ISSN 1853-8827
CUADERNOS del Ciesal
Revista de estudios multidisciplinarios sobre la cuestión social Año 8 / N° 10 / julio-diciembre 2011
CUADERNOS del Ciesal
Revista de estudios multidisciplinarios sobre la cuestión social Año 8 / N° 10 / julio-diciembre 2011
Movimiento obrero y cuestión política en Argentina 1890-1990
IESAL Centro Interdisciplinario de Estudios Sociales Argentinos y Latinoamericanos
ISSN 1853-8827
CUADERNOS del Ciesal es una publicación del Centro Interdisciplinario de Estudios Sociales Argentinos y Latinoamericanos (CIESAL), creado por resolución del Rector de la Universidad Nacional de Rosario, N.° 1039/90. Los artículos enviados para ser publicados son sometidos a sistema de arbitraje. DIRECTOR Ricardo Falcón (1990 - 2010) Gabriela Benetti (UNR - UNER) COMITE EDITORIAL Mario Gluck (UNER - UNR) Alicia Megías (UNR) Alejandra Monserrat (UNR) María Luisa Múgica (UNR) Agustina Prieto (UNR) CONSEJO ASESOR Luciano Andrenacci (UNSAM) Dora Barrancos (UBA) Isidoro Cheresky (UBA) Fernando Falappa (UNGS) Daniel Lvovich (UNGS)
Ofelia Pianetto (UNC) Hugo Quiroga (UNR) Darío Macor (UNL) Eduardo Hourcade (UNR) Enrique Masés (UNCOMA)
DISEÑO GRÁFICO María Julia Ferrari / Eugenia Reboiro Enviar correspondencia a: Gabriela Benetti Universidad Nacional de Rosario CIESAL (Facultad de Ciencia Política y RR. II.) Riobamba y Berutti / Monoblock 1 / Ciudad universitaria 2000 Rosario E-mail: ciesal@fcpolit.unr.edu.ar
Sumario Editorial
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ARTICULOS Orígenes del movimiento socialista en Argentina. Prólogo. Capítulo I y II. ( Texto inédito, y conforma parte de los borradores de su última investigación) Ricardo Falcón
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Intelectuales Católicos a fines del siglo XIX: El problema de la ciudadanía y la temprana emergencia de la cuestión social María Pía Martín
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Los primeros pasos de la negociación colectiva en la Argentina Maricel Bertolo
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Los trabajadores ferroviarios: sus luchas y organizaciones sindicales en el contexto de la Argentina gobernada por el radicalismo (1916 – 1930) María Alejandra Monserrat
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Combatividad, dictadura y resistencia a la flexibilización laboral: Reconfiguraciones en la estrategia sociopolítica de la UOM Villa Constitución 1970-1992 Agustín Prospitti
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JOVENES INVESTIGADORES Mirada de la prensa masiva y de la prensa partidaria sobre la huelga de estibadores de mayo de 1928 en Rosario Paulo Menotti
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El aporte de la historia oral para un estudio de los grupos dirigentes. El rol de los sindicatos en la privatización de SOMISA Mauricio Correa
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RESEÑAS Un mundo feliz de Marcela Gené Natalia Farroni
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Los muchachos peronistas. Orígenes olvidados de la Juventud Peronista (1945-1955) de Omar Acha Oscar Videla
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Editorial
En este número hemos reunido una serie de artículos que reflejan las investigaciones llevados adelante por los integrantes del Proyecto cuatrianual: “Movimiento Obrero y Cuestión Política en Argentina (1888 – 1976), acreditado en la UNR a partir del año 2008. Estos trabajos seleccionados, que han atravesado los procesos de evaluación correspondiente, abordan las diferentes formas de vinculación de las organizaciones obreras con los espacios de la política durante distintas etapas de la Historia Argentina. En esta oportunidad, el contenido está conformado en primer lugar por un conjunto de textos inéditos de Ricardo Falcón que constituyen versiones preliminares de partes de un libro que el autor tenía proyectado. Allí se inicia un abordaje de los orígenes del Partido Socialista Argentino del proceso a través del cual éste se transforma en un partido político moderno. A su vez, en los escritos se problematizan cuestiones relativas a la forma en que el Socialismo planteó el tratamiento de la cuestión obrera en los primeros años de existencia del partido. El artículo de María Pía Martín se ocupa de analizar aspectos del pensamiento católico de fines de siglo XIX, indagando sobre su visión de ciudadanía y las respuestas del catolicismo frente a la emergencia de la problemática obrera. Por su parte, Maricel Bertolo aborda las características que asumió la intervención del Estado en los conflictos obreros durante los primeros años del siglo XX. Allí se analizan las notas distintivas de los primeros acuerdos colectivos de trabajo que se dieron en nuestro país. El artículo de Alejandra Monserrat se centra en el estudio de un gremio particular: el ferroviario entre los años 1916 y 1930. A partir de allí, se avanza en el estudio de los puntos de contacto entre el ámbito de la política y sectores importantes del movimiento obrero organizado durante las gestiones presidenciales del radicalismo. Agustín Prospitti, se introduce en el análisis de las transformaciones que se operaron en las prácticas sindicales, de gremios como el metalúrgico, a través de las décadas del setenta ochenta, al tiempo que refleja la tensión que aparece en estos años a partir del surgimiento de corrientes antiautoritarias en algunos sectores del sindicalismo, que proponían formas diferentes de relación entre los trabajadores y la política. Finalmente, en la sección Jóvenes Investigadores hemos incluido dos trabajos. El primero corresponde a Paulo Menotti y aborda algunos de los aspectos que presentaron los conflictos obreros hacia finales de la década del veinte en una de las zonas urbanas más importantes de la época, Rosario. El autor a través del análisis comparativo de la prensa obrera y la prensa “burguesa” analiza modelos divergentes de respuestas, ante el aumento de la conflictividad sindical. El otro trabajo pertenece a Mauricio Correa
y se ocupa de estudiar las características de las acciones sindicales y los conflictos obreros durante los procesos de privatización de la década del noventa, particularmente el primer gobierno de Menem. En este caso, se apela a la utilización de la historia oral, como un aporte relevante en el análisis. Si bien este artículo excede el período del que se ocupa nuestro proyecto, creemos que su incorporación está justificada en tanto analiza practicas sindicales, que se consolidaron en los noventa, pero que comienzan a emerger a partir de las reformas económicas y sociales implementadas por el Proceso de Reorganización Nacional.
Alejandra Monserrat Investigadora CIESAL Miembro Comité Editorial Cuadernos CIESAL
ArtĂculos
Orígenes del movimiento Privatizaciones. Rol del sindicalismo socialista en Caso analizado: Argentina. Prólogo. Foetra Capítulo I y II. (Texto inédito, y conforma parte de los Raúl Irigaray Cátedra de Administración borradores dePública su última investigación) Facultad de Ciencia Política y RR.II. U.N.R. Ricardo Falcón CONICET- UNR
CUADERNOS del Ciesal
Como parte de la producción científica que integra esta Revista, hemos incorporado una serie de textos pertenecientes al fallecido historiador Dr. Ricardo Falcón. Los mismo, por un lado, reflejan las últimas investigaciones que Ricardo realizó en el marco del PID-UNR: “Movimiento Obrero y Política en la Argentina” que compartía con nosotros. Por otro lado, y también, estos escritos forman parte de una obra personal, más ambiciosa, que tenía por objetivo la realización de una Historia del Socialismo Argentino, y que lamentablemente ha quedado inconclusa. Se podrá advertir que en algunas de las páginas faltan citas o notas al pie, esto se debe a que este conjunto de textos constituyen versiones preliminares n proceso de elaboración. No obstante, consideramos que la publicación de los mismos, constituye un aporte de envergadura para el debate académico.
N°10 / julio-diciembre 2011 / artículos Prólogo El propósito general de este libro es abordar el estudio de los orígenes del movimiento socialista en Argentina; su transformación en partido; los momentos críticos de ese proceso; su inserción en el contexto más amplio del movimiento obrero y del conjunto de la vida política de la época y su consolidación, relativa, como estructura partidaria. Por lo tanto, el punto de partida es la fundación, el 1° de enero de 1882, del club Vorwärts, de los socialdemócratas alemanes exilados en Buenos Aires. La elección de este momento como inicial es porque desde entonces se constituyó en el país un movimiento socialista que ya no tendrá solución de continuidad. Y el cierre, provisorio, se sitúa en el tercer congreso del entonces Partido Socialista Obrero Argentino, en 1900, porque se consolida como un partido moderno, es decir, programático y orgánico. No obstante, esa consolidación fue precedida por algunas instancias previas de las cuales sobresalen el encuentro del grupo Vorwärts con el naciente movimiento obrero, en 1890; el comienzo de la transformación del movimiento en partido, en 1894; el congreso constituyente de 1896, que es el momento de la organicidad plena -se sancionan la Declaración de Principios, el Programa Mínimo y los Estatutos-; la escisión de la Federación Obrera Socialista Colectivista, en el segundo congreso de 1898; y su reintegro a la vida partidaria en el ya mencionado tercer congreso de 1900. Sin embargo, los dos momentos clave de la periodización adoptada para este texto, el inicial de 1882 y el final provisorio de 1900, son susceptibles de ser sobrepasados, hacia atrás en un caso, hacia delante en el otro. En lo que hace al primero, porque en algunos aspectos, la frontera entre el naciente movimiento socialista y lo que denomino prehistoria del socialismo en Argentina es algo borrosa. Ciertos elementos de la vieja etapa subsisten durante un breve lapso en la nueva y, además, algunos de los intelectuales del naciente movimiento socialista procederán en los años noventa a bucear en esa prehistoria, para encontrar elementos históricos que les sirvieran como tradiciones legitimantes. El corte final propuesto para el período también es susceptible de ser sobrepasado. Porque al mismo tiempo que cierra una etapa de la historia del movimiento y del partido socialista, ese momento de tránsito contiene en su seno los elementos que prefiguran la nueva etapa que se abre, la que va desde 1901 a 1912. Y es provisorio, porque esa etapa siguiente también debe ser abordada, lo que constituye una promesa para el futuro cercano. En los años que van de 1881 a 1900 aparecen, a veces en gestación, otras plenamente, algunos de los problemas más importante de la historia del socialismo argentino, como también de la del movimiento obrero y de la general, social y política del país. Uno de ellos es el de la relación entre movimiento obrero y movimiento socialista. En realidad, ambos nacen al mismo tiempo, en los comienzos de la década del ochenta del siglo XIX, e irrumpen conjuntamente en la escena social y política nacional, con el acto del 1° de mayo de 1890. Desde entonces, hubo un paralelismo en el desarrollo de esos dos movimientos, pero alterado por la frecuente aparición de incidencias recíprocas entre ellos. Otra cuestión es la de cómo se va constituyendo en esa etapa la identidad socialista. Y para abordarla, propongo partir de la idea de que esa identidad se conformó tanto a través de la apropiación de
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CUADERNOS del Ciesal tradiciones legitimantes, algunas consideradas como herencia y otras como adquisición, como de la apropiación de la experiencia material y cotidiana de su sujeto social privilegiado: los trabajadores. Entre las tradiciones que los intelectuales socialistas de los años noventa del siglo XIX consideraban una herencia, figuraban unas nacionales y otras internacionales. Las primeras venían de la prehistoria socialista del país, aunque a veces, no sin beneficio de inventario: la experiencia de las secciones argentinas de la Primera Internacional; la prédica de un abigarrado conjunto de periódicos y folletos genéricamente socialistas; la existencia de un movimiento mutualista de bases corporativas y la aparición, todavía en la década del setenta, de las primeras sociedades obreras de resistencia y de las primeras huelgas. Las segundas proceden de la experiencia internacional del proletariado y son transmitidas, desde 1889, por los vínculos existentes con la Internacional Socialista, la Segunda Internacional y expresan -sobre todo- en el plano intelectual la tradición del marxismo. Ante la ausencia de tradiciones nacionales para recurrir ante los fenómenos de nuevo tipo que se iban produciendo, las analogías debían operarse necesariamente sobre las experiencias pasadas del proletariado en el campo internacional, especialmente el europeo. Es así que se encontrará a Germán Ave Lallemant intentando interpretar la Revolución del 90, en clave marxista y teniendo como telón de fondo el protagonismo del proletariado en el curso de una revolución burguesa, como había sido el caso en 1848 en Europa. Pero habrá también apropiación de otras tradiciones nacionales que no podían ser consideradas como una herencia directa del proletariado. El caso más notorio es el del proyecto de identidad nacional forjado por la Generación del 37 y del cual Alfredo Palacios será uno de los principales exponentes de esa apropiación, expresada principalmente en su libro sobre Echeverría. Pero también Jean Jaures durante su visita a la Argentina hará una reivindicación de Juan Bautista Alberdi. Y habrá también una tarea constructora de tradiciones, como la lectura que hizo Juan B. Justo de las guerras civiles argentinas de la primera mitad del siglo XIX en términos de lucha de clases. En lo que hace a la apropiación de la experiencia del proletariado, esta se expresará en los programas mínimos, que eran en realidad programas de agitación cotidiana en torno a las aspiraciones más inmediatas de los trabajadores. Pero, en este punto, la experiencia nacional también se nutría de la internacional, como en el caso de la demanda por la implantación de la jornada laboral de ocho horas. El reconocimiento de un pasaje, en el cual actuó como bisagra la coyuntura de 1894, de una era movimientista a otra partidaria del socialismo supone una definición de las dos etapas. Por movimiento socialista debe entenderse a un conjunto de grupos de propaganda, núcleos organizados en torno a criterios etno-lingüísticos; sociedades de resistencia; organizaciones mutuales; redacciones de periódicos; asociaciones culturales e individuos, con distintos grados de coordinación, generalmente laxa e inestable, conectados en algunos casos con partidos socialistas extranjeros como el alemán, el italiano y el francés y, a partir de 1889, con la Internacional Socialista. En el desarrollo del movimiento socialista en Argentina es posible señalar cuatro períodos: el primero, entre 1882 y 1887, que fue principalmente de propaganda y cuyo eje fue la actividad del club Vorwärts de los socialistas alemanes. El segundo, que va desde 1888 a mediados de 1890, es el del encuentro entre el movimiento socialista y el movimiento obrero y tuvo su momento más alto en la primera conmemoración del 1º de Mayo en ese último año. En el tercer período, la construcción de
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un partido obrero se confunde con la del movimiento sindical. Así lo expresaba el periódico El Obrero, dirigido por Germán Ave Lallemant que se reivindicaba marxista e internacionalista y era a la vez el órgano de la Federación Obrera. Paradójicamente, este es un período de reflujo de las luchas obreras por los efectos locales de la crisis económica mundial de 1889, y el estancamiento de la organización sindical orientada por los socialistas abrió entre ellos un debate, que culminó con una escisión, temporaria, y la disolución de la Federación. De esa crisis, nació la Agrupación Socialista transformada después en Centro Socialista Obrero y éste, junto a los grupos Fascio dei laboratori y Les Egaux, que congregaban respectivamente a los socialistas italianos y franceses residentes en Buenos Aires, constituyó el Partido Socialista Obrero Internacional, denominado un poco más tarde Partido Socialista Obrero Argentino. A partir de ese momento comenzó la era partidaria de la historia del socialismo argentino, que alcanzará su punto culminante en 1896, con la celebración del primer congreso, que al votar Estatutos, Declaración de Principios y Programa Mínimo, y designar al Comité Ejecutivo, dotó al partido de un máximo de organicidad programática. En agosto de 1893 ocurrió un hecho de singular trascendencia: la incorporación a la Agrupación Socialista de Juan B. Justo. Esta incorporación trajo al movimiento socialista, más allá de la notoria incidencia de sus calidades personales, otros elementos políticos. En primer lugar, Justo era portador de una valoración de la Revolución del 90, que difería de la expuesta en las páginas de El Obrero por Lallemant. Había sido miembro de la Unión Cívica de la Juventud, acudiendo, como muchos otros, a la convocatoria antijuarista formulada por Joaquín Barroetaveña, pero su adhesión, aunque comprometida, fue de corta duración. Se alejó de ese agrupamiento porque se había infectado de virus faccioso y clerical, y nunca llegó a formular propósitos políticos sociales y concretos. Precisamente su carencia de ejes y actividad programáticos, lo llevaría a incluirlo en la política criolla. Además Justo no participó en la conspiración previa, sino sólo como médico para atender heridos, en la sublevación de El Parque de julio de 1890, por su oposición a la intervención armada de los militares en política. Esto se debía a que la identificaba con las asonadas y cuartelazos que habían poblado la historia argentina del siglo XIX y también por su rechazo a las aventuras cesaristas como la del general Boulanger en Francia, la que había conocido en su primer viaje a Europa. Justo insistía también en la constitución del socialismo en partido político y esto lo llevaba a situaciones conflictivas con dos tendencias fuertemente arraigadas en el movimiento. Por un lado, con la dominante hasta fines de 1892, que preconizaba una estrecha relación entre el partido y los sindicatos. Justo será favorable a la autonomía de las organizaciones gremiales respecto de la estructura partidaria. Por otro lado, mostraba cierta intolerancia hacia los particularismos étnicos, tanto en el socialismo como en el movimiento obrero. Al mismo tiempo, propugnaba con insistencia la realización de campañas por la naturalización de los extranjeros y la exigencia de tener los derechos políticos para quienes ocuparan altos cargos partidarios. Además, Justo simbolizaba un fenómeno del cual, él no era el único protagonista. Desde 1894, comenzaron a desembarcar en las playas socialistas varios intelectuales, profesionales, periodistas y
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CUADERNOS del Ciesal estudiantes universitarios en su mayoría, que eran, también, expresión de un fenómeno de argentinización de las filas del movimiento. Rápidamente, algunos de ellos accederán a posiciones directivas. Aunque el problema existiera desde antes, la llegada de estos intelectuales puso en evidencia la existencia de un sesgo elitista de pedagogía social, de jacobinismo intelectual combinado con cuotas significativas de cientificismo, de positivismo, en la concepción del mundo social, en el pensamiento socialista de la época. Por otra parte, este fenómeno no era exclusivo de los socialistas argentinos. También existía entre los anarquistas esa tendencia tutelar hacia las masas, tan preocupados como ellos, o más quizá, de volver conscientes a los trabajadores, naturalmente inconscientes, a través de la propaganda, incluida la de los hechos. En la Segunda Internacional el rol privilegiado otorgado a los intelectuales, de guía de los trabajadores a través de su papel de elaboradores de la teoría revolucionaria, estaba plenamente presente en Kautsky y exacerbado en Lenin. Probablemente, hasta cierto punto, sólo Rosa Luxemburgo constituía una excepción. De cualquier manera, esa tendencia no dejará de provocar tensiones en el seno del partido socialista argentino, a lo largo de su historia. Otro rasgo notorio del movimiento socialista y que persiste en los primeros momentos de su transformación en partido, es la adopción de criterios etno-lingüísticos de organización. Esto ya existía en el seno de la Primera Internacional, en Europa, debido, principalmente, a los frecuentes exilios. En Argentina se tradujo, entre 1871 y 1876, en la existencia de tres secciones, constituida sobre la base de nacionalidades extranjeras. Este criterio se veía reforzado en el caso argentino, porque la mayoría de los artesanos y asalariados urbanos de la época eran extranjeros. La lengua planteaba, ya en esa etapa de la prehistoria socialista, un problema de comunicación en el seno de la capa de trabajadores. Estas formas de organización volvieron a darse en la década del ochenta, a partir de la creación en 1882 del Vorwärts que agrupaba a los socialdemócratas alemanes exilados. Después, también se organizarían con criterios etno-lingüísticos los socialistas italianos y franceses. No obstante, la cuestión iba más allá de la lengua, en tanto los alemanes y los italianos adoptaron los programas de sus respectivos partidos madre. A la hora del comienzo de la era partidaria del movimiento socialista argentino y por lo tanto de la elaboración de un programa nacional, esa circunstancia no dejó de provocar debates y marchas y contramarchas. Otra de las grandes cuestiones polémicas del período fue la actitud adoptada por los socialistas frente a la cuestión nacional, que se presentaba con diversos ángulos de enfoque. El internacionalismo de los anarquistas era, en realidad, un universalismo que reconocía la existencia de diversas regiones que eran parte de una sola nación, la humanidad, del planeta Tierra. Por el contrario, el internacionalismo que profesaban los socialistas no les impedía reconocer la existencia de los Estado-Nación, de clases obreras nacionales y en consecuencia de partidos que debían elaborar programas adaptados a las circunstancias de cada nación, manteniendo al mismo tiempo una solidaridad fundamental con el proletariado del resto del mundo. En la primera mitad del siglo XIX, la Generación del 37, había elaborado un proyecto de identidad nacional, de inspiración romántica y en una tradición que venía de Herder, que fijaba además de objetivos políticos para la futura formación del Estado-Nación, un plan global de impugnación de la herencia cultural hispánica, que incluía a la lengua, a la literatura y a las costumbres. La Generación
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del 80 reformulará esa propuesta de identidad nacional, en la perspectiva de instaurar, sobre todo en el plano de lo simbólico, una base ideológica de dominación estable, como respuesta a la heterogeneidad social, étnica y cultural que la Gran Inmigración había instalado en Argentina. Esto dio lugar a una empresa de nacionalización de las masas desde arriba, centrada principal, pero no únicamente, en el Estado, en la cual desempeñaron un papel de importancia las normativas sobre la enseñanza de la historia y la lengua; la liturgia escolar patriótica; el culto exacerbado de los símbolos patrios; las funciones educativas y culturales otorgadas al Ejército a través del servicio militar obligatorio desde 1901; la creación de arquetipos sociales literarios míticos, como el del gaucho o de los compadritos porteños; la defenestración de las ideas socialistas y anarquistas, caracterizadas como flores exóticas por el nacionalismo oligárquico; el menosprecio cultural por el gringo; entre otras iniciativas, de las cuales no fue ajena, tampoco, en la primera década del siglo XX, la Generación intelectual del Centenario. Que esta tarea se llevara adelante, sobre todo, en el plano simbólico era una consecuencia de la impotencia de la oligarquía para establecer un régimen político que no tuviera bases hegemónicas de dominación. Esto se reflejó en los debates de comienzos de la década del noventa del siglo XIX sobre la naturalización automática de los extranjeros, como ocurrió en Estados Unidos. Finalmente esa posibilidad resultó frustrada porque las elites dirigentes no querían lanzar al mercado electoral una enorme masa de votantes, renunciando así, a construir un sistema político democrático liberal con vigencia plena. Poco tiempo después, en la década del noventa, comenzaría otro proceso de nacionalización de las masas, pero desde abajo, intentado, especialmente, por los socialistas. El aspecto más saliente de esta actitud eran las campañas por la obtención de la naturalización por parte de los migrantes extranjeros, en la medida que la acción política que coronaba el planteo de la intervención del proletariado en la lucha de clases era el camino para alcanzar la plena vigencia de la nación. En ese tránsito una medida de excepcional importancia fue la decisión de los primeros socialistas, todavía extranjeros en su mayoría, de editar El Obrero en lengua castellana -igual camino seguiría cuatro años después La Vanguardia- en una época en la que, hasta entonces, toda la prensa de esa corriente se había publicado en lenguas extranjeras -lo que era imprescindible para orientar al incipiente proletariado hacia la acción política. También, parte de ese proceso de nacionalización de las masas desde abajo, era la apelación a las ya mencionadas tradiciones anteriores de identidad nacional y de interpretación de la historia argentina del siglo XIX como lucha de clases. Desde 1888 el socialismo argentino, el movimiento primero y el partido después, debió encarar una conflictiva relación con la otra tendencia del movimiento obrero, la anarquista, en la que se alteraron momentos de colaboración restringida con otros de abierta confrontación. En ese y los años siguientes hubo coincidencias limitadas al encarar de conjunto la primera gran oleada huelguística que producía el naciente movimiento sindical. Fue la época de la estadía argentina de Malatesta. Estos acuerdos precarios se prolongaron hasta la conmemoración conjunta del 1° de mayo de 1890, en Buenos
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CUADERNOS del Ciesal Aires y Rosario, aunque con consignas separadas. E incluso un sector anarquista, el más proclive a la participación en instancias orgánicas, militó un tiempo dentro de la Federación Obrera. A partir de mediados de ese año, ambos movimientos se distanciaron, por razones que incumbían a los dos. Del lado de los socialistas, la orientación impresa a la federación de gremios, muy semejante a lo que podría considerarse un partido laborista de definición programática de contenido socialista y que reivindicaba expresamente su vinculación con la Internacional, dificultaba enormemente la colaboración con los anarquistas pro-organización. Del lado de los anarquistas, el predominio del sector anti-organizador, en coincidencia con el periodo más agudo de la crisis económica, que había provocado un reflujo en el movimiento obrero, ponía trabas de envergadura a cualquier acción de conjunto. No obstante, a partir de 1894, se va configurando un panorama distinto, caracterizado por cuatro fenómenos en el plano del movimiento obrero: una reactivación de las luchas obreras; la rectificación de la anterior estrategia socialista que implicaba una estrecha relación entre partido y sindicatos; el auge de los sectores anarquistas más inclinados a participar en las luchas sindicales; el surgimiento de una corriente de sindicalismo autónomo, no enrolada en el anarquismo ni en el socialismo; y el inicio de los primeros debates públicos en torno a la necesidad de la huelga general. Entre ese año y el fin del siglo, las relaciones entre anarquistas y socialistas se expresaron en dos planos diferentes. Uno, en el que predominaban las iniciativas de los antiorganizadores, se caracterizaba por las frecuentes provocaciones hacia los socialistas, irrumpiendo en sus reuniones públicas. Otro, en el que los elementos “organizadores” marcaban el rumbo, de formas acotadas de colaboración en terreno sindical y de debates más serios entre ambas tendencias, siendo el más notorio, el sostenido entre José Ingenieros desde La Montaña, periódico que se denominaba Socialista Revolucionario y John Creaghe, desde El Oprimido, uno de los portavoces del ala pro-organización del anarquismo. De conjunto, la discusión entre las dos tendencias mayoritarias del movimiento obrero de entonces, se sostenía entre la postura antipolítica, reflejada en su reivindicación de la acción directa de los anarquistas y el planteo de acción política de los socialistas. En el trasfondo estaba la ya “vieja” polémica que había atravesado la Primera Internacional entre bakuninistas y marxistas, si el factor determinante de la desigualdad social era la opresión y en consecuencia el enemigo fundamental era la Autoridad y su máxima expresión el Estado, el cual debía ser abolido, como afirmaban los primeros o lo era la explotación que la burguesía ejercía sobre el proletariado y por lo tanto debía ser expropiada, utilizando en el camino hacia la sociedad comunista, a una forma estatal, la dictadura del proletariado, para asegurar la revolución triunfante. En el centro del periodo en estudio -y no sólo cronológicamente- se encuentra el congreso de 1896, que ha recibido, al menos, tres denominaciones: primer congreso, congreso constituyente y congreso de fundación. La tercera, muy frecuente en la literatura sobre el socialismo argentino, no es en absoluto inocente. Implica ignorar, o por lo menos relativizar, el complejo proceso de construcción partidaria que se desarrolló desde comienzos de la década del ochenta del siglo XIX. Y esta nominación se acompaña, usualmente, con la atribución a Juan B. Justo del papel de fundador. Ese congreso puede ser considerado constituyente, en la medida que con la votación de la Declaración de Principios, Programa Mínimo y Estatutos, culminó el proceso de dotación de organicidad al
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partido, que se había iniciado en 1894. No obstante, es importante también porque los documentos adoptados terminaron por delinear, casi definitivamente, una estrategia global, que signará la vida partidaria durante las cuatro primeras décadas del siglo XX. El “casi” restrictivo alude a los debates que se dieron en el congreso y cuya resolución implicó alteraciones al proyecto original presentado por Juan B. Justo. No obstante, la vigencia de esas objeciones fue transitoria. Tres fueron los principales debates que tuvieron lugar en torno al primer congreso. Dos de ellos se realizaron durante las sesiones y el tercero por fuera de ellas. La primera de esas discusiones se centró en tomo a la posibilidad de hacer alianzas con otros partidos, que fue rechazada por Ingenieros y Lugones, que lograron finalmente obtener mayoría en la votación sobre el punto. La segunda tuvo como impugnadores a los mismos protagonistas, que también triunfaron y fue la relativa a lo ineluctable del empleo de la violencia para obtener la posesión del poder político. Sin embargo, quienes apoyaron las dos mociones no fueron siempre los mismos, con lo cual no puede afirmarse que en ese congreso Ingenieros y Lugones representaran realmente una tendencia orgánica entre los congresales. Sin embargo, esa tendencia, el Socialismo Revolucionario se constituyó después y expresó a través del periódico La Montaña, en el curso de 1897. Pero ambas proposiciones fueron reconsideradas por el segundo congreso de 1898. El tercer debate comenzó con un rechazo del Centro Socialista de Barracas a la obligatoriedad de tener la ciudadanía para poder ejercer cargos políticos expectantes en el partido. Esta discusión se replanteó en el congreso de 1898 y dio lugar a la segunda escisión socialista de la década, la de los centros que formaron la Federación Obrera Socialista Colectivista, que también fue temporaria, porque sus miembros se reintegraron al partido en el tercer congreso de 1900. La corta vida de esta organización disidente constituye la primera manifestación de una fuerte tensión que recorrería gran parte de la historia socialista, entre lo corporativo y lo político en su seno. Los colectivistas oponían a las campañas por la naturalización de los extranjeros con el fin de que obtuvieran los derechos electorales, la previa consolidación de la lucha por los intereses económicos de los trabajadores. Aunque con fundamentos ideológicos diferentes, esta tensión se expresaría en ocasión de la escisión de los Sindicalistas Revolucionarios en 1906 y todavía, con las nuevas divisiones que se producirían a comienzos de la década del cuarenta del siglo XX.
La historiografía del socialismo La historiografía del socialismo argentino revela la existencia de un amplio campo de debate ideológico acerca de su periodo formativo. Las primeras versiones de la historia socialista, especialmente la crónica de los primeros momentos realizada por Jacinto Oddone en Historia del socialismo argentino, pondera el rol de Juan B. Justo y sus colaboradores, pero sin dejar dar noticias sobre la existencia
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CUADERNOS del Ciesal de otras variantes de ese contradictorio proceso constitutivo. Sin embargo, en Gremialismo Proletario esa participación aparece más diluida. Entre quienes optaron por la vía apologética de Juan B. Justo, sobresalen los trabajos históricos de Luis Pan, tanto en Juan B. Justo y la fundación del partido socialista, como en Justo y Marx y en Juan B. Justo y su tiempo. Si bien el tono general de la obra de Pan es de realce de la figura de la figura de Justo y soslaya el papel desempeñado por el Vorwärts, Lallemant, El Obrero, la Agrupación Socialista y el de las oposiciones de los Socialistas Revolucionarios y de los colectivistas, incorpora informaciones valiosas y análisis críticos inteligentes. Uno de los ejes de este autor -una suerte de contracara de los reproches de proberstenianismo que formularan a Justo sus críticos disidentes socialistas, comunistas, escindidos del PC, trotskistas y nacionalistas varios- es su insistencia en la similitud de pensamiento entre el líder socialista argentino y el revisionista alemán del marxismo. La diferencia en el caso de Pan es que la valoración de esa supuesta identificación de Justo con Berstein es altamente positiva. Lo que subraya especialmente en la vocación revisionista de éste último, es su tarea de quitarle cariz dogmático a la teoría marxista. Incluso el tercero de los textos citados de Pan fue editado en 1991 y su contenido revela el conocimiento que tenía de los debates europeos en torno a la crisis del marxismo, además de la referencia a textos críticos de Maximilien Rubel. No obstante, la visión de Pan merece dos repartos. Es cierto que Justo después de haber afirmado que al hacerse socialista no era marxista, reconoce los aportes que recibió de las teorías económicas de Marx, de quien como se sabe, tradujo el primer tomo de El capital. Sin embargo, no estaba en su interés la revisión del marxismo y por otra parte, como lo han señalado otros autores, son escasos los elementos para suponer la identificación que preconiza Pan. En la producción historiográfica de Dardo Cúneo, particularmente en Juan B. Justo y las luchas sociales, en El romanticismo político y en “Las dos corrientes del movimiento obrero en el 90” hay aportes importantes para el conocimiento del conjunto del período formativo del socialismo argentino. Sus trabajos implican un rescate global de la tarea constructora de Justo, aunque no exenta de observaciones críticas. Su valorización del rol de Ingenieros abrió el camino para investigaciones con análisis más complejos sobre la cuestión. Finalmente, su sugerencia de la existencia de una cierta confluencia entre la Unión Cívica y los socialista del noventa, aunque poco fundamentada, se colocó en el centro de una polémica al respecto. La hipótesis de Justo, de José Aricó, significó, sin duda, un punto de inflexión en la historiografía socialista, por su carácter innovador y la amplitud de temas que críticamente aborda. Este trabajo supera en varios sentidos los objetivos y el período que he fijado para este libro, en la medida que no es y no tenía la intención de serlo, en sentido estricto, un texto de historia del socialismo argentino. Las referencias directas al período prejustista son escasas y no siempre precisas. No obstante, es clara la impugnación de la capacidad de la Segunda Internacional y especialmente la de la “doctrina alemana”, para percibir la complejidad del proceso constitutivo de la clase obrera y los sectores populares en el continente americano, a la que contrapone los análisis últimos de Marx y Engels. El eje del interés del libro de Aricó, como su título lo indica, es la consideración del pensamiento de Juan B. Justo y, en particular, lo relativo a su estrategia de construcción de un partido socialista. La
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creatividad de Justo consistiría en haber escapado al dogmatismo de los análisis que la socialdemocracia alemana convirtió en patrimonio de casi toda la Segunda Internacional europea y Aricó subraya la afinidad entre las postulaciones justistas y la de Jean Jaures. Señala también lo que entiende fueron los méritos y las limitaciones en la tarea que Justo se había propuesto y, entre los últimos, incluye la imposibilidad de haber conformado a partir de la clase obrera un bloque social histórico hegemónico. También dentro de la tradición “gramsciana” argentina, se sitúa la biografía de Juan B. Justo, elaborada por Juan Carlos Portantiero. Da cuenta que Lallemant fue el primero en intentar fundar explícitamente un análisis marxista de la realidad argentina. Analiza, luego las consideraciones el director de El Obrero, sobre la Revolución del 90, a las que califica como dogmáticas en la adopción de la fraseología marxista, que aparecía como un eco de la ortodoxia socialdemócrata alemana. Víctor García Costa en la introducción a El Obrero: selección de textos sitúa plenamente a Lallemant en la ortodoxia marxista finisecular y afirma que la fundación del Verein Vorwärts y sus actividades nacionales e internacionales fueron el punto de partida del movimiento obrero y del socialista. No encuentra contradicciones entre la profesión de fe marxista que hacía Lallemant y su participación en listas del radicalismo puntano. Argumenta que en San Luis no había socialismo. Emilio Corbière por otros de sus trabajos y por el prólogo que hace a La Asociación Vorwärts y la lucha democrática en la Argentina, de Alfredo Bauer, admitiendo los matices que supone su enfoque, puede ser incluido en la historiografía socialista. Afirma en ese texto que los planteos de Lallemant y los marxistas del Vorwärts, sobre la revolución contra Juárez Celman deben ser analizados a partir de la oposición entre capitalismo extranjero y socialismo. Luego de recordar el contenido de los análisis que aquellos hacían sobre el radicalismo inmediatamente posterior al Noventa, sostiene que intuían las posturas que luego iba a desarrollar el yrigoyenismo y que por eso no descartaban una alianza con esos sectores populares que expresaban los intereses de las capas medias y la burguesía nacional. Tulio Halperín Donghi en un texto de análisis complejo, “¿Para qué la inmigración?”, incorporado luego a El espejo de la historia que, sin duda, no puede ser encasillado en ninguna de las tres corrientes historiográficas que con mayor frecuencia se ocuparon de la cuestión, la socialista, la que tiene su origen en la visión del partido comunista y la nacionalista, también aborda las relaciones entre el socialismo del siglo XIX y las modificaciones introducidas por la presencia inmigratoria. El autor sostiene que los dirigentes del partido socialista eran casi todos extranjeros, lo cual revela que se está refiriendo al período posterior a 1894 y no hay, en consecuencia, una consideración de la etapa marcada por la presencia de Lallemant y El Obrero. No obstante, el artículo de Halperín Donghi ensaya una explicación de la política socialista hacia la inmigración, que fue novedosa en el momento de su publicación, pero que hoy constituye un análisis “clásico” de la historiografía argentina. En esa hipótesis, Juan B. Justo partía de la propuesta de Sarmiento de la necesidad de nacionalizar a los extranjeros, en la medida que postula al partido socialista como el instrumento para integrar a la clase obrera en el sistema político argentino. Sin embargo, Justo se apartaba de Sarmiento, al ver al Estado como un agente de una clase terrateniente cuyo parasitismo tenía consecuencias más graves que las que aquél había denunciado Sarmiento. Por
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CUADERNOS del Ciesal lo tanto, para Justo, el problema estaba constituido no sólo por una defectuosa organización política sino por el conjunto de la estructura social argentina. Un texto que tampoco puede ser encasillado en las corrientes antes citadas, pero que tiene un abordaje diferente al precedente, es De los Montoneros a los Anarquistas, de David Viñas. El libro, dedicado a la memoria de Simón Radowitzky, toma partido decidido por los anarquistas contra los socialistas en sus disputas decimonónicas, aunque no expone coincidencias o disidencias, con los basamentos teóricos de los primeros. De Lallemant hace una presentación de tono neutro mostrándolo como la figura opuesta y a la vez complementaria de Malatesta en los momentos iniciales del movimiento obrero. Sin embargo, señala la llegada al Río de la Plata de la influencia de la Segunda Internacional portadora, a través del socialismo alemán, de un positivismo, electoralismo y reformismo, caracterizado también por un reflexionismo cauteloso opuesto a todo emocionalismo primitivo. A pesar de eso, Viñas afirma también, contradictoriamente, que no es casual que los marxistas del Vorwärts, a los que considera la vanguardia real del proletariado inmigrante, impugnaran el reformismo justista y se escindieran por la izquierda en 1918. De esta manera, se encolumna, también, en la larga fila de los que sostienen la existencia de una continuidad virtual entre los marxistas socialdemócratas alemanes de 1890 y la formación del partido comunista veintiocho años después. Pero el eje de la crítica anti-socialista de Viñas es, claramente, Juan B. Justo, a quien le atribuye reformismo y electoralismo; tener actitudes antiimperialistas, pero no una teoría del antiimperialismo y por lo tanto la imposibilidad ideológica de sobrepasar los límites de la ciudad-puerto, desbordando, apenas, la concesión que le hacía el sistema de ser el ala izquierda del conservadorismo. Una de las corrientes críticas que buscó legitimación de su propia existencia en la historia socialista fue la de los historiadores del Partido Comunista, que, como se sabe, se conformó con dos tandas de escindidos del socialismo. El soviético V. Ermolaiev extendió su búsqueda de antecedentes marxistas al período de la Primera Internacional, exagerando el papel ideológico de esa corriente en el seno de las secciones locales de los internacionalistas y la consistencia de clase obrera de las primeras manifestaciones mutualistas de los trabajadores argentinos. No obstante, fue en torno a la figura de German Ave Lallemant y el periódico que se centraron los historiadores del partido comunista argentino, particularmente Leonardo Paso, en buscar un antecedente marxista para esa corriente política, diferenciado de lo que consideraban el reformismo de Juan B. Justo. También en esa dirección apuntaron otros dos historiadores que hicieron aportes pioneros en torno a esa cuestión y al conjunto del periodo que aquí me ocupa: José Ratzer y Julio Godio. A diferencia de Paso, los dos últimos estaban en procesos de ruptura con la tradición ideológica e historiográfica del PC, con mayor o menor grado de consumación, según se puede leer en las entrelíneas de sus textos.
N°10 / julio-diciembre 2011 / artículos Capítulo I La prehistoria del socialismo en Argentina (1857-1881) El nacimiento de un movimiento socialista que ya no tendrá solución de continuidad, puede fijarse formalmente el 1° de enero de 1882, con la creación del Verein Vorwärts, el club de los socialdemócratas alemanes exilados en Buenos Aires, tras escapar de las persecuciones bismarckianas. Cuando este movimiento estaba en el tránsito hacia su constitución como partido, en la década del noventa del siglo XIX, algunos de sus militantes percibieron la necesidad de fundamentar, también, su legitimidad en el plano histórico, redescubriendo tradiciones anteriores que le fueran afines. Cupo esta tarea, sobre todo, a dos jóvenes integrantes del recientemente creado, en 1894, Centro Socialista Universitario, José Ingenieros y Ángel Giménez1. Apareció así a la luz, lo que puede denominarse como la prehistoria del socialismo en Argentina: las primeras organizaciones obreras mutualistas; periódicos genéricamente social-republicanos de matices varios; la presencia de intelectuales extranjeros como Victory y Suarez y Serafín Álvarez y particularmente la existencia de secciones en Argentina de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), conocida también, como Primera Internacional, entre 1871 y 1874. También, hacia fines de la década del setenta, las primeras huelgas y tentativas por crear organizaciones sindicales2. Para invocar como propia esta tradición anterior, los socialistas de los noventa tenían dos razones probables. Por un lado, podían exhibir ese conjunto de actividades culturales y políticas como expresión de la capa de artesanos y asalariados de la época, que formaban parte de lo que hoy solemos denominar sectores populares y que pueden ser considerados en una de sus partes, como antecesores de una clase obrera que estaba adquiriendo identidad propia. Por otro lado, podían argüir que, desde el punto de vista político y sobre todo las secciones de la AIT, tenían una filiación marxista, de la cual muchos de los socialistas se sentían continuadores. Pero también, reconocer antecedentes más remotos en militantes, agrupamientos y periódicos que podían ser englobados en lo que Marx y Engels habían denominado socialismo utópico. Dicho de otra manera, esa tradición constituía antecedentes para dos fenómenos emergentes entre fines de los ochenta y comienzo de los noventa, en forma casi paralela: el movimiento obrero y el movimiento socialista. Por lo tanto, se impone revisar esa herencia aceptada por el movimiento socialista del siglo XIX, que de alguna manera condicionaba su constitución, en la década del ochenta. Las primeras manifestaciones de esa prehistoria socialista se encuentran en las organizaciones mutuales estructuradas por oficio, nacidas en la década del cincuenta y de las cuales la más importante y la que única que tuvo una larga continuidad fue la Sociedad Tipográfica Bonaerense (STB), fundada 1. INGENIEROS, José, Almanaque Socialista para 1899, Buenos Aires, 1898 y GIMÉNEZ, Ángel, Páginas de historia del movimiento social en la República Argentina, Buenos Aires, La Vanguardia, 1927. 2. Véase: FALCÓN, Ricardo, Los orígenes del movimiento obrero (1857-1899), Buenos Aires, CEAL, 1984 y FALCÓN, Ricardo, "Los trabajadores y el mundo del trabajo" en Nueva Historia Argentina, t. IV, Marta Bonaudo (dir.), Buenos Aires, Sudamericana, 1999. En esos dos textos he analizado detalladamente ese período desde el punto de vista de la historia de los trabajadores y del movimiento obrero. Por lo tanto, aquí me limitaré a señalar sus principales características como fenómenos antecedentes del movimiento socialista.
