Vivir para escribir

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© 2014. Carrera de Comunicación y Periodismo Facultad de Comunicaciones de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas Edición: Marco Méndez Foto de portada: Diseño y diagramación: César Pita y Alexis Ruiz Esta publicación reúne la transcripción de las ponencias presentadas en el marco del conversatorio Vivir para escribir, realizado el 26 de marzo de 2014 en el campus Monterrico de la UPC . Prohibida la reproducción total o parcial de este texto, salvo que se mencionen los nombres de los autores y el título del texto citado. www.fcomunicaciones.wordpress.com www.hablaprofe.wordpress.com


Cátedra Mario Vargas Llosa Fomento de la literatura contemporánea

La Cátedra Vargas Llosa se configura como un proyecto abierto a la participación de universidades, empresas e instituciones culturales y educativas con los siguientes objetivos principales: fomentar y apoyar el estudio de la literatura contemporánea, potenciar el interés por la lectura y la escritura, apoyar la nueva creación literaria iberoamericana, entre otros. En línea con estos objetivos, se realizó por primera vez en nuestro país un festival de actividades literarias, que incluyeron mesas redondas, conferencias y la entrega del Premio Bienal Mario Vargas Llosa. Más de treinta escritores peruanos, latinoamericanos y españoles de gran renombre llegaron a nuestro país para participar en este festival, que se llevó a cabo del 24 al 27 de marzo de 2014. Este importante evento literario convirtió a Lima en la capital de las letras iberoamericanas del mundo durante una semana. Para el desarrollo de las actividades se suscribió, en el 2013, un acuerdo de cooperación con ocho universidades peruanas, quienes tuvieron a su cargo la organización de las mesas redondas: Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), Universidad Femenina del Sagrado Corazón (UNIFE), Universidad de Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), Universidad Ricardo Palma y la Universidad San Ignacio de Loyola (USIL). La UPC, a través de su Facultad de Comunicaciones, tuvo el orgullo de formar parte de las actividades de la Cátedra Vargas Llosa en Perú con la organización de la mesa redonda Narrativa Contemporánea en Español: Vivir para escribir, que se realizó el día 26 de marzo. La Decana de la Facultad de Comunicaciones de la UPC, Úrsula Freundt-Thurne, señaló la importancia que tiene para la universidad y sus alumnos el formar parte de este festival de gran nivel académico-literario: “A través de estos cuatro escritores de lujo, nuestros alumnos tendrán la oportunidad de repensar los límites entre la ficción y el periodismo, así como formularse preguntas tales como las compartidas por Jeremías Gamboa: ‘¿Cómo se acerca uno a la vida de otros?, ¿Hasta qué punto se pueden contar vidas ajenas?, ¿Cuánto de la propia vida del periodista ingresa en el perfil de otra persona?´. Se trata de una extraordinaria oportunidad que marcará su formación”.



Los autores

Gabriela Wiener Escritora, cronista, poeta y periodista; forma parte del grupo de nuevos cronistas latinoamericanos. Estudió lingüística y literatura y cuenta con un Máster en Cultura Histórica y Comunicaciones.

Mesa de lujo

Javier Cercas Importante escritor español que además ejerce como periodista escribiendo columnas en el diario El País. Su obra fundamental es la narrativa y se caracteriza por mezclar géneros literarios.

Jeremías Gamboa Escritor, periodista y profesor de los cursos Taller de Crónicas y Análisis del Discurso Literario en la UPC, considerado como una de las revelaciones literarias del país por la novela Contarlo Todo.

Leila Guerriero Reconocida periodista y escritora argentina. Ganó en el 2010 el Premio Fundación Nuevo Periodismo por su artículo Rastro en los huesos, crónica de la dictadura argentina.



Vivir para escribir Conversatorio sobre la narrativa contemporánea

Carlos Granés (moderador) Muchas gracias por estar en esta mesa redonda organizada por la Cátedra Vargas Llosa en la UPC con un panel de escritores de primer nivel, de distintos géneros y diversas nacionalidades. Vamos a explorar un tema absolutamente fascinante como es la relación entre la vida, o la biografía del autor, con su obra. Como veremos hay casos muy distintos entre los presentes. De acuerdo con el orden programado para iniciar las ponencias se dará prioridad a quien viene desde más lejos, de modo que vamos a empezar con Javier y terminaremos con quien juega de local, profesor de muchos de ustedes, Jeremías . Javier Cercas es uno de los escritores del idioma español más leídos, más premiados, más respetados. Es un verdadero lujo tenerlo acá. Se le considera uno de los escritores europeos más sólidos y con mayor proyección a futuro. Tiene libros absolutamente fantásticos en los que explora ciertas temáticas históricas de la España contemporánea que supongo tendrá algo que ver con su propia biografía aunque parecería que no hasta el punto de otros casos, como el de Gabriela o el de Jeremías. Por eso quería preguntarte, ¿qué tan reflejada está tu vida, Javier, con las novelas que has escrito sobre la Guerra Civil, la Transición, los años del Postfranquismo? ¿Estás reflejado en tus vivencias, preocupaciones u obsesiones? ¿Qué es lo que aparece ahí de Javier Cercas?

