Ciudad Sonámbula

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CIUDAD SONÁMBULA CRÓNICAS Y RELATOS DE CALLE

Lilián Pallares

Fotografías: Charles Olsen

Editorial Aldevara


El contenido de este libro no podrá ser reproducido, ni total o parcialmente sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados. © Lilián Pallares © Editorial Aldevara. www.aldevara.es © Charles Olsen Concepto portada: Héctor Puche. Diseño y fotografía: Charles Olsen. Primera edición: Abril 2010 ISBN: 978-84-92805-50-1 Dep legal: M-9730-2010 Impreso en www.eimpresion.es




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Contenido

CIUDAD SONÁMBULA . . . . . . . . . . . . . . 1 Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

CRÓNICAS . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Rasurando el big problem . . . . . . . . . . . . . . 17 Miradas de tránsito . . . . . . . . . . . . . . . . 23 Bancoterapia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 El mundo de abajo . . . . . . . . . . . . . . . . 31 Procesion interior B . . . . . . . . . . . . . . . . 35 Lluvia pink . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Supermercado Cocktail . . . . . . . . . . . . . . . 43 El gato sin botas . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 ‘Plazajeros’ . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 I.V.N.I (Individuo Volador No Identificado) . . . . . . . . . . . 55 Filas parlantes . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 Vivo con Victoria Beckham Pero… ¿dónde está David? . . . . . . . . . . . . . . 65 ¡Cuidado! Puede herir sensibilidades . . . . . . . . . . . 75 El vestido rojo . . . . . . . . . . . . . . . . .

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RELATOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 Reflexiones del va y ven . . . . . . . . . . . . . . . 87 Servicio anónimo . . . . . . . . . . . . . . . .

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¿Algún problema? . . . . . . . . . . . . . . . . 101

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Presentación

Ciudad Sonámbula es símbolo de un Madrid que no duerme, hecho con los horarios y las tradiciones de quienes, desde los rincones más lejanos de la tierra, han dejado todo para venir a enriquecer nuestra sociedad. En esta sociedad madrileña que todos compartimos, no hace falta irse muy lejos para ver mundo, para vivir mundo. Para Lilián Pallares basta una plaza, basta un vagón de metro, basta una mirada a nuestro alrededor. Pero, sobre todo, hace falta voluntad y sensibilidad para percibir al otro como alguien que hace parte ineludible de nuestro escenario vital, como alguien que interactúa en y con nuestra esfera existencial, como alguien, en fin, nuestro. Y es que, cada una de las personas que convivimos en nuestra ciudad formamos –como dice Lilián– “una especie de mapamundi trazado por los colores de pieles, lenguas, gestos, señas y sentimientos”. En este rico mapamundi, las fronteras tienen sólo la consistencia que cada uno queramos darles. El recelo decrece a medida que la sensibilidad se va entrenando entre miradas y sonrisas. Y sólo la sensibilidad –el sentir al otro– puede producir la aceptación y la acogida. Pero para eso, según nuestra autora, no hacen falta muchas reflexiones, o propósitos o reuniones. Esto se produce sumergiéndose en la cotidianidad de la vida, entrando en contacto con cada persona, conociendo al que es –o nos parece– distinto (o distante). Así se entra, para Lilián Pallares, en conocimiento, y con el conocimiento desaparece el temor y ocupa su lugar la convivencia, tejida “por los colores de pieles, lenguas, gestos, señas y sentimientos”. Y de la convivencia surge el enriquecimiento. Enriquecimiento mutuo. Enriquecimiento y engrandecimiento de nuestro País, de nuestra Comunidad de Madrid, de nuestra Ciudad. Enrique7


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cimiento hecho con los aportes –no sólo económicos– intensos de quienes vienen a compartirnos su humanidad, su cultura, su interioridad, su sensibilidad, su tiempo, su vida… Enriquecimiento hecho de relaciones que nos enseñan a cambiar y a abrirnos a lo nuevo. Abrirnos a compartir con lo diferente, a compartir la cultura, a reconocer y a compartir con el otro la riqueza de la interioridad; este es el desafío que se nos presenta cada día en los amplios espacios de nuestras plazas y avenidas y en las estrecheces de nuestras calles y de nuestros metros. Juntos hemos de aceptar y tomar conciencia de lo propio, de lo que ya es irrenunciablemente nuestro, e integrarnos con responsabilidad, con sensibilidad, con cercanía. Es lo que refleja Lilián a través de estas crónicas y relatos, en los que se nos revela su fina sensibilidad, su delicada cercanía y su compromiso con la riqueza humana que nos aporta la diversidad. Pablo Gómez Tavira Director de Inmigración de la Comunidad de Madrid

