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Sábado 23 de Mayo de 2015. Año IV.

Rayuela 313 Suplemento de arte, literatura y sociedad

Amado Nervo: EL CASTILLO DE LO INCONSCIENTE PÁGS. 06 Y 07


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SÁBADO 23 DE MAYO 2015

HUMOR LITERARIO

Noé Farrera Morales

Enrique Ríos Aguilar

DIRECTOR GENERAL

DISEÑO

Noé Juan Farrera Garzón

Javier Ríos Jonapá

DIRECTOR EDITORIAL PÉNDULO

PRODUCCIÓN E IMPRESIÓN

César Trujillo/Marcelino Champo

César Trujillo, Marcelino Champo, René Morales, Javier Opón

EDITORES

CONSEJO EDITORIAL

LEGALES Rayuela, suplemento de arte, literatura y sociedad del periódico Péndulo de Chiapas, No. 313 (Edición Especial) Año IV, Sábado 23 de mayo de 2015. Impreso en 13 Poniente Norte Núm. 698, colonia Magueyito. Código Postal 29000, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Teléfono (961) 61 24529. Se prohíbe la reproducción total o parcial de los contenidos sin el consentimiento expreso de sus autores. La redacción no responde por originales no solicitados. Los contenidos, así como parte de los títulos y subtítulos son responsabilidad exclusiva de quien los firma y no representan necesariamente el punto de vista del periódico Péndulo de Chiapas. Correspondencia: tolstoi25@hotmail.com


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CARTA AL CARRUAJE DE PÁJAROS 2015 [Luis Armenta Malpica]

Foto: Fabián Rivera

Son extraños los caminos de las aves. Dependen más del aire que de sus propias alas. Y esto, que pareciera atentar contra el destino, no consigue sino facilitar su travesía. Así conocen, por ejemplo, Tuxtla Gutiérrez, Comitán de Domínguez y San Cristóbal de Las Casas. Escuchan, además de sus trinos, los poemas y cuentos de quienes han volado en otro cielo: azules, grises, amarillos, nubosos y hasta en crisis según Óscar Oliva. Siento no estar de acuerdo con el homenajeado; me parece que hay búsquedas diversas, riesgos y tradición, antípodas y líneas convergentes. Son usos y costumbres en algunos, y los cambiantes husos en la

hora más actual por otro lado. Vuelos que están a tiempo o retrasados, como a veces sucede. Siempre será mayor el asombro que el tedio en estos viajes. Yo regreso cansado, contento y muy agradecido con los organizadores: Fernando Trejo, Joel Flores y un equipo entusiasta y generoso. Aterricé con algo de nostalgia y todavía me cuesta comprender que se acabaron los mezcales, la charla, los libros que van de mano en mano, ligeros en su pluma y vastos en alcance. Tampoco en mi ventana aparecen los colores vistosos que me sitúan en Chiapas. En mi mesa no están los tamales de coco y de mumú, ni el chocolate o el

agua de pepino. Lejos está la gente que queremos o la que conocimos. Sin embargo, tan cerca (es un milagro laico), porque la respiramos. Y lo que está en el aire es todo nuestro. Es un camino sin obstrucción ni fechas. Levantamos la vista y es tan cielo esa nube que parece un carruaje. Y sé que estoy allí, con otros pájaros, más allá del cartel o los recuerdos. Detenido en el tiempo, no en la vista ni en las ganas de estar por siempre juntos. Ya no somos extraños o es un ave el camino. Es un encuentro nuevo el que empieza a formarse luego de la clausura del encuentro anterior. Si en algo se parecen estas aves a los

seres humanos es, no me cuesta decirlo, que creen en el amor. Y hubo literatura en Chiapas, ni dudarlo. Pero hubo más amor y mucho mayor cielo, de ese aire que permite las mayores alturas en el hombre. Por eso digo gracias en una bocanada. Y esa nube se multiplica y viaja, junto a mi corazón, también en un carruaje, silencioso, como lo planetario.

Guadalajara, Jalisco. 19 de mayo de 2015 VIII Encuentro Nacional de Poetas y Primero de Narradores Carruaje de pájaros.


