WAISMAN, MARINA

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·La Waisman, com Puede resultar irreverente para muchos la forma en que he titulado este sincero homenaje a la que fuera mi maestra y mi madre adoptiva (espero que no se enfaden sus hijos pero así fue como me dedicó su último libro), pero estoy convencido de que se reiría y no desaprobaría mi sentido del humor, a ella nunca le faltó. Sobre Marina Waisman se pueden pronunciar innumerables palabras de elogio, las que seguramente llenarán todos los textos que se incluyen en este homenaje; en mi caso prefiero hablar de una experiencia de la que no fui mero espectador, sino un testigo objetivo: la evolución hacia la claridad de conceptos, la responsabilidad de la crítica arquitectónica con su realidad cordobesa-latinoamericana, la visión holística de la cultura -no sólo arquitectónica-, la precisa disección de la fuerza evolutiva del pensamiento contemporáneo y la permanente búsqueda y por tanto actualidad de conocimientos sobre arquitectos y-arquitecturas del continente y del panorama internacional. El primer libro que compré en Concentra, La estructura histórica del entorno, lo hice más por mitómano que por estudioso. Hacía poco que había comenzado a trabajar en Summa y disfrutaba como un bellaco la posibilidad de tener acceso a una persona tan entrañable y al mismo tiempo tan inteligente, Marina me fascinaba.

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Sus textos me resultaron un poco abstrusos. Era joven, bastante inculto arquitectónicamente, resistente a las ideas muy estructuradas, pero aún así mi intuición me decía que esos textos, que sirvieron de estímulo a tant#rofesionales, no conformaban, todavía, toda la savia que una comprometida intelectual latinoamericana nos depararía. No voy a hablar de la alegría que me producía el trabajo compartido, sus consejos, su positiva vitalidad que nos involucraba en proyectos siempre realizables. Lo máximo para mi vanidad, fue el día en que Marina decidió trabajar en Córdoba y yo heredé la Olivetti eléctrica donde había escrito las innumerables presentaciones y artículos de la Colección Summarios, por cierto, una de las mayores contribuciones al esclarecimiento del pensamiento arquitectónico en castellano y sin duda un fabuloso proyecto que, lamentablemente, no tuvo la proyección que merecía. Aunque Summa "mantenía" la colección, muchos sabíamos que tarde o temprano se dejaría de "invertir" en cultura y así fue como Marina empezó a alejarse de aquella estupenda Redacción. No fue igual respecto de la relación de amistad de las personas que la integrábamos, sino todo lo contrario. Me sentí más cerca de Marina. Conocí su departamento de la Avenida Maipú en el centro de Córdoba, y pasé muchas tardes en su salón, lleno de música, discos y libros, soñando con proyectos editoriales y tomando mate con pan dulce. Quizá hayan sido los editores colombianos de Escala los más inteligentes a la hora de decidir editar la penúltima y más interesante etapa del pensamiento crítico de Marina y que en Argentina (quizá deba decir Buenos Aires) no supieron ver. La Waisman me resultaba cada día más clara. Sus verdaderas perlas las dejaba caer en el Servicio de Novedades de la revista Summa, pero sus conferencias y sus escritos iban cargándose de nuevas relaciones entre el pensamiento arquitectónico y la filosofía, la ciencia, las corrientes artísticas. Se cumplía la paradoja de ganar en nitidez a medida


que los conceptos ganaban en multiplicidad y en profusión. Debería hablar de sus viajes a España, un país al que se resistía y que luego la conquistó difundiendo sus textos y conferencias para un público que sigue apreciando en sus ideas la frescura de la inteligencia que producen los márgenes o esos descentramientos a los que alude en uno de sus últimos libros. Otro de sus últimos (me niego a pensar en un concepto de último cuando se habla de una persona como Marina), ha sido editado aquí en Sevilla por la Consejería de Obras Públicas y Transportes, su obra simbólica y último recuerdo intelectual para sus seguidores, la Guía de Arquitectura de Córdoba, Argentina, su ciudad, su patrimonio más cercano y el lugar desde donde irradió conocimiento a una serie considerable de arquitectos e historidores de la arquitectura de nuestro continente. La negación de lo útimo es certidumbre de lo vitales que perduran sus ideas plasmadas en infinidad de textos; sostengo, como hecho diferencial de la Waisman frente a otros pensadores latinoamericanos, que ella recorrió un camino muy diferente. A la pluralidad de conocimientos y conceptos universales iniciales le fueron sucediendo la profundización progresiva y comprometida del reconocimiento de los valores de su propia cultura a través del triple camino del estudio de sus componentes intrínsecos, de la adaptación y traducción de teorías e ideas de otros sitios y de la reflexión y creación de teorías propias. Un verdadero ejemplo de compromiso para una América Latina unida y a la vez múltiple. Un mito es una forma alegórica de explicar un misterio que no se puede penetrar por procedimientos racionales. El mito nace como personificación de concepciones primitivas, donde la suerte de su ininteligibilidad consiste en la creación de incontables interpretaciones. Para personas un poco irracionales como el que suscribe, la Waisman ha pasado a ser un mito personal. Me di cuenta bastante tarde de mi falta de sentido práctico de la vida y de una irrenunciable búsqueda poética de necesidades insatisfechas, cuando ya tenía encima cuarenta primaveras y la piecita del fondo llena de mitos. Entonces saqué una foto de mis pasiones, las más bajas y las más sutiles y vi que había ellos y ellas: Familia, Boca, Evita y Perón, Borges, la Waisman, Gardel, Mar del Plata, Buenos Aires, en una especie de caleidoscopio de fragmentos de una realidad a la que siempre le fui un poco esquivo. Marina ocupa hoy, sin duda, el lugar de los mitos sobre la inteligencia, lo repito, que siempre me fascinó; pero también se ubica en el pedestal en el que seguramente estará también mi vieja cuando se vaya al Cielo. Lo siento por nosotros, ahora, amén de los recuerdos, nos quedan sus textos, sus ideas, y su herencia de vida de mujer liberal, madre comprometida e intelectual latinoamericana. Los mitos no se superan se disfrutan. J..

Marcelo Martín arquitecto Semana Santa sevillana de 1997


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