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Prólogo

Es difícil en la vida encontrarnos con personas capaces de decir las verdades, de levantarse contra la injusticia e invitarte a la vida plena, haciendo uso de la profunda sencillez de palabras coherentes. Ella es así: Simple, Sencilla y Coherente; y hoy nos permite adentrarnos en su esencia con la entrega de estas crónicas y relatos. Mas allá de hablar de Lilián Pallares, a quien conocerán, insisto, a través de su lectura; quisiera compartir la grata experiencia del disfrute que se siente al introducirnos en su trabajo y es que podemos en él percibir el golpe de unas manos rompiendo cueros de tambores africanos, creando ritmos que hacen danzar las fibras del entendimiento, despertando nuestra sensibilidad. Sólo me queda agradecer a esta Barranquillera, Ciudadana del mundo, “Camaleónica” por su capacidad de mimetizarse y adaptarse a las diferentes estancias y situaciones que se viven en una sociedad pluricultural como lo es la madrileña, y que le ha permitido captar y plasmar estas vivencias para invitarnos a formar parte de esta REALIDAD. Esperamos y me tomo la palabra en nombre de tus lectores, nos sigas mostrando caminos y motivándonos a recorrerlos. Gracias LILI. Guillermo Rebolledo

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Introducción

Leer las calles, recorrerlas, observarlas, vivirlas y escribirlas. Así transito por la Ciudad Sonámbula, una ciudad en la que sus habitantes deambulan soñando sus sueños y los de otros. En estas páginas vagabundean historias anónimas que conviven en una Madrid de pieles, colores y acentos múltiples. Todo se mueve y cambia en la ciudad que se levanta onírica. Son crónicas y relatos contados a viva voz, experimentados desde dentro, por un espíritu detectivesco de barrio popular. Las he ido descubriendo en las esquinas, en la mirada frágil de un caminante, en los silencios de un bar con aforo limitado, en los vagones del metro, entre las marquesinas, un viernes de supermercado, por los bancos y sus cielos, en tu casa o en la mía… Lilián Pallares

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“Pasa página.” ROMELÍAS PALLARES.

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CRร NICAS

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Rasurando el big problem

“¿Estás más delgada? Voy a mandarte unas pastillas naturales para que te quiten el hambre… Por cierto, no se te olvide la crema hidratante que a tu edad ya toca”. ROCÍO CAMPO. Mi madre. Conversación telefónica Madrid-Colombia.

Me pican las manos. No se si será un pretexto o un hecho real para sentarme a escribir después de dar tantas vueltas del salón a la cocina, limpiar el baño repetidas veces, quitar manchas del suelo que me persiguen como paparazis por la casa, versión casera de “Aquí hay manchas”, comer nada apetecible, cantar canciones de Cindy Lauper y creer que tengo buena voz, mientras me imagino en Operación Terminator. Se me ocurre decir algo cuando experimento estas particularidades: “tengo miedo”. Muchas veces nos sometemos a la prueba del teclado, que es como un polígrafo que nos hace decir verdades que necesitan desertar del silencio, porque sino, caducamos como una conserva del supermercado. Puede ser que me esté pudriendo, también es cierto que llevo mucho tiempo sin escribir, al igual que el tiempo que gasto recordando antiguas relaciones que me lanzan de inmediato a la farmacia. Busco compresas para curar heridas. El farmaceuta marroquí me mira con cara de interrogante y dice: –¿No prefieres los tampax? Los llevan todas por comodidad. Es obvio, no he podido superar el boom de las compresas; no soy una mujer actual, ejecutiva, saludable, polivalente. Reflexiono, soy mujer, en apariencia joven, mulata, que equivale a lo mismo que exótica, es más, me gusto y muchísimo. Pero una duda me asalta después del incidente de la farmacia: ¿Por qué nunca 17


