Las personas no somos perfectas; las instituciones que generamos tampoco. Limitaciones en nuestro conocimiento e imperfecciones en nuestros valores nos impiden alcanzar una cooperación social perfecta, una que nos permita coordinar nuestras acciones de forma tal de poder alcanzar los fines que cada uno quiera alcanzar, sin interferir en el mismo esfuerzo que los demás realizan en pos de sus propios fines. No obstante, pese la inevitable imperfección, podemos afirmar que hemos avanzado mucho. La imagen del “buen salvaje” que vive en una idílica sociedad de paz y amor está alejada de una realidad histórica en la que la violencia y la opresión de los poderosos predominaban.