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La mandíbula del miedo [Rolman Constantino]

Por complicidad con la bruja había sido enjaulado el gato. Los inquisidores sospecharon que podía haber diablo escondido bajo la piel del gato y fue sentenciado a arder en pira aparte, porque se podía haber pecado de bestialidad al quemar en la misma hoguera persona humana y animal. Bien maniatado con cadenas, el gato brujesco produjo un repeluzno de escalofrío entre los asistentes al acto de fe. Había algo de caza luciferiana en la presencia del gato. La leña de la propiciación comenzó a arder y durante un largo rato se oyeron maullidos infernales, hasta que al final, ya consumida la fogata, se vieron sobre las cenizas dos ascuas que no se apagaban: los dos ojos fosforescentes del gato. "Brujería del gato", de R. Gómez de la Serna.

El cuento, esa gran tradición al que los mexicanos han hecho grandes aportes, nos brinda esta vez un compendio escrito por Ronnie Medellín. Del él debo decir que lo conocí antier, que al parecer fuma Lucky Strike, y que tengo poco información biográfica. Así que nos atengamos al texto. Instantes de muerte, antología de seis cuentos que no debemos obviar. Todo relato literario acude a las fuentes de la verosimilitud para convertirse en un buen texto; pero hay dos géneros que recurren a ella infatigablemente. Uno: la ciencia ficción y dos: el relato policiaco. Ronnie hace algo muy interesante, la fusión de estos géneros. Por si fuese poco, en la tensión del hilo narrativo, agreguemos lo místico, el horror y el misterio. Seis cuentos donde confluyen videntes que trabajan para un servicio policial para desentrañar casos, con científicos que crean naturalizadores para que en los robots sean movidas partículas metálicas y así puedan regresar recuerdos al presente. Relatos donde gatos devuelven vísceras y dos infantes viven la agonía de la soledad humana pero con la presencia de seres horrorosos; y la fe convierte en ballestas contra tanques. Personajes en contra de este mundo y de otros. Ante ellos un tema que los teje en el mismo estambre: la muerte. Uno de los temas predilectos de la literatura, asunto que es fácil de explicar: somos mortales. Lo dijo Joaquín Vázquez Aguilar: “Me da miedo también el sur sin el norte, me da miedo la pala, por el muerto. Me da miedo la muerte, por esto de la vida.” Pero hay afán en los cuentos de Ronnie por trascender la muerte; a lo Villaurrutia, puesto que morir existir. Se le ha ganado la primera partida a la muerte en estos relatos; pero no hay qué corear victoria; acaso sea que la muerte se ha dejado torcer el brazo por tener un as bajo la sotana: el miedo. Sensación que asalta sobre cualquier ser que acepte o no su condición humana. Instantes de muerte nos lleva a escenarios lejanos, futuristas y escabrosos para ponernos enfrente del espejo de nuestra humanidad. Nos es dada la incertidumbre de la existencia; como estática de la radio, por cierto detalle recurrente en los cuentos de Ronnie; estática anomalía que puede visitarnos cuando la luz solar nos ha cerrado sus ventanas, anomalía metáfora del poco control que tenemos sobre la tecnología que nosotros hemos creado. Y qué decir sobre la noche, que jamás fue fruto de las raíces; nos aguardará incierta, quizá esperando un instante de muerte. Acerca del libro Instantes de muerte, de Ronnie Medellín VIII Encuentro Nacional de Poetas y Primero de Narradores “Carruaje de Pájaros” 2015


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Provincia no se olvida [Marcelino Champo] Cada uno de todos los ciudadanos, lleva la ciudad entera dentro de sí. Paul Auster

