Leyendas de los municipios de Monterrey CADA UNA DE ELLAS ESTÁN BASADAS EN HECHOS REALES CONTIENE UNA O MAS LEYENDAS
INDICE
PORTADA
INDICE
CONCLUSIONES
PRESENTACION
COLABORACIONES
LEYENDAS DE GUADALUPE
LEYENDAS DE SAN PEDRO
LEYENDAS DE MONTERREY
LEYENDAS de GARCIA
LEYENDAS DE SANTA CATARINA
CONCLUSIONES
DESPUES DE LEER LAS LEYENDAS APRENDERAS UN POCO SOBRE CADA MUNICIPIO
PODRAS DECIRLES A TUS AMIGOS O FAMILIARES HACERCA DE ALUNA LEYENDA
PODRAS DAR EJEMPLOS DE IMÁGENES PARA SABER UN POCO MAS DE CADA LEYENDA
CON CADA LEYENDA SABRAS QUE CADA MUNICIPIO TIENNE MUCHAS LEYENDAS
ESPERAMOS QUE CON NUESTRA AYUDA HAYAS APRENDIDO UN POCO MAS SOBRE CADA MUNICIPIO
PRESENTACION
EN ESTE TRABAJO TE MOSTRAREMOS ALGUNAS DE LAS LEYENDAS DE ALGUNOS MUNICIPIOS Y TE MOSTRAREMOS ALGUNAS IMÁGENES DE ALGUNAS LEYENDAS PRINCIPALMETE ESTE LIBRO LO HACEMOS PARA QUE CONOSCAS UN POCO MAS DEL PASADO DE LOS MUNICIPIOS
COLABORACIONES ANGEL DANIEL ARROYO CONTRERAS
LEYENDAS DE MONTERREY.
ANGIE ANAHI FUENTES SAUCEDA
LEYENDAS DE GUADALUPE,LEYENDAS DE SAN PEDRO,PORTADA,INDICE,PRESENTACION.
DEBANNY SARAHI LARA ENRIQUEZ
LEYENDAS DE GARCIA,CONTRA PORTADA,CONCLUSIONES.
DEBANHI INES MARTELL ROMERO
LEYENDAS DE SANTA CATARINA.
LEYENDAS DEL MUNICIPIO DE GUADALUPE HISTORIAS BASADAS EN HECHOS REALES
Leyenda: La joven del Río La Silla
En una de las reuniones con familiares y amigos, me encontré con el señor Samuel, tío de un buen amigo, quien muy amablemente compartió la siguiente historia verídica que le ocurrió en el año de 1980.
Don Samuel trabajaba de chofer en una línea de peceras que cubría la ruta del Centro de Monterrey hasta la Avenida Tolteca en Guadalupe, Nuevo León. Un día de tantos en los que la noche era nublada y bochornosa, cargada de nubes que amenazaban con soltar un aguacero clásico del mes de agosto, don Samuel esperaba su pasaje estacionado en el Obelisco, llenando su unidad en punto de las 10 de las noche, sería la última vuelta que daría para finalizar su jornada laboral.
Entre el pasaje inicial a don Samuel le llamó la atención una señorita que vestía traje sastre azul, sentándose en la parte de atrás, la notó porque conocía a casi todos sus pasajeros, tenía ya algunos años cubriendo la última vuelta, y a ella nunca la había visto.
Los pasajeros fueron bajando poco a poco, no era muy común a esas horas de la noche levantar nuevo pasaje, había ocasiones en que la ruta no se cubría en su totalidad ya que casi nadie bajaba a las orillas del Río La Silla en la colonia Tolteca.
Don Samuel seguía observando a la dama que no hacia el menor intento por indicarle la parada, la lluvia comenzó y el trayecto se hizo más lento, era torrencial la lluvia que caía, cubriendo en poco tiempo muchas de las calles por donde la ruta estaba trazada, tomando la decisión don Samuel de cambiarla para ofrecerle a su pasaje un trayecto seguro, los rayos y truenos ponían de nervios a los pasajeros, ya que entre ellos intercambiaban palabras de asombro, les pidió a sus últimos cuatro pasajeros que le indicaran por donde vivían, ya que los acercaría lo más posible para evitar que pudieran sufrir algún percance en su regreso a casa, le fueron indicando por donde irse, la última parada estaba cerca y la creciente del río estaba presente, fueron bajando poco a poco, quedando en la unidad de don Samuel, la chica callada que se había subido al inicio del trayecto.
Le preguntó en dónde la bajaba, ya que ella no le había indicado nada, la señorita le contestó que se dirigía hasta la orilla del río, al final de la ruta, que no podía desviarse que ahí la esperaban, ante la insistencia de ella, don Samuel la llevó. La lluvia no paraba y él no veía a nadie que la esperara, parando su unidad la chica le dio las gracias y le pidió un poco de su tiempo ya que quería contarle una historia.
