EL SALTO I JUANACATLÁN I ZAPOTLANEJO
UN MEDIO CON IDENTIDAD Año 5 Edición 57
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Abril 2020
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Portada Abril 2020
Hasta el 14 de abril, los tres municipios no habían presentado casos confirmados de Covid-19
SIN CASOS CONFIRM ELSALTO,JUANACATLÁN
REDACCIÓN
L
Hasta el 14 de abril, Jalisco tiene 159 casos confirmados de coronavirus covid-19 y cuatro más asintomáticos de acuerdo a datos de la Secretaría de Salud estatal. Se registran 11 muertes por la cepa en la entidad. Los confirmados de coronavirus en Jalisco se han registrado en 22 municipios del Estado, siendo Zapopan y Guadalajara los que más acumulan con 54 y 53 personas afectadas, seguidos por Puerto Vallarta que llegó a 12, reportó el Diario El Informador. El Salto, Juanacatlán y Zapotlanejo no aparecen entre los municipios donde se han confirmado casos del coronavirus. Hace unos días, el alcalde de Zapotlanejo, Héctor Álvarez informó de un caso sospechoso, al que se le hicieron pruebas, pero resultaron negativas. “No estaría nada mal que quienes tuvieron el valor de ir a tocarles la puerta de manera agresiva a esta familia , para pedirles que se fueran de ese domicilio en donde fue aislado, mientras daban los resultados, ahora con ese mismo valor vayan a pedirles una disculpa, creo que en estos tiempos difíciles es donde más debemos demostrar nuestra solidaridad y educación con quienes pudieran ser sospechosos de portar a este enemigo invisible que está causando tanto daño”, agregó en una publicación en redes sociales.
En el reporte dominical del 13 de abril de la Secretaría de Salud Jalisco (SSJ) se confirmaron seis contagios más entre los que incluye el primer caso en el municipio de Ocotlán. No hubo aumento en el número de muertes que se mantiene en once, de los cuales tres corresponden a Puerto Vallarta que es el municipio con más decesos. Ocho personas permanecen hospitalizadas, cuatro con reporte de condición estable, tres en estado grave y uno muy grave. Casos confirmados en municipios de Jalisco (Hasta el 13 de abril) Zapopan: 54 Guadalajara: 53 Puerto Vallarta: 12 Cuautla: 10 El Grullo: 3 Tomatlán: 2 San Juan de los Lagos: 2 Tecolotlán: 2 San Julián: 2 Tlajomulco: 2 Ameca: 1 Yahualica: 1 Lagos de Moreno: 1 Tonalá: 1 Acatic: 1 Tlaquepaque: 1 Tuxpan: 1 Tequila: 1 Jamay : 1 San Martín Hidalgo: 1 Cocula: 1 Ocotlán: 1 Otro Estado: 2
¿Tienes síntomas o alguna duda sobre #Covid-19? Llama desde casa: Cabecera Municipal: 32841240 ext. 313 - 318 - 319 y 320 El Castillo: 3313647518 El Verde: 3313995434 Las Pintas: 3322045030 La Huizachera: 3330258587
San José del Quince: 3330258585 Las Pintitas: 3317667405 *Horario 8:30 am a 3:00 pm*
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#Covid19
Tiene El Salto “Médico en Línea”
ADOS EN Y ZAPOTLANEJO
El Gobierno Municipal El Salto puso en marcha hace unos días el programa “Médico en Línea”, un Call Center que es atendido por médicos que te orientarán de manera profesional. REDACCIÓN El Gobierno Municipal El Salto presentó el programa Médico En Línea que permitirá que los saltenses que presenten síntomas o tengan dudas relacionados con Covid-19 puedan llamar a un Call Center que será atendido por médicos, quienes podrán darle seguimiento y orientación y así evitar la necesidad de salir de casa y aglomeraciones en los centros de salud. “Es una estrategia para evitar que los pacientes aglomeren los centros de salud, vamos a poner a su disposición 10 médicos, estos médicos van a mantener cautivos a un área específica donde van a recibir información, si tienen sintomas, molestias o dudas sobre la contingencia, aquí se les van a aclarar”, indicó David León Cortés, Jefe de Servicios Médicos del Gobierno Municipal de El Salto. “Estos médicos están totalmente capacitados para poder discernir sobre posibles casos de Covid, casos que puedan
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Jesús Alejandro Martínez Vázquez
Director Diseño Editorial: Alejandro Jáuregui Montero
Reporteros y colaboradores Ramiro Corona Bernardo Camacho
ser sospechosos, o falsas alarmas o en su defecto casos que tengamos que trasladarlos a los servicios de emergencia” Por su parte, el alcalde de El Salto, Ricardo Santillán confirmó que hasta ahora no se han presentado casos de Covid-19 dentro del municipio que gobierna. “Pero no tenemos que bajar la guardia, al no tener ningún caso confirmado, eso no nos debe de orillar a continuar con la vida normal, NO, tenemos que seguirnos quedando en casa”, dijo. Santillán Cortés indicó que se le va a dar prioridad al abastecimiento de agua potable. “Se va a priorizar el tema del agua en el municipio donde vamos a poner a su disposición pipas para personas que tengan problemas y vamos a poner un número para que nos estén reportando, el agua es vital siempre, pero ahora aún más por las medidas de higiene que debemos de tener”
