Sonetos del esclavo de Gabriel Merino

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Gabriel Merino

SONETOS DEL ESCLAVO

OUTSIDE colecci贸n de poes铆a

Ediciones de la MediaNoche


GABRIEL MERINO Aarau, 1964 A los 13 años escribió su primer poema. Desde entonces sigue escribiendo. Ha trabajado como periodista, maquetador, locutor, ambientador musical, profesor o encargado de servicio público en empresas como la cadena SER, el grupo 16, TVE, RTVAM, Ayuntamiento de Madrid, Madridiario o CNN+. Ahora se ocupa de la sección de opinión en el portal www.periodisticos.com y mantiene su blog: amimeobligaron.blogspot.com. Sonetos del esclavo es su primer libro de poemas.


SONETOS DEL ESCLAVO



SONETOS DEL ESCLAVO Gabriel Merino

OUTSIDE colecci贸n de poes铆a

Ediciones de la MediaNoche


OUTSIDE Colección de Poesía © Ediciones de la Medianoche © Gabriel Merino Diseño, fotografías y maquetación: Charles Olsen Imagen de portada: Escultura de Pedro Romero por la artista Nora Quintana, Plaza de la Trinidad, Gethsemaní, Cartagena, Colombia. ISBN: 978-84-933803-5-9 Depósito legal: GR-2304-2014 1.ª Edición: Granada 2014 www.edicionesdelamedianoche.com Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotocopia, sin permiso previo del editor.


A Cristina y Aurora. Nos elegimos: con vosotras vivo, con vosotras crezco.



GABRIEL O EL ESCLAVO

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En mi recuerdo guardaba la imagen del casi niño, o del joven siempre animoso, sonriente, de tal forma que cuando en una librería céntrica lo vi delante de la mesa en que yo firmaba libros tuve que mirarlo dos veces para reconocerlo. Pero los ojos son infalibles. Es su brillo el que reserva la esencia de lo que fuimos. Y ahí estaba, ese brillo. Ahí estaba el Gabriel que yo conocí, el muchacho de barrio con el que me cruzaba de tanto en tanto, porque éramos medio vecinos y los medio vecinos en barrios como el nuestro se seguían la pista; no se sabía cómo ni quién era el encargado de intercambiar información, pero había un seguimiento de las vidas de los otros. Gabriel, entonces solo Gabriel, el Merino se lo he añadido después, era un chico alegre. Y yo recuerdo al chico alegre, hijo de una madre alegre también, abierta, enérgica y progresista. A veces, la madre del poeta y yo nos parábamos en una esquina para charlar de política y de la familia, los dos pilares de la conversación de aquellos días, y así yo sabía por dónde andaban sus chicos,


dos o tres años más jóvenes que yo, que tenían todos veleidades artísticas y eran comprendidos y alentados por la madre paciente. Yo observaba con envidia aquel universo familiar cuyo ancla, así lo intuía, era esa mirada materna, protectora y tolerante con los sueños juveniles. Para mí, que con tanto esfuerzo y tantos engaños había de ganarme la libertad a cada momento, eso me parecía ser ganador desde la casilla de salida. Tal vez por esa imagen tan luminosa del recuerdo, me sorprendió ver al nuevo Gabriel Merino, después de un número insensato de años, tantos como para que el chico hubiera sido borrado para ser sustituido por un hombre en el centro de su madurez, poseedor ya de un talante descreído, más escéptico y desengañado del que yo le hubiera vaticinado entonces, aunque tal vez sea esa exactamente la labor que el tiempo hace con nosotros: nos arrebata el velo de las ilusiones insensatas y nos sitúa frente a una realidad que ya no podemos soslayar salvo si nos refugiamos en la mentira de una falsa juventud. Al cabo de un año de aquella conversación en la librería que inevitablemente estuvo cargada de recuerdos de los chicos de barrio que fuimos, Merino me enseñó este libro, los Sonetos del Esclavo, que venían a confirmarme la impresión que me produjo el reencuentro: el muchacho que sonreía al futuro era ahora el hombre que ob-

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servaba el presente con desencanto. Desencanto. De eso están plagados estos versos, aunque de vez en cuando asome el carpe diem en el que el autor parece decirse a sí mismo que si esto es todo lo que la vida ofrece conviene no desperdiciarlo porque también puede perderse. Me sorprendió el título por cuanto hace referencia a la mezquina libertad de movimientos que la madurez nos concede, robándonos sueños, capacidad de reacción, de cambio, socavando la salud y la capacidad de asombro. “Crecer sí duele/ cuando lo haces notándote pelele del mero instante”

