El viaje del elefante

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El desarrollo de la consciencia en las relaciones de pareja

el viaje del

elefante HĂŠctor Puche

Ediciones de la MediaNoche


HÉCTOR PUCHE

Life coach / facilitador de técnicas transpersonales y herramientas para el desarrollo de la consciencia y el crecimiento interno. Doy sesiones individuales y conferencias prácticas para que las personas aprendan a vivir libres y lleguen a estados de neutralidad y autogobierno tanto mental como en espíritu. Ayudo a la comprensión de la personalidad, la cotidianidad y la eliminación del Ego. Siendo el director del proyecto Beamazon, realizo misiones anuales al amazonas para llevar conocimiento de técnicas de bioconstrucción a comunidades indígenas para mejorar su calidad de vida. Actualmente soy el presidente fundador de la Fundación Budhi.


EL VIAJE DEL ELEFANTE



EL VIAJE DEL ELEFANTE El desarrollo de la consciencia en las relaciones de pareja

Héctor Puche

Ediciones de la MediaNoche


© Ediciones de la Medianoche © Héctor Puche Prólogo © Lilián Pallares Diseño, fotografías y maquetación: Charles Olsen ISBN: 978-84-933803-8-0 Depósito legal: GR-400-2016 2.ª Edición: Granada 2016 www.edicionesdelamedianoche.com Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotocopia, sin permiso previo del editor.


Prólogo De amores y confesiones

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Lo confieso, yo también he sido su novia. Pero además su cómplice, compañera de estudios, colega de viaje, amiga de siempre, socia de trabajo, novia, enemiga íntima, hermana del alma, todo a la vez, lo contario y al mismo tiempo. Es decir, Héctor Puche y yo nos conocemos hace 21 años y aún seguimos preguntándonos ¿cómo lo hemos logrado? Admito que verme retratada con un seudónimo tan cautivador me atrapó en un suspiro, no se si por vanidad o amistad, pero lo que si es cierto es que no quise levantarme del sofá hasta haberme terminado el libro. Ese era él y esa era yo: un chico tímido que no se permitía sentir y una chica rebelde que ante todo quería seducirle. Así fue nuestro romance durante casi tres años. Sin embargo, a través de estas páginas tan reveladoras, Héctor me hace ver después de tantos años a la persona que fui y a la que ahora soy. Un regalo que le agradezco.


A todos nos sucede, ¿y a quién no? las relaciones de pareja muchas veces reabren una vieja herida que nos asusta y queremos dramatizar en el otro. ¿Y por qué duele tanto?, ¿y por qué nos hacemos daño? Son cuestiones que el autor, el niño y el hombre, que en este caso son UNO a la vez, indaga de manera honda y confesional. Héctor Puche y su viaje del elefante, nos hacen un recorrido íntimo por las distintas mujeres que a lo largo de su vida han sido sus parejas y maestras. De ellas ha aprendido valiosas lecciones bajo los nombres de Nadime, Magdalena, Natalia, Cris, Salomé, Paloma y Lola. Al igual que de Hermes, Venus y Luna, su conejo, su gallina y su pequeña gata. Puede parecer excéntrico, pero Héctor Puche lo es. Es muy enriquecedor leer sus vivencias sentimentales mezcladas con su experiencia como coach del desarrollo de la conciencia. Ambas se combinan de manera lúcida y entretenida en una narrativa sobretodo cargada de autoconocimiento y, por ende, del universo. En cada mujer, desde su madre hasta su última novia, hay una ley universal para poner en práctica, un misterio a desvelar; cada una de nosotras representamos un camino de retorno. Y no lo digo por el cariño incondicional que me une a él, pero El viaje del elefante es una ruta hacia el AMOR, es un libro en el que hombres y mujeres

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podemos encontramos. Dar y recibir de manera conciente, aprender a ser felices por nosotros mismos, son algunas de las premisas que Héctor nos cuenta a través de la exploración de sus propias emociones. Ante todo lo siento muy auténtico. Al cabo de varias lecturas y después de realizar un tour romántico por mis relaciones de pareja, desde las más caóticas hasta las más pasionales y serenas, les confieso que aún me sigo preguntando cómo viaja un elefante y cómo ha de ser su recorrido. ¿Más elefantes caminan junto a él?, ¿algunos acaban dándole la espalda o es que acaso debe dejarlos atrás para encontrar su camino? Es complejo, pero a la vez maravilloso ser un elefante. Sus pisadas dejan grandes huellas sobre la arena.

