Revista HIMEN N.003

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POESÍA

• ENSAYO • CRÓNICA • CUENTO

PRIMAVERA • 2015 • N. 003 • HAMBRE


Universidad de Guadalajara

Rectoría General

Mtro. Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla

Vicerrectoría Ejecutiva

Dr. Miguel Ángel Navarro Navarro

Secretaría General

Mtro. José Alfredo Peña Ramos

CUCSH

Rector Dr. Héctor Raúl Solís Gadea Secretaria Académica Dra. María Guadalupe Moreno González Secretario administrativo Mtra. Karla Alejandrina Planter Pérez Directora de la División de Estudios Históricos y Humanos Dra. Lilia Victoria Oliver Sánchez Jefa del departamento Dra. María Guadalupe Sánchez Robles Coordinación Editorial Dr. Carlos Antonio Villa Guzmán

REVISTA HIMEN

Director Martín García López Francisco López Ibarra María Idalia López Valerio Consejo editorial Arturo Grijalva Elizalde Sayuri Sánchez Rodríguez Arnulfo Valdez Oleta Yaheli Hernández Jessica Rodríguez López Cecilia K. Cruz Hernández Diseño editorial/Ilustración/Portada César Augusto Hernández Cárdenas Contacto: himenletras@gmail.com

N.3 HAM BRE

Himen, año 2, núm. 3, marzo-julio de 2015, es una publicación cuatrimestral editada por la

Universidad de Guadalajara, a través de la Editorial del CUCSH, con domicilio en Calle Juan Manuel

130, Col. Centro, CP 44100. Guadalajara, Jalisco, México.

www.facebook.com/revistahimen, Director: Martín García López, correo electrónico: himenletras@

gmail.com, Impresa por DIRECT PRINTING, S.A.

DE C.V., Juan Manuel 897, Col. Centro, CP 44200. Guadalajara Jalisco México. Este número se ter-

minó de imprimir en abril del 2015, con un tiraje de 500 ejemplares.

Las opiniones expresadas en esta revista son

estrictamente responsabilidad de sus autores.


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Editorial

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Inanición

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La sutileza del horror

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Acariciando a charly miau después del trabajo

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“Un artista del hambre” de Franz Kafka: un espectador de su hambre completamente satisfecho

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Pica

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*

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El Monchis

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No hay hambre en las calles, hay azar

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La fábula del Quebrantahuesos

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Hambre de fe

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En la mesa de junto

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Ecstacyanía

28

Diccionario carnal del Hambre

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Vaporcito que emerge. Últimas aguas bajo tierra evaporadas

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Semblanzas

ÍNDICE

N.3 ...


Hambre

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Editorial

Revista HIMEN/ Año 2

/ N. 003 / Hambre

Pues esta vez nos tocó escribir con el estómago. Cesamos la muerte de la hoja alimentándola. Pero no hablamos de

carnes, frutas y verduras, sino alimento espiritual. Hablamos del hambre como la necesidad de ingerir y digerir cualquier cosa que se perciba. Hambre

Ginsberg en una entrevista hablaba sobre su proceso creativo referente a Howl; hablaba sobre la materia creadora que consta

de emoción, impulso y lívido. Dicha materia se depositaba en el estómago y a manera de soplo salía a ser obra. Porque acaso no es la perra hambre la que te corretea,

la que te lleva a actuar. De llegar a tragar algo del suelo, de atentar con la flesh del otro. Ñam Ñam. Conozcan

pues a estos muertos de hambre que con el corazón en

el estómago, llenaron esta Revista de alimento suficiente mientras te vuelva a dar y vuelvas. Himen los incita a

ayunar un momento de todo, para que se coman este cevichito de camarón. (Ballena Pacífico no incluida) �

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Inanición por Christian Anguiano

“Todo lo vence el hombre, menos el hambre” -Séneca

El hombre, llamado Marcial, había parado en ese húmedo lugar por haber sido sorprendido en un almacén de animales clandestinos del cual era responsable. Distribuía especies raras y en peligro de extinción, y tenía criaderos de diversos animales. Por eso llevaba ahí tres de los veinticinco años que se le adjudicaron. Comenzaba a acostumbrarse a la vida como reo. Tenía un compañero de celda llamado Esteban que lo animaba todos los días diciéndole que saldría antes de lo que pensaba. Esteban pasaba por una condena de setenta años, y a sus setenta y cuatro solamente había cumplido con treinta. Él estaba consciente de que se pudriría en ese lugar. Marcial pensó que no podría irle peor que al pobre viejo, y eso lo animó en todo momento.

Pero algo había pasado allá afuera. De un momento a otro los guardias dejaron de ir y ya nadie los había atendido. Se habían quedado encerrados ahí sin fecha determinada para poder tomar un poco de aire en el exterior. Todos creyeron que la orden del gobernador, de la cual sólo se rumoraba, se había aprobado y se quedarían allí para siempre sin esperanza alguna de sobrevivir. Algunos otros creyeron que una guerra se había desatado allá afuera, todo podía pasar al no tener comunicación alguna con el mundo exterior. Otros tantos, ya más locos por la claustrofobia nacida en las celdas, afirmaban que un ataque de algunos seres

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La rata que bajaba por un amplio tubo repleto de moho fue más hábil que la mano del hombre que intentó atraparla con burdos esfuerzos. La cola del animal se movió de un lado a otro mientras se alejaba con ademán de burla de esa celda abandonada donde habitaba el hombre de aspecto lánguido y horrorizado. Las fuerzas le faltaron para atrapar a tan suculento roedor que paseaba por esos lugares después de haber devorado los restos de alguna carne descompuesta llena de larvas lechosas que invadían los cuerpos muertots existentes en todas las celdas. Aquella vieja y lúgubre cárcel había sido abandonada por los responsables de un momento a otro. Los presos no supieron qué es lo que había pasado afuera, por qué los guardias dejaron de ir, por qué nadie se acordaba de ellos.


extraños se habían encargado de la humanidad, sin siquiera echar un vistazo en las cárceles. Todo pudo haber pasado, pero ellos no tenían la certeza de que algún día lo sabrían, sólo les quedó la esperanza de que pronto alguien volviera a sacarlos de ahí y a alimentarlos.

