Historia del Pensamiento Económico. 8a Ed. Stanley Brue y Randy R. Grant

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ISBN-13: 978-607-522-793-1 ISBN-10: 607-522-793-8

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Historia del pensamiento económico Octava edición Stanley L. Brue, Randy R. Grant Presidente de Cengage Learning Latinoamérica: Fernando Valenzuela Migoya Director Editorial para Latinoamérica: Ricardo H. Rodríguez Gerente de Adquisiciones para Latinoamérica: Claudia C. Garay Castro Gerente de Manufactura para Latinoamérica: Antonio Mateos Martínez Gerente Editorial de Contenidos en Español: Pilar Hernández Santamarina Gerente de Proyectos Especiales: Luciana Rabuffetti Coordinador de Manufactura: Rafael Pérez González Editor: Javier Reyes Martínez Diseño de portada: MaliArts Imagen de portada: ©Dreamstime Composición tipográfica: Mariana Sierra Enríquez

© D.R. 2016 por Cengage Learning Editores, S.A. de C.V., una Compañía de Cengage Learning, Inc. Corporativo Santa Fe Av. Santa Fe núm. 505, piso 12 Col. Cruz Manca, Santa Fe C.P. 05349, México, D.F. Cengage Learning® es una marca registrada usada bajo permiso. DERECHOS RESERVADOS. Ninguna parte de este trabajo amparado por la Ley Federal del Derecho de Autor, podrá ser reproducida, transmitida, almacenada o utilizada en cualquier forma o por cualquier medio, ya sea gráfico, electrónico o mecánico, incluyendo, pero sin limitarse a lo siguiente: fotocopiado, reproducción, escaneo, digitalización, grabación en audio, distribución en Internet, distribución en redes de información o almacenamiento y recopilación en sistemas de información a excepción de lo permitido en el Capítulo III, Artículo 27 de la Ley Federal del Derecho de Autor, sin el consentimiento por escrito de la Editorial. Traducido del libro The Evolution of Economic Thought Eight edition Stanley L. Brue, Randy R. Grant Publicado en inglés por South-Western, una compañía de Cengage Learning © 2013 ISBN: 978-1-111-82367-2 Datos para catalogación bibliográfica: Brue, Stanley L., Grant, Randy R. Historia del pensamiento económico Octava edición ISBN: 978-607-522-793-1 Visite nuestro sitio web en: http://latinoamerica.cengage.com

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Contenido Prefacio  xi

Capítulo 1 Introducción y perspectiva general Línea de tiempo de las ideas económicas Las cinco preguntas fundamentales El valor de estudiar economía y su historia Apéndice Historia del pensamiento económico: Fuentes de información

Capítulo 2 La escuela mercantilista

Perspectiva del mercantilismo 2-1 El pasado como prólogo  El mercantilismo y la oferta de trabajo Thomas Mun 2-2 El pasado como prólogo  El mercantilismo persistente Gerard Malynes Charles Davenant Jean Baptiste Colbert Sir William Petty

Capítulo 3 La escuela de los fisiócratas

Perspectiva general de los fisiócratas François Quesnay Anne Robert Jacques Turgot 3-1 El pasado como prólogo  Quesnay y el diagrama de flujo circular

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Capítulo 4 La escuela clásica: los precursores

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Capítulo 5 La escuela clásica: Adam Smith

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Perspectiva general de la escuela clásica Sir Dudley North Richard Cantillon David Hume 4-1 El pasado como prólogo  Hume y la cooperación

Detalles biográficos Influencias importantes Teoría de los sentimientos morales La riqueza de las naciones Leyes económicas de una economía competitiva 5-1 El pasado como prólogo  Adam Smith y los salarios de eficiencia

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Contenido

Capítulo 6 La escuela clásica: Thomas Robert Malthus Escenarios histórico e intelectual Teoría de la población de Malthus Teoría de las sobrecargas del mercado 6-1 El pasado como prólogo  Malthus, Carlyle y la ciencia deprimente Evaluación de las contribuciones de Malthus 6-2 El pasado como prólogo  Malthus, Sen y la hambruna de los tiempos modernos

Capítulo 7 La escuela clásica: David Ricardo

Detalles biográficos El problema de la moneda Teorías de los rendimientos decrecientes y de la renta Teoría del valor de cambio y los precios relativos La distribución del ingreso 7-1 El pasado como prólogo  Teorema ricardiano de la equivalencia IMPLICACIONES POLÍTICAS 7-2 El pasado como prólogo  La teoría del comercio según Ricardo Ricardo acerca del desempleo Evaluación

Capítulo 8 La escuela clásica: Bentham, Say, Senior y Mill Jeremy Bentham 8-1 El pasado como prólogo  Aquino, Bentham y Fisher sobre la usura Jean-Baptiste Say 8-2 El pasado como prólogo  Say y la búsqueda de rentas Nassau William Senior John Stuart Mill 8-3 El pasado como prólogo  Mill, Taylor y los derechos de las mujeres

Capítulo 9 Surgimiento del pensamiento socialista Perspectiva del socialismo Henri Comte de Saint-Simon Charles Fourier Simonde De Sismondi Robert Owen Louis Blanc Charles Kingsley

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Contenido

Capítulo 10 Socialismo marxista

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Capítulo 11 La escuela histórica alemana

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Detalles biográficos e influencias intelectuales Teoría de la historia de Marx “Ley del movimiento” de la sociedad capitalista Ley del movimiento del capitalismo: un resumen Evaluación de la economía de Marx 10-1 El pasado como prólogo  El colapso del marxismo

Perspectiva de la escuela histórica alemana Friedrich List 11-1 El pasado como prólogo  List y la teoría del comercio estratégico Wilhelm Roscher Gustav Schmoller Max Weber Una posdata

Capítulo 12 La escuela marginalista: los precursores Perspectiva de la escuela marginalista Antoine Augustin Cournot 12-1 El pasado como prólogo  Extensiones de la teoría del duopolio de Cournot Jules Dupuit 12-2 El pasado como prólogo  Gossen: Utilidad y fama tardía Johann Heinrich Von Thünen

Capítulo 13 La escuela marginalista: Jevons, Menger, Von Wieser y Von Böhm-Bawerk William Stanley Jevons 13-1 EL PASADO como un PRÓLOGO  Jevons: ¿las apuestas son racionales? Carl Menger Friedrich Von Wieser Eugen Von Böhm-Bawerk 13-2 El pasado como prólogo  Franklin y Bastiat acerca del costo de oportunidad

Capítulo 14 La escuela marginalista: Edgeworth y Clark

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Francis Y. Edgeworth 271 14-1 El pasado como prólogo  Curvas del costo de Jacob Viner 279 John Bates Clark 281 14-2 El pasado como prólogo  Clark, productividad marginal y sueldos de los ejecutivos 288

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Contenido

Capítulo 15 La escuela neoclásica: Alfred Marshall Vida y método de Marshall Utilidad y demanda 15-1 El pasado como prólogo  Economía del comportamiento: ¿somos racionales? Oferta Precio y cantidad de equilibrio Distribución del ingreso Industrias de costos creciente y decreciente 15-2 El pasado como prólogo  ¿Por qué existen las empresas?

Capítulo 16 La escuela neoclásica: economía monetaria John Gustav Knut Wicksell Irving Fisher Ralph George Hawtrey 16-1 El pasado como prólogo  La política monetaria y la Gran Recesión

Capítulo 17 La escuela neoclásica: desviación de la competencia perfecta

Piero Sraffa Edward Hastings Chamberlin 17-1 El pasado como prólogo  Principales, agentes e ineficiencia X Joan Robinson 17-2 El pasado como prólogo  Robinson, el monopsonio y la política pública

Capítulo 18 Economía matemática

Tipos de economía matemática 18-1 El pasado como prólogo  Avances en la econometría Léon Walras Wassily Leontief John Von Neumann Y Oskar Morgenstern 18-2 El pasado como prólogo  John Nash: descubrimiento, desesperación y el Premio Nobel John R. Hicks Programación lineal

Capítulo 19 La escuela institucionalista

Perspectiva de la escuela institucionalista Thorstein Bunde Veblen 19-1 El pasado como prólogo  Los bienes de Veblen y las curvas de demanda con pendiente positiva

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Contenido

WESLEY CLAIR MITCHELL JOHN KENNETH GALBRAITH 19-2 El pasado como prólogo  Douglass North y el nuevo institucionalismo

Capítulo 20 Economía del bienestar Vilfredo Pareto Arthur Cecil Pigou 20-1 El pasado como prólogo  Pigou y Coase sobre las externalidades Ludwig Von Mises Oscar Lange Kenneth Arrow James M. Buchanan Amartya Sen

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Capítulo 21 La escuela keynesiana: John Maynard Keynes 455 Perspectiva de la escuela Keynesiana John Maynard Keynes 21-1 El pasado como prólogo  Keynes y la escuela de Estocolmo

Capítulo 22 La escuela keynesiana: desarrollos a partir de Keynes Alvin H. Hansen 22-1 El pasado como prólogo  La contribución Mundell-Fleming a la IS-LM Paul A. Samuelson 22-2 El pasado como prólogo  Abba Lerner y el “volante keynesiano” Los poskeynesianos Los nuevos keynesianos 22-3 El pasado como prólogo  Conflicto de teorías sobre la gran recesión

Capítulo 23 Teorías del crecimiento y el desarrollo económico Sir Roy F. Harrod Y Evsey Domar Robert M. Solow Joseph Alois Schumpeter 23-1 El pasado como prólogo  Schumpeter, destrucción creativa y política antimonopolio Ragnar Nurkse 23-2 El pasado como prólogo  Yunus, el microcrédito y el Premio Nobel de la paz

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Contenido

W. Arthur Lewis 23-3 El pasado como prólogo  Las críticas de Todaro a Lewis y Schultz

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Capítulo 24 La escuela de Chicago: el nuevo clasicismo

529

Capítulo 25 Pensamientos finales

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Perspectiva De La Escuela De Chicago 529 Milton Friedman 533 Robert E. Lucas Jr. 540 24-1 El pasado como prólogo  De Stigler a los “limones” 541 Gary S. Becker 545 24-2 El pasado como prólogo  ¿Formación de capital humano? ¿O selección y señalización? 549

25-1 El pasado como prólogo  Los Premios Nobel de economía

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Índice onomástico

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Índice analítico

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Prefacio

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LA OCTAVA EDICIÓN El propósito primordial de este libro es narrar de forma clara, documentada, equilibrada e interesante la historia de la economía. Después de todo, es una historia de gran importancia, que agudiza la comprensión de la economía moderna y proporciona una perspectiva única que no se encuentra en otras áreas de la disciplina. El estudio de la historia del pensamiento económico sigue creciendo a medida que madura la economía. Las nuevas ideas, evidencia, problemas y valores requieren toda una reconsideración de las controversias básicas y las principales contribuciones del pasado. Aunque se conservan las características básicas de las ediciones anteriores, esta se ha actualizado y revisado de forma importante. A continuación se mencionan los cambios más relevantes.

Se incorporan nuevos economistas En esta edición se presentan por primera vez las contribuciones de los siguientes economistas: • • • • • • • • •

Eli Heckscher y Bertil Ohlin (capítulo 7) Paul Krugman (capítulo 7) Joseph Bertrand (capítulo 12) Heinrich von Stackelberg (capítulo 12) Charles Cobb y Paul Douglas (capítulo 14) Friedrich A. Hayek (capítulo 22) Hyman Minsky (capítulo 22) Muhammad Yunus (capítulo 23) Edmund Phelps (capítulo 24)

En respuesta a las sugerencias de los lectores, el análisis sobre la decadencia del capitalismo de Joseph Schumpeter que aparecía en el sitio web de libro se ha incorporado en el capítulo 23.

