El pueblo venezolano, los pardos,
indios y esclavos, habrían sido testigos,
a lo sumo, entusiastas de los sucesos.
Se les habría consultado desde el balcón
y su rol protagónico habría sido el
de clamar un “¡no lo queremos!”.
La lógica misma de la república representativa
que imperaría sobre Venezuela tras la Independencia pareciera fundarse en esta imagen, quizás manipulada o demasiado
simple, de la Revolución
de 1810.