CASTILLO, María & HIDALGO, Rodrigo, (2007) 1906/2006 Cien años de política de Vivienda en Chile, Universidad Nacional Andrés Bello / Pontifica Universidad Católica de Chile / Universidad Central de Venezuela; Santiago de Chile Noviembre.
BOLIVAR, Teolinda - ¿PUEDE ESTABLECERSE COMPLEMENTARIEDAD ENTRE EL SABER PROFESIONAL Y TÉCNICO Y EL SABER CONSTRUCTIVO POPULAR PARA HABILITAR LAS EDIFICACIONES DE LOS BARRIOS? (PP. 294 – 319)
¿PUEDE ESTABLECERSE COMPLEMENTARIEDAD ENTRE EL SABER PROFESIONAL Y TÉCNICO Y EL SABER CONSTRUCTIVO POPULAR PARA HABILITAR LAS EDIFICACIONES DE LOS BARRIOS?
TEOLINDA BOLÍVAR B.
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INTRODUCCIÓN Las interrogantes que en permanencia nos hacemos al intentar contribuir a la mejora del hábitat y vivienda de los barrios urbanos caraqueños nos han llevado, una vez más, a reflexionar y analizar la cuestión de la complementariedad entre el saber profesional-técnico y el saber popular constructivo. Tenemos muchos años tratando de comprender el mundo de los barrios urbanos caraqueños, un medio ambiente construido que desde afuera semeja murallas de ladrillo-cemento cubiertas con láminas metálicas. El conjunto de estos barrios, la ciudad-barrio 1 , representa un desafío colectivo que se manifiesta en un territorio construido en terrenos más o menos escarpados, que caracterizan el medio natural de la metrópoli caraqueña. Este proceso, y lo que ha sido capaz de crear, lo hemos llamado la magia de las infinitas privaciones. Sobre ese complejo y sorprendente resultado reflexionaremos en la primera parte de este escrito. Partiendo de tal situación —permanentemente en proceso de transformación—, en la segunda parte abordaremos la mejora de la casa de barrio, generalmente autoproducida. Aunque existen muchas formas de atender la cuestión que nos ocupa, nos detendremos en una de las maneras de hacerlo. Al respecto nos interrogaremos sobre la posibilidad de una búsqueda de complementariedad de los saberes, tanto de quienes han autoproducido esas edificaciones, como de los profesionales universitarios dispuestos a participar en los procesos de mejoramiento. Creemos que este es un enfoque distinto y hasta opuesto a otros, entre ellos los más practicados, y que por tanto puede suscitar cierta polémica. Fundamentamos este trabajo tanto en investigaciones —unas de vieja data y otras recientes— como en prácticas académicas en las que hemos participado desde la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela. Nuestra manera de acercarnos a los barrios ha estado marcada por una relación de mutuo respeto de saberes con los habitantes hacedores, en la búsqueda de establecer un diálogo. Tal vez, sin saberlo, hemos practicado la dialógica (Martín Rodríguez. 2006). Nos parece necesario recordar también que a través del tiempo hemos intentado el trabajo en equipo, algunas veces sin tener conciencia de por qué lo hacíamos. Esto nos llevó a trabajar en equipos interdisciplinarios, multidisciplinarios y/o transdisciplinarios. Un camino donde fue apareciendo la necesidad de compartir conocimientos y de explorar, junto con los propios 3
hacedores, formas de trabajo que pongan en práctica la complementariedad de saberes, superando las diferencias entre el docto y los hacedores. Tal vez nuestra presentación en este evento chileno, organizado por tres facultades de arquitectura, entre ellas la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, permita llegar a vislumbrar caminos donde la obligación de hacer, por urgente necesidad, dé paso a una producción y construcción conjunta de profesionales, técnicos y expertos con habitantes hacedores. Así contribuiremos a hacer posible lo que hasta ahora parecía una utopía. Para ello se requieren actitudes propias a lo que se quiere hacer, tanto de los intervinientes profesionales, como de los que han autoproducido sus hogares. Necesitamos hacer nuestra tarea con amor, no por la obligación de realizarla; y dejando que el tiempo sea el requerido —sin apresuramientos pero, sin lentitudes innecesarias. Es como modelar con arcilla tratando de que el resultado material sea una obra cada vez más acabada y que satisfaga las expectativas del o de los creadores o autores. En nuestro caso es modelar, remodelar, o hacer edificaciones para que sirvan de digna morada de seres humanos. El autor de estas edificaciones no será una persona, sino un colectivo que aprecie lo que hace, que tenga querencia por lo que ha producido, como describieran su amor por el barrio algunos habitantes de Aguachina, comunidad del suroeste de Caracas (Bolívar y Baldó. 1996). Muchas veces el conjunto heterogéneo y heteróclito del medio ambiente construido de los barrios urbanos guarda tesoros que no hemos tenido tiempo de descubrir, analizar y valorar. Estamos todavía a tiempo de reflexionar sobre lo que decimos y extraer lecciones que dejen su impronta en las formas de habilitar las casas y otras edificaciones de los territorios populares contemporáneos. Que la complementariedad de saberes se pueda realizar valorando el medio ambiente construido de la ciudad-barrio.
