Bogota cuenta las artes

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Alcalde Mayor de Bogot谩 Gustavo Petro Urrego Secretaria de Cultura Recreaci贸n y Deporte Clarisa Ruiz Correal Instituto Distrital de las Artes - IDARTES Director General Santiago Trujillo Escobar Subdirectora de las Artes Bertha Quintero Medina


CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

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SANTIAGO BETANCOURT CORTÁZAR El gato que mide nuestra visión

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WILLIAM FELIPE CARDONA PULIDO La obra malograda. Una retrospectiva de algunos proyectos literarios frustrados del siglo xx

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Luis A. Calvo, el pájaro que trina en la ciudad del dolor

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MARÍA MARGARITA ECHAVARRÍA RUIZ El baile que choca CARLOS ORLANDO FINO GÓMEZ La vena literaria de «Timochenko»: los clásicos griegos en las montañas de Colombia

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ADRIANA GONZÁLEZ NAVARRO Réquiem por el sistema

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LUÍS ENRIQUE IZQUIERDO REYES La etiqueta Vilela

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Contingencias entre formación de escritores e industria cultural

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INTRODUCCIÓN

El Instituto Distrital de las Artes, adscrito a la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte, ha venido buscando convertir nuestra ciudad en una realidad expresiva desde las artes para que todos y todas podamos hacer posible nuestra ciudadanía cultural como creadores y espectadores activos; en simultáneo, se ha querido ampliar y diversificar la oferta artística de la ciudad y fomentar la conversación pública sobre las artes. Para hacer posible esta última idea en el año 2012 se programó un taller en tres etapas sobre periodismo cultural y crítica para las artes. Para hacerlo posible se vinculó al CENTRO DE ESTUDIOS EN PERIODISMO –CEPER- de la FACULTAD DE ARTES Y HUMANIDADES de la UNIVERSIDAD DE LOS ANDES y a la FUNDACIÓN ARTERIA. IDARTES llevó a cabo una convocatoria abierta a los bogotanos que quisieran participar en el taller/beca de creación en periodismo de artes y cultural. Llegaron más de 400 bogotanos quienes asistieron a 4 conferencias con el cineasta Felipe ALJURE, el artista Lucas OSPINA, el periodista Omar RINCÓN y el director de IDARTES Santiago TRUJILLO. Luego 160 participaron en talleres prácticos con periodistas y artistas en seis áreas: artes plásticas y visuales, arte dramático, danza, audiovisuales, literatura y música. Estos ejercicios vinculaban, en simultáneo, a artistas y periodistas como asesores. Los conceptos y saberes fueron aportados por los artistas Jaime IREGUI, Juan MEJIA, Raoul PARRA, los analistas culturales Gilberto BELLO y Pedro Adrián ZULUAGA, el músi-


co Óscar ACEVEDO, los escritores Juan Diego MEJÍA, Marta ORRANTIA y Juan David CORREA. Y para hacer las historias participaron los periodistas Alberto SALCEDO, Martha RUÍZ, Alejandra DE VENGOECHEA, Margarita MARTÍNEZ, María Paula MARTÍNEZ y Alejandro GÓMEZ. Al final se les invitó a enviar un texto periodístico en cualquier género y un jurado seleccionó 6 autores y 8 piezas. He aquí en este texto digital las 8 piezas ganadoras. Tres apuntes antes de las historias seleccionadas en este Concurso:

1. Si se inscribieron más de 400 ciudadanos esto puede indicar que a los

bogotanos les gusta la crítica cultural (o que no están contentos con el periodismo cultural que se hace en la ciudad).

2.

Se reconoce que hay desbalance en el acercamiento y familiaridad entre las diversas artes: mientras la mayoría quieren ser periodistas o críticos de cine y música, pocos quieren hacerlo en la danza, el teatro o las artes plásticas, y en literatura más que hacer periodismo o crítica cultural, buscan escribir.

3. Hacer buen periodismo cultural es una tarea difícil ya que la mayoría

quiere hacer crítica o ensayística de las artes y la cultura, pocos quieren hacer periodismo en cuanto tal: ese de géneros diversos, ese de investigar más que opinar, ese de fuentes y contextos más que de moralizar sobre buen o mal gusto. Y a leer… (y criticar) PD. Las buenas ideas son de los participantes, las malas ejecuciones corresponden a los productores Cristina Lleras (IDARTES) y Omar Rincón (CEPER, UNIANDES).



EL GATO QUE MIDE NUESTRA VISIÓN SANTIAGO BETANCOURT CORTÁZAR

Que a los veinte años un artista colombiano consiga a un mecenas para que lo financie por un año, es meritorio; que al final de este lapso se organice una exposición con todos los cuadros que el artista logre crear, es admirable; que el mecenas considere que el arte de quien apoya puede ser comercializado, es maravilloso; que el artista al que se le está impulsando tenga una discapacidad cognitiva, es extraordinario. Esto le está sucediendo a Emilio Morales un bogotano que descubrió en los cuadros que pinta una manera propia de expresar, de hacer arte y de maravillar a quienes tienen la oportunidad de llegar a su obra. Emilio es de baja estatura, robusto sin ser obeso, su brillante cabellera castaña, su piel bien cuidada y sus cachetes sonrojeados muestra buena salud. Lo que impacta al verlo es su eterna sonrisa, su mirada clara y expresiva y ese halo que envuelve a los seres iluminados, que pareciera que flotan en el mundo de los mortales, que emanan fuerza sólo con verlos, es como si un manto espiritual lo cobijara, lo protegiera. Emilio lleva tres años estudiando Artes Plásticas en la Fundación Arte sin Fronteras en el programa, aprobado por la Secretaría de Educación, llamado Arte y Talentos Especiales que es un programa creado para seres con síndrome de Down, autismo, retardo mental y síndromes asociados. “La capacidad mental en condición de discapacidad es mayor o superior del promedio. Esto se debe a que, según un estudio clínico de la Uni-


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versidad Nacional y de la Escuela Colombiana de Rehabilitación, se demuestra que en los lóbulos del cerebro cuando falla la parte lógica y de comportamiento (lóbulo izquierdo) como es el caso en quienes presentan estos síndromes de discapacidad cognitiva, el otro lóbulo se potencia, el derecho el de la creatividad tiende a amplificarse. El cuerpo humano tiene la necesidad de emparejar, por eso el lóbulo derecho se amplifica”, así lo manifestó Carlos Guerrero, director de la Academia de Artes Guerrero y de la Fundación Arte sin Fronteras. Emilio, sin saberlo, llevada en sí el arte, pues el síndrome que padece y que le impide comunicarse como normalmente vemos a los seres humanos comunicarse, en él la necesidad de expresar la canalizó completa en los cuadros que en su mayoría son con la técnica de vinilo. Si vemos El Gato, por ejemplo, el cual se puede apreciar hasta septiembre en el Centro Comercial Santana, se nota la figura abstracta de un gato elegante, con sus garras y cola erguida, pero también se ve a Miró y a Picasso asomarse en los intensos trazos azules y rojos, se siente la emoción y la pasión de un ser vivo. Todos los cuadros de Emilio tienen su sello personal, hasta el logo de la Fundación es una firma de Emilio. “Ellos ya tienen su estilo propio. Lo que los artistas se demoran en conseguir y unos no lo logran, ellos lo tienen de una manera innata”, aseveró con marcado acento Carlos Guerrero. En la Fundación hay 37 artistas con discapacidad cognitiva recibiendo clases con profesores que también dictan cátedra en universidades como los Andes, Nacional o la Tadeo Lozano. Andrea Barrios, profesora en Artes Plásticas dijo que ellos tienen una libertad creativa que uno pierde por acondicionamiento o por el contexto. Son muy libres y es sorprendente la creatividad, la gente normal no la tiene. Bien, esa capacidad artística está siendo cada vez más apreciada. En la actualidad está en Estocolmo Andrés exponiendo su obra, el año anterior representaron a Colombia en la Feria del Libro de Quito Lorna Bonett y Ana María Navarro quienes llevaron sus obras y fueron financiadas por el Ministerio de Cultura, así mismo, también en Quito estuvo Ana María Navarro, autora digital quien impresiona con su estilo basado en los sueños que tiene. De igual manera, Juan Felipe Díaz, se presentó de manera individual a competir con más de 120 muralistas en una convocatoria de la Alcaldía de Bogotá y ganó. Próximamente veremos en una esquina de la ciudad un mural crea-

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Santiago Betancourt Cortázar

do y pintado por este joven que desde niño padece un retardo mental y con esfuerzo, tenacidad, responsabilidad y absoluta fe en sí mismo ha logrado demostrar que el arte corre por sus venas. Igual es el caso de Lorna cuyas obras fueron seleccionadas en el Salón Regional de Artistas y se alista para el Salón Nacional de Artistas, no en categoría para discapacitados sino de tú a tú con destacados pintores del país. Además, su obra está expuesta hasta octubre en Banco de la República. No es cuestión de superarse, sino que tienen capacidades especiales, Lorna y Juan Felipe son asistentes de docentes en clases formales en la Academia de Artes Guerrero, la academia de arte más grande del país que cuenta con 1.200 estudiantes, 200 profesores y una reconocida trayectoria por 25 años en el arte nacional. Otro grupo de estudiantes con discapacidad cognitiva van a Finlandia, Noruega, España y Dinamarca el próximo mes invitados por esos gobiernos para que presenten sus obras y su experiencia. Claro está que como el arte no es sólo pintar bonito, se requiere que genere ingresos y en eso está empeñado todo un grupo de profesionales que pretenden que los trabajos de estos artistas les permitan contar con entradas que los hagan autosuficientes. “No se busca una visión asistencialista, se espera que los autores tengan regalías de por vida”, indicó, Esperanza Buitrago, Asistente de Mercadeo de la Academia de Artes Guerrero. Para ello se han elaborado una amplia gama de productos utilitarios como agendas, calendarios, cuadernos, mugs, cojines, stikers, separadores, afiches, entre otros, todos estampados con las obras de los artistas de la Fundación y se están vendiendo en la tienda en la Academia, en exhibidores temporales en Centros Comerciales y, próximamente, en todas las librerías Panamericana del país se contará con una góndola de exhibición propia para que quienes se interesen en el arte adquieran estos productos y esto les genere regalías de por vida a los autores. “Se busca darlos a conocer en programas especializados de comercialización y en proyectos como Venture, Emprendedores y Plan de Negocios. Se espera que llegue a puntos donde la gente los conozca, lo reconozca y los valore como el producto de un artista”, indicó Andrea Millán directora de Desarrollo de Proyectos – Diseño gráfico de la Academia. Pero claro, también está el sector empresarial en un proyecto de esta magnitud. En agosto se realizó la Primera Rueda de Proyectos Socialmente Responsables con el apoyo de Analdex, Fenalco y Aiesec donde se dieron cita importantes representantes del sector empresarial del país y conocieron el trabajo de estos artistas con discapacidad cognitiva. Según Manuel Na-

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varro, gerente de proyectos de tecnología de Palmtree, empresa dedicada a la gestión empresarial, “Al apoyar a una fundación la empresa obtiene unos beneficios muy puntuales en ahorro de impuestos, el estado hace el descuento. Lo segundo, la visión de la empresa se encamina a ayudar a personas con discapacidad y se debe difundir esta experiencia porque aporta y fortalece el sentido social de una empresa”. Sin lugar a dudas, si el sector empresarial del país se involucra en este proyecto se va a generar un interés especial en el arte y esto tendrá rendimientos económicos, puntualizó. Emilio hoy recibe más de 800 mil pesos en regalías por sus obras, pero lo que más lo emociona es recibir el afecto y admiración de su familia. Si antes un ser con discapacidad cognitiva podría ser relegado y era una carga para los parientes, hoy el arte los reivindica, los hace valederos para una sociedad y admirados por quienes antes los despreciaban. “Todo es cuestión de afecto. El arte es un catalizador de la expresión humana, el arte sirve para expresar. El arte tiene la capacidad de transformar a la sociedad”, comentó Carlos Guerrero al recordar a su hermano Víctor, pues llevado por el afecto hace 25 años comenzó a enseñarle a pintar y a pesar de su retardo presentaba capacidad innata, esto lo llevó a crear la Fundación pues si su hermano pudo otros también lo lograrían. Igual le sucede a Franci Castro, hermana de Karla “Ella tiene mucho que decir. Desde el arte ella aprende a ser individual. Mi hermana será pronto una artista reconocida y exitosa”. “Somos una gran familia que trabaja unida con ideales altruistas, es sobre la convivencia humana. Somos humanistas y el resultado hace de nosotros vidas mejores, Hay que reelaborar las relaciones entre los seres humanos, tener posiciones de vida. El mundo es el ser humano, sin protagonismo”, dijo Carlos Guerrero mirando una obra de uno de los artistas que ayudó a formar y el autor, Emilio, lo mira con profundidad, con orgullo y deja escapar una sonrisa tan sincera como la verdad que lleva dentro y el sentimiento que aflora con fuerza en sus creaciones.

