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Rayuela 326 SĂĄbado 22 de Agosto de 2015. AĂąo IV.

Suplemento de arte, literatura y sociedad


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nueve contemporáneos Los

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omencemos por registrar quiénes fueron los Contemporáneos. Propongo este grupo estricto de nueve escritores: Carlos Pellicer (1897-1977), Bernardo Ortiz de Montellano (1899-1949), Enrique González Rojo (1899-1939), José Gorostiza (1901-1973), Jaime Torres Bodet (1902-1974), Xavier Villaurrutia (1903-1950), Jorge Cuesta (1903-1942), Salvador Novo (1904-1974) y Gilberto Owen (1905-Filadelfia, 1952). Las obras del grupo principal tienen extensiones diversas. Las más numerosas son las de Torres Bodet y Novo, con alrededor de cincuenta libros cada uno; las de Pellicer y Villaurrutia tienen extensiones medias, con unos quince títulos cada uno, de los cuales, los de Pellicer se han concentrado recientemente en los tres gruesos volúmenes de su poesía y los de Villaurrutia en el tomo antiguo del FCE. Las obras de Cuesta se han reunido en cinco tomos. Los libros de Ortiz de Montellano, de Gorostiza, de González Rojo y de Owen caben en un volumen cada uno. Ahora, los nueve Contemporáneos básicos están bien editados, con la excepción de González Rojo cuya edición de 1987 es desordenada y confusa. Suele decirse que los Contemporáneos eran homosexuales. De los nueve principales lo fueron tres de los más notables: Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, el cual escribió un relato —que guardó inédito— de sus experiencias en este campo. Los otros seis fueron heterosexuales, y todos defendieron la libertad moral del individuo siguiendo el pensamiento de André Gide. Además de escribir, los Contemporáneos trabajaron en la diplomacia, el magisterio y

el periodismo. González Rojo y Owen tuvieron puestos modestos en el Servicio Exterior de México, mientras que Torres Bodet y Gorostiza llegaron a ser secretarios de Relaciones Exteriores. Don Jaime fue un funcionario prominente pues, además, fue secretario de Educación Pública en dos ocasiones, director general de la Unesco y embajador en París. Pellicer fue maestro de literatura en las secundarias y organizador de museos. Torres Bodet explicó la novela francesa en la Facultad de Filosofía y Letras, y Novo y Villaurrutia fueron maestros de cuestiones teatrales. Cuesta escribió comentarios políticos en El Universal y Novo fue un periodista de gran prestigio en diarios y revistas. A partir de 1937 y hasta su muerte en 1974, a lo largo de seis sexenios presidenciales, de Cárdenas a Díaz Ordaz, en las revistas Hoy, Mañana y Siempre! y en diez tomos (edición de Conaculta arreglada por José Emilio Pacheco y otros), Salvador Novo escribió sin interrupción “La Semana Pasada” para dejarnos una crónica admirable de la vida de México a través de su propia vida. El periodo de mayor actividad pública de los Contemporáneos, digamos de 1927 a 1940, coincide con gobiernos que no hacen mucho caso de la vida literaria. No disfrutaban, pues, de apoyos externos. No puedo precisar, por ejemplo, de qué vivían Villaurrutia, Ortiz de Montellano y Cuesta, que no eran empleados públicos ni tenían profesiones como Novo, que vivía del periodismo y luego de la publicidad. *Extractos de El momento literario de los contemporáneos, escrito por José Luis Martínez y publicado en marzo del 2000

Noé Farrera Morales

Rogelio Santos Santiago

DIRECTOR GENERAL

DISEÑO

Noé Juan Farrera Garzón DIRECTOR EDITORIAL PÉNDULO

César Trujillo COORDINADOR/EDITOR

Javier Ríos Jonapá PRODUCCIÓN E IMPRESIÓN

César Trujillo, Marcelino Champo, René Morales, Javier Opón, Fausto Carámbura, Arbey Rivera, Fabián Rivera, Fernando Trejo, Raúl Vázquez, Tania Ramos, Zaíra Lobato CONSEJO EDITORIAL

LEGALES Rayuela, suplemento de arte, literatura y sociedad del periódico Péndulo de Chiapas, No. 326 (Edición Especial) Año IV, Sábado 22 de agosto de 2015. Impreso en 13 Poniente Norte Núm. 698, colonia Magueyito. Código Postal 29000, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Teléfono (961) 61 24529. Se prohíbe la reproducción total o parcial de los contenidos sin el consentimiento expreso de sus autores. La redacción no responde por originales no solicitados. Los contenidos, así como parte de los títulos y subtítulos son responsabilidad exclusiva de quien los firma y no representan necesariamente el punto de vista del periódico Péndulo de Chiapas. Correspondencia: tolstoi25@hotmail.com


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Los “Contemporáneos”

y sus Contemporáneos

De la introducción a la antología MUSEO POETICO, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1974.

