Japón combina, como pocos países, modernidad y tradición. Participa en la carrera del espacio y desarrolla modernos robots, pero sus habitantes siguen vistiendo kimonos, realizan la ceremonia del té, disfrutan viendo el sutil teatro kabuki y a los enormes luchadores de sumo.
Si hay una ciudad que simboliza la modernidad de Japón es Tokio. Es la sede de la mayoría de grandes empresas, y también es una ciudad de barrios populares, que alberga el elegante palacio imperial, el tradicional templo budista de Asakusa o el gran santuario sintoísta de Meiji.
Kioto es la otra cara de la moneda. Representa la historia esplendorosa del Japón. Se enorgullece del palacio del sogún, de centenares de templos budistas y de sus santuarios sintoístas.
Por supuesto, Japón no se acaba en sus dos ciudades más famosas. Cerca de Tokio encontramos maravillas como el monte Fuji o el santuario de Nikko. A poca distancia de Kioto tenemos también otra antigua capital, Nara, y las modernas Osaka y Kobe.