Carlos Monsiváis en su libro Los rituales del caos (Era,1995) concibe a la Ciudad de México como un espacio en donde habita un desorden armónico, detrás de las multitudes, de la asfixia en los vagones del metro, de la premura que se vuelve el pan de cada día, de los cielos grises y los insultos cotidianos, se oculta una especie de organismo que se mueve de manera orquestal, un ente vivo que respira y que lleva dentro de sí a millones de personas dispuestas a darlo todo por ser las primeras en las filas del IMSS. Ahí, en esa masa laberíntica, se desarrolla la novela Ciudademéxico (Tierra Adentro, 2014) de José Manuel Cuellar, título que hace recordar las pláticas que acontecen en la terminal de camiones. —Oiga, y uste´, ¿A dónde va? —Aquí nomás, la Ciudademéxico Las palabras se juntan, se contraen, y la d se suprime, no por imposición, sino por un asunto de cercanía y de cariño fingido. Quienes alguna vez llegamos a la Tapo, con un par de maletas y más expectativas que argumentos, nos vemos obligados a la comparación involuntaria, el fantasma de provincia acecha cada instante, quizá porque lo que vemos nos rebasa y nos aplasta; así nos mimetizamos los chilangos, con la conciencia de que ya no somos de allá, pero que el acá tampoco nos queda claro, ni nos determina. Ciudademéxico es una novela que ocurre entre la nostalgia y la confesión, entre espacios urbanos y una soledad que se agudiza lentamente. La venganza, como el amor, todo lo justifica, eso es lo que lleva a Mercedes, o Meche (protagonista de la historia), a dejar Veracruz y refugiarse en la capital. Una historia que se desarrolla de manera amena, con un lenguaje que por momentos parece casual y cercano. Con la estructura de un diario, la novela de José Manuel Cuellar se centra

en el año de 1991 y principios de 1992, periodo salinista en el que el éxodo provinciano creció de manera gradual. En sus apuntes, Meche nos narra su vida, sus amores perdidos, los recuerdos de casa y de una infancia donde la moral amputaba toda libertad, imágenes que se intercalan con notas rojas de la Revista Alarma, aquella joya impresa que alguna vez nos regaló portadas de la detención de El negro Durazo o del adiós al grupo Bronco. Dos espacios se conjugan: Tecolutla y la jungla de asfalto, dos rincones en donde el tiempo transcurre de manera distinta y los sucesos parecen tan opuestos. La historia de Meche, nos es diferente a la de muchos que recurren en el auto exilio: un trabajo monótono en una oficina, la sorpresa constante ante las peripecias urbanas, los romances de ocasión en donde un italiano ocupa un lugar especial, sucesos que pasan y que nos brindan un libro entretenido. Más allá de todo eso, está un plan de venganza dirigido a la señora Linares (a quien por cierto le molesta que le digan Rosa), esta mujer, a la que alguna vez el actor Julio Alemán le echó los perros, será el detonante en la historia, la causa de la vendetta. Ahí va meche con sus porciones de arsénico en la comida, para no dejar rastro y acentuar la eficacia. La revancha siempre nos dará una oportunidad de enmienda ante lo fortuito de nuestras vidas. “Eres muy guapa Meche. Le das un aire a Silvia Pinal cuando estaba cruda”, dice las señora Linares mientras bebe su café. Pero, ¿Por qué la venganza? En esto el autor revela su oficio, y nos depara una sorpresa que el lector podrá descubrir al abordar este camión que nos lleva al corazón de la capirucha.

Cuellar Moreno, José Manuel. Ciudademéxico. México, DF: Fondo Editorial Tierra Adentro.


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El castillo de lo inconsciente [Amado Nervo]

El castillo de lo inconsciente yérguese sobre una roca enorme, aguda y hosca, rodeada de abismos. Entre la roca, y la montaña vecina, derrúmbase el agua torrencial, que luego se arrastra, allá en el fondo lóbrego... Su estruendo se oye de lejos, sordo y hasta apacible, y sus espumas, fosforescentes desde la altura, se adivinan en las tinieblas. Por dondequiera, como guardia de honor de la roca, levántanse agujas ásperas, dientes pétreos, y se erizan matorrales de espinos. Pero en las noches de luna, con que arcano prestigio radian, en lo alto, los vitrales del castillo divino en que mora la paz. Sólo pueden escalar tu morada eminente los que han sangrado en todos los colmillos rocosos, los que se han herido en todos los espinos. Yo era de éstos. Yo merecía habitar en la mansión del sosiego, y una noche apacible, guiado por el celeste faro lunar, emprendí la ascensión al castillo. Sobre una robusta rama inclinada, atravesé el torrente. Varías veces el vértigo estuvo a punto de vencerme. La corriente rabiosa hubiera destrozado mis miembros; la colérica espuma me habría cubierto con su rizada, y trémula blancura.