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CUADERNOS del Ciesal en 1857. En la misma época floreció, también, otro tipo de sociedades mutuales, las que, con criterios étnicos, se organizaron sobre la base de identidades extranjeras nacionales o regionales. Las segundas también comprendían a trabajadores manuales, pero en ellas la identidad social aparecía diluida en el marco de la étnica. La dirección de esas asociaciones estaba en manos de las élites extranjeras que establecían relaciones clientelares con los trabajadores asociados en su seno, al mismo tiempo que, a veces, tenían contactos políticos con distintas fracciones oligárquicas nacionales. Por el contrario, las primeras, es decir, las gremiales, al estar estructuradas sobre un tipo de inserción de la actividad económica, de sus afiliados, facilitaron, en algunos casos, su transformación en sociedades de resistencia, con un perfil reivindicativo más nítido. El ejemplo más claro es el de la propia STB, de la cual saldrá en 1878, la Unión Tipográfica, protagonista de la primera huelga documentada de la historia argentina. Estas menciones nos remiten a un gremio de particular relevancia en toda la segunda mitad del siglo XIX: los tipógrafos. Este gremio desempeñó un papel de vanguardia en la constitución del movimiento obrero argentino, que se extendió incluso a la primera década del siglo XX, cuando fue el primero en establecer convenios colectivos de trabajo renovables periódicamente. Este rol fue facilitado por el hecho de que sus miembros fueran en un alto porcentaje argentinos de nacimiento -a los que se sumaban algunos españoles- lo que implicaba una menor presión de las comunidades organizadas por nacionalidades extranjeras. Y aquí se revela, una vez más, la importancia que el factor de la lengua tenía en esa época, en una capa de trabajadores constituida mayoritariamente por inmigrantes extranjeros. En efecto, el oficio de tipógrafo requería un cierto dominio del idioma castellano, el cual debían leer y escribir correctamente, lo que no era frecuente entre los asalariados y artesanos, argentinos o no. Esas condiciones convertían a los tipógrafos en una suerte de elite entre los trabajadores de la Argentina. El gremio desempeño, también, un papel relevante en el establecimiento de las primeras relaciones con la Primera Internacional. También en la década del cincuenta del siglo XIX apareció en Buenos Aires una literatura producida por afro-argentinos de descendencia, como lo ha estudiado George Reid Andrews3. Entre los numerosos periódicos editados por la comunidad negra sobresale La Juventud que representaba una tendencia más radicalizada que reivindicaba los derechos de los trabajadores de ese sector étnico, que en un lenguaje de inspiración marxista o socialista, intentó dar un tono clasista a esos intereses. No obstante, el desplazamiento de los trabajadores negros de las actividades productivas hacia otras del sector servicios y los empleos públicos poco calificados, facilitado esto último por su condición de argentinos nativos, impidió que esa tendencia se prolongara en el tiempo. En la década del sesenta del siglo XIX aparecieron periódicos que pueden ser calificados como genéricamente socialistas y que algunos casos ya revelaban contactos con la AIT, sobre todo con sus secciones españolas. En 1863, vio la luz en Buenos Aires El Artesano, dirigido, entre sus números 8 y 18, por el tipógrafo catalán Bartolomé Victory y Suarez, que había militado en organizaciones obreras en España, colaborado en varios periódicos, tenía estrechos vínculos con la masonería, había llegado 3. ANDREWS, George Reid, The Afro-Argentines of Buenos Aires, Wisconsin, The University of Wisconsin Press, 1981.
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a la Argentina hacia 1860 y configuraba un claro ejemplo de un tipo de intelectuales autodidactas de origen obrero, que habría en los movimientos socialista y anarquistas durante toda la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX. El Artesano se presentaba como Semanario Enciclopédico fijándose como propósitos abarcar una amplia gama de temas: desde artes, industria y economía hasta administración, higiene y demás conocimientos útiles. En sus páginas escribían colaboradores de diversas tendencias, en su mayoría liberales o socialistas, tales como Amadée Jacques, Alexis Peyret, Martin de Moussy, A. Estrada y Francisco Bilbao. Esto no indicaba que hubiera en torno al periódico un verdadero núcleo de intelectuales, sino que muchos casos se trataba de autorizaciones para reproducir artículos. El periódico afirmaba dirigirse en particular a tres sectores productivos, los obreros, los artesanos y los industriales que aparecían definidos en común como: Estos hombres que pasan todo el día en el trabajo de su profesión, para ganar el sustento de su familia4. Esa ambigüedad se reflejaría frecuentemente en sus distintos números y parecería ser un producto del escaso grado de diferenciación interna que existía en la masa de trabajadores manuales en esa época. Sin embargo, los redactores se autodefinían como obreros y en sus últimas apariciones lamentarían no haber podido alcanzar más un tercio de trabajadores entre sus suscriptores. El periódico llamaba a los trabajadores a un esfuerzo común para construir la nación, el que debían combinar con sus exigencias de mejoramiento de su nivel de vida. Se trataba de conciliar los intereses de los inmigrantes con los del país y en este marco recomendaba a los trabajadores no inmiscuirse en política. Se debe suponer que este llamado se refería a los avatares entre las distintas fracciones de las elites, en la medida que consideraba que los levantamientos del Chacho Peñaloza eran perturbadores de la paz social. Según Diego Abad de Santillán, Victory y Suarez profesaba un socialismo humanitario producto de lecturas de obras del español Fernando Garrido5. Editó en 1864 El comunismo de Etienne Cabet, en forma anotada y comentada. En una de esas notas se autodefine ideológicamente: No soy comunista, pero soy socialista; no soy partidario del sistema monacal, pero lo soy del otro6. Además tuvo activa participación en el seno de la Sociedad Tipográfica Bonaerense, en cuyo periódico Anales, escribía con frecuencia. Precisamente, en Anales se encuentran textos de Victory y Suarez que contribuyen a la delimitación de sus ideas políticas. Exhibiendo un cierto evolucionismo organicista, que compartía con otros militantes de la época, sostenía que la asociación era la base fundamental de todo lo que existía en la sociedad y también en la propia naturaleza. Ese principio había inspirado a la revolución francesa de 1789, cuando millares de individuos se habían asociado para liberarse de la servidumbre. No obstante, en la medida que ese episodio había resultado en un reparto desigual de sus frutos, se imponía un tipo de organización social basada en el principio de la cooperación recíproca de la doctrina de 4. CÚNEO, Dardo, El primer periodismo obrero y socialista, Buenos Aires, La Vanguardia, 1945. 5. ABAD de SANTILLÁN, Diego, El movimiento anarquista en la Argentina. Desde sus comienzos hasta el año 1910, Buenos Aires, ARGONAUTA, 1930. 6. FALCÓN, Ricardo, Los orígenes... ed. cit. nota 45, p. 106.
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CUADERNOS del Ciesal todos para cada uno y cada uno para todos a través de la cual el asociado pueda contar con el producto íntegro de su labor. Sin embargo, para arribar a ese objetivo final, debían recorrerse antes varias etapas orgánicas que incluían la organización de los asociados en gremios, profesiones, industrias y otras formas corporativas y luego para el consumo propio. Además, la libertad era un elemento fundamental para asegurar la emancipación de los trabajadores y que les permitiría ser libres política y socialmente hablando7. También hay posturas similares en una Memoria de la Sociedad Tipográfica Bonaerense, presentada en 1862 por el entonces presidente de esa entidad, Lucio Dolsei Fontanel. En ese texto se afirma que la asociación es la idea que marcha a la vanguardia de la civilización universal8. Diez años después, La Federación de Barcelona reproducía el discurso de otro presidente de la STB, José María P. Méndez, en la asamblea anual del 25 de mayo de 1871. Allí, se formula la idea de una revolución social pacífica e igualitaria, cuyo objetivo debería ser terminar con la explotación del hombre por el hombre9. No obstante que el texto de Méndez incluyera la frase: La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos, lo que revela los contactos existentes con los internacionalistas españoles, no puede inferirse que los tipógrafos argentinos estuvieran enrolados ni en la corriente marxista ni en la bakuninista de la AIT. Todavía Méndez preconizaba que esa revolución pacífica daría luz a un régimen que garantizase un mejor nivel de vida para los trabajadores y que, al mismo tiempo, limitara los excesos de los ricos y la necesidad de una previa actividad en pro de reformas a través de la obtención de leyes protectoras del trabajo. Sin embargo, afirmaba haberse inspirado en los textos de la AIT en cuestiones relacionadas con el trabajo y las sociedades obreras. Aunque en lenguaje cauteloso, Francisco Mora, secretario del Consejo Federal de la AIT española, en una carta enviada al Consejo General de Londres, el 14 de diciembre de 1870, expresaba una caracterización de las ideas políticas de los tipógrafos de Buenos Aires: son internacionales en el fondo, a juzgar por sus escritos, si bien desconocen el mecanismo y desarrollo de ella, es decir de la Internacional10.
La Internacional en Argentina Sin duda, los primeros contactos, epistolares y episódicos con la AIT fueron establecidos entre los tipógrafos de la STB y el Consejo Federal español. José Ingenieros sostiene que, en el curso de 1871, 7. La Federación, Barcelona, N° 71, 25 de diciembre de 1870. Reproduce el artículo de Victory y Suarez publicado en Anales. 8. MAROTTA, Sebastián, El Movimiento Sindical Argentino, Buenos Aires, Libera, 1975, p. 26. 9. La Federación, Barcelona, N° 130, 11 de febrero de 1872. 10. Manuscrito original en IISG de Amsterdam, Fonds Jung 836, reproducida en FALCÓN, Ricardo, Los orígenes... ed. cit. p.37.
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ya se había constituido en Buenos Aires una primera sección de la Internacional. En la medida que no se dispone de ningún otro indicio sobre ese hecho, puede suponerse o que fue una iniciativa de los tipógrafos o que los primeros exilados después de la derrota de la Comuna de París comenzaron a agruparse a poco de su llegada al país. En todo caso, la primera información documentada de la que se tiene conocimiento es la de la constitución el 28 de enero de 1872, con la presencia de 26 personas, de la Section Française de la Association Internationale de Travailleurs11. El 16 de julio los miembros de esa sección ya eran 273 y los organizadores informaban al Consejo General de Londres de la AIT que a corto plazo se formaría una de italianos a la que auguraban un rápido crecimiento dada la cantidad de inmigrantes de esa nacionalidad existente en el país. Casi un año después, Sorge informaba a Engels desde Nueva York, a donde se había trasladado la fracción del Consejo General que respondía a Marx, la existencia de tres secciones: la francesa con 130 miembros; la italiana con 90 y la española con 4512. Pese a las contradicciones entre las cifras dadas, lo que podría revelar un cierto "exitismo" inicial o un proceso de decantación de las filas internacionalistas, es evidente que se produjo un crecimiento bastante rápido. Es claro que este incremento súbito de los seguidores de la Internacional no era solamente el fruto de la actividad de propaganda que venían desarrollando los tipógrafos de Buenos Aires, sino, sobre todo, de la llegada de los comuneros franceses exilados. Se producía así, un fenómeno que se puede denominar de interferencia en la evolución del movimiento de los trabajadores en Argentina, provocado por la periódica producción de "micro-emigraciones" de carácter político. Ya había ocurrido a partir de 1852 con el arribo de algunos perseguidos por la reacción originada en el golpe de Estado de Luis Bonaparte, en Francia, y se produciría también con situaciones similares en España e Italia y finalmente a comienzos de la década del ochenta, con las persecuciones bismarckianas a los socialdemócratas alemanes. Pero, sin duda, que la migración de los comuneros franceses, aunque transitoria, fue la de mayor repercusión inmediata en la vida política local. Estas interferencias generaban distorsiones temporales y dificultades para la inserción de los recién llegados en función de las expectativas que tenían de acuerdo a su experiencia anterior, que era claramente diferente de la realidad argentina. En el país, no existía un proletariado industrial equivalente al de algunas regiones europeas ni tampoco se había pasado por una experiencia similar a la de la revolución de 1848. Las dificultades de los internacionalistas en Argentina se expresaron en dos casos: en las trabas para hacer perdurar una organización sindical federativa y para mantener un periódico en base a suscripciones. En lo que concierne a la tentativa de crear una federación gremial, en los primeros tiempos parece también en este caso haber predominado un excesivo optimismo, ya que en uno de los informes dirigidos al Consejo de Londres, se hablaba de numerosas sociedades obreras dispuestas a aliarse con nosotros. Sin embargo, en 1873 en carta a Marx, Raymond Wilmart, uno de los dirigentes de la AIT local, le expresaba que el Consejo Federal había recibido el encargo de organizar una federación de gremios. Señalaba que existían vínculos con dos sociedades obreras, una de carpinteros y otra de sastres, pero que esos lazos eran débiles. No se sabe con exactitud si la federación llegó a constituirse, 11. Fonds Jung 966, IISG Amsterdam. 12. FALCÓN, Ricardo, Los orígenes... pp. 41-42.
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CUADERNOS del Ciesal pero si alcanzó a hacerlo, su vida debe haber sido efímera y poco enraizada, porque hacia fines de la década del setenta no quedaban rastros de ella. Las tentativas de los internacionalistas por constituir organizaciones con un perfil reivindicativo chocaban con las tendencias mutualistas dominantes en el seno de los trabajadores. Wilmart, tras reseñar una serie de proyectos que se habían presentado en las secciones de la Internacional sobre crédito mutual, enseñanza mutual y la utilización de la sede para reuniones de propietarios de terrenos, decía a Marx: Hay demasiadas posibilidades de hacerse pequeño patrón y de explotar a los obreros recién desembarcados para que se piense en actuar de alguna manera13. La decepción de Wilmart ante el panorama que había encontrado se correspondían con las expectativas de ascenso social existentes en una amplia franja de trabajadores artesanos y asalariados, producto del alto grado de movilidad social vertical existente y que era expresión del proceso global de formación de las clases modernas en un país que se estaba estructurando de conjunto, en el tránsito de formas precapitalistas, pero mercantiles, de producción a otras correspondientes a un capitalismo marcado por la actividad agro-exportadora hacia el mercado mundial. El vacío demográfico heredado del predominio en el mundo colonial y poscolonial de una economía principalmente pecuaria, que requería poca mano de obra y con un escaso grado de concentración, había obligado a recurrir a la inmigración transoceánica. Esos inmigrantes eran portadores de uno de los mitos modernos más significativos de la era de la construcción del capitalismo: el de fare l`America. En efecto, como lo ha analizado el historiador uruguayo Juan Antonio Oddone, muchos de los que emigraban de Europa, no lo hacían tanto por un peligro inmediato de caer en el hambre, sino por el inmovilismo social que caracterizaba a las sociedades campesinas que integraban14. En la década del setenta del siglo XIX, en Argentina comenzaba a perfilarse un proceso de escisión en el seno de los sectores populares urbanos, pero que recién alcanzará un grado de maduración suficiente en la siguiente, la del ochenta. De ese heterogéneo conglomerado de trabajadores, saldrá una proporción de los miembros de la futura burguesía industrial; del comercio; de los empleados públicos y de la vertiginosamente creciente clase obrera, insertada, sobre todo, en el sector servicios y en la construcción. Aunque las transformaciones capitalistas también afectarán al mundo rural y surgirá un proletariado rural, sus consecuencias políticas se manifestarán más lentamente, por la mayor perdurabilidad de las relaciones clientelares forjadas en un tríptico constituido por los patrones, la autoridad pública y los propios trabajadores. En los años setenta, cuando los internacionalistas intentaban trasladar a la Argentina sus experiencias europeas, propulsando la formación de organizaciones sindicales y federándolas, chocaban con las expectativas de ascenso social de muchos trabajadores que los hacían más proclives a actividades de cuño mutualista. Estas dificultades se reflejaban también, en el plano de la posibilidad de realizar una actividad centralizada de propaganda. Se sabe que editaban, al menos, un periódico cuyo nombre nos ha llegado en diferentes versiones. No obstante, su aparición era irregular y, en mayo de 1873, el número de suscriptores era de 250, la mitad de lo que los editores consideraban necesario para mantener su publicación con regularidad. 13. IISG, Amsterdam, Correspondencia a Karl Marx D. 4604, citado en FALCÓN, Ricardo, Los orígenes... ed. cit. p.44. 14. ODDONE, Juan Antonio
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Sin embargo, hay suficientes datos como para afirmar que los internacionalistas realizaban diversas actividades de propaganda de los principios de la AIT. Una prueba de ellas fue la represión que sufrieron el 14 de marzo de 1875, como consecuencia de una manifestación anticlerical realizada en las calles de Buenos Aires, pocos días antes, el 28 de febrero, y que culminó con el incendio del colegio de El Salvador. Es interesante que Victory y Suarez, para defender a los internacionalistas detenidos, argumentando que eran ajenos a los hechos que les imputaban, sostenía que no se ocupaban de la política militante, motivo del estado de sitio15. Es dable suponer que Victory y Suarez por política militante entendía las luchas entre las diversas fracciones burguesas argentinas. Estas divergencias, que a veces llegaban al plano de las armas, alcanzaron mayor repercusión a comienzos de la década del setenta, al coincidir con los efectos de la crisis económica, que por primera vez se manifestó un clima de inquietud entre la masa de inmigrantes de Buenos Aires. En 1874, el general Bartolomé Mitre encabezó una sublevación que fue frustrada, con el propósito de impedir la asunción del presiente Nicolás Avellaneda. En esa oportunidad, la prensa local hizo referencias a la presencia de extranjeros en las filas de los sublevados. Nuevamente, en 1875, se volvía a mencionar la presencia de inmigrantes italianos de tendencia republicana mazzinista entre los manifestantes del 28 de febrero. Que los internacionalistas no participaban en esas luchas interburguesas aparece avalado, también, por la correspondencia que Wilmart dirigía a Marx, afirmando que la política local era un asunto de personalidades y hacía referencias a un levantamiento armado en Entre Ríos, probablemente protagonizado por Ricardo López Jordán. En síntesis: los internacionalistas no lograron entroncar con un movimiento independientemente de los trabajadores, dado el escaso grado de evolución alcanzado por la capa de asalariados y artesanos urbanos. Esto se reflejaba en las mencionadas dificultades para organizar sindicalmente a los trabajadores, para sostener la aparición regular de un periódico y para poder tener una intervención política. Todo eso constituiría la diferencia con el Vorwärts, la organización de los socialdemócratas alemanes exilados en Argentina desde comienzos de la década del ochenta, a los cuales la acelerada formación del proletariado urbano en esos años les dio una base de acción sindical, propagandística y de acción política. Además, con la proclamación de una amnistía en Francia, muchos de los comuneros exilados fueron regresando. Y, finalmente, las secciones argentinas de la AIT se disolvieron en 1876, siguiendo el camino del Consejo de Nueva York, es decir, de la fracción liderada por Marx y Engels. Sin embargo, el hecho de que la mayoría de los militantes de la AIT local perteneciera a esa corriente no permite suponer un carácter ideológicamente "marxista" de esa organización. Sin duda, como lo indica la documentación de que se dispone, había una proporción de militantes más identificados con las postulaciones teóricas de Marx y Engels, pero había también blanquistas y otros que profesaban ideas republicanas avanzadas, como fue probablemente el caso de algunos italianos. Respecto a los anarquistas, no puede descartarse que no los hubiera, en minoría, en el seno de la AIT local, aunque las fuentes no lo indican expresamente. De todas maneras, sí se sabe que ya estaban en Argentina, tanto porque harán una aparición pública escrita, con el folleto Una Idea en 1879, como por la vecindad con Montevideo, que constituía una plaza fuerte anarquista, en la medida que eran mayoría en el seno de la AIT uruguaya. 15. FALCÓN, Ricardo, Los orígenes... ed. cit. p. 47.
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CUADERNOS del Ciesal El historiador soviético V. Ermolaeiv ha exagerado la identidad marxista de las secciones de la AIT en Argentina, al mismo que sobrevalorado el carácter sindical de las primeras sociedades obreras. En consecuencia, en sus análisis la difusión de las ideas marxistas aparece como el producto natural del desarrollo capitalista y esa actividad culmina en la Internacional. Dice Ermolaiev: Las organizaciones proletarias en Argentina ejercieron, desde esta época, una cierta influencia sobre el movimiento obrero y se afiliaron a la Primera Internacional16. Así, en el esquema de Ermolaiev, la AIT aparece como la "creación" de las organizaciones proletarias, a contrapelo de lo que la documentación indica, como se ha visto. De esta manera, la experiencia de la Internacional en Argentina se convertía en un campo de batalla ideológica más por encontrar un antecedente histórico "marxista", diferente a la experiencia socialista posterior, al partido comunista, que nacería casi cincuenta años después de los acontecimientos analizados. Un último tema a considerar es el de los criterios etno-lingüísticos de organización empleados por los internacionalistas en Argentina. Esta denominación parece más adecuada que la de "criterios por nacionalidad", en la medida que se daban ciertos cruzamientos, como por ejemplo, la participación del belga Wilmart en la sección francesa. La adopción de ese criterio no era una innovación argentina, en la medida que en el nivel internacional era empleado con frecuencia en el seno de la AIT, debido a los constantes exilios. Este fenómeno se repetirá en las dos décadas siguientes y será objeto de importantes debates en el momento de la constitución orgánica del Partido Socialista.
Las primeras huelgas Si bien las secciones argentinas de la Internacional se disolvieron en 1876, hay indicios de que algunos de sus integrantes, sobre todo franceses, continuaron vinculados al naciente movimiento obrero. De esta manera la herencia que de ella habría recibido el movimiento socialista que se constituiría a partir del 1° de enero de 1882, no sería solamente inorgánica, especular, como tradición a recuperar, sino incluso, sostenida por un débil, pero real, hilo orgánico. Los principales de esos indicios son, por un lado, la presencia del obrero M. Gauthier, a quien se le atribuye haber sido uno de los miembros de la sección francesa de la AIT en Buenos Aires, en la presidencia de la asamblea de tipógrafos que declaró en 1878 la primera huelga documentada y respaldada por una organización con fines sindicales, de la historia del movimiento obrero argentino. Por otro lado, la existencia de un periódico de filiación socialista, en lengua francesa, en 1882, de vida probablemente efímera, denominado Le Proletaire, al cual también se lo indica como redactado por ex-militantes internacionalistas. Además, en el período que va entre la disolución de la AIT en Argentina, en 1876, y la constitución del club Vorwärts, en enero de 1882, surgieron varios periódicos de filiación incierta. Entre otros, se conocen los nombres de Le Révolutionnaire (1876), El Unionista (1877), El Cosmopolita, El Descamisado, La Luz, La Vanguardia (1879), La Anarquía, El Obrero y La Voz del Obrero (1880)17. 16. ERMOLAIEV, V. 17. CÚNEO, Dardo, op. cit. y ZARAGOZA, Gonzalo, Anarquismo argentino (1876-1902), Madrid, Ediciones de la Torre, 1996.
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La primera huelga obrera de la que se tiene certeza es la de los tipógrafos de Buenos Aires de 187818. En el curso de 1877, un grupo de miembros de la Sociedad Tipográfica Bonaerense preocupados, según Sebastián Marotta, porque la tradición mutualista de la asociación parecía insuficiente para encarar la situación por la que atravesaba el obrero, explotado por la mayoría de los regentes y propietarios de establecimientos, resuelven constituir otra organización, la Unión Tipográfica, cuyo único fin sería propulsar el mejoramiento del arte, estableciendo una tarifa de salario. Dice Marotta: Aunque sólo actuó durante los años 1877-1879, la Unión Tipográfica aparece en las luchas obreras del país como la primera organización de asalariados, cuyos objetivos precisos son los del moderno sindicato obrero19. Es decir, se había dado un paso más allá de las inestables sociedades obreras con plenas tendencias mutualistas de las que hablaba Wilmart o de sendas fracasadas tentativas en 1874 y 1875 de constituir una asociación de talabarteros, en las cuales chocaron asalariados y patrones20. Por primera vez, se había logrado constituir una organización de trabajadores con objetivos explícitos de conseguir reivindicaciones salariales. Ante la renuencia de algunos patrones de aceptar las demandas de los tipógrafos, en una asamblea del 30 de agosto de 1878, se resolvió declarar la huelga en los talleres en los que no se accediera a las exigencias obreras. Y así se produjo la primera huelga sostenida por una organización gremial, en Argentina. El triunfo del movimiento condujo al establecimiento de pautas para la jornada de trabajo y para la fijación de los salarios. Sin embargo, poco tiempo después, en parte por la presión de los propietarios de talleres y en parte por la aceptación de los propios obreros, se extendió el régimen de trabajo a destajo. La Unión Tipográfica fue disuelta en 1879 por resolución de la STB. Sin duda, este proceso, abiertamente contradictorio, marcó un umbral para la futura formación del movimiento obrero. Si bien los tipógrafos eran capaces de llegar a formar una organización sindical, no lo eran todavía para poder mantenerla solos, contrarrestando las tendencias mutualistas que seguían perviviendo y las expectativas generadas por la aún fuerte movilidad social vertical. Después de la experiencia de la Unión Tipográfica y de su huelga, no habrá retrocesos profundos.
18. En Los orígenes del movimiento obrero (1857-1899) siguiendo a Fernando Gonzalo, mencioné una huelga de aguateros en Rosario, en 1877. Sin embargo, años después, tuve oportunidad de releer sobre ese acontecimiento en fuentes locales, especialmente en el diario La Capital. De la lectura de esas fuentes, no se desprende con claridad que se haya tratado de una huelga de asalariados, sino de un conflicto entre la corporación de abastecedores de agua, que incluía a patrones y la municipalidad. Véase: GONZALO, Fernando, "La prehistoria del anarquismo en América" en París, N° 2, 15 de diciembre de 1924. 19. MAROTTA, Sebastián, op. cit. p. 28. 20. La Organización, N° 11, noviembre de 1901.
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CUADERNOS del Ciesal Capítulo II El movimiento socialista: enero de 1882 - abril de 1894 La etapa de la historia del socialismo en Argentina, que he denominado como la del movimiento socialista es la que va desde el 1o de enero de 1882, fecha de la fundación formal del club Vorwärts, que congregaba a los exilados socialdemócratas alemanes hasta fines de abril de 1894, con la formación del Partido Socialista Obrero Internacional. No obstante, las dos fechas indicadas eran “bisagras” e inauguraban dentro de una nueva etapa distinta a la anterior, períodos de transición, en los que todavía esa nueva etapa, no han alcanzado a desarrollar un perfil pleno. En el primer caso, la fundación del Vorwärts, marcaba una diferencia con la etapa precedente, la de la prehistoria, en la medida que la organización adoptaba el programa del partido obrero socialdemócrata alemán. Si bien es cierto que sus estatutos no preveían una participación en las luchas sociales y políticas argentinas; se declaraban integrantes de un partido que participaba en un movimiento socialista internacional en ascenso que terminaría por culminar su organicidad con la constitución en 1889 de la Internacional Socialista, conocida después como la Segunda Internacional. Esto, señalaba una diferencia importante con la experiencia de los internacionalistas de la AIT en Argentina. Cuando se constituyeron las secciones argentinas, la Internacional ya no era un movimiento en ascenso, hallándose fraccionada en dos grandes tendencias, marxistas y bakuninistas, que pugnaban abiertamente entre sí. Además, paradójicamente, los acontecimientos de la Comuna de París, de 1871, habían profundizado la brecha entre anarquistas y marxistas, en tanto los primeros impugnaban a los segundos por las prácticas legislativas de la Comuna, aunque fuera un organismo basado en la democracia directa. Asimismo, cuando la actividad internacionalista en Buenos Aires estaba alcanzando su madurez, la fracción marxista trasladaba, en 1874, el Consejo General a Nueva York, para sustraerlo de la influencia bakuninista y en 1876 decretaba la disolución de la AIT, de la cual se seguiría reivindicando, sin embargo, la otra tendencia. Desde entonces, los marxistas se orientarían, crecientemente, hacia un accionar político en los campos nacionales, de los cuales Alemania, constituiría un ensayo privilegiado. Este período de transición de la etapa del movimiento socialista en la Argentina presentaba tres componentes principales. Primero: la clara definición socialista de los exilados alemanes y su filiación internacional. Segundo: su concentración en actividades políticas, asistenciales y culturales sobre sus miembros y la comunidad de alemanes residentes en Argentina. Tercero: el desarrollo todavía larvario del incipiente movimiento obrero, caracterizado por la existencia de huelgas sólo episódicas y la aparición de sociedades obreras de resistencia, muchas veces de vida irregular o efímera. Cuando el tercer elemento componente se modifique, la vigencia del primero permitirá la modificación del segundo. O dicho de otra manera: cuando producto del rápido crecimiento y fortalecimiento del proletariado urbano, en el transcurso de la década del ochenta especialmente en Buenos Aires, Rosario y algunos otros puntos menores del país, la situación del movimiento se modifique definiti-
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vamente, lo que ocurrirá a partir de 1888, los alemanes del Vorwärts cambiarán progresivamente su actitud de aislamiento, acercándose a las luchas obreras, prestando su local primero e interviniendo abiertamente después. Y entonces, su definición previa como socialistas e internacionalistas saldrá plenamente a la luz, cuando acatando el llamado del congreso de París de 1889, se pongan a la cabeza en Argentina de la organización del primer acto de conmemoración del 1o de Mayo. Y en este punto, aparecerá otra diferencia con la primera experiencia internacionalista en el país, la de la década del setenta del siglo XIX. Como se ha visto en el Capítulo I, los militantes locales no pudieron entroncar sus propuestas políticas con la base social que constituían los sectores populares de la época. Si en los comienzos de la década del ochenta, podría haberse supuesto la existencia de una situación similar, ya había ocurrido la huelga de los tipógrafos de 1878 que había marcado un corte definitivo, histórico se podría decir, en la evolución de los trabajadores hacia su constitución como movimiento obrero. Y esta cuestión nos remite a otra de envergadura: el nacimiento de ambos movimientos, el obrero y el socialista, es casi simultáneo en Argentina. Y este paralelismo se prolongará durante varias décadas. Las alternativas que sufra uno de ellos incidirán sobre el otro, especialmente las del primero sobre el segundo, pero en una relación recíproca a veces también, como en el caso de la formación del Partido Socialista que repercutirá sobre la vida del movimiento sindical. El movimiento socialista existente entre enero de 1882 y abril de 1894, puede ser descripto como la confluencia de agolpamientos organizados sobre bases etno-lingüísticas, sindicales, mixtas o puramente políticas, con formas laxas de coordinación entre ellas y diversos grados de organicidad según los momentos. Sin embargo, siempre -y esta será una característica del movimiento socialista desde su inicio, que lo diferenciará muchas veces del anarquista- esos acuerdos tendrán un sustento programático, aunque de alcances, amplitudes y grados de precisión, diferentes. De todas maneras, es posible distinguir distintos períodos en la vida de doce años del movimiento socialista. El primero, ya mencionado, es el de transición desde la etapa de la prehistoria socialista, hacia la nueva etapa, ahora movimientista. Es un período preparatorio, principalmente propagandístico -para el Vorwärts-, en el cual los contactos con el movimiento de los trabajadores son escasos y sobre todo inorgánicos, muchas veces a cargo de individuos o pequeños grupos espontáneos aislados. El segundo período, se extiende entre 1888 y mediados de 1890 y está netamente determinado por las incidencias del movimiento obrero. El primero de esos años marcó la irrupción de huelgas de mayor envergadura que había existido en el país hasta ese momento. El Vorwärts tomó contacto con otros grupos socialistas por nacionalidades extranjeras y comenzó a participar en el movimiento sindical y partir de 1889, se puso a la cabeza de la organización del acto del 1o de Mayo de 1890. Ese período señala el encuentro definitivo entre el movimiento socialista y el movimiento obrero. El tercer período, comenzó con la declinación del movimiento huelguístico a causa, sobre todo, de las manifestaciones locales de la crisis económica mundial de 1889. Era el momento de la creación de la primera federación obrera, de la aparición de su órgano de prensa El Obrero, dirigido, durante un tiempo, por Germán Ave Lallemant, y de debates internos entre los socialistas sobre las estrategias a seguir. Hacia el final del período se manifestaban signos de cambio. Surgió la Agrupación Socialista,
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CUADERNOS del Ciesal la primera de habla castellana y apareció en la misma lengua La Vanguardia. Era también, el momento de la incorporación al movimiento socialista, de Juan B. Justo. Con la creación del Partido Obrero Socialista Internacional, en abril de 1894, el movimiento fue adquiriendo mayor centralización y la estructura movimientista se fue transformando en otra crecientemente partidaria, aunque ciertos rasgos inorgánicos se mantuvieran hasta la Convención de 1895 primero, y el Congreso constituyente de 1896, después. Empieza así, otro período de transición pero, esta vez, de otra etapa, la de la era partidaria.
El club Vorwärts Sin duda un eje a lo largo de todo ese período fue la existencia del Club Vorwärts. No obstante, no puede descartarse, que entre 1881 y 1888, haya habido otras actividades de propaganda socialista, a cargo de otros elementos de sectores de inmigrantes extranjeros, fuera de los alemanes, como lo revelaría la ya mencionada publicación en 1882, en Buenos Aires, de Le Proletaire, redactado en lengua francesa. No obstante, esos grupos socialistas de inmigrantes extranjeros se harían públicamente visibles y se consolidarían orgánicamente, a partir de 1889. El Verein Vorwärts fue, sin dudas, el centro principal de la propaganda socialista en Argentina. En octubre de 1878, el gobierno de Bismarck había conseguido hacer aprobar por el Reichstag una ley de represión de las actividades socialdemócratas en Alemania, que originó condenas y exilios y que estuvo vigente hasta enero de 1890. Un mes después de la derogación de esa ley, obtenida por la presión popular, el Partido Socialdemócrata ganaba las elecciones y se convertía en el principal partido de Alemania y precipitaba la renuncia de Bismarck. Los sindicatos vinculados a la socialdemocracia alemana habían tenido un rol importante en esos acontecimientos. En este muy sucinto resumen están contenidos los dos fenómenos que hicieron que la socialdemocracia alemana desempeñara un papel destacado en la consolidación del movimiento socialista en Argentina. En primer lugar, de un modo directo desde la asamblea constitutiva del Club Vorwärts, en Buenos Aires, el 1o de enero de 1882, a través de la actividad de sus asociados, militantes en el exilio del partido socialista alemán. Pero, también lo tuvo, de un modo indirecto, como ejemplo, desde las elecciones alemanas de 1890, que lo catapultaron de hecho, como el partido líder en el concierto socialista internacional. Y con ese enorme prestigio, se trasladó también, a Argentina, una concepción que preconizaba la lucha política por el poder, pero que también planteaba una estrecha relación entre el partido socialista y los sindicatos, que dio lugar a polémicas de envergadura en el todavía frágil movimiento socialista argentino. En 1880 ya estaba en Buenos Aires, donde encontró a otros exilados alemanes, Karl Mücke, que perseguido por la represión de Bismarck, había pasado a Suiza y allí colaborado en la administración del periódico Der Sozialdemokrat, que se difundía clandestinamente en Alemania. De él partió la iniciativa de congregar a compatriotas que compartieran sus ideas y tras una serie de actividades previas
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en los últimos días de 1881, trece socios fundadores constituyeron el Vereins Vorwärts, el 1o de enero de 18821. De acuerdo a los estatutos, cuya redacción había sido encomendada en la reunión fundacional a Theodor Weber, el grupo tenía como primer objetivo: Actuar en este país por los principios y fines del socialismo de acuerdo con el programa del Partido Socialista de los Trabajadores Alemanes a través de la propaganda y continuar la formación de sus miembros en el espíritu de la política social2. En este primer propósito, hay dos afirmaciones de principios y dos propuestas de medios de acción. Por un lado, la adopción para la asociación de los principios y fines del socialismo, pero en la versión del programa de la socialdemocracia alemana. Y como medios de acción se proponen, por otro, la propaganda de esos enunciados y la continuación de la formación de los asociados en el espíritu de la política social. Por lo tanto, hay una clara definición de sus miembros como militantes en el exilio del partido socialista alemán. El segundo punto de los estatutos establecía: El apoyo a los compañeros que luchan en Alemania, sin embargo, también deben ser apoyados los compañeros de otras naciones. Se establecía, en consecuencia un doble planteo solidario. En primer lugar, uno nacional, con los socialistas alemanes y otro internacionalista, con los socialistas de otros países. El tercer propósito trasladaba esa solidaridad al plano del exilio en Argentina: Asistir a través de consejos o acciones a los compañeros que lleguen aquí, siempre y cuando puedan probar su calidad de tales y en la medida que la capacidad de la Asociación se lo permita. Este último punto revela dos preocupaciones fundamentales del Vorwärts: restringir la solidaridad a los que emigraban por razones políticas, excluyendo a los que lo hacían con motivaciones económicas y la creencia de que esa inmigración política alemana podría seguir creciendo por encima de sus posibilidades solidarias. Teniendo en cuenta la fecha de aprobación de los estatutos, esa creencia no parecía muy exagerada. El cuarto aspecto de la actividad que proponían los estatutos, era de orden recreativo: Organizar entretenimientos colectivos. Esta prescripción daría pie a una vasta actividad cultural que la asociación realizaría no sólo entre los exilados sino también en una franja de la comunidad germánica residente en Argentina. Como se ve, los estatutos no preveían una intervención del Vorwärts ni en la política ni en las luchas sociales argentinas. Esa abstención parecía lógica, desde un punto de vista legal, dado el carácter de exilio político de hecho de sus miembros. Pero, además, se correspondía con el carácter incipiente del movimiento obrero y de la casi inexistencia de otros núcleos socialistas en el país, con los cuales hubiera podido coordinar acciones de solidaridad internacional. No obstante, progresivamente el Vorwärts irá facilitando su local para actividades gremiales e interviniendo en actividades sindicales desde 1888 y cuando se produzca la convocatoria del congreso socialista internacional de París, en 1889, para conmemorar el 1o de Mayo desde el año siguiente, optará por una participación abierta.
1 Existen diversas versiones sobre este proceso constitutivo, pero que no difieren entre sí, sino en cuestión de algunos días. Mantengo la fecha fundacional del 1o de enero de 1882 que es la que dan la mayoría de los autores y la que daba también, en 1886, el propio periódico Vorwärts. 2 Statuten des Vereins “Vorwärts” in Buenos Aires, Gagründet in Januar 1882, Buenos Aires. Reproducido en FALCÓN, Ricardo, Los orígenes... ed. cit. nota 253, p. 122.
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CUADERNOS del Ciesal El cuarto punto de los estatutos, el que recomendaba la organización de entretenimientos, se tradujo en una amplia actividad recreativa y cultural, que tenía en vistas a sectores más amplios de la colectividad alemana. El censo de 1869 había registrado 2.100 alemanes residiendo en la Capital Federal y el de 1914 consignaría 11.000. Alfredo Bauer sostiene que algunos de esos inmigrantes eran artesanos que habían emigrado por su capacidad de competir con el proceso de concentración capitalista que se operó en Alemania en la segunda mitad del siglo XIX3. Una parte de ellos, que disponía de un cierto capital, pudo montar empresas en rubros industriales como el cuero, los textiles o la fabricación de cerveza. Como ocurría también con otras nacionalidades extranjeras, esos empresarios tendieron, en un primer momento, a reclutar obreros entre sus compatriotas y luego lo hicieron entre los nativos o trabajadores de otros sectores de la inmigración, reservando para los alemanes los puestos directivos. No casualmente, la primera reunión del Vorwärts se realizó en el local de la cervecería Bieckert. Estas afirmaciones aparecen confirmadas por datos del año 1909, suministrados por Juan Alsina, que fuera Director de Inmigración: de los 3.201, llegados a Buenos Aires, el 56,5 por ciento eran artesanos, muchos de ellos especializados y el resto se repartía en proporciones parejas entre campesinos, comerciantes y personal sin empleo, según lo consigna Emilio Corbiére4. El Vorwarts,. fue una, distinguible por sus fines, sin duda, de varias sociedades de origen germánico. Entre las actividades culturales de esas instituciones, sobresalía la gimnasia, el deporte y el canto coral. En el caso de la de los socialdemócratas, se destacó por la actividad teatral en lengua alemana, a través de obras de autores como Goethe, Ibsen, Gerhart Hauptmann, Hebbel, Nestroy y otros. El canto coral fue otra de las actividades privilegiadas y el coro del Vorwarts se asoció en forma federativa con otros de la comunidad alemana y actuó con frecuencia en instituciones argentinas y de otras colectividades extranjeras. Bauer dice también, que si bien esas actividades culturales giraban en la órbita de lo nacional germánico, ...el carácter “alemán” de la sociedad que fundaron, no puede atribuirse a un “deseo de diferenciarse” del pueblo argentino. La diferencia etno-cultural era un hecho que voluntariamente no podía abolirse, ni disponer por decreto la asimilación, que podía y debía darse por un proceso de evolución natural. Prueba de ello, agrega, era que estos pioneros, animados de verdadero espíritu internacionalista, precisamente disputaban a los recién llegados a las demás instituciones de la colectividad, que sí podían estar contaminadas de un chauvinismo elitista y del deseo de automarginación5. Ahora bien, si la asociación intentaba disputar algunos recién llegados a las fracciones más chauvinistas de la inmigración alemana, era evidente que sus objetivos culturales no se dirigían sólo a los socialdemócratas. Esto parece confirmarse por un lema que aparecía en todas las últimas páginas del periódico Vorwärts, que se publicó en alemán desde 1886: Sammelpuntk der freisinnigen Deutschen in Buenos Aires, que admitiendo otras posibilidades no muy diferentes, podría ser traducido como “Convergencia de los liberales alemanes en Buenos Aires”. Este lema, ha puesto en debate el significado de la palabra liberales en el lenguaje político socialdemócrata alemán de la segunda mitad del 3 BAUER, Alfredo, La Asociación Vorwärts y la lucha democrática en la Argentina, Buenos Aires, Legasa, 1989. 4 CORBIERE, Emilio J. “El Vorwärts en los orígenes del movimiento obrero argentino”, en BAUER, Alfredo, op. cit. 5 Idem p. 63.