[Salvador Elizondo]

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on el grupo de poetas llamados “los contemporáneos” pasa un poco lo mismo que con Tablada: es difícil ubicarlos en un punto preciso de la cronología. Así como Tablada o su influencia aparecen a cada momento en toda la historia de la poesía mexicana entre la última década del siglo pasado y la sexta del presente, el grupo de “contemporáneos” conoce un proceso de conglomeración paulatina que va de 1915 en que Carlos Pellicer (1899) publica algunos poemas que encarnan ya un nuevo espíritu indefinido, hasta 1928 cuando la colaboración de todos cristaliza, tras varias tentativas parciales, en la publicación de la revista “Contemporáneos” que aparece desde 1928 hasta 1931 y después de lo cual se dispersan, a partir de un punto común a todos, en direcciones diversas. Todos ellos nacen entre 1899 y 1905, lo que parece ser el único dato de referencia común; nadie ha puesto en duda el que más que una suma de afinidades, representan “los contemporáneos” la afinidad de algunas diferencias radicales, las diferencias que singularizan a cada uno. Si su obra conoció en cada caso la expresión más alta después de que el grupo ya se había disuelto, en todos ellos tuvo también inicios determinantes antes de que el grupo se expresara a través de las páginas de la revista que le dio nombre. Son, en resumidas cuentas, no menos importantes como grupo que como poetas individuales aunque es importancia ocupa diferentes puntos en la historia de la poesía moderna. El estudiante extranjero que desee complementar sus conocimientos del curso de la poesía en México durante los años en que se formó este grupo de poetas, hará bien en visitar el edificio que aloja a la Secretaría de Educación Pública, en la Calle República Argentina en la Ciudad de México. Podrá admirar uno de los mejores momentos de la pintura mexicana en la obra decorativa de murales al fresco que realizó Diego Rivera entre 1923 y 1928. A la luz de las ideas de este gran pintor mexicano el grupo de “los contemporáneos” se ve severamente criticado en un tablero del corredor sur del patio posterior del tercer piso. Los atributos del “Arte”, en la concepción purista de esta expresión: la lira, el laurel, la paleta, etcétera, están siendo barridos por una burguesa que es obligada a ello por una mujer del pueblo armada de punta en blanco. Sobre los “atributos” se doblega la masa obesa de un “contemporáneo” con orejas de burro que recibe una patada en el trasero de un campesino u obrero. El movimiento de “los contemporáneos” representa, en grados muy diversos según la personalidad de sus exponentes, en términos generales, la influencia que habiendo partido de Francia casi simultáneamente, estarían destinadas a no encontrarse más que en un punto situado en el infinito: la poesía pura y el surrealismo. Con el surrealismo culminan las posibilidades de la “imagen poética”, es decir las posibilidades que la poesía tiene de estimular la producción de cosas visibles con los ojos cerrados; en la poesía pura culmina la posibilidad de producir cosas “pensables” por medio de la poesía. La poesía pura es el punto más alto, final de la poesía de la inteligencia, como el surrealismo lo es de la sensación. Esto no es una casualidad; en especial si tenemos en cuenta las circunstancias precisamente cronológicas. Los años veinte son, en toda su extensión, el campo en que medra el surrealismo, pero en el orden crítico son también los años en que se debate denodadamente una cuestión que había tenido sus orígenes en Poe, sus expresiones más notables en Mallarmé (con todo propósito incluimos en el Apéndice Documental algunas expresiones de esta tendencia) y su etapa polémica a partir de la publicación de Charmes de Valéry, que dio lugar a las expostulaciones por las que el Abate Bremond, en 1926, trató de demostrar ante la Academia Francesa que, para que se cumpla la función de la poesía, no es, de ninguna manera, necesario “entender” lo que el poema dice.>>>

Enrique González Rojo (1899-1939)


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En el orden cronológico común de esos poetas ocupa primer lugar Enrique González Rojo (18991939), no menos que en el valor de su poesía, especialmente la que produjo en la última etapa de su vida que no ha sido conocida más que a través de ediciones póstumas y por escasas ilustraciones antológicas. Fue un poeta que manejó con maestría todas las grandes innovaciones, como el verso libre sin perder ninguna habilidad para emplear las formas tradicionales desde el “corrido” hasta la stanza. Es, seguramente, el poeta mexicano que más evidentemente deriva de Valéry en los aspectos formales, que son los menos interesantes en la medida en que son tan perfectos. Se adscribe a la contemplación de la luz y del cristal, categoría imposible del ideal poético, denodadamente perseguido desde su germinación primigenia y término indefinible, último, al que se dirige. Veremos claramente a donde va a dar esta corriente que se empecina por conocer o por describir la luz, en el poema con que se cierra esta antología.