Nuevas secciones El pasado como prólogo Esta edición contiene seis secciones nuevas o significativamente revisadas de El pasado como prólogo. Estos “cuadros” relacionan las ideas anteriores, en ocasiones abordadas sólo de forma breve, con las contribuciones o los aspectos económicos subsiguientes o contemporáneos. En algunos casos, la conexión particular de ideas abarca muchas décadas; en otros casos sólo algunos años. En ocasiones las secciones miran hacia el futuro, otras veces hacia el pasado. Pero en todos los casos implican ideas originales y su impacto en la teoría económica, los problemas o los eventos. Estas secciones deben ayudarle a usted a reconocer las conexiones históricas y lógicas entre las ideas. Después de leerlas tal vez comenzará a vincular las ideas históricas en otras áreas de sus estudios. Además, estas secciones ocasionalmente sirven como vehículo para introducir ideas o aspectos importantes que en cierta forma son xi


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Prefacio

tangenciales al flujo principal del libro y que, por consiguiente, se tratan mejor por separado. Los nuevos títulos de la sección son: • • • • • •

Malthus, Carlyle y la ciencia deprimente (capítulo 6) Avances en la teoría del comercio según Ricardo (capítulo 7) Extensiones a la teoría del duopolio de Cournot (capítulo 12) La teoría monetaria y la Gran Recesión (capítulo 16) Conflicto de teorías sobre la Gran Recesión (capítulo 22) Yunus, el microcrédito y el premio Nobel de la paz (capítulo 23)

La tabla de contenido incluye una lista completa de las secciones El pasado como prólogo. Para asegurarnos de que esos cuadros no interrumpan el flujo lógico del capítulo, hemos colocado una indicación al margen para indicar cuando usted lea cada sección.

Elementos adicionales de final de capítulo La sección Preguntas para estudio y análisis al final del capítulo se ha enriquecido con preguntas relacionadas con el nuevo contenido. Además, el listado de la sección Lecturas selectas se incrementó y actualizó con referencias modernas.

Elementos adicionales al sitio web En esta edición se amplía el material en el sitio web que fue incorporado en la edición anterior. El acceso al sitio está disponible sólo en inglés y con costo adicional en www. cengagebrain.com. Sus características incluyen: • Capítulos sobre el pensamiento económico anterior a 1500. Los capítulos sobre filosofía griega y las contribuciones judeo-cristianas de la Biblia a lo largo de la Reforma Protestante aclaran las primeras ideas en economía, algunas de las cuales se pueden encontrar en los tiempos modernos. • Un nuevo capítulo sobre los inicios del pensamiento económico estadounidense. Aunque los hombres de Estado como Benjamin Franklin, Thomas Paine y Alexander Hamilton son más conocidos por sus teorías y actos políticos, todos ellos articularon ideas económicas emergentes e interaccionaron con los reconocidos teóricos de la economía de su época. • Nuevos economistas. Se agregan biografías y contribuciones de otros economistas para varios de los capítulos. George Stigler, Abba Lerner y muchos otros se han añadido a archivos que se pueden descargar. • Vínculos a sitios web de interés. Se proporcionan vínculos a otros sitios web importantes acerca del pensamiento histórico para quien desee aprender más acerca de los personajes famosos en la evolución de la historia del pensamiento económico. Le invitamos a revisar de forma periódica el sitio web para conocer material nuevo, ya que constantemente buscamos y agregamos contenidos para cerrar brechas importantes y mantener actualizada la disciplina.


Prefacio

Diferenciación del producto Las características distintivas de este libro incluyen: • Cinco preguntas fundamentales. A medida que se introduce cada escuela importante del pensamiento económico, se consideran cinco preguntas: ¿Cuáles son los antecedentes históricos de la escuela? ¿Cuáles sus principios fundamentales? ¿A quiénes benefició o trató de beneficiar la escuela? ¿En qué forma la escuela era válida, útil o correcta en su época? ¿Cuáles principios de la escuela se convirtieron en contribuciones perdurables? Las respuestas a estas preguntas proporcionan un resumen preciso de cada escuela. Posteriormente el análisis se enfoca en los principales autores dentro de cada una de ellas. Este enfoque es apropiado intelectual, y educativamente, al presentar la historia del pensamiento económico de una manera que promueva la retención del conocimiento por parte del lector. • Citas amplias. Se utilizan amplias citas de fuentes originales para familiarizar de forma directa a los lectores con el sabor y la esencia de las principales obras de economía de la historia. Desde un punto de vista ideal, esos pasajes lo motivarán a usted, de tal manera que recurrirá a las obras originales para una lectura adicional. • Historia intelectual. Esta edición continúa con la orientación a las artes liberales de las ediciones previas. Es algo más que un tratado sobre el surgimiento de la teoría económica formal moderna; también aborda el desarrollo de un pensamiento económico más amplio y sus relaciones con otras porciones de la historia intelectual. Por supuesto, una amplia orientación a las artes liberales no excluye y, en muchos casos requiere, un riguroso tratamiento a fondo de la teoría económica, tanto ortodoxa como no ortodoxa. Por lo tanto, se presta atención especial a la aparición de los aspectos técnicos de los principales modelos de libros sobre economía moderna. • Claridad en la exposición. Este libro continúa haciendo hincapié en la claridad de la exposición, está diseñado para ser accesible, no sólo para quienes han tomado varios cursos de economía, sino para los estudiantes que acaban de tomar un curso de principios de economía con una secuencia razonablemente rigurosa. • Línea de tiempo del pensamiento económicas. El libro incluye en la parte final la Línea de tiempo del pensamiento económico. Cada rectángulo en esta escala representa una escuela o enfoque importante y los nombres dentro de cada rectángulo son los de los economistas más importantes o representativos en el desarrollo de esa idea o esa serie de ideas. El tipo particular de flecha (negra o blanca) que vincula a dos escuelas indica la naturaleza de la relación que existía entre ellas. Las flechas no capturan perfectamente los matices de las relaciones entre dos escuelas del pensamiento económico, pero resultan informativas. La compleja multitud de problemas casi asegura que cada escuela tenga puntos de acuerdo y desacuerdo con el resto de las escuelas. • Apéndice sobre fuentes de información. El capítulo 1 contiene un apéndice que resume las principales fuentes de información en el área, incluidas las que se encuentran en internet.

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Prefacio

• Preguntas para estudio. Las preguntas para estudio y análisis se encuentran al final de cada capítulo. Dichas preguntas revisan el contenido del capítulo, motivan al lector a “ampliar” su comprensión e interconectan el material pasado, presente y futuro. • Figuras con leyendas. Una leyenda explicativa, cuidadosamente escrita, acompaña cada figura.

Agradecimientos Quienes han adoptado este libro desde hace largo tiempo reconocerán en él el legado de Jacob Oser. Aunque él ya no vivió para participar en las cuatro últimas ediciones, se mantienen las características, el estilo y, en muchos casos, las palabras reales de las primeras ediciones. Para nosotros ha sido un honor seguir adelante con la obra del profesor Oser. En la revisión de este libro nos hemos beneficiado mucho con la ayuda proporcionada por los revisores y nos gustaría expresarles nuestro agradecimiento. Ellos son Syad Ahman, McMaster University; Ernest Ankrim, Frank Russell Company; Benjamin Balak, Rollins College; Richard Ballman, Augustana College en Illinois; Les Carson, Augustana College en Dakota del Sur; Kart W. Einof, Mount Saint Mary´s University en Maryland; Maxwell O. Eseonu, Virginia State University; Tawni Hunt Ferrani, Northern Michigan University; Peter Garlick, SUNY-New Paltz; David E. R. Gay, University of Arkansas; Geoffrey Gilbert, Hobart and William Smith Colleges; Ching-Yao Hsieh, George Washington University; Robert Jensen, Pacific Lutheran University; John Larrivee, Mount Saint Mary´s University en Maryland; Charles G. Leathers, University of Alabama en Tuscaloosa; Mary H. Lesser, Iona College; Andrea Maneschi, Vanderbilt University; John A. Miller, Wheaton College en Massachussets; Tracy Miller, Baylor University; Clair E. Morris, Academia Naval de los Estados Unidos; Lawrence Moss, Babson College; Norris Peterson, Pacific Lutheran University; Michael Reed, Universidad de Nevada en Reno; Thomas Reinwald, Shippensburg University; Teresa M. Riley, Youngstown State University; Robert P. Rogers, Ashland University y Neil T. Skaggs, Illinois State University. Numerosos estudiantes de cursos de Historia del pensamiento económico también han identificado con afán los errores y ofrecido sugerencias de mejora. Agradecemos en especial a Kyle Abeln, estudiante de Linfield College Economics, por su ejemplar apoyo con la investigación. También deseamos expresar nuestro agradecimiento a las siguientes personas muy talentosas en Cengage Learning/South-Western e Interactive Composition Corporation por su experto manejo de la revisión desde su concepción hasta el producto final: Steven Scoble, editor de adquisiciones; Theodore Knight, editor de desarrollo; Michelle Kunkler, directora de arte; Amber Hosea, gerente de fotografía/permisos y Kevin Kluck, gerente de producción. Por último, dedicamos nuestros esfuerzos a Terry y Craig, y a Susie, Alex y Kara. Les agradecemos su inquebrantable apoyo y estímulo.


Capítulo La escueLa mercantiLista

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La doctrina económica conocida como mercantilismo surgió entre la Edad Media y el periodo del triunfo del laissez-faire (dejar hacer). El mercantilismo data aproximadamente de 1500 a 1776. Sin embargo, estas fechas varían en distintos países y regiones. En este capítulo primero se utilizan “las cinco preguntas más importantes” para proporcionar un panorama del mercantilismo y después se estudian cuatro pensadores que expresaron ideas mercantilistas: Mun, Malynes, Davenant y Colbert. También se habla de sir William Petty, un mercantilista que desarrolló algunos conceptos precursores de la economía clásica.

peRspeCTIVa del MeRCaNTIlIsMo ¿Cuáles son los antecedentes históricos de la escuela mercantilista? La autosuficiencia de la comunidad feudal le cedió lentamente el paso al nuevo sistema del capitalismo mercantil. Las ciudades con un crecimiento gradual durante la Edad Media aumentaron en importancia. El comercio floreció tanto dentro de cada país como entre los países y se expandió el uso del dinero. El descubrimiento del oro en el hemisferio occidental facilitó el creciente volumen del comercio y estimuló las teorías acerca de los metales preciosos. Los grandes descubrimientos geográficos, basados en parte en el desarrollo de la navegación, ampliaron la esfera del comercio. La producción era en pequeña escala, pero el comerciante mediaba cada vez más entre el productor y el consumidor. Aun cuando a los ojos de la “aristocracia de terratenientes” seguían siendo “comerciantes despreciables”, los comerciantes capitalistas se convertían en figuras clave en el mundo de los negocios. Comenzaron a surgir los Estados Nación y los más poderosos de ellos adquirían colonias y esferas de influencia. Las rivalidades económicas entre las naciones se intensificaron. De manera que no sorprende que evolucionara un conjunto de doctrinas que reemplazaron a los conceptos feudales, promovieron el nacionalismo, le aportaron nueva dignidad e importancia al comerciante y justificaron una política de expansión económica y militar. Este conjunto de doctrinas se convirtió en la escuela mercantilista.

¿Cuáles son los principios fundamentales de la escuela mercantilista? Entre los postulados más importantes de esta escuela se encuentran los siguientes: • El oro y la plata son la forma más deseable de riqueza. Los mercantilistas tendían a igualar la riqueza de una nación con la cantidad de lingotes de oro y plata que poseía. Algunos de los primeros mercantilistas creían que esos 13


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Capítulo 2  L a

escuela mercantilista

metales preciosos eran el único tipo de riqueza al que valía la pena aspirar. Todos valoraban los lingotes como la única forma de alcanzar el poder y la riqueza. Por consiguiente, era necesario un superávit de exportaciones de un país para generar pagos en moneda fuerte. Incluso cuando estaban en guerra, las naciones exportaban bienes para el enemigo, siempre y cuando los productos se pagaran en oro. • Nacionalismo. Todos los países no exportaban de forma simultánea más de lo que importaban. Por consiguiente, el propio país debía promover las exportaciones y acumular riquezas a costa de sus vecinos. Sólo una nación poderosa podía conquistar y conservar colonias, dominar las rutas del comercio, ganar guerras en contra de sus rivales y competir con éxito en el comercio internacional. Conforme a este concepto estático de la vida económica, había una cantidad fija de recursos económicos en el mundo; un país podía incrementar sus recursos sólo a costa de otro. El ensayista francés Michel de Montaigne escribió en 1580: “El beneficio de un hombre es el perjuicio de otro… No es posible obtener cualquier beneficio si no es a costa de otro”.1 El mercantilismo nacionalista condujo de manera muy natural al militarismo. Los poderosos navíos y las flotas mercantes eran un requerimiento. Debido a que la pesca era “cuna de marinos”, es decir, ya que eran áreas de entrenamiento para el personal naval, los mercantilistas le impusieron una “cuaresma política” a Inglaterra en 1549. Se prohibía por ley que las personas comieran carne ciertos días de la semana, con la finalidad de asegurar un mercado doméstico para el pescado y, por lo tanto, una demanda derivada de marineros. Ese decreto se mantuvo enérgicamente durante alrededor de un siglo y no desapareció de los libros de estatutos sino hasta el siglo XIX. • Importación de materia prima libre de impuestos que no se producía domésticamente, protección de bienes manufacturador y materia prima que se podían producir domésticamente y restricción a las exportaciones de materia prima. Este énfasis en las exportaciones y la renuencia a importar se ha llamado “el temor de los bienes”. Los intereses del comerciante tenían preeminencia sobre los del consumidor doméstico. Los comerciantes recibían flujos de oro a cambio de sus exportaciones, mientras que las restricciones a las importaciones reducían la disponibilidad de bienes para el consumo local. En consecuencia, el oro y la plata se acumulaban, supuestamente mejorando la riqueza y el poder del país. Las prohibiciones contra el comercio exterior de materia prima ayudaron a mantener bajos los precios de las exportaciones de bienes terminados. Por ejemplo, una ley aprobada en 1565-1566 durante el reinado de la reina Isabel prohibía la exportación de ovejas vivas. Las sanciones por violar esa ley eran la confiscación de la propiedad, un año en prisión y la amputación de la mano izquierda. La pena de muerte se prescribía por una segunda ofensa. La exportación de lana cruda estaba prohibida y se aplicaban las mismas sanciones en una ley promulgada durante el reinado de Carlos II (1660-1685). 1

ichel de Mintaigne, Essays of Michel Montaigne, capítulo XXI. Traducción de Charles Cotton, Ed. William. C. Hazlitt, M Poject Gutternberg, ebook #3600, 2006. Ensayo original publicado en 1685-1686. Traducción publicada en 1877.