Hambre

La inanición fue el primer problema. Todos los reos en todas sus celdas se quejaron de la falta de comida, gritaban desesperados. Pronto la mayoría comenzó a flaquear y a sentirse débil por la escasez de alimento. Maciel, quién en sus primeros días como preso se abstuvo de probar alimento, pudo aguantar más que los demás, pero Esteban no era así. Era un viejo gordo que se hacía notar por su corpulencia y por pedir dobles o triples raciones de comida en la cafetería. Él no soportaría mucho. Algunos se resignaron a comer lo que encontraran más cerca. Unos arrancaron sus ropas, otros simplemente comenzaron a comer su propia mierda. El agua de los escusados fue una bendición para muchos, pero cuando el suministro de agua paró, tuvieron que reciclar sus orines, y así lo hicieron todos.

Los días pasaban y nadie acudía al grito de ayuda que los reos proferían de sus cansadas gargantas. Algunos comenzaban a morir, y esa fue una señal de ayuda porque así los sobrevivientes podían comer de los cuerpos de los fallecidos. Esteban murió al octavo día, pero antes de esto le pidió a Maciel que, si era necesario, lo comiera. Y así lo hizo, hasta que ya no quedó más de la putrefacta y grasosa carne del viejo.

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Maciel dejó de escuchar voces de sus compañeros. Gritó esperando a que alguien respondiera de entre las celdas, hasta que cayó en la cuenta de que nadie se encontraba con vida. Estaba solo en ese mortuorio y pestilente lugar sin esperanza alguna de sobrevivir. El esqueleto de Esteban fue su único compañero con el que charló por noches enteras esperando a que alguien viniera a salvarle. La comida, si a ese festín caníbal se le podía llamar así, se terminó y sólo quedaban sus propios desechos como la única opción de supervivencia.

Se dio cuenta de que no existía peor castigo que ese. Encontrarse abandonado, en una jaula repleta de mierda, con las tripas vacías y unas ansias tremendas que intentaban ganarle a su sentido común el cuál le decía que no comenzara a comerse a sí mismo, que no se arrancara el pie para así poder alimentarse y sobrevivir a esa situación. Y todas las noches esperó a que su crujir de intestinos disminuyera un poco, para poder dormir y no imaginar devorarse pedazo a pedazo, pensando que sería mejor morir de hambre que seguir viviendo ese condenado infierno. �

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La sutileza del horror por Génesis Jezabel Guerrero G. Sophie Dahl: de Vogue a Food & Wine

La rubia sabe ponerse creativa con el kilo de mantequilla que le agrega a su platillo, la corta, la derrite, la mezcla hasta desaparecerla; el ingrediente nunca llora, ni siquiera gime o se lamenta. Más raro aún es que la mujer no deja de sonreír y remontar tiempos en los que visitaba a su abuelita en el pequeño pueblo británico. Recuerda un hecho melancólico y te ofrece pastel con té; recuerda un pensamiento triste y te regala sopa. Descabeza camarones, decapita pollos, guillotina calabazas, ahoga el pan y, por supuesto, extingue mantequilla, kilos y kilos de mantequilla interminable. Realiza el sacrificio para saciar al televidente encandilado, para crear una atmósfera excitante, para animar a la degustación atrevida y al sentimiento de valentía que empuja lo suficiente para echarle paprika a lo que solamente llevaría sal, si acaso pimienta. Probablemente lo único que hace es contagiar su arrojo, aprovechar sus habilidades narcóticas para triturar cualquier atisbo de culpa que empiece a generarse tras el crudo aniquilamiento de enormes crustáceos, se ve alegre diciendo que los pobres, antes de ser guisados en agua hirviendo, eran grises y largos, ahora se ponen cada vez más colorados y radiantes mientras hierven en su jacuzzi de acero inoxidable.

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Según Roald Dahl, autor de Charlie y la Fábrica de Chocolate, James y el melocotón gigante y otras historias íntimamente relacionadas con el cacao y el dulzón, “los secretos más grandes se ocultan siempre en los lugares más inverosímiles”. Quizás esta glotonería resultó tan vehemente que, por herencia genética, la nieta de Dahl se cansó de cuidar la línea, de ser fotografiada en vestidos ceñidos y de modelar para las páginas de Vogue y Bazaar protagonizando los issues de la temporada; además de avivar su ansia por penetrar en los terrenos placenteros de la cocina: hogar de sus más oscuros enigmas. Con facciones hermosas, silueta Coca-Cola, manos traviesas y explicaciones coquetas, armó su programa de televisión filmado desde la tranquilidad y confort del hogar kitsch: “The Delicious Miss Dahl”; nombre provocativo para tratarse de un espacio cien por ciento gastronómico. Pero la verdad es que no podría ser más acertado. Nadie cocina hot fudge como lo hace Sophie, nadie logra que durante el proceso culinario te preguntes cuál de los dos está cocinando al otro, cuál es el postre y cuál el chef.


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La labor de esta cocinera amateur sin duda es complicada. No se trata pues de disfrutar la comida, de saber agregar una cucharada de vainilla a un plato hondo,

de ablandar la carne fría y rígida al tiempo que luces dichoso; el encanto está en la destreza de poder transformar una espátula y una licuadora en lencería, de llevarse a la boca la salsa del chili con el dedo pálido y de preparar sándwiches ligeros, ligeros como su voz de terciopelo inglés. Todo se reduce a Sophie enamorando, provocando el ansia por ser esa comida, ese extracto dulce, ese cadáver próspero y quieto. Acaso sea la señorita Dahl espejo de Willy Wonka, uno de los personajes infantiles más macabros y misteriosos, la renovación de la

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viejita malvada quien se come a Hansel y a Gretel. Tal vez. Lo que es seguro es que durante la mitad de hora es imposible despegar la mirada del televisor.

Nadie en su sano juicio pararía a Sophie con lo que hace: matar a cientos de kilos de mantequilla, poner la mesa y comérselo todo. Nadie la detendría si descuartizara a unas cuantas personas mientras habla de su abuelita en el campo, arregla los floreros, cita a algún autor del XX y prueba las tripas para cerciorarse de su frescura. Las víctimas no llorarían ni se quejarían porque la cocina Dahl sólo puede ser rubicunda e imperturbable. Y es que tal vez no importe que nos bombardeen, nos inunden, nos denigren, nos rallen, nos piquen finamente, nos echen como pizca en algún platillo. Al menos no mientras sea la deliciosísima señorita Dahl. �

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Es inaceptable perderse un programa de cocina que se asemeja más -por las sensaciones que desencadena-, al instante ése en que se limpian los oídos con un cotonete. La señorita Dahl mete el hisopo hasta el tímpano y más allá; lo engarza lleno de espinas y astillas durante treinta exquisitos minutos y deja el efecto durante días; se convierte en una especie de masturbación prolongada, un trance hipnótico de todos los sentidos. Y si puede cortar el pan a la perfección, no tendrá problema sajando la pulpa de alguna sandía, de algún cuerpo marchito pero gustoso esperando a ser salvado del pavor. La parrilla humeante recibe al sujeto previamente fileteado y lo abraza hasta ennegrecerlo. Sólo agrega el gravy, el agua de rosas, la vajilla de época y la sensual y pausada voz. Al siguiente minuto, la dama permanece alegre, mirando cómo los ingredientes se destruyen en mil pedazos; esperando a que el procesador de alimentos haga su magia con la remolacha y la albahaca hasta que la crema cárdena se torna apetecible, se antoja, sea esta sopa de betabel o de entrañas. Dahl la sirve en una taza floreada de porcelana y se las recomienda a sus invitados, haciendo alarde del delito y mostrando su cinismo con una reluciente sonrisa blanca. Al parecer a nadie le importa, la concurrencia actuada se ve casi real, todos están sonriendo, todos hacen “mmmmmmm” y concluyen la cena con un pastel cubierto de encarnadas frutillas rodeadas de pétalos cristalizados.


Acariciando a charly miau después del trabajo por Carla Xel-há López Méndez

Mi gato y yo odiamos la riqueza escribimos una nota para que se mueran los ricos para que se les reviente la mano bajo la máquina textil de unos chinos bajo la máquina infernal de una marca bonita odiamos a los ricos porque viven en los bosques como los lobos como las princesas y se comen los frutos buenos y el aire bueno no queremos defender a nadie nosotros también odiamos a los pobres que se comen la sombra del fruto malo y el aire malo y siempre enseñan una mano sucia y nadie los entiende mi gato y yo velamos por nuestro tazón lleno

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he dicho lleno para que quede claro ni desbordado ni vacío he dicho velamos porque los pobres se roban la tranquilidad del gato y los ricos nos roban por las noches algo más que el sueño odiamos la miseria pedimos que a los ricos se los coman los gusanos desde las tripas vivas pedimos a los ricos que se acerquen y que les duela algo que jamás se les quite pedimos que a los ricos les duela algo alguna cosa distinta en el cuerpo alguna vez.

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“Un artista del hambre” de Franz Kafka:

un espectador de su hambre completamente satisfecho por Asmara Gay

En 1922, Franz Kafka escribió el cuento “Un artista del hambre” en el que narra cómo un hombre deja de comer para presentarse a sí mismo como un espectáculo. Por no más de cuarenta días representa, de ciudad en ciudad, al artista del hambre al tiempo que es vigilado por unas personas nombradas por el público, generalmente carniceros, que cuidan que no coma durante su ayuno. De tal manera, el artista exhibe su triste esqueleto ante el asombro, sospecha e incredulidad de sus espectadores. Pero el interés del público un día decae y el empresario que lo ha contratado tiene que despedirlo. El artista siente que ha pasado demasiado tiempo en este oficio, por lo que no renuncia como el empresario, sino que busca trabajo en un circo. Allí lo ponen en una jaula y se olvidan de él hasta que deja de comer para siempre y muere. Este personaje, que es la alegoría de la vida del artista por excelencia, hacia el final del relato revela la razón de su necesidad de hambre: si hubiera encontrado una comida que me gustara, créame, le dice al inspector del circo, nunca hubiera ayunado. Pero antes, a la mitad del cuento, el narrador nos dice un motivo diferente del ayuno de este hombre: “para cambiar de oficio, no sólo estaba demasiado viejo, sino que además estaba fanáticamente enamorado del ayuno”1 . Sobre estas dos razones que tiene el artista del hambre para permanecer en su ayuno es que versará este breve ensayo, pues están entrelazadas. 1 Franz Kafka. “Un artista del hambre”, en La metamorfosis y otros relatos. Madrid: RBA, 1995, p. 89.

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De haber encontrado una comida…

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Mientras permanece afuera de su jaula, el artista del hambre es un hombre melancólico. Quienes lo conocen imaginan que tal carácter se debe a su ayuno prolongado, lo que ha afectado, probablemente, su sistema nervioso. Sin embargo, el artista no piensa esto. Sabe que la causa de su melancolía no es derivada del ayuno, sino que es consecuencia de la falta de éste, que su tristeza procede, paradójicamente, de la ausencia de hambre. En ningún lugar dentro del cuento excepto al final, Kafka nos dice la razón más importante que tiene su personaje para ayunar: la carencia de una comida que le gustara. Al parecer, él se encuentra en una búsqueda, una búsqueda insatisfecha, cuyo paliativo o placebo se encuentra en el hambre, o más bien, en la sensación del hambre como un reflejo de la ausencia de comida placentera. Así, el artista está en una búsqueda, aunque ésta es una tbúsqueda egoísta porque a partir de ella desea recibir el reconocimiento del mundo. Esto lo manifiesta en el diálogo que tiene con el inspector del circo y, por ello, al inspector, como representante del mundo, le pide perdón. El inspector no lo entiende, por supuesto, pero le sigue la corriente y responde: “Te perdonamos”. Entonces el artista le explica que había deseado toda la vida que el mundo admirara su resistencia al hambre, aunque él sabe que la admiración que recibe es inadecuada, pues lo que hace no sólo no es difícil, sino que es el resultado de algo que esconde y que únicamente descubrirá al inspector: no haber encontrado alimentos con los que pudiera gozar y así permanecer en la tierra con un sentido de su vida.

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Sólo él sabía —sólo él y ninguno de sus adeptos— qué fácil cosa era el ayuno. Era la cosa más fácil del mundo. Verdad que no lo ocultaba, pero no le creían; en el caso más favorable, lo tomaban por modesto, pero, en general, lo juzgaban un reclamista, o un vil farsante para quien el ayuno era cosa fácil porque sabía la manera de hacerlo fácil y que tenía, además, el cinismo de dejarlo entrever. Había de aguantar todo esto, y, en el curso de los años, ya se había acostumbrado a ello; pero, en su interior, siempre le recomía este descontento y ni una sola vez, al fin de su ayuno —esta justicia había que hacérsela—, había abandonado su jaula voluntariamente. 2

2 Ibídem, p. 83.

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El enamorado del hambre El sentido que encuentra el personaje kafkiano para vivir se halla en el hambre, paradójicamente es un camino de muerte. Al estar “fanáticamente enamorado del hambre”, el artista está enamorado de su propia aniquilación. Por eso, para él es fácil decir que si pudiera dejaría de comer para siempre, porque en su caso éste no es un reto, el reto sería comer para siempre. Además, saturado de este estado tanático, lo que hace más feliz al artista del hambre es su propio sufrimiento, la contemplación de su ruina por él mismo, una íntima necesidad de destruirse, que se hace presente con cruel ironía en el relato kafkiano.

