4 minute read
UN CANTO POR LA VIDA
“Toda la existencia de Jesús es un ejemplo de biofilia, experiencia gozosa y redentora, generadora de amor, salud integral y liberación”
uvimos la oportunidad
Advertisement
Tde escuchar estos conceptos y una gran riqueza de propuestas en torno a ello, en fecha reciente, durante el Retiro Espiritual celebrado por el P. Silvio Marinelli, desde el Centro San Camilo. Esto significó una llamada a la congruencia y a la necesidad de crecimiento de nuestra propia comunidad, una exhortación a reflexionar y a cuestionar el tipo de relación que vivimos; a atrevernos, también, a construir y estructurar una genuina comunidad, más sanadora y evangélica; a caminar con mayor virtud-sanante, dos palabras que, juntas, nos permiten comprender que Jesús es anuncio, y al mismo tiempo ofrecimiento de sanación. Seguir sus pasos, es entrar, decididamente, en la dimensión sanadora de la experiencia cristiana. Vale la pena reflexionar y considerar la necesidad de construir co-
munidades de mayor y más genuina
fuerza sanadora, que trasciendan el individualismo en aras del “nosotros”. La invitación es a cuestionar nuestra realidad actual, caracterizada por un mundo en el que el hombre ¡sálvese el que pueda! se amuralla en sí mismo, se aísla de todo lo demás, se enconcha en un narcisismo maligno (Fromm) que le hace renunciar al prójimo e instalarse en el egoísmo. Afortunadamente, siempre se deslizará, en medio de la tormenta, la voz del amor filial que, como el mar sobre la playa, limpiará con sus olas y su espuma, las arenas humanas, tocadas por el sol de la gracia, haciéndolas brillar como lentejuelas en un amanecer. Porque, “los hombres no son islas” dice Thomas Merton (19151968)), monje trapense, teólogo y escritor, quien, en su libro del mismo título, “Los hombres no son islas”, escribe: “Los hombres somos miembros de una raza que está proyectada para ser un organismo y un «cuerpo». Mis logros no son míos: el camino para llegar a ellos fue preparado por otros. El fruto de mis trabajos no es mío, pues yo estoy preparando el camino para las realizaciones de otros. Tampoco mis fra-
casos son míos, sino que pueden derivar del fracaso de otros, aunque también están compensados por las realizaciones de esos otros. Por tanto, el significado de mi vida no debe buscarse únicamente en la suma total de mis realizaciones. Sólo puede verse en la integración total de mis logros y fracasos, junto con los éxitos y fracasos de mi generación, mi sociedad, y mi época. Pueden verse, sobre todo, en mi integración dentro del misterio de Cristo…”. ¿Qué papel juega aquí el amor? Hablamos del amor ágape, es decir el amor como la plenitud de la espiral ascendente que plantea Diotima-Sócrates, (V a.C.), en “El banquete de Platón”, un amor que avanza, evoluciona y se nutre de lo bueno y lo bello, orientación que engendra virtudes, camino que conduce hacia la plenitud de la contemplación divina. Es Agustín, obispo de Hipona, (IVdC) quien, en su concepción neo-platónica, repetirá: “Ama y haz lo que quieras: si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor…”. Para Agustín, el amor es, entonces, absolutamente central. Y es Agustín quien incorpora un elemento nuevo en su visión cristiana del amor ágape, ya que el amor cumple la misión de ha-
bilitar un lugar en el que todos
los seres humanos, sin excepción alguna, tengan cabida, y en el que nadie, nunca, quede excluido. Hay sitio y alimento para todos. Estamos hablando de la superación de los vínculos personales, en aras de una comunidad que acoja en su seno, amorosa y sin prejuicio alguno de creencias, orientación política, razas o prejuicios sociales, congregada en el amor. Una comunidad “que se habla a sí misma”, que estrecha sus lazos, que se comprende y se acepta, que se reafirma en la fe de unos hacia otros, y en el objetivo común y compartido de alcanzar una vida más plena, gracias al poder sanador de Jesús, al valor curativo de su palabra, y a la fuerza de su acción-presencia viva, a través de los sacramentos. Ello significaría la concreción de un remanso en el que podemos descansar, sentirnos seguros, confiados, parte de un proyecto que nos hermana. Así, siguiendo los pasos de Jesús que… pasó su vida haciendo el bien y sanando a todos (Hechos 10, 38) será posible estructurar una comunidad cristiana, fuente de salud integral, recuperando, como fue mencionado: “la conciencia de su misión sanadora”. Y, en esta difícil coyuntura que nos ofrece el 2022, en la que el mundo entero se ve amenazado por distintos factores, entre otros, por la lucha absurda e idólatra del poder y del dinero… ¡qué falta nos hace el calor del amor cristiano!: desinteresado, generoso, compartido… para que nuestro mundo… ¡no se nos muera de frío!