VESTIGIOS. Menores de 18 años víctimas de desaparición forzada en Chile

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Pese al consenso en torno a la defensa de los derechos humanos como un deber irrenunciable, en Chile todavía hay víctimas de la dictadura militar instaurada tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, marginadas de la memoria pública y del reconocimiento ciudadano. En este documento, te invitamos a leer los seis testimonios que forman parte de la videoinstalación inmersiva expuesta en esta sala. Conocer sus relatos nos acerca y vincula con sus experiencias, enfatizando la importancia de hacer memoria.

TESTIMONIO DE

Claudia

Hola, él es mi tío Juan Luis Ascencio Solís, un joven de 15 años de la ciudad de Osorno. Bajito, menudito, como dice mi abuela, pelito claro, tez blanca, aún en enseñanza básica. Sin pertenecer a ningún partido político, el 20 de julio de 1974 fue detenido a cuadras de la casa por Carabineros. Testigos confirman que fue llevado esposado con su cara ensangrentada a la Tercera Comisaría de Rahue, del sector donde él vivía. Avisan a mi abuelita de lo sucedido y ella va inmediatamente a la comisaría a preguntar por él y Carabineros se lo niegan. Se lo negó diciendo que no estaba ahí, que no había sido detenido, que no habían registros de él. Ella, mi abuelita, lo buscó por muchas partes, por los alrededores de Osorno, sin tener respuesta alguna. En esa época se comentaba que Carabineros, de noche, botaban... se sentían… los vecinos… botaban bultos al río, al río Rahue, que está cerca de la comisaría. Nosotros, con mi abuelita, pensamos que quizás él fue uno de ellos, que fue tirado ahí. Ella siempre que pasa por ese sector siente una angustia en su corazón y piensa que pudo haber sido él botado ahí.

Lo único que nos queda a nosotros son sus fotos, recordarlo. Y yo me siento muy cercana a él, porque me he involucrado desde pequeña. Vi sufrir a mi abuela, la he visto llorar por las noches. No saber dónde está, qué hicieron con él.

Cada 11 de septiembre nos juntamos en el monolito que tenemos en Osorno y vamos a dejar una flor. Nos abrazamos y nos damos consuelo las personas que hemos perdido a un ser querido. Nos damos la fuerza para llevar esta pena que tenemos como familia.

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© Franco Nieri
Ascencio Ascencio (Osorno, Región de Los Lagos, 1976). Sobrina de Juan Luis Ascencio Solís.

Pese al consenso en torno a la defensa de los derechos humanos como un deber irrenunciable, en Chile todavía hay víctimas de la dictadura militar instaurada tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, marginadas de la memoria pública y del reconocimiento ciudadano. En este documento, te invitamos a leer los seis testimonios que forman parte de la videoinstalación inmersiva expuesta en esta sala. Conocer sus relatos nos acerca y vincula con sus experiencias, enfatizando la importancia de hacer memoria.

TESTIMONIO DE Evita Aguayo Olavarría

(Curarrehue, Región de la Araucanía, 1963).

Hermana de Héctor Domingo Aguayo Olavarría.

Este listón que tengo en mis manos era de mi hermano Héctor Domingo Aguayo, cuando él hizo la primera comunión a los doce años. Héctor, nosotros le decíamos Chachi en la casa, tenía 17 años cuando desapareció para el golpe de Estado que hubo en Chile. Él era un jovencito travieso, cariñoso. Le gustaba ir a pescar, le gustaba jugar a las bolitas, ayudar en la casa. Íbamos al campo a encerrar terneros con mi hermana, él y el perrito que teníamos. Corríamos al caballo, íbamos a buscar frutas, a recoger cerezas, manzanas... le ayudaba a mi mamá cuando había que sacar leche, a acarrear las ollas, porque en ese tiempo se acarreaba la leche en ollas. Vivíamos en Curarrehue, en el campo, ahí nacimos todos. Era mi papá, mi mamá, mi hermano Ricardo era el mayor, Héctor era el que seguía, mi hermana Sara y yo.

Para el golpe de Estado del 73 estábamos en Villarrica, en época de clases, y por la radio empezaron a decir que iban a matar a todos los comunistas y a los socialistas, y como nosotros éramos del Partido Socialista, mi papá dijo “bueno, voy a llevar a Ricardo y al Chachi para la Argentina para que no pase nada grave”, y el día 14 de septiembre, a la mañana que iban a salir llegaron carabineros a la casa y se llevaron a mi hermano mayor. El Chachi había ido al zapatero a buscar unos zapatos y vio, entonces, decidió que se iba a ir para la Argentina con unos amigos de él, unos chicos del partido que eran ocho jóvenes, entre Héctor que tenía 17 y el mayor de los demás, que tenía 25. Como a la semana mi papá supo que estaba en el regimiento detenido, le avisó un profesor y unos amigos de Curarrehue.