Cuando se sentía más dichoso era al llegar la mañana, momento en el que, por cuenta de la empresa, servían a los vigilantes un abundante desayuno, que devoraban con el apetito de hombres robustos que han pasado una noche de dura vigilancia. 3

En este relato, Kafka nos muestra una paradoja de la existencia: si para ser hay que comer, al rehusarse a hacerlo el artista es fiel a su arte, pero dejará de existir por esa misma fidelidad. De alguna manera, existe pero no existe. El sentido de su vida se encamina hacia el sentido de su muerte porque este enamorado del hambre es en realidad un enamorado de la muerte. � Asmara Gay Egresada de la Maestría en Apreciación y Creación Literaria (Casa Lamm) y de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación (UNAM). Escribe cuentos, poemas y ensayos y colabora en diversas revistas literarias. Actualmente imparte clases en Casa Lamm y es coordinadora de la sección ensayo de la Revista Nocturnario. 3 Ibídem, p. 83.

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Esta necesidad de destrucción del artista, de observarse y de que le observen, es representada incluso cuando ya no se le necesita, cuando ya no existe el espectáculo porque no hay espectadores. De alguna manera, el artista deja de lado la naturaleza que él se confiere a sí mismo, pues al rehusarse a cambiar su situación a raíz de la mudanza de las circunstancias de su entorno él ha dejado de ser, pese a seguir un camino comprometido con un público que ya no le da vida. El rechazo a la transformación erige al artista en un no-ser artista del hambre, porque al tomar la decisión de no comer cuando ha perdido al público que lo impulsaba deja de ser artista y así inicia su camino a la muerte.


Pica por Gabino G. Ocampo

Hambre

Sentado en una clase de teoría teorética de las teoréticas teorías, me siento rebasado. Los conceptos, las ideas, las razones y las imágenes llenan mi mente de un vacío consumidor. Mi corazón late tan fuerte que hasta el pecho me duele. Mi respiración aumenta, corre. Mi mente manda señales de pánico a todo mi ser. Mis manos sudan un sudor frio. Me siento respirar a través de un popote. Mis pensamientos corren, vagan, huyen y tiemblan de ansiedad. Mis dedos recorren las hojas de mi cuaderno lleno de jeroglíficos indescifrables y cortan pequeños pedazos de las orillas.

Hacía mucho que no comía papel pero la ansiedad y el estrés me han abierto el apetito. Tengo hambre. He ido a muchas sesiones de terapia y he hablado sobre mis problemas. Me he abierto a personas que ni siquiera conozco con el fin de abandonar esa hambre por lo raro. El hambre por una sustancia indebida, mala. Hoy después de tanto tiempo me tuvo que regresar.

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Mis dedos juegan con los pedacitos de papel. Juego con cada pedazo con una ansiedad y con un miedo inigualable. ¿Cómo le puedo tener miedo a algo tan inofensivo? ¿Cómo permito que el hambre regrese?

Los pedazos de papel empiezan a llenar el cuaderno. Al principio, cada pedazo era simétrico y organizado pero ahora cada pieza demuestra el odio y la ansiedad que siento. Las hojas de mi cuaderno están ya incompletas.

Volteo a la derecha y luego la izquierda con miedo que mis compañeros se fijen en lo que estoy haciendo. El maestro continúa con su clase como normal. Los demás opinan, toman notas. Yo soy el único inmerso en este mundo pervertido, en este mundo de lo anormal. Cada pedazo de papel toma la forma física del alivio que necesito. El papel es la droga que calma mi ansiedad; es la droga que me permite concentrar.

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¿Cuándo nacería esa hambre? ¿Acaso fue cuando me violaron a los 10 años? ¿O cuando mis padres se peleaban y terminaron divorciándose? ¿O quizá cuando mi abuela, que siempre formó parte de mi familia integral, aun más que mi propio padre, murió? El comienzo no importa. El final tampoco, yo creo. Lo que importa es la obsesiva compulsión de comer ese papel tan ansiado. Esa hambre enfermiza que me hace sentir como un fenómeno.

Mis dedos regresan al cuaderno. Conscientemente tomo un pedazo de papel y me lo meto en la boca. El dulce alivio de una droga tan ansiada llena mi cuerpo. La ansiedad comienza a desaparecer. Mis dientes mastican mis problemas, disuelven mi ansiedad. Mis dedos recogen otro papel y mi boca sirve para recibir la hostia que me liberara de mi constante enemigo. �

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Gabino G. Ocampo Nació en Tijuana, B. C. Estudió Letras Inglesas en California y Traducción en Tijuana. Actualmente, es estudiante de la licenciatura de filosofía en la Universidad de Guadalajara. Sus escritos han sido publicados en varias plaquettes y revistas literarias.


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por Raúl Duran Tener hambre es la cosa primera que se aprende -Miguel Hernández

Yo fui esperma y óvulo me forjé luego como cosa fea succionando sangre y alma de quien fuera mi madre hasta ser hueso, carne y entraña. Luego el edén perdido exilio a la aridez

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y el último consuelo lácteo. Una vez que tuve la tierra entre los pies pude ver la amarga mirada de los que tienen un puño apretando las tripas

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supe la única condición para empañar los espejos: Hambre: primera traición. Así, concedo el total mando a la saliva inundando la boca y sé de quienes buscan sentido Necios sepan que viven para menguar el gruñido y que, contrario a lo que dicen sólo de pan vive el hombre

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El Monchis por Holden Melaza

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Cada vez hay más gordos, chacho, y los gordos gastan mucho de todo. No dejan de zampar mierda y creen que luego con comprar esos trastos de la teletienda y haciendo dietas del pepino lo arreglan todo. Sí, joder, la máquina esa de los abdominales que te la pones y hala... como si con eso desapareciera el hecho de que cada vez que comen lo hacen como si fuese su última cena. No tienen autocontrol y les da igual, prefieren creer en fórmulas mágicas en lugar de cortarse un poco con la comida. Cualquier cosa menos privarse. Eso no es así, chacho. La pérdida jode. Si no la sufres, no la tienes, ¿sabes? Además, en un mundo como éste, en el que cada persona que nace es una persona menos que puede vivir, ellos se comen la ración diaria de un yemení adulto sólo en el almuerzo. ¿Que qué considero gordo? Alguien que pierde la compostura comiendo. Eso es un gordo. Yo tengo un plan. Sí, chacho, un método para licuar a todos esos zampapancetas. No a todos, no a todos. Dejaría en paz a los hereditarios, pero a los que calman sus sentimientos papeando o hacen seis comtidas al día.... Como Fido Dido iban a quedar. ¿Cómo? Escucha. ¿Has oído hablar de esos campamentos de adelgazamiento? Como los que salen en la pelis yankis, sí. Yo montaría uno. Alejado de todo, en el campo, con sus actividades diarias de ejercicio, control de peso semanal, dos comidas al día a base de avena y muesli... pero el mío tendría algo distinto. Las cámaras del monchis, del hambre química. Sí, sí. Imagínate. Los internos van hacer

