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ESCUELA SUPERIOR MILITAR ELOY ALFARO.
© Escuela Superior Militar Eloy Alfaro DIRECTOR General de Brigada Luis Castro Ayala SUBDIRECTOR Coronel EMC Gustavo Acosta Y. HISTORIA DEL COLEGIO MILITAR ELOY ALFARO Primera edición ISBN: 978 - 9942 - 07 - 340 - 2 PRODUCCIÓN Y EDICIÓN David Andrade Aguirre davidandradeok@gmail.com daa06@yahoo.es COORDINACIÓN Centro de Estudios Históricos del Ejército TEXTOS Tcrn. Édison Macías Núñez Dr. Amilcar Tapia David Andrade Aguirre FOTOGRAFÍAS Archivo Colegio Militar Archivo Escuela Superior Militar Eloy Alfaro. Capt. Daniel Granda Centro de Estudios Históricos del Ejército Presidencia de la República del Ecuador Academia Nacional de Historia Militar Archivo Histórico Nacional. SGOP. Juan Galarza S.P. Ángel Manzano. DIAGRAMACIÓN Vicky Arias DISEÑO E IMPRESIÓN Imprenta Full Color Teléfono: (593 2) 2479 656 fullcolorquito@yahoo.com Quito, Ecuador, 2012
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Historia de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro
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PRESENTACIÓN
“Yo solo tengo una meta y un infinito deseo, mantenerme siempre honesto y despedirme sereno; poseer en mi espíritu lealtad a un juramento, voluntad que no se rinde, fe en lo que hago y profeso; antorcha que no se apaga y un inmaculado grito por robustecer a mi patria y defender a su pueblo.” Hablar de la carrera de las armas, es hablar del inicio de la historia de la humanidad. Desde Jericó 7500 años a.C., pasando por Atenas y Esparta, se fundaron las primeras escuelas para la enseñanza militar, en donde los jóvenes acudían para aprender el sagrado oficio del arte de la guerra a fin de más tarde llenarse de glorias y victorias defendiendo su patria a costa de su propia vida. En Ecuador nace la primera escuela militar en el gobierno de Vicente Rocafuerte, se fortalece y consolida en el gobierno de García Moreno y adquiere su fisonomía definitiva con Eloy Alfaro, la cual conserva hasta el presente. La Escuela Superior Militar Eloy Alfaro, como instituto formador de los oficiales del Ejército, entrega promociones de oficiales que estén en condiciones de enfrentar los desafíos que la sociedad impone, para el cumplimiento de su misión. Esa formación incluye necesariamente el conocimiento de su historia. La Escuela ha entregado a la nación oficiales líderes y héroes que desde el nacimiento de la República han logrado consolidar un ejército vencedor en acciones como las de Paquisha, Mayaycu y Machinaza así como en la gloriosa victoria del Alto Cenepa. Estas acciones nos enseñaron que para vencer al enemigo se requiere de un liderazgo efectivo, eficiente y sobre todo emocional de oficiales que están a la cabeza de sus tropas, sosteniendo el sagrado estandarte en el fragor de la batalla, en búsqueda de la gloria. Es por eso que con este libro intentamos rememorar nuestra historia y, a través de ella, entender nuestras raíces, rendir homenaje a aquellos a quienes les correspondió ser protagonistas de las diferentes etapas, comprender nuestro pasado y enfrentar el porvenir de nuestra noble institución, que está basada en tradiciones, valores y principios, que son parte de la formación básica de nuestros cadetes, los futuros líderes. Constituye por tanto un homenaje a nuestra escuela, a quienes nos antecedieron y una guía para proyectarla al futuro, inspirados en nuestro lema: “Solo venciéndote vencerás”. Luis Castro Ayala General de Brigada
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PRÓLOGO
La Escuela Superior Militar Eloy Alfaro, en sus diferentes etapas, ha formado generaciones de jóvenes ecuatorianos comprometidos con la seguridad y el desarrollo nacional, educados en valores y virtudes, que han moldeado su carácter y fortalecido su espíritu. El compromiso ha sido salvaguardar la integridad de la nación y estar al servicio de los más caros intereses nacionales, fundamento que orienta el desempeño profesional de los futuros oficiales del Ejército ecuatoriano. Es necesario prepararse para los nuevos escenarios, los líderes del siglo XXI deben tener las habilidades, la intuición y la confianza para intervenir en forma oportuna y realizar los cambios que den estabilidad a la institución para mantener la iniciativa y permitir su desarrollo. El modelo educativo por competencias que sigue la Escuela, provee a los nuevos oficiales los conocimientos doctrinarios necesarios para que, conjuntamente con la práctica constante de las destrezas militares, adquieran la capacidad para enfrentar los desafíos que la sociedad impone. La formación del cadete es integral en los ámbitos académico, militar, físico y psicológico; basada en principios éticos, morales y cívicos; todos con estándares de calidad internacionales en un sistema integrado de gestión, bajo la norma ISO 90012008, y con un enfoque de mejoramiento continuo. Esta formación engloba necesariamente el conocimiento de su pasado. Bajo el lema de “Solo venciéndote vencerás”, los cadetes aprenden a potenciar sus capacidades para crear el escenario ideal que cultive la mente, el cuerpo y el alma. Ser militar exige sacrificio y entrega a la Patria porque a través de ellos servimos a nuestros conciudadanos; en esto la ESMIL ha sido un referente histórico, basta con reconocer a quienes se inmolaron en defensa de la integridad y soberanía nacionales. En los 170 años del Colegio Militar de Vicente Rocafuerte y a los 113 años del Colegio Militar de Eloy Alfaro, la escuela se ha modificado en forma, más el espíritu, los valores y principios, la vocación de servicio y el respeto a los venerables símbolos nacionales siguen y seguirán tan vigorosos como antes. El realizar una mirada a nuestros orígenes, constituye una labor fundamental y cívica de quienes nos sentimos ecuatorianos ya que la historia es obra de los pueblos, es la reunión de hechos y protagonistas que muestran nuestras raíces y permite a las nuevas generaciones descubrir nuestro pasado y hacer frente al futuro. La Escuela Militar Eloy Alfaro, continuará en su esfuerzo permanente por formar a los futuros líderes del Ejército, con altos estándares de calidad, seguridad y confianza. En definitiva, bajo numerosas normas que exigen de los profesionales un conjunto de cualidades y valores donde se destaca como principal o más importante el honor, pues es la síntesis de las cualidades que debe tener un soldado. En el honor, está sintetizada toda la vida de un hombre, pero especialmente el honor es el eje de la vida militar, trato que
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todos ustedes comprendan lo que significa ser un soldado. Hay profesiones y profesiones con posibilidades de grandeza; pero hay una profesión en la cual la grandeza constituye la esencia, porque el honor, es la esencia misma de la profesión militar. Este libro, desarrolla en una abreviada síntesis la historia de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro, de manera que constituya un reconocimiento a todos aquellos oficiales nacionales y extranjeros, personal administrativo y maestros que coadyuvaron en la formación cabal de nuestros oficiales, que refleje la historia del Ejército victorioso y de la Patria y que sirva de guía para proyectarse como una institución capaz de enfrentar el mañana. Gustavo Cabrera Campuzano General de Brigada
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Capítulo I
EL COLEGIO MILITAR. PRIMERA FUNDACIÓN.
Plaza y convento de San Francisco. Siglo XIX
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EL PERÍODO FLOREANO.
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eparado el Ecuador de la Gran Colombia, el general Juan José Flores había sido designado jefe supremo de la nueva República. En estas circunstancias, en el mes de mayo de 1830, convocó a 21 ciudadanos que pertenecían a Quito, Guayaquil y Cuenca, siete por cada una de las ciudades, para que se den cita en Riobamba a fin de elaborar la primera Constitución. En menos de un mes se hallaba redactada la Carta Magna. Flores fue elegido presidente con una votación de 19 contra uno y designaron al poeta José Joaquín de Olmedo como vicepresidente. El opositor de Olmedo fue el general Manuel Matheu, marqués de Maenza, uno de los más notables ciudadanos de Quito, que reclamaba el derecho de ser “elegido para representar a los habitantes de Quito, cuya sangre había corrido en las luchas por la independencia”.1 Por otro lado, Matheu era enemigo de Flores, quien lo había denostado luego de que el general quiteño en conversación privada había deplorando la situación del Ecuador, señalando que la, “nación habiendo sido cuna de hombres excelentes, había caído bajo la dominación de un mulatillo sin educación, sin virtudes ni moral de ninguna especie”.2 Cuando supo de ello, Flores lo mandó a llamar y lo ultrajó sin ningún comedimiento. Desde entonces, Matheu se convirtió en su más enconado enemigo. Prontamente se alió con Sáenz y Hall, los que junto a otros sesenta jóvenes quiteños decidieron nombrar una Junta de la cual Sáenz sería designado como presidente. En igual forma, resolvieron publicar un periódico con el título de “El Quiteño Libre” por medio del cual hacer oposición al gobierno de Flores. Los primeros editores fueron los doctores Hall y Pedro Moncayo. Se cuenta que los delegados ganaban dos pesos diarios. En ese entonces, una fanega de maíz costaba medio peso, una vaca con su cría la suma de cuatro pesos y una hectárea de terreno, es decir 10.000 metros cuadrados, 20 pesos. Uno de los aspectos de esta nueva Constitución era considerar la posibilidad de que la nueva República podía formar un solo Estado con Colombia, ya que aún no estaba definida la situación limítrofe entre la antigua Nueva Granada y el Ecuador, sobre todo por la decisión de Pasto de formar parte de nuestro país, razón por la que Flores esperaba resolver ciertos problemas con los líderes militares de Bogotá. La Carta Magna señalaba que el Ecuador era un Estado presidencialista, alternativo, soberano, democrático y moderno; sin embargo, tenía graves restricciones para la participación de los ciudadanos en la vida democrática, a pesar de que demandaba la participación de las llamadas asambleas parroquiales, cantonales y provinciales para la elección de sus dignatarios en las cuales sólo podían votar los varones alfabetos casados de cualquier edad o solteros de 22 años en adelante pero que poseyeran bienes raíces de por lo menos 300 pesos. Entre los aptos para votar estaban quienes tenían diferentes profesiones y otros que podían demostrar su formación e ilustración; sin embargo, la gran mayoría de ecuatorianos se hallaban excluidos de este derecho por cuanto para 1830 “apenas un 5% de la población sabía leer y escribir, ya que se consideraba como inoficioso este conocer en vista de que la población tenía como finalidad el trabajar en ocupaciones del campo y manuales con los cuales mantener a
1. Rodríguez, Juan, Quito y su pensamiento a comienzos del siglo XIX, Quito, (folleto) Imprenta de L. Carrera, 1934, p. 10. 2. Andrade, Roberto, Historia del Ecuador, Corporación Editora Nacional, Quito, Empresa Editora Porvenir, 1984, p.14.
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sus familias. La instrucción era considerada como propia de blancos quienes no tenían necesidad de trabajar en artes rudimentarios y menos en tareas agrícolas.”3 Para ser elegido como representante popular, el candidato debía poseer bienes raíces por más de treinta mil pesos, lo cual era un impedimento aún mayor para ocupar esos cargos y solo podían hacerlo quienes “eran nobles o gentes de abolengo siendo los únicos llamados a ejercer esas dignidades en razón de su linaje y distinción”.4 Pese a su gran capacidad para afrontar problemas de orden político y militar, Flores debió desafiar tres graves cuestiones internacionales a más de innumerables dificultades internas: primero el reconocimiento del nuevo Estado por parte de países vecinos; luego el asunto de fronteras con el Perú y la integración al Ecuador de los territorios del Cauca que pertenecieron antiguamente a la Real Audiencia de Quito. 3. Brito, Fernando, La instrucción en el siglo XIX, Cuenca, Imprenta de M. Calle, 1934, p. 65. 4. Villalba, Jorge, S.J. El período floreano, En Revista de la Facultad de Ciencias de la Educación, PUCE, 1978, p. 32.
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El gobierno de Flores, a más de los problemas externos, debió afrontar graves convulsiones internas, de las cuales destaca la revuelta iniciada por el general Luis Urdaneta -primo del general Rafael Urdaneta, líder en Bogotá de la revolución bolivariana que pretendía mantener la unidad gran colombiana-, quien llegó a Guayaquil el 28 de noviembre de 1830 para intentar sublevar contra Flores a los principales jefes militares que apoyaban al presidente ecuatoriano. Este general entró a Riobamba en los primeros días de 1831; el 12 de enero en Ambato y el 31 del mismo mes en Latacunga, con lo cual el territorio leal a Flores iba desde Píntag hasta Saquisilí, con lo cual la situación del presidente parecía desesperada. Sin embargo, Flores tenía una extraordinaria habilidad para resolver problemas a su favor y logró superar el problema gracias primero, a que dio largas a la campaña provocando reiteradas negociaciones con Urdaneta; segundo, a que en este período llegó la noticia de la muerte de Bolívar, con la que los revolucionarios perdieron su fuerza e interés por mantener su lucha bolivariana; tercero, las fuerzas militares floreanas se mantuvieron firmes y leales al presidente “ya que los soldados extranjeros sabían que si caía el general Flores su situación era muy incierta, toda vez que regresar a sus lugares de origen sin dinero hubiera sido muy trágico para ellos y sus familias. Además la mayoría había sentado bases en estas tierras, organizando sus hogares.”5 El primer gobierno de Flores fue un verdadero fracaso para la vida del país, ya que dejó al Ecuador sumido en una grave crisis social, económica y política. Los únicos beneficiados fueron los terratenientes y los militares extranjeros que lograron formar nuevas alianzas familiares en razón de que ostentaban el poder de las armas. En tanto que el pueblo siguió siendo carne de reclutamiento para las guerras y matanzas; los indios y negros seguían en misma condición mísera e inhumana. EL PERIÓDICO “QUITEÑO LIBRE”. Las circunstancias por las que atravesaba el gobierno de Flores eran muy críticas debido a la pobreza de los habitantes. Ello condujo a una grave situación que permitió unir a la oposición de manera abierta y directa. Esa agrupación se llamó “El Quiteño Libre” conformada por miembros de respetables familias que lucharon por la independencia como los Matheu, Ascázubi, Albán, así como otros prestigiosos ciudadanos, el más elocuente de los cuales fue el Dr. Pedro Moncayo y junto a ellos los generales Sáenz y Wright. Sin embargo, el más destacado de todos fue el coronel inglés Francisco Hall, discípulo de Bentham y partidario de la filosofía utilitarista.6 Todos ellos se agruparon para publicar un explosivo periódico llamado “El Quiteño Libre” dirigido por Moncayo. El primer número apareció el 12 de mayo de 1833, que fue cuestionado de inmediato por los partidarios de Flores, los que comenzaron a publicar contrarréplicas tanto en Quito cuanto en Guayaquil y Cuenca, tales como “Las armas de la razón”, “El amigo del orden”, “La Gaceta ministerial”, “El Investigador”, “El Nueve de Octubre”, entre otros, pero ninguno de ellos de calidad literaria y política como este semanario. 5. Moreno, Luis Eduardo, El general Urdaneta, héroe del 9 de octubre de 1820, Guayaquil, Imprenta de Jouvín Cisneros, 1940, p. 75 6. Ibídem. Salvador Lara, p. 18
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Los editores del “Quiteño Libre” censuraban acremente la actitud del gobierno. Lo hacían en nombre de un pueblo acobardado ante el predominio de Flores y su séquito, cuyo único fin era enriquecerse, todo ello bajo el amparo de militares extranjeros que no tenían otro fin sino el de cumplir las órdenes del Presidente. Los miembros del “Quiteño Libre” se limitaron a “raciocinar con toda calma y dignidad de hombres que conocían sus derechos”. En estas circunstancias, asoma en la palestra de la vida política nacional el Dr. Vicente Rocafuerte Bejarano, guayaquileño, quien había vivido varios años en el exterior, sobre todo en Europa y México. El “Quiteño Libre” se apresuró a saludar con júbilo su retorno nominándolo como candidato a la diputación por Pichincha, triunfando en las elecciones. Cuando llegó a Quito, se convirtió en cabeza de la oposición a Flores quien buscó de inmediato la forma de destituirlo. En el Parlamento, los partidarios de Flores pretendieron descalificar a Rocafuerte quien se había convertido en el más formidable opositor a su gobierno, para lo que pidieron facultades extraordinarias al Parlamento para expulsarlo del recinto legislativo aduciendo que había perdido la nacionalidad ecuatoriana por servir a México; sin embargo, toda su estratagema falló. Sin embargo, Rocafuerte envió una carta sumamente dura al Congreso, constituyéndose en una de las más dramáticas, poderosas y violentas que se tenga noticia en la historia del Senado nacional. Con vigor defendía a los periodistas del “Quiteño Libre”, señalaba con mordacidad toda la corrupción y el abuso del entorno presidencial, para, en un giro inesperado, afirmar: “Incapaz de ser traidor a mis juramentos, y viendo la imposibilidad de llenar las esperanzas de mis comitentes, mi conciencia y mi patriotismo me imponen el deber de separarme de un Congreso que ha perdido toda su fuerza moral, con la intempestiva concesión de facultades extraordinarias y que ha cooperado al triunfo de la tiranía militar sobre la ruina de la Constitución y las leyes.- Vicente Rocafuerte”. 7 La carta causó estupor entre los legisladores gobiernistas, razón por la que originó de inmediato la prisión y destierro de Rocafuerte y junto a él, Pedro Moncayo, Roberto Ascázubi, los comandantes Muñiz y Machuca, así como al padre Carrión, quien fue expulsado del Congreso. A manera de desagravio, sus colegas canónigos lo nombraron arcediano de la iglesia catedral de Quito. Los doctores Merino y Saa, consejeros de Estado renunciaron a sus cargos en protesta por el atropello a Rocafuerte. El 28 de septiembre de 1833 salió el número 19 de “El Quiteño Libre” cuya portada era una página enlutada. No volvió a salir por cuanto sus editores debieron refugiarse para no ser capturados. GOBIERNO DE ROCAFUERTE. Rocafuerte llega a Quito el 20 de abril de 1835 y lanza una proclama conciliadora para todos los ecuatorianos. El 22 de julio se instaló la Convención de Ambato, presidida por el poeta José Joaquín de Olmedo, en la cual se eligió como Presidente de la República a Vicente Rocafuerte Bejarano. La Convención de Ambato, aprueba además una nueva Constitución. En cuanto al general Juan José Flores lo declararon “el primer ciudadano ecuatoriano de nacimiento, reconociéndolo como fundador, defensor y conservador de la República”. 7. Ibídem. Andrade, p.35
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Uno de los primeros decretos tenía relación con el campo militar. En su artículo 3º, decía: “Todos los militares que han servido en la revolución y que después del advenimiento del gobierno en el mes de julio de 1834, han permanecido fieles a sus compromisos y prestando servicios positivos a la República, serán reconocidos en los grados que actualmente tienen, y excluidos del beneficio de este decreto y borrados de la lista militar a todos los que antes y después de aquella época han tomado las armas para perpetuar la insurrección”.8 Es importante analizar la realidad en la que se debatía el naciente Ejército nacional, conformado en su mayor parte por ciudadanos granadinos, es decir elementos extranjeros de nacionalidad colombiana y venezolana, cuyos servicios condujeron al éxito de la más grandiosa obra de Simón Bolívar: la Gran Colombia, la misma que se desmoronaba en el ocaso de su esplendor, atropellada por la codicia y los rencores de 8. Constituciones dell Ecuador, Biblioteca Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit”, 1835.
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quienes forjaron su grandeza; lo cual, a criterio de muchos historiadores, se había constituido en el apropiado instrumento para que el general Juan José Flores, afiance su obra separatista en la flamante república. Este mismo ejército, sometido a una forzosa para y a una formal desmovilización de sus fuerzas, significó un notorio contratiempo para el eficiente desarrollo de las actividades sociales y políticas previstas en el nuevo orden de cosas, pues carente de moral y de disciplina se constituyó en el permanente protagonista de la política nacional, ocupando altos puestos en la naciente burocracia. Anómalas condiciones que lastimosamente heredaría el ilustre Dr. Vicente Rocafuerte, al hacerse cargo de los destinos del Ecuador, como presidente interino primero y, más tarde como presidente constitucional desde el 8 de agosto de 1835. Inaugurada también con el inicio de la República la negra etapa del caudillismo militar, casi todas las ciudades se habían constituido en “guarniciones de numerosas tropas y un desproporcionado número de jefes y oficiales, en su mayor parte extranjeros que no podían avenirse en la inacción y que pronto por razones de economía, serían eliminados de los escalafones del servicio permanente; 150 de éstos habían sido sacados ya del país en marzo de 1831”. 9 La condición de mercenarismo implementada en el naciente Ecuador se hace presente a finales del año 1831, cuando se inician motines militares que por largos períodos no se lograron detener, lo cual converge a minar la capacidad moral del Ejército y deja al descubierto los actos de traición cometidos por ciertos militares granadinos que se hallaban al servicio de nuestro país. Esta situación, que se prolongaría hasta 1838 con permanentes levantamientos y revoluciones, que se sucedían casi interminables, propició el que los mercenarios extranjeros sirvan de instrumento a un caudillo y luego lo traicionen en forma interesada y degradante, orientando sus servicios a un nuevo cabecilla. La desvergüenza y la corrupción, la arbitrariedad y la descomposición moral fueron la característica de esta frenética muchedumbre armada, mal llamada ejército, cuyos miembros estaba acostumbrados a la costumbre de vencer, razón por la que todo criterio que no fuera el impuesto por la fuerza, no tenía validez alguna para los ojos de los soldados y oficiales. Por otra parte, la expedición del decreto citado, se debió a la presión de Flores parea evitar problemas con los soldados extranjeros, quienes eran su garantía para mantenerse en el poder. Efectivamente, Rocafuerte debió afrontar varias asonadas militares provocadas por oficiales, clases y soldados extranjeros, quienes prevalidos por su condición de combatientes del período independentista, consideraban que el Ecuador era tierra que “debía rendir tributo a su esfuerzo y participación en las guerras libertarias, cuando en verdad no eran más que oportunistas que podían lograr buenos réditos antes de regresar a su patria”. 10 Rocafuerte estaba convencido de que estos males tenían hondas raíces en la inmoralidad del ejército y no podían continuar formando parte de la milicia, razón por la que se requería de hombres forjados en una escuela de alta moral, de honor y de disciplina. Ante estas desfavorables condiciones, con su permanente energía para con los asuntos de la Patria y enfrentando frontalmente las mayores resistencias, Vicente Rocafuerte decidió 9. De la Torre, Carlos H., La Escuela Militar de Quito en los Cien Años de la República, En Andrade, Hernán y Tapia, Amílcar, Documentos para la Historia de la Escuela Militar 1830-1930, Centro de Estudios Históricos del Ejército Ecuatoriano, Quito, IGM, 1991, p. XX. 10. Medina, Eduardo, Las milicias luego de la independencia de América, Bogotá, Imprenta de Luis Rodríguez, 1945, p. 76.
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la creación de un instituto de instrucción militar para la formación de sus oficiales, depurando sus filas de elementos extranjeros y patrocinando desde el comienzo una real y moderna preparación castrense, cimentada en la honradez, la disciplina y la lealtad de sus elementos. Tenía la convicción de que todos los males terminarían con la presencia de nuevos elementos forjados en una escuela de alta moral, razón por la que insistió en la creación de un colegio militar en Quito. Por este motivo Rocafuerte se constituye en el verdadero fundador del Ejército Ecuatoriano. De allí que Remigio Romero y Cordero afirma: “Hagamos justicia a don Vicente Rocafuerte Bejarano, demostrando que a él le tocó el altísimo honor de haber fundado el verdadero Ejército nacional, ya que el 7 de julio de 1838 fundó el Colegio Militar en Quito”. 11 CREACIÓN DEL COLEGIO MILITAR. Dando cumplimiento a las disposiciones del Presidente de la República, el general Bernardo Daste, ministro de Guerra y Marina, el 6 de diciembre de 1837 se dirige mediante oficio a los comandantes generales de los distritos militares de Quito, Guayaquil y Cuenca, en el que se requiere “tratar de conseguir en el distrito de su mando, unos seis jóvenes de honradas familias, de edad de 15 a 18 años, de salud robusta, y de buenas costumbres, a fin de que entren en la precitada escuela en calidad de aspirantes; y de donde saldrán con el carácter de subtenientes, en el tiempo y del modo que designa el reglamento que deberá regir el establecimiento”.12 En esta comunicación se destacan la importancia de crear un establecimiento en el que se eduquen jóvenes de familias decentes para servir a los cuerpos del ejército, razón por la que el Presidente Rocafuerte ha resuelto abrir en la capital de la República una escuela militar orientada a la formación de buenos oficiales, apertura que tendrá lugar a principios de 1838. La circular finaliza disponiendo que la provisión de los pertinentes equipajes y el pago para ayuda de la manutención de los cadetes, fijada en cuarenta pesos anuales, por el tiempo de su permanencia en la escuela, corresponda a las familias de los alumnos calificados. Seis semanas más tarde, el ministro de Guerra y Marina se dirige nuevamente a los mismos comandantes generales de distrito, haciéndoles conocer que el Colegio Militar se abrirá oficialmente los primeros días del mes de febrero, disponiéndoles a la par el número de alumnos que cada unidad militar debe designar conforme a la ordenanza, es decir dos por cada compañía. Con fecha 8 de marzo de 1838, suscrito por el presidente Vicente Rocafuerte Bejarano, se expide el correspondiente decreto ejecutivo por el que se establece de manera oficial el Colegio Militar en la capital de la República; documento que lleva también la firma del ministro de Guerra y Marina, general Bernardo Daste. “Atendiendo a la necesidad de establecer un colejio (sic) militar en que se formen oficiales científicos para reemplazar las bajas del ejército: oído el dictamen del consejo de gobierno; he venido en decretar i decreto: Art. 1. Se establece en esta capital un colejio (sic) militar en que se recibirá el número de jóvenes que se designe en el reglamento que al efecto se dará, i bajo las condiciones que en él mismo se expresen. 11. Romero y Cordero, Remigio, El Ejército en Cien Años de Vida Republicana, CEHE, Quito, IGM, Quito, p. 146. 12. Gaceta del Ecuador. Archivo Biblioteca Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit” Primer Registro Auténtico Nacional No. 52, 1837.
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Art. 2. Este establecimiento tendrá un director, un subdirector, los profesores que se juzguen necesarios, dos ayudantes, i los sirvientes indispensables. Art. 3. Este colegio queda bajo la inspección inmediata del gobierno.” 13 Pero las diligencias administrativas y las necesarias adecuaciones del local destinado para funcionamiento del colegio, así también el proceso de calificación y reclutamiento de los aspirantes, retrasaron sustancialmente la fecha de inauguración del plantel de educación militar. Así, con fecha 28 de abril del mismo año, a pedido de la Dirección del Colegio Militar y por orden del ministro de Guerra y Marina, se publican algunas disposiciones para los aspirantes, mencionándose que la apertura del establecimiento se realizará el 1 de junio de 1838, a cuya fecha deben haber sido ya despachadas las solicitudes de los aspirantes a las becas militares. En su parte principal el aviso decía: “Para ser admitido cadete de la escuela militar ha de ser el pretendiente hijo de padres honrados, i debe saber leer i escribir corrientemente, i tener buena disposición personal para las funciones del servicio militar; mas de ningún modo se recibirán aquellos que en su constitución física manifiesten no poder soportar las fatigas de la guerra; su buena conducta es también una calidad indispensable, por lo que no se admitirán en manera alguna los que hayan sido despedidos de cualquiera colegio o corporación. La edad de los pretendientes debe ser de doce años cumplidos, hasta diez i ocho” 14 El aviso agregaba que, luego de que el supremo gobierno le acredite al aspirante como cadete de la escuela, el subdirector debía comunicar el particular a su padre o apoderado para que previo a su ingreso le provea de los artículos siguientes: seis camisas blancas, seis de color, seis calzoncillos, una docena de medias, tres pares de sábanas, una almohada, tres fundas, dos cobijas, un colchón, una cachucha de paño azul con su galón de oro de pulgada de ancho y su funda de hule, y en el lado izquierdo usarán la escarapela nacional; una casaca azul de cuello parado, solapa del mismo paño con vivo colorado, botón fino amarillo, y en la falda de la casaca llevará una estrella de oro; un pantalón del mismo color, y tanto este como el de la casaca deberá ser de paño fino; una levita corta de cuello parado, botón amarillo; un pantalón, y tanto este como la levita deben ser de paño azul de segunda clase; otro pantalón de dril blanco, un capote de barragán azul forrado en bayeta, cuatro pares de zapatos; dos pares de botines de paño azul, siendo uno de ellos fino; un par de botas; una espada ceñida: una mochila; dos corbatines negros; un estuche para afeitarse; una jarra y una taza para lavarse; unas tijeras; dos cepillos de dientes, uno de ropa y otro de limpiar botas; una corta plumas y un baúl; dos servilletas; tres paños de mano; dos cubiertos compuestos de cuchara, tenedor y cuchillo, y un vaso para tomar agua”. (Se mantiene la redacción original). EL ACTO INAUGURAL. La inauguración del Colegio Militar constituyó un verdadero acontecimiento de carácter nacional. Al acto concurrieron el personal directivo y docente, 16 alumnos de 13. Ibídem. 14. Ibídem. Gaceta del Ecuador, 8 de marzo de 1838.
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planta, el gobierno en pleno y lo más granado de la sociedad capitalina. Se inauguró y funcionó en su primera etapa en el local del Convento de San Buenaventura -hoy Convento de San Carlos-, aledaño al complejo monumental de la Iglesia de San Francisco, en la carrera Bolívar N. 24.15 La ceremonia de apertura del colegio se cumplió el 7 de julio de 1838, presidida por el presidente de la República, Vicente Rocafuerte Bejarano, la asistencia del ministro de Guerra y Marina, general Bernardo Daste y otras autoridades. En su discurso, Rocafuerte señaló: “Señores: La profesión de las armas ha sido la más honrosa en las naciones antiguas y modernas por las ventajas que proporciona a la sociedad y por los medios que ofrece a las almas privilegiadas para desenvolver las virtudes heroicas, que realza la gloria de la especie humana. La fuerza armada, elemento indispensable a todo gobierno para su defensa exterior y seguridad interior, se convierte en instrumento de tiranía cuando no está dirigida por la moral, el saber y el patriotismo. De aquí nace la necesidad de formar un plantel de jóvenes ciudadanos que, educados en los principios del más puro republicanismo, que, instruidos en los deberes militares que ligan al Estado y a sus semejantes; y que, penetrados del alto destino a que son llamados, se sujetan gustosos a las relaciones que existen entre jefes y subordinados, relaciones que derivándose de la misma naturaleza de las instituciones, son las más firmes bases de los principios de igualdad y de libertad.”16 LOS PRIMEROS PASOS. Respecto del nombramiento del primer director del Colegio Militar, Remigio Romero y Cordero afirma que: “No se puede afirmar, a punto fijo, quien fue el primer director del colegio, si el general Juan Hipólito Soulen, si el general Bernardo Daste, o el general español Antonio Martínez Pallares. En el concepto del capitán don Carlos H. de la Torre, por las listas de revista que reposan en el Ministerio de Guerra, Marina y Aviación, consta que, desde la fundación del colegio fue nombrado director el general Martínez Pallares. Lo que contradice al historiador Camilo Destruge que afirma haberse nombrado primero al general Soulen, luego al general Daste y por último a Martínez Pallares. Se puede conciliar estas dos opiniones y no es del todo aventurado conjeturar que los nombrados Soulen y Daste, no llegaron a posesionarse y que por último, la designación recayó en Martínez Pallares, el cual llegó a ser efectivamente el primer director del Colegio.17 El Colegio Militar funcionó, como se señaló, en la plaza de San Francisco. Sin embargo, la presencia de militares en tan céntrico lugar “causó desasosiego e intranquilidad en esta parte de la ciudad enseñada a una gran paz y tranquilidad. A pesar de las protestas, este colegio permitió avizorar lo que Rocafuerte había previsto, es decir que el Ejército tenga hombres cultos y preparados y no improvisados como había sido costumbre hasta ese entonces”.18 15. Orellana, Gonzalo J., “Resumen histórico del Ecuador 1830-1930, En “La Escuela Militar de Quito en los cien años de la República” Cap. Carlos H. de la Torre. Citado por: Andrade, Hernán y Tapia, Amílcar, Documentos para la historia de la Escuela Militar, 1830-1930, Centro de Estudios Históricos del Ejército, IGM, 1991, p. XXI. 16. “El Ejército Nacional”, 7 de julio de 1838, Biblioteca Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit” 17. Ibídem. Romero y Cordero, p. 148 18. Alvear, Francisco. El Quito del siglo XIX, Quito, Imprenta de J. L. Suárez, 1936, p. 76.
