Desde el Centro Nacional de Historia no
renunciamos a nuestra razón de ser:
democratizar la memoria del pueblo
venezolano. Tal apreciado fin, que busca
emancipar la conciencia social de las
mayorías, no puede nunca ser bien visto por las élites,
aquellas minorías que han concebido el oficio de historiar
como una disciplina exclusiva de prosistas elegantes y como coto cerrado de intelectuales narcisistas. Por ello, todo esfuerzo orientado a fortalecer la identidad y la autoestima de nuestra gente es calificado de ideologización, de tergiversación partidista o de “revolución de la historia”. Todo esto nos indica que vamos bien. Porque las aspiraciones populares, ayer
como hoy, se debaten entre los retrógrados y los
progresistas, entre el continuismo y la ruptura.