En el año 1992, dos insurrecciones militares se sumarían al despertar de un pueblo que, cansado e inconforme, levantó su voz de protesta en rechazo a un sistema político excluyente, corrupto e ineficaz, empeñado en aplicar medidas neoliberales. En esta oportunidad, la fractura de la institución castrense demostró que la permanencia del modelo puntofijista estaba llegando a su fin. Los lamentables acontecimientos de 1989 y la profunda crisis que se mantenía en el país para el momento evidenciaron la necesidad de impulsar y afianzar proyectos alternos a los ya existentes. Así, un grupo de militares –inspirados por los ideales del Libertador– emprendieron y organizaron un movimiento revolucionario que tenía como finalidad revertir los altos índices de desigualdad social, desempleo, niveles de desocupación, inflación y pobreza extrema.
Los cuarteles de las Fuerzas Armadas sirvieron de escenario para que este grupo de militares organizara y conformara –desde la década de los ochenta– un