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LA OBRA MALOGRADA Una retrospectiva de algunos proyectos literarios frustrados del siglo XX WILLIAM FELIPE CARDONA PULIDO

La palabra proferida es palabra para siempre desterrada. La hija entrañable que sale gustosa a la luz del mundo asume un destino inexpugnable para el padre. El azorado escritor, indiferente al hecho de ser el escudero de campañas inútiles, se pasa la vida salvando a su criatura del anonimato: la rescata de papeles olvidados y conversaciones disolutas, la acicala como digna compañera de sus derrotas morales, además de no escatimar en esfuerzos para procurarle una existencia más o menos holgada en sus anaqueles literarios. Mientras duran estos arrimos y desbandadas, estas idas y venidas, la palabra a lo menos se asegura un refugio contra el olvido. Pero basta que al escritor se lo lleve el diablo en sus correrías para que sus crías gramaticales queden a la deriva. Si al rescate de estos manuscritos no acude ese personaje de corte convencional que es el amigo cercano del autor, poco se puede hacer para redimirlas. Es harto conocido que la historia de la literatura está colmada de estos deslices infames, donde no hay mecenazgos y la muerte se lleva al escritor con todo y obra.


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El maletín en la frontera Walter Benjamin, ese judío enjuto capaz de desentrañar los hilos soterrados de la comedia humana, es el ejemplo más tangible de esas pérdidas irreparables. El mundo que admiró sus ensayos y lo consagró como uno de los pensadores más ambiciosos del siglo XX, hecha de menos la gran obra en la que trabajó toda su vida. Por cartas sabemos que este proyecto apocalíptico, que titularía el libro de los pasajes, preparado con tesón de amanuense día a día en la biblioteca de París, iba a generar una crisis sin precedentes en el pensamiento filosófico y político de Europa. Se perfilaba como el pastelazo definitivo para un tiempo de contradicción en que accedían los ciegos nacionalismos y el hombre sucumbía en los recovecos horrendos de su irracionalidad. Los detractores del pensamiento, que por un azar difícil de comprender casi siempre hacen parte del régimen castrense, estuvieron tras Benjamin por largo tiempo, y conscientes del peligro de que una obra de ese talante fuera publicada buscaron la manera de destruirla. Finalmente llegó el día esperado. En septiembre de 1939, Benjamin, huyendo de la cazería de judíos que los nazis adelantaban en Francia, cruzó a pie los Pirineos hasta llegar a la frontera con España. Sus compañeros de viaje relataron años después, que durante la travesía el extraño escritor reducido por la enfermedad, no dejaba de repetir: “lo principal es salvar el manuscrito, es más importante que mi propia persona”. El judío abrazaba el maletín que llevaba a cuestas y continuaba su trasiego por las faldas escarpadas repletas de viñedos con la esperanza de llegar a salvo a la tierra del Cid. Sin embargo el destino le jugó una canallada y las autoridades francesas retuvieron al grupo en pueblo fronterizo de Port Bou el 25 de septiembre. Los militares se mostraron condescendientes y como oscurecía permitieron a los detenidos pernoctar en un hotel del pueblo para emprender el regreso a París al amanecer.

El escritor se encerró en su alcoba reducido por tan desoladora circuns-

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tancia. Al día siguiente, los militares subieron al hotel y le golpearon para que saliera. Como nadie respondía tuvieron que forzar la puerta. Encontraron a Benjamin acostado en su cama. Le tomaron el pulso, era demasiado tarde, el corazón le había estallado tras una sobredosis de morfina. Nunca más se supo del maletín y su contenido.

El Crimen fue en Granada Muy cerca en tiempo y en espacio, la ciudad de Granada, emporio de arabescos, bulerías y tendidos, recibe a su poeta. Federico García Lorca viene de Madrid, sus gentes lo llenan de agasajos y son pocos los que notan el ánimo maltratado con que llega el hijo emérito. Pasan los días y con delicias histriónicas el poeta disimula su zozobra. Canta e hincha a sus interlocutores con sus chascarrillos legendarios. Sin embargo, muy en el fondo, un sentimiento se empoza. Federico se persigna en las sombras, presiente que el final se acerca. No en vano, el 13 de julio de 1936, antes de emprender el que sería su último viaje a Granada, el poeta da a su amigo y protector Rafael Martínez Nadal en un café de Madrid, una carpeta con sus manuscritos. “Me voy a Granada y que sea lo que Dios quiera. Toma, Guárdame esto. Si me pasara algo lo destruyes todo. Si no, ya me lo darás cuando nos veamos”. Los textos que Martínez guardó con recelo fueron publicados 45 años después, se trataba de la última obra de teatro de Federico: El público. Sin embargo, lo llamativo de esa última conversación fue lo que Federico le dijo a Martínez Nadal y que más tarde en Granada confirmó a Luis Rosales. El cantor de los marginales preparaba su obra magna. Decía con la avidez que lo caracterizaba, que el libro sería el proyecto más ambicioso en la historia de la poesía española. Como es sabido el poeta no pudo gestionar la publicación del manuscrito. No pasaron muchos días para que los falangistas celebraran en las cantinas de Granada haberse bañado con la sangre de Federico. Tragado por las tierras celosas de Fuente Vaqueros, el poeta se llevaba consigo los versos de Adán, un poema épico de sangre similar al paraíso perdido de Milton. Una pérdida considerable sin duda.

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Otro librito empantanado Esa voracidad de la tragedia no concibe censuras geográficas. De las innumerables escenas del infortunio local, cabe destacar la que protagoniza Andrés Caicedo, ese escritor vallecaucano fascinado por las parábolas tropicales de la juventud caleña. Los escrúpulos de la sociedad colombiana del decenio 70, que resistió a punta de camándula y lotería política a la andanada juvenil que se abalanzaba sobre el mundo por esos años, fueron la pauta para que Andrés concibiera una obra desinhibida y mordaz que le costó el apelativo de escritor maldito. Andrés, el demonio de las anfetaminas, asumió de tal manera su rol en la disidencia que ya le era imposible pensar en la salvación. Marcado por esos titubeos malsanos pero deliciosos que conllevan a la autodestrucción, acabó como sus ídolos del rock, inmolado con eléctrica agonía en la plaza de la fama. En el año 2007, cuarenta años después de su desaparición, su amigo Sandro Romero y su hermana María Victoria decidieron rescatar sus papeles inéditos. Cuando entraron al cuarto se dieron cuenta que las cosas del escritor estaban como el las había dejado. La familia con suficiencia inquebrantable había hecho todo lo posible para negar la muerte del ser querido. ¡Andrés está de viaje, en cualquier momento llega y no le gusta que nadie le toque sus cosas¡ De esos papeles inéditos nació el cuento de mi vida, una especie de diario que el escritor había elaborado desde su temprana adolescencia. Pero como lo que importa aquí es revelar la parte de su obra que se perdió, tenemos que fijarnos en un aparte del texto donde Andrés confiesa que está próximo a editarse un libro al que ha dedicado por muchos años durante 5 horas diarias. Era una novela que pensaba llamar “Despescuezanarizorejamiento”. El texto sigue desaparecido.

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La estela de Otraparte Fernando González llamó a su casa de Envigado “Otraparte”, con la vehemente intención de que su espacio vital escapara a las convenciones geográficas. Sólo nos basta esta burla a lo concreto para darnos cuenta del carácter disidente del escritor. El brujo, como se hacía llamar, no hizo otra cosa en su vida que escapársele a todo. Con una sonrisa procaz ante lo determinado, huyó de todo lo que huele a encasillamiento: mujeres amadas, puestos burocráticos y escuelas filosóficas. Nada pudieron hacer los de su diestra para aplacar su temperamento trashumante. De los viajes encendidos de su locuacidad quedan varios libros para el deleite de sus exégetas. Sin embargo, el brujo abandonó este mundo con muchas cosas que decir. Meses antes de su muerte, que él no presentía como los últimos, inició una biografía de San Ignacio del Oyola. El proyecto quedó como un amague del viaje metafísico más ambicioso emprendido por escritor colombiano alguno. De esa terrible suspensión en lo sagrado, del libro que sería el hilo conductor hacia Dios no quedan rastros. Las cartas de González son esa estela casi borrosa de su obra frustrada. Por suerte de todo lo que pasa por el mundo queda una tímida crepitación, ese rastro que nos permite hablar de lo imposible.

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LUIS A. CALVO, EL PÁJARO QUE TRINA EN LA CIUDAD DEL DOLOR WILLIAM FELIPE CARDONA PULIDO

1. El escudero silencioso Aquel zorro se jugaba la vida cada vez que su amo quería comer carne. Y era una delicia para los chiquillos del pueblo ver al animal, con canasto en el hocico, haciéndole frente a la encerrona que los perros de la plaza le tendían para arrebatarle tan jugoso recado. Era digamos, una forma de compensación, la ruta elegida por el insólito vasallo para ratificar su voto de fidelidad hacia el hombre que lo había salvado cuando era un cachorro perdido en los bosques cercanos al Río Magdalena. Al comienzo, la presencia de aquel cuadrúpedo salvaje fue interpretada por los pueblerinos como otra extravagancia de aquel músico, que no hacía mucho había llegado a vivir en aquel caserío. Ya habían sido testigos, en días posteriores a su arribo, de como una carreta de mulas arrastraba un piano de su propiedad traído desde la fría capital. Sin embargo, con el paso del tiempo, el zorro, que respondía al apodo de “Yaly”, se convirtió en referencia obligada del maestro Luís Antonio Calvo, por esos días el compositor más admirado en toda Colombia. La relación era tan cercana que, cuando el maestro realizaba sus presentaciones en la iglesia o el teatro del pueblo, el animal se quedaba afuera esperándolo. Quizá el acento tan entrañable de esta unión respondía a que se había forjado en uno de los momentos más duros para el artista: Cuando en


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marzo de 1916 tuvo que internarse en el Lazareto de Agua De Dios, luego de que las autoridades sanitarias de Bogotá decretaran su destierro.

