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ENTORNO

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AÑO 8 VOL. 2 2013

POLÍTICA SOBRE COLABORACIONES

COMITÉ EDITORIAL

EQUIPO DE TRABAJO DE ENTORNO

ENTORNO acepta colaboraciones de sus lectores. Los artículos recibidos deben estar redactados en formato WORD, con una extensión no mayor de 1,000 palabras; si incluye imágenes, deben estar en formato JPG con una resolución gráfica de 300 puntos por pulgada [“dpi”]. El Comité Editorial evaluará los artículos recibidos y se reserva el derecho de publicarlos o no, al igual que el derecho de editar, titular y/o solicitar la revisión de todo artículo. El Comité no devolverá el material recibido. ENTORNO no es responsable del contenido de los artículos publicados. Cada colaborador es responsable de la veracidad, precisión y autenticidad de su artículo.

Pilarín Ferrer Viscasillas

Editor Oscar Oliver-Didier editor@revistaentorno.com

IMAGEN DE LA PORTADA Sub-espejismo Gabriel Piovanetti-Ferrer

Presidenta CAAPPR

José Carlos Joglar

Vicepresidente CAAPPR

Olga E. Angueira

Directora Ejecutiva CAAPPR

Ricardo Benero Rivera José L. Bolivar Jorge Carbonell Antonio Eduardo Colón Rafael Pumarada Sánchez Luz Marie Rodríguez

Asistente al Editor Michelle Laframboise Calderín Diseño gráfico Sofía Sáez Matos disenografico@revistaentorno.com Correctora Amapola Caballero Moreno corrector@revistaentorno.com Ventas Vivian Hernández Schwetz ventas@revistaentorno.com T. 787.724.1213 ext. 102 | F. 787.724.3295 Almacén e inventario Fernando Ramos Impresión Model Offset Printing

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ENTORNO es la revista oficial de divulgación y difusión del Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico (CAAPPR). Tiene por objetivo promover el conocimiento, discusión y debate público sobre tópicos actuales y de interés público relacionados con la arquitectura, la arquitectura paisajista, el urbanismo, la cultura y el buen diseño en general. ENTORNO se publica dos o tres veces al año con una tirada de 3,000 ejemplares. Se distribuye gratuitamente a toda la matrícula del Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico, así como a miembros de la Rama Ejecutiva y Legislativa, a los alcaldes de Puerto Rico, y a diversas asociaciones profesionales, universidades y miembros de la prensa. La publicación también se distribuye a sus suscriptores y se ofrece para la venta al público general en establecimientos seleccionados que incluyen los principales museos, las principales librerías, y varios comercios especializados. Las expresiones vertidas en la revista no necesariamente reflejan la opinión del CAAPPR. Ninguna parte de la revista podrá ser utilizada o reproducida sin la autorización del CAAPPR. Derechos reservados CAAPPR, 2013.

Junta de Gobierno 2013-2014 * Arq. Pilarín Ferrer Viscasillas, Presidenta * Arq. José Carlos Joglar Castillo, Vicepresidente * Arq. Dalimar Martinez Carreras, Secretario * Arq. José Del Valle Boria, Auditor * Arq. Juan Carlos Cebollero Torres, Tesorero * Arq. Manuel de Lemos Zuazaga, Director de Ejercicio Profesional * Arq. Karla M. Toledo García, Directora de Educación * Arq. Jaime E. Sobrino García, Director de Asuntos Técnico Profesionales * Arq. Margarita Frontera Muñoz, Director de Asuntos Legislativos * Arq. Ent. Edlyn García La Torre, Delegada de los Arquitectos y los Arquitectos Paisajistas Certificados * Arq. Psj. Ent. Tamara Orozco Rebozo, Delegado de Enlace del Instituto de Arquitectos Paisajistas


contenido_>

ENTORNO 06 Mensaje de la Presidenta Pilarín Ferrer Viscasillas 06 Mensaje del Editor Oscar Oliver-Didier 07 Colaboradores

ARQUITECTURA PAISAJISTA 38 Intervenciones que dotan de

centralidad el espacio suburbano Raphael Osuna Segarra

42 DOSSIER: Mirada al suburbio

Una mirada al paisaje suburbano Víctor Nieto Villalón

ARQUITECTURA 09 La lotificación del suelo rústico –

una conversación con Luis García Pelatti ENTORNO

15 Cuentos del suburbio:

anécdotas e impresiones sobre la vida en la urbanización

1 Andrea Bauzá 2 Beatriz del Cueto 3 José A. Moreno Rivera 4 María Gabriela Flores 5 Juan Otero Garabís 6 Beba García 7 Guillermo Rebollo-Gil

23 Los orígenes de la casa suburbana

puertorriqueña: domesticación, disciplinamiento, género Melissa Fernández Arrigoitia

Proyectos de la Edición: 27 Intervenciones en solares suburbanos 1 FUSTER + Architects 2 Abruña & Musgrave Architects 3 Coleman Davis-Pagán Arquitectos 4 Jorge Rigau, FAIA-Arquitectos, PSC 5 ACC Architects, PSC

Dando forma a los suburbios Lina M. Dueño

Las servidumbres en equidad, las asociaciones de vecinos y las calles privadas Margarita E. García Cárdenas

El suburbio y sus paradojas: una mirada antropológica del suburbio Carmen A. Pérez Herranz

Evolución de los corredores comerciales lineales en algunas de las principales vías del país Carlos J. Guilbe López CIUDAD 58 Levittown hoy: 50 años de

suburbanismo, musculatura y subconsciente puertorriqueño Fabián Silvano Morales CODA

62 Noticias CAAPPR


MENSAJES

Pilarín Ferrer Viscasillas Presidenta CAAPPR

Nunca olvidaré la noche que dejé de ser niña de ciudad para convertirme en una de suburbio. Tendría 5 años, recuerdo cómo nos montaron en la station wagon que mis padres habían adquirido al aumentar la familia, llena hasta el techo de lo último de la mudanza. Era de noche, me acuerdo que entramos cansados, y los dueños anteriores nos mostraban los cuartos que nosotras vendríamos a ocupar mientras recogían sus últimas pertenencias y se despedían de su antiguo hogar. Esta mudanza, a lo que entonces se consideraba Bayamón —luego reclasificado como Guaynabo—, consternó a mis abuelos, orgullosos sanjuaneros que nunca comprendieron por qué mis padres habían optado por mudarse al campo. De camino a la nueva casa, mi padre nos explicaba que íbamos a una mejor, mucho más grande y cómoda, la que un arquitecto, de nombre Milton Zapata, había diseñado para él y su familia. Aunque no sabía ni qué era, ni qué hacía un arquitecto, pronto realicé que aquella casa era diferente a la de antes. Era muy sencilla, elegante, de techos altos, de pocas y esbeltas columnas, todo

Oscar Oliver-Didier Editor El suburbio en Puerto Rico, nos guste o no, se ha convertido en protagonista de nuestra cotidianidad. Su contraparte, la ciudad –si todavía se puede hacer tal distinción–, se convierte cada vez más en una excepción dentro de los recorridos rutinarios realizados principalmente desde el automóvil. Algunos pronuncian que la urbanización llegó para quedarse; que ya es parte intrínseca de un complejo aparato prestatario y de supuesto crecimiento económico para el país. No obstante, las múltiples quiebras, la paralización y el abandono en años recientes de este tipo de proyectos son más que un mero desagrado a la vista. Por otro lado, algunos otros condenan de un modo vehemente al suburbio por ser un mal ejemplo del uso de nuestro escaso territorio. Sin embargo, las respuestas a este último señalamiento se limitan a imaginarios de ciudades europeas compactas y su manera de articular el espacio público de un modo estrictamente tradicional. Es por eso que, con el fin de expandir el alcance del conocimiento sobre el suburbio, ENTORNO se dio a la tarea de prestarles una mirada detenida a estos

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era de líneas rectas, cuadrículas, paredes puntuales forradas en piedra, espacios contiguos donde los muebles flotaban y creaban zonas. Parecía una de esas fabulosas casas modernas, de aquellas películas mejicanas en blanco y negro, que tanto nos entretuvieron. Pero la casa no era lo único diferente, entre las casas del vecindario no había verja, pronto aprendimos a cruzar de una calle a otra, atravesando patios y jardines, huyendo a toda carrera cuando nos encontrábamos con perros que se nos iban detrás. Conocimos nuevos árboles y frutas; grosellas, jobitos, jobos, y las temporadas de todos estos. Antes, la ciudad era mi diversión, con sus parques, plaza del mercado, las farmacias con sus fuentes de soda, la playa al doblar la esquina, el lobby y escalera del Hotel Sheraton, las tiendas de la Ponce de León. Nosotros íbamos a todo caminando, el mero recorrido era un experiencia, el carro era para los domingos. Acá, a las afueras de la ciudad, era diferente. A todo había que ir en carro, por eso la farmacia tenía mensajero, al igual que el colmado, los refrescos los repartían por camión un día, la leche otro, las viandas las vendía un señor en la parte posterior de su camioneta, el amolador pasaba todos los sábados tempranito anunciando su llegada con un silbido agudo y todos salían con sus cuchillos, tijeras y otros utensilios a que se les devolviera el filo. No pasaba un día que no viniera alguien a tocar a la puerta a vender algo: cepillos, huevos de granja, aspiradoras, detergentes etc. En mis idas y venidas entre casas y calles montada en mi bicicleta, me percaté de bellas residencias estilo art deco diseñadas por Jorge Rámirez de Arellano, otras estilo español, algunas de Pedro de Castro, otras muy simpáticas de techo

Bermuda, obra de William Biscombe, y algunas espectaculares en su sencillez diseñadas por mi tío Miguelito para sus amigos cercanos. Era un mundo totalmente diferente al que había conocido hasta entonces. Aquí salíamos por la puerta sin necesitar supervisión. Dimos los primeros pasos como empresarios emergentes con nuestros puestos para vender limonada, procurando hacer unos chavitos para poder comprar el más reciente disco del ídolo de entonces: Raphael, de España. La vida de suburbio era muy divertida; aprendimos a entretenernos con nosotros mismos y con nuestros vecinos, a trepar árboles, correr bicicleta, patines y patinetas, jugábamos y correteábamos hasta el agotamiento; nos caíamos, golpeábamos y nos levantábamos; el día era tan largo como durase la luz del sol. La llamada a casa se hacía sonando campanas al caer la tarde; cada madre tenía una, todas de sonido distintivo. Ellas procuraban a toda prisa meternos bajo techo antes de que no nos cogiera el temido sereno y los que se fatigaban empezaran a toser. A pesar de las nuevas libertades de movimiento que la vida de suburbio me brindó, reconozco que de vez en cuando me hizo falta la ciudad. Por temporadas me mudé del campo, como decía mi abuela Gloria, a la ciudad para compartir con ella esa otra vida citadina, a la que había estado acostumbrada desde muy niña. Esta edición está dedicada al tema del suburbio, su implementación, evolución y el rol que con sus virtudes y defectos ha tenido en nuestro desarrollo urbano como pueblo. Espero que los relatos y artículos que conforman esta edición aviven en todos los que los lean, recuerdos amenos de esa sinergia tan peculiar que el suburbio es capaz de propiciar.

sectores. Es nuestra esperanza que esto contribuya a formular nuevas herramientas discursivas para entender las dinámicas que operan dentro del suburbio y que permitan adaptar y trabajarlo de una manera más justa, accesible y sostenible. No hay duda, el panorama ambiental y social no sostienen ni al individualismo extremo que promueve el desparrame suburbano, ni la extensión infinita sobre el territorio que promulga. Sin embargo, la urbanización lleva décadas impregnada en nuestra psiquis; cargando nuestras memorias de infancia, lo que ha revalidado el supuesto sentido de seguridad que nos brinda a nosotros y a nuestros allegados. Relatos de estas experiencias se recogen por los múltiples autores de los Cuentos del suburbio: anécdotas e impresiones sobre la vida en la urbanización. En las urbanizaciones se entretejen nuestras aspiraciones personales y deseos colectivos estrechamente con el entorno construido. Esta edición evalúa múltiples condicionantes culturales productos del suburbio en Puerto Rico. Por ejemplo, entender la casa unifamiliar puertorriqueña desde una perspectiva de género –como trabaja Melissa Fernández Arrigoitia en su artículo Los orígenes de la casa suburbana puertorriqueña: domesticación, disciplinamiento y género– o la urbanización cerrada desde un ángulo antropológico –según elabora Carmen A. Pérez Herranz en El suburbio y sus paradojas: una mirada antropológica del suburbio– son solo algunas de las miradas discursivas necesarias para entender la dimensión humana de estos entornos. En gran medida, el suburbio en Puerto Rico es producto, además, de un andamiaje legal –y, por supuesto, ideológico– que promueve y estimula este tipo de intervención del suelo. Lina

M. Dueño en su colaboración Dando forma a los suburbios recuenta cómo el atender los efectos de los cambios rápidos y significativos en los asentamientos urbanos requirió de acciones gubernamentales para dirigir la forma de urbanizar. El tema de la privatización y exclusión de la esfera pública nos pareció además importante atender. Margarita E. García Cárdenas en su escrito: Las servidumbres de equidad, las asociaciones de vecinos y las calles privadas, discute la creación y el impacto de la asociación de residentes como ente regulador de las urbanizaciones cerradas. Además, la autora nos alerta, desde una perspectiva jurídica, sobre los posibles efectos adversarios, e inminentes, de privatizar las calles en estos recintos. Esta edición será mi última sirviendo como Editor de ENTORNO. Agradezco la dedicación de los múltiples integrantes de su Comité Editorial, en especial el inestimable servicio de sus miembros: Jorge Carbonell, Bennett Díaz, Rafael Pumarada y de su directora Irvis González. Además, mi equipo de trabajo: Amapola Caballero, Vivian Hernández y Sofía Sáez; y mis asistentes editoriales: Victoria Eckhardt, Estefanía Alejandro y Michelle Laframboise. Todos ellos formaron parte intrínseca de la labor realizada durante estos años. Por último, quisiera reconocer a los pasados presidentes que entendieron que el rol de esta revista era contribuir a la discusión profunda de temas pertinentes, no tan solo para la profesión, sino para el país y la sociedad que alberga. Espero que estas últimas ediciones hayan mostrado los ángulos discursivos e interdisciplinarios que considero necesarios para el estudio detenido de la arquitectura y la ciudad. Trabajar desde esa perspectiva editorial es algo que me llevo y seguiré defendiendo.

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Beatriz del Cueto es arquitecta licenciada con especialización en el campo de Conservación Histórica, Fellow del Instituto Americano de Arquitectos (AIA) y Fellow de la Academia Americana en Roma (AAR). Es socia principal de la firma Pantel, del Cueto y Asociados. En el año 2000, del Cueto estableció y fue la primera directora del Laboratorio de Conservación Arquitectónica de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Puerto Rico (ArqPoli). Ha investigado a fondo los materiales y tecnologías edilicias tradicionales en Puerto Rico y la región del Caribe, y publicado artículos técnicos en múltiples revistas profesionales. Lina M. Dueño es socio principal de Dueño Rodríguez Associates, una firma dedicada a la planificación de los usos de los terrenos y su reglamentación. Fue vicepresidente de la Junta de Planificación. Se graduó con Maestría de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico y revalidó con el American Institute of Certified Planners y como LEED-AP (Leadership in Energy and Design Accredited Professional). Melissa Fernández Arrigoitia es investigadora urbana y social en el London School of Economics and Political Science, donde también cursó su doctorado en Sociología y maestría en Estudios de Género y Desarrollo Internacional. También es profesora de Raza y Multiculturalismo en Birkbeck, University of London. Anteriormente, trabajó en organizaciones internacionales, regionales y locales de derechos humanos con enfoque en temas de mujeres y niños.

María Gabriela Flores posee un bachillerato en Relaciones Internacionales y Estudios Itálicos de la Universidad de Brown y una maestría en Arquitectura de la Universidad de Rice. Ha sido profesora en las escuelas de arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, la Universidad Politécnica de Puerto Rico y la Universidad de Puerto Rico. Mantiene una práctica profesional bajo el nombre Flores Kearns, CSP. Beba García nació en Cuba, pero se mudó a Puerto Rico cuando tenía seis años. En el año 2001, publicó su primer libro, La magia del vestido negro. Su más reciente libro, ¡Juan, Juan, Juan! Crónicas de la televisión en los tiempos de don Tommy, narra la historia de la televisión puertorriqueña y es usado como texto de referencia en las universidades del país. En el 2010, produjo una serie de tres programas para WIPR-TV basados en su libro. En noviembre de 2011, lanzó el largometraje: El sabor del éxito… ¡a galletazo limpio! Actualmente, se encuentra trabajando en su próxima entrega literaria y en un nuevo documental para la televisión. Margarita E. García Cárdenas es doctora y autora del libro Derecho de urbanizaciones, servidumbres en equidad, control de acceso, asociaciones, e instalaciones vecinales. Es catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Luis García Pelatti tiene una maestría en Economía y es planificador profesional licenciado. Actualmente es Presidente de la Junta de Planificación de Puerto Rico. Ocupó varias posiciones en el Gobierno, como asesor de desarrollo económico y finanzas en La Fortaleza, ayudante del secretario de la gobernación en La Fortaleza, miembro asociado de la Junta de Planificación y ayudante en la Oficina de Asuntos Urbanos en La Fortaleza. Desde el sector privado, dirigió URBANITAS y el área de planificación de Estudios Técnicos.

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Carlos J. Guilbe López es catedrático en Geografía en la Facultad de Ciencias Sociales de la UPR RP y tiene un doctorado en Geografía Urbana y Económica de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee y una maestría en Planificación (MP). Es miembro editor para The Professional Geographer en Washington DC. En la práctica privada como planificador, ha realizado estudios de viabilidad, estudios de transportación y planes de ordenación territorial para varios municipios de la Isla. José A. Moreno Rivera es arquitecto licenciado con maestría en Arquitectura y un bachillerato en Diseño Ambiental de la Escuela de Arquitectura de la UPR. En su trayectoria profesional resalta Marvel, Flores, Cobian y Asociados donde fue asociado de 1990 a 1997. Fue socio de CSA Arquitectos e Ingenieros, SRL de 1999 a 2010. Practica en gestión propia como Mediopunto Arquitectura y es profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Puerto Rico y en el Certificado de Diseño y Construcción Verde de la UMET. Por ocho años sirvió como miembro de la junta de gobierno del CAAPPR, siendo presidente de 2008-2010. Guillermo Rebollo-Gil PhD Autor de los poemarios “Sobre la Destrucción” y “Sospechar de la Euforia,” entre otros. Tiene un libro de crónicas y ensayos cortos titulado “Decirla en Pedacitos: Estrategias de Cercanía.” Actualmente se desempeña como catedrático auxiliar en la Escuela de Ciencias Sociales, Humanidades y Comunicaciones de la UMET, donde coordina el programa graduado en Justicia Criminal. JD (San Juan, 1979).

Víctor Nieto Villalón completó su bachillerato en Arquitectura en la Universidad de Cornell y completó una maestría en Ciencias en Desarrollo de Bienes Raíces en la Universidad de Columbia. Es un arquitecto licenciado en Puerto Rico y es un miembro fundador de ae.i.ou, un colectivo de investigación y diseño basado en San Juan. Actualmente es profesor de Diseño en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico.

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COLABORADORES

Andrea Bauzá es graduada del master en Arquitectura, Arte y Espacio Efímero de la Universidad Politécnica de Catalunya. Posee un bachillerato en Arquitectura de la Universidad Politécnica de Puerto Rico. Actualmente trabaja como consultora arquitectónica para el Departamento de Arte, Cultura e Innovación del municipio de San Juan. También es profesora de Diseño en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras.


Bodas | cocteles | Conferencias | Reuniones

Juan Otero Garabís nació en Bayamón y es catedrático del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico. Ha publicado Nación y ritmo: “descargas” desde El Caribe (2000) y diversos artículos sobre literatura y música popular en libros y revistas en Puerto Rico, Cuba, Estados Unidos e Inglaterra. Carmen A. Pérez Herranz es doctora y catedrática del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Con más de veinticinco años de experiencia docente, se ha desempeñado además como consultora en la Oficina de Planificación y Presupuesto del municipio de San Juan y ha sido miembro del comité asesor para el desarrollo del Plan de la Autonomía Municipal de ese municipio. Fabián Silvano Morales es egresado de la Universidad Politécnica de Puerto Rico (B.Arch., 2003), y de Cranbrook Academy of Art (M.F.A., 2007). Trabajó en firmas locales e hizo internado en Asymptote Architecture. Además, es cofundador de Ghepardo Arquitectura, entidad que concentra su energía en tectónicas, nuevos productos, branding y prefabricación.

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COLABORADORES

Raphael Osuna Segarra es egresado de bachillerato de la UPR con maestría en Arquitectura y certificado en Arquitectura Paisajista de la Universidad de Pennsylvania. Se destaca como parte del equipo de la Oficina de Diseño y Construcción del municipio de Bayamón donde ha estado a cargo de, y ha colaborado con, la transformación del entorno arquitectónico y urbano de la ciudad en los últimos años. Actualmente es también profesor de Diseño en la Escuela de Arquitectura de la UPR.

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La Junta de Planificación, la ARPE y la “lotificación simple”

La lotificación del suelo rústico –

ARQUITECTURA

una conversación con Luis García Pelatti

ENTORNO Fotos aéreas provistas por la Junta de Planificación

ENTORNO visitó el 14 de enero de 2014 a Luis García Pelatti, presidente de la Junta de Planificación, en sus oficinas en Hato Rey. Se trataron diversos temas relacionados con la lotificación del suelo rústico en Puerto Rico y las dificultades con estas lotificaciones, particularmente con los mecanismos especiales de las “lotificaciones simples” y las “urbanizaciones por excepción”. También se tocaron temas relacionados con la planificación y la reglamentación, y las diversas formas de cómo impactan la lotificación del área rural. Se grabó la conversación, se transcribió y se agrupó en varios temas. Luego, García Pelatti revisó el texto y lo devolvió con sus comentarios.