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PRIMERA PARTE. LA MAGIA DE LAS INFINITAS PRIVACIONES En los albores del siglo XXI, en las ciudades venezolanas dominan los barrios que nacieron de un rancherío, en terrenos la mayor parte de las veces ajenos a sus poseedores. De esta proeza inesperada y colectivamente realizada por millares de personas y familias venezolanas y también extranjeras quiero contar mi versión, extraída de las muchas historias de vida de los protagonistas que he tenido la oportunidad de conocer directa o indirectamente. En algunos casos, también he podido ser testigo de la increíble transformación de conjuntos de ranchos, que apenas tenían unas trochas mal construidas, sin agua corriente, sin energía eléctrica. Unos diez años más tarde he tenido que detenerme a preguntar a las personas que encontré, si se trataba del mismo barrio que vi nacer. Esta producción de viviendas ha sido realizada por hombres, mujeres y niños que necesitaron un hogar urbano y no encontraron otra forma de proveérselo que asumiendo su autoproducción. Construyeron con sus manos, apenas con los recursos económicos de sus ya limitadas entradas y las ayudas del Estado y otros agentes que pudieron obtener, en largos e impredecibles procesos, de los cuales se sabe el comienzo pero no cuándo terminarán. Hoy los barrios constituyen la sorprendente obra donde vive alrededor de la mitad de la población urbana venezolana. Cuando aquellos hombres y mujeres excavaban las laderas de los cerros que rodean la capital venezolana para hacer el banqueo o pequeña terraza donde posarían el “pie de casa” que poco a poco convertirían en una vivienda, nadie hubiera podido imaginar que estaba iniciándose la obra constituida por la ciudad autoproducida, la ciudad-barrio. Una ciudad en la ciudad, hecha en condiciones de extrema precariedad. La forma de hacer las casas, las técnicas constructivas empleadas, los diseños resultantes, etcétera, tienen sus orígenes en prácticas ancestrales, en la vivienda autóctona, en la vivienda campesina y sus recodificaciones e incluso en las intervenciones del Estado para la mejora sanitaria, como lo fue la “vivienda rural” del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. También debemos considerar la posible influencia de las casas que existían en las orillas de los pueblos y ciudades del país de principios del siglo XX. Cada ocupante empieza limpiando el terreno; es como hacer la roza para luego sembrar, en nuestro caso, una casa. Cuando se trata de un terreno pendiente la adaptación a éste es perfecta. Excavan con un pico y una pala y por supuesto con las manos y se adhieren al terreno como la flor al tallo. 5
Los hacedores van ocupando los terrenos. Donde no se les desaloja, veremos primero un rancherío y con el paso del tiempo un barrio. La roza conlleva a un conjunto de ranchos o edificaciones en lugar del sembradío del campo. Las casas de barrios, en una sucesión inesperada e inédita, producto de millares de decisiones individuales y/o familiares, cubren poco a poco los terrenos de las periferias urbanas y a veces otros que encontraron baldíos y nadie se opuso a su apropiación. Como dice el arquitecto Alfredo Cilento, son casas que germinan. Cada casa o edificio que hoy vemos en cualquiera de los tantos barrios urbanos contiene la memoria de vida de sus diversos habitantes constructores. Durante años sus hacedores no sólo viven en precariedad, sino que también viven en una construcción permanente. Mi tesis de doctorado analiza esta característica de la obra de los barrios, de ahí su título: La production du cadre bâti dans les barrios à Caracas… un chantier permanent! (París, 1987). Estas reflexiones quieren destacar que los barrios urbanos no podrían existir sin los saberes y motivaciones de aquel colectivo de hombres y mujeres dispuestos a los mayores y largos sacrificios para vivir en las ciudades, para producir algo que les perteneciera y con lo que pudieran identificarse. Desde nuestra percepción, los barrios y sus edificaciones contienen en esencia la fuerza que transmite la satisfacción de una necesidad obligación, alcanzar los deseos y las aspiraciones de familias que sólo han dispuesto de su propia mano de obra. Podríamos decir que todos estos elementos se han convertido en la magia de las infinitas privaciones. Al analizar en detalle las crónicas de vida de los que hacen o dirigen la construcción de sus casas comprendemos cómo financian la obra material. Los barrios de hoy y las edificaciones que los conforman han nacido de una querencia y con el sello indeleble de las privaciones. ¿Cuántas veces no tendrían que comer mal o muy poco para asegurar la compra de elementos imprescindibles a la casa en realización? Tal vez para cualquiera de nosotros, acostumbrados a otras lógicas, sea difícil entenderlos; no obstante, sin esas vidas de aceptación, de sacrificios cotidianos e incluso tal vez de resignación, no existirían los conjuntos de edificios que conforman los barrios urbanos. Esta obra tiene un gran valor para sus propietarios y para la sociedad. Obviamente los barrios presentan defectos de construcción, carencias de vialidad y transporte, de cloacas, acueductos, electricidad pública y domiciliaria y de equipamientos fundamentales. Algunas veces se han levantado en terrenos cuya adecuación para la construcción asequible a familias de bajos ingresos
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resultaría muy costosa y por esto se habla de reubicación y desalojo… Es una obra producida por el pueblo con la sabiduría e inteligencia colectiva y con el tesón que lo caracteriza. Las casas de barrios son un mensaje de arraigo de la Venezuela urbana; no obstante, a los ojos de algunas personas pertenecientes a otros sectores sociales, representan la provisionalidad. Una parte de la ciudad que espera sustituirse. Los años han pasado y la idea de eliminarla —por diferentes motivos que sería largo de explicar— es imposible a corto, mediano e incluso a largo plazo. Los barrios se establecieron para quedarse; ahora se impone la necesidad de llevarlos a la calidad ambiental requerida en la actualidad y lograr su aceptación jurídica. La existencia de éstos constituye una transgresión, pues se han producido al margen de leyes y reglamentaciones urbanas, y sin embargo, han generado con la práctica un derecho alternativo, un derecho “oficial paralelo”, como lo señalamos en otra publicación (Ontiveros y Bolívar. 2000). Mucha tinta ha sido utilizada para que se cambie la política de mejoras que enmascara la idea de su provisionalidad, y es probable que aún tengamos que esperar para su total reconocimiento y habilitación integral. Esto implica realizar estudios rigurosos para subsanar sus carencias y valorizar lo existente, tanto en lo material como en lo social y espiritual. Como lo hemos expresado tantas veces, creemos imprescindible la cooperación de los técnicos y profesionales para la valorización del territorio construido y llevarlo así al nivel de urbanización y servicios que requieren como calidad de vida los seres humanos que lo habitan. Consideramos que los programas de mejoramiento de los barrios han dado un salto cualitativo al haber sido aceptados como parte de las ciudades en la Ley Orgánica de Ordenación Urbanística, dictada en 1987. Basándose en ella, en la última década del pasado siglo el entonces Ministerio de Desarrollo Urbano contrató la realización de planes especiales para ciertas ciudades, entre ellas el área metropolitana de Caracas. Este último proyecto, cuya realización estuvo coordinada por los arquitectos-urbanistas Josefina Baldó y Federico Villanueva (Mindur, 1994), constituye un aporte significativo en el camino del reconocimiento y valorización del territorio construido de los barrios capitalinos. La esperanza de una vía fundamentada en lo existente, que tenga como protagonistas a los habitantes y que introduzca todos los recursos profesionales necesarios, sin mezquindades ni subestimaciones a sus moradores, es muy importante en la historia de los barrios urbanos. Tenemos fe en que esta forma de mejorarlos permitirá vencer, lo más rápidamente posible, los usos y costumbres de los políticos venezolanos que “intercambian” obras físicas y ayudas sociales por votos.