2. Viacrusis del hijo mimado Todo comenzó en los primeros días de enero de 1916, cuando el médico personal de Calvo, el doctor Tirado Macías, confirmó las sospechas: Aquellas ojeras que enturbiaban su semblante y el dolor constante en los huesos no eran otros que los síntomas del mal de “Hansen”, una enfermedad de las más temibles, descrita en los pasajes bíblicos como la ulcera con que Satanás hirió a Job de pies a la cabeza. Sí, el joven compositor con sus apenas 31 años, era víctima de un azote demoniaco: tenía lepra. En seguida la noticia se propagó como la peste por toda Bogotá: En menos de nada, en aquella ciudad de apenas 120.000 almas, su infortunio se convirtió en la historia más consentida por todas las bocas. Si bien era tema en las chicherías de los artesanos en las Aguas, también los caballeros de levita del Jockey Club la cuchicheaban en sus tertulias. El chisme llegó incluso a oídos de la cantante soprano Filomena Boisgontier, una dama europea que gozaba de las atenciones de Luis y a la que el maestro había prometido una danza. Cuenta Sofía Sánchez, especialista en la obra de Calvo, que el mismo día en que el artista entregaría la composición a su pretendiente, fue interrumpido por el mensajero del doctor Tirado que le entregó los resultados de los exámenes confirmando que tenía la enfermedad. Luís guardó la partitura en su bolsillo y Filomena regresó a su España natal con las manos vacías. Días después el compositor fue notificado con una orden de la municipalidad que le exigía abandonar cuanto antes la ciudad para dirigirse al Leprosorio de Agua de Dios, donde tendría que someterse a un aislamiento perpetuo al lado de los otros enfermos. Aquel pueblo para leprosos, enclavado en un ambiente boscoso a unos minutos del municipio de Girardot en Cundinamarca, estaba cercado con 8km de alambres de púas, vigilado por la policía y no se permitía la salida a ninguno de los afectados por el mal. Parece increíble, pero décadas antes del holocausto judío perpetrado por Hitler, Colombia tenía su propio campo de concentración.

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Fueron días difíciles, en menos de dos meses el maestro tuvo que despedirse de todo lo que significaba algo para él. Nunca más volverían esas veladas memorables en las haciendas de Bosque Izquierdo, por entonces el sector más notable de Bogotá, cuando tocaba el violonchelo y las damas capitalinas revoloteaban a su alrededor como polillas atraídas por la luz. Y su mesa predilecta del café La Gran Vía en la esquina de la calle 17 con séptima, donde solía despachar las tardes apilando colillas en los ceniceros, sería ocupada por otro, quizá también como él empeñado en alguna creación inmortal. El 28 de abril de 1916, la Unión Musical, asociación creada por el director musical Daniel Zamudio, ante la inminente partida del compositor, decidió organizarle un concierto de despedida en el Teatro Colón. En primera fila se sentaron sus amigos más cercanos: el “tiplista” Humberto Correal, compañero de rondas en los piqueteaderos de chapinero, el compositor Guillermo Uribe Holguín, que había sido su maestro y mecenas a su llegada a la capital, y la señorita María Luisa Peña, una de sus alumnas de piano, que como era costumbre en la élite capitalina tomaba clases con Calvo en aras de convertirse en una mujer integral.

3. La partida El 11 de mayo en horas de la mañana, las mujeres bogotanas adornaron con ornamentos florales uno de los vagones del tren, que salía en ese entonces desde la estación de la Sabana en Bogotá rumbo a Tocaima. El vagón estaba destinado para el maestro Calvo y la comitiva que lo acompañaba. Cuenta el historiador Roberto Velandia, que el compositor no pudo retener las lágrimas ante el cumplido tan inesperado, y que antes de marcharse entregó a su amigo Humberto Correal un papel que contenía las notas de “Adiós a Bogotá”, melodía que había compuesto para retribuir las atenciones que la ciudad, durante casi 13 años, había tenido con él. Cierto es que Calvo tenía sus ventajas al ser un personaje importante, porque el hombre común, que recibía la noticia de estar afectado por el mal de Hansen, no recibía despedidas pomposas y tenía que viajar en el último vagón del tren pintado de blanco, color que servía para informar que en su interior iban apilados los leprosos rumbo a un destino sin retorno.

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Y realmente era un viaje del que nunca se regresaba. El repudio generalizado, resultado de un desconocimiento de la enfermedad, condenaba a los enfermos a una vida de aislamiento sin oportunidades de redención. Daniel Solares, habitante de agua de Dios, que hoy a sus 75 años se encuentra recluido en un asilo para ancianos de los tantos que hay en el pueblo, cuenta las vejaciones a las que fue sometido su padre cuando las autoridades de San Andrés, un pequeño pueblo de Santander, se enteraron de que tenía Lepra: “Primero quemaron la casa con todas las cosas que tenía adentro. Luego se llevaron a mi padre sin importar que mi madre estuviera embarazada y lo trajeron a Agua De Dios. Pero mi madre, que siempre fue una mujer muy valiente, también llegó días después haciéndose parar por leprosa para estar con mi padre, y así fue que nací yo aquí, allá por los lados del Cerro de la Cruz”. Sin embargo lo más peligroso para una persona que descubría tener el mal, no eran las autoridades sino sus mismos vecinos, la gente con la que se cruzaba en su día a día. Solares cuenta que siendo niño fue testigo de una escena atroz: Un día al pueblo de Agua de Dios llegó un burro que cargaba a un hombre al borde de morir por la insolación. El hombre yacía desnudo sobre el lomo del animal y estaba amarrado con sendas cuerdas para que no pudiera escapar. Los policías del gueto corrieron a auxiliarlo y fue grande la sorpresa cuando se enteraron de que el hombre no era otro que el párroco de Tocaima. Después de reponerse, el cura contó a sus bienhechores que la gente de Tocaima lo había expulsado del pueblo después de enterarse que tenía el Mal de Hansen. A manera de Corrillo popular se cuenta que el religioso indignado por el maltrato que recibió, maldijo al pueblo de Tocaima para que fuera quemado 7 veces. Desde 1940 el pueblo se ha incendiado en 3 ocasiones. El azar y el hechizo se disputan la autoría de los cataclismos.

4. Los hábitos en medio del calvario No obstante el maestro Calvo, al tener cierto prestigio no tuvo que enfrentar las mezquindades propias de la enfermedad. A su llegada al pueblo fue recibido con pompa y la comunidad de salesianos le dono la casa parroquial, una de las pocas construcciones de ladrillo en medio de aquel arrume de ranchos alzados en bareque. Además, empezó a recibir una

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cuantiosa renta del Estado, con la que compraba whisky, cigarrillos Lucky Strike y trajes a la medida. Pese a los asaltos del padecimiento, el compositor siempre mantuvo la solvencia novelesca del caballero en medio de una tierra a la que no pertenece. Así fue que con el paso de los días Luis se fue adaptando a su nueva vida. Primero se encargó de la dirección de los coros de la parroquia y comenzó a dictar clases de música en el Pabellón Boyacá donde se encontraban los enfermos más delicados. Pero sobretodo, se dedicó a componer con ritmo frenético las melodías por las que su nombre pasaría a la posteridad (en total se cuentan cerca de 189 piezas en los 29 años que estuvo en Agua de Dios). Como todo un escudero de la nobleza que se oculta en la sencillez, elevó al rango de lo clásico el sentimiento popular que se manifiesta en aires como el bambuco y el pasillo. Aunque fueron sus conocidos intermezzos, muy al corte de la música romántica europea, los que le procuraron reiteradas venías de músicos en todas las latitudes. Se dice que el mismo presidente Roosevelt de los Estados Unidos le mandó una carta elogiando sus creaciones. También, a manera de remembranza de la época vivida en la capital, el compositor labró su propio espacio de tertulia en el andén enfrente de su casa. Se sentaba por las tardes a tocar su violonchelo y con la marcha de las horas se le iban sumando los amigos que por allí pasaban. Era un lugar común ver al poeta Adolfo León Gómez recitando sus poemas con la música de fondo del maestro; y se dice que a veces una mujer conocida llanamente como la “poeta”, que vivía a dos casas de Calvo, se presentaba para declamar unos versos que enervaban el ánimo de los presentes hasta llevarlos al estremecimiento. Cuenta Nelson España, el solitario guía de la Casa Museo Calvo, que “La poeta” era una mujer muy especial en el pueblo, tanto así que despertó las pasiones de Calvo. Sin embargo se trataba de un amor platónico, ligado al ideal de la belleza interior. A diferencia del maestro, quien sólo mostraba unos achaques menores, la mujer había sido víctima de la inclemencia destructora del bacilo de Hansen: Sus extremidades se habían desboronado y su existencia se soportaba apenas del tronco. De seguro su figura recordaba el busto de un héroe empotrado en el centro de la plaza como testimonio de una gloriosa inmolación.

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Pero esta no sería la mujer definitiva en la vida de Calvo. Una cuartada del destino le traería un presente cuanto entraba ya a los 42 años. Víctima de un error garrafal en un retén militar cercano a Anapoima, la enfermera Ana Rodríguez fue confinada en el pueblo de Agua de Dios. Los soldados habían confundido una alergia que tenía en el cuello con una macha similar a la que se da con la lepra. Y aunque no faltó la apelación, la dama de apenas 21 años, encontró una tentadora oportunidad de trabajo a los pocos días por la que decidió quedarse en el pueblo. Tendría que atender las dolencias del maestro Luis A Calvo. Y atendió sus dolencias hasta convertirse en su protectora en cuerpo y alma. En medio de las curaciones y los cuidados médicos, floreció una relación amorosa. De esos años de cortejo quedan las cartas que, plagadas de elogios y confesiones, Calvo le escribía a su enamorada. Se dice que el artista asumía el papel de cartero para entregarle la carta y ella leía en su presencia las notas del supuesto pretendiente que le escribía desde muy lejos. Esté juego de simulación se mantuvo durante el tiempo que estuvieron juntos. La relación duró varios años, hasta que en 1942 Luis decidió formalizar la unión con “Su copetoncita”, como la apodaba de cariño. Antes no había sido posible porque su hermana y su madre se habían opuesto, pero tras la muerte de su progenitora un año antes, había llegado la hora de dar el paso definitivo. Sin embargo el idilio matrimonial duró poco, en abril de 1945 Luís se enfermó de los riñones y tuvo que internarse de urgencias en el Hospital Herrera Restrepo. A los pocos días, el 22 de abril, el autor de la “Danza de la Malvaloca”, se despedía del mundo en medio del estupor de sus paisanos. Las consideraciones de turno no faltaron, pero fue el homenaje de su esposa el que merece prevalecer como un testimonio de la verdadera lealtad: le guardó luto por los próximos 45 años, 6 meses y 23 días. Antes de morir en 1990 doña Ana de Calvo donó su casa al municipio con la condición de que se mantuviera tal como en los años en que la habitó con su esposo. Sin embargo sólo hasta 1992 se instauró el museo para que los curiosos de la música colombiana pudieran conocer el espacio vital de uno de nuestros genios musicales.

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5. El legado que resiste La casa del maestro se mantiene inexpugnable ante el tiempo. Todo parece indicar que sus dueños están de vacaciones y volverán en cualquier momento. El piano, empotrado en la esquina del cuarto que da a la calle, es el primer eslabón del músico que se encuentra luego de cruzar la puerta de entrada. Luego viene el estudio con sus libros de abogacía, las biografías de Wagner y Beethoven, y en un rincón el violonchelo con que el maestro despertaba a sus vecinos muy temprano en la mañana. Después está la sala, abierta para aminorar el calor, a un patio diminuto donde en otros tiempos venían las mirlas a comer de la mano del artista y un loro silbaba las melodías que le oía interpretar en el piano. La gente que en la actualidad habita el pueblo son en su mayoría, descendientes afortunados de los enfermos que perecieron en el horror del confinamiento. Y son afortunados porque, primero, casi ninguno heredó la enfermedad, y segundo, porque pueden salir cuando quieran del pueblo. El gobierno decretó en 1961 que se devolvieran todos los derechos civiles a los leprosos, luego de escrupulosos estudios científicos donde se confirmó que la única forma de contagio del mal es mediante el contacto sexual. De antaño es poco lo que queda, las casitas de bareque fueron remplazadas por casas de ladrillo para el veraneo de ancianos capitalinos, que hartos del frío y el vértigo de la ciudad, hallan en las calles ardientes y fantasmales de Agua de Dios, el pretexto perfecto para el descanso ineludible de los últimos años. Sin embargo, aunque muchas cosas hayan cambiado, la presencia del maestro es un rastro furibundo que se resiste a la indiferencia de las nuevas generaciones. Pese a los embates cada vez más intimidantes del mundo globalizado, los músicos del pueblo, en su mayoría jóvenes que no superan los 25 años, todavía le rinden homenaje a su genio: Con la conmemoración de los 120 años de su natalicio, la banda municipal de Agua de Dios presentó el 2 de septiembre del 2012, un concierto con las piezas más representativas de su repertorio. Allí bajo cielo distinto, sin confinados ni vencidos, se pudo escuchar una vez más el eco del pájaro que alguna vez trinó a todo pulmón en la ciudad del dolor.