La Junta de Planificación fue creada por la Ley 213 de 12 de mayo de 1942. Desde sus inicios, fue responsable de autorizar las lotificaciones de áreas urbanas y rurales. La Junta de Planificación reglamentó el concepto de “lotificación simple” de forma independiente con el Reglamento para Lotificaciones Simples –Reglamento de Planificación Núm. 11–, de diciembre de 1965. Este definió la “lotificación simple” como aquella “división o subdivisión de un predio en el cual ya están provistas todas las obras de urbanización requeridas o que dichas obras resulten ser sencillas y que no excedan de diez lotes”, y diferenció estas “lotificaciones simples” de las lotificaciones de proyectos de urbanizaciones –más numerosas y complejas–, que ocurrían en las áreas metropolitanas de San Juan, Arecibo, Caguas, Mayagüez y Ponce. El propósito original de la “lotificación simple” fue para que los municipios pequeños tuvieran un mecanismo sencillo para lotificar hasta diez solares. La Junta de Planificación autorizaba estas lotificaciones –que no estaba disponible para los municipios grandes– siempre y cuando el terreno tuviera acceso a una carretera y a infraestructura de agua y electricidad. Luego se tergiversó el concepto; se utilizó el mecanismo para todos los municipios y se convirtió en una herramienta para facilitar la lotificación del área rural para diversos propósitos, así como para dividir parcelas heredadas. Con la Ley Núm. 75 del 24 de junio de 1975, se dividieron las responsabilidades para planificar y para otorgar permisos entre la Junta de Planificación y la recién creada Administración de Reglamentos y Permisos (ARPE). La Junta continuó con sus responsabilidades de planificar y manejar las autorizaciones discrecionales, y a la ARPE se le delegó la función de considerar los permisos ministeriales,

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incluyendo la consideración de las “lotificaciones simples”. Para la década de los noventa, se inició la práctica de interpretar que la presencia de una carretera o la posibilidad de que pudiera llegar agua o electricidad a una parcela ya constituía la presencia de infraestructura necesaria. Antes de esa década, casi todas las solicitudes de “lotificaciones simples” se rechazaban si no había la infraestructura. En gran medida, la “lotificación simple” es un mecanismo especial que simplifica la lotificación de un predio y que no requiere el cumplimiento con la Ley Núm. 9 de 18 de junio de 1970, según enmendada –conocida como la Ley sobre Política Pública Ambiental–, que exige la preparación de una evaluación ambiental (EA) o de una declaración de impacto ambiental (DIA). Las pocas situaciones que limitan una “lotificación simple” es la condición de inundabilidad. Ley de Municipios Autónomos

En el 1991 se aprobó la Ley 81 de 30 de agosto de 1991, conocida como la Ley de Municipios Autónomos. Su capítulo trece estableció las normas que permitieron que los municipios pudiesen obtener las competencias para planificar y manejar la ordenación territorial, y para otorgar permisos relacionados con la construcción y la ocupación del suelo. La ley les requirió a los municipios interesados que realizaran sus planes de ordenación previo a poder manejar su territorio, y les requirió que clasificaran sus suelos en las categorías de suelo urbano, urbanizable y rústico. Para el suelo urbano la ley dispuso objetivos específicos dirigidos a producir un área urbana consolidada, con aprovechamiento del suelo y un entorno público digno y agradable. Para el suelo urbanizable la ley dispuso que los planes establecerían un proceso ordenado de transformación del suelo no urbano, persiguiendo que los nue-

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Ponce 1936 y 2010

vos desarrollos aprovechen y organicen el mejor uso del suelo en armonía con las áreas urbanas adyacentes. Finalmente, la ley dispuso que se protegería el suelo rústico evitando su lotificación y urbanización, y que se promovería su uso no urbano. Ya desde el 1991, comenzaron algunos municipios a completar sus planes territoriales y a establecer convenios para obtener las competencias sobre las cinco jerarquías de permisos establecidas en la ley. Para mantener una estructura de coordinación entre el Estado y el municipio, la ley requirió que estos planes fueran aprobados simultáneamente por el municipio y por la Junta de Planificación. Ley 161 de 1 de diciembre de 2009, según enmendada

La Ley 161 de 1 de diciembre de 2009 –conocida como la Ley para la Reforma del Proceso de Permisos de Puerto Rico– creó la Oficina de Gerencia de Permisos (OGPe), la Oficina del Inspector General de Permisos, la Junta Revisora de Lotificaciones, y la Junta Adjudicativa.

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Esta ley incluyó, además, el cambio del concepto de “lotificación simple” por la “urbanización por excepción”, que redujo el número de lotificaciones permitidas bajo estas figuras, de diez a tres lotificaciones. La misma Ley 161 le otorgó a la OGPe la competencia para evaluar las consultas de ubicación y los cambios de calificación bajo una Junta Adjudicativa nombrada por la Junta de Planificación. Este mecanismo permitió la situación de que un ente que evalúa asuntos ministeriales pudiera evaluar también asuntos discrecionales de política pública sobre el uso del suelo. Recientemente, la Ley 151 de 10 de diciembre de 2013 enmendó la Ley 161 para devolverle a la Junta de Planificación la competencia de evaluar los cambios de calificación y las consultas de ubicación. Con esta enmienda a la Ley 161, las oficinas municipales de permiso y las oficinas de la OGPe retuvieron la consideración de las “urbanizaciones por excepción” de hasta tres solares, sujeto al proceso de reglamentación que actualmente elabora la Junta de Planificación.

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Comunidades rurales y desarrollos dispersos

Puerto Rico no tiene 3.6 millones de personas distribuidas en las 78 áreas urbanas de los municipios. Hay, en vez, aproximadamente unos 150 a 200 asentamientos consolidados divididos en áreas urbanas y comunidades rurales, más los desarrollos dispersos a lo largo de las carreteras. En San Germán, por ejemplo, la población se concentra en cinco asentamientos formados por la zona urbana y cuatro comunidades rurales: Rosario, Sabana Eneas, Minillas y Duey. El 60% de la población vive en estos cinco asentamientos y el 40% vive disperso por las carreteras municipales y vecinales. Utilizando este ejemplo, se podría considerar que las lotificaciones en el área rural pueden ser beneficiosas en algunos lugares y perjudiciales en otros. Es beneficioso permitir lotificaciones en comunidades rurales como las mencionadas en San Germán o en el poblado Los Ángeles de Utuado –una comunidad consolidada, con cementerio y área comercial–, que lleva


ARQUITECTURA

Gurabo 1936 y 2010

más de cien años de establecida. El que se utilice la “lotificación simple” o la “urbanización por excepción” para lotificar diez o tres propiedades en las inmediaciones de la comunidad rural, tiene lógica. Pero hay lotificaciones a lo largo de los caminos y dispersas en medio del área rural que no son beneficiosas. El área al sur de la carretera Número 2 en los municipios de Isabela, Camuy, Hatillo y Quebradillas es reflejo de las “lotificaciones simples” mal utilizadas. En este lugar, se puede observar como el terreno se va lotificando a lo largo de las carreteras rurales. Y se observa que son mucho más de diez lotificaciones, y es que primero se aprobaron diez, y luego otras diez, y luego otras más. A toda esta serie de casas en medio de las vaquerías hubo que proveerle infraestructura y servicios básicos, como el recogido de basura, el alcantarillado pluvial y el mantenimiento de las carreteras y el alumbrado. Algunos alcaldes aceptan el pequeño costo de unas pocas lotificaciones, pero pronto estos pequeños costos se suman. Al percatarse de los costos más altos, muchos alcaldes les han recriminado a las agencias de planificación y de permiso

el establecimiento de estos costos acumulativos. Muchos funcionarios no reconocen el impacto adverso de los desarrollos dispersos y ven en ellos un mecanismo para satisfacer la necesidad de vivienda de las personas más desventajadas. La autoconstrucción es importantísima en Puerto Rico, al igual que en muchos países de Latinoamérica, y la propia Ley Orgánica de la Junta de Planificación integró como parte de las consideraciones de una división de terrenos el aspecto de los comuneros: vecinos, por general económicamente desaventajados, que construyen sus casas como comunidad en una misma parcela. Pero la realidad es que muchas personas pudientes también ocupan terrenos de forma dispersa, utilizando mecanismos de “lotificación simple” y de “urbanización por excepción”, así como otros mecanismos al margen de la ley, en forma contraria a la política pública establecida. Áreas en El Yunque, en Breñas en Dorado, y en Culebra, por ejemplo, se han ocupado así. Culebra, en específico, fue reglamentada restrictivamente desde los años 70 con una zona urbana compacta

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en el poblado de Dewey, y con lotificaciones de dos, cinco y veinticinco cuerdas. Pero Culebra se urbanizó y se sigue urbanizando fuera de los límites urbanos a través de un mecanismo llamado “condominios horizontales”, que son unos acuerdos legales bastante sofisticados. La aceptación de estos modos de lotificar el área rural, hace que se violenten las políticas públicas adoptadas. Otro asunto importante que debe señalarse sobre las “lotificaciones simples”, las “urbanizaciones por excepción”, así como sobre otras áreas con autoconstrucción, es que la mayoría de las veces se desarrollan al margen pericial de los ingenieros y arquitectos –quienes son los profesionales certificados por el Estado para asegurar la seguridad, la salud y el bienestar en las estructuras–, así como de constructores capacitados, y que se construyen sin seguir planos ni reglamentos de seguridad. Los otros días estuve en el barrio Maricao de Vega Alta y uno allí ve una serie de casas que no cumplen con los códigos de construcción. Un sismo, como el que tuvimos el otro día, podría ocasionar daños que conlleven

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Dorado 1936

serios riesgos a la seguridad de los ocupantes de estas estructuras. Las “lotificaciones simples” y las “urbanizaciones por excepción”

Las “lotificaciones simples” y las “urbanizaciones por excepción”, al igual que las construcciones ilegales, son –en muchas ocasiones– consecuencias de la falta de planificación y de falta de supervisión adecuadas a nivel de toda la isla. En Puerto Rico todavía hay veinticuatro municipios con áreas rurales que no están reglamentadas. Desde que llegó Colón, el barrio Limones de Utuado ha tenido muy poca planificación y reglamentación, aparte de las políticas amplias establecidas por la Junta de Planificación en su documento de Objetivos y Políticas Públicas del Plan de Usos de Terrenos de Puerto Rico. Existen muchas áreas rurales que nunca se ha pensado para qué son adecuadas ni cuál es la mejor forma de lotificar su suelo. Se lotificaron inicialmente para la agricultura, pero con el transcurso del tiempo se ha estado lotificando el área para actividades que tienen poca relación con esta.

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Hay un argumento esgrimido por algunas personas de que la lotificación no se hace necesariamente para perseguir un desarrollo, sino para lograr un mejor valor en las tasaciones. Sin hacer ningún tipo de mejora, una lotificación puede elevar el unitario del valor de una propiedad, lo que permitiría obtener un mayor margen prestatario en los bancos. A algunos propietarios, agrimensores y pequeños desarrolladores les preocupa que se haya detenido la autorización de lotificaciones en el noroeste de la isla, así como en otra partes del país. En este último año, la Junta Adjudicativa autorizó menos lotificaciones que otros años. De 600 solicitudes en toda la isla, solo se aprobaron cerca de 100. Muchos de estos actores han indicado que están de acuerdo con las políticas de no urbanizar el suelo rústico, pero insisten en que las lotificaciones no son proyectos de construcción sino mecanismos para revalorar los terrenos. Si a un particular se le deniega una lotificación de pocos solares mediante un proceso de consulta de ubicación, podía someter nuevamente su pro-

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puesta a través del proceso de “lotificación simple” o, ahora, a través del proceso de “urbanización por excepción”. Le correspondería entonces al director de la oficina regional evaluar y autorizar la lotificación sin necesidad de considerar sus impactos ambientales cumulativos. Según la ley y los reglamentos, el proponente de una “lotificación simple” o de una “urbanización por excepción” tiene que probar que su propuesta es para un lote que no se ha lotificado desde el 1944, pero es conocido que la finca matriz —en muchos casos— primero se dividió en diez, luego en diez, y luego el remanente en diez más, y así sucesivamente. Eso era y es ilegal, y ha habido casos en los tribunales que se han ganado por las agencias. Pero como no siempre la agencia tiene toda la información correcta ni se puede ir al tribunal, la práctica general es la de que “yo me como la luz dado que el guardia no está todo el tiempo vigilando”, y así hay muchos propietarios que obtienen autorización para sus lotificaciones. Puerto Rico se tiene que entender dentro de un proceso de incum-


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plimiento. Creo que una de las cosas que se debe transmitir es que hay un nivel de ilegalidad y de ineficiencia de parte de las agencias de gobierno de no cumplir o de interpretar laxamente los reglamentos. Bajo los procesos actuales, se han lotificado hasta las dunas de Isabela. Esa es la realidad del país. Es necesario completar el Plan de Uso de Terrenos para todo Puerto Rico para completar la clasificación de todo el suelo, y para coordinar los planes territoriales con las políticas públicas sobre el uso del suelo del país. Cambios de clasificación y de calificación en los planes territoriales; consultas de ubicación

Una urbanización no puede autorizarse en un suelo rústico común mediante un proceso de cambio de calificación –de un distrito agrícola dos a un distrito residencial dos, por ejemplo–, ni mediante una consulta de ubicación. Esto es algo que se hace al margen de la ley. La definición del suelo rústico en la Ley de Municipios Autónomos es muy clara: es un lugar donde no se puede autorizar el proceso

urbanizador. La Junta de Planificación ha autorizado urbanizaciones en el suelo rústico sin un cambio en la clasificación del suelo, y esto es una violación de ley y una violación del plan territorial. A la Junta de Planificación le corresponde finalmente autorizar los cambios de clasificación en un plan territorial. Por otro lado, los cambios de calificación lo puede ver la Junta o las oficinas municipales de permiso a las cuales se les haya delegado dicha competencia, pero un cambio de calificación –de un distrito a otro– no puede introducir cambios que cambien la clasificación de un suelo. Tampoco se puede ver una consulta de ubicación para autorizar proyectos que, de facto, conlleven una reclasificación del suelo. Nada de esto puede hacerse, pero se hace y se ha hecho muchas veces. El impacto de la Ley de Municipios Autónomos y de leyes especiales en la lotificación del suelo rústico; las construcciones ilegales

Cuando existe un plan territorial o una ley especial, muchas oficinas de

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ARPE o de OGPe entendieron que se les limitaba su discreción, y dejaron de autorizar las “lotificaciones simples” o las “urbanizaciones por excepción”, que se otorgaban a base de una interpretación muy laxa de las leyes y reglamentos. Ahora se está trabajando con la revisión del plan del valle de Lajas y del de Guanajibo, con leyes del 1999, que establecieron que no se puede lotificar el terreno agrícola, y que no tiene validez ninguna lotificación posterior al plan. Como resultado, estas áreas no se lotificaron, aunque algunas porciones sí se urbanizaron. En el análisis fotográfico que ha hecho la Junta de Planificación, ha identificado áreas urbanizadas antes del 1999 y otras posteriores. No se han lotificado los terrenos porque las oficinas de Mayagüez de ARPE, inicialmente, o la OGPe, después, denegaron las solicitudes de lotificación. También la Junta de Planificación denegó, y continúa denegando las peticiones para recalificar distritos agrícolas como áreas desarrolladas (AD), lo que permitiría su ulterior lotificación. La Junta ha sido firme en interpretar que no se pueden

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Carolina 1936 y 2010

recalificar los distrito agrícolas, ya que la ley fue clara en establecer que no se pueden cambiar dichos distritos. Como experiencia general, los planes territoriales y las leyes especiales sí han servido para evitar las lotificaciones del área rural, pero no así la violación de ley mediante la construcción ilegal en solares no lotificados. Una vez construida la estructura, empiezan los problemas de sus ocupantes cuando las agencias de infraestructura les deniegan las conexiones de agua y electricidad. Los ocupantes recurren entonces al alcalde para solicitar su intervención con las agencias de gobierno para que les ayude a validar el acto ilegal. Como muchas veces ocurre, ya hay legisladores que están contemplando enmendar las leyes para legalizar las lotificaciones de las estructuras construidas ilegalmente. Esto sugiere que al cabo de quince o veinte años, más que menos, la estructura política del país finalizaría legalizando, nuevamente, las construcciones ilegales.

Esfuerzos recientes para conservar los suelos agrícolas

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Otras Juntas de Planificación no han visto como un problema la lotificación del campo, y no han atado las muchas lotificaciones con la pérdida de terrenos agrícolas ni con las dificultades de proveer y mantener la infraestructura en estas lotificaciones dispersas. Esto es un asunto muy grave. Pero afortunadamente hay una nueva consciencia sobre esto. El 3 de enero de 2014 se aprobó una ley que estableció que hay que conservar cerca de 600,000 cuerdas para fines agrícolas. Con esta enmienda a la Ley 550 de 3 de octubre de 2004, conocida como Ley para el Plan de Uso de Terrenos del Estado Libre Asociado, se tiene que destinar cerca del 26% de la totalidad de los 2.2 millones de cuerdas para estos fines. Al momento hay 496,000 cuerdas identificadas para conservación; la Junta está trabajando en identificar las restantes.

Pensamiento final

Se debe transmitir la idea de la ausencia de planificación y regulación adecuadas, el incumplimiento con la reglamentación existente, y la necesidad de establecer una nueva cultura de planificación y de supervisión para un uso del suelo sostenible.


Cuentos del suburbio:

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anécdotas e impresiones sobre la vida en la urbanización

Para esta edición, ENTORNO se dio a la tarea de recoger anécdotas e impresiones sobre la vida en los suburbios. A cada uno de sus autores —arquitectos, escritores, entre otros— se le indicó que abordara sus experiencias particulares viviendo o visitando estos contextos suburbanos. A través de ellos, se presenta la cara humana de los residentes y visitantes de la urbanización tradicional puertorriqueña. En la mayoría de los casos, se muestra el lado más cálido de las memorias particulares de cada autor. Estos abordajes nos permiten, aunque sea por solo un momento, dejar a un lado los estereotipos y prejuicios que les solemos adjudicar a estos tramos habitacionales para tratar de aprender de las vivencias y opiniones de sus moradores.

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Subrural

Andrea Bauzá

Nací y me crié en un suburbio puertorriqueño, una urbanización de esas viejas de Guaynabo, de terrenos amplios que sufrió los cierres y las casetas de guardias de los noventa con Roselló. Anterior al cierre, recuerdo las calles mejor conectadas entre sí. Podías ir caminando al supermercado más cercano, Bonanza, y conocía a más gente y niños del barrio. Mi hogar no era la típica casa de urbanización. Mientras las otras casas tenían sus patios bien cortaditos y estilizados, nosotros teníamos una media finca con gallinas, vacas, cerdos, conejos, ovejas, cabras, abejas, gansos y caballos. Mi padre tenía bien claro que el suburbio guaynabense no estaba muy lejos de ser el campo que él siempre lleva adentro y por tanto, supo

sacarle provecho a la tierra. Nuestra casa también compartía terreno con la de mis abuelos. Esta originalmente había sido la casa de mis padres y es precisamente donde vivo ahora. Tengo recuerdos de una niñez divertida, nada extraordinaria, solo que podíamos jugar con conejos o coger trillitas por las calles en caballo. Aunque esto fuera extraño para los vecinos y hasta motivo de una demanda, para nosotros era lo más normal del mundo tener leche de cabra fresca y huevos del patio para el desayuno. Mucho tiempo de mi vida ha transcurrido en los confines de ese espacio y debo decir que el amor que le guardaba a ese lugar un día cambió abruptamente. Comencé a desarrollar un pensamiento más crítico sobre el contexto puertorriqueño, especialmente el suburbano, como a mediados de mi primer año de Arquitectura. Mientras aprendía las teorías de las grandes utopías urbanas de Howard, Corbusier y Wright —sus efectos y defectos en la ciudad moderna—, notaba como ese amor ingenuo a mi lugar de crianza comenzaba a convertirse en apatía y desprecio. Este había sido reemplazado por otro imaginario. El nuevo atractivo era evidente y lo más cercano que sentía como urbe era Santurce.

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Por circunstancias varias he regresado a habitar en ese lugar que algún día dije nunca jamás; y es viviendo aquí que me cuestiono mi propia aceptación al mismo. Luego de haber vivido años en otros espacios urbanos y hoy día con menos impulsividad de la que tenía cuando era estudiante, miro este espacio con ojos más críticos pero apacibles. Dado mis intereses, no dejo de pensar que mi lugar predilecto sobre cualquier otro sigue siendo el espacio urbano. Sin embargo, por ahora, recurro a enfocarme en las cosas buenas que me brinda el vivir aquí; entre ellas: los frutos y el verde fértil de toda la naturaleza que abunda, la alegría de los animales (mi perra es feliz), la cercanía a mi familia, las puertas abiertas y el silencio. Quizás lo más que agradezco es la capacidad e imaginación que tuvo mi padre al convertir su espacio suburbano en uno cuasi rural. Esto nos permite imaginar posibilidades para pensar qué hacemos con todo ese gran mar de casas y asfalto. No debemos conformarnos con que solo exista para ser un espacio de vivienda aislada. Con tantas áreas agrícolas devastadas en la isla, ahora es preciso repensar su potencial como terreno de cosecha para consumo personal o colectivo, entre otros usos.


Beatriz del Cueto

Aunque habanera de nacimiento, he habitado la ciudad durante pocos periodos de mi vida. No recuerdo tiempo más feliz que mis años en los suburbios o los repartos de Cuba, Estados Unidos y Puerto Rico. Para entonces –en los años cincuenta y sesenta– implicaban tranquilidad y libertad para los niños que durante los sábados, veranos y vacaciones muchas veces desaparecíamos de nuestros hogares en la mañana y no regresábamos hasta que se ponía el sol. Nuestros padres y abuelos sabían que almorzaríamos en casa de un amigo y que estaríamos seguros, entre comillas, ya que patinando, montando bicicleta, brincando cuica y haciendo carreras trepados en zancos, siempre habría ropa sucia y rota, además de, como mínimo, codos y rodillas raspadas. Los domingos eran tiempo sagrado junto a la familia.

Eran tiempos sin portones de acceso, celulares, horarios estrictos, calendarios llenos o preocupaciones mayores. Recuerdo jugar en los charcos de agua con barquitos de papel, competir en patinetas cuesta abajo, correr debajo de los surtidores de agua o de la manguera en días calurosos, jugar peregrina en la acera luego de pintar los números con una piedra, ir de excursiones dentro de los pastizales para llegar a lugares misteriosos, y tirarnos en la grama a identificar formas en las nubes. A mi primer radio transistor de batería le hice un invento para que enganchara en el manubrio de la bicicleta y poder llevarlo siempre conmigo para escuchar piezas inolvidables como el “She loves you, yeah, yeah, yeah” de los Beatles. ¡Cada vez que oigo esta canción, me transporto a mi bicicleta! Fueron memorables las fiestas de cumpleaños, los bailes de moda, los relajos, la música. Cuando fuimos teenagers era todo sobre la ropa, las botas, las pantallas. Aprendimos a coser en casa de una amiga, donde nos reuníamos seis panas todos los sábados para preparar el traje para la fiesta en turno y chismear. Al igual, entraron en la ecuación los bailes de marquesina donde con “agujita y su combo” compartíamos nuestros gustos musicales y practicábamos los bailes prohibidos (los boleros y el jerk), frente a chaperonas horrorizadas, siempre presentes y pendientes. Para esta época, los varones tenían sus bicicletas motorizadas o motoras que guiaban esplacados y el reto era dar la

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trilla por la urbanización sin que los padres o la patrulla nos pillaran. Los castigos eran no poder salir de la casa: la peor pena posible. Ya mayores, más sedentarios y menos arriesgados, el entretenimiento consistía en tocar guitarra, cantar, y sentarnos horas muertas en las aceras al frente de las casas donde podíamos ver a todos pasar. Para entretenernos, las nenas jugábamos cartas y Ouija. Con el tablero misterioso de la Ouija supuestamente entablábamos contacto con los espíritus y lo desconocido. Sin cogerlo en serio y haciendo trampas, confundíamos a nuestras amigas hablándoles de amores futuros y parejos desconocidos para los bailes formales de colegio. Momentos verdaderamente inolvidables incluyen, en Cuba, recoger, junto a mi padre, estrellas que se habían caído del cielo en la grama de nuestra casa (eran estrellas de pegar, doradas y plateadas, que nuestros padres regaban antes de salir junto a nosotros en su búsqueda). En Estados Unidos recuerdo recoger luciérnagas de los arbustos para guardarlas en potes de cristal que poníamos junto a nuestras camas en la noche. En Puerto Rico, recién mudados a la urbanización, recuerdo vacas caminando por las calles desoladas y sin árboles; al igual que el cierre de las calles para celebrar las fiestas de Navidad de la vecindad donde los petardos en los buzones eran importantes protagonistas de la noche. Estas calles y aceras de los suburbios de mi niñez fueron escenarios de alegrías, aventuras, dolores y amores.