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Durante el primer año de labores, el personal directivo del plantel se ocupó en organizar todo, tanto en lo relacionado con el espacio físico del local, como en lo que tiene que ver con el material de enseñanza, el despacho de solicitudes de los aspirantes, los uniformes de los cadetes, etc., así como también se dictó el primer reglamento interno y plan de estudios, con inmediata vigencia. El plan de estudios inicial contenía las siguientes materias: ordenanza del Ejército; táctica de infantería, caballería y artillería; manejo del rifle de percusión y aguja; teoría y principios de tiro en las armas rayadas; manejo del sable, lanza, carabina, mosquetón de artillería y cañón u obús de montaña; esgrima de bayoneta; instrucción de guerrilla; gramática castellana; geografía, aritmética; Sistema Métrico Decimal y reglas de urbanidad. Este programa en los años subsiguientes fue ampliándose con la creación de nuevas cátedras. Por otro lado, se conoce que las materias de enseñanza en el campo militar eran el “Código de Leyes Militares”, de origen español, y la “Táctica de las Tres Armas”, esta última como compilación de los reglamentos españoles de 1836, la misma que había sufrido una gran transformación en lo doctrinario y aplicativo después de las guerras de independencia americana. Los programas de enseñanza, tanto de materias generales como de aplicación, en un principio fueron modestos pero fueron extendiéndose en forma concreta; así, en 1842, se crea la cátedra de filosofía; en 1844 la de ingeniería civil, amén de las matemáticas, historia, geografía, castellano, francés, táctica y códigos militares, que constaban desde el inicio.19 Entre los años 1838 y 1840 cursaron sus estudios solamente 16 alumnos, que posteriormente se incrementaron a 24 y finalmente a 27. En los cortos años de su existencia los resultados obtenidos fueron muy satisfactorios, si se tiene en cuenta que de sus aulas egresaron los ilustres generales José de Veintemilla, Bernardo Dávalos, Francisco Javier Salazar, Cornelio Vernaza, José Vicente Maldonado y Agustín Guerrero, figuras que en el tiempo hicieron honor a la institución armada y a la Patria toda. Mediante decreto de 14 de abril de 1839, el Senado y la Cámara de Representantes de la República, procedieron a la aprobación, en todas sus partes, del documento suscrito por el presidente Vicente Rocafuerte mediante el cual se creaba el Colegio Militar en Quito. Luego del triunfo de la revolución marcista el 6 de marzo de 1845, el colegio militar fue suspendido por disposición de José Félix Valdivieso, último presidente de la Convención Nacional y encargado del poder ejecutivo, en vista de los acontecimientos políticos y militares que generaron malestar y desasosiego que se prolongaría por varios meses. El 10 de abril de 1845 se expidió el decreto suspendiendo el funcionamiento de dicho centro de educación militar. Al respecto, varios historiadores coinciden en determinar que fue el mismo general Juan José Flores quien decretó la clausura temporal del instituto, a fin de aprovecharse de sus alumnos para engrosar las fuerzas que debían defender su gobierno combatido por la opinión pública y por la formidable revolución estallada ya en Guayaquil. 19.Ibídem.
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Capítulo II
UN PERÍODO DE INESTABILIDAD.
Palacio de Carondelet. Siglo XIX
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l período de 1845 a 1860 se caracteriza en lo político y militar porque sus cinco gobiernos toman, en mayor o menor grado, como bandera y programa la oposición al general Juan José Flores, Presidente Constitucional del 22 de septiembre de 1830 al 10 de septiembre de 1834, con un segundo período presidencial desde el 1 de febrero de 1839 al 31 de enero de 1843 y un tercer mandato iniciado el 1 de abril de 1843 y concluido abruptamente con la revolución del 6 de marzo de 1845. El período floreano se caracterizó por una gran inestabilidad, continuos sobresaltos civiles, revoluciones y cuartelazos promovidos por militares extranjeros –fundamentalmente colombianos y venezolanos- quienes se habían radicado en el país luego de la separación del Ecuador de la Gran Colombia. Desde el punto de vista político, el país sufrió muchos cambios repentinos y radicales en los altos mandos castrenses y dirigentes políticos que luchaban entre sí por mantener y obtener el poder. Como resultado de tan convulsionado proceso, el Ecuador tuvo tres Constituciones que se promulgaron al amparo de los intereses mezquinos de quienes las elaboraban, buscando su propio beneficio, más nunca el de los habitantes. Delazon Smith, agente especial de los Estados Unidos en el Ecuador describe la situación del país en el gobierno de Flores. “En una extensión de 500 millas en el territorio ecuatoriano he encontrado ignorancia, indolencia, pobreza, falta de honradez y envilecimiento en las clases populares, como egoísmo, falsía, ambición sórdida, avaricia y venganza en los dirigentes de las multitudes inconscientes. El país es casi tan miserable como los que lo habitan, y el 90 por ciento de los habitantes no sabe leer ni escribir. Se sostiene un gobierno que gasta un millón de pesos anuales, con una renta que no excede de 600 a 700 mil pesos por año. El pueblo está, en todas partes, dominado por el manto negro de un clero ignorante, licencioso, indolente y numeroso. La capital de Ecuador participa de un movimiento retrógrado general de lo que fue 40 años antes, y es tan ignorante e intolerante como entonces. No hay en Quito sino un periódico muy pequeño y muy malo. Ninguna obra de filosofía, de ciencia, de gobierno, de arte, se ha publicado aquí en muchos años.”20 Como consecuencia de todo este panorama, la paralización del adelanto económico, desarrollo industrial, cultural y social fue evidente a lo largo del territorio nacional. “Se diría que los dirigentes del Ecuador eligieron el camino más arriesgado y arduo, en el sentir del Libertador, para resolver sus asuntos políticos y administrativos, y era el sistema de una democracia extrema, con sus ribetes de jacobinismo, que venía prevaleciendo desde 1830”.21 Ante las graves circunstancias, Flores debió rectificar una y otra vez su gestión pues se hallaba muy presionado por la élite militar que pugnaba por mantener sus privilegios supuestamente por un “derecho de justicia al haber contribuido a la pacificación de esta parte de la antigua Nueva Granada”. 22 20. Smith, Delazon, “Informe sobre el Ecuador y el gobierno del general Juan José Flores de la nueva República del Ecuador en América del Sur”, En Informe a la Secretaría de Estado, Washington, Ediciones de la Universidad de Washington, 1961, Biblioteca Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit, Quito. 21.Villalba, Jorge, El Presidente Juan José Flores, Separata, Ediciones Archivo Juan José Flores, Quito, Ediciones PUCE, 1980, p. 54. 22.Villavicencio, Arsenio. La tercera administración del general Juan José Flores, Cuenca, Imprenta de L. Cordero, 1925, p. 97.
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Prueba de su interés fue el mensaje dirigido a la Convención de 1843 en donde expuso la conveniencia de adoptar una democracia más conservadora, caracterizada porque la “frecuente mudanza de magistrados es una de las causas de sacudimientos y trastornos.” 23 La Convención que se reunió en Quito el 15 de enero de 1843 promulgó una Constitución con un carácter marcadamente menos democrático que la promulgada por Rocafuerte años atrás, ya que restringía el acceso a las funciones legislativas: prolongaba el período de los diputados a ocho años y de los senadores a doce y la sucesión de sesiones parlamentarias tan sólo de cuatro en cuatro años. Creaba los consejos provinciales, como auxiliares de los gobernadores para el adelanto material, intelectual y moral de su jurisdicción. Por otro lado, le otorgaba al primer mandatario atribuciones extraordinarias como el recurso de fuerza y reclamo ante las cámaras, aprobación de los tratados, la declaración de la “Patria en peligro”, la concesión de privilegios exclusivos, el examen de todas las cuentas ministeriales, la intervención en el nombramiento de las altas dignidades eclesiásticas y civiles y en la distribución del presupuesto, la total sujeción del ejército al gobierno… En fin, se trataba de una injerencia excesiva e irresponsable sobre todos los poderes del Estado. Sin embargo sería la ampliación del período presidencial a ocho años lo que más había de irritar al pueblo. Así que, poco tuvo que hacer la oposición para persuadir a los pobladores que tal ley no era otra cosa que una “Carta de Esclavitud”, de la cual se valía el omnipotente mandatario para perpetuarse en el poder. A pesar de todo, la nueva Constitución quedó sancionada el 31 de marzo de 1843, fecha en la cual fue elegido Flores nuevamente como Presidente de la República. Rocafuerte, senador por Cuenca, rompió definitivamente sus lazos con Flores, indignado más por su reelección que por sus afanes dictatoriales. Viajó a Lima para desde allí preparar su ataque contra el presidente. Alrededor suyo se agruparon muchos refugiados ecuatorianos que residían precariamente en el vecino país sureño. Entre ellos se encontraba Pedro Moncayo, notable escritor ibarreño, amigo, admirador y confidente de Flores, pero que por razones personales se había vuelto su adversario. En sus buenos tiempos, Flores lo había designado como cónsul del Ecuador en Piura y le había remitido previamente el proyecto de la Constitución que se iba a tratar en la Convención de 1843. A su vez, Moncayo, en un ambiente de confianza, le dijo “Yo creo, mi general, que la mala inteligencia que se nota entre el gobierno y los señores de la oposición resulta más de la falta de franqueza. Todos temen que V.E. quiera perpetuarse en el mando y que la Convención haga desaparecer para siempre no las ilusiones de la libertad, sino sus goces verdaderos. Yo no juzgo así. Porque ¿cómo consentiría V.E. en comprometer un nombre histórico por ocho o diez años más de mando, cuando V.E. tiene de su lado lo que importa más al hombre público, la fama, una verdadera gloria y el prestigio que ellas aseguran? V.E. es más grande en el retiro de la Elvira que bajo los doseles del palacio; porque, en el primer caso, V.E. dará un ejemplo tan raro en los anales del mundo, la dimisión del mando teniendo el poder y los medios de conservarlo….V.E. me dispensará estas observaciones.” 24 23. Villalba, Jorge, S. I. “Los gobiernos marcistas o la reacción antifloreana” En, Historia del Ecuador, T. 6, 1980, Salvat Editores, Gráficas Stella, S. A, Navarra, España. 1982, p.53. 24. Rivadeneira, Alfredo. El doctor Pedro Moncayo Esparza, Ibarra, Imprenta de R. J. Proaño, 1928, p. 90.
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Los amigos de Flores en Paita, entre ellos Manuela Sáenz, previnieron al presidente sobre los sospechosos manejos de Moncayo contra su gobierno y su relación con Rocafuerte. No olvidemos que este último era enemigo acérrimo de la “Libertadora del Libertador” en razón de que la expulsó del territorio ecuatoriano por temor a que Manuela vengara la muerte de su hermano el general Sáenz, quien se opuso tenazmente al gobierno de Rocafuerte. Manuela Sáenz comentaba a Flores. “Usted señor, tiene el defecto de criar cuervos para que le saquen los ojos… Querría ser su madre para reprenderle…”. Otro de los leales amigos de Flores que le advirtieron de su error político fue el general Tomás Wright, comandante de la plaza de Guayaquil, a su vez Jefe del Ejército, quien había constatado como los magnates guayaquileños preparaban una revuelta contra su gobierno. Otro amigo de ese entonces era el coronel José María Urbina. Amigo y protegido, edecán de Flores, miembro de la Constituyente de 1843, luego de lo cual fue nombrado gobernador de Manabí. Desde Portoviejo le escribía a Flores: “El correo me ha traído noticias muy alarmantes de Guayaquil, dadas por el Gral. Wright y otras personas de igual crédito. Semejantes noticias me dejan lleno de amargura; pues ellas me prueban que, lejos de haberse extinguido, como yo lo creía fundamentalmente, germinan y van desarrollándose ciertas pasiones y sentimientos cuya existencia amenaza la tranquilidad pública...” 25 Sin embargo, poco tiempo después, Urbina traicionaría a Flores y se convertiría en uno de sus enemigos. El Ecuador era una fragua y todo lo que faltaba era la propagación del fuego. José Joaquín de Olmedo decía: “Todos conocían que las causas más o menos remotas de un sacudimiento general, se iba aglomerando, creciendo en fuerza, y aproximándose a una explosión, como las materias inflamables, que producen los terremotos y tempestades”. Rocafuerte fue quien prendió el fuego, sumado a los dardos de Pedro Moncayo, quien desde su periódico “Linterna Mágica” escrito con “la pluma de Timón y la tinta de Diógenes, había llamado como por padrón a todos los hombres del gobierno, deslustrando su fama y produciendo impresiones tanto más hondas cuanto mayores eran el interés y el entusiasmo con que recibía y leía.” 26 La razón de tanta inquina se debió a que la Constitución de 1843 produjo grandes resentimientos entre el clero, que ambicioso y acostumbrado a sus canonjías, al verse impedido de mantener sus privilegios, se lanzó contra Flores. A ellos debe sumarse el impuesto general de tres pesos y cuatro reales menos a indios y esclavos, fue calificado como “funesto, oneroso y terrible” pese a que luego fue levantado. Los enemigos de Flores trajeron el recuerdo del asesinato de Sucre, toda vez que el general era uno de los supuestos inculpados en el trágico fin del insigne “Abel de América”; el fiasco de la expedición a Nueva Granada, ya que el gobernante pretendió mantener el territorio de Pasto y Popayán como ecuatoriano, pero fue derrotado por Obando, lo que produjo un grave problema al interior del país; la fallida negociación limítrofe con el Perú; la omnipresencia y poder de los militares extranjeros -12 de los 15 generales no eran ecuatorianos-; de haberle arrebatado al país la libertad de imprenta, con insolencia y por leyes bárbaramente absurdas; de la notoria y portentosa dilapidación de las rentas públicas, que fue el crimen más prominente de la administración floreana. 25. Ibídem. 26. Le Gohuir Raud, José María, S. I., Historia de la República del Ecuador, Colección Grupo Aymesa, Vol. 3, Quito, Nina Comunicaciones.
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Las familias más notables de Guayaquil participaron directamente en la revuelta, citando entre otras, a los Cucalón, Camba, Valverde, Merino, Franco, Casilaris, Caamaño, Millán, Molestina, Paredes, Montalvo, Monroy, Jado, Robles, Bodero, Boloña, Vallejo, quienes sintieron el impacto de los manifiestos “A la Nación” lanzados por Rocafuerte de Lima entre 1843 y 1845.27 Preciso es suponer que desde la protesta de Rocafuerte en la Convención de 1843, Flores había redoblado la vigilancia a nivel nacional y conocía cuanto los liberales intentaban en su contra. Sin embargo, las cosas estaban en su peor momento, ya que la promulgación de la Constitución de 1843 comenzó a traer graves problemas sociales en el país. El primer ataque de ira popular se dio en el pueblo de Puntal, hoy Bolívar, provincia del Carchi, cuando se pregonó el bando correspondiente que fue acogido al grito de “Mueran los tres pesos”. En igual forma, la asonada se dio en otros pueblos de Imbabura, Chimborazo y Pichincha. Flores comprendió, entonces, que la imposición del impuesto de tres pesos había de traer muchos inconvenientes a su gobierno como los ya iniciados en los pueblos antes mencionados y que seguía extendiéndose por todo el país, razón por la que ordenó suspenderlo de inmediato; en igual forma, dispuso que todo cabecilla que se pronunciara contra el mandatario, sea tomado prisionero de manera urgente. Por su parte, el general Otamendi, acérrimo partidario de Flores, temido por su comportamiento sanguinario y sus arbitrariedades, se hallaba en Guayaquil, fingiendo haberse enemistado con el gobernante, en contacto con los conspiradores, mientras de manera secreta, se hallaba en contacto con M. Espantoso, gobernador del Guayas y el general Tomás Wright, comandante del puerto, quienes fueron informados por el coronel Fernando Ayarza, confidente de Otamendi, de que el coronel Francisco Jado, comandante del Resguardo era uno de los involucrados en el movimiento. El 24 de febrero fue apresado y embarcado en la fragata “Guayas” con rumbo a México. Comandante del “Guayas” era el coronel Francisco Robles, quien se puso de acuerdo con Jado y en botes huyeron a Tumbes. Tras de todo ello se hallaba Vicente Ramón Roca, quien fue el alma de la conspiración, quien no solamente paseaba por todos los círculos la idea revolucionaria, sino que fue quien más interés puso para que se concrete el movimiento. Con el objeto de neutralizar la acción de Ayarza, Roca difundió la intriga entre las autoridades en el sentido de que era un traidor, haciéndolo aparecer como mentalizador de la huida de Jado y Robles, con la seguridad de que al verse injustamente destituido, este jefe se pasaría irritado a la revolución con todo el influjo que ejercía sobre su cuerpo militar. Efectivamente, este contubernio dio resultado, ya que el día 6 de marzo se presentó Ayarza en el cuartel de artillería ganado de antemano, en compañía del general Antonio Elizalde, jefe militar del movimiento, del coronel Valverde y de los comandantes Merino, Puga y Guillermo Franco, luego de lo cual se proclamó la insurrección y acudieron los jóvenes a armarse contra el gobierno.28 A las tres de la tarde del 6 de marzo de 1845, el comandante de la plaza, general Tomás Wright, juntamente con el general González y el coronel Díaz, atacaron el 27. Andrade, Roberto, Historia del Ecuador, Tomo 9, Biblioteca de Historia Ecuatoriana, Quito, Corporación Editora Ecuatoriana, 1984, p.269. 28. Ibídem. Le Gohuir, p. 193.
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cuartel de artillería; sin embargo fue rechazado frontalmente. Murieron 100 soldados gobiernistas y 600 del lado liberal. Finalmente Wright fue derrotado y obligado a entregar tropas, armas, pertrechos y embarcaciones de guerra. El pueblo en gran asamblea designó como miembros del supremo gobierno a personajes de prestigio que representaban a los tres departamentos: Quito, Guayaquil y Cuenca: José Joaquín de Olmedo, el más moral, ilustrado y respetado; Vicente Ramón Roca, el más activo y experto y Diego Noboa, muy estimado en Guayaquil. Secretario General fue designado Pablo Merino, quien luego renunció para ocupar las funciones de gobernador del Guayas; en su reemplazo se nombró a J. M. Cucalón. General en jefe del Ejército se designó al general Antonio Elizalde y al coronel Ayarza se le dio el grado de general. La Asamblea declaró nulos los actos, leyes y decretos posteriores al día en que terminó el período de Flores, ya que se desconoció como legítima la elección de Flores en 1843. Uno de los primeros actos de la revolución marcista fue la de cambiar la bandera nacional. Inspirándose en el pabellón del año 20 “Guayaquil Independiente” ideado por Olmedo, adoptaron la enseña de tres franjas paralelas al asta, blancas las extremas y la del medio, azul con tres estrellas. El día seis de noviembre del mismo año de 1845, la Convención modificó la bandera en la forma siguiente: “El pabellón nacional se compondrá de tres cuarteles: el del centro será azul celeste, y blancos los dos extremos, expresando los colores naturales del cielo del Ecuador. En el cuartel del azul se pondrán siete estrellas, como símbolo de las siete provincias que componen la República.” 29 GOBIERNOS DE ROCA Y URBINA. Luego de la revolución marcista, Vicente Ramón Roca fue designado miembro del gobierno provisorio el 7 de marzo de 1845 y luego designado Presidente Constitucional el 8 de diciembre de 1845. Concluyó su mandato el 15 de octubre de 1849. Por su actitud seria y circunspecta, por su firmeza moderada y constante, por su conducta previsiva y comúnmente ajustada a la Constitución, Roca fue uno de los mandatarios más correctos, firmes y dignos que ha tenido la República. Fuera de su persecución a los colaboradores el anterior régimen floreano, todos, sin exceptuar sus enemigos, hubieron de reconocer que Roca “guardó las formas republicanas dentro del terreno legal, y que la oposición estuvo en el goce de todas las garantías apetecibles.” 30 Desde el punto de vista militar, Roca consideró que el ejército debía hallarse regularizado tanto en su norma legal cuanto en su misma administración. Para ello designó como ministro de Guerra al general José María Guerrero, “uno de los oficiales más probos y rectos que tenía el Ejército, razón por la que gozaba de la estima, respeto y aprecio de los oficiales y miembros del Ejército, cuyos mandos medios y subalternos se sometieron de buena gana a su mando y conducción…” 31 Durante los siete años de vigencia del Colegio Militar fundado por Vicente Rocafuerte, la actividad cumplida por el primer centro de educación militar se desarrolló 29. Espinosa Pólit, Aurelio, S. I. La Bandera ecuatoriana. Conferencia en la Academia Nacional de Historia de Quito, julio de 1960, Biblioteca Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit” de Cotocollao. 30. González, Teodoro, El Ecuador desde 1830 a 1850, Quito, Editorial Ecuatoriana, 1962, p. 98. 31. Daste, Fernando, Biografías Nacionales, Quito, s/e, 1945, p. 90
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con bastante regularidad, a pesar de que la disciplina interna del plantel estuvo un tanto alterada, sin duda por los acontecimientos políticos debidos al derrocamiento del presidente Juan José Flores. Con posterioridad, en 1851 se produjo una gran conmoción al interior de los cuadros del ejército, originada en el decreto de la Constituyente de 1850, por el que se daba de baja a la mayor parte de los jefes y oficiales que combatieron a la llamada “Carta de la Esclavitud”, que terminó con el derrocamiento del poder del general Juan José Flores. Situación que fue explotada por el general José María Urbina, estallando un movimiento armado en Guayaquil el 17 de julio de 1851, que lo designo como jefe supremo del país, el 24. Urbina se caracterizó por dominar todo el período marcista desde su adhesión al triunvirato de 1845 pese a su condición de gobernador de Flores, hasta su apoyo directo al presidente Francisco Robles. En cuanto se proclamó jefe supremo, decretó 35
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la manumisión de los esclavos y destinó gran parte del presupuesto para indemniza a los propietarios. Luego de un encendido debate entre los representantes de la Costa y la Sierra sobre el plazo para ejecutar este decreto, la Asamblea Constituyente se decidió por la manumisión inmediata. Fue un duro golpe para algunos latifundistas serranos, ya que muchos de los libertos emigraron hacia la Costa en busca de mejores fuentes de trabajo.32 Estas y otras medidas requerían el apoyo del pueblo y el sostén de las armas. El pueblo y sobre todo las clases menos protegidas estaban con él, pero le faltaba organización y presencia ciudadana Así pues, consolidó al ejército poniendo los sueldos al día en la medida de lo posible, alfabetizando al personal, dotándole de armamento y recursos logísticos. Urbina creó una fuerza especial de afroecuatorianos libertos conocidos como “Tauras”, siendo una temida fuerza de choque, que llegó a convertirse en su guardia personal que reprimió con eficacia a floreanos y golpistas. La oposición a Urbina, liderada por los terratenientes y la Iglesia, terminó desencadenando una nueva crisis política que debió ser afrontada por el nuevo presidente Francisco Robles quien ocupó la primera magistratura del 16 de octubre de 1856 al 31 de agosto de 1859. Este presidente tuvo muchos inconvenientes de orden político que llegaron a su clímax, al concluir su mandato, por una situación de orden externa: la actitud del diplomático peruano Cavero, enviado al Ecuador con fines de provocación. Persistió en su intento hasta lograr que el gobierno lo declarara persona no grata. Bastó esto para que el gobierno peruano viera en ello, una casus belli. Esto permitió que el presidente del Perú, Ramón Castilla viese la mejor oportunidad para invadir el Ecuador, aprovechando el distanciamiento cada vez mayor entre civiles y militares luego del fracaso de los gobiernos de Urbina y Robles. Esta peligrosa situación resultaba altamente comprometedora para el Ecuador ya que había noticias de que Colombia y Perú mantenían conversaciones secretas para repartirse el territorio nacional, pero más que ello Castilla deseaba imponer como límites del Perú con Ecuador la cédula real de 1802, por la cual segregaba territorios de la zona amazónica perteneciente al Ecuador para constituir un obispado misional en Mainas. Ante la amenaza peruana, en Quito, una asamblea popular apoyada por las fuerzas de guarnición que permanecían en la ciudad, proclamó un gobierno civil constituido por Gabriel García Moreno, Jerónimo Carrión y Pacífico Chiriboga. El norte y el centro del país se adhirieron a este triunvirato. Otros gobiernos se formaron en el sur del Ecuador: en Cuenca el gobierno de Jerónimo Carrión, en Loja el de Manuel Carrión Pinzano. Y lo más grave de todo es que el general Guillermo Franco derrocó al general Robles y se autoproclamó como jefe supremo del país.33 El país se sumió en el caos. Desesperado por permanecer en el poder, el general Franco pidió ayuda al presidente peruano Castilla, quien desembarcó en el puerto de Guayaquil con 5.000 hombres. Alrededor de un año permanecieron allí barcos y tropas peruanas, las cuales cometieron toda clase de tropelías contra los indefensos 32. Valverde, Joaquín, Historia laboral del Ecuador, Cuenca, Imprenta y Tipografía Salesiana, 1956, p. 76. Ver también una publicación de Ministerio de Trabajo y Recursos Humanos, Quito, abril de 2001. 33. Cevallos García, Gabriel. Período Gwarciano, en, Historia del Ecuador, Vol. 6, Salvat Editores, 1980, Gráficas Estella, Navarra, 1982, p. 81
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ciudadanos. Pero lo más grave de todo fue que Franco firmó el tratado de Mapasingue el 2 de diciembre de 1859, convalidando parte de las pretensiones peruanas, lo cual levantó una ola de protestas en todo el Ecuador. Gabriel García Moreno fue el líder natural de la oposición a Franco y al ejército invasor. Organizó de manera inmediata un cuerpo de milicias mal armado y falto de preparación táctica con el que se enfrentó a las tropas de Franco que se hallaban bien pertrechadas, dueñas de posiciones casi imbatibles y apoyadas por las armas y hombres del Perú, las que derrotaron al improvisado ejército. Vino en auxilio de García Moreno el general Juan José Flores, que había sido expulsado del país luego de las revueltas de marzo de 1845. La experiencia y astucia de Flores fueron la garantía para levantar un nuevo ejército que acometió mediante acciones bélicas precisas y rápidas. Derrotó a Franco y logró que este huyera junto con su protector Castilla luego de propinarle afrentosas derrotas.34 34. Ibídem. González, p. 114.
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GABRIEL GARCÍA MORENO. En enero de 1861, García Moreno asume la primera magistratura. Sus gobiernos se caracterizan por el énfasis en la educación y en la obra pública, pero también por un autoritarismo que parecía formar parte de la esencia política de la nación y cuyos coletazos perduraron a lo largo de su historia. Una de sus principales actividades fue la de convertir al ejército en un instrumento de paz pública y prepararlo para que se convierta en una garantía para la defensa del país y los ciudadanos. Contrastaba aquello con tres décadas de una organización militar liderada por caudillos formados al calor de las luchas independentistas que asumían tener el derecho a gobernar la República. El gobierno garciano, fruto de un pronunciamiento civilista, acometió la empresa de colocar al ejército en el marco de la ley, dedicar a los oficiales a sus funciones técnicas y a los altos jefes a sus tareas de estudio. La tecnificación del ejército y el prestigio de la carrera militar fueron su objetivo. Lo primero que hizo fue elaborar nuevas ordenanzas militares, aboliendo caducas preeminencias que hacía del grupo armado un elemento antipopular razón por la que lo despolitizó, dio de baja a los oficiales que según su criterio no merecían estar en el ejército, redujo el número de soldados, prohibió el enrolamiento de mercenarios o voluntarios y exigió que los miembros de la milicia tengan rango y carrera institucional. Junto a las nuevas normas se implantaron usos nuevos y modernas enseñanzas que permitieron el mejoramiento técnico y moral. Se reorganizó la Escuela de Marina y se creó una nueva Escuela Regimentaria para formación de oficiales, según métodos adoptados recientemente en España y Francia.35 Con el fin de poner fin a los problemas castrenses, el 26 de abril de 1861 la Convención Nacional presidida por el general Juan José Flores expide la Ley Orgánica del Ejército, la misma que entra en vigencia al día siguiente luego de que Mariano Cueva, Encargado del Poder Ejecutivo, firmara el pertinente “ejecútese”. Entre otros temas, la ley señala: “De la fuerza armada. Art. 1. La fuerza armada se divide en terrestre y marítima. Esta última se organizará por una ley especial. Art. 2. La fuerza terrestre se divide en Ejército Permanente y en Guardia Nacional. Ésta se organizará por una ley. Art. 3. El objeto de la fuerza armada es defender la nación, sostener las instituciones y apoyar al gobierno. Art. 4. La fuerza armada traiciona sus deberes cuando no defiende la Patria, atenta contra su Constitución y desobedece al gobierno, y en los demás casos que designa el Código Penal.”36 El Artículo 85 dispone que “Habrá una Escuela Militar en la capital y en ella estudiarán todas las armas. El Poder Ejecutivo organizará por un decreto especial y expedirá los reglamentos que estimare necesarios”.37 35. Ibídem. Cevallos, p. 89 36. Ibídem. BAEP. El Nacional, 27 de abril de 1861. 37. Ibídem.
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Es indudable que García Moreno fue un modernizador del ejército ecuatoriano, considerando que el soldado debía ser un servidor incondicional del gobierno. Remigio Crespo Toral dice refiriéndose al pensamiento de este gobernante: “En paz y en guerra, la milicia resultó ser la gran incubadora de la soberanía. Resucitó para nuevos destinos de sangre y para apaciguar las contracciones de sus fauces….La milicia es una de las más sobresalientes representaciones de la nacionalidad: como el aire y la luz para todos los partidos y para defensa de las garantías de todos los ciudadanos, sin distinción alguna… En los años de su gobierno, el militarismo no asomó, sino afuera; casi no hubo pronunciamientos de cuartel, y los castigos más solemnes y terribles del temido Presidente cayeron sobre los militares revoltosos”.38 38. Crespo Toral, Remigio, Selección de Ensayos, Quito, Editorial Ecuatoriana, 1936, p. 427
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CREACIÓN DE LA ESCUELA REGIMENTAL DE ARTILLERÍA. Una vez que los problemas políticos fueron superados en gran medida, el gobierno de García Moreno se dedicó, entre otras cosas, a poner orden en el ámbito militar. Para ello consideró conveniente la formación de oficiales en el arma de artillería, para lo cual la Convención Nacional decreta el 3 de junio de 1861 el establecimiento de una Escuela Regimental de Artillería en la ciudad de Quito, la misma que funcionaría anexa al regimiento de esa arma. El Presidente de la República, puso el “ejecútese” al decreto tres días más tarde. El texto del mencionado documento dice: “Art. 1. Habrá en la capital de la República una Escuela Regimentaria de Artillería, anexa al rejimiento (sic) de esta arma; y concurrirán a ella, en clase de alumnos, los oficiales de la brigada maniobrera y los aspirantes, cuyo número no excederá de diez y seis, a razón de ocho por cada batería”.39 Dispuso que la enseñanza dure cuatro años y medio, en los cuales se dictarán nueve cursos, uno en cada semestre, contraídos a las materias siguientes: tratado elemental de artillería, gramática, geografía, aritmética, álgebra, geometría rectilínea y esférica, geometría práctica e industrial, series, geometría analítica de dos y tres dimensiones, geometría descriptiva con aplicación al corte de madera y piedras, elementos de cálculo diferencial e integral, estática, dinámica, principios de hidrostática e hidrodinámica, elementos de química aplicada a la artillería, mecánica aplicada, geografía, traducción del francés, el inglés y el alemán, sombras y perspectiva lineal, dibujo geométrico, artillería, fortificación permanente y de campaña, elementos de literatura y esgrima, lo cual de suyo era novedoso para su tiempo, toda vez que nunca se habían siquiera conocido materias como la esgrima y mucho menos que los aspirantes cursen un programa de estudios tan intenso y académico. Expidió además un reglamento de uniformes para el ejército, en consideración que “el arreglo del uniforme en las diferentes armas influye eficazmente en la disciplina del ejército”. García Moreno dispuso además la reapertura de la Escuela Militar que había sido cerrada por Flores en sus combinaciones políticas por decreto ejecutivo del 10 de abril de 1845. 40 En la segunda presidencia de García Moreno se promulgó una nueva Constitución para ejecutar sin trabas su proyecto de modernización. La Asamblea Constituyente duró 104 días y sesionó de manera continua, incluso por las noches, con excepción de los días domingos “por precepto de fe”. Promulgó la octava Constitución, reformó los Códigos Civil y de Enjuiciamiento Penal y Militar; dictó leyes de elecciones, construyó caminos vecinales, creó cajas de ahorro y bancos hipotecarios. ESTABLECIMIENTO DE LA ESCUELA PRÁCTICA DE CADETES. En la consideración de que “mientras se establezca un Colegio Militar en que se estudie de una manera fundamental y completa el arte de la guerra, conviene tener un plantel destinado a formar oficiales subalternos que puedan servir útilmente en los cuerpos del Ejército y Guardia Nacional llamada al servicio”, mediante decreto del presidente interino Gabriel García Moreno, fechado el 2 de abril de 1869, se dispone el establecimiento de una Escuela Práctica de Cadetes: 39. Ibídem. BAEP, El Nacional, 7 de junio de 1861. 40. Suárez, Juan Benigno, El señor García Moreno, insigne presidente del Ecuador, Loja, Imprenta de L. Valdivieso, 1935, p. 90
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“Art. 1. Habrá en la capital de la República, provisionalmente hasta que se instale el Colegio Militar, una Escuela Práctica de Cadetes, en la que se enseñará lo necesario para el desempeño de los empleos de subteniente y teniente de compañía, abanderado, porta estandarte y ayudante de cuerpo.” 41 Para ello hizo varios llamados para los jóvenes que quieran sentar plaza de cadetes en la escuela práctica, previo el cumplimiento de varias aptitudes como la de tener aptitudes para el servicio militar, buena conducta, saber leer, escribir y las cuatro operaciones fundamentales de aritmética con números enteros, contar y por lo menos, doce años de edad. Las materias que se enseñaron fueron: ordenanzas del ejército, táctica de infantería, caballería y artillería, manejo del rifle de percusión y de aguja, teoría y práctica del tiro de las armas rayadas, manejo de sable, lanza, carabina, mosquetón de artillería y cañón u obús de montaña, esgrima de bayoneta, instrucción de guerrilla, gramática castellana, geografía, aritmética, sistema métrico decimal y reglas de urbanidad. La reapertura de la Escuela Militar se produjo el 2 de abril de 1869 mediante decreto del presidente García Moreno, con la nueva identidad de “Escuela Práctica de Cadetes”. Este hecho puede considerarse como uno de los actos de mayor trascendencia al interior del Ejército ecuatoriano, a pesar de que no era una escuela militar en la verdadera acepción de la palabra. Carlos De la Torre dice: “Entre el año de 1868 y 1869, cabe afirmar que la época de la Escuela reorganizada por García Moreno, es la más brillante por muchos conceptos. Su organización interna, así como su reglamentación, satisfacen a las exigencias y adelantos profesionales de la época. Su E. el Presidente, interviene directamente en todos los asuntos de la Escuela: los atiende con gran solicitud y los resuelve pronto y con eficacia. Es él mismo, el Presidente de la República, quien elige los candidatos para alumnos de entre lo más connotado de la sociedad y las condiciones de óptima conducta y antecedentes, llevan consigo un apreciable factor social, que en lo futuro beneficiará el prestigio de la Institución Armada, venido tan a menos por las constantes de paisanos a los cuadros. Tanto se identifica con la Escuela el señor Presidente, que pronto le motejaron con el sobrenombre de ´Ruco Cadete´ (Viejo Cadete)”. 42 Quince días después del decreto de creación de la Escuela Práctica, es decir el día 17 de los mismos mes y año, el presidente interino de la República, Dr. Gabriel García Moreno, dicta el Reglamento para la Escuela Práctica de Cadetes “Por cuanto es necesario establecer reglas fijas y adecuadas al servicio en la Escuela Práctica de Cadetes”. Por vez primera se implementa un régimen disciplinario que permitirá a futuro normar la formación militar de los cadetes; en igual forma, se tomará como base para establecer normas conductuales en los cuarteles, en los que “solamente después de García Moreno se podría decir que hubo vida militar, ya que sus disposiciones fueron claras y muy exigentes sobre todo en el hecho de permanecer en los recintos, toda vez que era costumbre que los soldados salgan donde sus familias a pasar la noche y quienes no las tenían se refugiaban donde las guarichas con el consecuente problema social y moral, ya que al día siguiente no se presentaban a los cuarteles. Disciplinariamente eran muy relajados e indolentes y no había forma alguna de que cumplan con sus deberes militares, a no ser por el castigo y la 41. Ibídem. BAEP, El Nacional, Quito, 2 de abril de 1869 42. Ibídem. Tapia & Andrade, p. XXIII.