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siglo XIX. Si se descarta la primera oferta que hace el diccionario: miembro del partido liberal; puede interpretarse que estaba empleada como sinónimo de demócrata radical, con un sentido de amplitud en la concepción de la libertad y de la tolerancia política. Esta interpretación supone que los socialdemócratas alemanes exilados en Argentina, no sólo se dirigían a un público más amplio que el que definían las prescripciones estatutarias, sino que ellos mismos se presentaban como campeones de la democracia y la libertad sin dejar de ser, al mismo tiempo, socialistas. Esta amplitud ideológica del Vorwärts se reflejaba también en el contenido diverso de la propaganda que distribuía y de los títulos que contenía su biblioteca. Testimonia de ello, un artículo publicado en 1974, por el historiador checo Jan Klima en la revista Ibero-Americana Pragensia6. El autor analiza el archivo personal del checo Antón Neubager, que estuvo algún tiempo en Buenos Aires, Rosario y localidades bonaerenses, entre 1888 y 1889, era afiliado al Vorwärts y repartía su folletería. Allí aparecen algunos de los materiales que distribuía, siendo su filiación marxista, anarquista, sindicalista, anticlerical y reformista, tanto en lo que concierne a autores como a periódicos. Los libros, folletos y la prensa, tenían diversos orígenes nacionales de imprenta y estaban escritos en distintos idiomas. Refiriéndose a las actividades de la asociación y en particular al contenido de su periódico, Bauer expresa: Su espíritu se caracterizaba por diferenciarse claramente en materia ideológica del nacionalismo alemán que cundía en otras instituciones de la colectividad fomentando en cambio la integración al acervo cultural argentino y la activa participación en la vida política del país7. También había afirmado, dos páginas antes, que el Vorwärts fomentaba sistemáticamente la naturalización de sus socios, naturalización que con mucha frecuencia les fue negada “por subversivos”, por la justicia y la tan patriótica administración estatal. Lamentablemente, no se indican los momentos en que comenzaron a ponerse en práctica esas dos actividades, la de impulsar la activa participación en la vida política del país y la naturalización de sus socios. Según los indicios que se tienen, es muy poco probable que estos fenómenos hayan sido algo más que excepcionales en los años inmediatamente posteriores a la fundación. Por lo tanto, todo permite suponer que estas dos actividades fueron impulsadas sistemáticamente a partir de los dos últimos años de la década del ochenta. Es también el momento en que el Vorwärts intensifica su presencia en el ámbito gremial. Una mayor preocupación por la evolución de la situación social y política local, se trasunta en los números de Vorwärts de ese período. En octubre de 1889, se publicó un artículo atacando duramente al presidente Juárez Celman, que tuvo como réplica el allanamiento de la imprenta en la cual se imprimía el periódico y la detención del director de turno de apellido Ugle y a José Winiger, autor de la nota, que permanecieron encarcelados por varias semanas8. En lo que concierne a la naturalización de los socios, Dardo Cúneo expresa que en esa misma época, los trescientos miembros del Vorwärts ...no demoraban su ciudadanización argentina, venciendo con 6 KLIMA, Jan, “La Asociación Bonaerense Vorwärts en los años ochenta del siglo pasado” en Ibero-Americana Pragensia, año VIII, 1974. 7 BAUER, Alfredo op. cit. pp. 65-66. 8 CUNEO, Dardo, “Las dos corrientes del movimiento obrero en el 90” en AA.VV. Claves de Historia Argentina, Buenos Aires, Merlin, 1968. p. 56.
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CUADERNOS del Ciesal su ejemplo la resistencia que otros sectores de la inmigración socialista -los italianos, en primer términooponían al hecho de abandonar su ciudadanía europea para adoptar la de su residencia americana. Los alemanes procedían así no sólo para identificarse con la escena nueva de sus renovadas luchas, sino entendiendo que era esa la mejor profesión de su internacionalismo socialista, el que no podía fundarse en forma alguna en el prejuicio de mantener la ciudadanía nativa cuando ella no resultaba útil9. El resto de las informaciones de las que se disponen corroboran las afirmaciones de Cúneo. En el filo de la década del ochenta el Vorwärts impulsaba decididamente la naturalización de sus asociados. Incluso mantendrá consecuencia con esta actitud en los años siguientes, al punto de abstenerse, en 1894, durante un tiempo, de incorporarse al proceso de organización partidaria, con el argumento de que había que privilegiar las campañas por la naturalización, dado el escaso número de socialistas que tenían los derechos políticos.
Una etapa preparatoria del movimiento obrero: 1878-1890 Entre 1878 y 1887, tuvo lugar un lento y contradictorio proceso -con altas y bajas- de construcción del movimiento obrero, expresado en huelgas episódicas y en la formación de sociedades de resistencia, a veces, de vida efímera. El estudio más completo, tanto por sus aportes en materia cuantitativa como cualitativa, de este período, sigue siendo, en mi opinión, el realizado por Julio Godio10. Este autor reconstruyó la existencia de 12 huelgas que alcanzaron paralización total de un oficio o sector laboral y de varias más de alcances parciales, entre 1881 y 1887. Al mismo tiempo, constata la formación de 22 sociedades obreras entre 1878 y 1887. Todas esas informaciones, como así, las que expone para los años siguientes, las obtuvo a través de los trabajos de los primeros cronistas del movimiento obrero: Diego Abad de Santillán, Sebastián Marotta, Jacinto Oddone y Rubens Iscaro11. No obstante, ese cuadro no incluye huelgas y sociedades del interior del país, aunque éstas se produjeron sobre todo a partir de 1888 y particularmente en Rosario. Analizando esa primera etapa del movimiento obrero, Godio sostiene que entre 1878 y 1887 los movimientos de resistencia fueron esporádicos; lo que se correspondía con el grado de evolución de la industria y del proceso de conformación de la clase obrera. En las cifras de huelgas se observa un salto importante a partir de 1888. Entre ese año y 1890, cuando comenzaron a manifestarse los primeros síntomas de la crisis económica, se registraron 37 huelgas. En torno a esta súbita alteración del ritmo huelguístico, formula algunas observaciones interesantes. En primer lugar, afirma que en ese lapso se produjo un deterioro continuo de la capacidad adquisitiva del salario que justificaba la explosión huelguística. En segundo, dice que eran huelgas concentradas 9 idem pp. 54-55. 10 11
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en lugar u tiempo y cuya concreción, si bien requería de la agitación de socialistas y anarquistas -a los cuales yo sumo las sociedades autónomas-, se vio facilitada por la alta proclividad a cumplirlas por parte de un vasto sector de la masa de asalariados. En tercer lugar, Godio considera que se iba perfilando un núcleo de vanguardia entre los trabajadores, integrado, por una parte, por gremios con alta concentración de la mano de obra y situados en ramas estratégicas de la actividad económica, como los ferroviarios y los estibadores. Por otra parte, por otros gremios que evidenciaban una alta capacidad huelguística; por la influencia que en ellos tenían anarquistas y socialistas; por su ubicación en la estructura ocupacional y porque poseían un grado mínimo de concentración, como los albañiles, yeseros y carpinteros. El primer grupo correspondía a gremios de asalariados de grandes empresas, más proclives a dar a sus huelgas un carácter estrictamente reivindicativo y dotarlos de opciones ideológicas de corte sindicalista, que Godio, para evitar equívocos, denomina como “tradeunionistas”. En el segundo grupo, aparecían gremios semiartesanales y por lo tanto más susceptibles ante la propaganda ideológica de anarquistas y socialistas. El cuarto aspecto que analiza este autor es el alto porcentaje de satisfacción de las demandas planteadas. Esto obedecería, primero, a que las huelgas se daban en su mayoría en la “ciudad estratégica”, Buenos Aires, o en centros ferroviarios. También, a que no existía un ejército industrial de reserva en el cual se pudiera reclutar rompehuelgas. Finalmente, el alto margen de beneficios de un sector de la actividad económica que le permitía quebrar el frente patronal y ceder ante las demandas obreras y una actitud de relativa prescindencia del Estado ante los conflictos entre capital y trabajo.
El movimiento obrero entre 1888 y 1890 El 3 de diciembre de 1888 se realizó en la sede del Vorwärts una reunión destinada a forjar acuerdos entre anarquistas y socialistas con vistas a impulsar el movimiento reivindicativo de los trabajadores en curso y como único punto del orden día la discusión del derecho de huelga. Entre los anarquistas estaba Errico Malatesta. Participó también un representante de la Unión Industrial Argentina (UIA), Enrique Lluch, lo que no deja de ser llamativo, porque ni antes ni después de esa reunión, los patrones industriales fomentaron diálogos con los representantes de los trabajadores y más aún, durante mucho tiempo se negaron al reconocimiento no sólo de derecho sino tampoco de hecho, de las asociaciones obreras. En los años siguientes fueron instalando en los talleres y fábricas reglamentos de trabajo unilateralmente redactados por ellos y únicamente aceptaron dialogar con los trabajadores cuando la correlación de fuerza en las huelgas se lo imponía. La propuesta del representante de la UI era que los trabajadores abandonaran la idea de la huelga y se constituyeran comisiones para dirimir en los conflictos en forma pacífica. Esta iniciativa fue rechazada tanto por los anarquistas como por los socialistas. La presencia de la UIA en esa reunión era reveladora de que la organización patronal consideraba con profunda preocupación la oleada huelguística, la primera de esa envergadura que se había producido en Argentina.
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CUADERNOS del Ciesal De esa reunión salió una declaración que afirmaba que las huelgas en general eran un producto del orden social capitalista y las que estaban en curso en esos momentos, de la situación de la clase obrera creada por la política financiera del gobierno y por la especulación sin límites de la Bolsa y los capitalistas. Sostenía también que las huelgas eran un derecho natural derivado de la libertad individual y cuyo ejercicio solicitaban los trabajadores para defender sus intereses. Por lo tanto, elevaba una protesta contra la prensa capitalista que atribuía el origen de esos movimientos a la obra artificial de los socialistas. Finalmente responsabilizaba a la Policía de los incidentes que pudieran producirse y reclamaba el fin de los arrestos arbitrarios de huelguistas12. El tono general de la declaración revelaba un cierto compromiso en su redacción, por parte de las dos tendencias principales del movimiento obrero. En este sentido, también debería interpretarse la palabra socialistas, portadora de algún eclecticismo, en tanto el término podía ser extensivo a las dos fracciones, en la medida que Malatesta hablaba de un anarco-socialismo. De conjunto, como lo ha expresado Julio Godio: El desarrollo en extensión del movimiento obrero durante los años 1880-1890 creó las condiciones para que el movimiento obrero se plantease una tarea de calidad superior: realizar un movimiento representativo no ya de fracciones, sino de la totalidad de la clase. Este nuevo escalón en el proceso de conformación de la clase -aunque modesto- estuvo vinculado desde su inicio a la reconstrucción del movimiento socialdemócrata en escala internacional13. Es decir, que el salto cualitativo que se produjo a partir de 1888, fue la combinación de la maduración de las contradicciones de clase -a un ritmo mucho más acelerado que el de los ejemplos europeos, con un estímulo internacional, que también actuaba como factor acelerador secundario. Y este estímulo fue la convocatoria al Congreso Obrero Internacional que se realizó en París entre el 14 y el 24 de julio de 1889, que creó la Internacional Socialista y dispuso la conmemoración anual del 1o de Mayo. Los socialistas argentinos tuvieron dos representaciones en ese congreso: Alexis Peyret por los grupos socialistas de Buenos Aires y Karl Liebinich, en quien el Vorwärts delegó la suya. A principios de 1890, designó en su seno una Comisión para impulsar la realización de un acto para el 1o de mayo, que convocó a una reunión más amplia para el 30 de marzo, con el propósito de lograr la adhesión de las sociedades obreras existentes. Es interesante destacar que la resolución de la Comisión del Vorwärts disponía que se informara a los concurrentes en varios idiomas. Esta iniciativa respondía evidentemente, a la composición cosmopolita del incipiente movimiento obrero, dentro del cual muchos de sus activistas y simpatizantes conocían deficientemente el castellano. Pero, también, a la idea que de que en esos momentos su conformación resultaba de la confluencia de distintos grupos étnicos de la inmigración. En este sentido, la denominación Internacional frecuentemente utilizada en la época, no sólo indicaba la pertenencia a un movimiento internacional, el del proletariado, sino que las convocatorias eran realizadas por el conjunto de los agrupamientos de obreros extranjeros radicados en el país, que constituían la mayoría del movimiento obrero y tenía en este sentido una connotación local unitaria. Que la calidad de obrero y la de extranjero tendían a confundirse, lo revelaría el elevado número de asociaciones de colectividades étnicas extranjeras -sin fines sindicales específicos-, la gran mayoría 12 Reproducido por Julio Godio en op. cit. p. 84 nota 36. 13 GODIO, Julio, op. cit. p. 85.
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italianas, que respondieron a la convocatoria del Vorwärts para el 1o de Mayo, como lo ha observado Godio. Es decir, que para muchos sectores, la defensa de la extranjería, entendida como la condición social, política y jurídica del extranjero, no se disociaba totalmente de la de la constitución de los trabajadores como clase, en la medida que en muy alta proporción estos provenían de otros países. Este fenómeno era acicateado por el hecho de que las primeras manifestaciones autónomas de los obreros, generaban una fuerte reacción de parte del nacionalismo oligárquico, que denunciaba a través de la prensa, en forma combinada, el carácter foráneo exótico y el subversivo social de las ideas que las inspiraban. Sin embargo, la tolerancia de los socialistas hacia ese tipo de agrupamientos como factor actuante del movimiento obrero no se prolongaría durante mucho tiempo, como se verá. Y esto, porque la acción política sería uno de los elementos esenciales del proceso de nacionalización de las masas extranjeras, que requería como condición sine qua non la adquisición de los derechos políticos, es decir la ciudadanía, a través de la naturalización. En este sentido, José Ratzer ha subrayado la importancia de la decisión de publicar El Obrero, que aparecería en 1891, en castellano14. Esto podría provocar ciertas restricciones en su lectura por parte de muchos extranjeros, pero abría una vía importante hacia la nacionalización y politización del proletariado en formación. La convocatoria para la reunión del 30 de marzo de 1890 incluía a los anarquistas. En la base de esta invitación había una situación equívoca. Por un lado, los socialistas aspiraban a la conformación de un movimiento omnicomprensivo, abarcador de todas las tendencias existentes en el seno de los trabajadores. Pero por otro, intentaban imprimirle una dirección general que respondía a sus concepciones políticas. Esta actitud se repetiría a lo largo de la década de la última década del siglo XIX, aunque en las últimas tentativas de crear federaciones obreras, cada vez más se buscaría el acuerdo, cediendo posiciones. Pero, en la coyuntura del año noventa, la situación se hacía más compleja dado el énfasis que ponían en dirigir peticiones al Congreso Nacional y sobre todo por la concepción de una estrecha vinculación entre partido socialista y movimiento sindical que tenía un sector de los socialistas. Al respecto, Alfredo Bauer, el historiador de la trayectoria del Vorwärts, dice: La persistente lucha entre socialistas y anarquistas entorpecía al joven movimiento obrero, así como la falta de claridad, que ostentaban muchos socialistas, con respecto a la esencial diferencia entre sindicato y partido15. La aceptación a concurrir por parte de los anarquistas, también connotaba ciertas ambigüedades. De alguna manera, reflejaba el hecho de que los anarquistas sin adherir a los considerandos de los socialistas, que reflejaban una estrategia, para ellos errónea, estaban decididamente convencidos de la necesidad de su participación en la conmemoración del 1o de Mayo. Sin embargo, esta precaria coexistencia no duró mucho, la Internacional adquirió un nítido perfil socialdemócrata y los anarquistas continuaron reivindicándose partidarios de la primera Internacional a la que siguieron denominado AIT, al menos por algunos años. Pero, al mismo tiempo, la concurrencia anarquista reflejaba, también, la presión local unitaria en el nivel de las sociedades obreras que impulsaban las huelgas, habida 14 15 BAUER, Alfredo, op. cit. p. 71.
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CUADERNOS del Ciesal cuenta también, de la existencia de un sector de sindicalistas autónomos, equidistantes de los dos principales bandos en pugna. En esa reunión había un solo punto de coincidencia sólido: la realización del acto del 1o de Mayo. Las modalidades y contenidos programáticos quedaban en discusión abierta. En cuanto a las primeras, el debate se centró en varias cuestiones, entre ellas, sobre si el acto debía estar o no precedido por el abandono del trabajo. Mientras tanto, algunos sectores empresariales hacían circular la versión de que si el paro se producía, dejarían cesantes a todos los que lo ejecutaran, con una intención ejemplar. También se discutió si la concurrencia al acto debía hacerse por una manifestación pacífica o si era ineluctable el empleo de la fuerza. Sin duda, en esa discusión sobre las modalidades del acto, subyacían dos concepciones divergentes, como lo demostraría también, el debate sobre los contenidos programáticos: la de los socialistas que preconizaba la supremacía estratégica de la acción política y la de los anarquistas que pugnaban por imponer la metodología antipolítica de la acción directa. La confrontación entre estas dos vías de acción fue más neta en la discusión de los ejes programáticos. Uno de los más debatidos fue el de la petición al Congreso Nacional de la implementación de leyes protectoras del trabajo. La réplica anarquista, rechazando esta propuesta socialista, se fundaba en férreos antiestatismo y antilegalismo, calificándola como un engaño a los trabajadores. También rechazaron la idea de combinar los planteos reivindicativos inmediatos con la difusión de los principios socialistas. Puede pensarse que los argumentos no estaban destinados de unos a otros y viceversa, sino a un “tercero”, el “público” conformado por los sindicalistas y representantes de otras organizaciones presentes y a los trabajadores ausentes en la reunión, pero a quienes les llegaría la versión de lo discutido. Es que, dado el desarrollo relativamente vertiginoso que había tenido el movimiento en Argentina, ciertas discusiones se daban por primera vez en público. No todos los trabajadores ni tampoco todos los periodistas vinculados a las clases dominantes, percibían por completo las divergencias de fondo entre anarquistas y socialistas. Si bien esta cuestión se fue esclareciendo a lo largo de la década del noventa, sería con la huelga general de 1902 que quedarían más nítidamente establecidas en el conjunto de la sociedad. Los anarquistas se retiraron de la reunión alegando que concurrirían al acto del 1o de Mayo de 1890 con consignas propias. Los que se quedaron constituyeron el Comité Internacional Obrero (CIO), encargado de organizarlo y se dotó de un programa de acción. El CIO fue la primera instancia orgánica del movimiento obrero que se creó y la iniciativa quedó en manos socialistas. Los puntos aprobados en la reunión del 30 de marzo, además del acto, fueron la publicación de un Manifiesto; la formación de una Federación Obrera; la edición de un periódico y la presentación ante el Congreso de un petitorio reclamando una legislación laboral en base a las principales demandas de los trabajadores. Una de las primeras acciones del CIO fue la reproducción en veinte mil ejemplares del manifiesto aprobado por el congreso de París. También, redactó un Manifiesto destinado a los trabajadores argentinos que situaba como sujeto social privilegiado al pueblo trabajador identificado también como la clase obrera. Todos los sectores sociales habían golpeado las puertas del parlamento y todos habían sido oídos, protegidos y subven-
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cionados por leyes especiales. La excepción la constituían los obreros, con quienes se identificaban los redactores del Manifiesto, al punto de asumir su voz: Únicamente nosotros, el pueblo trabajador, que vive de su pequeño jornal y tanto sufre la miseria, nos quedamos hasta ahora mudos y quietos con humilde modestia16. No obstante, consideraban llegada la hora de ejercer su derecho de peticionar que la Constitución Nacional garantizaba a todos los habitantes. Señalaban también, que esas demandas no constituían los fines últimos sino los próximos de nuestras aspiraciones; disminuir la miseria social, mejorar nuestra suerte dura... Esto, porque los fines últimos, es decir, la emancipación social definitiva, requeriría de bastante tiempo de preparación y lucha, porque dependía de la evolución de la sociedad, de la independencia de las masas y la fuerza de nuestros adversarios capitalistas. Insistía en que la consecución de esas reivindicaciones mínimas, que importaban el mejoramiento de la situación del proletariado, significaban a la vez una fortificación para la lucha y una garantía para la victoria definitiva17. Estas últimas palabras parecían una desmentida a las acusaciones de los anarquistas contra ellos, a quienes solían denominar “legalitarios” y “adormideras”, porque las reivindicaciones inmediatas no templaban para la obtención de esos fines últimos. El CIO había elaborado, también, un programa detallado de demandas obreras, que incluía muchas de las que después figurarían en los sucesivos programas socialistas en Argentina y cuyo primer punto era el reclamo del establecimiento de la jornada de ocho horas, que había sido colocado como una cuestión central por las resoluciones del Congreso de París y que ya en la AIT había merecido recomendaciones de convertirlo en un aspecto central de la prédica obrera. Todavía en 1890, en Argentina, la mayoría de las huelgas tenían a los reclamos de incremento de los salarios como consigna principal. Pero, desde 1894, la disminución de la jornada de trabajo irá reemplazándola en el encabezado de los listados de demandas. En lo concerniente a la jornada de trabajo se reclamaba, asimismo, la imposición del descanso semanal de 36 horas sin interrupciones para todos los trabajadores. Se peticionaba también, la instalación de tribunales integrados por obreros y patrones para soluciones rápidas y gratuitas de los conflictos entre capital y trabajo. El resto de los puntos se referían a la abolición del trabajo nocturno; al trabajo femenino e infantil; a las condiciones de salubridad y a los accidentes laborales18. Aunque en forma larvaria las tácticas desarrolladas por el Vorwärts, primero y por CIO después contenían los elementos principales de lo que sería después la estrategia socialista, que se iría puliendo, no sin contradicciones, a través de sucesivas instancias orgánicas hasta llegar a un grado mayor de coherencia en el congreso constituyente de 1896. En ese sentido, las polémicas con los anarquistas, las de 1888 y las de marzo de 1890, sirvieron como un elemento de afinación estratégica. Si se consideran de conjunto las resoluciones de los socialistas entre 1888 y 1890, se van perfilando lo que después de 1896 quedarían claramente establecidas como dos vías en la construcción de la clase obrera. Por un lado, la de la lucha de clases a través de formas moderadas de acción directa, representadas por el impulso a las huelgas parciales por objetivos reivindicativos inmediatos. En este aspecto, la inclusión en el programa elaborado por el CIO de formas de negociación entre patrones y obreros, 16 KHÚN Augusto, “Movimiento obrero y socialista” en Almanaque del trabajo para el año 1918, Buenos Aires. 17 Idem. 18 Ibídem.
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CUADERNOS del Ciesal aparecía como una corrección a las resoluciones de la reunión de diciembre de 1888, que las excluían, lo que habido constituido, probablemente, una concesión a los anarquistas, al calor del debate y en la búsqueda de acuerdos. Además, estas nuevas propuestas de concertación se diferenciaban de las que en esa reunión había sostenido el representante de la UIA, porque no imponían la no realización de huelgas como condición para la discusión. Por otro lado, la construcción de la clase obrera pasaba por el aprendizaje de su intervención en política. En este sentido el hecho de dirigir las demandas obreras al Congreso Nacional estaba anticipando la futura estrategia de participación electoral y parlamentaria, uno de cuyos objetivos principales sería la obtención de una legislación laboral que constituiría otra vía complementaria del proceso de construcción de clase a través de las luchas económicas. Además, en la propuesta global del CIO estaban contenidas también, la formación de una organización inter-sindical y la publicación de un periódico obrero. El elemento central que faltaba a la estrategia esbozada y que no podía estar, dado el carácter de la convocatoria realizada para el 1o de Mayo, era el partido socialista. Pero, este elemento ausente en esa jornada, aparecería en escena pocos meses después, transformándose en uno de los ejes del debate. En consecuencia, tampoco estaba incluido el que sería luego el camino hacia la adquisición de la ciudadanía por parte de los trabajadores, la naturalización de los extranjeros como vía para la obtención de los derechos políticos. El desarrollo del acto del 1o de mayo de 1890 y sus repercusiones son conocidos y en todo caso existe una abundante literatura histórica al respecto. No obstante, hay tres aspectos que me parece importante señalar. Primero, como se sabe, los oradores se expresaron en los idiomas de sus países de origen, inaugurando así, una modalidad que se prolongaría durante algunos años. Esto no hacía más que confirmar el carácter de extranjeros de la gran mayoría de los militantes obreros de la época. Como lo recuerda Sebastián Marotta, el cronista de La Nación expresó: Había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que me alegro mucho...19. En la misma época, el periódico anarquista de tendencia “antiorganizadora”, El Perseguido, que sería el más importante de esa filiación durante casi toda la década, publicó el editorial de su número inaugural en castellano, italiano y francés. También en el socialismo se expresarían agrupamientos por nacionalidades extranjeras. En segundo lugar, el acto puso de relieve el carácter ambiguo de la relación entre anarquistas y socialistas durante toda una época. Ambos concurrieron al acto, pero en forma separada y con consignas propias y objetivamente los discursos deben haber tenido contenidos polémicos entre sí. En los años siguientes, los anarquistas participarán en minoría en la primera federación obrera, que era orientada por los socialistas. Cuando ésta se extinga, cesarán los vínculos permanentes entre ambos y sólo serán retomados en 1901, cuando nuevamente producto de un acuerdo transitorio, participen en conjunto en la Federación Obrera Argentina (FOA). Además, debe tenerse en cuenta que esas relaciones se daban casi exclusivamente con los anarquistas del sector “organizador” y que la primacía de una vertiente de esa tendencia sobre la otra era fluctuante. En tercer término, cabe señalar que hasta hace veinte años la historiografía, si bien señalaba la realización de actos en otras ciudades, se centraba en lo ocurrido en Buenos Aires. Investigaciones realizadas desde mediados de la década del ochenta del siglo XX, condujeron a una revalorización de lo 19 MAROTTA, Sebastián, op. cit. p. 98.
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que ocurría en Rosario. Aceptando las diferencias que impone la variable demográfica, el acto del 1o de Mayo fue de características y relevancia similares. En esa ciudad se produjo en 1896 la primera huelga general regional del país y desde entonces su movimiento obrero pasó a constituir con Buenos Aires, una suerte de bloque clasista inter-urbano, que hasta 1907 estuvo en la base todas las huelgas. De hecho, hasta esa fecha, una huelga era nacional si paraban Buenos Aires y Rosario. Sin embargo, Buenos Aires continuó ejerciendo en soledad la dirección “intelectual” del movimiento obrero argentino. Después, la repercusión de los acontecimientos rosarinos se relativizó por dos razones: la incorporación activa de los trabajadores de los ingenios azucareros tucumanos y de los de algunas ciudades-puerto del interior incrementaron la dimensión nacional del movimiento y al mismo tiempo, la prosperidad económica y el incremento de los flujos inmigratorios en Rosario y en el sur santafesino disminuyeron temporariamente su alto grado de conflictividad social. En consecuencia, el movimiento obrero de la ciudad no sufrió una derrota de grandes dimensiones como la vivida por el de Buenos Aires con la huelga del Centenario. Es decir, ya desde 1890, Rosario tuvo una evolución similar en grandes líneas a Buenos Aires, pero con notorias diferencias que incidieron en el perfil global del movimiento obrero argentino, cuestión que había escapado a los historiadores del movimiento obrero hasta no hace mucho tiempo. En particular, la historia política de la ciudad y la de su movimiento obrero presenta cuatro fenómenos, que justifican una consideración especial desde el punto de vista de un estudio de los orígenes del socialismo en Argentina: la proporcionalmente mayor incidencia del anarquismo que en Buenos Aires; una peculiar, en el marco nacional, incidencia del radicalismo entre los trabajadores urbanos; la existencia de un movimiento regional con alguna influencia en los sectores populares, la Liga del Sur y finalmente, las alternativas de la construcción del PS en un escenario claramente diferente al porteño o al del resto del interior20.
20 FALCÓN, Ricardo, La Barcelona Argentina. Migrantes, obreros y militantes en Rosario. 1870-1912, Rosario, Laborde Editor, 2005.
Ricardo Falcón, “Orígenes del movimiento socialista en Argentina. Prólogo. Capítulo I y II“. Cuadernos del Ciesal. Año 8, número 10, julio-diciembre 2011, pp 11-45.
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Intelectuales Católicos Privatizaciones. Rol delasindicalismo fines del Caso XIX: siglo analizado: El problema Foetrade la ciudadanía y la temprana emergencia de la cuestión Raúl Irigaray 1 Cátedra de Administración Pública social Facultad de Ciencia Política y RR.II. U.N.R.
María Pía Martín Ciencia Política y RR.II. / Derecho, UNR mpiamartin_00@yahoo.com.ar
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Resumen
Nos proponemos abordar el pensamiento de algunos católicos de elite que, a fines del siglo XIX, durante el debate por la Ley de educación común, expresaron la aparición de un campo intelectual católico cuyas características derivaban del clima controversial imperante. A través de esa disputa, un sector del laicado católico –entre los que se destacan José Manuel de Estrada, Pedro Goyena y Tristán Achával Rodríguez- fue construyendo una noción de ciudadanía que obedecía tanto a matrices impuestas por el discurso eclesiástico, como a problemas que abordaba la Iglesia cuando se sentaban las bases de la Argentina moderna. Hemos prestado particular atención al pensamiento de Estrada, pues nos ha permitido desvelar un complejo entramado de ideas que crearon el medio donde algunas se volvieron dominantes hacia los años 80, coincidiendo con el pasaje a un catolicismo más combativo. El trabajo se organizó en torno a ciertos tópicos de interés para los actores, como las nociones de Estado, nación, identidad y ciudadanía, considerando también la mirada católica sobre la emergente cuestión social. Palabras claves: católicos – intelectuales - ciudadanía - cuestión social
Abstract
The objective is to tackle the thoughts of some elite Catholics who, at the end of the 19th century, during the debate over the Common Education Law, gave voice to the emergence of a Catholic intellectual field whose characteristics stemmed from the prevailing atmosphere of controversy. Through that dispute, a sector of the Catholic laity –among which stood out José Manuel de Estrada, Pedro Goyena and Tristán Achával Rodríguez– began to build a notion of citizenship related not only to principles imposed by the ecclesiastical discourse but also to issues the Church was dealing with as the foundations for modern Argentina were being laid. Particular attention has been paid to the thinking of Estrada, since it has allowed us to reveal a complex framework of ideas that created the environment in which some of them turned predominant around the 1880s, coinciding with the passage to a much more combative Catholicism. The article has been organized around certain topics of interest for the actors, such as the concepts of State, nation, identity and citizenship, also taking into account the Catholic viewpoint on the emerging social issue. Keywords: Catholics – intellectuals - citizenship – social issue
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El propósito del presente trabajo es abordar el pensamiento de algunos católicos de elite que, a fines del siglo XIX, durante el debate por la Ley de educación común, reflejaron la emergencia de un campo intelectual católico cuyas características derivaban del clima controversial imperante. A través de esa disputa, un sector del laicado católico –entre los que se destaca José Manuel de Estrada, además de Pedro Goyena y Tristán Achával Rodríguez- fue construyendo una noción de ciudadanía y de ciudadano católico que, si bien obedecía a matrices impuestas por el discurso eclesiástico, también respondía a los problemas que abordaba la Iglesia en momentos en que se sentaban las bases de la Argentina moderna. Un intelectual es alguien que hizo del pensar una actividad central en su vida, dejando vestigios que permiten conocer aspectos de las ideas y el pensamiento de su propio tiempo.1 Las figuras aquí propuestas serán consideradas en su carácter de intelectuales: capaces de expresar las particularidades de su época, de su entorno e, incluso, de su condición de católicos. Como afirma Bourdieu, los intelectuales no tienen que justificar su existencia, sino que tienen que ser lo que son, producir e imponer su visión del mundo, que siempre esconde un interés universal. Es la completa autonomía de todos los poderes lo que los legitima como tales.2 A partir de las ideas analizadas en los intelectuales escogidos, intentaremos deducir los grados de autonomía con que ellos se movieron respecto de la institución eclesiástica, considerando límites que resultan siempre lábiles; y veremos asimismo cómo fueron delineando un ideal de catolicismo y ciudadanía para la nación. En ese contexto, el pensamiento de Estrada resulta clave, pues nos ha permitido develar un complejo entramado de ideas que crearon el entorno donde -hacia los años 80- algunas se volvieron dominantes y expresaron el salto a un catolicismo más combativo. El trabajo se organizó en torno a ciertos tópicos que provocaron el interés de los actores del periodo, como las nociones de Estado, nación, identidad y ciudadanía, pero también hemos considerado las primeras manifestaciones que remiten a la posible emergencia de la cuestión social. Si bien contamos con un importante registro de fuentes, el presente artículo sólo pretende presentar un primer acercamiento al estudio de ese campo intelectual católico, surgido como respuesta al problema de la formación del Estado y su carácter secular.
El primer movimiento católico y la Ley de educación común José E. Niklison, inspector del Departamento Nacional del Trabajo en 1920, sostuvo que “la laicización de la enseñanza, la anunciada implantación del matrimonio civil, el liberalismo social y económico demostrado por los gobiernos, y la necesidad de dar dogma y educación al pueblo, originan el primer movimiento de concentración de fuerzas operado por los católicos en el país…” 3
1. David A.Hollinger, “¿Qué es la historia intelectual?”, en AA.VV, Debats. La Edad de oro de los intelectuales, N° 16, junio de 1986, p.36. 2. Pierre Bourdieu, Intelectuales, política y poder, Buenos Aires, Eudeba, 2009, p. 172. 3. José E. Niklison, “Acción social católica “, en Boletín del Departamento Nacional del Trabajo, Buenos Aires, Kosmos, marzo de 1920, nº 46, Cap. I.
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CUADERNOS del Ciesal Según este autor, el primer movimiento de concentración de fuerzas católicas en la Argentina fue el que se originó con las leyes laicas –educación, matrimonio- bajo el liderazgo de Estrada y Goyena. El segundo movimiento de envergadura sería el que surgió alrededor de la figura de Federico Grote en la década siguiente, inspirado en el catolicismo social. Aunque Niklison creía que el primer movimiento fracasó en parte, destacaba su capacidad de sacar a la superficie los recursos intelectuales de que disponía la Iglesia Católica, de hacer públicas sus ideas sobre determinadas cuestiones y de instalar una agenda de problemas que, en adelante, se desplegaría con mayores precisiones. La polémica en la que intervinieron los intelectuales católicos en la década del 80 y el conflicto que acompañó el debate fueron intensos. Mediante ese debate asumieron un compromiso cívico, pero en su condición de católicos. Quedaron inmersos en una lógica militante, aunque por entonces se afirmaba la idea –propia del liberalismo- de que las convicciones religiosas correspondían al plano de la esfera privada. No obstante, estos católicos fueron voceros de los intereses de la Iglesia frente al Estado y la sociedad, y asumieron sus posiciones políticas a partir de su identidad religiosa. Tres cuestiones provocaron la decidida intervención parlamentaria de los católicos, en un contexto de agitación y propaganda que se canalizó a través de la prensa confesional y diversas asociaciones, algunas de las cuales se crearon para ese fin, como la Asociación Católica. Las dos cuestiones principales se vinculan a la Ley de Educación Común –N° 1420- de 1884 y a la Ley de Matrimonio Civil de 1888. A ellas se sumó otra de menor difusión pero que, igualmente, activó el discurso militante de los católicos, en 1886: la discusión sobre la organización de los tribunales que incluía el tema de los recursos de fuerza, a través de los cuales se sometían los tribunales eclesiásticos al fuero civil en la instancia de apelación. Por el momento, sólo nos detendremos en algunos aspectos del debate parlamentario por la educación común, pues consideramos que allí se planteó un campo de disputa entre el catolicismo y el oficialismo, que no afectaba sólo a la noción de educación, sino al concepto de ciudadano que se pretendía construir para el futuro y a quiénes correspondía dirigir ese proceso. La Ley de educación común se discutió en la Cámara de Diputados de la Nación en el mes de julio de 1883. Se partió de un proyecto de la Comisión de instrucción pública que establecía Religión y moral –católica- como materia, en las escuelas públicas, y sería dictada por los maestros. Su inclusión serviría para formar el carácter de los niños, los futuros ciudadanos. Sin embargo, los estudiantes cuyos padres profesaban otra religión podrían abstenerse se asistir a esas clases. Por tal motivo, un grupo de diputados presentó un contraproyecto que suprimía la enseñanza de la religión dentro del plan de materias escolares, permitiendo que los ministros de los distintos cultos enseñaran su doctrina, antes o después de las horas de clase. El primer proyecto, al comienzo, fue objetado por Pedro Goyena, pues sostenía que había que enseñar religión católica a todos, sin importar la denominación religiosa de los padres. Goyena creía que la Iglesia, depositaria de la verdad revelada, debía mostrarla a todos los hombres, aún cuando estuvieran en el error. Esto significaba enseñar la religión católica aún a quienes profesaran otra religión, o ninguna. Sin embargo, cuando el debate siguió otro derrotero, los diputados católicos pasaron a defender el proyecto de la Comisión que, en definitiva, garantizaba la enseñanza de religión en las escuelas públicas dentro de la currícula escolar. 4
4. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. Año 1883, Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, sf., Tomo 1, 6 al 14 de julio de 1883.
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La cuestión se centró entonces en la Constitución y el Estado. Aunque algún diputado llegó a afirmar que el catolicismo era religión de Estado, la posición de los voceros que pueden considerarse más representativos de la Iglesia –Pedro Goyena y Tristán Achával Rodríguez- se limitaron a afirmar que se trataba de la Constitución de un pueblo cristiano –entendiendo “cristiano” como “católico”-, pues ella contenía varios artículos que convalidaban el catolicismo como la religión de los argentinos. Según Goyena, la existencia del Estado se legitimaba si era capaz de formar un pueblo de seres inteligentes, libres, responsables y morales, garantizando el orden y el desarrollo armonioso del conjunto social.5 Por tanto, el Estado no podía prescindir de Dios, porque no existían las sociedades ateas. Los católicos en general sostuvieron que un Estado neutro, era un Estado ateo. Por tanto, una escuela neutra también produciría el ateísmo de la población que allí se educara. El Estado tiene la obligación de proveer a la educación popular, decía Goyena, haciendo que los individuos que van renovando la sociedad tengan nociones morales y carácter firme. La moral es absoluta y depende de Dios, afirmaba Lugones, sacerdote y diputado que integraba la Comisión que elaboró el proyecto. 6 Además, según Goyena, cuando se legislaba sobre la escuela, se legislaba sobre la renovación de la sociedad, sobre las fuerzas que actuarían en ella. Tenían que ser fuerzas “para el progreso y la civilización bien entendida del país”, es decir, fuerzas morales, ciudadanos morales y productivos, podríamos inferir.7 Achával Rodríguez agregaba que no se podía enseñar moral prescindiendo de la religión, porque se ponía en juego la noción de autoridad, que venía de Dios. Obedecer las leyes era un deber que nacía del reconocimiento de la autoridad, cuyo origen era divino. Pero a su vez, este diputado creía que había que evitar el monopolio del Estado en educación. Dejar espacio a la escuela particular y a la familia. En enseñanza religiosa, el rol del Estado sería supletorio: la educación en moral y religión, es decir, las prácticas piadosas y las nociones básicas, correspondían a la familia; y la instrucción religiosa –información objetiva, argumentativa- se enseñaría en la escuela. Esta acción estatal venía a llenar el vacío provocado por la falta de sacerdotes, las parroquias insuficientes o por la ignorancia de los padres en las clases populares, diría Goyena.8 Pero además, Achával Rodríguez hacía hincapié en las libertades garantizadas por la Constitución: libertad de enseñar y aprender, libertad de conciencia, rechazo de la censura, aunque sus interpretaciones –que no desarrollaremos aquí- eran sesgadas. Rechazaba también el monopolio del Estado en educación. Si el Estado era el único que enseñaba, impondría un pensamiento homogéneo, al comienzo de la vida del niño. Por tanto, el Estado no debía dirigir en forma exclusiva la escuela. La escuela libre era la garantía más efectiva para la libertad política.9 También llegó a sostener que el magisterio de la Iglesia era un poder social, independiente del Estado y que reclamaba una jurisdicción temporal. En tanto poder social, la Iglesia era co-gobernante y requería una parte del gobierno de la sociedad, dentro de la jurisdicción temporal que correspondía al Estado. Por consiguiente, Estado e Iglesia no podían separarse en forma absoluta.10 5. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones … p. 491. 6. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones … 7. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones … p. 492. 8. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones … p. 492. 9. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones … p. 605-625. 10. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones … p. 607.
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CUADERNOS del Ciesal Se planteó, asimismo, el problema de la relación entre civilización y catolicismo. El catolicismo era presentado como un instrumento para civilizar, es decir, asimilar a la cultura y al progreso, en un país de tradición católica. Los argumentos, que partieron del artículo constitucional que propiciaba la catolización de los indios, se dilataron luego en un extenso recorrido histórico sobre el proceso de constitución de la nación, activando un debate –retomado en varias sesiones- sobre la catolicidad de los distintos próceres, sobre todo Belgrano y San Martín. En este último caso, la discusión con el oficialismo cayó en un punto neurálgico: su condición de masón. En síntesis, los católicos sostenían que “la escuela sin dios” bajaría el “nivel de civilización” del pueblo argentino. Por el contrario, la oposición planteaba que, para elevarlo, respecto de las clases populares -objetivo del gobierno que coincidía con el de los católicos- había que establecer una escuela laica, neutra en materia religiosa, con el fin de que fuera inclusiva y tuviera un alcance masivo. En la idea de civilización que se planteaba estaba implícita la noción de progreso. Achával Rodríguez procuró demostrar que no había oposición entre religión, modernidad y progreso, y que tampoco había conflicto con las instituciones democráticas, no obstante las continuas referencias al Syllabus. Pero mientras para los diputados católicos, enseñar religión en las escuelas sería un factor de progreso y de desarrollo de los aspectos morales de la civilización, para los que sostuvieron la escuela neutra, encabezados por el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Eduardo Wilde, la enseñanza de la religión católica significaba un retroceso en el proceso civilizatorio: nos hundiría en el atraso, ahuyentando o excluyendo extranjeros y, por consiguiente, sería un factor negativo en relación al progreso. Sin embargo, creemos que la razón de fondo de este debate la resumía Pedro Goyena: “no se concibe…que haya un Estado sin Dios, que haya un Estado que al legislar sobre la educación que ha de modelar intelectual y moralmente á los futuros ciudadanos, á los que han de prolongar la patria en el porvenir, pueda desprenderse de las nociones, pueda prescindir de la religión”11 Se estaba discutiendo una ley de educación común que llegaría a la masa de la población, en un país donde existía el sufragio universal. La escuela común formaría al ciudadano del futuro, a los hijos del pueblo vulgar, de los más pobres, de los trabajadores, de los inmigrantes. Eso significaba moldear un ciudadano y crear una identidad. Ellos serían el futuro del país y darían continuidad a la nación. Se estaba forjando también la idea de patria que debía heredar el porvenir. Y entonces, la cuestión era ¿qué tipo de ciudadano formar? Los partidarios de la educación laica priorizaban la idea de un ciudadano que podríamos llamar constitucional, moldeado sobre los principios de la carta magna, básicamente liberal, plural e identificado con el Estado argentino. La religión quedaría en la esfera de lo privado. Las palabras del Ministro Wilde ante el parlamento expresan claramente esta dimensión: el Estado formaría ciudadanos, la Iglesia formaría creyentes. Aunque reconocía a la religión el valor de dar a las masas significados y sentidos que les ponían cause, correspondía mantener la separación de esferas. El Estado debía formar ciudadanos, no judíos, ni católicos, ni disidentes. Y al gobierno le interesaba formarlos vigorosos, sanos, inteligentes, dispuestos a armarse en defensa de la patria.12
11. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones…, p. 491. 12. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones …, pp. 562-567; 581-582.