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Los suburbios de mi niñez


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De Santa Ana, a la Austral, a la Oviedo era

José A. Moreno Riv

Cuando regresamos de la Gran Manzana a la Isla nos instalamos en la calle Santa Ana, en la Parada 24, entre Fernández Juncos y Ponce de León. De esos años recuerdo ir a buscar leche a Puerto Rico Dairy caminando un bloque. Era 1960; papi trabajaba en la Parada 22 en la Fernández Juncos y caminaba al trabajo. Mi mamá, mi hermana y yo caminábamos al colmado, al banco y a la barbería, y ocasionalmente hasta al beauty de mi tía Carmen en la Parada 19 en la Ponce de León a la altura de la calle Hipódromo. Eran tiempos de muchas guaguas de la Autoridad, de comprar en el Padín de la 20 y de ir al cine —al Metropolitan o al Matienzo— caminando. Al año estábamos en la calle Austral en una recién construida urbanización en los límites de San Juan y Guaynabo. Para entonces, caminar no era una opción. Matriculado en la Academia Santa Mónica en la Parada 15 en la Fernández Juncos, era necesario levantarme a las 5:30 a.m. para estar listo para la guagua escolar —la 6— que, pintada de negro y blanco nos re-

cogía a las 7:00 a.m. y emprendía el viaje por la Kennedy hacia Santurce; y a la 1:30 p.m. el viaje de regreso a casa. La familia creció y la casa de la calle Austral nos quedó pequeña. Fue el 14 de febrero de 1966 que llegamos a la calle Oviedo en un reparto residencial todavía más allá. De allí salí el día que me casé. Desde la llegada al suburbio en el 1961 fue evidente que el automóvil era el que gobernaba nuestra vida. Ir a buscar leche caminando, al colmado o al cine ya no era opción. Hubo una época durante la cual tuvimos un carro y mis hermanas y yo salíamos con papi por la mañana para la escuela y la guagua privada de doña Ana nos llevaba de vuelta a casa. Mientras, papi tenía que trasladarse de Guaynabo hasta Hato Rey. El tiempo se encargó de forzar el segundo carro. Para la familia que empieza, crece y que vive de cheque en cheque, el suburbio es vida de sacrificio constante. La contradicción es evidente: esa aspiración de “Yo tengo ya la casita…” no es compatible con la economía familiar. No lo era entonces, menos lo es en el 2013.

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El desparrame urbano se predica sobre la base de que la tierra en la periferia de la ciudad, en el suburbio, es más barata y hace asequible tener ya la casita. Esa mentalidad de hipotecar la inversión inicial ignora, convenientemente, el costo de sostener una vida en el suburbio. El costo de la vida en el suburbio sangra la economía familiar en carros, su gasolina y mantenimiento. Para el país, la dotación de infraestructura de energía eléctrica, agua potable, comunicación y transportación requiere de inversiones constantes en desarrollo y mantenimiento. Los centros de trabajo y de educación al alcance familiar están lejanos. El servicio de transportación pública, escaso y decadente de por sí, se hace ineficiente y oneroso para operar y con cada año que pasa la congestión vehicular aumenta. Es una fórmula fracasada y económicamente insostenible para la familia boricua promedio. Por eso me pregunto: ¿por qué seguimos empeñados en el suburbio?


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Entre suburbios

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María Gabriela Flores

De pequeña, vivíamos en el sector Jagüeyes del barrio Sonadora en Aguas Buenas –también conocido como “El medio de la nada”– mis padres, mi hermano y yo, con un pastor alemán de mascota y un gato blanco realengo de nombre Michael Jackson. Eran los ochenta. Mi hermano y Jackson pasaban los días cazando guineas y yo, durmiendo siestas debajo de un techo de zinc al sonido de la frecuente lluvia. Inventábamos historias con amigos imaginarios porque no había con quién hablar, salvo el pobre jardinero don Luis que nunca hallábamos entre tanta vegetación. Ciertamente no era suburbio, mucho menos cualificaba como finca de producción agrícola. Simplemente, era el ‘campo’. Como propuesta, vivir en el campo era aceptar prima facie la invitación de un paisaje en cambio constante, atenuado por las abundancias e inclemencias del tiempo: la luz y la sombra, la lluvia y el viento. Nuestra versión de campo era un indomable paisaje bucólico y tropical, cultivado de semillas que mi querido padre traía de sus viajes al exterior1. Así, fue desarrollánPráctica la cual, años más tarde, mi hermana la científica habría de objetar por su introducción de especies exógenas al lugar 1

dose una infancia enraizada en ese paisaje inestable, comiendo guayabas debajo del dosel de un yagrumo, mirando hacia un mar de tulipanes africanos2 y, más allá, San Juan a la distancia. Un lugar entre Guaynabo y Caguas, se podría decir que me crié entre suburbios, puesto que del campo nos mudamos a la ciudad un poco antes de que el incremento en densidad poblacional y consecuente desparrame suburbano de Guaynabo City y La Ciudad Criolla llegaran a compartir límites con Aguas Buenas. Viviendo en San Juan, siempre quisimos traer el ‘campo’ a la ‘ciudad’. Me imagino que compartíamos los anhelos de aquellos que sí habitaban el suburbio, a nuestra manera: la percepción de privacidad y seguridad, para nosotros lograda a través del filtro vegetativo de una capa de bloque ornamental recubierta de una doble capa de uva parra y estefanota3; la búsqueda de más espacio, que en casa se lograba ocupando los techos como espacio de terraza adicional; y, finalmente, la necesidad primitiva de 2 Spathodea campanulata, mejor conocida como ‘meaíto’ 3 Vitis vinifera y Stephanotis floribunda, respectivamente

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una relación con la naturaleza, a través del jardín citadino, el bonsái, la colección de orquídeas y el huerto de especies. Ahora, habitando el margen entre Miramar y Santurce, entre casas unifamiliares, edificios en desuso y solares baldíos, dos de los componentes vitales en el atractivo del suburbio –el espacio y el jardín– se encuentran en esta versión de la ciudad. La recuperación de un edificio en desuso que funge como lugar de trabajo y la reutilización de un solar vacío adyacente convertido en huerto urbano hace más de un año reducen tanto la dependencia del carro como propician el sentido de autosuficiencia en el diario vivir. De un solar lleno de escombros producto de la demolición de un estorbo público, ha nacido un pequeño ecosistema de huerto que sirve de laboratorio para ampliar mis conocimientos y los de mi familia sobre la tierra. Así las cosas, van cambiando las funciones de espacios, por lo que la terraza de mi casa se ha convertido en vivero, y mi jardín en huerto de producción y sustento agrícola. Esto, hasta que tal vez un día podamos cultivar nuestras propias casas.

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En una marquesina Juan Otero Garabís

Allí estábamos: bailando salsa en una marquesina. Era 1973 y celebrábamos nuestra fiestecita de despedida del colegio católico, tras concluir nuestra educación elemental. En ese espacio que no es dentro ni es afuera del hogar, nuestros cuerpos se contagiaban con la energía juvenil incrustada en los LPs. Para mi hermano y yo, esa fue la primera de muchísimas fiestas y bailes de marquesina donde estrenábamos cada disco y ensayábamos nuevos pasos. Fiestas escolares que nos permitían un breve acceso a hogares desconocidos, que respetábamos como templos de nuestra socialización. Ese fue uno de los usos más concurridos que le dieron a sus viviendas las familias recién migradas a las nuevas urbanizaciones que se regaron por Puerto Rico a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, principalmente alrededor de sus antiguos centros urbanos. Debe haber sido a partir de la década de 1960 cuando los desarrolladores incluyeron las marquesinas a sus diseños, signo de que los carros eran miembros imprescindibles de las familias y por ello tenían el espacio más amplio del hogar. Las casas de urba-

nizaciones anteriores, como Roosevelt en Hato Rey y Santa Rita en Río Piedras, no tienen marquesina. Estos nuevos hogares de la híbrida “clase media”, también estrenaban nuevos aparatos domésticos —¡como Los Picapiedras!— : neveras, televisores y componentes. Para ellos, las marquesinas no solo fueron el dormitorio de los automóviles, sino que se transformaron en salas de estar y a sus encementados pisos les pusieron losas, cerraron sus paredes para distanciarse de los vecinos, añadieron uno que otro mueble y allí le celebraron los quince a sus hijas y fiestas a sus escuelas. Así como las marquesinas eran más amplias que las salas, estas extensiones suburbanas eran más grandes que las ciudades a las que inicialmente se adjuntaban. Adquirieron personalidad de barrio, con opacas distinciones de clase social o ingreso económico. En ellas coincidían la escuela pública y la privada, así como en el parque de pelota —y posteriormente las canchas de baloncesto— se divertían jóvenes, de padres de distintas alcurnias, empleos e ingresos económicos. Eran primas de esos seudoguetos del desarro-

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llismo, los residenciales públicos que aún cargaban el mote arrabalero de caserío. En ellas se instalaban el dueño de una pequeña empresa junto al padre de quien sería su empleado. Venía gente del campo, de otros pueblos a ocupar una casa con electricidad y agua potable, y conocía al que llegaba de Cuba o “regresaba” de Nueva York. El componente amplificaba los también nuevos sonidos que caracterizaban ese periodo de transiciones y transformaban el hogar en el centro cultural. Los LPs salseros parecían diseñados para estas fiestas urbanas al mezclar a cada lado sones, guarachas, boleros con algunas bombas y plenas, reproduciendo la sensación del “set” de la orquesta en el baile de salón. De esa manera facilitaban que las parejas se alternaran, cruzaran pasos y miradas como en las calles y en las esquinas de unos barrios in between —como los llamaría Lara López de Jesús—: entre el campo y la ciudad, entre la antigua oligarquía y la clase obrera, entre nuevos ricos y nuevos guetos, entre trovas campesinas y ritmos nuyorquinos.


isión) (El suburbio y la telev Beba García

ARQUITECTURA ENTORNO

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“Será un refugio de amores…”

“La televisión… pronto llegará. Yo te cantaré… ¡y tú me verás!”. Así pregonaba sabrosamente la guaracha en las velloneras. Corría el año 1954 cuando, finalmente, “la caja mágica” hizo su debut en nuestra zarandeada islita. Y escribí “corría” con doble intención, pues los acontecimientos de veras se presentaban en tropel, alborotando la placentera inercia de nuestros jíbaros. Desde el año 1948, habíamos colocado un poeta en Fortaleza. Lejos de retozar entre metáforas, don Luis Muñoz Marín puso en marcha, a toda brida, una componenda encaminada a alcanzar una vertiginosa industrialización criolla. Un fracatán de nuestros paisanos cambiaron el machete por el bolígrafo, y la pava, por un atuendo de cuello azul. Como el recao silvestre, florecieron, en cuanto recoveco, las urbanizaciones y complejos de vivienda, siempre a la sombra del mero centro capitalino. Machacona y diariamente, los rotativos de la época, El Mundo y El Imparcial, publicaban anuncios que instaban a embrollarse en pos de las joyitas más codiciadas del momento: una casa en la metrópoli y, en su interior, el aparato de

televisión más rimbombante que fiaran en la mueblería de turno. Y es que los dueños de estos diarios, Ángel Ramos y Ramón Quiñones, eran igualmente los flamantes propietarios de las dos estaciones que comenzaron a transmitir a través de los canales dos y cuatro. Fue así como se consolidó nuestra incipiente televisión, felizmente convertida, desde su nacimiento, en un apetecible símbolo de estatus para los afiliados a una clase media pujante y soñadora: “Yo tengo ya la casita… ¡y pa’ qué te cuento del canto de telerreceptor (así le llamaban entonces) que le planté en la sala!”. Cuentan las lenguas venenosas que algunos fantoches se ocuparon de sembrar las prominentes antenas en sus tejados, sin que les alcanzara el bolsillo para hacerse —¡qué detallito!— del aparato de rigor. No tardaron las residencias capitalinas y sus ocupantes en salir a relucir en los libretos televisivos. Las protagonistas de La criada malcriada —Azucena, Flor Rosa y Petunia— eran las típicas campesinas que se habían apeado de la jalda para venir a dejar el pellejo en la losa, que dirían ellas. Posteriormente, se estrenaron mu-

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chos programas que reincidían en el tema de los metropolitanos aposentos, entre estos: Se alquilan habitaciones, Barrio Cuatro Calles, En casa de Juanma y Wiwi, El condominio, Los Seijo Díaz, Mi familia, La pensión de doña Tere y, por supuesto, Los García, la más insigne familia de Parque Florido (Floral Park en Hato Rey). Así las cosas y en pro de la diversidad, el teledramón Marta Lloréns cargó con la primicia de trasladar su manoseado idilio a un residencial público. Con el paso inclemente del tiempo, se esfumaron los sueños de los mentados pioneros de nuestras plantas televisoras, cuya lista amplío con dos nombres infaltables: Tommy Muñiz y Rafael Pérez Perry. A todos ellos se les fue la vida en el intento de puertorriqueñizar la iluminada pantalla. Tal vez morirían dos veces si pudieran ver las aguas donde chapaletea hoy día su magnífico legado. Cuando todavía algunos de ellos hacían malabares para mantenerse en la cresta de la ola, don Cholito, inadvertidamente, lanzaba advertencias proféticas por televisión: “Nos puede comer un caballo mella’o…”.

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Parada, pasadizo, paraje: suburbio y literatura il

Guillermo Rebollo-G

La gente va prefiriendo leer de cómo se vive. ¿Será este un adagio acerca de la relación entre la literatura y el público lector? ¿Qué tal si se vive y se lee en el suburbio? ¿Qué nos dirá la literatura puertorriqueña reciente acerca de esa estructuración espacial y social de nuestras vidas? Dice que “[t]ambién la gente va prefiriendo vivir en cajones/ Redondos, maduros y con sus lindos patios/ E ir de visita a donde lo conozcan”.1 También la gente necesita escapar. En el cuento “Pasadizo”2 de Vanessa Vilches una pareja con años largos de convivencia hace un hueco en la pared de su dormitorio, cuidando no llamar la atención de los vecinos ni de los guardias de seguridad de su urbanización. Hacen el hueco, se asignan días y horarios de fuga, llegan a un acuerdo sobre cómo y cuándo regresar. Esto, con el fin de hacer más tolerable la vida en el cajón cuando el cúmulo de la cercanía acostumbrada pesa duramente sobre el ánimo de los personajes. El hombre y la mujer regresan aliviados, dispuestos a retomar las rutinas del espacio doméstico. Escribe Vilches: “Para cualquiera habría sido el estado perfecto, la convivencia exacta. Se está cuando se “Vivir en cajones, vivir de visita” de José Miguel Curet en De visita/Simples rutinas (Alamala, 2002) 2 “Pasadizo” de Vanessa Vilches en Espacios de color cerrado (Callejón, 2012) 1

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quiere porque hay la posibilidad de escapar”. Sépase que el hombre un día no regresa. Sépase que la mujer lo espera, “estancada”. “Te he buscado en cada esquina/ del inocuo continente/ será que te tengo de frente?/ que te tengo de vecina?/ que el downtown y la gomina/ y la mugre de tus manos/ son hologramas arcanos/ que tu promesa epiléptica/ murió esa noche antiséptica/ en los suburbios lejanos”.3 Sucede que su negrita se fue y la voz poética va tras su pista y cruza el mismo paisaje suburbano una y otra vez a través de diversas geografías: Puerto Rico, Nueva York, California. Nada, que el suburbio encuentra su origen en su repetición. Que entre el encierro casero y el desparrame urbano, perderle la pista al otro es el pie forzado de nuestra cotidianidad compartida. El suburbio entonces afea el afuera, y destierra al individuo de las coordenadas precisas y preciadas de su vida interna. ¿Hacía dónde escapar entonces?¿Cómo trazar las líneas de fuga?¿Acaso hay un hueco en mí?¿En ti? “[O]lvidemos las noticias de las 6 por un día y salgamos/ de los refugios con control de acceso/.../aquí, en este pedazodeisladentrodeunaisla/ inventemos más “En los suburbios lejanos” de Urayoán Noel en Kool Logic /La lógica kool (Bilingual Press, 2005) 3

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parques sin techo/ para que las chiringas regresen”.4 De lo contrario, el pronóstico es aterrador: la isla hecha pedazos o la isla made in Guaynabo. ¡De Torrimar a San Patricio, todo boricua guaynabicho!: “Y comprar es lo que mejor sabes hacer./ Eres el pie en la bota del Estado./ Y ese pie tiene gangrena...”5 ¡Uy! Pero que no cunda el pánico pues los cuatro jinetes del Apocalipsis también tienen que identificarse con el guardia en el portón. ¡Y que pasen, cómo no! ¡Que derrumben los cajones, las paredes del dormitorio con todo y sus huecos! ¡Que sepulten nuestras rutas de escape! Al fin y al cabo, escribe Vilches, “[n]o es tan perfecto el círculo, saben, por más hermoso que se piense. Luego de muchas horas de contemplación siempre aparece una fisura, una línea recta que lo atraviesa y estropea su perfección.” “Parada Ciudad-Miedo” de Keshia Gutiérrez, en Plomos: Antología (Atarraya Cartonera, 2012) 5 “Guayna[bito/bicho]” de Miguel Adrover Lausell en Plomos: Antología (Atarraya Cartonera, 2012) 4


ARQUITECTURA

Lógicas suburbanas

Los orígenes de la casa suburbana puertorriqueña: domesticación, disciplinamiento, género Melissa Fernández Arrigoitia

A principios de los años 60, la revista puertorriqueña Hoy, dedicada a ‘ayudar a los dueños de casas a mejorar sus hogares’ llevó a cabo un concurso para ‘mejorar’ propiedades privadas porque las ‘familias que crecen requieren casas más grandes’ y ‘más espacio es una necesidad para una vida más cómoda’. Entre las veintiún obras planteadas como ‘necesarias’ se incluían: ‘Preparar un almacén en el patio para poner desechos… añadirle un apartamento para los abuelos… Permita que el nene tenga su cuarto… Convierta su porch o balcón en una antesala… Haga un cuarto para el lavandero… Mejore la entrada… Añádale un cuarto para trabajar en carpintería…’. El ímpetu por ampliar el hogar formaba parte de una lógica suburbana que creció exponencialmente a partir de los años 50 en Puerto Rico, cuando a pesar de una realidad económica desfavorable, los préstamos de la Federal Housing Association permitieron la incorporación masiva de las clases trabajadoras

y medias al mercado de vivienda privada. Según miembros de la Junta de Planificación de aquella época, ‘la familia tiene que aspirar a los estándares de la casa propia; contar con los medios para mejorarla, para así ayudarla a evolucionar’ (Passalacqua 1951:8). La filosofía oficial del emergente Estado Libre Asociado (ELA) y su Corporación de Renovación Urbana y Vivienda (CRUV) (1960) pronunciaba la propiedad privada como una inversión que protegería el futuro familiar a través de la herencia. Es decir, el éxito y progreso económico de la familia idealizada tenía que manifestarse a través del cuido continuo y la evolución física de la casa propia. En otra publicación oficial de la Junta de Investigación de Vivienda del ELA (Ávila Sánchez 1958), vemos cómo la casa unifamiliar del suburbio americano se usó como referente científico para elaborar el ideal residencial en términos de ubicación y diseño para la clase trabajadora puertorriqueña [IMAGEN 1]. Su localización tendría que ser cerca del centro, en un ambiente

Imagen 1: Diagrama de espacios para una casa típica norteamericana de una sola planta (Ávila Sánchez, 1958)

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tranquilo y asilado con árboles, que diera una sensación rural y de exclusividad, y que permitiera la futura expansión de la estructura residencial. El color y la vegetación del entorno inmediato tendrían que tomarse en cuenta para aparentar amplitud, y los materiales de construcción debían ser económicos y sencillos (por ejemplo, plywood y masonite). Basada en conceptos e imágenes míticas del Americanway of life [IMáGENES 3 y 4], esta fórmula criolla integraba el deseo romántico de los migrantes rurales de acceder a la vida urbana sin perder su pedacito de tierra, mientras el Gobierno establecía un imaginario de prosperidad y progreso a través del símbolo capitalista de la casa en propiedad (Cotto 2007, Safa 1995, Caplow et al. 1964). Más allá de su importante rol en la narrativa de progreso y desarrollo que se implantaba a mediados del siglo XX, la casa era también un artefacto arquitectónico y cultural que servía como mecanismo de ‘domesticación’, codificando los espacios y usos del hogar suburbano en términos de género (Wigley 1992). Por ejemplo, el informe de la Junta citado también sugería relaciones espaciales ideales entre los cuartos domésticos: ‘…acceso a baños sin cruzar espacios, para ser accedidos por pasillos para mayor privacidad…; conexión directa a la sala y la cocina para salvar a la ama de casa de viajes largos y tortuosos, con la cocina concebida como el centro de la economía doméstica…; suficiente espacio de clóset; separar los niños de acuerdo a su sexo construyendo tres cuartos…’. Aquí, como en la revista Hoy, la materialidad de la casa moderna —sus adentros y sus afueras— reproducen y vigilan pares binarios que vinculan lo público con el trabajo y lo masculino (lo cognitivo), y lo privado con lo doméstico y femenino (el cuerpo). La ‘comodidad familiar’ suburbana que promocionaban estas publicaciones se sustentaba en estos dualismos; se invisibilizaba la labor de reproducción social de la mujer mientras se venera-

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Imagen 2: Residencial San Antonio. Colección del Departamento de Instrucción Pública. Archivo General de Puerto Rico. Instituto de Cultura Puertorriqueña (Roskam, 1946)

ba el trabajo remunerado del hombre. En relación a estos parámetros tradicionales, el diseño residencial intentaba garantizar la felicidad doméstica movilizando una serie de imperativos sociales (‘cuarto para recreo’, ‘paredes de screens para diversión en el patio’, ‘cocina para ama de casa’, ‘pasillos para privacidad’, ‘cuartos separados por sexo’ etc.) basados en conceptos y modelos estadounidenses de un home sweet home. Esa visión blanca, heterosexual y de clase media producida en un contexto colonial respondía, por un lado, a las transformaciones sociales que iban transcurriendo dentro y fuera del hogar y, por otro, a una creciente ansiedad moral en torno a los cuerpos oscuros y pobres que vivirían dentro de estos nuevos suburbios.