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Lilián Pallares Escritora, poeta y creativa audiovisual.



Introducción

¿Qué es «el viaje del elefante»? Es el viaje que llevo realizando hacia mi interior desde las 12:30 del mediodía del 12 de octubre de 1989. Tenía los 12 años y fui llamado para recordar quién era y por qué había nacido. Si saco cuentas, he estado viajando aproximadamente unos 26 años. El elefante soy yo, eres tú, somos todos. En este viaje, el elefante (la consciencia dormida) tendrá que despertar a base de lecciones de vida, entre las cuales están: Respeto a las normas de los hombres. Técnicas de desaprendizaje. Técnicas de verificación de información. Cambios constantes de personalidad (nada que ver con bipolaridad o personalidad múltiple).

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1. 2. 3. 4.


5. Reducción o eliminación del ego. 6. Movimiento emocional con 0 oscilación. 7. Conexión con el niño interior. 8. Neutralidad e invulnerabilidad del ser. 9. Autogobierno y autoconsciencia. 10. Conocimiento y respeto de las leyes universales. 11. Práctica diaria de las herramientas del amor. 12. Maestría en el amor. 13. Despertar de la consciencia. Existe una probabilidad muy alta de que no llegaré en esta vida a lograr el 100% del aprendizaje, pero si conquisto las cinco primeras me daré por bien servido. Todos los nombres de las personas implicadas en este libro han sido cambiados por seudonimos.

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Declaración de intenciones: No pretendo dar cátedra ni adoctrinar a nadie. Todo lo que aparezca en las próximas páginas hacen parte de mi experiencia y deseo compartirla. En ningún caso expongo mis vivencias como una verdad absoluta, ya que existen tantas verdades como seres en el planeta. Lo que expongo como verdad, deberá ponerse en duda siempre y vosotros deberéis de verificar en primera persona con vuestras propias experiencias. No deseo aportar nuevos conceptos al sistema de creencias (personalidad). Ya con los que tenemos actualmente nos da para cientos de años de comprobación y comprensión. Todo lo que cuento aquí lo considero lecciones que tuve que aprender y que a día de hoy sigo aprendiendo. Como veréis en el índice, no existen capítulos sino lecciones. Cada número refleja la edad en que me correspondía aprender la lección de ese momento. El común denominador de las lecciones son las mujeres. Al parecer mi alma tiene una serie de pactos acordados con una serie de personas a lo largo de mi vida. Al principio me parecía absurdo este pensamiento pero, a medida que pasa el tiempo, esa idea va tomando más fuerza porque me doy cuenta que desde que nací he estado rodeado de personas de todas las clases.


En el universo no existe nada gratuito y el aprendizaje se consigue a base de aceptación, dedicación, repetición, comprensión y mucha voluntad de trabajo. Tengo presente que si sigo tropezando con la misma piedra es posible que no haya entendido el problema que me plantea la vida. Si no pasas la lección, estás condenado a repetirla tantas veces sea necesario para tu aprendizaje. En el universo no vale un aprobado. Las lecciones debes pasarlas con la nota más alta. La comprensión es el camino hacia la excelencia. No creas nada de lo que escribo en este libro. Verifícalo en primera persona. Gracias por darme este momento de lectura. Entremos en materia.

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Un viejo indio estaba hablando con su nieto. Abuelo: Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión. El nieto preguntó: Abuelo, ¿dime cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón? El abuelo contestó: Aquel que yo alimente.



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Zoe: 3, 2, 1, detonación… Conócete a ti mismo y conocerás a Dios y al universo del que formas parte Templo de Delfos

Madrid, 29-04-2015 Tengo dos patologías: tratar a mi mascota como a un hijo y ser amigo de todas mis exnovias (bueno, de la mayoría).

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—Estás mal de la cabeza, tu actitud no es algo de una persona normal —me dijo Zoe el día en que me dejó. Ella estaba harta de la relación que llevábamos hacía un año. Se sentía infeliz desde el primer momento en que comenzó a salir conmigo, me aseguró. —¿En serio? —le dije—. ¿Y por qué has tenido una relación con alguien que te ha amargado la vida durante un año? ¿Eso no es patológico?