José Gorostiza (1901-1973)

Carlos Pellicer (1899-1977)

Bernardo Ortiz de Montellano (1899-1949) Bernardo Ortiz de Montellano (1899-1949) representa dentro del grupo de los “contemporáneos” una instancia especial. Es, en cierto modo, el primer exponente de una tradición poética que podría llamarse mexicana. Su preocupación principal fue el sueño y éste como expresión de la famosa hipálage: el sueño, mono imitador de la muerte. Su “segundo sueño” tiene una estructura idéntica al “Primero” de Sor Juana, que los alumnos no tardarán en descubrir si leen ambos poemas con atención. Carlos Pellicer (1899-1977) es el poeta que no dejará tenue huella en el espíritu del alumno extranjero, sobre todo si viene de latitudes boreales o australes. Pellicer es, en el aspecto de su poesía descriptiva una forma que como la de Ortiz de Montellano se remonta a Sor Juana, la de Pellicer se remonta a la de Bernardo de Balbuena (1562-1627), primer poeta que describió y elevó al ámbito de la poesía el paisaje de México, es decir la descripción de algo nuevo. Las metáforas tradicionales para describir la naturaleza no le bastaron a este poeta de exuberante sensualidad y de vehemente panteísmo. En su libro Práctica de vuelo (1956) ha recogido su experiencia religiosa que junto con su visión del paisaje de México y de América constituye la parte más importante de su obra.


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José Gorostiza (1901-1973)

José Gorostiza (1901-1973)

José Gorostiza (1901-1973) es de todo este grupo el que en su acepción más amplia, es decir más profunda, merece el título de poeta filosófico si es que esta denominación puede ilustrar en algo el significado ultra-filosófico de la poesía. El sentido de su poema Muerte sin fin ha sido explorado por muchos y las conjeturas van desde la explicación dialéctica del mundo hasta la pluralidad de significado. Hay quienes, en nombre de la “construcción poética pura” afirman que carece de significado y que en ella fondo y forma son la misma cosa indistinta. El alumno podrá sacar sus propias conclusiones después de hacer una lectura atenta del poema. Encontrará, sin duda, que se trata de la descripción de un proceso en que las partes que actúan son la inteligencia y la realidad, que está descrita en sí misma como un proceso apocatástico en el que todas las cosas evolucionan hacia sus orígenes... y “al origen fatal de sus orígenes”, que es la muerte.

fundada por Valéry a partir de las premisas de Mallarmé. Como en el caso de Díaz Mirón la leyenda de su vida abruma muchas veces la clara comprensión de su poesía, pues pasa siempre por alto su condición profesional que, en resumidas cuentas es la que priva sobre el espíritu de su obra maestra, el Canto a un dios mineral. Cuesta fue químico de profesión y de no escasas inquietudes en ese campo de la ciencia tanto como en el de la poesía, esa otra ciencia de la que Valéry decía que era la más exacta de todas. El gran poema de Cuesta proclama claramente esta preocupación fundamental; se trata de un poema acerca de los estados y transformaciones de la materia inerte. El vocabulario alquimístico no contribuye en pequeña medida a la construcción de este poema que concibe la alquimia como lo que se ha revelado que realmente era: la ciencia de la transformación simbólica de la materia, es decir de la química como ciencia de los símbolos, una concepción que no dista mucho de las que se sustentan actualmente en el aspecto teórico y matemático de todas las ciencias. La lectura acuciosa de su poesía no tardará en revelar el fundamento de esta aseveración.

Jaime Torres Bodet (1902-1974). Es, quizás, de todos los “contemporáneos” el poeta en quien la tradición y la novedad encuentra un equilibrio perfecto gracias a la extrema sencillez y delicadeza de su introspección meditativa acerca de las cosas cotidianas que se resuelve en composiciones de profunda y clara diafanidad. Casi toda su obra es el recuento de su vida, transcrito a un ámbito del lenguaje poético en el que las cosas simples se convierten en reflejo de las cosas complejas sin que apenas nos demos cuenta de ello y como sin querer.

En Xavier Villaurrutia (1903-1950) el movimiento poético de los “Contemporáneos” obtiene su grado más expresivo. Como en Torres Bodet entroncan en la obra de Villaurrutia a la vez que una tradición que se remonta al período barroco de la poesía mexicana y su conceptismo, la novedad de la imagen, pero sin fundirse, conservando cada una de estas formas sus límites precisos dentro de la obra total de Villaurrutia cuyo único denominador común es tal vez la preocupación, como en Ortiz de Montellano, del sueño. Pero si para este poeta el soñar es una “técnica” para ahondar en el misterio y descubrir lo impensado, para Villaurrutia el sueño es una cosa desligada del soñador, una construcción que se erige a sí misma por medio de imágenes que son, a su vez, el resultado de una combinación verbal. La preeminencia de la sensación como valor poético y del juego de palabras y la redundancia expresiva son, en la poesía de Villaurrutia, la reminiscencia de la manera más consumada de López Velarde.>>>

Jorge Cuesta (1903-1941) representa junto con González Rojo y Gorostiza lo que podría llamarse el ala intelectualista de los “Contemporáneos”; poetas que provenían de la tendencia


