Yerba fanzine #11 suplemento

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El contenido es responsabilidad exclusiva de Yerba fanzine, no sé debe considerar que refleja la opinión de los emprendimientos amigos que nos apoyan. Este suplemento está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

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Este suplemento es un complemento de Yerba #11. Es donde encontrarรกn todo lo recibido durante la convocatoria, armado de tal manera que se pueda ver online o descargar para imprimir en formato A5. Agradecemos a todos los que han participado de la convocatoria, a todos los que nos ayudan con las secciones, a los que nos ayudan materializando el fanzine en sus dos versiones.

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NARRATIVA

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INDICE 7 | Temas: La vaca – Emilce Fabricio Rosario, Sta Fe • diarioentrance.blogspot.com 7 | 13 de Febrero – Florencia Carreras Planeta Tierra • facebook.com/Florcarrerass 8 | La explicación – Leandro Forti Santo Tomé, Sta Fe • plus.google.com/+LeandroForti 9 | El show de los Bulevares – Taiana Castro Santa Fe Capital. 10 | Mosquitos – Gonzalo Castelo Santa Fe Capital • zumbidosss.blogspot.com.ar / soundcloud.com/gonzacantaro 11 | Testigo errante – Esteban Corva Santa Fe Capital. 12 | Operación a chori abierto – Mauro Litvak Planeta Tierra • facebook.com/lameriendafanzine

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Tema: La vaca Emilce Fabricio

Presionaba las ubres con fuerza, pero no había caso, lo único que salía era una leche aguachenta y agria, traslucida a la vez que oscura. A su lado dos señores de smoking y bombín miraban y comentaban. —Lo que pasa –decía uno– es que no tiene técnica. Mire esa forma de flexionar el pulgar. —Sin duda es un inútil de nacimiento. No debería haber llegado tan lejos. Hablaban fuerte, cuidando que el peón oyera todo cla–ra–men–te. El primer señor tomó un trago de barro de un cartón (que prefería con creces a la leche) y se quedó pensativo un rato antes de volver a hablar. —De todas formas la envasaremos y la venderemos como edición especial y limitada. En eso la vaca empezó a vibrar, extendió las alas y salió volando, porque era de San Antonio. Los señores de traje y bombín miraron con rencor al que ordeñaba, que pobre tipo no sabía dónde meterse. Se retiraron sumamente ofendidos, no sin antes inventariar los tachos y organizar meticulosamente el envío del flete con la leche de edición especial y limitada, portadora de todos los nutrientes necesarios para el óptimo crecimiento de sus hijos. —

13 de febrero Florencia Carreras

Estoy tratando de redactar algo sobre vos sin escribir la pija de la chota que feliz me haces hijo de puta –Que grosera estas–. No Manuel. No vamos a tener hijos. Y en tal caso no le vamos a poner Otoño, que ganas de sacarte lo jipi a baldazos de agua fría y jabón.

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—Buen día. —Gracias. —Por favor. —Acabame en la boca. —Te voy a coger en la cocina. —Pedime lo que quieras. Soy fanática de los detalles y una señora de 62 años las 25 horas del día. Las cosas que me gustan, me deprimen. ¿O al revés? Todavía no lo decido, de todos modos está decidido, voy a dejar terapia porque nada me abrió más los ojos que aquella vez en que Julia me dijo que a la gente le chupaba 95 acres de huevo lo que haga. Pienso recordar este lunes como el día que Mati entendió que no tiene que entrar a mi cuarto sin anunciarse porque hoy me encontró, nose. Cogiendo. –Me comí una pata de pollo fría con tantas ganas que vas a pensar que me la confundí con una pija. Igual. Sí. Estaba intentando tener una charla sería con mi cerebro y me habló una tipa. que haces. no te das cuenta que estoy negociando cosas importantes aca. Llevo una semana sin tomar café. Si hago silencio puedo escuchar cómo se reconstruye mi himen. —

La explicación Leandro Forti

A veces, tengo sueños reveladores, pero los olvido luego: sólo retengo de ellos la angustia indescriptible. De pronto, me dan la clave del pasado; recrean, con materiales oníricos, la simbología que en la vigilia no puedo encontrar. Las personas, sus acciones, la interpretación secreta de ese conjunto queda en la nada. No puedo volver. Pierdo lo inhallable en este afuera. Al despertar, siento que me arrojan al olvido, que me quitan el secreto, que me despojan de mí. Mis ojos son como manos que se abren, dejando caer en una vertiente las imágenes únicas,