Javier Cercas Todo. Es que no puede ser de otra manera, no en el caso de Javier Cercas, y creo que en el caso de todos los escritores. La literatura en realidad no puede no ser autobiográfica. No en el sentido primitivo o no en el sentido de que yo cuento mi vida en mis libros. Ni siquiera cuando hay un personaje o un narrador que se llame Javier Cercas, porque el narrador también es un personaje inventado, aunque se llame como yo. No puede no ser autobiográfico ya que uno parte de su propia experiencia. ¿De dónde sino va a partir uno? La idea que tiene la gente de que existe la ficción pura es una idea absurda. La ficción pura no existe, nunca ha existido. Desde Homero, Shakespeare, todo es una mezcla de ficción y realidad. La realidad es el carburante de


la ficción. Si existiera la ficción pura no tendría el menor interés, pues la ficción se alimenta de mi propia experiencia. Durante la primera mesa redonda alguien mencionaba aquello que siempre dice Mario Vargas Llosa y que yo digo mucho: escribir una novela es como hacer un striptease al revés. Y está muy bien visto porque es exactamente eso. El striptease al derecho ya sabemos cómo funciona: una señorita –o un caballero– empieza a quitarse la ropa exterior, luego la ropa interior, y al final acaba desnuda en el escenario. Una novela es exactamente lo contrario, es decir, al principio la señorita sale desnuda y lentamente se pone la ropa interior y exterior y al final acaba irreconocible. Eso es escribir una novela, uno parte de los hechos en bruto de su propia experiencia, desnudo, y mediante la forma va disfrazando todo eso hasta que convierte lo individual en universal. Eso es la literatura, convierte lo individual en universal. Y para no alargarme mucho respecto a la historia, lo primero que debo decir es que es verdad que mis libros conocidos lo conocían mi mamá, algún amigo y punto. Y esto no es una broma, sino completamente en serio y puedo demostrarlo. Antes esos libros no guardaban ninguna relación con la Historia, la Política, es más, nunca me imaginé que acabaría escribiendo este tipo de libros. Podría hablar de por qué llegué a ese momento. Por qué empecé a hablar de la Historia y de la Política. Supongo que fue por la edad o porque empecé a hacerme preguntas que tenían que ver con la Historia o la Política simplemente, y no porque de pronto yo dijera voy a contribuir con el bienestar de mi país y con la Historia. No, nada de eso. Yo escribo desde un punto de vista absolutamente egoísta, de mis obsesiones, de lo que a mí me interesa y punto, se acabó, no hay más. Luego, espero que tenga un efecto sobre el lector, pero si no me interesa a mí ¿cómo demonios va a interesarle al lector? Esos libros también son autobiográficos porque, además, forman parte de mis obsesiones, de mis preocupaciones. Por ejemplo en el primero, Soldados de Salamina, en el que la historia aflora de manera visible, simplemente un día un señor llamado Rafael Sánchez Ferlosio, un gran escritor español, me cuenta que a su padre lo iban a fusilar muy cerca de ahí, pero se escapó, se escondió en el bosque, y un soldado republicano en vez de matarlo le salva la vida, no dispara. Esa imagen me pareció extraordinaria. ¿Por qué este tipo hace eso? ¿Tiene algún sentido eso o no tiene sentido alguno? ¿Qué demonios había en la

mirada de este señor y por qué hizo lo que hizo cuando no le tocaba hacer eso? Y esa pregunta se me quedó y se convirtió en una obsesión y la contaba a mis amigos. Para contestar esa pregunta… mejor dicho, no para contestar esa pregunta, porque las novelas tienen terminantemente prohibido contestar preguntas o al menos contestarlas de manera clara, taxativa, como pueden llegar a contestarlas el Periodismo, la Historia, etcétera, sino para formularla de la manera más compleja posible que en mi opinión es lo que hacen las novelas, tuve que lidiar con la Historia y todas esas cosas. Pero ese libro es tan autobiográfico como cualquiera de los míos. Qué se yo, me iba a Estados Unidos, viví dos años ahí en un lugar remoto y perdido del Medio Este, donde no había nada que hacer, pero yo estaba ahí y hay dos novelas mías que transcurren ahí. Aunque aparentemente no tenga que ver, en mi caso siempre surgen de algo que tiene que ver con la Historia. En Anatomía de un instante, la escena más conocida de la historia española reciente, los golpistas, seis años después de la muerte de Franco, entran en el Parlamento español y se agarraron a tiros, y hay tres tipos que en vez de hacer lo normal, lo lógico, que es tirarse al suelo –yo particularmente me hubiese metido al sótano– se quedan en su sitio. Una imagen que hemos visto millares de veces, que vemos cada semana en España porque es tan importante para nosotros y tan emblemática como la imagen de Kennedy siendo tiroteado en Dallas. De repente un día me dije, bueno, ¿y este tipo por qué se queda ahí? ¿Eso significa algo o no significa nada? Pero eso también forma parte de mi vida, y quizá es mi libro más autobiográfico en cierto sentido, aunque tenga que ver con algo ajeno y con la Historia. Así que todo es autobiográfico.

Carlos Granés Hablabas de que tus libros son una pregunta bien formulada, que lo que buscas con tus novelas es formular preguntas. ¿Por qué este soldado republicano no mata a Sánchez Mazas? ¿Por qué estos tres personajes se quedan de pie? ¿Por qué en tu último libro este policía decide no llevarse a la cárcel al pandillero?


Paso a Leila, porque esto me da pie para hablar de su último libro que se llama Una historia sencilla. Leila es argentina, una cronista muy conocida. Tiene un trabajo muy variado, pues aborda perfiles e historias, unas casi biografías de personajes importantes. Y en esta historia, que es el seguimiento de un concurso de baile tradicional y folclórico de La Pampa, en la provincia de Córdoba, hay una particularidad muy extraña, y es que el ganador del concurso de malambo no puede volver a bailar, tiene que llegar al máximo de su carrera y renunciar a ella, renunciar a su pasión. Y tú justamente, durante todo el libro te haces esa pregunta, y tu libro es casi esa pregunta: ¿Por qué alguien está dispuesto a sacrificar su vocación, su pasión, por la gloria? ¿Qué te obsesionó de esa pregunta? ¿Qué fue lo que viste en esta historia que te llamó y motivó a escribirla, a seguir la vida de este bailarín?