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Dicen que la esperanza es lo último que se pierde y nosotros apostamos a salir airosos en tiempos que son clave para la transformación de los barrios y sus hacedores. En esta historia de los barrios venezolanos, y principalmente de los caraqueños, nuestro interés fundamental ha sido ofrecer un pequeño aporte a partir de nuestras indagaciones y colaborar con quienes los han hecho posible o que viven en ellos, entre éstos los niños que corretean por sus callejuelas y escalinatas y encuentran escondrijos y lugares para divertirse sanamente. Pretende también ser un homenaje a sus primeros habitantes, y a aquellos hacedores que ya nos han dejado y que en algún momento nos abrieron su corazón al contarnos las anécdotas de hacer una casa o un barrio para ellos y para otros. Cuántas crónicas que sumadas nos permiten entender cómo se construyó la parte de la ciudad de los barrios. Una forma de asegurar las viviendas para la población venezolana, que en menos de cien años pasó de tres millones a los 24,5 millones que hoy tenemos. Compartir con algunos de esos hacedores ese camino, que para mí como arquitecto es alucinante, me ha exigido y me exige un gran respeto y solidaridad con los protagonistas y con todos aquellos humildes y anónimos constructores de ciudades. Ellos continúan alimentando la crónica, que en las circunstancias actuales no parece tener fin…
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SEGUNDA PARTE. BUSCANDO LA COMPLEMENTARIEDAD DE SABERES Ante la imposibilidad de ignorar esa obra colectiva que son los barrios urbanos, desde hace ya aproximadamente medio siglo el Estado venezolano ha puesto en práctica múltiples formas de atender su mejora. Sin embargo, a través del tiempo las posturas de quienes han tenido en sus manos la definición de una política de Estado al respecto han sido diversas e incluso contradictorias. Como ejemplo, siempre recordamos lo que se hizo durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en los años cincuenta: el gobierno estaba decidido a acabar con los conjuntos de viviendas precarias autoproducidas, a lo cual se le llamó guerra a los ranchos. En aquel momento éstos eran pocos y la construcción de viviendas desde el Estado, significativa. La política consistía en la reubicación de las familias que vivían en ranchos, en las barriadas de entonces, a edificios de apartamentos, construidos en los terrenos ocupados por los barrios. A los nuevos edificios se les llamó superbloques, enormes construcciones que aún existen, pero rodeadas de ranchos 2 . Durante la democracia (1958 hasta la fecha), en cada período presidencial se han tomado opciones diversas. En 1969-70 tuve la oportunidad de participar en la creación del Programa de Urbanización y Equipamiento de Barrios, adscrito al Banco Obrero, ente encargado de la política de vivienda para la época. Algunos años más tarde esta institución fue transformada en el Instituto Nacional de Vivienda, el cual a su vez, según informaciones, formará parte del nuevo Ministerio para la Vivienda y Hábitat. Para no hacer muy larga esta relación, queremos aludir a dos intentos importantes en el gobierno presidido por Hugo Chávez Frías desde 1998. Como lo explica Federico Villanueva (2006), en dos oportunidades, 1999-2000 y 2004-2005, se emprendió una política pública para habilitar los barrios, cuyo énfasis estaba en la participación organizada de los habitantes y el aporte de profesionales y técnicos preparados para cumplir cabalmente las diversas tareas correspondientes al trabajo de habilitar los barrios urbanos. En ambas oportunidades el programa fue suspendido… Durante este período de gobierno los programas y proyectos relativos a la mejora o creación de viviendas se han caracterizado por la falta de continuidad. Cada nuevo equipo de dirección parece subestimar el esfuerzo de sus antecesores, sin tomar en cuenta que al detener algunos programas también se perturban los procesos de organización de los habitantes de barrios, y éstos se ven afectados. Es bueno resaltar que en general las intervenciones del Estado venezolano con miras a habilitar los barrios urbanos han puesto el énfasis en la dotación de vialidad vehicular y peatonal, 9
en los servicios infraestructurales y en equipamientos colectivos. Pocas veces se le ha dado prioridad a atender la mejora de las unidades habitacionales. Tal vez se ha partido de la idea de que ésta es una cuestión que debe ser resuelta por las familias. A pesar de esto, son diversos los casos en los que las mejoras de las edificaciones habitacionales han contado con la participación del Estado. Es también necesario decir que personalmente hemos defendido y luchado por el reconocimiento de los barrios urbanos (véase Bolívar, 1987a y 1987, entre las publicaciones más antiguas que recogen este aspecto de mi trabajo). Esta postura se fundamenta en los estudios que hemos realizado en este campo, la mayoría como parte de equipos profesionales y en muchos casos trabajando con sus habitantes, así como en los significativos avances y aportes en la cuestión de los barrios que se han venido realizando, especialmente desde hace dos décadas. Entre éstos en rigor hay que destacar los de Federico Villanueva y Josefina Baldó, César Martín, Iris Rosas, Rodolfo Sancio, Roberto Pérez Lecuna, Daniel Salcedo, Alfredo Cilento, Yuraima Martín, Oscar Olinto Camacho, Alberto Lovera, Magaly Sánchez, Esther Wiesenfeld, Teresa Ontiveros, Yves Pedrazzini, Julio de Freitas, Esther Marcano y Dina Guitián. Sin embargo, no queremos decir con esto que todo barrio autoproducido debe o puede mejorarse. Admitimos que es preciso reubicar partes de barrios caraqueños cuyas condiciones físicas ponen en peligro la vida de quienes tienen su hogar allí, por ejemplo los que están en terrenos de alto riesgo geológico o en lechos de quebradas y/o ríos, y asimismo aquellos que ocupan espacios necesarios para obras requeridas por el colectivo metropolitano, entre otras razones. En contraposición, hay personas que parten de la premisa de que los barrios deben ser reubicados. Algunos hablan de demolerlos y dejar libres los terrenos. Tal vez en el fondo se busca que los promotores inmobiliarios públicos o privados los utilicen para diversos fines, que raras veces es la construcción de vivienda para los sectores de población de bajos ingresos. Pero independientemente de la solución adoptada, es bueno recalcar que desde hace muchas décadas decimos que hay necesidad de entrar en puntillas en esos territorios autoproducidos para no pisotear e incluso destruir lo que tanto les ha costado crear a sus hacedores. No obstante, en la práctica de la arquitectura y profesiones afines la tendencia es a imponer la supremacía del saber profesional sin tomar en cuenta el conocimiento que lleva en sí misma la obra realizada. Es así como en diversos casos se parte de que los barrios son un territorio construido a cambiar, no a mejorar, tampoco a valorar. Para nosotros, ese complejo medio