Los nervios de don Samuel se hicieron presentes, por el lugar no había nadie, los truenos eran tremendamente fuertes y la creciente del río cada vez era más, escuchándose solo el sonido del correr del agua, no pudo negarse, no podía dejar a la chica en medio de la noche sola y desprotegida, indicándole que la escucharía mientras llegaban por ella
En una de las reuniones con familiares y amigos, me encontré con el señor Samuel, tío de un buen amigo, quien muy amablemente compartió la siguiente historia verídica que le ocurrió en el año de 1980. Don Samuel trabajaba de chofer en una línea de peceras que cubría la ruta del Centro de Monterrey hasta la Avenida Tolteca en Guadalupe, Nuevo León. Un día de tantos en los que la noche era nublada y bochornosa, cargada de nubes que amenazaban con soltar un aguacero clásico del mes de agosto, don Samuel esperaba su pasaje estacionado en el Obelisco, llenando su unidad en punto de las 10 de las noche, sería la última vuelta que daría para finalizar su jornada laboral. Entre el pasaje inicial a don Samuel le llamó la atención una señorita que vestía traje sastre azul, sentándose en la parte de atrás, la notó porque conocía a casi todos sus pasajeros, tenía ya algunos años cubriendo la última vuelta, y a ella nunca la había visto. Los pasajeros fueron bajando poco a poco, no era muy común a esas horas de la noche levantar nuevo pasaje, había ocasiones en que la ruta no se cubría en su totalidad ya que casi nadie bajaba a las orillas del Río La Silla en la colonia Tolteca. Don Samuel seguía observando a la dama que no hacia el menor intento por indicarle la parada, la lluvia comenzó y el trayecto se hizo más lento, era torrencial la lluvia que caía, cubriendo en poco tiempo muchas de las calles por donde la ruta estaba trazada, tomando la decisión don Samuel de cambiarla para ofrecerle a su pasaje un trayecto seguro, los rayos y truenos ponían de nervios a los pasajeros, ya que entre ellos intercambiaban palabras de asombro, les pidió a sus últimos cuatro pasajeros que le indicaran por donde vivían, ya que los acercaría lo más posible para evitar que pudieran sufrir algún percance en su regreso a casa, le fueron indicando por donde irse, la última parada estaba cerca y la creciente del río estaba presente, fueron bajando poco a poco, quedando en la unidad de don Samuel, la chica callada que se había subido al inicio del trayecto. Le preguntó en dónde la bajaba, ya que ella no le había indicado nada, la señorita le contestó que se dirigía hasta la orilla del río, al final de la ruta, que no podía desviarse que ahí la esperaban, ante la insistencia de ella, don Samuel la llevó. La lluvia no paraba y él no veía a nadie que la esperara, parando su unidad la chica le dio las gracias y le pidió un poco de su tiempo ya que quería contarle una historia. Los nervios de don Samuel se hicieron presentes, por el lugar no había nadie, los truenos eran tremendamente fuertes y la creciente del río cada vez era más, escuchándose solo el sonido del correr del agua, no pudo negarse, no podía dejar a la chica en medio de la noche sola y desprotegida, indicándole que la escucharía mientras llegaban por ella
LA CASA DEL DIABLO Una finca que data desde 1930, ahora es conocida al oriente del municipio de Guadalupe, Nuevo León, como La Casa del Diablo. Originalmente esta finca fue constituida tenía en su gran extensión de terreno, albercas, palapas, y una gran casa central dividida en varias habitaciones y varios baños. Pasada la década de los 70, esta totalmente y solamente se tiene registro de que en un periodo corto de tiempo fue sede de una distribuidora de azulejos. Desde entonces finca se fue deteriorando poco a poco, y según cuentan, una mujer muy joven fue ultimada en este lugar por medio de un ritual satánico y desde entonces fue “bautizada” por las voces populares como La Casa del Diablo. Ubicada por a Reynosa, a unos 500 metros delante de la Avenida Los Lermas, la propiedad goza de gran popularidad en la zona ya que se sabe que también que recientemente un indigente fue ultimado en el lugar por un grupo armado.
Hoy en día esta casa se encuentra tapiada, hay vestigios de una noria muy profunda y todo el inmueble está lleno de basura. Acudimos a hacer una revisión del lugar y nos encontramos con que una persona “está viviendo” ahí, es un indigente que vive en su mundo propio. En una de las habitaciones detectamos claramente un círculo formado por el pentagrama clásico con el cual se llevan a cabo rituales satánicos.