Capítulo 2  L a

escuela mercantilista

• Colonialismo y monopolio del comercio. Los comerciantes capitalistas favorecían la colonización y querían mantener a las colonias eternamente dependientes de la madre patria y subordinadas a ella. Cualquiera de los beneficios que se extendían hacia las colonias debido al crecimiento y el poder militar de la madre patria era un subproducto accidental de la política de explotación. Las Actas Inglesas de Navegación de 1651 y 1660 son buenos ejemplos de esta política. Los bienes importados por Gran Bretaña y las colonias se debían transportar en barcos ingleses o coloniales, o en barcos del país en los que se se originaban los bienes. Ciertos productos coloniales sólo se debían vender a Inglaterra y otros se debían desembarcar en dicho país antes de enviarlos por barco a países extranjeros. Las importaciones hacia las colonias estaban restringidas o prohibidas. Las manufacturas coloniales fueron frenadas o en algunos casos prohibidas, de manera que los territorios dependientes seguían siendo proveedores de materia prima de bajo costo e importadores de bienes fabricados en Inglaterra. • Oposición a los peajes inernos, impuestos y otras restricciones al comercio exterior de bienes. Los teóricos y profesionales mercantilistas reconocían que los derechos de transporte y los impuestos podían estrangular a las empresas comerciales e incrementar el precio de las exportaciones de un país. Un ejemplo extremo de esto es la situación en el río Elba en 1685. ¡Un envío de sesenta tablones de Sajonia a Hamburgo requirió el pago de cincuenta y cuatro tablones en las estaciones de peaje a lo largo del camino! En consecuencia, sólo llegaron seis tablones al punto de destino. Sin embargo, es importante observar que los mercantilistas no favorecían el libre comercio interno en el sentido de permitir que las personas se dedicaran a cualquier comercio que desearan. Por el contrario, los mercantilistas preferían el otorgamiento de monopolios y privilegios comerciales exclusivos, siempre que pudieran adquirirlos. • Un poderoso gobierno central. Se requería un poderoso gobierno central para promover las metas del mercantilismo. El gobierno les otorgaba privilegios de monopolio a las empresas dedicadas al comercio exterior y restringía la libre entrada a los negocios en el propio país, con la finalidad de limitar la competencia. La agricultura, la minería y la industria se promovían con subsidios del gobierno y se protegían de las importaciones por medio de aranceles. Además, el gobierno regulaba estrechamente los métodos de producción y la calidad de los bienes, de manera que un país no se ganara una mala reputación para sus productos en los mercados del exterior, lo que obstaculizaba las importaciones. En otras palabras, los mercantilistas confiaban muy poco en su propio criterio y honestidad, y creían que el interés común de los comerciantes requería que el gobierno prohibiera un trabajo deficiente y materiales de baja calidad. El resultado fue un desconcertante laberinto de regulaciones a la producción de bienes. Por consiguiente, se requería un poderoso gobierno nacional para asegurar una regulación nacional uniforme. Los gobiernos centrales también eran necesarios para alcanzar las metas expuestas antes: nacionalismo, proteccionismo, colonialismo y comercio internacional no obstaculizados por aranceles y excesivos impuestos.

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• Importancia de una población grande y que trabajara arduamente. Una considerable población trabajadora no sólo proporcionaría numerosos soldados y marinos dispuestos a combatir por la gloria y el poder de la nación, también mantendría un alto nivel de ofertas de trabajo, y por consiguiente salarios bajos. ¿La ventaja? Esos salarios bajos 1) permitirían reducir los precios de las exportaciones e incrementar el flujo de entrada del oro, y 2) reducirían la ociosidad y promoverían una mayor participación en la fuerza laboral. La ociosidad y la mendicidad entre personas fuertes y sanas era atacada en forma despiadada, y el robo se castigaba con severidad. Durante el reinado de Enrique VIII en Gran Bretaña (1509-1547), 7,200 ladrones fueron ahorcados. En 1536 se decretó que a los “vagabundos tenaces” les debían cortar las orejas, y el castigo por la tercera transgresión de vagabundeo era la pena de muerte. En 1547, quienes se negaban a trabajar eran condenados a ser esclavos de quienquiera que los denunciara. Durante el reinado de la reina Isabel, en 1572 se aprobó una ley que autorizaba el azote y marcaje de los mendigos sin licencia de 14 años de edad o mayores, a menos que alguien estuviera dispuesto a emplearlos; por una segunda transgresión se les debía ejecutar, a menos que alguien los aceptara para su servicio; por una tercera transgresión los considerarían felones y los ejecutarían sin misericordia. Bernard de Mandeville (¿1670?-1733), el filósofo, satírico y médico holandés que se había establecido en Londres, escribió: En una nación libre en donde no están permitidos los esclavos, la riqueza más segura consiste en una multitud de pobres laboriosos [...] Así como es necesario evitar que mueran de inanición, tampoco deben recibir nada que valga la pena ahorrar [...] En interés de todas las naciones ricas, que la mayoría de los pobres casi nunca deben permanecer ociosos y sin embargo deben gastar continuamente lo que reciben. Se debe mantener a los pobres estrictamente trabajando y es prudente satisfacer sus necesidades, pero sería una locura remediarlas. Para hacer que la sociedad sea feliz y las personas manejables bajo las circunstancias más miserables, es un requisito que el mayor número de ellas sean ignorantes, así como pobres.2

William Temple, en su Essay on Trade and Commerce, publicado en 1770, consideró a fondo el pleno empleo los niños: Cuando esos niños tengan cuatro años de edad, serán enviados a talleres en el campo y allí les enseñarán dos horas al día a leer y los mantendrán totalmente ocupados el resto de su tiempo en cualquiera de las manufacturas que se ajuste mejor a su edad, fortaleza y capacidad. Si se objeta que a esa edad no es posible hacer de ellos seres útiles, yo replico que a los cuatro años de edad hay empleos en los cuales los niños se pueden ganar la vida; pero además, hay un uso considerable en su ser, de alguna forma u otra, si están empleados por lo menos doce horas al día, no importa si se ganan o no la vida; ya que por estos medios esperamos que la generación actual estará tan habituada al empleo constante que sin duda les resultará ameno y divertido.3

Remítase a el pasado como prólogo 2-1

ernard de Mandeville, Fable of the Bees, editor F. B. Kay, Londres, Oxford University Press, 1924, pp. 193, 194, 248, B 287 y 288. 3 Edgar S. Furniss, The Position of the Laborer in a System of Nationalism, Boston, Houghton Mifflin, 1920, pp. 114 y 115. 2


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PRÓLOGO

El mercantilismo y la oferta de trabajo Algunos mercantilistas argumentaban que los salarios bajos eran necesarios para reducir la ociosidad y promover la participación de la fuerza laboral. Creían que los incrementos en la tasa salarial, al favorecer que los trabajadores ganaran más ingresos por hora, les permitirían reducir sus jornadas de trabajo. Algunos trabajadores secundarios, incluyendo los niños, podrían incluso salir de la fuerza laboral si sus padres pudieran ganar más ingresos por hora. En la terminología moderna, los mercantilistas hacían hincapié en el efecto ingreso debido a un incremento en el índice de salarios. Debido a que los índices de salarios más altas incrementan el ingreso por hora, los trabajadores se pueden permitir la “compra” de tiempos de ocio adicionales. Si compran más tiempo de ocio reducen el número de horas que trabajan. Pero los mercantilistas pasaban por alto un efecto sustitución potencialmente compensatorio de un incremento en la tasa salarial. En un artículo clásico de 1930, el economista británico Lionel Robbins (1898-1984) explica que una tasa salarial más alta reduce el “precio del ingreso”. Se requiere menos tiempo de trabajo para obtener bienes con un valor de $1. Por ejemplo, el “precio” de $1 de ingreso es la mitad de una hora de trabajo cuando la tasa salarial es de $2 por hora. Pero cuando dicha tasa se incrementa a $3 por hora, el “precio” de $1 de ingreso disminuye a la tercera parte de una hora de trabajo. Debido a que el ingreso es más económico en términos de horas de trabajo, los obreros comprarán más ingreso. Compran ese ingreso al trabajar más tiempo y tomar menos tiempo de ocio.* El efecto sustitución de Robbins se puede explicar de manera diferente. Un incremento en la tasa salarial significa que los trabajadores deben renunciar a más ingresos (bienes) por cada hora de ocio consumida, lo que implica que el precio o costo de oportunidad del tiempo de ocio se incrementa. Cuando aumenta el precio de un bien, las personas compran menos. Aquí, los trabajadores comprarán menos tiempo de ocio y trabajarán más horas; sustituyen el trabajo con el nuevo tiempo de ocio más costoso. Debido a que los efectos ingresos y sustitución de un incremento en la tasa salarial operan en direcciones opuestas, no está muy claro en qué forma responderán los trabajadores. Si el efecto ingreso domina al efecto sustitución, disminuirán las horas de trabajo y la participación en la fuerza laboral; la curva de oferta agregada del suministro de mano de obra de trabajo tendrá pendiente negativa. Si el efecto sustitución domina al efecto ingreso, un incremento en los salarios incrementará las horas de trabajo y la participación; la curva de oferta de trabajo tendrá pendiente positiva. ¿Qué evidencia se ha recabado sobre este aspecto? Los estudios contemporáneos en Estados Unidos indican que el efecto ingreso y el efecto sustitución se compensan el uno al otro. Sin embargo, históricamente los salarios más altos han resultado en semanas laborales más cortas.† Desde la época de los mercantilistas, los efectos ingreso de los incrementos de las tasas salariales han sido mayores que los efectos sustitución. ¿Las semanas laborales más cortas son desfavorables, como creían los mercantilistas? Los economistas contemporáneos no estarían de acuerdo. El propósito de la economía es maximizar el bienestar de los participantes, no maximizar la cantidad de oro y plata en los fondos públicos del gobierno. Si la sociedad valora una hora adicional de ocio más que el valor de una hora adicional de ingreso (bienes), entonces el hecho de trabajar menos horas mejora el bienestar de la sociedad. * Lionel Robbins, “On the Elasticity of Demand for Income in Terms of Effort”, Economica 10 (junio de 1930), pp. 123-129. † Desde 1945 la duración de la semana de trabajo en Estados Unidos ha permanecido relativamente estable.