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EL BAILE QUE CHOCA MARÍA MARGARITA ECHAVARRÍA RUIZ

“No sabía que eso fuera malo, ¿por qué?” dice sorprendida Natalia Mejía una niña de 12 años cuando se le pregunta qué piensa del baile del choque y sobre la polémica que existe por su práctica, dado que algunas personas no lo consideran apropiado. Natalia afirma que es un baile muy divertido y que lo practica con sus amigas. Esto nos muestra también la particularidad de este baile que puede ser bailado por personas del mismo sexo. Preguntarles a los jóvenes sobre esto es bien difícil porque algunos como Natalia ni siquiera sabían que la gente pensaba que estaban haciendo algo malo, ellos simplemente expresan que ven que los demás lo practican y les parece divertido sin detenerse a pensar en lo que puedan pensar padres y educadores. Para algunos este baile es “una grosería” como dice Diego Alejandro Pérez un adolescente de 17 años, quien afirma que todo lo relacionado con esta música le parece terrible y que él sólo escucha rock. La madre de Natalia María Inés de Mejía no le preocupa que algunos lo consideren malo porque ve que su hija lo hace en son de diversión y nunca la ha visto bailarlo con connotaciones sexuales, aunque afirma que si supiera que ella lo baila demasiado sensual o vulgar, como ha visto en algunos videos en la red, se lo prohibiría.


Maria Margarita Echavarria Ruiz

Para profesores de baile este tipo de rechazos son normales cuando surgen nuevos bailes, como fue en su momento el surgimiento del tango, un género con una carga sexual poderosa y que surgió inicialmente en los prostíbulos donde afloraban los sentimientos de soledad, tristeza y melancolía de los inmigrantes que llegaron a la Argentina. Curiosamente este baile es una fusión cultural entre europeos, los nativos y los negros que traían de África. Para Joanna Agudelo Suceva, licenciada en Danza y actual directora del Festival AL BORDE de danza contemporánea, este baile es igual a muchos bailes de pareja que tienen connotaciones sexuales que al ponerse en escena permite coreografiarse y que luego de una exploración básica llega a ser un baile lúdico y creativo. Lo del asunto moral cree que no se debería evaluar con respecto a este baile pues el concepto “moral” es diferente para todas las personas. “La sexualidad es innata al ser vivo y para que no se convierta en un problema como el video del colegio en Bogotá1 se requiere un acompañamiento educativo y familiar de los jóvenes en estos temas, en el baile siempre habrá contacto físico, el punto es saber guiarlo” dice Joanna. Y es que el problema no se resume en el baile en sí, como afirma Marco Antonio Zuluaga, sino la falta de acompañamiento de los padres y la falta de normas. Marco Antonio es profesor del colegio José Antonio Galán, un colegio público en el que dicta Ciencias Naturales y Ética en grado octavo. Para él las medidas coercitivas no funcionan y solo crean más conflictos. Le parece mejor establecer un diálogo desde las instituciones educativas con respecto a que los jóvenes respeten su propio cuerpo y el de los demás, “debemos permitir que los jóvenes sean libres pero con conocimiento y responsabilidad” concluye diciendo el profesor.

1. Videos relacionados Video en un colegio de Bogotá http://www.youtube.com/watch?v=1bqhcuipxf0 Video con la polémica http://www.youtube.com/watch?v=sldt9nrldfu Video de moda http://www.youtube.com/watch?v=eumanrse5ku (más de 12 millones de visitas)

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Y es que este caso no solo es discutido en las familias y en las instituciones. Profesionales de la sicología se han visto enfrentados a tratar niños y padres cuando existen este tipo de expresiones que crean conflictos entre ellos. “Si bien los adultos deben acompañar el crecimiento de sus hijos y enseñarles a discernir sus actos, deben tener en cuenta la diferencia que hay entre el juicio de un adulto y el juicio de un niño o adolescente. Cuando se hacen juicios de valor se debe tener en cuenta la experiencia y el punto de vista del niño. Los padres deben saber que en todas las cosas existen riesgos y que a veces los que son silenciosos son aún más nocivos que un baile público. Quien ve este baile como una clara alusión al sexo, es porque ha tenido este tipo de experiencias y habla desde su propia experiencia” Nos cuenta Miguel Hernando Garcés C. terapeuta del Centro de Familia UPB y Mg. en Terapia Familiar. Pero aunque para algunos no se debe satanizar el tema, es cierto que este baile tiene serios detractores como es el caso de Sergio David un bailarín de Bboy quien manifiesta que el baile del choque es una interpretación vulgar del acto sexual que va más allá del sentido cultural que algunos puedan darle, pues cree que en un país donde la violencia contra la mujer va en aumento lo que menos se necesita es una actividad que represente la violencia sexual pues cree que este baile trata a la mujer como simple instrumento sexual y que ese es el mensaje que llega a los niños y jóvenes que lo practican. Algunos acusan que el baile fue traído de algunas comunidades negras de Buenaventura y de la costa, y consideran que estas comunidades son muy sexuales, pero para Boris Palacios perteneciente a la comunidad afro representante de la Fundación Masakhane y actual director del Festival de Músicas Ancestrales y Espirituales Negras, el baile del choque no es algo nuevo, dice que desde hace mucho tiempo se ha practicado este tipo de bailes y que la connotación que le dan las personas es subjetiva, “Cada cual tiene su propia interpretación. Para nosotros es simplemente una expresión de alegría y diversión que es propia de nosotros, es innato en el afro los movimientos sensuales y alegres, dentro de nuestra comunidad nunca se ha visto como algo vulgar”. Queda entonces en el padre de familia, en los educadores y en la sociedad en general, evaluar los puntos de vista y las distintas formas de ver este baile que cada vez tiene más adeptos. Las connotaciones que pueda


tener se las da cada uno, lo cierto es que el baile del choque no es más que una expresión de la sociedad en que vivimos, esperemos que algún día este baile como otros “no choque”.



LA VENA LITERARIA DE «TIMOCHENKO»: LOS CLÁSICOS GRIEGOS EN LAS «MONTAÑAS DE COLOMBIA CARLOS ORLANDO FINO GÓMEZ

Hace poco más de un año leí un comunicado de Timochenko, actual jefe del Estado Mayor de las FARC–EP, con el ánimo de responder a una amiga francesa, que sin conocer Colombia se sentía con derecho de juzgar política y militarmente el destino de mi país. El comunicado me dejó anonadado; en vez de leer el argumento político —y responder a mi amiga—, lo literario se robó mi atención: Timoleón Jiménez cuenta con un estilo arrollador y una retórica de otro tiempo — de peripatético griego u orador romano—. Lo retórico es medianamente entendible: la política y la oratoria en el siglo XX se toman de la mano; es normal que Timoleón hable y escriba bien, así los últimos cinco presidentes de nuestro país —a excepción de Uribe, retórico del culebreo— demuestren lo contrario. Pero su oratoria resulta extremadamente contrastante con el actual presidente. Juan Manuel Santos tiene graves problemas expresivos, se le dificulta hablar en público, no sabe encadenar las ideas y está muy lejos de ser un orador, menos poeta. Si se analiza la ascendencia de ambos personajes la paradoja adquiere mayores dimensiones. El gran lector y escritor de la contemporaneidad, al estilo de Sir Winston Leonard Spencer–Churchill, y futuro Nobel de Li-


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teratura debe ser Juan Manuel Santos: su familia es dueña y directora del diario El Tiempo; su abuelo fue periodista y presidente, Eduardo Santos Montejo. Timoleón es un personaje real–maravilloso: hijo de una familia humilde de Calarcá, internado en la selva colombiana y al servicio de las FARC–EP hace más de treinta años. En la selva no hay libros, mucho menos los «clásicos». Hasta hace muy pocos años con los Planes decenales de educación, son fundadas pequeñas bibliotecas en las cabeceras municipales. Debe ser tan difícil llevar el libro de Ovidio, Propersio o Aristófanes, como un kilo de «pentonita» o material de intendencia. Qué lea en internet es medianamente improbable, como él mismo lo afirma en «Carta a Medófilo Medina»: «Pero eso que llama dificultades políticas y técnicas o los avatares de la guerra que podrían dificultar un intercambio fluido, significa en realidad que las veinticuatro horas del día hay sobrevuelos sobre nosotros ubicando la mínima señal eléctrica, de radio, teléfono o internet para molernos a bombas». Que Timoleón sea un gran lector —y tal vez un impresionante escritor— parece cosa del otro mundo. «Es cierto, porque es imposible» —certum est, quia impossibile est—, como afirma Tertuliano. Cómo será su biblioteca si los que viven en la selva saben que los libros se hacen harina en meses: en qué árbol o bejuco tiene encaletados los clásicos para que no humedezcan. La biblioteca de Timochenko es más imposible que «La biblioteca de Babel» de Jorge Luis Borges. Al revisar la biografía de Rodrigo Londoño Echeverri se sabe que estudió medicina en la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos, se especializó en cardiología, y adicionó a sus haberes criocirugía en La Habana. Fue entrenado militarmente en la Yugoslavia del mariscal Tito. Pero estas referencias no arrojan pistas sobre las letras. Su historia literaria es íntima y soterrada, y sólo sale a la luz en los comunicados. El género del comunicado es propicio para que aflore lo literario; es una narración en primera persona del plural y a veces del singular; gracias a la metonimia puede hablar de y para una colectividad. Esa extraña característica del comunicado, el parte de guerra y el diario de batalla, permite la emergencia de lo literario: se puede recordar el magnífico valor artístico del Diario de José Martí, días antes de su deceso. Una de las características más extrañas de la vena literaria de Timoleón es su perspectiva clásica; que tenga elementos de novelistas, cuentistas


Santiago Betancourt Cortázar

y hasta poetas contemporáneos sería natural, ¿pero clásicos? Es como encontrar a un José Enrique Rodó perdido en la selva; la mismísima aparición de Simón Rodríguez; o la última encarnación de sor Juana Inés de la Cruz. En el comunicado del septiembre 11 de 2011 «Así no es, Santos», Timoleón apela al episodio de la Ilíada, donde Aquiles arrastra el cadáver de Héctor: «Homero fue un maestro en desentrañar el alma. Tras dialogar con Príamo, Aquiles comprende la dimensión de los troyanos y la bajeza de la causa griega. Asume lo miserable de haber paseado el cadáver de Héctor, atado a su carro, frente a sus seres queridos y su pueblo. Por eso decide inmolarse en la refriega». El ejemplo es certero y tiene la intención política de invitar a las conversaciones de paz; sostiene que el camino no es la guerra; que por la dimensión de las atrocidades de parte y parte, así uno u otro bando triunfe, ningún hombre podrá sostener la frente en alto y las dignas banderas por las que lucha. Aquiles se inmola en la refriega al reconocer el calibre de sus actos y la avaricia de Agamenón, su comandante. Compara los dos momentos históricos: la guerra del Ilión y el conflicto colombiano, como si la historia, con sus estructuras y arquetipos, retornara: al mejor estilo de Spengler, Frazer, Nietzsche u otro historiógrafo europeo de principios de siglo XX. La crítica a las terceras o cuartas manos de la guerra, aparece con la esperanza de las dos primeras. Se dirige de tú a tú, para decirle que la historia está en manos de los dos: que pueden acribillarse, o dialogar de primera mano. Felizmente se abrieron los diálogos de paz. El siguiente ejemplo es más increíble: en el Comunicado «Más haces bajo la manga, Santos», al leer al comediógrafo más grande de la Grecia tardía, Aristófanes, sostiene que secuestrar la paz es uno de los grandes negocios de la humanidad. En su comedia La Paz, inspirada en las guerras del Peloponeso, muestra la hazaña de los personajes interesados en patrocinar la guerra: «Trigeo, nativo de Atmón, viñador honrado, enemigo de pleitos y delaciones, como se presenta ante Hermes en las puertas del Olimpo, decide, en ausencia de Zeus y aprovechando que el artífice de las guerra duerme, ejecutar la audaz hazaña de desenterrar a La Paz, la diosa perseguida que ha sido confinada en la profundidad de una caverna bajo los más grandes peñascos, en donde la custodia además Cerbero […]El rescate de La Paz resulta una experiencia reveladora acerca de los verdaderos orígenes de la guerra, los pretextos que se buscan para hacerla y las ambivalentes posiciones de muchos de quienes afirman desear la concordia cuando en realidad la odian».