Leila Guerriero Antes que nada gracias por la invitación a la cátedra y a la universidad. Yo no soy una gran descubridora de historias extrañas. Siempre siento que estoy como mirando más de cerca cosas que quizá los periódicos pasan un poco por encima. Tengo en mi casa una ruma, como de medio metro, de recortes de páginas que arranco de periódicos y revistas sobre las que me interesará volver en algún momento y supongo que me voy a morir antes de que eso baje siquiera diez centímetros porque son demasiadas historias. Y lo que me inspiró en verdad, antes de que yo me enterara esto que comentas que el bailarín que gana el campeonato de malambo es una especie de inmolado que llega a lo máximo y que cuando lo logra en el mismo momento en que recibe su corona, digamos, recibe su aniquilación, fue un pequeño recorte del diario La Nación que decía: “Los atletas del malambo se preparan para competir”. Yo recién le comentaba a Carlos Granés que el baile y las artes escénicas en vivo, en general, me producen una especie de pavor. Es una mezcla como de vergüenza ajena. Si veo bailarines temo que se resbalen, si veo actores temo que se olviden la letra,

entonces no voy a ver cosas en vivo. El baile folclórico es un espectáculo en vivo, por lo tanto no tengo interés alguno en particular, pues también pienso que va a pasar eso: que el de la guitarra se puede olvidar la partitura, que alguien se puede quebrar una pierna… Me pongo muy mal, y el baile folclórico, en particular, tiene una característica: que lo suele bailar gente imposible como señoras con sobrepeso, señores panzones e incluso gente borracha. Por lo tanto, el título “Los atletas del folclore se preparan para competir” de alguna manera era como una especie de divorcio, de raíz, con toda esa imagen con la que yo había crecido de señoras gordas y señores enormes bailando cosas que aparentemente resultaban fáciles de bailar. Empecé a leer el artículo que comentaba esta historia, del festival de malambo que se hacía en un lugar muy chiquito del cual no había escuchado hablar jamás, en una ciudad que se llama Laborde. Y mencionaba que estas personas se preparaban para competir en este baile que, además, es un baile muy conocido en Argentina, como la versión folclórica del tango, algo que todos conocemos. La nota mencionaba cosas de este baile de las que no tenía noticia, como que, por ejemplo, cada uno de los bailarines tenía un entrenador, cuestión que yo asociaba con el mundo del tenis, del fútbol, pero no del malambo. Que se entrenaban como bestias durante medio año para llegar a este lugar. Que este lugar era como La Meca de todo el baile folclórico de la Argentina; una ciudad de la que yo ni si quiera había tenido noticias. Y creo que el primer impulso fue ir hacia allá, despertar la curiosidad. Un poco lo que decía Javier: uno va hacia los temas premunido de todas sus ignorancias y curiosidades. El periodismo en mi caso, siempre ha funcionado como la excusa perfecta para meterme en lugares en los que de otro modo no me podría haber metido jamás. Me llamó la atención esto y después supe, entrevistando a uno de los campeones de años anteriores, que la persona que gana este concurso, el más prestigioso de la Argentina que a su vez no lo conoce ni Cristo, pierde toda posibilidad de presentarse como participante en cualquier otro concurso de malambo. Hubo algo ahí, en esa condición, que me resultó absolutamente aterrador. Cuando uno encuentra una vocación y tiene la suerte de poder llevarla a cabo y vivir de eso la idea del retiro me llena de pavor. La idea de cesar por algo que no venga de adentro, cancelarse a


uno mismo en la posibilidad de seguir haciendo lo que uno quiere hacer, me resultó muy estremecedor. La pregunta que recorre todo el libro, y que de alguna forma está escrita en primera persona por eso, para exponer claramente mi pánico ante esta especie de aceptación de los participantes de que si se presentaban ya no podían presentarse jamás, tiene que ver con esta idea que a mí me resulta muy aterradora. Es como sacarse el Premio Nobel y que la condición sea no poder escribir nunca más. No existe en el mundo eso, pero sí en Laborde. Lo hacen para resguardar el prestigio del festival. Javier dice que el periodismo tiene la voluntad de responder más preguntas que la ficción. A mí, la verdad, los libros que más me gustan de periodismo y ficción son los que me dejan llenos de preguntas, con más incertidumbres que respuestas. Y creo que acá tampoco hay una respuesta, pero de alguna forma seguí el rastro de esa pregunta y lo que encontré todo el tiempo fue gente muy joven, los bailarines, que incluso sabían que iban a perder y eso era tremendamente estremecedor. Creo que ni el protagonista del libro ni nadie comprendía mi azoramiento ante ese desastre al que ellos se acercaban, esperando abrazarse y con el ánimo alzado. Si yo pienso en mi escritura hay una pregunta que me hago siempre: ¿Hasta cuándo saldrá de ahí lo que sale? Supongo que ahí hay algo autobiográfico.

Carlos Granés Era la pregunta de por qué alguien está dispuesto a renunciar a su vocación.

Carlos Granés Creo que el único que no es periodista acá es Javier. Gabriela y Jeremías también son periodistas. Gabriela es cronista y columnista de La República. Tiene un libro que se llama Sexografías, otro llamado Nueve lunas, y su experiencia con el periodismo es distinta a la de Leila que si bien se vincula con su tema a partir de una pregunta, por otro lado nada tiene que ver su actividad con la danza. Ni siquiera le gusta la danza. Más bien es la pregunta, la cuestión sobre la renuncia a la vocación. En tu caso Gabriela es bastante distinto porque tú hablas del yo, de tus experiencias, prácticamente vives una vida interesante para poder contarla. Es la impresión que me da y lo digo con mucha envidia.

Gabriela Wiener (Risas). Gracias.

Carlos Granés Si yo tuviera una vida igual de interesante seguramente también la contaría.

Gabriela Wiener Ahora que nos conocemos tu vida empieza a cambiar (risas).

Leila Guerriero Quizá renuncian en un momento en el que deciden renunciar ellos, quizás a uno le va a pasar de otra manera.

Carlos Granés Ojalá, ojalá. ¿Eso es una amenaza o una propuesta?