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develadoras, irrepetibles. Siento caer en la desdicha de haber visto y de volver a la ceguera que el día propone. Habrá sido un segundo; tal vez, un par de segundos en los que la vida, el tiempo de mi vida, se aclaraba, se discernía, se explicaba como nunca antes, y lo sé. —

El show de los Bulevares Taina Castro

Las pelotitas luminosas subían al cielo y rozaban su mano. Con cada movimiento los espectadores, que sólo podían verlo por segundos, quedaban boquiabiertos. Sus rizos rubios hacían encandilar hasta al más distraído. Su ropa sucia y rota eclipsaba el paisaje. Nadie podía creer que su cara pintada con carbón les sacaría una sonrisa. Todo aquel que pasaba decía que por un instante el tiempo se detenía en esa esquina de Bulevar y Rivadavia. Donde los sueños, no sólo se sueñan, sino que también se viven. En este caso, con pelotitas de colores tiradas al cielo. La habilidad y destreza del muchacho hacía que la magia recorriera toda la cuadra. En un momento, comerciantes y transeúntes se amontonaron para verlo. Sus manos realizaban un movimiento totalmente mecánico, sin error alguno. Sus rulos se movían al compás. Sus piernas bailaban al ritmo de las palmas. Cuarenta segundos, era el tiempo estipulado del show. El cálculo siempre era mental. Un segundo que dejara correr demás y las monedas no caerían en sus manos llenas de brea y carbón. Los automovilistas contribuían a la causa con algunos morlacos. Otros solamente pasaban y miraban la escena maravillados. Un nuevo corte de semáforo dio inicio al espectáculo, pero a los veinte segundos aparecieron dos hombres de traje azul. Estos hombres respondían al nombre de la ley, de estatura media y con una panza tan grande cómo su desprecio. Tomaron las manos del muchacho y lo hicieron a un costado. —Vos no podes estar acá pendejo –dijo uno de los hombres. —¿Por qué no vas a laburar y te dejas de joder en esta esquina? –insistió el otro panzón. El clima se

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puso tenso y el aire parecía espeso, a algunos se les cerró el pecho viendo a la ley cometiendo una injusticia. El semáforo se puso en verde y nadie se movía. Automovilistas que habían pasado rato antes por el lugar, se bajaron de sus autos, comerciantes y transeúntes se acercaron y con postura firme exigieron que dejen en paz al muchacho. Los hombres de azul rezongaron pero tuvieron que revertir su decisión. Al costado de la calle las pelotitas de colores seguían brillando, esperando que las manos del chico hicieran magia nuevamente. Él se limpió las lágrimas, agarró sus pelotitas e hizo el show más impresionante y largo de su carrera. De repente todo el bulevar se llenó de espectadores, ya no importaba el rojo o verde de los semáforos para nadie. Fueron los quince minutos más lindos de su vida. Al terminar miró a todos a los ojos y con un gracias en los labios se despidió de su público. Los aplausos se escucharon hasta en las comisarías. Porque en esa esquina los sueños no sólo se sueñan, sino que también se viven. —

Mosquitos Gonzalo Castelo

La oscuridad me ayudaba. Me acurruqué detrás de unos arbustos, a prudente distancia. Sin embargo, escuché claramente lo que hablaban las dos siluetas: —Son seres interdimensionales que cambian de dimensión en un abrir y cerrar de ojos. ¿No se han dado cuenta aún que los mosquitos tienen la capacidad de desaparecer? ¡Lo hacen frente a vuestros ojos! Son transportadores de sangre. Recolectan sangre en esta dimensión y la llevan hacia otra. Sería muy difícil para vuestro entendimiento comprender cuál es el uso que se le da a esa sangre ya que ni siquiera podrían concebir el lugar a donde se lleva. Quizá atisbarían algo de verdad al respecto si pensasen a los mosquitos como abejas y a vuestra sangre como polen. —Pero supongo que nuestros científicos habrán observado suficientemente a