ENTORNO23

Género, progreso y desarrollo nacional

El desplazamiento masivo de trabajadores rurales hacia las áreas urbanas a partir de la industrialización isleña en los años 30, aunque necesaria, se proyectó oficialmente como un desorden incontrolable que empobrecía el paisaje urbano (Santiago-Valles 1994). La estética del arrabal no concordaba con la noción moderna de movilidad ascendente que se promovía en aquel entonces, y el subdesarrollo económico en general se vino a representar como provocado por dicha sobrepoblación. Dos figuras discursivas opuestas emergieron en ese contexto: la de la mujer o madre pobre, racializada como negra que obstaculizaba el progreso y desnutría la formación de capital a través de su sexualidad peligrosa y su fertilidad excesiva e


que sí ocurrían y desestabilizaban las normas tradicionales hogareñas se describían popularmente como evidencia de la fragmentación de la cultura tradicional. Así, como en tantos otros proyectos coloniales de construcción (masculina) de la patria, el cuerpo sexualizado de la mujer puertorriqueña (la ‘madre’ de la nación) se convirtió en uno de los principales focos discursivos del debate cultural y político (McClintock 1995; Stoler 2002). En este marco, la mujer puertorriqueña se enfrentaba a dos tareas simultáneas —la de asegurar un pasado idealizado y un presente y futuro modernos—. La planificación urbana cumplió un rol especial dentro de esta lógica ya que la construcción de vivienda era un

aspecto central del proyecto socioespacial más amplio que buscaba civilizar y modernizar al nuevo puertorriqueño. Imaginarios visuales de la nueva mujer suburbana

Un breve análisis visual de la portada del Sunday San Juan Star Magazine del 1963 (cuya audiencia estaba limitada a los angloparlantes) y de una foto de archivo de un nuevo residencial público nos permite ver cómo algunas de las dinámicas descritas se representaban y difundían en la época. En la primera, una mujer blanca hace de madre feliz de una familia nuclear. Nos mira, parada en el centro de un patio suburbano, como si fuera la única que activamente controla los elementos que la rodean. La información que tenemos es ambigua. Por un lado, su ropa y acciones (barbacoa de fin de semana) sugieren que puede ser una trabajadora moderna que retiene su rol explícito como esposa y madre. Por otro, el hombre sentado, servido por la mujer, puede significar el ‘descanso’ del jefe y sustentador de la familia [IMAGEN 4]. Al situarla en medio de esta escena dominguera, su lugar entre lo moderno y lo tradicional queda subrayado tácitamente. Esto, junto con la serenidad del patio suburbano y el BBQ americano alude al híbrido cultural idealizado que prometían los modos y espacios de vida suburbanos. Como ha argumentado Stuart Hall (1997), las producciones visuales solo nos permiten ver la mitad de la historia; la otra mitad, la que está implícita pero no mostrada, tiende a ser tan o más significativa. En esta imagen, el conflicto que pudo haber generado una redefinición de la mujer como trabajadora moderna queda omitido. Invisibilizar su posible trabajo ‘público’ y reinsertar su cuerpo femenino (pero con pantalones modernos) firmemente dentro del núcleo familiar doméstico permite la perpetuación del modelo tradicional mientras se esconde la lucha real que existía en aquel tiempo

Imagen 3: Portada de Sunday San Juan Star Magazine, septiembre 29, 1963

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ARQUITECTURA

irresponsable [Imagen 2]; y la de la mujer blanca de clase media que mejoraba la nación por sus virtudes de decencia femenina como madre que, con métodos anticonceptivos, lograba reproducir modelos tradicionales de género a la vez que modernizaban la nación con su nueva familia nuclear y reducida [IMAGEN 3]. Aunque el modelo de familia nuclear produjo un aumento en el número de mujeres trabajadoras, esto no eliminó su continua responsabilidad ‘privada’ por las relaciones familiares, la necesidad e invisibilidad de su labor doméstica y reproductiva, ni las relaciones conflictivas entre hombres y mujeres dentro de la casa (Pérez-Hernanz 1989.; Safa 1995). Los cambios


Referencias Ávila Sánchez, R., 1958. Estudio sobre el diseño de viviendas a bajo costo en Puerto Rico, Junta de Investigaciones sobre Viviendas de Puerto Rico: ELA. Caplow, T., Stryker, S. & Wallace, S.E., 1964. The Urban Ambience: A Study of San Juan, Puerto Rico, Totowa: The Bedminster Press. Colón-Warren, A.E., 2003. “Empleo y reserva laboral entre las mujeres en Puerto Rico”. In L. Martínez Ramos & M. Tamargo López, eds. Genero, Sociedad y Cultura. Río Piedras: Publicaciones Gaviota. Cotto Morales, L., 2007. Desalambrar: Orígenes de los rescates de terreno en Puerto Rico y su pertinencia en los movimientos sociales contemporáneos, San Juan: Editorial Tal Cual. CRUV & ELA, 1962. La filosofía del Gobierno de Puerto Rico y los programas de la CRUV. Imagen 4: Una familia típica en el residencial público ‘Villa Kennedy’. Suplemento 31 octubre, 1971. Proyecto Digitalización El Mundo, Fólder No. 4867, # 996418

por armonizar su rol como mujer, ciudadana y trabajadora (Colón Warren 2003). Es decir, se impone la idea de una conexión apacible entre la familia, el hogar y el trabajo. El frondoso patio tropical de la casa unifamiliar suburbana provee el espacio adecuado para desempeñar los roles de género deseados y disfrutar de los beneficios y placeres del capital generado por el trabajo. En la última imagen podemos ver este éxito desde la perspectiva del interior de un apartamento público que emula la domesticidad sociomaterial suburbana. Aquí, los muebles y la decoración establecen un contraste no conflictivo entre lo moderno (televisión, sofá de cuero para leer el periódico) y lo tradicional (cuadros religiosos, mujeres trabajando sobre la mesa del comedor). Al mismo tiempo, los roles de género son explícitos: la sala-comedor está sellada por cortinas femeninas y contiene toda su acción (y nuestra mirada) en el interior, pero la posición corporal del hombre sonriente y los muebles de ocio sugieren que él es el trabajador público y jefe de familia.

Los roles de las mujeres, cuyas caras no se ven, son, como las cortinas, claros y relacionales: existen para servirle y darle espacio y comodidad a él. En ambas imágenes podemos ver como cuestiones de género atraviesan la construcción simultánea de la figura del ciudadano-trabajador y una moralidad privada y doméstica adecuada. El concepto de comodidad que los espacios y el diseño de las casas suburbanas promovían está plasmado aquí, atravesado por aspectos de género, raza y clase. En los mundos felices de estas fotos, donde la fantasía de propiedad se cumple, la ‘otra’ mujer —la negra, pobre, urbana y sus modos de vida— queda fuera de plano, rechazada. En esta brevísima incursión histórica, la casa suburbana se planteó como un híbrido sociotécnico que recoge trayectorias entrecruzadas y heterogéneas (Lefebvre 1991; Massey 1994). En este sentido, la casa suburbana puertorriqueña se debe entender como una expresión que divide género, clase y raza a través de construcciones dominantes y superpuestas.

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ENTORNO23

Hall, S., 1997. Representation: Cultural Representations and Signifying Practices, London: SAGE. Hoy, 1960. “Para ayudar a los dueños de casas a mejorar sus hogares”. Hoy: La Revista de Puerto Rico. Lefebvre, H., 1991. The Production of Space, Oxford: Basil Blackwell. Massey, D., 1994. Space, Place and Gender, Cambridge: Polity Press. McClinktock, A., 1995. Imperial Leather: Race, Gender, and Sexuality in the Colonial Contest, New York: Routledge. Passalacqua, C.M., 1951. La vivienda popular y la familia puertorriqueña: un enfoque práctico a un serio problema, Junta de Planificación. Pérez-Hernanz, C.A., 1988. “Del campo a la ciudad: La proletarización de la mujer puertorriqueña en el proceso de urbanización”. Plerus, 21, 113-123. Safa, H.I., 1995. The Myth of the Male Breadwinner: Women and Industrialization in the Caribbean, Boulder, CO: Westview Press. Santiago-Valles, K., 1994a. “The Unruly City and the Mental Landscape of Colonized Identities: Internally Contested Nationality in Puerto Rico,” 1945-1985. Social Text, 34(Spring 1994), 149-163. Stoler, A.L., 2002. Carnal Knowledge and Imperial Power: Race and the Intimate in Colonial Rule, Berkeley: University of California Press. Wigley, M. 1992 ‘Untitled: the Housing of Gender’ in Colomina, B. (ed.) Sexuality and Space, New Jersey: Princeton University School of Architecture.


PROYECTO DE LA EDICIÓN

PRESENTA ARQUITECTURA

Intervenciones en Título del artículo solares suburbanos

Nombre delde Redacción Autor ENTORNO

Los proyectos de la edición incluidos en estas páginas son muestras de intervenciones en solares dentro de contextos de índole suburbano o residencial. La convocatoria para los proyectos pedía muestra de intervenciones que ayudaran a que el área sea más densa, diversa y activa. Algunos de los ejemplos que aquí se presentan incorporan cambios de uso y aumento en densidad en estructuras existentes, y algunos otros muestran nuevas tipologías multifamiliares en solares baldíos. Actualmente, el reto de mejorar y reconsiderar nuestros contextos suburbanos y cotidianos es un imperativo social y económico. Con una infraestructura desparramada que envejece y urbanizaciones residenciales que en ocasiones se vacían o jamás se ocupan, se debe intentar trabajar con lo existente de un modo innovador y creativo. En el proceso, se pueden generar lugares más diversos, que motiven el encuentro, que hagan mejor uso de nuestros recursos por medio de intervenciones más densas y que incorporen sistemas y estrategias sostenibles. Los proyectos a continuación intentan dar cara a estos retos por medio del diseño arquitectónico y la consideración activa de estos parámetros.

PE1

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Arkitektura Showroom FUSTER + Architects

EcoHab: viviendas verdes asequibles affordable green homes Abruña & Musgrave Architects

Dream Inn Coleman-Davis Pagán Arquitectos

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Santa Rita Apartments Jorge Rigau, FAIA – Arquitectos, PSC

Condominio Santa María ACC Architects, PSC

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PE1 Arkitektura Showroom Puerto Nuevo, Puerto Rico FUSTER + Architects

Plano de ubicación

Planta tercer piso

Este proyecto queda emplazado en la avenida Roosevelt, a la altura de la urbanización Puerto Nuevo, en un segmento que en sus inicios era residencial y que se ha transformado casi en su totalidad a uno comercial (anteriormente el sitio era usado como sucursal bancaria). Por eso, entre los aspectos que había que atender era la falta de adecuación del diseño del predio a los nuevos usos comerciales del lugar. Se planteó pues, maximizar los pies cuadrados permitidos, estratificar los usos del local, reciclar partes de la estructura existente y abrir la fachada principal a la calle. Por otra parte, aunque la edificación actúa como un relleno urbano, también reconoce la contaminación sonora y visual de la avenida a través de sus espacios introvertidos y apacibles llenos de iluminación natural. El diseño del proyecto es una solución de bajo costo para un showroom para equipamientos y enseres de casa (para cocinas y baños). El diseño se desarrolla empleando las siguientes premisas:

Planta primer piso N

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Planta segundo piso

ENTORNO23


Espacio neutral

La nueva estructura tiene un ambiente neutral primordialmente para poder funcionar como telón de fondo para la mercancía presentada. Tonos de blanco y gris dominan también en la fachada. La única excepción son las dos áreas de color roja, derivadas del mismo color utilizado en el letrero exterior de la tienda, una ubicada en el tragaluz de entrada y otra en la pared de la escalera en el segundo piso. La fachada es lo más abierta posible y tiene diferentes niveles para poder exhibir diversas mercancías. La tienda utiliza la luz natural para poder operar durante el día. La luz natural define la entrada y la secuencia principal del proyecto: baña la pared posterior de la tienda y le provee un efecto particular a la fuente. La fuente fue creada empleando cabeceras de ducha de baño para aludir humorísticamente a los productos disponibles en la tienda. Además, provee sonido de ambiente para proveerle una experiencia de compras relajada al cliente.

ARQUITECTURA

Luz y sonido

Tragaluz de color en el interior de la tienda

Terminaciones en concreto y presupuesto limitado

FICHA TÉCNICA

El concreto es el material más abundante y económico en la Isla. La construcción fue realizada por obreros poco especializados, así que algunas de las superficies se mantuvieron con ese aspecto crudo –como elemento de diseño– en vez de disimular esas imperfecciones. Estas terminaciones son complementadas por superficies en yeso liso. La intervención cuenta con una estructura existente que se reutiliza combinada con muros de concreto en las intervenciones de la periferia (las intervenciones principales ocurren en la periferia del solar, dejando la escalera y los pisos y niveles ya existentes).

Volúmenes con ventanas en la fachada principal

Proyecto: > Arkitektura Showroom

Equipo de trabajo en > Nataniel Fúster oficina de arquitecto: Heather Crichfield George Stewart José Pagan

Tamaño de estructura: > 2,000 p.c.

Firma/Oficina: > FUSTER + Architects

Fecha de construcción: > 2011

Fuente empleando cabeceras de ducha de baño

Tamaño del solar: > 5,000 p.c. Cliente: > ARKITEKTURA Consultores: > NEO Engineering, eléctrico / Paul J. Vagnetti, estructural

Localización: > Puerto Nuevo, Puerto Rico

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PE2 EcoHab: viviendas verdes asequibles affordable green homes Río Piedras, Puerto Rico Abruña & Musgrave Architects

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Plano de ubicación

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1 sala 2 cocina/comedor 3 baño 4 habitación 5 cisterna 6 patio interior 7 estacionamiento

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Este es un proyecto de vivienda experimental sostenible construido a través del Programa HOME administrado por el municipio de San Juan para el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de EE. UU. (HUD). El mismo fue ejecutado como un proyecto Design/Build. El solar con cabida de 564 M2 se encuentra bajo un distrito de calificación R-I en una calle sin salida. Se construyeron dos unidades las cuales comparten una pared medianera, duplicando así la densidad de ocupación típica de urbanización. Las viviendas constan de tres dormitorios, sala, baño y cocina/comedor con área bruta de 900 y 920 PC. Fueron ensambladas en sitio con paneles prefundidos de alto rendimiento térmico. Cada unidad cuenta con un área de estacionamiento y áreas de siembra de bajo mantenimiento. El solar fue seleccionado no solo porque fue previamente impactado, sino además por su proximidad peatonal a diversas amenidades y necesidades urbanas incluyendo: iglesia, parque, farmacias, supermercado, oficinas médicas y legales, salón de belleza, cafetería, taller automotriz, cuido de niños y parada de guaguas, entre otros. Las casas cuentan con un sistema que la oficina denominó como: Transformabilidad Pasiva. Paredes plegables de persianas operables de plástico reciclado permiten la transformación de los espacios interiores para acomodar diferentes usos y cambios en la estructura familiar, sin necesidad de procesos de demolición ni construcción. Estos cambios se pueden lograr en cuestión de minutos. El uso de patios interiores promueven la ventilación e iluminación natural. Las ventanas BrightShade®

Planta de piso

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Fachada del proyecto

(inventadas por el arquitecto y fabricadas localmente por Valcor) son de alto rendimiento energético. Las viviendas cuentan también con calentadores de agua solares, sistemas de cosecha de aguas de lluvia, reutilización de aguas grises e inodoros de bajo consumo de agua. Un sistema de medición neta interconectado con la red de la Autoridad de Energía Eléctrica les permite a los propietarios vender y comprar energía de la Autoridad según su gene-

ENTORNO23

ración a través del sistema fotovoltaico instalado. Con ligeros ajustes por los usuarios, estas casas pueden ser neutras en su consumo de energía (Net Zero Energy Homes). Son las primeras viviendas en Puerto Rico en certificarse Energy Star y se encuentran en proceso para certificarse en el sistema LEED for Homes. Las dos unidades están actualmente disponibles para la venta con subsidios de HUD de hasta 50% de su costo.


ARQUITECTURA ENTORNO

Patio interior y sala

Ventana BrightShade ®

Tragaluz del patio

Proyecto: > EcoHab

Tamaño de estructura: > Ecohab-Modelo Rectángulo Tropical: 900 p.c. Ecohab-Modelo Línea Tropical: 920 p.c.

FICHA TÉCNICA

Equipo de trabajo en > Fernando Abruña oficina de arquitecto: Margaret Musgrave Marcelino López

Cliente: > Programa HOME de Housing and Urban Development (HUD) Departamento de la Vivienda, Municipio de San Juan

Firma/Oficina: > Abruña & Musgrave Architects Localización: > Calle Gonzalo Philippi #771 Urb. Los Maestros, Río Piedras Puerto Rico

Patio interior y sala

Tamaño del solar: > 564.29 m.c. (6,074 p.c.)

Consultores: > Antonio Cruz, EIT & Arq. Manuel Martinez, estructura Ing. Ricardo Ortiz & Asociados, electricidad Ing. Gerardo Cosme, sistema fotovoltaico Arq. Fernando Abruña, Ing. Peter Palos, sistemas de cosechas de aguas de lluvia y re-uso de aguas grises Fecha de construcción: > enero 2012 a diciembre 2012

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PE3 Dream Inn Ocean Park, Puerto Rico Coleman-Davis Pagán Arquitectos

Plano de ubicación 1 área común 2 habitación 3 baño 4 elevador 5 pasillo 6 piscina 7 estacionamiento

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Una familia de comerciantes de la India, inmigrantes pero residentes del sector de Ocean Park por más de 30 años, decide transformar una propiedad —un tanto inservible— en una casa de huéspedes, enfocada al mercado de viajes en grupo, el cual requiere contar con áreas comunes de reunión y confraternización. La calle McLeary, arteria principal del sector costero-capitalino, está evolucionado de casas de familia (de alrededor de la década del 1950) a un sector comercial liviano con usos tales como oficinas profesionales, además de viviendas multifamiliares y casas de huéspedes. La cercanía a la playa y su localización privilegiada, entre las más densas zonas turísticas de el Condado e Isla Verde (con el aeropuerto internacional), hace a Ocean Park particularmente atractivo para desarrollar pequeñas hospederías tipo boutique.

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Planta 2do y 3er nivel

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El diseño

Las fachadas actúan como membranas permeables que filtran la luz y el aire y al mismo tiempo sirven para amortiguar el sonido en las áreas más privadas de la hospedería. Mediante un “filtra sol” se procura la protección climática y acústica para los espacios internos, ya que la estructura se ubica

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calle McCleary

Planta primer piso

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ENTORNO23

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ARQUITECTURA FICHA TÉCNICA

frente a una calle considerablemente transitada. Además, se busca ambientar la estructura y a su vez el entorno inmediato —hoy día sin mucha vegetación u otro particular atractivo urbano—. El “filtra sol” se inspira en el arte hindú, especialmente la textura de filigrana utilizada en su arquitectura tradicional. Busca la simple esencia de esta geometría delicada y repetitiva —que al mismo tiempo toma en cuenta las opciones reales de fabricación dentro de un presupuesto módico— y se redujo la ‘filigrana’ de tres tipos de bloques en hormigón prefabricado siguiendo un patrón geométrico deliberado. Se anticipan infinitas posibilidades de juego de luminosidad: de día

(reflejo solar) o de noche (trasluz de adentro hacia fuera). Las trece habitaciones, todas con vista hacia el sur o el norte, se organizan internamente alrededor de un espacio central que permite que entren las brisas y la luz natural. Todas las habitaciones están bien iluminadas y pueden ventilarse de manera natural. Por medio de una escalera minimalista de acceso, se genera un eje este-oeste que se eleva desde la tierra hasta la azotea. Las funciones de actividad “común” y la administración de la hospedería se desarrollan en la parte posterior del solar. Los patios son extensiones sensibles del área bajo techo, que se definen por los costados mediante verjas

(y portones) verticalmente articuladas y al fondo con una piscina lineal que procura un efecto refrescante y paliativo. Se aprovecha la azotea, la cual crea un área de mirador semitechado para actividades de relajación de los huéspedes y donde se crean áreas de siembra. Desde este promontorio privilegiado se permiten vistas hacia las montañas (sureste), la playa (norte) y el resto del vecindario-ciudad. Los solares típicos como este en la calle McLeary son bien reducidos, de solo 300 metros cuadrados. Se llevó el volumen del edificio al máximo permitido por la zonificación (RT- 3), o sea, 3,500 pies cuadrados y nueve metros de altura (sin incluir el techo del mirador y cuarto de máquina del ascensor).

Proyecto: > Dream Inn

Localización: > Calle McLeary 2009 Ocean Park, San Juan, Puerto Rico

Equipo de trabajo en > José R. Coleman-Davis Pagán, oficina de arquitecto: AIA / Yadira Adorno Pomales / Shellar M. García Córdova / Edgardo D. Ocasio Roig / Yanitza González Maldonado / Víctor Nieto Villalón / Wilfredo Pérez Espino / Valorie Alicea Chinea / John Santos Ríos / Tamaris Alvarez Custodio / Edward Ramírez Saez

Firma/Oficina: > Coleman-Davis Pagán Arquitectos

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Tamaño del solar: > 300 metros cuadrados

Tamaño de estructura: > 3,500 pies cuadrados

Cliente: > Dream Inn Puerto Rico, Inc.

Contratistas: > Julio Vega Figueroa (general) /José M. Quiñones (electricidad/telecom) Gabriel Fuentes Jr. Const., Co., Inc. (pilotes) / Caribbean Cast Stone (bloques prefabricados) / Santiago Metal Mfg. Corp. (herrería) / Luís Betancourt (ebanistería) / EspaMex, LLC (impermeabilización) / Air Master (ventanas) / Professional Elevator Services, Inc. (ascensor) / JR Water System (calentadores solares & cisternas) / RK Power / Kong Generadors (generador emergencia) / Multi System Contractors, Inc. (aire acondicionado) Fecha de construcción: > 2011 - 2014

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Fotos: Jorge Rigau, FAIA / Maria Elena Emmanuelli, AIT

PE4 Santa Rita Apartments Río Piedras, Puerto Rico Jorge Rigau, FAIA – Arquitectos, PSC El proyecto comprende dos edificios de ocho plantas y 126 apartamentos de 1, 2 y 3 habitaciones, con áreas comunes en las azoteas. Se ubica en la urbanización Santa Rita, entre las calles Córdova Dávila, Peregrina y la avenida Universidad. Sería de importancia considerar que la escala residencial unifamiliar de Santa Rita hoy día representa menos del 20% de los edificios de la zona. La construcción es en

Inventario de Santa Rita, Cabrera y Blondet, Río Piedras (realizado en junio de 2007)

* Se incluyen aquí todas las residencias edificadas originalmente como tipología unifamiliar, irrespectivamente de que varias operan ahora como casas de vecindad o inquilinatos y algunas otras responden a una nueva zonificación comercial

Tipologías de vivienda colectiva / comercio / institucional 82% (Santa Rita 80%)

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1 sala/comedor 2 cocina/lavandería 3 baño 4 habitación principal 5 habitación 6 balcón

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Plantas de piso de los apartamentos

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Tipologías de vivienda unifamiliar* 18% (Santa Rita 20%)

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la vivienda de interés social. Por lo general, las ventanas en los proyectos de interés social se reducen a un mínimo. Por ello, y para reducir la transferencia térmica en las fachadas sur, se colocaron clósets en los muros exteriores para darles profundidad a las caras de los edificios. Estas cavidades en la piel se resaltan con color, para que junto a su composición aleatoria subraye una presencia escultórica. Para minimizar el tránsito en Santa Rita, el complejo se accede vehi-

cular y peatonalmente por la avenida Universidad y la calle Córdova Dávila. También se provee un acceso peatonal por la calle Peregrina. Ya que las vías de acceso presentan pendientes diferentes, cada entrada al proyecto se encuentra a distinto nivel. Cada nivel de estacionamiento (139 espacios en total) queda independizado para distribuir el tráfico por los dos accesos del proyecto.

ARQUITECTURA

hormigón, con paredes de bloque. La altura no excede 75’-0” para evitar costos asociados a requisitos estrictos en los códigos de edificación, por tratarse de un high-rise. Se estimó importante diseñar las fachadas para romper el estereotipo característico a proyectos de interés social de alta densidad. Ya que a través de la escala no se lograría contextualizar el proyecto, se optó por diseñar las fachadas para ofrecer una presencia urbana digna, sin el estigma asociado a

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PARKING FLOOR PLAN (SECOND LEVEL)

Proyecto: > Santa Rita Apartments Equipo de trabajo en > Jorge Rigau, FAIA José Lorenzo-Torres, AEE Jorge De Cardona, AEE

FICHA TÉCNICA

Firma/Oficina: > Jorge Rigau, FAIA – Arquitectos, PSC

Tamaño del solar: > 3,649.86 m.c. | 39,286.77 p.c.

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Tamaño de estructura: > Área de estacionamiento es de 26,972 p.c. Planta de apartamento típico es de 8,290 p.c. (un solo edificio) 8,290 sq. ft x 2 edificios = 16,580 p.c. | 16,580 p.c. x 7 pisos = 116,060 p.c. Área Comunal en el techo: 1,762 p.c. (un solo edificio) 1,762 p.c. x 2 edificios = 3,524 p.c.

Localización: > Rio Piedras, Puerto Rico

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Planta del segundo nivel

Cliente: > Ing. Luis F. Muñiz Barletta MUBA Group, LLC

Consultores: > Project Management, Ing. Joe Vizcarrondo e Ing. Ismael Sánchez– Desarrollos Metropolitanos, LLC / Estructura, Ing. David McCloskey– DMSE, PSC / Electricidad, Ing. Jaime López Molina–JLM, PSC / Mecánica, Ing. Francisco Maté–FJM Engineering, PSC / Civil, Ing. Frank Collazo–Frank Collazo y Asociados Fecha de construcción: > octubre 2010- noviembre 2011

CAAPPR

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PE5 Condominio Santa María Cupey, Purto Rico ACC Architects, PSC

Plano de ubicación 1 sala/comedor 2 cocina 3 baño 4 habitación principal 5 habitación 6 balcón 7 lavandería

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Planta del estacionamiento primer nivel 7 2

El condominio Santa María se ubica en un solar de 4,952 metros cuadrados en la PR-177, previamente baldío. Se compone de una estructura residencial de 68 apartamentos, estacionamiento e instalaciones vecinales. Esta parcela de terreno quedó aislada por el desarrollo de la urbanización Monacillo en su lado sur y la ampliación de la PR-177 al norte. Al ser un terreno con poca cabida, no resultaba costo-efectivo construir viviendas unifamiliares similares a las de su entorno. Por tanto, se determinó densificar el solar y aprovechar sus ventajas en cuanto al acceso directo a una vía estatal y su elevación, que es de las más altas de la zona. Los primeros tres niveles son para estacionamiento de los condómines y visitantes para un total de 233 espacios. Los siguientes diez niveles son de apartamentos, seis por piso para un total de 60. El piso 14 tiene

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Plantas típicas del 1 al 10

Planta del estacionamiento primer nivel

ENTORNO23

N

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6

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comedor, cocina, medio baño y balcón, y la privada de dormitorios. Los sub-penthouses son cuatro, uno en cada esquina y distribuidos como los anteriores. Los penthouses son cuatro, uno en cada esquina y de dos niveles. En todas las unidades de esquina, la puerta principal queda en un vestíbulo que crea una trampa visual al interior. Al entrar, la vista va directamente al ventanal exterior creando así la ilusión de un espacio más amplio.