Al profundizar la revisión, encontramos que dentro de este círculo se había realizado un sacrificio de algún animal, ya que aún se encontraban dentro de los restos del fuego, los huesos del mismo. Decenas de símbolos incluidos, que rodeaban esta gran estrella de cinco puntas, que sin duda y debido a la manera en la que fue manejada, sirvió para ser un ritual satánico con el sacrificio de algún animal. Hicimos uso de algunos de los aparatos para medir el nivel de energía del lugar y pudimos comprobar que ésta registraba intensidad muy alta, a pesar de que este ritual posiblemente fue hecho meses atrás. En el sótano también encontramos algunas estrellas y restos de una piel víbora de unos dos metros, aproximadamente. Los aparatos indicaron una gran cantidad de energía que emanaba de una habitación a otra y logramos captar también la silueta de una Santa Muerte en una de las habitaciones. Aunque la imagen no estaba del todo clara, varios de
LA CARRETA FANTASMA La antigua calle de La Carreta, fue en tiempo de nuestros tatarabuelos, una rústica e importante vía utilizada para transportar las cosechas que recogían sus pocos y esforzados habitantes; especialmente café, cuya salida al Atlántico se daba por la vieja y empedrada calle a Carrillo.
Ya a mediados del siglo dieciocho, -se comentaba-, entre los vecinos de otros pueblos; la riqueza de estas tierras realengas. Esta calle constituyó -durante muchos años -, la principal ruta de acceso de sus primeros pobladores. Quienes poco a poco, fueron arribando al pequeño valle con sus alforjas repletas de ilusiones. Ellos y ellas, abrieron trocha y surco para dar progreso a esta alejada zona. Por esta calle, entraron hundidos en barro o ahogados en polvo -según la época de su arribo-: Los Huertas, los Chaves, los Umaña, los Castro, los Blanco, los Morillo (Murillo), los González, los Fernández, los Granados y muchos otros esforzados pioneros. Ellos comprometieron músculo y corazón regando con sudor y lágrimas las simientes de las futuras generaciones.
Esta antigua calle (actual calle de San Rafael), sitio preferido por sus escasos habitantes para afincarse en sus alrededores, – dio origen al pueblo de Moravia.-. Fue en este escenario, donde se inició la leyenda que hoy les cuento: Bartolo, oscuro personaje, muy alejado de la palabra sagrada, venía planeando desde hacía un tiempo: -cómo hacer fortuna sin mayor esfuerzo-. Se había ocupado de varias actividades en los tabacales y cafetales de la zona sin mayor éxito. Su fuerte carácter y su inclinado vicio hacia las bebidas “espirituosas” lo estaban acabando. Necesitaba urgentemente dar un -“golpe de suerte”-; que lo sacara de sus miserias. Una noticia local alimentó su codicia. Pronto llegarían las fiestas de Octubre: -con sus carreras de caballos, de cintas, turno y bailongo-. Estaba más que enterado de que esos “dineritos” se guardaban en una caja única que custodiaba la “Junta” de la cual el “mandamás” era el “Curita” de la pequeña Villa. El “Padrecito” -ya entrado en canas-, había ingresado a la zona del Murciélago, por la ruta de Carrillo. Durante muchos años, anduvo evangelizando indígenas por las montañas de Talamanca. Hacía poco tiempo, había buscado retiro en el hermoso vallecito: -A fin de dar un poco de descanso a sus adoloridos huesos… Decía él-. Con gran sigilo, -amparado en las sombras de la noche-, Bartolo se dirigió a cometer tan inconfesable acto. Las cosas no salieron como él pensaba, lo descubrió el anciano sacerdote quien comenzó a despertar a sus vecinos con fuertes gritos. No lo pensó dos veces, -con rabia demoníaca-, enterró varias veces su afilado puñal en el pecho del viejo sacerdote quien entre plegarias y lamentos se despidió de este mundo.
Seguidamente, huyó: -Sin poder llevarse el botín-, rumbo a los montes del Virilla. El río estaba muy crecido, -en esa lejana época no había puente-. El homicida fue arrastrado por las turbulentas aguas invernales. -Pagaba pronto y caro su crimen-. Los indignados vecinos organizaron una intensa búsqueda: – Lo encontraron prensado entre unas enormes piedras; ya difunto-. Las carretas siguieron transportando su preciosa carga- a luz del día-; como era costumbre. No obstante, al poco tiempo, durante las noches de luna llena, comenzó a llamar la atención -entre los vecinos de la calle-, el sonido quejumbroso de una carreta. Pronto cundió la alarma, y los más valientes, se organizaron para ver lo que estaba ocurriendo. Aterrados, comentaron, que escucharon en la angosta y oscura calle su característico golpeteo… ¡Nunca lograron verla! Tiempo después, una pariente cercana a Bartolo –en su lecho de muerte-, tuvo la siguiente visión: -El asesino había sido condenado, eternamente, a pasear en carreta el alma de su víctima. Hecho que se repetiría durante las noches de luna llena -en su total recorrido-: 2.2 km.Desde entonces, generaciones de “rafa eleños”, sobrecogidos durante las noches de luna llena; vienen afirmando: -que en la antigua calle-, es posible escuchar, pasada la media noche, el quejumbroso paso de una carreta; y comentan: – Que a pesar de que se han organizado para tratar de verla; nunca lo han logrado-… ¡Sólo la escuchan!-. Los invitamos a que nos ayuden a esclarecer este misterio. Si usted se llena de valor y se ubica, pasada la media noche-, cerca del viejo aserradero; -¡Ponga mucha atención!-. Si logra escuchar el golpeteo de una carreta; Por favor nos lo cuenta.