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los mosquitos como para poder descubrir que desaparecen. —Seguramente, pero para observarlos debes atraparlos y al estar confinados no pueden obtener sangre, de modo que no necesitan desaparecer. —Pero podrían desaparecer para escapar del encierro. —No tienen las mismas necesidades humanas. No lo hacen porque no tienen instinto de supervivencia, sólo poseen instinto de recolección. El humano tiende a pensar que la naturaleza, que la vida debe comportarse como él, tener las mismas lógicas, por eso no ve más allá de lo que lo refleja de alguna manera. Sentí una molestia leve en el antebrazo. Dos mosquitos succionaban sangre, cargando sus panzas. Tuve en instintivo ademán de aplastarlos contra mi piel pero me detuve. En pausa, les permití que terminen su trabajo. Lentamente, se desprendieron de mi brazo y volaron con cierta torpeza hacia la oscuridad donde desaparecieron. —

Testigo errante Esteban Corva

Luego del estallido de una tormenta infernal las calles se volvieron nada más que ausencia, en ese momento me encontraba refugiado en el baño de una estación de servicio de la Avenida Aristóbulo del Valle, casi en frente del inamovible e inútil puente negro, esta arquitectura siempre protagonizo una de las pocas elevaciones terrestre en la predecible llanura santafesina. Los primeros instantes ausentes de caos, premeditaban un retorno a la normalidad, a ese trascurrir cotidiano que ahora resulto ser el mejor de los destinos, solo fue un tormenta inusual en la predecible Santa Fe, un fenómeno climático ya existente en otras regiones, quisiera escuchar en la radio alguna justificación acerca de la vos salvaje y colosal que retumbaba por dentro de la tempestad. Pero la idea de un retorno a la normalidad fue rápidamente revocada por la aparición de otro fenómeno insospechable. El indescriptible temporal había ocasionado una inundación parcial que en

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perspectiva las calles y veredas se mostraban bajo un pie de espeso e imperturbable caldo. Llamaba la atención la perfección de este, en como viejos asfaltos desnivelados se trasforman en una arquitectura artificial e uniforme, la única distorsión de este espejo urbano provenía del ermitaño andar de mis pasos. El barrio en el que crecí se mostraba extraño, costaba caminar con soltura, esto se debía en parte a la perfecta superficie liquida y algo espesa sobre la que me tocaba marchar, por otra parte el aspecto todo del barrio presentaba una desaturación, las casas y tiendas se insinuaban sepulcrales hasta en las entradas se acentuaban funestos detalles. Me quedaban solo 5 cuadras para llegar a casa, pero es en vano esta enumeración ya que la conciencia bajo los estímulos del pánico no atiende a las reglas de la razón, dejando a la vista algunos gestos animales, algo adverso va a ocurrir, algo nos sigue y al atestiguarlo dejara un sello retiniano, este contrastante con la luminosidad de toda futura imagen percibida. —

Operación a chori abierto Mauro Litvak Desde tiempos inmemoriales, cuando la patria comenzaba a forjarse, cuando la espalda del unitario contra el pajonal, casi a punto del desmayo, y la herida brotando sangre sobre las vestiduras, que se iban tiñendo de rojo punzó, mientras el dolor se incrustaba, se acercó un gaucho, y gritó: dale, puta madre, che, denle, denle rápido. De inmediato se acercó otro gaucho. Qué pasa, Metasiesta, le preguntó mirando hacia el suelo; al ver al unitario, puso una cara repugnante. “Dele, pelotudo” le ordenó Metasiesta, sacándolo de un empujón. El unitario, convaleciente, acurrucado a los pies del guacho, rezaba entre murmullos y miraba hacia cielo, dejando que el sol encegueciera su sufrimiento. Metasiesta se reía y, a los gritos, apuraba a su compañero, que volvió entonces, con la mano de asador extendida, con un Chori en alto. “Oh, Chori mío”, exclamó el unitario desde el suelo. Sus ojos se aferraron ante la belleza de la imagen que ahora interceptaba su visión. Arriba suyo, como si

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fuera un sol o un santo, el chori suspendido irradiaba calor y esperanza. “Le falta chimi, che”, interrumpió Metasiesta cuando agarró el Chori. (La imagen de sujetar un Chori vale una fotografía enmarcada en oro talladopor-manos-artesanales–felices–no–esclavizadas. Porque, así, como se agarra la identidad, se agarra la patria, se agarra un Chori; sea usted hombre o mujer, se agarra con amor. Al Chori se lo mira a los ojos, no se lo cuestiona. Es un pedazo de alma que nutre la identidad del bien argentino). Las gotas de grasa caían sobre la herida. Metasiesta agarraba el chori y, sin darse cuenta, lo apretaba de manera que algunas gotas caían sobre el unitario; la herida comenzó a largar cierta espuma, así como ocurre con el agua oxigenada, pero de color violeta. Y contra todo pronóstico, la cara del unitario, ahora, esbozaba una sonrisa. Con toda una posición corporal de relax, la nuca inerte sobre la vegetación, el unitario se estremecía ante el placer sanador del Chori. La herida se iba cerrando. De a poco fue recobrando fuerzas y, cuando el otro guacho trajo el chimichurri, Metasiesta le extendió una mano al unitario y todos juntos comieron mirando el horizonte.