Gabriela Wiener Las dos cosas. Bueno, gracias. Estoy muy contenta de estar aquí, en esta universidad, con estos ‘monstruos’. Venía pensando en la diferencias entre nosotros. Pensaba en que cada uno tiene una relación distinta y una manera de afrontar los límites y fronteras entre la ficción y la no ficción, entre la literatura y el periodismo. De hecho, ahora que me comparabas con Leila, lo cual me honra, pensaba en que ella siempre contesta que es periodista cuando le preguntan: “¿Tú cómo te sientes, escritora o periodista?”. Ella contesta feliz: periodista. Creo que tiene una especie de relación de pareja estable con el periodismo y siempre está avivando la chispa del amor. Ni siquiera se le puede llamar matrimonio o casamiento porque sería reducirlo. Ella ha llevado esa unión a lo trascendente y de hecho el periodismo actual ha cambiado gracias a lo que ella escribe, al tipo de crónica que hace. Veo allí una relación de buenos compañeros. Jeremías, por ejemplo, claramente ha hecho un libro entero para decir que deja a su mujer, al periodismo, y se va con su amante, la literatura. Y bueno, Cercas ha cumplido el sueño de todo ser humano que es meter a su mujer y a su amante en la misma cama: la ficción y la no ficción. Yo, en mi caso, sigo viviendo del periodismo. Lo amo. Tenemos una buena relación, vivo de él, como de él y, a veces, evidentemente, le pongo los cuernos. Puedo ser un poco infiel también. Creo que esta es la primera mesa que siento se ha hecho un poco para mí, pues siempre estoy en mesas de cronistas, pero el tema de la primera persona es casi satanizado. A Tom Wolf le preguntaron: “¿De qué te arrepientes del nuevo periodismo?”, y él contestó: “De la primera persona”. Entonces ya cavamos nuestra tumba. Quería decir que hay muchas primeras personas. Yo he trabajado un periodismo en el cual se me ha permitido y dado un espacio, sobre todo en la crónica, para ejercer este tipo de primera persona. Debo asumir que tiene un lado muy seductor, como dice un tipo llamado Phillip Lopate, quien escribió un libro titulado Retrato de mi cuerpo, pero también posee un lado insufrible, y en esa lucha está su interés. Este mismo escritor decía que siempre había leído a escritores que tenían vidas fascinan-

tes, Henry Miller, Jack Kerouac, y que él había querido siempre escribir esas cosas, pero para eso tendría que haber sido así de aventurero y él nunca había ido al Congo a ser médico, o a una revolución, o de putas a París. Nada. Siempre había sido aburrido y un profesor que escribía poemas y ensayos. Y claro, yo sí he ido de putas a París, pero llega un punto en que tu vida no puede ser una aventura cada día. Quiero decir que cada vez mis temas se han vuelto menos raros y mis personajes también, es decir, la gente de la que me interesa hablar es más cercana y más familiar y he empezado ya desde hace un tiempo.

Carlos Granés Te conocí tarde (risas).

Gabriela Wiener Y sí, hablar de mis amigas, de mi marido, de mis amantes, etcétera… ¿Dije amantes? (Risas). Esto es un poco lo que he ido trabajando. La vida siempre ha sido, para mí, materia prima absoluta de todo lo que he escrito. No solo yo he sido un tema, los otros también me parecen un tema, y eso siempre es un problema, hablar de los demás, sobre todo si los conoces y has decidido hacerles el striptease de toda la vida, el de ir desnudándote, el de dar tu nombre y apellido, y dar el nombre y apellido de la gente que conoces, amas y a la que le importas. Todo eso supone otro escenario, de riesgo y de cosas que complican todo y complican la vida. Y la vida sigue hablando con la escritura mucho más. Por ejemplo, la última vez escribí sobre mi amiga Micaela, acerca de un tema que puede ser de todos: la vuelta de los peruanos desde España al Perú, esa migración a la inversa que muchos ya la han hecho… Lo conté a partir de su pequeña historia, pero para eso, claro, tuve que contar muchas cosas que a ella no le gustaron. Tal como escribo, también me permito interpretar, de alguna manera, la vida de los demás, la vida de la gente que tengo cerca, y eso no siempre es agradable. Pero también quiero


decir, eso es la no ficción. Tienes que manejar cuidados, debes hacer un diálogo con las personas con las cuales estás implicado en esas historias. Una cosa que me parece importante, por ejemplo, es que si vas a hablar de otra persona y decir una serie de cosas que pueden ser prejuicios o las ideas que tengas o el análisis que quieras hacer, al mismo tiempo hagas también lo mismo contigo, con tu yo. Y cada vez mi escritura parte de hacer ese ejercicio, de hacer un trabajo de desnudamiento y sacar mi porquería interna si voy a hablar de la de los demás. Y por eso cada vez me gusta más el trabajo que hago en la escritura, el detrás de cámaras, lo que queda fuera de la película o de la historia. Me gusta incluir cosas que de repente hice mal y eso, a veces, molesta mucho a los editores porque, claro, las crónicas siempre aspiran a una redondez y no se cuestiona a sí misma porque eso sería cambiar de registro o cosas que de repente en la crónica no son tan digeribles. He estado probando este tipo de cosas y me gusta que estén apareciendo escritores como quien he mencionado, que orgullosamente hablen de que ellos hacen ensayo personal, o alguien como Emmanuel Carrère que directamente se declara un desencantado de la ficción aunque diga que la novela sigue siendo potente. Él dice: “A mí me interesa lo que está fuera de la ficción”, y yo he sido siempre una interesada en todo lo que está fuera de la ficción. Me gusta mucho la frase de (Gay) Talese de recuperar o de sacar de los subterráneos de la realidad el poder ficcional, la carga ficcional que tiene la realidad. No sacar la verdad de la ficción, sino desenmascarar la realidad y descubrir su misterio.