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Xavier Villaurrutia (1903-1950)

Salvador Novo (1904-1974) es el poeta de este grupo de expresión más variada y de obra más rica; ésta abarca desde poemas escritos a los once años en los que ya es claramente visible lo que habría de ser uno de los caracteres más evidentes de su poesía: la ironía, que será una de las constantes (o variables) más interesantes de la poesía mexicana más reciente que fructifica en el género del epigrama, como veremos un poco más adelante. Pero contra lo que se pudiera pensar en el sentido de que Novo ha sido quien introdujo el humor y la sátira en el curso de nuestra poesía, como consecuencia de su conocimiento de la poesía inglesa por conducto de la cual pudo introducir un especial prosaisismo en la lengua española, no debe impedir que advirtamos que Novo es esencialmente un poeta desencantado en quien la ironía y la desilusión están dirigidos hacia la banalidad de la sociedad contemporánea cuya vida ha sido el tema de su obra durante los últimos años. Los alumnos extranjeros encontrarán en su poesía un reflejo bastante legible de la frivolidad y de la estupidez que el poeta encuentra en casi todos los grandes acontecimientos de nuestra historia reciente. Con Gilberto Owen (1905-1952) se cierra el ciclo de los “Contemporáneos”. Su obra admite una distinción tajante: la que por una parte pone su espíritu plenamente identificado con la vanguardia de sus primeros años de poeta, en que priva muy claramente el espíritu del surrealismo y la vanguardia, y la segunda, de la que son producto sus poemas de mayor introspección meditativa en que a partir de los temas bíblicos consigue algunas obras notables, como los poemas que componen el Libro de Ruth (1944). Damos aquí algunas muestras de las dos maneras esenciales de este poeta, el más joven de su grupo. Y ahora una precisión cronológica para definir los vagos límites de esta escuela o grupo poético: La revista “Contemporáneos” que dio el nombre general de estos poetas se publicó entre 1928 y 1931. Al-

Salvador Novo (1904-1974)

gunos de ellos se habían dado a conocer antes de la iniciación de la publicación de esta revista. Después de 1931, los “contemporáneos” siguieron rumbos diferentes y sus creaciones más importantes no se dieron sino entre 1935 y 1945, cuando ya el grupo se había vuelto legendario. Fuerza es tener en mente que la importancia fundamental de este período de la poesía mexicana se caracteriza por la asimilación de ciertas ideas -ideas de enorme importancia- en el desarrollo no de una entidad limitada que la nacionalidad hubiera calificado como “la poesía mexicana”, sino que justamente por sus caracteres propios se inscribía ya plenamente dentro del orden de la poesía universal. No se puede negar que la poesía de los “Contemporáneos” representa el espíritu de nuestra poesía, si no en su más alto grado de originalidad, sí en su diapasón más amplio de universalidad y aliento cosmopolita. Otros poetas medraron paralelamente a los “Contemporáneos” en la arca Arcadia mexicana de los años treintas y cuarentas. Algunos de ellos como Elías Nandino (1903) siguieron de cerca las huellas de los “Contemporáneos”; otros, en quienes la poesía mexicana ha conocido algunos grados de su mayor excelencia, fueron los poetas católicos Alfonso Méndez Plancarte (1905-1955) de quien hemos incluido en esta antología un prodigioso soneto bisílabo y Manuel Ponce (1913) de quien incluimos algunos poemas sagrados de atrevidísima técnica. Sus “Misterios” son la asimilación de la técnica del jaikú -que Tablada había introducido en 1918 a la técnica de la poesía en español- a la poesía sacra o litúrgica. El bellísimo poema Ojos de Cristo nos remite claramente a los orígenes de nuestro lenguaje poético y al “Madrigal” de Cetina con el que se inicia la presente antología. Hemos incluido en el Apéndice Documental algunos poemas de otras lenguas que consideramos que pueden esclarecer el sentido general de la tendencia de la poesía mexicana durante el período que vio el encuentro y la dispersión de los “Contemporáneos”. Poetas avocados a la pureza y a la autonomía del poema, fue quizás Paul Valéry su paradigma. De él damos allí su famoso Le cimetiêre marin. De su maestro Stephane Mallarmé damos la versión original de Le tombeau d’Egar Poe que los alumnos podrán comparar con una excelente versión española debida a Jorge Cuesta, en la sección correspondiente de este poeta. Asimismo damos en la Sección Documental dos versiones contemporáneas del poema de Mallarmé al inglés. Los alumnos extranjeros de esta lengua seguramente las encontrarán esclarecedoras del sentido que universalmente ha cobrado la poesía a partir de ese momento.

Gilberto Owen (1905-1952)


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Owen

Torres Bodet

Discurso del paralítico

Ambición

(Fragmento)

Encadenado al cielo, en paz y orden, mutilado de todo lo imperfecto, en esta soledad desmemoriada —paisaje horizontal de arena o hielo— nada se mueve y ya nada se muere en la pureza estéril de mi cuerpo.