El viaje del elefante En realidad me pregunto: ¿cómo aguantó tanto? Aunque pensándolo bien, no la culpo. Tener una relación con alguien como yo no debe ser nada fácil. Zoe es naturópata, una mujer brillante, vive como quiere y gana un buen sueldo. Todo lo ha conseguido gracias a su dedicación, esfuerzo y amor a su trabajo. Y como está haciendo las cosas bien, el universo la premia con abundancia material. Empecé a salir con ella a finales de la primavera del 2014. Cosas que llamaron mi atención y alimentaron mi imaginario sobre una posible relación con Zoe fueron su profesión, el contacto con la naturaleza, el tono pausado de su voz que la podía definir como un ser lleno de paz interior, además de ser una vegetariana con aspecto de hada y que olía especialmente a incienso. Puede parecer que no es española, pero es madrileña. Jamás había estado al lado de alguien que oliera a templo tibetano, y tengo que reconocer que despertó una misteriosa curiosidad en mis sentidos. Pero ese universo lleno de suposiciones y deseos mentales que me había creado poco a poco comenzó a mutar. La primera vez que entré a su casa me dijo horrorizada que tenía un problema con las hormigas y que estaba harta de tener que verlas a diario. Su gata Dudú, que no huele a incienso pero actúa como si estuviera fumada, 18


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sufría asaltos en su comida a manos de un ejército de formícidos que la traía de los nervios. A Dudú le daba igual, sabía compartir su riqueza. Nada más llegar por primera vez a su casa, Zoe, me pidió que matara. No es lo que comúnmente una pareja suele pedir como demostración de amor, pero esta petición me resultó bastante inusual. Así que la relación ya empezaba con el pie izquierdo porque me negué a cumplirlo. —¿Conoces algún veneno eficaz para exterminar a las hormigas? He probado con todo y las condenadas no se mueren —me preguntó. …Cortocircuito en mi mente… Tengo entendido que los vegetarianos no matan animales, ¿cierto? O ¿esa regla no aplica a las hormigas? Aunque muchos clasifiquen a las hormigas como insectos, también son animales, y en el país donde nací (Colombia) una especie en concreto se comen fritas con sal. Se las conoce bajo el nombre de hormigas culonas. Esta especie vive en una región de la cordillera de los Andes. Existen análisis realizados por la Universidad Industrial de Santander (UIS) en el que se demuestra que las reinas de las hormigas culonas son comestibles, que tienen altos niveles de proteínas, muy bajos niveles de grasas saturadas, y un alto nivel nutritivo en general.


El viaje del elefante Después del impacto de sus palabras, pensé en cómo su petición chocaba con mi propósito social: «convivencia pacífica, armónica y respetuosa con todos los seres del universo». El no matar entra dentro de ese propósito. ¡Obvio! Y estaba claro que Zoe y yo no teníamos el mismo y tampoco ella tenía la intención de escucharlo o cumplirlo. Así que dejé pasar ese tren como buen treintañero que soy y le dije que no tenía conocimiento de ningún veneno. Cuando llegué a mi casa tuve una conversación seria conmigo mismo. —Pero ¿ella no debería tener respeto hacia los animales por ser vegetariana, afín con la naturaleza y tener un herbolario? Además ahora que lo recuerdo, también tiene cuadros de plantas disecadas en su salón. Es un sistema de decoración que se lleva ahora para quienes quieren tener jardines verticales en casa y no preocuparse por su mantenimiento. Esa noche recuerdo haber soñado que estábamos en una fiesta de disfraces en Colombia. De pronto, se abrió la puerta y entró Zoe con un martillo gigante de goma. Venía directa hacia mí porque yo había elegido el disfraz de ciempiés, atuendo de un baile típico de carnaval. Al ver que se acercaba con cara de asesina le gritaba: 20


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—Noooo, que soy un ciempiés, no soy una hormigaaaaaa. Después de unos meses, me di cuenta de que aparte de mi conejo Hermes, mi casa estaba siendo habitada por seres de minúsculas dimensiones. Apenas Zoe las vio trepar por las paredes de la cocina, se puso nerviosa. —Haz algo para que se vayan. Ya tengo suficiente con las hormigas de mi casa —puntualizó. Entonces recordé una técnica que había aprendido hace un par de años, pero que nunca había empleado. Era el momento de verificar la información para que dejara de ser una creencia y se transformara en verdad. Mi verdad. Cerré los ojos, respiré hondo, junté las manos y di un salto que me dio una posición privilegiada. Ya una vez boca bajo en el suelo, entablé un dialogo con las hormigas, mientras caminaban por las baldosas de mi cocina. Zoe obviamente se extraño ante la absurda situación. —Hola, pequeñas, ¿qué tal estáis? —les dije—. Entiendo que necesitéis un lugar donde vivir, pero este no es el más adecuado para vosotras. Además, esta es una casa para humanos y no para hormigas. ¿Os parece bien tomar la decisión de marcharos?


