Del BRIC al BRICS

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DEL BRIC AL BRICS Y A LA INVASIÓN DE LOS ACRÓNIMOS CORPORATIVOS ¿En realidad tienen opciones frente a un nuevo orden mundial? 28 de marzo de 2013


La fragmentación que caracteriza el desorden global del siglo XXI y su laberíntica búsqueda de nuevas integraciones y unidades políticoterritoriales, se puede reconocer en la proliferación de siglas y acrónimos que exigen una especie de directorio o diccionario para identificarlas, ubicarlas espacialmente y definir su contenido. A diferencia de décadas pasadas, a partir del nuevo siglo, la apuesta por ampliar el vocabulario en este sentido provino del sector privado corporativo transnacional. Una de ellas, quizás la más famosa de los últimos 12 años, ha sido BRIC, convertida en BRICS por decisión del gobierno chino en 2011. A inicios de la semana, durante los días 26 y 27 de marzo, sus miembros celebraron el quinto encuentro en la ciudad de Durban, Sudáfrica; fueron dos días de balances, deliberaciones y proyecciones. Alrededor de esta reunión había muchas expectativas por parte de gobiernos, empresas y analistas internacionales. Su viabilidad o no, como una agrupación con capacidad de actuar e incidir de forma efectiva en los asuntos globales, despierta todavía opiniones encontradas. Ellos mismos, los países integrantes, por su parte, aunque con desigual visibilidad política y mediática mundial, se han encargado, en algunos episodios del pasado, de alimentarlas en la práctica, pero las condiciones en las que se desarrollan los principales acontecimientos mundiales, parecen asignarles un imperativo: ser factor y actor de poder global en pocos años.

La invasión de los acrónimos y la globalización financiera En medio de la competencia entre los actores financieros tales como bancos, aseguradoras y calificadoras de riesgo, y a pesar de la desconfianza incipiente que desde los años 2007-2008 están provocando en algunas organizaciones y países, que los denuncian por su perfil especulativo desestabilizador y manipulador, nuevas invenciones han irrumpido en el horizonte económico global, tratando de balancear o desplazar la inmensa atracción que BRICS ha conquistado desde su aparición. Incluir o excluir países se convirtió en un juego del sector financiero, combinarlos y atribuirles potencialidades en ganancias multimillonarias para inversionistas y corporaciones, se ha traducido en una actividad cuya abstracción de lo humano constituye la cara más odiosa y visible de la crisis de confianza global de la mano con el capitalismo corporativo transnacional. Su debilidad intrínseca radica en la ingenuidad de garantizar conductas humanas organizadas y asegurar el desenlace de competencias y contradicciones como si se tratara de actores totalmente racionales y movidos de forma exclusiva y única por intereses económicos. La historia se ha encargado de mostrar los costos de estas presunciones. A partir del lanzamiento de la idea de un BRIC por parte de Jim O’Neill,

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responsable de economía global de Goldman Sachs, el 30 de octubre de 2001, en un documento titulado “Construyendo mejores ladrillos económicos globales”, y de la formalización política por parte de los gobiernos de esos cuatro países en 2006 -al tiempo de participaban en la 61ª Asamblea General de la ONU-, la escena económica internacional se vio inundada por la competencia entre voceros del sector financiero para designar y diseñar grupos de países que pudieran acompañar, desplazar o absorber al grupo BRIC. Así, a partir del año 2007, JP Morgan, HSBC, Barclays, BBVA, Business Insider y, de nuevo, Goldman Sachs, impulsaron VISTA, AEM, CIVETS, EAGLE y “NIDOS” DE EAGLE, MAVINS y MINSK, siendo éste el más reciente acuñado en 2011. En general, los economistas y analistas de estos grupos consideraron “extensión territorial, recursos naturales, población joven, contribución al desarrollo futuro, índices de crecimiento y alto crecimiento potencial, política económica y PIB”, entre otras variables, y se les reconocen como integrantes de las economías y países llamados emergentes, una especie de vías de ampliación. Cada corporación financiera transnacional apuesta por su “ideal” de grupo emergente. Al lado del más conocido, Goldman Sachs y su portafolio BRIC, tenemos también, por ejemplo, al BBVA; desde su división de investigaciones, se especializa en el seguimiento y tendencias del conjunto de países denominado