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Por otro lado, sostenía que la moral era independiente de la religión.13 El ámbito de la religión era el mundo privado y social, asistiendo a las masas pobres e ignorantes, pero los ciudadanos ilustrados podían prescindir de ella. La enseñanza de la religión católica sería además excluyente, no sólo con los niños sino también con los institutores: sólo podrían ejercer la docencia maestros católicos -o se verían forzados a serlo- y eso era inconstitucional y contrario a la política del gobierno argentino, interesado en traerlos del exterior, de países muy desarrollados y que, probablemente, no serían católicos.14 Por el contrario, los católicos sostenían que el Estado debía dar libertad a la Iglesia y a sus escuelas, pero protegerla y mediatizar su acción en el espacio público. A través de la escuela pública, prohijada por el Estado, la Iglesia compensaría sus deficiencias y cumpliría con su misión de difundir una doctrina y crear un perfil de ciudadano, que daría forma a un tipo de nación, una nación católica. Si el catolicismo era la religión de la mayoría, el Estado debía guardar coherencia con lo que se daba en el plano de la sociedad. Por otro lado, para estos diputados católicos, los intereses de la Iglesia, depositaria de la verdad revelada, estaban por encima de los del Estado. Goyena pedía presidentes católicos, y ciudadanos católicos, que se sometieran al magisterio de la Iglesia, en su perspectiva para juzgar y actuar en la esfera pública. Y Achával Rodríguez afirmaba que, mientras el Estado hacía ciudadanos, la Iglesia hacía al hombre.15 Podría interpretarse que la Iglesia proporcionaría la materia prima sobre la que el Estado moldearía al ciudadano. Goyena afirmaba también que, sobre la verdad revelada se levantaban la moral y la civilización. En consecuencia, era interés del Estado que sus ciudadanos fueran católicos, porque se elevaría el nivel de civilización de las masas pobres, evitando “votos inconcientes y ciudadanos peligrosos”.16 La educación católica proporcionaría un ciudadano fuerte, moral, de carácter, útil para un modelo de nación que ya parecía llevar implícita la noción de catolicidad. Pero además, a decir de Achával Rodríguez, la enseñanza de la religión en las escuelas públicas era interés del pueblo argentino y era una razón de democracia, porque la mayoría de la población profesaba la fe católica. Por consiguiente, la democracia debía expresar la voluntad implícita de esa mayoría silenciosa.17 Finalmente, el contraproyecto que sostuvo el gobierno en la voz de Wilde, se impuso en su carácter general, por cuarenta votos contra diez. Luego se discutió artículo por artículo. Los diputados católicos no volvieron a intervenir una vez que constataron la derrota, a pesar de existir objeciones respecto de la obligatoriedad y la gratuidad de la enseñanza. La función de forjar ciudadanos quedaría bajo la dirección del Estado y se implementaría a través de una política nominalmente neutra en educación.
13. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones …, p. 586. 14. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones …, p. 582-586. 15. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones …, p. 605. 16. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones …, p. 492. 17. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones …, p. 617-618.
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CUADERNOS del Ciesal José Manuel Estrada antes de la Ley 1420 El momento que describimos hasta aquí, coincidió con la culminación del proceso de construcción del Estado nacional que, para la Iglesia, significaba la definición de su lugar dentro del territorio y en relación con la potestad estatal. José Manuel Estrada (1842-1894) -junto a Pedro Goyena- ha quedado identificado como uno de los paladines de la lucha en defensa de los intereses eclesiásticos, sobre todo respecto del conflicto por la educación pública en los años 80. Pero la lectura posterior de sus textos, en el campo católico, dio lugar a interpretaciones contradictorias que lo consideraban, unas veces, el “campeón de la libertad” y otras, fuente inestimable para justificar la experiencia de la dictadura. Así, el obispo M.A.Cárdenas, crítico frente a lo que consideraba excesos de Estrada sobre temas como la democracia, el clero o la colonización española, lo consideró un amante de la libertad y un demócrata convencido.18 Mientras, en 1930, la revista Criterio buscaba justificar la interrupción del orden constitucional con argumentos recogidos del mismo Estrada. 19 Finalmente, se lo ha presentado como un católico liberal y ultramontano a la vez.20 Si bien puede argumentarse que algunos de sus escritos fueron utilizados en forma sesgada, la explicación global debe buscarse en su recorrido intelectual, marcado por un contexto histórico del que fue observador y analista, tanto como por la experiencia adquirida en las múltiples actividades que encaró. José Manuel Estrada fue un típico intelectual del siglo XIX, de una versatilidad que expresó en variadas facetas, pero ante todo fue reconocido como un gran orador.21 Sus trabajos anteriores a 1880 reflejan un interés por pensar la organización del país en el campo de la educación, el gobierno, la ciudadanía, el bienestar general bajo la influencia del catolicismo liberal. En los 80, cuando cerraba en gran medida el proceso de construcción del Estado22, todavía quedaba por dar forma definitiva a la secularización de instituciones como la escuela y el matrimonio, tocando la cuestión religiosa. Desde entonces, Estrada comenzó a tomar distancia de sus posiciones más liberales dentro de la Iglesia y a asumir una actitud integrista, hasta terminar abjurando de su pasado liberal.23 No obstante, esa ruptura no parece tajante: algunas ideas sobre educación que hizo públicas entonces, las venía planteando desde antes; mientras, en la cuestión Iglesia y Estado, se retractó de su adhesión al catolicismo liberal pero no de algunas afirmaciones clave sobre el tema.
18. Manuel Augusto Cárdenas, Los ideales de José Manuel Estrada, Buenos Aires, Eudeba, 1979, p. 244. 19. Criterio, Buenos Aires, 18 de septiembre de 1930, Año III, N ° 133. 20. Confrontar los prólogos de Alberto Palcos a Discursos Selectos, Buenos Aires, W.M. Jackson, s.f. y de Rodolfo Rivarola a La Iglesia y el Estado y otros ensayos políticos y de crítica literaria, Buenos Aires, W.M. Jackson Inc, s.f. , pp. 55-57. 21. Paul Groussac, Los que pasaban (selección), Buenos Aires, CEAL, 1980, pp. 38-39. 22. Oscar Oszlak, La formación del Estado Argentino. Orden, progreso y organización nacional, Buenos Aires, Planeta, 1997, p. 86. 23. Cfr. el prólogo de Rodolfo Rivarola a La Iglesia y el Estado… p. VIII.
N°10 / julio-diciembre 2011 / artículos Política, democracia y ciudadanía En la década de 1860, Estrada rescataba el siglo XIX, asumiendo su condición de católico: (Creo)…que el siglo XIX no es el peor de todos los siglos…y debo advertir que entiendo por el peor de todos los siglos el siglo menos cristiano, y por la mejor de todas la épocas, la época más católica…” Y concluía que, si bien el siglo XIX había pretendido construir una sociedad sin cristianismo, tuvo que convencerse de que todo sistema debía reposar en la “moral de la cruz”. 24 En esta época, Estrada se hallaba bajo la influencia del catolicismo liberal. Tenía una mirada contemporizadora hacia el siglo que observaba, sin dejar de asumir su carácter de intelectual católico. Una mirada análoga se posaba sobre las cuestiones políticas, sociales y religiosas. Estaba tendiendo un puente hacia el mundo moderno. A su juicio, la ruptura de 1810 inició un tortuoso recorrido hacia la democracia, que debía fundarse en la libertad y la igualdad. Y en Signum foederis (1859) se propuso como objetivo “la revelación de la conciencia democrática” y sostenía: “La verdad del hombre es la eternidad. La del pueblo, el progreso, la amistad universal, la ilustración, la facilitación del medio a la perfección individual: es la libertad, la igualdad, la fraternidad”. (El subrayado es nuestro).25 Esa verdad democrática era, entonces, un punto de intersección entre valores que recordaban al iluminismo y la Revolución francesa, con la idea de un fundamento religioso que daría sustento moral a las leyes y la organización de la sociedad.26 Creía además que la igualdad en la República Argentina estaba incompleta, al menos en relación con los logros obtenidos. Afirmaba que quienes nacían bajo una misma bandera, nacían libres e iguales. La patria compartida igualaba y liberaba.27 En este contexto, Estrada se planteaba el problema del gaucho como una cuestión social a resolver: crear las condiciones para constituirlo un ciudadano libre e igual e, incluso, pensar en el acceso a la pequeña propiedad para definir su carácter de ciudadano, mejorando su posición social.28 Para Estrada, la ciudadanía debía expresar la autonomía del individuo. Acercándose a las ideas de Sarmiento, de cuyo gobierno fue funcionario, creía que la educación y la propiedad -entre otras cosas- contribuían a conformar esa autonomía.29 Ya en su primer escrito de 1859, sostenía que “la ilustración es la ley universal, y la salvación de la democracia”30. Afirmaba que sin ilustración, la democracia se convertía en anarquía o despotismo. “A nuestro juicio, bajo ningún 24. José Manuel Estrada, Discursos, Buenos Aires, Ediciones Estrada, 1946, pp. 37-49. 25. José Manuel Estrada, “Signum foederis”, en Problemas argentinos, Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, 1943, pp. 41 y 43-44. 26. Ibidem. 27. José Manuel Estrada, Discursos…, pp. 75-77. 28. José Manuel Estrada, Escritos políticos, Buenos Aires, Secretaría de Cultura de la Nación, s.f., p 127-129; José Manuel Estrada, “La campaña” en La Iglesia y el Estado…, p. 152. 29. Cfr. Tulio Halperin Donghi, Una nación para el desierto argentino, Buenos Aires, CEAL, 1982. 30. José Manuel Estrada, “Signum foederis”, en Problemas argentinos…, p. 102.
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CUADERNOS del Ciesal sistema de gobierno es tan necesaria la ilustración como en el régimen democrático”. “La democracia es el reinado del pueblo. Si éste desconoce sus derechos y olvida sus deberes, no puede tener percepción de sus conveniencias”31, por tanto, el pueblo debía ser educado para la democracia. El fundamento de la democracia sería el individuo en su libertad, su igualdad y su propiedad. Pero, además creía que la autonomía individual consolidaba la estructura familiar, que era la base del sistema social y político. La propiedad se asociaba con la autoridad paterna y la solidez de la familia, que era el fundamento de la soberanía popular.32 Además, en sus primeros escritos puede distinguirse un intento por conciliar elementos del liberalismo político con una noción de sociabilidad democrática fundada en la ética cristiana, cuyo nexo sería el amor o la caridad homologados con la fraternidad. A pesar del rechazo manifiesto de la Iglesia por la irrupción de un individuo con plena autonomía, base de una sociedad de iguales que provocaría la secularización de la sociedad y de la política, y quebraría la noción de trascendencia33, en su etapa liberal, Estrada procuró articular el individualismo y la autonomía con los valores de la moral cristiana para dar forma al sistema político y a los ciudadanos deseados, otorgando contenidos diferentes a conceptos como individuo, libertad, igualdad. No obstante, Estrada descreía de una soberanía popular sin límites. A lo largo de su recorrido intelectual, esta idea aparecía siempre, si bien reformulada con distintos matices. En 1868 decía: “Y al engendrar la democracia (la moral) limita la omnipotencia del pueblo, sometiéndola a la lógica de su fuerza generadora, y resguardando contra sus desbordes el derecho de cada uno, la integridad de la persona, que es inviolable y sagrada. Donde el pueblo cree poder todo, la libertad no existe.” 34 En plena etapa de formación del Estado nacional, proponía una democracia fundada más en la afirmación individual de la persona, y en sus derechos, que en la noción de pueblo entendido como entidad colectiva. Hacia 1866, Estrada había planteado la necesidad marcar límites a la soberanía popular, haciéndola depender de una moral constituida en el ámbito doméstico, sobre fundamentos religiosos. La soberanía popular debía garantizar la libertad pero, para él, no existía otra forma de entender adecuadamente la libertad, sino a través del cristianismo, como afirmaba en 1878.35 En El catolicismo y la democracia (1862)36 se definía por la democracia y el sufragio universal, apelando a la consigna de la Revolución francesa y, a comienzos de los 70 -no obstante su distanciamiento de las posiciones políticas juveniles- mientras polemizaba con un escrito de Alberdi37, reivindicaba la validez del sufragio universal. El problema del sufragio, decía, no reside en el problema de la ignorancia. La ignorancia es parte de la naturaleza humana, se la puede reducir, pero no eliminar. Civilizando al votante, educándolo, se lograría 31. ESTRADA, José Manuel, “Signum foederis”, en Problemas argentinos…, p. 103. 32. “En el Coliseum, el 25 de mayo de 1866, en la fiesta a beneficio de los desterrados polacos” en José Manuel Estrada, Discursos…, p. 56. 33. Cfr. Pierre Rosanvallon, La rivoluzione dell´iguaglianza. Storia del sufragio universale in Francia, Anabassi, 1994. 34. Manuel Augusto Cárdenas, op.cit., pp. 111-112. 35. José Manuel Estrada, Discursos…, p. 182. 36. Manuel Augusto Cárdenas, op. cit., p. 112. 37. Juan Bautista Alberdi, “Peregrinación de Luz del día”, en Obras completas, Buenos Aires, Imp., Lit. y Enc. de “La Tribuna Nacional”, 1886, Tomo VII, pp. 176-393.
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ese objetivo. A su juicio, en nuestro país, el verdadero problema nacía de las prácticas políticas perniciosas -la manipulación del voto, el fraude, la lucha facciosa- y no de la ignorancia de las masas. El sufragio universal era indestructible, pues tenía su origen en 1810; la cuestión de fondo remitía, más bien, al modo como se practicaba, que estaba reñido con la moral.38 Sin embargo, en 1881 sostenía que en Argentina se reemplazaba la soberanía nacional, que considerada superior, por la soberanía popular y que ésta, en los hechos, era sustituida por la soberanía de los partidos, dando lugar a oligarquías que esterilizaban la vida política del país.39 Entendemos que, cuando consideraba la “soberanía popular” como inferior a la soberanía nacional, pensaba en el voto de las clientelas políticas, carentes de autonomía y poco informadas. Emilio Lamarca, para la misma época, cuestionaba la abstención política de los ciudadanos “de buena imagen e influencia” porque se consideraban impotentes frente “al fraude y la bayoneta”.40 En 1886, en un debate parlamentario, Estrada llegaba al extremo de afirmar que “la soberanía de la multitud es la opresión de todos los individuos” oponiendo, creemos, la idea de masa inorgánica, arbitraria, a la de un individuo libre, informado, pleno que -a su criterio- debía ser fundamento de la democracia.41 Aquí cerraba el recorrido intelectual que había exaltado la educación del ciudadano individual para formarlo libre, pensante y útil al sistema político. Estrada sostuvo que el principio de la democracia era la virtud, aunque no creía que ésta constituyera la condición de la democracia. La virtud exigía moralizar la democracia. Más adelante, decepcionado por la experiencia democrática vigente, propondría mejorar las formas de representación política avanzando hacia concepciones más organicistas, debate que en Europa comenzaría a tener lugar en la década del 80.42 En “De la virtud democrática (1866)” Estrada había afirmado que la democracia era un derecho y era justa en sí misma, porque sólo ella consagraba la libertad en la política. En todo caso, la virtud contribuía a conservarla y desenvolverla.43 La virtud debía consagrar el dominio absoluto de la moral, la cual se identificaba con el cristianismo. Por otro lado, el amor era la gran virtud del cristianismo, que garantizaría la fraternidad entre los hombres.44 Finalmente, moralizar al pueblo era ponerlo en condiciones de ejercitar sus derechos y cumplir con sus deberes; hacerlo libre y limitar su omnipotencia sería otorgarle capacidad democrática. En 1868 llegó a afirmar que “toda forma social distinta a la democracia es criminal…”45. La moralización del pueblo vendría a través de la educación, mediante la familia y la escuela pero, a partir de 1870, le dio mucho peso a la sociedad, a la que creía una extensión de la familia. Consideraba decisiva la formación de las mujeres humildes, futuras madres, para educar a las masas y preparar ciudadanos. Su “influencia social” sería clave en la formación de las naciones.46 38. José Manuel Estrada, “La Peregrinación de Luz del Día (examen crítico)”, en La Iglesia y el Estado…, p. 205-206. 39. José Manuel Estrada, Problemas argentinos…, pp.143-144. 40. Diario de Sesiones de la Primera Asamblea de Católicos Argentinos, Buenos Aires, Igon Hnos, 1885, p. 389. 41. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. Año 1886, Buenos Aires, Imp., Lit y Enc. de “La Tribuna Nacional”, 1886, p. 533. 42. Pierre Rosanvallon, Le peuple introuvable. Histoire de la représentation démocratique en France, Paris, Gallimard, 1998. 43. José Manuel Estrada, Discursos…, p. 69. 44. José Manuel Estrada, Discursos…, p. 72. 45. José Manuel Estrada, “La moral y la democracia (1868)” en La Iglesia y el Estado… 46. José Manuel Estrada, Discursos…. p. 13.
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CUADERNOS del Ciesal En los años 60, Estrada pensaba la educación como el elemento que conservaba y desarrollaba las democracias, sentando las bases del progreso. Por el contrario, los gobiernos eran algo accesorio para ese desarrollo, eran “un mal necesario”. 47 Creía que había que desarrollar la educación para “disciplinar al ciudadano en el amor a sus derechos y darle capacidad para ejercerlos”.48 Como complemento proponía poner la propiedad al alcance de los pobres, para fortalecer la familia, fuente de educación primaria del ciudadano. Asociaba así la ciudadanía política a cierta distribución económica, anticipando cuestiones que afectan a la ciudadanía social. A fines de esa misma década sostenía que la educación popular era la única esperanza del pueblo y propugnaba una “educación para todos”, fundada en la igualdad y el sentimiento republicano49 mientras reflejaba expectativas positivas sobre la presidencia de Sarmiento. No obstante, frente a la reforma de la Constitución de Buenos Aires (1871) reelaboró su idea del Estado, considerando que éste avasallaba y “esclavizaba” a la Iglesia al ejercer el patronato. Desde su perspectiva, debido al privilegio de ser el culto sostenido oficialmente, la Iglesia Católica quedaba atada a mayores controles estatales que los otros cultos autorizados. Contra esto, defendió la consigna de Montalambert, “Iglesia libre en Estado libre”, considerando que con ello la institución eclesiástica ganaría autonomía y credibilidad. Y sostuvo, entre otras cosas, el principio de libertad de enseñanza: el Estado no debía educar, sólo proteger la educación asegurándole libertad.50 Esta idea fue desplegada en el debate parlamentario sobre la educación común en dos sentidos: por un lado, que el Estado no podía ser neutro en materia religiosa, la enseñanza de la religión era de interés público y debía protegerla, según Pedro Goyena; y, por otro lado, Tristán Achával Rodríguez sostuvo que el Estado no podía ejercer el monopolio de la educación, porque iba contra las libertades que garantizaba la propia Constitución.51 El concepto de “protección” había cambiado, entonces, de significación. También en 1871 Estrada introdujo algunos cambios a la noción de democracia: ahora, un gobierno democrático era el gobierno de todos, pero ejercido por los mejores. A partir de esta definición, distinguía entre un gobierno popular donde imperaría la aristocracia natural, definida por su superioridad moral y su virtud; y un gobierno de privilegio, que no tomaría en cuenta la calidad, sino el nacimiento, la pertenencia social de sus hombres. 52 Y su visión del sistema educativo también se modificó: había que formar a las masas mediante la instrucción primaria, pero también había que desarrollar la educación universitaria, para contar con una clase dirigente adecuada. Respecto de la enseñanza sostenía que la memorización expresaba una función conservadora de la educación y que, al contrario, la democracia necesitaba ciudadanos que se formaran en el uso de la razón. Ésta era una facultad esencial para discernir la ley moral y decidir con libertad.53 Quería ciudadanos reflexivos y actuantes, orientados a fines morales. Por entonces, también sostuvo que la vida social era un agente educador por excelencia, destacando la relevancia de instituciones como la Iglesia, entre otras.
47. José Manuel Estrada, “La educación: Discurso pronunciado en la distribución de premios del Colegio Modelo del Sud (1867)”, en Discursos…, pp. 93. 48. José Manuel Estrada, “De la virtud democrática (1866)”, en Discursos…, pp. 82. 49. José Manuel Estrada, “La moral y la democracia (1868)”, en La Iglesia y el Estado…, p. 128. 50. José Manuel Estrada, “La moral y la democracia (1868)”, en La Iglesia y el Estado…, pp. 67 -68; p. 101. 51. CONGRESO NACIONAL, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. Año 1883, Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, sf., Tomo 1, 489 y sigs; p. 504. 52. José Manuel Estrada, Discursos…, pp. 124. 53. José Manuel Estrada, La Iglesia y el Estado…, p. 128.
N°10 / julio-diciembre 2011 / artículos La apelación al catolicismo combativo En la década de 1860 Estrada sostenía que había que educar tanto a las masas, como al patriciado nativo. Mientras la primera todavía era presa de la barbarie, el segundo carecía de creencias arraigadas, era ambicioso, egoísta, torpe. Es decir, carecía de la virtud que requería el sistema político. También advertía sobre los riesgos de la política. Aunque consideraba que los partidos eran decisivos para la república, si los hombres colocaban los intereses facciosos sobre el interés general, se formaría un círculo sin bandera, una verdadera oligarquía.54 Desde fines de los 70 y en los 80, esta percepción se acentuó. Estrada denunciaba prácticas políticas ajenas a la moral republicana, corrupción y manejos oligárquicos. Hemos dicho que el momento crítico se abrió con el debate por la Ley 1420, cerrando con la crisis de 1890. En este periodo condenó además el darwinismo social, profundizó el ataque contra el naturalismo, el positivismo y el liberalismo. Fue abandonando la tendencia a la conciliación con las ideas de la modernidad, al tiempo que profundizó su crítica al capitalismo industrial. Ahora coincidía con la intransigencia expresada por Lamarca en la Asamblea de 1884, donde al notable progreso del siglo XIX, se contraponían factores adversos como el positivismo, el nihilismo, el socialismo, las políticas laicistas, los problemas sociales, morales, religiosos, las huelgas, dentro de una abultada enumeración que pretendía denunciar, ante todo, el desplazamiento de la Iglesia y su capacidad de influir en la sociedad. 55 Desde 1879, su decepción respecto del funcionamiento del régimen republicano, las prácticas fraudulentas y el clientelismo,56 parecían acercarlo a una percepción más negativa sobre las masas, a la vez que condenaba lo que creía una excesiva concentración de poder en el Estado y en los partidos políticos. Así, comenzó a pensar la democracia como un organismo y avanzó hacia la idea de una revisión de la forma de representación política. Proponía equilibrar los abusos de los partidos fortaleciendo otras entidades políticas y sociales, como los municipios, las corporaciones, los gremios y la familia, en un progresivo acercamiento a posturas más corporativistas, bajo la influencia de Federico Le Play.57 Cuestionaba un sistema político fundado en las masas inorgánicas y comenzó a exigir el compromiso ciudadano, en procura de leyes legítimas, como acto de patriotismo –entendido como virtud- y de conciencia.58 En 1884, en la clausura de la Primera Asamblea de Católicos Argentinos, Estrada mostró una posición menos optimista y más orientada al integrismo religioso. Había abandonado su discurso crítico sobre la Edad Media, exaltando ahora a los papas que se impusieron sobre el poder temporal; mientras antes centraba la capacidad de educar al ciudadano en la familia, la escuela y la sociedad, ahora la adjudicaba sobre todo a la familia y la Iglesia; fue más intransigente frente al liberalismo, adhiriendo a la tesis conspirativa de los otros oradores respecto de la masonería. Y llamaba a instaurar el reinado social de Jesucristo. Finalmente, su discurso mostraba una nítida identificación entre ser argentino y cristiano, convocando a los ciudadanos católicos a un compromiso de “abnegación personal, obediencia a la Iglesia, entrega a la voluntad de 54. José Manuel Estrada, Discursos, Buenos Aires, Ediciones Estrada, 1946, pp. 95-96; José Manuel Estrada, La Iglesia y el Estado…p 116. 55. Primera Asamblea de los Católicos Argentinos, Buenos Aires, Igon Hermanos Editores, 1885, pp. 373 y sigs. 56. José Manuel Estrada, Discursos… p. 200. 57. José Manuel Estrada, Discursos… p. 204. 58. José Manuel Estrada, Discursos… p. 179.
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CUADERNOS del Ciesal Dios”. Los compromisos cívico y religioso debían unificarse en el católico, que tomaría en sus manos la vara de la justicia, en nombre del pueblo, a quien representaba porque la mayoría de la población era católica.59 En la misma Asamblea, los discursos de Lamarca y Mons. Aneiros expresaban igual intransigencia. Lamarca realizó una dura condena del liberalismo y la masonería, y criticó en particular al catolicismo liberal, dando a entender que el verdadero problema estaba en las filas católicas. Y llamó a asumir la identidad católica en un sentido combativo: “formamos parte de la Iglesia militante” y es necesario levantarse cuando peligran las libertades públicas.60 “Los católicos argentinos no forman un partido: son la inmensa mayoría de la Nación, que ha sido desconocida y burlada por un enemigo…” e identificaba catolicismo con civilización.61 A continuación, resaltó la necesidad de organizar y cohesionar a los católicos para defender los intereses de la Iglesia, en el marco de la legalidad. Su propuesta podría sintetizarse en el lema que sugirió adoptar: “Dios, patria y ley”. Goyena, en un registro semejante, llamó a la unidad de los católicos para ejercer sus derechos políticos a favor de la religión y la institución eclesiástica. Por su parte, el discurso del arzobispo de Buenos Aires, tuvo como objetivo exponer la influencia política e ideológica de la masonería62, sociedad secreta que pretendía “la destrucción de la Iglesia y de todo orden social”, vinculándola estrechamente con el judaísmo anticristiano.63 Por esos años, Estrada también señalaba con más fuerza a la masonería y a los judíos como enemigos de la sociedad cristiana. En conjunto, la Asamblea católica condenó la separación de lo público y lo privado en la vida de los creyentes. El ciudadano católico debía abandonar esa disociación, comprometiéndose con su fe en el ámbito político. Los católicos debían organizarse y unir sus fuerzas. Era una obligación de conciencia comprometerse, entrar en acción para moralizar las instituciones públicas y garantizar leyes cristianas. Estos dirigentes creían que el compromiso debía darse en la contienda electoral: los católicos debían luchar por la verdad y la justicia, “con la armadura de Dios”, inscribiéndose y yendo a las urnas, abandonando la abstención, dando así pruebas de “virtud cívica y fé vigorosa”, a decir de Lamarca.64 En 1890, Estrada y Goyena participaron activamente del movimiento revolucionario contra Juárez Celman. Durante los discursos que pronunciaron en el Frontón “Buenos Aires”, ambos se presentaron en tanto creyentes, ejerciendo la ciudadanía como católicos. Volvían a tender puentes hacia el mundo, los enemigos de ayer eran hoy sus aliados. “Veo bandas rapaces movidas por la codicia…veo un pueblo indolente y dormido” decía Estrada y, ante la nítida manifestación de “oligarquías corrompidas y corruptoras” se decidía por la revolución –esos actos donde el pueblo se levanta contra las tiranías65- para restaurar las instituciones democráticas. La insurrección era legítima 59. Primera Asamblea de los Católicos Argentinos… pp. 457-458. 60. Primera Asamblea de los Católicos Argentinos… pp. 377. 61. Primera Asamblea de los Católicos Argentinos… pp. 378. 62. Estas afirmaciones se inscriben en un periodo en el que puede constatarse el importante desarrollo alcanzado por la masonería en el país y sus estrechos vínculos con los espacios de poder. (cfr. Marta Bonaduo, “Liberales, masones, subversivos” en Revista de Indias, Madrid, CSIC, Vol. LXVII, N° 240) 63. Op.cit., p. 338. 64. Primera Asamblea de los Católicos Argentinos…, p. 394. 65. La referencia al concepto de revolución corresponde al discurso de Estrada ante la Cámara de Diputados de la Nación, en 1887, en ocasión de discutirse la intervención a la Provincia de Tucumán.
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porque “los gobiernos emancipados del principio moral son calamitosos para los pueblos”66. Los movía entonces el imperativo de restauración moral que llevaría a restablecer las instituciones republicanas. Estrada creía que los católicos como tales tenían el deber de cooperar con el bien del Estado. Eran católicos obligados en conciencia a ejercer la ciudadanía a favor de la sociedad civil; y al mismo tiempo, podrían abrirse camino para conseguir los objetivos de la Unión Católica, respaldándose en la Constitución. Expresaban la resistencia a un gobierno que había cercenado atribuciones –tribunales, matrimonio civil- que la Iglesia consideraba derechos garantizados por la Constitución. Finalmente, veía en la Unión Cívica una alianza ocasional movida por una situación de extrema urgencia. Ello justificaba la unión con antiguos enemigos –liberales, anticlericales- que, una vez restablecida la institucionalidad, volverían a tomar sus lugares, aunque “tal vez la tradición de esta campaña hecha en común dulcifique antagonismos personales con algún provecho para la verdad”.67 Compromiso cívico y compromiso cristiano se presentaban como dos caras de una misma moneda donde, a las cuestiones doctrinarias y morales, se sumaba un pragmatismo que pretendía utilizar la acción política en beneficio de los intereses eclesiásticos y, por qué no, facilitar un reposicionamiento en las relaciones de poder.
Previniendo la cuestión social: inmigración e identidad nacional Según hemos visto, hacia la década de 1860, Estrada pretendía tender un puente hacia el siglo XIX, al mismo tiempo que detectaba la emergencia de masas de trabajadores pobres que conformaban la mayor parte de la población de las naciones.68 Volcado a la Argentina, esto se completaba con la idea de un Estado en formación que, a su vez, debía modelar la sociedad y la ciudadanía. En este marco, los obreros fueron tempranamente pensados como hombres con deberes y derechos y, a la vez, como ciudadanos.69 Por esos años, había colaborado en la creación de la Sociedad de San Francisco Javier, orientada a la clase trabajadora. Estaba convencido de la relevancia de esa iniciativa y, a pesar del escaso apoyo conseguido, pretendía perseverar en ella. Los argumentos vertidos para justificar la continuidad de esa actividad anticipaban algunos elementos sobre su idea de cuestión social. En 1863, se refería a la necesidad de la virtud y laboriosidad para las clases pobres: “no hay más felicidad que la virtud; no hay más mérito social que el trabajo…”70 y sostenía que el trabajo y la educación eliminarían la ignorancia y la vagancia de esas clases. El trabajo tenía un carácter moral y, sumado a la virtud, dignificaba al hombre; salvaba a los pueblos y consolidaba la democracia.71 Comprometerse con la Sociedad de San Francisco Javier significaba entonces informar 66. ESTRADA, José Manuel, Problemas argentinos…p. 218. 67. Ibidem. 68. “Virtud y laboriosidad. Conferencia dada el 7 de junio de 1863, en la Sociedad de San Francisco Javier” y “Discurso pronunciado en la Sociedad de San francisco Javier, el 24 de junio de 1864”, en José Manuel Estrada, Discursos… 69. “Discurso pronunciado en la Sociedad de San Francisco Javier, el 24 de junio de 1864”…p. 41. 70. “Virtud y laboriosidad. Conferencia dada el 7 de junio de 1863, en la Sociedad de San Francisco Javier”…p. 30. 71. Ibidem.
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CUADERNOS del Ciesal sobre derechos y deberes; fortalecer en los obreros el valor del trabajo, sin que lamentaran su condición de pobres; prevenir las teorías perniciosas que podían difundirse en la sociedad; formar en esta doctrina a los niños y aprendices que ya se desempeñaban en los talleres. Era, en definitiva, trabajar “sin brillo, sin gloria, pero con eficacia por el porvenir de nuestra patria”.72 Estrada propiciaba una labor de educación cristiana de las masas con un fin preventivo y, a la vez, delineaba una idea de nación que las incluía a través de un cambio cultural, desde una determinada perspectiva ideológica. Poco después, Estrada comenzó a esbozar un discurso que tomaría cuerpo en la década del 1880: expresaba su preocupación por los efectos del industrialismo europeo y de la inmigración en nuestro país, y sumaba duras críticas al individualismo exagerado que imponía la lógica capitalista. Creemos que se afirmaba en él cierta reacción contra el Estado moderno asociado al capitalismo.73 En los escritos de Estrada, puede observarse la preocupación por la heterogeneidad que suponía, en las clases populares, la presencia de elementos indígenas, criollos y europeos de ingreso reciente. No consideraba que la inmigración fuera un agente civilizador, la idea de un “trasplante cultural” le parecía errónea. Además, creía que ella conllevaba el peligro del conflicto por reivindicaciones socioeconómicas y conduciría al “odio de clase”. Por consiguiente, hacia 1880 denunciaba los riesgos de la cuestión social en la Argentina. Polemizando con Alberdi en torno a su escrito Peregrinación de Luz del Día (1871), Estrada afirmaba que la idea de “poblar es gobernar” tendría resultados fatales para el país. La población se concentraría en las ciudades y, sobre todo, en el Litoral, acentuando el desequilibrio de las provincias y del sistema federativo. Crecerían mucho las ciudades puertos por la expansión comercial, pero también dependerían demasiado del interés de los especuladores. Habría una desproporción entre la oferta y la demanda de mano de obra, y el retorno de inmigrantes a Europa sería un descrédito para nuestro país. Finalmente, cuestionaba el fracaso de los ensayos de colonización. En este punto, Estrada, que asociaba el poblamiento del país con la cuestión nacional, abandonaba su posición antiestatista y proponía un desarrollo planificado de la inmigración, colonizando, dando acceso a la tierra, otorgando préstamos y exenciones por iniciativa del Estado.74 Estrada no creía en el trasplante cultural. Los que venían a la Argentina eran pobres expulsados y, a su juicio, Europa “hace del pobre un bárbaro.” 75 Por tanto, no servían para civilizar. Vimos que su idea de civilización pasaba, en gran medida, por la educación cristiana y la virtud cívica, social, laboral. En ese marco, creía que la mezcla de africanos, europeos e indígenas en las ciudades no agregaba nada a la conformación moral e intelectual del conjunto.76 Por otro lado, a comienzos de los 80, Estrada avizoraba la posibilidad de la cuestión social: los extranjeros establecidos en las ciudades tenían malas condiciones de trabajo y muchos carecían de oficio, por tanto estaban surgiendo los primeros reclamos en ese sentido. Según creía, se planteaban conflictos exóticos y se creaban organizaciones públicas o clandestinas que presagiaban un mal desenlace. Estrada consideraba que el trabajador extranjero no era superior al nativo; y que la acumulación de la riqueza sin distribución, sumada a la 72. “Discurso pronunciado en la Sociedad de San francisco Javier, el 24 de junio de 1864”…p. 45. 73. “Le Play y el liberalismo. Conferencia dada en la Academia Literaria del Plata, 24 de junio de 1882”, en José Manuel Estrada, Discursos, Buenos Aires, Ediciones Estrada, 1946, pp. 275 a 306. 74. “Peregrinación de Luz del Día. Examen crítico” en La Iglesia y el Estado… 75. “Juventud cristiana (1880)…” en Discursos…, p. 240. 76. Ibidem.
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ambición, el lujo y la ostentación de los exitosos del sistema, anunciaban borrascas en el horizonte.77 Llamaba entonces a implementar mecanismos que se orientaran a neutralizar los efectos culturales de la heterogeneidad étnica, por un lado. Por otro, instaba a revisar los efectos del progreso económico, abandonando la acumulación insensata de riqueza e introduciendo una “distribución cristiana” de la misma.78 Esta preocupación se expresó en la Asamblea de Católicos de 1884, que incorporó el tema social y promovió por primera vez la creación de Círculos de Obreros como medida preventiva. Textualmente, en esa Asamblea se proponía “el establecimiento de talleres para obreros, de escuelas de Artes y Oficios, de oficinas de colocaciones para necesitados, y de círculos parroquiales de obreros, basado todo en la instrucción y las prácticas religiosas.79 Según vimos, en la década del 80 los católicos pensaban que la enseñanza laica llevaría a la desacralización de la sociedad, es decir, al ateísmo de las masas como resultado de la neutralidad religiosa en las escuelas públicas. Y, si bien no parecían creer que la cuestión social fuera un hecho inminente en la Argentina, resulta evidente la influencia de Estrada en esta iniciativa para prevenir los efectos negativos del proceso secularizador en marcha.80 Creemos que el punto del programa referido a lo social constituía sólo un complemento de los demás temas considerados, pretendiendo una mirada global sobre todos los ámbitos donde la Iglesia consideraba débil su presencia, fuera por acción directa del gobierno, o fuera por fisuras provocadas por las mismas políticas estatales, ya que el régimen liberal permitía, a juicio del catolicismo, la difusión de ideologías francamente anticlericales, tales como la masonería, el socialismo o el anarquismo. Por otro lado, en lo social todavía parecía primar una perspectiva tradicional, sobre la de un reformismo más decidido. Por ejemplo, la cuestión del descanso dominical -problema nacido de los cambios que introdujo el incipiente desarrollo capitalista en nuestro país- fue tratado por un religioso, Fray Luciano Chapo, que lo fundamentó en la necesidad de cumplir el precepto de santificar las fiestas, tema previsto en el programa, y no se produjo mayor debate al respecto.81 Cierto es que aquí se articulaba un fundamento religioso con el compromiso público del laico y que, a la larga, defendía algo que para otros sería un derecho del trabajo; pero la argumentación estaba anclada en un discurso moral y religioso, que no incursionaba en discusiones sobre los derechos y la justicia social, tal como estaba comenzando a plantearse entre los católicos europeos. Por otro lado, debido al carácter supletorio que tuvo su tratamiento, las cuestiones de índole social contempladas en el programa no encontraron un cauce adecuado, una vez terminado el Congreso, y habría que esperar todavía unos años para que fueran consideradas desde otro ángulo. Volviendo a Estrada, éste denunciaba cierta dependencia cultural de Europa: se copiaban su legislación y sus instituciones; se reproducían sus disputas, siendo la nuestra una realidad diferente y, de este modo, la sociedad
77. Ibidem. 78. “Papel de la juventud cristiana. Conferencia dada en la Academia Literaria del Plata, el 10 de octubre de 1880”, en José Manuel Estrada, Discursos…p. 244. 79. Diario de Sesiones de la Primera Asamblea de Católicos Argentinos… 80. La Unión, 17 de mayo de 1884, Año II, nº 533 y “Conferencia de Estrada con motivo de la muerte de Le Play”, 24 de junio de 1882, en José E Niklison., op.cit. 81. Néstor T.Auza, Católicos y liberales en la generación del ochenta, Buenos Aires, Ministerio de Educación y Cultura. Secretaría de Estado de Cultura, 1981, pp. 282-283.
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CUADERNOS del Ciesal argentina sacrificaba “su personalidad”.82 Fruto de esa imitación eran el individualismo y la destrucción de las fuerzas corporativas, de su tradición y de sus jerarquías. Este autor tenía una noción esencialista de nacionalidad83 que, desde su perspectiva, estaba en riesgo debido al impacto de la inmigración masiva. Ya en 1879 había planteado que dos grandes problemas lesionaban la homogeneidad necesaria para la constitución de la nación. Uno de ellos, lo constituían el clientelismo, el faccionalismo y la corrupción política que hemos mencionado en otros apartados. El otro era resultado de la inmigración masiva, debido a sus secuelas negativas. También afirmaba la idea de una nación preexistente que había sido destrozada por las vicisitudes de su historia: se habían perdido territorios en manos de otros países; y algunos fragmentos del territorio nacional estaban bajo otras banderas. Le preocupaba entonces la cuestión de la unidad territorial y el riesgo que para ella significaba la presencia de grupos de extranjeros asentados en determinados lugares de la República. Por esa misma época, Sarmiento expresaba temores semejantes. Asimismo, Estrada reivindicaba la tradición como un modo de garantizar la integridad de la patria. Apelaba entonces a las virtudes cívicas; al respeto de la familia, de las corporaciones y de los gremios; reinvindicaba la autonomía de los municipios; y rechazaba la agregación inorgánica de masas y oligarquías en el sistema político. Quizás influido por el debate sobre la representación política que surgía por aquellos años en Europa,84 o por inquietudes de esa índole que también cruzaban el campo católico, planteó tempranamente la idea de una república organicista que sustituyera la representación de partidos facciosos por la de los elementos activos de la sociedad, según su importancia y funciones: la industria, el comercio, el trabajo, el capital, las ciencias, las profesiones liberales, la moral y la religión. Esto implicaba organizar la sociedad según órdenes de intereses, creando sujetos de derecho que, a la vez, constituirían la identidad de las naciones. Por tanto, en su discurso se enlazaban sutilmente un riesgo social que para él estaba en ciernes, con la decepción por la democracia vigente, y las dificultades para construir una identidad propia en ese contexto. Para él, el amor a la nacionalidad implicaba prevenir transformaciones nocivas e integrarla, obedeciendo a la tradición y a la historia; impedir nuevas mutilaciones territoriales, según el derecho y el honor; sostener el fundamento moral y religioso de la nación, luchando por Dios y la Patria.85 Así, en los años 80, Estrada articulaba un organicismo derivado del pensamiento de Le Play con la necesidad de revisar la forma de representación política dentro de la República. En el plano cultural, a su vez, insistió en señalar los peligros de un cosmopolitismo doctrinario, subordinado a la influencia europea, y reclamó la virtud del patriotismo para construir una civilización argentina, es decir, una individualidad nacional.86
82. “Peregrinación de Luz del Día. Examen crítico” en La Iglesia y el Estado… 83. Cfr. Lilia Ana Bertoni, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, Buenos Aires, FCE, 2001. 84. Cfr. Pierre Rosanvallon, Le peuple introuvable… 85. “La independencia nacional. Conferencia a los alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires, 24 de mayo de 1879, en conmemoración de la Independencia nacional)”, en José Manuel Estrada, Discursos.…p. 204-209. 86. Cfr. “Le Play y el liberalismo…” y “El patriotismo. Discurso conmemorativo dirigido a los alumnos del Colegio Nacional, 22 de mayo de 1883, con motivo del aniversario de nuestra independencia”, en José Manuel Estrada, Discursos…
N°10 / julio-diciembre 2011 / artículos Conclusiones A lo largo del presente trabajo, hemos pretendido analizar el discurso de ciertos intelectuales que, en la década del 80, se vieron a sí mismos como parte de “una Iglesia militante”87 que combatía el avance secularizador de un Estado de reciente formación. A nuestro juicio, ellos representaron la emergencia de un campo intelectual católico donde se expresaron ideas que tomarían un matiz específico al calor de la disputa. Aunque en forma explícita el debate apuntó a cuestiones como la educación, la familia y el matrimonio, la pervivencia de la autoridad y las tradiciones cristianas, de modo implícito se ponía en discusión las relaciones entre Iglesia y Estado, tanto como la conformación de una ciudadanía y una identidad nacional. Desde la perspectiva católica, el Estado debía comprometerse con la instrucción religiosa de los niños a través de la escuela y llenar así el vacío provocado por la falta de sacerdotes. Pero no debía monopolizar la educación, pues corría el riesgo de imponer un pensamiento único. Se pretendía para la Iglesia un rol de cogobierno, favoreciendo la complementariedad de ambos, pero no su fusión. Por otra parte, como se entendía que el catolicismo era un agente civilizador, la denominada “escuela sin Dios” provocaría un deterioro en los grados de civilización de la sociedad argentina. Al contrario, enseñar religión en las escuelas se consideraba un factor de progreso. Creemos que una cuestión central que preocupaba al catolicismo era la idea de que la educación moldearía a los ciudadanos del mañana. Catolizar desde la escuela significaría crear, a futuro, una nación católica con ciudadanos concientes y moralmente probos. Si bien hemos contrastado ideas de Goyena, Lamarca, Achával Rodríguez y Estrada, hemos escogido a este último como articulador de un recorrido intelectual que cristalizó en el catolicismo combativo de las leyes laicas, en la década del 80. Su versatilidad, su reconocimiento e influencia dentro y fuera del campo católico, y la abundancia de escritos disponibles han resultado decisivos en nuestro recorte. Asimismo, Estrada tuvo la particularidad de vincular la democracia y la ciudadanía con cuestiones de índole económico-social, anticipando en ese sentido problemas que recién se desplegarían una década después. Este autor partió de una mirada contemporizadora con la modernidad y el liberalismo político, tendiendo un puente de conciliación, para revisar luego sus posiciones, en medio de un creciente desencanto que lo inclinó a convicciones más integristas en lo religioso y más organicistas en lo político. Finalmente, resignó parte de la autonomía intelectual de su juventud, para cerrar filas con sus pares y con la jerarquía de la Iglesia a partir de los 80. Coincidió con ellos en suprimir disidencias internas y organizar la unidad de los católicos frente a enemigos que no admitían ambigüedades y que, ante todo, identificaron con el liberalismo y la masonería. Fue una figura emblemática que, en diálogo con otros intelectuales y miembros de una elite a la que pertenecía, articuló de una manera original un catolicismo tempranamente combativo con preocupaciones que remitían al gobierno, la democracia y la representación política, tanto como a la conformación de una ciudadanía que contemplara la diversidad étnica, la condición del gaucho y el obrero, el acceso a la propiedad, el derecho al trabajo y la cuestión de la riqueza, instalando una agenda de problemas que anunciaban la cuestión social.
