UN TRIÁNGULO SE DISPUTA LA HEGEMONÍA Asia, Rusia y Estados Unidos: ¿en busca de nuevas reglas del juego? 1 de marzo de 2013
Semanas atrás, desde estas mismas páginas, proponíamos una aproximación al mundo durante el año 2013, desde varios escenarios y tendencias, para las sociedades en Africa, América Latina, Europa y Medio Oriente. En esta oportunidad, y concluido el segundo mes del año, debemos hacer un ejercicio similar para Asia-Pacífico, Estados Unidos y la Federación de Rusia. Durante las semanas que han transcurrido de este 2013, podemos registrar que las tendencias reconocidas durante los últimos meses del año anterior no han sufrido alteraciones sensibles. Las tensiones, temores, resistencias y decisiones que podemos encontrar en los casos propuestos, conservan su importancia de forma plena; podemos ir un poco más allá y afirmar que se han profundizado, y en algunos casos, llegado a un punto de máxima tensión, en donde la indiferencia o el afán de postergar su estallido ya no podrán seguir utilizándose como recursos para administrar las contradicciones regionales y su proyección global. Sacar provecho propio de las angustias ajenas está encontrando un tope de posibilidades. Frente a ello, la iniciativa de terceros, hastiados de la manipulación y extorsión del miedo, puede crear posibilidades diferentes, y ello, quizás, no sea de interés de los principales actores políticos estatales en algunas regiones del mundo.
Persisten las fracturas asiáticas Las fracturas asiáticas siguen su rumbo. Sus fortalezas en la economía, tecnología y como activos promotores de la actividad económica mundial, a pesar de algunos números menos entusiastas y optimistas hacia el futuro cercano, no logran compensar la desconfianza mutua, las memorias políticas y nacionalistas del pasado y su propia búsqueda de una hegemonía dentro de Asia, primero que, en mi criterio, puede dejar en un lugar secundario las decisiones alrededor de la construcción del nuevo orden mundial. Algo similar a lo que padecen los gobiernos latinoamericanos cuando intentan proponer organismos y acciones conjuntas y arquitecturas de cooperación que palidecen cuando los liderazgos y aventurerismos populistas se disputan la primacía y el discurso y condicionan el futuro colectivo subregional a sus agendas patrioteras y nacionalistas. A diferencia de Estados Unidos y Rusia, Asia vive su propio vértigo multipolar al interior. Si bien es un hecho histórico de larga duración, hoy resulta altamente inconveniente frente a los acuerdos subregionales de cooperación económica, incluso transmite desconfianza frente a aquellas iniciativas que buscan mecanismos supranacionales en materia política y de seguridad. Crisis puntuales colocan a los principales
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gobiernos en situaciones incómodas y de difícil manejo con respecto a las expectativas de sus respectivos ciudadanos. En algunos casos, la opinión secular sobre vecinos y expedientes territoriales está limitando la capacidad de negociación de sus gobiernos. La República Popular China administra los hilos de las tensiones, de forma mayoritaria, en especial, sobre esa periferia en donde Estados Unidos ha tejido su propia red de cooperación y protección militar frente al coloco asiático. Y lo propio hacen las autoridades estadounidenses.
El regreso de Rusia Hace pocas semanas, el Primer Ministro ruso, Dmitriv Medvédev, desarrolló una gira política por algunos países latinoamericanos, como Brasil y Cuba. Su visita a Brasil nos recuerda que, a pesar de las noticias económicas pesimistas sobre nuestro vecino, la crisis política del partido de gobierno por las investigaciones y juicio por corrupción a miembros de la administración pasada -con la consecuente sombra judicial que amenaza al mismo expresidente Lula-, y un entorno vecinal poco tranquilizador, Brasil conserva su atractivo y confianza global, y muy especialmente de sus socios en BRICS. De acuerdo con cifras oficiales, el comercio con Rusia llegó a 5.900 millones de dólares, siendo tan solo el decimonoveno socio comercial de Brasil, pero acordaron sacar el mayor provecho posible de la potencialidad que tiene esta relación económica; así que fijaron una meta de 10 mil millones de dólares al respecto, ampliando las importaciones de trigo ruso, la posible adquisición de baterías de misiles antiaéreos rusas, y la promoción de las exportaciones de torta de soja y carne de cerdo hacia el país euroasiático.