Nada más, Poesía: la más alta clemencia está en la flor sombría que da toda su esencia. No busques otra cosa. ¡Corta, abrevia, resume; no quieras que la rosa dé más que su perfume!

Solo la ausencia. Sólo las ausencias. A la luz que me ofusca, en el silencio del aire ralo inmóvil que me envuelve en las nubes de roca de este cielo de piedra de mi mundo de granito, sólo una ausencia viuda de recuerdos. Pues quise ver la lumbre en las ciudades malditas. Quise verlas flor de fuego. Quise verlas el miércoles. Al frente no me esperaba ya sino un incesto y el carnaval quemaba en sus mejillas y el último arrebol de mi deseo.

Invitación al viaje

Aquí me estoy. La sal va por mis brazos y no llega a mis ojos, río yerto, río más tardo aún de la cisterna del pulso de mi sombra en el espejo, camino desmayado aquí, a la puerta de mi Cafarnaúm, allí, tan lejos.

Con las manos juntas, en la tarde clara, vámonos al bosque de la sien de plata. Bajo los pinares, junto a la cañada, hay un agua limpia que hace limpia el alma.

No ser y estar en todas las fronteras a punto de olvidarlo o recordarlo todo totalmente. en mi lenguaje de crepúsculos no hay ya las voces mediodía, ni altanoche, ni sueño.

Bajaremos juntos, juntos a mirarla y a mirarnos juntos en sus ondas rápidas...

Por mi cuerpo tendido no han de llegar las olas a la playa y no habrá playas nunca, y por mí, horizontal, no habrá nunca horizontes. Hosco arrecife, aboliré los litorales. Los barcos vagarán sin puerto y sin estela —pues yo estaré entre su quilla y el agua— 40 noches y 40 días, hasta la consumación de los siglos.

Bajo el cielo de oro hay en la montaña una encina negra que hace negra el alma:

(Si tuviera mis ojos, mis dedos, mis oídos, iba a pensar una disculpa para cantarla esa mañana.)

Subiremos juntos a tocar sus ramas y oler el perfume de sus mieles ásperas...

Venganza, en carne mía, de la estatua que condené para mi gula al tiempo, a moverse, olvidada de sus límites, a palabras de vidrio sus silencios. Venganza de la estatua envejecida por el fláccido mármol de su seno.

Otoño nos cita con un son de flautas: vamos a buscarlo por la tarde clara.

Y Conventry. La lumbre de mis ojos en los ijares lánguidos hundieron, Lady Godiva que se me esfumaba muy nube arrebatada por el viento, y era Diana dura, o sus lebreles, o la hija de Forkis y de Ceto.

Gilberto Owen Estrada Poeta mexicano, nacido en Sinaloa el 13 de mayo de 1904 y fallecido en Filadelfia, Estados Unidos, en 1952. Conoció a personajes de la talla de Jaime Torres Bodet y Xavier Villarrutia; con este último e influenciados por el simbolismo de González Martínez y de Juan Ramón Jiménez, publicó su primer poemario, titulado “Desvelo” y también colaboró con las revistas La Falange, Ulises y Contemporáneos. Vivió un tiempo en Nueva York, donde trabajó como escritor para la embajada de su país y tuvo la oportunidad de conocer a representantes de la vanguardia de Europa y Latinoamérica, entre los cuales se encontraba nada menos que Federico García Lorca. Como escritor exploró varios géneros, incluyendo la novela y el guión cinematográfico. Algunos de sus libros más conocidos son “La llama fría”, “Novela como nube”, “Línea” y “Perseo vencido”.

Jaime Torres Bodet Escritor y diplomático mexicano, nacido en Distrito Federal el 17 de abril del año 1902 y fallecido en la misma ciudad el 13 de mayo de 1974. Recibió numerosas menciones, premios y medallas, y participó de la Academia de la Lengua. Incursionó en varios géneros, entre los que se encuentran la novela, el relato y la poesía, y se dejó influenciar por diversas corrientes literarias provenientes de Europa, respondiendo a una necesidad de encontrar una sensibilidad y una estructura estilística que renovaran la escritura de su época. Otro punto de interés de Bodet fue la crítica, a través de la cual colaboró notablemente con el desarrollo de la literatura. Algunos de los libros son: “El corazón delirante”, “Estrella de día”, el premiado “Rubén Darío” y “Memorias”, que consta de cinco tomos.


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Canto destruido

Pellicer

¿En qué rayo de luz, amor ausente tu ausencia se posó? Toda en mis ojos brilla la desnudez de tu presencia. Dúos de soledad dicen mis manos llenas de ácidos fríos y desgarrados horizontes.

Amor sin nombre

Veo el otoño lleno de esperanza como una atardecida primavera en que una sola estrella vive el cielo ambulante de la tarde. Amor sin nombre, ámbito destino de ser y de no estar. Tu pronto asedio sostiene mi dolor y anula el tedio de copa exhausta o apretado vino.