Fue a buscarlo, fueron muchas veces a preguntar al Regimiento Tucapel en Temuco pero siempre lo negaron, lo negaron... que no, que no, que no. Fue mucho tiempo de buscarlo a mi hermano y no apareció, no apareció, no apareció.

Bueno, después mi madre, mi hermana y yo nos fuimos a la Argentina, yo volví 22 años después y se inició un proceso que estaba por mi hermano. Se unificaron las causas y el ministro investigó y se supo, al final, el año pasado, que ellos habían sido tomados yendo a Pucón. Los llevaron a Temuco, al regimiento, los torturaron, los mataron y los tiraron al río Allipén, entre Villarrica y Freire.

A mi hermano lo vieron… un joven del regimiento… un soldado dijo que él había visto cuando lo llevaron a un lugar y de ahí salieron muertos, él ayudó a cargarlos en un camión, a los cuerpos de los ocho jóvenes, y los fueron a tirar al río. Después unos boteros que lo vieron a la orilla del río… el cuerpo de mi hermano había quedado enredado en las ramas y encontraron entre sus ropas unos papeles que decían su nombre y que era de Villarrica. Además, a ellos les quedó muy grabado su cara porque era tan joven y estaba todo golpeado. Tenía dos tiros en la cabeza y sus manos estaban amarradas con alambre de púas. Mi hermano era muy joven y fue asesinado por las personas que tenían que cuidarlo. Él ya no está. Mis papás sufrieron mucho por él y es muy duro lo que él pasó, pero siempre va a estar en mi corazón, siempre lo voy a recordar. Mi hermano querido, que nunca más lo volví a ver.

Te quiero hermanito.

© Franco Nieri
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Pese al consenso en torno a la defensa de los derechos humanos como un deber irrenunciable, en Chile todavía hay víctimas de la dictadura militar instaurada tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, marginadas de la memoria pública y del reconocimiento ciudadano. En este documento, te invitamos a leer los seis testimonios que forman parte de la videoinstalación inmersiva expuesta en esta sala. Conocer sus relatos nos acerca y vincula con sus experiencias, enfatizando la importancia de hacer memoria.

TESTIMONIO DE Viviana González Traslaviña

(San Miguel, Región Metropolitana de Santiago, 1973).

Sobrina de Marco Antonio González Traslaviña.

Esta es la libreta de matrimonio de Juan Martínez y Marta Traslaviña. Ellos eran un matrimonio humilde, pobre. Tenían 10 hijos, los dos menores eran gemelos: Julio César y Marco Antonio Traslaviña. Ellos eran gemelos, les decían los mellizos. Eran “pelusones”, no sabían leer ni escribir.

En el 73 eran huérfanos, sus padres habían muerto años antes. Tenían 15 años cuando el 26 de septiembre Marco le pidió a un amigo que lo acompañara a Franklin a comprarse unos zapatos. Los carabineros de Franklin, de la Cuarta Comisaría de Franklin, se los llevaron detenidos. El 28 de septiembre lo sacaron a un sitio eriazo cerca de la línea del tren y lo mataron.

Julio César, su hermano, su mellizo, salió en busca de él. No lo encontró. Le dijeron que estaba en el sur. Viajó a Osorno, Temuco y Chillán, no lo encontró. Viajó al norte, a Arica, Antofagasta, Calama... tampoco lo encontró. Se empezó a sentir mal, empezó a sentir mucha pena. Él quedó mal psicológicamente, se tiró al trago.

Murió en el Mapocho, botado, rodeado de perros con la pena de nunca ver a su hermano gemelo, su mellizo. Ellos eran tan traviesos cuando niños que a veces los encontraban en casas de acogidas o casas de menores.

Este es el único indicio del nombre de Marco Antonio Martínez Traslaviña. El único indicio que dice que él existió. Yo soy su sobrina. Han pasado 50 años y nunca han encontrado sus restos. Yo soy la guardiana de la familia, soy la que no ha descansado y no ha dejado que nadie olvide la historia de Marco Antonio Martínez Traslaviña, que fue triste. Sin tener un partido político, teniendo 15 años de edad perdió la vida por nada.