Abril 2020. La Cascada es un periódico que se imprime y se distribuye mensualmente en los municipios de El Salto y Juanacatlán. Certificado INDAUTOR: en proceso. Impreso en CEOSAN Orozco y Berra 229. Marca Registrada. Prohibida su reproducción parcial o total
#CuentosDelPueblo
Cultura Abril 2020
Las Poquianchis y la noche A lrededor de la década de los 70’s un hecho sangriento conmocionó a nuestro país. Los periódicos nacionales dedicaron sus portadas y algunas televisoras y noticieros no dudaron en ofrecer tiempo al aire para expresar lo atroz del hallazgo. El acontecimiento estribaba en la desmantelación de una red de trata de blancas y múltiples asesinatos, cuya operación fue ubicada en el occidente del país, en los municipios de El Salto y León, de los estados de Jalisco y Guanajuato. En el momento de la captura y desmantelación, yo me encontraba cubriendo un par de notas periodísticas en España, y al regresar a México, me percaté de mi gran atraso en diversos temas del acontecer nacional, pero sobre todo, sentí una gran atracción frente a un tema que estaba en boca de todos, el de los asesinatos brutales y despiadados de Las Poquianchis. Me decidí a seguir el tema por unos meses, sabía que pronto la noticia disminuiría de los medios y de la boca de las personas, y que cuando yo me pusiera al tanto de todos los acontecimientos, quizás ya a nadie le despertaría importancia. Sin embargo, por convicción propia me dispuse a realizar algunas búsquedas externas financiadas por mis ahorros, ya que el periódico para el que trabajaba en no quiso proporcionarme los medios necesarios para darle seguimiento a una historia “sobre abordada” por los medios de comunicación. Comencé mi búsqueda recolectando toda la información disponible acerca de la noticia, cada primera plana, cada columna o cada artículo por más recóndito que apareciera dentro de los diarios de circulación nacional. Las primeras conclusiones que apresuraba, eran las de identificar algunos cabos sueltos, cosas que por acción intencional u omisión se hubieran evitado abordar por los medios impresos. Después de varios días de búsqueda hemerográfica en distintas bibliotecas de la ciudad, di con un hecho que me sorprendió por completo. Visité al menos
tres salas hemerográficas, y como suele ser una costumbre profesional entre los periodistas llevaba un diario de campo, donde registraba anotaciones sobre los casos que investigaba. Me llamó la atención una anotación perteneciente al periódico «El Eco de Jalisco», cuyas páginas revisé en las tres bibliotecas que visité durante mi investigación, pero que sólo había registrado en una ocasión. Debía anotarla tres veces. Resolví que tal vez el error correspondía a una confusión mía, fruto de estar revisando diferentes diarios al mismo tiempo y realizar mis anotaciones sin cuidado. Decidí revisar el error y regresar a consultar una vez más el ejemplar del «Eco de Jalisco», a las primeras dos bibliotecas que constituían mis fuentes de consulta más frecuentes. Me di cuenta que a los dos ejemplares les hacía falta la página número 16. Enterarme de esto me dio una especie de presentimiento, uno de esos impulsos internos en los que algo quizás no tan evidente hace que nos preocupemos. Me apresuré a visitar la hemeroteca que me faltaba, supe que si la nota estaba en el diario sería en esta biblioteca donde localice y la anoté en mi diario de campo. Y la encontré. La nota correspondía a un texto poco visible y nada llamativo dentro de la página 16. Era una de esas notas ya rezagadas y que se publican tardíamente porque el periodista demoró demasiado en redactarla, o porque se