Te amo, amor, y nada estoy diciendo para llamarte. Siento que me duelen los ojos de no llorar. Y veo que tu ausencia me encuentra como el cielo encendido y una alegría triste de no usarla como esos días en que nada ocurre y está toda la casa inútilmente iluminada. En la destruida alcoba de tu ausencia pisoteados crepúsculos reviven sus harapos, morados de recuerdos. En el alojamiento de tu ausencia todo lo ocupo yo, clavando clavos en las cuatro paredes de la ausencia.

En un alto silencio, un aquilino palmo azul de silencio, vivo. En medio de la infausta paciencia de tu asedio abro las jaulas y desbordo el trino. Por ti cuelgo coronas en los muros; por ti soy más fugaz y en los maduros soñares aligero tus canciones. Y te llevo en mi ser y has recogido la actitud que en Florencias o Bizancios consagra sus palomas al olvido.

Y este mundo cerrado que se abre al interior de un bosque antiguo, ve marchitarse el tiempo, despolvorearse la luz, y mira a todos lados sin encontrar el punto de partida. Aunque vengas mañana en tu ausencia de hoy perdí algún reino. Carlos Pellicer Poeta y museólogo mexicano nacido en Tabasco en 1899. Fue profesor de literatura e historia y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Ocupó además la presidencia del Consejo Latinoamericano de escritores con sede en Roma. Publicó «Piedra de sacrificios» en 1924, «Hora de junio» en 1937, «Exágonos» en 1941, «Subordinaciones» en 1948 y «Con palabras y fuego» en 1963, hacen parte de su extensa obra poética.

Tu cuerpo es el país de las caricias, en donde yo, viajero desolado -todo el itinerario de mis besospaso el otoño para no morirme, sin conocer el valor de tu ausencia como un diamante oculto en lo más triste.

Sueño de amor perfecto

Montellano

Amor de sueño amante que otro cielo revive en su interior desdoblamiento, unión la de los ojos y el aliento que las manos aparta de su celo.

Trompo

Amor de cuerpo y sombra ceniciento de paisajes recónditos al hielo de color y de aroma y de desvelo puro como la muerte y como el viento. amor que de la carne vuela al sueño y en él imagen que desnuda anude la ribera sin ámbito de cuerpo. Amante que en su sombra se desnude y en su sangre redima lo que fluye y descubra en su sueño lo que sueño.

El trompo que gira músicas menores movido, sin tregua, por tenue cordón, el trompo de siete colores ¿no es un corazón?

Bernardo Ortiz de Montellano Escritor mexicano, nacido en el año 1899 y fallecido en 1949. Participó del grupo de jóvenes intelectuales denominado Los Contemporáneos, a raíz de la revista cultural Contemporáneos, de la cual fue fundador y director. En sus obras podemos destacar “Trompo” (también conocida como “El trompo de los siete colores”), “Avidez”, “Red” y “Muerte del cielo azul”. Fue asimismo autor de las biografías “Figura, amor y muerte de Amado Nervo” y “Sombra y luz de Ramón López Valverde” y de ensayos sobre la literatura mexicana.


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Villaurrutia Décima muerte

Deseo Amarte con un fuego duro y frío. Amarte sin palabras, sin pausas ni silencios. Amarte sólo cada vez que quieras, y sólo con la muda presencia de mis actos. Amarte a flor de boca y mientras la mentira no se distinga en ti de la ternura. Amarte cuando finges toda la indiferencia que tu abandono niega, que funde tu calor. Amarte cada vez que tu piel y tu boca busquen mi piel dormida y mi boca despierta. Amarte por la soledad, si en ella me dejas. Amarte por la ira en que mi razón enciendes. Y, más que por el goce y el delirio, amarte por la angustia y por la duda.

Inventar la verdad Pongo el oído atento al pecho, como, en la orilla, el caracol al mar. Oigo mi corazón latir sangrando y siempre y nunca igual. Sé por quién late así, pero no puedo decir por qué será. Si empezara a decirlo con fantasmas de palabras y engaños, al azar, llegaría, temblando de sorpresa, a inventar la verdad: ¡Cuando fingí quererte, no sabía que te quería ya!

¡Qué prueba de la existencia habrá mayor que la suerte de estar viviendo sin verte y muriendo en tu presencia! Esta lúcida conciencia de amar a lo nunca visto y de esperar lo imprevisto; este caer sin llegar es la angustia de pensar que puesto que muero existo.

La aguja del instantero recorrerá su cuadrante, todo cabrá en un instante del espacio verdadero que, ancho, profundo y señero, será clásico a tu paso de modo que el tiempo cierto prolongará nuestro abrazo y será posible acaso, vivir después de haber muerto.

Si en todas partes estás, en el agua y en la tierra, en el aire que me encierra y en el incendio voraz; y si a todas partes vas conmigo en el pensamiento, en el soplo de mi aliento y en mi sangre confundida ¿no serás, Muerte, en mi vida, agua, fuego, polvo y viento?

