Breve Antología Polimorfa Max Cachimba Galerías del Centro Cultural Parque de España 16 de marzo al 30 de abril de 2017
EL ÚLTIMO ESPÍA Tinta sobre papel (con guión de Pablo De Santis), 1988 (Tapa) EL EMBRUJO DE TUS OJOS. Acrílico y collage sobre papel, 2015–2017
Maravilloso: Envuélvamelo para regalo Elogio para un sibarita del trazo fino
Baste de ejemplo ¿cómo advertir los rastros de la herencia de un Arcimboldo? Las pistas que encontremos lucirán como restos de decorado de un mundo paralelo. Acaso ¿esas frutas son sólo de este mundo? Miren esa mandarina. Jan Kott Te dicen “sé vos mismo”. Sí, muy bien, vos mismo ¿pero dónde? ¿Haciendo qué? Roland Topor A ver: esto puede ser cualquier cosa. Pero nunca un chiste. Somos gente seria. Juan Verdaguer
Sistema Fisherton. Max Cachimba es un gran invento. De hecho, logró mucha atención –valga la paradoja- antes de convertirse en Max Cachimba (en los años ’80, ganó el premio para jóvenes historietistas de la revista Fierro, con tan sólo 15 años, cuando todavía firmaba con sus iniciales, que luego, involuntariamente o no, fueron plagiadas por un archivo de imagen digital). Además de sus recursos gráficos –por momentos tenía algo del primerísimo Gambartes pero absolutamente fuera de control-, llamaba la atención entonces cómo lograba transformar cualquier disimulo en un notable espectáculo. El detalle convirtiéndose en una épica del descoloque. No deberíamos olvidar que, como su admirado Grela, Cachimba –antes y después de ser Cachimba- fue siempre un hombre de artes y oficios, de minucias de la pluma y el pincel, y así también de humores varios. El plural se debe, ante todo, a que su gracia resulta invariablemente corporal, física por perversamente anatómica: descalabrante, el humor en cuestión se inicia en el cuerpo para llegar a las palabras. Cuando llega, porque muchas veces ni hace falta. Por eso jamás faltaron entre sus arquetipos contorsionistas, voyeurs, funambulistas o acróbatas. Si el espectador lo desea, puede entenderlos a modo de metáforas. También a Fisherton, su lugar en el mundo. Uno y otro se complementan a la perfección. Delicias de un antólogo también polimorfo. Lo que en esta exposición se verá son historietas, ilustraciones, pinturas, animaciones, poesías, objetos –encontrados o no- y performances. Diversidad de formatos, pero por sobre todo poliformía, en el más craso sentido freudiano. Se trata, también, de una cuestión de acento: Cachimba remite cada poliformía a una –o varias- acronías. Sus obras se disponen en una sucesión constante de limbos acrónicos. No faltará quien pueda argumentar su sistema de obsesiones, sus recurrencias. Sea cual sea, rara vez se muestra expansivo: más bien es centrípeto. Cuida el número de sus criaturas. Nunca tiende a la superpoblación. Como sucedía con aquel fatídico y desventurado Chatrán, nunca nos queda claro si el pollo es siempre el mismo pollo, o si la gallina sólo es parte de una clonación estética. La exhibición lo imita y busca una amable poliformía contenida.