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alguna de las actividades programadas en el horario o a sus habitaciones o alguna zona común para alguna reunión ¿no? Y de repente... ¡Zas! Se quedarían encerrados. Ellos no sabrían que todas las habitaciones de cada edificio del campamento son cámaras selladas. Todas estarían conectadas a una habitación central donde estarían los monitores, nosotros. El Tote, el Pernía, el Abdala, el Gorras, tú, yo... toda la parroquia del humo. En esa sala central estaríamos como en el Cafetín o en el Penicilino. De parloteo y fumando hash y verde durante horas y horas, pero todo ese humo, en lugar de perderse, iría a parar a las habitaciones donde estuviesen encerrados los tigretones a través de un sistema de ventilación. En vez de Zyklon B, THC. Los primeros minutos sólo notarían el olor, pero un rato después... ¿qué pasaría? Que les empezaría a dar el hambre, el monchis y no podrían calmar la gusa. Sólo joderse y aguantarse con la sinfonía de sus tripas como música de fondo. Cierto, la primera vez les pondría en guardia, ¿y qué? todas las habitaciones serían más herméticas que el culo de un camionero. Habría siempre una pandilla de grifotas ahumándoles día y noche en cualquier momento, sin previo aviso. No tendrían escapatoria, recuerda que estarían alejados de todo. Tendrían que andar un maratón para volver a la civilización. Al principio lo pasarían mal, sería jodido, pero después de un día, una semana, un mes... Acabarían por ganar autocontrol. Se verían obligados a confrontar el hambre cara a cara y no podrían cebarse después. El monchis funcionaria como inhibidor, no como estimulante. Después de salir del campamento quizás volvieran a lo mismo de siempre, pero al menos descubrirían que la gula tiene cura. Ya sé, ya sé, llámame nazi, pero oye, ¿no dicen que la letra con sangre entra? pues la grasa con humo sale, chacho. �

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Holden Melaza Nació en Valladolid aunque cuando le pregunten él contesta siempre que es del Bierzo. Noctivago reincidente, falso ermitaño, bebedor devoto... Sus conocidos dicen que es un judío con prepucio que comenzó a escribir para que no se le olvidarán las anécdotas. Actualmente se encuentra enclaustrado en la redacción de un ensayo titulado “Benditos Malditos” que el asegura tendrá listo para Navidad. Probablemente, jamás lo acabe.

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No hay hambre en las calles, hay azar por Kevin Cárdenas

Lo sé yo como otros tantos: no es la fe sino el hambre la que mueve montañas. Hay quienes hoy daríamos la madre por un pan seco que nos sangre la garganta infecta. El hambre es la quemadura persistente del invierno. No hay prórroga para la estación perpetua. En la calle dicen: “El que a hierro mata a hierro muere.” En la calle digo: ¿Cómo ha de morir

Si punzo, en estas calles oscuras, a ese que camina solo, a ese que no me da el reloj, que no me da su cadena, Si le abro las malditas entrañas con violentas horadaciones, veremos que no se muere (con la barriga vacía). Hay odio en el hambre. Hay una bestia que corriendo gira La ruleta que dentro de mí arde.

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el que a hambre mata diariamente?


¿Hoy será rojo? ¿Hoy será negro? Días que comes, días que no comes

Hay una sombra que persigue a otra, una bola desacelera y dicta ¿Hoy será rojo? ¿Hoy será negro? Días que comes, días que no comes…

Días que comes. Hay azar en el hambre. ¡Sueño!, que eres azar, que no eres hambre, sueño que eres azar, que no eres hambre. Sueño que reconcilias, hambre que despiertas.

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Hambre que no eres sueño, que eres hambre. Hambre que no existes, hambre que eres todo. Tiempo que desnudas, que te vistes de hambre. Hambre que recuerdas, que te alimentas con el tiempo, que te alimentas de mí, que no he comido

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que no he comido no he comido. No he comido. El sol se eleva. Un hombre cae. Una montaña se mueve.

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La fábula del Quebrantahuesos por Krsna Sánchez N.

Mientras volaba por el cielo tórrido, un Quebrantahuesos divisó el esqueleto de un elefante muerto de inanición, a las faldas del Kilimanyaro. Bajo el sol del mediodía, un fémur del paquidermo se erguía imponente, semejante a una torre blanca. El Quebrantahuesos plegó las alas y se arrojó en picada. Descendió en la cumbre del hueso monumental. Posado allí, presumió su silueta de águila, con cabeza de chacal y pechuga leonada.

No había rastro de carne a lo largo del fémur. Los buitres y los cuervos disfrutaron de un banquete poco antes. Después se fueron a digerir a la sombra de una acacia. El Quebrantahuesos agradeció la ausencia de ellos, porque detestaba compartir la mesa junto a los carroñeros emplumados. Él no se consideraba un necrófago. Poseía un gusto más refinado, como todo miembro de su familia, que saciaba con la medula escondida en lo recóndito de los huesos. La medula era el manjar más exótico, accesible para una inteligencia aguda, exclusivamente.

Al echar un vistazo a la complexión del fémur, el Quebrantahuesos supo que se enfrentaba al mayor reto que la naturaleza podía oponer a sus capacidades de fragmentación osteológica. Era una viga de calcio, gruesa y maciza, apropiada para sostener a la suprema bestia terrestre. El tejido esquelético no mostraba evidencias de osteoporosis, ni fracturas previas. El Quebrantahuesos se puso a trabajar, sin perder tiempo. Martilló el fémur con su pico, soltó varios zarpazos y no

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provocó la menor fisura. El enorme hueso se mantuvo inexpugnable, por medios convencionales. El Quebrantahuesos se daba cuenta que no tenía porque tomarse la molestia, pues con cascar una falange del elefante saciaría el hambre. Pero eso no hubiera satisfecho su innato apetito de quebrar huesos.