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Sostener que la vena literaria de Timochenko lo salvaguarda de sus acciones políticas, o que la lectura hace mejores a las personas, sería incurrir en una creencia libresca. Precisamente Timoleón, se puede entender como un «lector moralmente malo», este que sabe que sus circunstancias vitales están mal y para liberarse de ellas debe dar la guerra —que por definición es mala aunque sea legítima—. Más que decir que Timoleón es «malo», deseo mostrar que la relación entre lectura y moralidad es arbitraria. No se puede juzgar moralmente alguien por sus lecturas —para los hechos la humanidad creó las leyes—, ni a un lector por su moralidad. El lector se juzga por sus citas, el hombre por sus acciones.

Hace un par de años la Biblioteca España, del arquitecto colombiano Giancarlo Mazzanti, ganó el Premio Internacional de Arquitectura Sostenible del Instituto Francés de Arquitectura, con el argumento de que cambió las armas por los libros. Meses después en la Comuna I, la Oficina de Envigado continuo las operaciones trayendo una nueva ola de Violencia. La Comuna I gozó de un periodo de pacificación, más que de paz, cuando se construyó la Biblioteca. La militarización de la zona fue inminente. Por un periodo silenció los poderes locales, pero no los venció: la violencia retomó su ritmo habitual. «Lo único cierto en estos momentos es que difícilmente podría llevarse hasta allí una vez más al Rey de España», sostiene el periodista Juan David Montoya a mediados del 2010. La Biblioteca no solucionó el problema de la violencia. Los libros no enseñaron a los habitantes de la Comuna I a ser «mejores personas». Este ejemplo muestra que la lectura y la bondad no se toman siempre de la mano. La lectura en sí es un acto noble, pero no se deben adosar características impropias y culturalmente parciales. A Timoleón guerrillero lo juzgarán sus acciones. Su «maldad moral» no le quita virtud a sus magnánimas intervenciones literarias. Ni que con las dificultades de la selva prefiera cargar un volumen de Heródoto, que de amonio; y que siendo el guerrillero más buscado del planeta no le reste tiempo a la lectura de Homero. Ésta actitud rememora uno de los ejemplos de literatura en batalla más hermosos de la historia de occidente: Napoleón se detiene en Waterloo para responder la epístola de amor a Josefina.



RÉQUIEM POR EL SISTEMA ADRIANA GONZÁLEZ NAVARRO

– ¡Favor, se levantan de ahí, este no es lugar para dormir! ¡Salgan, salgan! – Se oye una voz nasal, como si diera una orden militar. – ¡Usted, no! Es con ellos. – Me dice la misma voz. La sala oscura se ilumina de repente. Deslumbrada puedo ver cómo cuatro parejas jóvenes se desperezan, toman sus maletas y salen del lugar. Es jueves 18 de septiembre. Llueve torrencialmente en Bogotá, luego de la hora del almuerzo. Estoy en el Museo de la Universidad Nacional de Colombia, en la exposición Urgencias de María Elvira Escallón. Recostada contra una pared pienso en lo que está sucediendo. Me da risa. He estadoindagando acerca de la apatía de los jóvenes frente al arte –el institucionalizado, claro está–¡Ni que lo hubiera planeado! Saco mi celular del bolso para tomar una foto. ¡Nooooo! La única imagen que puedo obtener es muy oscura y no se alcanza a ver lo queacaba de pasar. ¡Lástima! Solo queda la reconstrucción del acontecimiento a partir de mirelato. La universidad, el museo y el hospital son tres espacios de control. Lo que pasó es una alegoría de las ruinas. ¡Los espacios de control confluyen en su decadencia! ¡Y aún así siguen vigentes aunque su significado haya sufrido una inversión!


Adriana González Navarro

Un guardia de seguridad grita como teniente aferrándose al respeto por la institución. El museo se convierte en dormitorio de los universitarios, y en el fondo de la sala sigue la proyección de “Precipitaciones en el Hospital Universitario”. ¡Genial! Urgencias “Precipitaciones en el Hospital Universitario” Hospital de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá 2010 Técnica: Stop motion (tiempo detenido) Duración: 7:48 min. (loop) Las obras en el museo dialogan poco con los jóvenes, no los interpelan. Hace tiempo que elmuseo dejó de ser el lugar sagrado para contemplar el gran arte. Es apropiado como un nuevo espacio dentro del campus universitario, ahora es un sitio de protección y descanso. El silencio es propicio: a ellos los deja dormir tranquilos, a mí me evoca la sepultura del arte. Y no es paradójico ese silencio. Estamos dentro de instituciones muertas desde hace tiempo. El video de la artista colombiana muestra cómo la institución hospitalaria es sepultada bajo sus mismos escombros. El acontecimiento revela que el hospital se convierte en obra de arte; el museo, en habitación. ¿Y la universidad? ¿Acaso es un nuevo lugar de paso? ¿Qué herramientas teóricas y prácticas les da a los jóvenes para que ellos miren de manera crítica lo que les rodea, más allá de la inmediatez del cansancio por el parcial o las lecturas obligatorias? Esa tarde me encontré dentro de instituciones que pertenecen a un sistema muerto. La imagen convierte el hospital en obra de arte. Mientras que lo acontecido con los estudiantes dormidos y el guardia de seguridad revela que el museo se ha transformado en habitación. ¿Sólo han muerto estas dos instituciones? No lo creo. Este acontecimiento me hace preguntar por la universidad. ¿A qué van los jóvenes a la universidad? ¿A estudiar? ¿A aprender un oficio? ¿A convertirse en profesionales? ¿Acaso es un nuevo lugar de paso? ¿Qué herramientas teóricas y prácticas les da a los jóvenes para que ellos miren de manera crítica lo que les rodea, más allá de la inmediatez del cansancio por el parcial o las lecturas obligatorias? Puede ser que estoy preguntándome cosas que no caben. ¡Qué hereje! La universidad es el lugar de la discusión, la crítica, el análisis de la so-

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ciedad, de los sucesos políticos y económicos. Los hechos muestran que los jóvenes sí van al museo. Sólo que el cansancio y la lluvia los obligaron a quedarse allí. Fue algo coyuntural que el guardia los haya sacado del lugar. La universidad no ha muerto. Sigue viva en sus estudiantes, en su pensamiento que dialoga con la gente colombiana por fuera de sus aulas.

– ¡Favor, se levantan de ahí! ¡Este no es lugar para dormir! ¡Salgan, salgan! – es el grito de plañidera por el museo y el hospital. Ambas muertas por políticas absurdas que hicieron que perdieran su credibilidad. Por fortuna la universidad se salvó. No me imagino cómo sería este presente sin arte, sin salud y sin educación.

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LA ETIQUETA VILELA LUIS ENRIQUE IZQUIERDO REYES

Sergio Vilela es el Director editorial del Grupo Planeta para el área Andina. Su paso por la Revista Etiqueta Negra, su obra “El cadete Vargas Llosa” y la manera como concibe el oficio de editor, corroboran que Sergio definitivamente es un creador de etiquetas. [Estoy en la Feria del Libro del Pacífico, en la Biblioteca Departamental de Cali. Gracias a Andrés Noreña –el Director Comercial de Planeta para esta región colombiana–, conseguí la entrevista con Sergio Vilela. Tengo unos segundos antes de entrar a conversar con él. Sergio es un personaje del mundo editorial; algunos hablan de él con vehemencia; otros, al contrario, critican su trabajo. En especial con lo sucedido con el libro: Dios es colombiano, el cual no alcanzó las ventas estimadas, dicen. Sé que escribió un libro sobre La ciudad y los perros de Vargas Llosa y otro sobre Machu Picchu; que trabajó con Julio Villanueva Chang en la revista Etiqueta Negra y eso me interesa especialmente. Creo que el origen es la fuente.]

Luis Enrique: Sergio, si bien me interesan tres momentos de tu vida, quiero empezar por el origen, por tu paso por la Revista Etiqueta Negra. ¿Cómo llegas a ella? ¿Cuál fue tu experiencia allí? ¿Qué te dejó esa vivencia para tu quehacer como editor? Sergio Vilela: Etiqueta Negra fue mi servicio literario obligatorio, fue mi escuela. Yo ahí aprendí muchísimo. Fue el lugar donde tuve todo el tiempo de aprender a ser editing. Imagínate, ¡teníamos dos meses para editar

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Luis Enrique Izquierdo Reyes

cada número! Eso era un privilegio, poder sentarse los cuatro editores a discutir un texto en sus diferentes versiones y trabajar en una versión, y en otra, y llegar a la versión número dieciséis, después de haberlo “rebotado” con el autor varias veces. Ese tipo de cosas sólo te lo permite un proyecto independiente como estos. Como tu revista, como Etiqueta Negra. En esos proyectos, el compromiso es con la calidad y con el lector. Es allí donde se consolida una ética del trabajo y una ética del esfuerzo, que después uno ya la lleva consigo. Julio Villanueva Chang, director de la revista, no es sólo un gran maestro sino un gran editor; él ve cosas que nadie ve, descubre sentidos que solo él puede ver, cosas que son de un instinto propio que él como editor tiene. Pero hay algo fantástico y es que él es un hombre que cree en la metodología, y como cree en la metodología cree en la posibilidad de poder transmitirla, de enseñar una manera de hacer las cosas. En ese sentido Etiqueta Negra es una escuela también. Una escuela de editores jóvenes que estábamos allí empezando, y que aprendimos a editar con él y con el reto de editar textos de Fernando Savater. Bueno, en algunos casos casi ni editarlos, pero sí recibiendo y leyendo textos de Juan Villoro, Jon Lee Anderson, Martín Caparrós, en fin; y lo más importante: poder discutir esos textos entre nosotros. Tener la oportunidad de hablar acerca de la identidad del proyecto, pensar hacia dónde queríamos ir, tomar riesgos desde una economía muy precaria, desde unos sueldos absolutamente modestos. Yo, por ejemplo, trabajaba en el periódico El Comercio y me fui a Etiqueta Negra por la mitad de mi sueldo porque creía en el proyecto y porque quería aprender, y fue la mejor inversión que pude haber hecho. Además hay otra cosa que es increíble y que yo me llevo, y es la mística; si Julio le metió algo a esa revista fue mística, y es una mística que él ha sabido mantener. Yo participé en el número cero cuando era su alumno, así que viví una época en la que no había nada. No había ni siquiera el número uno. La portada del número cero era la foto de la cabeza de una mujer acostada, con el pelo todo caído y con un logo que no es el logo actual; con una gráfica que no es la actual, pero ya había cierta cosa rara, ya era una revista extraña, diferente a todo. Y la hacía Julio, él era el único que hacía ese número cero, se demoró nueve meses, y yo colaboré con él al final de ese número cero, después me fui y volví para el número seis. Y tuve un largo recorrido con la revista.