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construido es todavía mayormente ignoto, del cual todos tenemos mucho que aprender, aunque conozcamos cada vez más sus defectos y deficiencias. Así como destacamos la variedad de formas que pueden utilizarse cuando se habla de habilitar o mejorar los barrios en su conjunto, decimos igual para sus edificaciones. Al respecto es necesario recordar que nuestra manera de abordar la cuestión de los barrios nos lleva a considerar lo construido como un patrimonio social. Cada casa, hecha con tanto sacrificio y amor por sus propietarios, requiere que los profesionales que van a colaborar en su valorización la vean y diagnostiquen como un objeto complejo, perteneciente a sujetos que viven en Caracas, quién sabe desde cuándo, y que forman parte del mundo urbanizado actual, no sólo de Venezuela sino del mundo. En consecuencia, se hace evidente que tenemos que partir de una hipótesis: todo lo construido individual o colectivamente tiene un valor y un significado material y espiritual para sus ocupantes —que con frecuencia son también sus propietarios— que debe ser tomado en cuenta, aun cuando nuestras primeras observaciones nos lleven a pensar que hay que rehacer completamente todo lo que han creado los habitantes, en difíciles condiciones, a lo largo de sus vidas. A primera vista podemos calificar lo existente como un verdadero caos, algo feo y heteróclito que no tiene acomodo. Pero es necesario tener en cuenta, no sólo su valor económico, sino también la cuantía del medio construido en las ciudades venezolanas, así como el arraigo de quienes viven en las casas de barrio, y la querencia que ellos dicen tenerles. Independientemente de la variedad de soluciones que se hayan llevado a cabo, creemos necesario poner sobre el tapete de la discusión la mejora de viviendas con participación profesional pero estimulando la posibilidad del intercambio de saberes. Fundamentamos este acercamiento en nuestros antecedentes investigativos, e igualmente en nuestro interés de intervenir en la habilitación del patrimonio habitacional existente en los barrios caraqueños y en una experiencia académica que forma parte del trabajo de investigación llevado a cabo por el Centro Ciudades de la Gente, de la Escuela de Arquitectura Carlos Raúl Villanueva de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU), de la cual extraemos los dos casos a los cuales nos referiremos más adelante. Antes de proseguir consideramos necesario introducir una nota metodológica acerca de la experiencia académica en la cual fundamentamos nuestra investigación-acción-intervención en el barrio Julián Blanco de Caracas, cuyos objetivos principales son el conocimiento de las casas de
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barrios con miras a determinar, con sus habitantes, los problemas físicos que presentan para poder realizar propuestas de mejoramiento, según los recursos económicos disponibles. A principios de los años ochenta, cuando realizábamos una investigación en el barrio Santa Cruz de Las Adjuntas en Caracas (CEU. 1980), logramos una forma de reconstruir las historias de edificación de las viviendas de barrios conjuntamente con los hacedores habitantes para aquel momento. Participamos en la investigación la profesora arquitecta Iris Rosas y quien escribe. Años después, Iris Rosas realizó otras importantes investigaciones sobre las edificaciones de barrios, cuyos resultados están contenidos en su tesis de doctorado (Rosas. 2005). En éstas participaron estudiantes de arquitectura en calidad de pasantes académicos. Desde 1996, respondiendo a una solicitud de algunas familias del barrio Julián Blanco, Iris Rosas y sus alumnos de una materia optativa sobre barrios informales iniciaron diagnósticos de varias viviendas que forman vecindarios —también llamados condominios horizontales—, los cuales fueron realizados junto con sus ocupantes, por lo cual se les denominó “autodiagnóstico de vivienda”. A partir de 1999 la arquitecta Mildred Guerrero continuó este trabajo en la misma materia optativa, extendiéndolo a otros barrios caraqueños. A cada familia se le entregaba una carpeta con los planos, y en algunos casos se les hacía una propuesta de ampliación o mejora según los deseos y aspiraciones de las familias. Años más tarde (2003), tratando de valorar los resultados obtenidos y de ampliar el número de familias atendidas, Mildred Guerrero propuso e inició un consultorio, al cual nos referiremos más adelante. Para este trabajo obtuvo un financiamiento del Servicio Latinoamericano, Asiático y Africano de Vivienda Popular (Selavip), lo que dio la oportunidad de que estudiantes de arquitectura trabajaran con ella como pasantes remunerados. Esta práctica tiene en cuenta la actual búsqueda de poner en práctica el diálogo de saberes para tener una mejor posibilidad de comprensión de la complejidad humana, como refiere PenaVega (2005) con relación a la enseñanza superior en Francia. A partir de los elementos mencionados y el avance de esta experiencia, pensamos que podía ser oportuno realizar una primera lectura de la misma desde el ángulo de la complementariedad de saberes. A la par, intentaremos responder ciertas interrogantes, por ejemplo: ¿qué nos dicen algunas de las experiencias de mejoras de vivienda que actualmente están en proceso? o ¿qué podemos leer de aquellos ejercicios docentes sobre áreas públicas o semipúblicas en barrios?
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Algunas pistas para el diálogo En las indagaciones de los últimos tres años asumidas desde el Centro Ciudades de la Gente, en las cuales fundamentamos este análisis, logramos obtener algunos recursos económicos para mejorar varias viviendas. Decidimos que en lugar de una simple intervención teníamos la oportunidad de realizar una investigación-acción-intervención. Es decir, no dejar pasar esa oportunidad única para observar lo que sucede cuando se actúa directamente en tratar de mejorar una casa. A casi dos años de haber empezado, creo que teníamos razón, pues en este proceso se revelaron ciertas pistas que han tenido la fuerza de llevarnos a esta reflexión. Algunas veces, al no salir bien lo programado, y por el contrario aparecer más y más dificultades, cuando parecieran cerrarse los caminos, encontramos respuestas a interrogantes que nos hicimos hace ya años y que sin darnos cuenta olvidamos. En ocasiones, tenemos la impresión de haber fracasado en nuestro intento de valorizar lo construido. En esta experiencia para mejorar varias casas de barrio sin tener los suficientes medios económicos, aprovechamos recursos profesionales y docentes de nuestra Escuela de Arquitectura Carlos Raúl Villanueva que pensábamos podían subsanar algunas de las necesidades a satisfacer, tanto en el proyecto como en las obras. En el barrio partimos de la existencia de un equipo formado por habitantes del sector, organizados en la Asociación Civil Fuerza Promotora del Barrio Julián Blanco, que contribuimos a crear como parte del trabajo comentado dos o tres profesores que veníamos trabajando con éstos desde hace varios años y habitantes interesados en resolver problemas de sus viviendas. La intervención debía centrarse en unas cuantas casas que creíamos podían ser mejoradas con poca inversión, al alcance de los recursos disponibles. Sin embargo, encontramos algunas edificaciones que de viviendas tienen sólo el nombre; endebles ranchos que requieren ser sustituidos por viviendas convenientes a la vida de los seres humanos que las habitan y que probablemente las han edificado. Para una experiencia como la que contamos se requiere apoyo económico más allá del que nosotros podemos obtener para hacer investigación. Además, una investigación cuyo énfasis es la mejora de las condiciones ambientales de las casas de barrio no puede obtener financiamiento de la universidad. Es bueno comentar que en general el financiamiento a este tipo de investigación es pasado por alto cuando el Estado asigna recursos a las universidades, y éstos deben distribuirse internamente entre las numerosas y diversas investigaciones consideradas prioritarias. 13