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Decidió usar la máxima técnica del repertorio familiar. Se trataba de un recurso infalible, por medio del cual antes logró romper caderas de rinoceronte, partir vertebras de jirafa y despedazar costillares de hipopótamo. Era la rigurosa ciencia del proyectil. El Quebrantahuesos sujetó el extremo del fémur con las garras y agitó las alas, vigoroso, para emprender el vuelo. Ascendió con dificultad, llevando la pesada carga hasta una altura elevada, donde el sol casi le quemó el lomo. El Quebrantahuesos calculó que, en razón del peso y la aceleración constante, la vaina huesosa se fracturaría con un choque desde esa altitud exacta, sin que el tuétano terminara regado por la sabana. No obstante, el ave decidió ascender un poco más, con tal de asegurar un buen resultado. Cuando sus alas no tuvieron fuerza de seguir, soltó el fémur a los aires, en caída libre. El fémur se precipitó en línea recta, giraba sobre sí mismo, como un taladro temible que penetraba la cúpula celeste. El impacto contra la tierra estremeció África entera. Después que una gran tolvanera se disipó, medio hueso apareció clavado al centro de un cráter amplio y profundo. Una fisura subterránea se desarrolló hasta cruzar con una vena del volcán cercano. Alrededor del hueso se formó un estanque de larva incandescente.

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Al contemplar el espeso y rojo líquido emergido, el Quebrantahuesos pensó que era el tuétano que salía abundante del fémur. Desplegó las alas y descendió suave por el viento. Creyó que comería y se bañaría en una tibia sopa de medula. Pero comprendió la equivocación apenas acercó el pico al caldo radiante. No logró remontar el vuelo, sus plumas se calcinaron antes. El Quebrantahuesos se clavó en la lava. Al fundirse solo deploró que no quedaría un esqueleto de él, como aperitivo de sus congéneres. � Moraleja: Alguna cosa respecto a la voracidad, pero quien sabe qué en particular.

Krsna Sánchez Nevarez. Originario de Michoacán. Estudiante de letras en la Universidad de Guadalajara. Ha publicado cuentos y minificciones en las revistas La Cigarra y El Perro. Uno de sus relatos forma parte de la antología Breavis&Cortus de la editorial FA Cartonera.

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Hambre de fe por Gerardo Ugalde Luján

1:

A lo lejos se observa una sombra humana caminando a lo largo de la avenida. Una narración comienza: El pecado es debilidad. Es cuando el hombre o a la mujer no toleran la vida. Cuando creen que su dolor es el dolor de la humanidad. Yo ya no siento dolor, porque he sentido el amor de Dios. Y su amor es fuerte hasta lo ridículo, una broma en mal momento, un castigo a un justo, una penitencia al desvalido.

2:

A: ¿Has encontrado ya la ira de tu Dios?

B: Preguntas como si fuera el tuyo. Deja de insistir en la blasfemia. A: ¿No percibes el fin de esta realidad?

B: El fin sólo será de la humanidad, no del tiempo, ni del espacio.

3:

En el piso de una habitación un hombre con el cuello ensangrentado yace, tiemblan sus pies, todavía sigue con vida.

4:

El protagonista se mira en un espejo. Transparencia cambio de escena. Grabamos al hombre saliendo de la casa y caminando hasta una parada de camión. Se sube a un automóvil que pasa. (Esta escena debe ir en reversa para que se entienda que del auto va a la casa)

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En la plaza el mismo hombre camina entre las personas. Pareciera buscar algo o alguien. De repente un hombre con capucha lo atrae. Camina hasta él. Los dos toman asiento. A espaldas de los dos la cámara espía su conversación. (Solo se observan sus nucas)


5:

De un fondo negro se escucha:

Es el cuerpo el límite del alma. Por eso aquel que atenta contra él, quiere lastimar a Dios. Pero si lastima el cuerpo porque quiere dejar de sentir el pecado, entonces beneficia la obra del Eterno. Ya que en el dolor, en el sufrimiento de la carne se redime todo acto de ofensa contra la vida. No busquen comprender estas palabras, únicamente viviendo el credo uno ve la luz que habita en el abismo. Transparencia. En la imagen apreciamos a un hombre en un rincón. Esta sollozando como una bestia herida. El hombre se levanta y camina a una escalera. Da tres pasos pero un sonido le obliga a detenerse. (Ruido gutural)

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6:

Otra vez el hombre camina en la plaza. Busca a alguien. Es el hombre de la capucha. Vuelven a tomar asiento. Ahora de frente, los miramos, no mueven la boca. Sin embargo se les oye hablar. A: ¿Es verdad que probaste la esencia de la fe?

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B: No lo sé, es por esto es un misterio piadoso. A: ¿Valió la pena?

B: Fue doloroso, si a eso te refieres. A: ¿Un mártir o un injusto?

B: Era un poco de los dos, un amigo también.

7:

El hombre que yacía ensangrentado se encuentra recostado en una cama. Leyendo. Con los minutos el cansancio lo vence. Cae dormido. La puerta de principal de su hogar se abre de repente. La persona que entra (cámara en primera persona) comienza a caminar hasta el patio. Va una esquina. Transparencia cambio de escena. El protagonista se observa en el espejo otra vez. Toca su imagen en el reflejo. Al percatarse de lo que hace sale del baño.

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8:

En el asiento trasero de un coche irá el protagonista. Paseara por las calles hasta que el coche se detenga. La puerta del coche se abre y entra el hombre encapuchado.

El coche se vuelve a poner en movimiento. No se verán ellos. Sino el panorama. Comienzan a dialogar. A: Entonces, ¿estás satisfecho?

B: No lo sé, sentí a Dios, pero duró poco.

El carro se detiene. Grabamos el exterior. De la puerta sale el protagonista con el mentón manchado de líquido rojo. Comienza a caminar por la avenida. Vemos cómo se aleja.

9:

Oscuridad por unos segundos. Ruido gutural. Transparencia.

-No lo entiendes, tú no lo viste, debo irme de aquí-Por favor, deja de torturarte.

10:

El protagonista está en cuclillas, mordiendo el cuello de su amigo. Escena dura unos cuantos segundos, luego Fin. � Gerardo Ugalde Luján Nacido en Zapopan, Jalisco. 1989. Escribe desde hace unos cuantos años, tiene muchos textos que ofrecer, ha logrado colocar uno que otro en revistas electrónicas. Es confundador de Tortura Films, con más de cuarenta cortometrajes en su filmografía. Todos ellos pueden verse en Youtube.