LEYENDAS DE SAN PEDRO HISTORIAS BASADAS EN HECHOS REALES
Leyenda de la niña fantasma en la colonia Pedro Lozano Ésta historia nos la platicó una persona que vivió en la calle José María Liceaga, de la colonia Pedro Lozano, en la ciudad de Monterrey. Dicha situación ocurrió hace aproximadamente 20 años, ahí vivió ésta familia que tenía una niña pequeña. Cuentan que tenían un mes de haberse cambiado al lugar cuando la niña comenzó a tener conversaciones con una “amiguita” que ellos no veían, claro está que no le tomaron importancia al hecho ya que es común que en ocasiones los niños se inventen amigos imaginarios, el caso no tuvo relevancia hasta que un día se le observaron a la niña moretones en los brazos, se le notaba inquieta y con miedo a la menor imaginaria, notando también la falta de su muñeca preferida.
Esa noche los padres de la niña trataban de encontrar respuestas a lo que le ocurría a la nena, en ese momento escucharon a una pequeña jugando en el patio, de momento pensaron que se trataba de su hija, pero al salir a buscarla se encontraron con una silueta de una niña que no parecía ser de la época, se sorprendieron y trataron de acercarse un poco más a esa sombra fantasmal, al hacerlo se desvaneció, sintieron desconcierto ya que no podían creer lo que habían visto.
Nos platican que cuando amaneció los dos ya tenían claro que se tenían que ir del lugar, que no podían poner más en peligro a su pequeña hija, llamaron a la dueña de la casa y le contaron lo sucedido, ella por su parte no mostró asombro alguno, les contó que esa era la casa de su abuela y que en ocasiones los renteros que traían niños a vivir a la casa, le desocupaban antes de cumplir un mes en el lugar, pero no le mencionaban el por qué, que ellos eran los primeros en contarle lo que ahí ocurría, pero que no lo ignoraba y les contó que como les dijo era la casa de su abuela y que la niña que veían era la hermana de ésta, llamada Flora, que había desaparecido una noche de tormenta, que nunca la encontraron y que su madre del dolor de no encontrarla se volvió loca y se suicido en el patio de la casa, justo en el árbol que se encontraba en el fondo del patio. Les mencionó que su abuela quedó huérfana muy chica, que se fue a vivir con una tía pero que al morir su padre heredó la propiedad, hasta llegar a manos de ella, pero que nunca vivió ni su madre ni su familia ahí. Quedando hecho el trato de que desocuparían la propiedad en los días siguientes, cuidaban a su pequeña más de lo normal, la última noche que estuvieron en la casa, estaban cenando cuando se sintió un frío inexplicable seguido por un ruido extraño como de un trueno, cuando así empezaron a caer las cajas que ya tenían empacadas con los enseres de la cocina, la niña gritó y los padres nerviosos intentaron salir de ahí cuando apareció la niña casi flotando en el aire, tratando de arrebatar a la pequeña de los brazos de su padre, al no lograrlo se enfureció y empezó a golpear a la madre de la niña, gritándole que por qué la había abandonado esa noche de tormenta, sola en el patio, que nunca la perdonaría y que quería tener una madre, hablando con la señora como si creyera que era ella su madre, que le pedía que la acompañará al patio a jugar con ella en el columpio, que le prometía portarse bien y nunca separarse. La señora quedó atónica y asustada, de pronto se fue la luz y una tormenta se desató, los truenos y rayos no se hicieron esperar, con el miedo de que ocurriera una desgracia como pudieron intentaron llegar a la puerta principal, cuando cayó un rayo en el inmenso árbol del patio y comienzo un incendio, las vecinas de inmediato al darse cuenta de lo que ocurría llamaron a bomberos y ambulancias, ya que sabían que la familia se cambiaría de casa por la mañana y suponían que se encontraban adentro de ella. Lograron salir con ayuda de autoridades, claro sin contarles lo que realmente ocurrió, fue difícil para la pequeña olvidarlo, ya que decía que no quería quedarse solita porque le tenía miedo a Flora, pero conforme paso el tiempo todo quedó en el olvido, la propiedad quedó totalmente destruida, la dueña la vendió como terreno en donde se construyó una vecindad.