Pero yo miraba a lo alto, al castillo, que mansamente se iluminaba en el picacho gigantesco y una gran esperanza descendía hasta mi corazón y me daba aliento. Salvado el abismo, hube de escalar la roca. ¡Ay! ¡Cuántas veces en sus asperezas me herí las rodillas y las manos. ¡Cuántas otras me vi en peligro de caer al torrente que, como dragón retorcido y furioso, parecía acecharme!.. Sus espumas llegaban, hasta mí, humedeciendo mis destrozadas ropas. Pero mi anhelo de llegar al castillo era demasiado intenso para no triunfar; y, muy avanzada ya la noche, franqueaba yo por fin los últimos obstáculos y me encontraba en la breve explanada que precedía a la gótica mole. Una mansa lluvia de luna caía sobre aquel espacio abierto. La imponente masa, a su imprecisa luz, era con sus torreones, sus almenas, sus ojivas, sus terrazas, sus techos agudos, más bella que todos los ensueños. ¡Con qué temblor llamé a la puerta! ¡Cómo resonó en el silencio el aldabón! Esperé... no sé cuántos minutos... Oía mi corazón golpearme el pecho como un sordo martillo. De muy lejos venía a mis oídos el rumor confuso del torrente.

Allá, en la hondura, adivinábase un océano informe de sombras y de luces, y el hervidero de plata de las aguas. Por fin la puerta se abrió dulcemente y una figura pálida, envuelta en un manto blanco, apareció en el umbral. –La paz sea contigo –me dijo–. ¿Qué buscáis aquí, extranjero? –Ese don santo que acabas de desearme –le respondí–: la Paz. –¿De dónde vienes? –De lo más hondo de aquellos abismos –y le señalé con un amplío gesto la perspectiva lejana–. He sangrado en todos los espinos... Me he desgarrado en todas las rocas... Conozco el filo de todos los guijarros. –¿Sabes lo que encontrarás aquí? – El paraíso del no pensar... –¿No te asusta la inconsciencia? –La ansío. Allá abajo, las breves horas se sueño eran mi bien único... –Tus más bellas ideas, tus más luminosas imágines se extinguirán para siempre. Nunca mis sonará n tu oído la deleitosa melodía de las rimas; nunca más el choque de los conceptos vibrará en tu cerebro. Tu memoria no descorrerá ya sus telones de luz amable o trágica... Será como si te hubieses bañado en el Leteo, como si gustases la flor del olvido en la isla de los Lotófagos...


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–Eso quiero. –Los seres que amaste no vivirán ya en tu recuerdo su vida vagarosa de fantasmas... –Los enterraré para siempre. –Ni siquiera, té acordarás de tu nombre; tu personalidad naufragará eternamente en este océano de la total amnesia. –Pero seré feliz. –Lo serás, pero sin saber que lo eres, sin darte cuenta de tu suprema ventura.. Esta es la divina ciudad del Nirvana de que habla el Buda. Este es el albergue del silencio interior; éste es el sosegado sueño del yo. Aquí toda individualidad se diluye como la gota de agua en el mar... Aquí el maya tenaz desaparece: aquí todo es idéntico con el Todo; la relación de tu ser con el Universo acaba... El ser y el no ser son una misma cosa... Aún es tiempo; vuelve a pasar la explanada y desciende hacia el dolor, que hiere y maltrata, pero individualiza... Baja hacia el torrente; arrástrate de nuevo entre las rocas. Duro es el arrastrarse, pero quien se hace mal eres tú; mientras que aquí el bien nos satura, pero tú ya no existes. En el Bien están, más el Bien no está en ti. ...¡Vacilé! ¡Oh mísero apego al yo, cadena que nos liga con tantos eslabones al mundo de la ilusión; fuiste más fuerte que el anhelo de paz! ...El hombre blanco notó mi vacilación,