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El protagonista y el hombre de la herida en el cuello se hallan a la mesa. El herido le ofrece un plato con alimento a su amigo, este lo rechaza:


En la mesa de junto por Roman Villalobos

Ni aun vacío mi estómago –virtualmente llenocumplirá con los requisitos del hambre Enrique Lihn Porque siempre hay fenómenos que se comen a los otros: en mundos paralelos una cena romántica termina con el amante en ayuno por la espera, el camión del que nunca nadie baja, el quedarse de ver a las seis veinte / en pocas palabras lo que a veces pasa en esta tierra paralela a las otras invisibles, pero con el final exagerado,

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el final desarrollado, la oruga del drama vuelta mariposa: un amante muerto de hambre y de paciencia, la cola de un alacrán llegando hasta la carne: los humanos son las bestias más sobradas

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porque saben que se desbordan y no por ello se detienen, los globos de helio, velas de cumpleaños en pasteles de dieta, hacer citas y no llegar para dar un mensaje, porque si voy pronto pareceré una cosa, porque si no asisto pareceré otra, y así avanzamos por los siglos. En el mundo paralelo, mientras tanto, la gente en hambruna muere amando, así, con los dedos enlazados, sin más complicaciones, en un último y cruel acto de amor.

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Ecstasyanía por Violène Dauvois

Pinche palabra que los cielos te queman Muy bien dicho los santos te rezan. La serpiente rabiosa ondula, Pero las mariposas te observan. Existencia grotesca, Sumergida bajo el lustre vidrio.

Joliment dit les saints te prient. Le serpent enragé ondule, Mais les papillons t’épient.

La vida baila en relieve,

Grotesque existence,

Sufrimiento eterno

Noyée sous le verre luisant,

De sus tristes manos.

La vie danse en relief, Souffrance éternelle

De nunca acabar, O el hambre. De nunca acabar,

De ses tristes mains. Il faut en finir,

Otro desenlace.

Ou bien la faim.

Noche roja sangre,

Ou bien la fin.

Gotas macabras, Volverá de inmediato, Embrujar a las venas de tus ojos. Mente merodea, La muerte espera, Su espectro con dientes, Cortarte los dedos, Índice y corazón.

Il faut en finir,

Nuit rouge de sang, Gouttes macabres, Reviendra incessamment, Hanter les veines de tes yeux. Esprit rôde, La mort attend, Son spectre à dents Te trancher les doigts, Index et majeur.

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Saleté de mot, que le ciel te brûle.


De nunca acabar, O el hambre. De nunca acabar, Otro desenlace.

Ou bien la faim. Il faut en finir, Ou bien la fin.

Ácido prudentemente indolente,

Acide prudemment indolent,

Insolente despertador llorante,

Insolent réveil pleurant.

El miedo surge,

La peur surgit,

La fuerza igual.

La force aussi.

Infinita melodía clásica,

Classique mélodie infinie,

En el olvido.

Aux oublis.

Veneno inevitable,

Poison inévitable,

Droga adictiva,

Hambre

WIl faut en finir,

Sadomasoquismo, Implacable realidad De una garganta agotada. De nunca acabar, O el hambre. De nunca acabar, Otro desenlace. Decisión tomada, Desenlace del hambre. Punto final.

Drogue addictive, Sadomasochisme, Implacable réalité, D’une gorge épuisée.

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Il faut en finir, Ou bien la faim. Il faut en finir, Ou bien la fin. Décision prise, La fin de la faim. Point final.

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Diccionario carnal del Hambre por Cecilia Ramírez Calixtro hambre. (Del lat. vulg. *famen, -˘inis). 1. f. Gana y necesidad de comer. 2. f. Escasez de alimentos básicos, que causa carestía y miseria generalizada. 3. f. Apetito o deseo ardiente de algo. RAE

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La segunda de las significaciones que se le arroga al hambre es un tanto más de carácter social. Es cierto que al haber una escasez de alimentos el hambre se hace presente en su forma biológica, pero a esta palabra se le ha atribuido ser la encarnación de la miseria. Por eso cuando nos enojamos a rabiar con alguien que ha insultado alguna de nuestras características corporales o económicas le decimos “hambreado”. Y cómo no, esa persona seguramente no había experimentado algún tipo de placer ese día. La tercera y última definición se nos presenta como un mar de posibilidades. Y como la palabra en cuestión proviene del latín vulgar, pues hagámosle honor al calificativo y exploremos esta representación. Tan bondadosa es la lengua – y el lenguaje también – que podemos emplear el término hambre para designar distintos campos de conocimiento. A continuación se escudriñan algunos de los componentes que participan en la determinación del hambre como apetito o deseo ardiente de algo. ¿De qué? Sistema del hambre por placer

Si comer se sostiene de placer, entonces el hambre se sostiene de deseo, es decir, uno podría estar hambriento por el simple placer que produce comer. Así cuando nuestro deseo es carnal se genera la necesidad de devorar a la víctima de nuestro afán. Para esta compleja y deliciosa labor, se nos ha dotado de ciertas herramientas de las que echamos mano cada que se solicita.

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El hambre, dice la RAE, tiene tres principales acepciones. La primera y más simple vista como necesidad. Todos, y si no —deja te digo— no estás vivo, hemos sentido alguna vez una inconmensurable necesidad de recibir los sagrados alimentos. Seas vegano o carnívoro, comer se nos presenta como la principal actividad no sólo del día sino de la vida entera. Comemos no sólo por la cantidad de nutrientes que nuestro sistema biológico requiere, sino por placer, pregúntenle a las millones y millones de personas en el mundo con sobrepeso u obesidad. Si comer no fuera placentero, todos seríamos flacos.


Hambre

Boca. Una de las más preciadas partes del cuerpo. Ella es la primera en entrar en acción, que no en activarse. Al ser una de las fracciones más expuestas, se puede dar el lujo de ser una de las más descaradas. Insinúa, provoca. Atrae a la presa, una mueca y ya está. La boca es la encargada del enganche. Los alimentos le importan poco, es su sabor lo que más desea. Los labios le sirven de aliados, son los peones que habrán de conseguir la conquista. Cuando el hambre es carnal, en besar se le va su mayor empeño.

Dientes. Piezas de calcio resplandecientes. Ávidos de triturar, de masticar. Anhelantes de la desintegración, de disgregar. Se mueven para transformar, para fragmentar. Son la representación del salvajismo, la expresión del hambre canina. La desesperación del desbarate, la ansiedad por el otro, el deseo por la incorporación de lo que se apetece. Cuando el hambre es carnal, muerden, desgarran, sangran al combatiente. Destellan ante su trofeo.