EAGLES; sus pretensiones llegan hasta el punto de diseñar una asociación como tendencia de transformación económica que llama los “nidos” de EAGLES. BRIC-BRICS, entre lo académico y la política de poder global En el caso del BRIC, su impacto en el devenir de las relaciones internacionales, que se anticipa cada vez más amplio, ha propiciado que su estudio y mejor conocimiento sea cada vez más sistemático y prospectivo. Al lado de los actores financieros -que tienen sus respectivas unidades de investigación al servicio de inversionistas, empresas y gobiernos-, y de los esfuerzos por construir una institucionalidad propia, BRIC (o BRICS), de forma especial y distintiva, se ha convertido en materia de observación y estudio en centros académicos. Uno de ellos es BRICLAB, el Foro de la Universidad de Columbia, desde su Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos, sobre Brasil, Rusia, India y China. Este foro tiene la peculiaridad que su director es miembro activo del sector financiero corporativo transnacional, al tiempo que se desempeña como profesor de esa Escuela en Columbia. En Rio de Janeiro encontramos el Centro de Estudios e Investigaciones del BRICS, fruto de la iniciativa de la Prefectura de la ciudad y de la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro. Su producción intelectual es prolífica, cubriendo un espectro amplio y diverso de temas y

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preocupaciones, llamando la atención sobre las condiciones de vida, asuntos de salud pública, desarrollo y sostenibilidad de las ciudades, seguridad internacional, y por supuesto, los temas relacionados con crecimiento económico, desarrollo e integración. BRICS, entre la unidad rivalidad hegemónica

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un nuevo orden global, requieren reformas en la institucionalidad mundial e intervienen, con desiguales logros, en las crisis regionales y en las negociaciones internacionales. De forma consecuente, la confianza en un futuro económico común influyente los ha llevado a ampliar el contenido de su agenda, e incursionar en los debates políticos y en los propios de la seguridad global.

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En su interior, y en sus dinámicas particulares, los integrantes de BRICS ofrecen diferencias sustanciales, tanto a la luz de sus respectivas experiencias históricas como a sus intereses regionales y globales. El sentido de su participación en el grupo es, en consecuencia, desigual y pudiera parecer poco armoniosa. Quizás el país menos vulnerable a las contradicciones del grupo sea Brasil, mientras que la presencia de Sudáfrica es funcional a los intereses chinos en especial, no propiamente un logro o conquista gracias a su peso representativo. El escenario de mayores tensiones, y que, por lo tanto, exige más ejercicio de diplomacia, es el asiático: la parte fuerte de BRICS corresponde a un país euroasiático, la Federación Rusa, y a las dos mayores sociedades y economías asiáticas, China e India. Los tres tienen ambiciones hegemónicas en este espacio, y en función de ello, tejen sus proyecciones globales. Al tiempo, Rusia y China irrumpen en el siglo XXI como los grandes contradictores de Estados Unidos en la búsqueda de

Por lo tanto, BRICS, más allá de la pretendida racionalidad y asepsia de sus “promotores intelectuales” durante la primera década del siglo, se mueve entre las oportunidades que brinda actuar de forma colectiva en la reestructuración global y las tensiones ancladas en las tradiciones históricas y sus imaginarios geopolíticos. Es decir, entre su potencial fortaleza y la inercia de sus debilidades nacionales. A diferencia de otras asociaciones recientes, sus integrantes tienen a su favor la claridad de ser acompañantes obligatorios de la transformación de la sociedad internacional del siglo XXI, desde una perspectiva subregional y desde una apreciación planetaria. Al lado de una marginalidad sudafricana, y de la competenciacooperación del triángulo asiático, Brasil tiene un horizonte más prometedor y menos resistente fuera de América del Sur. En nuestra región, la posibilidad de ese liderazgo sigue siendo materia de discusión y desconfianza. No lo es así desde el punto de vista de Estados Unidos y de la ONU.