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Son estos los poemas de un hombre solitario, más solo sospecho de lo que su corazón juvenil imaginaba, o tan solo como todos pero furiosamente consciente de la soledad a la que estamos abocados cuando la vida no nos sitúa en el centro de la acción. Van arropados cada uno de estos poemas por frases o versos de escritores que han acompañado al autor en horas de desvelo y que, sin duda, le han servido de refugio y de faro, y nos hablan en su conjunto de las heterogéneas influencias que le han iluminado. Sus muchas lecturas le han proporcionado un gusto por la palabra, por el juego caprichoso con ellas, por su disposición a veces cargada de un significado racional y otras por el puro goce peregrino de sentirlas sonar. Son versos para leer en voz alta y apreciar así su belleza y su retórica que, en algunos tramos,


tiene un aire de otros tiempos menos naturalistas, más entregados al efecto de los versos que saliendo de la boca rompen el aire. Aunque el tono general es de descreimiento, de escepticismo, hay toques de humor que alivian lo que podría haberse precipitado hacia el desconsuelo. Merino vuelve a ser Gabriel cuando escribe: “Mas, de repente, el milagro: te asomas a la ventana y lloras, los inciertos temores, porqués y anhelos te invaden de nuevo y dudas. O crees otra vez. Goza ese relevo que, si no aprendemos cada día, estamos muertos” Es en momentos como este tan bello que cierra el libro, cuando el esclavo respira la libertad que cree haber perdido, abre los ojos, mira el mundo y parece comprender que solo cuando deje de latir el corazón estará todo perdido. Elvira Lindo

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Sonetos del esclavo 15 sonetos para leer deprisa y un soneto francĂŠs



SONETO DEL GALEOTE

And what if all of animated nature Be but organic harps diversely framed… (S.T. Coleridge)

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Galeote amarrado, de remero esclavo, con la piel abandonada en pos de un horizonte ajeno: nada que esperar más, el alma en ventisquero y el cuello bajo otro yugo de acero que, aún siendo ya condena imaginada mantiene el ojo en bajo y encelada la voluntad. Sin látigo de cuero ni alarde, sin medir quién es más fuerte se subyuga al fin, dependiente, inerte y entregado a ese poder lento, veraz y antiguo: palabra hirsuta que fija –sin sonar– la hoja de ruta de la que, entre mil, conoce el acento.


SONETO DE LA INDECISIÓN

…no creen que nos neguemos a ser monstruos y que no sea por lástima hacia ellos… (Mario Benedetti)

Tiza de cal, borrón: como una lenta procesión de sentencias, una veda de flujos y reflujos, almoneda difuminada de vahos de absenta superpuestos. Y vuelta a empezar: renta que se pierde en volutas de humareda inmaterial, partituras de seda tachadas, un fotolito magenta perdido, noria de huecos, barbecho del sentimiento fugaz, sin derecho de enmienda. Quise hacer un inventario vital y todo devino en discurso banal, cuyo transitorio transcurso barrió las hojas de mi calendario.

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SONETO DEL DOLOR

´Tis not that Dying hurts us so– ´Tis living –hurts us more–. (Emily Dickinson)

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Patria del dolor: la sien, el tobillo transido de hinchazón en pura anchura, mientras a esa mecánica tortura opongo resistencia vana. Al grillo rebelé mi sentido –estoico brillo de héroe inútil, que a sí mismo jura soportar sin queja–, con la locura de quien compone un poema sencillo sin glosa y sin estrofa. Y al fin, grávido de banderas absurdas, más impávido que cuerdo, oigo sonar la campana para –sin atisbo ya de mi fiel venganza– ver tatuar sobre mi piel aquel libro de ayer para mañana.


M谩s informaci贸n en: amimeobligaron.blogspot.com


ÍNDICE

Sonetos del esclavo Soneto del galeote Soneto de la indecisión Soneto del dolor Soneto de lo aleatorio Soneto del equívoco Soneto del déjà vu Soneto del axioma Soneto de los sentidos Soneto del oxímoron Soneto del espejismo Soneto de lo desdeñado Soneto del soliloquio Soneto de la resiliencia Soneto de la serendipia Soneto del fin del mundo Y… el soneto francés

…………13 …………15 …………16 …………17 …………18 …………19 …………20 …………21 …………22 …………23 …………24 …………25 …………26 …………27 …………28 …………29 …………30


Oficio de crecer Breve manual Crecer Madurez Peso Vista Rutina Frutos Dolor Olvido Desencanto Arrugas Aprendizaje Muerte Cicatriz Viajar Tinta Opciones Arrepentimiento Posesión Números exactos Asomado a la ventana

…………31 …………33 …………35 …………36 …………37 …………38 …………39 …………40 …………41 …………42 …………43 …………44 …………45 …………46 …………47 …………48 …………49 …………50 …………51 …………52 …………53 …………54


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OUTSIDE colección de poesía

1. Lo que queda del día Enrique de la Peña 2. Sonetos del esclavo Gabriel Merino


Breve manual

Y –básicamente– al final, no se trata de crecer…

Solo va a ser

ponerse encima la trinchera y atravesar estaciones esquivando, al menos, los equívocos y la maldad… Masticando para dentro tus palabras amargas como un bocado de tabaco, para no errar al escupirlas y que parezcan suaves y dulces, como si solo hubieras saboreado puré de dulce yuca o de mango.

Al final,

9 788493 380359

Ediciones de la MediaNoche

ISBN 978-84-933803-5-9

solo se trata de ser consecuente para no acabar –como decía aquel– igual que las maracas de Machín…


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