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BIOÉTICA Y HOMOSEXUALIDAD

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SI FUERA MI CASO

SI FUERA MI CASO

La problemática de la orientación y comportamientos homosexuales es muy antigua, pero

en estos años ha recibido un énfasis

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particular, derivado de situaciones de orden epidemiológico y cultural. Por una parte, se ha impuesto la relevancia de la homosexualidad, mayormente en lo relacionado a las enfermedades de transmisión sexual, y sobre todo del SIDA; por la otra, algunos grupos de opinión han buscado homologar desde el punto de vista ético-psicológico, la mencionada situación con la heterosexualidad. En campo teológico, sobre todo en Estados Unidos, la homosexualidad ha constituido un campo de candente

debate sobre la imputabilidad moral o la justificación

total del comportamiento homosexual en el ámbito de la moral católica,. Podríamos dar la siguiente definición sobre homosexualidad, compartida por múltiples autores: consiste en la desviación de la atracción afectivo-sexual, por la cual el sujeto lleva a cabo, eventualmente, relaciones sexuales con personas del mismo sexo. En lo tocante al origen del fenómeno, la cuestión no está del todo clara; se han formulado fundamentalmente tres hipótesis: a) que sea una modalidad clínicamente indiferente; b) que se deba atribuir a una desviación de la línea de los finalismos biológicos; c) que se trata de una desarmonía psico-sexual de la persona, cuyo origen debe ser buscado en la red de sus relaciones afectivas y sociales. En ésta última interpretación prevalece la opinión del carácter adquirido y no hereditario de la homosexualidad. Debe estar fuera de duda que el sexo, como estado morfo-funcional del individuo, es de por sí un elemento que condiciona el surgimiento de la sexualidad, entendida en su dimensión somática, psíquica y espiritual,

pero es también verdadero que ésta recibe influencias

decisivas de otras fuentes, que - para el logro de plena y ordenada madurez - deberán integrarse con las provenientes del sustrato biológico. Sin embargo, siendo obvia 24 SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2020

la exigencia de una integración de los niveles biológico, psíquico y espiritual, al día de hoy no es posible determinar la extensión y el límite de estas influencias. A quien considera que la educación de los padres en la primera infancia y en la niñez es fundamental para la especificación y diferenciación de las actitudes mentales por medio de las cuales la persona en desarrollo es incentivada a actuar de conformidad con los modelos reconocidos como masculinos o femeninos según corresponda a su determinación biológica de nacimiento, se oponen justamente aquellos que retienen este último factor como decisivo. La divergencia de opiniones se hace más evidente, precisamente por el desacuerdo sobre la etiología de la homosexualidad: a aquellos que van a la búsqueda, en el surgimiento de la homosexualidad, de alteraciones orgánicas - del factor hereditario al déficit hormonal y a la alteración de la estructura del hipotálamo - se contraponen aquellos que consideran que los responsables del surgimiento de una tal tendencia sean el ambiente educativo (relación inexistente o equivocada entre hijo/ hija y padres) y los grupos sociales que se frecuentan. Un descubrimiento científico reciente, bastante cuestionado, además de validar la hipótesis genética, resolvería la homosexualidad con una dismorfología. Sería evidente una diferencia estructural del lóbulo cerebral sx entre un heterosexual y un homosexual del sexo masculino. En el heterosexual, las dimensiones serían mayores; mientras en las del homosexual existiría una similitud con las femeninas. La mayoría de los investigadores sostiene que el

origen de la homosexualidad es complejo y multi

factorial, al grado de pensar que el potencial biológico interactúe con fuerzas psicológicas, sociales, culturales y situacionales para producir tal condición. Es menester analizar los componentes psicodinámicos afectivos de los primeros seis años de vida y, en parte, de la segunda infancia; para después ver cómo el

problema se propone en la adolescencia. Después del nacimiento -y por los primeros tres años de vida- sea los hombres que las mujeres están orientados afectivamente hacia la madre, mientras que hacia el cuarto año de vida los sujetos entran en la fase que algunos llaman edípica. Los varones acentúan su enamoramiento por la madre; las mujeres en cambio, se desenamoran de la madre para orientarse, decisivamente hacia el padre; tales tensiones se vuelven insoportables hacia los seis años. Para poner fin al conflicto, se activa el llamado proceso de resolución: el niño se identifica fantásticamente con el padre y la niña, lleva cabo el mismo proceso con la madre. La mencionada identificación obtiene al menos dos importantes resultados: el primero, es el de poner fin al conflicto con el padre del mismo sexo; el segundo, consiste en poner

las bases para la propia identidad sexual y la corres

pondiente orientación. Sin embargo, puede suceder que el padre con el que debería efectuarse la identificación resulte inadecuado.

En el sentido que - desde el punto de vista subjetivo del hijo/hija - dicho padre/madre no cuenta con las características pico-físicas idóneas para activar dicho proceso. Es necesario confirmar que la mencionada no idoneidad se da únicamente desde el punto de vista del hijo/hija. El padre, de hecho, puede ser el mejor; pero puede existir una situación en la cual el hijo/hija, por aspectos de carácter, absolutamente independientes del comportamiento de los padres, no encuentre aquello que instintivamente busca. Si la fase edípica no se resuelve, es decir, si la identificación con el padre del propio sexo no se da, se pueden dar tres situaciones: a) el sujeto completa su proceso de identificación en tiempos sucesivos, incluso de los 7 a los 9 años, asumiendo como modelo integrador otras figuras adultas familiares o extrafamiliares, sin consecuencia alguna para la edad adulta; b) el sujeto no encuentra ni siquiera en el ambiente extrafamiliar modelos adultos idóneos y se queda estancado en las dinámicas afectivas edípicas: sigue que, en edad adulta, podrá presentar actitudes afectivas infantiles, de apego al padre complementario, y ser personas inmaduras, con graves efectos sobre el comportamiento afectivo y sexual; c) el sujeto no logra resolver la situación edípica con sus conflictos y

vuelve atrás en una especie de narcicismo primario

pre-edípico. En el último caso se activan las premisas de una orientación afectiva homófila: el sujeto se conoce a sí mismo; se ama a sí mismo; teme lo diferente; se orienta con quien está hecho como él o ella. Tal regresión, si bien representa la premisa para un desarrollo de comportamientos homosexuales, no es aún la causa única eficiente y suficiente: de hecho, la premisa debe ser reforzada, eventualmente, durante la adolescencia. Puede suceder, que el sujeto predispuesto de esa manera no encuentre, ni siquiera en este período, sujetos adultos con los cuales identificarse, o incluso encontrar coetáneos o adultos homosexua - les: en este caso la lejana premisa es confirmada y se activa un proceso que, con toda probabilidad, dará lugar a una orientación homosexual hasta llegar al comportamiento de marras. Es importante tener presente que con el término homosexualidad se indican una serie de situaciones de desorientación sexual, que se presentan fenomenológicamente en diverso grado. Se pueden de hecho distinguir los homosexuales esenciales de los homosexuales ocasionales: los primeros están más circunscritos a la compulsividad del instinto; los segundos buscarían el encuentro sexual por motivaciones más superficiales, como la búsqueda de sensaciones insólitas o extravagantes, o por instinto de aventura.

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