En este camino, y al cerrarse las puertas de oficinas del gobierno nacional y local, que también insistentemente tocamos, decidimos buscar apoyo en la empresa privada y obtuvimos un pequeño aporte de la Fundación Polar y otro de Selavip, que es administrado por la asociación ya mencionada. La profesora arquitecta Mildred Guerrero asumió la coordinación de esta intervención, con el apoyo permanente de la autora de este ensayo. Esta profesional creó un Consultorio Experimental de Atención a la Vivienda, directamente financiado por Selavip. Con los resultados del diagnóstico preliminar de unas 40 viviendas se escogieron 16 edificaciones, cuyas familias recibirían un crédito reembolsable que podía ser de 500 dólares estadounidenses y en tres casos hasta de 3.000. Más de la mitad de estas edificaciones forman parte de lo que en Venezuela se conoce como condominios horizontales —que no son otra cosa que un grupo de viviendas contiguas— y unas tres en otras áreas pero en el mismo barrio. De este proceso puede verse el informe de avance enviado a Selavip y a la Fundación Polar en septiembre de 2005, que titulamos: Contribución a la mejora habitacional de dieciséis familias en el barrio Julián Blanco de Petare Norte, Caracas, Venezuela (Bolívar, Guerrero, Janse y Moncada. 2005). En esta ocasión, como ya dijimos, nos interesa hacer un primer análisis teniendo como objetivo principal lo relativo a la incorporación y el intercambio del saber profesional y técnico que se ha manifestado como elemento clave en la experiencia académica. Se revela con gran nitidez que frente a una situación tan precaria, tanto por el estado de las construcciones como por los ingresos familiares, uno no encuentra qué hacer con los pocos recursos disponibles. Al principio los estudiantes de arquitectura junto con los profesores arquitectos guías llegaban con sus ideas de lo que es una vivienda conveniente, y determinaban los defectos de las que visitaban, con lo cual se iba elaborando una lista de las intervenciones prioritarias. Aunque se hablaba con los habitantes, no hubo el tiempo y tal vez la conciencia, el conocimiento y la disposición para establecer un diálogo que permitiera confrontar las prioridades de un profesional con las de la gente que vive en esas casas. Como profesional, cada uno de nosotros tiene sus lógicas y prioridades. Pero, a nuestra manera de ver, es necesario llegar a acuerdos, de lo contrario se impone la propuesta dominante, casi siempre la del profesional. Aunque en la práctica constructiva se haga lo que los dueños de la casa consideran apropiado y más necesario al momento que viven... Y es precisamente este desencuentro el que impide que el conocimiento
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profesional apoye el indiscutible conocimiento empírico de los pobladores para juntos encontrar un camino que garantice, no sólo el rescate y valorización del patrimonio construido de los barrios, sino también la idoneidad de futuras construcciones. La gente de los barrios construye sin un proyecto a largo plazo. Su vida de subsistencia y del día a día los lleva a cambiar de prioridades, bien sea porque aparece una urgencia (enfermedad, muerte), pero también para satisfacer algún deseo de comprarse un artefacto que se les hace necesario para la vida de privaciones y de encierro en un barrio capitalino. Acerca de esto puede consultarse un análisis reciente sobre las prioridades en las compras de la gente que vive en barrios (clases D y E) (El Nacional. 16/09/2006, p. A-14). Este es un primer asunto a reflexionar para poder llegar a una cooperación entre saberes. Si no estamos dispuestos a aceptar que nuestras lógicas proceden de un mundo donde todo lo fundamental, y a veces incluso los caprichos, está satisfecho, no podremos llegar a la comprensión de lo que se necesita para establecer un diálogo con habitantes de barrios con miras a alcanzar la complementariedad de saberes. Si vamos al barrio y no hacemos un esfuerzo para aceptar que hay cosas que nos pueden parecer inverosímiles, pero que esa es la realidad y lo verdadero para los que viven ahí, ese diálogo, paso previo a un entendimiento de las principales partes involucradas, será imposible. De allí que compartamos las palabras de la arquitecta Yuraima Martín: La mayoría de las actuaciones profesionales en los asentamientos autoconstruidos evidencian una visión fragmentada y parcelada de la realidad, por lo que es necesario abordar sus procesos analíticos desde perspectivas epistemológicas, teóricas y metodológicas alternativas que nos permitan entender que el lugar autoconstruido es el producto de una determinada estructura física, económica, política, social, cultural; del acontecer de la vida en un territorio específico y de unas relaciones contextuales también específicas. Son estas dimensiones y sus articulaciones lo que constituye y configura el objeto de estudio en sí, por lo que necesitamos indagar también en su naturaleza constitutiva, en sus diferentes manifestaciones espacio-temporales, incorporando los componentes cualitativos inherentes al lugar (Martín. 2006, pp. 22-23).
Del aula al barrio Seguidamente introduciremos algunos ejemplos a través de los cuales pueden percibirse más claramente ciertos elementos que nos alejan de, o contradicen, la posible complementariedad de saberes. El primero se refiere a un ejercicio académico de diseño que estudiantes de la Escuela de Arquitectura Carlos Raúl Villanueva realizó en el barrio Julián Blanco, apoyándose en el trabajo 15
investigativo del Centro Ciudades de la Gente. En éste se trataba de dar respuesta a la falta o la indefinición de espacios públicos, semipúblicos o semiprivados en un sector del barrio. Aunque pensamos que es lógico que allí deben existir espacios libres públicos o semipúblicos, aún no contamos con los estudios respectivos, adecuados a las particularidades de los barrios caraqueños, laberínticos y peligrosos. El estudiante con sus profesores y asesores casi siempre encuentran buenas soluciones pero que algunas veces sólo toman en cuenta la dotación física, dejando de lado aspectos como su mantenimiento y apropiación para otros usos entre ellos algunos perjudiciales a la convivencia cotidiana, además, hay que tomar en cuenta la escala. Por ejemplo, no es lo mismo un pequeño espacio de descanso en medio de una de esas interminables escalinatas, que hacer una plazoleta que podría servir para toda la población del barrio, situada por tanto en la convergencia de vías. Al querer dotar los barrios de espacios libres públicos se corre el riesgo de imponer nuestros criterios, pues tratamos de hacer lo deseable sin tomar en cuenta los profundos cambios que se requieren en la sociedad en general y en particular en los territorios autoproducidos. Hay que situarse en la cultura de urgencia, como la llaman Sánchez y Pedrazzini (1992) refiriéndose a los barrios capitalinos. Al finalizar el ejercicio académico, los estudiantes y profesores presentaron las propuestas desarrolladas en el barrio. Los habitantes veían los planos y las maquetas que contenían las propuestas, y seguramente soñaban con aquellas cosas bellas, pero fuera de su realidad. Al ponernos en contacto con la realidad, opinamos que afortunadamente todo quedó en proyectos académicos que no podían realizarse, no sólo por no disponer de financiamiento sino porque hubiera sido una forma de crear más caos dentro de lo que ya consideramos un caos. Algunas veces esos bellos espacios propuestos como lugares de encuentro se convierten en basureros o se los apropian vecinos más “vivos” o aprovechados, que también ejercen dominación, o los bandidos y/o “malandros” de barrio. Para las familias, mantener o vigilar esos espacios es una carga más y ésta se convierte en un nuevo problema. ¿Cómo podrían los habitantes de un callejón evitar que a la larga esos lugares se conviertan en sitios de peligro mortal? Es evidente la necesidad de buscar nuevas formas de gobernanza que partan de una feliz convivencia entre vecinos y que en forma realista supere la inseguridad que vivimos en la ciudad, especialmente grave en los barrios.
