5 de julio de 1811
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Una nación politizada
Juan Lovera. 5 de julio de 1811. Colección Museo de Caracas. Concejo Municipal. Capilla Santa Rosa de Lima.
La efervescencia colectiva que animó a las provincias de la antigua Capitanía desde el 2 de marzo, fecha en que entró en sesiones el Supremo Congreso, con representación elegida en sufragios generales y sustituyendo la autoridad de la Junta de Caracas instalada en abril del año anterior, hasta el 5 de julio de 1811, fue el ambiente en que cristalizó la “voluntad general de los pueblos”, la “autoridad popular” delegada y la “dignidad nacional”, que aflorarán como ideas pilares en el Acta declaratoria de la Independencia, definida esta como condición y consecuencia de una plena soberanía y de un recobrado derecho inalienable a la autodeterminación como nación igual entre los países del mundo. La Junta Suprema de Caracas, al asumir el gobierno autónomo de lo que había sido la Capitanía General de Venezuela, aglutinaba, además de la voluntad de la enorme provincia
de Caracas, que arropaba todos los valles y los llanos centrales, las voluntades de las provincias de Barinas, Cumaná, Barcelona, Mérida, Trujillo y Margarita, exceptuando a las provincias de Maracaibo, Coro y Guayana, cuyas autoridades permanecieron leales a la corona. Todas las provincias autonomistas elegirían representantes en consulta popular entre octubre y noviembre de 1810, luego de la convocatoria a un Supremo Congreso Constituyente emanada de la Junta de Gobierno venezolana en junio de aquel año. Es este carácter de multiplicidad política y de cuerpo plural conjugado lo que marcará el primer concepto bajo el cual nació la República venezolana: la Confederación de Estados Libres de Venezuela, cuyo Congreso signará en el Acta del 5 de julio, hasta el día presente, la existencia política e histórica, de hecho y de derecho, de una patria con carácter
soberano y dignidad inviolable, superior a todo designio e independiente de todo poder extranjero. Con el Acta de Independencia se plantaba ante el mundo entero un pueblo unido que rompía con el viejo mundo, proclamando su voluntad inquebrantable de vivir y de morir libre. Si bien las deliberaciones y la construcción institucional de la Confederación republicana (que instauró un Poder Ejecutivo y numerosas magistraturas atinentes a los diversos asuntos públicos) tuvieron lugar “entre sotanas y levitas”, en la reclusión en un hemiciclo parlamentario, un país popular y politizado bullía en las afueras, agitando las galerías y las plazas con una avidez de libertades e igualdades que por primera vez cobraba materialidad social y colectiva. Si los espíritus más cautelosos y conservadores debatían y vacilaban ante la idea de una
ruptura radical con España, la voz de un naciente poder popular clamaba y exigía ir más lejos en espacios menos oficiales como la Sociedad Patriótica y el Club de los Sin Camisas, foros abiertos a la participación política masiva. A tal punto esta evidencia se hizo sensible que el Supremo Congreso debió dar muestras de un talante democrático al decretar que “...a pesar de que las más de las sesiones son públicas a fin de que los ciudadanos sean espectadores del interés con que los Representantes del Pueblo discurren y sostienen sus derechos; conviene no obstante, que en los lugares distantes de esta Ciudad, se instruyan también sus vecinos de las materias y asuntos que ocupan al Congreso, y de las decisiones que se acuerden”, inaugurando así una incipiente tradición de parlamentarismo de calle.
Cronología
11 de mayo 1795 Rebelión de José Leonardo Chirino
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1797 Aparece en Venezuela la proclama de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Máximas Republicanas
13 de julio 1797 Conspiración de Manuel Gual y José María España
3 de agosto 1806 Francisco de Miranda invade a Venezuela desde Coro e iza por primera vez el tricolor patrio
1808 La Conspiración de los Mantuanos en Caracas
La presión revolucionaria Las reuniones de la Sociedad Patriótica, asamblea radical inspirada por Francisco de Miranda, la cual se había convertido en un verdadero grupo de presión ante la actitud tímida y moderada del Supremo Congreso, eran populosas y multitudinarias. La Sociedad sesionaba los martes, jueves y sábados, con la asistencia de mulatos, zambos, negros, indios y mujeres, de 8 a 11 de la noche. Un testigo de la época refiere que, al concluir las reuniones, “... salía esta mezcla de hombres y mujeres por las calles con grande alboroto y escándalo, todo lo que sufría y disimulaba el Gobierno por no poderlo remediar; pues al fin la Sociedad Patriótica se componía de la mayor parte de la república toda armada, y sólo dejaba de comprender en su seno a los que eran conocidos con el connotado de Godos, que se tenían por desafectos y opuestos al sistema de independencia”. Será en su seno donde el joven Simón Bolívar, pasada la medianoche del 3 de julio, pronuncie su primer discurso conocido: “Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviéramos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos decididos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos años de calma, ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos”. La tarde del 5 de julio de 1811, esta piedra fue puesta. El Acta de Independencia, estampada por el Supremo Congreso de Venezuela en el libro de actas que estuvo perdido hasta 1907, es tajante, lúcida y valiente. Tantos meses de dudas entre los augustos representantes parecían haber germinado finalmente en una vigorosa voluntad unánime (salvo por la solitaria contrariedad del clérigo tachirense Juan Vicente Maya) de determinación libertaria.