Uno de esos focos de tensión y provocación, públicamente además difundidos desde el Departamento de Estado, tiene que ver con la definición geoestratégica de Asia-Pacífico por parte de Estados Unidos. Un escenario macro como “Pivote” (Asia), y una competencia entre países asiáticos y del Pacífico para conseguir la valoración como “micropivotes” en la nueva definición de intereses centrales y amenazas latentes (Japón, Corea del Sur, Australia, India, Mongolia), que tienen como común denominador la disuasión y contención de la nueva proyección china sobre Asia-Pacífico. Pero, al mismo tiempo, entre ellos buscan recomponer sus relaciones y fortalecer sus posiciones y posibilidades frente a los 2 grandes contrincantes, China y Estados Unidos.
Su presencia en Cuba siempre es motivo de suspicacia y observación cuidadosa. Antiguos aliados durante la guerra fría, y garante de su integridad territorial y de la promoción interna y externa de su modelo revolucionario, Rusia tiene pendiente
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con las nuevas generaciones cubanas y con los ciudadanos latinoamericanos, explicaciones sobre su papel en la historia de Cuba y de las relaciones interamericanas. Una y otra dieron magníficas y continuadas excusas a Estados Unidos para inaugurar una de las eras más oscuras y tristes en la historia de América Latina, incluyendo a Cuba. La renovación de los lazos entre los antiguos aliados, uno aferrado a esfuerzos asfixiados endógenamente para reformar y mantener a flote el comunismo tropical, y otro volcándose de nuevo sobre el mundo con el motor un capitalismo depredador y oligárquico, carece del sustento ideológico de otras décadas: el pragmatismo se impone frente a la supervivencia del gobierno de la isla y a las oportunidades geoestratégicas que le ofrece a una Rusia cada vez más confiada frente a iguales y semiiguales en la arena internacional.
firmados por 650 millones de dólares con la compañía Ilyushin Finance Co., actuando el Estado ruso como garante de los pagos. Rusia tiene en la competencia caribeña a Venezuela, España y China. Solamente ésta última pueda ser un rival serio; las otras dos, gracias a su crisis y eventual implosión, terminarán dejando el camino libre. Pero, en última instancia, y una vez más, ¿se trata de comercio entre dos países o de geoestrategia en función de la molesta y provocadora presencia estadounidense en la periferia rusa euroasiática? Estos eventos deben inscribirse en el regreso de Rusia como un actor con capacidad de interferir y reorientar asuntos regionales de interés para otras potencias, creando y abriendo, de nuevo y con mayor solidez, expectativas políticas, económicas y militares alternativas, en el marco de acuerdos y tratados de amistad y cooperación, entre africanos, árabes, algunos asiáticos y, por supuesto, muchos latinoamericanos. Algunos de ellos, de forma extraña, siguen viendo en la Federación de Rusia el espíritu y la institucionalidad comunista de la desaparecida Unión Soviética. La ausencia de una democracia confiable, atrapada por el nuevo corporativismo nacionalista, y la indiferencia ciudadana frente a los compromisos y exigencias del ejercicio de esa condición, no la convierten en comunista y protocomunista. El populismo de las élites postsoviéticas rusas está lejos del comunismo.
Como anécdota, porque no creo que deba ser considerada de otra forma, surgió el tema de la duda cubana con Rusia, alrededor del 30.000 millones de dólares, solamente de la era de cooperación y alianza soviética. Cuba no podrá pagar esa cifra, finalmente. Entonces, ¿a cambio de qué se podrá negociar su aplazamiento, transformación o eventual conmutación? Después de 10 años de “normalización” de relaciones, las relaciones comerciales no han sufrido cambios importantes en los montos y productos (promedio 220 millones de dólares anuales); los últimos contratos sobre aviones rusos fueron
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fácil con vecinos históricos que disputan la hegemonía en el continente y una agenda de seguridad que para cualquier observador y analista resulta peligrosa y laberíntica.