1 2

Sección C

1 1

1 estacionamiento 2 lobby

FICHA TÉCNICA

ARQUITECTURA

cuatro unidades tipo sub-penthouse y el piso 15, cuatro unidades tipo penthouse de dos niveles. La entrada principal cuenta con doble altura, área de estar, mostrador de información y acceso a los ascensores. En los primeros diez niveles de vivienda hay dos tipos de apartamentos, los de esquina y los interiores. Están diseñados en dos áreas: pública y privada, las cuales están divididas por una puerta. El área pública consta de sala,

Proyecto: > Santa María

Tamaño de estructura: > 207,162 p.c.

Equipo de trabajo en > Arq. Andrés Cermeño (principal), oficina de arquitecto: Arq. Roberto Cruz, Melissa Martínez AEE, Fernando Santiago (delineante principal)

Firma/Oficina: > A.C.C. Architects, P.S.C. Localización: > Cupey, Puerto Rico

Cliente: > Condominio Plaza Mayor, Inc.

Consultores: > Civil: Juan Ayguabibas, P.S.C. Civil Engineer / Estructura: Jorge L. Robert, MSCE, PSC Civil Engineers & Structural Consultants / Mecánica: José Luis Marrero Sicardó, PE Consulting Engineers / Electricidad: The Office of Leonardo J. Vidal Consulting Engineers Contratista: > CMC Construction

Fecha de construcción: > 2006 - 2008

Tamaño del solar: > 53,310 p.c.

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“El espacio urbano reúne multitudes, productos, acciones y símbolos. Los concentra y los acumula. Hablar de ‘espacio urbano’ es hablar de centro y centralidad […]”1

ARQUITECTURA PAISAJISTA

¿Cómo dotamos de experiencias urbanas el territorio suburbano?

Intervenciones que dotan de centralidad el espacio suburbano

Raphael Osuna Segarra Fotos por el autor y diagramas por Michelle Laframboise Calderín

La urbe contemporánea es un territorio cambiante y en constante transformación, sin un límite claramente distinguible entre el centro, lo urbanizado y lo rural. Si algo es evidente, es el desparrame urbano de nuestra Isla. Este, a través de las décadas, ha llevado a extender los límites de la ciudad, o centros, a lugares recónditos donde quizá nunca debió haber llegado la actividad densa —típica de un centro urbano—. El crecimiento acelerado llevó a que nuestros centros diluyeran toda su densidad en una periferia esparcida, generando así un gran territorio suburbano; un gran entramado de actividades no centralizadas cuyos límites 1 Henri Lefebvre, The Production of Space. Oxford: Blackwell (1991) p. 101. (Traducción nuestra.)

no están definidos. A raíz de la estampida de habitantes en búsqueda de un pedazo de tierra propio, y en complot con la propagación del automóvil, el centro se convirtió en un lugar de población flotante. Uno que mantuvo su condición de centralidad, solo en la medida que era suplidor de actividades básicas, diligencias y de consumo para la población que ya no habitaba en él. Al colapsar su infraestructura vial, con insuficiencia de estacionamientos para la gran cantidad de autos, y no apta al individualismo asociado a la suburbia, surge la necesidad de acercar ese ofrecimiento institucional, comercial y de servicios a sus habitantes fuera de los límites del centro. De esta forma se refuerza la descentralización y se ratifica la vida suburbana. El centro consolidado ya no es ese foco principal que atrae el flujo de personas del territorio; se ha dispersado entonces en distintos puntos, nodos o centros diversos del continuo urbano. Es en esos nuevos centros de desarrollo espontáneo y descontrolado en los que ahora nos sentimos en la urgencia de intervenir, pues es en ese

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Bayamón:

Paseo Lineal Rio Bayamón1

1,000’

Ruta para bicicleta y peatones

Las riberas del Río Bayamón y Hondo fueron identificadas en el Plan Regional Metropolitano de San Juan de 1956, por Eduardo Barañanos, como espacios propuestos de potencial esparcimiento, parques y paseos al aire libre.

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ENTORNO23


gran espacio suburbano donde transcurre la rutina diaria de gran parte de nuestros habitantes dentro, y fuera, de la denominada “zona metropolitana”. Este desplazamiento ha contribuido a la creación de centralidades alternas que reclaman su presencia en el territorio, y a la creación de una realidad urbana policéntrica. La centralidad suburbana emerge en zonas que no necesariamente comparten la rigidez geométrica de un centro urbano tradicional, pero sí ocurre en ellas cierto tipo de actividad social y comercial, que de manera espontánea responde a las necesidades de la población que la habita. Reconociendo la importancia y la realidad que vivimos, algunos municipios de la Isla han concretado diversos esfuerzos para dotar de carácter y sentido a zonas con gran potencial de ocupar funciones centrales. Ello en el ámbito del comercio, del ocio, el esparcimiento y la cultura. Son intervenciones que dotan de centralidad a cierto territorio al convocar la vida social y cultural, no solo de su entorno inmediato, sino de todas las comunidades que lo circundan.

Ruta para bicicleta y peatones

El territorio urbano/suburbano de Bayamón puede considerarse como el polo occidental de mayor importancia de la zona metropolitana. Mantuvo su centro urbano delimitado hasta la década de los años cincuenta cuando se comenzó a desvanecer el uso agrario de las haciendas que lo rodeaban para convertirse en terrenos urbanizados. Urbe, que entonces se extendió desmedidamente hasta alcanzar las dos terceras partes suburbanas que componen hoy día su territorio municipal policéntrico. Hace diez años se inauguró el Paseo Lineal Río Bayamón con dos propósitos primordiales, a saber: (i) rescatar la belleza natural de las riberas de los ríos Bayamón y Hondo; y (ii) dotar de actividad y centralidad a varios nodos principales de la suburbia mientras se devolvía la conectividad asociada al río en siglos pasados. La intervención en sus inicios consistió en 5.4 km de dos vías paralelas a la ribera del río Bayamón interconectando los polos de actividad existentes en las comunidades Minillas, Santa Rosa, Santa Ana, Pueblo y Cambija. A lo largo de su recorrido se reconoce la presencia de cada uno de estos nodos complementando la actividad del área con programas como golf, gimnasios al aire libre, áreas de juego, gazebos de actividades comunitarias y concesionarios que añaden a la experiencia deportiva y de esparcimiento. Su carácter se ha vuelto uno regional al conectar, además, diversos centros del área metropolitana a través del Tren Urbano y de su reciente extensión de 3.4 km hacia el norte. Con esta última adición se rebasan los límites municipales, hasta llegar a las desembocaduras de los ríos Hondo y Bayamón en el municipio de Toa Baja. El potencial de esta intervención reside en la futura extensión del paseo lineal paralelo a la costa Atlántica. Sirve así de conector, desde el límite de Guaynabo hasta el municipio de Dorado, y reconoce a su paso todo nodo de actividad existente diversa.

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Paseo a través del Río Bayamón

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Guaynabo:

mejoras urbanas avenida Ramirez de Arellano

Imagen de las mejoras a la avenida

500’

3 Ponce:

Parque Lineal ríos Portugués y Bucaná Ruta para la bicicleta

1,000’

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Carolina:

Parque y Paseo Julia de Burgos

Área de calentamiento y ejercicio

1,000’

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Mayagüez: Parque del Litoral

Pabellón techado

1,000’

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ENTORNO23


Como enmienda al efecto de desconexión causado por la canalización de los ríos en la década de los ochenta, el parque lineal en Ponce interviene con 12 kms de tejido suburbano que reconecta comunidades tradicionales, cuya centralidad nunca se ha perdido, mientras reconoce zonas con centralidad existentes y emergentes. El Parque Monagas, el Parque La Ceiba y otros paseos de contemplación quedan conectados con nuevas intervenciones, como el Parque Ecológico y el Centro de Convenciones, en su ruta hasta la desembocadura en el mar Caribe.

Atrapado en el denso entramado suburbano de las comunidades de Sabana Gardens, Valle Arriba, Villa Fontana y Villa Carolina, con sus múltiples extensiones al este, surge esta espina dorsal verde como respiro a la comunidad. Alrededor de 8 km de veredas, junto con sus pabellones, estaciones de ejercicio al aire libre y el parque acuático para niños enriquecen la experiencia suburbana. El variado ofrecimiento logra que se centralicen una gran cantidad de rutinas y demografías en un mismo lugar.

Junto con la intención de devolverle el frente marítimo a Mayagüez, esta intervención de 2.4 km logra conectar centralidades existentes con nodos emergentes en el territorio. El nuevo complejo deportivo no se convierte en otro bolsillo suburbano, sino en un complejo integrado a través de una serie de programas que dotan de centralidad a la zona. La programación del espacio —con sus plazas, su anfiteatro, su paseo tablado, su villa pesquera, entre otros— fomenta una actividad social, comercial y cultural diversa que enriquece la zona convirtiéndola en un destino.

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ARQUITECTURA PAISAJISTA

Atravesando las comunidades de Torrimar y Garden Hills, 1.5 kms de vía publica urbanizada sirven como conector peatonal entre las comunidades, los pequeños centros comerciales, el complejo deportivo de carácter regional y el Tren Urbano que conecta a otras centralidades del área metropolitana. La avenida sirve como complemento a las actividades deportivas y de esparcimiento que ocurren en el área. Las comunidades aisladas de su entorno han quedado consolidadas y reconocidas en una zona suburbana con carácter de centralidad.

Intervenciones de este tipo reconocen la importancia de rescatar el sentido contemplativo, deportivo, cultural y lúdico de parques como contenedores urbanos. Así se logra contrarrestar el desorden de los suburbios, los cuales se alimentan por la carencia de espacios programados como consecuencia de una acelerada apropiación del territorio. Las intervenciones arquitectónicas, urbanas o paisajistas no solo deben ir enfocadas al centro tradicional. Se debe intervenir sobre toda la ciudad, urbana y suburbana, programando zonas con potencial de ser socialmente dinámicas para definir y reforzar su identidad. Al darle reconocimiento al potencial de centralidad de un territorio se logra dar un espacio a muchos grupos de habitantes temporales que en la ciudad contemporánea se encuentran dispersos y segregados. Y al rescatar estos programas en el entramado suburbano se crean espacios que propician el intercambio social devolviendo al territorio esa preciada característica de la vida urbana. Gracias a esta capacidad de atracción a sus usuarios y habitantes, estas intervenciones adquieren un papel estructurador en el tejido urbano/suburbano contemporáneo. Son estos espacios alternativos al centro los que aglutinan las funciones centrales de una población cuyas necesidades andan esparcidas en el territorio.


Mirada al suburbio

DOSSIER

ARQUITECTURA

Título del artículo

Este dossier profundiza en aspectos asociados al desarrollo, el sustento y las características del suburbio en Puerto Rico. El primero de los artículos, Una mirada al paisaje suburbano, diagrama la evolución y transformación de este tipo de asentamiento y el impacto que tiene en sus contextos aledaños. La segunda aportación, Dando forma a los suburbios, recuenta cómo elNombre atenderdel losAutor efectos de los cambios rápidos y significativos en los asentamientos urbanos requirió acciones gubernamentales para dirigir la forma de urbanizar. Las normas que se desarrollaron hasta la década del 1960 siguen vigentes y todavía son las principales herramientas para organizar y ordenar las urbanizaciones. El tercer artículo, Las servidumbres de equidad, las asociaciones de vecinos y las calles privadas, discute la creación y el impacto de la asociación de residentes como ente regulador de las urbanizaciones cerradas. Además, la autora nos alerta, desde una perspectiva jurídica, sobre los posibles efectos adversos de privatizar las calles en estos recintos. El cuarto artículo, El suburbio y sus paradojas: una mirada antropológica del suburbio, explica cuáles son los objetos de los estudios principales de la antropología urbana y en qué medida, desde esta disciplina, se puede tener otra visión de lo urbano. Finalmente la quinta colaboración, Evolución de los corredores comerciales lineales en algunas de las principales vías del país, evalúa este tipo de intervención comercial como resultado de desarrollos espontáneos que han surgido en la geografía urbana de la isla desde el pasado siglo.

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Una mirada al paisaje suburbano

Michelle Laframboise Calderín colaboró en la investigación y elaboración de los diagramas

Víctor Nieto Villalón

A partir de los años cincuenta, el patrón de urbanizar en Puerto Rico se centró en el desarrollo de urbanizaciones de viviendas unifamiliares en la periferia de las áreas urbanas. Esta expansión residencial resultó en un tejido de baja densidad y poca diversidad de uso, pero que a la misma vez era uno interconectado y fluido. Estas urbanizaciones tradicionales compartían amenidades, instalaciones públicas y espacios recreativos. La introducción del control de acceso en las urbanizaciones residenciales, como respuesta a

A

la ola de crimen de los años noventa, alteró drásticamente ese tejido suburbano. Con la instalación de portones y la construcción de casetas de seguridad, se cortó el tejido vial y las urbanizaciones quedaron aisladas. De ahí en adelante, el control de acceso se convirtió en un elemento importante del desarrollo residencial en Puerto Rico y la seguridad, en un requisito para muchos consumidores. Como las interconexiones y relaciones contextuales perdieron importancia, la configuración de las urbanizaciones respondió más a una lógica interna que permitiera maximizar el número de unidades dentro del terreno. Con esto, el paisaje suburbano se transformó de un tejido interconectado y fluido, a una conglomeración de recintos aislados, eliminándose segmentos completos de la experiencia del territorio. Los siguientes diagramas identifican algunos de los recintos que resultaron del cierre de urbanizaciones tradicionales y del desarrollo de nuevas urbanizaciones que integraron el control de acceso desde sus inicios.

B

C

A Bayamón Sur / B Cupey en San Juan / C Navarro en Gurabo

ENTORNO23


Bayamón Sur

Bayamón / Toa Alta, Puerto Rico Este sector es el límite urbanizado del suroeste del área metropolitana de San Juan. Parte del sector está en el municipio de Bayamón y el resto en el municipio de Toa Alta. Resalta cómo dos franjas de urbanizaciones de acceso controlado se intercalan con urbanizaciones tradicionales. Este contraste entre los recintos aislados y un tejido suburbano fluido e interconectado es una condición constante en el paisaje suburbano de Puerto Rico. También se ve el contraste entre las urbanizaciones y las comunidades rurales del sector. DOSSIER

1. Toa Alta Heights – Comprende parte de la expansión territorial del área metropolitana que ha llegado hasta el municipio de Toa Alta. Esta urbanización no tiene relación aparente con el centro urbano de Toa Alta. 2. Ciudad Jardín III – Esta urbanización de acceso controlado incorpora un eje de área verde y espacios recreativos en su centro. El acceso a las calles residenciales es por el perímetro de la urbanización. Esta fue la tercera y última fase del proyecto Ciudad Jardín. 3. Comunidad Rural – Localizados en el límite urbanizado del área metropolitana, estos caminos vecinales contrastan con las urbanizaciones a las que se adosan, pero no se comunican. 4. Urbanizaciones tradicionales de Bayamón – En el centro de la instancia tenemos un conjunto compuesto de las urbanizaciones Miraflores y Rexville. El sector también incorpora el residencial público Villas de Monterrey. En la parte de abajo de la instancia tenemos otro conjunto compuesto de las urbanizaciones: El Cortijo, Royal Town y Campo Alegre. Todas carecen de control de acceso. 5. Comunidad El Cinco – Esta comunidad queda rodeada por la avenida 167, la avenida 199 y la urbanización San Souci. Su configuración informal y escala contrasta con los patrones de urbanización a su alrededor.

Urbanización cerrada

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100’

200’

N

6. Panorama - Las casas de esta urbanización de acceso controlado están organizadas alrededor del monte donde se ubican. Esto les permite una vistas privilegiadas a su alrededor.

400’

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San Juan, Puerto Rico

r. # 1

Calle Par aná

La construcción del expreso 52 entre San Juan y Caguas facilitó la expansión residencial del área metropolitana hacia el sur del municipio de San Juan. Al norte de la avenida las Cumbres, vemos urbanizaciones tradicionales que fueron cerradas posteriormente y las urbanizaciones de acceso controlado que se desarrollaron hacia el sur. En este sector, la mayoría del territorio ha sido cercado.

Car

PR 52

Cupey

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1. Office Park – Los centros de empleo en áreas suburbanas ocurren como recintos aislados de edificios de oficinas. Su acceso es principalmente vehicular y la relación con su contexto inmediato es limitado.

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Ave. Víctor M. L

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2. Avenida Winston Churchill – Esta arteria comercial ejemplifica un fenómeno en el que casas son convertidas en pequeños negocios. Esto crea un área altamente congestionada de pocos estacionamientos. 3. Calle Madre Teresa Jornet – Esta calle residencial ha quedado intercalada entre la urbanización Villa Hucar y el complejo de walk-ups Paseo Monte.

Ave. Las C um

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4. Los Paseos - Desarrollada en fases durante la década de los 90, Los Paseos fue de las primeras megaurbanizaciones en Puerto Rico. Este complejo está compuesto de 9 suburbanizaciones, cada una con su control de acceso independiente. Entre las suburbanizaciones varían los modelos de casas y las densidades. Su nombre refleja sus calles serpenteantes y el circuito vehicular que organiza el complejo. 5. Montehiedra – Se desarrolló a mediados de la década de los 90, como el componente residencial del centro comercial con el mismo nombre.

PR 5 2

6. Comunidades rurales – Localizadas

en el límite urbanizado de San Juan, se entrelazan pero no se comunican con las urbanizaciones de acceso controlado.

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ENTORNO23

100’

200’

400’

N

Urbanización cerrada


Navarro

Gurabo, Puerto Rico

ENTORNO DOSSIER

Históricamente, el barrio Navarro de Gurabo era un área mayormente rural. Esto cambió en el año 2004 cuando las megaurbanizaciones, como Praderas, Vereda y Sabanera del Río, comenzaron su desarrollo al sur del barrio Navarro. La llegada de estas nuevas urbanizaciones causó que la población de Gurabo creciera un 23%; de hecho, fue el municipio que registró el mayor aumento poblacional en el Censo del 2010 en Puerto Rico. Este crecimiento abrupto resultó en un área residencial con poco apoyo comercial, que al ser servido por una sola vía, experimenta momentos de alta congestión vehicular. 1. Universidad del Turabo – Al igual que muchas de las urbanizaciones con control de acceso, esta universidad existe en un recinto cercado, con una relación limitada con su entorno. 2. Urbanizaciones tradicionales de Caguas – Este conjunto está compuesto de urbanizaciones tradicionales como Caguax, Santa Elvira, Santa Cecilia, y Caribe Gardens. Todas carecen de control de acceso. 3. Comunidad de Navarro – Esta es la comunidad original del barrio Navarro. Su configuración y escala contrasta con las urbanizaciones que se desarrollaron al sur. 4. Veredas – Esta megaurbanización de 748 residencias, tiene una configuración semicircular y se organiza alrededor de un área recreativa central. Resaltan sus áreas verdes y veredas para caminar. 5. Comunidades Rurales – El sector aún mantiene las comunidades rurales que históricamente ocupaban el área. 6. Sabanera del Río – Esta urbanización de 517 residencias ejemplifica un concepto novel para Puerto Rico. Por sus amenidades y expansiones de áreas verdes, parece más un country club o un resort, que una urbanización de acceso controlado.

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N

Urbanización cerrada

100’

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Dando forma a los suburbios

Lina M. Dueño

al Mapa Topográfico de Puerto Rico a escala de 1:30,000, y distribuirlos a través del Departamento de Obras Públicas. Los mapas sirvieron de base para el Censo de Población y Vivienda, y facilitaron la mensura de terrenos y la inscripción de propiedades. Otro documento importante fue la preparación del Mapa Catastral de Puerto Rico que sirvió, a su vez, para preparar los Mapas de Zonificación que vinieron más tarde. El segundo reto: ¿Cómo mejoramos los proyectos?

Durante la primera mitad del siglo XX, la población de Puerto Rico aumentó sobre 15% anualmente en la isla y sobre 20% en la Región Metropolitana de San Juan, esta última por la migración de otros municipios. Atender los efectos de estos cambios rápidos y significativos en los asentamientos urbanos requirió acciones gubernamentales para dirigir la forma de urbanizar.

Luego de su creación en el 1942, una de las primeras tareas a la que se dedicó la Junta de Planificación fue la preparación de las Memorias Municipales para cada municipio. Estas Memorias fueron el resultado de estudios de agrimensura sobre el terreno. Se iniciaron en 1944 con el Municipio de Caguas con fondos del Programa de Emergencia de Guerra. El 7 de mayo de 1945, la Asamblea Legislativa de Puerto Rico aprobó la Ley 68, para asignar fondos para continuar con la preparación de estos mapas. Al 30 de junio de 1949, los 77 municipios que existían en ese momento contaban con las mensuras de sus límites municipales y de sus barrios, y con la aprobación de las correspondientes Asambleas Municipales de estos deslindes. Los mapas de límites municipales y de barrios se sometieron al Servicio Geológico de los Estados Unidos (US Geological Survey) para incorporarlos

El Reglamento de Lotificación y El Reglamento de Edificación ¿Dónde se alojaron las nuevas familias, especialmente las que migraban a la Región de San Juan desde otros lugares de la Isla? Muchas se alojaron en los asentamientos a lo largo del Caño de Martín Peña, y en otros lugares marginales que crecieron durante décadas al margen de las normas de sanidad. Otros se alojaron en segregaciones de fincas en Santurce, Río Piedras, Guaynabo y demás pueblos cercanos a San Juan. Urbanizaciones como Villa Caparra, al norte de Guaynabo, se vendían comercialmente en terrenos estables, que no requerían, en aquel momento, normas específicas de diseño. Mientras los bloques más largos del Viejo San Juan tenían unos 90 metros de largo, en Miramar y Barrio Obrero los bloques tenían unos 160 metros de largo. En Villa Caparra, los bloques se proyectaban con casi 400 metros de largo. Ninguna de estas segregaciones se acompañaron con áreas comunes ni usos dotacionales. La provisión de pavimentación, aceras y encintado, desagües pluviales y demás eran opcionales. La Junta de Planificación adoptó inicialmente un reglamento administrativo interno que luego se convirtió en el Reglamento de Procedimientos Administrativos, y el Reglamento de Mejoras Públicas. Luego adoptó el Reglamento de Lotificación que derogó disposiciones anteriores sobre las segregaciones, algunas de estas contro-

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ENTORNO23

El primer reto: ¿Dónde estábamos? los primeros mapas base para planificar Puerto Rico

ladas por los municipios desde principios del siglo. El nuevo reglamento aplicó en las zonas urbanas y rurales. Requirió que se presentara a la agencia una propuesta de lotificación, y esta podría no aprobarla si el terreno, a su juicio, no era conveniente a la salud o seguridad. La aprobación de la Junta de Planificación a una lotificación era requisito previo a su inscripción en el Registro de la Propiedad. En las zonas rurales se permitieron segregaciones sin el requisito de inscripción, inicialmente para fincas mayores de 5 cuerdas, y luego para fincas mayores de 25 cuerdas, aumento establecido durante la década del setenta debido a la tendencia a segregar fincas en lugares inaccesibles y carentes de infraestructura básica. En el Reglamento de Lotificación, la Junta dispuso requisitos para el tipo y características de las vías públicas y la incorporación de las servidumbres para las carreteras incluidas en el Plan Vial adoptado poco antes. La Junta reglamentó los tamaños de las manzanas, los solares y las áreas libres, y requirió la dedicación de, al menos, un 5% de los terrenos para usos recreativos. No se exigieron obras de mejoras y, a opción del urbanizador, este podía quedarse con el título de los terrenos dedicados a usos recreativos o podía entregarlos a una agencia de gobierno. No se exigieron usos institucionales, pero se permitió, como opción, la provisión de solares para usos comerciales. Por primera vez se impusieron requisitos de construcción de infraestructura. El reglamento distinguió entre lotificaciones de carácter simple, donde ya todas las obras de urbanización estaban construidas, las lotificaciones semirurales y las rurales. A las segundas se les eximía del alcantarillado sanitario, pero se les requirió pavimentar las calles y proveer cada solar con agua potable y electricidad. A las lotificaciones rurales se les podía eximir discrecionalmente de las obras de urbanización pero siempre se les exigió “una servidumbre de paso real y permanente que sirviera de acceso para la propiedad y para cada uno de los nuevos predios”.