Me llamo Viviana, tengo 50 años, y no voy a dejar que nadie olvide la vida de Marco Antonio Martínez Traslaviña.

© Franco Nieri
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Pese al consenso en torno a la defensa de los derechos humanos como un deber irrenunciable, en Chile todavía hay víctimas de la dictadura militar instaurada tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, marginadas de la memoria pública y del reconocimiento ciudadano. En este documento, te invitamos a leer los seis testimonios que forman parte de la videoinstalación inmersiva expuesta en esta sala. Conocer sus relatos nos acerca y vincula con sus experiencias, enfatizando la importancia de hacer memoria.

TESTIMONIO DE

Ana María González Albornoz

(Paine, Región Metropolitana de Santiago, 1965).

Hermana de Ignacio Santander Albornoz.

Soy Anita, hermana de Ignacio Santander Albornoz. Aquí ustedes ven a mi hermano que él tiene una guitarra… donde… a él le gustaba mucho la música. Le apasionaba la música, le gustaba mucho. Su pasión era la música. Y él tocaba cumbias, cuecas en los casamientos, en la iglesia.

Le gustaba mucho la música. En sus tiempos libres, él trabajaba y tocaba.

Y… él estuvo trabajando cortando uva, porque nosotros somos gente de campo, muy trabajadora, y un día 24 de septiembre de 1973, él estaba trabajando en la viña… en bodega, donde él estaba poniendo corchos, etiquetas y llegó, llegaron a Escorial, comuna de Paine, muchos milicos en camión, muchos milicos, y empezaron a sacar a los trabajadores de sus trabajos y a la gente, a las mujeres de las casas, y salió mi mamá a ver, porque al frente de la casa estaba la cancha y estaba toda la gente ahí, los tenían boca abajo a los hombres en el arco de la cancha, y ahí tenían a mi hermano. Y mi mamá le preguntaba al milico que porqué tenía a su hijo ahí, si era un niño de 17 años, y el milico le dijo que eran órdenes, que tenían que tener a la gente ahí. Los tuvieron por varias horas, ahí tirados en el suelo. De ahí los tomaron, los llevaron al camión. A mi hermano lo… se quería ir a abrigar. Se fue a su casa, se puso una chaqueta, porque andaba con esta misma ropita que está acá en el cuadro, y subió mi hermano al camión y

miró a mi mamá y a mí y le dijo “mamá, el que nada hace, nada teme”. Y mi mamá le preguntó a uno de los milicos, a uno que mandaba más, y le dice que porqué se llevaba a su hijo, y él le dice que lo llevaban solamente para dar una declaración y su hijo volvía, y nunca volvió mi hermano.

Mi mamá lo salió a buscar por mucho tiempo. Salía muy temprano de mañana y llegaba muy tarde. Llegaba con su rostro demacrado, muy triste. Lo fue a buscar al Cerro Chena y, bueno, nunca lo encontró. Yo tenía siete años y siempre lo esperaba, todas las tardes. Lo esperaba porque yo era muy regalona de él. Siempre donde estaba él, yo estaba con él, muy pegadita a él. Sufrí mucho, mi niñez la sufrí mucho sin tenerlo a mi hermano. Ha pasado el tiempo, yo me casé, tuve dos hijos y pude entender y comprender el dolor que sentía mi madre en aquellos años de haber perdido a su hijo. Le doy gracias a dios que mis dos hijos, mi esposo y yo amamos la música como amaba la música mi hermano, y lo podemos recordar a él en cada momento que yo tomo mi guitarra, yo lo recuerdo a él. Llevamos la música en la sangre. Si mi hermano estuviese vivo, estuviera con nosotros, estaría con nosotros en la música. Yo amo mucho a mi hermano y siempre lo llevo en mi corazón y en la música. Esas son mis palabras.

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© Franco Nieri

Pese al consenso en torno a la defensa de los derechos humanos como un deber irrenunciable, en Chile todavía hay víctimas de la dictadura militar instaurada tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, marginadas de la memoria pública y del reconocimiento ciudadano. En este documento, te invitamos a leer los seis testimonios que forman parte de la videoinstalación inmersiva expuesta en esta sala. Conocer sus relatos nos acerca y vincula con sus experiencias, enfatizando la importancia de hacer memoria.