Lengua. Flexibilidad muscular del disfrute. Lame para degustar, para probar aquello que se ha de tragar. Catadora de dulces y amargos. Sorprende su capacidad para llegar a lugares furtivos. Alojadora de miles y miles de papilas que estipularán con qué botín han de quedarse. Junto a las glándulas salivales, deglute. Salivan a rabiar cuando existe antojo. Cuando el hambre es carnal, habla, escupe odio, saborea pasión.

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Estómago. Contenedor emocional. Receptor de lo que faringe y el esófago han dispuesto. Su hambre aumenta cuando la necesidad no ha sido satisfecha. A veces crece por exceso de placer y engorda cuando su hedonismo se torna incontrolable. Albergue de mariposas en peligro de extinción. Cáliz hirviente de ímpetu y recelo. Iracundo ante la traición. Sereno ante la lealtad. Cuando el hambre es carnal, vomita exceso, digiere bondad. Vísceras. Expendedoras de excitación emocional. Moradoras de los más lóbregos recovecos. Termostatos en los niveles de dulzura y bilis colérica. Compañeras de jolgorios, alborotos y desencantes. Furtivas y clandestinas. Desconocen al raciocinio que tanto trabajo le cuesta a su portador. Expelen réplicas violentas

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e imprudentes. Curiosas y entrometidas, fisgonas. De contestaciones expeditas. Rememoran y evocan, cada yerro un vestigio. Desintoxican, regulan, corrigen. Prescinden de la mala sangre. Limpian y depuran, expulsan. Enredaderas de inmundicia y purificación. Cuando el hambre es carnal, protestan, desobedecen. Quebrantan, transgreden.

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Cecilia Ramírez Calixtro (1991) Psicóloga. Estudiante de la Especialidad en Comunicación, Cultura y Psicología Política en la Facultad de Psicología de la UNAM. Ha publicado en la revista Clarimonda. Cinéfila y melómana declarada. Creyente de las multitudes.

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Pene/Vagina. Últimos —pero no menos importantes— elementos del hambre por placer. No en vano que recientemente la grelina, hormona secretada por el sistema digestivo que genera las ganas de comer, se haya vinculado con el incremento del otro apetito, el sexual. Cuando la apetencia invade, no les queda más que ceder. Si el deseo embriaga, ellos responden. Uno se erecta, la otra se dilata. Prorrumpen respuestas a la etérea sugerencia labial. Consienten el afanoso aprieto molar. Corresponden a la húmeda hospitalidad de la lengua. Reaccionan al insistente aleteo estomacal. Flaquean ante el ímpetu visceral. Se regodean del encadenamiento corporal. Alaban y enaltecen su mutua atracción. Se encumbran cuando uno termina dentro de la otra. Siempre que se come por gusto, habrá de reclamarse el derecho del hambre por placer, incluso como mero aliciente carnal. �


Vaporcito que emerge. Últimas aguas bajo tierra evaporadas por Mayra Gutiérrez

Un perro en el desierto camina hacia el monte más áspero. Al llegar la noche desespera, te sueña y alucina. Parte del mundo a encontrarte: huele el sol y el cielo lila, lame la espina del cactus que sonríe,

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sospecha de los huecos del armadillo. Relame las piedras -sabe que tiene hambre. A cambio,

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el desierto le regala sus polvos alimento bajo sus parpados: Aquí soy sólo yo y sus bestias con sus flores y sus charcas. Ante la ciudad que siega brazos y piernas, hay más de mí entre matorrales y en la jauría de perros que sabe decir su nombre.

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Semblanzas Génesis J. Guerrero

21 de Junio 1993, Guadalajara, Jalisco. Estudio el 8° semestre en Letras Hispánicas por la UdeG. He publicado en las revistas Círculo de Poesía, La Cigarra, [Radiador], La Zonámbula e Himen. Soy colaboradora en la revista bimestral de artes plásticas y moda TRAMA Magazine. Fui dos veces becaria del Curso de Creación Literaria para jóvenes de la f,l,m, y la UV en la rama de ensayo literario (2013, 2014). Fui asistente de editor en el suplemento Ocio del periódico Público. En el 2014 impartí un taller de creación literaria en la Biblioteca Pública Central Ramón García Ruiz. Admiro el trabajo de Dahl, Helguera, Carranza, Moix y López Mills. También escribo sobre juegos, comida y televisión en el blog: http://huracanessospechosos.wordpress.com

Christian Anguiano

Guadalajara, Jalisco, 1993. Escritor y poeta por compromiso con las letras. El sinsentido, la desgracia y el humor negro son temas recurrentes dentro de su narrativa. Ha publicado en la revista El Perro. Fue integrante de varios talleres literarios de Luvina. Actualmente es estudiante de la carrera de Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara.

Kevin Cárdenas

Guadalajara, 1994. Estudia la Lic. en Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Ha resultado ganador y finalista en concursos organizados por dicha institución. Colaboró con obra literaria en proyectos editoriales independientes como La Cigarra o Revista Infame. Ha sido becario de la Fundación para las Letras Mexicanas para el Curso de Creación Literaria 2014, con sede en Xalapa y la Universidad Veracruzana. También fue becario del festival Interfaz 2015 convocado por ISSSTE-Cultura, con sede en Guanajuato, Gto.

Raúl Durán Hernández

1995, nació en Mazatlán, Sin. Ha colaborado en revistas literarias como Círculo de Poesía e Himen, fue becario Interfaz 2015 en la zona noroeste, actualmente vive en Culiacán y estudia la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Román Villalobos Lagos de Moreno, 1991. Egresado de la Licenciatura en Humanidades por la UdeG. He publicado cuento y poesía en diversas revistas, websites y blogs. Actualmente coordino el taller de cuento del CULagos (UdeG), conduzco “La Pesca”, selección musical para Radio UdeG en Lagos, y preparo un libro de poemas que creo que jamás voy a terminar. Violène Dauvois

La literatura no siempre fue una pasión sino una tarea hasta este día 2012 cuando me di cuenta de que me había salvado, salvado de las gargantas de la bestia. Empecé a escribir contra la condenación, y otra vez a escribir, contar mi historia y mis serpientes inspiradas por las novelas de Amélie Nothomb. Septiembre 2014: primera publicación de un cuento en Francia. Septiembre 2014: la llegada a México cambió mi manera de ver e interpretar. Un sólo objetivo en la vida ahora: ser feliz. Violène Dauvois, 21 años, letras hispánicas y otras locuras.




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