19 de abril 1810 Instalación de la Junta Suprema de Venezuela
20 de abril 1810 Proclama dirigida a los Habitantes de las Provincias Unidas de Venezuela
Ángel Cabré y Magriña. Relieve 5 de julio de 1811 (detalle). 1911,marmol. Concejo Municipal de Caracas.
11 de junio 1810 Reglamento para la Elección de los Diputados al Congreso General de Venezuela
10 de diciembre 1810 Llegada de Miranda a La Guaira
2 de marzo 1811 Sesión de Instalación del Primer Congreso General de Venezuela
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“Ya tenemos Patria, ya tenemos Libertad”
Martín Tovar y Tovar. El Constituyente del 5 julio 1811. Colección Palacio Federal Legislativo. Asamblea Nacional.
La mañana del 5 de julio de 1811, el presidente del Congreso comunicaba en sesión pública la posición del Ejecutivo, a quien se había hecho consulta al respecto el día anterior, a favor de la Independencia. En pocas horas, efectuadas las votaciones, y teniendo al presbítero Maya como único opositor, el Supremo Congreso declararía, a las tres horas de la tarde, la absoluta Independencia de Venezuela. El júbilo estalló en las barras, ocupadas no sólo por la Sociedad Patriótica sino también por el pueblo asistente, a los gritos de “¡Viva la Patria!”, “¡Viva la Libertad!”. Una manifestación de ciudadanos, a cuya cabeza figuraban Miranda y Francisco Espejo, salió a las calles. Miranda tremolaba en sus manos el pabellón tricolor que en los días siguientes sería adoptado como insignia de la nación. En sesión vespertina, el Congreso ordenó redactar el Acta de Independencia de Venezuela, a manos del diputado Juan Germán Roscio y del secretario Francisco Isnardi. Esta fue
1 de julio 1811 Ley de Declaratoria de los Derechos del Pueblo
discutida y aprobada en sesión el día 7 y refrendada por el Ejecutivo el día 8. Entonces comenzó a ser estampada con las firmas de los 41 diputados hasta mediados del mes. El 14 de julio el Acta se publicó por bando, en medio de una ceremonia en la que izaron la bandera de la Venezuela independiente los dos hijos del prócer José María España, ejecutado por las autoridades monárquicas en el mismo lugar, la Plaza Mayor, 12 años antes. El texto del Acta del 5 de julio no puede leerse sin una emoción a la vez actual y antigua. Los representantes del pueblo de Venezuela denuncian sin cortapisas la opresión sangrienta de la conquista imperial española, y aun tienen la nobleza de omitir mencionar los hechos a fin de mantener la elegancia política. Analizan la irreparable crisis nacional española, desnudan la decadencia de los Borbones y se rehúsan a admitir una nueva dinastía monárquica ilegítima y espuria. Desenmascaran a Carlos IV y a Fernando VII como traidores y cobardes. Se rebelan ante las pretensiones
4 de julio 1811 Discurso pronunciado por Simón Bolívar en la Sociedad Patriótica de Caracas
5 de julio 1811 Declaración de Independencia
de unas cortes que aspiran a seguir dominando en América, de manera inconsulta, en nombre de un “rey imaginario”, y hacen saber al mundo sus intentos de sembrar el caos dentro de un proceso político ordenado y civilista que no ha hecho más que recuperar para su pueblo sus más sagrados derechos. Reivindican para siempre una voluntad popular soberana y una orgullosa dignidad nacional que inscriben a Venezuela entre los países libres del mundo, en condiciones de plena igualdad política y con pleno derecho natural de afirmarse, defenderse y salvaguardarse. El Acta del 5 de julio tiene el valor de una declaración de principios, indiscutibles y perennes, y a la vez de programa político del destino nacional. Ella encierra los fundamentos del proceso independentista de Venezuela iniciado en 1810 y vigente dos siglos después, cuando el pueblo venezolano ha retomado sus riendas y, de frente a las amenazas de los nuevos imperios, sigue dispuesto a jugarse la vida por la causa de su libertad y su felicidad supremas.
30 de julio 1811 Manifiesto que hace al mundo la Confederación de Venezuela en la América meridional