El tercer reto: ¿Cómo mejorar los vecindarios? El Reglamento de Zonificación y el Reglamento de Facilidades Vecinales

En el 1946, acabada la Segunda Guerra Mundial, Puerto Rico continuaba siendo fundamentalmente una sociedad agrícola. Aún en el 1950, un 39% de las personas ocupadas trabajaban en la agricultura y la población rural se fijaba en 60% del total. Pero el país estaba cambiando. Aunque en el 1950 la escolaridad promedio era de 3.7 años, la alfabetización, que apenas alcanzaba el 33% de la población en el 1910, ya alcanzaba el 75%. Otros sectores aumentaban en importancia: la manufactura empleaba al 17% de la población ocupada; los servicios, al 16%; y el comercio, al 15%. Para atender las áreas urbanas, la Junta adoptó el Reglamento de Zonificación. En 60 páginas de 5 ½” x 8 ½”, a espacio sencillo, dispuso las normas para manejar la mezcla de usos y su intensidad en las áreas urbanas, dado que su Ley Orgánica le impedía zonificar la zona rural. Con 13 distritos y una zona sobrepuesta, comenzó a clasificar los usos de terrenos y a separar los usos conflictivos. Los distritos se organizaron en forma jerárquica, de manera que los distritos de mayor intensidad permitían los usos de menor intensidad, con algunas modificaciones. Por ejemplo, el distrito comercial C-3 permitía todos los usos permitidos en el distrito C-2, más otros adicionales. El Reglamento permitió enmiendas a los límites de los distritos bajo tres condiciones: a motu proprio, a solicitud de la Asamblea Municipal afectada, y a solicitud de los dueños de al menos el 50% de las propiedades de un área mínima de 20 solares.

El Reglamento reconoció la necesidad de considerar “casos de apelaciones especiales” que, en efecto, eran similares a las “variaciones” que se denominan hoy día. Se dispuso, al igual que ahora, que la “variación” se concedía por circunstancias especiales extraordinarias y que no constituía una enmienda a los mapas de zonificación. El primer intento de la Junta de Planificación de manejar los usos en áreas rurales fue la utilización de distritos especiales R-0 en Culebra y luego, a mediados de la década del setenta, en la periferia del Cañón de San Cristóbal, luego de que se enmendara la Ley Orgánica de la Junta de Planificación en el 1975 para permitirle zonificar las áreas rurales. A la vez que se miraba al futuro, se reconoció en el 1951 la relevancia de conservar el pasado. La Junta de Planificación adoptó su quinto reglamento, el Reglamento sobre Zonas Antiguas e Históricas, que aplicó en el Viejo San Juan con un enfoque de atractivo turístico. Durante la década del cincuenta, el crecimiento económico de Puerto Rico fue muy acelerado. De unas 7,000 nuevas unidades de vivienda que se construyeron en el 1950, en el 1960 se construyó el doble. Para atender este crecimiento, la Junta de Planificación suspendió, en abril de 1961, la consideración de proyectos durante varios meses mientras preparaba un ambicioso estudio titulado “Operación Metro” y mientras preparaba guías para las nuevas comunidades y vecindarios. Al pasar ocho meses sin finalizar los trabajos, la presión se hizo insostenible por afectar el sector de la construcción, con uno de los multiplicadores más altos de la inversión. La Junta se vio forzada a adoptar apresuradamente, el 15 de febrero de 1962, la Resolución P-147 titulada “Evaluación del Crecimiento y Guías Generales para el Desarrollo del Área Metropolitana de San Juan”. Las críticas a estas Guías no se dejó esperar. El Colegio de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores nombró una comisión y le asignó recursos para buscar asesoramiento técnico sobre cómo

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evaluar objetivamente los aspectos físicos, sociales y económicos del concepto de “unidad de planificación”. Con el asesoramiento de expertos de Cornell, MIT, Michigan y la UPR, el grupo de trabajo –integrado por los ingenieros Salvador M Padilla, Rafael A. González, José Rodríguez Caplan y Pedro A. Miranda, y por los arquitectos Henry Klumb y Osvaldo Toro–, rindió un informe que fue adoptado por la Junta de Gobierno del Colegio y remitido a las agencias concernidas en octubre de 1962. En diciembre de ese año, la Junta de Planificación celebró vistas públicas para el nuevo Reglamento de Facilidades Vecinales (Reglamento de Planificación Núm. 6) y lo adoptó el 9 de mayo de 1963. Este Reglamento les requirió a los proyectos de urbanizaciones residenciales la construcción de escuelas elementales, bibliotecas, centros culturales, refugios, y edificios comerciales, así como el desarrollo de parques para usos de niños y adultos. Los requisitos se basaban en el área de una “unidad de planificación”, pero se requerían donaciones de terrenos y de construcciones en forma proporcional en caso de que el proyecto tuviera un tamaño menor al de una unidad completa. Para los proyectos más grandes se duplicaron los requisitos de áreas para usos dotacionales vecinales que podían alcanzar hasta el 10% del área del proyecto. El cuarto reto: ¿Se puede organizar el territorio? El Plan Vial, los Planos Reguladores y el Plan de Usos de Terrenos

En el 1934, en medio de la Gran Depresión, una comisión de ciudadanos en Puerto Rico preparó el documento de políticas de desarrollo conocido como el Plan Chardón. No fue un plan de usos de terrenos, pero hizo un diagnóstico de la situación de Puerto Rico en ese momento, que incluyó el estimado de que 150,000 jefes de familia –la mitad de la población– sufrían una “desocupación permanente”. Además de urgir la emigración, propuso un conjunto de medidas para promover el desarrollo agrícola y la 49

ENTORNO DOSSIER

La Junta de Planificación adoptó el Reglamento de Edificación en el 1941, que dispuso normas sobre la construcción resistente a fuego, los medios de salida, la solidez estructural, la salubridad de la ventilación y los suministros de infraestructura, así como medidas de seguridad durante la construcción y demolición de los edificios.


creación de nuevas industrias. Hubo que esperar hasta las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial para retomar el examen de la situación general del territorio. El 1 de marzo de 1944, la Junta de Planificación adoptó el primer Plan Vial para el Área Metropolitana de San Juan. La mayoría de las obras propuestas eran calles que atravesaban Santurce de norte a sur para unir las avenidas de mayor jerarquía localizadas al norte y al sur del barrio. También incluyó un nuevo corredor al sur de la Laguna San José para facilitar el acceso a Carolina, y una nueva vía hacia Guaynabo, donde está hoy el expreso Martínez Nadal. En el 1947, el Plan Vial se revisó y se le añadió una cuadrícula de avenidas al sur del Caño Martín Peña tales como la Eleonor Roosevelt (actual avenida F.D. Roosevelt), la avenida Central, la calle principal San Patricio, la avenida Barbosa, la avenida Trujillo Alto, y la avenida Loíza (actual expreso Loíza). Entre Bayamón y Río Piedras se propuso la avenida Metropolitana que continuaría hasta Carolina con la presenta alineación de la avenida 65 de Infantería. En Bayamón, se propuso relocalizar la Carretera PR-2 hacia el sur del centro urbano. En el 1954, se enmendó nuevamente el Plan Vial del Área Metropolitana de San Juan y se incluyeron calles al sur de lo que es ahora el Jardín Botánico, calles de circunvalación del centro urbano de

Carolina, una avenida de circunvalación al norte de Bayamón, y otras. El arquitecto Eduardo Barañano, consultor de la Junta de Planificación, estudió en el 1954 la situación del Área Metropolitana de San Juan y propuso se continuara con las inversiones en infraestructura programadas a ese momento, incluyendo las carreteras, las escuelas, las instalaciones de energía eléctrica y otras. Propuso corregir la distribución espacial del “crecimiento avasallante de la masa urbana” y organizar, bajo el principio de organizaciones satélites, comunidades de 100,000 personas en los alrededores del eje de San Juan, Santurce y Río Piedras. Parte de su propuesta para la Región Metropolitana de San Juan fue conservar en el área semirural un cinturón verde que tuviera valor escénico y sirviera como transición a las zonas rurales fuera de la Región. Otra parte importante fue “la dispersión de la población de las áreas saturadas a aquellas secciones promisorias del área”. Propuso estimular a los sectores público y privado a implantar sus propuestas con acciones concretas. Pero, en realidad, no existía forma de implantar la relocalización masiva de la población ni de dedicar a uso público, sin compensación, las extensas áreas verdes que se identificaron en la periferia del área urbana. El Plan nunca fue adoptado por la Junta de Planificación. Durante las décadas del sesenta y setenta, la Junta de Planificación y otras agencias, como la Autoridad de Carreteras y Transportación, prepararon planos reguladores para municipios pequeños, así como el Plan de Usos del Terreno y Transportación del Área Metropolitana de San Juan de 1971. Este último extendió el Plan Vial de 1954, y su revisión de 1965, para expandir la región desde Dorado, al oeste, hasta Loíza, al este. El Plan propuso la creación de un área metropolitana con múltiples centros de actividad, que dependía de inversiones privadas para desarrollar las áreas urbanas y de inversiones gubernamentales para completar en el 1985 la red de carreteras del plan vial. No se cumplió

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Muchas de las normas que se desarrollaron hace cincuenta años todavía están vigentes y son las principales herramientas para organizary ordenar las urbanizaciones unifamiliares.

a cabalidad con ninguna de estas inversiones. Al adoptar el Plan Vial de 1954, ya estaba en vigor el Reglamento de Lotificación que requería que se reservara la servidumbre de paso de las futuras carreteras incluidas en el Plan Vial. Requería también la construcción del equivalente de una calle local en el extremo exterior de las servidumbres de paso. Algunos desarrolladores de proyectos de urbanización con franjas pequeñas que debían reservarse optaron por dedicar a uso público las franjas en las que no podían construir por motivo de la reserva para la futura carretera. La Junta de Planificación, agencia que otorgaba permisos en aquel momento, aceptó, para expeditar el proceso, la “dedicación por rotulación”, que significaba que en el plano de inscripción del proyecto se rotulaba la franja reservada para el futuro sistema vial con la frase “dedicada a uso público”. Esta práctica se descontinuó eventualmente. El Plan Vial se revisó de nuevo en el 1982 y se introdujo por primera vez el elemento de transportación colectiva que eventualmente se denominó “Tren Urbano”. En el Plan Vial de 1982, la Junta observó que las vías propuestas que aún no se habían construido según los planes viales, fueron el resultado de que nunca se habían reservado los terrenos en los proyectos ya desarrollados. Desafortunadamente, el rezago de la construcción de las carreteras incluidas en los planes viales impidió que se alcanzaran las densidades residenciales propuestas en los planes de usos de terrenos a lo largo de las vías de mayor jerarquía. Por estas deficiencias, los planes viales y los planes de usos de terrenos no fueron capaces de transformar significativamente la forma de hacer los suburbios. Durante la década del sesenta se desarrollaron mayores conocimientos sobre el ambiente y la relación entre el ambiente natural y el bienestar general. En el 1961 la Asamblea Legislativa autorizó a la Junta de Planificación a adoptar el Reglamento sobre el Control de Edificaciones y Desarrollo


y ambiental. Dentro de estos “ámbitos de expansión urbana” se debían ubicar los proyectos para servir las necesidades de la población urbana y, fuera, sólo proyectos pequeños destinados a atender la población que allí residía. Las políticas dispusieron que dentro de los ámbitos se promovería el desarrollo y que, fuera de ellos, recaería sobre el proponente el peso de la prueba del porqué en ese lugar y en ese momento era conveniente utilizar el recurso habiendo otros más céntricos disponibles para desarrollos de carácter urbano. Para facilitar y promocionar el uso de los terrenos dentro de los ámbitos, la Junta rezonificó motu proprio todos los terrenos vacantes dentro de los ámbitos de expansión urbana al distrito residencial R-1. Esta rezonificación permitió que se radicaran consultas de ubicación para desarrollos extensos residenciales, comerciales e industriales dentro de los ámbitos ya que el Reglamento de Zonificación entonces vigente permitía la radicación de estos proyectos urbanos sólo en ciertos distritos, uno de los cuales era el distrito R-1. El distrito R-0, distribuido en la periferia de las ciudades, se consideraba un “distrito de control” porque en aquella época el Tópico 13 de Desarrollos Extensos del Reglamento de Zonificación no permitía, dentro de sus límites, la radicación de consultas. La Junta de Planificación aprobó en el 1982 el Plan de Usos del Terrenos de la Región Metropolitana de San Juan. Al igual que el documento de los Objetivos y Políticas Públicas del Plan de Usos de Terrenos del 1971, fue un plan de políticas públicas y no el dibujo de una situación futura. Este Plan redujo significativamente la extensión del área urbana de la Región Metropolitana de San Juan, descartando, por ejemplo, la Comunidad de Vacía Talega en Loíza que cubría cerca de 4,000 cuerdas del humedal más grande de Puerto Rico. Estos esfuerzos de la década de los setenta y ochenta no alteraron los tipos de urbanizaciones pero restringieron el territorio municipal disponible para desarrollos de carácter urbano.

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En los ochenta, la mayor parte de los planes que se elaboraron fueron para el redesarrollo de sectores de ciudades o la particularización de la reglamentación general a situaciones particulares, por ejemplo, en el Reglamento de Zonificación Especial de El Condado de 1986, y en el Reglamento Especial de Zonificación de Santurce de 1992. La aprobación de la Ley de Municipios Autónomos en el 1991 añadió otras herramientas a la ordenación urbana, pero no transformó significativamente las características esenciales de los suburbios. Hoy día, al final del 2013, las normas que se desarrollaron hasta la década del 1960 con el Reglamento de Lotificaciones de 1944, el Reglamento de Zonificación de 1946, y el Reglamento de Facilidades Vecinales de 1965 siguen vigentes y todavía son las principales herramientas para organizar y ordenar las urbanizaciones. Con el transcurso del tiempo ocurrieron cambios de procesos y normas en los reglamentos y planes de la Junta de Planificación, que incluyeron el requisito de densidades mínimas establecidas en el 1982 por el Plan de Usos de Terrenos de la Región Metropolitana de San Juan, el Reglamento sobre Control de Accesos de 1989, la consolidación de los reglamentos de Lotificaciones y de Facilidades Vecinales en el 1992, y el Reglamento Conjunto del 2010. Pero estos cambios no transformaron significativamente los reglamentos preparados por la Junta de Planificación hace cincuenta años y que todavía hoy dan forma a las urbanizaciones unifamiliares. La relación entre el número de viviendas unifamiliares y las unidades multifamiliares se ha mantenido relativamente constante, con tres cuartas partes de las nuevas viviendas localizadas en urbanizaciones y otros vecindarios con viviendas de baja densidad –provistas de infraestructura urbana, protegidas de usos conflictivos, y con acceso a servicios deportivos próximos– que continúan siendo el lugar preferido para residir de muchos puertorriqueños.

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de Terrenos en Zonas Susceptibles a Inundaciones. Este reglamento siguió en vigor hasta el 1987, a pesar de que en el 1968 el Gobierno Federal adoptó normas para regir el manejo de las zonas susceptibles a inundaciones diferentes a las promulgadas en el reglamento local. En el 1970, Estados Unidos creó la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés). Puerto Rico, por su parte, creó en el 1971 la Junta de Calidad Ambiental, presidida originalmente por el presidente de la Junta de Planificación, y el Departamento de Recursos Naturales en el 1972. En el 1975, la Legislatura aprobó una nueva ley orgánica para la Junta de Planificación que dispuso, entre otros, que la zonificación y las inversiones públicas quedarían supeditadas a los planes de usos de terrenos, que hubiera mayor participación pública para poner al ciudadano en posición de opinar sobre los asuntos públicos, que se creara un sistema de comisiones locales, y sobre todo que se eliminara la limitación de los poderes de la agencia sobre el área rural. En el 1976 –luego de analizar la transformación de rural‑agrícola a urbana‑industrial del país–, la Junta de Planificación preparó el documento titulado “Borrador para Discusión en Vistas Públicas - Propuestas sobre los Objetivos y Políticas Públicas del Plan de Usos de Terrenos”. En junio de 1977, se adoptaron los Objetivos y Políticas Públicas del Plan de Usos de Terrenos. Un concepto innovador de estas políticas públicas fue la estrategia de delimitar un “ámbito de expansión urbana” para cada municipio en función de las proyecciones de población, los proyectos ya aprobados y las características del terreno cercano a las áreas ya construidas del municipio. La metodología adoptada por la Junta evitó incluir en el ámbito de expansión urbana los terrenos de alta productividad agrícola, aquellos susceptibles a inundaciones, los humedales, las áreas escarpadas, y los lugares que se debían conservar por su característica natural


Las llamadas servidumbres en equidad se comenzaron a utilizar en Puerto Rico a comienzos del siglo XX. Esta figura, desconocida para el Código Civil, venía de Inglaterra vía Estados Unidos y servía como herramienta de mercadeo y protección de la venta de propiedades inmuebles, ya que los compradores quedaban tranquilos con la idea de que el vecindario no cambiaría en los elementos esenciales una vez se vendieran las propiedades en su totalidad. Con el pasar de las décadas y con el desarrollo de las agencias gubernamentales de planificación urbana, esta figura fue cayendo en desuso. Pero, para la década de los años setenta y ochenta, con la degeneración de la función gubernamental, comenzó nuevamente su uso. Pero esta vez la figura de las servidumbres en equidad no resurgió sola; llegó en “combo” con las asociaciones de residentes y, luego del 1987, con el control de acceso a las calles. Se trató de imitar el control existente en una propiedad horizontal, pero con más flexibilidad para el desarrollador y una ilusión de esta para el adquirente. El desarrollador no estaba atado a las decisiones jurisprudenciales del Tribunal Supremo sobre la Ley de Condominios, ni al Reglamento de Condominios de DACO. Al crear estas nuevas ciudades amuralladas, se conceptualizó a la asociación de residentes como el ente regulador. Las limitaciones impuestas por las servidumbres en equidad pasaron de aspectos arquitec-

tónicos básicos a incluir una variedad de normas de vivencia general –como que las casas tenían que ser para uso familiar– y normas de estética general, como la altura de la vegetación permitida en los patios de cada casa, dónde ubicar la basura, qué vehículos se pueden estacionar en las calles y, en algunos casos, hasta el tipo de decoración navideña. Relacionada con las urbanizaciones cerradas, el Tribunal Supremo de Puerto Rico tiene hoy ante su consideración una controversia de derecho de gran injerencia. ¿Pueden haber calles privadas en Puerto Rico? No se trata de que los propietarios de una finca puedan construir calles para su uso personal. Lo que se está evaluando es si las calles de una urbanización pueden ser privadas. Una de las diferencias más básicas entre la propiedad privada y la propiedad pública es quiénes pueden tener acceso a ellas. Hasta ahora, en Puerto Rico, y en casi todos los países, las calles de las ciudades se consideran públicas. Por lo tanto, las personas pueden pasear por ellas sin tener que solicitar permiso. Al aprobarse la Ley de Control de Acceso, Ley 21 de 20 de mayo de 1987, muchas personas tuvieron la duda de si el estatuto tenía el efecto o no de convertir las calles en privadas. Varias decisiones del Tribunal Supremo de Puerto Rico disiparon cualquier duda al respecto. En los casos de Caquías v Asoc. de Residentes de Mansiones, 134 D.P.R. 181 (1993) y de Asoc. Pro Control de Acceso v Cardona, 144 D.P.R. 1 (1997) el foro judicial reconoció que la Ley de Control de Acceso Vehicular no tenía el efecto de convertir las calles en privadas. Reiteró que las calles son públicas y que, por lo tanto, las personas tienen derecho a transitar por ellas. Sobre un asunto similar, el Tribunal de Circuito Federal –en el caso de Watchtower Bible and Tract Society v Sánchez Ramos, 634 F. 3d 3 (2011)– concluyó que la modalidad de manejar el control de acceso por medio de comunicación electrónica directa con los titulares, tipo tele-entry, sí convier-

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Las servidumbres en equidad, las asociaciones de vecinos y las calles privadas

Margarita E. García Cárdenas

te las calles en privadas y viola derechos constitucionales. Al no haber un guardia en la entrada que permita el paso de los visitantes, solo pueden entrar aquellos que son aceptados por los titulares. Esta situación –aun cuando no dé derecho– convierte las calles en privadas. Al devolver el caso al Tribunal de Distrito Federal para desarrollar un programa que solucionara el problema con varias de las urbanizaciones demandadas, una de estas sometió al tribunal documentos en los cuales el municipio le permitió a la asociación de residentes quedarse con la titularidad de las calles. ¿Cuáles son algunos de los efectos y problemas de convertir en privadas las calles de las urbanizaciones? En el Código Civil existe el concepto de propiedades inmuebles enclavadas. ¿Qué es esto? Una propiedad enclavada es aquella que –según el artículo 500 del Código Civil de Puerto Rico, 31 L.P.R.A 1731– no tiene una salida a una vía pública. Los titulares de dicha propiedad tendrían que depender del permiso de sus vecinos para entrar y salir de sus casas. Una situación como esta es terreno fértil para conflictos constantes, que no establece una norma saludable de planificación urbana. Por lo tanto, el Código Civil dispone que en aquellos casos en los cuales se crea una propiedad enclavada, su titular puede exigir que se constituya una servidumbre de paso a favor de su propiedad. De esta forma, el ac-

Si las calles son privadas, la asociación ha de ser la única responsable por su mantenimiento. También ha de responder por el cuido y mantenimiento de las conexiones de energía eléctrica y la tubería pluvial.


excluir el uso de las calles a algunos medios de transportación. De igual forma, si las calles son privadas, la asociación ha de ser la única responsable por su mantenimiento. También ha de responder por el cuido y mantenimiento de las conexiones de energía eléctrica y tubería pluvial. En el caso de Ciudad Cristiana –Queens Developer v A.E.E., 166 D.P.R. 237 (2005)– el Tribunal Supremo concluyó que la Autoridad de Energía Eléctrica era responsable del mantenimiento de las instalaciones eléctricas hasta la conexión con la propiedad privada. Como las calles eran públicas, la responsabilidad de la agencia gubernamental terminaba en la conexión con la propiedad privada de cada casa. Si las calles son privadas, la responsabilidad de las agencias gubernamentales termina con la conexión a la entrada de la urbanización. De ahí en adelante la asociación de residentes tendrá la responsabilidad exclusiva de proveer mantenimiento a las instalaciones eléctricas. Además, habrá que establecer una servidumbre a favor de cada casa para que las utilidades gubernamentales pasen por la propiedad privada de la asociación hasta conectar con cada casa individual. Otro factor muy importante que hay que tomar en consideración es el impacto constitucional de los derechos civiles sobre todas las personas, no tan solo de los residentes de dicha urbanización. Por último, si en vez de una urbanización nueva se trata de una en la cual ya se traspasó la titularidad de las calles al municipio, entonces hay que pagar para que la asociación pueda adquirir las calles. No es válido que el municipio le ceda gratuitamente las calles a la asociación de residentes para su uso privado. El Estado o municipio puede ceder gratuitamente parques a la asociación de residentes, pero solo si son para uso público. Convertir las calles de una urbanización en calles privadas no es imposible, pero hay que ser muy consciente de las posibles consecuencias de tal acto.