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VISUALES

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S/N – Alejandro rossetti Rosario, Sta Fe.

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35 pesos el cuarto – Lucas Nicolás Maino Santa Fe capital

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35 pesos el cuarto – Lucas Nicolás Maino Santa Fe capital

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Juan Curto Santa Fe capital • flickr.com/photos/yo_juancurto

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Asociación Amigos del Mal Guión: Gonzalo Geller (Sauce Viejo, Sta Fe) Dibujos: Gonzalo Geller – Marcelo Castro (CABA)

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s/n– Gastón Zuñiga Santa Fe capital • facebook.com/Gazdechistes

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Culto al chori– Alex Duré Santa Fe capital

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POESIA

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INDICE 29 | Juan Pablo Bagnarol Santa Fe Capital • juan.pablo.bagnarol@gmail.com 29 | Triste... – Emanuel Andreotti Santa Fe Capital • letrasalanada.blogspot.com.ar 30 | Autoconsciencia – María Victoria Rittiner Basaez / Esperanza, Sta Fe. • todaslastapasabrenhacialaizquierda.wordpress.com 31 | Se los llevaron – Miguel Nuñez Santa Fe Capital • facebook.com/miguelnunezsantafe 32 | Eva antepuesta – Darwin Fuentes Ibarra, Ecuador • windafu@yahoo.com 32 | Entre azulejos verdes – Marco Pinta Santa Fe Capital • facebook.com/marcopintapintor 35 | Agustina Ferrand Santo Tomé, Sta Fe • agustinaferrand.blogspot.com.ar 35 | Eso-primeros-acordes – Ana Clara Pugliese Rosario, Sta Fe. 36 | Elián Del Mestre Paraná, Entre Ríos • facebook.com/EdElefantes

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| Juan Pablo Bagnarol Él la ayuda a subir al colectivo siente la guía de su mano palpa el asiento plástico escucha conversaciones perdidas el arranque del motor viaja con la cabeza apoyada en el hombro de su amante hermano el lazo la confianza una guía todo desconoce el destino suspendida en el ruido nocturno de una lluvia imperfecta la mujer ciega viaja —

Triste... | Emanuel Andreott i Todos vivimos al borde del precipicio caminado en la cornisa del mundo batallando a desgano con las miserias cotidianas hartos de tedio y miedo incapaces de mandar todo al carajo.

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Autoconsciencia | María Victoria Rittiner Basaez Conocer un cuerpo. Creer haber conocido. Creer que el propósito de lo conocido es: crecer, enredarse entre las extremidades, llenar de aire limpio la cavidad torácica. Conocer por los ojos, crear una imagen de lo conocido, reproducir la realidad con una imagen: creer que la reproducción es real. Recordar lo conocido y abrazar el recuerdo con intento de pulcra imaginación. Construir el recuerdo de lo que se cree conocido, reflejo fiel. Construir puentes sobre lo que falta conocer a partir de lo que se cree conocido. Crear, creer que la construcción es legítima, que la lógica que nos reúne es la misma, que los huesos de los dos están magnetizados por una fuerza de conjunción creciente continua y pareja. Creer hasta correr el velo para ver que el aparato proyector de la construcción ya no hace bien su trabajo.

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Se los llevaron | Miguel NuĂąez Se los llevaron de sus casas De sus camas De sus madres De sus hijos Se los llevaron de sus mesas De sus gatos De sus sillas De sus ratos Se los llevaron sin zapatos Sin carteras Sin abrigos Sin amigos Se los llevaron con violencia Con sadismo Pero con miles de testigos Se los llevaron para siempre A las sombras A los gritos y al delirio Se los llevaron Los arrancaron Los robaron De las manos de sus madres De las tardes de domingo.

