vientos, percibir las cuatro direcciones, ver las verdades ocultas, moverse en la energía de la vida danzando desde el gozo a través de la matriz de los ritmos, podía seguir el ritmo de su sangre sabia, cuando aparecía, cuando desaparecía y cuando se retiraba en la menopausia. El Ciclo de la Luna marcaba el pulso de su sangre y la Tierra era el sostén y el hogar de su fuerza de mujer. La Gran Madre, con sus múltiples aspectos, era una. Guadalupe Cuevas

Antiguamente las mujeres eran sabias. Oralmente y de generación en generación iban transmitiéndose, madre a hija, la sabiduría. No era raro ir paseando por el bosque y encontrarte con las señoras de la aldea recogiendo plantas, hojas y flores con el fin de tener el botiquín completo. Conocían los secretos y, de la mano de la Madre Naturaleza, se convertían en sanadoras, cuando era necesario. También eran comadronas, parteras, madres nutrientes. En aquellos tiempos, procesos como el embarazo y el parto no eran concebidos (como ahora) como una enfermedad, sino que se vivían desde la consciencia de que eran procesos naturales de la vida, cíclica siempre.

El ritmo de vida, por aquél entonces, no era como el de ahora, y pasaban mucho tiempo rodeadas de sus tías, abuelas, vecinas, amigas… de las demás mujeres del poblado. Juntas sentían el tiempo cíclico: la Luna crecía hasta volverse llena, como embarazada, para después decrecer hasta desaparecer en su propia oscuridad; el calor llegaba suavemente y, a medida que avanzaban los días daba paso al viento frío y a la nieve invernal. Todo parecía un puzle, fantásticamente realizado, para que ninguna pieza sobrara, ni faltara. Pero no solamente se sentían meras observadoras de la magia de la vida y la muerte, sino que ellas, como mujeres conscientes y salvajes, estaban plenamente conectadas con la naturaleza, y vivían sus ciclos y ritmos en sus propias carnes.

El proceso por el que la humanidad pasó con la caída al obligado olvido del matriarcado (y, con ésta, toda


El Camino de la Mujer Sabia la sabiduría) y el nacimiento del patriarcado, nos ha llevado al momento presente, a la sociedad actual.

En estos momentos, estamos viviendo la mayor desestructuración de lo femenino sucedida en toda la historia de la humanidad. Los diferentes rostros/arquetipos de la Diosa vagan en el inconsciente de todas las mujeres, sin comprensión, consciencia ni acción alguna, de esta manera las mujeres nos encontramos, en nuestras propias vidas, perdidas, descentradas, desentonadas.

Sin darnos cuenta, en la mayoría de los casos, que parte de la solución del problema radica en volver a conectar con el faro que apagaron (pero que no ha desaparecido), con el centro, la guía que nos lleva a la comprensión y el sentir total y verdadero.

Pero TODAS las mujeres tienen que saber que esta guía anida dentro de ellas, de cada una, que no ha desaparecido. Es un centro o aspecto de su naturaleza que ha permanecido intacto y salvaje más allá de los condicionamientos o represiones culturales de miles de siglos. Es la fuerza que llamamos Diosa y que nos conducirá, a cada una, hacia la recreación de sí misma.


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