LA CASA DE LOS TUBOS En la localidad La Escondida, en Monterrey, muy cerca de la iglesia de Cristo de la Montaña se encuentran las ruinas de una construcción arquitectónica muy peculiar, que los lugareños llaman la casa de los tubos. No solo resalta por su singular estilo, si no porque se cuenta una leyenda en torno a ella. Todo comenzó con la mejor de las intensiones de un padre amoroso hacia su joven hija afectada por la parálisis, decide construirle una mansión de extraño diseño cilíndrico, con habitaciones y pisos unidos por rampas para que la silla de ruedas en la que se desplazaba su hija tuviera libre circulación y su hija no se viese afectada por los obstáculos comunes que se encuentra en un hogar normal.
Después de tal tragedia el Padre no hizo más que perderse en el alcohol, y al no poder resistir más el dolor, se suicido. La obra se detuvo y la casa fue abandonada a medio construir. Aun así, han ocurrido en ella una cantidad considerable de desgracias, visitantes muertos, pactos suicidas dentro de ella, accidentes fatales. Y lo más espeluznante: los gemidos de angustia que se escuchan todas las noches en los alrededores de la casa pertenecientes al fantasma de la niña que en ella murió, hacen de la casa de los tubos un lugar del cual hablar hasta el día de hoy
LEYENDAS DE MONTERREY HISTORIAS BASADAS EN HECHOS REALES
LEYENDA DEL CALLEJÓN DEL DIABLO. Esta zona se encuentra en la zona oriente del Barrio Antiguo, cercano a las Tenerías, por Platón Sánchez y su cruce con el canal de Santa Lucía. La leyenda dice así: “… en sí le contó que: “trasnochador y mujeriego, venía en busca de nuevas aventuras, cuando le salió al paso un hombre envuelto en negros ropajes. En su cara horrorosamente fea brillaban como centellas sus ojos y dejaba ver dos largas y delgadas piernas, y que, teniéndolo tan cerca de él, sobrecogido de terror, logró sacar el cuchillo que siempre llevaba al cinto y lo había hundido varias veces en el pecho de aquel extraño ser, sin herirlo y sin lograr que se alejara, hasta que, no pudiendo resistir por mas tiempo las centellantes miradas que lo cegaban, perdió el conocimiento…” En este relato se fundamenta el nombre que se le dio al Fortín del Diablo, cerca de las Tenerías, en el centro de Monterrey. La gente, al caer la noche se encerraba en sus casas, quedando afuera un panorama oscuro y desolado, del cual solo daba cuenta el sereno, algo así como un vigilante nocturno. Al momento en que este hombre se encontró cara a cara con el diablo, grito y grito, pero por temor, nadie salió a ayudarlo. Fue encontrado a la mañana siguiente y eso fue lo que contó… ¿Alguien conoce alguna historia similar o diferente del porque se le llama así a este lugar?
LA CATEDRAL Nos cuenta don Horacio Alvarado Ortiz en su libro “Leyendas y Testimonios de Nuevo León”, un sinfín de relatos tanto de terror como de varios lugares de la ciudad, destacando una leyenda que sucedió en la casa que se encuentra en la esquina sureste de Ocampo (Hoy Raymundo Jardón, antes calle San Francisco) y Diego de Montemayor (antes Calle de la Presa), justo atrás de la Iglesia Catedral. Se cuenta que antiguamente a la muerte de una persona se iniciaba el velorio, que era de lo más común sucediera en la casa del finado, logrando conjuntar en él a familiares y amigos. Resulta que en esa casa que les comenté anteriormente vivía Don Fermín, siendo el personaje central de la leyenda. Don Fermín muere de causas naturales y su cuerpo fue instalado en la sala de la casa dentro de un ataúd con cuatro cirios de cera encendidos a su alrededor. El velorio transcurrió con normalidad, la gente llegaba, rezaba. Al medio día algunos amigos llevaron comida, a media tarde se sirvió café con pan y por la noche, después del rezo del rosario, se sirvió la cena y café negro. Hasta aquí todo normal… lo tenebroso del asunto ocurrió, como en toda historia de terror, a las doce cuando “sonaba la última campanada del reloj de la Catedral”. Resulta que un ruido de perros peleándose y que se acercaba al lugar estremeció a la concurrencia en el velorio, estos entraron a la casa generando toda clase de desorden, tumbando el ataúd y los cirios y dejando aquel lugar en penumbras. Los perros salieron y con ellos se fue algo muy importante: el cuerpo del señor Fermín, ya que al poner en orden el lugar descubrieron que el ataúd estaba solo, causando gran temor y admiración entre los presentes. En esa casa (nos cuenta el maestro Alvarado) hoy día hay un café que permanece abierto hasta altas horas de la noche y que de vez en cuando, en medio de la madrugada, llega un hombre vestido de negro que dice llamarse Fermín, que pregunta por su casa para luego desaparecer…
LEYENDAS DE GARCIA HISTORIAS BASADAS EN HECHOS REALES