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imposición. Todo ello hacía de los soldados gente irresponsable e indolente y si permanecían en estos lugares era por la poca e impuntual paga que hacían los gobiernos de turno”. 43 En cuanto a la formación de los cadetes, éstos eran internos y externos, es decir aquellos que vivían en los cuarteles y aquellos que lo hacían en sus casas. Sin embargo, poco a poco se fue normando la obligación de que todos debían permanecer en los recintos militares. Los primeros debían levantarse a las cinco de la mañana, ya que a esa hora se tocaba diana, levantándose con la compostura y decencia debidas. Para que los cadetes obtengan el despacho de subteniente o alférez en caso de vacantes en los cuerpos u oficinas militares, se requería den un examen de las materias. Respecto de táctica a los destinados a la infantería o caballería solo se les exigía dar una razón de su arma hasta la última lección, inclusive de la instrucción de la compañía o escuadrón según el caso. En cuanto al pensum de estudios, los alumnos debían cursar variadas e importantes materias civiles y militares, como son ordenanza del Ejército; táctica de infantería, caballería y artillería; manejo del rifle de percusión y aguja; teoría y principios de tiro en las armas rayadas; manejo del sable, lanza, carabina, mosquetón de artillería y cañón u obús de montaña; esgrima de bayoneta; instrucción de guerrilla; gramática castellana; geografía; aritmética; Sistema Métrico Decimal y reglas de urbanidad. Este programa, en los años subsiguientes, fue ampliándose con la creación de nuevas cátedras; así, en 1871, se crea la asignación de francés, y en 1872, las de historia universal, lógica, procesos militares, álgebra, geometría, trigonometría esférica y cosmografía. En agosto de 1870 fue dispuesta la realización de un curso de tiro para los alumnos de la Escuela, el mismo que fue auspiciado por el Ministerio de Guerra y Marina y debía desarrollarse en veinte lecciones. La Escuela Práctica de Cadetes fue organizada inicialmente en los claustros de San Agustín, donde actualmente se levanta el Teatro Sucre, y luego continuó su actividad en la casa N. 32 de la carrera Venezuela. Para el período lectivo 1875-1876, este centro de formación militar contaba con 30 cadetes. Con el asesinato del presidente García Moreno el 6 de agosto de 1875, “la Escuela perdió no solamente su fundador, sino a su verdadero apoyo y sostenedor; y, es así, que al finalizar el año de 1875, el instituto entra en franca decadencia, como que esta obra no hubiera sido sino de carácter personal del ilustre mandatario, hasta que el 6 de febrero de 1876, decretada su clausura definitiva por el presidente Dr. Antonio Borrero, deja con este hecho definida mejor su personalidad, hasta cierto punto, ingrata para la institución armada”.44
43. Hernández, Rafael, Cnel. “El Ejército en los años de García Moreno”, en Revista del Batallón Vencedores, s/e, 1970, p. 42. 44. Ibídem. Tapia & Andrade, p. XXIV.
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Capítulo III
REAPERTURA Y DIFICULTADES.
Iglesia de San Francisco. Siglo XIX
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A
penas asesinado el presidente Gabriel García Moreno, Antonio Flores Jijón, hijo del general Juan José Flores, fue candidatizado por un sector del partido conservador para optar por la Presidencia de la República; sin embargo, debido a su arrogancia, fue derrotado por Antonio Borrero, luego de lo cual se fue a vivir a Nueva York. Flores Jijón regresó al país siete años después para participar en la última fase de la guerra de la restauración contra Ignacio de Veintemilla. El 9 de julio de 1883 participa en la batalla de Guayaquil, como general honorario y director de la reserva de milicia, coronó el cerro de Santa Ana, ocupó el norte de la ciudad y liberó a los presos que habían sido tomados por Veintemilla. Brevemente fue diputado por la provincia de Pichincha en la Convención de 1883 en la que propuso la abolición del diezmo. En la administración del presidente José María Plácido Caamaño, fue ministro plenipotenciario en Europa y tramitó con el Vaticano la sustitución del diezmo. Allí conoció al Papa León XIII con quien guardó estrecha amistad y recibió muchas muestras de consideración. El presidente Caamaño proclamó la candidatura de Flores Jijón para el período de 1888 a 1892, en donde triunfó con 30.000 votos; sin embargo Flores se hallaba en París cuando le llegó la noticia de su elección como Presidente de la República. Pretendió renunciar a ella, pero el cardenal Rampolla, nuncio papal, le convención de que no lo hiciera. El presidente Plácido Caamaño, una vez culminado su mandato, entregó el poder al Congreso, el cual proclamó a Antonio Flores Jijón como nuevo dignatario del país. Flores Jijón llegó al poder con gran prestigio como financiero, rico terrateniente y hombre preparado para la administración pública. Antonio Flores Jijón fue miembro de la Real Academia Española de la Lengua, lo que garantizaba su condición de hombre culto y académico. Sin embargo, en su administración destaca el hecho de que varios cargos públicos fueron desempeñados por parientes inmediatos, así como de antiguos colaboradores de Caamaño, causa por la que el pueblo calificó al gobierno de Flores Jijón como “de la argolla”. Es indudable que la mayoría de historiadores coincide en que el gobierno de Flores Jijón fue un período de progreso y desarrollo, ya que respetó la libertad de prensa y guardó coherencia con sus opositores políticos. Por otro lado, desde el punto de vista económico, le preocupó mucho la reorganización de la hacienda pública, en razón de que la obra en materia económica de sus dos ilustres antecesores, Rocafuerte y García Moreno, resultaba para finales de siglo XIX completamente desfasada. En estas circunstancias, trató de suprimir viejas fuentes de ingresos como los diezmos para sustituirlas con otras más técnicas o fáciles de recaudar. Pretendió rehabilitar el crédito público venido a menos en el gobierno anterior para lo cual restauró el servicio de la deuda pública, poniéndose en primer lugar de acuerdo con los tenedores de bonos de deuda externa, con el fin de lograr nuevos préstamos para la obra del ferrocarril andino. También las aduanas, los estancos, los catastros, timbres y otros esquemas de ingreso fiscal, fueron revisados en su gobierno. Otros de sus logros fue el aumento de presupuesto destinado a la educación. Flores Jijón debió afrontar varios problemas sobre todo de carácter político y religioso que se presentaron en su gobierno. Tuvo una férrea oposición de la Iglesia que no quería perder sus privilegios relacionados con la supresión de los diezmos, razón
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por la que tuvo la feroz oposición de algunos obispos, la cual debió ser controlada por el Papa que debió intervenir directamente para moderarlos y defender al presidente. El prelado Ignacio Ordóñez, arzobispo de Quito, se opuso tenazmente a que Ecuador concurriera a la Exposición Universal de París a celebrarse en 1889 con oportunidad de celebrar el centenario de la Revolución Francesa: “No correspondía a una República consagrada oficialmente al Sagrado Corazón de Jesús tomar parte en la celebración de la gran fecha en que comenzó la apostasía social”1. Por ello, el Congreso negó el presupuesto de 10.000 sucres para esta participación. En esta circunstancia, Flores presentó su renuncia a la presidencia; sin embargo el Congreso no aceptó su dimisión. Como contraparte, los exportadores guayaquileños le dieron 20.000 sucres y Ecuador expuso en su pabellón de 100 metros cuadrados cacao, café, algodón, quina, maderas, cereales y una docena de otros productos a más de una colección arqueológica precolombina, “causando admiración la presencia de un pequeño país sudamericano en un evento de carácter universal, al cual creían pobre en extremo, por lo que franceses se impresionaron de la riqueza productiva de este desconocido país”.45 En cuanto a su relación con el periodismo, Flores Jijón demostró gran tolerancia y respeto por los periódicos de la época. En Guayaquil existían los diarios “Los Andes”, “La Nación”, “El Globo”, “Diario de Avisos” que se distinguía por tener la colaboración de Abelardo Moncayo. En Quito, existían “El Telegrama”, “El Semanario Popular”, temiendo como colaboradores a Pablo Herrera, Juan León Mera, Camilo Ponce, José Modesto Espinosa y Clemente Ponce. Es importante anotar que en casi en todas las capitales de provincia habían pequeños periódicos, destacándose entre otros los publicados en Cuenca tales como; “La Verdad” y “La Libertad”. Es de advertir por otro lado que el gobierno de Antonio Flores Jijón se caracterizó por ser un gobierno de relativa paz, ya que no hubo hechos de armas como fue costumbre en los gobiernos anteriores. Cumplido los cuatro años de su mandato, Antonio Flores Jijón, entregó el mando a Luis Cordero Crespo, quien ocupó la primera magistratura a partir del 1 de julio de 1892. Desde el punto de vista militar, vemos que el 12 de octubre de 1875, en el gobierno de Antonio Borrero Cortázar, se autorizó el acuartelamiento de los guardias nacionales en vista de que los políticos veían que el ejército seguía cumpliendo con un papel preponderante en la vida del país. Para 1878, en el gobierno de Ignacio de Veintemilla, se dio una nueva organización militar con el fin de evitar que las fuerzas nacionales entren en el conflicto político del 25 de mayo de 1882. En estas circunstancias, se acuarteló a todos los militares llamados en esa época cuerpos de guardia para evitar que triunfe la fuerza restauradora en 1998 que llevaría al poder a José María Plácido Caamaño. Para 1884, se distribuyó a los soldados y batallones conforme a la Ley de de División Territorial entonces vigente, luego de lo cual en 1887 se creó el Batallón de la Guardia Nacional en Pichincha, lo que permitió convertir a los guardias en verdaderos soldados. En esta circunstancia Flores consideró que el ejército debía recuperar su prestigio y credibilidad ya que luego de la muerte de García Moreno, había comenzado un periodo de inestabilidad por razones de falta de profesionalismo de parte de sus jefes y superiores debido al cierre del Colegio Militar. 45. Garaicoa, Heriberto, “El pensamiento militar en tiempo del presidente Flores Jijón” en: Revista del Colegio Vicente Rocafuerte de Guayaquil, p 48.
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Por lo tanto, el presidente fue muy consciente de la urgente necesidad de restablecer el Colegio Militar en Quito y la Escuela Naval en Guayaquil, para lo cual el 4 de octubre de 1888 el ministro de Guerra Julio Sáenz emite una circular sobre la reapertura del Colegio Militar, inspirándose “en el pensamiento y sentimiento de García Moreno cuando abrió el Colegio Militar, atendiendo al hecho de que los oficiales debían ser debidamente preparados no solamente en el conocimiento de las armas y su manejo, sino también en el campo científico con el aprendizaje de materias tales como cosmografía, matemáticas y otras afines que formarán su mente y corazón”. REAPERTURA DEL COLEGIO MILITAR. La circular del 4 de octubre de 1888, resaltaba, entre otras cosas, que: “para ser admitido a cadete ha de ser el pretendiente hijo de padres honrados: debe saber leer y escribir corrientemente, haber estudiado gramática castellana y tener buena conducta”.46 El 16 del mismo mes, el presidente Antonio Flores a través de Julio Sáenz ministro de Guerra, decreta el restablecimiento del Colegio Militar, y señala: “Art. 2. Fórmase en dicho establecimiento, además de la clase de alumnos internos, otra de externos a la cual concurrirán, alternativamente, cada dos años y por cada uno de los cuerpos de línea, dos oficiales y dos sargentos segundos que por lo menos sean versados en las materias de instrucción primaria, debiendo unos y otros seguir pasando revista en sus respectivas compañías o planas mayores mientras dure el tiempo de sus estudios”. “Art. 4. Los alumnos externos estudiarán también la instrucción del tiro sin omitir ninguno de los pormenores, aprenderán la esgrima del florete y espada sable a pie y a caballo, taquigrafía y correspondencia militar debiendo ejercitarse en tales cosas, siquiera tres horas en la semana durante los dos años en que ha de darse y completarse la enseñanza de las materias que puntualiza el artículo anterior.” 47 Las materias a dictarse en esta escuela eran “Leyes penales militares, Ley Orgánica Militar, servicio de campaña, organización y servicio de los estados mayores, táctica superior o aplicada, guerra de montaña, principios de fortificación de campaña y aplicación de ésta, principios de logística o castrametación, rudimentos de derecho constitucional, Constitución de la República, tiro, esgrima de sable y florete a pie y a caballo, taquigrafía y correspondencia militar, matemáticas inferiores y superiores”. Sin discusión alguna, este plan de estudios era ya de índole superior, es decir solamente para aspirantes a oficiales, pero no para individuos de tropa. “Las clases del nuevo Colegio Militar se están llevando con seriedad y exigencia conforme lo decreto el Señor ministro de Guerra, procurando que los exámenes sean rigurosos y exigentes para preparar valiosos elementos que garanticen un nuevo ejército.”48 El Colegio Militar funcionó en las instalaciones del Regimiento de Artillería, ubicado en la actual calle Montúfar, entre Manabí y Esmeraldas; cuartel militar que en varias ocasiones fue protagonista de asonadas armadas en la vida republicana del país, cuyo local fue cedido a la Policía Nacional en el año 1952. 46. Ibídem. BAEP, Diario Oficial, octubre de 1888. 47. Ibídem. 48. Informe de José Javier Guevara Subsecretario de Guerra, al ministro de Guerra Julio Sáenz, 1 de enero de 1889. BAE. Informes y documentos, 1889
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Pintura en el Palacio Nacional de Gobierno.
En el gobierno de Flores se produjo no solamente la reapertura del Colegio Militar, sino que también se promulgaron reformas trascendentales del Código Militar. La de mayor trascendencia es la supresión definitiva de los castigos corporales que se daban en el ejército, mediante reforma del 20 de febrero de 1883. Era común entonces, la existencia de sistemas humillantes y castigos groseros que se infligía a las tropas: baños a deshora en estanques cerrados, insultos, latigazos, ejercicios exagerados e inhumanos, como por ejemplo cargar piedras cuesta arriba de una loma a otra sin importar el desfallecimiento de los soldados. El oficial azotaba las espaldas de los soldados con los sables o le cruzaba la cara a bofetadas sin que haya la mínima posibilidad de reclamo alguno. El jefe procedía a puntapiés con el oficial, éste con los clases, los últimos con los soldados rasos, para colmo estos últimos se pegaban con los asistentes y ayudantes de cuartel, razón por lo que todo era temor y miedo. según el número de palos, latigazos o torturas que sufría el infractor.
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Quito a finales del siglo XIX.
VIDA MILITAR. Hacia fines del siglo XIX, aquellos militares que había sido preparados en una escuela militar se les conocía como oficiales de rango “es decir quienes habían estudiado y recibido instrucción militar especializada”. Se conocían como oficiales incorporados aquellos que sin haber estudiado en la escuela militar se habían distinguido en acciones militares por su valor y coraje alcanzando grados militares reconocidos por la superioridad y refrendados por el gobierno. Éstos no pasaban del grado de sargento mayor. Los oficiales asimilados se caracterizaban también por tener ciertos conocimientos específicos de materias militares que habían sido adquiridas a lo largo de su vida y permanencia en el ejército. El sueldo de un general era de mil sucres mensuales; de un coronel setecientos sucres y el de un teniente cien. No podemos olvidar que el Ecuador asumió al sucre como moneda oficial del país a partir del 22 de marzo de 1884. La tropa se dividía en dos partes: los llamados asimilados, que habían ingresado a la carrera militar desde soldados rasos y los llamados enganchados que eran pagados directamente por ciertos políticos o militares de rango para intervenir en acciones militares concretas. Los primeros estaban obligados a permanecer en los cuarteles, llevar uniformes, conocer el manejo de armas y reglamentos, en tanto que los segundos simplemente participaban en contiendas militares cuando eran requeridos para ello. En el primer caso los asimilados recibían sueldo del Estado siempre y cuando consten en las listas o nóminas de jornales. Un sargento grado máximo ganaba setenta sucres y el soldado raso quince; en tanto que los enganchados generalmente recibían su paga en raciones alimenticias, ropa y alimentos que eran retiradas por sus mujeres llamadas comúnmente “guarichas”. 50
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Cuerpo directivo del Colegio MIlitar. 1911.
Se conoce que para 1890 los soldados estaban obligados a aprender a leer y escribir, cosa que no era necesario antes de esta fecha a pesar de que García Moreno había dispuesto que no podían permanecer en los cuarteles quienes no tuvieran este conocimiento, disposición que dejo de aplicarse después de su muerte en 1865. Por lo tanto se estimaba según informes de los ministros de guerra que para 1890 el 40 % de los soldados “sabía leer y escribir, saber cuentas y números, redactar cartas y leer básicamente sobre todo los reglamentos militares, los cuales evitaban los castigos corporales que nunca dejaron de ejecutarse”. Para el caso de los oficiales era necesario que sepan no solamente leer y escribir sino también una básica instrucción académica. En 1895 se establece por primera vez en el Batallón “Imbabura” el que los oficiales rindan exámenes para poder ascender al rango inmediato, esto produjo una reacción violenta de los afectados pero se impuso la firme decisión del gobierno de Luis Cordero Crespo. Curiosamente, en los cuarteles los soldados podían tener la condición de internos o “apegados” y externos; en el primer caso, permanecían en sus cuarteles quienes no tenían familia en el sitio el cual se hallaba la unidad militar; en tanto que los externos podían retirarse a sus casas, lo que generalmente permitía actos de indisciplina debido a que no había responsabilidad en el cumplimiento de labores militares… En fin la vida militar era muy dura y compleja, lo que permitía la indisciplina y el abandono de los lugares militares por las razones que hemos señalado.49 LA ESCUELA ALEMANA. La presencia militar alemana se dio en América a finales del siglo XIX cuando Chile fue el primer país en contratar un instructor alemán en la persona del capitán Emil 49. Abellán, Julio. “Estampas militares”, en Revista del Ilustre Municipio de Tulcán, Carchi, 1928, página 14.
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Körner, lo que provocó una reacción en cadena entre otros ejércitos sudamericanos. En 1895, por estimulación del para entonces general Emil Körner, Chile contrató una misión de casi 30 oficiales europeos. En esa circunstancia, Perú invitó en 1896 a una misión francesa. Uno de los cambios introducidos por los alemanes en Chile fue que en 1900 se introdujo el servicio militar obligatorio basado en el modelo prusiano, con lo cual comenzó la modernización de los ejércitos latinoamericanos bajo el lema “Si vis pacem, para bellum” (si deseas la paz, prepara la guerra), período conocido como de “la paz armada”.50 Temiendo el rápido crecimiento de la fuerza militar de Chile y una guerra decidiendo la suerte de la Patagonia, desde 1899 Argentina también contrató a instructores alemanes. Antes de 1910, Bolivia mandaba a sus oficiales a Chile para que se formen en su escuela militar; luego de ello, Bolivia, se convirtió en el tercer país en contratar una misión militar alemana dirigida por el general Kundt.51 Para la segunda década del siglo XX, la propia Alemania también veía una atractiva oportunidad de enviar misiones a los países que habían recibido misiones militares chilenas, a través de las cuales conocían la técnica de guerra y la organización bélica alemana. De esa manera, la Alemania imperial tenía la posibilidad de acrecentar su influencia militar y promover sus ventas de armamento. Entre 1911-1914 se hacían negociaciones públicas y secretas por medio de las cuales Alemania enviaría misiones a Brasil, y, por la vía chilena, es decir mediante misiones del Ejército de Chile a Ecuador, Colombia y Paraguay. En Berlín, en el Wehrministerium se justificó el trabajo para fortalecer las misiones militares chilenas como un período necesario para una futura misión alemana De los cuatro países elegidos, al final sólo a Asunción llegó una misión alemana en 1914. Aunque después de 4 años de postergación, Brasil rechazó el plan de recibir una misión alemana, entre 1910-1912 envió a 18 oficiales brasileños a Alemania para cursos de perfeccionamiento. Uno de sus relativos fracasos fue el no haber podido atraer a su área de influencia al ejército ecuatoriano, a pesar que este país había pedido el apoyo y asesoramiento de la misión militar chilena -entre 1901-1905-; y, que una segunda misión se iniciaría en 1911. Sin embargo comprendió que sus intereses se hallaban bien asegurados, ya que los chilenos eran los garantes de su estrategia, pensamiento y acción militar.
50. Franz Hugolino Ritz, La Misión Militar Alemana en Chile, Santiago de Chile, Editorial Vulcano, 1976, p. 98. Ver también el artículo “Los ejércitos de América del Sur en la primera década del siglo XX” de Juan Pindal, Revista de Carabineros de Chile, No. 18, p. 65 51. Ibídem. p. 113
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Cadetes del Colegio MIlitar. c. 1915.
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Capítulo IV
LA ESCUELA MILITAR AL FINAL DEL SIGLO XIX.
Plaza Mayor de Quito. Fines del siglo XIX
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EL GOBIERNO DE CORDERO
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esde el punto de vista político, Luis Cordero Crespo representaba a la nueva corriente llamada “Progresismo”, la cual se caracterizaba por ser de origen conservador moderado, de fuerte impronta civilista y por lo mismo firme defensor de la supremacía de la ley. Buscaba la consolidación de las instituciones republicanas alejadas del personalismo caudillista, y por proyectos de reactivación de la economía regional y nacional, todo ello ligado a la cultura de la mediación política antes que de la violencia. El progresismo ecuatoriano, tendencia que abarca aproximadamente cincuenta años de la historia ecuatoriana hasta 1895, no aparece como un movimiento de ideología o de composición social compacta que haya sido articulado por objetivos comunes claramente determinados, y posiblemente este rasgo ha motivado que la historiografía nacional no le conceda un especial espacio de interés.52 Cordero ganó la presidencia después de una reñida contienda con Camilo Ponce Ortiz, viejo aspirante al solio por el partido Conservador. El general Francisco Javier Salazar, candidato oficialista, falleció en Guayaquil cuando llegaba a enfrentar la campaña. Cordero tenía el respaldo de Caamaño, que impuso sus criterios dentro del partido Progresista, manteniendo esa influencia un tanto negativa que había dado origen al nombre de “la argolla” muy conocida en el gobierno de Flores Jijón. En su ideología, era un espíritu cercano a las ideales liberales, enemigo de todo extremismo. En Cuenca había fundado una “Sociedad Anticonservadora”, que dentro de los círculos políticos fue conocida más bien como “Sociedad Antigarciana” para oponerse políticamente a García Moreno. Tuvo la precaución de continuar con los principios y criterios del su predecesor del Dr. Flores Jijón; sin embargo, en el transcurso de su gobierno tuvo que afrontar un desequilibrio en la economía nacional, en la que los ingresos eran inferiores a los egresos. Su lucha se orientó a buscar fórmulas para nivelar el presupuesto y cubrir los gastos que demandaba la administración. Enfrentó con entereza los problemas fiscales, derivados también del incremento que iba adquiriendo para entonces la economía nacional. Quiso formar un gobierno de coalición, integrando un gabinete con personas de diferentes tendencias. Pero no tuvo éxito en este propósito, pues las banderías políticas que venían funcionando desde hace mucho tiempo, continuaron. Los liberales no quisieron aprovechar de esta apertura propuesta por el presidente. Le acusaron, más bien, de imprecisión en las medidas que adoptaba el gobierno para enfrentar la crisis. A finales de 1893 se presentaron conflictos con el Perú causados por la no aceptación de ese país del Tratado Herrera-García. Intervinieron la Santa Sede y la representación diplomática de Colombia para evitar una guerra que parecía inminente. En medio de esa situación nada halagadora, Cordero demostró gran interés por la educación popular y en todo momento respetó las instituciones. Desde 1894, los liberales le hicieron durísima guerra, que incluyó levantamientos armados en la zona de la Costa, concebidos y conducidos por el manabita Eloy Alfaro. Cuando la situación se vio enormemente comprometida, el presidente presentó su dimisión el 26 de diciembre de 1894, la cual no fue aceptada. 52. Cárdenas Reyes, María Cristina, “El Progresismo ecuatoriano en el siglo XIX. La reforma del presidente Antonio Flores (1888-1892)” En Revista Andes No. 18, Antropología e Historia. Centro de Estudios Promocionales de Investigación en Historia y Antropología, p. 1
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Pintura en el Palacio Nacional.
A comienzos de 1895, un incidente internacional conmocionó al país. Durante la guerra entre chinos y japoneses, Chile había establecido el negocio de la venta de un barco al Japón, pero como había declarado previamente la neutralidad en el conflicto, no podía realizar la transacción. Solicitó, entonces, la intervención del Ecuador, como una especie de intermediario. El asunto fue manejado por el ex presidente Caamaño, a la sazón gobernador del Guayas, quien pretendió ayudar a Chile, previo el pago de una jugosa comisión. Se realizó la transacción, pero se cometió el error de permitir de que empezara su navegación con bandera ecuatoriana. Se levantó enseguida un alboroto nacional, hábilmente fomentado por los políticos de oposición. Las consecuencias fueron fatales para el presidente Cordero. Fue atacado por los conservadores con Camilo Ponce a la cabeza y por Luis Felipe Borja por parte de los liberales. Cordero destituyó a su amigo Caamaño de la gobernación del Guayas, pero ya la opinión se había vuelto contra el mandatario. Al caso le dieron el nombre de “Venta de la bandera”.
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Se produjeron movimientos revolucionarios en Milagro, con Pedro J. Montero; así como en Ibarra y en Quito en donde hubo grandes revueltas provocadas por los conservadores a favor de Camilo Ponce Ortiz causando más de 100 muertos, razón por la que, y en vista de tan graves confrontaciones, se vio obligado a renunciar ante el Congreso. A menos de dos meses de este suceso, se inició la revolución liberal que acabó con el progresismo e instaló el liberalismo, como una nueva etapa dentro de nuestra historia nacional. REAPERTURA DEL COLEGIO MILITAR. Una de las actividades destacadas del gobierno de Cordero fue mejorar las Escuelas Militar y Náutica. Para el caso de la Escuela Militar que venía funcionando desde el gobierno del presidente Flores Jijón, se había terminado el contrato suscrito con el coronel Ángel Polibio Chávez, luego de que habían egresado los primeros seis oficiales, con el grado de subteniente. Por este motivo, el Colegio Militar suspendió sus actividades y mantuvo un compás de espera respecto de la decisión que sobre el particular adopte el nuevo gobierno. Luego de las respectivas consultas, el Congreso Nacional se pronunció decretando el 8 de agosto de 1892 el restablecimiento de dicho instituto de formación militar, autorizando al Poder Ejecutivo para que contrate en Europa los profesores necesarios al efecto. El decreto en referencia dice textualmente: “Art. 1. A la brevedad posible establecerá el gobierno una Escuela de Clases y un Colegio Militar en Quito; lo propio que una Escuela Naval en Guayaquil, que funcionará en uno de los buques de la Armada de la República. Art. 2. Se autoriza al Poder Ejecutivo para que contrate en Europa los profesores necesarios para la dirección del Colegio Militar y la Escuela Naval. Art. 3. Mientras se consigan los profesores de que habla el artículo anterior y de no ser éstos suficientes, cada uno de los Jefes en servicio activo de la plaza de Guayaquil está obligado a servir gratuitamente una clase de la Escuela Naval, y los de Quito, la Escuela de Clases o el Colegio Militar. Art. 5. Lo necesario para la instalación y sostenimiento de la Escuela Naval, la de Clases y el Colegio Militar, se sacará de la partida destinada en el presupuesto para el Ejército y la Armada; completándose, caso de faltar, con el fondo destinado a gastos extraordinarios.” 53 Cuando Cordero conoció del decreto legislativo, lo objetó parcialmente el 16 de septiembre de 1892, dirigiéndose a los legisladores para señalar que: “El Art. 1 de la ley sobre creación del Colegio Militar y Escuela Naval, aprobado en 8 de agosto del presente año, es inútil, porque la ley del 13 de agosto de 1888, facultó al Ejecutivo para restablecer a la brevedad posible el Colegio Militar en la Capital de la República y la Escuela Naval en la ciudad de Guayaquil y además, está vigente en su mayor parte el tratado X, título I del Código Militar sobre la materia. El Art. 2 es igualmente inútil porque por la ley de Instrucción pública está autorizado el Ejecutivo para contratar profesores extranjeros. El Art. 3 es inconveniente y destruiría el actual Colegio de Cadetes, porque los Jefes de los cuerpos que se hallan en servicio desatenderían sus obligaciones, por atender al profesorado o al contrario; y, en caso de movilización de las fuerzas de su mando, desaparecerían de hecho 53. El Diario Oficial, 20 de septiembre de 1892, BAEP.
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las asignaturas de su cargo. Por estas razones, y de acuerdo con el parecer del Consejo de Estado, tengo a bien objetar el referido proyecto de ley.- Luis Cordero”.54 No obstante, el proceso de restablecimiento del Colegio Militar siguió su curso, y para el 5 de septiembre del mismo año, el Congreso Nacional dispuso que la planta de cadetes debiera ser al menos de 10 y máximo de 60. El correspondiente “ejecútese” fue suscrito por el presidente Luis Cordero el 13 de septiembre del mismo año. El 26 de septiembre de 1892, el ministro de Guerra y Marina, general José María Sarasti, envía a los gobernadores de todas las provincias una circular marcada con el número 21, que dice: “Deseando el supremo gobierno atender cuanto antes a la más perfecta organización del Colegio Militar, recuerdo a Usted el oficio que al respecto dirigió este Ministerio, con fecha 4 de 0ctubre de 1888, a fin de que, a la brevedad posible, procure enviar uno o dos jóvenes de la provincia a su mando siempre que reúnan las condiciones puntualizadas en el oficio citado”.55 Con fecha 22 de octubre de 1892, el ministro de Guerra y Marina, general José María Sarasti, le hace conocer al coronel José Antonio Polanco la decisión del Presidente de la República para designarle director del Colegio Militar. El gobernador de Pichincha, don Benjamín Chiriboga, debidamente autorizado por el Presidente de la República, suscribe el 12 de diciembre de 1892 con el doctor Florentino Uribe el pertinente contrato de arrendamiento de su casa quinta ubicada en la avenida Diez de Agosto, entre Bogotá y Caracas de la ciudad de Quito (actual edificio del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social), la cual se extiende hasta la actual avenida América por el costado occidental, destinado para funcionamiento del Colegio Militar. El personal directivo y el de profesores, fue nombrado íntegramente de entre lo más destacado de los cuadros militares y lo más reputado de la intelectualidad capitalina. Para la dirección y subdirección fueron designados el coronel José Antonio Polanco y el teniente coronel Ricardo Cornejo, respectivamente. El profesorado estaba integrado por los notables profesionales: teniente coronel Adolfo Zaldumbide B., teniente coronel Dr. Juan R. Orejuela, capitán de fragata Víctor Zamora y don Julián Andrade.El día elegido para la inauguración del Colegio Militar fue el 12 de octubre de 1892. El acto revistió los caracteres de uno de los más brillantes acontecimientos sociales, con la presencia del gobierno en pleno, lo más conspicuo y destacado de la sociedad y la presencia de la mujer quiteña. El establecimiento funcionó sin interrupción hasta julio de 1895, en que desaparece por la transformación política de la revolución liberal, sin que haya mediado ningún decreto de clausura. En el último año de actividad el establecimiento contaba con 35 alumnos. PROPUESTA PARA OTORGAR BECAS EN EL EXTERIOR. Por vez primera un mandatario ecuatoriano considera la necesidad de enviar a estudiar a Europa a cadetes de la Escuela Militar del Ecuador con el objeto de que tengan una sólida preparación militar. Era proverbial el adelanto alcanzado por 54. Ibídem. 55. Diario Oficial, 5 de octubre de 1892, Circular No. 21, BAEP.
