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QUIÉN SOY YO?
PSICOLOGÍA Y DESARROLLO HUMANO ¿QUIÉN SOY YO?
Aunque para muchos sería sencillo responder a esta pregunta, nos preguntamos si en verdad conocen lo que significa esa realidad llamada “Yo”. Podríamos pensar que el Yo es la conciencia de uno mismo, sin embargo, ya en el siglo XIX se puso de manifiesto la existencia del inconsciente, y con ello estableció las bases de la postura vigente sobre la persona: el hombre no es un ser transparente frente a su propia inteligencia, sino un sujeto carnal, pulsional y oscuro, con una conciencia de sí solo parcial. La conciencia es como poner los objetos (las acciones, las experiencias, las vivencias) en la luz; la conciencia solamente los ilumina para poder verlos y decir: están ahí, están sucediendo y yo soy consciente de ello; los veo, pero eso no significa que los conozco. El papel esencial de la conciencia consiste, entonces, en constituir el lugar del Yo y de la subjetividad. Somos personas no sólo porque seamos conscientes de nuestra actividad, sino por algo mucho más profundo que posibilita ese darse cuenta: por la existencia de un espacio interior en el que vivimos y habitamos, en el que introducimos y arraigamos nuestras experiencias, del que surgen nuestros sentimientos, nuestros amores y nuestros odios y al que vuelven una vez mezclados y enfrentados con el mundo. Es el lugar de la subjetividad. El Yo no puede existir si no es amparado y acogido por la subjetividad. Y la existencia de este espacio es posible gracias a que la segunda dimensión de la conciencia consiste en formar la experiencia vivida, lo que permite al hombre experimentar de modo particular la propia subjetividad. La conciencia tiene, pues, dos dimensiones: una por la que nos damos cuenta de nuestros actos y, otra, la más fundamental, por la que los vivimos interiormente. Existe dentro de nosotros una dimensión de naturaleza psíquica que escapa, al menos parcialmente, al dominio de nuestra conciencia; hablamos del inconsciente, mencionado con anterioridad. Esta dimensión psíquica no consciente de la persona contiene, fundamentalmente, su energía pulsional reprimida. Todos los impulsos rechazados por el Yo-consciente de la persona se acumulan en el inconsciente y allí aguardan, presionando al sujeto, hasta que son liberados de uno u otro modo. Una de las formas de liberación se produce cuando, por las razones que sean, el sujeto suprime la censura que el Superyo impone al Yo y, entonces, los impulsos reprimidos salen a la luz y se ejecutan. Si esto no sucede, buscan salida por medios indirectos como, por ejemplo, a través de los sueños. Cuando los impulsos reprimidos no encuentran ningún tipo de salida, es cuando se producen las patologías. Para comprender un poco mejor estos conceptos diremos, muy brevemente, que el aparato psíquico freudiano esta formado por tres instancias que son el Ello, el Yo y el Superyo. La formación del Yo comienza con el nacimiento, en el primer encuentro con el mundo externo. El YO, ateniéndose al principio de realidad, trata de ajustar las pulsiones del ELLO (dominado por el principio del placer) a las exigencias del SUPERYO (dominado por el deber moral). Su papel, por tanto, es interceder entre los impulsos y deseos instintivos, por un lado, y las presiones morales, por otro, fuerzas a menudo inconscientes; y entre éstas y las exigencias del medio externo. Vemos con esto que el Yo tiene un importante papel mediador y regulador para mantener las partes “contentas” y lograr un funcionamiento adecuado y armónico. Un acto del Yo es correcto cuando logra satisfacer al mismo tiempo las exigencias del Ello (principio del placer), del Superyó (restricción de satisfacciones) y de la realidad (principio de realidad); es decir, si logra conciliar mutuamente las respectivas pretensiones de un individuo. El resultado es el logro de un equilibrio, el cual se traduce en una adaptación óptima. Por lo tanto, las funciones yoicas son componentes del psiquismo, capacidades ejecutivas que fortalecen el yo para la adaptación e interacción del individuo al medio ambiente, procurando liberarlo de ansiedades y ayudando a sortear dificultades. Muchos autores han enumerado y discutido las distintas funciones del Yo, sin embargo, se han reconocido doce funciones yoicas que cumplen con cierta labor en las interacciones del individuo con el medio ambiente y consigo mismo; a continuación, dichas funciones: 1.- Prueba de realidad: es la encargada de distinguir entre los estímulos internos y externos, para que no se distorsione la percepción y por consiguiente la realidad del individuo; incluye la capacidad del individuo para orientarse en espacio, tiempo y persona. 2.- Juicio: se refiere a la capacidad para anticiparse a las posibles consecuencias de conductas que se intentan o se realizan, es una función social que permite al individuo interactuar con el medio social. 3.- Sentido de realidad del mundo y del sí mismo: se refiere a la medida en que los eventos externos son experimentados como reales y reconocidos por el individuo como parte de él; que su cuerpo o partes de éste le pertenecen sin llegar a un proceso de despersonalización caracterizado por la pérdida de la realidad, los déjavu y alguna experiencia disociativa; otro aspecto es que esta función regula la autoestima. 4.- Regulación y control de instintos, afectos e impulsos: se refiere a la capacidad del Yo para manejar y reprimir los impulsos que lo impactan, la expresión, sublimación y canalización de los mismos, así como el