87. “Discurso de Emilio Lamarca”, en Diario de Sesiones de la Primera Asamblea de Católicos Argentinos, Buenos Aires, Igon Hnos, 1885, p. 377.
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Los primeros pasos de la negociación Privatizaciones. Rol del sindicalismo colectiva en la Argentina* Caso analizado: Foetra Maricel Bertolo Dra. en Historia – Universidad de Buenos Aires Docente e Investigadora – Facultad de Ciencia Política y RRII Raúl Irigaray Cátedra de Administración Pública mbertolo@fcpolit.unr.edu.ar Facultad de Ciencia Política y RR.II. U.N.R.
* Este artículo es parte de una investigación más amplia, desarrollada en el marco de mi tesis doctoral: “Estado y trabajadores en Argentina. El Departamento Nacional del Trabajo ante el fenómeno de la desocupación, 1907-1934”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, octubre de 2008.
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Resumen
Este artículo se presenta como una contribución al análisis de las funciones del Estado en tanto mediador en los conflictos entre capital y trabajo, específicamente en relación a las primeras manifestaciones de la vigencia de acuerdos colectivos. De acuerdo con este orden de prioridades, se revisan los principales antecedentes en materia de negociación colectiva que comenzaron a registrarse en Argentina en las tres primeras décadas del siglo XX, en la medida en que estas primeras experiencias anticiparon el posterior desarrollo de acuerdos colectivos de carácter estable y mucho más generalizados que contaron con la mediación estatal, y tendieron a prevalecer desde mediados de los años treinta, profundizándose de manera decisiva con el advenimiento del peronismo. Creemos que en estos años se irá estructurando, aunque de manera incipiente, un sistema de relaciones y prácticas laborales en materia de negociación colectiva, que expresará importantes elementos de continuidad respecto de la posterior experiencia. En líneas generales, es escasa la historiografía relacionada con la negociación colectiva en nuestro período de estudio y tiende a reflejar el problema en forma parcial y circunscripta a ciertos sectores productivos en coyunturas particulares, no abordando una visión de conjunto en relación a las primeras experiencias sobre acuerdos colectivos que comienzan a registrarse con el cambio de siglo. Palabras claves: Negociación colectiva - departamento nacional del trabajo - arbitraje estatal - socialismo - sindicalismo revolucionario
Abstract
This article presents itself as a contribution to the analysis of the State’s role as mediator in the conflicts between capital and work, specifically in relation to the first manifestations of the validity of collective agreements. In accordance with this order of priorities, the text examines the main antecedents as regards collective negotiation which began to take place in Argentina in the first three decades of the 20th century, insofar as these early experiences suggested the subsequent development of much more widespread collective agreements of a steady nature. These were mediated by the State and tended to prevail since the mid-thirties, becoming decisively stronger with the rise of Peronism. We believe that in those years it will begin to structure, though in an incipient way, a system of labor relations and practices related to collective negotiation, which will express important elements of continuity regarding the later experience. In broad outline, there is little historiography connected with collective negotiation in the period under study and it tends to reflect the issue incompletely and restricted to certain productive sectors in particular situations, rather than approaching it as a whole in connection with the first experiences of collective agreements that begin to take place at the turn of the century. Keywords: Collective negotiation – national labor department – state arbitration - socialism – revolutionary syndicalism
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N°10 / julio-diciembre 2011 / artículos Introducción En este artículo se revisan los principales antecedentes en materia de negociación colectiva que comenzaron a registrarse en Argentina en las tres primeras décadas del siglo XX, en la medida en que estas primeras experiencias anticiparon el posterior desarrollo de acuerdos colectivos de carácter estable y mucho más generalizados que contaron con la mediación estatal, y tendieron a prevalecer desde mediados de los años treinta, profundizándose de manera decisiva con el advenimiento del peronismo. De acuerdo con este orden de preocupaciones, nos concentraremos en dos tareas principales aún no abordadas por los historiadores en nuestro período de estudio. Por una parte, intentaremos reconstruir parcialmente la evolución que experimentó la intervención estatal relacionada con las primeras expresiones de negociación colectiva. Más específicamente, centraremos nuestro análisis en las primeras manifestaciones de la mediación estatal, prestando especial atención a las funciones de conciliación y arbitraje que comienza a desarrollar en forma incipiente el Departamento Nacional del Trabajo (DNT). En esta misma línea, también, revisaremos los primeros proyectos legislativos que plantearon la conveniencia del contrato colectivo de trabajo. Por la otra, indagaremos las principales experiencias precursoras en la materia y algunas de las respuestas esgrimidas desde el socialismo y el sindicalismo revolucionario. El escenario elegido es la ciudad de Buenos Aires, habiendo sido este ámbito geográfico el destino principal de las primeras iniciativas del Estado en la esfera laboral y, además, donde tuvieron lugar los primeros conflictos y reclamos gremiales. El modo particular de relaciones laborales que se fue gestando en estos años se fue proyectando, en buena medida, en el ámbito nacional. Este trabajo se presenta como una contribución al análisis de las funciones del Estado -a través del DNT- en tanto mediador en los conflictos entre capital y trabajo, específicamente en relación a las primeras manifestaciones de la vigencia de acuerdos colectivos. En estos años, se prefiguraron un conjunto de ideas y de acciones vinculadas con la negociación colectiva en el imaginario de los diferentes actores laborales involucrados –Estado, trabajadores y empresarios-, mucho antes de lo que registran los trabajos historiográficos referidos al tema. En líneas generales, la historiografía vinculada con la negociación colectiva es escasa y tiende a reflejar el problema en forma parcial y circunscripta a ciertos sectores productivos en coyunturas particulares, no abordando una visión de conjunto en relación a las primeras experiencias sobre acuerdos colectivos que comienzan a registrarse con el cambio de siglo. Este artículo se estructura de la siguiente manera. En la primera parte se analizan las primeras intervenciones públicas que intentaron promover el establecimiento de acuerdos colectivos en el ámbito laboral. En esta misma línea de preocupaciones, también se revisan las principales expresiones legislativas referidas al contrato colectivo de trabajo, estableciendo una comparación en cuanto a los contenidos de los dos primeros proyectos de código laboral elaborados en 1904 y 1921, respectivamente. En segundo lugar, se indagan las diversas expresiones de relaciones colectivas de trabajo registradas en nuestro período de estudio. En tercer lugar, se caracterizan las diferentes posturas esgrimidas por
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CUADERNOS del Ciesal dirigentes de filiación socialista y ‘sindicalista’ frente al surgimiento de las primeras manifestaciones de la negociación colectiva. El análisis de los dos primeros proyectos de codificación de la legislación laboral, en relación al desarrollo de las convenciones colectivas de trabajo, nos permitirá ahondar sobre los nuevos fundamentos jurídicos que comenzaron a orientar la labor de algunos legisladores con el cambio de siglo, contribuyendo a la emergencia de una nueva doctrina que comienza a plantear la necesidad de incorporar mayores niveles de equidad social, en el camino hacia la configuración de un nuevo derecho vinculado con el mundo laboral.1 Asimismo, creemos que en estas primeras décadas del siglo XX se irá estructurando, aunque de manera incipiente, un sistema de relaciones y prácticas laborales en materia de negociación colectiva, que expresará importantes elementos de continuidad respecto de la posterior experiencia registrada desde mediados de los años treinta y ampliada de manera significativa durante los gobiernos peronistas.
Primeras iniciativas estatales vinculadas con la negociación colectiva A partir de la realización de la primera huelga general en 1902, la elite dirigente profundizó decididamente su perfil represivo frente al movimiento obrero. La primera década del siglo XX se caracterizó por una aguda confrontación social, que tuvo como uno de sus principales protagonistas a importantes sectores del movimiento obrero conducidos por el anarquismo, cuyos dirigentes fueron los destinatarios fundamentales de la política represiva.2 En forma paralela, de acuerdo con lo afirmado por Juan Suriano, el poder político también desarrollaba una estrategia “preventiva” que sentaba las bases para el desarrollo de una incipiente política social y para un nuevo rol que tímidamente comenzará a jugar el Estado como “mediador” en los conflictos laborales.3 Esta nueva vía estaba destinada, principalmente, al socialismo, sector que sostuvo un perfil gradualista y propició métodos de lucha que se encuadraban en una mayor legalidad. Se intentaba así, resguardar el normal funcionamiento de la economía agroexportadora, evitando la realización de posibles huelgas generales que significaran como en 1902, la paralización del comercio de exportación. En esta misma línea, se inscribían la sanción de las primeras leyes obreras y la creación en 1907 del DNT, en la esfera del Ministerio del Interior. Una de las iniciativas más relevantes en la vía “preventiva” fue el primer proyecto de codificación laboral impulsado a principios de 1904 por Joaquín V. González, entonces Ministro del Interior, durante 1. En un trabajo anterior analizamos los principales contenidos presentes en los dos proyectos de codificación en relación al contrato colectivo; Ver: Maricel Bertolo, “Los primeros pasos de la negociación colectiva en la Argentina”, ponencia presentada en las III Jornadas Nacionales: “Espacio, Memoria e Identidad”, organizadas por la Facultad de Humanidades y Artes, la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR, setiembre de 2004. 2. Ricardo Falcón, “Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión social en Argentina (1880-1912)”, en Anuario, N° 12, Rosario, Fac. Humanidades y Artes – UNR, 1986/7; Juan Suriano, “El Estado argentino frente a los trabajadores urbanos: política social y represión, 1880-1914, en Anuario, N° 14, Facultad de Humanidades y Artes – U.N.R., 1989/90. 3. Juan Suriano, “El Estado argentino frente a los trabajadores urbanos…”.op.cit.
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la segunda presidencia de Julio A. Roca, como expresión del sector más reformista dentro de la elite dirigente, que propiciaba un tratamiento alternativo a la represión sistemática frente a los conflictos obreros, cuestión que retomaremos en el punto siguiente.4 Pese a que nunca fue aprobado, constituyó el punto de partida de la legislación laboral en el país. En cuanto a los contenidos del Proyecto, otorgaba algunas de las reivindicaciones mas sentidas por los trabajadores –entre otras, fijaba la jornada de ocho horas diarias de trabajo-, aunque en su articulado prevalecía un espíritu fuertemente restrictivo de la actividad sindical.5 A pesar del alcance muy limitado de estas reformas, que no lograban disimular el contenido todavía predominantemente represivo de la acción gubernamental frente al movimiento obrero, comenzaban a expresar el inicio de un cambio de perspectiva en cuanto a la resolución de la “cuestión social”.6 Hacia fines de 1904, más precisamente el 20 de octubre, el Poder Ejecutivo mediante un decreto autorizaba el Jefe de Policía de la ciudad de Buenos Aires a ofrecer su mediación o proponer el arbitraje en las disputas planteadas entre obreros y patrones, en relación a condiciones de trabajo y salarios.7 Esta decisión ponía en evidencia la preocupación del gobierno y su necesidad de propiciar la mediación estatal en los conflictos planteados en el ámbito laboral, como respuesta novedosa orientada a disminuir la creciente agitación social registrada en la primera década del siglo. Sin embargo, esta iniciativa también reflejaba el espíritu todavía marcadamente represivo que prevalecía en la visión del poder político, en la medida en que el rol arbitral y conciliador en las disputas entre capital y trabajo, coincidía con la autoridad policial.8 Algunos años más tarde, a principios de 1907, José Nicolás Matienzo -primer presidente del recientemente creado DNT-, iniciaba una gestión tendiente a derogar esta disposición, proponiendo instancias alternativas para la mediación y el arbitraje, separándolas de la esfera represiva. En las consideraciones formuladas por Matienzo, las dificultades suscitadas en el conflicto gremial recientemente producido en el sector ferroviario, habían dejado al descubierto la ausencia de una legislación sobre contratos colectivos de trabajo, especialmente, en relación con los transportes, nervio vital de la economía agroexportadora.9 Sobre este tema, reconocía que desde los inicios de su gestión como presidente de la agencia estatal, había procurado sin éxito la celebración de convenios colectivos que regularan las relaciones laborales, como un mecanismo adecuado para prevenir los conflictos. Con ligeras modificaciones, el 14 de junio de 1907 el Poder Ejecutivo presentaba al Congreso el proyecto de ley sobre conciliación y arbitraje elaborado por Matienzo, que apuntaba a prevenir los con4. Ibidem; Una perspectiva diferente sobre el reformismo oligárquico en: Eduardo Zimmermann, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina (1890-1916), Buenos Aires, Sudamericana- Universidad de San Andrés, 1994. 5. El texto completo del Mensaje Preliminar y del Proyecto de Ley Nacional del Trabajo pueden consultarse en: Cayetano Carbonell, Orden y trabajo, Vol. I, Buenos Aires, Librería Nacional J. Lajouanne y Cía., 1910. 6. Juan Suriano, “Una aproximación a la definición de la ‘cuestión social’ en Argentina”, en J. Suriano (comp.) La cuestión social en Argentina, 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2000. 7. Boletín del Departamento Nacional del Trabajo (en adelante, BDNT), N° 1, junio 30 de 1907. 8. Juan Suriano, “El Estado argentino frente a los trabajadores urbanos…”, op.cit. 9. El conflicto gremial había sido protagonizado por la Compañía del Ferrocarril Gran Oeste y los obreros maquinistas y foguistas; Ver: BDNT, N° 1, op.cit.
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CUADERNOS del Ciesal flictos colectivos suscitados en el sector transportes. Sin embargo, no recibiría tratamiento legislativo, postergándose en forma indefinida su sanción. 10 A pesar del carácter “pasivo” que la legislación le había asignado al DNT en los primeros años de su trayectoria, al encomendarle recolectar datos sobre la situación de los trabajadores con el fin de elaborar una adecuada legislación, su primer presidente se propuso en forma inmediata establecer contactos con la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) anarquista y con la Unión General de Trabajadores (UGT) conducida por ‘sindicalistas’, en tanto organizaciones representativas de los trabajadores.11 La iniciativa apuntaba a conocer las opiniones sustentadas por estos organismos en cuanto al empleo de mecanismos conciliatorios para la resolución de los conflictos planteados en el ámbito laboral. La consulta formulada por el DNT no obtuvo respuesta por parte de la FORA, desestimando esta posibilidad los dirigentes de la UGT. El rechazo al ofrecimiento del organismo estatal, tanto en el caso del anarquismo -corriente hegemónica en la conducción del movimiento obrero en la primera década- como del sindicalismo revolucionario, se vinculaba con la defensa de postulados antiestatistas presentes en ambas corrientes, aunque desde perspectivas ideológicas diferentes, que se expresaban en una abierta oposición a la intervención del Estado en la vida sindical.12 Sin embargo, a pesar de esta negativa inicial, con el transcurso del tiempo, sobre todo en algunos sectores conducidos por dirigentes próximos al sindicalismo revolucionario, se evidenciará una aceptación gradual de las prácticas arbitrales que, con frecuencia, contarán con la participación del DNT. Por su parte, Matienzo insistirá desde su gestión como presidente del DNT, con algunas iniciativas tendientes al establecimiento de mecanismos legales de conciliación y arbitraje que apuntaran a prevenir los conflictos colectivos, prestando especial atención a aquellos suscitados en el sector transportes. Sin embargo, estas primeras iniciativas no alcanzaban concreción. Entre otras cuestiones, la visión sustentada por Matienzo, próximo al pensamiento liberal, expresaba cierta contradicción con la necesidad de propiciar un mayor grado de intervención por parte de la agencia estatal.13 Asimismo, las restricciones presupuestarias condicionaron, particularmente, los primeros años el accionar del DNT. Sin embargo, la intensa conflictividad social registrada en el transcurso de estos años, seguramente fue un factor que incidió estimulando una presencia más “activa” del DNT, que acrecentaba en los hechos su esfera de competencia y se erigía en forma gradual, aunque no sin contradicciones, como mediador
10. El contenido del proyecto elaborado por el DNT y la versión definitiva finalmente presentada al Congreso por el Poder Ejecutivo, pueden consultarse en: BDNT, N° 1, op.cit.; también en Cayetano Carbonell, Orden y Trabajo, Vol. II, op.cit. 11. BDNT, N° 1, op.cit., También en: Juan Suriano, “El Estado argentino frente a los trabajadores urbanos, política social y represión, 1880-1914”, op.cit. 12. Ricardo Falcón, “Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión social en Argentina (1880-1912)”, en Anuario, N° 12, op.cit.; Juan Suriano, “El Estado argentino frente a los trabajadores urbanos: política social y represión, 1880-1914, en Anuario, N° 14, op.cit. 13. Un análisis más detallado sobre las primeras iniciativas propiciadas por José N. Matienzo en el DNT, pueden consultarse en: Maricel Bertolo, “Estado y trabajadores en Argentina. El Departamento Nacional del Trabajo ante el fenómeno de la desocupación, 1907-1934”, Tesis Doctoral, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, octubre de 2008.
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en las frecuentes disputas que se suscitaban entre capital y trabajo.14 No obstante, este proceso de evolución estuvo signado permanentemente por avances y retrocesos, según las diversas variables que estaban en juego, entre las que ocupaban un lugar relevante, las características de los actores laborales involucrados –DNT, trabajadores y empresarios-, así como también, la perspectiva reflejada por el poder político en materia de intervencionismo estatal y en relación a la selección de los variados mecanismos tendientes a la consecución de los objetivos planteados en cada coyuntura. En este sentido, el nombramiento en el DNT de personal con conocimientos técnicos, y de profesionales que acreditaban un importante nivel de especialización en temas laborales, que en no pocas ocasiones se desempeñaban en distintas funciones dentro del organismo oficial, favorecerá el proceso de constitución de una burocracia estatal de carácter estable, que irá adquiriendo creciente prestigio en su esfera de competencia, al mismo tiempo que conquistaba un mayor grado de autonomía.15 Asimismo, la sanción hacia fines de 1912 de la Ley N° 8999 de reorganización de la oficina estatal, se tradujo en una ampliación de las funciones, al incorporar tareas de inspección y vigilancia de las leyes obreras, la constitución de “consejos del trabajo” -compuestos por igual número de patronos y obreros-, con el objetivo de dirimir los conflictos que se suscitaran entre capital y trabajo y, finalmente, la creación de una agencia de colocaciones destinada a la intermediación laboral. 16 Desde el punto de vista de las conductas más frecuentes, el ofrecimiento de mediación en las disputas laborales por parte del DNT, se irá convirtiendo en una práctica recurrente en el caso del sector transportes -tanto terrestre como marítimo-, en nuestro período de estudio. En este sector estratégico para la economía primario exportadora, además de ofrecer su mediación la agencia estatal, también con bastante frecuencia intervenían en las negociaciones los ministros del interior y de obras públicas y, en no pocas ocasiones, el mismo poder ejecutivo se involucraba en forma directa en el resultado final de los acuerdos. 14. Juan Suriano, “El Estado argentino frente a los trabajadores urbanos: política social y represión, 1880-1914, en Anuario, N° 14, op.cit. 15. Oscar Oszlak, “Formación histórica del Estado en América Latina: Elementos teórico-metodológicos para su estudio”, Buenos Aires, CEDES, N° 3, vol.I, 1978. Algunos días después del nombramiento de José Nicolás Matienzo como primer presidente del DNT, el 19 de marzo el Presidente José Figueroa Alcorta emitía un nuevo decreto designando al personal que integraría la oficina recientemente creada. Entre los más conocidos, figuraban Alejandro Ruzo y Alejandro M. Unsain, especialistas destacados en materia laboral, desplegaron una intensa labor, ocupando diversas funciones, inclusive la presidencia interina del organismo oficial en 1910 y en 1918, respectivamente. Otro de los funcionarios de larga trayectoria en la agencia estatal, nos referimos a Juan Oscaris, era designado en el cargo de “Escribiente” en esta oportunidad, desempeñándose posteriormente como inspector laboral; ver: BDNT, N° 1, op.cit. 16. DSCD, setiembre18 de 1912, T.II, pp. 767 a 793; setiembre 26 de 1912, T.II, pp. 999 a 1015; sanción definitiva en: setiembre 30 de 1912, T.II, p. 1161. Ver: BDNT, N° 27, julio 31 de 1914. Sobre el DNT, pueden consultarse: Néstor T. Auza, “La política del Estado en la cuestión obrera al comenzar el siglo XX. El Departamento Nacional del Trabajo 1907-1912”, en Revista de Historia del Derecho, N° 15, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 1987;-------------, “La legislación laboral y la complejidad del mundo del trabajo. El Departamento Nacional del Trabajo, 1912-1925”, en Revista de Historia del Derecho, N° 17, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 1989; Juan Suriano, “El Estado argentino frente a los trabajadores urbanos: política social y represión, 1880-1914”, op.cit.; Eduardo Zimmermann, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina (1890-1916), op.cit.; Germán Soprano, “El Departamento Nacional del Trabajo y su Proyecto de Regulación Estatal de las Relaciones Capital-Trabajo en Argentina. 1907-1943”, en José Panettieri (comp.), Argentina: Trabajadores entre dos guerras, Buenos Aires, Eudeba, 2000; Hernán González Bollo, “La cuestión obrera en números: la estadística socio-laboral argentina y su impacto en la política y la sociedad, 1895-1943”, en Hernán Otero, El mosaico argentino. Modelos y representaciones del espacio y de la población del siglo XIX-XX, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004.
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CUADERNOS del Ciesal Las importantes transformaciones políticas, sociales y económicas producidas en la Argentina de la entreguerra, tuvieron su correlato en un crecimiento de la legislación laboral. Por su parte, en el transcurso de este período el DNT, como sugiere Hernán González Bollo, se irá constituyendo -a partir del conocimiento técnico “acumulado” en relación a la cuestión obrera- en el articulador de un sistema de negociación colectiva, que apuntará a la integración de trabajadores y empresarios de diferentes sectores productivos con intereses antagónicos, en un esquema de acuerdo de “matriz corporativa” favorecido por la mediación estatal.17
El “Proyecto González” En el nuevo escenario laboral que caracterizó a la Argentina de principios del siglo XX, Joaquín V. González sugería en su proyecto de código laboral, la conveniencia de los contratos colectivos, como un instrumento idóneo para regular los comportamientos y necesidades cada vez más homogéneos que tendían a prevalecer en la gran industria. En cuanto al contrato de trabajo individual y a la práctica de las convenciones colectivas, encontramos en el Mensaje que antecedía al Proyecto, comentarios relevantes que ponen en evidencia los valores subyacentes en la argumentación del legislador.18 En los enunciados del Mensaje Preliminar aparece con bastante insistencia la necesidad de alcanzar la armonía entre el trabajo y el capital. De acuerdo con esta intención, se apuntaba a la defensa de la función regulatoria del Estado en cuestiones atinentes al mundo del trabajo, con el objetivo prioritario de prevenir el conflicto social. Específicamente, en relación al contrato de trabajo, hasta la elaboración del “Proyecto González”, éste no había sido materia de una legislación especial. En el Código Civil encontraba un marco normativo en la “locación” o “arrendamiento de servicios”.19 Esta figura jurídica parece haber regulado las relaciones contractuales en el ámbito laboral, hasta el advenimiento del peronismo.20 En coincidencia con los comentarios de especialistas de la época inspirados en los nuevos principios jurídicos y en la experiencia internacional, en el mensaje que precedía al Proyecto el legislador planteaba el carácter insuficiente de la legislación vigente y la consecuente necesidad de incorporar nuevos elementos en la figura del contrato de trabajo. De acuerdo con esta intención renovadora en materia jurídica, señalaba los importantes cambios operados en el desarrollo industrial del país que se expresaban, fundamentalmente, en la existencia de grandes talleres y fábricas. Estas afirmaciones 17. Según las afirmaciones del autor: “Las demandas políticas acrecentaron el peso decisorio de la agencia laboral en el diseño de la legislación, desplazando poco a poco el poder mediador sobre el mundo industrial de la legislatura al DNT. Este desplazamiento de la ley por el acuerdo privado homologado por el Estado anunció la puesta en marcha de un contrato social de matriz corporativista”; ver: Hernán González Bollo, “La cuestión obrera en números: la estadística socio-laboral argentina y su impacto en la política y la sociedad, 1895-1943”, op.cit., p. 360. 18. Cayetano Carbonell, Orden y trabajo, Vol. I, op.cit. 19. Código Civil de la República Argentina (versión comentada), Tomo I, Buenos Aires, Imprenta Pablo E. de Coni, 1881, Título VI, Capítulo VIII, “De la locación de servicios”, arts. 1625 y 1626, p. 443. 20. Ricardo Gaudio y Jorge Pilone, “El desarrollo de la negociación colectiva durante la etapa de la modernización industrial en la Argentina, (1935-1943), en Juan Carlos Torre (comp.), La formación del sindicalismo peronista, Buenos Aires, Legasa, 1988, p.33.
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se correspondían con la evolución industrial experimentada en las últimas décadas del siglo XIX. En efecto, aunque las plantas de mayores dimensiones fueron surgiendo en distintos momentos, y con importancia disímil según el sector, ya hacia la década de 1870, habían comenzado a ocupar un lugar relevante en la estructura productiva.21 Es así que en sus argumentaciones, Joaquín V. González defendía la conveniencia de un tratamiento legislativo particular en relación al contrato de trabajo, diferenciándolo explícitamente del “alquiler de servicios” regulado por el Código Civil. En esta nueva perspectiva, se destacaba el rol económicamente gravitante del trabajador en el sistema productivo. Y, en esta medida, la importancia de sus cualidades técnicas y de sus conocimientos generales, como factores diferenciadores. Por tanto, se debían considerar las facultades personales de cada empleado, en tanto tendrían una incidencia directa en las condiciones en que se desarrollaba la producción de bienes y servicios. En consecuencia, el legislador destacaba que la ausencia de una legislación específica sobre el tema, favorecía en los hechos, el interés exclusivo del contratante, en la medida en que tendía a asimilar el valor del obrero al valor de su trabajo. El trabajo mismo era considerado una mercancía sujeta a los avatares de las leyes del mercado. Ponía entonces distancia del anterior esquema legal, abriendo paso así a un nuevo marco de definición para las relaciones laborales. De acuerdo con esta misma línea argumentativa, también comenzaba a plantear la conveniencia de los contratos colectivos de trabajo, como un instrumento idóneo para regular los comportamientos y necesidades cada vez más homogéneos que tendían a prevalecer en los establecimientos industriales con mayores dimensiones. Aunque el contrato colectivo no fue tratado en un capítulo particular del Proyecto, se lo mencionó de manera explícita en el Mensaje y también en el Título XII referido a Asociaciones Profesionales, donde aparecen antecedentes legislativos precursores en la materia.22 En el desarrollo de sus enunciaciones, el legislador también planteaba que en forma gradual el contrato individual tendería a ser reemplazado por el “reglamento social”, con vigencia para un conjunto de tareas similares, conforme las características propias de cada industria.23 La caracterización de los contratos colectivos presente en el “Proyecto González”, colocaba el acento en la importancia del valor jurídico de las resoluciones emanadas de estos convenios, asimilándolas al derecho positivo, en tanto eran el resultado del acuerdo voluntario entre las partes. Por esta vía se contribuiría a la conformación del “derecho del trabajo”, tendencia que comenzaba a prevalecer en la doctrina y en el derecho positivo. Específicamente, se explicitaba que las partes en los convenios colectivos podían ser el sindicato obrero y la asociación patronal (art.394°) y se enumeraban en forma taxativa las diferentes problemáticas que se incluirían en sus estipulaciones.24 Asimismo, uno de los requisitos ineludibles para la obligatoriedad de las convenciones acordadas entre obreros y patro21. Hilda Sábato y Luis Alberto Romero, Los trabajadores de Buenos Aires. La experiencia del mercado 1850-1880, Buenos Aires, Sudamericana, 1992, Cap.VII, “El trabajo calificado”, p.204. 22. Cayetano Carbonell, Orden y trabajo, Vol. I, op.cit. En relación a los antecedentes jurídicos y a la conceptualización del contrato colectivo de trabajo que, en parte, sirvieron de referencia al “Proyecto González”, puede consultarse: Carlos Lessona, “El contrato colectivo de trabajo”, en Rev. Jurídica y de Ciencias Sociales, Año XXI, Tomo I, N°|1/2, enero-febrero de 1904. 23. Cayetano Carbonell, Orden y trabajo, Vol. I, op.cit. “Mensaje” , p. 249. 24. Ibidem, Ver ítem cuarto del art. 394, p. 369.
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CUADERNOS del Ciesal nes, debía ser su carácter voluntario. Es decir, debían estar exentas de cualquier forma de coacción entre partes, práctica bastante difundida en el mundo del trabajo característico de este período. De acuerdo con la preocupación central del legislador, la participación voluntaria de los obreros en las discusiones tendientes a lograr acuerdos colectivos, constituiría un mecanismo idóneo destinado a desactivar las diferentes manifestaciones de conflictividad en el ámbito laboral. Además, el otorgamiento de ciertos beneficios especiales para aquellos sindicatos que aceptaran el encuadre legal propuesto en el Proyecto, ponía en evidencia la intención manifiesta de fomentar una modalidad de asociacionismo obrero, estrechamente ligada a la regulación estatal. Es así que en el capítulo referido a Asociaciones Profesionales, se establecía la confección de un Registro donde podrían inscribirse aquellos sindicatos que persiguieran objetivos lícitos –no contrarios al orden público y a la paz social-.25 Las asociaciones obreras que se enmarcaran dentro de este requisito ineludible, estarían en condiciones de obtener el reconocimiento legal del Estado y, entonces, podrían gozar de ciertas prerrogativas. Entre ellas, la posibilidad de obtener sanción legal para las resoluciones emanadas de los acuerdos colectivos de trabajo, celebrados entre sociedades obreras y patronales. Por lo tanto, aparece la figura del contrato colectivo estrechamente vinculada con la organización sindical, con personería jurídica otorgada por el Estado. En síntesis, se tendía a equiparar jurídicamente el valor de los acuerdos alcanzados mediante negociación colectiva –siempre que revistieran el carácter de aceptación voluntaria de las partes-, con las prescripciones del derecho positivo. Estas disposiciones previas regirían en forma transitoria o permanente las relaciones laborales. Podrían ser el resultado de acuerdos colectivos, alcanzados entre asociaciones obreras y patronales. O bien, ser consecuencia de prácticas y ajustes periódicos -que fijaran los contenidos del mencionado “reglamento social”-, realizados en los lugares de trabajo, conforme el desarrollo que una determinada actividad planteara en relación a la organización de la producción.
El Proyecto de 1921: rupturas y continuidades El aspecto más novedoso de la nueva vinculación Estado-sindicatos desarrollada por el gobierno de Hipólito Yrigoyen se expresó, fundamentalmente, en el desarrollo de las prácticas arbitrales, con carácter más sistemático que en la etapa anterior, propiciadas desde el Estado, que en más de una ocasión favorecieron a los gremios del transporte, conducidos por dirigentes vinculados al sindicalismo revolucionario.26 Estrechamente relacionado con este proceso se hallaba el surgimiento en la segunda década de las primeras federaciones nacionales por rama de actividad, particularmente, en el sector transportes, con los gremios que nucleaban a marítimos y ferroviarios. Precisamente, tanto la Federación Obrera Marítima (FOM) como la Federación Obrera Ferrocarrilera (FOF) –gremios estratégicos en la estructura productiva primario exportadora-, estaban afiliadas a la FORA ‘sindicalista’ y participarán activamente 25. Ibidem, pp. 366 -367. 26. David Rock, El radicalismo argentino, 1890-1930, Buenos Aires, Amorrortu, 1977, pp. 134 a 137; Ricardo Falcón y Alejandra Monserrat, “Estado, empresas, trabajadores y sindicatos”, en Nueva Historia Argentina, Tomo VI, Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), Buenos Aires, Sudamericana, 2000.
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en las prácticas gremiales que comenzaban a prevalecer.27 Estas federaciones tenían la capacidad potencial de paralizar la economía agroexportadora. Su acción conjunta, se convertía en una poderosa arma de presión que abría las puertas de la Casa de Gobierno. Sin embargo, la convergencia táctica radical-sindicalista, tuvo dos momentos de ruptura, en oportunidad de los sucesos violentos de la Semana Trágica y de la rebelión de los obreros patagónicos. De todas maneras, estos hechos aparecen como relativamente aislados, prevaleciendo una intencionalidad “integracionista” por parte del poder político hacia el movimiento obrero. No parece casual, entonces, de acuerdo con lo afirmado por Ricardo Falcón, que la nueva iniciativa de codificación propiciada por este gobierno –como ya había ocurrido con el “Proyecto González”-, surgiera como respuesta a fuertes conmociones sociales.28 Como presidente interino del DNT, Alejandro M. Unsain, figura destacada de la política laboral del primer gobierno radical –además de un notable especialista en la materia-, iniciaba en 1918 una gestión tendiente a estimular el desarrollo de los contratos colectivos de trabajo, a través de la exposición pública de las ventajas principales que conllevaría su implementación. 29 Con este propósito establecía una serie de contactos con la Unión Industrial Argentina (UIA), destinados a impulsar su práctica en el ámbito de la Capital Federal. En las argumentaciones formuladas por Unsain, que apuntaban a resaltar las ventajas de la vigencia de la negociación colectiva, el énfasis principal volvía a estar puesto -como en la primera década- en la necesidad de prevenir el conflicto en el ámbito laboral.30 Como es reflejado por el entonces presidente del DNT, en forma contemporánea a la elaboración de su Informe, en un conjunto de países europeos y también en Estados Unidos, la vigencia de los contratos colectivos de trabajo se extendía a numerosos sectores productivos.31 Una de las conclusiones a las que arribaba Unsain en el análisis de la experiencia internacional, se vinculaba con la necesidad de propiciar el desarrollo de fuertes organizaciones sindicales, encuadradas en las regulaciones estatales, como precondición indispensable para el establecimiento de los contratos colectivos de trabajo.32 Precisamente, el otorgamiento de la personería jurídica por parte del Estado a las asociaciones gremiales, fue una condición frecuentemente antepuesta por los sectores empresarios, que dificultó en no pocas ocasiones la vigencia de acuerdos colectivos. En efecto, el reconocimiento legal por parte del Estado, tendría como contracara el renunciamiento explícito de los sindicatos a toda declaración que atentara contra el orden público o la propiedad privada de los medios de producción.
27. Maricel Bertolo, Una propuesta gremial alternativa: El sindicalismo revolucionario (1904-1916), Buenos Aires, CEAL, N°442, 1993;-----------,“El sindicalismo revolucionario y el Estado (1904-1922)”, en Cuadernos del Ciesal, N° 1, Año I, 1993. 28. Ricardo Falcón, “La relación Estado-sindicatos en la política laboral del primer gobierno de Hipólito Yrigoyen”, en Estudios Sociales, N° 10, Universidad Nacional del Litoral, Año VI, 1996. 29. BDNT, N° 39, octubre de 1918. Alejandro M .Unsain (1918-1922) al igual que su antecesor en la presidencia del DNT, Julio B. Lezama (1912- 1918), eran referentes en materia laboral muy cercanos al pensamiento católico social. 30. Ibidem. 31. Ibidem. 32. Ibidem.
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CUADERNOS del Ciesal No parece casual entonces que la UIA –luego de consultar a las diferentes secciones integrantesrespondiera desestimando esta posibilidad.33 Dos razones principales aparecen en las argumentaciones esgrimidas por los consultados; por un lado, la falta de responsabilidad legal por parte de las organizaciones sindicales y, por el otro, la ausencia de un marco normativo regulatorio. El análisis de las consideraciones individuales de los diferentes sectores empresariales, así como también, la postura institucional de la UIA en relación a esta temática, puso en evidencia el carácter unánime de las respuestas por parte de los empresarios, cuestión que sugiere la existencia de consensos previos tendientes a la defensa de sus intereses corporativos. En este nuevo contexto se inscribe el segundo intento de codificación de la legislación laboral en el país, por iniciativa del presidente Hipólito Yrigoyen, la redacción correspondió a Alejandro M. Unsain, habiendo sido presentado en el mes de junio de 1921 para su discusión en el Congreso. 34 Sin embargo, esta nueva iniciativa legislativa tampoco alcanzaba aprobación parlamentaria En cuanto a los contenidos del Proyecto de 1921, se incluía la legislación vigente hasta ese momento, aunque con algunas innovaciones. Una de las principales novedades incorporadas, en relación con la propuesta de Código elaborada por Joaquín V. González, se encuentra en la reglamentación sobre Asociaciones Profesionales.35 El contrato colectivo de trabajo es caracterizado como una convención celebrada entre patrones y obreros, sobre condiciones de trabajo y salario (art. 425°). Podrían participar en el acuerdo uno o varios patrones o asociaciones patronales y varios obreros o una o varias asociaciones sindicales (art. 426°).36 Los contenidos incluidos en el contrato colectivo serían obligatorios para todos los patrones y obreros vinculados directamente con la suscripción del acuerdo, así como también, para todos aquellos integrantes de una asociación representada en la celebración del convenio. Sin embargo, en cuanto a los alcances de las regulaciones acordadas en la negociación colectiva, se incluía no sólo a quienes participaran directamente en su elaboración, sino también a todos los contratos que se celebraran dentro de los límites de la jurisdicción local y profesional (art. 440°). Ese es un aspecto que encontramos relevante en términos comparativos, considerando que preanuncia una de las características presentes en el posterior desarrollo de la negociación colectiva en la Argentina. Otra de las novedades que incorporaba el Proyecto, se vinculaba con la creación de los “Consejos de Tarifas”, con atribuciones similares a las de un verdadero tribunal especial, encargado de dirimir toda diferencia respecto de las interpretaciones sobre los contenidos o las acciones que resultaran de la ejecución del contrato.37 Esta prescripción evidenciaba el interés prioritario de prevenir el conflicto y la interrupción del trabajo, cuando se suscitaran divergencias entre las partes en las condiciones de implementación de lo acordado a través de la negociación colectiva. En esta misma línea, se esta33. Los resultados de esta iniciativa y la respuesta de la UIA, incluidas las consultas a las diferentes secciones integrantes de esta asociación, pueden consultarse en: Ibidem. 34. El contenido completo del proyecto puede consultarse en: BDNT, N° 48, noviembre de 1921. 35. Ricardo Falcón, “La relación Estado- sindicatos en la política laboral del primer gobierno de Hipólito Yrigoyen”, op.cit. 36. El contrato colectivo de trabajo tuvo un tratamiento particular en el Título XVII, Capítulos I y II. El contenido completo del proyecto puede consultarse en: BDNT, N° 48, op.cit. 37. Ibidem, arts. 444°, 445° y 448°.
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blecía que durante la vigencia del contrato, los trabajadores no podrían desarrollar medios de lucha –como huelgas, boicot, etc.- aunque estas acciones se originaran en cuestiones ajenas a las reguladas en la negociación colectiva. El reconocimiento legal de las asociaciones creadas en el ámbito de la Capital Federal, correspondía al Ministerio del Interior, a través del accionar del DNT. Las organizaciones así constituidas, estaban obligadas a demostrar un comportamiento acorde con las prescripciones de la ley. Cuando su accionar significara una “perturbación violenta de orden público, o impidiera el ejercicio de la libertad de trabajo”, correspondía la disolución inmediata de la asociación –no sólo la pérdida de la personería jurídica-, por parte de la autoridad administrativa.38 En esta prescripción vuelve a manifestarse la intencionalidad regimentadora de la vida sindical. En suma, los dos Proyectos de Código analizados, surgieron como respuesta del poder político a fuertes conflictos producidos en el mundo del trabajo. Ambas iniciativas parecen inscribirse en una estrategia que apuntaba a evitar futuras manifestaciones de conflicto social, mediante el intento de integración de sectores obreros permeables a este tipo de propuestas. De acuerdo con este objetivo prioritario, se defendía las funciones regulatorias del Estado en cuestiones vinculadas con el mundo laboral. La propuesta legislativa elaborada en 1921, en relación a los contratos colectivos, a pesar de haber sido tratado con mayor profundidad en un capítulo específico, y presentar algunas innovaciones, en líneas generales, expresa una continuidad respecto de la visión expuesta en el “Código González” sobre el tema. En cuanto al contenido general, de acuerdo con la opinión de algunos expertos en la problemática laboral contemporáneos a la época, en ambas iniciativas se incorporaban los nuevos principios que orientaban la doctrina jurídica internacional en la materia. Específicamente, como ya señalamos, en relación al contrato de trabajo individual, en el primer Proyecto se sostuvo un criterio innovador, al alejarse del principio más tradicional ligado a la figura del “arrendamiento” o “locación de servicios”, regulado en el Código Civil. En esa oportunidad, el autor de la iniciativa también manifestó su preferencia por una sustitución gradual del trato individual entre obreros y patrones por los acuerdos colectivos entre asociaciones con personería jurídica otorgada por el Estado, visión que se profundizará en el segundo Proyecto. A pesar de que existieron otras propuestas legislativas orientadas a favorecer la generalización de los contratos colectivos de trabajo, no alcanzaban todavía aprobación parlamentaria en el transcurso de nuestro período de estudio.39 La doctrina jurídica argentina en sus inicios fue contraria al establecimiento del contrato colectivo, sin embargo, con el paso del tiempo la idea de incorporar esta nueva figura a la legislación laboral irá ganando mayores consensos. Esta realidad, en parte, se evidencia en las numerosas iniciativas legislativas referidas a la materia, surgidas de funcionarios y legisladores de diferente extracción política.