Carlos Granés Yo escribo desde un punto de vista absolutamente egoísta, de mis obsesiones, de lo que a mí me interesa y punto, se acabó, no hay más. Luego, espero que tenga un efecto sobre el lector, pero si no me interesa a mí ¿cómo demonios va a interesarle al lector? Javier Cercas

Decías que tu vida era la materia prima de tus crónicas y de tus libros, y creo que es prácticamente el mismo caso de Jeremías, autor de Contarlo todo, un libro de cuentos llamado Punto de fuga, columnista de El Comercio y Asia Sur, profesor de esta universidad. Yo quería preguntarte, no haces autobiografía desde luego, haces ficción, lo tuyo es novela, pero es una novela muy basada en tu vida. ¿En qué punto empiezas a mentir? ¿Por qué mientes? ¿Por qué recurres al elemento añadido? ¿En qué momento eres fiel? ¿Cómo juegas a la verdad y a la mentira en tu novela?


Jeremías Gamboa Buenas tardes, gracias por la invitación. Es un placer y un honor estar aquí con estos tremendos escritores. Yo escribo ficción porque mi vida no es tan interesante como la de Gaby Wiener (risas). Somos casi de la misma edad y su marido es gran amigo mío. Yo hubiera escrito crónica personal, cien por ciento no ficción, si un fin de semana mío hubiera sido parecido a uno de Gaby. Como tenía el deseo de ser un autor de ficción quería escribir sobre una vida que sea interesante y me di cuenta de que tenía que escribir añadiéndole a la zona de la experiencia real una cantidad de cosas que hubiera querido vivir o hubiera temido vivir. Mi libro es un poco la proyección del deseo de haber vivido una vida tan interesante como la de Gaby. Una periodista me entrevistó y me preguntó qué porcentaje de mi novela era autobiográfico y qué porcentaje no. Le dije, mira, no te puedo hablar de porcentajes, y me dijo: “Por favor, dame la cifra, solo dame la cifra”. Sé que estaba buscando el titular, pero no le pude responder. No puedo contradecir lo que ha dicho Javier, todas las novelas son autobiográficas, pero yo me he pasado los últimos meses diciendo que mi novela no es autobiográfica por una cuestión de cuidado simplemente personal. Es que a mí me ha pasado lo contrario: la gente asume que el personaje de mi libro soy yo. Cometí algunos errores, creo que no debí apellidarlo Lisboa, se parece mucho a mí nombre y los personajes son muy similares en ciertos casos en la vida real y eso ha generado que el lector asuma que esta historia es una crónica personal. A mí me interesaba esa barrera porque me gusta mucho el trabajo de Philip Roth. Cuando empecé a leerlo me creí completamente que la vida de Nathan Zuckerman era su vida; y cuando leí los libros de Roth de no ficción, descubrí que no. Por ejemplo, él tiene novelas enteras en las que el personaje de Zuckerman pelea con su padre horriblemente. Hay una en la que el papá está por morir y apenas habla y le dice a su hijo: “Eres un hijo de puta”. Estaba absolutamente convencido de que tuvo problemas con su padre, y cuando lees los hechos resulta que era una relación extraordinaria, que el padre leía sus libros, lo defendía ante la comunidad judía. Entonces me dije, puedo ha-

cer esto, y si la cosa se me va de las manos escribo un libro de no ficción en el que haga mis descargos. Ya que no puedo contradecir a Javier, ahora voy a ganar entrevistas nuevamente tratando de decir que no es autobiografía. Sí, es cien por ciento autobiográfico en un sentido, y con esto termino mi intervención. Algo que leí en un libro de Orhan Pamuk que se llama El novelista ingenuo y el sentimental, tiene una frase preciosa. Una lectora se acerca a Pamuk y le dice: “Señor Pamuk, yo conozco de usted absolutamente toda su intimidad”. Pamuk se aterra porque la ficción es bella, porque tú eres un impúdico en esencia, pero te revistes de tal manera que al final estás como muy protegido. Pamuk le dice: “Es imposible, yo jamás he declarado qué porcentaje de ficción o realidad hay en mis novelas, tú no puedes decir qué cosa ocurrió o no en mi vida”, y la mujer dice: “No, pero yo sé cómo sienten sus personajes, cómo fuman, cómo aman, cómo odian, y yo sé que solo ellos lo hacen como usted lo hace. Sé cómo usted enciende un cigarro bajo la lluvia, sé cómo se siente ante una traición”. Y esa materia es absolutamente única porque uno no puede imaginar, como ficcionador, un dolor que no sea tu dolor. Cuando empecé mi novela, en la primera versión, por formación periodística y por deseos de ser tipo Gaby, le puse a mi personaje Jeremías Gamboa. Avancé cuatro páginas y el pudor simplemente me aterró, me mató, no pude avanzar. Le puse a mi personaje Gabriel Lisboa y se desató. Allí descubrí que las ficciones están hechas más del material del que están hechos los sueños, de los temores, las fantasías, y el deseo. Entonces descubrí un poquito mejor los cauces para futuros libros.

Javier Cercas Pero eso no es menos autobiográfico que tu vida real. Es decir, en ese sentido todas las novelas son autobiográficas, no en el sentido ingenuo de que lo que uno cuenta le ha pasado; sino de que también lo que te ha ocurrido forma parte de tu vida. Tus sueños, tus frustraciones, tus lecturas, todo eso forma parte de tu autobiografía. Y creo que Mario Vargas Llosa piensa lo mismo cuando hablamos de que la novela, en este sentido, siempre es autobiográfica.


Jeremías Gamboa Sí, en ese sentido. Pero a mí me piden que diga cuánto de eso es verdad.