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[Etiqueta Negra es un proyecto cultural con una marca personal en Latinoamérica. Su reconocimiento le ha venido no sólo por tener en sus páginas a los mejores escritores, sino por atreverse a lanzar jóvenes promesas de la literatura, la crónica y el periodismo cultural.]

L.: Sergio, quería preguntarte ¿qué escritores nóveles llegaron a la revista que con el tiempo consolidaron su nombre gracias a su trabajo? S.V: La revista es una mezcla entre consagrados y nóveles. Eran jóvenes que dejaban de creer que tenían que escribir con pudor y con modestia por ser jóvenes. Imagina el nivel de la revista, Julio lo ponía muy alto. Si querías publicar tenías que llegar allí, de lo contrario no te publicaban tu texto. Por ahí pasó Gabriela Wiener, Juan Manuel Robles, Daniel Titinger, Juan Pablo Meneses cuando recién empezaba, Jose Alejandro Castaño, y los grandes maestros de la crónica como Caparrós, Villoro, Alberto Salcedo; pensadores como Savater, y gente como Joaquín Sabina que se enamoró del proyecto. Él aceptó inclusive que le tomáramos unas fotos semidesnudo; y por supuesto gente como Jon Lee Anderson, que ha sido un escritor generoso y colaborador con la revista. También publicó Daniel Alarcón, y Leo Faccio: ese libro de Messi empieza en Etiqueta Negra, igual que el libro Missing de Alberto Fuguet. Este es un encargo de la revista para su edición número seis que giraba en torno a la familia. Le preguntamos si tenía una historia y Fuguet trajo la del tío y a partir de allí empezó Missing. Entonces sí pasó mucha gente, además ilustradores, diagramadores, editores, la gente de producción; tuvimos una conformación de equipo bien interesante. Ahora, los cuatro editores que trabajábamos juntos, cada uno continúa por el camino editorial: Julio sigue al frente de Etiqueta Negra, Daniel Titinger dirige un grupo de revisas en el Perú, el otro, Toño, hasta hace poco dirigía un grupo de revistas en España, y yo estoy a cargo de Planeta para la región Andina. Finalmente ese equipo que salió de allí después abrió otros espacios, pero lo más importante fue llevarnos de la revista ese compromiso con el lector y claro, con las buenas historias. [Claro, buenas historias: Sergio muy joven se enfrentó a un proyecto muy grande, rastrear el origen de La ciudad y los perros de Vargas Llosa, esa es definitivamente una gran historia.]

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L.: Y hablando de buenas historias, quiero hablar con el Vilela periodista y escritor. Te has aventurado a explorar dos elementos fundacionales del Perú, dos piedras angulares de la identidad peruana y latinoamericana, y llevaste a cabo estas dos grandes investigaciones. ¿Cómo llegas allí? ¿Cómo te aventuras a contar la Historia de La ciudad y los perros y la de Machu Picchu? Empecemos por El Cadete Vargas Llosa. S.V: Ahí lo que había era un proceso personal que ha sido muy rico. Lo mejor fue escribir ese libro sin saber nada del mundo de los libros, con el simple convencimiento de querer hacerlo. Yo me acuerdo que cuando acabé la Universidad mis padres me preguntaron qué vas a hacer, qué trabajo vas a buscar. No, yo no voy a trabajar, les contesté, yo voy a acabar mi libro de Vargas Llosa; y pasé tres meses en verano terminando de escribir el libro. Bueno, en realidad no pude acabarlo en esos tres meses, pero cuando los recuerdo siento un infinito placer. Dedicarme todo el día, durante tres meses y yo no paraba, no era que escribiera durante un rato y después parara. ¡No! era metido al cien por ciento y de cabeza. Y llegué a sentir una cosa que ha hecho que yo ya no deje de escribir. Que mi compromiso con escribir vaya mucho más allá de mi rol como editor. Te quiero contar: en mis primeros años de experiencia como editor de libros yo estaba muy peleado conmigo mismo, y en un momento dije: yo ya no voy a escribir nunca más. No tengo tiempo, no se puede, y además un editor no debe escribir, en el medio editorial hay muchos escritores frustrados, (risas) diría que el noventa y nueve por ciento o, bueno, el noventa y cinco para ser menos radical. Y eso hace también que entre editores esté mal visto publicar. La crítica es: si tú eres editor por qué escribes, lo tuyo es editar. Además el trabajo del editor llega a un punto, en el que por ejemplo –como es mi caso–, tienes un equipo de editores que se encargan de leer y de editar, porque además la gente piensa que el editor todo el tiempo está leyendo, pero en mi caso al ser el director de un equipo de editores, mi trabajo es como el del Publisher: es decir generar estrategias, gestión, contratos, pensar qué se va a publicar, diseñar los planes editoriales. Entonces, tiempo para leer, si mucho de lo del trabajo, pero básicamente el tiempo que yo tengo para leer es el tiempo que uso para leer cosas por placer o cosas que me gustan a mí. Es como trabajar en un restaurante y después comer huevo frito, ya no quiero saber nada de restaurante, quiero comer huevo frito con arroz.

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Ya ves, ese libro nació de la necesidad de llegar hasta el fondo de la historia de Vargas Llosa. Yo también quería saber que se hacía para ser escritor, y la manera de aprenderlo era de la más grande figura de la literatura de mi entorno. Igual inalcanzable, pero una figura que tenía que ver con mi realidad. Yo quería aprender a ser escritor, no le iba pedir a Vargas Llosa que me enseñe, pero de alguna manera me ha enseñado, ¿cómo? A través del tiempo que he podido dedicarle para entender su vida. Yo cuando pienso en un referente de la ética del trabajo, de la entrega hacia la causa literaria, siempre pienso en Vargas Llosa, como modelo, como ejemplo. Él es un referente inclusive al margen de sus libros. Al margen de su literatura pienso en él como el oficio, como la entrega, no sabes lo que investiga este tipo para hacer los libros. Para hacer La fiesta del chivo, Patricia decía: “cuando Mario va a escribir un libro, una novela que está basada en un tiempo histórico, hay que comprar otra casa para guardar los libros que compra para investigar”. Ese es el punto de su obsesión. El libro fue una aventura que a mí me inició y me dejó marcado para siempre. Fue una experiencia intensa en la cual me pasaron muchas cosas que yo jamás imaginé. Terminé dando una ponencia en una universidad en Estados Unidos, se publicó el libro cuando yo tenía 24 años, de repente yo estaba allí en medio de ese mundo; recorrí América presentando el libro. Lo publicó una editorial con la que yo no tenía nada que ver en ese momento que fue Planeta. Yo no tenía idea como era el tema de los libros; se vendieron quince mil ejemplares del libro, y la verdad es que todo fue desde la inexperiencia. Y esa inexperiencia, esa candidez hizo que todo lo que sucedió a través del libro, lo que pasó alrededor de Vargas Llosa hace que el libro todavía me acompañe. Y siempre sea como una referencia sobre mi trabajo. [Las personas de seguridad de la Biblioteca empiezan a rondarnos y nos miran como diciendo: “hey, vamos a cerrar”, pero todavía falta un poco, frente a la inminente culminación, tendremos que ir más rápido.] L.: Bueno, vamos a saltarnos Machu Picchu ¿Cómo nace Dios es chileno, Dios es peruano, Dios es colombiano? S.V: Mira, Daniel Titinger venía trabajando bastante tiempo esta obsesión por los fenómenos en el Perú, por los fenómenos peruanos de identidad. Estamos hablando de un país, hace siete años, que empezaba a encontrar una identidad menos pesimista, menos derrotista. Es un país que le empieza a ir mejor después de décadas de irle mal, de haber sido un país

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quebrado, en el cual se llegaron a robar todo, y además con terrorismo. Un Perú que con Fujimori y Montesinos tenía un alto grado de corrupción, un país bastante alicaído, acabado anímicamente, deprimido. Y de un momento a otro empieza una efervescencia; nosotros somos la generación de posguerra, que es la generación que nace después de que se acaba el terrorismo. Como posguerra, tú no tienes nada, no hay un referente, no hay nada adelante, no hay nada atrás, todo es incierto, no sabes qué va a pasar. Con lo cual o te mueves o te mueves, no queda otra ¿Por qué? porque está todo por hacerse. Porque todo está cambiando, estás en medio de un cambio, entonces nosotros por ejemplo no tenemos una generación demasiado significativa entre 40 y 45, tenemos de ahí para arriba, 50, 55, 60; gente ya mayor muy importante, pero hay una generación que yo digo perdida que es la generación de los ochenta. La que vivió un país sin luz eléctrica, pues las torres fueron tumbadas por los terroristas, un país sin agua. Todas las grandes mentes de esa época se fueron al exterior, a estudiar fuera, a trabajar fuera, y nos quedamos los que nos teníamos que quedar, porque no teníamos de otra. Eso hace que de pronto Titinger encuentre en ese crecimiento un cambio de mentalidad, una serie de referentes que le llaman mucho la atención: La Inca Kola, el ceviche, el pisco, y empieza a configurar estas crónicas que forman un libro con cierto sentido del humor. Cuando estuvimos discutiendo cómo íbamos a llamar ese libro estuvimos pensando en muchos títulos, y pensamos en Dios es peruano. De pronto a la ilustradora, que había trabajado en Etiqueta Negra, se le ocurre utilizar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, pero cuando lo veíamos puesto completo era muy chocante, entonces le cortó la cabeza. Le dejamos la cara cortada como a la mitad, se ve de la nariz para abajo, para darle también como un guiño de humor. El libro funcionó: salió en un momento muy oportuno, la gente se enganchó con el tema, y a partir de ahí Sergio Gómez que era editor en Chile dice: “está buena la idea, me dejas hacerlo en Chile”. Estuvimos ahí conversando cómo lo íbamos a hacer, y él lo armó con diferentes crónicas y cronistas. Incluso incluyó la del pisco que es de Titinger en la versión chilena. Y entonces cuando yo llego a Colombia yo quería salir con algo que fuera un producto diferente; diferente por lo menos en lo que se venía haciendo en Planeta Colombia, con un poco más de optimismo, una mirada diferente. Yo siento que si algo falta en Colombia son temáticas un poco

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más positivas, no sólo a eso que estamos acostumbrados: los libros de secuestrados, de narcos, los cuales siguen; pero tener otro frente y en eso estamos trabajando. Hemos hecho Historias de gigantes: son las historias de diez colombianos excepcionales. Hicimos Dios es colombiano, contando también las grandes épicas de Colombia y su referentes. Estamos haciendo un libro sobre el poder en Colombia, sobre los hombres que han generado revoluciones económicas en diferentes niveles, mi idea es aportar por ahí también. Es como decir, oye, aquí también están pasando cosas, aquí no todo es Pablo Escobar, hay gente haciendo proyectos increíbles. A esa gente hay que darle una voz. [Mientras Sergio habla se me viene a la cabeza el libro Lo Amador de Roberto Burgos en la colección “los remasterizados”. Desde que lo vi me pareció una apuesta audaz, algo diferente y que buscaba cierto público. Lo comenté con la agente literaria de Roberto en ese momento. Y creo tener aquí al artífice de ese proyecto, esa propuesta popular tiene una etiqueta puesta.] L.: Intuyo que los remasterizados es una apuesta tuya también. S.V: Los remasterizados también son una apuesta por enganchar con el público, llegar a la gente más joven, que no sean aburridas las tapas, que los sientan más cercanos. Esto también es una apuesta ya no tanto de temática, sino más bien de estética y a partir de eso estamos trabajando mucho por lo visual. Tenemos un equipo muy potente, el director de arte, es el hombre que estaba en Bakanika, la cual era una revista gráficamente muy interesante. L.: Desapareció desafortunadamente. S.V: Si, precisamente él estaba en ese momento de transición y pudo dar el salto, él es muy talentoso y ha generado un equipo muy interesante, que está con ganas de cambiar de look, de apostar por algo diferente a lo que se está haciendo en el mercado editorial colombiano. Se trata de darle un vuelo global a las portadas de nuestros libros y que ellas puedan ser de Penguin, Random (Estados Unidos), o Phaidon. Es un apuesta por lo global, que tú realmente no sientas que como es nuestro mercado local es un libro feo, o que no está bien logrado. A veces parece que no hay inversión en las cubiertas. Entonces lo que yo creo es que hay un com-