38. Ibidem, arts. 470°, 471°, 472° y 476°. 39. Ver: Maricel Bertolo, “Estado y trabajadores en Argentina”, op.cit.
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CUADERNOS del Ciesal De todos modos, a pesar de estos avances significativos, de acuerdo con la información disponible, no parece haber existido en esta época una concepción generalizada tendiente a la defensa de las convenciones colectivas como herramienta eficaz para regular económicamente los costos empresarios, tal como ocurrirá hacia mediados de la década del treinta, en pleno auge del modelo de crecimiento industrial sustitutivo.40 En este período histórico, el desarrollo de la negociación colectiva aparece, principalmente, vinculado con la necesidad de prevenir el conflicto social.
Diversas manifestaciones de acuerdos colectivos El cambio de siglo evidenciaba el inicio de la aceptación gradual por parte de obreros y patronos de mecanismos arbitrales que favorecían la solución pacífica de las diferencias planteadas en el ámbito laboral, así como también, contribuían a prevenir la realización de nuevos conflictos gremiales, en el marco de un desarrollo incipiente de relaciones colectivas de trabajo.41 Sin embargo, a pesar de que se registraron avances importantes en materia de negociación colectiva, en cuanto a los comportamientos vigentes en el período analizado, salvo el caso de algunas excepciones muy circunscriptas a ciertos gremios y sectores productivos, la evidencia empírica nos sugiere el predominio de relaciones laborales de carácter individual, carentes de estipulaciones previas sobre condiciones de realización de las tareas y fijación de salarios. Por tanto, en la práctica más habitual, en el momento de contratar a un obrero, el patrón fijaba en forma unilateral el monto del salario y las condiciones de trabajo.42 El principal ejemplo en cuanto al desarrollo de la negociación colectiva en la primera década, lo constituye el caso de los obreros gráficos, y su aceptación de mecanismos arbitrales con carácter estable, en la resolución de los conflictos planteados entre trabajo y capital, a partir de la realización de la huelga de 1906. Como resultado de esta experiencia vigente durante algo más de una década, se creó la primera comisión mixta con objetivos de permanencia en el tiempo –en la medida en que se habían establecido mecanismos de renovación periódicos-, que tuvo como principal cometido vigilar el cumplimiento del contrato colectivo celebrado entre las partes.43 En efecto, entre 1907 y 1919, a 40. Ricardo Gaudio y Jorge Pilone, “El desarrollo de la negociación colectiva…”, op.cit. 41. Hobart Spalding, La clase trabajadora argentina (Documentos para su historia – 1890/1912), Buenos Aires, Galerna, 1970; Ricardo Falcón, “Aspectos de la cultura del trabajo urbano. Buenos Aires y Rosario (1860-1914)”, en Diego Armus, Mundo urbano y cultura popular. Estudios de Historia Social Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1990. 42. Una análisis más pormenorizado sobre algunos comportamientos laborales vigentes en nuestro período de estudio que antecedieron a la negociación colectiva puede encontrarse en: Maricel Bertolo, “Estado y trabajadores en Argentina…”, op.cit. 43. En un trabajo anterior analizamos con mayor profundidad el conflicto protagonizado por los obreros gráficos en 1906. Ver: Maricel Bertolo, “Relaciones colectivas de trabajo en Argentina. Algunas reflexiones en torno a la huelga de obreros gráficos de 1906”, ponencia presentada en las X Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Rosario, setiembre de 2005.
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través de los acuerdos colectivos desarrollados en la Comisión Mixta Gráfica, que tuvieron como marco el contrato celebrado en el sector, se resolvieron un conjunto de problemáticas relacionadas con condiciones de trabajo y salario. De acuerdo con lo señalado por Silvia Badoza en relación a la industria gráfica, se produjo hacia los años ochenta en el siglo XIX, un proceso de crecimiento muy significativo que tuvo a la ciudad de Buenos Aires como principal escenario.44 Por un lado, creció el número de pequeños talleres. Por el otro, se expandieron talleres de grandes dimensiones –con incorporación de tecnología en los diversos procesos de trabajo-, que tendían a localizarse en las grandes unidades productivas, aspecto que contribuyó a redefinir las relaciones obrero-patronales en el sector.45 Sin embargo, probablemente la primera experiencia en relación al establecimiento del contrato colectivo de trabajo tuvo como protagonistas a la Sociedad de Obreros Marmoleros y al Centro de Propietarios de Marmolerías, quienes hacia fines de 1901 lograban un acuerdo por escrito sobre condiciones de trabajo y salarios que sería de cumplimiento obligatorio para las entidades contratantes, comenzando a regir desde principios de 1903.46 Entre las estipulaciones acordadas, se prescribía la constitución de un “Jurado de Honor”-especie de comisión paritaria- integrado por cinco miembros de cada sociedad, con el fin de solucionar las dificultades que surgieran entre patrones y obreros; debiendo introducir en el año 1904 las modificaciones que encontrara convenientes. Aunque no disponemos de información que de cuenta del cumplimiento efectivo de este primer acuerdo colectivo, sin duda constituyó un avance significativo para la época, sobre todo en cuanto al reconocimiento explícito de la capacidad de representación de la organización gremial en las negociaciones sobre salarios y condiciones de trabajo, por parte del sector patronal. Un primer intento de alcanzar acuerdos colectivos entre los trabajadores del puerto y el sector empleador, con la participación del Estado –a través del DNT-, tuvo lugar en las gestiones de conciliación desarrolladas en la huelga realizada hacia fines de 1911 y principios de 1912.47 Frente a la declaración de huelga, el gobierno nacional intervino. El entonces presidente de la agencia estatal, Julio B. Lezama ofreció su mediación en el conflicto, recibiendo la aceptación por parte de los trabajadores. Sin embargo, el sector patronal rechazó el ofrecimiento oficial, alegando el no reconocimiento de la legitimidad de los sindicatos para negociar las demandas de los trabajadores, por carecer de personería jurídica, comportamiento bastante frecuente en el sector patronal, según ya señalamos. Por su parte, el entonces Ministro del Interior, Indalecio Gómez, también participó activamente en las gestiones oficiales tendientes a lograr acuerdos colectivos entre las partes en conflicto, aunque sin éxito. Por 44. María Silvia Badoza, “Patrones, capataces y trabajadores en la industria gráfica. Un estudio de caso: Ortega y Radaelli, 1901-1921”, en Secuencia, Nueva Epoca, N° 50, mayo-agosto de 2001, pp. 47 a 81; también puede consultarse de la autora: “Skilled Work and Labour Careers in the Argentine Printing Industry, 1880-1930”, in Mitch, David y Brown, J. and Van Leeuwen, Marco H.D., Origins of the Modern Career, England, Ashgate, 2004. 45. María Silvia Badoza, “Patrones, capataces y trabajadores en la industria gráfica, op.cit. 46. Sebastián Marotta, El movimiento sindical argentino. Su génesis y desarrollo, Vol. I, Buenos Aires, Libera, 1975. 47. Jeremy Adelman, “Union and the Limits of Contracts: The Syndicalists in the Port of Buenos Aires, 1911-1921”, University of Essex, Departament of History (mimeo).
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CUADERNOS del Ciesal tanto, se propuso diseñar un mecanismo estable de negociación colectiva para los trabajadores portuarios, aunque esta nueva iniciativa tampoco alcanzaría concreción.48 Las estipulaciones acordadas en los laudos arbitrales, en la medida en que eran el resultado de negociaciones colectivas previas, con la participación activa del Estado, pueden ser consideradas un antecedente en materia de contratos colectivos de trabajo.49 Seguramente, el ejemplo más paradigmático en este período lo encontramos en el laudo que puso fin a la huelga de 1916, protagonizada por los obreros marítimos, aunque no prescribía mecanismos de renovación periódica ni requisitos para su exigibilidad, era el resultado de acuerdos previos en los que intervinieron ambos sectores en conflicto con la mediación del Estado. En oportunidad de la realización de la huelga protagonizada por el personal marítimo en 1916, nuevamente el DNT, a través de su presidente, ofrecía su rol de mediador en el conflicto. La FOM aceptó la propuesta, mientras el sector patronal nucleado en el Centro de Cabotaje Argentino negó la legitimidad del sindicato para representar a los trabajadores del sector. En esta oportunidad, el entonces presidente Yrigoyen ante la negativa de los empleadores, volcó el peso de la autoridad del Ejecutivo a favor de los huelguistas, como un modo de presionar a los exportadores a sentarse en la mesa de negociaciones.50 Como resultado de estas gestiones surgía el primer laudo arbitral que incorporaba las demandas de los trabajadores marítimos, aunque el reclamo estratégico de un tribunal permanente que dirimiera los conflictos en el sector, era indefinidamente postergado. La vigencia a partir de 1918 de la ley N° 10.550 sobre trabajo a domicilio, propició el desarrollo de discusiones salariales en el marco de verdaderas comisiones paritarias reguladas por el Estado –a través del DNT-, cuyas decisiones revestían carácter obligatorio para toda la industria de la localidad.51 Mayoritariamente desarrollado por mano de obra femenina, los principales sectores que involucraba el trabajo a domicilio, se vincularon con la industria del vestido y, en menor proporción, con la del calzado. La presencia creciente de esta modalidad laboral en las primeras décadas del siglo XX, promovió la sanción de una legislación protectora y la ampliación de las funciones del DNT. El desarrollo de esta experiencia constituyó un avance muy importante en materia de relaciones colectivas de trabajo durante los años veinte, proyectando sus efectos en la década siguiente. En el sector ferroviario, representado por La Fraternidad –el sindicato que nucleaba a maquinistas y foguistas- y el sector patronal se lograba la firma del primer contrato colectivo de trabajo en setiem48. Ibidem. 49. Alejandro M. Unsain rastrea los primeros antecedentes relacionados con los contratos colectivos de trabajo en Argentina, en: BDNT, N° 39, op.cit. 50. BDNT, N° 37, marzo de 1918; Jeremy Adelman, “Union and the Limits of Contracts…”, op.cit.; El desarrollo del conflicto de los trabajadores marítimos de 1916, también puede consultarse en: David Rock, El radicalismo argentino, 1890-1930, op.cit.; Enrique Garguín, “Relaciones entre Estado y sindicatos durante los gobiernos radicales, 1916-1930”, en José Panettieri (comp.), Argentina: Trabajadores entre dos guerras, Buenos Aires, Eudeba, 2000; Ricardo Falcón y Alejandra Monserrat, “Estado, empresas, trabajadores y sindicatos”, op.cit. 51. Maricel Bertolo, “Reglamentación del Trabajo a Domicilio en la Argentina”, ponencia presentada en el Workshop: Mujeres, políticas sociales, tramas estatales (1850-1940), Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aries, octubre de 2010;--------“Estado y trabajadores en Argentina…”, op.cit. Sobre la experiencia del trabajo a domicilio en la Argentina puede consultarse: Mirta Lobato, Historia de las trabajadoras en la Argentina, 1869-1960, Buenos Aires, Edhasa, 2007.
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bre de 1920, en presencia del Ministro de Obras Públicas, quien había favorecido con su gestión las negociaciones previas.52 Se convertían así en el segundo sindicato en alcanzar estos acuerdos. Tanto los obreros gráficos como los ferroviarios integrados en La Fraternidad, respondían a conducciones próximas al ideario socialista. A principios de 1929, la Unión Ferroviaria de orientación ‘sindicalista’ suscribía con los empleadores organizados en Empresas de Ferrocarriles Particulares, el primer contrato colectivo que regiría las condiciones de trabajo y salarios en el sector.53 Por su parte, también en 1929, los trabajadores telefónicos representados por la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos suscribían un contrato colectivo luego de la importante huelga desarrollada en ese mismo año.54 Por último, en materia de antecedentes, de acuerdo con la información disponible, existen claros indicios sobre el desarrollo de la negociación colectiva también en el ámbito de la provincia de Buenos Aries, con anterioridad a los años treinta.55
Socialismo y sindicalismo revolucionario frente a la negociación colectiva En relación a las posturas asumidas por el socialismo y el ‘sindicalismo’ vinculadas con el surgimiento de la negociación colectiva, aparecen claras diferencias entre ambas corrientes. El socialismo venía defendiendo en forma consecuente desde el Congreso Constituyente del Partido realizado en 1896, la necesidad de crear tribunales mixtos obrero-patronales para dirimir los conflictos laborales, y el reconocimiento legal de las asociaciones obreras, ambas demandas integraban los enunciados del Programa Mínimo.56
52. Joel Horowitz, “Los trabajadores ferroviarios en la Argentina (1920-1943). La formación de una elite obrera”, en Desarrollo Económico, N° 99; vol. 25, octubre-diciembre de1985; Mónica Gordillo, “La Fraternidad en el movimiento obrero: un modelo especial de relación (1916-1922)”, N° 20, Buenos Aires, CEAL, 1988. En cuanto al importante conflicto protagonizado en 1912 por los trabajadores de La Fraternidad , oportunidad en la que también intervino el poder político, aunque favoreciendo decididamente al sector patronal, puede consultarse: Juan Suriano, “Estado y conflicto social: El caso de la huelga de maquinistas ferroviarios de 1912”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, N° 4, 3° serie, segundo semestre de 1991. 53. Crónica Mensual del DNT, N° 36, Año XII, junio de 1929. 54. Sebastián Marotta, El movimiento sindical argentino, Tomo III, op.cit., pp. 326-327; Dora Barrancos, “¿Mujeres comunicadas? Las trabajadores telefónicas en las décadas 1930-1940”, en VVAA, Temas de Mujeres. Perspectiva de Género, Universidad de Tucumán, 1998;--------, “Vida íntima, escándalo público: Las telefonistas en las décadas 1930 y 1940”, en Mujeres en Escena, V Jornadas de Historia de las Mujeres y Estudios de Género, Santa Rosa, 2000. 55. Sobre el particular, las declaraciones que al respecto formulara quien estuvo a cargo de la conducción del Departamento Provincial del Trabajo, iluminan sobre la vigencia de contratos colectivos en el orden provincial antes de 1930. Ver: Orestes D. Confalonieri, “Hacia un Código Argentino del Trabajo”, en Hechos e Ideas, N° 33, Año V, Buenos Aries, julio de 1939. 56. Jacinto Oddone, Historia del Socialismo Argentino, Buenos Aires, CEAL, N° 4, T.I, p.66.
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CUADERNOS del Ciesal Con fecha 17 de agosto de 1901, el Comité Ejecutivo del Partido organizaba en la ciudad de Buenos Aires, una manifestación de desocupados con el objetivo de elevar un petitorio al Presidente de la Nación, solicitando “leyes y medidas protectoras del trabajo” y la creación de una “oficina de trabajo”, cuya función principal sería llevar estadísticas sobre las condiciones laborales imperantes en el país, debiendo publicar mensualmente en un boletín los resultados como un modo de perfeccionar su intervención en el mercado laboral.57 La petición formulada al Poder Ejecutivo era también reflejo de las resoluciones emitidas el mes anterior, en oportunidad de las deliberaciones del IV Congreso del Partido Socialista en julio de 1901, en las que se reformularon algunos contenidos del Programa Mínimo, prescribiéndose la necesidad de crear una oficina nacional de trabajo que debería estar encargada de realizar la inspección y estadística laboral.58 Con el paso del tiempo, se incorporaba un nuevo reclamo al programa partidario, vinculado con la necesidad de participación de los obreros en la redacción de los reglamentos de trabajo.59 También conocidos como “reglamentos de fábrica o taller”, constituían una práctica laboral bastante difundida en la época, en el caso de unidades productivas de mayores dimensiones. En estos documentos escritos –en general, cada obrero tenía un ejemplar- el patrón establecía en forma unilateral y sin consensos previos, las condiciones de trabajo y salario.60 Por su parte, los obreros no podían discutirlos ni plantear modificaciones antes de su aceptación; aunque la existencia misma de esta práctica se traducía en un mayor grado de previsibilidad para los trabajadores, tanto en el desarrollo de sus tareas, como en la percepción de sus ingresos, anticipando algunas de las modalidades que asumirán los contratos colectivos de trabajo.61 A pesar de la consistencia del reclamo por parte del Socialismo a favor de la pronta creación de la oficina estatal, ni bien iniciaba sus actividades el DNT manifestaron su postura crítica, que se sustentaba en dos cuestiones principales. En primer lugar, el diseño del organismo previsto en el decreto del Poder Ejecutivo de 1907, no coincidía enteramente con la perspectiva socialista, considerando que no incluía en sus atribuciones las tareas vinculadas con la inspección y vigilancia en el cumplimiento de la legislación laboral, principio que será defendido activamente en el Congreso por Alfredo Palacios. En relación a la decisión de constitución del nuevo organismo estatal, afirmaban lo siguiente: “El Departamento Nacional del Trabajo, recientemente creado, se debe más que a la iniciativa del gobierno –que demuestra en las cuestiones económicas la más notable ignorancia-, a la activa agitación de las clases productoras. Hasta hace poco los sociólogos criollos y los diarios capitalistas afirmaban que en el país no existía la “cuestión social” y que la huelga era un fenómeno extraño, anormal, que podía combatirse con medidas de fuerza. Ha sido necesario que los conflictos entre obreros y patro57. La Vanguardia, agosto 17 de 1901: “El mitín de Desocupados y el Partido Socialista”. 58. Ver art. 12° (parte económica) del Programa Mínimo; en Jacinto Oddone, Historia del Socialismo Argentino, op.cit., T. II, p.173. 59. “Organización, programa y desarrollo del Partido Socialista en la Argentina”, Revista Argentina de Ciencias Políticas, Tomo X, 1915. 60. BDNT, N° 39, op.cit. 61. Ibidem
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nes adquirieran notoria trascendencia y que aquellos mostraran la conciencia de sus propios intereses en el terreno de los hechos, para que el gobierno se resolviera a ocuparse del asunto”.62 En segundo lugar, las críticas formuladas por el socialismo, también se vinculaban con disputas en el terreno político, considerando que la elección de Matienzo como primer presidente de la agencia estatal, había significado desestimar la postulación de la figura de José Ingenieros.63 Con bastante frecuencia, formularán severas críticas al accionar de Matienzo desde los inicios de su gestión, señalando la falta de comprensión de la realidad que aquejaba a los trabajadores y, al mismo tiempo, la inoperancia que caracterizaba al accionar del organismo oficial.64 Por su parte, el sindicalismo revolucionario manifestó desde sus orígenes una postura contraria al desarrollo de las prácticas arbitrales, y al reconocimiento legal de las asociaciones sindicales por parte del Estado. En relación al contrato colectivo de trabajo, consideraban que constituía una práctica enervante del espíritu combativo que debía sostener la organización sindical en sus relaciones con el sector patronal. Uno de los principales referentes de la corriente ‘sindicalista’ desarrollada en Francia, León Jouhaux se refería al tema en los siguientes términos: “¿Qué es el contrato? Una convención en el transcurso de una lucha entre dos partes contrarias. Como lo ha dicho Griffuelhes, el contrato no hace más que exteriorizar, registrar los resultados obtenidos por la parte más poderosa. “El contrato no tiene un valor por sí mismo, sino que es el resultado de un esfuerzo. No es la virtud del contrato la creadora de la potencia sindical, sino es la potencia sindical que da al contrato un cierto valor. “Entonces, ¿por qué se da tanta importancia a lo que existe solo en virtud de la fuerza de acción de las organizaciones? Lo que sería más lógico y más inteligente, es hacerle entender a los trabajadores que lo que necesitan para obtener mejores condiciones de trabajo es tener fuertes organizaciones. Que exista o no contrato, es el sindicato la mejor garantía de esas mejores condiciones de trabajo” Y concluía sus comentarios con la siguiente afirmación: “Debemos tratar de que los obreros no vean en el contrato colectivo más que el resultado de sus esfuerzos personales y que no le acuerden más que un valor relativo. Y para que realmente resulte una ventaja el contrato debe ser corto…”.65
62. La Vanguardia, marzo 27 de 1907: “El DNT. Nota del Dr. Matienzo”. 63. La Vanguardia, febrero 9 de 1907: “El Departamento del Trabajo. Un reportaje al Dr. Ingenieros. El candidato a la dirección expone su programa”. 64. Entre otros, ver: La Vanguardia, abril 17 de 1907: “Cómo interpreta la ley de descanso el Departamento del Trabajo”; La Vanguardia, abril 19 de 1907: “El Departamento del Trabajo ¿Vive?”; La Vanguardia, diciembre 13 de 1908, “Boletín del DNT. Una publicación inútil”. 65. La acción obrera, N° 175, Año VI, febrero de 1911, “El contrato colectivo”.
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CUADERNOS del Ciesal La postura contraria a la vigencia de los contratos colectivos de trabajo y del arbitraje estatal era ratificada en las deliberaciones de varios congresos celebrados por la CGT francesa, conducida en esta época por dirigentes vinculados al sindicalismo revolucionario.66 En buena medida, estos comentarios sintetizan los ejes discursivos del ‘sindicalismo’ argentino en relación al tema. Sobre el particular, se advierte una crítica recurrente a la conducción socialista de la Federación Gráfica Bonaerense, y al desempeño de la comisión mixta, en oportunidad de las sucesivas renovaciones del contrato colectivo firmado como consecuencia de la huelga de 1906, según ya hicimos referencia.67 Sin embargo, estos cuestionamientos, además de reflejar diferentes perspectivas ideológicas, expresaban las luchas por el predominio en la conducción de este sector gremial. En líneas generales, los cuestionamientos reflejados en los periódicos ‘sindicalistas’ apuntaban a resaltar la tendencia de la conducción socialista a fomentar la “democratización” y el “espíritu conciliador y legalista” en las prácticas de la organización sindical, desdibujando el verdadero rol de confrontación que debía sostener con su adversario de clase. En los principales congresos de las centrales obreras conducidas por dirigentes próximos al ‘sindicalismo’, no encontramos alusiones expresas a los contratos colectivos de trabajo. Sí en cambio, abogaban por el desarrollo de las federaciones nacionales por rama de actividad, como un elemento clave para el fortalecimiento sindical, aspecto que favorecería la eficacia de las reivindicaciones inmediatas y el tránsito hacia la transformación radical de la sociedad.68 Este último objetivo vendría de la mano del dominio por parte del sindicato de la fábrica capitalista, a través del control obrero de la producción en los lugares de trabajo. El tránsito hacia la emancipación definitiva, solamente podría alcanzarse con el desarrollo de la organización sindical, requisito que encontraría en las grandes federaciones nacionales una vía estratégica para su concreción. Precisamente, en el sector transportes, Francisco García en la FOM y Francisco Rosanova en la FOF, ambos dirigentes vinculados al sindicalismo revolucionario, condujeron las primeras federaciones organizadas por rama de actividad en la segunda década del siglo XX, en correspondencia con los postulados defendidos por esta corriente. En relación a esta cuestión aparece una línea de tensión entre el discurso y las prácticas gremiales del ‘sindicalismo’.69 En efecto, si consideramos que los gremios del transporte estuvieron entre los primeros en aceptar la práctica de la negociación colectiva con la participación activa del Estado como mediador en los conflictos con el sector patronal, suscribiendo en forma temprana contratos colectivos vinculados con condiciones de trabajo y salarios, se pone en evidencia un marcado contraste con las reivindicaciones discursivas sustentadas por este 66. La moción contraria a los contratos colectivos de trabajo era aprobada en el Congreso de Amiens (octubre de 1906) y ratificada en el Congreso de Marsella (octubre de 1908) y en el de Toulouse (octubre de 1910). En: Dolléans, Edouard, Historia del movimiento obrero (1871-1920), Eudeba, 1957, pp.168-169. 67. Ver: La acción socialista, N° 80, Año IV, enero de 1909; La acción obrera, N° 175, Año VI, febrero de 1911; N° 101, Año VII, agosto 26 de 1911; N° 214, Año VII, enero de 1912; N° 216, enero de 1912; N° 266, Año VIII, enero de 1913; N° 337, Año IX, junio de 1914; N° 354, Año X, diciembre de 1914, etc. 68. Entre otros congresos, ver: Resoluciones del IX Congreso de la FORA, en: La organización obrera, N° 1, segunda época, mayo 1 de 1915. 69. Hugo del Campo, Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un vínculo perdurable, Buenos Aires, Clacso, 1983;----------, El “sindicalismo revolucionario” (1905-1945), Buenos Aires, CEAL, 1986; Maricel Bertolo, Una propuesta gremial alternativa…”, op.cit.
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sector ideológico.70 Precisamente, creemos que en relación a este tema aparecerá la más importante contradicción entre postulaciones ideológicas y praxis gremial en los sectores vinculados con el sindicalismo revolucionario.
Reflexiones finales Desde fines del Siglo XIX, y de modo más evidente en el transcurso de nuestro período de estudio, el Estado intervino en forma creciente en la esfera laboral, a través de un conjunto de mecanismos que se inscribían en el proceso de surgimiento y evolución de la política laboral. En este nuevo escenario, surgen las primeras iniciativas en materia legislativa e institucional que intentaban resolver los acuciantes problemas suscitados en el ámbito laboral. Con el cambio de siglo, en forma gradual los trabajadores y empleadores comenzaban a aceptar la utilización de instancias arbitrales para dirimir las diferencias suscitadas en las relaciones entre capital y trabajo. En este contexto surgían también las primeras iniciativas legislativas referidas al contrato colectivo de trabajo. Los dos principales proyectos de codificación de la legislación laboral elaborados en 1904 y 1921, respectivamente, planteaban la conveniencia de los contratos colectivos, como un mecanismo adecuado para regular los comportamientos y necesidades cada vez más homogéneos que tendían a prevalecer en la gran industria y, al mismo tiempo, prevenir el conflicto social como objetivo prioritario. En esta perspectiva se inscribía la defensa de las funciones regulatorias del Estado en relación a las organizaciones sindicales, prescriptas en ambas piezas legislativas. En el título dedicado a Asociaciones Profesionales, en ambos proyectos, se establecían ciertos beneficios para los sindicatos que obtuvieran personería jurídica, entre otros, la posibilidad de obtener sanción legal para las resoluciones emanadas de los acuerdos colectivos celebrados entre asociaciones obreras y patronales. La política de inspiración reformista encarada por algunos referentes de los sectores gobernantes próximos al pensamiento liberal se expresaba en la iniciativa más importante de la primera década, la creación del DNT en 1907. En líneas generales, la propuesta original de constitución de este organismo estatal, le asignó funciones vinculadas con la recopilación de datos estadísticos sobre la situación de los trabajadores en las industrias, con el objetivo de organizar la información y reunir los antecedentes necesarios para preparar la legislación laboral. La intensa conflictividad laboral registrada en el transcurso de estos años, en especial, cuando se vinculaba con el sector transportes, seguramente fue un factor que incentivó una presencia más “activa” en los hechos por parte de la agencia estatal. Asimismo, desde el punto de vista del diseño institucional del DNT, la sanción en 1912 de la Ley N° 8999 que reorganizaba sus funciones, contribuyó a acrecentar su esfera de competencia, a través de la incorporación de nuevas atribuciones. Particularmente, en relación al rol de “mediador”, se estableció la constitución de “consejos del trabajo” encargados de la conciliación y el arbitraje estatal. 70. Jeremy Adelman,”Union and the Limits of Contracts…”, op.cit.
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CUADERNOS del Ciesal Por otra parte, el nombramiento en la agencia estatal de un conjunto de profesionales con conocimientos técnicos y especialización en materia laboral, estimuló un proceso de creciente legitimidad por parte del organismo oficial en su esfera de competencia. En la práctica, favoreció que en forma gradual el DNT se convirtiera en un referente importante de la mediación estatal en las disputas que se suscitaban entre capital y trabajo en el período de entreguerras. No obstante, este proceso de evolución estuvo signado por avances y retrocesos, de acuerdo con un conjunto de variables que estaban en juego, entre las que ocupaban un lugar relevante, los recursos presupuestados, las características de los actores laborales involucrados -DNT, trabajadores y empresarios- y la perspectiva reflejada por el poder político en materia de intervencionismo estatal en las diferentes coyunturas. En este sentido, es bastante razonable pensar que el funcionamiento de la agencia estatal en los primeros años, coincidió con las mayores dificultades, a la escasez de los recursos asignados –todavía no había sido sancionada la legislación de 1912- se sumaba cierta actitud renuente por parte del poder político en cuanto al intervencionismo estatal y, de manera especial, el rechazo inicial expresado por los diferentes sectores vinculados con la conducción del movimiento obrero, aunque desde intereses y posturas ideológicas claramente diferenciadas. Además de alguna otra experiencia en materia de negociación colectiva, el conflicto protagonizado por los obreros gráficos en 1906, introdujo una novedad importante para la época, considerando que los acuerdos que dieron por finalizada la huelga, constituyeron el punto de partida para el establecimiento de mecanismos arbitrales con carácter estable que perduraron algo más de una década. No obstante, a pesar de los avances importantes alcanzados con esta experiencia, el reconocimiento del sindicato como interlocutor válido en las negociaciones por parte del sector patronal, fue un proceso lento y atravesado por tensiones, concretándose recién en 1915, como resultado de mutuas concesiones. La postura del sector patronal de la industria gráfica, reflejaba una conducta bastante difundida en la época. En efecto, los sectores empleadores, en líneas generales, manifestaron una actitud renuente a establecer negociaciones con organismos gremiales que no contaran con el reconocimiento legal del Estado, aspecto que tendría como contracara el renunciamiento explícito por parte de los sindicatos a toda declaración que atentara contra el orden público o la propiedad privada de los medios de producción. Por último, la vigencia desde 1918 de la legislación que reglamentó el trabajo a domicilio, propició el desarrollo de discusiones salariales en el marco de comisiones paritarias, cuyas decisiones fijaban en forma obligatoria los salarios mínimos que regirían para toda la industria de la localidad. Los acuerdos alcanzados surgían a partir del desarrollo de negociaciones colectivas. La participación activa del DNT en la constitución de las comisiones mixtas encargadas de las deliberaciones salariales y en el contralor del cumplimiento posterior de sus resoluciones, reflejaron un avance importante en materia de relaciones colectivas de trabajo durante los años veinte, proyectando sus efectos también en la década siguiente. Asimismo, la intervención estatal en la fijación de la pauta salarial, preanunciaba una práctica que se profundizará en los años treinta, alcanzando todo su desarrollo con la experiencia de los gobiernos peronistas.
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Sin embargo, a pesar de los importantes avances registrados en materia de negociación colectiva en nuestro período de estudio, en relación a los comportamientos vigentes, a pesar de algunas experiencias circunscriptas a ciertos gremios y sectores productivos, prevalecieron relaciones laborales de carácter individual, carentes de estipulaciones previas.
Maricel Bertolo, “Los primeros pasos de la negociación colectiva en la Argentina“. Cuadernos del Ciesal. Año 8, número 10, julio-diciembre 2011, pp 71-95.
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Los trabajadoresRol Privatizaciones. ferroviarios: del sindicalismo sus Caso analizado: luchas y organizaciones Foetra sindicales en el contexto de la Argentina gobernada por Raúl Irigaray Cátedra de Administración Pública el radicalismo (1916 – 1930) Facultad de Ciencia Política y RR.II. U.N.R. María Alejandra Monserrat (Licenciada en Historia - Facultad de Cs. Políticas y RRII – UNR) monserrat@redtl.com
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Resumen
Como se sabe, a partir de la llegada del radicalismo al poder, la cuestión obrera urbana en Argentina, atravesará un proceso de progresiva transformación. De esta manera, y juntamente con la persistencia de rasgos característicos del período oligárquico, adquieren nuevas connotaciones las relaciones entre los trabajadores organizados, el Estado y los patrones. En este contexto los gremios ferroviarios constituyeron actores sociales claves de estos cambios. Tanto La Fraternidad como la Federación Obrera Ferroviaria fueron las protagonistas de las luchas más importantes que se dieron en esta etapa, que se extiende entre 1916 y 1930. A su vez, fueron consolidando un modelo de organización sindical fuertemente centralizado, que se tratará de imponer hacia finales de la década del veinte. Por lo tanto, en este trabajo nos proponemos analizar el desarrollo que tuvieron las instancias organizativas de los trabajadores ferroviarios, conjuntamente con las notas distintivas que adquirieron las luchas que llevaron adelante. Al mismo tiempo, abordaremos aquellas corrientes de izquierda, como el Sindicalismo Revolucionario “criollo” y el Partido Socialista, los cuales, con su accionar le dieron un contenido ideológico a las luchas de los trabajadores. Palabras claves: trabajadores ferroviarios - Estado – radicalismo yrigoyenista - sindicalismo revolucionario – socialismo
Abstract
It is well known that, since the arrival of radicalismo to the government, the urban labor issue in Argentina went through a process of progressive transformation. In this way, and together with the persistence of characteristic features of the oligarchic period, the relations between organized workers, the State and the employers gained new connotations. In this context, rail unions were key social actors of these changes. Both La Fraternidad and Federación Obrera Ferroviaria played a leading role in the most important conflicts that took place in the period that goes from 1916 to 1930. Besides, they also consolidated a strongly centralized model of union organization, attempted to be imposed towards the end of the twenties. Therefore, in this article we seek to analyze the development of the organizational experiences of railroad workers, as well as the distinctive features of the conflicts they led. At the same time, we will tackle the left movements, such as the “criollo” revolutionary syndicalism and the socialist party, which, with their actions, gave an ideological content to the workers’ struggles. Keywords: Railroad workers - State – Radicalismo yrigoyenista - Revolutionary Syndicalism – Socialism
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En este trabajo nos proponemos avanzar en el análisis de las características que asumió el proceso de conformación de los gremios ferroviarios y las luchas que llevaron adelante estos trabajadores durante el período que se extiende entre el inicio de la primera presidencia del radicalismo, hasta el golpe de Estado de 1930. Esta cuestión que abordaremos, es parte de una investigación mucho más amplia, que se desarrolla en los marcos de un proyecto interdisciplinario (PID-UNR), que analiza la relación del movimiento obrero y la política a lo largo de distintas etapas de la historia Argentina. En este contexto, los trabajadores del riel, juntamente con los marítimos fueron los actores sindicales claves del proceso que caracterizó las relaciones entre la Unión Cívica Radical y el mundo del trabajo entre 1916 y 1930. También, y con el objetivo de profundizar aún más esta problemática, realizaremos un abordaje del Sindicalismo Revolucionario y del Partido Socialista, en tanto ambas corrientes ideológicas aparecen disputando fuertemente la conducción del conjunto de los trabajadores ferroviarios. La preeminencia de una u otra orientación ideológica marcó el tipo de estrategias de lucha de los trabajadores y la forma de vinculación con el Estado y los sectores patronales. A su vez, pensamos que el análisis del accionar del conjunto de los trabajadores ferroviarios nos permite detectar aspectos del modelo sindical que se fue imponiendo en el escenario social y político de la Argentina de los años treinta.
Primeros pasos de los gremios ferroviarios y la “gran” huelga de 1912 Este sector del movimiento obrero argentino, tempranamente comenzó a organizarse sindicalmente. En efecto, en 1887 se crea La Fraternidad a instancias de un grupo de maquinistas pertenecientes al Ferrocarril del Oeste (Provincia de Buenos Aires). Inspirados en las “Brotherhoods” (fraternidades) de los Estados Unidos, apostaron a la creación de una instancia organizativa centralizada, disciplinada y fuera de la influencia de los partidos políticos o corrientes ideológicas de la época. La Fraternidad en su interior aglutinaba a los maquinistas y foguistas de locomotoras, los cuales y según señala Ricardo Falcón: “... aparecían como una especie de “aristocracia obrera” profundamente corporativista, reformista, apolítica, pero combativa en el nivel de las reivindicaciones económicas y sociales...”1 Desde un principio, La Fraternidad, definió su accionar dentro de la legalidad, y para 1889 obtuvo su personería jurídica. En cuanto a sus métodos de lucha, se inclinaba explícitamente por los pacíficos, entre los cuales se hallaba la aceptación del arbitraje, el trabajo a reglamento, la petición a las autoridades. Consideraban a la huelga como una estrategia de lucha a la que se debía recurrir como último recurso. Mediante una circular del 25 de noviembre de 1904, La Fraternidad les prohibía a sus socios organizar o participar en movimientos huelguísticos por solidaridad con otros gremios, por lo tanto no brindaba apoyo efectivo a las luchas del resto de los trabajadores argentinos.
En cuanto a las condiciones de trabajo de los maquinistas y foguistas de La Fraternidad se caracterizaban por la estabilidad laboral, salarios elevados que se relacionaban con su instrucción y su califica1 . FALCON, Ricardo. El mundo del trabajo urbano 1890-1914, CEAL, Bs,As. 1986, pág.97.
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CUADERNOS del Ciesal ción. A su vez debemos tener en cuenta, que eran una parte clave, juntamente con los marítimos, del proceso de desarrollo del modelo agro exportador argentino. Otra cuestión que debemos tener en cuenta y que influía en el aumento de poder de presión de La Fraternidad frente al sector empresario, era su intervención directa en el proceso de contratación de mano de obra, a través del manejo de la capacitación de los trabajadores en sus escuelas sindicales. En este sentido, Juan Suriano nos señala, que en la reglamentación del trabajo ferroviario que aplicaba la Dirección General de Ferrocarriles se establecía como requisito para el ingreso al trabajo de maquinista tener capacitación para el manejo de locomotoras y dominio de operaciones matemáticas.
También entre los requerimientos para empezar a trabajar en las empresas ferroviarias, la Dirección General de Ferrocarriles, establecía que los trabajadores debían saber leer y escribir en castellano. Con esto se obligaba a las empresas ferroviarias, que mayoritariamente eran de capitales extranjeros, a contratar trabajadores argentinos. Si bien y como dijimos más arriba se definían como una organización gremial autónoma en lo político, muchos de sus miembros – incluso directivos, como Américo Baliño- eran afiliados o simpatizantes del Partido Socialista. A su vez, el asesor jurídico de La Fraternidad fue en varias ocasiones, el dirigente socialista Dr. Mario Bravo. Con respecto al resto de los trabajadores ferroviarios, ocupados de las tareas en los talleres, mantenimiento de las redes viales y obras (peones de cuadrillas de vías), señaleros (encargados del movimiento de los trenes) y el personal de tráfico, conformaron su Federación recién en 1912, con el nombre de Federación Obrera Ferrocarrilera (FOF). En sus inicios esta agrupación estableció su sede en el local que ocupaba el periódico “La Acción Obrera”, enrolado en la corriente Sindicalista Revolucionaria, nombrándose como secretario a Francisco Rosanova, conocido militante sindicalista revolucionario. Un punto de inflexión en el desarrollo sindical de los ferroviarios se produjo en 1912 con el estallido de uno de los conflictos más importante que llevaron adelante. En esta ocasión la medida de fuerza fue declarada sólo por La Fraternidad, ya que en ese año, como hemos señalado, recién se constituía la FOF. En noviembre La Fraternidad presentó un pliego de condiciones a las empresas ferroviarias, en donde se exigía la ampliación del tiempo de descanso y la equiparación salarial para todos los trabajadores ferroviarios. Luego de un mes de negociaciones las empresas rechazaron las demandas de La Fraternidad, ya que sostenían que estas modificaciones eran inaplicables sin alterar el normal funcionamiento de los trenes. Ante la imposibilidad de arribar a un acuerdo las partes en conflicto, el ministro del interior, Indalecio Gómez, ofreció su mediación. En esta primera etapa del conflicto y para sorpresa del gobierno La Fraternidad rechazó la oferta de un arbitraje estatal, argumentando que la Dirección de Ferrocarriles ya había actuado como mediadora durante las negociaciones y no se había logrado alcanzar ninguna solución al problema. Para La Fraternidad esta instancia estaba agotada. Según consta en las explicaciones requeridas por la cámara de diputados de la nación sobre la actuación del ministro Gómez, el gremio le habría expresado que: “… en la conferencia con la dirección de ferrocarriles, habíamos llevado nuestro pliego de condiciones al mínimo. Presentarnos al arbitraje con un
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pliego mínimo, era exponernos a perder una buena parte de ese “mínimun”, porque es muy natural que el árbitro algo habría cercenado…”2
Cerradas las posibilidades de negociaciones, el 6 de enero de 1912 los maquinistas y foguistas de la Capital federal se declararon en huelga, poniendo fin a una etapa de descenso de la conflictividad social que se venía registrado desde el año 1910. Las empresas ferroviarios se mostraron confiadas en que el conflicto no iba a durar demasiado tiempo y que rápidamente La Fraternidad se iba a sentar a negociar la vuelta al trabajo. Pero.la huelga fue tomando una magnitud inesperada, ya que se plegaron a ella los gremios ferrocarrileros de las zonas económicamente más importantes del país, como Rosario. En esta oportunidad y por las dimensiones que la huelga había adquirido, el gobierno nacional decidió intervenir. En consecuencia, y a pedido del Ministro de Obras Públicas, Ramos Mejía, el gobierno nacional sancionó un decreto por el cual se derogaban las disposiciones que trababan la rápida admisión de obreros que reemplacen a los huelguistas.3 Dicha medida favorecía abiertamente a las empresas y fortalecía su posición frente a los trabajadores. Hay un nuevo intento de acercar a las partes en conflicto mediante una mediación, pero esta no fue aceptada por La Fraternidad, en tanto las empresas se negaban a reincorporar a los huelguistas, aduciendo que estos ya habían sido reemplazadas por otros. Se produjeron algunos atentados contra trenes que circulaban y ante las acusaciones, La Fraternidad declaraba que: “... Nuestra huelga fue, es y será de una ordenación admirable. En ningún momento hemos fiado el éxito de nuestras peticiones más que a la justicia de la causa y al poder solidario de la organización. Ni por un momento pensamos en emplear medios vedados por la legalidad...”4 En distintos comunicados emitidos por La Fraternidad se señalaba al ministro de Obras Públicas, Exequiel Ramos Mejía, como quien en todo momento intervino en el conflicto para asegurar los intereses de las empresas ferroviarias y perjudicando a los trabajadores. Con respecto a esto último, La Fraternidad expresaba: “… El ministro (Ramos Mejía) confundió lamentablemente este paro tranquilo y sereno de un personal instruido y técnico con cualquier huelga vulgar de carreros o barrenderos. No se dio cuenta que un maquinista no es un obrero, sino un empleado con conocimientos especiales… y no supo tampoco qué clase de elementos sanos, laboriosos e inteligentes y, de larga y honrosa foja de servicios son los organizadores del movimiento…” 5
A fines de febrero la huelga ferroviaria había fracasado por completo, a causa de la intransigencia de las empresas. Las reivindicaciones solicitadas por los maquinistas y foguistas en este momento ya se habían modificado, al punto que sólo exigían para volver al trabajo el reingreso de todo el personal que se hallaba en huelga y el pago de los sueldos que se debían de antes de comenzar el conflicto. 2. Interpelación del diputado Luis Agote al ministro del Interior Indalecio Gómez, 24 de enero de 1912, en Cámar de Diputados, Diario de Sedioes, Buenos Aires, 1912, tomo 4, pág, 271. 3. Boletín del Departamento Nacional del Trabajo. Ibidem. 4. La Capital, Rosario, 18 de febrero de 1912. 5. Chito,J.B.; Agnelli, F.. Cincuentenario de La Fraternidad, Buenos Aires, Kavaschino Hnos., 1938, pág. 265.