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¿A quiénes beneficiaba o trataba de beneficiar la escuela mercantilista? Esta doctrina beneficiaba a los comerciantes capitalistas, a los reyes y funcionarios públicos. En específico, favorecía a quienes eran más poderosos y tenían los mejores monopolios y privilegios. Algunos historiadores del pensamiento económico sugieren que el mercantilismo se puede comprender mejor como un ejemplo extremo de comportamiento de la búsqueda de renta.4 Según aplica aquí, la renta económica se define como el beneficio económico más allá del necesario para mantener a los comerciantes capitalistas dedicados a sus actividades actuales, es decir, apenas suficiente para compensarlos por sus costos de oportunidad. Las actividades de búsqueda de renta son intentos de los particulares de incrementar sus beneficios económicos mediante la obtención de leyes y regulaciones favorables del gobierno. En este caso, las leyes asumieron la forma de concesiones de monopolio, prohibiciones contra las importaciones y regulaciones que dificultaban que los nuevos productores y comerciantes compitieran con éxito contra los ya establecidos. Según esta línea de pensamiento, los funcionarios públicos que tenían poder estaban dispuestos a promulgar esas leyes y regulaciones —a prescindir de la renta económica—, como una forma de asegurar esos beneficios para ellos mismos y para la realeza a la que servían. En Inglaterra, por ejemplo, el interés de la lana se encargó de que se prohibieran los algodones estampados importados, sustitutos de los tejidos de lana llamados calicós. En 1721 se prohibió el uso de calicós estampados, pero estaban permitidas la producción y la exportación. A finales del siglo XVII la ley requería que se sepultara a los muertos con mortajas de tejido de lana, aunque las tradiciones religiosas exigieran lino. El mercantilismo en Francia tenía un sabor feudal más fuerte y los intereses monopolistas arraigados tuvieron todavía más éxito para lograr que el gobierno interviniera en su favor. Desde 1686 hasta 1759 estuvo prohibida la producción, importación y uso de calicós estampados. En los conflictos armados y las ejecuciones originadas por la aplicación de esas leyes, se estima que fallecieron 16,000 personas y muchas más fueron enviadas a trabajar en las galeras de los barcos. Otro ejemplo más: sólo las reglas publicadas en Francia desde 1666 hasta 1730 sobre textiles requirieron siete grandes tomos. El manual de teñidos, que supuestamente era la mejor serie de instrucciones sobre las técnicas del teñido en esa época, contenía 317 artículos. Esas regulaciones impedían que se usaran métodos inferiores, pero también obstruían la experimentación y el desarrollo de nuevas técnicas, quizá de productores que habrían competido con las empresas existentes. Un sinnúmero de funcionarios públicos, inspectores, jueces y personal encargado de aplicar la ley también ganaban con las regulaciones mercantilistas. El gobierno francés (pero no el inglés) recibía un considerable ingreso proveniente de multas, concesiones y privilegios monopólicos vendidos a las emrpesas. Los funcionarios conservaban un porcentaje de las multas impuestas a los infractores de muchas regulaciones del gobierno. Además, el flujo de entrada de oro y plata que resultaba de las políticas mercantilistas incrementaba la recaudación de impuestos generales y mejoraba la capacidad de un país para obtener ganancias económicas por medio de las guerras. 4

. Baysinger, R. B. Ekelund Jr. y R. D. Tollison, “Mercantilism as a Rent-Seeking Society”, en Towards a Theory of B the Rent-Seeking Society, editor J. M. Buchanan y otros, College Station, TX, Texas A&M University Press, 1980, pp. 235-268.


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¿En qué forma la escuela mercantilista era válida, útil o correcta en su época? Los argumentos a favor de la acumulación de lingotes de oro y plata, aun cuando eran exagerados, tenían cierto sentido en un periodo de transición entre la economía autosuficiente de la Edad Media y la economía de dinero y crédito de los tiempos modernos. El rápido crecimiento del comercio requería más dinero en circulación y la banca tenía un desarrollo insuficiente para producirlo. En las guerras el combate era financiado conforme surgían los gastos y los lingotes proporcionaban una reserva que se podía empplear para contratar y mantener soldados, construir barcos, comprar aliados y sobornar a los enemigos. El comercio británico con la región del Báltico y las Indias Orientales requería liquidez internacional en forma de metales preciosos. Gran Bretaña producía poco para exportar a esas áreas y estas últimas no aceptaban moneda inglesa debido al incipiente mercado internacional de dinero. Por consiguiente, las colonias británicas estaban obligadas a entregar la plata y el oro que se usaban como pago por las mercancías del Báltico y de las Indias Orientales. Antes del desarrollo de las finanzas internacionales y del comercio multilateral, los lingotes tenían una importancia considerable para efectuar pagos internacionales. Los mercantilistas también eran conscientes de que un flujo de entrada de metales preciosos facilitaba la recaudación de impuestos. Sabían que los precios aumentarían, o que al menos no bajarían, si la cantidad de dinero se incrementaba a medida que se expandiera el comercio. El volumen de producción no sólo se expandía, también el hogar autosuficiente se sentía atraído hacia la economía de mercado. Por consiguiente, se necesitaba más dinero para comprar y vender el mismo volumen de producción. Algunos mercantilistas también eran conscientes de que los incrementos en la cantidad de oro y plata en circulación reducían las tasas de interés y promovían los negocios.

¿Cuáles principios de la escuela mercantilista se convirtieron en contribuciones perdurables? Los mercantilistas hicieron una última contribución a la economía al hacer hincapié en la importancia del comercio internacional. En ese contexto, también desarrollaron la noción económica y contable de lo que hoy se conoce como la balanza de pagos entre una nación y el resto del mundo. Pero fuera de esas contribuciones, los mercantilistas (excepto Petty y tal vez Mun) contribuyeron con muy poco a la teoría económica como se conoce en la actualidad. La mayoría de ellos no logró captar que un país se volvía más rico no sólo al empobrecer a sus vecinos, sino también al descubrir una mayor cantidad de recursos naturales, producir más bienes de capital y emplear la mano de obra de modo más eficiente. Tampoco comprendieron que todas las naciones se enriquecen de forma simultánea a partir de la especialización y el comercio y que los salarios más altos para los trabajadores no conducen al ocio y a una reducción de la participación de la fuerza laboral. Pero aunque los mercantilistas hicieron muy pocas contribuciones directas a la teoría económica, sí contribuyeron indirectamente a la economía y al desarrollo económico. En primer lugar, influyeron permanentemente en las actitudes hacia

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el comerciante. La aristocracia medieval había clasificado a las personas dedicadas a los negocios como ciudadanos despreciables de segunda clase, sumergidos en el estiércol del comercio y el intercambio de dinero. Los mercantilistas les dieron respetabilidad e importancia a los comerciantes, con el argumento de que, cuando sus actividades son canalizadas de forma apropiada por el gobierno, no sólo se enriquecen ellos mismos, también el rey y el reino. La aristocracia terrateniente comenzó con el tiempo a participar en empresas comerciales sin perder su posición ni su dignidad. Por último, entregaron en matrimonio a sus hijos a los descendientes de familias de empresarios, uniendo así a los linajes aristocráticos con las fortunas comerciales. En segundo término, el mercantilismo tuvo un efecto indirecto sobre la economía al promover el nacionalismo, una fuerza que hoy aún existe. Las regulaciones del gobierno central se requieren cuando se necesitan pesos, medidas y acuñación uniformes; cuando la producción y el comercio todavía no se han desarrollado lo suficiente para permitir la confianza en que la competencia les proporcione a los consumidores una amplia elección de bienes; y cuando los riesgos financieros del comercio son tan altos que se requieren privilegios de monopolio para inducir una disposición a asumir más riesgos de la que ocurriría de otra manera. En tercer lugar, las privilegiadas empresas comerciales constituidas, ancestros de la corporación moderna, ayudaron a transformar la organización económica de Europa al introducir nuevos productos, abrir mercados para los bienes manufacturados y proporcionar incentivos para el crecimiento de la inversión de capital. Por último, el mercantilismo hizo una contribución permanente al desarrollo económico al expandir el mercado interno, promover el libre movimiento de bienes sin las trabas de los aranceles, establecer leyes e impuestos uniformes y proteger a las personas y los bienes en tránsito dentro y entre los países. THOMAS MUN Thomas Mun (1571-1641), hijo de un comerciante inglés en textiles, adquirió su riqueza y reputación cuando era comerciante en Italia y el Cercano Oriente. Después de que lo nombraron director de la Compañía de las Indias Orientales, Mun se involucró en una controversia acerca de la política de la compañía de exportar oro y en su defensa publicó un artículo. En 1621 Mun publicó A Discourse of Trade from England unto the East Indies, en el que argumentaba que, siempre y cuando las exportaciones totales fueron mayores que las importaciones totales, la fuga de metales de un país en cualquier área del comercio no importaba. Alrededor de 1630 Mun escribió su famosa exposición de la doctrina mercantilista en England’s Treasure by Forraign Trade, publicado de forma póstuma por su hijo en 1664. El título del capítulo 2, “The Means to Enrich the Kingdom, and to Encrease our Treasure”, planteaba un problema clave. ¿Cómo se podía enriquecer el reino? Según Mun, la respuesta no estaba ni en la producción ni en la acumulación de bienes de capital, sino en un superávit de exportaciones. Por supuesto, es necesario producir con el fin de exportar, pero la producción está subordinada a la meta final, la acumulación de oro. La primera de dos páginas del capítulo sobre este tema dice: Un reino se puede enriquecer con los obsequios recibidos o mediante compras hechas a otras naciones, sin embargo estas dos cosas son inciertas y de poca consideración cuando


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PRÓLOGO

El mercantilismo persistente Algunas de las doctrinas del mercantilismo no han desaparecido por completo; ciertas ideas y políticas presentes en los siglos XX y XXI se asemejan a las ideas de hace 200 o 300 años. Por ejemplo, durante la Gran Depresión mundial de la década de 1930, las naciones aprobaron altos aranceles y devaluaron sus monedas para restringir las importaciones y promover las exportaciones. Esos aranceles estaban diseñados para reducir las importaciones, de manera que la mano de obra doméstica ociosa y los recursos de capital se pudieran emplear para satisfacer la demanda de los bienes que previamente se importaban. Desde un punto de vista ideal, expandirían la producción y el ingreso domésticos. También se pensaba que la devaluación de la moneda reduciría las importaciones de una nación al hacer que éstas resultaran más costosas en términos de la moneda nacional. Además, la devaluación de la moneda de un país supuestamente incrementaría sus exportaciones, debido a que los extranjeros necesitarían menos unidades de su moneda para comprar bienes producidos en el extranjero. Por desgracia, esas políticas mercantilistas no funcionan como están diseñadas si los socios comerciales ejercen represalias con incrementos en los aranceles y la devaluación de su moneda. Esas represalias fueron las que se presentaron en la Gran Depresión. Una nación tras otra aprobaron aranceles más altos y devaluaron su moneda. El resultado global fue la pérdida de las ganancias de la especialización y del comercio internacional y el colapso del sistema monetario internacional. A finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, muchos estadounidenses expresaron una gran preocupación por los considerables déficits en la balanza comercial de Estados Unidos. Este “temor de los bienes” era legítimo al grado que esos considerables déficits reflejaban condiciones nacionales e internacionales que tarde o temprano necesitarían corregirse. Sin embargo, este temor produjo propuestas para aprobar los aranceles, aplicar cuotas de importación, otorgar subsidios a los exportadores, requerir un “contenido doméstico” en algunos productos importados y permitir las exenciones de monopolio para las empresas estadounidenses dedicadas a las exportaciones. Los economistas señalaron que esa serie de políticas, si se aprobaban, constituirían volver a los preceptos pasados de moda del mercantilismo. También se ha acusado a Japón de adherirse a una política de promoción de las exportaciones y restricción de las importaciones. Sus continuos y considerables superávits comerciales a lo largo de las décadas de 1980 y 1990 reflejaban en parte un “temor de los bienes” en el exterior. También reflejaban un deseo de “capturar” mercados internacionales rentables. Al tener superávits comerciales tan grandes, se negaban a los consumidores japoneses algunos de los beneficios potenciales del consumo, derivados de la especialización y el comercio internacionales. Algunas naciones en desarrollo todavía promueven el nacionalismo como forma de superar el tribalismo y las lealtades locales que obstaculizan el desarrollo económico. Con frecuencia también ofrecen concesiones de monopolio para fomentar las nuevas inversiones y erigir barreras comerciales con el objetivo de proteger a las industrias domésticas en su inicio. El mercantilismo persiste hasta muy avanzada la primera década del siglo XXI. En Estados Unidos el offshoring (deslocalización), la práctica de trasladar las operaciones de empresas domésticas a naciones con mano de obra más barata, ha atraído una considerable atención.