presentó el momento oportuno para sólo rellenar un espacio en blanco dentro del periódico. El encabezado de la nota era corto y del mismo tamaño que el cuerpo del texto y decía: «Mujer sobrevive a Las Poquianchis». El motivo de que se hubiera intentando ocultar está nota me mantuvo intranquilo algunos días. La transcribí en mi libreta y le tomé una fotografía. El texto hacía alusión a una mujer que sobrevivió a Las Poquianchis. Narrando sólo hechos superficiales y mencionando que la víctima había quedado en estado de shock y nunca pudo conceder entrevistas. El nombre de la mujer era Catalina Téllez. Me propuse localizar a la mujer con todos los riesgos que esto pudiera representarme a mí y a mi familia. Las intrigas siempre me han mantenido con una desesperación frenética de alguna resolución, no importa qué tan complejo o simple sea su desenlace, pero que por lo menos tenga uno. Llegué el domicilio de Catalina con dificultades, su casa estaba en un pueblo llamado El Salto, a una hora de la ciudad de Guadalajara. Un pueblo con una atmósfera prospera por poseer una gran cascada y algunas empresas. La casa de Catalina era una casa triste. Su color era de un blanco deslavado por el paso del tiempo. En la parte de la entrada se encontraban unas macetas sin plantas, donde sólo crecían las colillas de cigarro y las hormigas rojas. Visité su casa
en varias ocasiones sin obtener una entrevista. Mencionaba a cada vez, que mis propósitos de investigación obedecían a dejar una memoria histórica del suceso y nunca a lucrar con la historia de Catalina Téllez. Una tarde que sería la sexta o la séptima ocasión en que visité El Salto, por fin se abrió la puerta para mí y decidió contarme su historia. Con la única promesa de que todo lo que ella expresará en la entrevista fuera contando tal y cómo sucedió. Le prometí que así sería y que yo sólo funcionaba como un mero transcriptor de sus palabras. Aquí es donde abro un paréntesis en mi investigación, y cedo la narrativa a la persona que vivió en carne propia la maldad y la despiadada serie de acontecimientos que marcaron su vida para siempre. Entrevista a Catalina Téllez. 8 de abril de 1965, El Salto, Jalisco. México. Yo en ese tiempo tendría unos 14 años, y el día en que cayó la desgracia sobre mi vida fue un sábado por la noche. Estaba preocupada esperando a mi padre. Sabía que las 11 de la noche era tarde para su ausencia y más cuando necesitábamos leche para mi hermano que lloraba al sentir la más leve hambre. Se dieron las 12 y al no saber más que hacer salí en búsqueda de mi padre. Me dirigí primero a su trabajo en la oficina de correos que sigue estando junto al mercado, sin tener éxito en encontrarle. De ahí, me pasé a preguntar a la cantina de «Chucho», y me dijeron que no lo habían visto en toda la semana. Decidí regresarme a la casa porque no supe dónde más buscar. Al subir por la calle de la plaza escuche el ruido de una camioneta a mis espaldas, los hombres que iban en ella me chiflaron y me gritaron cosas que no quise entender. Decidí apresurar el paso hacia mi casa pero al llegar a la esquina de la plaza, allí, donde inicia la casa del señor cura, alguien me alcanzó por detrás agarrándome del cuello, comencé a ver todo de negro y me desmayé… Desperté con un sabor a
sangre en la boca y sin poder gritar. Mis manos y pies estaban amarrados con una soga rasposa que ya me causaba dolor al moverme. Me repuse del aturdimiento recostada en un suelo húmedo donde inicié a recuperar de la vista. No sabía donde me encontraba, ni que había sucedido, la habitación sin ventanas y con olor a vinagre era iluminada por foco de luz amarilla cagado en exceso por las moscas. Al fondo del cuarto, descansaba una mujer que más tarde se llevaron arrastrando un par de hombres. Después de varios días sin traer comida en el estomago el tiempo comienza a dejar de importar. Así que uno va inventando su propio tiempo y sus propios métodos para medirlo. En nuestro caso, y para todas las mujeres que estábamos ahí, el tiempo estaba formado por las violaciones, las muertes y los entierros en el patio que los hombres y «El Tepo» hijo de Delfina (La jefa), hacían a las muchachas que ya no querían “trabajar” para el negocio. La vida que pasé en manos de Las Poquianchis consistía en matarnos de hambre, y ya sin fuerzas como para siquiera mantenernos en pie o poder escapar, pasábamos a ser presas de la desgracia en la que quedaban reducidos nuestros cuerpos. Comíamos a veces lo que los clientes nos llevaban, se sabía que el trato hacia ellos siempre era mejor si nos daban comida antes de violarnos. Nos quemaban el cuerpo con cigarros, nos pateaban en el suelo hasta que nos salía sangre por la boca o nos desmayábamos. Soportábamos baños fríos en un patio donde hombres nos miraban. Sentíamos la tierra suelta y nos entraba el miedo porque era señal de que habían enterrado recientemente a una de nosotras. No sabíamos cuando llegaría nuestro turno para ser enterradas, ni si volveríamos a vivir porque claramente el infierno que vivíamos no era vida. Nunca llegué a tener idea de cómo mi cuerpo y el de las demás fue capaz de soportar toda