En el roce, en el contacto, en la inefable delicia de la suprema caricia que desemboca en el acto, hay el misterioso pacto del espasmo delirante en que un cielo alucinante y un infierno de agonía se funden cuando eres mía y soy tuyo en un instante.

Si tienes manos, que sean de un tacto sutil y blando apenas sensible cuando anestesiado me crean; y que tus ojos me vean sin mirarme, de tal suerte que nada me desconcierte ni tu vista ni tu roce, para no sentir un goce ni un dolor contigo, Muerte.

Hasta en la ausencia estás viva: porque te encuentro en el hueco de una forma y en el eco de una nota fugitiva; porque en mi propia saliva fundes tu sabor sombrío, y a cambio de lo que es mío me dejas sólo el temor de hallar hasta en el sabor la presencia del vacío.

Por caminos ignorados, por hendiduras secretas, por las misteriosas vetas de troncos recién cortados te ven mis ojos cerrados entrar en mi alcoba oscura a convertir mi envoltura opaca, febril, cambiante, luminosa, eterna y pura, en materia de diamante.

Si te llevo en mí prendida y te acaricio y escondo; si te alimento en el fondo de mi más secreta herida; si mi muerte te da vida y goce mi frenesí ¡qué será, Muerte, de ti cuando al salir yo del mundo, deshecho el nudo profundo, tengas que salir de mí?

No duermo para que al verte llegar lenta y apagada, para que al oír pausada tu voz que silencios vierte, para que al tocar la nada que envuelve tu cuerpo yerto, para que a tu olor desierto pueda, sin sombra de sueño, saber quede ti me adueño, sentir que muero despierto.

En vano amenazas, Muerte, cerrar la boca a mi herida y poner fin a mi vida con una palabra inerte. ¡Qué puedo pensar al verte, si en mi angustia verdadera tuve que violar la espera; si en la vista de tu tardanza para llenar mi esperanza no hay hora en que yo no muera!

Xavier Villaurrutia Poeta mexicano nacido en Ciudad de México en 1903. Fue becado por la Fundación Rockefeller para estudiar teatro en la Universidad de Yale. En 1928, fundó el Teatro de Ulises, foro de teatro experimental, en donde inició una larga labor como dramaturgo. Murió en 1950, y pocos años después los escritores mexicanos instituyeron un Premio Nacional para honrar al mejor libro publicado durante el año editorial.


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Cuesta

González Rojo

(Fragmento)

Mar del amanecer (I)

Canto de un dios mineral

(Los cuatro mares)

Capto la seña de una mano, y veo que hay una libertad en mi deseo; ni dura ni reposa; las nubes de su objeto el tiempo altera como el agua la espuma prisionera de la masa ondulosa. Suspensa en el azul la seña, esclava de la más leve onda, que socava el orbe de su vuelo, se suelta y abandona a que se ligue su ocio al de la mirada que persigue las corrientes del cielo. Una mirada en abandono y viva, si no una certidumbre pensativa, atesora una duda; su amor dilata en la pasión desierta sueña en la soledad y está despierta en la conciencia muda. Sus ojos, errabundos y sumisos, el hueco son, en que los fatuos rizos de nubes y de frondas se apoderan de un mármol de un instante y esculpen la figura vacilante que complace a las ondas. La vista en el espacio difundida, es el espacio mismo, y da cabida vasto y nimio al suceso que en las nubes se irisa y se desdora e intacto, como cuando se evapora, está en las ondas preso. Es la vida allí estar, tan fijamente, como la helada altura transparente lo finge a cuanto sube hasta el purpúreo límite que toca, como si fuera un sueño de la roca, la espuma de la nube.

Alegre, tranquilo, acaricias la nave. Tan sereno como el monte, tu guardián eterno. La leve música del agua se confunde con el silencio. Claro murmullo, como el lento pasar de pájaros en vuelo. La espuma de tus ondas baña la luz y el fuego del sol, que las adorna con los colores del espectro. Una banda de peces voladores, como una procesión de puntos negros, te arroja su mancha de tinta... Al golpe, repentinamente ciego chocas contra los flancos de la nave, que regocijas con tu juego. ¡Mar del amanecer, mar que eres niño, rosado por la aurora, movido por el viento, cantado por los hombres y acariciado por el pensamiento!...

Como si fuera un sueño, pues sujeta, no escapa de la física que aprieta en la roca la entraña, la penetra con sangres minerales y la entrega en la piel de los cristales a la luz, que la daña. No hay solidez que a tal prisión no ceda aun la sombra más íntima que veda un receloso seno ¡en vano!; pues al fuego no es inmune que hace entrar en las carnes que desune las lenguas del veneno. A las nubes también el color tiñe, túnicas tintas en el mal les ciñe, las roe, las orada, y a la crítica muestra, si las mira, por qué al museo su ilusión retira la escultura humillada.