inclinó melancólicamente la cabeza; fue cerrando con suavidad la puerta..., la puerta que da acceso al divino ignorar..., y me dejó allí, solo con la luna... Torné a bajar hacía el torrente. Más duro era el descender que había sido el subir, Los filos de las rocas herían con mayor encono. La luna descendía ya como un dios triste, aureolado de plata, hacia su ocaso. Allá en lo alto, cada vez más en lo alto, los vitrales del castillo brillaban misteriosamente... Con la herida y ensangrentada diestra, envié un supremo beso de amor y de dolor a la morada excelsa, al paraíso perdido... Y heme de nuevo en la otra orilla del torrente. Heme de nuevo entre los espinos. Héroe de nuevo en el Hosco Valle del Pensamiento y del Dolor.

* Amado Nervo (27 de agosto de 1870 – 24 1919/05/24) Poeta y escritor mexicano. Nació el 27 de agosto de 1870 en Tepic (Nayarit). Descendiente de una familia española que se estableció en San Blas. Su instrucción primaria la realiza en las modestas escuelas de su ciudad natal. Fallece su padre cuando tenía nueve años, y su madre le envió a un Colegio de Padres Roma-

nos, al de Jacona, en Michoacán, que entonces gozaba de cierta fama. En este colegio y después en el seminario de Zamora, Michoacán, hizo sus estudios preparatorios. Quiso seguir la carrera de abogado y estudió dos años, pero el quebrantamiento rápido de la herencia paterna le obligó a volver a Tepic y ponerse al frente de lo poco que quedaba y a trabajar para ayudar a su familia, que era numerosa. Después, buscando mejor destino, marchó a Mazatlán, donde escribió en el Correo de la Tarde sus primeros artículos. Más tarde viaja a la Capital (1894) y ahí con los esfuerzos y penalidades consiguientes, logró abrirse camino. Ingresó en el Cuerpo diplomático; fue embajador de su país en Madrid (España) y en Montevideo (Uruguay). En el año 1894 se trasladó a la ciudad de México donde conoció a Manuel Gutiérrez Nájera y con él fundó la revista Azul. Su primera obra, la novela El bachiller (1895) muestra rasgos naturalistas, y en sus primeros libros de poemas, Perlas negras y Místicas (1898), ya aparecen características modernistas. Es en esta época cuando también funda la Revista Moderna. En 1900 es mandado a la Exposición Universal de París. Allí conoce personalmente a Verlaine, Wilde y a Rubén Darío. Escribe cuentos, libros de viaje, ensayos y, sobre todo poesías reunidas en el libro El éxodo y las flores del camino (1902). En 1901 conoce al gran amor de su vida, Ana Cecilia Luisa Dailliez, quién pierde la vida el 7 de enero de 1912. Su religiosidad la manifestó en obras como Los jardines interiores (1905), En voz baja (1909), Serenidad (1914), Elevación (1917) y Plenitud (1918). Su obra maestra es La amada inmóvil (1922), publicada póstumamente, inspirada en la muerte de Ana Daillez. Amado Nervo falleció en la ciudad de Montevideo, Uruguay, el 24 de mayo de 1919, en el Parque Hotel, donde vivía, siendo Jefe de la Misión Diplomática de México en Uruguay.


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Poemas de Enrique Lihn* Contra los pensamientos negros Pensamientos no pensamientos negros La relación paradigmática de éstos con la muerte es un recurso fácil una mala metáfora Los pensamientos no lloran no se conduelen de sus objetos tampoco deben ser pensados como auxiliares de la razón contra la locura (Fourier no anunció sin razón las ciencias de la locura) El desahuciado observa que, en la perspectiva de la muerte, las cosas forzadas a ocupar un espacio limitado antes que a fluir en un tiempo amorfo supuestamente ilimitado se ordenan como en un cuadro de Mantegna Nunca antes se había visto así, al centro del escenario Como un santo con un león a sus pies Nunca fui un santo ni domestiqué un león lo importante es el centro del cuadro como lo veo como lo ven en el andén de la equidistancia el de ser sin que esto sea un motivo de orgullo (¿qué orgullo puede tener el que va a morir?) el centro de un pequeño sistema planetario al que, en honor a la claridad, le falta la cuarta dimensión el tiempo que ciega en punto a la perspectiva.