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El suburbio y sus paradojas: una mirada antropológica del suburbio

Carmen A. Pérez Herranz

La contribución desde la antropología

En el contexto de la antropología, el estudio de lo urbano se convierte en uno obligatorio en la medida en que el ser humano habita cada vez más en espacios urbanizados. Desde la segunda mitad del siglo XX, la antropología expande su atención a otros objetos de estudio, interesándose primero en el proceso de identificar las transformaciones de grupos tradicionales cuando emigran a las ciudades. En estos estudios se utilizó la metodología tradicional de la antropología y herramientas de análisis de la sociología y de la geografía urbana. De estos estudios surge, entre otros, un gran interés por el estudio de la pobreza en la ciudad. Para ese momento muchas ciudades están experimentando la llegada de grandes cantidades de migrantes de sus zonas rurales. En Puerto Rico, un ejemplo es el trabajo de Helen I. Safa (1980) en los arrabales de San Juan. Allí se estudia el desarrollo de estrategias para la supervivencia por parte de sus habitantes. Se describe, entre otros, cómo el género propicia el desarrollo de lazos de apoyo para subsistir en la pobreza. Aplicando técnicas de análisis tradicionales de la antropología, como el método etnográfico y el análisis comparativo, los antropólogos inician el desarrollo de su mirada de lo urbano. Como resultado, se cuestionan categorías de lo urbano y de la ciudad, y se plantea la necesidad de romper con las clasificaciones occidentales que se han

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ceso no ha de depender del beneplácito de los demás titulares, sino que ha de ser un derecho que puede ejercer el dueño a su libre elección. Aquellos que favorecen el concepto de las calles privadas alegan que esto no convierte las casas en fincas enclavadas dado que la titularidad de las calles se traspasa a las asociaciones de residentes para que se maneje como una propiedad común. Pero, el hábito no hace al monje, y el nombre no convierte en común lo que le pertenece a una sola persona. Lo que en las urbanizaciones cerradas se titula áreas comunes no son comunes, por el contrario, son propiedad privada de la asociación de residentes. La asociación de residentes es una persona jurídica que, como corporación, tiene su propio patrimonio separado e independiente del patrimonio de cada uno de los titulares. El esquema que se usa al desarrollar una urbanización es que el desarrollador traspasa a la asociación de residentes la titularidad del parque, la caseta de guardia, y otras instalaciones. Todas estas áreas tienen un solo titular: la asociación de residentes. Esta, a su vez, es controlada por la junta de directores que se elige por los miembros de la asociación. ¿Quiénes son los miembros de la asociación? Cuando el desarrollador no ha vendido la mayoría de las unidades, los miembros, por norma general, son los titulares y el propio desarrollador. Luego, los titulares adquieren el control con un voto por cada unidad de vivienda. Si las calles son privadas, el control del uso –sobre quiénes, cuándo y cómo– recae en la junta de directores de la asociación de residentes. La Ley de Tránsito no regiría dado que esta solo aplica en las vías públicas. Cualquier accidente que ocurra en estas calles, si fue por un hoyo o defecto de la calle, la asociación ha de responder económicamente. En alguno de los documentos sometidos al Tribunal de Distrito Federal, la escritura de constitución de las servidumbres mencionan que la asociación tendrá la facultad de


impuesto tradicionalmente en la disciplina. Lo que viene a conocerse entonces como la ‘antropología urbana’ proveyó una mirada integradora (holística) del proceso de transformación del espacio por el ser humano a través del tiempo. De esta perspectiva y análisis han resultado nuevas categorías para las ciudades, como ciudad preindustrial, industrial y posmoderna1. La antropología urbana analiza, además, la diversidad de grupos y comunidades que surgen en los espacios urbanos contemporáneos y examina las relaciones y tensiones que se producen en el proceso de la convivencia y el compartir de los espacios comunes. Este es el caso de los estudios que miran las tensiones entre grupos de migrantes de distintos orígenes étnicos al tener que compartir espacios en la ciudad. En Puerto Rico tenemos el caso de los trabajos realizados por Jorge Duany, Luisa Hernández y César Rey (1995) sobre las comunidades dominicanas en Santurce. En este análisis se integran metodologías de la antropología y también técnicas de la sociología para producir una comprensión abarcadora sobre las particularidades de esta comunidad. Los antropólogos urbanos examinan las estrategias políticas y económicas que se generan ante la diversidad cultural que se produce cada vez de forma más contundente en las ciudades contemporáneas. Este es el caso del trabajo de Rafael Ramírez en El arrabal y la política (1977). Allí se examina cómo una comunidad de bajos recursos desarrolla estrategias en medio de la campaña eleccionaria para lograr que los políticos cumplan con sus promesas. Se examina, además, como el

Asentamientos aledaños al Caño Martín Peña, 1954 (Colección de Imágenes–Biblioteca General de la Universidad de Puerto Rico)

Bayamón Gardens, 1964 (Colección de Imágenes–Biblioteca General de la Universidad de Puerto Rico)

ser humano redefine y resignifica los espacios ante los cuales tiene que interactuar en las ciudades. La antropología urbana también estudia cómo la ciudad promueve el desarrollo de manifestaciones contestatarias mediante todo tipo de expresión, desde la tradicionalmente política, hasta la artística, como es el caso de la experiencia del proyecto de Comunidades Especiales y de organizaciones comunitarias como la de la Corporación de la Península de Cantera y los diversos grupos de artistas urbanos y ‘tribus urbanas’ del grafiti y el reguetón. Por consiguiente, se mira con detenimiento el desarrollo de las nuevas expresiones culturales que surgen en estos espacios, entre otras.

cios contiene una carga de categorías y significados tales como el de la familia nuclear, el trabajo asalariado, el consumo conspicuo, el uso del automóvil, la televisión y el centro comercial. Todos estos son, a su vez, parte de la noción de la modernidad. El suburbio ha sido vehículo de transmisión de estas otras nociones al espacio doméstico. La idea del suburbio en nuestro país propicia un proceso para la adopción de significados e igualmente de su resignificación. Es el espacio desde donde se produce la concepción contemporánea de nosotros mismos. Nuestra visión de mundo ya no es la que se produce desde la bucólica casita rural; es la que se ha venido produciendo hace tres generaciones, desde la urbanización de clases acomodadas o medias hasta el residencial público. El espacio suburbano es parte de nuestra noción de mundo y cultura. En la literatura puertorriqueña contemporánea, la ciudad —incluyendo los barrios tradicionales, cascos deteriorados y el suburbio— ya forma parte del paisaje. De ahí surgen muchos reclamos de orden de referentes perdidos, de su deterioro. Las ciudades han ocupado un lugar privilegiado en el imaginario de los artistas plásticos, los escritores, los arquitectos, los políticos y los ciudadanos comunes. Estas ciudades, como espacios de redención de la vocación ciudadana o como pesadilla alucinante que carcome cualquier pretensión redentorista, siguen estando allí como espacio de seducción y de repelo, de

La mirada antropológica del suburbio

1 En un intento de hacer una crítica de las categorías occidentales que ven el proceso de desarrollo humano como uno que parte categorías de salvajismo, barbarie y civilización; Fox plantea que hay mucho más que ver en este proceso. Destaca el desarrollo de los espacios urbanos que categoriza como elementos importantes para el análisis y produce categorías como las de: ciudades de función rituales, religiosas; administrativas; coloniales; preindustriales; industriales; y posmodernas.

Desde la antropología urbana es imperativo, por lo tanto, replantearnos al suburbio como espacio de producción y reproducción de la cultura. Este espacio —aunque no incluya las descripciones espaciales de la ciudad tradicional por estar densamente poblado y contar con la presencia de los usos mixtos— sí comprende un espacio urbanizado que alberga, en su intento ordenador, cada vez a más población. Para el análisis de este espacio hay que reconocer su historia, origen y los significados que se le han atribuido y que han surgido. Este, en Puerto Rico, ha sido el modelo de urbanización promovido para la habitación de las nuevas clases medias. Desde sus ini-

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hasta Caguas. Las zonas al margen de los antiguos cascos urbanos están rodeadas de espacios para la actividad industrial, comercial y de vivienda. Los proyectos de vivienda en la mayoría de los municipios han reproducido el concepto de la casa terrera unifamiliar y por ende aspiran a crear el suburbio en estos pueblos. La subsistencia de la mayoría de las personas en nuestro país depende de empleos que muchas veces están alejados de los lugares de vivienda por lo que el desparrame urbano agudiza el problema de transporte y produce la incapacidad del Estado de proveer suficientes carreteras que soporten la intensidad del tráfico vehicular en las horas pico del día. En el Atlas antes mencionado, sobresale el mapa de ‘Flujo vehicular en carreteras principales, 2002’ (p. 64). En este se destaca el movimiento vehicular, sobre todo para acceder a los centros urbanos de las zonas costeras donde hay más concentración de población. La experiencia cotidiana generada por la distribución espacial en Puerto

Factores como el deterioro de los cascos urbanos, la crisis económica y del mercado inmobiliario, y las tendencias demográficas de la migración... nos presentan un panorama sumamente perturbador. A estos efectos, es inminente el análisis en el que no solo se considere el fenómeno como uno espacial, estético y de mercado. Se hace urgente la consideración de elementos como el impacto medioambiental y la integración de la nueva cultura urbana.

Urbanización Puerto Nuevo (Colección de Imágenes–Biblioteca General de la Universidad de Puerto Rico)

Urbanización Puerto Nuevo (Colección de Imágenes–Biblioteca General de la Universidad de Puerto Rico)

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ensoñación y mortificación. Los espacios del suburbio ya son parte de nuestra literatura, y particularmente en la obra de Edgardo Rodríguez Juliá y en su libro San Juan, ciudad soñada (2005). El auge del suburbio en Puerto Rico ha propiciado el desarrollo del Country Club en Carolina; Santa Juanita en Bayamón; y por supuesto de Levittown en Cataño y Toa Baja. A partir de estas experiencias iniciales, el desarrollo del suburbio ha asumido muchas formas y significados. Este, indiscutiblemente, ha sido el modelo principal de la experiencia de urbanización durante la segunda mitad del siglo XX y lo que va del siglo XXI. Por lo contundente y significativo de este modelo de desarrollo físico-espacial en nuestro país, el desarrollo del suburbio nos puede proveer mucha información de quiénes somos y hacia dónde vamos. Gran parte de los puertorriqueños habitan el suburbio ya hace más de 60 años. Aunque no existen las cifras que lo constaten, sabemos que el crecimiento de ocupación espacial que ha propiciado el desparramamiento en todo el país se debe a la construcción de proyectos de vivienda suburbana en las zonas circundantes a los antiguos cascos urbanos. Evidencia de este proceso se plasma en los mapas del Atlas ambiental de Puerto Rico de López Marrero y Villanueva Colón (2006). En los mapas relativos a los ‘terrenos urbanos y áreas construidas’ se constata como las manchas de urbanización han crecido a partir de la ciudad capital y en los alrededores de los cascos urbanos más importantes en Puerto Rico (pp. 61 y 62). El desparrame urbano de nuestro país es el resultado del crecimiento de las zonas suburbanas. El proceso que se origina en San Juan y los municipios circundantes no solo propicia el surgimiento de la zona metropolitana. Esta fue compuesta en un principio por los municipios de San Juan, Bayamón y Carolina. Hoy día incluye los municipios de Guaynabo, Toa Baja, Trujillo Alto, Río Grande y


Rico, ha propiciado múltiples estrategias para la subsistencia en el espacio suburbano las cuales ya son parte intrínseca de nuestra cultura. El automóvil es herramienta fundamental para nuestra subsistencia. Las estrategias para enfrentar el tráfico, los llamados tapones o embotellamientos son parte intrínseca de la cotidianidad. La inversión de horas diarias en nuestros vehículos para transportar a los hijos, llegar a los trabajos y llevar a cabo las tareas cotidianas —todas a largas distancias— se han convertido en parte de nuestra realidad. El deseo y aspiración a tener un espacio de vivienda en los desarrollos suburbanos es parte del imaginario de nuestra cultura. El que los desarrollos de vivienda estén cerrados y provistos de ‘seguridad’ es condición inherente al atractivo de las nuevas viviendas que se presentan como mercancías en los medios. Hoy, la mayoría aspira a disfrutar de tal ‘seguridad’, la cual se ha convertido en atractivo de la vivienda hecha mercancía. El crecimiento del suburbio en Puerto Rico nos presenta muchos retos. No solo somos conscientes del problema del mal uso de los recursos energéticos que implica el desparrame, sino que comenzamos a reconocer el impacto negativo que tiene sobre el medioambiente. Por otro lado, a la luz del paso del tiempo de las grandes zonas de los suburbios más antiguos del país, comenzamos a percibir grandes transformaciones a nivel social. Las generaciones que los habitaron fallecen o se encuentran envejecidos. Aquellos que han continuado habitando estos espacios enfrentan ostensiblemente el aislamiento que produce el suburbio, ante la ausencia de sistemas públicos de transporte adaptados a sus nuevas necesidades. Los antiguos desarrollos suburbanos se deterioran y comienzan a expresar la imagen de zonas en abandono. Esto se suma a la crisis que enfrenta el mercado de bienes raíces, disminuyéndose drásticamente el valor de la propiedades. En los casos más afortunados, se inicia un nuevo proce-

so de habitación de estos espacios. Este proceso se propicia mediante el acceso de los sectores con menos capacidad adquisitiva que revitalizan estos ya viejos vecindarios. Los nuevos habitantes pertenecientes a otras clases sociales o emigrantes incorporarán otros elementos a estos espacios propiciando una transformación de los espacios y su resignificación. El fenómeno del deterioro de los espacios en el suburbio como resultado del paso del tiempo, de las transformaciones demográficas y de otros usos ya es motivo de reflexión en otros lugares. En Puerto Rico, la consideración de este fenómeno se hará cada vez más apremiante. Factores como el deterioro de los cascos urbanos, la crisis económica y del mercado inmobiliario, y las tendencias demográficas de la migración que se ha experimentado en la última década nos presentan un panorama sumamente perturbador. A estos efectos, es inminente el análisis en el que no solo se considere el fenómeno como uno espacial, estético y de mercado. Se hace urgente la consideración de elementos como el impacto medioambiental y la integración de la nueva cultura urbana. Desde esta perspectiva, el análisis y el subsiguiente desarrollo de política pública, no solo deben tomar en consideración una mirada antropológica, sino que deben incorporar la mirada integrada de otras disciplinas. Lo urbano se debe abordar desde una perspectiva interdisciplinaria en donde participen tanto los expertos como los que habitan estos espacios. Solo a partir de un análisis que reconozca de forma integrada todos estos elementos, podremos comenzar a promover una mejor ciudad y un mejor país para el futuro.

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Evolución de los corredores comerciales lineales en algunas de las principales vías del país Carlos J. Guilbe López Diagramas retocados por Michelle Laframboise Calderín

Diariamente transitamos por vías que alinean ferreterías, farmacias, restaurantes, panaderías, oficinas profesionales, boutiques, tiendas por departamento, supermercados y hasta centros comerciales. La entrada y salida de vehículos, rotulación, diversidad de fachadas, movimiento peatonal y vehicular es intensa a lo largo del trayecto. Nuestros viajes a lo largo de las avenidas Roosevelt, Central, Ponce de León, Fernández Juncos en San Juan; la calle y avenida Comerío en Bayamón; las avenidas Campo Rico y Monserrate en Carolina; por la carretera central (PR #1) entre Villa Blanca y Bairoa en Caguas; o la carretera “militar” (PR #2) en Ponce y Mayagüez nos ilustran la naturaleza y el relieve paisajístico de este tipo de aglomeración comercial. La mayor parte de los corredores comerciales lineales son resultado de desarrollos espontáneos que han surgido en la geografía urbana de la isla desde el pasado siglo. Su visibilidad dentro del paisaje urbano puertorriqueño obedece, en gran medida, a la popularidad del vehículo de motor privado como el mayor modo de transportación. En principio de bienes raíces, una vía de rodaje con un flujo diario mayor a 10,000 vehículos tiene el potencial de transformar los lotes adyacentes en espacios comerciales. En la medida en que la transportación individualizada continúe dominando la movilidad diaria individual, los corredores comerciales lineales continuarán surgiendo de forma espontánea dentro de la organización territorial urbana de todo Puerto Rico.


El comercio es uno de los mayores componentes que define y modifica el ordenamiento físico-espacial de las actividades urbanas contemporáneas. Las continuas transformaciones que se registran dentro de esta actividad tienen un efecto multiplicador espacial directo sobre otras actividades. Visto teóricamente desde la planificación de los usos de terrenos, las actividades comerciales requieren de unos patrones de localización cercanos a las principales vías de transportación. Esta particularidad es necesaria para que la actividad misma pueda ser viable. En sociedades en que el vehículo de motor constituye el mecanismo más importante de movimiento, el sistema vial se convierte en un elemento protagónico de todo el espacio urbano. En una isla con más de 2 millones de vehículos de motor registrados y sobre 25,000 kilómetros de carreteras asfaltadas, el carro se ha convertido en lo que Magalis García Ramis describió en su libro La Ciudad que me habita (1992) como “el rey de la ciudad puertorriqueña”.

La construcción y continuas mejoras geométricas al sistema vial de la isla durante la mayor parte del siglo XX proveyeron las bases para toda una estructura urbana sensitiva a la red de carreteras y nociva para las iniciativas de masificación del transporte colectivo. Esta particularidad ha generado que las actividades comerciales reflejen una historia de continuos desplazamientos dentro de las zonas urbanas. Dentro de este contexto, los corredores comerciales lineales son una manifestación de esta histórica tendencia. Por esta razón, la asociación espacial resultante es predecible: mayor la dependencia en el carro, mayor será el relieve de los corredores comerciales dentro de la ciudad puertorriqueña. Tendencias actuales

Los centros comerciales representan la expresión contemporánea del espacio comercial moderno. Los diseños originales de Víctor Gruen han evolucionado en términos de escala, diseño y funcionalidad. A pesar de las ventajas que han representado los centros comerciales, particularmente los malls, los corredores comerciales linea-

Vista de un corredor comercial lineal formado por comercios independientes

CAAPPR

les continúan siendo una alternativa atractiva para muchas cadenas de tiendas, oficinas y otras actividades básicas del sector terciario. En la actualidad, Puerto Rico cuenta con más de un centenar de centros comerciales con un tamaño mínimo de 100,000 pies cuadrados de piso de venta (gross leasable area). De hecho, la cantidad exacta es un asunto debatible. Estos centros comerciales, junto a la popularización de las megatiendas por departamento, constituyen las bases del debate en cuanto al posible ambiente de saturación y canibalismo comercial en la isla. A su vez, los costos de mantenimiento de las áreas comunes (common area maintenance) y el arrendamiento dentro de los centros comerciales han subido significativamente en la mayor parte de los centros comerciales existentes. Datos recientes apuntan a que los costos de mantenimiento de los centros comerciales de Puerto Rico son mayores a muchos centros comerciales de similar tamaño en Estados Unidos. Además de los costos que comprende establecerse dentro de un centro comercial, el grado de competitividad que existe entre los centros comerciales en Puerto Rico ha llevado a muchas firmas de gerencia de centros comerciales a establecer estipulaciones agresivas en los contratos de arrendamiento que obligan a los arrendatarios a realizar cambios continuos (al menos cada cinco años en promedio) dentro del piso de ventas del local arrendado. Esta particularidad, junto a los constantes aumentos en los costos de energía, seguridad y agua han llevado a muchos comerciantes a identificar espacios accesibles y atractivos fuera de los centros comerciales. Los corredores comerciales lineales han comenzado a verse como una alternativa atractiva y económicamente rentable para muchos inversionistas y desarrolladores comerciales. Muchos de estos corredores comerciales se han consolidado a pasos de mayores centros comerciales formando complejos comerciales. Aunque los negocios que

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ENTORNO DOSSIER

Breve recuento histórico de los corredores comerciales lineales


componen el corredor comercial no son parte del centro comercial, se benefician de la atracción centrípeta del centro comercial y de la accesibilidad vial existente. Mientras mayor es el centro comercial, mayor es el poder de atracción de sus vías como posibles ubicaciones de un corredor comercial lineal. Más allá de los alrededores de los mayores centros comerciales, existen docenas de extensos corredores comerciales. La mayoría de estos se localizan a lo largo del sistema vial primario de la isla. Muchos de estos aparentan ser centros comerciales, pero en realidad son combinaciones de centros comerciales con establecimientos comerciales en los lotes adyacentes. De acuerdo al Reglamento de Zonificación de la Junta de Planificación de Puerto Rico (Reglamento Núm. 4), un centro comercial contiene más de 100,000 pies cuadrados de piso de venta. Este tipo de escala tiene un proceso de permisología y evaluaciones ambientales extenso por lo que muchos desarrolladores prefieren someter proyectos comerciales de escala vecinal, con menos de 100,000 pies cuadrados, para que no sean considerados como centros comerciales. Con el tiempo, los terrenos adyacentes se desarrollan en edificios comerciales que generan continuidad de usos desde el centro comercial. Edificios comerciales entre 25,000 y 50,000 pies cuadrados como Walgreens, Pep Boys, Western Auto, Office Max son algunas de las cadenas de tiendas que se establecen como edificios comerciales contiguos a proyectos comerciales de escala vecinal, pero que —en conjunto— pueden alcanzar el tamaño de escala comunal (100,000-200,000 pies cuadrados) y hasta subregional (200,000- 400,000 pies cuadrados). Esta nueva expresión espacial abona significativamente a la percepción general existente en cuanto a la existencia de un centro comercial, cuando en la realidad se trata de un proyecto comercial de escala pequeña que se ha expandido linealmente con otras actividades comerciales adyacen-

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Plaza del Norte

Carr.

PR #

2

Plaza del Atlántico

Corredor comercial lineal Arecibo-Hatillo entre los centros comerciales Plaza del Atlántico y Plaza del Norte. Nótese la extensión de edificios comerciales y de servicios entre ambos centros comerciales a lo largo de la carretera estatal PR # 2.

Divisoria entre un centro comercial de escala vecinal y un restaurante de comida rápida. Son proyectos independientes pero tienden a funcionar como una unidad comercial para muchos consumidores.

tes. Este tipo de desarrollo constituye una alternativa atractiva de desarrollo debido a que reduce muchos costos y disposiciones técnicas que existen en los centros comerciales, pero se beneficia de las economías de aglomeración que generan este tipo de concentración comercial. En términos generales, los corredores comerciales lineales han generado una geografía comercial particular: 1. Expansión horizontal de los grandes centros comerciales que generan extensos complejos comerciales a lo largo de las vías de acceso al centro comercial.

ENTORNO23

2. Creación de un conjunto de centros comerciales funcionales compues- tos de un centro comercial de escala vecinal, menor de 100,000 pies cuadrados. Ambos tipos de iniciativas comerciales denotan aglomeraciones hilvanadas con el sistema vial. Desafortunadamente, no garantizan un flujo eficiente de movimiento peatonal de consumidores entre los diferentes núcleos comerciales. Es típico encontrar establecimientos adyacentes sin ningún tipo de estructura que viabilice la conectividad peatonal y en que el espacio destinado para los peatones


Car r. P R

#3

Plaza Fajardo

Complejo comercial en la entrada de la zona urbana de Fajardo en donde Plaza Fajardo constituye el hito de toda el área comercial. Nótese la centralidad del sistema vial.