Enrique González Rojo

Jorge Cuesta Nació en el año 1903 y falleció en 1942. Se dedicó activamente a la poesía y buscó rodearse de otros intelectuales; entre sus actividades dentro de la literatura, participó del grupo Los Contemporáneos, y también ofreció su colaboración en diversas publicaciones. La obra de Cuesta se encuentra reunida en cuatro libros que fueron editados luego de su trágica muerte y que contienen tanto poesías como ensayos.

Escritor que vivió tan sólo 40 años, los cuales dedicó intensamente y casi sin excepción a la escritura. Nació en Sinaloa en el año 1899. Se conocen tres libros publicados por González Rojo: “El puerto y otros poemas”, “Espacio” (del cual destaca su obra “Los cuatro mares”), “Romance de José Conde” y “Elegías romanas y otros poemas” (publicado dos años después de su fallecimiento). También se embarcó en la creación de un libro en prosa, titulado “Viviendas en el mar”, el cual no llegó a completar.


RAYUELA 326 11 SÁBADO 22 DE AGOSTO 2015

Gorostiza Muerte sin fin

Salvador Novo Retrato de niño

(Fragmento)

Lleno de mí, sitiado en mi epidermis por un dios inasible que me ahoga, mentido acaso por su radiante atmósfera de luces que oculta mi conciencia derramada, mis alas rotas en esquirlas de aire, mi torpe andar a tientas por el lodo; lleno de mí —ahíto— me descubro en la imagen atónita del agua, que tan sólo es un tumbo inmarcesible, un desplome de ángeles caídos a la delicia intacta de su peso, que nada tiene sino la cara en blanco hundida a medias, ya, como una risa agónica, en las tenues holandas de la nube y en los funestos cánticos del mar —más resabio de sal o albor de cúmulo que sola prisa de acosada espuma. No obstante —oh paradoja— constreñida por el rigor del vaso que la aclara, el agua toma forma. En él se asienta, ahonda y edifica, cumple una edad amarga de silencios y un reposo gentil de muerte niña, sonriente, que desflora un más allá de pájaros en desbandada. En la red de cristal que la estrangula, allí, como en el agua de un espejo, se reconoce; atada allí, gota con gota, marchito el tropo de espuma en la garganta ¡qué desnudez de agua tan intensa, qué agua tan agua, está en su orbe tornasol soñando, cantando ya una sed de hielo justo! ¡Mas qué vaso —también— más providente éste que así se hinche como una estrella en grano, que así, en heroica promisión, se enciende como un seno habitado por la dicha, y rinde así, puntual, una rotunda flor de transparencia al agua, un ojo proyectil que cobra alturas y una ventana a gritos luminosos sobre esa libertad enardecida que se agobia de cándidas prisiones!

En este retrato hay un niño mirándome con ojos grandes; este niño soy yo y hay una fecha: 1906.

José Gorostiza

Salvador Novo

Poeta nacido en Tabasco el 10 de noviembre del año 1901 y fallecido en Ciudad de México el 16 de marzo de 1973. Si bien la escritura ocupó siempre un lugar importante en la vida de Gorostiza, dedicó gran parte de su tiempo a sus obligaciones políticas, lo cual resultó en un repertorio muy pequeño. Algunas de sus publicaciones destacadas son sus poemarios “Canciones para cantar en las barcas”, “Poesía” y “Del poema frustrado”, el brillante poema “Muerte sin fin” (dado a conocer luego de una extensa etapa de silencio) y la obra ensayística “Notas sobre poesía”.

Nació en 1904 y falleció en 1974 en Ciudad de México. Su participación en el mundo de las letras mexicanas fue decisiva. Se le reconoce haber nacionalizado el humor de vanguardia, burlando con sus poemas el sentimiento modernista y reconociéndose cerca de las voces inglesas. Algunos de los temas de sus obras son el amor, la memoria colectiva, la nostalgia y el destierro. Por su exquisita labor, fue galardonado en 1967 con el Premio Nacional de Literatura en 1967. Algunas de sus obras más importantes son “Nuevo amor”, “Romance de Angelillo y Adela” y “Dueño mío. Cuatro sonetos inéditos”.

Es la primera vez que me miré atentamente. Por supuesto que yo hubiera querido que ese niño hubiera sido más serio, con esa mano más serena, con esa sonrisa más fotográfica. Esta retrospección no remedia, empero, lo que el fotógrafo, el cumpleaños, mi mamá, yo y hasta tal vez la fisiología dimos por resultado en 1906.

La historia ¡Mueran los gachupines! Mi padre es gachupín, el profesor me mira con odio y nos cuenta la Guerra de Independencia y cómo los españoles eran malos y crueles con los indios —él es indio—, y todos los muchachos gritan que mueran los gachupines. Pero yo me rebelo y pienso que son muy estúpidos: Eso dice la historia pero ¿cómo lo vamos a saber nosotros?



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