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Desde nuestro punto de vista, en la capital venezolana no existen recomendaciones sobre los elementos a tomar en cuenta cuando se interviene en la habilitación de veredas, callejones, escalinatas, espacios residuales, etc. Se impone la necesidad de establecer reglamentaciones al respecto, elaboradas con los vecinos, que tengan como base sus usos y costumbres, y que además hagan sugerencias de cómo pueden ser las formas de gestión de esos espacios. Son indagaciones necesarias para que los planificadores y proyectistas dispongan de elementos reales para realizar proyectos bien concebidos. Esta experiencia nos revela que la inadecuación de los proyectos profesionales en barrios urbanos no descansa solamente en la responsabilidad de quienes los conciben, sino también en la falta de investigaciones interdisciplinarias que puedan llegar a resultados, en diálogo con los habitantes, y que sirvan como guía a los que van a intervenir, sean estudiantes o profesionales, que no tienen ni el tiempo ni la preparación para hacer todas las investigaciones que se requieren. En este sentido, hay que tener en cuenta los lapsos académicos, característicamente muy limitados, que además no permiten conformar equipos interdisciplinarios o transdisciplinarios para abordar exitosamente una tarea tan compleja como lo es la planificación para barrios urbanos. Como se desprende de lo que decimos, he aquí un proyecto de complementariedad de saberes que espera para realizarse y estamos seguros será de gran utilidad en la habilitación de los barrios caraqueños. Como segundo ejemplo, pasaremos ahora a exponer sucintamente la historia de dos casos de viviendas en proceso de mejoramiento, las cuales son parte de las dieciséis viviendas que conforman la experiencia en la cual está involucrado el Centro Ciudades de la Gente. La primera se refiere a una casa con muchos años de construida 3 . Encontramos que ésta presenta un grave problema de humedad y tal vez riesgo de deslizamiento en condiciones excepcionales, acrecentado con el paso de los años y la densificación del barrio. El sitio donde está ubicada recibe las aguas de lluvia de muchas otras viviendas que están más arriba, además de las de la propia casa. La primera solución que se nos ocurrió fue levantar la casa un piso, y dejar una planta libre para los drenajes. Esta idea fue desarrollada con un joven ingeniero estudiante de arquitectura, colaborador del proyecto. En el momento nos pareció que esto era lo correcto. Se realizaron algunos bocetos y se habló con la familia. Los interlocutores de esta última no rechazaron la
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solución, pero tampoco manifestaron entusiasmo. El tiempo pasaba y la familia se impacientaba por llegar a una definición. Se mostraban desanimados y algunas veces incluso parecían deprimidos. La dueña de la casa tenía una oferta de préstamo de aproximadamente seis millones de bolívares. ¿Qué significaba realizar la propuesta de cambiar la vivienda para un primer piso? Se necesitaba reubicar transitoriamente la familia y perder lo construido. Seguimos pensando en otra solución, pues sentíamos que la respuesta no era del agrado de sus habitantes, tampoco era factible de inmediato y menos con los pocos recursos disponibles. Entonces el tiempo ayudó y apareció otra que surgió del diálogo y de la actitud de los arquitectos intervinientes. En conversaciones con los arquitectos un hijo de la dueña dijo que él tenía una idea de lo que querían, y la expresó en un croquis basado en lo existente. Los arquitectos insistieron en los problemas a resolver, principalmente humedad, falta de ventilación e iluminación. Entonces se llegó a un anteproyecto con estimación de costos que resultó satisfactorio a todos los involucrados. El proceso constructivo lo asumió la misma persona que que hizo el croquis, quien dejó su trabajo y se ha dedicado a remodelar la casa. Aunque todavía está en proceso, la vivienda tiene ya otra apariencia. Poco a poco han ido haciendo el baño, construyendo un balcón y lo último que están haciendo es subir las paredes con bloques de ventilación. También está previsto recanalizar las aguas de lluvia para que no penetren en la casa. Esperamos que en un futuro próximo se les dé la solución colectiva a partir de un proyecto para toda la escalera, que en realidad es semiprivada y cuando mucho semipública. Con las mejoras que se están efectuando se resuelven algunos de los problemas, incluyendo el temor a ser robados por la propia gente del barrio: tal vez los “malandros” o malhechores pero también gente más pobre que ellos, o adictos a la droga. La familia está feliz con el resultado que están logrando, a pesar de que todavía faltan propuestas de reforzamiento estructural para evitar colapso en caso de un terremoto. Este caso evidencia la necesidad de establecer un diálogo de saberes. La actitud del profesional en este proceso ha sido muy importante, así como la comprensión de quien será beneficiado. Consideramos que este caso ilustra muy bien las dificultades de un diálogo entre profesionales y hacedores. A nuestro juicio, es necesario estudiar las dosis de las técnicas o formas de construcción formales que pueden ser absorbidas en el proceso constructivo popular sin introducir rechazos o perturbaciones indeseables en el todo.