Jonás Todo lo podría condenar igualmente, no se me pregunte en nombre de qué. En nombre de Isaías, el profeta, pero con el grotesco gesto inconcluso de su colega Jonás que nunca llegó a cumplir su pequeña comisión sujeto a los altos y bajos del bien y del mal, a las variables circunstancias históricas que lo hundieron en la incertidumbre de un vientre de ballena. Como Jonás, el bufón del cielo, siempre obstinado en cumplir su pequeña comisión, el porta-documentos incendiario bajo la axila sudorosa, el paraguas raido a modo de pararrayos. Y la incertidumbre de Jehová sobre él, indeciso entre el perdón y la cólera, tomándolo y arrojándolo, a ese viejo instrumento de utilidad dudosa caído, por fin, en definitivo desuso. Yo también terminaré mis días bajo un árbol pero como esos viejos vagabundos ebrios que abominan de todo por igual, no me pregunten nada, yo sólo sé que seremos destruidos. Veo a ciegas la mano del señor cuyo nombre no recuerdo, los frágiles dedos torpemente crispados. Otra cosa, de nuevo, que nada tiene que ver. Recuerdo algo así como.. . no, no era más que eso. Una ocurrencia, lo mismo da. Ya no sé a dónde voy otra vez. Asísteme señor en tu abandono. El vaciadero No se renueva el personal de esta calle: el elenco de la prostitución gasta su último centavo en maquillaje bajo una luz polvorienta que se le pega a la cara Una doble hilera de caries, dentadura de casas desmoronadas Es la escenografía de esta Danza Macabra trivial bailongo sabatino en la pústula de la ciudad. Es una cara conocida llena de costurones con lívidas cicatrices

bajo unos centavos de polvo, y que emerge de todas las grietas de la ciudad, en este barrio más antiguo que el Barrio de los Alquimistas como la cara sin cuerpo del caracol ofreciéndose en los dos sexos de su cuello andrógino blandamente fálico y untado de baba vaginal el busto de un boxeador que muestra las tetas en el marco de un socavón.

Hotel Lucero Finito todo y también estos brazos que se me tienden en la semipenumbra y un hilo -el de la voz- soplo que apenas brota pero incisivamente de una fuente: la duda El bello aparecer de este lucero ¿El del amanecer? ¿El de la tarde? ¿Abre el día o lo cierra? Bajo la ducha una estrella se apaga que, absurdamente, la comparte contigo Las estrellas que viste nacer, a mediodía estaban muertas desde hace cien años sólo hiciste el amor con una luz olfateaste «la ausente de todos los ramos». Resuena un timbre en el Hotel Lucero traga y escupe esta boca de sombra para el caso es lo mismo: apariciones y desapariciones instantáneas. No sé en qué sentido hemos hablado de todo ¿Era la duda el tema que nos hizo vestirnos justo en la hora convenida salir de allí en distintas direcciones y la que me detuvo para ver, y fue inútil, si volvías la cara?

No avanza ni retrocede el río en ese tramo descolorido y bullente alrededor de la compuerta El mecanismo de un reloj descompuesto cuelga como la tripa de un pescado de la mesita de noche entre los rizos de una peluca rosada La fermentación de las aguas del tiempo que se enroscan alrededor del detritus como el caracol en su concha el éxtasis de lo que por fin se pudre para siempre.

* Enrique Lihn Carrasco fue un escritor chileno nacido en Santiago el 3 de septiembre de 1929 y fallecido en esa misma ciudad el 10 de julio de 1988; cultivó la poesía, la novela, la crítica y además fue dibujante.