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CUADERNOS del Ciesal Como señala Suriano, las convicciones del ministro Gómez no alcanzaron para que los trabajadores pudieran ponerse en igualdad de condiciones respecto de los empresarios. La derrota sufrida por La Fraternidad en este conflicto fue capitalizada por la recientemente creada FOF, y tomado como un ejemplo contundente de la necesidad de practicar la solidaridad de clase cómo único camino para enfrentarse a los poderosos empresarios. Finalmente, La Fraternidad lo único que consiguió fue la garantía del presidente Roque Sáenz Peña de intervenir ante las compañías extranjeras para la reincorporación total de los trabajadores implicados en el paro. De todas maneras, este movimiento instaló en el debate político uno de los anhelos de La Fraternidad, la necesidad de sancionar una ley de jubilaciones para los ferroviarios. Esta reivindicación se concretó en 1915, con la promulgación de una ley de jubilaciones para los ferroviarios que combinaba en sus artículos la concreción de antiguos reclamos de los trabajadores del riel con disposiciones restrictivas en cuanto al derecho de huelga. 6
Los ferroviarios ante la primera presidencia de Yrigoyen a) Escenario político y sindical
Con la aplicación de la ley Sáenz Peña y la llegada del radicalismo al gobierno nacional en 1916, el Estado “gendarme” o “prescindente característico del período oligárquico fue quedando atrás para dar paso a un Estado que progresivamente irá ampliando sus funciones sociales, e incorporando en su agenda nuevas cuestiones. Por supuesto no debemos dejar de señalar que las transformaciones que se operaron en el accionar del Estado Liberal clásico a partir del gobierno de Yrigoyen, ya venían manifestándose en el período oligárquico. Muestra de esto último, y como hemos visto, fueron las acciones implementadas por el gobierno nacional frente a la huelga de 1912. A partir de una nueva concepción sobre el Estado y sus funciones, el radicalismo intervino en la resolución de los conflictos obreros. Es decir, el Estado comenzó a aparecer como el árbitro de las luchas entre el capital y el trabajo y como el garante último de una equitativa y justa solución de los conflictos entre los distintos intereses sectoriales. Al respecto, Alfredo Pucciarelli plantea que:”...el partido radical se habría transformado, en principio, en vehículo involuntario e inconsciente de la construcción de una nueva realidad social...( y)... también en el protagonista fundamental y , en cierto modo, en la garantía del buen funcionamiento del nuevo régimen político democrático...” 7 Sin un programa de gobierno explícito, la gestión de Yrigoyen implementó diversos mecanismos para concretar un acercamiento 6. Chiti, J.B.; Agnelli,F. op.cit. pág. 209. 7. PUCCIARELLI, Alfredo. Conservadores,radicales e yrigoyenistas. Un modelo (Hipotético) de Hegemonía Compartida ,en Argentina en la paz de dos guerras 1914-1945, ed. Biblos, Bs.As., 1993., pág.93.
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del Estado con los trabajadores urbanos. Esto generó nuevas reglas de juego en las relaciones laborales, en un intento por “integrar” a gran parte de los que hasta ahora se encontraban marginados del sistema político. Paralelamente, la situación que se presentaba en el movimiento obrero organizado argentino, no era la misma que había caracterizado al período oligárquico anterior. En efecto, y como señalamos al principio, luego de la huelga del Centenario, el movimiento anarquista paulatinamente había ido perdiendo su poder de convocatoria frente a la progresiva consolidación del Sindicalista Revolucionaria. Esta corriente surgida en 1906, a partir de una escisión producida en el Partido Socialista, poco a poco fue cooptando la dirección de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA). En contraposición a las prácticas del socialismo, los “Sindicalistas” negaban la acción parlamentaria como una vía útil para la consecución de las reivindicaciones obreras. Para ellos, los trabajadores en tanto clase no podían ser representados por partidos políticos:”...El partido es una institución burguesa, con cualquier denominación que se le dé. Es conservador; no puede sino mantener el orden capitalista actual. Los partidos -creaciones artificiales- carecen de base material, y sólo se sustentan de la opinión de sus adherentes, convencidos de la utilidad de la implantación de los programas, formando una masa de electores que tan fácilmente se unen como se disgregan. Los partidos no pueden llenar por eso la misión histórica de las clases...”8. Para los “sindicalistas” la participación de los obreros en el parlamento o en los partidos políticos son formas de afianzar el sistema y el gobierno. La única entidad que puede representar auténticamente los intereses de los trabajadores es el Sindicato. Según los “Sindicalistas”, el sindicato era el lugar privilegiado para que el obrero se educara y adquiriera conciencia de su pertenencia a una clase. Las luchas reivindicativas que se entablaban desde el Sindicato o desde el taller eran las únicas que poseían un carácter revolucionario, ya que se obtenían en detrimento del principio de autoridad patronal: “...El Sindicato es una institución de naturaleza obrera revolucionaria, la que debe dar batalla contra el Estado, batirlo hasta destronarlo y reemplazarlo. Entre el capitalismo y el Sindicalismo no debe interponerse el Estado: la lucha debe ser directa, y por la acción directa y no por delegación...”..9 Como se desprende de esta cita, el anti-estatismo y el anti.politicismo caracterizaron el accionar del Sindicalismo Revolucionario. Otra de las preocupaciones centrales de la corriente Sindicalista era la “capacitación de los trabajadores” para la acción revolucionaria. Esto apuntaba, por un lado, a darle importancia a las luchas cotidianas que los obreros mantenían para la obtención de sus mejoras laborales, ya que era allí donde se aprendía a reconocer al enemigo: los capitalistas. En este ámbito, la huelga con caracteres revolucionarios era considerada el arma más efectiva. Por otro lado, la capacitación de los trabajadores también debía incidir en la preparación de estos para la dirección y organización de los procesos productivos.10 El manejo de los medios de producción aparece como punto clave de los planteos ideológicos de esta corriente. Lograr la unidad del movimiento obrero fue otro elemento que estuvo presente en la prédica del Sindicalismo Revolucionario. Colocaban a la idea de unión sindical por encima del embanderamiento ideológico y proponían la construcción de organizaciones sindicales dedicadas a la lucha por los inte8. Arraga, Julio. El sindicalismo. Los partidos políticos y las sectas. Bs. As., 1918, pág. 6. 9. Arraga, Julio. Ibidem, pág.10. 10. Arraga, Julio. Ibidem, pág.17.
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CUADERNOS del Ciesal reses económicos y sociales de los trabajadores. Es decir, esta corriente ideológica privilegiaba todas aquellas acciones que por su naturaleza incidían en la construcción de la clase obrera. Dentro de esas acciones, la vida sindical, la lucha y los movimientos de protesta de los trabajadores eran consideradas actividades de alto valor educativo para los trabajadores. En este punto, se enfrentaban al anarquismo, en tanto este movimiento consideraba que la lucha sindical sólo adquiría un valor significativo para el proceso revolucionario, cuando estaba guiada y encuadrada en los marcos ideológicos del comunismo- anárquico. Por esta razón los diferentes intentos de convivir ambos movimientos en una misma central obrera fracasaban. En los años 1907, 1909, 1912 y 1914 se organizaron Congresos de Fusión, pero la preeminencia de los planteos ideológicos ponía fin a estos intentos. Cuando el radicalismo inició su primera gestión de gobierno, el Sindicalismo Revolucionario había logrado ocupar la mayoría de los cargos directivos de la FORA desplazando al anarquismo y se consolidaba su poder de movilización. Por su parte, el anarquismo, se reagrupó y conformó su propia central obrera que funcionará en forma paralela a la Sindicalista entre los años 1916 y 1930. En 1919 el Boletín del Departamento Nacional del Trabajo publicó un informe sobre el desarrollo alcanzado por la FORA Sindicalista, entre los años 1915 y 1918. Allí claramente se advierte que el aumento del número de sindicatos adheridos a esta central, fue constante en estos cuatro años. Destacándose el año 1917, en donde se duplica la cantidad de gremios que pasan a formar parte de esta FORA Sindicalista. A su vez, en este informe del Boletín se comentaba que en 1918 la FORA IX se había transformado en un factor de poder y ya no se podía dejar de tenerla cuenta para la resolución de los conflictos entre el capital y el trabajo:”...El espectáculo de los macizos sindicatos que trataban de potencia a potencia con el gobierno y las más fuertes empresas, imponiéndoles normas de conducta en armonía con sus aspiraciones e intereses; que a una simple orden telegráfica transmitida desde las organizaciones centrales, paralizaban instantáneamente el tráfico en extensas zonas o en la totalidad del país; que detenían o graduaban a voluntad la producción industrial de mayor aceptación o más imperiosamente reclamada en el mercado mundial... era un fenómeno nuevo en nuestro medio...”.11 También, es interesante señalar que el aumento de adherentes a la FORA Sindicalista, estuvo dado por el ingreso de federaciones locales que históricamente habían sido conducidas por el movimiento anarquista. Tal fue el caso de La Federación Local Rosarina (FOR). No obstante, los trabajadores ferroviarios junto con los marítimos constituyeron las piezas claves del poder de movilización que había alcanzado el Sindicalismo Revolucionario en este período. En parte, el crecimiento de esta tendencia estaba basado en su capacidad de organización sindical de todos aquellos obreros del riel que por el tipo de tareas que realizaban no eran parte de La Fraternidad. Nos estamos refiriendo a los trabajadores ferroviarios pertenecientes a los sectores de Talleres, Tracción, Tráfico, Obras, Vías y empleados administrativos. En 1912, y a instancias del Sindicalismo revolucionario estos trabajadores se agruparon en la Federación Obrera Ferrocarrilera (FOF), luego Federación Obrera Ferroviaria. Según las fuentes que hemos consultado entre los años 1915 y 1916, la FOF contaba con un total de 4000 afiliados y de acuerdo a las informaciones que brinda el periódico El Obrero Ferroviario, para 1920 la FOF presentaba una nómina de 48.449 afiliados.12 11. Boletín. Del Departamento Nacional del Trabajo, n°41, Buenos Aires, abril, 1919. 12. CHITI, Juan; AGNELLI, Francisco. Cincuentenario de La Fraternidad, ed. Victoria, Bs. As.,1928-1938, pág. 388. El Obrero Ferroviario, Bs.As.,agosto de 1920.
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b) El conflicto ferroviario de 1917
De esta manera, para 1916, los trabajadores ferroviarios estaban representados gremialmente por dos sindicatos de gran envergadura, la FOF y La Fraternidad. Si bien, estos sindicatos diferían en sus estrategias de lucha y organización, para este período habían firmado un pacto de Solidaridad que las comprometía a ayudarse mutuamente en caso de conflicto. Por primera vez las dos organizaciones ferroviarias dejaban de lado las diferencias ideológicas que las separaban para conformar un bloque en caso del estallido de un paro. Rápidamente se presentó la oportunidad de poner a prueba la efectividad del Pacto ferroviario, ya que al año siguiente ambas organizaciones iniciaron una huelga de gran magnitud. En efecto, desde enero del año 1917 La Fraternidad estaba manteniendo conversaciones con el gobierno de Yrigoyen, con el objetivo de informarle al presidente de la Nación la difícil situación por la que estaban atravesando los trabajadores ferroviarios. La Fraternidad solicitaba que el poder ejecutivo impulse en el parlamento una definitiva legislación que reglamentara el trabajo del sector estableciendo un escalafón de ascensos, y garantizando la estabilidad laboral. A su vez La Fraternidad volvía sobre un viejo reclamo, solicitando la pronta implementación del sistema jubilatorio para los obreros del riel.13 Paralelamente y en el mes de septiembre de 1917, los delegados de la FOF pertenecientes a las secciones Rosario y Santa Fe decidieron un paro por mejoras salariales. Este movimiento fue acompañado por el estallido de numerosa huelga a lo largo y ancho de la provincia de Santa Fe. El conflicto adquirió características violentas y tanto la FOF como La Fraternidad informaron al gobierno nacional que no eran responsables de lo sucedido. Pero, y como el malestar obrero continuaba los dirigentes de ambos sindicatos decidieron hacerse cargo de la situación. Rápidamente las empresas se mostraron dispuestas a someter la resolución del conflicto a una instancia de arbitraje, pero sin la presencia del Estado.14 Frente a esta propuesta de la patronal, tanto La Fraternidad como la FOF no aceptaron sentarse en esa mesa de negociación, pero por diferentes razones. En el caso de La Fraternidad, esta sostenía que si el arbitraje no era con la intervención del gobierno nacional garantizando el respeto de los acuerdos, ellos no estaban dispuestos a sentarse a negociar.15 En cambio, la FOF descartaba una solución a través del arbitraje, en tanto pensaban que las empresas ferroviarias nunca habían mostrado interés por los problemas de los trabajadores. La propuesta que la FOF le hizo al gobierno nacional consistía en: “...ante la irreductible intransigencia de los capitalistas directores de las empresas ferroviarias, que afirman que es imposible conceder mejoras de salarios, porque los aumentos que se exigen representarían una suma de millones que no coinciden con los beneficios que le proporciona la explotación de la industria. En vista del empeño del Poder Ejecutivo Nacional por restablecer los servicios del tráfico...y ante la imposibilidad de llegar a una solución decorosa para los trabajadores que no están dispuestos a someterse a los accionistas extranjeros... declaran: Que de acuerdo al artículo 2 inciso B de los 13. La Nación , Bs.As., 9 de septiembre de 1917. La Organización Obrera, Bs.As., 19 de septiembre de 1917 y 14. La Nación, Bs.As., 18 de septiembre de 1917. 15. Chitti, J.; Agnelli, F..op. cit., pág.405.
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CUADERNOS del Ciesal estatutos de la Federación estarían dispuestos a asumir la dirección y explotación de los ferrocarriles, en la seguridad de que, con esta medida los obreros y explotados se colocarían en condiciones de recibir una justa compensación de sus esfuerzos productivos y traería como consecuencia la inmediata normalización permanente del tráfico general y constituirá, así mismo, la mayor garantía para el progreso del país...“ .16 Con el desarrollo de la huelga fueron surgiendo las fuertes diferencias ideológicas y de estrategia que los dos sindicatos ferroviarios tenían. La FOF entendía que, en este conflicto se habían generado las condiciones necesarias para que se transformara en una acción revolucionaria. Y aceptar el arbitraje implicaba cortar un proceso de cambio que se había puesto en marcha. A su vez, y de acuerdo a los planteos del Sindicalismo Revolucionario, la huelga debía mantenerse en el terreno del mundo del trabajo y por la acción de clase, impidiendo que la misma se constituyera en un hecho político por la acción de los partidos. Entendiendo al sindicato como un órgano revolucionario de clase, a través de su acción y en forma gradual este se ocupa de ir limitando el poder de los patrones en los lugares de trabajo. De esta manera, y como objetivo final, el movimiento obrero organizado se encaminaba hacia la definitiva supresión del régimen patronal. En este punto, la clase trabajadora asume la dirección y la organización en el ámbito del trabajo. Para el Sindicalismo, esta lucha en el terreno económico es la que provoca la progresiva desaparición del Estado, en tanto este queda vaciado de las funciones que le asigna la sociedad capitalista : “ haciendo innecesaria ya la función del Estado, que debe su existencia a los conflictos producidos entre las categorías económicas antitéticas...”.17 A diferencia de los socialistas, el Sindicalismo Revolucionario de inspiración soreliana sostenía que en cuanto a la finalidad política de los Sindicatos, era un error entender la lucha revolucionaria de los proletarios como un proceso que debe conducir hacia la ocupación de las posiciones burguesesas en la esfera pública. Al contrario, la lucha debe tener por objetivo quitarle a los organismos políticos su contenido burgués y reemplazarlo por los principios que rigen la vida de la clase trabajadora. Es decir, planteaban la necesidad de procurar la construcción de “organismos políticos proletarios”.18
La huelga ferroviaria siguió agudizándose y en algunos lugares como Rosario se producían hechos de violencia por parte de los huelguistas. A su vez, la FOM en solidaridad con los ferroviarios decidieron boicotear todos los embarques de la zona de los puertos del litoral y sumarse a la huelga general decretada por la FORA IX. Se conformó una comisión de representantes de la industria, el comercio y la producción del país, a la que se agregaron delegados de la Bolsa de Comercio y la Cámara Sindical de Rosario y de las Cámaras de Comercio de Bélgica, Italia y España para entrevistarse con Yrigoyen. En esta ocasión, el presidente de la Nación les manifestó que estaba agotando todos los medios para que el conflicto se resolviera en un marco de mutuo entendimiento, y en el caso de no ser así, recurriría a las facultades que le concede su investidura para decidir el pleito en forma definitiva. También, Yrigoyen, señaló que no pensaba que había llegado el momento de abandonar los procedimientos conciliatorios para pasar a los coercitivos. 16. La Nación, Buenos Aires, 27 de septiembre de 1917. 17. Arraga, Julio. Nociones de Sindicalismo, Buenos Aires, 1913, pág.10. 18. Sorel, Georges. El porvenir de los Sindicatos Obreros, Valencia, F. Sempere y Compañía Editores, s.f., pág.89.
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Ante la intransigencia de las empresas ferroviarias de conceder alguna reivindicación obrera, el poder ejecutivo abandonó el arbitraje y sancionó un decreto por el cual se reglamentaba el trabajo ferroviario. Esta medida implicaba: la aplicación de la ley de jubilaciones, un aumento global de un 10% sobre los sueldos, tratando que el impacto de esta medida recaiga sobre los salarios más bajos, supresión del sistema de multas para los trabajadores, readmisión a sus antiguos puestos de los huelguistas de 1912 y que no se tomen represalias con los obreros que participaron en esta huelga. A su vez el poder ejecutivo autorizaba a las empresas a elevar las tarifas ferroviarias para cubrir los gastos que ocasionaba este decreto.19 La Fraternidad y la Asociación de Telegrafistas y Empleados Postales decidieron acatar el decreto del poder ejecutivo, ya que consideraban que este contenía la mayoría de las cuestiones que estaban reclamando. Distinta fue la reacción de la FOF, sus dirigentes en un primer momento resolvieron desconocer el decreto y continuar con la huelga solos. Pero Yrigoyen intercede y convoca a la dirigencia de la FOF para que vuelvan a sus puestos de trabajo. Este hecho es comentado por La Fraternidad, señalando que los defensores de la “acción directa” a ultranza finalmente también negociaban con el Estado y se sometían a su arbitraje. 20 La negociación como estrategia de lucha del Sindicalismo, es un elemento que aparece utilizado con recurrencia en los distintos conflictos que estallaron durante los gobiernos radicales. Esta particularidad, en una primera instancia, parece manifestarse como una contradicción frente a los contenidos antiestatistas que impregnaban el espectro ideológico del Sindicalismo. Y más aún ha sido interpretada por distintos historiadores como una relativa renuncia de la corriente Sindicalista a su concepción revolucionaria y antiestatista, en pos de privilegiar objetivos vinculados a la construcción de la conciencia clase obrera. El Sindicalismo entendía la acción revolucionaria como una instancia progresiva que partía de una toma de conciencia de clase de la trabajadora en el ámbito de la producción y en la actividad sindical. Desde la lucha sindical, los obreros avanzaban en la limitación y paulatina supresión del poder patronal, con el objetivo, como ya hemos señalado, de manejar los medios de producción. En este proceso, la huelga y la negociación, como formas de acción directa, eran concebidas como parte del camino que conducía al momento revolucionario. Es decir, el antiestatismo del Sindicalistas no planteaba como el anarquismo un enfrentamiento “liso y llano” contra el Estado. Proponía combatirlo desde fuera del sistema, pero sacando provecho de todo aquello que era de utilidad para aumentar el poder de presión de los trabajadores y posicionarlos en mejores condiciones para enfrentar a los patrones. Al ubicar el Sindicalismo, como prioridad la transformación del medio económico y social, la desaparición del Estado y la política burguesa vendrían como consecuencia de este cambio, ya que dejarían de tener un fundamento. Una vez finalizado el conflicto, los dos gremios ferroviarios se distanciaron. Según La Fraternidad era insostenible cualquier pacto o acuerdo con la FOF por las grandes diferencias que existían entre las prácticas de ambas agrupaciones: “...la Federación es una sociedad de acción directa y sindical, que es partidaria de las huelgas parciales y que está manejada por personas que no pertenecen al gremio, y que sin embargo figuran como única cabeza dirigente de la organización. La Fraternidad en cambio, es una sociedad organizada a base múltiple, es decir, organizada tanto para la resistencia como para la ayuda 19. La Nación, Buenos Aires, 14 de octubre de 1917. 20. Chitti, J.; Agnelli F.. op.cit. pág.329 – 330.
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CUADERNOS del Ciesal mutua entre sus asociados, es una sociedad reconocida como persona jurídica y por lo tanto responsable ante la ley y la justicia, reconocida por el gobierno y respetada por las empresas, y por último dirigida por ferroviarios auténticos y responsables de sus actos ante todo el mundo. La diferencia pues, es notable entre las dos sociedades; las dos pretenden ir al mismo fin pero las dos van por caminos absolutamente distintos...”.21 Las estrategias de luchas de La Fraternidad estaban inscriptas en un marco de legalidad y tenían más que ver con el diálogo y la labor parlamentaria, antes que con métodos de acción directa. Como hemos señalado anteriormente, pensaban en la huelga como un recurso de última instancia, primero que nada debían agotarse todos los medios pacíficos para resolver los conflictos. Por esta razón La Fraternidad se negó en varias ocasiones a brindar su solidaridad a huelgas en donde se consideraba que no se habían agotado todos los medios antes de llegar al paro.
Las organizaciones ferroviarias en la década del veinte En esta etapa, encontramos a los trabajadores ferroviarios intentando reorganizarse, luego del desgate que había provocado el largo conflicto de los años 1917 y 1918. Nuevamente aparece la preocupación por lograr la unidad del sector. En junio de 1920 se acordó la celebración de un Congreso de delegados de La Fraternidad y la FOF, bajo la presidencia del Sindicalista, Antonio Tramonti. De allí partió la idea de trabajar para lograr hacer efectiva la unidad de los gremios ferroviarios. En este sentido, en el año 1922 se produjeron dos hechos importantes que afectaron el mundo de los trabajadores ferroviarios argentinos. Uno de ellos, fue la desaparición de la FOF y su reemplazo por el surgimiento de una nueva entidad: la Unión Ferroviaria (UF). Según señala Horowitz, la fundación de la UF respondió a la preocupación de un grupo de ferroviarios, por los resultados negativos que sobre la organización habían tenido las huelgas de 1917 y 1918. Sobre todo, estaban descontentos con la forma en que se le había permitido intervenir a la Fraternidad.22 Pensaban que era necesario crear un sindicato más centralizado y disciplinado. La columna vertebral de la UF lo constituyeron los gremios de Talleres y Tráfico. En esta década del veinte ambos gremios ferroviarios (La Fraternidad y la UF) atravesaron un proceso de crecimiento tanto en lo económico como en el número de afiliados. En un estudio que realizó la Revista de Ciencias Económicas en el año 1927 se pueden obtener los siguientes datos:
21. Ibidem. pág.399. 22. Horowwitz, Joel. Los trabajadores ferroviarios en la Argentina ( 1920-1943). La Formación de una elite obrera, en Desarrollo Económico, v. 25, n° 99 ( octubre- diciembre 1985).
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* La Fraternidad nº de afiliados: 1920..............9.000 afiliados 1930..............13.515 “
nº de seccionales y delegaciones: 1922..........134 seccionales y 34 delegaciones. 1923..........149 seccionales y 38 delegaciones. 1926..........157 seccionales y 50 delegaciones.
* Unión Ferroviaria nº de afiliados: Inicial (1922)........12.879 1923................ 23.095 1924................ 32.989 1925................ 50.551 1926................ 69.108
nº de seccionales y delegaciones 1923............142 seccionales y 6 delegaciones 1924............176 seccionales y 9 delegaciones 1925............197 seccionales y 18 delegaciones 1926............212 seccionales y 15 delegaciones
El otro acontecimiento relevante del año 1922 fue la constitución de la Confraternidad Ferroviaria. Esta instancia organizativa aglutinaba en su interior a La Fraternidad y la UF. Por segunda vez se trataba de unificar sindicalmente a los trabajadores ferroviarios, con el objetivo de aumentar su poder de presión y representatividad en el escenario político argentino. Los estatutos de la Confraternidad establecían que las entidades gremiales que la componían eran totalmente autónomas e integraban una junta central que se ocupaba solamente de los problemas que podían afectar a ambas organiza-
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CUADERNOS del Ciesal ciones. Con respecto a los métodos de lucha, se señalaba que la huelga general del gremio, sólo era autorizada cuando la mediación ante el Estado o las empresas se había agotado. Además la Confraternidad se declaraba ajena a toda cuestión política o ideológica. Evidentemente en las bases de esta unidad prevaleció el temperamento de los dirigentes de La Fraternidad. Y la figura de Antonio Tramonti fue de fundamental importancia en el cambio de concepciones que estaba atravesando la vieja FOF, ahora UF. Este cambio de orientación ideológica de la UF, le permitió despegarse de la tutela de una corriente Sindicalista más ortodoxa y consolidar la unidad con La Fraternidad, que se mantuvo hasta 1930. Tramonti ocupó la presidencia de la UF entre 1922 y 1934, y desde allí estableció buenas relaciones con el radicalismo que le valieron el logro de importantes beneficios para su gremio. A partir de la conducción de Tramonti, la UF dejó de estar adherida a la central Sindicalista, FORA IX. El alejamiento de los ferroviarios se produjo en 1922 cuando y tras otro intento de unificar a las centrales obreras existentes se funda la Unión Sindical Argentina (USA) y desaparece la vieja FORA IX. A través de esta nueva central, el Sindicalismo Revolucionario intentó reagruparse e imponer sus criterios ideológicos. En este sentido, endurecieron sus posturas antipolíticas, planteando que las representaciones sindicales debían estar integradas por “auténticos” obreros y no por personas ajenas al gremio o que habían abandonado su condición de obrero para dedicarse a cuestiones políticas o partidarias. No aceptaban que los “intelectuales”, “periodistas” (como en el caso de los anarquistas) o políticos (como en el caso de los socialistas) se arrogaran la representación de los trabajadores. Para el Sindicalismo, la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores, y no de elementos extraños al mundo de la producción que desvirtuaban los objetivos y sólo defendían sus propios intereses. De este modo, el estatuto de la USA establecía una serie de principios rectores que reflejaban la clara impronta del Sindicalistas Revolucionario: “...1º Desconocer todo derecho de intervención y tutelaje a las fracciones organizadas en partidos políticos…. 2º Declinar toda invitación de partidos políticos para intervenir en campañas electorales, o de protesta con fines políticos. 3º Proclamar como principio invariable en el período de lucha contra el capitalismo, la insuperable superioridad de las armas que ofrece la acción directa, desde la huelga, el boycott y el sabotage, hasta los movimientos insurreccionales y la propia revolución social. 4º Afirmar que la única vanguardia revolucionaria del proletariado argentino la constituyen los aguerridos sindicatos que integran la USA, haciendo suya la tesis: “Todo el poder a los sindicatos”...8º Se declara antiestatal... La USA aspira a crear la verdadera sociedad del trabajo, mediante el esfuerzo, la inteligencia y la dirección de los mismos trabajadores. 9º Aconseja y permite en su seno la exposición de todas las doctrinas de transformación social, como un coeficiente poderoso para educar a las masas que militan en la organización…”.23 La imposición de estas posturas provocó que aquellos gremios que se encontraban cerca del partido socialista o que pensaran en la necesidad de que el movimiento obrero tuviera una expresión política se fueron alejando de la nueva central obrera. Tal fue el caso de la Unión Obreros Municipales y la Unión Obreros Curtidores que en junio de 1924 abandonaron las filas de la USA. A este respecto los obreros municipales en una nota periodística señalaban:”... la estructura de la USA no es la adecuada a un movimiento obrero tan heterogéneo en las costumbres y en las ideas como lo es el nuestro, y mucho menos para unir bajo su égida a grandes masas de trabajadores, puesto que estos no se reúnen en los sindicatos por afinidad de 23. Marotta, Sebastián. El movimiento sindical argentino. Su génesis y desarrollo. Ed. Calonimo, Bs. As., 1970, Tomo III, pág. 83 – 84.
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ideas sino de intereses...”.24 Por su parte, los trabajadores curtidores también expresaron públicamente su descontento con el funcionamiento de la USA: “... progresivamente se comprueba la inexistencia de una central obrera capaz de orientar a la clase trabajadora con resultados positivos y fecundos en sus dolorosos esfuerzos, expuestos periódicamente a maniobras de predominio de tendencias... y agregaban ... existen organizaciones obreras importantes, las cuales en su defensa y en bien del proletariado en general podrían ejercer con su sola presencia una saludable influencia en una central obrera, viéndose alejadas por ese sectarismo... “ .25 En el descontento de estos gremios se hallaba el germen del nacimiento de una nueva central obrera con una marcada influencia del socialismo. Otro de los alejamientos que sufre la USA, fue el de la Federación Gráfica Bonaerense en 1926. La credencial de Miguel Briuolo, representante de este gremio, había sido rechazada durante el II congreso de la central obrera, ya que este ocupaba en ese momento el cargo de concejal por el partido comunista. En la justificación de su separación , la Federación Gráfica Bonaerense señalaba:” ... Que las gestiones ministeriales y otras andanzas “colaboracionistas” que han efectuado algunos de esos dirigentes con el consentimiento tácito de los demás, apañados por caudillos radicales - como en los casos de la FOM ... para ubicar a ciertos camaradas en dependencias estatales, según lo denunciara la Unión Obreros Municipales...- demuestra la doblez del pretendido criterio “anti-reformista” de tales dirigentes, que les permite mantener una ficción perjudicial para el proletariado y que beneficia a los politiqueros burgueses... “.26 Desde las columnas del periódico Bandera Proletaria, la USA trataba de alertar al movimiento obrero sobre la campaña separatista que estaban llevando adelante el socialismo junto con algunos gremios. En su defensa, los dirigentes de la USA reafirmaban su carácter anti-estatal y antipolítico: “... (la USA)... se presenta como una potencia al Estado o capitalismo, discutiéndoles directamente sus pedidos, pero no haciendo obra colaboracionista, que no cuadra a los propósitos para que fueron creados los organismos sindicales… “.27 Sobre la base de este argumento justificaban su diálogo con el poder ejecutivo para la resolución de los conflictos obreros y defendían su definición del principio antiestatista. Nuevamente, el Sindicalismo reforzaba la idea de la legitimidad que adquiría la negociación con el Estado, si esta se realizaba por fuera del sistema político. Como hemos visto hasta ahora, los años veinte se caracterizaron por una fuerte disputa entre una concepción antipoliticista para la organización sindical de los trabajadores, frente a una postura que entendía necesario otorgarles representación política a los trabajadores. Con la ausencia de los trabajadores ferroviarios, a principios de 1926 la USA se encontraba debilitada y buscando alternativas para reconstruir su poder de convocatoria. Los usistas se fijaron metas a cumplir en el corto plazo: 1) Realizar todos los esfuerzos necesarios para reorganizar la FOM, 2) Consolidar la Federación de Sindicatos Ferroviarios. Esta agrupación era de reciente aparición había sido organizada por militantes Sindicalistas Revolucionarios y respondía a necesidad de comenzar a recuperar para sus filas a los trabajadores ferroviarios 3) Impulsar la vuelta del gremio Obreros Afines del Au24. La Vanguardia, Buenos Aires, 25 de junio de 1924. 25. La Vanguardia, Buenos Aires, 2 de junio de 1924. 26. Bandera Proletaria, Buenos Aires, 2 de octubre de 1926. 27. Bandera Proletaria, Buenos Aires, 3 de julio de 1926.
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CUADERNOS del Ciesal tomóvil. Para luego poder conformar la Federación Obrera de Rodados y Transportes. La Federación era un viejo anhelo del Sindicalismo de la USA, y nunca habían podido concretarse por las constantes defecciones que se producían en su seno. 4) Poner empeño en reorganizar las Uniones Obreras Locales y Provinciales, a través de giras por el interior y la profundización de la propaganda. 5) Ocuparse de los problemas rurales, tratando de organizar a los trabajadores del campo.28 Paralelamente, la Confraternidad Ferroviaria (UF y La Fraternidad), la Unión Obreros Cortadores, Sastres y Costura y Anexos, la Unión Obrera Curtidores, y la Unión Obreros Municipales concretaron en febrero 1926 la creación de la nueva central: Confederación Obrera Argentina (COA), que procurará disputarle los espacios de poder sindical a la USA. En referencia a este hecho, el periódico Bandera Proletaria, publicación embanderada en Sindicalismo Revolucionario, titulaba sus artículos: Los “trabajadores” de la nueva central. El encomillado procuraba destacar que los dirigentes que participaban de la COA, como Joaquín Coca, Agustín Muzio y Pérez Leiros, entre otros, no eran trabajadores, sino representantes del Partido Socialista en funciones parlamentarias. Según el Sindicalismo con el surgimiento de la COA el socialismo había logrado constituir el brazo obrero que siempre le había faltado. De acuerdo a los datos que brindaba la Revista de Ciencias Económicas, para el año 1927 la COA se transforma en la central obrera más poderosa frente a la USA del Sindicalismo y a la debilitada FORA que aglutinaba a los sectores:
Cuadro 1 ( Revista de Ciencias Económicas, Nº 73, año XV, Serie II, Buenos Aires, agosto de 1927, Pág. 973.
*Sindicato
Cant. de afiliados
Confraternidad Ferroviaria (434 seccionales y delegaciones en todo el país).......................................................................................... 87.000 Unión Obreros Municipales (Capital).................................................................................................................... 3.200 Unión Obreros Cortadores, sastres, Costureras y Anexos (Capital).................................................................................................................................. 1.500 Unión Obreros Curtidores (Capital)........................................................................................................................... 200 Liga Internacional de Domésticos (Capital)........................................................................................................... 200 Albañiles (General Chávez)........................................................................................................................................... 100 Sociedad Obreros Albañiles (Júarez)........................................................................................................................ 120 Oficios Varios (Carhué)..................................................................................................................................................... 50 Oficios Varios (Pergamino).............................................................................................................................................. 70 Empleados de Comercio(Pergamino)...................................................................................................................... 100 Obreros Albañiles (Pergamino)..................................................................................................................................... 80 Empleados de Comercio (Olavarría)......................................................................................................................... 200 28. Ibidem.
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Albañiles (Tucumán)....................................................................................................................................................... 100 Panaderos (Junín)............................................................................................................................................................... 60 Mosaístas (San Juan)......................................................................................................................................................... 60 Panaderos y Repartidores (Trenque Lauquen)........................................................................................................ 40 Empleados de Comercio (General Pico).................................................................................................................. 100 TOTAL ....................................................................................................................................... 93.180
Cuadro 2 (Revista de Ciencias Económicas, n° 73, agosto de 1027, pág.974.)
Para advertir el notable crecimiento de la COA en su primer año de existencia, a continuación incluimos cifras referentes a la cantidad de afiliados de la USA para esa misma época. Y a su vez agregamos datos sobre el número de afiliados de la FORA IX (Sindicalista), dos años antes de su desaparición.
FORA IX 1920
USA 1925
Sind.
Nº Afiliados
Sind.
Nº Afiliados
Capital Federal
46
35.000
28
12.000
Buenos Aires
203
23.000
54
5.000
Córdoba
68
6.000
25
1.300
Corrientes
16
2.500
6
200
Entre Ríos
57
6.000
2
100
Catamarca
2
200
-
-
Jujuy
1
100
-
-
La Rioja
1
100
-
-
Mendoza
11
2.000
4
200
Santa Fe
108
13.000
26
1.300
8
500
4
200
17
1.000
4
200
16
3.000
-
-
Chaco
14
3.000
-
-
Chubut
3
500
1
100
Formosa
4
1.200
-
-
Misiones
3
2.000
-
-
San Luis Santiago Estero Tucumán
del
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CUADERNOS del Ciesal La Pampa
11
1.000
4
150
Río Negro
3
300
-
-
Santa Cruz
6
1.600
-
-
Totales
598
102.000
161
22.000
Como podemos observar en el Cuadro 1, el mayor caudal de afiliados de la COA lo otorgaba la Confraternidad Ferroviaria, y además era el único gremio que le permitía tener una representación a nivel nacional. Como consecuencia de esta situación, si lo comparamos con la cantidad de afiliados que tenía la USA (Cuadro 2) para la misma época tenemos que la COA poseía cuatro veces más de afiliados, alcanzando una cifra cercana a la que tenía la FORA IX en su etapa de mayor expansión (año 1920= 102.000 afiliados). En la carta orgánica de la COA se establecían disposiciones que marcaban las diferencias que tenía con la USA. Por ejemplo en su declaración de principios se señalaba que:”...(a los trabajadores) los llama a organizarse en el terreno sindical para la conquista de mejores condiciones de trabajo y remuneración, hacerse respetar por la clase patronal y bregar por la completa emancipación. Su llamado no excluye ningún medio eficaz de lucha...”.29 (el subrayado es nuestro). De esta manera, la COA dejaba abierta la posibilidad de que las luchas de los trabajadores también puedan darse en el ámbito político a través de la vía parlamentaria. Una de las novedades que introduce la carta orgánica de la COA es el voto general:”... Con el objeto de fundamentar su acción en la “volunta de la mayoría”, la Confederación y los organismos adheridos “se gobiernan por medio del voto general mientras sea de posible aplicación,sobre todo si se trata de la elección de sus cuerpos directivos y declaración de huelgas...”.30 Con esta medida se lograba que las decisiones de mayor importancia tuvieran el concenso de la mayoría de los afiliados y no que fueran el resultado del acuerdo de un grupo de delegados de sindicatos.También y a diferencia de la USA que internacionalmente era neutral, la COA se alineaba en la Federaciín Sindical de Amsterdam. Hacia finales de la década del veinte la situación se presentaba bastante complicada para los Sindicalistas de la USA y los ferroviarios de la UF se comenzaban a perfilar como el modelo gremial a imitar. Una organización fuertemente centralizada, y con una gran capacidad de presión y negociación con el Estado y las fuerzas políticas. Para 1928 existían tres centrales obreras: USA, COA y FORA anarquista. Y en 1929 se produjo la aparición de otra central: la Unidad Sindical Clasista, fundada por gremios que respondían al partido comunista. El golpe de Estado de septiembre de 1930 encontró a los trabajadores argentinos debatiendo las posibilidades de consolidar una nueva unidad, que ponía en cuestión la tradición antipoliticista que había caracterizadso su accionar desde finales del siglo XIX. Como señala Sebastían Marotta: “... Nunca como hasta entonces, había estado más dividido (el movimiento obrero argentino). 29. Marotta, Sebastián. Op.cit. pág. 201. 30. Ibidem.
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Como en la tela de Penélope, asistía a un constante hacer y deshacer de su trama; a una diaria integración y desintegración de su poder, tan codiciado por cuantos pretendieron y pretenden tutelarlo y ejercer sobre él funciones de dómines magister... “.31
Algunas conclusiones Creemos que a partir de la llegada del radicalismo al poder en 1916 se genera un nuevo escenario político y social que influyó en el proceso de transformación de las relaciones de los trabajadores organizados con el Estado y los sectores empresariales. En primer lugar, concluímos que los gremios ferroviarios constituyeron una de las piezas claves para entender los cambios que se produjeron en la denominada cuestión obrera durante la década del veinte. Al mismo tiempo, las características que asumió su accionar reivindicativo y el desarrollo particular que tuvieron sus organizaciones expresaron un modelo sindical que se consolidará en la década del treinta. En segundo lugar, concluímos que el estudio de los ferroviarios nos permite avanzar en una mayor comprensión de los vínculos que se establecieron entre los trabajadores organizados y la política. El período que abordamos, nos muestra una fuerte tensión entre el Sindicalismo Revolucionario y un sector del Partido Socialista, por imponerse en la conducción sindical del movimiento obrero. Y fundamentalmente, el enfrentamiento va a estar dado por las diferentes posturas que tenían frente a la vinculación de los trabajadores con la política. Se pueden reconocer dos etapas: una entre 1916 y 1922, en la cual los Sindicalistas Revolucionarios atraviesan un proceso de crecimiento y fortalecimiento de su inserción en los gremios, fundamentalmente el ferroviario. De esta manera, esta corriente ideológica le imprimió características particulares a las estrategias de lucha de los sindicatos. También y coincidiendo con la mayoría de las interpretaciones, la importancia que adquirió el Sindicalismo, en parte, se relacionaba con el “pacto tácito” que mantuvo con el radicalismo yrigoyenista. Este pacto es atribuido a un cierto pragmatismo que tanto el yrigoyenismo como el Sindicalismo llevaban adelante. Nosotros consideramos que, el acercamiento entre ambos movimientos políticos debe buscarse, al mismo tiempo, en algunos de los conceptos rectores de sus respectivos espectros ideológicos. Es decir, el hecho de que estas fuerzas políticas no compitieran por idénticos espacios, se enmarca en las concepciones revolucionarias que cada uno sostenía y que guiaban su accionar. En este sentido, entender el cambio con connotación de gradualidad, por ejemplo no los enfrentaba. Y en el caso de la UCR al privilegiar su acción en la esfera política, no tenía que rivalizar con el Sindicalismo, el cual entendía la accionar revolucionaria en el terreno económico. Otra etapa, que advertimos, es aquella que se extiende entre 1922 y 1930 en donde el Partido Socialista logrará ganar terreno en el ámbito sindical frente al Sindicalismo Revolucionario. Nuevamente, 31. Marotta, Sebastián. Op.cit. pág. 204.