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he usado cera depilatoria y sigo sumergida en la era de la máquina de afeitar? ¿Será que me estoy volviendo vieja, me resisto a la modernidad o a ser la mujer peluda? “Déjate llevar por el devenir,” es mi frase ideal para casos tipo H2, en los que la cera depilatoria y los tampax se vuelven en mi contra. A los 30 y tantos años compartir piso en Madrid resulta hasta gratificante, por lo menos no vives con tus padres, ni respiras el aroma a lejía, incienso para algunas amas de casa maniático-compulsivas. Veo mi estantería, un tanto vacía pero limpia, y la comparo con las de mis compañeras de piso, mucho más jóvenes por cierto, y me doy cuenta de que tengo sólo lo indispensable para afrontar el combate de la buena presencia. Montones de cremas, maquillajes, pintauñas, perfumes, planchas para alisar el cabello y no se que más productos, cuyas marcas en este caso serían NPI (ni puta idea) apabullan y vuelven ínfima a mi estantería llena de compresas, Ibuprofenos 600 mg, colonia de bebé, desodorante, un perfume que me regaló mi madre hace 6 años, un set de maquillaje desgastado tipo Brillantina y máquinas de afeitar ochenteras azul Superman. Pienso nuevamente: “Estoy desactualizada”. Eso equivale a envejecer y lo peor es que no tengo tan siquiera una crema antiarrugas. Para sentirme mejor tengo una frase perfecta: “¿Cómo hacían las mujeres de antes, cuando no existían todos esos inventos, inseguridades y necesidades creadas por el consumismo?” Aquellas mujeres vivían muchísimos años sin complejos, y la verdad, no veo la diferencia entre una arruga del 1600 con una del 2010. Desde ese recorrido por el baño comienza mi análisis, producto no se si del aburrimiento o de mi inspiración de sábado por la tarde. Veo mi colección musical, CD´s que aparecen en mi casa de manera insólita, puedo reconocer abiertamente que nunca los compro y tampoco los robo, emergen. No tengo el síndrome de Winona Ryder, de ella sólo quiero sus gafas, sientan genial para no pasar desapercibida. 18


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Lo confieso, estoy invadida por la música de los 70 y 80`s, es más, parezco un anuncio de tele-marketing retro, si hasta tengo el look de Diana Ross. ¿Estoy desactualizada? Y lo peor es que es cierto. Para eso tengo otra frase reconfortante: “Son clásicos y los clásicos nunca pasan de moda porque perduran en el tiempo.” Si quieren comprobar que se están haciendo viejos sólo miren su cd-teca… ¡No puede ser! otra vez más estoy desactualizada. Ya no estamos en la era de los cd´s, sino del MP3… Ah, el MP4… ¿MP5? ¡Qué vergüenza! diría una que otra enemiga. La verdad me importa menos que salir a la calle y toparme a la gente con cara de código de barras comprando cosas para inmortalizarse, me importa poco la comida rápida, prefiero el sexo rápido que me deja igual de vacía pero por lo menos no tengo que hacer filas. Me da igual si dicen que soy una pre-menopáusica aburrida, que no salgo, que le tengo alergia a la muchedumbre, al final son igual que el polen, me producen ganas de estornudar; que no me cuido, que no me modernizo con las nuevas tendencias de la moda para las mujeres de 30, que el lifting, el botox, la limpieza de cutis, la lipoescultura y toda esa serie de Delirium Tremens: el matrimonio o la pareja estable, los hijos, el trabajo seguro, el contrato indefinido, las pagas extras, el abono del metro, salir religiosamente los fines de semana, ir de compras con las amigas, tener un grupo clónico de amigos, Jane Fonda y sus 71 años, la imparable necesidad de recordarnos vivos en la búsqueda de la actualidad, de lo último, las tendencias y las modas, sinónimos de “felicidad”: yupi, guay, indie, progre, hippie, bohemio, pijo, rasta, hip-hop, latin king, etc… Lo que si tengo seguro en esta vida, además de mis ideales con los que estoy casada, son mis azulosas máquinas de afeitar… y soy feliz rasurándome con ellas, porque ni la cera ni la depilación láser me harán olvidar quien soy, una treintañera fashion victim con el look de Diana Ross, tan desactualizada como los noticieros y periódicos del mundo. ¿Qué es ser actual? Un día un chico me dijo en un bar: –Me gusta la música actual, y ¿a ti? 19


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Ante esa pregunta le dije otra frase que me encanta: –¿Dónde está el baño más actual? Es así, inevitable, todo cambia. ¿Qué podría hacer ahora? Revisar mi agenda telefónica para darme cuenta de que está llena de números y nombres de los que ya ni me acuerdo, gente a la que por casualidad uno reencuentra por la calle y le pregunta ¿cómo estás, qué tal te va, qué estás haciendo últimamente? cuando ni siquiera nos interesa y les prometemos que los llamaremos para quedar y tomar algo. ¡Qué teatro! Le hacemos creer al otro que deseamos actualizarnos sobre su existencia. Es lo mismo que les sucede a Claudia Schiffer y Cindy Crawford cuando se topan en los aeropuertos. Pero también existen amigos en esa agenda a los que llamo y veo muy poco, con ellos no tengo que aparentar ningún interés. Se que siempre estarán allí, como las compresas y canciones de Cindy Lauper que perduran en el tiempo… y si lo dudan ¿por qué creen que se siguen vendiendo las súper ochenteras máquinas de afeitar?

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