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los ejércitos europeos, sobre todos los prusianos, quienes habían incursionado con misiones en América a partir de 1885. Esto hizo pensar al director de la Escuela Militar, quien se dirigió al presidente Cordero explicando que los “cadetes ecuatorianos lograrían aprender el manejo de armas modernas, intercambio de personal y recibirían una asesoría técnica especializada, la cual sería muy beneficioso para nuestro ejército.”56 Mediante decreto de 30 de agosto de 1894, el Congreso Nacional faculta al Ejecutivo para que pueda enviar a algún colegio militar de Europa, en calidad de becarios internos, a 4 jóvenes ecuatorianos de nacimiento con aptitudes para la carrera de las armas, a fin de que se les instruya en forma teórica y práctica en cuanto se relaciona con la actividad castrense. El “ejecútese” por parte del Presidente Luis Cordero Crespo fue suscrito el 18 de septiembre del mismo año. El decreto en referencia determinaba los requisistos para acceder a las becas y señala que quienes, sin causa justificada, volviere de Europa antes de haber concluido sus estudios, indemnizarán a la Nación de todo gasto. Este decreto no pudo ser cumplido por el cambio de gobierno; sin embargo, en el gobierno liberal de Eloy Alfaro si se cumplió con este cometido. CADETES EN FUNCIÓN DE DOCENTES. Con fecha 9 de octubre de 1894, el teniente coronel Adolfo Zambrano, subdirector del Colegio Militar, se dirige al director de dicho establecimiento educativo proponiendo su contingente y el de los alumnos a su cargo para la enseñanza de los ejercicios militares en las escuelas primarias de la ciudad de Quito. El documento en mención fue trasladado por el coronel José Antonio Polanco, director del Colegio Militar, a conocimiento del ministro de Guerra y Marina, general José María Sarasti, para que por su intermedio sea consultado el Presidente de la República y resuelva lo conveniente. Realizada la consulta, el día 10 del mismo mes y año, el ministro de Guerra y Marina le remite oficio al subdirector de estudios de la provincia de Pichincha en los siguientes términos: “Con fecha de ayer se ha dirigido a este Ministerio, por órgano de la Dirección del Colegio Militar, el Sr. Subdirector del mismo establecimiento, Teniente Coronel D. Adolfo Zambrano B., con el patriótico objeto de ofrecer sus servicios para la enseñanza de los ejercicios militares a los niños de las escuelas de esta Capital… Me es grato comunicar a U. que S. E. el Presidente de la República, en atención al patriotismo, inteligencia, ilustración y más cualidades que a U. adornan, ha tenido a bien nombrarle para Inspector Militar ad honorem de las escuelas de niños de esta Capital. Para el desempeño de dicho cargo, se servirá U. tener presentes las instrucciones que siguen: 1. U. procederá en todos los actos relativos a su cargo de inspector militar de las escuelas, de acuerdo con el Sr. Subdirector de Estudios de esta provincia. 2. Queda U. autorizado para emplear a los alumnos del Colegio Militar, siempre que no sea con menoscabo de sus deberes y que procedan bajo la inmediata dirección de U., en la enseñanza de los ejercicios militares a los niños de las escuelas. 3. Como hay varias de éstas en la Capital y no podrá extenderse a todas ellas la acción 56. Informe del coronel Antonio Polanco, Directo de la Escuela Militar al Presidente Cordero, 10 de septiembre de 1894, BAEP. Varios
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directa de U. y de los cadetes, se le faculta a U. para que, previo el consentimiento de los respectivos Jefes de los cuerpos de Línea, designe U. entre los oficiales y sargentos de éstos, a los que sean más idóneos para dirigir en las demás escuelas los ejercicios militares de los niños. 4. U. se servirá organizar, como lo crea conveniente, la enseñanza militar en las escuelas, procediendo también de acuerdo con los Institutores de ellas, para designar el día, la hora y el sitio donde deban verificarse los ejercicios militares de los niños.” 57 En febrero de 1895 las actividades políticas y militares del general Eloy Alfaro se hallaban en su apogeo tanto a nivel interno cuanto externo. El general Pedro J. Montero y Enrique Valdez se levantaron en armas el 12 de febrero en Milagro; otros lo hicieron en Daule el 18 del mismo mes, aunque con fatales resultados; otro levantamiento se registró en Tulcán el 26 de marzo; similares movimientos hubo en el sur del país, dirigidos por los generales Julio Andrade y Emilio Terán; otros en Latacunga y Guaranda, a órdenes del general Francisco Hipólito Moncayo; también en la provincia de El Oro, donde se alzó en armas el coronel Manuel Serrano; y finalmente en Los Ríos, al mando del joven manabita Plutarco Bowen. En estas circunstancias, el comandante general de la plaza de Guayaquil, Reinaldo Flores, optó por promover la conformación de una Junta Patriótica, lo que facilitó enormemente a los liberales la continuación de su cometido, provocando el inminente pronunciamiento revolucionario y la toma de los cuarteles de Guayaquil, proclamando Jefe Civil y Militar a Ignacio Robles. Sus miembros suscribieron el acta de autonomía libertaria, y el 5 de junio de 1895, designaron al general Eloy Alfaro como Jefe Supremo de la República y General en Jefe del Ejército. Tras una campaña fulminante, el general Eloy Alfaro entró triunfante en la capital de la República el mes de septiembre de 1895. Con el triunfo de la Revolución Liberal y el poder en manos del general Alfaro, el nuevo orden de cosas en el país motivó una seria de transformaciones en el campo administrativo y significativos cambios en el mando del ejército nacional. Una de las consecuencias de la implantación del nuevo gobierno liberal, fue la suspensión temporal del funcionamiento del Colegio Militar, estado que se prolongaría por más de cuatro años.
57. Diario Oficial, 25 de octubre de 1894, BAEP
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Cap铆tulo V
EL COLEGIO MILITAR EN EL GOBIERNO DEL GENERAL ELOY ALFARO.
Palacio de la Exposici贸n. Siglo XX .
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BREVE ANÁLISIS DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL.
L
a decisión de Eloy Alfaro para enfrentar los equivocados procedimientos gubernativos de la época y su carácter, fueron puestos de manifiesto el 4 de junio de 1864 en el sitio “Colorado”, muy cerca de Montecristi, en la provincia de Manabí cuando acompañado de 8 amigos toma preso momentáneamente al gobernador de Manabí. Inicia así una lucha de décadas por sus ideales. Desde aquel día, la acción liberal propuesta en demanda de los urgentes cambios que demandaba el país, adquirió una notoria intensidad que contagió inmediatamente a cientos y miles de compatriotas, pueblos enteros y ciudades de la región Costa, que se constituyeron en forzados escenarios de la actividad revolucionaria de los caudillos montoneros y sus huestes, incansable trajín que continuó imperturbable durante largos años, a pesar de los permanentes contratiempos y reveses recibidos en su ininterrumpida lucha por sus principios. Entre estas acciones podemos citar la derrota en el combate naval de Jaramijó, el 6 de diciembre de 1884; el aleve asesinato de Nicolás Infante Díaz, el 1 de enero de 1885; el fusilamiento de Luis Vargas Torres, el 20 de marzo de 1887; así como otros hechos de singular trascendencia. Como es sabido, entre los meses de noviembre y diciembre de 1894, durante el mandato presidencial del Luis Cordero Crespo, se dio el bochornoso caso de la “venta de la bandera”, que determinó una insostenible reacción popular que a su vez propició el triunfo del liberalismo. Mientras la protesta iba en aumento y la paz del país se tornaba crítica, el apoyo a la causa liberal tomó gran magnitud; Concha, Valdez y Montero se alzaron en armas en Milagro, en tanto otros pueblos organizaron pronunciamientos. Pese a las explicaciones de presidente Cordero por medio de las cuales evidenciaba que su mal colaborador José María Plácido Caamaño, el gobernador del Guayas, había actuado a sus espaldas para cometer el antipatriótico negociado, solo le quedó dimitir de su alta investidura en abril del mismo año y encargar el mandato constitucional al vicepresidente Vicente Lucio Salazar, el cual pretendió convocar a elecciones presidenciales, lo cual fue rechazado categóricamente por los alzados en armas que advertían que la revolución era factible y con ella, la llegada al poder del general Alfaro. Así las circunstancias, el 4 de junio de 1895 el pueblo de Guayaquil se tomó los cuarteles, por lo que el gobernador sin ninguna otra alternativa declinó su función ante una Junta, la misma que continuó receptando la renuncia del resto de funcionarios. Al día siguiente, mediante proclamación popular se nombró a Eloy Alfaro como jefe supremo y general en jefe del Ejército. El acta de Guayaquil que proclama el triunfo liberal, tiene el texto siguiente: “En la ciudad de Guayaquil, a cinco de junio de mil ochocientos noventa y cinco, congregado el pueblo en comicios públicos, para deliberar acerca de la situación actual; Considerando: 1. Que es necesario organizar un gobierno que sea fiel intérprete del sentimiento general, claramente expresado por los patriotas, que en la prensa, en los campos de batalla, en las manifestaciones populares, y en el seno del hogar, han trabajado por la reivindicación de la Honra Nacional, ultrajada por un gobierno traidor a la Patria.
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Eloy Alfaro y sus generales montoneros.
2. Que las ideas liberales, son las que están más en armonía con la civilización y el progreso modernos, y que son ellas las llamadas a hacer la felicidad de la República, la cual ha estado sojuzgada por una camarilla sombría de especuladores inicuos, Resuelve: 1. Desconocer la Constitución de 1883, y el gobierno presidido por el señor Vicente Lucio Salazar; 2. Nombrar para Jefe Supremo de la República y General en Jefe del Ejército, al benemérito General Sr. D. Eloy Alfaro, quien con su patriotismo y abnegación sin límites, ha sido el alma del movimiento popular que ha derrocado la inicua oligarquía, que durante largos años se impuso por la fuerza, sumiendo al país en un abismo de desgracias. 3. Conceder amplias facultades al expresado General Alfaro, para que la reconstitución del país se levante sobre bases sólidas, que ofrezcan garantías de Paz y Libertad a todos los ciudadanos, a fin que florezcan las Artes y las Industrias, la Agricultura y el Comercio. 4. Pedir la convocatoria de una Convención Nacional, que reconstituya el país y juzgue y castigue a los culpables de traición a la Patria; y, 5. Reconocer la autoridad popular interina, que ejerce el patriota señor D. Ignacio Robles, Jefe Superior Civil y Militar de la Provincia del Guayas, a quien se le concede toda la suma de facultades necesarias al desempeño de su cargo. Manuel M. Suárez, Pedro J. Boloña, Ignacio Robles, Carlos Gómez Rendón, Lautaro Aspiazu, José D. Elizalde Vera, Emilio Estrada, César Borja, Lizardo García, Alberto Reina, Liborio Panchana, A. Icaza Carbo... (Siguen miles de firmas más)”. Eloy Alfaro llegó a esa ciudad el 18 de junio, en medio del beneplácito popular; el 19 procedió a integrar su gabinete y dispuso otros pormenores relacionados con la preparación del ejército, el mismo que al avanzar a Quito libró combates contra las tropas gobiernistas comandadas por el general José María Sarasti. 65
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Durante la marcha a la capital de la República, Alfaro recibió repetidas muestras de simpatía. Así lo prueba el alistamiento espontáneo de hombres y mujeres en los grupos revolucionarios que lo apoyaban. Con las victorias de los liberales tanto en Chimbo como en Gatazo, Alfaro pudo arribar a Quito el 4 de septiembre. El ideal alfarista, no es producto solo de la circunstancia ideológica que permitió el aparecimiento del liberalismo, que para finales del siglo XIX fue un movimiento de tipo social demócrata que se hallaba en plena gestación en varios países de América Latina; sino que para el caso ecuatoriano, integró la vanguardia ideológica del radicalismo con el que pretendió cambiar al país. El idealismo de Alfaro no es producto de la circunstancia política surgida a partir de 1895, sino que es resultado de la reflexión, la vivencia y la experiencia que fue acumulando a lo largo de su juventud en donde pudo alimentar su mente con la visión clara de lo que ocurría en América Latina. Desde el punto de vista militar, Alfaro fue un claro conocedor de las deficiencias del Ejército que comandaba, por lo que dedicó su mayor atención a la debida preparación del personal militar y a la formación de los futuros mandos y cuadros. Para ello creó la comisión codificadora de leyes militares, dirigida por el general Cornelio Vernaza. En septiembre, puso en vigencia el Código Penal y de Procedimiento Penal; decreta la organización y competencia de los tribunales militares; aprueba y dispone la difusión del reglamento de táctica de infantería. En agosto de 1898 organiza el ejército permanente de la República, con las brigadas de artillería de campaña Bolívar y Esmeraldas, la brigada Sucre, los batallones de infantería Vencedores, Guayas, Pichincha, Quito, Alhajuela, Libertadores, Carchi y Vargas Torres y el grupo de caballería Yaguachi.58 En 1899 crea el Colegio Militar y la Academia de Guerra y los cursos de perfeccionamiento para oficiales subalternos. Trae, además, una misión chilena para que coopere en la organización de los institutos armados. El 5 de junio de 1900 se expide el reglamento interno del Colegio Militar que, entre otros aspectos, considera la gratuidad de los estudios y del equipamiento, exigentes pruebas de ingreso, cinco años de formación para obtener el grado de subteniente, cuatro de ellos de estudios generales y uno en las especialidades de infantería, caballería y artillería, además de un riguroso régimen académico y disciplinario. En 1900 crea la Escuela de Clases para la formación de la tropa. El curso al que asistirán desde soldados hasta sargentos dura un año lectivo. Los mejores alumnos pasarían al Colegio Militar para graduarse como oficiales. El 5 de julio de 1900, el general Alfaro dispone que con los mejores alumnos de esta escuela y jóvenes civiles que hayan aprobado el primer año de filosofía, se organice el curso extraordinario de sargentos primeros aspirantes a oficiales. La Escuela de Clases inició su vida institucional bajo la dirección de los oficiales de la misión chilena, el mayor Luis Cabrera y el capitán Ernesto Medina. En cursos separados, pero en el mismo centro académico estudian cadetes y aspirantes a oficiales. En noviembre de 1902 termina el curso de aspirantes a oficiales y se gradúan 12 subtenientes. 58. Moncayo, Paco. Conferencia Encuentro de Historia Militar, Universidad Andina “Simón Bolívar”.
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Pintura en el Palacio Nacional.
A la Escuela Militar le tomó varios años iniciar su funcionamiento, debido a la necesidad de contar con instalaciones adecuadas; por tal razón, inauguró sus cursos a fines de enero de 1903. En 1905 se graduó la primera promoción del Colegio Militar y, a partir de entonces, el Ejército se fue nutriendo de elementos académicamente formados en una escuela de alta disciplina militar, a la vez que de un elevado nivel cultural para la época. Para concluir este breve análisis, bien podemos determinar que la revolución liberal de 1895 marcó un hito especial en material militar, razón por la que podemos asegurar que Alfaro fue uno de los artífices en consolidar un Ejército ecuatoriano innovador, profesional y moderno. Se esforzó permanentemente para que el Colegio Militar, en forma definitiva y sin interrupciones, pueda desarrollarse en el tiempo; tal es así que, desde su restablecimiento definitivo en 1899, jamás dejó de funcionar hasta nuestros días.
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Izq. Arriba. El presidente Eloy Alfaro. Abajo. Alfaro en el Palacio de Gobierno. En esta pรกgina: Alfaro y dirigentes liberales en la frontera sur.
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REAPERTURA DEFINITIVA DEL COLEGIO MILITAR. Suspendidas las actividades del Colegio Militar en el mes de junio de 1895, por la situación política imperante, así como por el triunfo de la Revolución Liberal, cuatro años más tarde -11 de diciembre de 1899-, su funcionamiento fue reactivado mediante la expedición del siguiente decreto ejecutivo: “Eloy Alfaro, Presidente Constitucional de la República del Ecuador, en cumplimiento de los dispuesto en el Art. 1., Tratado 10, del Título 1º del Código Militar; decreta: Art. 1. Establécese el Colegio Militar sobre las bases que determinan el artículo, tratado y título ya citados. Art. 2. Asistirán a dicho establecimiento todos los oficiales de los Cuerpos del Ejército de esta capital, que estuvieren de servicio, desde el 1o de enero del año entrante. El Poder Ejecutivo dictará oportunamente el reglamento relativo a la concesión de becas para los jóvenes que deseen ingresar al expresado Colegio. Art. 3. Las materias de enseñanza, Reglamento Interior y nombramiento de profesores se dará a conocer por órdenes que se dictarán a su debido tiempo. Los Ministros Secretarios de Estado en los despachos de Guerra y Hacienda quedan encargados de la ejecución del presente decreto. Dado en el Palacio de Gobierno, en Quito, Capital de la República, 11 de diciembre de 1899. Eloy Alfaro.” 59 El gobierno del general Eloy Alfaro, a partir del triunfo de la revolución liberal en 1895, suprimió casi todas las instituciones del país que no respondían a los postulados de reforma y mayor alcance social, en conformidad con el progreso y enunciados políticos que su bandera de reformas ostentaba como doctrina; y, entre las instituciones que desaparecieron con el antiguo régimen, estuvo también el Colegio Militar, en vista de que consideraba que su estructura no era la adecuada en relación con la función que debía desempeñar. El llamado ejército que triunfó en 1895 estaba compuesto casi en su totalidad, de elementos improvisados, agrupados alrededor de su caudillo, impulsados por la necesidad de luchar por la causa. En tal virtud, después de casi cinco años de ruda campaña, era indispensable darle el carácter de organismo nacional, en base a una preparación y disciplina colectiva, por lo que el nuevo régimen decretó la creación de la Escuela Militar, como único medio de sentar bases de una verdadera institución nacional, que por su eficiencia estaría llamada a subsistir indefinidamente. El 11 de diciembre de 1899, el supremo gobierno hizo los nombramientos de director y subdirector de la escuela: general Francisco Hipólito Moncayo y teniente coronel Luis A. Jaramillo, quienes serían los responsables de su organización, sobre todo en lo relacionado a las gestiones preliminares del reclutamiento del personal, tarea que no fue nada fácil en razón del problema político que la revolución trajo consigo, sobre todo por el calificativo que el pueblo dio a la hueste liberal al cual identificó como “ejército rojo”. En igual forma era necesario preparar toda la infraestructura del inmueble donde funcionaría el nuevo centro de estudios. Para el reinicio definitivo de las actividades del Colegio Militar, el plantel volvió a ocupar el local de la avenida “18 de septiembre” (actual 10 de agosto), en la casa que fue arrendada al Dr. Florentino Uribe. 59. Registro Oficial, Quito, sábado 16 de diciembre de 1899, BAEP.
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Arriba. Cadetes del Colegio Miltar. Inicios del siglo XX.
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Con el objeto de dar cumplimiento a las funciones específicas para las cuales fue creado el Colegio Militar, mediante decreto de 5 de junio de 1900 el Presidente de la República, general Eloy Alfaro Delgado, expidió un nuevo reglamento interno del Colegio Militar, de cuyo texto extraemos lo más trascendental: “Reglamento interno para el Colegio Militar. Título I. Objeto. Art. 1. El Colegio Militar tendrá por objeto instruir y educar a los jóvenes que deben ingresar al Ejército en calidad de Oficiales subalternos. Art. 2. La instrucción se dará conforme a los programas que se dicten para los diversos ramos, y ella debe ser tal que ponga a los jóvenes en aptitud de prestar sus servicios en las armas a que se les designe, y que adquieran base suficiente para cursar con provecho los estudios técnicos superiores en la Academia de Guerra. Art. 3. La educación tenderá a vigorizar el cuerpo y desarrollar el espíritu de los alumnos, imbuyéndoles y manteniendo vivos en ellos los sentimientos de la dignidad personal, del orden y la disciplina, o sea despertándoles el amor a las virtudes militares y sociales, a las cuales debe todo Oficial conformar constantemente su conducta. Título II. Organización. Art. 4. El Colegio estará a cargo de un General o Coronel, que se denominará Director del Colegio, y tendrá el siguiente personal: un Subdirector, del empleo de Teniente Coronel o Sargento Mayor; dos Capitanes Ayudantes y un Teniente tercer Ayudante. El número de Oficiales e Instructores que las necesidades del servicio requieran, y el número de Profesores necesarios conforme al plan de estudios; un cirujano, que lo será a la vez de la Escuela de Clases y de la Academia de Guerra; Un Contador; Un Bibliotecario; El número de alumnos que el Ejecutivo designe; y el número de empleados civiles asimilados o de tropa que las necesidades exijan. Art. 5. Los alumnos, en general, se denominarán Cadetes. Art. 6. Los Cadetes se subdividirán en tantas Secciones reglamentarias cuantas lo permita su número. Cada Sección será mandada por uno de los Cadetes que sobresalga por su buena conducta y aplicación, al que se denominará Comandante de Sección. Art. 7. Los Comandantes de Sección dependerán inmediatamente de los Ayudantes, con los cuales se entenderán directamente en los asuntos del servicio. Título III. De la admisión de alumnos. Art. 10. Con dos o tres meses de anticipación a la fecha en que debe abrirse el Colegio Militar o proceder a la admisión de nuevos alumnos, el Director avisará al Ministerio de Guerra el número de vacantes que será preciso llenar, para que éste, a su turno, dentro de los cuatro días siguientes, determine en un Decreto Supremo la repartición de esas vacantes entre las diferentes provincias de la República. Art. 11. Para ser nombrado Cadete se necesitará: a) Tener no menos de trece años de edad y no más de dieciocho, los hijos de Jefes podrán ser admitidos a la de doce, siempre que reúnan las cualidades prevenidas en el
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Cadetes del Colegio Militar en clases. Primera década del siglo XX.
Art. 5, Título 1, Tratado 10 del Código Militar, para ingresar al curso General, y no más de veinte para incorporarse al Curso Militar. b) Haber sido vacunado. c) Tener una constitución física compatible con la carrera de las armas. d) No padecer enfermedad contagiosa ni ninguna otra que, a juicio del Cirujano del Establecimiento, le imposibilite para ingresar al Colegio. e) Rendir satisfactoriamente un examen, que versará sobre escritura, lectura, nociones de Geografía, de Gramática y Aritmética, hasta las cuatro operaciones, para ingresar al primer semestre del Curso General, y haber rendido todos los exámenes correspondientes al Bachillerato en Filosofía, para incorporarse al Curso Especial. f) Ser ecuatoriano, salvo las excepciones que el gobierno estableciere. g) Presentar una solicitud firmada por el candidato y por su padre o apoderado, al Director del Colegio, en Quito, o en provincia por conducto del Comandante de Armas y dentro del plazo fijado. h) Acompañará a la solicitud los siguientes documentos: fe de bautismo; certificado de un médico de ciudad o militar, debiendo ser en Quito precisamente el Cirujano del Colegio, en el cual conste que el pretendiente reúna las exigencias señaladas en las letras b, c y d del artículo.
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Estas solicitudes, previo examen, el Director del Colegio las elevará al Ministro de Guerra, treinta días antes de aquél en que deban recogerse los nuevos alumnos. Título V. Asignación y uniformes Art. 18. Los Cadetes tendrán un uniforme de parada y dos vestuarios de cuartel costeados por la Nación, anualmente: el primero será de paño azul turquí y consistirá en una levita recta con una fila de botones amarillos y vivos encarnados; pantalón con el vivo del mismo color en cada lado, kepis azul con un galón de doce milímetros de ancho, y florete, costeado también por la Nación, pendientes de tahalí, y de ninguna manera asegurado con tiros. Los vestuarios de cuartel serán el uno capote y pantalón azul de paño burdo, y el otro, dormán y pantalón blancos de dril grueso. Art. 19. En los ejercicios usarán los Cadetes el vestuario azul de cuartel, menos en el de esgrima. Diariamente llevarán el kepis con funda blanca, excepto en las formaciones de parada y días festivos. Art. 20. Los alumnos del Establecimiento, conducidos, siempre que sea posible, por el Director, ejecutarán una marcha militar que no baje de dos leguas ni exceda de cinco, debiendo preferir los terrenos quebrados para verificarla. En ella los Cadetes cargarán mochila y frazada y usarán sombrero de paja con funda blanca y cinta tricolor de dos o tres centímetros de ancho. Art. 21. Los Cadetes gozarán de una asignación mensual de veintidós sucres. Con este sueldo se atenderá a los gastos de rancho, lavado y más necesidades. Título XVII. De las salidas. Art. 94. Los Cadetes tendrán salida los domingos, en las horas en que designe el Director, con tal que no tengan faltas que les priven de ella. Art. 95. Tendrán también salida: a) Los días 9, 10 y 11 de agosto, después de las formaciones, si así lo ordenaren; b) El 24 de mayo; c) El 9 de octubre; d) El día del natalicio del Presidente de la República; e) El día del natalicio del Ministro de la Guerra; f) El día del natalicio del Director del Colegio; y g) Los días del Jueves al Domingo inclusive de Semana Santa. En estos cuatro últimos días podrán quedarse en sus casas, durante la noche, los Cadetes cuyos padres o apoderados lo soliciten. Art. 100. Los Cadetes tendrán veinte días de vacaciones después de cada examen semestral. Título XX De las faltas y castigos. Art. 112. Las faltas y castigos se dividirán en leves, graves y gravísimos. Son leves: tener en una semana una nota inferior a cuatro; mantener cualquier relación con los sirvientes sin conocimiento del Ayudante de Guardia; las faltas a la lista; el uso de prendas no determinadas en el Reglamento; descuidar sus libros, muebles y ropa; juegos de manos; conservar libros no permitidos; las riñas de palabra u otras
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Práctica de tiro con ametralladoras en la quinta de la Magdalena.
semejantes; contestar por otro en la lista; cambiar o prestar ropa u otros artículos; copiar trabajos de otros alumnos presentándolos como propios; las faltas de aseo. Son graves: la reincidencia por tres veces en la semana, o dos en un día, en las faltas leves; desatender la explicación del profesor; insultar u ofender de cualquier modo a un sirviente; perturbar el orden en las horas de estudio, clases o dormitorio; no recogerse a la hora designada; fingir enfermedad para evitar la asistencia a las clases; actos irrespetuosos con los superiores; inasistencia voluntaria a clases o formaciones; disputas con palabras descomedidas; amenazas e insultos; las riñas de mano; faltas de urbanidad dentro o fuera del Establecimiento; cualquier falta de disciplina; no saludar a los Jefes u Oficiales que se encuentren en la calle; las palabras o acciones que ofenden a las buenas costumbres; la desobediencia o falta de respeto a sus superiores; los juegos de naipes u otros prohibidos; la introducción y uso de licores; salir del Colegio sin permiso competente; desobediencia a los Ayudantes profesores o Jefes del Colegio, con insubordinación; pendencia en que haya maltrato o heridas; actos que ofendan la moral del Colegio y la honra del que los ejecuta; remitir artículos para la prensa o tener injerencia en cualquier publicación sin permiso del Director; enviar correspondencias relativas al Colegio, a alguna persona de carácter oficial; contraer deudas, concurrir a cafés u otros lugares de esta especie; quebrantar un castigo.
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Misión militar chilena y cadetes del Colegio Militar. c. 1901.
Son gravísimas: los crímenes y delitos. Art.113. Las faltas leves se castigarán con amonestaciones privadas, servicios extraordinarios, ejercicios especiales, estudios el Domingo, de una a cuatro horas, comer en la mesa de corrección, cuyo castigo se aplicará para corregir las faltas de buenos modales en la mesa; amonestación a presencia de la fila de Cadetes. Las graves se castigarán con privación de salida por uno, dos, o tres Domingos; con retención de la mesada, según los casos; con encierro de uno a quince días con sus noches; amonestación pública a presencia de todo el personal del Colegio; privación del uso de las insignia por un tiempo determinado, ingresando el culpado a la 4a clase de conducta; destitución de un Comandante de Sección. Toda falta de cumplimiento de alguno de los castigos, será penada con el doble, a lo menos. Art. 114.Las gravísimas se castigarán con expulsión del Colegio o conforme a lo dispuesto en el tratado 8 del Código Militar. Título XXIII De la Instrucción. Art. 129. La instrucción del Colegio se dividirá en dos secciones: “Curso General” y “Cursos Especiales”. En el primero se formarán Oficiales para Infantería, y los que deban ser destinados a las otras armas adquirirán conocimientos de humanidades y militares, generales. En los “Cursos Especiales” los Oficiales salidos del “Curso General” y destinados a Caballería, Artillería o Ingenieros, adquirirán los conocimientos peculiares al arma respectiva… Dado en el Palacio de Gobierno, en Quito, a 5 de junio de 1900. Eloy Alfaro”. 60 60. Registro Oficial, Quito, miércoles 13 de junio de 1900, BAEP.
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PROFESORES E INSTRUCTORES CHILENOS. Ya en los primeros días de abril de 1898 el Ecuador demostró su interés por contar con la experiencia del ejército chileno en cuanto a educación militar. El primer contacto se dio con la intención de obtener seis becas para cadetes ecuatorianos en la Escuela Militar de Santiago, pedido que fue aceptado inmediatamente y conocido a través de la legación de dicho país en Quito, con los respectivos agradecimientos del gobierno ecuatoriano ante la buena predisposición chilena. Con fecha 3 de octubre del mismo año, el ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador, don José Peralta, oficia al Jefe de la Legación Chilena en Quito en los siguientes términos: “Señor ministro: conociendo los sentimientos de fraternidad que animan a la República de Chile para con el Ecuador y el grado de adelantamiento en que ha llegado allí la milicia, solicito al gobierno de aquella nación por medio del autorizado órgano de ustedes, que conceda permiso para que dos jefes del ejército, de artillería uno y de infantería otro, vengan contratados por mi gobierno a ejercer el cargo de instructores en el Colegio Militar que se va a organizar en esta capital”.61 Don Beltrán Mathieu, Jefe de la Legación de Chile, hizo suyo el pedido y solicitó al ministro de Relaciones Exteriores de su país la más pronta respuesta, ya sea positiva o negativa, debido a que la apertura del Colegio Militar en Quito estaba supeditada al arribo de los oficiales chilenos, lo cual había sido transmitido a la legación por parte del vicepresidente del Ecuador, en forma verbal y directa. A finales del año 1898 la situación política en nuestro país se mostraba bastante crítica, pues el 28 de noviembre el general Eloy Alfaro había vuelto a poner al Ejército en campaña. Ya controlada esta situación, en febrero de 1899, el Ecuador designó cuatro de los seis cadetes becados para continuar sus estudios en la Escuela Militar de Chile. Poco después, Chile manifestaba que su Estado Mayor General “ha definido como aptos para el desempeño de tan laboriosa y delicada misión en Quito a los señores sargento mayor del Ejército Luis Cabrera Negrete y capitán Enrique Chandler, por sus excelentes hojas de servicio”. Decisión que se informa al Ecuador en el mes de mayo de 1899, para beneplácito del gobierno, y se inicia de inmediato el trámite diplomático pertinente para la elaboración de los respectivos contratos de “arriendo de servicios”. Los oficiales chilenos designados llegaron a Quito a inicios del año 1900, pero a los pocos meses enfermó el capitán Chandler, por lo que el gobierno ecuatoriano solicitó su reemplazo y adicionalmente el envío de dos oficiales más. El capitán en referencia volvió a su país y falleció en Santiago en 1905. El mayor Luis Cabrera Negrete fue el autor del proyecto de Ley Orgánica Militar del Ecuador, el cual fue presentado al gobierno nacional en el año 1902 y aprobado posteriormente por el Congreso Nacional, entrando en vigencia el 21 de diciembre de 1905. El aludido oficial chileno prestó sus servicios en el Ecuador hasta el año 1906, retornando luego como teniente coronel en 1911, laborando hasta el año 1916 en calidad de jefe del Estado Mayor del Ejército Ecuatoriano. 61. Registro Oficial, Quito, miércoles 13 de junio de 1900, BAEP.
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En el año 1901, con el retorno a Chile del capitán Chandler el gobierno de dicho país, haciéndose eco del pedido formulado por Ecuador, designó para completar la nómina de la misión militar en nuestro país a los señores capitán Ernesto Medina, del arma de artillería, y los tenientes Julio Franzani y Luis A. Bravo, ambos de infantería, los mismos que arribaron al país en septiembre de 1901 y se incorporaron de manera inmediata a sus labores. Ernesto Medina prestó sus servicios hasta 1906, gran parte de ellos como director del Colegio Militar; Luis Bravo lo hizo hasta 1904; y Julio Franzani estuvo hasta el año 1910. Por sugerencia del mayor Cabrera, en el año 1902 fueron contratados directamente en Quito los tenientes de reserva Samuel McGill y Florencio Torres, los cuales cumplieron servicios solamente durante 1902. Un año más tarde, en 1903, se agregó a la misión militar el alférez de caballería Carlos Gormaz y los suboficiales Alfredo Verdugo y Luis Hermosilla. Posteriormente, como reemplazos del capitán Ernesto Medina y el teniente Luis A. Bravo, en 1904 fueron designados el teniente Ismael Gómez, de artillería, y el teniente Ricardo Olea, de infantería. Gómez estuvo hasta 1909 y Olea hasta 1906. Es interesante agregar que también fueron autorizados por el gobierno chileno, para prestar servicios en el Ecuador, el capitán de artillería Estanislao García Huidrobo y los tenientes Arturo Montecinos y Luis Negrete, ambos del arma de infantería, pero por dificultades en cuanto a la elaboración y términos del pertinente contrato con el gobierno ecuatoriano no desempeñaron esta misión. Hay que mencionar también, en cuanto al grado militar con que se desempeñaban estos oficiales chilenos, que en una cláusula especial del respectivo contrato se les reconocía un grado superior en el Ejército ecuatoriano. Los contratos decían: “El gobierno del Ecuador se reserva el derecho de incorporar al oficial en el ejército activo, con un empleo superior al que tenga en el ejército de Chile, previa aprobación del gobierno de Chile”. Conforme lo especificado en el contrato firmado por Cabrera y Chandler, llegados a Quito a finales de 1899, su principal función era la de organizar el Colegio Militar de Quito. La prensa ecuatoriana en enero de 1900 celebraba la reciente llegada de los oficiales chilenos y en un amplio reportaje señalaba la importancia que tenía para el Ecuador, al respecto se indicaba: “los nobles propósitos que animaban al gobierno ecuatoriano para propender por cuantos medios le sean posibles, al engrandecimiento moral, intelectual y material del Ejército”. El artículo agregaba la predisposición de la nación hermana al enviar esta misión. Se daba cuenta que sus propósitos eran la creación de la Escuela Superior de Guerra, el Colegio Militar y la Escuela de Clases, “establecimientos que serían copias de los de Chile, que son a la vez del imperio alemán”. El artículo consideraba la cantidad de alumnos que irían a cada establecimiento, los planes de estudio, los requisitos de ingreso y la fecha de iniciación de actividades, que se había previsto para el 10 de mayo. El general Ángel Isaac Chiriboga, conocido especialista en temas histórico militares del Ecuador, manifestó en su oportunidad que “La Escuela Militar se benefició con las cátedras militares servidas por los oficiales de la Misión. Por casi un cuarto de siglo, las normas dejadas por la Misión chilena han regido las actividades de nuestra institución armada. El ejército guarda con respetuoso cariño, el recuerdo para sus camaradas y profesores de la benemérita Misión Chilena”.
