WAISMAN, MARINA

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Dulzura y talento, bondad y firmeza Ramón Gutiérrel, arq. 6

Escribir sobre la amiga ausente es acumular la nostalgia y fecundar el vértigo de los recuerdos. Es diffcil explicar para quienes no la trataron, la magnitud de su personalidad profesional, su profunda sabiduría y su talentosa y creativa manera de analizar la realidad. Marina, sin duda una de las pensadoras más brillantes de la arquitectura de nuestra América, deja una vasta obra escrita y sus reflexiones calan hondo en quienes tuvieron el privilegio de ser sus discípulos o lectores en los más remotos confines del continente. Pero quisiera referirme a la otra Marina, a la amiga y compañera de empresas culturales, a la promotora incansable de aventuras intelectuales, a la generosa distribuidora de su tiempo y enerqas, unas energías que fue consumiendo en la inhóspita tarea de defender nuestro patrimonio y de alertar sobre las enajenaciones culturales. Quisiera recordar a Marina con su fantástico sentido del humor, con su esprritu predispuesto a acompañar, mientras que ardan las velas, las tertulias de sus alumnos y compañeros más jóvenes en edad pero no en espírñu En tiempos difrciles Marina Waisman encontró refugio en la Universidad Católica de Córdoba, cuando la intolerancia (que suele encubrir la envidia y mezquindad) la empujó fuera de la Universidad Nacional. Ella que supo, como muchos otros, de esas modalidades injustas de la vida académica, no guardó rencores y regresó a la Facultad con un aleccionador discurso sobre el sentido de la Libertad. Pero Marina Waisman fue también la pieza clave de una tarea que buscó, a partir de 1978, reunir en solidaria comunidad a quienes estaban dedicados a la historia y la teona de la arquitectura en las universidades o habían sido desalojados de ellas por la intolerancia de cualquier signo. Marina posibilitó, junto con Alberto Nicolini, Dick Alexander, Alberto de Paula, Tito Gallardo, Federico Ortiz, Raúl Gómez y muchos otros, superar la

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antigua antinomia entre Buenos Aires y el interior del país, que se arrastraba desde el histórico desencuentro de Buschiazzo y Tedeschi allá por el año 1957. Marina ayudó a superar las opciones dialécticas entre los que estaban en las Universidades del estado y en las privadas, entre los que venían de una u otra cantera y sobre todo contribuyó ejemplarmente a formar una nueva generación de investigadores y estudiosos de la arquitectura. Con la fundación del Instituto Argentino de Investigaciones de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo que Marina llegó a presidir durante tres años, se posibilitó la recuperación de una místtca. de un punto de encuentro donde cada uno de los equipos de trabajo cedió en común las áreas de acción que venía desarrollando. Marina abrió el posgrado de la Católica de Córdoba a nuestros ayudantes y discípulos y, a la vez, acompañó generosamente la realización de otros posgrados similares que concretamos en Tucumán, Resistencia o Buenos Aires. Marina nos acompañó en las casi treinta jornadas de investigación del Instituto que, a razón de dos por año, juntaban entusiastas a los jóvenes investigadores que. hoy ocupan buena parte de las cátedras de historia de la arquitectura de nuestro país. Marina era siempre una figura convocante, la que encontraba tiempo para atender todas las solicitudes, la que brindaba amable y segura consejos, la que lela los textos iniciales, la que abna puertas para artículos en Surnrna o en sus Surnrnarios, la que cantaba con voz dulce y ojos chispeantes en las guitarreadas nocturnas. Los que hemos estado junto a ella en estas jornadas y en los Congresos Nacionales de Preservación del Patrimonio, algunos de ellos memorables como los de Salta, Paraná, Rro Cuarto, Corrientes y Mar del Plata (donde superamos los 1200 participantes de todo el país) sabemos que no había en Marina más

que entusiasmo, alegría y esa conciencia de una tarea cumplida, donde prodigaba su alma a esa familia amplia que, en su temprana viudez, había adquirido por vocación o convicción. Marina fue quien nos convocó a estructurar los artículos de Surnrna Historia que en sus tres ediciones formaron a los estudiantes en estos tres lustros, luego la serie de Arquitectura colonial y finalmente coordinó el tomo de Córdoba que realizamos desde el Instituto con convenio de la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires. Nos acompaño también en DANA en los últimos años, proponiendo textos de nuevos investigadores y escribiendo notas. Dulzura y talento, bondad y firmeza, no fueron incompatibles en Marina Waisman, fueron más bien manifestaciones enriquecedoras de una personalidad que supo brindarse para que en nuestro país y en América latina aprendiéramos a mirar sin soberbia ni complejos lo que sucedía en el universo de la arquitectura y del urbanismo en los primeros y terceros mundos. En tiempos de desconcierto su voz era esperada y aun cuando su salud la fue reclu- . yendo en su Córdoba querida, Marina siempre mantuvo el contacto con quienes desde el interior del país o desde lejanos puntos de América le escribían o la llamaban para reclamar su palabra o sus textos. Su último homenaje a Córdoba es la Guía de Arquitectura editada por la Junta de Andalucía. Nuestro último homenaje a ella será seguir trabajando en aquellas cosas e ideas que hemos compartido y por las cuales Marina dio tanto de su vida. La nostalgia y los recuerdos de Marina Waisman abarcan sin dudas su trayectoria profesional, pero hemos preferido, en esta oportunidad, rescatar esas constantes manifestaciones de talento, bondad y ternura que desplegó tutelarmente a quienes la acompañamos en su humanitaria y vital aventura.

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