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Eva antepuesta | Darwin Fuentes Eva gritó despierta con la medianoche en paraíso apagado no hay eco en ese vacío su pesadilla devoró a Adán entero solo responde el silencio: deshonesta yacisteserpiente tú misma perforando el secretomanzana donde un universo pudre entrañas eras tú misma verbo inherente palabra completa antes de dormir fuiste sueño — Entre azulejos verdes | Marco Pinta Como un fantasma, ingresó por la cansada puerta principal haciendo mugir el cedro, y callándolo inmediatamente. Como un fantasma. Ingresó por la cansada puerta principal. No. Como un autómata. Saludó al perro anciano en voz baja. Miró los platos sucios, el camión de la basura

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a través de la ventana. Más tarde, escuchó gemir a una mujer: los gritos le poseyeron como una peste. Afuera, el viento estéril se caía a pedazos la noche imperceptible. Se quitó la ropa. Un verbo inevitable. Destendió la cama y se echó boca arriba a observar las nuevas manchas de humedad sobre el cielo raso. Bostezó. De repente, fue invadido: le pareció escuchar algunas voces por ondas de radio. Vio paisajes en la bruma y casas donde nunca había estado, el cuerpo descuartizado de una niña en televisión. Renunció al asombro. Conjeturó la posibilidad de una gotera,

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con una chapa descorrida, tal vez la última tormenta pudo flaquear la presión, una rigidez paupérrima - hasta entonces inquebrantable. Sin embargo, no quiso comprobarlo. No se lamentó por las pérdidas recientes. No encendió ningún cigarrillo. Tan sólo se levantó y, a paso lento, semidesnudo caminó hacia el baño. Entre azulejos verdes atestiguó la derrota atrapada en sus ojos como un gato asustado o como un pájaro cautivo que desprecia la libertad. Volvió a su cuarto. Volcó tres gotas de clonazepam sobre su lengua, las sintió caer y tragó despacio. Antes de dormir masturbóse hasta alcanzar el sueño.

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| Agustina Ferrand Cuando una mujer le hable cuando una mujer le hable y enriquezca sus días déjeme decirle compañero que usté estará caminando sobre territorio sagrado aprenda a escucharla pero también aprenda a poder vivir sin ella cuando se vaya junte las hojitas que se caen de su árbol y encienda un fueguito de silencio y de palabras si esa mujer es agua siéntase bendecido usté podrá regalar sus barquitos y navegar tranquilo sobre la inmensidad de un fuego acuático — eso-primeros-acordes | Ana Clara Pugliese Me tocó del lado del sol, igual abro la cortina. Nada para ver más allá de esa zamba melancólica de las nubes. Sí, pagué mi boleto tengo que aguantar, quedarme despierta: ya no puedo acostarme en el asiento de atrás, ni repetir hasta el fastidio cuánto falta para llegar, en qué pueblo estamos ahora, avisenmé cuando pasemos por abajo de un puente. Nadie me señala ya

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el arco de bienvenida, ni el paisaje suena como canciones country mientras el auto sube y baja: la ruta se hizo recta pero puedo ponerle la música que más me gusta. Si recuerdo la vez que nos agarró la lluvia el sonido de la escena es un tema de los Clash: corrimos entre alero y alero, mientras te bañabas me puse tus remeras con estampas, me vi de cuerpo entero en el espejo. Sería preciso a veces como en los finales de algunas películas escuchar esos primeros acordes que al mismo tiempo abren y cierran, no porque existan finales o principios, más bien para señalar que es momento de entregarse tranquilo a la escena como si el autor fuera otro. — | Elián Del Mestre Ayer le dije que tiene piel de avena. Le conté que en otro poema me incliné por la metáfora de la polilla. Esa noche hablamos de mariposas. Las nombramos nomás. Si agarrás un puñadito de avena y lo estrujas en tus manos

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tratando de volverla polvo queda el mismo recuerdo tĂĄctil que cuando la acaricio como se toca una pared reciĂŠn pintada. Para quĂŠ queremos un cielo si tenemos el techo y podemos formar conceptos como los que aparecen en las nubes.

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Yerba fanzine forma parte de la familia Yerba ediciones. Contacto ~ www.yerbafanzine.wordpress.com yerba_fanzine@hotmail | fb yerbafanzine tw @yerbaediciones | ig yerba_fanzine ∞ Paz, amor & yerba

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