la clase de atrocidades que sufríamos a diario. La muerte siempre estuvo tan cerca de todas como algo rutinario, al menos morían de 3 a 4 mujeres cada semana. Saber que la muerte las había librado de lo que vivíamos y que ya descansaban me brindaba un consuelo, hubiera dado cualquier cosa por ser una de esas muertas que por lo menos ya no pasaban hambre, golpes y violaciones por toda clase de hombres y mujeres. ¿Qué cómo llegué a saber los nombres de las mujeres que habían muerto? Los memoricé como un último esfuerzo que podía encargarle a mi memoria, y los guardé, y los guardé. Porque los leía todos los días. Estaban escritos con mierda en las paredes del baño que todas usábamos. Imagine usted, cómo se veía aquel cuatro grande y de paredes blancas que contaba con un sólo retrete, donde a cada semana había mierda por todos lados. Mierda en la orilla de la taza, en las duchas, mierda en las ventanas. Mierda primero cagada y después acarreada para ser usada como recurso para escribir nombres, mensajes de auxilio y lugares de procedencia… No supe cuántos días pasé en esa casa, ni cuántas veces con certeza fui penetrada y rasgada internamente por los hombres que llegaban a mí por causa de Las Poquianchis. Pero el día en que todo comenzó a cobrar un sentido de esperanza y hacer que cualquier movimiento fuera un asunto de vida o muerte, decidí aprovechar la única oportunidad para escapar. Escapar o morir de un balazo y ser enterrada en el patio. Pero ante cualquier cosa intentarlo, ya había vivido peores cosas que la muerte. Durante el encierro me di cuenta de
podía existir una posibilidad para escapar, siendo la oportunidad las dos horas que nos quedábamos sin vigilancia cuando entraba el “nuevo ganado”, como solían llamarnos a las que llegábamos por primera y única vez al negocio. Ese lapso de tiempo consistía en una selección de entre quién se llevaba la mejor carne para los prostíbulos de las hermanas González Valenzuela, y no faltaba quien de ellas se quisiera llevar más o lo mejor para cada uno de sus negocios.
Anochecía.
Salí al patio sin que nadie me viera y atravesé la casa con la intención de llegar al cuarto donde se encontraba toda la mierda. Si alguien osaba en cuestionar mi dirección le diría que iba a hacer mis necesidades. Llegué a aquel cuarto blanco y repasé con tristeza los últimos nombres en las paredes, me acerqué a uno de los muros y como las demás dejé mi nombre escrito en aquella pared de mierda. Trascender en la mierda. Subí a la taza de baño y como pude llegué a la superficie del muro que encerraba el retrete con la pared. Desde ahí, comencé a hacerme paso por uno de los espacios del ventanal que estaba a unos tres metros del suelo. Llegué al final de uno de ellos arrastrándome y con dificultad abrí una de las ventilas por las que mi cuerpo podría pasar, cerré los ojos y me giré acostada lanzándome al vacío que había detrás de la pared. Caí sobre una superficie de tablas sufriendo algunas cortadas y de inmediato comencé a correr hacia la salida. “El Tepo” me alcanzó a ver cuándo cruce la reja y de inmediato gritó a todos que
“una” se les había escapado por atrás. No supe de dónde saqué fuerzas para correr, recuerdo que me metí a un terreno boscoso y sin parar mi carrera me fui esquivando los huizaches y los mezquites, quería encontrar la paz que tanto deseaba, pero veía que varias linternas me perseguían entre la maleza. Escuché los machetes en manos de mis perseguidores accidentalmente golpear alguna piedra, como se detonaron disparos para tratar de arruinar mi escape. La muerte intentando alcanzarme. Llegué a campo abierto y volteé para darme cuenta de que no me quedaba mucho tiempo. Las linternas y los gritos se volvían cada vez más cercanos. Seguí corriendo entre la oscuridad de aquella noche fresca que secaba el sudor al bajar por mi frente. Volteando de cuándo en cuando para medir el final de mi vida. Uno pensaría que en tales momentos puede llegar a existir algo milagroso que nos salve. Pero no es así. No funciona así. En ese momento cuando estás al borde de la muerte nunca llega nada ni nadie para ayudarte. No hay milagros, no hay Dios, ni una esperanza que nos rescate. Así que debes ser tu misma quien realice las acciones determinantes para salvarte. Eres tú contra el mundo. Llegué al final del terreno y me detuve al encontrar un gran barranco, las linternas estaban ya sobre mí, nada podría ser peor de lo que me esperaba y sin siquiera pensarlo, me arrojé hacia el acantilado más oscuro que el cielo de aquella noche… Los rayos del sol comenzaron a lastimarme la cara, me repuse para saber de lo ocurrido y me di cuenta que pendía sostenida entre las ramas de un árbol.