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2-2 EL PASADO como PRÓLOGO (continuación) Ahora, al “temor de los bienes” se suma un “temor de los servicios”. Puesto que los trabajos fabriles se trasladan al extranjero, los trabajadores de las industrias de servicios en Estados Unidos gozan de una seguridad razonable. Sin embargo, dados los avances tecnológicos que reducen de forma significativa el costo de las comunicaciones globales, las operaciones como los centros de atención telefónica (call centers) a clientes para servicios financieros y soporte técnico de computadoras se han reubicado de Estados Unidos a la India. La pérdida de trabajo real y potencial debido al offshoring ha incitado llamados en busca de protección. Las normas ambientales y laborales, como aspecto del comercio, también han llegado a ocupar el primer plano, y las economías avanzadas requieren regulaciones más rigurosas para las naciones en desarrollo. Afirman que las normas más flexibles en dichas naciones emergentes proporcionan una ventaja comercial injusta al mantener precios más bajos a costa del ambiente y la explotación de los trabajadores. En las negociaciones más recientes de la Organización Mundial de Comercio (OMC), las naciones en desarrollo se unieron para resistir a los intentos de las economías avanzadas de imponer restricciones más rigurosas. La estrategia de China para el crecimiento económico en la primera década del siglo XXI incluye mantener grandes superávits comerciales, al hacer que las exportaciones sean baratas y las importaciones caras, y al mantener depreciado el valor del yuan chino en los mercados internacionales. El enfoque mercantilista de China ha impulsado un poderoso crecimiento económico, pero también ha atraído las críticas internacionales y los llamados para erigir barreras comerciales con el fin de compensar lo que en 2004 John Kerry, el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, llamó “una manipulación predatoria de la moneda”.* El senador estadounidense Max Baucus (D-MT) reflejó los sentimientos de muchas personas con la siguiente afirmación: “a China se le ha otorgado por demasiado tiempo pase libre a sus prácticas monetarias. Necesitamos responsabilizar a China y al resto de nuestros socios comerciales por sus acciones, y debemos reconocer y tomar medidas para remediar aquellas acciones que han dañado la competitividad de los trabajadores y empresas estadounidenses”.† Al igual que ocurrió durante la Gran Depresión, la fuerte recesión de 2007-2009 intensificó el llamado de Estados Unidos a aplicar represalias a China. En medio de una anémica recuperación, el senador Charles Schumer (D-NY) comparó la manipulación monetaria de China con “una bota en la garganta de nuestra recuperación económica”, añadió “estamos enviando un mensaje claro al gobierno chino: si se resisten a jugar bajo las mismas reglas que los demás, los obligaremos a hacerlo”.* En resumen, las ideas mercantilistas aún sobreviven. Sin embargo, es importante comprender que las ideas y las políticas sólo reflejan aspectos de la doctrina total del mercantilismo. Además, hoy las naciones aplican esas ideas en circunstancias diferentes, por razones distintas y en el contexto de políticas sociales diferentes a las de la época mercantilista.

* John Kerry, “Kerry Statement on the U. S.- China Economic and Security Review Commissions’ Report”, 15 de junio de 2004 (www.johnkerry.com/pressroom/releases/pr_2004_0615b.html). † Matthew Jaffe. “Obama Administration Does Not Brand China as Currency Manipulator”, ABC News, 4 de febrero de 2011 (www. blogs.abcnews.com/politicalpunch/2011/02/obama-administration-does-not-brand-china-as-currency-manipulator.html). * Ibídem.


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suceden. De manera que el medio ordinario para incrementar nuestra riqueza y tesoro es mediante el Forraign Trade, en donde siempre debemos observar esta regla: venderles anualmente a los extranjeros más en valor de lo que nosotros consumimos de lo suyo. Ya que si suponemos que este reino está servido en abundancia con telas, plomo, estaño, hierro, pescado y otros bienes nativos, exportamos anualmente el excedente a los países extranjeros con un valor de veintidós mil doscientas libras; mediante eso estamos autorizados allende los mares a comprar y traer mercancías extranjeras para nuestro uso y consumo, por un valor de veintidós mil doscientas libras; mediante este orden debidamente respetado en nuestro comercio, podemos estar seguros de que el reino se enriquecerá anualmente con veintidós mil doscientas libras, que nos deben traer para el tesoro debido a que esa parte de nuestro abasto que no se nos devuelve en mercancías necesariamente se debe llevar a casa al tesoro.5

Mun argumentaba que aun cuando Inglaterra era un país rico, podía serlo más si utilizaba los eriales para cultivar cáñamo, lino, madera, tabaco y otras cosas “que ahora buscamos con los extranjeros para nuestro gran empobrecimiento”. Las exportaciones se deben hacer en barcos ingleses para ganar en el seguro y cargos de flete. Al defender la exportación de oro de la Compañía de las Indias Orientales para pagar bienes, Mun argumentaba a favor de un comercio multilateral, más que bilateral: En algunos países vendemos nuestros bienes y traemos a cambio sus mercancías, o parte en dinero; en otros vendemos nuestros bienes y aceptamos su dinero, debido a que tienen muy pocas o no tienen mercancías que se ajusten a nuestras necesidades; una vez más, en algunos lugares hemos necesitado sus bienes, pero tienen muy poco uso para los nuestros; de manera que aceptan nuestro dinero, que obtenemos en otros países: y de esta manera, mediante el curso del tráfico (que cambia según las corrientes de la época), los miembros particulares se adaptan unos a otros y todos logran la comunidad total del comercio.6

Mun analizó la balanza comercial total de Inglaterra, en vez de su cuenta separada con cada país extranjero. Pensaba que el incremento de las importaciones incrementaría el capital en oro de Inglaterra si las mercancías se exportaban con ganancias a algún otro país. Por consiguiente, Mun razonaba que se debía permitir la exportación de oro para pagar por la importación de bienes, lo que a su vez incrementaría el volumen total de los bienes exportados: Por qué entonces dudar que nuestro dinero enviado en el comercio, no necesariamente regresa de nuevo en tesoro; junto con las grandes ganancias que puede procurar […] Si sólo miramos las acciones del esposo en la época de la siembra, cuando arroja maíz bueno a la tierra, más bien lo llamarían un hombre loco y no un esposo; pero cuando consideramos su trabajo durante la cosecha, que es el fin de sus esfuerzos, encontramos el valor y un abundante incremento de sus acciones.7

Pero el énfasis de Mun era en la compra y venta con un beneficio, más que en la transformación de materia prima importada en bienes manufacturados, aun cuando lo último se mencionó en el caso de los textiles. Thomas Mun, England’s Treasure by Forraign Trade, Macmillan, Nueva York, 1903, pp. 7 y 8. Mun, 46-47. 7 Mun, 26-27. 5 6

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Este énfasis en la importación del tesoro condujo a la extraña conclusión de que el comercio doméstico no podía enriquecer a un país. Mun escribió: “Podemos intercambiar entre nosotros o con extranjeros; si es con nosotros, por consiguiente la Commonwealth no se puede enriquecer así; ya que la ganancia de un sujeto es la pérdida de otro. Y si intercambiamos con extranjeros, entonces nuestras ganancias son las ganancias de la Commonwealth”.8 Al analizar la balanza de pagos total, Mun fue lo bastante astuto para incluir las partidas invisibles. Al escribir hace más de tres siglos y medio, Mun mencionó las partidas invisibles que se deberían incluir en una balanza total si se iba a mostrar si “prosperamos o declinamos en este gran e importante negocio”.9 Incluía en la balanza de pagos los cargos de fletes por el envío de bienes; los barcos perdidos en el mar; los seguros; el dinero pagado para apoyar las guerras extranjeras; el pago internacional de sobornos y fondos para espionaje, “el recibo de los cuales no obstante es una simple traición”;10 gastos de los viajeros; obsequios a extranjeros y embajadores; intereses sobre el dinero; contrabando para evadir los aranceles, y contribuciones a las órdenes religiosas que en secreto enviaban el dinero al extranjero. Sobre este último punto Mun añadió: “Si este mal no se puede evitar, sin embargo se debe estimar y anotar como una pérdida obvia para el reino”.11 GERARD MALYNES Gerard Malynes (1586-1641) nació en Amberes, Bélgica, de padres ingleses. Regresó a Inglaterra y se convirtió en mercader en comercio exterior. Al no tener mucho éxito en su ocupación, cumplió una condena breve en una prisión para deudores. También colaboró como comisionado de comercio inglés en Bélgica, como asesor del gobierno en materia de asuntos comerciales, como experto en aleaciones y comisionado de asuntos de la casa de moneda. En su Lex Mercatoria: or the Ancient Law-Merchant, publicado en 1622 y reimpreso en 1686, Malynes expresó varias ideas mercantilistas. Por ejemplo, observó que el comercio antes se consideraba como algo demasiado bajo para la aristocracia, pero Malynes defendió a los comerciantes: Puesto que el mantenimiento del tráfico y el comercio es tan agradable, amistoso y aceptable para todos los príncipes y potentados, los reyes han sido y hoy son de la sociedad de comerciantes. Y muchas veces, no obstante sus diferencias y disputas particulares, convienen en este curso de comercio, debido a que la riqueza es la estrella brillante, cuyo alto tráfico ella misma dirige, mediante la cual los reinos y las comunidades florecen; los comerciantes son los medios y los instrumentos para desempeñar el mismo, para gloria, ilustración y beneficio de sus monarquías y Estados. Es indudable, por consiguiente, que el estado de comerciante es de gran dignidad y algo que se debe apreciar; ya que por ellos se descubren países, se logra la familiaridad entre las naciones y se obtiene experiencia política.12 Mun, 71-72. Mun, 117. 10 Mun, 122. 11 Mun, England’s Benefit and Advantage by Foreign Trade, Plainly Demonstrated¸ Impreso por E. F. para Thomas Horne, en la South-Entrance of the Royal Exchange en Comhill, 1698, p. 171. 12 Gerard Malynes, Les Mercatoria: or the Ancient Law-Merchant, 1622, a. 8 9


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Malynes también promovió la idea de que la regulación de bienes por parte del gobierno era necesaria para asegurar exportaciones de alta calidad. Declaró: Las telas que en verdad se hacen, serán más vendibles más allá de los mares, en donde diariamente se presentan muchas quejas por la falsa hechura de las mismas; por este medio el tráfico se incrementará para el fin general del reino y su majestad la aduana será debidamente pagada, conforme a dicho estatuto y todo tenderá a la gloria de Dios, será en honor del rey y se observará con toda equidad y justicia en todas las comunidades bien gobernadas.13

La noción mercantilista de que más dinero en un país incrementaría los precios y estimularía los negocios fue desarrollada por Malynes como sigue: La abundancia de dinero provoca por lo general que todas las cosas sean apreciadas y la escasez de dinero provoca que en general todas las cosas sean baratas. Mientras que los bienes en particular también son apreciados o económicos, según la abundancia o escasez de los bienes mismos y el uso de ellos. De manera que el dinero (como la sangre en el cuerpo) restringe al alma en la que se ha infundido la vida: ya que si el dinero escasea, el tráfico disminuye, aun cuando los bienes sean abundantes y económicos: y por el contrario, si el dinero es abundante el comercio se incrementa, aun cuando los bienes sean escasos y el precio de los mismos sea más alto.14

CHARLES DAVENANT Charles Davenant (1656-1714), el hijo del poeta y dramaturgo sir William Davenant, pasó gran parte de su vida en varios cargos en el gobierno que se encargaban de impuestos, importaciones y exportaciones. También fue miembro del Parlamento. Davenant ha sido llamado un mercantilista esclarecido, un ecléctico que trató de combinar lo antiguo y lo nuevo, un hombre que contribuyó al argumento del laissezfaire más que ningún otro mercantilista de influencia. Y eso era. Pero un examen de sus escritos indica que, en ciertos aspectos, Davenant era un mercantilista ortodoxo. Elaboró el siguiente argumento sobre la acumulación de lingotes en An Essay on the East-India Trade (1696): A menudo me he preguntado sobre qué bases procedió el Parlamento en el Acta para sepultar con lana: de hecho ocasiona un consumo de lana, pero que no produce ninguna ventaja para el reino. Porque sería obviamente mejor que esa lana se convirtiera en telas, se exportara y la pagaran y la usaran seres vivientes en el extranjero que sepultarla en la tierra aquí en casa. Y no sería mejor que el pueblo común (que constituye las masas y que son los grandes consumidores) fuera sepultado en una vieja sábana, no adecuada para nada más, como antes, que en tanta lana nueva, que así se pierde totalmente. Ya que es en interés de todas las naciones comerciales, cualesquiera que sean, que su consumo doméstico deba ser poco, de un crecimiento barato y extranjero y que sus propias manufacturas se vendan en los mercados de precio más alto y que gasten en el extranjero; debido a que lo que se consume en casa, uno pierde sólo lo que otro recibe y la nación en general no es de ninguna manera más rica; pero todo el consumo extranjero es un beneficio obvio y seguro.15 Malynes, 43. Malynes, 176. 15 Charles Davenant, An Essay on the East-India Trade (1696), pp.26, 30. 13 14