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Escolta del Pabell贸n Nacional. c. 1910
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Por su parte, el historiador Remigio Romero y Cordero resume en su obra “El Ejército en Cien Años de Vida Republicana” un reconocimiento a la misión chilena: “A ella, por justicia y por hidalguía, una acción de gracias. Nos dio todo lo que pudo dar de sí misma, en una confraternidad internacional, digna de la gran nación de la Estrella Solitaria. La nueva técnica, las orientaciones que remozaban instituciones anticuadas, la visión más amplia de horizontes un tanto desconocidos. La Misión Chilena fue oportuna, trajo formas disciplinarias militares necesarias a un Ejército en el que se había diluido la autoridad del mando entre oficiales y tropas, dio una primera forma orgánica a los repartos de tropas y salvó la presentación hasta entonces muy decaída”. El 4 de abril de 1902, mediante decreto del general Leonidas Plaza Gutiérrez se expide el Plan de Estudios del Colegio Militar, considerando “Que es conveniencia nacional dar al plan de estudios del Colegio Militar el desarrollo necesario para que mediante él se forme un cuerpo de oficiales, con la instrucción técnica del caso; Que es conveniente también que en el Colegio Militar tengan los jóvenes un plantel de instrucción universitaria, a fin de que acudan a él con la confianza de que sus estudios serán utilizables en cualquiera circunstancia; Que para este efecto se hace necesario modificar los artículos 121, 124 y 125 del Reglamento interior del Colegio Militar, expedido en 20 de julio de 1900”. En el decreto se reemplaza el artículo 121 del reglamento interno: “La instrucción del colegio se dividirá en tres secciones: Curso General, Curso Militar y Cursos Especiales. “En el Curso General se estudiarán todas las materias civiles y a él pertenecerán todos los Cadetes que al incorporarse al Colegio no estuviesen en posesión del título de Bachiller. El Curso General abarca siete semestres. 80
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Mayor Luis Cabrera, cuerpo directivo y cadetes del Colegio Militar. Inicios siglo XX.
“El Curso Militar durará tres semestres, y a él pertenecerán todos los cadetes, y en él se formarán los Oficiales; pero particularmente, los que deberán ser de Infantería. Al Curso Militar podrán incorporarse directamente los jóvenes que estén en posesión del título de Bachiller. “En los Cursos Especiales los Oficiales que hayan salido del Curso Militar a las armas de Caballería, Artillería e Ingenieros, recibirán la educación particular concerniente al arma respectiva. Los Cursos Especiales durarán seis meses”. Caballería: servicio de campaña (explotación y reconocimiento, avisos, etc.). levantamientos rápidos, croquis, itinerarios, telegrafía, hipología, veterinaria y remonta, historia de la caballería, evoluciones, destrucción de vías de comunicación, equitación, esgrima de sable y lanza, tiro de revólver, pistola y carabina… Artillería: balística y material de artillería, tiro de artillería, química y física industrial militar, matemáticas (mecánica racional y dibujo de máquinas), historia de la artillería, evoluciones, esgrima de sable y lanza, tiro de revólver. Ingenieros: fortificación pasajera, provisional y permanente, material de artillería, química y física industrial militar, matemáticas (mecánica racional y dibujo de máquinas), construcción y explotación de vías férreas y telegráficas, arquitectura, trabajos de zapa, esgrima de sable, equitación, tiro de revólver. Tres meses más tarde, el 12 de julio de 1904, mediante decreto del presidente Leonidas Plaza Gutiérrez se introducen reformas al Plan de Estudios, señalándose que los cursos en el Colegio Militar durarán tres años, denominándose curso general al primero y al segundo, y curso militar al tercero. Las reformas finalizan determinando que: “Con el fin de poner en práctica el nuevo plan de estudios, los cadetes que según el plan antiguo deberían ingresar al 6º Semestre, formarán parte del Curso Militar; y los que deberían ingresar al 4. Semestre, formarán parte del 81
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primer año del Curso General. Ambos cursos se iniciarán el 20 de julio del presente año y saldrán a vacaciones el 15 de agosto de 1905. A partir del 15 de agosto de 1905, los cursos tendrán una duración normal de once meses, contados del 15 de septiembre al 15 de agosto, y el personal del Colegio gozará de un mes de vacaciones. Quedan derogadas todas las disposiciones contrarias al presente decreto”. LEY ORGÁNICA DEL EJÉRCITO. Con la suscripción del correspondiente decreto, el Congreso Extraordinario de la República expide el 18 de octubre de 1905 la Ley Orgánica del Ejército, sancionada por el Presidente de la República, don Lizardo García, el día 30 de los mismos mes y año, la cual determina que “El Ejército Nacional se compone de todos los ecuatorianos comprendidos entre los veinte y los cuarenta y cinco años de edad inclusive, no exceptuados por la ley e inscritos en los Registros Militares”. En el capítulo VI, correspondiente a los establecimientos de instrucción militar, a partir del artículo 53 se detalla la estructura y actividad de la Academia de Guerra, la Escuela Militar y la Escuela de Clases, cuyo contenido se transcribe textualmente: “Art. 53. Para la formación e instrucción del personal de oficiales y clases del Ejército, existirán permanentemente los institutos militares que a continuación se expresa: Academia de Guerra; Escuela Militar; Escuela de Clases. Art. 54. La Academia de Guerra tiene por objeto formar oficiales de Estado Mayor y Comandantes superiores de tropas; y a ella pertenecerán los oficiales que el Presidente de la República designare. Art. 56. La Escuela Militar está destinada a formar los Subtenientes y Alféreces del Ejército; y, en tal concepto, los cadetes que, al terminar sus estudios obtengan despachos de oficial, deben estar en aptitud de incorporarse a una de las cuatro armas del Ejército, para lo cual, anexos a la Escuela Militar, funcionarán Cursos Especiales de las distintas armas, con excepción de la Infantería, en donde recibirán su preparación los oficiales recién investidos de ese carácter. Art. 58. La Escuela de Clases está destinada a formar los sargentos y cabos del Ejército. Para este objeto la Escuela se compondrá de: Una Compañía de Infantería; Un Escuadrón de Caballería; Una Batería de Artillería; y Compañía de Ingenieros. El personal permanente de estas unidades será sólo el cuadro de oficiales y clases de cada una de ellas; y el personal de soldados será el que resulte de los alumnos que se les incorporen. Art. 59. El Reglamento orgánico de la Escuela determinará la dotación de oficiales y clases que deberá tener cada una de las unidades expresadas en el artículo anterior. Art. 61. El Presidente de la Republica podrá organizar otros institutos de instrucción, como son Escuelas de Tiro, de Aplicación, de Veterinaria, etc., siempre que los fondos necesarios para estas creaciones fueren consultados en la Ley anual de Presupuestos”. El Colegio Militar, conocido tradicionalmente con esta denominación desde su primera creación en el año 1838 y pasando por las siguientes reaperturas, en virtud de la aprobación de la presente Ley Orgánica del Ejército cambia su identidad a Escuela Militar, con la cual continuará desarrollando su tradicional actividad de formación castrense por muchos años.
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Arriba. Oficiales y tropa en formaci贸n. c. 1900. Abajo. Pr谩ctica de tiro con en la quinta de la Magdalena. c. 1910.
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LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ECUADOR DE 1906. La Constitución Política del Ecuador de 1906 fue expedida por la Asamblea Nacional el 23 de diciembre de dicho año y promulgada por el Presidente de la República, general Eloy Alfaro Delgado, en la misma fecha. En su título XIII trata sobre la Fuerza Armada, determinando que “el objeto de la fuerza pública es asegurar los derechos de la Nación en el exterior; y, en el interior, la ejecución de las leyes y el mantenimiento del orden público”. En cuanto se relaciona al mando y la jurisdicción militar, se establece que éstos se ejercen únicamente sobre las personas puramente militares y que se hallen en servicio activo. Dispone que ni el Presidente de la República ni autoridad alguna, sin incurrir en responsabilidad, “podrán reconocer o rentar a otros coroneles o generales, que los que hubieren sido o fueren aprobados, de una manera expresa e individual, por la Asamblea Constituyente o un Congreso Constitucional”. En otro artículo se señala que “Bajo la misma responsabilidad, se prohíbe al Presidente de la República y a las demás autoridades, reconocer a otros Jefes y Oficiales que aquellos cuyos grados hubieren sido conferidos o aprobados, o se confirieren o aprobaren, por un gobierno Constitucional”. También se determina que “Ni la Asamblea ni los Congresos pueden nombrar Coroneles y Generales, sin previo examen de sus respectivas hojas de servicio, debidamente comprobadas, y en la forma prescrita en el párrafo 5 del Artículo quincuagésimo sexto”. Continúa sobre la fuerza armada, señalando que “Las autoridades militares no pueden obedecer las órdenes superiores que tengan por objeto atentar contra los altos Poderes Nacionales, o que sean manifiestamente contrarias a la Constitución o a las leyes”, mencionando además que “Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones; ni pedir auxilios de ninguna especie sino a las autoridades civiles, en el modo y forma que determina la ley”. Concluye dictaminando que la fuerza armada no es deliberante. La Constitución señala en su articulado que son deberes del Poder Ejecutivo, entre otros, “disponer de la fuerza armada para la defensa de la República y para cuando el servicio público lo demande; proponer al Congreso los ascensos a generales y coroneles, y conferir los de tenientes coroneles y sargentos mayores, de acuerdo con el Consejo de Estado y sujetándose, en todo caso, a la ley sobre ascensos militares”. Contempla también esta Constitución la prohibición de que el Presidente de la República pueda admitir extranjeros en el servicio militar, en las jerarquías de jefes u oficiales, sin la pertinente autorización del Congreso Nacional, así como nombrar en comisión a jefes y oficiales, excepto en los casos de invasión exterior o conmoción interna a mano armada. Menciona así mismo que en el caso de amenaza inminente de invasión externa, en el de guerra internacional o en el de conmoción interna a mano armada, “el Poder Ejecutivo acudirá al Congreso, si estuviere reunido, o si no al Consejo de Estado, para que luego de considerar la urgencia, según el informe y los documentos justificativos correspondientes, le conceda o niegue, con las restricciones que estime convenientes, todas o parte de las siguientes facultades: “1. Declarar al Ejército en estado de campaña, mientras dure el peligro. En el caso de conmoción interior, la declaratoria de hallarse el Ejército en estado de campaña se limitará a una o más provincias, según lo exigieren las circunstancias. 2. Aumentar el Ejército y la Marina y establecer autoridades militares donde lo juzgue conveniente”.
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Formaci贸n completa del Colegio Militar. c. 1910.
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Capítulo VI
LA ESCUELA MILITAR Y LA MISIÓN MILITAR ITALIANA.
Cadetes del Colegio Militar alineados frente al Palacio de la Exposición. c. 1920
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omo todas las actividades humanas dentro de la estructura dada por el pensamiento occidental desde el Renacimiento lo militar es una ciencia que debe constantemente ser estudiada y asumida como una rama del todo de la sociedad humana. La ciencia militar es una de las más completas y complejas, pues engloba a todos los otros conocimientos humanos, aquel que no la domina está condenado a estar bajo la égida de los que la han asumido con responsabilidad. Es por ello que existe en todo conglomerado político humano, la necesidad de un ejército auténticamente nacional y además profesional, certeza que había inquietado a los diferentes gobiernos ecuatorianos desde la fundación misma de la República en 1830. Rocafuerte, Urbina, García Moreno, Flores Jijón en su momento, se propusieron alcanzar esta dura meta, sin embargo sus esfuerzos fueron aislados e infructuosos. Solo el afán modernizador de la revolución liberal de 1895 pudo llevar a cabo este ideal. En efecto, uno de los primeros planteamientos de Estado del gobierno revolucionario fue el de profesionalizar la carrera de las armas, por lo cual las dos grandes figuras del liberalismo: Eloy Alfaro y Leonidas Plaza enfrentados en tantos tópicos, coincidieron en la necesidad de la reorganización del Ejército a nivel individual y colectivo. Por esta razón en 1899, durante la primera administración alfarista se planteó a la nación la contratación de una primera asistencia técnica castrense con el gobierno de Chile. Fue durante el gobierno del sucesor de Alfaro, el general Leonidas Plaza que este deseo se cristalizó y en 1902 llega al país la misión militar chilena, desde este momento se inicia el proceso de profesionalización del Ejército Nacional. LA MISIÓN MILITAR ITALIANA. El fin de la Primera Guerra Mundial en 1918, había dejado en el corazón de los hombres un afán de cambiar lo que les rodeaba. Nuestro país se sentía como una nación nueva, el empuje dado por la Revolución Liberal había calado hondo en la sociedad ecuatoriana, y en especial en los espíritus de los integrantes de Ejército y Marina. Es así que el gobierno ecuatoriano, decide apostar por la formación científica de los oficiales y tropa, es decir, considerar que como toda profesión, lo militar requiere de una construcción seria, que produzca individuos aptos para cumplir a cabalidad la delicada misión de proteger y servir a la patria. Nicola di Macchiavello, el gran pensador italiano del Renacimiento consideraba que un país y una nación solo serán grandes el momento en el que puedan formar y poseer un auténtico Ejército Nacional, formado por ciudadanos instruidos no solo en las artes de la guerra, sino también en los campos político, cultural y económico. Bajo estas premisas de renovación y cambio, en el año de 1920 se inicia la búsqueda de una nueva misión militar extranjera que viniese a apuntalar el sistema educativo castrense. Después de dos años de deliberaciones y búsqueda seria, se toma una decisión trascendental para el futuro de las Fuerzas Armadas, y en la contratación de una misión militar proveniente del Reino de Italia. La idea de entregar la reorganización y reforma de las instituciones y de las estructuras militares ecuatorianas a las Fuerzas Armadas Italianas, se la justificó en el hecho de que Italia era uno de los vencedores, en el campo de batalla de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y su prestigio y solidez se basaban en las contundentes derrotas que infringió
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Oficiales de la Misi贸n Militar Italiana y del Ej茅rcito Ecuatoriano con autoridades de gobierno. 1921.
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al poderoso ejército austro-húngaro en el frente de los Alpes meridionales. Anteriormente Italia había derrotado al ejército del imperio otomano en la guerra Ítalo-Turca (1912-1913), lo que la llevó a dominar el Mediterráneo Oriental, razones por las cuales Italia estaba considerada como un país de primera línea en el concierto internacional. Son estas razones las que inclinaron la balanza por esta alternativa, que a los ojos de la sociedad de la época despertó fundadas ilusiones de un poderoso ejército, formado en las tecnologías y teorías más avanzadas del mundo en la rama militar, listo para cumplir con las labores inherentes a su función de defensa de la Patria y colaborar en la construcción de la sociedad y el Estado ecuatorianos. Finalmente en octubre de 1922, el presidente constitucional de la República Dr. José Luis Tamayo, expide el decreto que permitió la contratación de la nueva misión militar. Reproducimos la parte pertinente: “Administración del Sr. Dr. Dn. José Luis Tamayo, Presidente de la República. En uso de la facultad otorgada por el art. 2 del Decreto Legislativo de 19 de octubre de 1920, sancionado el 26 del propio mes y año, acerca de la contratación de una misión militar Europea para la instrucción del Ejército. Decreta: Art. 1.- Para los efectos del Mando, prerrogativas, honores y mas derechos que establecen las leyes ecuatorianas para los miembros del Ejército; reconócese en los grados que a continuación se indica a los siguientes Oficiales Italianos, que componen el primer contingente de la Misión Militar que ha llegado al país: Señor Sargento Mayor Cav. Federico de Giorgis, Señor Capitán Cav. Mario Carasi, Señor Capitán Cav. Romano Cataneo, Señor Capitán Ettore Lodi, Señor Capitán Cav. Giovanni Giurato, y Señor Teniente doctor Pietro Salvestroni 62 Los nombres anteriormente citados, compusieron el primer contingente de oficiales italianos, que al mando del general de brigada, comendador Alessandro Pirzio Bíroli iniciaron el proceso de adiestramiento de los cadetes, oficiales y clases ecuatorianos en los diversos campos del saber militar y lo que con él está relacionado, como se menciona en la Revista del Ejército Nacional número 5: “Del contacto de nuestra mente con la de ellos, de la colaboración íntima y cordial, del reconocimiento justo, honesto, leal de las cualidades recíprocas, tendría que nacer para ustedes, jóvenes soldados, futuros regidores de las fuerzas armadas del país, el mejor de los resultados”.63 “Presentamos al Ejército de la República al gallardo general Jefe de la Misión Italiana ya en funciones en esta nación y al hacerlo cúmplenos manifestar a nuestros camaradas que, a los grandes prestigios de talento, de erudición, don de mando, de gran organizador con que se anuncia al general Bíroli (…)”64 Con estas palabras sentidas la Revista del Ejército Nacional, daba la bienvenida a la Misión Militar Italiana y a su comandante en jefe, Il Comendadore general Alessandro Pirzio Bíroli. Este oficial se había distinguido en los campos de batalla de la guerra ítalo turca de 1912 y en los frentes alpinos 62. Andrade, Hernán y Tapia, Amílcar. “Documentos para la Historia del Colegio Militar, 1830-1930”, pág. 373. Instituto Geográfico Militar, Quito-Ecuador. 1991. 63. IBID, pág. 417. 64. Sociedad de Estudios Históricos Militares. “El Ejército Nacional”, Número 5, pág. 315. Quito- Ecuador, 1922
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Arriba. Oficiales de la misi贸n italiana frente al monumento a Dante Alighieri. Abajo. Recorte de prensa con el primer contingente de la misi贸n.
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de la Primera Guerra Mundial, habiendo obtenido su grado por méritos de guerra en la batalla del Piave de junio de 1918. Las palabras que pronunció poco después de arribar a nuestro país denotan la inquebrantable voluntad de servicio que acreditaba a los miembros de la misión: “Estoy decidido a servir a esta bella nación, con todas mis energías y la de los míos; pero quiero que cuanto se haga en Ecuador sea por y para Ecuador. No queremos trasplantar teorías ni prácticas, sin antes haber certificado un estudio del país y la posibilidad de aplicar cierta doctrina con el máximun de utilidad que requiere la república”.65 INICIO DE ACTIVIDADES. El trabajo más importante en cualquier actividad que involucre al hombre es el educativo, y esa fue la razón por la que los italianos fueron contratados para fortalecer este aspecto como sustancial en el quehacer militar. Con excepcional diligencia, los oficiales italianos cumplieron a cabalidad la función por la que se les contrató: en mayo de 1922 se dictan conferencias o cursos intensivos de infantería, artillería y caballería, armas automáticas y guerra de montaña… Pronto vendrían las primeras fundaciones de escuelas regulares de ingenieros, de educación física, de hipología, de aviación…66 Una de las primeras fundaciones es el del curso de ingenieros, germen del que nacieron posteriormente el Cuerpo de Ingenieros del Ejército y la Escuela Superior Politécnica del Ejército. Este curso se encontraba bajo la dirección del sargento mayor Cav. Alberto Inzani. Su pensum estaba integrado por las siguientes materias: matemáticas, topografía, construcciones, arquitectura, construcciones viales, hidráulica, fortificación, química y física. Se llegó a un alto grado de camaradería, básico para el éxito de cualquier actividad humana, debido a ello se formó un círculo deportivo entre los oficiales italianos y los ecuatorianos, estrechando de esta forma aún más la cordial relación que ya entre ellos existía. La construcción integral del oficial ecuatoriano por parte de los catedráticos italianos era académica y física. Mens sana in corpore sano es la frase que los romanos aplicaban a su vida diaria, premisa bajo la cual se inaugura con decreto ejecutivo del 19 de junio de 1922, el curso de educación física. LA ESCUELA MILITAR. Se prestó especial importancia, como no podía ser de otra manera, al fortalecimiento y consolidación de la Escuela Militar creada una década atrás. La misión italiana procuró dotarle de una estructura que le permitiese funcionar de una manera acorde con los requerimientos que el país tenía a la época. Tras el análisis de la propuesta realizada por los militares europeos, mediante decreto publicado en el Registro Oficial del 17 de octubre de 1922 se establecen importantes reformas en la estructura y gestión de la Escuela Militar: “Art. 4. …La Escuela Militar será regida por un Comandante Director, cuya jerarquía se fijará en el Reglamento Complementario de la Ley de Planta del Ejército. 65. Ibídem, pág. 409. 66. Romero y Cordero, Remigio. “El Ejército en 100 años de vida republicana 1830-1930”, pág. 435. Instituto Geográfico Militar, Quito-Ecuador. 1991.
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Revista gimnástica de los cadetes del Colegio Miltar. Años 20 del siglo pasado.
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Tendrá un Director Técnico, Coronel o Teniente Coronel; un Sub- Director, Sargento Mayor; un Capitán, Primer Ayudante; dos Capitanes, Instructores; un Teniente, Segundo ayudante… “Art. 37.-…El Plan de Estudios de los Cursos Segundo, Tercero y Cuarto, quedará concebida en los siguientes términos: Segundo curso. Legislación militar, higiene militar, matemáticas, ciencias físicas, castellano, historia y geografía del Ecuador, historia y geografía universal, idiomas. Tercer curso. Arte militar, topografía, conocimiento de armas portátiles, historia militar, matemáticas, ciencias físicas y naturales, idiomas. Cuarto curso. Arte militar, fortificación, artillería y explosión, historia militar, geografía militar, matemáticas, ciencias físicas e idiomas.67 La misión de formar a los futuros oficiales, recayó en las manos de los siguientes oficiales italianos: “…la dirección técnica del Teniente Coronel Cav. Vittorio Ferlosio que era también profesor de Arte Militar, junto con el Capitán Cav. Guido de Luca, y con la colaboración del Mayor di Giorgis, para profesor de Historia Militar, del sargento Mayor Pitassi para profesor de Artillería y Explosivos.”68 La Escuela Militar durante esta época funcionó en el Palacio de la Exposición, actualmente Ministerio de Defensa en el sector de La Recoleta, y en este lugar se mantuvo hasta 1938. En 1923 se realiza una reforma al plan general de estudios de la Escuela Militar, en la que por pedido del Estado Mayor General del Ejército, se reevalúa la forma en la que los cadetes son calificados, dándose especial importancia a la disciplina, al espíritu militar, a la táctica y a la lógica. Con esta reforma se pretendía que el ingreso de los cadetes fuese lo más justo posible. Durante el mismo año se suspenden los cursos primero y segundo de la escuela. En 1924 se regulariza la admisión de los nuevos cadetes. Los exámenes eran rendidos en presencia de las autoridades públicas, contando incluso en algunas ocasiones con la visita del Presidente de la República. Los requerimientos para el ingreso de los aspirantes, nos muestran el compromiso que las autoridades militares ecuatorianas y sus pares italianas habían asumido para cumplir su labor educativa y formativa y pasaban por poseer un nivel educativo que garantizase la idoneidad del estudiante. Los requerimientos pasaban por pedidos de estándares altos en conocimientos y honorabilidad, por ejemplo: de preferencia que hubiese cursado hasta tercer curso del colegio (este pedido en un momento en el que en el Ecuador, alrededor del 90 % de la población era analfabeta), una hoja de vida intachable, refrendada por cartas de recomendaciones de personas prestantes en el país, y naturalmente un buen estado físico. El hecho de que el Presidente de la República, visitara a los futuros cadetes el momento de la prueba de ingreso para la Escuela Militar, denota el interés que el Estado ecuatoriano manifestaba en la educación de los cuadros militares. Toda esta obra emprendida significó que cada vez más se limitara el acceso de oficiales asimilados, práctica muy común anteriormente debido a la carencia de estatutos que regularan esta práctica. 67. Andrade, Hernán y Tapia, Amílcar. “Documentos para la Historia del Colegio Militar, 1830-1930”, pág. 376. Instituto Geográfico Militar, Quito-Ecuador. 1991. 68. Romero y Cordero, Remigio. “El Ejército en 100 años de vida republicana 1830-1930”, pág. 438. Instituto Geográfico Militar, Quito-Ecuador. 1991.
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Izq. Curiosa foto de los cadetes del Colegio Militar. c. 1920. Arriba. Pr谩ctica de esgrima con un instructor italiano. Abajo. Los cadetes en el Palacio de la Exposici贸n.
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Arriba. Parte del gabinete ministerial del gobierno de la revoluci贸n Juliana. 1926.
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LA REVOLUCIÓN JULIANA. La situación del país en la tercera década del siglo XX es sumamente conflictiva. La debacle financiera provocada por el fin del ciclo cacaotero, había sumido al país en una creciente agitación social. La intervención de los jóvenes oficiales que perpetraron el golpe de Estado en 1925, detuvo la creciente descomposición social y económica que el Ecuador sufría. La acción de julio de 1925, marcó el inicio del auténtico Ejército Nacional. El insigne catedrático universitario Dr. Plutarco Naranjo describe en un artículo de El Universo del 17 de enero de 2012 lo siguiente en relación a la revolución juliana: “El 9 de junio de 1925 se produjo un inesperado cambio de gobierno del país. Una comisión de la Junta Suprema Militar, presidida por el mayor Luis Telmo Gómez de la Torre, irrumpió en la sala donde el presidente y sus ministros realizaban una sesión extraordinaria. Les notificaron que la Junta Suprema había resuelto asumir el gobierno de la nación. Algo semejante sucedió en Guayaquil y el resto del Ecuador. Comenzó así un cambio políticoadministrativo, económico y social. Los jóvenes militares de la categoría de subtenientes, conscientes de la situación de pobreza, crisis política y desgobierno, organizaron la Junta Militar y juraron luchar por el progreso del país. Fueron respaldados por 3 a 4 oficiales de mayor rango. La organización de los jóvenes oficiales tuvo tal éxito, que su movimiento no produjo muertos ni heridos. Algunos la han llamado Revolución Juliana...” La acción de la toma del poder fue encabezada por el comandante Ildefonso Mendoza Vera, quien apoyado por jóvenes oficiales de rango medio, dieron un paso adelante en la defensa de la nación ecuatoriana. Derrocado el presidente Córdova se constituyó una primera Junta de Gobierno integrada por elementos militares, presidente Tnte. Crnel. Luis Telmo Paz y Miño, Sgto. Myr. Juan Ignacio Pareja, Sgto. Myr. Carlos A. Guerrero, Cap. Emilio Valdivieso, Subtnte. Ángel Bonilla y Tnte. Federico Struve. Las actividades de la misión militar italiana y de la Escuela Militar se vieron brevemente interrumpidas por estos episodios históricos, sin embargo ya a fines de ese mismo año de 1925, se reanudaban todas las actividades de la misión, incluidas las clases en la Escuela Militar. Para 1929 se realiza una evaluación de lo realizado por los militares italianos, de lo que podemos decir que en el caso de la Escuela Militar: “… la finalidad de su propia esencia se ha armonizado mejor con las tendencias pedagógicas modernas…”69 El general Ángel Isaac Chiriboga señalaba en 1928 lo que había visto en las escuelas de instrucción militar y de la labor en sí de la misión militar italiana: “…de la Misión Militar Italiana puedo decir sin ambages, la opinión de que ha cumplido sus labores con satisfacción y empeño”. LA DÉCADA DE 1930. Durante la década de los años 30 del siglo pasado, la situación del país volvió a una inquietante anormalidad, sin embargo la labor de la Misión Militar siguió adelante. Hay que tomar nota de varios acontecimientos de alto valor histórico y en los que tomaron parte los militares ecuatorianos. El uno es el infeliz enfrentamiento entre compatriotas conocido como “La Guerra de los 4 días” en 1932 y el otro es la llegada al 69. Romero y Cordero, Remigio. “El Ejército en 100 años de vida republicana 1830-1930”, pág. 446. Instituto Geográfico Militar, Quito-Ecuador. 1991.
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solio presidencial en 1938, de uno de los grandes hombres de Estado durante el siglo XX en el país, el general Alberto Enríquez Gallo. Además de militar de prestigio, Enríquez Gallo es el artífice de importantes reformas dentro de la sociedad y el Estado ecuatoriano como la expedición del Código del Trabajo y de la Ley de Comunas. Su obra más importante se considera la fundación de la Escuela de Carabineros, hito que marca el nacimiento de la Policía Nacional como institución estatal, siguiendo las misma estructura y con algunos de los oficiales que estaban sirviendo en el Ejército Nacional y en la Escuela Militar. EL NOMBRE DEFINITIVO. En 1935, mediante decreto presidencial, al Colegio Militar se le otorga el nombre de Eloy Alfaro Delgado, en homenaje al hecho histórico de la reapertura definitiva de la institución educativa militar en el año de 1899. Con ello, el Estado y la nación ecuatoriana rendían homenaje de admiración y cariño al “Viejo luchador”. Las labores del Colegio Militar Eloy Alfaro continúan durante este agitado período, del cual se rescata como el hecho más importante el traslado de las actividades docentes a las instalaciones diseñadas y construidas para labores educativas y que se encuentran hasta la actualidad ubicadas entre las avenidas Orellana, y Amazonas, sector de la Pradera, centro norte de Quito. Esta amplia infraestructura fue encargada en 1937 por el ingeniero Federico Páez, presidente de la República y en un inicio estaban destinadas para el Colegio Femenino Manuela Cañizares, el que por oposición de los padres de familia no lo ocupó. La evaluación final de este período tan conflictivo para el país, no lo fue tanto para la nueva Escuela Militar, se logró dentro de ella una estabilidad que le dio la posibilidad de mantenerse e incluso de definir su identidad. Su institucionalidad se vio fortalecida con pensum de alta calidad académica, los alumnos del colegio poco a poco se van convirtiendo en la punta de lanza de la nueva nación ecuatoriana y finalmente ya en el final de la presencia de la Misión Militar Italiana, se llega por fin a ocupar un lugar funcional y apto para el desarrollo de todas sus actividades. Hay que anotar, sin embargo que la labor de los militares italianos chocaba constantemente contra la dura realidad social y económica de nuestro país. Las labores siempre tenían el limitante de la falta de casi todo: de munición para las prácticas, de armamento en cantidad y calidad, de recursos para maniobras… La formación teórica de gran calidad chocaba con que en la mayoría de los casos se hacia lo que podía y no lo que se debía. La misión militar italiana, en conclusión, establece en el país un proyecto educativo de carácter científico y consolida clara y definitivamente una estructura, física y académica que permitió, a pesar de todas las vicisitudes que el país atravesaba, que la Escuela Militar siguiese funcionando y creciendo. En lo institucional, sin duda alguna lo más importante del legado italiano, además de la preparación profesional rigurosa, fue la creación de un espíritu crítico y patriótico en los oficiales ecuatorianos.
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Capítulo VII
DEL PALACIO DE LA EXPOSICIÓN A LA QUINTA DE LA PRADERA.
Colegio Militar en la Pradera. Años 40.
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l Congreso Nacional del año 1902, dispuso que se organizara en la ciudad de Quito una Exposición Nacional como uno de los números centrales del programa que debía desarrollarse para conmemorar el centenario del movimiento emancipador del 10 de agosto de 1809. Con el propósito de coordinar las acciones y actividades pertinentes, se organizó un comité que debía llevar adelante el proyecto. La idea del gobierno del general Alfaro era construir alguna edificación funcional para que se desarrollara tan importante evento, al que debían concurrir inclusive, representaciones de industriales y empresarios extranjeros. Como el tiempo resultaba limitado, se determinó que se arrendara las instalaciones del edificio de la “Asociación Benéfica de las Señoras de la Caridad” que por entonces se construía en la Recoleta. “El edificio mencionado -nos hace conocer María Antonieta Vásquez-, estaba en construcción para ser destinado a la Escuela de Artes y Oficios para mujeres, estaba localizado en las afueras de la ciudad junto al convento del Buen Pastor, hacia el lado oriental de la Plaza de la Recoleta. El préstamo, que suponía el uso de los patios, terreno y material de construcción, estaría libre de canon de arrendamiento y duraría hasta la clausura de la exposición; fijándose como plazo máximo para la desocupación del edificio un año, al término del cual el gobierno lo devolvería a sus legales propietarios, con todas las reformas e inversión verificadas para su conclusión.”70 Obviamente, los trabajos de adecuación demandaron tiempo y dinero, por lo que se debió recurrir a fondos imprevistos. Luego de superar varios problemas, el edificio al que se llamó “Palacio de la Exposición”, quedó habilitado para que allí se desarrollase el evento que atrajo a industriales nacionales y extranjeros ávidos de exponer sus productos. Básicamente se construyeron varios pabellones que fueron designados a comerciantes de Ecuador, Perú, Francia, Colombia, Chile y Estados Unidos. Además de los pabellones, el edificio tenía una galería de plantas, salones de conciertos, kioscos, patios internos, entre otros servicios. Luego de concluida la exposición, el edificio debía ser entregado a la “Asociación de las Señoras de la Caridad”, la legítima propietaria. Sin embargo, algunos senadores sugirieron que considerando la elevada inversión hecha en su adecuación, debía ser destinado a museo, conservatorio o universidad, concretamente como local de la Universidad Central. Cuando el edificio pasó a poder del gobierno luego de indemnizar a la “Asociación de las Señoras de la Caridad”, era un hecho que la universidad quiteña ocuparía sus instalaciones, pero el descontento de los estudiantes y las condiciones en las que entregaba el gobierno a sus nuevos ocupantes, hizo se desistiera de tal concesión. Antes de que al edificio se lo ocupara definitivamente, pasó deshabilitado durante casi tres años, el tiempo suficiente para sufrir el deterioro en algunos de sus pisos, cielo raso, paredes y ventanas. Finalmente en julio de 1912, hubo la decisión de entregárselo a la Escuela Militar, como hace conocer en su informe el jefe accidental del Estado Mayor General del Ejército, 70. Vásquez, María Antonieta. “El Palacio de la Exposición”, obra auspiciada por la Comisión Permanente de Conmemoración Cívicas y la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Edit. CCE, Quito, 1989.