CAPILLA DE LA TUMBA DEL SOLDADO Cuenta la gente que la leyenda de la niña del panteón es real y son muchos los que han experimentado el verla, cada que van a visitar a sus difuntos, todo esto es una de las tantas historias que se escuchan en la capital de Jalisco, Guadalajara. Se dice que todo empezó en los años 30´s, cuando una familia acaudalada, fue al entierro de un familiar, y llevando a la niña de no más de 7 años de edad, y contra los consejos de muchos amigos y familiares, la llevaron, para que supieran que la muerte era parte de la vida .Así entre llantos y lamentos por la pérdida de la persona, se fueron retirando las personas, hasta que la familia llego a su hogar, en ningún momento se dieron cuenta, que algo les faltaba, y no era otra cosa que la pequeña Irene, que se había quedado en el panteón. Como llegaron se fueron al panteón a buscarla, pero nunca dieron con ella, tenían la esperanza de que se hubiera ido con algún pariente o que algún buen samaritano, la hubiera encontrado y llevado a las autoridades, lo que nunca paso. Así pasaron los días, las semanas y los meses, hasta que dieron por perdida a la pequeña, lo que nunca supieron, hasta después de unos años, es que la niña, se había tropezado, cuando estaban bajando el ataúd del difunto que habían ido a enterrar, muriendo en el acto, por un golpe en la cabeza. Solo se dieron cuenta, cuando fueron a enterrar al cónyuge de la persona, y al juntar los restos salieron los de la niña, que había muerto por la caída. Desde ese día, en esa tumba, se aparece una niña, que con todos quiere jugar, si le dejas juguetes, estos a los días desaparecen, y saben las personas que se trata del espíritu de Irene que aún no encuentra descanso su alma.
LEYENDAS DE SANTA CATARINA HISTORIAS BASADAS EN HECHOS REALES
La Cruz de Santa Catarina
Vivía en Méjico un viejecito llamado Juan Rodríguez de Berlanga en la más absoluta soledad. Todos sus deudos habían ido desapareciendo poco a poco hasta quedar completamente abandonado; sin embargo, su rostro no dejó de sonreír con atrayente ingenuidad. Su casa estaba medio derruida y el huertecillo que la circundaba, un tanto desaliñado y agreste, denotaba falta absoluta de cuidado. A pesar de contar con tan pocos recursos, sentía un deseo irresistible de levantar una Cruz en el atrio de la Iglesia de Santa Catarina. Obsesionado con esta idea, recordaba las muchas cruces que se levantaban en Méjico en iglesias, plazas y edificios, y citaba entre otras la de la catedral, llamada de Mañozca, traída del pueblo de Tepeapulco, la soberbia de Santiago Tlatelolco, y la del convento de San Francisco, hecha con el más alto ahuehuete de Chapultepec o ciprés de Moctezuma. Decía para sí: «en mi iglesia de Santa Catarina, donde recibieron el bautismo y descansan en paz los restos de mis padres y mi esposa, no hay ninguna cruz. Además, ese templo está en donde estuvo el horrible y carnicero Tezontlalamacayocan de los aztecas y quizá se encuentre ese dios agazapado. «Pero — continuaba — soy tan pobre, que no tengo con qué levantara esa cruz. Ni siquiera es mío este huerto, ni esta casucha, pues, a cuenta de ellos, tuve que pedir dinero prestado para curar primero a mi mujer y más tarde para enterrarla. Tan sólo me quedan dos perales, tan viejos como yo. ¡Qué puedo hacer!» Pero, de pronto, replicó: ¡Ya tengo una idea! «¡Bendito sea Dios! Con esos mismos parales haré la cruz que tanto he deseando ». En efecto, tuvo hasta para pagar al carpintero con el fruto de los árboles, y ya, por fin, se erigía magnífica y airosa la cruz de madera en el atrio de Santa Catarina Mártir. Pero su amor incesante a la Santa Cruz le hizo pensar en otra de hierro que rematara la torre de la iglesia y, a pesar de su extrema necesidad y pobreza, vendió lo poquísimo que le quedaba y llevó a cabo su propósito. Lo invadía el gozo y la felicidad al contemplar aquellas dos cruces, pero sus ojos cansados no acertaban a distinguir desde el suelo las filigranas de la cruz de hierro de la torre. Una tarde soleada quiso contemplarla de cerca, y saltándose desde la torre, se encaramó en una bóveda de medio cañón. El sitio no permitía distraerse, pero don Juan no se cansaba de admirarla, enternecido y arrobado. Entonces, con los ojos arrasados en lágrimas de felicidad, cruzó sus brazos sobre el pecho, inclinó la cabeza y balbuceó una oración aprendida de boca de su misma madre cuando era pequeño. Tras el recuerdo de su madre, sintió vivos deseos de unirse con ella cuanto antes y la invocaba repetidas veces y decía consolándose: «menos mal que ya mis años me van acercando a ti». Alzó otra vez los ojos para contemplar de nuevo la cruz, pero… tan ensimismado, que dio un fatal resbalón y, aunque intentó sujetarse, el pobre viejo cayó, con un grito espantoso, dando vueltas en el vacío. Pero a tierra no llegó, pues antes la cruz del atrio había extendido amorosamente hacia delante sus brazos y lo habla recogido agonizante con el amor de una madre. Al día siguiente, todo Méjico desfiló para contemplar al viejecito don Juan, como adormecido en dulce sueño en los brazos de la Cruz del atrio de Santa Catarina.