En el último trago nos vamos [César Trujillo]

“Mato donde quiero porque todo es mío. No hay sofisma en mi cuerpo: Mis modales consisten en arrancar cabezas” Ted Hughes

suscribe y que pareciera un pase de lista en donde varios rostros acompasados rodean una mesa en la que los sagrados alimentos, el dolor, el desamor, la nostalgia y la camaradería convergen. No fui testigo de Café Belice, pero sí encuentro encapsulado, en instantes, parte de los encuentros y desencuentros poéticos a los que el poeta alude. Porque, quién no ha pensado en ella, la de José Alfredo, la que quería quedarse por compasión, por el dolor, cuando la pérdida era imposible de frenar. Porque, quién no ha pensado en ese amor como una simple fractura del tiempo. (Cito) Tenía ganas de usted, pero usted no entraba a lugares tan pobres como los que yo convertía en hogar.

Del cine a una mesa cuadrada, rodeada de botellas; de un vaso de cabro a una metáfora de quetzalteca; de una canción –acompasada- que

Todo poema nombra su propia causa. Parece solo, pero guarda la sombra de quien lo creó, entre sus signos. De él se desprende el tiempo, la memoria fotográfica, las desandadas calles. Es una evocación a lo que pudo haber sido y no fue. Un parapeto en el que descansan, tras agónicos maratones, las vicisitudes imperfectas, esas en las que están demás las figuras y queda, machacando la memoria, el poema como espejo viviente, como condición perpetua del poeta, hasta saciarse de sí, para sí. “Café Belice” de Édgar García es una especie de bitácora en la cual descansan situaciones en las que muchos de los acá presentes hemos sido testigos y partícipes de dichas tertulias, en las madruga-

das frías y las solitarias calles, en las habitaciones con literas donde cada loco canta y cuenta sus memorias, en la voz de José Alfredo Jiménez don confiesa: “llegó borracho el borracho, pidiendo muchas tequilas…”, o como la confesión de la página 10 (cito): Cuando quería sanar algún mal no iba a la iglesia sino que al burdel, sólo Marjorie sabía hacer milagros.

José José, Los Bukis, Los Temerarios, las cantinas, los vasos manchados de labial, las tesituras, la resaca, la rockola exigiéndonos la cuenta. Un todo que se agolpa, que

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nos llama para prolongar la espera a un símil perfectamente construido. Así, los versos de Édgar caen de tajo como una espada que corta por su naturaleza sin importar el filo. Como en una invocación, necesaria u obligatoria, a ese Kumbala que nos cantaba una vecindad maldita o viceversa, como en Aruba donde la calma es amputada y dirige, paulatinamente, al poeta a la debacle, o como en el nombre que lleva el poemario, u refugio, un hogar, un espacio al que resultas imperativo visitar. Así, “Café Belice” es un canto a la vida, a los encuentros y desencuentros en el andar del poeta. Es una celebración tocada por un hálito donde coquetea con la fatalidad y la ironía, donde como en aquella madrugada, saliendo de Madre Tierra, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, pasadas las 4 de la mañana, abrazados junto a Rodolfo Girón, tambaleantes, los tres, juramos repetir la hazaña. Al fin y al cabo, como decía el maestro Rubén Bonifaz Nuño: “la cantina es el ámbito natural del poeta.”


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La voz del todo y el poeta.

Una vez dijo la voz de cierto antiguo poeta: –La vida contada por el tiempo suele ser muy breve, pareciera resumirse en años y segundos, un tic tac que únicamente nos disuelve como granos de arena.

–“Equivocado no estáis poeta, empero tú puedes extenderte por la eternidad, y vuestros hermanos, las almas humanas vivís feliz así, ¿Puede que el tiempo os brinde algo más que únicamente angustia y tristeza?” –Dijo una voz que venía de ninguna parte y de todas.

–Mis hermanos –contestole el poeta sin premura y con serenidad–, mi raza piensa en el tiempo como la primera cadena y única certeza, para la almas es un consuelo y un sufrimiento, contestar tu pre-

Interprete.

gunta es el trabajo de los poetas que, como vos decís, les lleva una eternidad y sus dudas traspasan

Derramé los colores sobre adversas realidades, ad-

inmortales como encargos para los poetas venide-

versos cuerpos.

ros, los surcadores del mañana.