El viaje del elefante Yo no tenía intención de matarlas, sólo quería establecer un acuerdo de convivencia pacífica y respetuosa. Debía ser consecuente con mi propósito social. Hacía un tiempo había leído sobre las propiedades del limón y, al parecer, su uso formaba parte de un código de lenguaje que las hormigas entendían a la perfección. Yo seguía acostado en el suelo haciendo un acto de fe. —Amigas, os propongo lo siguiente: para haceros más fácil la partida hacia un nuevo hogar, voy a coger uno de los limones que tengo en la nevera y voy a exprimirlo en la puerta de vuestra cueva. Imaginaos que voy a limpiar el suelo, así os hago la partida más agradable. Gracias por vuestra comprensión. Han pasado ocho meses después de aquella conversación. He dejado comida en la encimera y migas de pan en el suelo, y las hormigas no han vuelto a aparecer; sorprendente. Mi casa está libre de bichos y lo mejor de todo es que no tuve que recurrir a la violencia. Zoe, por el contrario, mantuvo su posición, y a pesar de conocer mi experiencia, me dijo de manera incrédula: —¿Por qué no hablas con las que tengo en casa para que se larguen de una vez por todas? Pasó un tiempo y las hormigas fueron nuevamente olvidadas. 22


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Por el trabajo con la fundación que presido, viajo mucho y paso entre dos y cuatro meses fuera de España. Había llegado el invierno y al no hacer vida en casa, se mantenía siempre fría. El calor de hogar era inexistente. Zoe es bastante friolera, en su piso tiene la calefacción tan alta que puedes caminar descalzo y con ropa de verano. Así que tras varias quejas por parte de ella sobre la frialdad de mi casa al tener una temperatura por debajo de los 10 grados, me dispuse a encender los radiadores las 24 horas del día durante una semana para que todas las paredes y el suelo alcanzaran una temperatura más alta. Quería pasar más tiempo con Zoe y Hermes. Al tomar esa decisión me di cuenta de que la potencia contratada no era suficiente para la casa, ya que es toda eléctrica y con los pocos aparatos que encendía los plomos saltaban y me quedaba sin luz. Comencé los trámites para subir la potencia. Llamé a la compañía eléctrica, contraté a un electricista y esperé a que el certificado se emitiera. Dos días. Cuatro días. Una semana. Dos semanas. Llegó a cumplirse el mes y no llegaba el certificado. Según el electricista era cuestión de un par de días. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué me quería decir la vida con esta lección?


El viaje del elefante Durante el tiempo de espera del certificado energético, había decidido dormir todas las noches con Zoe, hasta que se normalizara mi situación en casa y no hacerle pasar frío. A Hermes lo veía todos los días para darle de comer, limpiarle su terraza y mimarlo. A él, al estar fuera, no le importaba que la casa estuviera fría, al fin y al cabo por su naturaleza está más acondicionado que yo para vivir a bajas temperaturas, pero no está acostumbrado a estar tanto tiempo sin mí, o sin alguien que le de cariño. Quince días antes de mi cumpleaños Zoe me propuso irme a vivir con ella por duodécima vez (la primera vez fue escasamente al mes de empezar a salir). Esta vez no me pareció tan intenso, pero sabía que ese momento todavía no había llegado. Quería acabar el ejercicio que empecé en mi casa. Mi tarea era la siguiente: desde 1992 hasta el 2008 era una persona insoportable. Deseaba todo lo que no tenía. Nunca me conformaba con nada. Era perfeccionista al máximo. Exigente conmigo y mucho más con quienes tenía a mi lado. Pocas cosas me satisfacían materialmente y me comparaba constantemente con quien tenía más que yo. Muchos de vosotros os sentiréis identificados con alguno de estos comportamientos. Pues bien, en el 2012, por diversas circunstancias, la vida me quitó todo lo que había alcanzado en 24