ENTORNO DOSSIER

La proliferación de los corredores comerciales lineales a lo largo de algunas de las principales vías constituye un reto en los diseños que buscan fomentar el movimiento peatonal dentro de las zonas urbanas y suburbanas de Puerto Rico. es utilizado como estacionamiento. Esta última particularidad es visible en el corredor comercial a lo largo de la avenida Roosevelt entre los centros comerciales Plaza Las Américas y San Patricio Plaza.

Carr. PR #2

Centro Comercial Valle Real

El futuro de los corredores comerciales lineales

La proliferación de los centros comerciales lineales a lo largo de algunas de las principales vías constituye un reto en los diseños que buscan fomentar el movimiento peatonal dentro de las zonas urbanas y suburbanas de Puerto Rico. Esta particularidad ha estado expresada claramente por más de varias décadas en las políticas establecidas por la Junta de Planificación y las leyes que componen la autonomía municipal de 1991. El evidente envejecimiento que refleja la estructura poblacional de la isla convierte esta particularidad en un asunto de primer orden. Sin embargo, los corredores comerciales han estado posicionándose huérfanos de un diseño peatonal integrado. Los corredores comerciales continuarán aflorando en todo Puerto Rico debido a que representan un espacio de mayor libertad para los negocios individuales que pueden beneficiarse de las economías de escala que garantizan los centros comerciales o aquellas áreas que funcionan como centros comer-

Corredor comercial lineal alrededor del centro comercial Valle Real de escala comunal en Ponce. Nótese la ausencia de conectividad peatonal entre el centro comercial y los diferentes edificios comerciales (Pep Boys, Burguer King, Pizza Hut, Ponderosa, Office Max)

ciales funcionales. Bajo este concepto de aglomeración comercial, los negocios, particularmente las cadenas de tiendas, pueden imprimir sus detalles arquitectónicos particulares. Este ha sido el caso de las farmacias Walgreens y CVS, y de varias cadenas de restaurantes. Este tipo de flexibilidad en el diseño de las estructuras solo se puede ver en los edificios comerciales aislados localizados en los estacionamientos de los centros comerciales. Dentro de los malls, el grado de libertad es muy limitado o muy costoso. Los crecientes debates en cuanto a la posible saturación de megatiendas y centros comerciales posicionan a los

CAAPPR

corredores comerciales cercanos a los mayores centros comerciales o alrededor de los proyectos comerciales de escala vecinal como una alternativa de localización atractiva. Ante el posible escenario del crecimiento comercial a lo largo de las mayores vías, el mayor reto constituye rediseñar los corredores comerciales para que se pueda fortalecer el movimiento peatonal entre los diferentes núcleos comerciales al tiempo que se mantiene la independencia comercial dentro de la zona. Esta particularidad constituye uno de los retos de la arquitectura de los espacios comerciales de Puerto Rico en los próximos años.

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Levittown hoy:

CIUDAD

50 años de suburbanismo, musculatura y subconsciente puertorriqueño

Omayra Rivera Crespo colaboró en este artículo

Fabián Silvano Morales

Fachada de una casa en Levittown con temáticas taínas y coloniales adosadas 1930

acto i Nueva tierra desordenada y vacía Cuando miramos el origen de Levittown comprendemos que el subconsciente colectivo está más adelantado a los hallazgos del mundo académico. Temprano, en 1963, Levitt & Sons abría a oferta sus primeras casas en Levittown, Toa Baja. Cuatro modelos lucían pasarela: Broche de Oro, Camafeo, Diadema y Esmeralda. Entonces “la tierra estaba desordenada y vacía”… Levittown, más vacía que desordenada, encarnaba una deseable ecuación matemática: costa + playa + lago y llano = la tierra prometida.

ACTO II Orígenes 1929 (Nueva York) – 1963 (Toa Baja, Puerto Rico)

Aunque Levitt & Sons se estableció en P.R. en 1963 (liderado por William Levitt), la historia de Levitt es la historia de una imperial dinastía en el mundo del desarrollo suburbano (casi el Dinasty de la TV americana de los ochenta). Los proyectos de la familia Levitt definieron el suburbio de (Norte) América, luego de la Primera Guerra Mundial. Es notorio el gran salto de su iniciativa entre 1930 y 1942. ¿El origen?: 1920s

1929

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Levitt convence a sus hijos a culminar un proyecto incompleto, 40 casas; William y Alfred aprenden construcción, en el field. Abraham Levitt funda Levitt & Sons (a sus 49 años), el inversionista. William (hijo mayor) es el presidente (a sus 22 años). Alfred (segundo hijo) es el diseñador (a sus 17 años); luego, arquitecto. (Recuerde, 1929 es el comienzo de la Gran Depresión; JCPenney poseía 1,000 tiendas... Cuando digan depre- sión, no tema, invente y mercadee.)

ENTORNO23

Primer proyecto por Levitt & Sons: 18 casas construidas. 1942 Construyen 750 casas en Oakdale Farms, Virginia. 1947 Desarrollo en Island Trees, Nassau, Nueva York; eran casas para rentar a $60 mensuales, y luego de un año, estaban a la venta por $7,500. 1948 Nombran a la comunidad en Island Trees: Levittown. 1951 Se construyen 17,447 casas en Tardy Lane, Nueva York. 1954 Levitt & Sons, Inc. celebra su 25 aniversario. Alfred abandona Levitt & Sons, y funda LevittHouse Corp. Construye hogares en Suffolk, N.Y. y edificios en Queens y Long Island. 1958 17,311 casas construidas en Pensilvania. 1960 Construyen casas modelo en Belair (condado de Prince Georges, Pensilvania). Levitt & Sons ‘debuta’ en la bolsa de valores americana. 1962 Abraham Levitt muere a los 82 años (en N.Y.), con 60,000 casas construi- das en el este de los Estados Unidos. 1963 William funda Levitt & Sons of Puerto Rico, Inc. (a sus 56 años). Poco después, Levitt & Sons of PR fue vendida a International Telephone & Telegraph Corp.


ACTO III Un laboratorio para el subconsciente boricua

Casa típica en Levittown con poca o ninguna alteración

Levittown, suburbio al fin, no podía separarse más de Hato Rey, porque entonces naufragaba en el Triángulo de las Bermudas. Además, su proximidad al Dorado Beach Hotel culminaba el gran sueño de un suburbanista. Cer-

cana al hotel, Levittown se consumaría como perfecta antesala al Olimpo —la introducción a los paradisíacos jardines, las canchas de golf internacional, y las sofisticadas charlas de ballrooms—. Levittown y el Dorado Beach eran el

Transformación drástica de una casa típica en Levittown

CAAPPR

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CIUDAD

En ese momento, mi mamá, la tía del amiguito, la que vendía limbers (y hasta la sobrina del alcalde…), todo el mundo se montó en auto y fue a chequear el nuevo desarrollo. Para que tengamos una idea, en 1963, la urbanización Floral Park tenía 37 años de edad, la Eleonor Roosevelt tenía 29, y Puerto Nuevo y Caparra Heights tenían 20 años de construidas. ¿Entonces el modelo de vida suburbana en Puerto Rico podía presumir de éxito? Bueno, la ecuación Levittown presentaba ‘lo suburbano’ a la segunda potencia. ¿Cómo? Pues su oferta era más amplia (y mucho más sexy que las demás). Sobre todo para aquellos que buscaban separarse de la congestión moderna (nuevo centro de San Juan, Milla de Oro y Hato Rey, 1968).


epítome, el clímax... lo suburbano consumado; la ofrenda por excelencia al individualismo. Entonces vociferaron al unísono: “More is more and better! More is more and better!” Así gritaban todos quienes miraban los modelos para las primeras secciones. Luego, en 1977, la fórmula Levittown sumó el complejo deportivo: gimnasio, canchas, piscinas y la pista. Allí, diferente a Floral Park o Eleonor Roosevelt, el cuerpo se venera como habitación sagrada. Si no hubieran llamado a la pista ‘Marie Lande Mathieu’, yo le hubiera llamado El Metropolitan BoyZ Club; ¿Y al libro?, Levittown & Schizophrenia. Sí, pero esquizofrenia de la buena; del tipo que permite una mezcla agresiva y elegantes revoltillos. Si la urbanización es el disco duro de nuestra cultura, entonces Levittown es su tarjeta de video (una potente Quadro de 100GB). Vivir en Levittown es sinónimo de ‘musculatura tectónica’ (tectonic muscle).

ACTO IV What’s with that house? Allí se miden fachadas a plena luz de mediodía. A tres pies de distancia intercambian lenguajes y vocabulario. Cada mañana escuchas algún chipping hammer ronroneando. Si te acercas, seguramente encuentras a un grandulón, dándole duro al hormigón... Entonces te pregunta: “Dígame míster, ¿qué le puedo ayudar?” Si se entera que eres arquitecto, más vale que te quites la camisita, te pongas botas y muestres destreza con el Makita. En Levittown primero acomodas bloques, amarras varillas, mezclas en la bajada, tomas agua del mismo purrón, y entonces te llamas... ARCHITECT. Acto seguido se endereza tu espalda, tu rostro se dibuja de mármol brillante, y flotas tres pulgadas sobre el nivel. Al mediodía, el mismo tipo (o sea, arquetipo) se monta en la F-250 y busca un delicioso almuerzo —arroz chino,

Diversos modelos y adaptaciones de las casas originales en Levittown

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ENTORNO23

Jarry’s Tacos, pionono criollo, pinchos, fricasé de pollo, un nutritivo McCombo o el menú de la chica—. Dicen que la recomendación de una vecina, es ley para todos. Así, sin pedir permiso se acomodan tejas, balaustres, bloques ornamentales, volutas, ventanas francesas, molduras, losas italianas y los pasteles (¡suaves colores pasteles!). Es importante el consenso u opinión pública; y por supuesto, con National Lumber como cómplice. Entonces, transitar una calle significa tomar una breve muestra del subconsciente colectivo, boricua man. Entre dos fachadas, pueden existir millones de años luz: una enorme separación, mundos paralelos, Jupiter vs. Venus. George Gray se hubiera hecho millonario (con su programa en HGTV: What’s With That House?), y Christopher Alexander, más todavía. De esa rica mezcla se han nutrido (por no decir: han surgido) Jerry Rivera, Olga Tañón, Ivy Queen y el ‘Chapo’ Rosario.


ACTO V Levittown ‘metropolitano’: el Boulevard

Decoración añadida en la fachada de una casa típica en Levittown

Casa típica en Levittown con poca o ninguna alteración

CIUDAD

Entre estructura ósea y maquillaje de Levittown podemos decir que es congestionado, que es Post-Collage, que está saturado de identidad, que es exceso de excesos, que es más metropolitano que el Metropolitano, o que es utopia distorsionada por nosotros mismos. No obstante, el dato más curioso es la Boulevard, la espina dorsal de Levittown. En la avenida, el auto es una extensión del espacio doméstico... pues ‘estira’ la sala, el cuarto, la cocina y family, el patio y hasta el coche del bebé. En vez de estudiar a Levittown como sitio popular, ¡hay que estudiar el auto como espacio popular! Antes de Puff Daddy, ya había butacas de cuero y detalles dorados en algún Mustang 1988. Que si Kamei, Pioneer, Alpine, JBL, Bazooka, Kiker, Kenwood… You name it! Levittown retoma lo que la modernidad excluyó: la experiencia barroca — oro, incienso, sonido, pan, y dinámicos muros—. La Boulevard hoy los agudiza todos... ¡Todos!, oro por bling bling, incienso por aromas femeninos, sonido por música popular, pan por tripletas, y muros por colorida publicidad. ¿Cuántas abejas se paralizan eslembás confundiendo letreros por flores rellenas de almíbar? Boulevard y Broadway se comparan, se miden, se miran: nada que envidiar. Ambos atestados de kioscos, bares, cuchifritos, guaguas, salones, espectáculos, sangüicheras y los bernao en motora.

Parcela transformada en estacionaminento que aún conserva rastros de la fachada original de la casa demolida

ACTO VI Un modelo sin urbanidad vs. un urbanismo sin ciudad

No es ausencia de urbanismo; es paréntesis. Levittown obliga a los urbanistas a la coma. Aunque en el diagrama de site inicial Levitt excluyó ingredientes metropolitanos (sitios de trabajo o transporte público), al final la gente ha modificado el ‘tejido urbano’ —estacionamientos informales, casas-colmados, oficinas médicas y espacio público en el balcón y en medio de la calle (‘sal a gusto’ y nueva peatonalidad)—. En ultra mar (Nueva York, Pensilvania, Florida, California y los demás) Alfred (el hijo arquitecto) utilizaba de referencia la casa de la pradera (de Frank Lloyd Wright). Aquí en Toa Baja, más bien el modernismo americano proveyó los ingredientes —muros de piedra, aleros moderados, la conexión al patio, Neutra, Loewy, Frey, et al—.

CAAPPR

Sin embargo, por economía de medios, Levitt aplicó una hiperplanificación: modularización, logísticas, precisión... process optimization. Cuatro modelos no disimularon su fascinación por la repetición, los espacios euclidianos y una infinita fila de soldados bien planchaos. Los Levitt eran un exquisito imperio con DNA maduro: el reverse assembly line. Un modo de superconstrucción (obreros especializados y sincronizados, casa por casa) que caricaturizaba la fábrica de modelos T (de Ford). El Levittown de Toa Baja no tiene un grand finale. ¿Cómo diseñas una ciudad que responda al subconsciente colectivo? No hay fórmula. Se llama SUBciudad, le llaman SUBurbanismo. En este modelo de desarrollo, la gente provoca un patrón de lenguajes (vía mass customization). Levittown no tiene conclusión, porque tampoco hay principios claros. Hay que mirarlo, ojearlo, descifrar nuevos párrafos y nuevos sistemas de puntuación. Es un continuo continuum...

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Jurado otorga Premios: XIII Bienal de Arquitectura y Arquitectura Paisajista

CODA

Noticias

Tras evaluar 39 proyectos, el jurado de la XIII Bienal de Arquitectura y Arquitectura Paisajista de Puerto Rico anunció recientemente los proyectos premiados en una concurrida actividad realizada en la sede del Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico. Dicha Bienal tenía como objetivo resaltar y reconocer los proyectos sobresaliente diseñados o construidos durante los últimos cinco años, así como reconocer la excelencia en las disciplinas de la arquitectura y arquitectura paisajista con el Premio Nacional de Arquitectura, el cual le fue otorgado al Centro de Bellas Artes de Humacao. Todos los proyectos presentados a la Bienal formarán parte de una exhibición itinerante en espacios públicos a través de toda la Isla entre el 2013 y 2015, como el Paseo de la Princesa, en San Juan y el Museo de Casa Roig en Humacao entre otros. El jurado, compuesto por el Arq. Jonathan Marvel, de Marvel Architects, en Nueva York; la Arq. Annabel Hernández, de Olin Studio, en Fila-

delfia; y el Arq. Guillermo Banchini, de BAarqs, en Argentina, tuvo a su cargo en días recientes la evaluación de los 39 proyectos presentados, de los cuales 15 respondían a la categoría de proyectos construido, 16 no construidos, 3 conceptuales y 5 de investigación y publicación. El Premio Nacional de Arquitectura fue concedido por el jurado al “Centro de Bellas Artes de Humacao”, un proyecto del arquitecto Carlos Betancourt, con la colaboración de Mario Dumont Gaztambide, Roni Marini Goris y Mitchel Rivera Pintado. Al destacar la escala social del proyecto, el jurado entendió que este, con cupo para 1,000 personas, goza de una geometría sobresaliente, cuyo techo triangular de hormigón tensado da un mensaje sin la necesidad de un letrero. En la categoría de Investigación y/o Publicación, el premio de honor recayó en el libro “Ciudad de los balcones” del Arq. Edwin Quiles, dado a que el jurado entendió que logró recoger un antecedente histórico cultural a través del reconocimiento del “balcón” como pieza emblemática vernacular en la historia de la arquitectura de Puerto Rico. Colaboraron también en dicha publicación: Anthony Sánchez,

Premio Nacional de Arquitectura, “Centro de Bellas Artes de Humacao”, arquitecto Carlos Betancourt

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ENTORNO23


Premio Categoría de Investigación

Premios de Fin de Carrera

Durante la Semana de la Arquitectura 2013, el CAAPPR celebró por segundo año consecutivo la Competencia de Proyectos de Fin de Carrera. El concurso tiene como propósito premiar el trabajo y la excelencia en diseño de los colegiados más jóvenes expuestos a través de las propuestas académicas de tesis o fin de carrera y exhibir su talento ante la matrícula. El jurado estuvo compuesto por el Arq. Otto Reyes Cassanova, la Arq. María Cristina Peña Carro y la Arq. Psj Frances De La Rosa quienes realizaron la evaluación de 42 proyectos distribuidos en las Categorías de Investigación; de Arquitectura Paisajista; Vivienda; Urbanismo; y la Categoría de Edificio Comercial, Institucional o Dotacional. Los premiados por unanimidad fueron los siguientes:

> Alberto de la Cruz: “Ver, ocupar, intervenir: Avenida Universidad” Premio Categoría Arquitectura Paisajista

> Luis Fret: “Re-interpretación de los estuarios en zonas urbanas” Premio Categoría Urbanismo

> José D. Laboy: “La producción de escala doméstica y el derecho de ciudad” Premio Categoría de Vivienda

> Emmanuel Pérez Molina: “Luchetti [Re] Housing” Premio Categoría de Edificio Comercial, Institucional o Dotacional

CODA

Bennet Díaz, Abimael Márquez, Rafael Vargas, David Barriera, Michael Chimmellis y Víctor Rodríguez Gotay. En la categoría de Proyectos no Construidos, el jurado otorgó dos (2) Premios de Honor: “Infraestructura Urbana en Barrio Monacillos” del Arq. José Javier Toro, de Toro Arquitectos, por considerar que el mismo puede beneficiar la ecología y la estética de los sistemas viales de transportación. Colaboraron: Fernando De Jesús, Luis Rodríguez, Rose Florian, Josean Merced, Javier Mirandés, Eduardo Molinari y Elmo Ortiz. El segundo Premio de Honor recayó en “E-Lodge” del Arq. Víctor Díaz Paunetto, con la colaboración de Fernando Abruña, Ariel Santiago, Agustín Agosto, Aixa Solá y Hugo Colón, ya que el mismo refleja una serie de diagramas integrados en una visión tanto ambiental como social. En la misma categoría, se otorgaron tres Menciones de Honor: “Casa Patio #1” del Arq. Arnaldo Sánchez, “Plan Maestro Parque Nacional Río Tanamá” del Arq. José Fernando Vázquez y “Ciudad Juan Bosch” del Arq. Juan Mubarak, de República Dominicana. En la categoría de Obra Construida, el Jurado otorgó el Premio de Honor al “Anexo GELM” de Díaz Paunetto Arquitectos, al considerar que dicha propuesta establece claramente cómo recuperar una estructura existente con un nuevo vocabulario arquitectónico de manera eficiente y con buena inventiva. En la misma categoría la Mención de Honor fue otorgada al proyecto “Boys and Girls Club, Las Margaritas”, de los arquitectos Nathaniel Fuster, Heather Crichfield, George Stewart, Josué Rivera y Miguel Lozada. Y al proyecto, “Universal Insurance: Client Service Branch” del Arq. Segundo Cardona, FAIA con la colaboración de José Gutiérrez y Elías Rivera. La categoría de Diseño Conceptual fue declara desierta, debido a que el jurado consideró que las propuestas no poseían argumento suficiente para ser consideradas.

> Nohely Pabón Pérez Mejor Proyecto de Fin de Carrera

> Lorely González

Menciones de Honor

> Tomás Santiago Rodríguez: “An Architectural Strategy of Recycling City Space for Art” > David Figueroa: “Palimpsesto multicultural: una ciudad difusa”

Puede consultar los proyectos pre-sentados en www.caappr.org, bajo Proyectos de Fin de Carrera.

Miembros del jurado y de la Junta de Gobierno del CAAPPR, y colegiados premiados por sus tesis o proyectos de fin de carrera

CAAPPR

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La Fundación para la Arquitectura firma un acuerdo con la Compañía de Turismo para el financiamiento de recorridos arquitectónicos en San Juan y Santurce.

La Fundación para la Arquitectura, con auspicio de la Compañía de Turismo, está hilvanando un plan para que el turista, cuyo destino sea Puerto Rico, pueda conocer y apreciar su arquitectura y arquitectura paisajista. Como resultado de estos esfuerzos, esperamos representar, aún más, el talento que reside en nuestros profesionales. En conjunto con la Compañía de Turismo, la Fundación ha finalizado el diseño de un Plan de Recorridos Arquitectónicos el cual usa como ejemplo el reconocido modelo de la Chicago Architectural Foundation, con quien ya hemos comenzado a intercambiar ideas y propuestas. La trayectoria histórica de la arquitectura en Puerto Rico es sumamente amplia. En nuestra isla, tenemos arquitectura militar que data desde los tiempos coloniales y continúa durante la Segunda Guerra Mundial hasta la Guerra Fría. Añádase a esto un apreciado Viejo San Juan; ciudades históricas como Ponce y San Germán; un singular art déco en edificaciones de Santurce; y trabajos de tan reconocidos arquitectos como: Nechodoma, Klumb, Toro y Ferrer y otros. Si a esto se unen los elementos de la era de la industria azucarera: —Aguirre, Guánica, las chimeneas de las centrales desaparecidas—, y los bosques y las reservas naturales —como el Estuario de la bahía de San Juan—, tenemos en esta pequeña islita una gama que rivaliza en riqueza e interés a muchos otros destinos turísticos. Con el fin de dar a conocer este acervo de riquezas, la Fundación llegó a un acuerdo con la Compañía de Turismo en el cual esta se compromete a financiar los costos asociados con el

desarrollo principal del programa de recorridos. Para este proyecto, la Fundación reclutó a Aida Belén Rivera, especialista en arqueología, historia y antropología, para que diseñe los recorridos por las áreas de San Juan y Santurce, incluyendo la investigación histórica necesaria, el entrenamiento a los guías voluntarios, y la preparación de los guiones a ser utilizados por los mencionados guías. Parte del desarrollo del programa incluye una nueva página en la web para promocionar estos recorridos. Se diseñarán mapas que delineen los puntos de encuentro y habrá folletos sobre los temas que se presenten, los cuales se distribuirán a los participantes. En cada estación se estará colocando, con el consentimiento del Instituto de Cultura Puertorriqueña, una placa histórica con información digitalizada de modo que se pueda acceder con el app de la Fundación. Para lograr el éxito de este programa, además del apoyo que nos brindará la Compañía de Turismo (por ejemplo, nos incluirá en las ediciones de la revista Qué Pasa), contaremos

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ENTORNO23

Junta de la Fundación (de izquierda a derecha): Ing. José Bolivar, Arq. José Carlos Joglar, Sra. Luisa Rangel de Ferré, Arq. Psj. Vilma Pérez Blanco (Presidente), Sra. María del Carmen Gil, Arq. Psj en entrenamiento Carola Ballester (Directora Ejecutiva), Arq. Ricardo Álvarez Díaz y Arq. Jorge Ramírez Buxeda.

con el asesoramiento de expertos de la Chicago Architectural Foundation y, por supuesto, con el respaldo de nuestro apreciado Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico. El ingreso que provendrá de este programa será utilizado para sufragar los costos asociados con el mantenimiento de la Fundación. Más adelante, los recorridos se expandirán a otras partes de la isla de manera escalonada. Así pues, no dejaremos un rincón de nuestra riqueza arquitectónica desproveído de este singular programa. Consideramos, con el mayor optimismo, que debido a la publicidad que este proyecto ofrecerá a la obra arquitectónica, la manera de visualizar, mercadear y vender los servicios del arquitecto se podría transformar, además de proporcionar, como resultado alterno, oportunidades de trabajos para los arquitectos de Puerto Rico. Juntos, el Colegio, la Fundación y la Compañía de Turismo, hemos comenzado a dar los primeros pasos para que este sueño se convierta en una realidad.


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