La segunda administración de Vladimir Putin ha trazado como horizonte el pleno regreso de la Federación de Rusia al escenario global, desde todos los ángulos del ejercicio del poder. Este año, y seguramente durante lo que resta de esta década, sacará provecho de las contradicciones regionales y globales. Así quedó confirmado con la presentación de su ajuste a la política exterior hace varios días en Moscú. Salvo por asuntos puntuales de carácter doméstico, agitados en los medios de información europeos y estadounidenses, algunos de los cuales lindan con el ridículo del gobierno ruso –por ejemplo, la persecución insólita a un grupo de rock integrado por adolescentes-, este gran país resulta casi invisible en su accionar global: paso a paso, con discreción, sin amagos vanidosos y estridentes, la pareja de gobernantes que “enrocan” su poder en el juego del ajedrez político nacional, Medvedev-Putin, o Putin-Medvedev, han logrado, poco a poco, devolver a la Federación de Rusia, de forma casi imperceptible, la proyección intangible pero de potencial perturbación o amenaza que caracterizó la proyección soviética de décadas atrás. Sus debilidades son domésticas, añadiendo ingredientes nuevos y poco conocidos como la inmigración ilegal (casi 3 millones y medio para finales de febrero de este año, según las autoridades) y el desarrollo de la xenofobia rusa nacionalista. Y debemos recordar que desde el frente asiático no la tiene
El desajuste estadounidense, ¿hacia la pérdida de confianza global? El discurso del presidente Obama sobre el “Estado de la Nación” el pasado 12 de febrero, no pasará a la historia como una pieza destacada de su gestión desde La Casa Blanca. La segunda administración demócrata enfrenta más desafíos y problemas internos que en el escenario internacional; en éste no han surgido novedades, salvo por el aumento de los cuestionamientos a los usos militares no convencionales y provocadores que el gobierno ha privilegiado para asegurar un giro favorable a sus intereses en algunos países del Medio Oriente y Asia, como su “volátil” decisión de apoyar militarmente a la oposición siria. Los contradictores estadounidenses en este frente continúan ofreciendo un campo de posibilidades reales de afectar su presencia y proyección, al menos, como la conocíamos desde la década de 1950. Infortunadamente, su debilitamiento y eventual colapso económico tendría efectos catastróficos de carácter global. Los gobiernos y las sociedades, en general, deberían tomarse en serio la construcción de escenarios sin Estados Unidos, con Estados Unidos en crisis y/o con un mundo en
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acelerada búsqueda de nuevos referentes confiables y sostenibles en el que Estados Unidos es más igual que otros, y menos desigual que el resto. Se anuncian retornos de empleos al país por parte de Corporaciones establecidas en Asia, y algunos sectores promueven el regreso de un “nacionalismo económico” alrededor del consumidor estadounidense, y acogiendo la invitación del gobierno de trabajar primero por la recuperación de la infraestructura y otros sectores claves de la proyección económica del país, tales como manufactura, energía y vivienda.
Unidos, pues, sin duda, tendrán efectos poco gratos por su dimensión periférica. También es cierto que nos estamos acercando un mundo diseñado por el laberinto creado por la proliferación de esos acuerdos. En algún momento, en lugar de agilidad y prosperidad nos tropezaremos con parálisis y descontentos.
El reciente documento fue elaborado por Juan Carlos Eastman. Historiador, Especialista en Geopolítica y Analista de Asuntos Internacionales. Catedrático del Departamento de Historia, Pontificia Universidad Javeriana. Miembro de CESDAI (Centro de Estudios en Seguridad, Defensa y Asuntos Internacionales), RESDAL (Red de Seguridad y Defensa de América Latina), Red Latinoamericana para la Democracia, Caribbean Studies Association, Atlantic Community y ALABC, Australia-Latin America Business Council (Member Overseas).
Vender la imagen del segundo gobierno de Obama como el “regreso de una era liberal”, como se trata de imponer desde varios analistas y medios de comunicación estadounidenses, carece de sustento y sostenibilidad hacia el futuro. No deja de ser un recurso retórico e ideológico anunciarles a los ciudadanos de ese país, que las promesas de la década de 1960, antes de la administración republicana de Richard Nixon, pueden tener una segunda oportunidad o un aliento confiable para los años venideros. Recientemente ha lanzado la promesa de un TLC con la Unión Europea. Voces de un lado y otro del Atlántico han saludado el nuevo rumbo, pero muchos otros desconfían de su inspiración, y otros tantos anuncian que tendrán que revisar el impacto de esas negociaciones en sus respectivos TLC’s con Estados
Foto portada: taringa.net
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