Llena de arañazos en la cara miré a mi alrededor y me di cuenta del lugar en el que estaba. A mi lado izquierdo se veía San Antonio Juanacaxtle, abajo, el río que pasaba sin hacer eco en el aire barranco. Durante todo este tiempo había permanecido en el mismo municipio de El Salto, y me encontraba en los terrenos conocidos como “La mesa”. Como pude, salí de aquel barranco y me dirigí con dificultades hasta mi casa. La sorpresa de mi llegada dejo a todos boquiabiertos, mi padre me daba por muerta desde hace meses… Pasé semanas en cama recuperándome, con ataques de fiebre y pesadillas por el día y por la noche, la tranquilidad en la que estaba me parecía ilusoria, la ultima esperanza es la esperanza… Denuncié a las autoridades todo lo ocurrido y ofrecí los datos que apoyaron a la captura de Las Poquianchis. Todo había terminado. La mujer se secó las lagrimas con un pañuelo percudido y después lanzó un largo suspiro… Los verdaderos monstruos existen y conviven con nosotros todos días. No sé que tipo de implicaciones podrán llegar a tocar mi puerta tras revelar en este trabajo periodístico el pasado de Catalina Téllez. Cargamos con nosotros muchas cosas al presente, acostumbro de forma regular a pensar que ese ejercicio de ir y venir en el tiempo es el que nos mantiene vivos, el que nos mantiene rotos. Elegí ser periodista porque es una de las disciplinas que más se alimentan del ejercicio de ir al pasado y de descubrir a los monstruos… Ramiro Corona.
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Deportes Abril 2020
León I Tampico
JOSÉ FLORES HERNÁNDEZ
DE LA DINASTÍA FLORES
FLORES I José (abajo) militó en Primera División junto a sus hermanos Memo y Candido.
JESÚS ALEJANDRO MARTÍNEZ
J
osé Flores Hernández pertenece a la dinastía de tres hermanos de El Salto que alcanzaron el Máximo Circuito del Futbol Mexicano, junto con Guillermo y Candido. Surgido del Club Río Grande, José fue llevado por su hermano Memo a mediados de la década de los 40’s al León don-
de, a pesar de tener muy poca participación en el terreno de juego, hay evidencia fotográfica que formó parte del equipo que logró el primer título de Liga de los Esmeraldas, en la Temporada 48-49. Ahí, según registros, tres saltenses fueron campeones: Luis Luna, Ignacio Orozco y los hermanos Guillermo y José
Flores. Pasó al Tampico, también por invitación de su hermano Memo donde, también como suplente jugó un par de temporadas hasta que se retiró y se fue a vivir a Estados Unidos. Falleció en Los Ángeles, California en 1996.
JOSÉ FLORES HERNÁNDEZ Fecha de nacimiento: 1927 Club del que surgió: Río Grande Club en Primera División: León y Tampico Posición: Medio Apodo: Guero Fallecimiento: 1996
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Historia Abril 2020
MIRADA AL PASADO
“La Puerta de Los Altos” se puede apreciar este letrero en un negocio al fondo de esta imagen de Zapotlanejo.
A principios de los 80’s, la presidencia municipal de El Salto tuvo su primera remodelación. Así lucía durante los trabajos.
En esta ceremonia religiosa en el Templo Madre Admirable de El Salto de los 50’s, se aprecia a decenas de niños con corona y alas de ángel. A su alrededor hay mujeres y hombres.
Vista aérea de la cascada de El Salto de Juanacatlán. Se aprecia un gran caudal en la caída de agua. Aún no se había construido el arco de ingreso a Juanacatlán, ni el mirador.
Si eres de El Salto, esta Banda no necesita presentación. ¿Que recuerdos te llegan?
Este equipo del Atlante de El Salto fue protagonista en “Las Reservas” hace unos 15 años. ¿A quiénes puedes nombrar?
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