Trasnocha leedor, que yo dormiré y soñaré adversidades cercanas. Estaré despierto y tomaré colores tenues para pintarlas lejanas: distantes. Pintaré tus ojos en mi mente porque soy pésimo en esta realidad Usando mis manos como medio, será una pintura mental... con tus ojos: Mi pensamiento.

Por César Velázquez Cervantes.


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Anaqueles Novela

Otras voces, otros ámbitos De Truman Capote Es la historia de un hijo que busca a su padre, de un joven en busca de su identidad. Un muchacho de trece años, Joel Knox, a la muerte de su madre en Nueva Orleans, es enviado a casa de su padre, a quien jamás conoció. En una ruinosa mansión de una aislada plantación en el profundo sur viven, con el padre de Joel, su madrastra, miss Amy, el misterioso primo Randolph -personaje capital de la novela- y la criada, la negrita Missouri. Los escasos vecinos son personajes estrambóticos, fuera de lo común: las gemelas Idabel y Florabel, el diminuto centenario Jesus fever, su nieta zoo -apuñalada por su novio el día de la boda- y little sunshine, el negro ermitaño. Finalmente, Joel conoce a su padre y se siente decepcionado, atrapado; pretende huir de este extraño universo hasta que descubre, de pronto, el sentido de los dramas que rodeaban su infancia.

Novela Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe De Daniel Sada Daniel Sada no puede rehuir la responsabilidad de haber escrito la novela más endiabladamente difícil de la literatura mexicana, Impone la feroz soberanía del lenguaje al grado que, más que desear lectores, los invita al exilio. La verosimilitud de ese infierno mexicano, acaso el único escrito este fin de siglo, está más allá del fin y de los medios, de la política y de la ética, al manifestarse en un concierto casi insoportable de palabras, palabras sometidas a todas las acepciones y las declinaciones, donde sólo la apariencia es vernácula, pues estamos ante la más artística de las prosas. Antes del romanticismo, el arte era esencialmente un método. En ese sentido hablo del arte de Daniel Sada, que sólo a él le pertenece, intransferible, sadeano.

Novela La otra cara de Rock Hudson De Guillermo Fadanelli La secreta admiración que siente un niño por un delincuente se transforma. Con el paso de los años, en inevitable complicidad. Un barrio de pobres en Ciudad de México es el escenario donde Juan, el Johnny Ramírez, comete sus crímenes frente a la mirada de un niño que a la postre tomará su lugar. Los límites de este barrio parecen insalvables: la pobreza, la violencia cotidiana, la moral callejera. Y no obstante la aparente fatuidad de sus actos, Johnny Ramírez requiere convencerse de que sus crímenes poseen algún sentido y de que sólo ha sido el simple emisario de un designio mayor. La otra cara de Rock Hudson (que fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura en 1998) es de algún modo una novela autobiográfica, un juego de espejos donde el autor y sus personajes se miran las caras para reconocerse entre sí: a sus espaldas se levanta una ciudad cuyos habitantes viven en medio de una guerra soterrada, sombría. Guillermo Fadanelli ha concentrado la historia de esta ciudad en el destino de un niño atrapado en un tiempo recurrente donde nada progresa.

I [Brenda Zamudio]

Podría escribir mil versos decirte que te pienso de vez en verso decirte que aun te quiero naufragar en la nube del recuerdo ahí estarías asido en el tiempo riendo en el olvido y no hay vuelta atrás espero que la lluvia caiga danzando entre las ramas pero es el viento que sopla No es la lluvia que alimenta y reverdece el camino, no es tu paso que regresa no soy yo a tu encuentro

es la distancia imponente entre reclamos y vacilaciones entre tu orgullo y mi desaliento mi aburrimiento y tus ganas de bailar melodía entre fotografías no es la lluvia quien me visita es el viento que se va y tú con él podría escribir mil versos decirte que te quiero de vez en verso


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