En una fría madrugada del año de 1951, Mauricio Aguilar Pérez, un jornalero que trabajaba en las labores de El Lechugal, salió de madrugada de su casa ubicada en la esquina de Hidalgo y Galeana en Santa Catarina. De pronto por entre el monte salió un niño que lo siguió hasta alcanzarlo. Le llamaba por su nombre repetidamente y en la negación del campesino por reconocer su presencia, el infante lo agarró de las piernas. Entonces Mauricio lo amenazó con rezar las “Doce Verdades” y fue cuando el niño se convirtió en una lechuza negra que empezó a volar por encima de él. La lechuza daba vueltas siguiéndolo por la vereda en medio del despoblado. El ave cada vez que pasaba por encima de Mauricio emitía un silbido extraño, más parecido al de una persona que al de un ave. Esto causó sorpresa y temor y en consecuencia la enfrentó al pensar que podría tratarse de una "bruja", una de esas mujeres que se decía podían convertirse en aves malignas por las noches. Comenzó a recitar el rezo para espantar la bruja. En ese momento el ave maligna se posó sobre una Anacua y le habló. Desconozco que le dijo, pero desde entonces Mauricio enfermó hasta morir el 27 de septiembre de 1951 de una rara enfermedad que no acertaron a diagnosticarle. Abuelo de mi mamá, quien siempre me decía: “murió de susto pasado”. Había nacido en San Juan de las Bonitas, Arteaga, Coahuila el 22 de septiembre de 1891. Hijo de José Aguilar y María Trinidad Pérez González. Esta hija de un cubano que llegó a Santa Catarina a mediados del siglo XIX. Contrajo matrimonio con Pánfila Rangel Sepúlveda. Todo un personaje típico de Santa Catarina. Elaboraba instrumentos musicales los cuales tocaba con destreza. Amante de la fiesta charra y trabajó hábilmente la talabartería con la cual hacía sillas de montar, fustes y percheros. Los relatos de brujas y aparecidos han estado presentes en mi familia. Bartolo Aguilar (padre de Mauricio) y sus hermanos una vez cazaron a una bruja que los seguía por el camino situado entre el Pajonal y Canoas en la Sierra Madre de Santa Catarina. Al día siguiente pasaron de regreso y vieron a una viejita que pidió la soltaran para regresar a su casa.