Javier Cercas Pero ni tú sabes eso porque al final todo ya se ha integrado en la novela. No creo que lo sepas. Creo que en el fondo todas las novelas, esto lo escribí hace poco, son como vidas hipotéticas. Digamos que un día don Miguel de Cervantes se levanta por la mañana y dice, bueno, y qué hubiese ocurrido si en vez de no haber nacido en Alcalá, y haber sido discípulo de López de Hoyos, y haber estado en Lepanto, y haber sido prisionero en Argel, etcétera, etcétera, etcétera, nada de eso hubiera ocurrido, sino que yo hubiese estado toda mi vida encerrado en un población de La Mancha leyendo libros de caballerías. Ahí empieza el Quijote. Exactamente en ese momento. Es decir, los personajes son los yo hipotéticos del escritor, vidas no vividas por el escritor. ¿Quiere eso decir que Cervantes es Don Quijote? La respuesta es por supuesto que Cervantes es Don Quijote. En ese sentido es autobiográfica.

Uno va hacia los temas premunido de todas sus ignorancias y curiosidades. El periodismo en mi caso, siempre ha funcionado como la excusa perfecta para meterme en lugares en los que de otro modo no me podría haber metido jamás. Leila Guerriero

En mi última novela hay un tipo que vive donde yo vivía, que tiene la misma edad que yo tenía en 1968 que es cuando transcurre la primera parte. Que va al mismo colegio donde yo iba, etcétera. Y es un sujeto que un día va a la frontera del río y se une a una banda de delincuentes y empieza a asaltar bancos. A mí me hubiese encantado, como te decía al principio, haber llegado a los 16 años e ir asaltando bancos. Claro, no es verdad por desgracia. Ni siquiera Gaby ha hecho estas cosas (risas).

Jeremías Gamboa ¡No le des ideas! (risas).


Gabriela Wiener

Gabriela Wiener

Pero en tu libro Anatomía de un instante, lo hablamos en una entrevista, todo es más problemático. El otro día me llamó Jaime para pasarme a mi hija, y ella me dice: “Mamá, no sabes, hay un muerto que está ahí, al lado de la casa y ha venido un montón de gente a saludarlo”. Era el velorio de Adolfo Suárez. Cuando hablamos tú me dijiste, sin ánimos de ser demasiado spoiler, que tú hablas mucho de Suárez o haces una especie de proyección hacia el final del libro con tu padre, con ese hombre con el que hablabas de política, pero que él sabía en realidad más de animales porque era veterinario. Y cómo ese hombre quieto, Suárez, sin levantarse, evoca también la figura de tu padre.

Y los editores la han llamado novela…

Javier Cercas ¡No! Yo les prohibí que la llamaran novela porque, primero, la novela vende mucho, más que un reportaje, y era lo que querían hacer; y porque asociamos, inevitablemente desde siempre, la novela a la ficción. Siempre. Mi pregunta es por qué. Limonov, el último libro de Emmanuel Carrère, un escritor con el cual yo me siento más afín, ¿eso qué es? ¿Un gran reportaje?

Javier Cercas Totalmente. Por eso decía que es un libro totalmente autobiográfico, porque solamente en la última parte es como una novela policíaca, de esas que cuando llegas al final te das cuenta de que debes volver al principio, pues todos los datos hay que reinterpretarlos. Y ese libro en verdad, que aparentemente trata sobre el presidente de gobierno de la transición, en realidad trata de la relación con mi padre. En ese sentido no hay ficción.

Gabriela Wiener Por eso decía lo de problemático.

Javier Cercas Claro. Es que cada libro, entiendo yo, crea sus propias reglas. Y en el caso de Anatomía de un instante, es un libro al que le han llamado un reportaje, un libro de historia, un ensayo…

Gabriela Wiener Pero él no quiere que le llamen novela.

Javier Cercas Lógico, porque novela se asocia a ficción. Al libro que estoy escribiendo lo llamo un relato real, que es lo que decía el narrador de Soldados de Salamina. Un relato real o una novela sin ficción saturada de ficción. ¿Y qué es una novela y qué lo distingue de un reportaje? Esa es una discusión que ahora no vamos a tener pero es una pregunta que yo me hago seriamente. Me siento un intruso porque no soy periodista, me hubiese gustado serlo pero eso no entraba en mi horizonte, aunque escriba columnas para un periódico a las que llamaremos ensayuelos porque no creo que eso sea periodismo. Para mí el periodismo puede ser muchas cosas. Puede ser crónica… Quería decir una cosa que ayer también salió en nuestra discusión, que es lo de la primera persona. A mí, discúlpenme me parece una discusión absurda. No entiendo cómo se plantea, y sobre todo no entiendo los términos en que se plantea.


Es como creer que la primera persona es más vanidosa que la tercera persona. Como creer que Rembrandt se autorretrataba obsesivamente porque estaba enamorado de sí mismo, o estaba encantado de conocerse. Hay que ser, perdonen, idiotas del todo, porque la primera persona es un instrumento que se puede usar de una manera u otra. Montaigne la usa de la manera más extraordinaria del mundo porque él se pone a la vista de todo el mundo y en él está todo el mundo, no porque se guste mucho a sí mismo y quiera exhibirse. Está usándose a sí mismo para hablar del mundo. La literatura es forma, y todo depende del modo en que eso se utilice, pero no entiendo la discusión sobre la primera persona. Debe ser porque no soy periodista.

Leila Guerriero Me parece que en ese sentido fue claro Alberto cuando dijo, citando una frase de Martín Caparrós, que una cosa es escribir en primera persona y otra sobre la primera persona. Creo que cuando uno como periodista va a contar una historia, la puede contar en primera o tercera persona. El punto es que tu primera persona no tape la historia, que sea útil como instrumento. Para mí ese es el límite. Pero en principio a mí no me gusta escribir en primera persona por una cuestión de gusto. Si lo puedo escribir en tercera persona siempre lo escribo en tercera persona, pero hay ocasiones en las que la primera persona es el vehículo indicado para contar una historia, y ahí la aplico.