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En An Essay on the Probable Means of Making the People Gainers in the Balance of Trade (1699), Davenant argumentó que un reino puede cosechar el beneficio de todo el valor de un producto exportado si está hecho con materia prima doméstica. Si la materia prima se importa y el producto se exporta, entonces la ganancia neta es la diferencia entre los dos valores. En su Discourses on the Publick Revenues, and on the Trade of England (1698), Davenant expresó una preferencia por las guerras que se combaten dentro del país, más que en el extranjero, y citó a la economía como la razón fundamental: Una guerra extranjera debe drenar a un reino de su tesoro. Francia, desde la época de Carlos IX hasta el reinado de Enrique IV, tuvo una continua guerra civil en sus entrañas, y a menudo fue devastada por los ejércitos de España y Alemania; pero esa guerra no exportó ningún tesoro, ni empobreció al reino.16

En la misma obra, Davenant demandaba una regulación comercial por parte del gobierno, debido a que no se podía confiar en los comerciantes: Difícilmente hay una sociedad de comerciantes que no haya pensado que la prosperidad total del reino depende tan sólo del tráfico. De manera que en cualquier momento, cuando llegan a consultarlos, sus respuestas son confusas y parciales; y cuando deliberan durante las asambleas, por lo general lo hacen con un prejuicio y una mirada secreta hacia su propia ventaja. Y ahora se debe comprender que aquellos que poseen efectivo disponible, cuando descubren las necesidades de otras personas, con toda seguridad se sentirán impulsados por su avaricia, para hacer uso de él en una forma muy destructiva para sus semejantes y los asuntos del rey, si no lo impide el cuidado y la sabiduría del Estado.17

Davenant fue lo bastante instruido como para decir que la riqueza de un país se encuentra en lo que produce, no en su oro o su plata. El comercio gobierna al dinero, y no al contrario. La riqueza invertida en barcos, construcciones, manufactura, mobiliario, prendas de vestir, etcétera, constituye una riqueza tanto como la moneda y los lingotes. Davenant estaba a favor de un superávit comercial, porque creía que cuando se incrementa la cantidad de dinero, las tasas de interés disminuyen, el valor de la tierra aumenta, lo mismo que los impuestos. Pero demasiado oro y plata pueden ser perjudiciales, como sucedió en España, donde la afluencia causó el descuido de las artes y la manufactura. Davenant defendía tanto las Actas de Navegación como el comercio multilateral. En otras palabras, afirmaba que, siempre que fuera posible, una nación debía imponer el bilateralismo entre ella y sus colonias, excluyendo del comercio a los extranjeros, pero que el comercio multilateral es deseable entre iguales. JEAN BAPTISTE COLBERT Jean Baptiste Colbert (1619-1683) representa el cuerpo y alma del mercantilismo, lo que en Francia se llamó colbertismo. Fue ministro de finanzas desde 1661 hasta 1683 bajo el reinado de Luis XIV. A pesar de su origen modesto (provenía de una familia de comerciantes de mercería) se elevó a una posición de gran poder, 16 17

Charles Davenant, Discourses on the Publick Revenues, and on the Trade of England, 1698, p. 12. Ibídem, pp. 30, 45-46 (Davenant, Publick Revenues, p. 30, 45-46).


Capítulo La escueLa cLásica: Los precursores

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La escuela clásica inició en 1776, cuando Adam Smith publicó La riqueza de las naciones. Terminó en 1871 cuando W. Stanley Jevons, Carl Menger y Leon Walras, cada uno por su parte, publicaron obras que expresaban las teorías neoclásicas. En este capítulo, primero se ofrece un panorama de las escuelas clásicas y después se estudian las contribuciones de varios de los precursores de dicha escuela. (Sus nombres aparecen directamente arriba de la escuela clásica en la Línea de tiempo de las ideas económicas.) En el capítulo 5 se detallan las ideas de Adam Smith.

PERsPECTIVA gENERAL dE LA EsCUELA CLÁsICA Antecedentes históricos de la escuela clásica Dos “revoluciones”, una de ellas relativamente madura y la otra que apenas iniciaba, tuvieron una importancia particular para el pensamiento económico clásico.

La revolución científica. En 1687 Isaac Newton (1642-1727) adelantó conside-

rablemente las primeras leyes científicas del movimiento planetario de Kepler y las leyes matemáticas del movimiento de los cuerpos sobre la Tierra, de Galileo. En sus Principios matemáticos de filosofía natural, Newton expuso la ley de la gravitación universal: la fuerza de atracción entre dos cuerpos cualesquiera en el universo es proporcional al producto de las masas de los dos, e inversa al cuadrado de la distancia entre ellos. Esta ley explica, entre otras cosas, el movimiento de los planetas. La revolución en las ciencias asociada con Newton y otros tuvo tres aspectos que merecen mención. En primer lugar, estos científicos confiaban en la evidencia experimental. Newton y sus contemporáneos no creían en el conocimiento innato derivado de la razón sola sin depender de la experiencia. En segundo, Newton popularizó la idea ya existente de que el universo está gobernado por leyes naturales. El tercer aspecto del sistema de Newton era un punto de vista estático del universo: el espacio, la materia y el tiempo son independientes unos de otros. Nada cambia a lo largo del tiempo; el movimiento y las relaciones en el universo continúan en una interminable repetición. El impacto de Newton se puede ver en las ideas de la escuela clásica. De acuerdo con los clásicos, las persistentes instituciones feudales y los controles restrictivos del mercantilismo ya no eran necesarios. Para ellos, la ciencia newtoniana proporcionaba una naturaleza absolutamente tan eficaz como la voluntad original de Dios. Si la Divina Voluntad había creado un mecanismo que funcionaba armoniosa y automáticamente sin interferencia, entonces el laissez-faire era la forma de sabiduría más elevada en los temas sociales. Las leyes naturales guiarían el sistema económico y las acciones de las personas. 49


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Esas ideas eran revolucionarias en su época. Las personas ya no aceptarían incondicionalmente las antiguas verdades, como que el interés es pecaminoso o que las personas heredaban su posición en la vida. Se serviría mejor a la sociedad si las personas estuvieran en libertad de seguir la ley natural del egoismo. El pensamiento newtoniano en la economía clásica proporcionó una ideología que justificaba los ingresos de la propiedad. Debido a que es mejor no obstruir la ley natural y a que el ahorro y la prudencia privados contribuyen al bien de la sociedad, entonces la renta, el interés y los beneficios sólo son recompensas por la propiedad y el empleo productivo de la riqueza.

La Revolución Industrial. En 1776 la Revolución Industrial apenas iniciaba, pero se

intensificó a lo largo del periodo en el que escribieron los últimos economistas clásicos. En el siglo XVII, Inglaterra se rezagó respecto a Holanda en el comercio y se quedó atrás de Francia en la manufactura. Pero a mediados del siglo XVIII, Inglaterra logró la supremacía en el comercio y en la industria. Tanto la Revolución Industrial como la economía política clásica se desarrollaron primero en Inglaterra. Smith y sus contemporáneos, que vivieron durante las primeras etapas de la Revolución Industrial, no pudieron identificar de forma adecuada la importancia de este fenómeno y la dirección que seguiría su desarrollo. Ese conocimiento sólo es posible al ver las cosas en retrospectiva; pero eran conscientes del considerable crecimiento de la manufactura, el comercio, los inventos y la división del trabajo. Este crecimiento de la industria condujo a un creciente énfasis en el aspecto industrial de la vida económica en el pensamiento actual. Para 1776 Inglaterra, la nación más eficiente industrialmente y la más poderosa del mundo, estaba preparada para beneficiarse del libre comercio internacional. A medida que los empresarios ingleses se volvían más fuertes, ya no necesitaban depender de los subsidios del gobierno, de los privilegios del monopolio ni de la protección de los aranceles. Y conforme los empresarios llegaran a tener el número suficiente para dificultar la creación y aplicación de convenios monopólicos, cada vez se podría confiar más en la competencia para asegurar precios moderados y productos de calidad. Muchas prácticas mercantilistas comenzaron a desaparecer bajo el rápido ascenso de la actividad económica que se extendía en todas direcciones. También estaba surgiendo una fuerza laboral, móvil, bien remunerada y que trabajaba arduamente. Antes del triunfo final de la economía política clásica, los gobiernos nacionales y locales habían regulado el trabajo y las condiciones laborales. En ocasiones el trabajo estaba protegido, pero con más frecuencia los favorecidos eran los empleadores. Los jueces de paz locales habían regulado los salarios en Inglaterra durante siglos, y por lo general imponían techos a los salarios. Sin embargo, esta práctica había desaparecido para 1762, debido a que ahora las condiciones de la oferta y la demanda de trabajo dictaban salarios determinados por el mercado. Las Actas de Cercamiento aprobadas por el Parlamento autorizaban el empleo de vallas, setos y muros para cercar las tierras comunes y los campos abiertos que no tenían vallas, en donde los campesinos antes sembraban y cultivaban, llevaban a pastar al ganado o a los cerdos y recogían combustible. Estas leyes dejaron a la tierra bajo un estricto régimen de propiedad privada y fomentaron la agricultura en una escala mayor y más intensiva de capital. Esto incrementó la productividad del trabajo agrícola y de la tierra, pero también convirtió a los campesinos en trabajadores asalariados que buscaban empleo con los terratenientes, comerciantes y productores. Además, los artesanos tendían a perder la ventaja competitiva a medida que se desarrollaba el sistema de fábricas, que empujaba a un creciente número de ellos al mercado laboral como traba-


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jadores asalariados. Una alta tasa de natalidad y una disminución de la de mortandad incrementaron la población, y los niños que trabajaban y los campesinos irlandeses en quiebra que llegaban a Inglaterra también incrementaron la oferta de mano de obra. Por consiguiente, las medidas del gobierno para mantener salarios bajos ya no eran necesarias; en consecuencia, a los empresarios les resultó más fácil estar de acuerdo con la nueva doctrina del laissez-faire. Ahora le correspondía a los trabajadores tratar, sin éxito, de apelar las regulaciones del gobierno para establecer salarios mínimos.

Principios fundamentales de la escuela clásica Con frecuencia se llama a la doctrina clásica liberalismo económico. Sus bases son la libertad personal, la propiedad privada, la iniciativa individual, la empresa privada y la interferencia mínima del gobierno. El término liberalismo se debe considerar en su contexto histórico: las ideas clásicas eran liberales en contraste con las restricciones feudales y mercantilistas sobre la elección de ocupaciones, las transferencias de tierras, el comercio, etcétera. Un testimonio del cambio histórico es el hecho de que hoy se califica de “conservadora” a una persona que defienda al liberalismo económico. Enseguida se resumen las principales características de este conjunto de pensamientos. Un desarrollo más completo de estas nociones aparece a lo largo de los capítulos siguientes. • Participación mínima del gobierno. El primer principio de la escuela clásica era que el mejor gobierno gobierna lo menos posible. Las fuerzas del mercado competitivo libre guiarían la producción, el intercambio y la distribución. La economía se debía autoajustar y debía tender al pleno empleo, sin la intervención del gobierno. La actividad del gobierno se debía limitar a imponer los derechos de propiedad, encargarse de la defensa nacional y proporcionar educación pública. • Conducta económica basada en el egoísmo. Los economistas clásicos suponían que este tipo de conducta es básica para la naturaleza humana. Los productores y comerciantes proporcionaban bienes y servicios por el deseo de obtener beneficios; los trabajadores ofrecían sus servicios para obtener salarios y los consumidores compraban productos como una forma de satisfacer sus deseos. • Armonía de intereses. Con la importante excepción de Ricardo, los clásicos hacían hincapié en la armonía natural del interés en una economía de mercado. Al buscar satisfacer los propios intereses individuales, las personas servían a los mejores intereses de la sociedad. • Importancia de todos los recursos y actividades económicas. Los clásicos señalaban que todos los recursos económicos —tierra, trabajo, capital y capacidad empresarial—, así como las actividades económicas —agricultura, comercio, producción y el comercio internacional, contribuyen a la riqueza de una nación. Los mercantilistas habían dicho que la riqueza se derivaba del comercio; los fisiócratas consideraron que la tierra y la agricultura eran la fuente de toda la riqueza. • Leyes económicas. La escuela clásica hizo considerables contribuciones a la economía al enfocar el análisis en teorías o “leyes” económicas explícitas. Algunos ejemplos incluyen la ley de la ventaja comparativa, la ley de los rendimientos decrecientes, la teoría malthusiana de la población, la ley de los mercados (ley de Say), la teoría de la renta de Ricardo, la teoría de la cantidad de dinero y la teoría del valor trabajo. Los clásicos creían que las leyes de la economía son universales e inmutables.