TESTIMONIO DE

Franchesca Álvarez Miranda

Esto es un destapador en forma de martillo… de bronce. Es lo único que le quedó a mi madre de recuerdo de su hermano Óscar Hernán Enrique Miranda Segovia. Él era un joven de 17 años. Era un joven muy tranquilo, muy de su casa, muy apegado a mi mamá, buen tío, muy cariñoso. Él tenía una manía, por llamarlo así, de echarse su pelo siempre hacia atrás. En sus ojitos tenía una pintita roja y una pintita negra que lo hacía verse guapo. Él tuvo un accidente en el centro de Melipilla un día 17 de octubre de 1973. Él iba en su bicicleta, era una color rojo. Lo chocó una camioneta que manejaba un médico de Carabineros. En ese momento él andaba trayendo gente en el pick-up de la camioneta. Cuando lo estrelló, cayó mi tío al suelo. Mi tío le echó unos garabatos. Esta gente se bajó, le pegaron... le pegaron y lo echaron, después, a la camioneta atrás, con bicicleta y todo. Según ellos, era para ir a dejarlo a la comisaría.

A mi mamá le fueron a avisar. Mi mamá fue a preguntar por él, le dijeron que no había nadie con ese nombre, ni tampoco con bicicleta. Mi mamá fue otro día, fue a poner una presunta desgracia. Después siguió yendo y en una de esas tantas idas y venidas, mi mamá, cuando quiso entrar a la comisaría no pudo entrar porque el carabinero de afuera me puso su metralleta en mi pecho, pesada. Yo tenía nueve años, y cuando yo me acuerdo todavía como que siento ese peso ahí. Resulta que le decían: “oiga señora, vaya a buscarlo a la casa de remolienda, vaya a... a lo mejor se fue fuera del país”. Mi mamá les decía “¿cómo se va a ir si no tiene documentos?”.

Mi mamá no ha podido vivir su duelo porque no tiene cuerpo, no hay una lápida, no hay nada. Ella lo recuerda en su casa, en un pequeño altar que le tiene, tiene su fotografía y cada jueves le enciende su velita.

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Franco Nieri
(Melipilla, Región Metropolitana de Santiago, 1964). Sobrina de Óscar Hernán Enrique Miranda Segovia.

Pese al consenso en torno a la defensa de los derechos humanos como un deber irrenunciable, en Chile todavía hay víctimas de la dictadura militar instaurada tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, marginadas de la memoria pública y del reconocimiento ciudadano. En este documento, te invitamos a leer los seis testimonios que forman parte de la videoinstalación inmersiva expuesta en esta sala. Conocer sus relatos nos acerca y vincula con sus experiencias, enfatizando la importancia de hacer memoria.

TESTIMONIO DE

Ana María Carreño Aguilera

Este disco perteneció a mi hermano Iván Sergio Carreño Aguilera, detenido desaparecido el 13 de agosto de 1974. ¿Quién era Iván? Iván era un niño de 15 años que le gustaba la música. De hecho, este es el único disco que se salvó porque su otra colección la tuvimos que quemar por miedo. Y… él se hizo su propia guitarra eléctrica con todos los materiales reciclados para poder tocar los acordes tanto de Jimmy Hendrix, como Santana y como Quilapayún, y, aunque ustedes no lo crean, lo logró, lo lograba.

Iván pertenecía también a las Juventudes Comunistas de Chile, a la JJ.CC., a la Jota como se le dice ahora, y él tocaba el tambor en la bandita de ellos. Y les puedo decir, contar que Iván fue secuestrado junto a nuestro padre y llevados a Londres 38, que era una casa de tortura, de exterminio, clandestina que tenía la DINA en ese tiempo. Y decir que él está de cumpleaños los 15 de agosto. A él lo detuvieron un 13 y el 15 estaba de cumpleaños, y en Londres 38 le dieron “guaraca” como se dice, que significa golpearlo más, torturarlo más, como regalo de cumpleaños lo hicieron sufrir mucho más de la cuenta.

Nosotros, como familia, todos los 15 de agosto, le hacemos un pequeño cumpleaños. Este año sería 65… 65 años tendría mi hermano, de los cuales llevo buscándolo 49 años. Pertenezco a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Nunca hemos bajado los brazos exigiendo verdad, justicia, memoria y unas medidas de no repetición, porque en Chile no puede volver a suceder que niños, como Iván, desaparezcan. Que no desaparezcan padres, madres, mujeres embarazadas, mujeres, no pueden desaparecer niños, porque mi hermano era un niño.

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© Franco Nieri
(Conchalí, Región Metropolitana de Santiago, 1956). Hermana de Iván Sergio Carreño Aguilera.

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