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Asimismo: ¿hasta dónde pueden y quieren los profesionales aceptar el reto de contribuir al mejoramiento de las construcciones de barrios populares caraqueños sin negar la ética profesional, pero modificando sus formas de actuación en el proceso? Al asumir el beneciado, en este caso el hijo de la dueña de la casa, la dirección de la construcción y ser también albañil, se ha resuelto el problema constructivo; el resultado final está garantizado. Además, el aporte monetario recibido rinde más. Con este ejemplo pareciera revelarse que las lógicas de la autoproducción de viviendas tienen en sí mismas una gran fuerza, y al pretender introducir mecanismos y procesos de la construcción formal se fracasa, a menos que se pueda y se quiera hacer bajo contrato de compañías constructoras. Con esta última fórmula los costos evidentemente serán muy altos, teniendo en cuenta la ganancia de las empresas y que las familias no incluyen este rubro en los costos de producción. La gran lección es la necesidad de darnos cuenta de la complejidad humana que se manifiesta en la manera de habitar cuando la propia población, haciendo a la medida de sus posibilidades, construye ciudad (AAVV, 1995). Si desde las universidades, a través de nuestras reflexiones basadas en prácticas concretas como las que estamos realizando, no llamamos la atención sobre la cuestión del ejercicio profesional y la dominación del saber, no vamos a lograr acercarnos a propuestas que se adapten al complejo mundo de los barrios autoproducidos y la necesidad de aportes profesionales y técnicos, a esa complementariedad de saberes de la cual partimos. Sobre la cuestión que tratamos es bueno evocar los trabajos que se realizan en Francia, donde el eminente sociólogo Edgar Morin interviene en el proceso. En éstos se manifiesta la necesidad de reformar la formación en la enseñanza superior, una reforma que deberá apoyarse en nuevas bases epistemológicas, superando la separación de disciplinas y/o la ausencia de unión entre diversos saberes (Pena-Vega, 2005). La tendencia actual es la especialización, olvidándose de la complejidad de la cual hay que partir y que muchas veces se omite. Es necesario desarrollar nuevas aproximaciones orientadas hacia la multidimensionalidad de los problemas y las formas de intervenir que han sido escogidas. Reiteramos, hay múltiples enfoques en la mejora del medio ambiente construido de un barrio. No obstante, si nos contamos entre los que consideran la producción de viviendas de los barrios como cultura (Rosas, 2005), es imprescindible detenerse a analizar la autoproducción como una forma de intervención que requiere la complementación de saberes y no la dominación por parte
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de los profesionales o dejar que los hacedores sigan haciendo con aciertos y errores y gastando algunas veces más de lo que es realmente necesario. Para finalizar con las ilustraciones introduciremos un segundo caso de una vivienda precaria, hogar de varias familias, que requiere reemplazarse. La construcción actual tiene treinta años. Desde hace casi una década hemos buscado ayudar a esta familia, pues en diversas formas no los ha pedido. La pareja dueña de la casa actual es una gran colaboradora y ha sido clave en la cooperación establecida a lo largo de los años de trabajo universitarios-habitantes. En el año 2000, cuando la entonces presidenta del Consejo Nacional de la Vivienda (Conavi), arquitecta Josefina Baldó, visitó el barrio en la ocasión de un foro internacional, la comunidad le pidió ayuda y ésta les prometió crear una Oficina Local de Asistencia Técnica (OLAT), a través de la cual se atenderían 30 viviendas que conformaban tres condominios. El proyecto se empezó pero lamentablemente hubo cambios en la institución y con éstos se eliminó la OLAT que ya se había iniciado, lo cual ilustra la falta de continuidad a la que nos hemos referido. La gente quedó decepcionada y nosotros no sabíamos qué hacer. Sólo podíamos mantener la solidaridad y buscar ayudas de parte del gobierno. Como lo dijimos antes, no lo logramos a pesar de nuestras diversas solicitudes. Entretanto, la familia siguió buscando y aprovechó las dádivas de la alcaldía correspondiente: recibió un aporte en materiales, con los cuales construyó un muro que limita la parcela en una de sus partes. El muro construido no recibió asesoramiento técnico y lo hizo un albañil sin mucho conocimiento del oficio. Ellos tenían como “proyecto” que el muro les sirviera como base estructural de la casa o casas que querían construir. En este caso se contrató a un grupo de ingenieros geólogos y estructurales para que diagnosticaran el muro para ver si se podía utilizar como ellos querían. El resultado fue negativo, pues no hay certeza de la capacidad de soporte y se desconoce la profundidad de la fundación y la forma como fue hecha. No obstante, por razones de respeto a los dueños, que consideran el muro como lo mejor o único que tienen, éste se dejó pero sin utilización estructural. En esta situación, ¿qué hacer? El ingeniero estudiante de arquitectura y la arquitecta coordinadora llegaron a una solución donde se sustituiría la casa actual. Para esto se requería reubicar el único baño —proyecto que ya se realizó con parte del préstamo que les corresponde a las tres familias— y los ocupantes tenían que mudarse. La solución era una edificación de tres pisos. En planta baja estaría la casa de una de las hijas casadas que tiene varios niños y dos pisos
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para los padres con los hijos menores. Este proyecto se hizo de común acuerdo entre los profesionales y la familia. El anteproyecto, al ser revisado por la arquitecta, presentó problemas de cruce entre la estructura de la planta baja y la de los dos siguientes pisos. Para resolverlos, los profesores de ingeniería estructural consultados recomendaron rehacer el cálculo. Buscamos la colaboración de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela y después de algunos trámites burocráticos logramos que dos ingenieros nos ayudaran bajo ciertas condiciones, entre éstas: que les suministráramos un plano topográfico, que no teníamos; que la edificación estuviera en zona estable y que consiguiéramos datos sobre la resistencia del suelo. Todo este proceso ha tardado bastante; tenemos aproximadamente un año dedicados a la compilación de la información requerida. Entretanto la arquitecta también tuvo que irse de Venezuela y el nuevo proyecto, un pequeño edificio de cuatro pisos, ahora contempla que los pisos bajos sean ocupados por los padres y los de arriba cada uno por una hija casada. Ya el proyecto está casi concluido y esperamos que pronto tengamos el cálculo estructural y luego las instalaciones y los cómputos y estimación de precios. A pesar de los retardos hemos aprendido que se puede llegar, con mucho esfuerzo y paciencia, a tener un proyecto completo para sustituir una vivienda precaria por un conjunto de edificaciones adecuadas a las necesidades y posibilidades de las familias. Ahora la cuestión es cómo obtener el financiamiento para hacer la construcción. Inicialmente pensamos, con los habitantes organizados en consejos comunales, nueva figura de organización comunitaria reglamentada por una ley, que este caso podía entrar en los programas oficiales de sustitución de ranchos por viviendas convenientes. Lamentablemente, el proyecto no se adapta a lo que plantea el programa, pues éste ofrece una casa tipo, a pesar de que en Caracas no podemos inventar parcelas especiales donde pueda colocarse el prototipo que proponen. Más aún, la densificación como proceso de crecimiento habitacional es una realidad preponderante en nuestra ciudad, como solución adoptada por la gente que no se refleja en la política oficial de sustitución de ranchos citada. Por último, nuestro caso trata de tres unidades habitacionales necesarias, que deben ser localizadas en una misma edificación, en la pequeña parcela de la cual se dispone, mientras que el prototipo es para una vivienda unifamiliar en un terreno plano.