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¿A quiénes beneficiaba o trataba de beneficiar la escuela clásica? A largo plazo las economías clásicas servían a toda la sociedad, debido a que la aplicación de sus teorías promovía la acumulación de capital y el crecimiento económico. Les daba respetabilidad a los empresarios en un mundo que antes habían dirigido los honores y el ingreso hacia la nobleza y la alta burguesía. Los comerciantes y los industrialistas alcanzaron una nueva posición y dignidad como promotores de la riqueza de la nación y los empresarios tenían la seguridad de que al buscar gannacias, servían a la sociedad. Esas doctrinas finalmente condujeron a más beneficios materiales para los propietarios y gerentes de empresas, debido a que la idea clásica ayudaba a promover el entorno político, social y económico que fomentaba la industria, el comercio y las ganancias. Pero no todas las personas se beneficiaban igualmente con dichos conceptos; había costos, junto con los beneficios de la industrialización. En Gran Bretaña quienes ganaban salarios, en particular, llevaban la parte más pesada de los costos debido a las largas jornadas de trabajo con una remuneración baja. Pero al final el progreso económico permitió que los trabajadores mejoraran su propia situación laboral y, en este sentido, la economía clásica también los benefició. Hoy, los sueldos y salarios constituyen por lo general las dos terceras partes del ingreso nacional total en las economías del mercado industrial.

¿En qué forma la escuela clásica era válida, útil o correcta en su época? Las economías clásicas racionalizaban las prácticas a las que se dedicaban las personas emprendedoras. Eso justificaba la derrota de las restricciones mercantilistas, que habían sobrevivido a su utilidad. La competencia era un fenómeno creciente y la dependencia respecto de ella como la mayor reguladora de la economía era un punto de vista defendible. Los gobiernos eran notoriamente derrochadores y corruptos y, bajo esas circunstancias, mientras menor fuera la intervención del gobierno, tanto mejor. Al ayudar a eliminar los restos del sistema feudal, los economistas clásicos promovieron las empresas comerciales. Por ejemplo, cuando se abolieron las leyes feudales de la tierra y ésta sirvió como una garantía para el crédito, los terratenientes fueron capaces de acumular grandes sumas para invertirlas en la agricultura o la industria. Cuando iniciaba la industrialización, la necesidad más grande de la sociedad era concentrar los recursos en la máxima expansión posible de la producción. La elevación del sector privado por encima del sector público servía admirablemente a este fin. Debido a que los consumidores por lo general eran pobres y a que las oportunidades de inversión eran ilimitadas, los capitalistas tenían un poderoso incentivo para reinvertir una porción considerable de sus ganancias. El resultado fue una rápida expansión de la producción. El continuo crecimiento del sector público habría requerido crecientes impuestos, desviando así los recursos de la formación del capital privado. La economía clásica y quienes la apoyaban expandieron el mercado, no sólo logrando un comercio internacional más libre, sino también al promover una fuerza de trabajo urbana. Los agricultores que trabajaban para su subsistencia consumirían gran parte de su propio producto, mientras que comprarían muy poco en el mercado: los trabajadores urbanos de finales del siglo XVIII, en contraste, compraban sus productos alimenticios en el mercado. En consecuencia, la agricultura ingresó más


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directamente al sector monetario de la economía, mientras que el comerciante y el procesador encontraron un nicho entre el agricultor y el consumidor.

¿Cuáles principios de la escuela clásica se convirtieron en contribuciones perdurables? Los economistas clásicos contribuyeron con el mejor análisis del mundo económico hasta su época; superaron con mucho los análisis de los mercantilistas y los fisiócratas. Colocaron los cimientos de la economía moderna como una ciencia social y las generaciones que siguieron se basaron en sus percepciones y logros. Varias de las “leyes” clásicas ahora se enseñan como “principios” de la economía en los libros de texto de economía. Los principios que se convirtieron en contribuciones perdurables incluyen, pero no se limitan, a los siguientes: 1) la ley de los rendimientos decrecientes, 2) la ley de la ventaja comparativa, 3) la noción de la soberanía del consumidor, 4) la importancia de la acumulación de capital para el crecimiento económico y 5) el mercado como un mecanismo para conciliar los intereses de los individuos con los de la sociedad. Esto no pretende sugerir que la economía clásica no carecía de puntos débiles y errores. La historia y los teóricos de la economía subsiguientes mostrarían que el laissez-faire, como política pública, no era adecuado para enfrentarse, entre otras cosas, a las depresiones económicas, los monopolios (ya fueran naturales o no), al poder del monopsonio, a los efectos externos de las acciones privadas y a las provisiones de bienes cuyos beneficios eran indivisibles (bienes públicos). Algunos defensores de la economía clásica llevaron su llamado por el laissez-faire hasta extremos absurdos. Para citar sólo un ejemplo, el Economist de Londres criticaba al “movimiento sanitario”, que instaba a que el gobierno requiriera un suministro de agua pura y la eliminación adecuada de las aguas negras. Incluso después de que se construyeron líneas de alcantarillado, al principio no se requería que los propietarios de viviendas se conectaran a ellas. El Economist declaró que las malas condiciones de las viviendas y las altas tasas de fallecimientos urbanos [...] se originan por dos causas y ambas se agravarán con esas nuevas leyes. La primera es la pobreza de las masas que, si eso es posible, se incrementaría debido a los impuestos infligidos por las nuevas leyes. La segunda es que nunca se ha permitido a las personas que cuiden de sí mismas. Siempre las han tratado como siervos o como niños y en un alto grado se convierten en imbéciles respecto a aquellos aspectos que el gobierno ha decidido realizar por ellas. Hay un mal peor que el tifo, el cólera o el agua impura y es la imbecilidad mental.1

Además de su excesivo énfasis en el laissez-faire, la economía clásica era ambigua, deficiente o errónea en varias áreas del análisis económico. Por ejemplo, descubrirá que la predicción clásica de que el ingreso de la renta aumentaría y las ganancias disminuirían a medida que avanzara la economía, no consideraron el papel del cambio tecnológico y la relación entre la creciente productividad y los salarios. Como un segundo ejemplo, la teoría del valor trabajo presentada por algunos de los clásicos no incorporó totalmente el papel de la utilidad y la demanda para establecer el valor del producto. Pero éste no es el lugar para tratar esos puntos. En vez de ello, se aborda a los tres precursores de la escuela clásica. 1

Economist, Londres, 13 de julio de 1850.

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SIR DUDLEY NORTH Sir Dudley North (1641-1691), que vivió durante el apogeo del periodo mercantilista, atacó con fuerza el espíritu de la doctrina mercantilista. Era un acaudalado comerciante, dedicado al comercio turco, que más adelante se convirtió en comisionado aduanal y después en funcionario del tesoro. Se ha llamado a North el primer comerciante prominente libre del mundo. Su breve opúsculo, Discourses upon Trade, fue la única obra publicada de North, que apareció en forma anónima en 1691. Esa cautela era comprensible en un comerciante y alto funcionario del gobierno cuyos puntos de vista no se ajustaban a las ideas prevalecientes. Décadas después su hermano sugirió que la publicación se suprimió de forma deliberada. Cuando Ricardo leyó una publicación reimpresa, escribió: “No tenía la menor idea de que alguien haya albergado esas opiniones tan correctas como las que se expresan en esta publicación, en un periodo tan anterior”.2 North hacía hincapié en que el comercio no es un beneficio unilateral para cualquier país que tenga un excedente de exportaciones, sino que más bien es un acto de mutua ventaja para ambas partes. Su objeto no es acumular especie, sino intercambiar excedentes. Una división del trabajo y el comercio internacional promoverían la riqueza incluso si no existe ni oro ni plata. El comercio no es nada más que una disyuntiva de superfluidades; por ejemplo, de lo que es mío te doy aquellas cosas de las que puedo prescindir por algo de lo tuyo, que yo quiero y de lo que puedes prescindir […] Aquel que es más diligente y que cultiva más frutos, o que trabaja más en la manufactura, abundará más en lo que otros hacen, o cultivan; y en consecuencia estar libre de necesidades y disfrutar de más bienes, es ser verdaderamente rico, aun cuando no haya cosas como oro, plata o cosas parecidas entre ellos.3

North repudiaba el concepto de que la riqueza se debe medir por las existencias de metales preciosos de un país. Ponía énfasis en las empresas comerciales y la acumulación. Aquí atacaba la teoría, más que la práctica de los mercantilistas. Pero, algo comprensible para su época, no incluía a la manufactura en su lista de actividades productivas. Incluso al tomar su significado original de “hacer con la mano”, la manufactura carecía de importancia en el siglo XVII. Ningún hombre es más rico porque su Estado lo tiene todo en dinero, orfebrería, etcétera, a su lado, por el contrario, por esa razón es más pobre. Es más rico el hombre cuyo Estado se encuentra en condiciones crecientes, ya sea en tierras en la granja, en dinero con intereses, o en bienes en el comercio: si cualquier hombre, por un capricho, convirtiera a todo su Estado en dinero y lo conservara muerto, muy pronto sentiría a la pobreza creciendo sobre él, mientras él se está comiendo rápidamente las existencias. Pero para analizar el tema más de cerca, ¿qué desean esas personas que claman por dinero? Comenzaré con el mendigo: quiere dinero e importuna pidiéndolo: ¿qué haría con él si lo tuviera? comprar pan, etcétera. Entonces en vedad lo que quiere no es el dinero, sino pan y satisfacer otras necesidades de la vida.4 avid Ricardo y Piero Sraffa, The Works and Correspondence of David Ricardo: Volumen 9, Cartas de julio de 1821 a D 1823, Cambridge University Press para la Royal Economic Society, Cambridge, 1952, p. 483. 3 Sir Dudley North, Discourses upon Trade (1691), editor Jacob H. Hollander, Baltimore, MD, Johns Hopkins Press, 1907, p. 2. 4 North, Discourses, pp. 11 y 12. 2


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Incluso hoy, algunas personas no han dominado la profunda verdad del último párrafo; se desea dinero sólo para deshacerse de él, debido a que lo que en verdad se desea son bienes y servicios. ¿Cuál es entonces la riqueza de una nación? North observó que el comercio entre las naciones distribuye la oferta de dinero conforme a las necesidades del comercio. Escribió: Ya que se ha observado que en donde no hay casas de moneda, el comercio no ha querido una oferta total de dinero, porque si lo quisiera, el coyn (impuesto excesivo) de otros príncipes se convertirá en grosella, como en Irlanda y la plantación. Entonces no dejemos que la preocupación por el dinero específico nos atormente tanto; ya que un pueblo que no es rico no puede desearlo y si no tiene nada, se le proporcionará del coyn de otras naciones.5

North argumentaba a favor del laissez-faire como una forma de lograr las máximas ganancias del comercio tanto intra como internacional. Una teoría osada en una época de agresivo nacionalismo. Ahora puede parecer extraño oír que se dice, que todo el mundo en lo que concierne al comercio no es sino una nación o un pueblo y en ese respecto las naciones son como las personas. Que la pérdida del comercio con una nación no se considera sólo por separado, sino que gran parte del comercio del mundo se anuló y se perdió, ya que todo se combina. Que no puede haber un comercio no rentable para el público; porque si alguno resulta así, el hombre lo abandona; y siempre que los comerciantes prosperen, el público del cual son parte, también prospera. Que obligar a los hombres a hacer negocios en cualquier forma prescrita le puede aprovechar a quienes les sirvan; pero el público no gana, debido a que le está quitando a un sujeto para darle a otro. En resumen, que todo lo que favorece a un comerciante o interés contra otro, es un abuso y reduce esa misma utilidad del público.6

Aunque North creía que el libre comercio ayudaría tanto a los comerciantes como al país, no profesaba una doctrina de armonía de intereses como la que más adelante expresó Smith. De hecho, North veía que los muchos intereses especiales se aprovechaban a costa del público utilizando el poder del gobierno para adquirir privilegios especiales. Su idea de que, por consiguiente, las autoridades no deberían apoyar intereses privados limitados era muy opuesta a la doctrina mercantilista. Una vez más presenta un punto de vista que es pertinente para los problemas del comercio contemporáneo. Siempre que los hombres consultan para el bien público acerca de los adelantos del comercio, respecto a lo que a todos concierne, por lo general estiman que su propio interés inmediato es la medida común del bien y del mal. Y hay muchos, que ganan un poco en sus propios comercios, que no se preocupan por lo mucho que otros sufren; y en sus tratos, cada hombre se esfuerza, así como otros se ven obligados a hacerlo, a actuar servilmente por su utilidad, pero bajo el amparo del público. Así los pañeros tendrían hombres que se verían obligados a comprar su manufactura; y puedo mencionar algo como vender lana; tendrían hombres obligados a comprarles a ellos a un precio más alto, aunque el pañero perdiera. Y en general todos aquellos que son perezosos o no son lo bastante activos y que no tratan de dar salida al producto de

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North, Discourses, pp. 16,17. North, Discourses, B1, B2.