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Victoria Molina / Psicoterapeuta
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grado de tolerancia a la frustración. 5.- Relaciones objetales: constituyen una complicada función del Yo que comprende tanto el grado como la manera de relacionarse con los demás. Se refiere al grado en que los demás son percibidos como entidades separadas de él, así como la medida en que las relaciones presentes están influidas y modeladas por las relaciones infantiles del pasado; su capacidad para establecer y mantener relaciones interpersonales. 6.- Proceso del pensamiento: esta función se refiere a la capacidad para pensar con claridad y se manifiesta plenamente a través de la habilidad para comunicar los pensamientos de manera inteligible. La adecuación de los procesos que guían y sostienen el pensamiento, tales como la atención, la concentración, la formación de conceptos, el lenguaje y la memoria. 7.- Regresión adaptativa al servicio del Yo: esta función posibilita la relajación de la agudeza cognoscitiva y la modalidad del proceso secundario del pensamiento, es decir, el regido por la realidad, permitiendo, por tanto, el surgimiento de formas de ideación inconsciente y preconsciente más movibles; ante situaciones de mucho estrés el individuo puede presentar una regresión a otra etapa de su desarrollo para sobrellevar dicha situación para después volver a la etapa actual. 8.- Funcionamiento defensivo: se considera el funcionamiento defensivo como una función binaria que incluye el grado en que las defensas tienen éxito en la reducción de afectos disfóricos en el individuo y el grado en que las defensas mismas le permiten una adecuada adaptación en la conducta. 9.- Barrera a los estímulos: es la tolerancia del individuo para la sensibilidad y la conciencia de la estimulación sensorial, y la manera
en que el individuo responde a diferentes grados de estimulación que lo puede conducir a la desorganización y el aislamiento si su umbral de barrera a los estímulos es bajo. 10.- Funcionamiento autónomo: se refiere a dos tipos de funciones, las funciones autónomas primarias, que incluyen la percepción, la atención, la inteligencia, la memoria, el lenguaje, la sensación y la expresión motora; y la autonomía secundaria, la cual se refiere a los hábitos, las habilidades y patrones de comportamiento que tiene el individuo. 11.- Funcionamiento sintético – integrativo: esta función se puede describir en términos de dos componentes principales. El primero se refiere a la capacidad para integrar experiencias potencialmente discrepantes o contradictorias, tales experiencias pueden ser conductuales, psicológicas o ambas. El segundo componente de esta función es la capacidad para interrelacionar e integrar experiencias psíquicas o conductuales que necesitan no ser contradictorias, es congruencia entre lo que la persona piensa, dice y actúa. 12.- Domino – competencia: se relaciona con la capacidad del individuo para dominar su medio con respecto a sus recursos. Los recursos se incluyen en las otras funciones del Yo y en ésta se encuentra el grado en que es utilizado el caudal del Yo del individuo en su interacción con su medio y la resolución de problemas de una manera adaptativa. Cabe mencionar que las fun-
ciones del Yo pueden verse influen-
ciadas por las pulsiones del Ello, o por factores del Superyo, así como que también existe cierto grado de superposición entre las distintas funciones del Yo, por ejemplo, un juicio crítico sólido requiere tanto de un buen contacto con la realidad como de un buen control de los impulsos. Las funciones del Yo determinan la interacción del individuo consigo mismo, con las demás personas y con su medio ambiente; el respeto a las normas y reglas establecidas, su conducta, emociones y personalidad en general, cuya finalidad es alcanzar una adaptación al medio interactuando de forma adecuada y sin conflictos. Para concluir podemos decir que el Yo es el centro unificador de la persona humana; gracias al Yo también somos sujetos. Al tener una actividad unificada y unitaria, y al ser, mediante el Yo, dueño de mí mismo y responsable de mis acciones, tomo conciencia de mí como una entidad diversa del mundo y enfrentada a él. Aunque el Yo es una realidad central para la persona y el principal responsable de su permanencia e identidad,
existe todavía una realidad más
radical que el Yo: la misma persona. Cuando el Yo se oculta y desaparece, la persona sigue subsistiendo. Cuando pierdo el conocimiento, cuando duermo, en las fases embrionarias de mi vida o en las terminales cuando puedo perder el dominio sobre mí, sigo siendo una y la misma persona. El Yo sólo tiene sentido en la persona. No es un absoluto que subsiste en sí mismo, sino una propiedad del ser personal por el que éste toma conciencia de sí en su mundo subjetivo y único.