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los últimos 10 años de estancia en España. Aprendí que quien no valora lo poco que tiene, ese poco también se le es quitado. Desde ese momento hasta ahora, estudio intensamente, trabajo mucho más en mí, en quién soy, dónde me encuentro, cuál es mi propósito de vida y dónde quiero estar en unos años, pero sobre todo estoy aprendiendo a valorar lo que tengo y a no desear nada que no me corresponda fruto de mi esfuerzo. El universo me escuchó, vio mi grado de compromiso y me permitió estabilizar mi vida económicamente. Me llegó un dinero extra con el que no contaba y decidí aprovechar la bajada de los precios en inmuebles en España para comprarme un piso. Estaba buscando un piso de dos habitaciones, dos baños, terraza amplia, bien comunicado y céntrico, fácil aparcamiento, y un coche, si era posible nuevo, amplio y estéticamente bonito. ¿Qué me dio el universo? Carabanchel alto (lejos del centro). Una habitación, salón, baño, cocina y una terraza bastante modesta. Era zona verde, así que había que pagar parking. Edificio de 40 años. Piso recién reformado. Aquí comenzó mi proceso de aceptación, valoración, adaptación, agradecimiento, acción. Más del 50%


El viaje del elefante de los ejercicios que yo propongo en los talleres de coaching que imparto, eran los que tenía que poner en práctica con mi piso. Lo compré aceptando y agradeciendo al universo lo que había conseguido. Prácticamente a nadie de mi entorno le gustaba el piso. A Zoe le escandalizaba. Le pareció caro, pequeño e incómodo. A mis amigos, acostumbrados a vivir en el centro de Madrid, les parecía que yo me mudaba a la periferia. Todo esto le daba fuerte a mi ego, pero precisamente era lo que había decidido trabajar. Este fue uno de los procesos internos que Zoe no respetó y nunca quiso entender. Ella fue un constante bombardeo al ego, a mis deseos, a saltarme la lección y abandonar a la primera porque su piso tenía todo lo que una persona puede desear: ático, dos habitaciones, un baño, salón y cocina amplia, garaje y trastero, piscina comunitaria, cerca del metro, un poco más cerca del centro y una terraza que le daba la vuelta al piso unos 180º con vistas a todo Madrid. Desde la ventana de su cuarto se ve el sol del amanecer y desde la terraza el atardecer. ¿Quién de vosotros no se hubiera ido a vivir allí sin dudarlo? Mi grado de compromiso para no repetir lo de dos años atrás lo tengo claro como el agua. Pasó un tiempo y, unos días antes de mi cumplea26


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ños, decidí terminar de arreglar mi casa ya que habían pasado 6 meses después de haberme mudado y todavía no había terminado de colocarla como yo quería. El ático de Zoe me atrapaba por momentos, pero siempre tuve presente que ese no era mi sitio hasta no cumplir el ciclo de agradecimiento y valoración de mi hogar. Zoe y yo habíamos decidido tomarnos el sábado para hacer cosas juntos en ambas casas, habíamos regresado de viaje y las teníamos bastante desordenadas. Comenzamos por la mía que era más pequeña y estando en mi casa apareció una cucaracha en el baño, Zoe se puso de los nervios. La calmé, y me tocó hacer uso de la misma técnica que me había valido con las hormigas. Como me tocó sacarla fuera de casa para que Zoe se calmara y yo mantuviera mi pacto de no matar a ningún ser vivo, tuve que hacer un acto de fe al hablar en el baño con una cucaracha invisible porque no sabía si quedaban más. Les dije lo mismo que a las hormigas. El limón para las cucarachas no valía, así que sólo me quedaban las palabras. Me concentré en que me escucharían. Al terminar de exponer mi punto de vista a las cucarachas me dispuse a limpiar el baño cuando en una esquina empezó a salir agua negra de una tubería. El olor a cañería se apoderó de todo el baño. Zoe estalló enfurecida.


