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CHRISTIAN CAUJOLLE & RODRIGO GOMEZ ROVIRA EXHIBITION CURATORS

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En nuestros tiempos de mundialización y de globalización, ¿aún tiene sentido abordar la fotografía según un recorte geográfico? ¿Sigue siendo pertinente hablar de fotografía sueca, escandinava, chilena, francesa, sudamericana, china o japonesa? Siendo que podemos ver cómo, en todos los rincones del planeta, se desarrollan temáticas y estéticas comparables, o por lo menos parecidas, cuando el procesamiento de los archivos, la puesta en escena, la referencia a la imagen cinematográfica, la apropiación, la citación, y la redefinición de las modalidades del documental y de la narración atraviesan las fronteras, ¿es aún legítimo catalogar estas fotografías en función de los países en los que fueron producidas?

Cuando observamos esto de más cerca –y aunque sea una simplificación algo rápida– podríamos afirmar que es en los momentos de crisis, en los momentos de drama, también en los momentos posteriores a graves traumas, cuando la dimensión nacional de una fotografía (así como otras formas de expresión) aparece. Constatamos, en el período reciente, que en países como Argentina, Camboya o Chile, que estudiamos hoy, las épocas más violentas, las dictaduras, los momentos de represión, han generado procesos comparables, durante los períodos trágicos y después. Sin querer comparar los grados de violencia o de represión, ni la situación de los productores de imágenes entre la clandestinidad y la imposibilidad total de expresarse, no podemos sino constatar que el después abre, en todas partes, períodos y secuencias de reconstrucción comparables.

Es difícil, y tal es el caso de la mayoría de los países de América Latina, hablar de fotografía “chilena” desde sus comienzos. El análisis histórico muestra bien cómo la introducción de la técnica por parte de los colonos o de los viajeros fundó un modelo importado del exterior. Por lo tanto, si bien es producida por notables operadores chilenos, la fotografía no es una forma de afirmar una identidad, sino una herramienta para explorar un territorio, moldearlo, y compartirlo también.

Durante la dictadura, fotografiar era un acto de resistencia por parte de aquellos que deseaban dar testimonio, fuese informando acerca de lo que ocurría, o relatando un cotidiano cuyo más mínimo instante se veía marcado por el peso del ambiente de la época. En cuanto la dictadura llegó a su fin, la fotografía, así como todo el país, debieron reconstruirse.

La fotografía no se encontraba, como durante el período anterior, en una posición en relación al poder. Volvía a ser, antes que nada, un asunto de individuos. Al mismo tiempo, aquellos que habían relatado a su manera la dictadura estaban un poco perdidos, sin temática que pudiese servir de referencia, sin eje. Los más jóvenes, entre los cuales una parte se había exiliado en los años negros, tenían referencias que eran perfectamente internacionales, que no los asociaba en nada a su identidad “chilena”. Simplemente, como pudimos verlo en otros países que pasaron por el mismo tiempo de experiencia histórica dolorosa, los temas relacionados con la identidad y la memoria (histórica) se encontraron naturalmente en el centro de los cuestionamientos. Pero estas preocupaciones, que fundan una necesidad de reconstruirse, han generado estéticas muy diferentes, que llevaron a los autores a hacer elecciones muy eclécticas, y a desarrollar de forma individual proyectos singulares, que no parecen en nada estar marcados por una estética nacional.

La fotografía chilena de hoy en día es internacional en sus afirmaciones estéticas, radical a la medida de cada uno de sus autores, y rica en diversidad, lo que vuelve aún más necesaria la coherencia interna de cada una de sus propuestas. Es la expresión de una situación postraumática, de las que llevan a cada uno a reinventarse, para, al final, fabricar, inventar, en una nueva etapa, una comunidad que fue puesta en real peligro. Es antes que nada una forma de reflexión, una forma de representar al mundo contemporáneo y de analizarlo, un intento de poner en evidencia y en crisis las situaciones y los desafíos que nos conciernen a todos, en todo el mundo. Simplemente, este procedimiento de alcance universal se desarrolla en un territorio específico que, aún hoy, recuerda su historia reciente.

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