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TIEMPOS DE CONFINAMIENTO
from Intersecciones Vol. 2 Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempo
by CCESV
Luego de los primeros quince días de cuarentena domiciliaria perdí la noción del tiempo. Esa percepción de que todos los días eran domingos era abrumante. Querer terminar un fin de semana que cada vez se estiraba más y más fue abrumador. Al principio, abrigaba esa sensación de vacaciones merecidas porque las reglamentarias no son nunca suficientes. Luego llegó la ansiedad de hacer cosas caseras que dejaste pendientes. Un mes más tarde sólo había espacio para la procrastinación y esperar las cadenas nacionales de radio y televisión.
La vida productiva se detuvo. De un día al otro encontramos cerrados los teatros, parques arqueológicos, museos, centros culturales, casas de la cultura, escenarios alternativos y plazas públicas. La prohibición de todo tipo de reunión con más de cien personas, el cese de todo proceso artístico formativo o creativo, la interrupción de proyectos en implementación que propongan contacto físico, la suspensión de carteleras y eventos artísticos, y así, sucesivamente, una larga lista de prohibiciones que nos impedían encontrarnos unos con otros.
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Sucesivamente, llegaron múltiples decretos gubernamentales de confinamiento obligatorio o voluntario, generando como consecuencia la restricción del derecho a libertad de movilidad. Una medida drástica que supone interrumpirlo todo buscando contener la gripe mortal latente, para priorizar que continúe la población saludable. Una situación complicada de asimilar teniendo en cuenta el cierre total de los espacios de socialización para cualquier persona, a excepción de los lugares para el abasto de alimentos y medicinas.
Bajo este contexto de pandemia por la COVID-19, a las diferentes iniciativas que estaban sosteniendo antes del confinamiento se nos impone una situación interesante en la gestión cultural: repensar las formas y modos de continuar sin perder la esencia de la diversidad, la inclusión y el compromiso sociocultural. Sostener estas iniciativas en tiempos “normales” ya generaba una serie de dificultades a sortear y niveles de riesgo a mitigar con el fin de alcanzar los resultados propuestos. Si observamos el panorama de la emergencia sanitaria, del mundo y del país, es fácil pronosticar tiempos difíciles, tanto para proyectos culturales centralizados o en los territorios, como para aquellos de carácter gubernamental, no gubernamental o independiente. Se pronostican menos fondos para cultura –una constante histórica en el presupuesto gubernamental para este sector–, pues la prioridad será implementar medidas de contención y mitigación para frenar la pandemia entre la población, es decir, procurar la salud pública.
Pero la creatividad tiene una llave maestra que permite abrir puertas a soluciones o aportar a las posibles soluciones desde la cultura. Desde el encierro se gestan ideas en el campo de las artes desde lo virtual y en complicidad con el trabajo colaborativo de artistas independientes, gestores culturales, colectivos artísticos, fundaciones o asociaciones que promueven iniciativas culturales.
Retomar virtualmente procesos iniciados desde lo presencial puede ser frustrante para todas las partes involucradas en un proceso creativo. A esto podemos sumarle la resistencia al cambio abrupto de hacer las cosas de otra manera. Es el caso de la población migrante digital versus la población nativa que navega cómodamente en todas las redes sociales y plataformas digitales existentes en internet. Pero es allí donde comienza a surgir luz a través del túnel y despuntan algunas formas de resolver la salida a “campo abierto”.
A esta fecha, podemos enumerar diversas formas creativas de mantener las iniciativas culturales a flote. En este contexto se inicia el aprendizaje virtual, bajo la modalidad sincrónica y asincrónica, de diversos procesos de formación en diferentes disciplinas artísticas. En diferentes formatos podíamos recibir en línea clases de música, danza, teatro, gestión cultural, nuevas herramientas digitales para la creación artística, dibujo y pintura, producción audiovisual, entre muchas otras propuestas que se acostumbran ofertar en modo presencial.
En un momento teníamos a nuestro alcance en nuestro teléfono móvil, o en el ordenador, una variada oferta de consumo cultural, tanto de producciones en bellas artes como de creaciones artísticas con base comunitaria. Una envidiable cartelera nacional de espectáculos escénicos en formato “Live” o en archivo audiovisual de manera gratuita o a bajo costo para lidiar con el tedio de la sentencia “Quédate en casa”. Los conciertos y recitales en línea no se quedaron atrás. Lo importante de todo esto es que la modalidad no afectó la calidad.
En algunos casos se extrañaba la necesidad de lo presencial de algunos formatos que, obviamente, se disfrutan más frente a un escenario acompañado de otros espectadores, esa cercanía con el momento creativo y la atmósfera del espacio en donde se desarrolla. Y no faltó la crítica de creadores sobre si esto se podía considerar un hecho artístico bajo la lupa de la diversidad de métodos o formas de crear.