El viaje del elefante —Aaron, esto es lo que me faltaba por ver. Tu casa no tiene las condiciones para vivir. No entiendo por qué no te mudas conmigo. Tengo un ático estupendo, muchísimo más grande que esto. Se me quitan las ganas de seguir viniendo acá. Es más, me siento obligada a venir y no te has dado cuenta de que me incomoda esta situación. Paso frío cada vez que estoy aquí. Escúchame bien, no pienso volver a esta casa. ¡Zas! Nos quedamos a oscuras. Se habían bajado los plomos por haber sobrepasado el voltaje contratado. Me hervía la sangre por dentro. Ahora quien estallaba era yo. —Lárgate de aquí. Me tienes harto con tus tonterías de niña malcriada —le dije. Su silencio fue hondo. Era la primera vez que me había visto enfurecido. Pero no era para menos. Respiré profundo y traté de que la sangre bajara de mi cabeza y circulara con normalidad. Mientras Zoe recogía sus cosas le dije nuevamente: —Escúchame bien —le dije con un tono de voz más calmado. —Mi casa soy yo. Si no respetas mi casa, tampoco me respetas a mí. Si no te sientes cómoda, no voy a obligarte a que estés aquí, pero no permitiré que insultes el sitio donde he elegido vivir. Has sido testigo de que estoy haciendo todo lo posible por acondicionar este 28


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espacio para que te sientas mejor. Si no es suficiente lo que hago, eres libre de tomar la decisión que desees. Así que, por lo que a mí respecta, no volverás a entrar en esta casa. Entrégame las llaves. Zoe cogió sus cosas y antes de que cruzara la puerta la detuve. Mis pulsaciones ya habían bajado. Creo que me he pasado un poco con el tono, pensé. Joder, que duro es esto de ser consciente en todo momento de las cosas que digo y cumplir el primer acuerdo tolteca: ser inmaculado con las palabras. La cogí dulcemente, la abracé y la besé. La mire a los ojos y le dije: —Espera, hagamos una cosa. Vamos a tu piso y hacemos las cosas que tú necesitas allí. Esto lo acabaré la semana que viene. Hemos estado suficiente tiempo con mis cosas y ahora vamos a equilibrar la balanza. ¿Te parece? No me gusta discutir y mucho menos que te vayas así. Ella accedió sin dudar. La abrace con todo el cariño que pude demostrar en ese momento. Su energía le cambió. El amor es una fuerza tan grande que nada en el universo puede oponer resistencia. Yo estaba triste. Veía que esta situación se escapaba de mi control y era obvio que Zoe no quería que estuviéramos en mi casa. Desde el principio buscó decenas de argumentos para que yo decidiera mudarme con ella y alquilara mi piso.


El viaje del elefante Salimos de mi casa hacia su ático a buscar las estanterías para adecuar el trastero. Estaban desmontadas. Bajamos hasta allí, lo vaciamos y comenzamos a armar la estructura. Después de 45 minutos la teníamos lista para instalarla. Fue imposible. Tratamos de varias formas, pero no pudo entrar en su trastero. Nuestro trabajo fue en vano. Zoe se sintió frustrada. Ni mi casa ni la suya. —Pero no puede ser. Lo calculé varias veces y la estantería debería entrar. Las medidas son las correctas —comentó ella. Por dentro yo sabía perfectamente que estaba pasándolo mal. Su frustración era alta y mi ego quiso salir y aprovechar este momento para vengarse. —No contaste con la forma de la pared. Había que montarla desde dentro y con el tamaño que tiene es imposible armarla de esa forma. ¿Te das cuenta de que aunque hayas puesto todas las intenciones, las cosas no siempre salen como tú quieres? Yo ahora podría atacarte porque hemos perdido una hora aquí abajo y echarte la culpa por no haber medido bien ni haber tomado en cuenta todas las variables, pero entiendo que no es tu culpa. Esta misma situación es lo que pasa con mi piso y no lo has querido entender. Zoe se quedó en silencio tragándose su orgullo y quién sabe cuál fue el dialogo que mantuvo interna30