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coronel Luis Cabrera Negrete, al ministro de Guerra y Marina, general Juan Francisco Navarro: “…se entregó el Palacio de la Exposición a la Escuela Militar que ocupaba el cuartel de la Magdalena. A éste pasó el Batallón Quito N°2 de Línea. En el ruinoso edificio de la calle Olmedo se iniciaron los trabajos de reparación para que en el puedan instalarse tanto el Estado Mayor General como el Instituto Superior de Aplicación.” UN PALACIO PARA LA ESCUELA MILITAR. En el informe que presenta el director de la Escuela Militar, confirma la fecha del traslado de la escuela a sus nuevas instalaciones: “El 6 de julio de 1912, definitivamente el Ministro de Guerra y Marina, ordenó que se traslade (la escuela), al que fue Palacio de la Exposición. La nueva instalación en el referido local se hizo lentamente, entre otras cosas, por las pésimas condiciones en que se encontraba el edificio, que había estado abandonado en manos del tiempo.”71 Al hablar de sus dirigidos sostiene: “Los cadetes aunque en su mayor parte reclutas, se han distinguido por su entusiasmo y espíritu.” A continuación añade: “La instrucción práctica se ha desarrollado conforme lo indica el Reglamento. En la actualidad reciben la instrucción individual, para luego entrar a la compañía. Los cadetes del curso militar tienen también instrucción de caballería.” En otra parte del informe hace conocer: “En cuanto a instrucción técnica se está desarrollando el plan de estudios vigente que, como manifesté en otro lugar, requiere muchas reformas, pero que en el año en curso no es posible entrar a considerarlas.” 71. Fragmento del informe presentado el 20 de mayo de 1913, por el comandante Ricardo Garzón al Director de Instrucción del Ejército.
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En indudable que aquel periodo de transición, hasta regularizar las actividades normales en su nuevo edificio, influyó de alguna manera en el rendimiento regular de los cadetes. Otro aspecto que resaltaba de ese periodo es el número reducido de cadetes: 34, de los cuales 4 eran guayaquileños, 3 manabitas y 2 machaleños; el resto, serranos, prevaleciendo los cadetes oriundos de Quito. El nivel jerárquico, como en la actualidad, lo constituía el brigadier mayor (Luis Rivadeneira), los brigadieres, subrigadieres y cadetes. Los nuevos “habitantes” del edificio, oficiales y cadetes, tuvieron inicialmente que sufrir ciertas incomodidades y limitaciones. Inclusive, se tuvo que acondicionar para las cocinas una de las pesebreras. El director de la escuela, en el informe antes citado lamenta el estado en que encontraban las instalaciones: “En el pabellón principal la parte baja casi en su totalidad se encuentra inservible a consecuencia de haberse podrido el piso; la reparación de este daño requiere inmediato arreglo porque esos salones están destinados a estudios y clases”. Asimismo advertía la falta de vidrios en varias ventanas igual que algunas puertas semidestruidas que no daban la seguridad requerida, por lo que necesitaban el arreglo inmediato. Sin embargo, estos problemas que tenían solución pero demandaban dinero y tiempo, no impidieron que se atendiera la parte académica y de formación militar de los cadetes. Los gabinetes de física y química que por el traslado habían sufrido golpes y deterioros tuvieron tratamiento especial. La colección de armamento que servía inclusive en las clases prácticas de armas, y luego constituirían la base para la creación de un bien dotado museo, se encontraba en buenas condiciones, igual que otra colección de medios materiales para el estudio de fortificación. Para la práctica de equitación de los cadetes del curso militar, se construyó un picadero provisional, pues se proyectaba tener otro más funcional y cubierto si se declaraba al edificio de propiedad de la escuela. Una limitación que no se había solucionado a pesar de las reiteradas solicitudes a la superioridad, fue la tardanza en adquirir o asignar un terreno adecuado para las prácticas de tiro (polígono). Respeto a la biblioteca, los directivos de la escuela se empeñaron en incrementarla progresivamente por no tener los recursos necesarios para el efecto. Una vez analizados los problemas relacionados con el área académica se priorizó la atención y comodidad de los cadetes. El dormitorio que se encontraba en la parte alta del pabellón principal, era amplio y tenía la ventilación suficiente; el comedor y el casino fueron instalados en el lugar donde anteriormente funcionó el café concierto; la cocina se hallaba distante de los comedores de oficiales y cadetes, por lo que se decidió reubicarla; el mobiliario en general, necesitaba renovación e inclusive incremento considerando lo espacioso del edificio. El instituto militar en esa fecha estaba integrado por 2 jefes, 7 oficiales, 34 cadetes y 30 ordenanzas. El comandante Ricardo Garzón era su director; el subdirector, el mayor Carlos Flores Guerra; los capitanes Alfredo Darquea, Francisco J. Lara, Antonio Flores Chiriboga; tenientes Segundo M Abarca y Gregorio Solórzano; subteniente Leopoldo Alvares y Luis A. Escobar. Figuraban también los siguientes oficiales asimilados: sargento mayor cirujano Carlos Cabezas, capitán Enrique Jarrín y teniente maestro de armas Filidor Gaete.
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En el Palacio de la Exposici贸n. Arriba izq. Comedor. Arriba der. Aula de clases. Abajo izq. Lavatorios. Abajo der. Dormitorio.
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Los profesores civiles eran de lo mejor de la ciudad: para matemáticas, el señor Luis Chiriboga; de castellano, Víctor F. Toscano; ciencias físicas y naturales, Juan J. Eguez; legislación militar, Alejandro Córdova, historia y geografía, Gonzalo González, alemán, Mateo Onestinghel y francés, Juan M. Leroy. Entre las materias militares constaban: táctica, fortificación, conocimiento de armas y balística, disciplina militar, derecho de la guerra, higiene militar y dibujo militar. En el diario El Comercio de Quito, de 25 de julio de 1912 se hace conocer que: “Previo inventario se acordó entregar al director de la Escuela Militar, el museo zoológico perteneciente al Palacio de la Exposición.” Respecto de otro asunto relacionado con el personal del instituto militar el mismo medio de comunicación y en la misma fecha publicaba: “A treinta y cinco centavos diarios se ha aumentado lo que se presupuestó para la confección del rancho por cada oficial de la planta directiva y por Cadete de Escuela Militar, y a veinte centavos por cada individuo del servicio del establecimiento.” Con fecha 18 de marzo de 1913 el sargento mayor Carlos Cabezas, cirujano de la escuela, en su informe aseguraba:”La alimentación de los señores oficiales, cadetes y empleados es nutritiva y suficiente; el ejercicio de los alumnos, moderado. La profilaxis es en lo posible rigurosa: hay buena agua, buen sistema de excusados y desagües, mucho aseo, escrupulosa limpieza y cuando se necesita, aislamiento de los enfermos y constante desinfección.” FORTALECIENDO A LA ESCUELA MILITAR. Establecidos ya los integrantes de la Escuela Militar en el amplio edificio, el cual debía adecuarse progresivamente para que satisfaga los requerimientos que impulsarían el desarrollo académico, considerando que el plan de estudios vigente era el de 1904, se imponía la necesidad de incorporar reformas compatibles con la evolución y tecnificación de la enseñanza de aquella época. En efecto, el 11 de abril de 1918 entró en vigencia el nuevo plan de estudios, en el que incluía el número de horas semanales de clase que debían dictar los profesores. Pero considerando el reducido presupuesto de guerra vigente, se dispuso la supresión de gratificación a los profesores de asignaturas militares de la Escuela Militar; igualmente, se determinó que el referido instituto tuviera dos profesores de matemáticas con el sueldo mensual de cien sucres cada uno, debiendo dictar las clases de geometría analítica y del espacio y de trigonometría el uno; y el otro las de aritmética, algebra y geometría plana. Igualmente “a los cadetes se los rebajaba a cuarenta sucres por mes, la asignación de cincuenta sucres mensuales del presupuesto de guerra, para cada uno de los 80 cadetes de la Escuela Militar.”72 Aquel número de cadetes fue dispuesto por decreto ejecutivo de fecha 7 de marzo del año anterior (1917), con la aspiración de que el máximo número de subtenientes egresados será de quince. En el informe que presenta el coronel Ángel Isaac Chiriboga, al jefe del Estado Mayor General, hace conocer que el equipo de parada y de diario estaba listo para cincuenta cadetes y no para los ochenta que se dispuso por lo que se hizo el pedido 72. Informe del coronel Juan Francisco Orellana, subsecretario de Guerra, año de 1917.
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Palacio de la Exposici贸n. Museo Militar.
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respectivo de determinadas cantidades de yardas de paño azul celeste, azul obscuro, terciopelo de seda azul marino obscuro, terciopelo de algodón azul marino obscuro, cinturones de hule blanco con sus respectivas chapas y tahalíes, sables, bayonetas, pares de zapatos de cuero ruso amarillo, pares de alpinas de paño verde, capas de paño blanco, cóndores para cascos, entre otros enseres que eran parte del equipo del cadete. El valor de los pedidos, alrededor de trece mil sucres, pagaría la escuela con sus propios recursos. Al referirse al rancho de los cadetes, el coronel Chiriboga manifiesta: “Se ha puesto especialísimo empeño; si al cadete se le exige un trabajo que demande diez horas diarias de labor, el alimento debe ser capaz de sostenerlo en la integridad de sus fuerzas. El desayuno, almuerzo, lunch y comida se sirve en abundancia y de buena calidad. En la ración diaria se incluye: carne, pan, arroz, variedad de cereales, patatas, sal y especias, azúcar (raspadura), legumbres, lácteos, café, frutas.”73 Los oficiales que acompañaban al director, coronel Ángel I. Chiriboga, en 1917, eran los siguientes: sargento mayor Segundo Abarca, subdirector; capitanes Aquilino Vásconez, Enrique Moreno y Leonidas del Campo; tenientes Pompeyo Salgado, Alberto Murgueytio, Luis Salazar, Humberto Albán y Miguel Vásquez; subteniente Alfredo Fierro y teniente de reserva Alfredo Jarrín. EL MUSEO MILITAR. El 18 de octubre de 1919, considerando que la escuela mantenía una interesante variedad de armas, el Congreso de la República decretó la organización del Museo Militar Nacional, cuyo material, años más tarde, en las instalaciones de La Pradera, serviría para incrementar las reliquias históricas que se exponen en el Templete de los Héroes. Por la importancia que tuvo la creación del Museo Militar, el presidente Alfredo Baquerizo Moreno, con fecha 21 de octubre de 1919, aprobó que se declarase de carácter nacional al museo organizado en la Escuela Militar, destinándole el pabellón que en 1909 fue designado a la República de Chile, durante la exposición internacional desarrollada en aquel año. Disponía además, en el artículo 2°, que “las bibliotecas, museos y más establecimientos de carácter público que posean banderas, armas y otros elementos de guerra, antiguos y modernos, entregarán al Museo Militar antes del 1° de enero de 1920, bajo la responsabilidad de los jefes o directores, según el caso.” El artículo 3° disponía: “Declárase de propiedad nacional y con destino al propio museo, las banderas y estandartes tomadas por el Ejército de la Gran Colombia en la gloriosa jornada de Tarqui, trofeos conservados, hasta el día de hoy, por los herederos del señor general Juan José Flores.” En el siguiente artículo facultaba al Ejecutivo que adquiriese para el Museo de Armas, documentos y trofeos de importancia histórico-militar que poseyeren ciudadanos particulares; a la vez, prohíbe la exportación de todas aquellas reliquias históricas. El 30 de junio del año siguiente, el mismo presidente Baquerizo Moreno disponía se nombrase un administrador del Museo Militar Nacional (se le daba esta denominación), para su “mejor custodia y conservación.” 73. Informe del coronel Ángel I. Chiriboga, director del Colegio Militar, de 5 de mayo de 1917.
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Daba la responsabilidad al director de la Escuela Militar de la conservación y mantenimiento del museo; además, disponía que se contratase un administrador para el museo, con un sueldo mensual de sesenta sucres que se pagarían con fondos de la escuela. Reiteraba que será el instituto militar el único responsable de las perdidas o daños que ocurriesen. Finalmente, reconocía “la patriótica iniciativa del director de la Escuela, coronel Ángel Isaac Chiriboga, por la organización del Museo Militar Nacional y por la colaboración prestada por los oficiales del plantel.” La Ley de Situación Militar y Ascenso para los oficiales, dictada el 22 de febrero de 1926, dispone que el reclutamiento de los oficiales de línea del ejercito permanente “provendrán de la Escuela Militar o de los institutos que se crearen para la preparación o instrucción de los aspirantes.” Disponía también que “las universidades y colegios de segunda enseñanza, tendrán un cátedra militar obligatoria, con programas elaborados por el Estado Mayor General…” COLEGIO DE ENSEÑANZA SECUNDARIA. El 3 de octubre de 1935, el ingeniero Federico Páez, encargado del mando supremo de la República, mediante decreto supremo N°15, le otorga a la Escuela Militar la calidad de colegio de enseñanza secundaria. Una de las razones para esta decisión fue: “Las crecientes exigencias culturales impuestas a los miembros de las instituciones armadas por el estado actual de las ciencias, impone la necesidad de elevar cada día más la capacidad científica e intelectual de los oficiales.” La facultad de tener la condición de colegio, le daba también la capacidad de validar los certificados de estudios y el título de bachiller que otorgue, de acuerdo con las leyes y reglamentos correspondientes. Podía además, otorgar el grado de subteniente de reserva a los bachilleres graduados en la Escuela Militar; mientras que podían ser subtenientes de línea los bachilleres graduados en la Escuela Militar pero siempre “que completasen sus estudios de especialidad militar de conformidad con el Plan de Estudios y Reglamentos que dictase el Ejecutivo.”74 Ante el déficit de docentes e incremento de asignaturas, se aumenta el número de profesores, todos ellos con sueldo mensual de 320 sucres y responsables de las siguientes materias: psicología, cuestiones sociales, inglés, ética, literatura, historia de la filosofía y taquigrafía; se aumentaba también el presupuesto del colegio ($10.000) para material de enseñanza civil y militar y para cubrir el sueldo del personal de servicio. Los ministros de Estado responsables para que se cumpliese el referido decreto fueron el ministro de Defensa y el de Hacienda y Crédito Público. En esta condición de colegio de enseñanza secundaria, en 1937 tuvo un importante logro: la graduación de bachilleres en filosofía y letras. Estos fueron los privilegiados: Marcos Gándara Enríquez, Luis E. Montalvo, José A. Herdoiza, Héctor Aguilar, Ángel Zurita, Ángel Vega A., Pablo Núñez y Carlos Arregui. Definitivamente, la Escuela Militar se convirtió en la eficiente formadora de la oficialidad ecuatoriana e inclusive, de las Fuerzas de Reserva Nacionales. En efecto, el encargado del mando supremo de la República, Federico Páez, mediante decreto de fecha 74. Registro Oficial N° 14, del 15 de octubre de 1935
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11 de junio de 1936 dispuso que quienes iniciaron sus estudios militares en la Escuela Militar y no hubiesen podido completarlos, “por esta sola vez y hasta el 31 del mes actual (junio), los ex cadetes que hayan terminado hasta el segundo año de estudios en la Escuela Militar, previa presentación de certificados y comprobantes, se les otorgue el respectivo despacho de subtenientes de reserva, siempre que no se hallaren comprendidos en su baja por deserción”. Uno de los oficiales que se acogió a este decreto fue el subteniente de reserva Gustavo Ledesma Vásquez, futuro héroe nacional. Pero también sus aulas e instalaciones sirvieron para que allí se realizaran cursos de diferentes especialidades, tomando en cuenta que la escuela poseía modernos laboratorios de física, química, biblioteca, museo de armas y otros servicios que ayudaban a desarrollar las clases prácticas y objetivos. En el resumen de labores desarrolladas por el ministro de Defensa, y publicado por la prensa nacional se anticipa el próximo traslado de la Escuela Militar a otras instalaciones ubicadas en La Pradera. “Habiendo el Gobierno resuelto que el edificio destinado para normal de señoritas (Manuela Cañizares), sea canjeado con el actual Colegio Militar, el Ministerio de Defensa ha tomado a su cargo esta construcción, la que está llevándose a su término y que a fines de este año (1937), el Colegio Militar funcionará en su nuevo edificio.” 75 Sin embargo, el traslado de los dos institutos sufrió un inesperado retraso, por lo que tuvo que realizarse al año siguiente.
75. El Telégrafo, sábado 26 de septiembre de 1936.
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Capítulo VIII
EN LA PRADERA CONTINÚA LA HISTORIA.
Ceremonia de graduación oficiales en el antiguo Colegio Militar Eloy Alfaro. c. 1970
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l 22 de octubre de 1932, en la notaría tercera del doctor Efraín Martínez Paz, se finiquitó la venta del terreno e inmuebles de La Pradera, entre el señor Alfredo Fernández Salvador y hermanos (Ricardo y María Elena), por una parte y por otra, el señor Federico Cornejo Campozano, ministro de Hacienda, en representación del supremo gobierno, en la cantidad de 378.800 sucres. La compraventa se refería “al inmueble La Pradera, con sus edificios, pesebrera, árboles existentes, servidumbre, usos y servicios que le son propios.” En la cláusula cuarta de la escritura consta: “Los vendedores entregarán al Gobierno los inmuebles materia de este contrato, inmediatamente después de firmada la escritura en conformidad a la minuta y a los detalles periciales que han servido de base para la negociación y que existen en el Ministerio de Hacienda.” La cláusula quinta determina los límites del inmueble: “Por el Norte, terreno del señor Ramón Guzmán; por el Sur, la carrera Orellana; por el Este, una quebrada que los separa de terrenos del mismo señor Ramón Guzmán; por el Oeste, los terrenos del señor Luis Chiriboga y Rafael Negrete… Tiene una superficie de doscientos once mil trescientos metros cuadrados (211.300 m2)… comprende este inmueble tres casas, una pesebrera y todos los árboles que existen dentro del área del terreno.”76 En este terreno, una vez en poder del Estado, se levantaron algunas construcciones que estaban destinadas para el Normal de Señoritas Manuela Cañizares, pero coincidentemente, así como años atrás la Universidad Central desistió de ocupar el Palacio de la Exposición, los padres de familia de las alumnas del “Manuela Cañizares” adujeron que se encontraba muy alejado del centro poblacional, por lo que se negaron a que sus señoritas hijas concurrieran a las instalaciones de un instituto en las afueras de la ciudad. Con ese antecedente y considerando que mediante decreto supremo de 4 de diciembre de 1935, la Escuela Militar se transformó en colegio de segunda enseñanza, para los primeros años y de especialidad el último, con el consiguiente incremento de alumnos, el ingeniero Federico Páez, encargado del mando supremo de la República, mediante decreto dispuso: “Art. 1°.- Destínese todos los edificios y terrenos del actual Colegio Militar, al Instituto ‘Manuela Cañizares’. Art. 2°.- “Asígnase el pabellón en construcción que estaba destinado para aquel instituto, al Colegio Militar, con todos los terrenos adyacentes que constituyeron la quinta La Pradera del señor Fernández Salvador, con exclusión del estadio perteneciente a la Universidad Central.” Es decir, el decreto disponía un cambio de instalaciones: el edificio de la Recoleta para el Manuela Cañizares y las edificaciones de La Pradera para el Colegio Militar, intención que finalmente se concretó a medias, porque el Normal no ocupó nunca el ex Palacio de la Exposición. El referido documento determinaba además que, “tanto el uno como el otro establecimiento, funcionarán desde el mes de diciembre del año en curso (1937), en los respectivos locales que fueron destinados.” Disponía también que se expropiase seis hectáreas de terreno adyacente a la quinta La Pradera y que las construcciones 76. Fragmento de la escritura de venta del inmueble, 22 de octubre de 1932.
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Colegio Miltar Eloy Alfaro en La Pradera. Aspectos del acceso al bosque de las acacias.
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culminadas y las que allí se construyesen, quedaran bajo control administrativo y técnico del Ministerio de Defensa Nacional. Respeto al traslado de los dos institutos a sus nuevas instalaciones que debía hacerse en diciembre de 1937, no se cumplió porque hubo posiblemente la intención de entregar las edificaciones de La Recoleta a otra institución. En efecto, mediante decreto N°380 firmado por el general Alberto Enríquez Gallo, jefe supremo de la República, se disponía la adjudicación “del edificio del Colegio Militar, ubicado en la carrera Maldonado de esta ciudad, para el funcionamiento de las oficinas del Ministerio de Defensa Nacional, del Estado Mayor General del Ejército y de la Zona Militar.” Asimismo, el artículo 2° del decreto determinaba: “El edificio en que actualmente funciona el Ministerio de Defensa Nacional y las oficinas del Estado Mayor General del Ejército, adjudícase al Conservatorio Nacional de Música de esta capital; y el local en el cual funcionan las dependencias de la Primera Zona Militar, situado en la carrera Olmedo, destínase para el funcionamiento de la casa de la Confederación de Militares Retirados de esta capital.” El artículo 4° agregaba: “El presente decreto, de cuya ejecución se encarga a los señores ministros de Defensa Nacional, Educación Pública y de Hacienda, servirá como título de propiedad a la Confederación de Militares Retirados.” El señor Galo Plaza, ministro de Defensa, en su informe del año de 1940, se refiere a ciertos adelantos y actividades del colegio, como la organización de eventos culturales y de educación física; además, que se estaba negociando con una empresa privada la construcción de una piscina y una cancha de tenis; que se construía una sala de lectura y se arreglaba el cielo raso del dormitorio de los cadetes; que había entrado en servicio el pabellón de veterinaria y las pesebreras con capacidad de 32 cuadrúpedos. Resulta gratificante conocer mediante el mismo informe, que cadetes ecuatorianos se encontraban estudiando en diferentes institutos de América y aún de Europa. Así, en Estados Unidos: “cadetes Jorge Vicente Hidalgo, Olmedo Alfaro Paredes y Mario Flores Guerra; Italia: Marcos Gándara Enríquez y Byron Neira; Chile: Pedro Chiriboga, Rodrigo Pesantes García, Jorge Enrique Chiriboga, Antonio Moral Moral y José Ávila Pazmiño.” 77 A partir de julio del año siguiente el Colegio Militar tuvo que suspender sus actividades normales: la invasión peruana de 1941 fue factor preponderante para tal suspensión. Sus instructores tuvieron que marchar a la frontera, inclusive algunos de ellos perdieron la vida pero sus restos regresaron años más tarde, a reposar para siempre en el Templete de los Héroes del Colegio Militar, en donde reciben los honores de jóvenes cadetes a los que en otra época, supieron educar y formar. Reiniciadas las labores normales, comienza a surgir la inquietud sobre si la condición de ser colegio es idónea o no en la formación de la oficialidad ecuatoriana. En el informe de las actividades realizadas en el periodo 1941-1942 que presenta en el coronel Alberto C. Romero, se puede advertir la posición de la superioridad militar: “La organización del Colegio Militar ‘Eloy Alfaro’, tal cual viene funcionando no corresponde a su finalidad esencial, que es la de reclutar oficiales profesionales. Es incuestionable que este colegio ha sido y es, efectivamente, uno de los mejores de enseñanza secundaria de la República… pero en su especialización propiamente dicha 77. Plaza, Galo, Ministro de Defensa, Informe a la Nación, Quito, 30 de junio de 1940.
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ha dejado de serlo. Por eso nos hemos visto obligados a modificar el plan de estudios del indicado establecimiento, para cuyo fin, ya desde el año anterior, se suprimió el primer curso y, en el presente año (1942), se suprimirán el segundo y el tercero.” 78 EL TEMPLETE DE LOS HÉROES. Fue creado para honrar la memoria de nuestros héroes. Varias de las reliquias históricas que son parte del Templete de los Héroes se exhibieron en el antiguo museo militar de la Escuela Militar de la Recoleta, como señala el general Marcos Gándara Enríquez en uno de sus informes durante su paso por el instituto militar, como teniente instructor y luego en calidad de jefe de estudios y oficial de ingenieros. Nos narra el general Gándara: “A las órdenes del general Chiriboga (Ángel Isaac) se hizo la recuperación de los recuerdos históricos del antiguo Museo Militar (Recoleta) que él había creado; además de otras piezas dispersas por entonces, en varios lugares o que se hallaban en poder de personas particulares. Complementariamente se reparó a los que tenían desperfectos o habían sido dañados por acción del tiempo.” Respecto a la construcción del edificio que fue levantado a partir de 1944, el mismo general Gándara nos comenta: “Dirigí las obras de construcción del Templete de los Héroes, con la asignación conseguida por el general Ángel I. Chiriboga. Se realizó adecuaciones y decoración de interiores y amueblamientos del local del templete, en acción conjunta con el artista señor Luis Moscoso, profesor de dibujo del Colegio Militar, quien diseñó las puertas, los muebles y pintó los grandes frescos que se hallan en el fondo de los dos grandes salones, todo ello en forma gratuita.” Como oficial ingeniero nos hace conocer las actividades realizadas en beneficio de las instalaciones del Colegio Militar trasladado a La Pradera: “Trazado y construcción del estadio, de las canchas deportivas y construcción de la piscina; drenaje de los terrenos pantanosos por entonces existentes dentro del área del colegio, como existían también en la planicie que constituía a partir de El Ejido hacia el norte…” La prensa, particularmente la capitalina, estaba al tanto de la construcción del templete o museo histórico en el Colegio Militar de La Pradera. Justamente, el 18 de enero de 1944, el diario El Comercio publica: “Se tienen ya esbozados los planos de las obras, que costarán alrededor de 250.000 sucres y que consistirán en el templete central o cripta consagrada a los héroes y dos grandes salas laterales para museos, donde se guardarán las armas, banderas y prendas históricas dignas de recuerdo… Los fondos que existen para estas obras provienen en su mayor parte de erogaciones de compatriotas residentes en el exterior, y sobrepasan los 180.000 sucres.” Días después se aseguraba la construcción prevista, cuando el presidente Carlos Arroyo del Río, con fecha 9 de febrero del mismo año, decreta: “Con aplicación a los fondos de la partida N°24 ‘Imprevistos Generales de la Administración Pública’, destínase la suma de 80.000 sucres, como contribución del Gobierno para la Construcción del Museo Militar ‘Eloy Alfaro’ de esta capital.”79 78. Informe del coronel Alberto C. Romero, Ministro de Defensa, Oriente, Archipiélago de Colón y Deportes, sobre actividades desarrolladas en el periodo de 1941-1942. 79. Registro Oficial N° 2319, febrero de 1944.
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Templete de los Héroes del Colegio Militar Eloy Alfaro.
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Templete de los HĂŠroes del Colegio Militar Eloy Alfaro.
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Izq. y arriba: Carroza presidencial. Museo Eloy Alfaro. Escuela Superior Militar Eloy Alfaro.
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El Templete de los Héroes está ubicado al suroccidente del colegio, a pocos metros de la entrada principal. De un solo piso, construido con columnas a semejanza de los antiguos templos romanos y griegos. En sus salas se conservan reverentes gran variedad de armas, banderas y más reliquias relacionadas con los diferentes pasajes de nuestra historia. Como es lógico, se prioriza el espacio físico en donde se encuentran los restos de los héroes. Las puertas del pequeño edificio son de hierro macizo. A su entrada los cadetes hacen guardia en honor a quienes ofrendaron su vida por la Patria. Con el transcurso de los años se construyeron al frente del templete dos tribunas desde donde autoridades civiles, militares y familiares presencian las ceremonias civiles o las de entrega de armas y graduación. Constituye en definitiva, el espacio emblemático de este prestigioso instituto militar. Pero si el Templete de los Héroes es la imagen de un santuario de meditación y de recogimiento cívico, las actividades del Colegio Militar de La Pradera, también orientaron sus esfuerzos a construir escenarios de desarrollo mental, físico, de recreación y de aprendizaje real y objetivo. En uno de estos aspectos se involucra directamente el zoológico del colegio. De acuerdo con la versión del entonces teniente coronel Oliverio Vásconez después general de la República, se inició la organización de un jardín zoológico en 1937, cuando la Escuela Militar funcionaba en La Recoleta, “como complemento de su museo de ciencias naturales, para que los cadetes tengan un mejor conocimiento de la zoología.” Posteriormente, en las instalaciones de La Pradera de la adecuación del zoológico se responsabilizó el capitán Jorge A. Rivadeneira CH, y el número de ejemplares se incrementó con la donación hecha por la Universidad Central, por compra o canje de nuevos ejemplares como lo hizo el director del Colegio Militar, coronel Nilo Alfredo Villagómez, al canjear dos tortugas galápagos macho y hembra con dos cachorros leones africanos, entregados al colegio el 28 de enero de 1967.”80 Desafortunadamente, años más tarde presionado por las circunstancias tuvo que desaparecer y sus ejemplares fueron trasladados, complementaron y dieron vida a un zoológico del Municipio Metropolitano de Quito. UN INSTITUTO PARA LA FORMACIÓN DE MANDOS MILITARES. Las desgraciadas experiencias de 1941 hicieron reflexionar a nuestros mandos militares, en el sentido de que además de tener soldados capacitados, se requería de oficiales preparados para la conducción de las operaciones que se desarrollan en la guerra, por eso creyeron procedente transformar el sistema de enseñanza del Colegio Militar porque “se requería una fuente de reclutamiento para oficiales que satisfaga las altas tareas que deben cumplirse dentro de las organizaciones armadas modernas, esencialmente técnicas.” Consciente de esta realidad, el presidente José María Velasco Ibarra, a pedido del ministro de Defensa expide el decreto N°589 del 1 de agosto de 1944 en el que determina: “Art. 1°.- Organízase el Colegio Militar ‘Eloy Alfaro’ para el bachillerato fundamental de ciencias y letras y para el cuarto, quinto y sexto año de enseñanza 80. Vásconez, Oliverio Tcrn. , Revista de la Escuela Superior y Colegio Militar Eloy Alfaro, 1970-1971.
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Colegio Militar Eloy Alfaro. Ceremonia con la presencia del presidente Velasco Ibarra.
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secundaria y curso militar posterior al bachillerato, Colegio que funcionará bajo la dependencia del Ministro de Defensa Nacional. Art. 2°.- Los alumnos de este Colegio serán de dos clases: becados y supernumerarios. Becados serán aquellos que habiendo superado las pruebas finales del tercer curso en cualquier Colegio de segunda enseñanza, legalmente establecido, obtuviera la concesión de una beca del Estado para el Colegio Militar… Supernumerarios serán los alumnos que pagarán por sus estudios la pensión señalada por el Ministerio de Defensa… Art. 4°.- Los becados unas vez adquirido el grado de bachiller ingresan al curso militar que durará un año, terminado el cual se les conferirá el grado de subteniente, con el que están obligados a servir tres años en las Fuerzas Armadas. Los supernumerarios no podrán hacer el curso militar, salvo el caso de que con su brillante desempeño hubieren obtenido las primeras antigüedades en los tres cursos secundarios y se hubieren graduado de bachiller con la más alta calificación… Art. 6°.- El grado de bachiller obtenido en el Colegio Militar será reconocido oficialmente para todos los efectos de la Ley…” En otros artículos se determina que el director del Colegio Militar, previa autorización del Ministerio de Defensa, podrá alterar o elaborar los reglamentos y planes de estudio de acuerdo con las necesidades académicas; además, se le otorga las atribuciones que corresponden a los rectores de los colegios de segunda enseñanza; se determina también que los suboficiales y clases en servicio activo de las Fuerzas Armadas podrán ingresar al Colegio Militar, cumpliendo las disposiciones dictadas para el efecto. Un aspecto que se puede establecer de inmediato es la dependencia directa que en ese momento tenía el Colegio Militar del Ministerio de Defensa Nacional, situación que cambiará después con el transcurso de los años. Entre tanto las instalaciones y servicios académicos de La Pradera se incrementan y adquieren mayor funcionalidad. Esta es la descripción que un cronista del Diario El Comercio, en publicación de fecha 2 de junio de 1946, realiza del aspecto físico del Colegio Militar: “Funciona en una serie de edificios levantados sobre un amplísimo terreno de más o menos un millón de metros cuadrados de superficie, que se halla localizado en el sector urbano de La Pradera, cuyo edificio principal se alza con frente a la avenida Orellana… A los lados se hallan los edificios donde se desarrollan las clases, están las viviendas (dormitorios) de los alumnos, de los oficiales profesores y los servicios de administración. Resaltan los bien cuidados campos deportivos, frondosos bosques y lagunas. Hay un teatro con todas las adecuaciones para adaptarlo a cualquier evento cultural… Se advierten modernos laboratorios, un museo de Historia Natural en el que se encuentra la sección zoológica con gran variedad de animales disecados, la sección Botánica con la exposición de la variada flora, la sección geológica o mineral, un gabinete psicotécnico, el más avanzado que haya en el Ecuador hasta ahora…” BUSCANDO LA EXCELENCIA. Uno de los objetivos del instituto castrense era maximizar los niveles de enseñanza militar, pero también atraer en mayor número a estudiantes con vocación de servicio a la Patria, para poder hacer una mejor selección.