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A partir del encuentro de Durban, Sudáfrica

sería un socio más confiable. Sin embargo, en términos generales, el camino que sigue no es fácil, y en la medida en que mantengan el liderazgo de los países emergentes, las ventajas que reconozcan deberán ayudar a superar los obstáculos y a construir el escenario internacional que les sea más favorable y sostenible. Sumados y unidos, con propósitos claros, su visibilidad política y militar terminará definiendo las nuevas reglas del juego por el poder en el siglo XXI.

Los resultados de la quinta cumbre de BRICS no parecen dejar cambios ni novedades sustanciales frente a los encuentros previos. La sede de la reunión reafirmó el respaldo a Sudáfrica como socio pleno del grupo, hecho que concede a China la aprobación de su política africana. Una de sus promesas institucionales, concebida como un mecanismo alternativo al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, el Banco del BRICS, si bien está aprobada, seguirá pendiente. Se demostró que va más allá de la buena voluntad política y la retórica. Pero después de cinco cumbres formales a partir de 2009, en Ekatinburgo (Rusia), y de los avances progresivos en construir una institucionalidad que permita asegurar coordinación e incidencia efectiva en los foros multilaterales y los debates globales orientados a la administración del mundo, Durban conserva vital el espíritu del grupo y la apuesta por un futuro compartido.

A la Cumbre de Durban llegaron con una identidad que buscaba afinar su forma institucional; sus integrantes se reconocieron, de forma oficial y pública, como “una plataforma para el diálogo y la cooperación entre países que representan el 43% de la población mundial, para la promoción de la paz, la seguridad y el desarrollo en un mundo multipolar cada vez más globalizado, interdependiente y complejo. Además la distinta procedencia de sus miembros, Asia, Africa, Europa y América Latina, le proporcionan la dimensión transcontinental que resalta el valor u el poder del grupo”.

La agenda africana será, sin duda, en poco tiempo, una prueba de la convicción en el fortalecimiento y profundización de la cooperación entre sus miembros. Los 4 países originarios como BRIC, tienen amplios y variados intereses económicos en Africa, con una mayor presencia china. Para los países del sur del continente en particular, al parecer por la expectativa “redentora” del encuentro en Durban, BRICS

De momento, para observadores y analistas, BRICS resulta indispensable para superar la crisis mundial. Si ello se confirma, su condición de motor de crecimiento (25% del PIB mundial, 50% de contribución a la economía global) y recuperación (depositarios de las mayores reservas monetarias del mundo y aumento notable de sus

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clases medias con capacidad adquisitiva) necesariamente se verán reflejadas en la composición de organismos globales y en la revisión de la toma de decisiones de interés planetario, como la arquitectura e institucionalidad económica global. Entonces, todas las cifras que se divulgan, cuando se suman sus rasgos geográficos, poblacionales, económicos y político-militares, dejarán de ser referentes discursivos y mediáticos.

El reciente documento fue elaborado por Juan Carlos Eastman. Historiador, Especialista en Geopolítica y Analista de Asuntos Internacionales. Catedrático del Departamento de Historia, Pontificia Universidad Javeriana. Miembro de CESDAI (Centro de Estudios en Seguridad, Defensa y Asuntos Internacionales), RESDAL (Red de Seguridad y Defensa de América Latina), Red Latinoamericana para la Democracia, Caribbean Studies Association, Atlantic Community y ALABC, Australia-Latin America Business Council (Member Overseas). Foto portada: actualidad.rt.com

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