Soñar con brujas puede representar algo bueno o malo: es símbolo de bondad, encanto y fuerza; pero también puede significar maldad, destrucción y fuerzas femeninas peligrosas. Las brujas son tan poderosas que habitan en un castillo. Si soñamos con un castillo o una fortaleza, con haberlo visto nos anuncia grandes cambios; si estamos dentro significa que nuestra vanidad crea controversias entre los que nos rodean. Soñar con brujas volando, significa que uno está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de conseguir su meta. Puede representar un mérito y esfuerzo personal. También que alguien está dispuesto a dañar a otro, pasarle por encima y conseguir lo que quiere. Lo cierto es que muchas sagas, leyendas y cuentos medievales nos las presentan con vestidos y gorros puntiagudos negros, que viven en lo más alejado del bosque, que son sabias y pueden cambiar el curso del destino y se les puede consultar de todo, que tienen un gato negro, que vuelan sobre una escoba, que cambian físicamente de acuerdo a su misión, son seres enigmáticos, misteriosos que inspiran temor y tal vez por curiosidad necesitamos o queremos verlas; tal vez para recordar los cuentos y películas de niños. Con un gran caldero en el cual ven el destino de los hombres y preparan las pócimas que les sirven a sus intereses. No siempre han sido malas, todos los cuentos de brujas que Walt Disney hizo películas, en realidad ocurrió al contrario. Por ejemplo Hansel y Gretel quisieron abusar de ella. En el otoño de 1976 cierto personaje del barrio de la santa Cruz vio extrañas aves sobrevolando el castillo de Santa Catarina. Decidió subir y mientras lo hacía, comenzó a rezar las “Doce Verdades”. Por cada una recitada, una perdía el vuelo. Cuando recitó las 24 verdades al revés y al derecho, vio a un pajarraco sin movimiento, tullido como dicen. Llegó la policía y se lo llevaron a la cárcel. Al día siguiente el pajarraco por hechizo se convirtió en persona
Todos en la plaza andaban vueltos locos por la singular captura. Supuestamente era una mujer que venía de Saltillo para hacer un trabajo. Pedía su liberación para ya no molestar en la región. El personaje se había convertido en héroe por saber las “Doce Verdades”. Fue cuando precisamente a mi maestra Gabriela Navarro del sexto grado se le ocurre encargar una tarea sobre la historia de Santa Catarina. Y fuimos al palacio municipal para preguntarle al sabio e insigne Leopoldo García Betancourt. Y no nos dejaron entrar los policías pues pensaron que no íbamos por tarea, sino para ver a la supuesta bruja encarcelada. Por fin llegamos con don Polito y nos habló de la historia de Santa Catarina y con reservas, pues también pensó que en realidad queríamos ver la bruja. Pudimos ver al entonces alcalde que en la primera nos sentenció: “no busquen la historia, que Santa no tiene historia”. Al día siguiente la maestra nos dio una regañada por no hacer correctamente la tarea. Fue cuando me dio por investigar la historia de mi pueblo. Si he sabido que por buscar la historia de Santa Catarina me iban a regañar toda mi vida, mejor hubiera corregido el rumbo. Ahora estaría haciendo algo más productivo. Ya viene la noche de Brujas. Y en Santa Catarina no es la excepción. ¿Pueblo con supersticiones o con creencias? Más bien con creencias y aseveraciones en torno a la existencia de damas que cruzan el cielo nocturno con formas extrañas y malévolas. Una vez don Ernesto Garza Sáenz, cronista de Camargo, Tamaulipas me dijo: "en donde tu vives hay muchas brujas". Le contesto: ¿a cuáles se refiere? "A las que practican la brujería y hacen hechicería" respondió. La gente de la Sierra de Santa Catarina las cuenta con vehemencia, con cierto dejo de asombro y temor. Lo cierto es que la montaña, lugar mágico de donde viene y nace el viento, el sol y el agua; es el sitio propicio para verlas o al menos saber de su existencia. Hasta el último tercio del siglo XX era obligatorio que los arrieros, campesinos y pastores se supieran al revés y al derecho “Las Doce Verdades”. Y una tía abuela llamada Inés Aguilar me enseñó la forma de rezarlas: "Las Doce Verdades del Mundo, que Cristo nos dejó, válgame su sangre preciosa que por nosotros su cuerpo derramó, Cristiano bueno decidme una..." Siempre nos dijeron que en los pirules y en las palmas se ocultaban, que por las noches había lechuzas que volaban y chiflaban. La gente las retaba y luego se arrepentía: "ven a mi casa para darte chile y sal" y al día siguiente llegaba una viejita: "vengo por el chile y la sal que me prometiste". Y cuando uno se ponía malo, aseveraban: "se lo chupó la bruja". Durante mucho tiempo, las mujeres que criaban no dormían los viernes en la noche por miedo a que llegaran las brujas y con su acción maléfica entraran por las ventanas y ahogaran a sus hijos pequeños. Por eso colocaban tijeras abiertas en forma de cruz debajo de las almohadas para proteger el espíritu de los infantes. Dicen que las brujas son convocadas para realizar sus reuniones cada viernes después de las 9 de la noche. Les llaman aquelarres o Sabbat. La palabra aquelarre es de origen vasco y significa literalmente “campo del macho cabrío”. Mientras que Sabbat refiere a la tradición judía de santificar el sábado. Pero como en la edad media pensaban que los judíos eran los culpables de la crucifixión de Jesucristo, les llamaron Sabbat a las reuniones que iniciaban los viernes y concluían los sábados. Cada bruja sabía de la reunión gracias a un sapo protector. Supuestamente llegaban volando en escobas o convertidas en alguna ave que puede ser guajolote, lechuza o águila. Preparaban un banquete, hacían sus ritos, rendían culto a las fuerzas que las congregaban y se iban. Hace poco tiempo vieron a un grupo de supuestas brujas haciendo un aquelarre más allá de Horcones por el rumbo del camino que va a San Pablo. Cuando llegaron las granaderas solo vieron un círculo de piedras y algunos objetos que recién habían quemado. A los aquelarres venían de todos los rumbos de la región y que solo se podían recorrer volando.