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Con este propósito, el presidente Galo Plaza Lasso con decreto N° 2100, firmado el 14 de noviembre de 1951, introduce facilidades para el ingreso de un mayor número de aspirantes, para lo cual consideró hacer una mejor distribución de becas, sustituyendo el Art.40 del capítulo VII del “Reglamento de admisión al Colegio Militar” por otro que considere la inclusión de medias becas y también becas para cadetes extranjeros, además de establecer condiciones para supernumerarios comandados, mientras se mantenían las becas completas. En el nuevo sistema de distribución de becas se consideraba que del total de becas disponibles, el 40% correspondía a los aspirantes que hubieren alcanzado las mejores calificaciones en las pruebas de admisión; el 30% debía asignársele proporcionalmente, a cada una de las provincias y el 30% restante para dárselas como medias becas. Se establecieron prioridades para los aspirantes huérfanos de guerra e hijos de militares. Los cadetes que obtenían medias becas pagaban el 50%; los cadetes supernumerarios, las mensualidades, uniformes y demás gastos requeridos. Los cadetes extranjeros becados en el Colegio Militar, no pagaban pensión alguna, tampoco el valor de los uniformes, lo que hacía advertir que el prestigio del colegio sobrepasó las fronteras patrias por lo que jóvenes estudiantes extranjeros llegaban al Ecuador en busca de formación militar, para luego ser parte de la oficialidad de los ejércitos de sus respectivos países. Al año siguiente, el mismo presidente Galo Plaza mediante decreto N°0023 firmado el 9 de enero de 1952, introdujo nuevas reformas, “porque la organización militar mundial contempla ciclos de instrucción en los institutos de las Fuerzas Armadas, en cursos sucesivos y de intensidad gradual.”
El presidente Galo Plaza Lasso pasa revista. 1952.
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Con este propósito reformó el decreto ejecutivo N°589 del 1 de agosto de 1944, para organizar al Colegio Militar “Eloy Alfaro” en dos escuelas; la de preparación y la de reclutamiento: “La Escuela de Preparación funcionará con cuarto, quinto y sexto año de enseñanza secundaria para la obtención del bachillerato en Humanidades Modernas, y de un Curso Especial, de carácter eventual, de un año de duración, para bachilleres graduados en otros colegios de la República. La Escuela de Reclutamiento, única fuente de reclutamiento para los oficiales del Ejército, tendrá dos años de duración y funcionará con primero y segundo curso militar para los bachilleres graduados en la Escuela de Preparación, para los bachilleres declarados idóneos del Curso Especial y para los suboficiales del Ejército que, de acuerdo con las leyes y reglamentos militares respectivos, se hallaren en condición de ingresar a esta Escuela.” En el artículo 9° del referido decreto se establece que “Los cadetes becados, medios becados y comandados militares (suboficiales, clases y soldados que ingresaron al Colegio Militar), una vez terminada la Escuela de Preparación y adquirido el título de bachiller ingresarán a la Escuela de Reclutamiento, terminada la cual se conferirán los despachos de Subteniente en la Arma de su especialización y quedarán obligados a servir por cinco años en las Fuerzas Armadas; en caso contrario, pagarán al ministerio de Defensa Nacional la suma de 4.000 sucres por cada año que hubieren permanecido en el servicio en el Colegio Militar ‘Eloy Alfaro’.” Igualmente para el ingreso, los aspirantes debían depositar en la pagaduría del colegio la cantidad de 1.000 sucres como garantía. Otro aspecto que incorpora este decreto es el relacionado con la subordinación directa; pues además de depender del Ministerio de Defensa, como se había determinado con las últimas reformas, dependía en lo técnico, administrativo y disciplinario de la Comandancia General del Ejercito.
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Cadetes del Colegio Militar Eloy Alfaro. A単os 50 del siglo XX.
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Capítulo IX
EN SU NUEVA CASA.
Escuela Superior Militar Eloy Alfaro en Parcayacu.
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A
pesar de las funcionales instalaciones repartidas en un extenso terreno en La Pradera, curiosamente se hablaba desde la década de 1950 de trasladar al Colegio Militar al valle de los Chillos. Lo dicho se confirma cuando el director del colegio, teniente coronel Jorge Gortaire, al hacer presentación de la revista del referido instituto, correspondiente al año lectivo de 1954-1955, escribe: “Y voces de estímulo han sido las del Sr. Presidente Constitucional de la República (Velasco Ibarra), quien no hace mucho, comprendiendo la ineludible necesidad del país de tener un más adecuado centro de preparación militar, ofreció su decidido concurso para la construcción inmediata del moderno Colegio Militar en el Valle de los Chillos…”81 En la misma revista se publica la propuesta para que el destacado poeta Remigio Romero y Cordero escribiese la letra del nuevo himno del colegio, letra “que fue enviada a la superioridad para su consideración”. Al parecer la pieza literaria no fue aprobada porque siguió cantándose el mismo himno que continúa en vigencia (Se desconoce la letra y la música del himno, por esa costumbre irresponsable que aún perdura, de no hacer constar el nombre del autor o autores). Además, la revista publicó que con motivo de la visita, en septiembre de 1954, del Colegio Militar Cooperativo de Bogotá, se solicitó a la Comandancia General del Ejército se “concedan dos becas a los estudiantes de dicho plantel colombiano, para que cursen estudios en el Colegio Militar ‘Eloy Alfaro’. La superioridad militar otorgó tales becas como demostración del espíritu fraterno para con la hermana República de Colombia.” Por razones no reveladas, se detuvo la intención de trasladar el Colegio Militar al valle de los Chillos. Recién en 1970, cuando nuevamente era presidente del Ecuador, José María Velasco Ibarra, se reactualizó la idea de buscar una “nueva casa” para el prestigioso instituto de formación militar. En esta ocasión, los trámites fueron más lejos: el gobierno ecuatoriano se comprometió a entregar al Ministerio de Defensa “parte del inmueble de la señora María Mercedes Cordovez de Mercado, denominando Santa Clara, considerando que ella es deudora al gobierno por el impuesto a la herencia de su marido Carlos Mercado Mateus.” Al mencionado terreno de 60 hectáreas, ubicado en el cantón Rumiñahui, se lo consideraba idóneo para la construcción del nuevo edificio del Colegio Militar, por disponer de los servicios básicos indispensables y estar ubicados en ese sector el cuartel del Grupo de Caballería Yaguachi y la Academia de Guerra del Ejército. En el artículo 4° del decreto firmado por el presidente Velasco Ibarra, el 2 de junio de 1970, se detallan los pormenores de la transacción respectiva: “Las partes contratantes convendrán sobre el precio del inmueble; forma de pago del saldo que podría quedar adeudándose, una vez hecha la compensación; linderos, caudal de agua de regadío; gastos de escritura e inscripción, servidumbre a establecerse, entradas y salidas al predio y más particularidades que se harán constar en la escritura de transferencia de dominio, una vez que las partes hayan llegado a total acuerdo.” 82
81. Revista Colegio Militar “Eloy Alfaro”, Memoria del año lectivo de 1954-1955 82. Registro oficial N° 449, 9 de junio de 1970
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UN POCO DE HISTORIA. Nuevamente en presidente Velasco Ibarra, de manifiesta inclinación para apoyar la gestación y el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas, había arribado al solio presidencial por quinta ocasión. “Dadme un balcón y ganaré la presidencia” fue la convicción filosófica del viejo caudillo, que representaba a un populismo amorfo y en evidente decadencia, que sin embargo gozaba de amplio respaldo popular. Antes que llegase al poder, el país vivía nuevamente en democracia, a partir del 30 de marzo de 1966. Clemente Yerovi Indaburo fue el responsable de aquel período de transición entre la dictadura de la Junta Militar de Gobierno y el sistema democrático. Su gestión, aunque breve, fue conciliadora, austera y efectiva. Gobernó hasta cuando tenía necesariamente que gobernar. La Asamblea Constituyente eligió al nuevo Presidente del Ecuador en la persona del doctor Otto Arosemena Gómez, luego de que éste, en vibrante y equilibrada lid democrática, se imponía al “viejo gallo de pelea”, el doctor Raúl Clemente Huerta. Arosemena Gómez inició su mandato presidencial a partir del 26 de noviembre de 1966. Gobernó al país entre aciertos y desatinos; reconocimientos y críticas corrosivas y entre aprobaciones y cuestionamientos. El cauce de la historia política ecuatoriana llevó nuevamente a la presidencia de la República al doctor José María Velasco Ibarra. Impuso su clásico estilo de gobernar, sin una planificación nacional que aglutine los parámetros que implicaran progreso y desarrollo. Hacia “camino al andar”, pero mantenía la predisposición de fortalecer a las Fuerzas Armadas. Infortunadamente, el 22 de junio de 1970 asumió los poderes plenos, lo que constituyó el principio del fin de su gestión. El general del ejército, Luis Jácome Chávez, sorprendió a propios y extraños cuando encabezó una sublevación cuyos protagonistas concentraron su cuartel general en la hacienda La Balbina, hasta ser sometidos y juzgados de acuerdo con las leyes y reglamentos militares. Como el principal propiciador de este suceso aparecía el ministro de Defensa, Jorge Acosta Velasco, sobrino del presidente, quien había mantenido divergencias con algunos militares por sus desatinadas decisiones y por dar de baja a varios oficiales de la Academia de Guerra. Cuando advirtió al presidente que una grave crisis se aproximaba, pretendió rectificar los errores cometidos: reemplazó a su sobrino en el Ministerio de Defensa y ofreció volver al orden constitucional. En aquel proceso de convocar a elecciones y retomar la vía constitucional, se destaca la figura de Assad Bucaram, el popular don “Buca”, el político con mayores opciones para triunfar en la lid electoral. Justamente, el temor a que ejerciera la presidencia un “extranjero”, hizo que desde diversos sectores se propicie un nuevo golpe de Estado. La institución militar se involucró en este complejo escenario y finalmente se escogió para dirigir los destinos del país, al general Guillermo Rodríguez Lara, director del Colegio Militar Eloy Alfaro de la Pradera. Su gestión gubernamental la ejerció desde el 15 de febrero de 1972 (El carnavalazo), hasta el 10 de enero de 1976.
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Ceremonia en el Colegio Militar Eloy Alfaro en La Pradera.
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LA UNIVERSIDAD DE LOS CADETES El 5 de octubre de 1970, el presidente Velasco Ibarra firmó el decreto que transforma al Colegio Militar “Eloy Alfaro” en Escuela Militar, con el mismo nombre, reconociéndole el nivel de educación superior, basándose entre otras consideraciones en el hecho de que “el desarrollo científico y técnico de la época actual exige que los futuros oficiales tengan una eficiente preparación profesional a nivel universitario”. Basándose en esta necesidad de fortalecer la formación de los futuros oficiales de las fuerzas armadas ecuatorianas, el decreto del presidente José María Velasco Ibarra en sus respectivos artículos detalla y amplía los pormenores del nuevo rol del prestigioso instituto militar: Art. 1°.-“Créase la Escuela Superior Militar “Eloy Alfaro”, la misma que contará con tres cursos de nivel universitario y funcionará como una ampliación educativa del actual Colegio Militar del mismo nombre. Art.2°.- Los cursos Militares, correspondientes a los estudios superiores serán: 1°, 2° y 3°. Estos cursos se integrarán por una parte, con los bachilleres egresados del Colegio Militar, y por otra, con bachilleres de otros colegios de la República, que hayan aprobado el Curso de Reclutamiento del que se habla en el artículo 3°. Art.3°.- Los estudiantes civiles que con Título de Bachiller desearen ingresar al nivel superior, realizarán el Curso de Reclutamiento de un año de duración, en el que recibirán Instrucción Básica Militar, de acuerdo al Reglamento vigente, para estar en capacidad de ser promovidos al Primer Curso Militar. Art.4°.- En los tres Cursos Militares del nivel de Educación Superior, se dictarán, por especialidades, las materias correspondientes a los dos primeros años de las Facultades de Economía, Ciencias de la Educación e Ingeniería, de las Universidades, Escuelas Politécnicas y más establecimientos de Educación Superior del País, sin perjuicio de ampliar o establecer los estudios correspondientes a otras facultades que se requieran, de acuerdo a las necesidades. Art.5°.- Los establecimientos de Educación Superior del País, reconocerán los estudios académicos efectuados por los Cadetes en los Cursos Militares, pudiendo continuar en dichos establecimientos de Educación Superior a partir del curso correspondiente, en base a la documentación que los estudiantes presentaren para el efecto. Art.6°.- Los oficiales que hayan aprobado los Cursos Militares en la Especialidad de Ingeniería y que desearen continuar sus estudios para obtener el título profesional correspondiente, deberán realizarlos en la Escuela Técnica de Ingenieros del Ejército. Art.7°.- Por razones del servicio, los Cadetes que hayan aprobado en el año lectivo de 1969-1970 los Quinto y Sextos Cursos de Bachillerato realizarán solamente dos Cursos Militares, previos a su graduación como Subtenientes de Arma del Ejército. Asimismo, los bachilleres de otros colegios del país que ingresaren durante el año lectivo 19701971, para graduarse de Subtenientes de Arma del Ejército, deberán aprobar el Curso de Reclutamiento y dos Cursos Militares…” 83
83. Registro oficial N°78, 13 de octubre de 1970.
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CADETES “CACHORROS” La Escuela Superior y Colegio Militar “Eloy Alfaro”, convivían en las edificaciones de La Pradera, pero con distintos programas de instrucción y educación planificados; la escuela formando y fortaleciendo mental, espiritual y físicamente al futuro oficial, el colegio en cambio, alimentando de conocimientos humanísticos a sus alumnos. No obstante, el colegio militar, a partir de 1969 decidió ampliar su radio de acción en el campo educativo, con la incorporación de alumnos civiles para que integren los seis cursos del nivel de educación media; es decir, desde el primer curso hasta el sexto en el que culminarán su educación secundaria con la obtención del bachillerato en la especialización correspondiente. Para el año lectivo de 1969-1970 se crean los tres primeros cursos de bachillerato con estudiantes civiles supernumerarios internos y semi internos. Uno de sus profesores militares, el entonces capitán Luis A. Guerrero Yépez, nos hace conocer pormenores de esta nueva experiencia: “El colegio abrió el 13 de octubre de 1969, sus puertas a 55 jóvenes provenientes de los diferentes rincones de nuestra Patria. Para el primer curso de bachillerato se realizó una rigurosa selección de entre los inscritos. Estos alumnos gozan de todas las comodidades que la técnica y la pedagogía moderna exigen.” En referencia a las asignaturas que reciben nos hace conocer el capitán Guerrero: “Se les imparte matemáticas modernas, castellano, geografía, historia, dibujo, educación musical, Ciencias Naturales. En idioma extranjero pueden elegir el inglés, francés o alemán. Como materias opcionales reciben mecanografía, agricultura, agropecuaria y mecánica automotriz…Reciben además una hora de educación física y media hora de instrucción formal diariamente… En los periodos de campaña (cada trimestre), los alumnos de primer curso salen también a hacer sus campamentos, a salvar obstáculos, aprender la aplicación de primeros auxilios, a soportar las inclemencias del campo… Se les inculca el amor a la Patria, la honradez, la verdad, la disciplina y más cualidades morales…” 84 MÁS CERCA DE LA MITAD DEL MUNDO En documentos del Archivo Nacional de Historia de Quito se encuentra la demanda de doña Juana Lucero de Vargas y doña Tomasa Ruiz de Velasco, por la rescisión del contrato de venta de la hacienda de Parcayacu, el 22 de febrero de 1712. De acuerdo con el texto del auto, se pide la rescisión de la venta de la “estancia de Parcayacu del pueblo de Cotocollao” porque las personas que adquirieron dicha propiedad a don Matías Acosta, se sentían perjudicadas al haber pagado mil ochocientos pesos cuando comprobaron que “no tenía cuadras, caballería, ni tampoco muebles, ni aperos”. Un siglo después, el 9 de marzo de 1816, la misma hacienda motiva otra demanda judicial de parte de don Gaspar Calderón en contra de doña María Arechua, exigiéndole que cumpla en contrato de venta de su hacienda (estancia). La causa para este incumplimiento se circunscribe otra vez en el valor inicial en que fue vendida. 84. Revista de la Escuela Superior y Colegio Militar Eloy Alfaro, 1970-1971.
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Arriba: Colegio Militar Eloy Alfaro en La Pradera. Abajo: Cadetes “cachorros”.
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Por no disponer de la documentación pertinente, se desconoce el resultado final de los juicios en que estuvieron involucrados compradores y vendedores de los extensos terrenos, en donde actualmente se levantan las modernas instalaciones de tan prestigioso instituto de formación militar. PARCAYACU Y SUS IMPORTANTES EDIFICACIONES. Definitivamente quedó en el olvido el terreno de Santa Clara en el cantón Rumiñahui, que fue seleccionado para que allí se construyesen las nuevas edificaciones del instituto militar. Fue la extensa hacienda de Parcayacu en donde se decidió levantar el flamante complejo educativo. La responsabilidad de las modernas y funcionales construcciones recayó en el Cuerpo de Ingenieros del Ejército basándose en el texto de la orden de comando N°005-EB-976, en una de cuyas cláusulas especifica; “A partir de la presente fecha, todos los proyectos de ingeniería que realice el Ejército, en cualquier escalón, se ejecutara la planificación elaborada o aprobada por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, aprovechando los correspondientes planes tipo que para la Costa, Sierra y Región Oriental, mantiene para el efecto”. Basándose en esta disposición, hasta iniciar las obras físicas de la Escuela Militar debía haberse complementado la planificación en lo referente a proyectos arquitectónicos, cálculos estructurales, proyectos de instalaciones eléctricas, sanitarias y comunicaciones; obras básicas y de infraestructura, captación de aguas, estudios de suelo, movimientos de tierra y las instalaciones de pie de obra. Disponía también el comando del Ejército, presidido por el general Guillermo Durán Arcentales, que por la magnitud de la construcción debería contratarse diferentes compañías constructoras de la localidad, para que la obra culmine en el menor tiempo posible. Además, se autorizaba al Cuerpo de Ingenieros del Ejército y a la dirección de la Escuela Superior y Colegio Militar (así se denominaba en aquel entonces), a contratar adicionalmente compañías de auditoría y fiscalización, en el caso de así requerirlo. Respecto al financiamiento se disponía: “Para solventar los gastos de construcción, la Comandancia General del Ejército asigna de la cuenta “Reintegros del Ejército” la cantidad de treinta millones de sucres (30’000.000), para el año de 1976 y a partir del año de 1977, la cantidad de cincuenta millones de sucres (50’000.000) anuales hasta cuando se complete la construcción y equipamiento de la misma, cantidad que deberá constar en el presupuesto de la Comandancia General del Ejército”. Conociendo la asignación para los dos años (asignación incompleta para cubrir el costo de la obra), recibió la dirección de la Escuela y Colegio Militar Eloy Alfaro la autorización correspondiente para que gestionara “un préstamo interno a mediano plazo, a fin de que pueda terminar las construcciones en el plazo programado”. Como antecedente, mediante decreto supremo de 4 de diciembre de 1935, la escuela se transformaba en colegio de segunda enseñanza. En el año de 1970,
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Ceremonia militar en las instalaciones de Parcayacu en construcción.
mediante decreto ejecutivo No. 570, el Dr. José María Velasco Ibarra creaba la Escuela Superior y Colegio Militar Eloy Alfaro, dándole así el nivel de instituto de educación superior, funcionando los dos institutos con la misma denominación de “Eloy Alfaro”, en las mismas instalaciones de La Pradera. Este inconveniente fue solucionado en 1981, cuando la Escuela Superior Militar se trasladaba a sus instalaciones de Parcayacu, mientras el Colegio Militar se mantenía en las edificaciones de La Pradera. En lo relacionado con las instalaciones de Parcayacu, sobresale el edificio central, inspirado en el Partenón, templo de estilo dórico dedicada a la diosa Atenea Partenos, erigido en la Acrópolis de Atenas, bajo la responsabilidad de los arquitectos Calícrates e Ictino y del escultor Fidias, quienes se demoraron 10 años en concluir tan impresionante obra. De las características del antiguo templo sobresalían: la estructura de forma rectangular, 8 columnas exteriores de mármol en cada extremo del edificio y 15 a los costados. En la parte interior se encontraba el “santuario” en el que destacaba la estatua de Atenea, de doce metros de altura, construida de oro y marfil, creada por el ingenio del escultor Fidias.85 En la primera fase de la construcción se consideraron los campos marciales, edificio comando, aulas convencionales, aula magna, dormitorios, biblioteca, cocina, comedores, bloque administrativo, cuerpo de guardia, pistas deportivas y caballerizas. 85. Enciclopedia Ilustrada Cumbre, Vol. 10, Gráfica Impresora Mejicana S.A. Quinta edición, 1965.
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Graduación de oficiales especialistas en el Colegio Militar Eloy Alfaro. Años 70 del siglo pasado.
SE ROMPEN PARADIGMAS INSTITUCIONALES Tradicionalmente el machismo ha constituido una peculiaridad en los pueblos del mundo. Al género femenino se le negó derechos que solo el hombre supuestamente merecía tener; y es que el mal llamado sexo débil debía dedicarse a las labores exclusivamente de la casa, a criar y cuidar hijos, a servir obsecuentemente al compañero, a vivir en la ignorancia y asfixiada por costumbres degradantes, y ser la responsable de toda desgracia que podía presentarse en su hogar. En las naciones latinoamericanas la milicia estaba dedicada únicamente para los hombres, a pesar de que en la época de la independencia, las mujeres como compañeras del soldado, demostraron en campaña un alto nivel de sacrificio, valor y tenacidad; inclusive, algunas de ellas, murieron en el campo de batalla en cumplimiento de sus convicciones inspiradas en el amor. Con el trascurrir del tiempo, las mujeres van paulatinamente adoptando un rol protagónico en diferentes campos del quehacer humano, inclusive en los ejércitos del mundo. Por eso los ejércitos del cono sudamericano, desde hace varios años, han admitido en sus filas mujeres, soldados y oficiales, de acuerdo con las necesidades orgánicas y operativas. En lo referente a los ejércitos del área vecinal, Perú por ejemplo, el 13 de junio de 1996 su Congreso aprobó la ley 26628 en cuyo artículo 1 especifica: “Amplíase para las mujeres el acceso a las Escuelas de Oficiales y Suboficiales de las Fuerzas Armadas a 140
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obtener los grados militares y beneficios que correspondan, bajo los mismos principios y normas, que rigen al personal masculino…” En el ejército colombiano el proceso de incorporación de oficiales mujeres se inició en el 2008, cuando 62 seleccionadas ingresaron a la Escuela Militar graduándose de oficiales en las armas de comunicaciones, inteligencia militar y logística (se la considera arma), cumpliendo funciones de comandantes de pelotón e instructoras de compañías, analísticas de blancos en una unidad de inteligencia avanzada, oficial de armamento, de inteligencia, jefe de presupuesto y oficial S-4. En otros ejércitos del continente, en el caso de Brasil, de acuerdo con la edad y el nivel de educación existen ciertas opciones para que las mujeres ingresen en el ejército, sea como militar de carrera o temporario. De acuerdo con sus capacidades las oficiales realizan cursos de brigada de infantería paracaidista desde el año de 2006 y el curso de operaciones en la selva del Centro de Instrucción de Guerra en la Selva, a partir de 2010. El ejército chileno incorpora a la mujer a las actividades institucionales a partir de 1974. En el año 2003 se gradúan las primeras oficiales en las armas de apoyo de combate de artillería, ingenieros y telecomunicaciones. Con anterioridad lo hacían en los servicios de material de guerra, intendencia y servicio femenino militar, además en los servicios profesionales de justicia, sanidad, odontología y veterinaria. Las primeras mujeres cadetes del ejército boliviano fueron las que ingresaron, el 5 de julio de 1982, a la Escuela de Aviación Militar. En el año 2000 se abre el curso de formación de oficiales efectivos, en todas las academias de formación de oficiales. En el Ejército se gradúan en todas las armas, servicios y especialidades técnicas, excepto en infantería y caballería blindada. En la actualidad ya hay mujeres oficiales en los grados de coronel y general, ocupando funciones de directoras departamentales en el Ministerio del Poder Popular de Defensa o asesoras en instituciones de la Fuerza Armada Nacional Boliviana. La presencia de la mujer oficial en las Fuerzas Armadas del Estado Plurinacional de Bolivia, tiene su origen cuando el 9 de febrero de 1979 ingresa el primer contingente de mujeres cadetes al Colegio Militar, en un número de 15, de las que se gradúan 12, en diciembre de 1983, luego de 4 años de formación militar. Es decir, son las primeras en este género de alcanzar el grado de subteniente del Ejército, en toda América del Sur. En el 2011 realizaran el primer curso de cóndores femenino, en el cual participan 93 oficiales, dejando inclusive a hijos lactantes muy lejos de ellas, para enfrentar exitosamente a este difícil reto.86 El Colegio Militar Eloy Alfaro integró a la mujer en los cursos de formación de oficiales de servicios, que más tarde se denominaron oficiales especialistas, en los campos de la justicia, sanidad, veterinaria y administración en la década de los años setenta del siglo pasado. Su presencia requirió adaptaciones en los procesos y sistemas, que permitieron la graduación de oficiales mujeres al servicio del ejército y del país. Más tarde, en 1999, se abrirían las puertas a las aspirantes a oficiales de arma, que iniciarían su formación y culminarían sus estudios al graduarse de subtenientes en la Escuela Superior. 86. Tomado de los informes de agregados militares ecuatorianos en el exterior.
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PRESENCIA DE LA MUJER EN LA ESCUELA MILITAR ELOY ALFARO La incontenible corriente de abrir espacios para el desempeño de la mujer en los diferentes campos del quehacer humano, tenía que llegar también a la institución armada del país, no solo por obedecer a este fenómeno de protagonismo femenino sino como una respuesta a una real necesidad orgánica y operacional. Por disposición del mando, la Academia de Guerra, elabora y presenta en 1996 el estudio de estado mayor, en el que recomienda el ingreso de mujeres en calidad de cadetes a la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro. En 1998, el general Osvaldo Jarrín elabora un estudio similar en el que trata sobre la posibilidad de admitir mujeres cadetes para el ejército, cuya preparación militar duraría 4 años y se la haría en la ESMIL. Otros estudios de esta naturaleza se elaboraron, aunque no todos estaban de acuerdo con el ingreso de cadetes de sexo femenino a la institución militar, pues argumentaban que nuestra idiosincrasia social no estaba preparada para asumir retos y llenar espacios que correspondía exclusivamente a los hombres; o sostenían que no era conveniente porque la mujer tenía necesariamente que someterse a las peculiaridades de su naturaleza humana, como inhibirse de esfuerzos físicos violentos, atender su período menstrual o el inevitable embarazo como madres de familia, en cuyo caso debía, por la ley constitucional, disminuir sus actividades profesionales específicas para adoptar la delicada y sublime función de madre. El coronel Luis Hernández Peñaherrera, quien fuera director de la Escuela Superior Militar, cuando se produjo el ingreso de cadetes mujeres a ese instituto, nos narra que el mando militar encabezado por el general José Gallardo, remite el 3 de marzo de 1999, al general Raúl López, director de Educación del Ejército, otro estudio de estado mayor que en una de sus conclusiones dice lo siguiente: “Es conveniente admitir el ingreso de cadetes de sexo femenino a la ESMIL, como aspirantes a oficiales de arma de apoyo de combate y servicio inicialmente… para después ampliarlo a armas de combate…” En las recomendaciones resaltan las siguientes: “a. Implementar el ingreso de cadetes de sexo femenino dando prioridad a las alumnas graduadas en las Unidades Educativas e Militares. b. Aplicar en el proceso de selección e ingreso las mismas regulaciones y exigencias actuales, acordes con las funciones en las que desarrollarán sus actividades profesionales. c. Incluir en el personal de oficiales a instructores de sexo femenino de países enemigos… d. Desarrollar una campaña psicológica… sobre la naturaleza, necesidad e importancia del proceso a implantarse. e. Realizarlas adecuaciones en la estructura física que permitan las actividades enseñanza-aprendizaje con el personal femenino. f. Establecer las regulaciones administrativas, en base a las experiencias de otros países.” 87 El estudio completo fue enviado a la Academia de Guerra, instituto que el 22 de abril de 1999 presenta el respectivo informe en el que uno de sus acápites admite que es ante todo (el ingreso de cadetes sexo femenino), “una necesidad generacional, 87. Coronel Luis Hernández P., Por Honor, una lucha por la ley y la dignidad militar, Primera edición, Corporación Editorial Nacional, Quito, mayo 2004.
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una aspiración de la juventud y en general una exigencia de la sociedad… pues es un problema de interés nacional y su solución ya no puede ser postergada por más tiempo…” La comisión de la Academia de Guerra concluye “aceptar el estudio de estado mayor presentado por la Escuela Militar y continuar en el menor tiempo posible con el trámite correspondiente, a fin de que sea aprobado por los organismos e instancias pertinentes.”88 Quienes suscribieron el contenido del documento como parte de la comisión respectiva, fueron los coroneles Patricio Haro y Fausto Cobo y los tenientes coroneles Galo Cruz y Fernando Hidalgo. Tuvo la responsabilidad de disponer el ejecútese de tal decisión, el general Telmo Sandoval Barona, Comandante General del Ejército, a través del director de Educación del Ejército, general Raúl López, y dar directamente cumplimiento el coronel Luis Hernández, director de la Escuela Militar. UN PASO INSTITUCIONAL QUE SE CONSOLIDA. Todo cambio profundo genera controversias. Tal el caso de la admisión de mujeres cadetes para engrosar y fortalecer a la oficialidad ecuatoriana. No hablamos de una revolución institucional, pero a sí de un cambio novedoso que se impuso a complejos de superioridad, pesimismos, percepciones de fracasos anticipados. El peso del tiempo dio la razón a oficiales visionarios, progresistas y valientes. En noviembre de 1999 ingresó a la Escuela Militar la primera promoción de cadetes mujeres. Cuatro años después egresaron las primeras subtenientes de servicios, pero ya no de especialidades como leyes y medicina como solían hacerlo anteriormente, luego de un reducido tiempo de preparación militar comparado con el que estuvieron las subtenientes egresadas en el 2003. Para que fuesen instructoras del elemento femenino, fueron contratadas oficiales mujeres del ejército chileno, las que tuvieron bajo su responsabilidad la formación, entrenamiento e inclusive la tarea de guiarlas y aconsejarlas, de acuerdo con las experiencias vividas, en el comportamiento en la vida, de campamento, de unidades y en otras contingencias que debían enfrentar en la carrera militar. Una de estas oficiales chilenas, la capitán Elisa Lazo Brunner, tiene un panorama claro de los cadetes mujeres de la Escuela Militar “Eloy Alfaro”: Este nuevo paso que va escribiendo la mujer dentro de la historia del Ejército, las llena de orgullo como asimismo las compromete aún más en este proceso de modernización que se está llevando adelante… La femineidad no está reñida con el valor. La visión real de nuestras propias capacidades, aspiraciones, aptitudes y la posible adecuación al modelo profesional serán los puntos de apoyo del éxito personal… Desde el momento mismo de su ingreso al instituto militar las alumnas no han presentado inconveniente alguno para cumplir con exigencias que requieren de un esfuerzo físico sostenido, no desean que exista ninguna diferencia ni favoritismo por ser mujeres… para que no hayan prejuicios y discriminación y puedan optar en igualdad de condiciones a ser siempre mejores soldados.”89 88. Ibídem, pág. 243 89. Revista El Pueblo y su Ejército, edición N°9, Retos Publicidad, Quito, Ecuador.
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CapĂtulo X
LOS CADETES EN EL FRAGOR DE LA GUERRA.
Cadetes del Colegio Militar preparados para viajara la frontera. 1995.
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La campaña internacional de 1941.