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promiso en eso, que tiene que ver con mi creencia en la apuesta gráfica también. L.: ¿Cómo van los jóvenes escritores en este engranaje? S.V: Lo que estamos haciendo es relanzando el proyecto de literatura de Planeta, con una línea mucho más clara de publicación en Seix Barral y en Autores Españoles e Iberoamericanos, Vamos a abrir un sello con cuatro óperas primas, con gente totalmente nueva, gente que no ha publicado nunca una novela, gente que es menor de cuarenta años, y va a ser una apuesta absoluta por la calidad del libro, por la calidad literaria, al margen del mercado, al margen del desconocimiento de la persona, no importa que no sea conocido, que no sea temáticamente comercial. Ya tenemos dos, estamos buscando otros dos para el próximo año. Hemos empezado ya a dar mensajes al mercado, a los medios, y a la crítica. Un libro como el de Molano: Vista desde una acera, es una bella historia. No sabes lo que hizo Verónica Londoño por ese libro, lo peleó, insistió, y es un gran descubrimiento. El hecho de que un grupo de editores pueda apostar por aquello que los convence es una ventaja, pues eso hace que la confianza se fortalezca, y que nos ajustemos a grandes proyectos. Tenemos una novela de Luis Fernando Charry que va el próximo mes, una novela muy bien hecha, muy bien escrita. Y el próximo año lanzamos el proyecto apuntalando a los autores de la casa. En un país con tradición literaria como este, la literatura no se puede dejar de lado o postergada o reducida; yo creo que vamos a fortalecer eso y se va a notar. Eso además viene acompañado de un proyecto de colegios, hemos empezado un proyecto en donde vamos a competir con Santillana, con SM, con Norma en las instituciones educativas, para que los libros de literatura de nuestros autores sean adoptados en los colegios y se lean en las escuelas de toda Colombia. Hemos empezado con cien títulos, los cuales hemos reconvertido haciendo colecciones especiales, a la manera de las otras editoriales: Planeta rojo, Planeta verde, Planeta azul, Planeta contemporáneo, Planeta clásico con todo el fondo de Austral. Estamos como se dice sacando los tanques a la calle, para estar en todos los frentes. [Ya no sólo la gente de seguridad de la Biblioteca deambula por acá. Ya empezaron a hacer aseo y creo que es momento de despedirnos. Sólo me

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queda por anotar que este hombre nacido en PerĂş y de nombre Sergio, lleva a su espalda la etiqueta Vilela.]



CONTINGENCIAS ENTRE FORMACIÓN DE ESCRITORES E INDUSTRIA CULTURAL LUIS ENRIQUE IZQUIERDO REYES

“Así como un psicoanalista debe ir donde otros psicoanalistas, los escritores ganan mucho si someten su obra a la interacción con sus colegas” Azriel Bibliowicz. ¿Qué función desempeña la formación en escrituras creativas en un país como Colombia? Desentrañar esta pregunta era mi horizonte cuando decidí entrevistar a algunos escritores que han logrado ser publicados por editoriales comerciales, y que empiezan a tener un reconocimiento importante por el público y la crítica especializada. Andrés Mauricio Muñoz, Juan Álvarez, Carolina Cuervo y Juan Fernando Hincapié tienen la característica de haber asistido a talleres y maestrías en escrituras creativas. Mi interés era saber hasta dónde esta formación había incidido en su carrera como escritores. Sin embargo, antes de adentrarme en sus experiencias es necesario preguntarse: ¿para qué formar escritores en un país con un nivel de lectura tan bajo? La encuesta sobre consumo cultural del Departamento Nacional de Estadística –DANE– arroja una cifra alarmante. El índice de lectura es de 1,6 libros por habitante al año; cifra que comparada con países como España, es irrisoria. El país ibérico cuenta con un índice de lectura de 10,3 libros por habitante al año. En cuanto al cubrimiento, es decir la oferta de libros en Bibliotecas Públicas, Colombia sólo alcanza el 0,2% libros por habitante y el 0,5% en Bogotá. La cifra de Europa es de 2,2%


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libros por habitante. Estas cifras son extraídas del Informe del Ministerio de Cultura: Encuentro Internacional de Formación de Lectores en la Primera Infancia 2012. La recomendación de la Unesco en este aspecto, es que el cubrimiento se mantenga en el 1,5%. En Colombia nos mantenemos 1,3% por debajo de la recomendación. Las cifras sobre tenencia de libros en los hogares colombianos señalan que el 47% tiene menos de 5 libros y el 22% no tiene ningún libro. En cuanto al sector librerías, el panorama tampoco es alentador. En este caso contamos con el mapa que de ellas realizó Richard Uribe desde el Cerlalc: El mapeo del 2009 arrojó un total de 405 librerías en todo el territorio nacional, que corresponden a 624 puntos de venta; sin embargo, hay que tener en cuenta que el estudio incluyó librerías y librerías-papelerías, muchas de las cuales tienen una oferta bibliográfica muy pequeña y las librerías de literatura cristiana centradas en una temática específica. La cifra de puntos de venta en Argentina, para hacer una comparación, es de 1719. El incremento de librerías entre los datos de 2005 y 2009 en gran parte se debe a las librerías universitarias, y las librerías en Internet aún no representan un porcentaje importante del mercado. Desde este panorama: ¿quién va a publicar a los escritores formados? ¿Quién va a comercializar sus productos? y finalmente ¿quién los va a leer? ¿Es posible pensar en la articulación entre la formación de lectores y la formación de escritores? ¿Cómo modificar ese índice del DANE, que indica que de las personas que no leen, el 66% manifiesta desinterés y falta de gusto? En cuanto a la formación de escritores en Bogotá, actualmente funcionan dos maestrías en Escrituras Creativas: los programas de la Universidad Nacional y la Universidad Central. La primera es dirigida por Azriel Bibliowicz, y cuenta con un cuerpo docente conformado por escritores de gran renombre en el país. Se trata de escritores formando escritores. En la presentación de dicha maestría se puede leer lo siguiente: La Maestría en Escrituras Creativas, es un programa que busca acompañar al estudiante en la escritura de su ópera prima. Mediante un proceso de investigación-creación, se cultivará la sensibilidad y se abrirán espacios académicos de discusión en torno al oficio del escritor.

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Dicha maestría cuenta con cuatro grandes campos de profundización: narrativa (cuento y novela), dramaturgia, guion para largometraje, y poesía. Paradójicamente en la presentación de este último campo, se dice que si bien el país se ha caracterizado por ser productor de poetas, sus lectores son escasos. Sin embargo parece que en la formación de estos escritores, existiera también el interés por formar públicos así sea de manera indirecta. Pero si bien la idea es acompañar al estudiante en la escritura de su ópera prima, ¿qué va a pasar con ella? ¿Cómo va a llegar a los lectores? La maestría de la Nacional también tiene una respuesta al respecto. Se ha encargado de hacer alianzas estratégicas con el fin de editar y publicar ese material. La primera vez con editorial Magisterio y ahora con el Grupo Penta; sin embargo todavía falta pensar en las estrategias comerciales para que dicha colección represente unas ventas importantes en el mercado. La segunda maestría tiene como antecedente el Taller de Escrituras Creativas del Maestro Isaías Peña. Este espacio lleva más de treinta años y en él han participado varios de los entrevistados. Marta Orrantia, en el artículo La escritura creativa en Colombia, publicado en Literatura: Teoría, Historia, Crítica, reconstruye los antecedentes de la enseñanza de la escritura creativa desde la perspectiva de Isaías Peña: “Fuimos los últimos [los escritores] en acceder a los procesos pedagógicos”. Aquí se refirió a su generación. Orrantia explora cómo en los años sesenta existían escuelas de danza, arte, música y teatro. No ocurría lo mismo con la enseñanza de la escritura bajo la creencia –parafraseando a Peña– de que era imposible transmitir este conocimiento. Al preguntar al escritor sobre el artificio de su novela, este respondía que la obra debería ser capaz de hablar por sí misma. Así las cosas, la única forma de convertirse en escritor parecía obedecer a una estrategia personal de sumergirse en la lectura de un texto, con el fin de encontrar su estructura. En este sentido, es importante revisar cómo a mediados del siglo XX aparece la Revista Paris Review. Uno de sus productos distintivos son las entrevistas que a lo largo de su trayectoria ha realizado con escritores de diversa nacionalidad. Una selección de ese trabajo fue publicada por la editorial Era de México, con el título El oficio de escritor. Allí se profundiza en las distintas técnicas narrativas de los escritores, sus intereses y la

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forma de la creación literaria. Este material de primera mano ha sido trabajado en la mayoría de talleres literarios y de escrituras creativas como fuente de aprendizaje. Las entrevistas configuran, a su vez, un panorama de las formas narrativas en los últimos sesenta años. Ahora, surge el siguiente interrogante: si existe ese tipo de material, ¿es necesario que las personas con intereses en la formación en escritura creativa asistan a clases y talleres? O bien, ¿se podría plantear que sólo es posible pensar este tipo de profesionalización del oficio de escribir, con la guía de escritores profesionales y reconocidos? El Estado, a través del Ministerio de Cultura, auspicia los Talleres de Escritura Creativa Relata. Más de cuarenta de ellos, funcionan en las cabeceras municipales. Según Orrantia, este programa nace de la mano de Clarisa Ruíz a partir de un viaje del escritor Antonio Ungar en el 2004, con la intención de hacer un mapa de los talleres de escrituras creativas que se encontraban activos en el país. Lo primero que se hizo fue unificar su programa académico y solventar sus necesidades económicas. Este hecho ha permitido que en este momento se llegue a un total de 47 talleres en 26 departamentos, y más de 1000 escritores involucrados que producen 15 publicaciones al año, según el reporte de la página web oficial de Relata. Ahora, cabe preguntarse: ¿dónde se encuentran esas quince publicaciones al año? ¿Cuáles son los canales de distribución y comercialización? ¿Sus destinatarios son los editores de las editoriales independientes o los grandes grupos editoriales? No se puede plantear una respuesta precisa y esclarecedora para los anteriores interrogantes. Para acceder a los talleres de Relata se realizan convocatorias que pretenden cubrir buena parte de la población nacional, desde un criterio de inclusión. La selección es realizada por los coordinadores de cada taller según las hojas de vida de los aspirantes y un escrito enviado vía Internet. Se supone que con estos dos requisitos es posible medir el nivel de compromiso con el oficio. En el caso Bogotá, donde se tienen cuatro talleres al año (cuento, novela, crónica y poesía) el nivel de deserción puede llegar al 50% y el Estado financia la totalidad del Taller. A estos talleres se les suman los que se han generado en distintos grupos y colectivos de escritores: así se financian nuevos proyectos o se permite la subsistencia por medio de la enseñanza.

