Boletín 04 / 2014 Agosto - Septiembre

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Centro Excursionista Caracas Fundado en 1929

84 años haciendo caminos

Boletín Informativo

Agosto - Septiembre 2014 Año 70, Número 4 cecaracas@gmail.com @cec_caracas facebook.com/centroexcursionistacaracas RIF: J-00124415-8

OTRA AVENTURA A TURMERO-CHUAO Nuestro país, cuerpo y mente se ha trasformado en una tormenta enloquecida, por eso es que sabemos cuándo salimos pero es casi imposible saber cuándo llegamos. Así salimos rumbo a Turmero, porqué no decirlo o más bien para qué negar lo que todos sabemos: salimos asustados, emocionados, conmovidos, no sólo por la emoción de la ruta sino también por el riesgo que implica. Varios asaltos reportados en la zona nos hicieron dudar -al menos a algunos- hasta último momento. Mientras terminábamos de hacer los morrales, nos veíamos a la cara y en algún momento decidimos ignorar el sentido común y lanzarnos a la aventura. Así que salimos como a las diez de la noche del viernes 20 de junio hacia Turmero, ya un poco más relajados. La suerte estaba echada y un montón de locos felices se agolpaban en el autobús, esos locos maravillosos que no paran de caminar. Ya en la ARC nos agarró una super cola, producto de un choque de un autobús, así que terminamos llegando a nuestro primer destino a las dos de la mañana. Bajamos del autobús, arreglamos los morrales y Manuel nos tomó nuestra primera foto de grupo :D, fotoooo, fotoooo. Iniciamos nuestra caminata en silencio (y a estos locos no les es fácil estar en silencio), llegamos a la entrada (Puesto de Guarda Parques en Turmero) y por supuesto nadie respondió, de modo que no existía la opción de descansar allí. Así, mientras la gente normal dormía en su cama, un grupo de 18 aventurados caminamos desde Turmero vía Chuao bajo un techo de estrellas. En la ruta, guiados por algunas linternas de cabeza y con todos nuestros sentidos al máximo, ya pasado el kilómetro 9 de camino, el cielo nos regaló un paisaje bellísimo al amanecer. Poco a poco las dudas se convirtieron en certezas y las sombras en montañas. Esta vez la Diosa Fortuna nos sonrió. Y empezaron las fotos. Y las risas. Unas van con otras. Llegamos al kilómetro nueve felices. Ya todos hablábamos descontroladamente de todos los temas al mismo tiempo, un alivio general, estábamos allí a salvo e iba a ser un gran día, nosotros, la montaña, los ríos, qué más se puede pedir… Llegamos como a las 6 am al PGP Simón Machado. Allí descansamos un rato, comimos algo, una brisa inclemente y el capitán de la excursión amenazaban con tormenta, pero nadie parecía hacerles caso, hablamos un rato con el guarda parques y seguimos camino. A estas alturas quienes iban por primera vez esperaban, como señalaban los que ya habían hecho la ruta, unos 42 kilómetros de bajada pero… a la vista no estaba tal bajada, eso sí el paisaje cambió completamente, pasamos a ecosistemas más de selva con largos y estilizados árboles que se empinan unos sobre los otros para alcanzar la preciada luz del sol.

En Turmero 2:20 a.m. - Foto Manuel Fraga

También había grandes palmas y helechos, y hermosas hojas de todos los verdes posibles. Y en ese paisaje vivimos esta aventura selvática de brincar troncos, pasarles por debajo, alguna que otra caída... Qué vistas! La verdad que bien valen la pena de esta locura ¿contagiosa? que nos lleva siempre por esos montes, en los que caminar es un privilegio, es magia pura, indescriptible en palabras urbanas. Con esa emoción en el alma nos conseguimos a otro grupo de caminantes, y así poco a poco llegamos hasta Río del Medio, o Río Escondido, aproximadamente a las dos y media de la tarde. No puedes imaginar, San Isidro, lo agradecidos que estamos de que no hubiera llovido: acampamos ahí y fue delicioso hacerlo. Nos bañamos, comimos y armamos las carpas en un pequeño rellano justo al lado del río. Ya a las seis de la tarde el cuerpo pedía a gritos descansar, así que con una noche en vela y todo un día caminando, el aislante y la carpa se hicieron más cómodos que nunca. Pasamos una excelente noche y escuchar el agua pasando entre las piedras justo en el momento de dormir fue una de las experiencias más relajantes posibles. Al día siguiente levantamos campamento temprano. Bueno, unos más temprano que otros. E iniciamos camino hacia Chuao, ya todos descansados, comidos y relajados. De nuevo en el camino se sucedieron subidas y bajadas, la vegetación iba progresivamente cambiando. Llegamos a la Cueva del Tigre, nos tomamos las respectivas fotos y continuamos camino hacia Paraíso. Allí el cambio sí fue impactante, el calor, lo seco del terreno, la tierra roja, la aridez del paisaje, te llevaban de la mano a otro mundo, y bueno allí si comienza la tan mencionada “bajada”. Hicimos una corta parada en Paraíso para reponer agua, reforzar el bloqueador solar y cargar las pilas, e iniciamos una bajada hasta Chuao. En algún momento la bajada puede ser desesperante no solo por el sol implacable y la falta total de brisa, sino también por esa manía de las uñitas de los pies de comenzar a chocar con las botas… pero bueno de repente cuando ya piensas que Chuao no existe y que era solo un cuento de camino comienzas a escuchar el agua y sonríes de oreja a oreja y sales corriendo y sueltas el morral y las botas y te metes todo enterito al rio y no puedes dejar de sonreír, y das gracias por esos dos días de intensas emociones, por las personas que acabas de conocer, por la vida, porque estas allí, y porque por un momento sabes que ERES el Río.

Ascenso de madrugada - Foto Urupagua Villegas


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