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n los comicios del 12 de enero de 1940, el Dr. Carlos Arroyo del Río fue proclamado vencedor de aquella justa democrática, por encima de la popularidad del Dr. José María Velasco Ibarra. Sin embargo, los partidarios de éste desconocieron el resultado de las elecciones y pretendieron aprovecharse de la insubordinación de la base aérea militar de Guayaquil, cuyos principales dirigentes fueron reducidos a prisión. Es decir, desde el momento mismo de su posesión el Dr. Arroyo del Río se enfrentó a la oposición radical de sus adversarios políticos, que pretendían defenestrarlo e impedir que ejerciera el mando constitucional en un ambiente de paz y de concordia. La desunión nacional, el tenso clima político y el peligro de un golpe de Estado se convertían en grandes e insalvables obstáculos de la labor gubernamental. La situación caótica del país, además de otros aspectos relacionados con los factores del frente externo y militar, propiciaron la invasión peruana de 1941. El 5 y 6 de julio de aquel año, luego de ser atacada por soldados peruanos una patrulla ecuatoriana que realizaba patrullaje en el sector de El Bramador, noroeste de Huaquillas, se extendieron los combates durante los días referidos, a lo largo del límite político internacional, en la jurisdicción de la provincia de El Oro. De inmediato se dio la orden de movilización general, incluyendo a los cadetes del Colegio Militar. Dos semanas después, en la madrugada del 23 de julio, las fuerzas peruanas desencadenaron intenso fuego de preparación de artillería y morteros sobre los puestos militares del Alto Matapalo, Corral Viejo y Rancho Chico. Igualmente, La Bomba, Casitas, El Caucho, Quebrada Seca, Balsalito, Chacras y Huaquillas, fueron objeto de ataques masivos terrestres, complementados por acciones de la aviación enemiga, la que no tuvo oposición alguna, porque el Ecuador en aquel entonces carecía de este servicio de vital importancia para el apoyo de las operaciones terrestres. Luego de resistir masivos ataques, el día 25 de julio, los soldados ecuatorianos, se replegaron y ocuparon la segunda línea de resistencia materializada en la quebrada Bejucal. En ese mismo día, el vetusto cañonero Calderón, comandado por el teniente de fragata Rafael Morán Valverde, enfrentó con éxito al destructor almirante Villar de bandera peruana. A partir del 25 de julio se intensifican las gestiones diplomáticas de los países mediadores con el propósito de conseguir la suspensión de las hostilidades. Finalmente, el cese de fuego debía ponerse en ejecución a partir de las 18h00 del 26 de julio, disposición que fue transmitida por el Comandante Superior del Ejército quien ordenó se dé cumplimiento a tal compromiso. El Perú hacía lo contrario, ese mismo día el ministro de Guerra peruano consultaba al comandante del Agrupamiento del Norte “a qué horas puede cesar los fuegos, sin comprometer las posiciones obtenidas.” En conclusión el acatamiento unilateral del cese de fuego por parte del Ecuador, le resultó finalmente fatal y oneroso. Pocos días después, el Perú evidenció que se burlaba de un compromiso internacional. El 31 de julio fue atacado el puesto militar de Tarqui, en la confluencia de los ríos Nashiño y Curaray, en donde cayeron para siempre el subteniente Maximiliano Rodríguez, el cabo Luis Minacho y heridos los soldados Cristóbal Vega y Ángel Díaz, quienes fallecieron
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días después en Iquitos; el 1 de agosto corrió la misma suerte el destacamento de Yaupi en donde fue capturado su comandante, subteniente Alberto Vinueza, y muertos los soldados Orellana, Tipantuña y Cisneros; el 2 de agosto fue atacado el destacamento de Santiago, cuyo comandante, subteniente Hugo Ortíz combatió y murió heroicamente hasta caer para siempre, en compañía de algunos de sus subalternos. El 11 de agosto fue atacada la unidad de Rocafuerte. En el transcurso del mismo mes, otros destacamentos del sur oriente tuvieron que enfrentar persistentes y masivos ataques peruanos, situación que motivó que soldados ecuatorianos protagonicen dos acciones de armas exitosas: los combates de Cune o Porotillo, el 11 de septiembre de 1941, en el que fueron dados de baja tres oficiales peruanos y veinte de tropa; y el de Panulapi, mediante el cual desalojaron de sus posiciones a soldados invasores. Héroes que se forjaron en el Colegio Militar. Mayor Galo Molina Gándara. Nació el 10 de octubre de 1906, en la parroquia San Blas de la ciudad de Quito. Hijo de Reinaldo Molina Bucheli y de María Luisa Gándara.90 Atraído por la milicia ingresa al Colegio Militar Eloy Alfaro de la Recoleta, el 3 de octubre de 1925, de donde egresa con el grado de subteniente el 7 de agosto de 1927. Tras una distinguida carrera militar, en 1938 fue ascendido a capitán. En julio de 1941 incorporado al Colegio Militar, fue destinado a la provincia de El Oro, en donde se cubrió de gloria en defensa del honor nacional”.91 En la campaña internacional de 1941, se incorporó al Batallón Montecristi cuyo puesto de mando del batallón se encontraba en Quebrada Seca y estaba comandado por el mayor Félix Vega Dávila. Desde las primeras horas de la mañana del 23 de julio, el puesto militar de Quebrada Seca soportó intenso fuego de artillería y morteros, los bombardeos de la aviación y el constante hostigamiento de las tropas de infantería que pretendían vadear la quebrada Faical. Como resultado del feroz combate, entre las bajas ecuatorianas se encontraba el capitán Galo Molina Gándara. Fue ascendido post mortem al grado de mayor. Sus despojos mortales reposan en el Templete de los Héroes del Colegio Militar, instituto desde el cual partió a defender la frontera, para después regresar cubierto de gloria. Capitán Carlos Díaz Terán. Nació en Quito, en la parroquia de Santa Bárbara el 12 de agosto de 1913. Fue hijo de Manuel Díaz León y de Rosa Terán Hidalgo.92 La educación primaria y secundaria la recibe en la capital de la República; después, ingresa al Colegio Militar de donde egresa con el grado de subteniente de infantería, el 30 de abril de 1937. En 1941, ante la situación que hacía peligrar la soberanía de nuestras fronteras, dentro de un grupo de refuerzo, el Tnte. Carlos Díaz Terán fue trasladado desde el Colegio Militar al batallón de infantería Montecristi. 90. Archivo del Ministerio de Defensa Nacional. 91. Certificado de las revistas de comisariato, otorgado por la Subsecretaría del Ministerio de Defensa. 92. Archivo pasivo del Ministerio de Defensa Nacional.
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El teniente Díaz, inmediatamente después de su incorporación, fue designado al destacamento de Rancho Chico. El teniente coronel Octavio Ochoa, en aquel entonces jefe del Escalón de Seguridad, nos narra: “Advertí al Sr. teniente Díaz que cuidara especialmente la Quebrada de El Arenal, por donde, seguramente, le atacaría el enemigo para luego tomar Quebrada Seca. Recuerdo que el teniente Díaz, recién llegado a ese destacamento, me participaba su preocupación de que podían tomar su puesto por el sur, después de pasar los ríos de Faical y las Lajas, a lo que razoné que podía suceder aquello, si es que primero vencieran la resistencia de Alto Matapalo, pero que lo más factible era el ataque por el Arenal, lo que realmente sucedió y allí murió el teniente Díaz, combatiendo duramente con los peruanos”.93 En el decreto N° 654 se le da de baja por muerte en acción de armas internacional librada en la frontera contra fuerzas armadas del Perú, mientras cumplía la comisión encomendada por la superioridad. El decreto está firmado por el presidente Arroyo del Río, por el ministro de Defensa, coronel Alberto C. Romero, y certificado por el coronel R. H. Rosales, subsecretario de Defensa Nacional. Capitán César Edmundo Chiriboga. Nació en la ciudad de Riobamba, el 17 de agosto de 1917, en el hogar formado por César Augusto Chiriboga Dávalos y doña Romelia González González. Inició los estudios primarios en la escuela Nicanor Larrea. Continuó la formación educativa en el colegio San Felipe Neri, de su ciudad natal, en el cual se graduó de bachiller. Luego de esta etapa de estudiante ingresa al Colegio Militar en donde obtiene el grado de subteniente del Ejército ecuatoriano, en la especialidad de infantería. Cuando se inició la conflagración bélica de 1941, el teniente César Edmundo Chiriboga que comandaba un pelotón del Batallón de Infantería Carchi, había recibido la misión de taponar el avance del enemigo en el sector de La Delicia. El mayor Francisco Sampedro, en aquel entonces teniente ingeniero, comandante de un pelotón del batallón Córdova, dislocado en el sector de El Arenal, narra la última acción de Chiriboga: “Fui el último compañero con quien habló el teniente Chiriboga, en las orillas del río, en la oscura noche del 23 de julio, cuando a las 22:00 horas llegó a mi puesto de El Arenal,94 …En vista de que Chiriboga desconocía el sector, y dada la obscuridad de la noche, le mandé a su destino guiado por el cabo Avelino Tapia y un soldado… Chiriboga, con la resolución y la conciencia de defender su patria e ignorando que estaba ya atrapado por la maniobra envolvente, seguía firme en la Delicia.” Murió heroicamente en el sector de la Delicia, cuando apenas tenía 24 años de edad. Fue ascendido post mortem al grado de capitán del Ejército ecuatoriano. Sus restos reposan en el Templete de los Héroes del Colegio Militar Eloy Alfaro, instituto al que regresó orgulloso de haber cumplido con su lema: “Solo venciéndote, vencerás”. Teniente Hugo Ortiz Garcés. Nació en la ciudad de Guayaquil, el 5 de agosto de 1920. Fue bautizado con los nombres de Hugo Oswaldo. Sus padres fueron Dn. Ángel Jorge Ortiz Montúfar y doña Victoria Garcés Salazar. 93. Ochoa, Octavio. “Tragedia ecuatoriana, 1941”, Gráfica “Chimborazo”, 1976, Quito, Ecuador. 94. Sampedro, Francisco V. “Del Amazonas en 1830, al Cóndor en 1981.”
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Izq. Mayor Galo Molina. Der. Capitán César Edmundo Chiriboga.
Izq. Teniente Hugo Ortiz. Der. Subteniente Gustavo Ledesma.
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Los primeros años de su infancia vivió en el puerto principal. Más tarde se radica en Quito, donde se matriculó en la escuela de niños García Moreno. Años después en el Colegio Mejía, para luego ingresar al Colegio Militar Eloy Alfaro. Cuando se inicia la invasión peruana, Ortiz era comandante del puesto militar de Santiago. El 1 de agosto fue atacada la guarnición de Yaupi, por una fuerza de valor aproximado de una compañía reforzada. El puesto militar que comandaba el subteniente Alberto Vinueza cayó en manos de los peruanos. El subteniente Vinueza fue hecho prisionero, igual que otros compañeros suyos, mientras tres soldados murieron. Otros soldados lograron escapar, para luego presentarse en el destacamento de Santiago y dar parte al subteniente Ortiz de la novedad ocurrida. El oficial tomó medidas para defender la posición. En las primeras horas de la mañana del dos de agosto se escuchó el ruido de motores de las canoas peruanas que transportaban a sus tropas, nuestros centinelas descubrieron también la aproximación de soldados peruanos por la pica que conducía de Yaupi a Santiago. Cuando los soldados peruanos se encontraban en la mira de nuestras armas, a una orden del subteniente Ortiz, los pocos defensores del destacamento ecuatoriano abrieron fuego causando varias bajas en el invasor y desarticulando momentáneamente el ataque. Las fuerzas peruanas mediante una acción envolvente, pretendieron atrapar a los combatientes del puesto militar de Santiago, que seguían firmes en sus puestos. Cuando las tropas atacantes creyeron que habían aniquilado a nuestros soldados, se escuchan nuevamente disparos de nuestros defensores; al instante, una lluvia de plomo cae sobre ellos y de inmediato el jefe de las tropas peruanas le exige rendición a nuestro héroe, quien como altiva y honrosa respuesta exclama: “Los ecuatorianos no se rinden” y dispara los últimos cartuchos de su arma. En rápida respuesta, los soldados peruanas disparan contra Ortiz y los pocos combatientes que aún quedaban con vida. Cuando murió le faltaban 3 días para cumplir 21 años; su sacrificio movió la admiración inclusive de la tropa peruana, Con su jefe a la cabeza, le rindieron los homenajes correspondientes. Su cuerpo inerte fue cubierto con la bandera nacional; después trasladado a Yaupi, en donde recibió sepultura con los honores que su rango y acción heroica ameritaban. Los restos mortales del héroe fueron trasladados a Quito. En la actualidad reposan en el Templete de los Héroes del Colegio Militar Eloy Alfaro. Subteniente Gustavo Ledesma Vásquez. Nació en Guayaquil el 5 de noviembre de 1921, sus padres fueron Dn. David Alberto Ledesma y Dña. Luisa Vásquez. Estudió inicialmente en su ciudad natal: en la Escuela San José de los Hermanos Cristianos; se matriculó después en el Colegio Militar Eloy Alfaro de la ciudad de Quito. Tan pronto conoció de las agresión peruana, y cuando no cumplía los veinte años de edad, se presentó en la brigada “Guayaquil”, y, conjuntamente con diez oficiales del primer contingente, el 15 de julio de 1941, salió a incorporarse a las tropas de la provincia de El Oro. Fue destinado al batallón “Montecristi”. Desde las primeras horas de la mañana del 23 de julio, la aviación, la artillería y los morteros de las tropas peruanas concentraron el fuego sobre Quebrada Seca para permitir el ataque de las unidades de infantería, que habían logrado irrumpir el dispositivo de defensa
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Cadetes del Colegio Militar que fueron desplazados y participaron en labores de apoyo a los combatientes en el conflicto con el Perú en 1981.
de los soldados ecuatorianos, después de heroica y tenaz resistencia. En la acción fue gravemente herido el subteniente de reserva Gustavo Ledesma, hecho prisionero y conducido al hospital de Talara. Después de dolorosa agonía, falleció en la mañana del 8 de agosto de 1941, y sepultado el mismo día. De este hecho luctuoso daba parte el Comandante de la Brigada “Guayaquil”; al. Presidente de la República, y solicitaba se inicien las gestiones para repatriar el cadáver; se sufrague los gastos de los funerales, se le concede la condecoración Abdón Calderón y se lo ascienda post mortem al grado de teniente. Igual decisión tomó el Congreso Nacional cuando el 14 de agosto acordó “Testimoniar a la familia del extinto dolor que aflige a la nación por la pérdida de uno de sus más valientes hijos… y repatriar los restos mortales y darles sepultura en esta ciudad…” En ese mismo día fue ascendido a teniente de reserva y conferida la condecoración por merito de guerra Abdón Calderón de tercera clase.95 Problemas en la Amazonia. Tras el despojo del año 41, a lo largo de cuatro décadas, se produjeron incidentes entre los ejércitos de Ecuador y Perú, la mayoría de los cuales fue resuelto mediante negociaciones diplomáticas o la intervención de los mandos militares de los dos países. Sin embargo, la tensión estaba siempre latente, en especial en los puestos militares de la Amazonia, a lo largo de la zona no delimitada. 95. Junta Calificadora de servicios militares del Ministerio de Defensa Nacional.
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Al inicio de la década de los 80, el mando del ejército ecuatoriano decidió proveer de instalaciones funcionales a los puestos avanzados de Paquisha, Mayaicu y Machinaza. Con este propósito se utilizaron helicópteros del Ejército en labores de transporte de diferentes materiales de construcción. El 22 de enero de 1981 un helicóptero de la Aviación del Ejército, que aterrizó en Paquisha en misión de abastecimiento y transporte de personal, fue ametrallado en tierra por un similar peruano, resultando su piloto, teniente Víctor Hugo Valencia, seriamente herido. Previendo cualquier desagradable contingencia, las unidades de nuestra frontera fueron reforzadas de acuerdo con las disponibilidades existentes, particularmente el Comando de Selva Zamora, porque se determinó que los combates se concentrarían en la Cordillera del Cóndor. La reacción y el apoyo decidido del pueblo civil a las operaciones militares fue realmente sorprendente. Los cadetes del Colegio Militar Eloy Alfaro, mientras duró la emergencia nacional, estuvieron siempre listos para defender a la Patria, desde los lugares a los que fueron asignados, cumpliendo labores de entrenamiento, patrullaje y reconocimiento, listos para combatir. El 28 de enero, Paquisha sufrió un persistente ataque aéreo. Sus defensores se opusieron únicamente con el fuego de fusiles y una ametralladora Browning calibre 50, pues las unidades de la Fuerza Aérea Ecuatoriana no tenían autorización para que entrasen en combate, para evitar la generalización de las operaciones bélicas. Al día siguiente los bombarderos se intensificaron, con el propósito de permitir que tropas peruanas aerotransportadas tomaran por asalto el puesto de Paquisha, o como lo denominaban los mandos militares peruanos, Puesto de Vigilancia N°. 22. El 30 de enero, para “ablandar” a sus adversarios, “las fuerzas peruanas utilizaron aviones supersónicos Mirage y helicópteros artillados con la finalidad de conquistar Paquisha. Los soldados ecuatorianos ante el descomunal bombardeo y ametrallamiento tuvieron que dispersarse en lugares cercanos, estrategia que impidió que las bajas de combate fuesen considerables.96 Los bombardeos y ametrallamientos de la aviación del Ejército y la Fuerza Aérea peruanos se extendieron a Mayaicu y Machinaza, en donde fue impactado un helicóptero peruano que debió “arborizar”. Según versión de un oficial sureño, el accidente del helicóptero causó la muerte de un oficial (el copiloto), y heridas, algunas graves, a tres oficiales y ocho de personal de tropa. Este nuevo incidente, motivó que la diplomacia y organismos internacionales interviniesen en procura de implantar la paz en la región. El 4 de marzo, la OEA, luego de confirmar la aceptación del cese de fuego de las dos partes litigantes, exhortaba a la desmovilización y desconcentración de las fuerzas en un conflicto, con la presencia de representantes de Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos como supervisores del cese de fuego. Las resoluciones de la OEA., fueron complementadas con reuniones militares que se realizarían alternadamente en Huaquillas y Aguas Verdes presididas, la ecuatoriana encabezada por el Valm. Raúl Sorroza Encalada, y la peruana por el Valm. Jorge Dubois Gervasi. El 16 de marzo de 1981, cuando los países mediadores comprobaron que las condiciones eran favorables, se producía el desmontaje de los dispositivos de combate, la desconcentración y desmovilización de las tropas. 96. Macías Núñez, Édison, “El Conflicto de la Cordillera del Cóndor”, Editorial Pedagógica “Freire”, tercera edición, 1992, Riobamba, Ecuador.
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Con la mirada en el Cenepa. Tras el fracaso de la aventura de 1981, el gobierno y Fuerzas Armadas del Perú mantenían su interés en apropiarse de territorio en la Cordillera del Cóndor, zona considerada de alto interés estratégico y económico. A fines de esa década, el régimen de Alberto Fujimori decidió unilateralmente “cerrar la frontera”, para lo cual planificó una serie de estrategias tendientes a provocar a su vecino. Una de ellas constituyó la creación del puesto militar “Pachacutec” en territorio reconocido como ecuatoriano. Descubierto en 1991 el mencionado puesto militar por nuestras patrullas, motivó el reclamo respectivo y generó las consiguientes tensiones en los dos países, tensiones que fueron neutralizadas temporalmente mediante el controvertido “pacto de caballeros” y la entrevista del presidente Alberto Fujimori con su homólogo ecuatoriano Rodrigo Borja. Sin embargo, los enormes problemas políticos del gobierno de Alberto Fujimori, entre los cuales se destacan la lucha despiadada con los movimientos subversivos de “Sendero Luminoso” y “Túpac Amaru” que no daban tregua al gobierno peruano y a la fuerza pública; el control absoluto por parte del régimen a las instituciones y mandos de las fuerzas armadas y el creciente descontento de las fuerzas políticas y el pueblo peruano, impulsaron al gobernante a encontrar un pretexto para invadir territorio ecuatoriano. El 9 de enero de 1995 una patrulla peruana fue sorprendida cuando se dirigía a Tiwintza. Sus integrantes fueron capturados, sin embargo, fueron entregados al comandante del puesto militar peruano “Soldado Pastor”. El 23 de enero, durante un reconocimiento aéreo, pilotos de un helicóptero ecuatoriano detectan un helipuerto en la cabecera del río Cenepa, construido por soldados peruanos. Ante este real peligro la decisión del mando militar ecuatoriano fue radical: desalojar a los soldados del helipuerto (base Norte), misión que fue asignada a cuatro equipos de combate: dos del Grupo de Fuerzas Especiales N° 26, uno de la Compañía de Operaciones Especiales de la Brigada “Cóndor” y el restante del Batallón de Selva N° 62 “Zamora.” El 26 de enero, en las últimas horas de la tarde se produjo el asalto y el desalojo de los soldados peruanos que huyeron por la selva, dejando tres muertos en el sector. La acción exitosa de los combatientes ecuatorianos desencadenó los ataques aéreos y terrestres de las Fuerzas Armadas del Perú. Al día siguiente del desalojo fue atacada la “Cueva de los Tayos”. Además fueron atacados los puestos militares de Teniente Ortíz y Soldado Monge que “no se encuentran en la zona de conflicto”. En los últimos días de enero los ataques peruanos se extendieron a otras bases ecuatorianas, tratando de controlar el dominio de las riberas de río Cenepa. El 1 de febrero, la aviación sureña bombardea intensamente base Norte y proporciona apoyo aerotáctico y aproximado a las tropas de tierra. Con el transcurrir de los días, Cueva de los Tayos, Base Sur, la “Y” y la base de Tiwinza fueron impetuosamente atacadas, sin conseguir la claudicación de sus defensores. Varios helicópteros peruanos habían sido derribados por nuestras tropas; sin embargo, la pérdida de aeronaves se agravó el 10 de febrero, cuando tres aviones supersónicos (dos Mirage y un K-fir) de la Fuerza Aérea Ecuatoriana, derribaron a dos aviones Shukoi (SU-22) y a un A-37 peruanos, lo que obligó al presidente Fujimori, el
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Los cadetes de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro fueron desplazados como apoyo al frente de batalla del Cenepa en 1995. Cuatro de ellos combatieron en Coangos y Base Sur, recibiendo el ascenso a subtenientes en el campo de batalla. Arriba: En el rĂo Tiwintza. Derecha: Ceremonia de ascenso a subtenientes.
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día 13, a declarar unilateralmente el cese de fuego, aduciendo que había finalmente “recuperado Tiwinsa y otros puestos militares en poder de los ecuatorianos”, cese al fuego que pronto fue irrespetado por las propias tropas peruanas. Mientras transcurría el tiempo, se presentaban claros y contundentes indicios de que el resultado de la guerra se inclinaba, de forma inobjetable, a favor del Ecuador. Finalmente, el 17 de febrero se firmó la “Declaración de Paz de Itamaraty”, entre los vicecancilleres de Ecuador y Perú y los representantes de los países garantes. Como este acuerdo fue también desobedecido por las fuerzas peruanas, mediante el ataque masivo del 22 de febrero a posiciones ecuatorianas, se negoció y suscribió la “Declaración de Montevideo” (28 de febrero), con la intervención, esta vez, de los cancilleres de los países en conflicto y los cancilleres de Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos. Las partes acordaron las normas para el desempeño de las funciones de la MOMEP, organismo que ayudó a encontrar las condiciones favorables para la firma de la paz definitiva, luego de un largo, difícil y hasta peligroso proceso, que estuvo inclusive a punto de fracasar. Finalmente, el 26 de octubre de 1998, con la presencia de los presidentes Jamil Mahuad y Alberto Fujimori y los presidentes de los países garantes del Protocolo de Río de Janeiro, se firmo la denominada “Acta Presidencial de Brasilia”, que comprometía la implantación de la paz definitiva entre las repúblicas de Ecuador y Perú. Cadetes de la Escuela Militar en la frontera. Sin embargo de que un medio de información (El Universo), ya había publicado sobre incursiones de patrullas peruanas, la mayoría de ecuatorianos se conducía tranquilamente en sus actividades rutinarias. Con mayor razón los cadetes de la Escuela Militar Eloy Alfaro, que cumplían con normalidad los programas de instrucción. Por eso los tomó de sorpresa cuando el 27 de enero se les ordenó que formasen en el patio central, y luego les hicieran conocer su destinación a unidades de frontera mientras durase la emergencia. Una vez que llegaron a su destinación, se constituyeron en potenciales combatientes que esperaban la orden de partir a la línea de combate. Pero hasta que esta instancia ocurriese, fueron designados comandantes de pelotón, instructores del personal de reservistas o integrantes de compañías, escuadrones o baterías, según la especialidad. Un gran porcentaje estuvo en los destacamentos avanzados de las unidades, sufriendo la clásica ansiedad de la espera, constituidos en observadores avanzados, cumpliendo tareas de patrullaje y reconocimiento. Es decir, estaban predispuestos para entrar en combate. Justamente uno de los cadetes, hoy mayor del Ejército, que fue destinado a la Brigada Cóndor, recuerda sus experiencias: “A los cadetes que nos correspondió quedarnos en la brigada, nos distribuyeron dentro de los equipos de combate (ECO), para dirigirnos al valle del Cenepa, pero posteriormente fue cambiada la orden; sin embargo, cuatro compañeros fueron enviados a Coangos. Al resto nos trasladaron a un caserío llamado Mungandi.”
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El mando militar, en reconocimiento a su vocación, patriotismo y entrega, ascendió a subtenientes del Ejército ecuatoriano, en el mismo terreno, a los cadetes del último año del curso militar que se encontraban en campaña. Una vez finalizado el conflicto, los cadetes regresaron a la Escuela Militar con el orgullo de ser parte de la oficialidad de un Ejército vencedor y haber cumplido, desde diferentes campos, con el deber inigualable de haberse constituido en defensores de la soberanía nacional.
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Capテュtulo XI
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Marcha en Imbabura. Aテアos 70
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La fuerza de la tradici贸n. El port贸n de Marte simboliza todo lo que de sublime tiene la vida militar. Al abrirse sus puertas, los aspirantes a oficiales del Ej茅rcito del Ecuador, dejan atr谩s su vida familiar e inician una nueva etapa signada por el honor, sacrificio, disciplina, lealtad y el amor inconmesurable a la Patria.
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Con paso vacilante y pena en el alma, pero pletóricos de esperanza, hombres y mujeres de todo el país, traspasan el umbral que los llevará a convertirse en oficiales. Años más tarde, orgullosos de haber cumplido sus sueños, los y las oficiales, recorren de vuelta el camino que marca el inicio de su vida profesional. Han conseguido la primera de sus metas. Su capacidad los llevará, más adelante, a defender y servir a su país en la noble carrera de las armas.
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Izq.: Tras despedirse de sus familiares, los cadetes traspasan el Port贸n de Marte. Arriba.: La campana marca el incio de la historia.
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!Misi贸n cumplida隆
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Cada paso en la carrera militar está lleno de símbolos, resguardando una tradición de siglos. Izq. Ceremonia de graduación. Arriba: Ceremonia de velada de las armas. Abajo: Símbolos de una vida dedicada a la Patria.
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HISTORIA A lo largo de la historia del Ecuador, los gobernantes han mantenido una estrecha relaci贸n con el Colegio Militar y la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro. Presentamos en las siguientes p谩ginas, un recuento gr谩fico de algunos de esos momentos hist贸ricos.
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Izq.: Arriba, el doctor Camilo Ponce Enrìquez acompañado del arquitecto Sixto Durán Ballén al extremo derecho. Izq. Abajo: don Clemente Yerovi Indaburo. En esta página: el doctor José María Velasco Ibarra junto al director del Colegio Militar, coronel Marcos Gándara Enríquez.
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Izq. Arriba: Ceremonia en el Colegio Militar de La Pradera, presidida por el doctor Velasco Ibarra. Izq. Centro: El doctor Carlos Julio Arosemena Monroy. Detrás constan los comandantes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas. Izq. Abajo: El doctor Oswaldo Hurtado pasando revista. Esta página. Arriba. El ingeniero León Febres Cordero imponiendo una condecoración al pabellón nacional. Esta página. Abajo: El economista Rafael Correa recibiendo honores.
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VIDA MILITAR Más allá de los uniformes y los desfiles está el rigor y la excelencia de una formación orientada a moldear el cuerpo y el espíritu de los futuros líderes del Ejército. Cada jornada de ejercicios, cada marcha, cada guardia, las innumerables horas destinadas al estudio, las enseñanzas recibidas, los ejemplos a seguir, forman parte de la mística del militar que lleva tatuada en lo más profundo de su ser el lema de honor, disciplina y lealtad que lo caracteriza. A continuación presentamos aspectos de la vida militar.
Arriba: El ritual baño de agua fría. Derecha: Los cadetes revisando su equipamiento. Obsérvese las tradicionales cajas de madera en las que guardaban sus pertenencias.
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Izquierda y arriba: Ningún obstáculo es insuperable.
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Izquierda y arriba: Enfrentar el temor y conquistar las alturas, sentirse due帽o del aire, admirar la maravillosa obra de la creaci贸n. Ser paracaidista.
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Pรกginas anteriores: La formaciรณn como paracaidista es una de las tradiciones mรกs preciadas para los cadetes de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro. 183
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Servir a la Patria. La formación de un oficial implica la fortaleza necesaria para enfrentar los avatares de un conflicto y la entereza para defender la paz. A lo largo de su historia, los oficiales instructores y los cadetes del Colegio Militar y de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro, han puesto a prueba su formación y sus capacidades para afrontar sucesos de conmoción interna y las amenazas de fuerzas militares externas que han pretendido mancillar el suelo patrio.
Arriba: Cadete en práctica en el terreno. Derecha: Cadetes del Colegio Militar Eloy Alfaro embarcándose en Puerto Bolívar, listos para ir a combatir contra el invasor. 1941. 184
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Los cadetes reciben una rigurosa formación militar en el terreno, en diversas condiciones de clima y topografía, en todas las regiones del país.
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Esta página: Instrucción de artillería en el Colegio Militar y práctica de tiro en el campo. Años 70.
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Arriba: Instrucción en el Colegio Militar de La Pradera. años 60. Abajo: Cadetes en práctica de tiro, 1972.
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Esta página y siguientes: El nivel de formación y entrenamiento de los cadetes de la Escuela Superior Militar se ha incrementado con los años, con una total adaptación a las nuevas tecnologías y armamento.
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MARCHAS. Cuando la meta luce lejana, el dolor y el cansancio parecen insoportables, el hombre encuentra en su espíritu la fortaleza para dar un paso más, otro y otro. Finalmente, se alcanza el objetivo. Entonces todo el sacrificio valió la pena. En las marchas, los cadetes no solamente ponen a prueba su preparación, demuestran su disciplina y encuentran en sus camaradas el apoyo necesario para no desfallecer. En las marchas se forjan amistades imborrables y se recibe el aliento de los ecuatorianos de toda condición que ven en sus soldados a los primeros defensores de la Patria.
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Arriba: Listos para iniciar la aventura. Abajo: Recuerdos de jornadas de sol, lluvia, polvo y viento, sobre los viejos camiones.
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Arriba: El lodo no impedirรก alcanzar la meta. Marcha en Zamora. Abajo: Parece que no nos mojaremos.
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Arriba: Vadeando un rĂo en Morona. Abajo: A buen hambre no hay mal pan.
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Izq.: En la zona tropical de Santo Domingo. En esta pĂĄgina: CompaĂąeros de marcha, amigos para siempre.
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Izq.: Páramo arriba, con la tula al hombro. En esta página. Arriba: Breve descanso. Abajo: En la vía del tren. Urbina, Chimborazo. 4.000 msnm.
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Esta página: Marcha del Colegio Militar en la Sierra. Años 60.
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Arriba: Marcha en zona selvática. El oficial del Ejército ecuatoriano está preparado para luchar en cualquier condición climática o de terreno.
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Arriba: El rigor de la marcha no impide admirar los excepcionales paisajes del Ecuador. Laguna de Mojanda. 2012.
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Arriba: Marcha de final de curso. Provincia de Imbabura. 2012. PĂĄg. siguiente: Marcha llegando a Ibarra. AĂąos 70.
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DESFILES. Existe un momento en el que el cadete puede mostrar todo el rigor de su formaci贸n, al mismo tiempo que su gallard铆a y donaire, el desfile, que es una parte sustancial de la tradici贸n y el honor militares. En todas las ciudades del Ecuador y en muchos pa铆ses americanos, los cadetes de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro han lucido con orgullo su uniforme, recibiendo el aplauso y el reconocimiento de los ciudadanos.
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Arriba: Desfile de la ESMIL. Otavalo. 2012.
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Arriba: Ceremonia en la Escuela Militar Superior Eloy Alfaro.
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VIAJES Una parte importante de la formación de un cadete es el conocimiento de otros países, de otras culturas. A través de las becas, en viajes de estudio o de formación, los cadetes desde hace décadas han podido conocer realidades distintas, intercambiar conocimientos con estudiantes de centros de formación militar de otros países y ampliar sus horizontes.
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INSTRUCCIÓN Una educación orientada hacia la excelencia cuyo propósito fundamental es formar grandes hombres y profesionales de alto nivel, líderes en toda circunstancia y en todo momento, es el propósito de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro. Generaciones de oficiales demuestran que en el campo de la instrucción de sus alumnos, la institución ha estado siempre a la altura de su cometido.
Arriba: Formación con cadetes panameños. Años 80. Derecha. Arriba: Clases de Estrategia. Abajo: Visita de cadetes de la Escuela Militar de West Point, USA.
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Arriba: Clases en el antiguo Colegio Militar. c. 1970. Abajo: Formaci贸n para el liderazgo. 2012.
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Arriba: Instrucci贸n en zona de altura. Abajo. Instrucci贸n en selva.
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DEPORTES La formaci贸n integral del ser humano implica no solo otorgarle conocimientos cient铆ficos y profesionales sino forjar su cuerpo y su car谩cter. El deporte es parte esencial de esa formaci贸n y los alumnos del Colegio Militar y Escuela Superior Militar Eloy Alfaro se han destacado siempre por su excelencia en el campo deportivo.
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P谩g. ant. La ESMIL siempre tuvo destacada participaci贸n en el deporte. Izq. arriba: No s贸lo de f煤tbol vive el hombre. Izq. abajo: La imprescindible banda. Arriba: un cadete ejecuta un carpado desde cinco metros de altura.
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Arriba: Equipo de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro, que obtuvo el primer lugar en el XXI Campeonato Sudamericano de Cadetes en Lima. 2012.
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SOCIAL El arte, el entretenimiento, las dotes actorales, la vida social, la belleza y la picardía son también parte de la vida del cadete. Registramos en estas páginas algunos de los aspectos de la creatividad y las dotes artísticas de los alumnos de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro. Momentos inolvidables.
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GRANDES FOTOSA lo largo de un siglo, la magia de la fotografía ha registrado como testigo insobornable la grandeza de la vida militar en el Colegio Militar y la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro. Además del registro gráfico de las actividades que presentamos a lo largo del libro, hemos querido rescatar aquellas imágenes inolvidables, fotografías que por su concepto artístico, la oportunidad de la toma o su profundo significado, quedarán grabadas para siempre en nuestra memoria. Con estas fotografías rendimos nuestro homenaje a quienes han hecho esta historia y la forjarán con trabajo, sacrificio, honor, disciplina y lealtad en el futuro.
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