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Una vez en el interior del taller, lo que se vive es la posibilidad de compartir los escritos con otros escritores. Lo primero que se aprende es la capacidad de aceptar las correcciones y de confrontar su trabajo con pares, se propicia el diálogo y la construcción. En otras palabras se aprende a editar los propios textos en compañía de otros. Pero una vez en el taller o en la maestría ¿es posible enseñar a escribir creativamente? En este sentido el escritor y profesor de la maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional, Roberto Rubiano Vargas, comentó en su texto La musa y el artesano publicado en la revista El Malpensante N. 94, lo siguiente: Quienes se acercan a los talleres de escritura creativa de la red Relata del Ministerio de Cultura, a los talleres de la Universidad Central, al taller de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín o a la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional vienen animados por el deseo de enfrentar con otros los problemas que en la soledad de su escritorio no han logrado resolver. A todos ellos los anima la voluntad de contar algo, la voluntad de escribir.

Y después de extenderse en el problema sobre si es posible enseñar a escribir así como se enseñan las otras artes, Rubiano Vargas concluye que para entender lo anterior, es indispensable tener en cuenta que el aprendizaje de la escritura tiene su propia historia: El aprendizaje de la escritura como un arte es una práctica más bien reciente y no va más allá de la segunda mitad del siglo XIX. Es posible encontrar su origen en los cursos de composición de lengua francesa e inglesa en las universidades y colleges, y su versión más reciente comienza a construir su historia a partir de talleres y programas de escritura creativa como el de la Universidad de Iowa, que tal vez no es el más antiguo pero sí uno de los más influyentes. El modelo de la Universidad de Iowa viene formando escritores desde 1936 en su programa Iowa Writers’ Workshop. Por el título otorgado entendemos que nace de la idea de pensar que la escritura como cualquier otro oficio es susceptible de ser enseñado, y además de que sea rentable y de sostenibilidad económica para el involucrado. Pero sabemos de antemano que en Estados Unidos, la producción de cuento, novela, dra-

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maturgia, y guion cinematográfico está industrializada y sus récords financieros son muy altos. Tan importante es la producción escrita de este país, que la huelga de guionistas que tuvo lugar entre el 2007 y 2008 puso en jaque la industria de la televisión, el cine y la radio norteamericana, dejando una pérdida por costo de oportunidad de 500 millones de dólares. Para tener una medida de la gran influencia que ha tenido el proyecto de la Universidad de Iowa, podemos enumerar los siguientes escritores premiados sólo en el área de Ficción: Robert Penn Warren, Premio Pulitzer de 1947 por Todos los Hombres del Rey; Wallace Stegner, Premio Pulitzer de 1972 por Ángulo de Reposo; James Alan McPherson, Premio Pulitzer de 1977 por Elbow Room; John Cheever, Premio Pulitzer de 1979 por Las Historias de John Cheever; Jane Smiley, Premio Pulitzer de 1992 por Mil Acres; Philip Roth, Premio Pulitzer de 1998 por Pastor Americano; Michael Cunningham, Premio Pulitzer de 1999 por Las Horas; y Marilynne Robinson, Premio Pulitzer de 2005 por Gilead. Así que lo que está en juego con los Talleres y las Maestrías de Escrituras creativas no es sólo la formación sino la incidencia en la industria cultural. Publicar termina siendo tan solo la punta del iceberg de ese problema. Si bien, el punto de partida es una peculiar fascinación por el oficio, lo que existe de trasfondo es un interés por formarse como escritor con miras a una forma de sostenibilidad del individuo, que se logra en la medida en que exista una industria que acoja al nuevo profesional. ¿Qué hacemos en Colombia al respecto? Si no tenemos una industria que los publique, si los premios terminan en una edición reducida y sin canales de distribución, ¿para qué formamos escritores? En este aspecto hasta los últimos años se ha presentado una alianza entre el Estado, la industria cultural y los grupos editoriales. Mientras que el primero genera los premios y las convocatorias para productos escritos, los segundos le dan continuidad a proyectos en literatura, cine, dramaturgia, etc. La experiencia del Estado como editor en lo que corresponde a la literatura tuvo auge durante la administración de Antanas Mockus (2001- 2003). En este periodo, los premios de literatura fueron utilizados como trampolín para los escritores puesto que lograron saltar a casas editoriales de mayor impacto. El Instituto Distrital de Cultura propendió por la edición,

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publicación, difusión y comercialización de los premios de literatura. Las novelas premiadas: Al Diablo la Maldita Primavera (Alonso Sánchez Baute) y El esquimal y la Mariposa (Nahum Montt), fueron puestas en el mercado por el IDCT en una edición muy cuidada. Posteriormente, ambos autores firmaron con Alfaguara Colombia. El Estado mostró eficacia y compromiso con la escritura y con la literatura e intentó dar reconocimiento a autores que ya habían tocado las puertas de grupos editoriales comerciales. Infortunadamente, cambios de administración y en la composición del IDCT dejaron esta iniciativa de lado. Si bien es importante recalcar que siguieron con los premios y el proyecto Libro al viento De todas maneras, la industria editorial colombiana ha empezado a tener interés en esos nuevos escritores que se han venido formando. Entre el 2009 y el 2011 han salido varias publicaciones de escritores que han logrado alcanzar la meta de ser publicados por las grandes editoriales comerciales, con lo cual empiezan a tener reconocimiento nacional. Descubrir los nuevos intereses de esa narrativa y apreciar sus técnicas narrativas es un trabajo importante de realizar. En Colombia los estudios realizados por Luz Mery Giraldo terminan en Mario Mendoza ganador del Seix Barral con su novela Satanás. Por su parte Jaime Alejandro Rodríguez ha trabajado la generación que incluye a Ricardo Silva, Efraím Medina, entre otros. No obstante, a lo que concierne a los estudios literarios todavía estamos a la espera de un estudio de la primera década de producción de los escritores del siglo XXI. Y es aquí donde el panorama empieza a esclarecerse. Contamos con varios escritores que después de pasar por un camino de profesionalización del oficio han logrado que su obra sea publicada y comercializada en el país. De lo anterior no se puede deducir que el simple hecho de pasar el proceso de formación implique el éxito en el mercado editorial, pues es necesario que el trabajo continuo en el oficio dé sus frutos. Para finalizar, quiero rastrear cómo esa actividad académica de los escritores que, al margen de sus motivaciones personales, pueden crear productos de alta calidad. Un denominador común, al hablar con los escritores entrevistados, es la importancia de ser capaz de poner los textos escritos en consideración de oros escritores en formación, pues genera un diálogo sobre su propia obra. Los ejercicios propuestos en los talleres hicieron que Carolina

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Cuervo descubriera su propia voz y se aventurara a trabajar su primer libro Nueve maneras de morir, publicado finalmente por el Grupo Planeta en el 2009. Este ejemplo muestra que el escritor desarrolla la capacidad de tomar los elementos narrativos más interesantes de su entorno para fabricar una historia verosímil, para penetrar la psicología de los compañeros de su entorno y de él mismo. Es una especie de laboratorio, donde el resultado final será un cuento que sólo puede surgir de una metódica aproximación al entorno en el cual vive. Como sucede con el libro Desasosiegos menores de Andrés Mauricio Muñoz, ganador del premio de la UIS, el cual fue publicado también en el Perú. Juan Álvarez, quien realizó los estudios en el Paso Texas, encontró en esta maestría una forma de sostenibilidad que le permitiera aprender el oficio y entregarse a sus proyectos de escritura. Juan quien también asistió a los Talleres del maestro Isaías Peña, nos cuenta sobre la soledad, la tierra y el desierto que cada día se acomodaba en la puerta de su casa. Todo ello configuró una experiencia límite en la cual la nostalgia de los años perdidos de la adolescencia le dejaba las preguntas: ¿Cómo contar esos años noventa, vividos y que ya no volverán? ¿Cómo narrar esos cambios culturales que estaban de fondo en una nueva generación de la cual él mismo hacia parte? Estas cuestiones se materializan en su novela C.M. No record. En ella, el Festival de Rock al parque sirve como escenario. Esta novela fue publicada por Alfaguara Colombia. Y su trabajo le mereció el reconocimiento del secreto mejor guardado en la Feria de Guadalajara 2011. El taller como experiencia, la escritura como experimentación con uno mismo, la caligrafía, el escribir una palabra detrás de otra como disciplina, generan el material narrativo. Todo lo anterior son un paso más allá en la formación, pero que en este caso ha permitido que la literatura fluya sobre diversos caminos. Gringadas el texto de Juan Fernando Hincapié, quien también vivió la experiencia del Paso, es una forma de apropiación literaria, una búsqueda que pasa por la academia, que se forma y que se aprende. Los cuentos de Hincapié son relatos en la Frontera, a la vez son como un diario de esa experiencia limítrofe de las Escrituras Creativas pero que atraviesa su vida propia en la frontera americana con México. Lo académico, si es posible hablar en esos términos, se mezcla con una forma de vida. El escritor mismo termina por incorporar, inyectarse, ese programa, pero lo hace en virtud de las potencias propias. De alguna ma-

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nera lo que se busca es hacer contrapeso a esa emergencia del narrar. Si bien parece que el oficio es susceptible de ser aprendido, el trabajo artesanal del que habla Rubiano es indispensable para conseguir un lugar y un reconocimiento por parte del público y de la crítica. Haciendo una comparación que guarde sus límites, Norteamérica con su gran tradición en la formación de escrituras creativas, ha permitido no sólo el surgimiento de escritores calificados, sino que están en continua actualización. Si los escritores surgen, el mercado editorial debería estar atento a esos cambios, generar una muestra importante de nuevos escritores. Sin embargo, el mercado colombiano no está preparado para ello. Si bien el Grupo Planeta ha dado un vuelco en su forma de tener escritores de la casa, su impacto aún se espera. Alfaguara también ha intentado lo mismo y ha tenido la suerte de firmar con varios de los escritores que han ganado premios nacionales o regionales de literatura. El tener escritores calificados no es señal de buena literatura o de una literatura que perdure. Es importante que la industria editorial se fije en la forma como va a trabajar con los nuevos escritores. Infortunadamente el mercado parece estar estancado, y las últimas Ferias del Libro de Bogotá son un termómetro para eso. El índice de lectura no sube y si no se articula un proyecto serio y con continuidad los escritores formados terminarán por ser conocidos por unos pocos. Para Hincapié, utilizar las nuevas tecnologías, el libro electrónico y la edición bajo demanda es la forma como la industria tiene que empezar a cubrir un mayor mercado. La edición independiente y comercial, las revistas literarias y culturales, tiene que volverse multiplicadores de estos talleres. Es necesario que los productos generados en los Talleres de provincia sean conocidos por los editores regionales, que se incentive la participación en los premios y que el trabajo editorial sea cuidadoso con los nuevos autores, así como con los ya reconocidos. Se necesita una industria que no tenga miedo a apostar por las nuevas generaciones. Pero también un Estado que dote Bibliotecas y que lo haga atado a un plan de formación de lectores, con personal capacitado para ese fin. Es necesario trazar un mapa que nos empiece a dar pistas sobre los intereses, los temas y las pretensiones de una nueva generación de escritores que está marcada por la profesionalización de las escrituras creativas.

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Esta nueva generación en su gran mayoría ha dedicado tiempo y esfuerzo al entrenamiento de una técnica, de una artesanía. Ese trabajo debe tener una forma de visibilizarse, al margen de los temas de secuestrados y narcotraficantes que inundan las pocas librerías. La profesionalización en el oficio debe ser una forma de ganar en el mercado y de competir con los grandes autores. Apostar por las nuevas firmas solo es posible si en la industria prima la calidad literaria al margen del reconocimiento de los autores. Para terminar, es importante anotar que como industria cultural se debe tener en cuenta que ella debe generar ingresos económicos que permita proyectos auto sostenibles. De esta forma, los escritores y la industria literaria subsistirán a largo plazo.


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