Bric-à-Braque. Georges Braque no estaría en este catálogo si no fuera por aquella frase suya que reza: “el cuadro comienza cuando se acaba la idea”. Incurriendo en la mala praxis de la paráfrasis decimos: “el cuadro comienza cuando no se acaba el bric-à-brac”. Porque para Cachimba, el bric-à-brac es lo que es el método paranoico crítico para Dalí. Se me objetará que Cachimba no inventó el bric-à-brac, pero no cabe ninguna duda que el bric-à-brac inventó a Cachimba. Al punto de que no sería serio abordar cualquier bric-à-brac sin remitirnos a Cachimba. Al fin de cuentas, el bric-à-brac es un modo de conceptualizar que debería expandirse. Edward Lear como bric-à-brac, Olinda Bozán como bric-à-brac, Waldo de los Ríos, y la lista sigue. Círculos concéntricos donde lo fantástico se funde con lo absurdo, lo tierno y también lo siniestro. Siniestro total. Terrores cósmicos como los que describe Eugene Thacker, pero con forma de pollo. O de enano. O de gallina. O de quién sabe qué. El don de extrañar. “Sólo basta con mirar largo rato alguna cosa para que se vuelva extraña”. Hay quienes atribuyen esta frase a Flaubert. Pero pocas veces se subraya que la extrañeza es la facultad de advertir cierto rasgo que conocemos pero no sabemos de dónde. Y eso genera inquietud. Extrañar es volverse extraño –como decíamos, es la mirada la que vuelve extraño-, sin omitir la añoranza. Podría decirse que todo el menaje de Cachimba es menaje metafísico –en el sentido de De Chirico-. Metonimia perfecta: el universo nunca dejó de ser un Gran Zapallo sin tiempo (Macedonio dixit). ¿El tiempo puede inventar más objetos que miradas? La mayor extrañeza: no estar seguros si los objetos de Cachimba se quedarán quietos. Probando, probando. Una constante de las historias gráficas de Cachimba es que sus personajes tienen que superar una prueba. Desafiar alguna ley, o demostrar una pericia, que termina exhibiéndose como un arte desbocado y descocado. En esto estriba su clasicismo: entregarse a la prueba –o resolver el enigma- puede ser fatal. Elegante fatalidad. Podríamos decir del arte de Cachimba lo que Lacan dijo de la ‘Patafísica: “es la más grande elegancia del lapsus”. De tradiciones y cortesías. Dando a proponerle una tradición a nuestro artista, opto por esta Santa Trinidad: Oski, Landrú y Copi. ¿Por qué? Porque son únicos, solitarios, polimorfos, y convirtieron, cada cual a su modo, al humor en una ciencia. También porque nunca dejaron de transitar, y valga el oxímoron, la salvaje cortesía. Cachimba también, sin proponérselo ni mover un dedo, es hace rato cabeza de una tradición (no olvidemos que Liniers repitió en varias ocasiones: “Él es mi Hemingway”). ¿Qué otra característica une a Cachimba con los tres artistas citados al comienzo de este párrafo? Ese constante dejar en manifiesto la elegancia de la vulgaridad y la vulgaridad de la elegancia. Repito; la inocencia de cierta obscenidad (no nos olvidemos el hit La japonecita, de Jacinto W. y sus Tururú Serenaders, disponible en Youtube). También como ellos, fue inventando un autor más allá del seudónimo. Como en los tres citados, lo Cortés no quita lo valiente. Como decía César Bruto (otro que podríamos sumar a la lista): para Cortés tenemos a Hernán, aquel de los modales neronianos. Larga vida a Max Cachimba.
Rafael Cippolini Rubí-Sabadell, Invierno boreal, 2016
SORTILEGIO AcrĂlico sobre lienzo, 2013
TENGA CUIDADO Tinta sobre papel y tratamiento digital, 2002
CON ÁNIMO JOCUNDO VOY POR EL MUNDO Acrílico sobre lienzo, 2005. Colección Castagnino+macro
EL EMBRUJO DE TUS OJOS Acrílico y collage sobre papel, 2015–2017
CARAMBA Tinta sobre papel y tratamiento digital, 2005
Ilustración para el libro MEMORIAS DE UN NIÑO BOMBERO Acrílico sobre papel y tratamiento digital, 2010
EL EMBRUJO DE TUS OJOS Acrílico y collage sobre papel, 2015–2017
EL ARTE DE SER UN PELOTUDO Tinta sobre papel y tratamiento digital, 2005
HUMOR IDIOTA Tinta sobre papel y tratamiento digital, 1998
IMPERDONABLE PECADOR Acrílico sobre lienzo, 2017
EL EMBRUJO DE TUS OJOS Acrílico y collage sobre papel, 2015–2017
Breve Antología Polimorfa Rafael Cippolini, Curaduría Pablo Silvestri, Asistente curatorial CCPE/AECID Gastón Bozzano, Dirección Pablo Ayala, Coordinación General Lucia Dziubek, Coordinación de Galerías Rodolfo Perassi / Juan Perassi / Matías Laino, Diseño expositivo y montaje Estudio Cosgaya (www.cosgaya.com.ar), Diseño gráfico
Centro Cultural Parque de España. Sarmiento y el río Paraná, Rosario. www.ccpe.org.ar