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En este caso se ve claramente que hay necesidad de complementar los saberes y que se requieren equipos que puedan cumplir los requerimientos exigidos en la construcción formal, no porque se tenga que obtener un permiso, sino porque sin esto los profesionales no pueden trabajar. Se trata de cuestiones de una mínima responsabilidad y requerimientos que deben cumplirse como parte de la ética profesional. Por ejemplo, al pasar una edificación de un piso a varios hay exigencias no pueden dejar de cumplirse. Los barrios caraqueños, con sus altos grados de densificación, no pueden tratarse informalmente, improvisadamente, pues con esto puede empeorarse la situación. Algunas veces, aunque nos provoca obviar ciertos requerimientos, hay que tener en cuenta que la seriedad y responsabilidad en nuestras modestas intervenciones es lo que nos ha garantizado la continuidad y el respeto de los habitantes de barrios caraqueños. Nuevamente llegamos a la conclusión de que sin un trabajo en equipo multidisciplinario la rehabilitación de las casas de barrio es una misión imposible. A este respecto es lamentable que las OLAT, puestas en práctica experimentalmente entre 1999 y 2000, hayan sido eliminadas y olvidadas en las propuestas gubernamentales. Queremos traer a la memoria que en nuestros años de indagaciones e intervenciones en los barrios siempre se ha impuesto —por la fuerza de las cosas— el trabajo en equipo con otras disciplinas y con los propios habitantes. No vamos a decir que esto fue planteado así metodológicamente, sino que más bien lo hemos hecho por intuición. Asimismo, entre las constantes podemos mencionar los trabajos hechos con mucho amor y rigor académico y científico pero con una gran carencia de recursos económicos.
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CONCLUSIONES PROVISIONALES La participación académica en los procesos de mejoramiento de los barrios caraqueños es necesaria y puede contribuir a resolver problemas que los autoproductores con su saber no han podido lograr. Para la academia es importante la intervención en la mejora de las construcciones de los barrios, ya que le permite cooperar en la tarea de mejorar la calidad de vida de las personas que habitan en ella y también ensayar la adecuación de un saber profesional formal al de los autodidactas diseñadores y calculistas que han producido la ciudad-barrio. La academia podría esforzarse en buscar soluciones interdisciplinarias a problemas concretos en los barrios, y con esto se iría capacitando para que en la enseñanza hubiera complementariedad de saberes y se buscara frenar el camino de la especialización a ultranza, que conlleva a una pérdida de la comprensión de la totalidad compleja.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS AAVV. Hacedores de ciudad. Caracas: Universidad Central de Venezuela-Fundación PolarConsejo Nacional de la Vivienda, 1995. BOLÍVAR, T. Contribución al análisis de los territorios autoproducidos en la metrópoli capital venezolana y la fragmentación urbana. Revista Urbana, 1998, Vol. 3, nº 23, pp. 53-74. BOLÍVAR, T. La production du cadre bâti dans les barrios à Caracas… Un chantier permanent! Tesis de doctorado. París: Universidad de París XII, 1987a. BOLÍVAR, T. Por el reconocimiento de los barrios de ranchos. Boletín Vivienda, nº 4, Caracas, 1987b. BOLÍVAR, T. y BALDÓ, J. (compiladoras). La querencia al barrio. In La cuestión de los barrios. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana-Fundación Polar-Universidad Central de Venezuela, 1996, pp. 65-71. BOLÍVAR, T.; GUERRERO, M.; MONCADA, B.; JANSE, A. Contribución a la mejora habitacional de 16 familias en el barrio Julián Blanco de Petare Norte, Caracas, Venezuela. Informe de avance. Caracas: Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, 2005. CENTRO DE ESTUDIOS URBANOS (CEU). Investigación Barrio La Cruz. Documento de Investigación. Caracas: mimeo, 1980. MARTÍN, Y. Ciudad formal-ciudad informal. El proyecto como proceso dialógico. Una mirada a las relaciones entre asentamientos urbanos autoconstruidos y los proyectos que proponen su transformación. Tesis de doctorado. Barcelona-España: Universidad Politécnica de Cataluña, 2006. MINISTERIO DE DESARROLLO URBANO. Plan sectorial de incorporación a la estructura urbana de las zonas de barrios del área metropolitana de Caracas y la región capital (sector Panamericana y Los Teques). Caracas: Mindur, 1994.
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ONTIVEROS, T. y Bolívar, T. Vivienda y acceso al suelo urbano. ¿Institucionalización de un de derecho oficial paralelo? In Edesio Fernández (coordinador), Derecho, espacio urbano y medio ambiente. Madrid: Instituto Internacional de Sociología, 2000, pp. 115-141. PENA-VEGA, A. Prospective pour une autre gouvernance de la connaissance (version provisoire). París-China: mimeo, 2005. ROSAS, I. La cultura constructiva de la vivienda en los barrios del área metropolitana de Caracas. Tesis de doctorado. Caracas: Universidad Central de Venezuela, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, 2005. Villanueva, F. (2006). Intervención en la Conferencia sobre la Integración de los Barrios Urbanos. Caracas, 13 de julio de 2006.
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NOTAS
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Hablamos de la ciudad-barrio (Bolívar. 1998) para señalar que en nuestras metrópolis los barrios
autoproducidos han ido conformando un fragmento urbano importante y complejo del que aparentemente se conoce mucho pero que en el fondo, y a decir verdad, tenemos que admitir que en muchos aspectos es aún ignoto. 2
Recientemente vi, en un programa de televisión, al presidente Hugo Chávez dando a conocer la Misión
Villanueva, cuyo objetivo es cambiar viviendas de barrios por viviendas nuevas; sin embargo, actualmente no todas las casas de barrios son ranchos, muchas de ellas son viviendas mejoradas, aunque tengan defectos constructivos y de funcionamiento a corregir. Pareciera que esta política tiene la misma intención de aquel programa puesto en práctica hace aproximadamente cincuenta años por Pérez Jiménez. Sin embargo, en nuestros días no puede olvidarse la compleja realidad de los barrios urbanos, que es el patrimonio residencial donde se alojan millones de familias urbanas venezolanas. 3
Debemos recordar que las casas de barrio tienen historias de muchos años de construcción. Como lo hemos
reseñado, el paso de un rancho a una casa en duro es un proceso permanente (Bolívar. 1987, pp. 420-507).
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