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mente consigo misma. No quiero ni puedo entrar en suposiciones: tercer acuerdo tolteca. ¿Qué pasó con las cucarachas? Esperé un par de días para ver si alguna aparecía y nada. El sitio por donde Zoe las había visto salir estaba sellado. Ellas me habían escuchado. Caso cerrado. Nuevamente había verificado una información de amor. Hay técnicas de convivencia donde no hace falta la violencia para llegar a acuerdos. Al menos con seres que no son de tu misma especie. Había cumplido con mi propósito y me sentía en paz y armonía con la naturaleza. Bueno, a medias, porque parte de la naturaleza era Zoe y había un tema pendiente de solucionar. Me quedé analizando la noche de ese domingo y la mañana siguiente, día de mi cumpleaños, lo que la vida me estaba queriendo mostrar. Llevábamos casi un año y las cosas cada vez se iban tensando más y más. Cuando quedamos para cenar y celebrar mi nacimiento, tenía una idea clara de lo que había que hacer. —No quiero seguir con esta relación. Has pasado el límite de mi paciencia —le dije. La rompí por dentro. Se sintió como una mierda, engañada, pero no quería estar más con ella. Me entristeció mucho que no valorara lo que hacía. Todo le


El viaje del elefante parecía insuficiente y el desprecio hacia mi casa fue lo que faltaba. Teníamos sistemas de valoración diferentes y por más que la quería no veía puntos de acuerdos para que esa relación se mantuviera en equilibro. Para mí, en ese momento, fue el mejor regalo de cumpleaños que podía recibir. A los 10 días, cuando todo se había calmado, quedamos para hablar y retomamos la relación. Era un segundo intento. ¿Error? Bueno, el tiempo lo diría. Para aprender se necesitan cometer los suficientes errores y llegar a la maestría. La ley del 3/7 empezaba a ejecutarse. Un día Zoe me dijo que quería escuchar palabras de amor hacia ella cada vez que me dirigía a Hermes con cariño. Pensé ¿estará bromeando? ¿En serio está celosa de un conejo? Le dije respirando pausadamente: —Claro, cielo, no me cuesta nada decirte cosas bellas a ti también. Ya lo hago a diario, pero si necesitas que refuerce más mi amor hacia ti porque te parece poco, con gusto lo haré. Esto ya pasaba de castaño a oscuro. ¿Zoe celosa de mi mascota? Me pregunté: ¿qué lección tengo que aprender con esto? ¿Qué virtudes debían ser practicadas por mi parte?

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Paciencia. Respeto. Aceptación. Adaptación. Acercamiento al Amor incondicional. El no juzgarla y mandarla tres manzanas más allá de Cuenca me costó, pero lo conseguí. Mi ego jamás me lo perdonó. Zoe no se sentía bien en mi casa y tampoco toleraba el amor que sentía por mi mascota, así que me faltaba poco para darle viaje y no precisamente del elefante. Pensé: esta mujer no está bien de la cabeza. Luego, cuando estaba más calmado, mentalmente valoré y agradecí esa experiencia porque me hacía más fuerte en mis virtudes. ¿Realmente es ella la que está loca o soy yo quien tiene una patología por querer a un conejo como a un hijo? Cito, textualmente, la definición según la RAE: patología.

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(De pato- y -logía). 1. f. Parte de la medicina que estudia las enfermedades. 2. f. Conjunto de síntomas de una enfermedad.


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Índice

Prólogo

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Introducción

11

Lección 37 - Zoe: 3, 2, 1, detonación…

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Lección 3 - Nadime: Mordiendo la manzana

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Lección 12 - Magdalena: Incesto socialmente permitido

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Lección 15 - Natalia: Suicidio colectivo

93

Lección 20 - Cris: Triángulo sin un lado 117 Lección 22 - Salomé: Entre líneas 138 Lección 26 - Paloma: Des-centrado 157 Lección 30 - Lola: Dulce atadura 170 Pactos entre almas 198

(Podéis leer este capítulo antes de comenzar las lecciones, durante la lectura o al final como está sugerido. «El orden de los factores no altera el producto», Ley de la multiplicación)

Referencias bibliográficas 236


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rovocador por su estilo directo y sin máscaras, revelador por la profundidad de sus reflexiones y la magnitud de sus conceptos, sincero por la desnudez y transparencia de su lenguaje, transformador por sus preguntas y enseñanzas, inspirador por su autenticidad: el viaje del elefante refleja el baile entre lo mundano y la trascendencia de cada momento de nuestra existencia. Un viaje de auto-re-conocimiento, aceptación y grandeza que lleva a cuestionar viejos patrones y a adentrarse en el pensamiento hacia un mundo de más consciencia y amor. Muchas gracias por compartirlo. Nieves Pérez

9 788493 380380

Ediciones de la MediaNoche

ISBN 978-84-933803-8-0

Directora de la Academia de Neurociencia y Educación (ANE)


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