WAISMAN, MARINA

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Recuerdo a Marina trabajando en su mesa de la redacción de Surnrna (nos visitaba una semana por mes), mientras buscaba información sobre algún tema. Lo hacía escribiendo una serie de pequeñas notas que encolumnaba sacando datos de aquí y allá. Luego agregaba otras notas de su cosecha, de su memoria, de su reflexión. Un tejido armado con textos que parecían las estrofas de un poema de verso libre. Luego se sentaba frente a la máquina de escribir eléctrica (estábamos en la Surnrna de los 80, aún sin computadoras, Marina, más tarde, se confesaría enamorada de las ventajas de la informática). Y de ahí, sin levantar la vista, casi de un tirón, salía un escrito impecablemente redactado. Y creo que hasta un artículo admirablemente estructurado. Y, por qué no, un libro ... Todo parecía hacerlo sin esfuerzo, con naturalidad, serenamente, hasta sonriente en su concentración. Así, pausadamente, elaboró durante más de quince años, más de un centenar de volúmenes de la Colección Surnrnarios. Y pergeñó notables colaboraciones para la revista Summa, de las cuales este número de DANA ofrece una selección. Selección que mucho omite pero que busca ejemplificar sus precisos panoramas de lo acontecido en las últimas décadas de la arquitectura argentina y latinoamericana y permite exponer sus reflexiones acerca de la búsqueda de una identidad en esa arquitectura -desde lo regional, lo nacional, lo continental- considerando tanto "el adentro" como "el afuera". Un discurso de permanente ajuste que llega a conclusiones sobre la pluralidad de centros de irradiación cultural: no hay una sola inteligencia, no hay un solo universo arquitectónico con sol y satélites; los centros pueden ser márgenes, éstas pueden llegar a ocupar el centro. Recuerdo a la Marina brillante, a la de los comentarios agudos pero también divertidos. Y a quien más allá de las Academias que la honraron, de los Congresos que la aplaudieron, de los libros que nos dejó, de las ideas que elaboró, difundió y defendió, fue la más encantadora guía para hacer conocer a su amada ciudad de Córdoba; a todos, desde Nikolaus Pevsner hasta a sus nietos. Las tardes tranquilas conversando en su casita de Villa Warcalde no pueden olvidarse. Julio Cacciatore


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