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su Estado, o de comerciar con él ellos mismos, verán a todos los comerciantes obligados por las leyes a traer a casa con ellos suficientes premios, no importa si ellos [los comerciantes] ganan o pierden con eso.7

Por último, North no estaba de acuerdo con el concepto mercantilista de que la guerra y la conquista enriquecen a un país. Escribió: “El dinero exportado en el comercio es un incremento para la riqueza de la nación; pero si se gasta en la guerra y en pagos en el extranjero, significa un empobrecimiento”.8 Por “pagos en el extranjero” quizá se refería a los pagos hechos sin recibir un retorno equivalente de importaciones, como en el caso de los subsidios militares a los aliados. Éste es un punto de vista antimercantilista de la clase más poderosa, pero que en sí está abierto a las críticas: una riqueza nacional consiste en el valor de los servicios proporcionados, además del valor de los bienes domésticos e importados que están disponibles. RICHARD CANTILLON Richard Cantillon (¿1680?-1734) nació en Irlanda. Pasó muchos años en París, en donde se convirtió en un acaudalado banquero y un exitoso especulador en acciones y divisas. En 1734 Cantillon fue robado y asesinado, y su casa fue incendiada, probablemente por un cocinero a quien había despedido diez días antes. Su único libro, Essai sur la Nature du Commerce en Général, fue escrito entre 1730 y 1734, y publicado en francés en 1755. Tal vez el mismo Cantillon lo tradujo de su manuscrito en inglés, que nunca se encontró. Cantillon se anticipó a los fisiócratas en dos formas. En primer lugar, utilizaba el término empresario y hacía hincapié en el papel de su figura en la vida económica. Los empresarios, decía Cantillon, se comprometen a hacer pagos definitivos con la esperanza de ingresos inciertos, y esta actitud de asumir riesgos se ve remunerada con las ganancias, que la competencia tiende a reducir al valor normal de los servicios de los empresarios. En segundo, al escribir una generación antes de que Quesnay construyera su Tableau Economique, Cantillon manifestó: Por consiguiente, el efectivo es necesario no sólo para la renta del terrateniente, sino también para la mercancía de la ciudad, consumida en el país. La circulación de este dinero tiene lugar cuando los terratenientes gastan en detalle en la ciudad las rentas que los agricultores les han pagado en sumas globales y cuando los empresarios de las ciudades, carniceros, panaderos, cerveceros, etcétera, cobran poco a poco ese mismo dinero para comprarles a los agricultores en sumas globales ganado, trigo, cebada, etcétera.9

Cantillon desarrolló una teoría del valor y el precio. Su énfasis en el papel de la tierra y del trabajo, la oferta y la demanda y en las fluctuaciones del precio alrededor del valor intrínseco lo convierte en un precursor directo de la economía clásica. Los aldeanos llegan a la ciudad los días de mercado para vender sus productos y comprar las cosas que necesitan. Los precios se asignan por la proporción entre los productos expuestos para su venta y el dinero ofrecido por ellos. Cuando el precio se ha determi-

North, Discourses, B. North, Discourses, 14. 9 Richard Cantillon, Essai sur la Nature du Commerce en Général, editor Henry Higgs, Londres, Macmillan, 1931, pp. 125-126. 7 8


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nado entre unos pocos, los otros siguen sin dificultad y de ese modo se determina el precio de mercado para ese día… El precio o valor intrínseco de una cosa es la medida de la cantidad de tierra y trabajo que intervienen en su producción, considerando la fertilidad o el producto de la tierra y la cantidad de trabajo. Pero a menudo sucede que muchas cosas que actualmente tienen este valor intrínseco no se venden en el mercado conforme a ese valor; eso dependerá del humor y los caprichos de los hombres y de su consumo… Si los agricultores en un Estado siembran más maíz de lo acostumbrado, mucho más de lo que se necesita para el consumo del año, el valor real e intrínseco del maíz corresponderá a la tierra y el trabajo que intervinieron en su producción; pero como hay demasiada abundancia de él y hay más vendedores que compradores, el precio de mercado del maíz necesariamente se reducirá a menos del precio intrínseco o valor. Si, por el contrario, los agricultores siembran menos maíz del que se necesita para el consumo, habrá más compradores que vendedores y el precio de mercado del maíz aumentará por encima de su valor intrínseco. Nunca hay una variación en el valor intrínseco, pero la imposibilidad de calcular la proporción de la mercancía y los productos en un Estado con su consumo causa una variación diaria y un flujo y reflujo perpetuo en los precios de mercado.10

Cantillon se anticipó al pensamiento económico clásico en otras formas. Por ejemplo, declaró: “Los hombres se multiplican como ratones en un granero si tienen medios ilimitados de subsistencia.”11 El economista clásico Thomas Malthus tenía un punto de vista similar. Además, Cantillon analizó el interés como una recompensa por el riesgo que se asume en los préstamos, basándose en las ganancias que pueden obtener los empresarios al hacer préstamos e invertir. Señaló que los banqueros otorgan créditos debido a que si se deposita con ellos 100,000 onzas de oro, pueden prestar tanto como 90,000; por supuesto, esos préstamos no disminuirán la capacidad del depositante para utilizar el depósito a la vista con el fin de comprarle bienes a otros. Además, Cantillon se enfocaba en la productividad de los recursos de una nación. Se lamentaba de que tanto los nobles como los monjes no trabajaran para producir bienes. Pero los nobles son un gran ornamento para el país, señalaba, y en tiempos de guerra por lo menos utilizarán sus séquitos y sus caballos para alcanzar la victoria, “mientras que los monjes, como dice la gente, no son ni útiles ni ornamentales en tiempos de paz o de guerra en este lado del cielo”.12 Además, decía Cantillon, en los países católicos hay demasiados días santos, “lo que disminuye el trabajo del pueblo alrededor de una octava parte del año”.13 Con un pie en el campo mercantilista, Cantillon optó porque un excedente de exportaciones era bueno para los negocios. Pero no creía que el oro y la plata extraídos en el país servirían al mismo propósito. Ponía énfasis era en la producción de bienes y en su venta en el exterior, de manera que los negocios pudieran prosperar. Pero creía que no era posible mantener indefinidamente un excedente de exportaciones; los acontecimientos subsiguientes acabarían con él. El análisis de Cantillon de las fuerzas que impiden un excedente perpetuo de exportaciones y su énfasis en la venta de bienes, más que en la acumulación de oro, se acercaba mucho al pensamiento clásico. Cantillon, Commerce, pp. 29-30. Cantillon, Commerce, p. 83. 12 Cantillon, Commerce, p. 41. 13 Cantillon, Commerce, p. 42. 10 11

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Cantillon afirmaba que el descubrimiento y la explotación en minas ricas de oro y plata incrementarían los precios, las rentas y los salarios domésticos. Ese incremento en los costos promovería a su vez las importaciones, en detrimento de los trabajadores y fabricantes domésticos, debido a que el dinero fluiría hacia el exterior del país. “La gran circulación de dinero, que era general al principio, se interrumpe; a ello siguen la pobreza y la miseria, y el trabajo de las minas sólo parece producirle una ventaja a aquellos empleados en ellas y a los extranjeros, que se benefician con eso.”14 Eso fue lo que sucedió en España, decía. Pero si el incremento en dinero viene en forma de un excedente de exportaciones de bienes, enriquece a los comerciantes y empresarios y les da empleo a los trabajadores. Sin embargo, a medida que el dinero fluye hacia el país y los negocios prosperan, aumentan el consumo y los precios, se incrementa el gasto en bienes de lujo importados y disminuye el excedente de exportaciones. El Estado empieza a perder algunos de sus ramos lucrativos de comercio y los trabajadores salen del país. Esto empobrecerá gradualmente al Estado y hará que pase de tener un gran poder a una mayor debilidad. Cuando un Estado ha llegado al punto máximo de la riqueza (siempre supongo que la riqueza comparativa de los Estados consiste principalmente en las respectivas cantidades de dinero que poseen) inevitablemente caerá en la pobreza debido al curso ordinario de las cosas. La abundancia excesiva de dinero, que el tiempo que dure constituye el poder de los Estados, los lanza imperceptible pero naturalmente de vuelta a la pobreza. De manera que parecería que cuando un Estado se expande debido al comercio y la abundancia de dinero incrementa el precio de la tierra y del trabajo, el príncipe o el legislador deberían retirar dinero de la circulación.15

¡Observe que aquí no hay ninguna confianza en la ley natural o en el restablecimiento automático del equilibrio! Es David Hume quien lleva un paso más adelante esta línea de pensamiento. DAVID HUME David Hume (1711-1776) nació en Escocia doce años antes que su compañero y amigo compatriota, Adam Smith. Hume ingresó a la Universidad de Edimburgo a la edad de doce años y salió a los quince sin obtener un título. Más adelante, ya como un filósofo eminente, a Hume le fue negada en dos ocasiones una cátedra en filosofía en Edimburgo, debido a su espíritu escéptico y a su pensamiento poco ortodoxo. De hecho, Adam Smith casi fue expulsado de la Universidad de Oxford debido a que encontraron en su habitación un ejemplar del Tratado sobre la naturaleza humana, de Hume. Hume pasó su vida como tutor de un marqués y como funcionario público menor. A su retiro regresó a la propiedad que había heredado, en donde escribió prolíficamente. Su fama como historiador se derivó de su History of England, de múltiples tomos, que fue editada numerosas veces; su reputación como economista quedó establecida por sus ensayos económicos en Political Discourses, publicados en 1752. De todos los precursores de la economía clásica, Hume se acercó más a las ideas de Smith. Si hubiera escrito un tratado completo y sistemático sobre economía, habría calificado cerca de la cumbre como uno de los fundadores de la ciencia. 14 15

Cantillon, Commerce, p. 69. Cantillon, Commerce, p. 185.


1700 De 1500

1725

1750

1775

1800

1825

Mercantilismo MUN, MALYNES, DAVENANT, COLBERT, PETTY

Fisiocracia QUESNAY, TURGOT

Precursores: NORTH, CANTILLON, HUME Clasicismo SMITH, MALTHUS, RICARDO, BENTHAM, SAY, SENIOR, MILL

Socialismo utópico OWEN, FOURIER, SAINT-SIMON

Línea de tiempo del pensamiento económico Los cuadros en el diagrama indican ya sea escuelas de pensamiento o grupos dirigiendo temas comunes. Los nombres debajo de los cuadros son los precursores de las escuelas. Las flechas que conectan representan el tipo de influencia de una escuela o grupo sobre otra. Escuelas y grupos principalmente simpatizantes con sus predecesores. Escuelas y grupos principalmente antagónicos con sus predecesores. Grupos en los que algunos pensadores simpatizan con sus predecesores, pero otros son antagónicos.


1850

1875

1900

1925

1950

Precursores: Otras escuelas

1975

2000

Crecimiento y Desarrollo HARROD, DOMAR, SOLOW, SCHUMPETER, NURKSE, LEWIS, SEN

Precursor: SISMONDI Marxism and Socialism MARX, BLANC, KINGSLEY

Competencia imperfecta SRAFFA, CHAMBERLIN, ROBINSON

Nuevo Clasicismo

Precursores: COURNOT, DUPUIT, VON THÜNEN

FRIEDMAN, LUCAS, BECKER

Marginalismo y Neoclasicismo JEVONS, MENGER, VON WIESER, VON BÖHM-BAWERK, EDGEWORTH, CLARK, MARSHALL

Economía matemática WALRAS, LEONTIEF, VON NEUMANN, MORGENSTERN, HICKS

Economía Keynesiana KEYNES, HANSEN, SAMUELSON

Pos Keynesianos

Economía Monetaria WICKSELL, FISHER, HAWTREY

Economía del bienestar PARETO, PIGOU, VON MISES, LANGE, ARROW, BUCHANAN, SEN

Institucionalismo VEBLEN, MITCHELL, GALBRAITH

Precursor: LIST Historicismo Alemán ROSCHER, SCHMOLLER, WEBER

Nuevos Keynesianos


ISBN-13: 978-607-522-793-1 ISBN-10: 607-522-793-8

9 786075 227931


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