Yo, en mi caso, sigo viviendo del periodismo. Lo amo. Tenemos una buena relación, vivo de él, como de él y, a veces, evidentemente, le pongo los cuernos. Puedo ser un poco infiel también. Gabriela Wiener

Sí me molesta mucho cuando el periodista aparece como vanagloriándose y construyendo un personaje que tapa la historia que va a contar. En el fondo, se pueden hacer cosas excelsas en primera persona y también cosas espantosas en tercera persona. César Aira, un escritor argentino, decía algo que me pareció discutible pero interesante: que escribir en tercera persona es más difícil. Que la primera persona es como una señorita vestida con un bikini. Bronceada, divina, y la tercera persona es como una dama fina vestida de Chanel.


Carlos Granés ¿A ti te molestaría que la gente leyera tus crónicas como ficción? ¿Sentirías que el lector está malinterpretando tu trabajo, que no está acercándose como debería?

Leila Guerriero Sí. Yo soy del tipo de persona precámbrica que prefiere saber qué es lo que está leyendo. A mí como lectora me funciona esto de saber si estoy leyendo algo que es completamente trabajo con materia prima real o no, si hay un trabajo de algún personaje inventado. Como lectora me interesa eso, me sirve leer así y sí, me molestaría. Trabajo con hechos que sucedieron. Por supuesto que hay imaginación y por supuesto hay un trabajo con la forma, como decía Javier. A mí me interesa mucho el trabajo con la forma. Me interesa que la forma, el fondo y el contenido no se puedan separar el uno del otro. Me parece que la musicalidad y todo eso es información también para el texto, y forma parte del texto cuando la cosa está bien hecha. Creo que sí me sentiría muy irritada, por ejemplo, si alguien pensara que yo me inventé a Rodolfo González Alcántara, el personaje del libro del malambo. Me parecería ofensivo. La convención que uno establece con el lector de no ficción es que vas a entrar en este lugar y que todo lo que estoy contando lo vi. A mí no me gusta hablar en términos de verdad, porque todo es subjetivo. Pero por lo menos me gusta pensar que el lector asume que el pacto es que le voy a contar honestamente todo lo que creo que vi. Y como no soy una persona con enfermedades psiquiátricas no tengo alucinaciones ni veo gente volando ni invento cosas que no están ahí. Entre eso y escribir lo que yo considero que es ficción, hay una diferencia grande.

Gabriela Wiener Pero es verdad que este género que practicamos, el de la crónica, siempre está rodeado todo el tiempo de decálogos, paratextos y explicaciones. Estamos todo el rato justificándonos, obligados a justificarnos de dónde salió, y lleno de advertencias. Pero yo

quería hacer mi pequeño descargo acerca de la primera persona aunque ya más o menos he dicho lo que pienso. Creo que la primera persona dentro del periodismo puede, en efecto, caer en una serie de abusos y mucha ridiculez, pero a la vez creo que se puede hacer el mismo ridículo, igual de desfachatado, prejuicioso, cero compresivo y empático desde la tercera persona. También se puede hacer muy mal periodismo desde la tercera persona. Efectivamente, como dice Leila, hablamos de la ejecución, y como dice Javier, del uso que se hace. También me parece que para la gente que hace crónicas, ensayos personales, o textos raros, no importa si te van a decir periodista, cronista o cualquiera de esas etiquetas. Me gusta cuando el escritor se ha visto tocado, afectado en su mirada, y este tipo de género degenerado que puede llamarse ensayo personal, o relato real, me fascina.

Jeremías Gamboa Lo que ustedes dicen me pone en grandes problemas en mi clase, con mis alumnos. Estoy aterrado, no sé como voy a desmentir este semestre todo lo que ustedes han dicho. Me pasa que como profesor, en mi primera clase de crónicas, tiendo a pedir que no usen la primera persona porque los chicos vienen de la adolescencia y están metidos en el yo. Y tú le pides a un alumno que haga un retrato sobre tal persona y es un retrato sobre él con esa persona. Las crónicas empiezan: “Es tarde, mi profesor me cae mal, en la primera clase dijo tal cosa y la otra”. Ya están en otro carril que no es el del periodismo. Yo siempre les digo que no usen la primera persona, y siempre me traen a Gaby Wiener como ejemplo, pero es el antiejemplo. Creo que cuando la primera persona ayuda a encontrarle un sentido a la realidad que estás enfocando, esa primera persona es inobjetable. En buena parte en los relatos de Gaby el objetivo es Gaby, entonces esa primera persona está perfecta. Esa es una cosa, y la otra es el tipo de pregunta. Ahora que estoy en un nuevo taller y hemos traído Anatomía de un instante a colación, trato de diferenciar, por una cuestión didáctica, ficción de no ficción, y periodismo de literatura. Me dicen que Anatomía de un instante es veraz, y sin embargo tiene una resonancia que tiene A sangre fría de Truman Capote, que no es la del periodismo. Y se me ocurrió decir, por salir del paso en ese momento


de la clase, el tipo de pregunta es diferente al que el periodismo usualmente suele plantearse, que es una verdad que interpreta y cierra una zona, un marco fijado de la realidad. El tipo de pregunta del heroísmo, de por qué este hombre se detiene y no se oculta como los demás cuando las balas suenan, son preguntas que tienen una profundidad mayor, y que llevan el material, incluso siendo de no ficción, a un lugar que está más cerca de preguntas existenciales, profundas. Cuando leía Anatomía de un instante, hay un momento en que dos tipos se han odiado toda su vida, han sido contrincantes, uno de un lado y el otro del contrario, y de pronto los dos, en el libro de Javier, son sentenciados, casi van a morir juntos y no se hablan, apenas se pasan cigarrillos. Cuando yo leí eso dije, pero esto es Soldados de Salamina, dos personas rivales que se encuentran. La imaginación es de novelista pero el material de no ficción.

