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Personaje famoso
Alesteir Crowley ¿Quién es?
Aleister Crowley (1875-1947). Poeta, ocultista, escalador, espía, mago, satanista, líder de culto y fundador de una nueva religión, Edward Alexander Crowley nació en Warwickshire, Inglaterra, en una familia acomodada y puritana y desde muy joven se entregó con pasión al estudio de las ciencias ocultas. En 1898 se unió a la Orden Hermética de la Golden Dawn, sociedad secreta de moda entre los intelectuales ingleses de entonces, y posteriormente se inició en la francmasonería. Durante su luna de miel en El Cairo tuvo una revelación, escribió El Libro de la Ley y fundó una nueva religión, Thelema, cuya máxima, «haz tu propia voluntad» adoptó como ley de vida. Viajó a la India y a China para estudiar su filosofía y religión, escaló la cumbre del K2, durante la Primera Guerra Mundial viajó a Nueva York, donde ejerció como espía infiltrado en grupos pro-alemanes, adquirió un viejo caserón en Cefalú, Sicilia, y fundó allí la abadía de Thelema, una comuna en la que se practicaban rituales de magia sexual. Se hacía llamar La Gran Bestia 666 y fue calificado por la prensa como «el hombre más malvado del mundo».
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Se dice que Crowley y Rose (una de sus esposas) pasaron una noche dentro la Cámara del Rey de la Gran Pirámide de Gizeh, donde, tras una invocación, se les apareció Toth, el dios de la sabiduría y la escritura, pero también de los conjuros y los hechizos mágicos, en forma de de “luz astral”.
Crowley, al que siempre había fascinado la filosofía oculta del antiguo Egipto, se convirtió en 1904 en la cabeza visible de la O.T.O. (Ordo Templi Orientis), una organización de carácter fraternal y secreto de la que fue nombrado Gran Maestro General X para Gran Bretaña e Irlanda.
Durante su estancia en El Cairo, Crowley y Rose hicieron una visita al Museo Boulak, antecedente del Museo Egipcio de El Cairo. Allí se fijaron en una pequeña estela relacionada con el dios Horus, descubierta en 1858 en el templo funerario de la reina Hasthepsut, y que Crowley bautizó como Estela de la Revelación. Desde ese momento, el apartamento cairota de la pareja se transformó en un templo donde siguieron invocando a los dioses y demonios egipcios.
Años después de su muerte se convirtió en referente de la contracultura de los años sesenta, y ha sido reivindicado incluso por destacadas figuras de la música pop como John Lennon, Led Zeppelin o David Bowie.
CROWLEY y la Segunda Guerra Mundial
La II Guerra Mundial está llena de referencias mágicas y esotéricas por ambos bandos. Los nazis buscaban la fuerza en ritos paganos y en objetos como la lanza de Longinos. Hasta Himmler fue a buscar el Santo Grial a la abadía de Montserrat. Los aliados, por su parte, deben su triunfo en la contienda a los desvelos del mayor mago del siglo XX: Aleister Crowley.
En mayo de 1945, cayó Berlín. Hitler se suicidó en el búnker de la cancillería y, poco después, se subió a un submarino y zarpó junto a Bormann con destino a Argentina. El 15 de agosto el emperador de Japón dejó de ser una divinidad y se rindió a los aliados. Finalmente, el 2 de septiembre de 1945, seis años y un día después de la invasión de Polonia por las tropas nazis, concluyó la II Guerra Mundial oficialmente.
La victoria, sin embargo, no fue fruto de las bombas atómicas, ni de la garra del ejército rojo, ni del crudo invierno, sino de las artes ocultistas del mago inglés Aleister Crowley, que pasó de ser «La Gran Bestia» a liberar Europa del horror nazi. Que el poder y la magia caminen de la mano no es algo novedoso. Ya en las cavernas se conjuraba a las fuerzas desconocidas para que las expediciones de caza fueran un éxito pintando mamuts y gente desnuda en las paredes como si fueran las puertas de las letrinas un cuartel. Los augures escrutaban las vísceras de animales y leían el vuelo de los pájaros antes de que las legiones romanas entrasen en batalla.
Los Nazis tienen una gran historia repleta de esoterismo que se remonta al mito de los Nibelungos, las runas, los ritos paganos en el castillo de Wewelsburg, la búsqueda de elementos mágicos y llega hasta el punto de inspirarse en grandes magos para aumentar su poder, como Madame Blavatsky o el mentalista Hanussen. Los aliados tenían a Aleister Crowley.
En un primer momento, la figura de Adolf Hitler pasó desapercibida para Aleister Crowley. Y como en el caso de Mussolini, sólo reparó en él cuando las leyes le impidieron desarrollar su vida como él deseaba. Si los fascistas italianos lo expulsaron de Sicilia, los nazis prohibieron la sección alemana de O.T.O. y no permitieron que se imprimieran más traducciones de sus
libros, con la consecuencia merma económica para las arcas del mago. A pesar de este desinterés por Hitler, el ocultista inglés detectó en el alemán elementos y símbolos que no eran azarosos desde el punto de vista de la magia. Crowley llegaría a definir a Hitler como un mago negro por el uso que hacía de signos como la esvástica. Esta cruz, de origen hindú y que simbolizaba el movimiento del sol, en el caso de los nazis estaba invertida. Sus aspas giraban en sentido contrario y su significado original, por tanto, se pervertía, pasando de ser una cruz positiva a una cruz negativa.
Consciente del peligro nazi, con el tiempo Crowley abandonó su apatía y comenzó a tomar partido en la guerra. En 1939 escribió el poema propagandístico England, stand fast!, que posteriormente incorporaría a una obra más ambiciosa titulada Thumbs up! Pero su mayor aportación fue el establecimiento de la “V” como símbolo de la Victoria y, en consecuencia, único elemento capaz de parar a Hitler en el campo esotérico.
Aunque el mérito se lo quiso atribuir Victor de Laveleye –miembro del gobierno Belga que en una alocución de la BBC propuso que se cambiasen las siglas de la R.A.F por la V, que era la inicial de Victoria en todas las lenguas europeas–, fue Crowley el primero que enunció los poderes mágicos de dicha letra.
Entre otros muchos razonamientos, Crowley pensaba que la V era la letra capaz de trabar las aspas de la esvástica y detenerla. Así se lo hizo saber a Winston Churchill quien, a partir de entonces, aparecería en infinidad de fotografías haciendo la V de la victoria. Lo demás es historia. La esvástica dejó de girar y los aliados vencieron la Guerra Mundial.