Asimismo, notamos de manera inmediata una explosión en redes sociales de múltiples conversatorios o foros con temáticas que abordaban diferentes áreas de la cultura y el arte propuestos desde diferentes colectividades. Tertulias amenas en donde voces nacionales compartían sus inquietudes y proyectos con participantes de diferentes latitudes, poniendo en agenda temas pertinentes al quehacer cultural frente a la pandemia.
En estos espacios de diálogo se logró conocer sobre experiencias territoriales muy interesantes dentro del universo cultural nacional; resultado de esfuerzos y procesos locales pertinentes y con buena calidad; con agendas participativas claras y propuestas de solución que utilizan todas las sinergias patrimoniales, artísticas, de derechos humanos, de memoria histórica, pueblos originarios y afrodescendientes; en fin, una diversa lista que, a pesar de contexto adverso por la medidas implementadas por la CODVID-19, se mantienen vigentes.
Una de las preguntas que resuena en la cabeza de las y los creadores, artistas y gestores culturales es ¿qué hacer frente a esta situación generada por las medidas sanitarias por la pandemia? La idea de continuar con todos los procesos e iniciativas artísticas-culturales frente a una modalidad que propone el distanciamiento físico, la cotidianidad del uso de la mascarilla, las limitantes para el acceso a los espacios públicos, la cuarentena voluntaria, junto a la incansable necesidad de frotarse las manos con alcohol.
Por otro lado, el ser humano desde la perspectiva psicobiosocial de retornar a su estado de normalidad acostumbrada y la necesidad intrínseca de retornar a los espacios de socialización y volver a convivir con una cotidianidad menos letal. Disminuir el temor de visitar un museo, un teatro, un cine o un parque y disfrutar de una cartelera híbrida entre lo virtual y lo presencial. Además de la certeza de que nuestro quehacer puede proporcionar un antídoto en esta delicada situación de salud pública.
Bajo este contexto, que está ocasionando deterioro en el manejo de las emociones de las personas, podemos utilizar arteterapia, y sus diversas herramientas, que propone esta combinación de disciplinas para la sanación colectiva luego de un estadío difícil de asimilar para todas y todos. Volver a escuchar un concierto al aire libre, disfrutar de un espectáculo teatral o dancístico en una plaza pública, visitar los museos a cielo abierto, a modo de avanzar reinventando las modalidades de producción y volviendo paulatinamente a la normalidad.
Es importante continuar con los diferentes procesos formativos que permitan, nuevamente, la reorganización de la colectividad y la dinamización del aprendizaje artístico formal y no formal. Es necesario que se retomen y continúen con estas iniciativas en los territorios y potenciarlos. No debemos perder de vista ese caudal infanto-juvenil de talento que está presente en todo el país.
Hay que retomar las tradiciones o conmemoraciones de índole cultural que se truncaron por el contexto, y en especial aquellas que estaban en proceso de preservación ante la indiferencia de la memoria oficial, en especial las determinadas desde los pueblos indígenas y afrodescendientes que aportan al país una riqueza más diversa y multicultural. Hay que buscar creativamente todo tipo de alternativas para continuar. Es desatinado detenerlo todo. Se debe continuar con la certeza de que las propuestas son empáticas con las necesidades de este momento.
En una coyuntura como esta se debe redefinir cada estrategia. Las políticas públicas destinadas a la dimensión cultural deben repensarse para esta nueva realidad. Será la habilidad del manejo de lo virtual y lo presencial la clave que facilite continuar con la dinámica que se había estado promoviendo y potenciando desde cada sector de la cultura. En esa hibridación en los modos de producir está la solución mientras se encuentra un alivio definitivo a lo sanitario.
Fotografía de Yessica Esmeralda Hompanera
La paradoja de la soledad y la naturaleza.
Durante la pandemia, los espacios abiertos y especialmente naturales se volvieron un anhelo compartido entre las personas confinadas. Sin embargo, la naturaleza es un espacio altamente violentado; primero, por las políticas extractivistas y depredadoras del ambiente en la región; segundo, como escenario de la violencia delincuencial, como muestra el empleado de Medicina Legal de El Salvador que aparece en la foto.
Probablemente una de las necesidades fundamentales resultado del largo proceso de crisis por la pandemia sea poner al medioambiente en el centro de los debates culturales y humanos. Como propondría Donna Haraway, pensar a esta sociedad resultante como ambiente donde sea posible tejer vínculos más que humanos.
Diferencias
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Escritor, actor y productor cultural.