Javier Cercas

Como tenía el deseo de ser un autor de ficción quería escribir sobre una vida que sea interesante y me di cuenta de que tenía que escribir añadiéndole a la zona de la experiencia real una cantidad de cosas que hubiera querido vivir o hubiera temido vivir. Mi libro es un poco la proyección del deseo de haber vivido una vida interesante. Jeremías Gamboa

Creo que la clave de lo que has dicho son las preguntas. Esa es la cuestión. Bueno, no solo las pregunta, sino también las respuestas. Y ahí vuelvo a lo que decía Leila que tiene mucho sentido: si hay algo que distingue a los géneros literarios, efectivamente, es el tipo de preguntas que se hacen y el tipo de respuestas que se dan. La pregunta que se haría un historiador sobre Anatomía de un instante, no es el tipo de pregunta que se haría un ensayista. Un historiador y un ensayista se hubiesen preguntado quién era Adolfo Suárez, o qué fue el golpe de Estado del 23 de febrero. Pero la pregunta de por qué un tipo se queda sentado cuando se tiene que lanzar al suelo, esa es una pregunta obviamente novelesca, porque es una pregunta moral. Pero no solamente eso, sino que aquí vamos a algo más importante: cuál es la respuesta a esa pregunta. La respuesta es que no hay respuesta. La respuesta es la propia búsqueda de una respuesta. Por eso decía que la novela tiene prohibido dar respuestas claras, nítidas, taxativas. No puede acabar el libro diciendo, bueno, es que en realidad Adolfo Suárez llevaba un chaleco antibalas. Hay miles de respuestas diseminadas en el libro. La respuesta es la propia búsqueda de una respuesta. La respuesta es una respuesta que no es clara, nítida, taxativa, como es la de la ciencia o de la Historia, o del Periodismo en el sentido más elemen-


tal, es decir, voy a un sitio y digo que aquí hubo tres muertos y se llamaban tal, tal y tal. El otro día en la televisión cuando le preguntaron a Umberto Eco por qué escribía novelas si era un ensayista él pensó un momento y dijo: “Para no concluir”. Exactamente eso. Las respuestas en las novelas son ambiguas, contradictorias, equívocas, e irónicas. Y no de mis libros, sino de todos los libros. La pregunta del Quijote es ¿Don Quijote está loco o no está loco? Esa es la pregunta central, el corazón de ese libro. Empezamos la novela intentando averiguarlo, y al final, ¿cuál es la respuesta? No hay respuesta. Esa es la novela. Cada libro establece sus propias reglas, y las reglas de una crónica es que aquello ha ocurrido. Esa es mi regla.

Leila Guerriero Sí, el contrato tácito que estableces con el lector.

siste en dejarse engañar. Es decir, aquel que mientras leía cree que Madame Bovary existió, o aquel que cree que lo que cuenta Philip Roth en sus ficciones es verdad, ese es el listo. El tonto es el que dice “pero si esta señora, Madame Bovary, no existió, para qué me cuenta esta historia”. Es un tonto de remate, nunca entenderá la verdad literaria que hay ahí dentro. Entonces, la distinción me parece válida.

Jeremías Gamboa El fondo del sentido es un fondo incierto cuando es el fondo que le interesa a las artes. Es un fondo que no tiene respuestas claras porque es existencial, y uno puede llegar a través de la no ficción y a través de la ficción si se plantea las preguntas que te ponen en ese lugar. Si te has planteado las preguntas que te llevan realmente a ese lugar no vas a encontrar respuestas taxativas y fijas, por lo tanto estás en ese terreno común, y eso engancha a ambos tipos de trabajos.

Javier Cercas Exactamente. Y a mí me parece absurdo que un tipo se invente algo en medio de una crónica. ¿Para qué? En Anatomía de un instante, que en ese sentido es una crónica, no hay ficción por una serie de motivos que no vienen al caso, pero el contrato que establecía con el lector era ese. En cambio, en la ficción, aunque existan hechos y personajes reales históricos, la ficción es ficción. Es decir, es engaño y ahí vale todo. Dejénme que cite una cosa que nunca me canso de citar porque se dijo cuatro siglos antes de Cristo y este hombre juro que no había leído La verdad de las mentiras de Vargas Llosa. Gorgias dijo lo siguiente: “La ficción es un engaño en el que quien engaña es más honesto que quien no engaña, y quien se deja engañar más sabio que quien no se deja engañar”. La honestidad del autor de ficciones consiste en engañar, en mentir, en decir que Madame Bovary existió cuando todos sabemos que no existió. Esa es la honestidad. La honestidad del cronista consiste en lo contrario, es decir, esto ocurrió y Madame Bovary estaba aquí y esta señora era así. Y la sabiduría del lector de ficciones con-

Leila Guerriero Hay un libro de Janet Malcolm que se llama Ifigenia en Forest Hills y cuenta la historia de una señora musulmana que comete un crimen y aunque todo aparenta que ella nunca pudo haber cometido dicho crimen la condenan. En realidad no es un cuento sobre la historia de la señora musulmana sino sobre el funcionamiento atroz de la justicia en cualquier lugar del mundo. Y la autora hace una especie de destripamiento de un juicio oral y es absolutamente aterrador. Creo que en ese sentido las grandes historias trascienden porque tienen una pregunta de fondo que trasciende por completo el tema del que trata. Y eso pasa en la ficción y en la no ficción. A sangre fría es mucho más que la historia de dos tipos que mataron. Es una historia sobre la miseria humana, sobre la condición humana, etcétera. Ese universo que trasciende transforma un libro anodino en un libro que va a viajar como una especie de transmisor en el tiempo de grandes historias durante cientos de años, o un libro que terminará en una biblioteca y nadie se acordará el resto de la vida.


FACULTAD DE COMUNICACIONES CARRERA DE COMUNICACIÓN Y PERIODISMO

Periodismoupc fcomunicaciones.wordpress.com hablaprofe.wordpress.com


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