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CUADERNOS del Ciesal el gremio ferroviario fue clave en este proceso, ya que el cambio de su conducción provocó su acercamiento al socialismo. Otra vez aparecen los debates sobre la conveniencia o no de la politización de los trabajadores, provocando rupturas y el surgimiento de nuevas centrales obreras, como la COA, que en sus estatutos ya desaparecen las declaraciones de antipoliticismo, marcando el inicio de una nueva etapa en la historia del movimiento obrero argentino.
María Alejandra Monserrat, “Los trabajadores ferroviarios: sus luchas y organizaciones sindicales en el contexto de la Argentina gobernada por el radicalismo. (1916 – 1930)“. Cuadernos del Ciesal. Año 8, número 10, julio-diciembre 2011, pp 97-118.
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Combatividad, dictadura y Privatizaciones. Rol del sindicalismo resistencia a la flexibilización laboral: Caso analizado: Foetra Reconfiguraciones en la estrategia sociopolítica de la UOM Villa Constitución Raúl Irigaray Cátedra de Administración Pública 1970-1992* Facultad de Ciencia Política y RR.II. U.N.R. Agustín Prospitti (Lic. en Ciencia Política – Becario Conicet). Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Ciencia Política y RR II. agustinprospitti@yahoo.com.ar * Este trabajo es un avance de investigación del proyecto de tesis doctoral sobre la cultura sociopolítica de los obreros de la UOM Villa Constitución, en el período 1970 y 1992.
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Resumen
La problemática desarrollada en este trabajo se centra en las continuidades y cambios de las prácticas e idearios sociopolíticos de los trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución, en un período temporal que va desde los años setenta hasta el inicio de la década del noventa. La UOM Villa Constitución, que representa a los trabajadores metalúrgicos del sur santafesino, atravesó una singular trayectoria desde los primeros años de la década del ’70 con la emergencia de una corriente interna antiburocrática conocida como la Lista Marrón. Dicha agrupación disputó el control de la seccional y logró conducir el sindicato local brevemente por unos meses antes de ser intervenido en marzo de 1975. Esta experiencia organizativa sufrió la represión previa a la dictadura y las consecuencias del Proceso de Reorganización Nacional, pero logró resurgir como corriente representativa de los intereses obreros y se consolidó en la seccional metalúrgica en los años ochenta. Hacia finales de esa década y principios de los noventa la UOM Villa Constitución atravesó su más importante desafío que consistió en resistir, en un contexto de relaciones de fuerza desfavorable, un enfrentamiento con la empresa Acindar (la más importante en la región) por la introducción de la flexibilidad laboral, en el que se buscó destruir la organización gremial y el activismo de los obreros. Palabras claves: UOM Villa Constitución – Lista Marrón – sindicalismo antiburocrático
Abstract
The subject developed in the article focuses on the continuities and the changes of the practices and sociopolitical ideas of Villa Constitución’s metalworkers, in the period that stretches from the seventies to the beginning of the nineties. The UOM Villa Constitución, which represents the metalworkers from the south of Santa Fe, went through a particular path since the early seventies, with the appearance of an antibureaucratic inner movement known as the Lista Marrón (Brown List). Such group contested the control of the section and managed to lead the local union briefly for a few months, before being taken over on March, 1975. This organizational experience suffered the repression prior to the dictatorship and the consequences of the National Reorganization Process, but managed to reemerge as a movement that represented the workers’ interests and consolidated itself in the metallurgic section in the eighties. Towards the end of that decade and at the beginning of the nineties, the UOM Villa Constitución faced its most important challenge when it had to withstand, in an unfavorable force relations context, a clash with the company Acindar (the most important of the region) due to the introduction of the flexibilization of labor, which sought to undermine union organization and the workers’ activism. Keywords: UOM Villa Constitución – Lista Marrón – anti-bureaucratic union movement
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CUADERNOS del Ciesal Introducción La problemática que desarrollamos en este trabajo se centra en las continuidades y cambios de las prácticas e idearios sociopolíticos de los trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución en un período temporal que va desde los años setenta hasta el inicio de la década del noventa. Tomamos ese arco temporal para el análisis por dos motivos. En primer lugar por el interés analítico en una mirada de largo plazo que permite identificar rupturas y continuidades sobre la experiencia de la seccional de la UOM de Villa Constitución. Esta institución gremial que representa a los trabajadores metalúrgicos del sur santafesino atravesó una singular trayectoria desde los primeros años de la década del ’70 con la emergencia de una corriente interna antiburocrática conocida como la Lista Marrón. Dicha agrupación disputó el control de la seccional y logró conducir el sindicato local brevemente por unos meses antes de ser intervenido en marzo de 1975. Esta experiencia organizativa sufrió la represión previa a la dictadura y las consecuencias del proceso, pero logró resurgir como corriente representativa de los intereses obreros y se consolidó en la seccional metalúrgica en los años ochenta. Hacia finales de esa década y principios de los noventa la UOM V. C. atravesó su más importante desafío que consistió en resistir en un contexto de relaciones de fuerza desfavorable un enfrentamiento con la empresa Acindar (la más importante en la región) por la introducción de la flexibilidad laboral, en el que se buscó destruir la organización gremial y el activismo de los obreros. La otra motivación que llevó al recorte de tiempo señalado es la escasez de estudios que aborden la cultura sociopolítica de los trabajadores metalúrgicos villenses desde una perspectiva de transformaciones y continuidades a partir de sus experiencias, de sus prácticas, e idearios. En función de lo planteado realizamos un estudio de caso abordado en perspectiva sobre los acontecimientos nacionales, que intenta aportar nuevos enfoques sobre los trabajos existentes del sindicalismo combativo en los años que van desde los setenta a los años noventa, enriqueciendo el enfoque desde las particularidades de la trama histórica del ámbito regional. Un elemento a considerar en este sentido es la originalidad de las experiencias sindicales que emergieron en algunas regiones del interior del país a partir del desarrollo de polos industriales -como el automotriz en Córdoba1- que ameritan un estudio diferenciado de las caracterizaciones de la praxis sindical ancladas en Buenos Aires y utilizadas como síntesis globalizadoras de las experiencias históricas de los trabajadores argentinos.
1. Para el caso cordobés ver GORDILLO, Mónica: “Córdoba en los ’60. La experiencia del sindicalismo combativo”. Ed. Taller General de Imprenta U.N.C., Córdoba, 1999. y BRENNAN, James: “El Cordobazo. Las guerras obreras en Córdoba, 1955 – 1976”. Bs. As. Ed. Sudamericana, 1996.
N°10 / julio-diciembre 2011 / artículos Sindicalismo combativo en Villa Constitución En las industrias metalúrgicas de Villa Constitución2 hasta los años ’70 predominó un estilo gremial burocrático, personalizado y subsumido a lineamientos cupulares, poco propenso a la participación de las bases y al enfrentamiento con los patrones; coexistiendo con un empresariado fuerte, preocupado por limitar las demandas obreras en función de su interés principal por el incremento de los niveles de acumulación de capital; en el marco de un régimen político autoritario, caracterizado por un estilo coercitivo de respuesta estatal ante conflictos sindicales, como fue la autodenominada “Revolución Argentina”. Esta situación desfavorable para los intereses sectoriales de los trabajadores de la rama metalúrgica local comenzó a torcerse muy lentamente, tras largos años de pasividad sindical. La baja politización de dichos obreros, las frustraciones experimentadas en medidas de fuerza que terminaron fracasando y el clima dictatorial vigente imprimieron un ritmo lento al proceso de constitución de una alternativa a la línea gremial hegemónica al interior de la UOM local. Dicho trabajo fue iniciado en los albores de la década del ’70 -de forma invertebrada y clandestina en sus comienzos- bajo la idea de sentar las bases de una nueva fuerza sindical que fue cobrando forma como corriente gremial opositora al interior de la seccional. Su desarrollo fue acompañado por dos fenómenos coyunturales fundamentales: el proceso de apertura política iniciado por el Gral. Lanusse en 1971, para la transición hacia la democracia; y la constante radicalización política de los conflictos obreros, desde la etapa inaugurada con el estallido de las manifestaciones masivas en varios puntos del país, como fueron el Cordobazo, los Rosariazos, entre otras. En este trayecto constituyente, con una estrategia de construcción desde las bases, bajo una postura independiente de la patronal, el estado y los partidos politicos, con niveles de organización cuantitativa y cualitativamente crecientes se fue conformando un sector gremial alternativo al grupo oficialista (que respondía a las directivas del secretariado nacional de la UOM). La normalización institucional progresiva, ante la aceptación militar de reconstituir un régimen democrático, fomentó la convocatoria electoral para regularizar la situación excepcional que había regido en las organizaciones sindicales. Las elecciones en comisiones internas de fábrica y cuerpos de delegados fueron los objetivos primigenios de la nueva corriente metalúrgica de Villa Constitución. A través de resultados favorables se alcanzaron las metas propuestas, por medio de diversas agrupaciones presentadas para las contiendas electorales de representantes por planta. Hacia mediados del año ’73, sobre la base de los resultados antes mencionados, se conformó el “Movimiento Metalúrgico 7 de Septiembre - Lista Marrón” (en adelante M7S). Este agrupamiento simbolizó 2. La ciudad de Villa Constitución (Sur de Santa Fe) hacia 1970 contaba con una población de 35.000 habitantes (aprox.) y albergaba en su territorio grandes industrias sidero-metalúrgicas, constituyendo un importante polo fabril que nucleaba en su seno a mas de seis mil obreros. Para una descripción mas detallada de la historia de la UOM Villa Constitución y de las plantas metalúrgicas más relevantes de la ciudad ver PROSPITTI, Agustín: “Los metalúrgicos de Villa Constitución: sindicalismo y política en los conflictivos años ’70”. Tesis de grado, inédito. Rosario, 2005.
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CUADERNOS del Ciesal la consolidación de una construcción sindical de nuevo cuño, asentada en la convergencia y maduración de sus experiencias antecesoras (GODA, GOCA y MRS3). El M7S reunía en su programa las banderas agitadas de democratización de la seccional, autonomía de la patronal, el Estado y los partidos políticos, y asignaba un rol fundamental a la participación del conjunto de los trabajadores en la lucha sindical. Esta búsqueda de recuperación de la herramienta gremial -para imprimirle un nuevo sentido a su accionar- implicó en su desarrollo una confrontación en dos frentes: con la “burocracia sindical” y sus representantes locales, quienes no estaban dispuestos a abandonar el control de la seccional; y con los dueños del capital, poco permeables a las reivindicaciones y al activismo obrero. En este sentido, la conflictividad laboral-sindical ingresó en una escalada a partir de 1974 por la negativa de las autoridades máximas de la UOM a la convocatoria a elecciones para renovar autoridades en la seccional Villa Constitución, intervenida desde 1970. El pico máximo de tensión en esta lucha conocida como “El Villazo” se desarrolló en las jornadas transcurridas entre el 7 y el 16 de marzo del ’74. La arbitraria decisión de los interventores de la seccional, que expulsaron del gremio a la Comisión Interna y a un grupo de delegados -con la connivencia patronal-, provocó la reacción colectiva de los trabajadores que en conjunto y por una asamblea multitudinaria decidieron iniciar una toma de las fábricas metalúrgicas más importantes de la ciudad. Durante nueve días se extendieron las medidas de fuerza, que contaron con un gran apoyo y solidaridad del conjunto de la clase obrera y del pueblo villense. La finalización de las mismas estuvo mediada por el compromiso del secretariado nacional metalúrgico a la convocatoria a elecciones locales. En estos comicios el M7S se impuso por el 64% de los votos a la lista oficial. Su programa hacía hincapié en tres consignas fundamentales que resumían su ideario “antiburocrático”, “antipatronal” y “antiimperialista”4. A partir de este triunfo electoral la nueva Comisión Directiva de la UOM se propuso constituir un núcleo sindical fuerte con el resto de los gremios de la ciudad, a partir de la conformación de la CGT Regional. Por otra parte, en lo estrictamente reivindicativo avanzaron rápidamente en conquistas sobre mejores condiciones salariales, laborales y sanitarias, históricamente reclamadas por los obreros. Junto a ello cristalizaron en la práctica la concepción democrática y participativa de toma de decisiones, en los cuatro meses que perduraron al frente del sindicato local.
3. GODA: Grupo de Obreros de Acindar; GOCA: Grupo de Obreros Combativos del Acero; MRS: Movimiento de Recuperación Sindical. Una caracterización sintética de estos espacios puede encontrarse en ESCOBEDO, Martín y PROSPITTI, Agustín: “Estudio de las prácticas sindicales de los trabajadores petroquímicos y metalúrgicos en el sur santafesino”, en Historia Regional, Sección Historia, ISP Nº3, Año XIX, Nº 24, 2006, pp.47-64. 4. Propuesta electoral de la Lista Marrón, Villa Constitución, 1974.
N°10 / julio-diciembre 2011 / artículos Crónicas de una represión anunciada La nueva realidad socio-laboral de Villa Constitución hacia 1975 no coincidía con el rumbo impreso al país por la viuda de Perón y su entorno, al mismo tiempo que chocaba contra las expectativas empresarias. Ahora bien lejos de ser este un caso especial, la “demonización” del sindicalismo combativo a nivel nacional señalaría la existencia de un plan organizado para desmovilizar, desestructurar y neutralizar las expresiones radicalizadas al interior del movimiento obrero, incluyendo a la UOM Villa Constitución como una de sus manifestaciones mas significativas. La ejecución de esta operación planificada sobre el cordón industrial -asentado a orillas del Paranáse realizó el 20 de marzo de 1975. Bajo el argumento de la desactivación de un “complot subversivo terrorista”5 con epicentro en Villa Constitución, el Ministerio del Interior justificó la maniobra de rastrillaje, allanamientos, persecución y detención de activistas en una zona comprendida entre el norte de la provincia de Buenos Aires y la localidad de San Lorenzo próxima a Rosario (Santa Fe). En Villa Constitución se concentró especialmente el grueso del accionar de las fuerzas de seguridad interior que participaron del “procedimiento”, entre las que se hallaban un millar de hombres de la Policía Federal, mil trescientos de la policía santafesina y un número menor de efectivos de Prefectura General Marítima, y organismos policiales de la provincia de Buenos Aires.6 El objetivo era la detención de delegados, activistas y colaboradores. La metodología implicaba el allanamiento de domicilios, locales partidarios y gremiales, a partir del control de todos los accesos a la ciudad. Según algunas crónicas de la época las calles de Villa Constitución fueron copadas por patrulleros de la Federal, carros de asalto y coches civiles (en su mayoría Ford Falcon verdes sin patente). Estos últimos seguían la metodología de las “tres A” recorriendo los barrios en caravana de cuatro automóviles, con las caras tapadas por pañuelos y portando armas largas, con el fin de intimidar, amenazar y atacar a los trabajadores.7 El balance de esta maniobra de tamización social arrojó como resultado 307 personas detenidas, entre los que se encontraban los miembros de comisiones directivas, comisiones internas, delegados y activistas del cordón industrial a orillas del Paraná.8 Frente al encarcelamiento de su dirigencia gremial, trasladada a la cárcel santafesina de Coronda, los obreros metalúrgicos villenses decidieron en asamblea “el cese de tareas, la ocupación de los lugares de
5. El Norte, San Nicolás 21 de marzo de 1975. La denuncia del complot fue realizada a través de un comunicado, como resultado de una reunión mantenida en el Ministerio de Defensa por los titulares de las carteras del Interior, Alberto Rocamora, de Defensa, Adolfo Mario Savino; de Justicia, Antonio J. Benítez y de Trabajo Ricardo Otero. Ver también La Opinión, Buenos Aires, 21 de marzo de 1975. 6. El Norte, San Nicolás 22 de Marzo de 1975. 7. Evita Montonera, Año 1 Nº4, abril de 1975; La Opinión, Buenos Aires, 21 de marzo de 1975. 8. El Norte, San Nicolás 11 de mayo de 1975.
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CUADERNOS del Ciesal trabajo y la conformación de asambleas por fábrica. Como resultado de ellas se decidió iniciar una huelga de brazos caídos”.9 Las medidas de fuerza se extenderían durante un lapso de 61 días, en el transcurso de los cuales un período breve será desarrollado al interior de las plantas con tomas de fábrica, y posteriormente al desalojo de las mismas se abrió una etapa de resistencia con desplazamiento de la organización del paro hacia los barrios. Varios fueron los motivos del cese del conflicto, entre los que podemos mencionar con mayor trascendencia, el desgaste sufrido por los trabajadores y sus familias por la extensión de la huelga y las dificultades económicas que aparejaba. También debe destacarse el “clima represivo y persecutorio” reinante en la zona, durante los días de lucha por la liberación de los gremialistas encarcelados y la restitución del control de la seccional de la UOM Villa Constitución, ya que las manifestaciones públicas de los obreros eran dispersadas con balas de goma, plomo y gases lacrimógenos. La finalización de la huelga arrojaría una serie de elementos importantes a considerar. En primer lugar la inquebrantable decisión oficial de terminar con el activismo obrero y político en la zona, sin anteponer reparos en la violación de derechos humanos básicos. La estrecha vinculación de los empresarios con este plan, su colaboración y participación logística. La continuidad y agudización del “operativo terror” -a partir de marzo del ’76-, con la finalidad de sembrar, a través de la persecución y de los secuestros, una sensación de vulnerabilidad y miedo al interior de los lugares de trabajo y en la vida pública de la ciudad. Testimonios señalan la presencia intimidatoria de la Policía Federal al interior de las fábricas –de uniforme o encubiertos como obreros-, y la reiteración de tiroteos nocturnos por las calles de la ciudad, alguno de los cuales terminaron en asesinatos. De esta forma, tanto miembros de la Policía Federal como integrantes de las Tres A, amedrentaban a los pobladores de Villa Constitución y sembraban escepticismo en la clase obrera sobre el destino de los conflictos. Uno de los miembros más reconocidos de la AAA era un operario de los talleres de Acindar, Raúl Ranure, el cual bajo la protección de Acindar realizaba la doble tarea de intimidación, tanto al interior de la fábrica como en las recorridas por los barrios populares.10 La trascendencia otorgada al objetivo de domesticación de la seccional díscola de la UOM lo testimonia la amplia participación en su diseño de los responsables de áreas estatales fundamentales, como son los ministerios de Trabajo, del Interior, de Justicia y de Defensa. La intervención de la delegación metalúrgica villense permitiría contener el amplio pliego de demandas provenientes desde las bases, facilitando la definición de las negociaciones en las convenciones colectivas de trabajo entre la cúpula sindical burocratizada y la patronal. Por su parte los empresarios del sector en conflicto se veían objetivamente beneficiados por estas “intervenciones oficiales”, por lo cual participaron activamente en la entrega de información confidencial de sus operarios a las fuerzas represivas y dispusieron de dinero, vehículos y espacios físicos para el accionar de las fuerzas de choque o grupos de tareas. 9. ESCOBEDO, Martín y PROSPITTI, Agustín: Op. Cit. Pág. 52. 10. Entrevista a ex obrero de Acindar.
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Ejemplo de ello son: - Los caminos liberados al interior de las plantas para operativos intimidatorios. En uno de ellos cayeron abatidos un diariero y un trabajador portuario sin vinculación directa con la huelga. - La disponibilidad del helipuerto de Acindar para el accionar aéreo de control y seguimiento de manifestantes y obreros. - El funcionamiento de un cuartel en el albergue de solteros -en el predio de la misma empresa- donde se asentaban los efectivos policiales y parapoliciales, encargados de recorrer la ciudad en vehículos sin identificación y capturar sospechosos para su detención e interrogatorio. También había partidas extra de dinero para estos servicios policiales.11 Pero la ofensiva contra los metalúrgicos villenses no se detendría con el encarcelamiento de su dirigencia y la intervención de la seccional. A partir del retorno al trabajo en mayo de 1975 la represalia patronal contra la “mano de obra” fue inmediata, ejecutando el despido de 700 operarios y confeccionando “listas negras” para excluir laboralmente a los “trabajadores indeseables”. El mismo día del retorno al trabajo, tras el levantamiento de la huelga, la empresa comenzó a separar “la paja del trigo” ya que “Cuando terminó la huelga, por amenazas, que dijeron a tal día hay que presentarse a trabajar, todo el mundo se presentó a trabajar, casi todo el mundo, un ochenta por ciento. Y bueno, y ahí estaban en portería, estaban. Tenían la lista en portería, vos entras, vos sí, vos no (…) todos los que eran delegados, todas esas cosas, los ponían a un lado (…) estaban ahí, estaban tres o cuatro camiones de la policía ahí, a un lado todos esos. Los otros a trabajar. (…) Se llevaron, no se cuantos eran (…) detenidos, se los llevaron a Coronda”.12 Si bien los metalúrgicos impulsaron algunas medidas de protesta, como quites de colaboración o paros por sector, estas acciones fueron declinando por la presencia de nuevos delegados pertenecientes a la Lista Rosa –que respondía a las directivas de Lorenzo Miguel-, los cuales asumían una postura pro-patronal en función de eliminar a sus adversarios; y por la constante “limpieza” de voces contestatarias a las políticas empresarias.13 La complicidad del capital fue clave en el accionar de las bandas parapoliciales y posteriormente de los militares golpistas que completarían el cuadro de horror perpetrado en la zona, con un saldo de 58 víctimas, entre asesinatos y desapariciones de activistas, simpatizantes y familiares de obreros villenses.
11. Entrevista a ex obrero de Acindar, y testimonios recogidos por la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP) en BASUALDO, Victoria: “Complicidad patronal-militar en la última dictadura argentina. Los casos de Acindar, Astarsa, Dálmine Siderca, Ford, Ledesma y Mercedes Benz”. Revista Engranajes, suplemento especial. FETIA, Bs. As., marzo de 2006. 12. Entrevista a ex obrero de Acindar. 13. Entrevista a ex obrero de Acindar despedido en marzo de 1976. Ver también WINTER, Jorge: “La lucha por la democracia sindical en la UOM de Villa Constitución”. Luchas obreras argentinas, año II Nº 7 Bs. As., Ed. Experiencias, 1985.
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CUADERNOS del Ciesal Alianza empresarial-militar La figura clave y más representativa de esta vinculación empresarial-estatal-militar fue el presidente de Acindar José Alfredo Martínez de Hoz, que posteriormente al golpe de estado de 1976 se desempeñaría como Ministro de Economía del gobierno de facto. En cumplimiento de sus funciones, el titular de la cartera de hacienda del régimen militar impulsó un proyecto de raigambre liberal que implicaba la apertura de los mercados, la competencia desregulada de los actores económicos y la promoción de -lo que se conocerá en adelante como- “la patria financiera”. Este modelo implicaba una fuerte contracción de la industria nacional frente a la competencia desfavorable con los productos externos, que significaba en términos reales una destrucción de los emprendimientos que no tuvieran capacidad de competir en los mercados internacionales (pequeña y mediana industria) y una predilección por el sector empresario que privilegiaba al capital sobre el trabajo (grandes empresas). Este último será el caso de Acindar que, favorecida por la política oficial, gozó de un proceso de fuerte expansión de sus actividades gracias a los programas de promoción industrial. Los cambios en el horizonte económico nacional afectarían profundamente a los obreros industriales, como afirman Basualdo, Lozano y Fuks: “…no solo por una creciente desocupación generada en las grandes plantas industriales, sino también por una drástica reducción de la participación de la masa salarial en el valor agregado industrial, que disminuyó del 38% en 1974 al 24% en 1984”.14 A partir del desembarco de los militares en el estado estas nuevas condiciones en la actividad industrial se hicieron sentir sensiblemente sobre los trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución. La intimidación y amenaza, las provocaciones y amedrentamientos serían la prenda que facilitó la aceptación del incremento de los ritmos de producción y el deterioro de las condiciones de trabajo. La constante pérdida de conquistas laborales, la rotación por distintos puestos de la planta y el ambiente de amenaza permanente provocaban una sumisión absoluta del proletariado al “dictat” del personal jerárquico. Esta nueva realidad en las relaciones laborales, como parte de una estrategia pergeñada para maximizar las ganancias del capital, era un requisito destacado en los planes de la integración productiva de Acindar (Fundición-Aceración-Laminación). Su diseño e impulso fue obra de J. A. Martínez de Hoz, quien ejerciera el poder de lobby de la compañía frente a las autoridades nacionales para la aprobación del proyecto, y posteriormente -devenido Ministro- viabilizaría su ejecución desde la función gubernativa. Estas obras de modernización permitieron a la empresa expandir los volúmenes manufacturados. La estrategia de la misma consistió en elevar sus índices de rendimiento a través del aumento de las horas-hombre trabajadas. La decisión de acrecentar la productividad, en función de las nuevas tecnologías a implementar en algunos sectores de la planta, incidió así en un incremento de las horas de 14. BASUALDO, Eduardo; LOZANO, Claudio; FUKS, Miguel Ángel: “El conflicto de Villa Constitución. Ajuste y flexibilidad sobre los trabajadores. El caso Acindar”. Bs. As. Ed. IDEP-ATE. 1991.
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trabajo de los obreros, obligados a realizar horas extras.15 En la práctica ello significó el abandono de la jornada laboral de ocho horas y el aumento de los riesgos de accidentes laborales. No fue casual entonces que “durante el ejercicio 1975/1976 (en Acindar) se logra la mayor producción de acero crudo en la historia de la empresa”16, aunque la historia oficial de esta firma lo atribuya a la “buena fortuna”, y no al aumento de los ritmos de trabajo, a través del reemplazo de viejas maquinarias por implementos más modernos -con mayor capacidad y velocidad productiva-, y a una “disciplina laboral militarizada”. En su versión de los hechos, en 1977 Acindar aduce: “La terapia de intenso trabajo ayuda a superar el reacomodamiento a un clima de normalidad en las tareas de fábrica, aunque las actividades gremiales se vean afectadas por los problemas que debido a su militancia política afronta la conducción de la Unión Obrera Metalúrgica”.17 Particular “normalidad” aquella que enfrentaron los obreros, constantemente amenazados con la lógica del despido sin derecho a reclamo, con representantes sindicales que actuaban como patrones y la persecución del personal policial observando constantemente la conducta obrera, tendiendo un manto de sospecha colectivo que atomizó las conductas y redujo el diálogo y la solidaridad proletaria a su mínima expresión.18
Nuevas condiciones de trabajo, viejos métodos de imposición Las nuevas políticas económico-laborales que tenían como objetivo la priorización del capital, el aumento de la productividad de la mano de obra y la disminución y desconcentración de su número, presuponían su disciplinamiento. Cumplida la primera parte de esta meta, el descabezamiento de la seccional rebelde de la UOM, restaría impedir que los obreros recompusieran su capacidad de organización y lucha. Para garantizar esta estrategia fue designado al frente de Acindar el Gral. (RE) Alcides López Aufranc. El nuevo presidente de la empresa testigo de la región contaba entre sus antecedentes de carrera militar haber sido formado por la doctrina de “Guerra Contrarrevolucionaria” del Ejército francés en los ’60.19 Y en ejercicio de sus funciones haber actuado como comandante del III Cuerpo del Ejército, responsable de la represión a la manifestación popular cordobesa denominada “Viborazo”, en 1971. López Aufranc conocía a la perfección el manejo coercitivo de grupos humanos. 15. Entrevista a ex obrero de Acindar. Entrevista a obrero de Acindar. 16. LUNA, Felix: “Acindar: 60 años en el país y en el mundo”. Ed. Acindar Industria Argentina de Aceros S. A., 2003. 17. Idem. 18. Entrevista a ex obrero de Acindar. 19. MAZZEI, Daniel H.: “La misión militar francesa en la escuela superior de Guerra y los orígenes de la Guerra Sucia, 19571962”. Revista de Ciencias Sociales nº 13. Universidad Nacional de Quilmes, Diciembre de 2002. Pág. 116.
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CUADERNOS del Ciesal La agudización de la represión y la institucionalización del terror a través de nuevos despidos, persecuciones y amenazas, junto con las detenciones y torturas en el centro clandestino del albergue de solteros de Acindar -operada por las bandas paramilitares de Aníbal Gordon20- cortaron, por un lado, la vinculación de los dirigentes encarcelados con las bases. Y bloquearon también los canales de participación gremial y actividad solidaria al interior de las fábricas y a nivel comunitario, por lo cual se vivió una etapa de reflujo en el accionar sindical. La evidencia manifiesta de este inmovilismo proletario fue la nula reacción obrera21 ante el despido de 1.186 empleados de Acindar y 256 de empresas contratistas22 que prestaban servicios en dicha acería, en 1980. La empresa justificó esta medida de ajuste profundo en la “caída de la demanda” de su productos. Estas dificultades económicas no le impidieron a Acindar en poco tiempo (1981) realizar la absorción de las empresas Gurmendi S. A. (aceros comunes), Establecimientos Metalúrgicos Santa Rosa S. A. (aceros especiales) y Genaro Grasso S. A. (caños de acero con costura)23. Y junto a ello implementar un ingreso masivo de jóvenes operarios24. Estos datos nos permiten inferir que la maniobra de expulsión y recuperación de personal se basó en una estrategia de renovación de la mano de obra, que se acoplaría dócilmente a la “nueva realidad laboral de la empresa”. Huérfanos de representatividad sindical en la defensa de sus intereses, presionados por una lógica de dirección militarista, diezmados por la incorporación de nuevos obreros sin la experiencia organizativa de las luchas de los setenta; en este marco la política empresarial -que buscara una parálisis sindical- fue efectiva ya que no se realizaron planteos gremiales a la patronal que tomaran estado público o afectaran la producción. A ello debe sumarse la desconexión con los dirigentes combativos que organizaran las luchas sindicales del pasado. Al ser trasladados a la cárcel de máxima seguridad de Rawson, los referentes del M7S habían perdido todo tipo de contacto con los trabajadores. Permanecieron recluidos varios años, bajo un régimen rígido y estricto propio del proceso dictatorial. Otros activistas de la zona partieron al exterior y muchos sufrieron un exilio interno, despojados de sus puestos de trabajos, conjurados en listas negras y perseguidos por los grupos de tareas.25 Pero la necesidad de contar con representantes sindicales activos en la defensa de las demandas y reivindicaciones proletarias permaneció latente. Como argumenta Victorio Paulón “…quedó cimentado en la conciencia colectiva, en los compañeros que quedaron en la fábrica como una especie de sueño trunco digamos, porque realmente la experiencia de gestión del sindicato fueron tres meses. 20. WINTER, Jorge: Op. Cit. Pág. 78-79 21. Entrevista a ex obrero de Acindar. 22. LUNA, Felix: Op. Cit. 23. Idem. 24. Entrevista a obrero de Acindar. 25. Entrevista a ex obrero de Acindar despedido en marzo de 1976. Entrevista a Alberto Piccinini. Ex-Secretario General UOM V.C. Villa Constitución 26/05/07.
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Tres meses en los que se esbozaron políticas que realmente conectaban fuertemente con reivindicaciones sentidas de la gente”26. Esto se manifestaría el 6 de diciembre de 1982 –aún en tiempos dictatoriales- en la coyuntura de un paro convocado por el gremio metalúrgico a escala nacional que es desconocido por los interventores de la seccional, cuando Piccinini y un grupo de los integrantes del M7S que habían recobrado su libertad organizaron una asamblea en la puerta de Acindar y fueron respaldados por la gran mayoría de los trabajadores, en su propuesta de plegarse a la medida de fuerza. Este suceso fue el puntapié inicial para la reconstitución de la corriente sindical parida en los ’70, que lograría alcanzar nuevamente la dirección de la seccional metalúrgica de Villa Constitución, a través de un apoyo masivo ratificado en las urnas.
Reorganización de la Marrón en la UOM Villa Constitución El proceso de reactivación de la lucha gremial y de reorganización de la corriente identificada con la lista Marrón respondió a varios hechos paralelos. En primer lugar a la libertad alcanzada por varios de los referentes de ese espacio. Entre ellos Alberto Piccinini -que comportaba el liderazgo más fuerte desde las tomas de fábrica del ’74-, quien obtuvo su libertad en 1981 (tras seis años de cárcel) y paulatinamente fue reencontrándose con sus compañeros del sindicato. Ello motivó el inicio de varias reuniones clandestinas donde se conversaba sobre la realidad laboral y sindical en relación con el proceso gremial interrumpido con la intervención de marzo de 1975 a la UOM Villa Constitución. Otro hecho importante para la recuperación de la seccional se produjo hacia finales de los años setenta con el ingreso de más de 700 obreros nuevos a Acindar, que fueron experimentando los duros ritmos laborales y la rigidez de los controles “militarizados” al interior de las plantas. Estos jóvenes trabajadores comenzaron a plantearse la necesidad de elevar a la patronal reclamos por salarios, condiciones de trabajo, etc. Tales inquietudes de las nuevas camadas metalúrgicas se fueron cruzando con la historia reciente del sindicato local y los nuevos obreros fueron incorporando una historia de luchas y reivindicaciones que se habían interrumpido con la intervención de la seccional y la dictadura.27 La decisión de retomar el proyecto inconcluso de autonomía y democratización para la UOM V.C. de los referentes de la Marrón, un conjunto de obreros jóvenes con inquietudes por la mejora de sus ingresos, y una dictadura en retirada tras la derrota de Malvinas fueron las circunstancias que se combinaron el 6 de diciembre de 1982, junto al paro nacional que fue desconocido por la UOM V.C. En dicha jornada Piccinini y sus viejos compañeros decidieron parar a los colectivos cargados de obreros en el ingreso a la planta de Acindar para arengarlos y convencerlos de la necesidad de adherirse a la 26. Entrevista a Victorio Paulón. Ex-Secretario General UOM V.C. Villa Constitución 14/03/11. 27. Entrevista con ex miembro de la Comisión Interna de Acindar.
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CUADERNOS del Ciesal jornada de protesta. A través de una asamblea se logró que los trabajadores no ingresaran a ocupar su puesto de trabajo y que se plegaran a la medida de fuerza decretada a nivel nacional. La respuesta afirmativa de una gran mayoría de los obreros que decidieron adherirse al paro nacional fue el primer hecho de acción pública y de reafirmación del liderazgo de Piccinini sobre los obreros metalúrgicos villenses, tras su salida de la cárcel. Otro hecho destacado en el camino de la recuperación de la seccional fue un nuevo paro de actividades y marcha hacia el sindicato el 10 de diciembre de 1983 -fecha de asunción del electo presidente Raúl Alfonsín- en reclamo de la restitución del sindicato local a las últimas autoridades electas en el año 1974. La recuperación de la iniciativa gremial y el importante apoyo de los trabajadores a los referentes de la Marrón fueron reafirmando su influencia sobre la clase obrera a nivel local y regional. El camino de la normalización fue garantizado por el nuevo gobierno radical y las autoridades nacionales del sindicato metalúrgico, restando el veredicto de los comicios en la seccional metalúrgica como instancia fundamental ratificadora del apoyo obrero a la lista Marrón. En la elección de 1984, la Agrupación 6 de Diciembre –Lista Marrón triunfó por una cifra superior al ochenta por ciento de los votos. Esta victoria en las urnas ratificó el apoyo masivo que recibía la Marrón entre la comunidad metalúrgica de Villa Constitución. También implicó la posibilidad de participación gremial para ese nuevo grupo de jóvenes trabajadores que se habían incorporado a la actividad metalúrgica con posterioridad a las luchas de los sententa, y tenían una identificación generacional joven, que era fortalecida por su agrupamiento mayoritario en el sector acería de Acindar.28 Las formas de organización y praxis gremial en la recuperada seccional UOM de Villa Constitución fueron una continuación de las experiencias de organización esbozadas en los setenta y se plasmaron en la institucionalización de una práctica gremial democrática a partir del principio de la unidad obrera y de la participación colectiva. De este modo la asamblea se convirtió en el órgano decisorio principal y el sindicato local era la instancia organizativa fundamental desde donde se estructuraba la representación de clase. Este proceso al interior de la seccional no estuvo exento de tensiones internas y disputas por lógicas y formas de desempeñar la representación del mandato del conjunto de los obreros de las plantas metalúrgicas de Villa Constitución. Si bien la unidad en la acción reivindicativa cohesionaba al activismo al interior de la Marrón, la existencia de diferentes identidades políticas y generacionales se manifestaron en la dinámica interna de coexistencia de esas heterogeneidades. Cuestiones como los posicionamientos políticos clásicos del tipo peronismo-antiperonismo que regían los debates obreros desde mediados de siglo reaparecieron en las discusiones al interior de la clase obrera metalúrgica villense. Las posiciones del sindicato local frente al gobierno de Alfonsín y a las estrategias gremiales del titular de la CGT Saúl Ubaldini eran materia constante de disputas sobre los posicionamientos de la seccional. Estas diferencias políticas existentes tensionaron el proceso de participación interno. Los obreros del sector acería de Acindar reclamaron a la Comisión Directiva de la UOM V.C. encabezada por Piccinini 28. Idem.
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que la elección de la Comisión Interna de la fábrica se realizara a través del voto directo, y no a criterio único del Secretario General. Las asambleas fueron el marco de estas discusiones internas. En una de ellas se produce “… la ruptura con la Marrón de un grupo que era noventa por ciento de la acería rompe con Piccinini, por alguna cuestión generacional, indudablemente éramos todos muy jóvenes, estamos hablando de 1984-86”.29 De esta ruptura interna surgió un nuevo agrupamiento de obreros de identidad peronista y sintonía política con el liderazgo sindical nacional de Saúl Ubaldini. Se armó así la Lista Verde, con un fuerte componente del sector acería de Acindar, que competía electoralmente con el sector de Piccinini y disputaba la influencia de éste sobre el Cuerpo de Delegados. El proceso de competencia interna entre las dos líneas de acción sindical identificadas con las consignas antiburocraticas y democratizadoras duraría hasta el inicio de los fuertes conflictos con la patronal por la introducción de los nuevos métodos de trabajo. Las luchas que se desarrollaron por resistir la imposición de la flexibilidad laboral unificarían nuevamente a los activistas de la seccional bajo la referencia de la agrupación 6 de Diciembre-Lista Marrón.
El conflicto del ‘91 A fines de los años ochenta se activa en Acindar un conflicto de gran trascendencia para Villa Constitución inscripto en el ciclo de confrontaciones de intereses en el seno de las relaciones laborales entre los obreros metalúrgicos y su sindicato contra la empresa. Una serie de cambios económico-políticos, que se manifestaron a escala global con el avance del neoliberalismo de la mano de M. Tatcher y R. Reagan, se emprendieron en la gestión presidencial de Carlos Menem a partir de las políticas de reconversión del sector privado y la privatización de las empresas del Estado. Estas decisiones del nuevo modelo económico implementado desde el poder ejecutivo pusieron en jaque la estructura organizacional de Acindar. El plan económico de Menem impactaba de lleno en la actividad industrial: “…el dólar bajo [convertibilidad], apertura económica, recorte de los subsidios a los grupos empresarios [elemento fundamental del crecimiento empresario local durante décadas], exigencia de regularización impositiva y avance (en este marco) de la integración con Brasil. Esta situación, que altera el esquema de acumulación de los grupos locales (reduce la protección, elimina la valorización financiera y el subsidio fiscal) obliga a ajustes empresariales que necesariamente se van a traducir en racionalización de personal”.30
29. Idem. 30. BASUALDO, E.; LOZANO, C.; FUKS, M. A.: Op. Cit.
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CUADERNOS del Ciesal En el caso de la empresa siderúrgica emblema de Villa Constitución ya existían antecedentes de medidas para introducir un nuevo régimen laboral por parte de la patronal. A fines de los ’80 la empresa contrata a una consultora “Booz Allen & Hamilton” para reestructurar su esquema de negocios. Los cambios de orientación económica a nivel nacional implicaban un desafío de adaptación al sector industrial para hacer frente la apertura económica del mercado local. Ello conllevaba a una racionalización de la compañía para orientarse a competir en las exigentes condiciones del mercado internacional. Se abandonaba así el tradicional vínculo entre un Estado protector y subsidiario e industrias desarrolladas en un mercado cerrado de baja competitividad y eficiencia. Estos desafíos el grupo económico Acindar S. A. los afrontó a través de una política de reconversión productiva y ajuste de plantel, que provocó un duro conflicto con el gremio local y los trabajadores metalúrgicos. El momento más duro del enfrentamiento se produjo el 21 de abril de 1991 cuando la empresa decidió despedir a todo su personal bajo convenio, 3.200 operarios, y el cierre de la planta de Villa Constitución. Para Alberto Piccinini (Sec. Gral. de la UOM Villa Constitución) los empresarios buscaban “arrasar con el sindicalismo organizado”. El dirigente metalúrgico aludió asimismo a la experiencia de la planta de La Matanza de Acindar en la cual “impusieron la flexibilidad laboral, desarmaron la comisión gremial interna y sólo mantuvieron a los delegados dóciles”. A su vez denunció el objetivo de la patronal de “garantizar las condiciones para una reconversión salvaje y no negociada ya que al momento de iniciarse el conflicto estaban firmadas el 40% de las nuevas pautas laborales”.31 Frente a esta ofensiva patronal, los obreros organizados en la Unión Obrera Metalúrgica Villa Constitución debieron delinear una estrategia de abordaje de esta problemática recurriendo a su experiencia sindical acumulada, caracterizada por prácticas combativas, resignificadas en función de los cambios registrados en la vida política nacional y por la pérdida de poder global de la clase obrera. Ello implicó un cambio en las estrategias radicalizadas adoptadas en el pasado, más próximas a una resistencia negociada. Una continuidad dentro de los cambios adoptados fue la convocatoria a la participación de la comunidad local. Como afirma Victorio Paulón: “…llegamos al ’91 por un lado con una experiencia acumulada muy fuerte sobre lo que había sido el enfrentamiento del ’74-’75. Y por otro lado con un proceso de cierta apertura hacia el fenómeno sindical nacional y de mucho intercambio con la experiencia internacional. (…) Yo recuerdo en el año ’89 participé en un encuentro de comisiones de fábrica de la industria automotriz en Stutgart [Alemania] que había de 20 países, y uno veía claramente como había una política de las empresas que se aplicaba sistemáticamente en todos los países y sobre todo en lo sindical, de la misma manera. Entonces eso también nos permitió a nosotros entender que el problema no era con nosotros, que el problema era a escala global y con todo el movimiento sindical. Y que sabíamos que la cuestión fundamental era no reproducir el viejo esquema del enfrentamiento que nos había costado lo que nos había costado”.32 Por su parte la empresa intentó minimizar la respuesta de los trabajadores a los cambios propuestos, justificando su decisión bajo el argumento de la inexorable necesariedad de introducir nuevos mé31. Alberto Piccinini citado en BASUALDO, Eduardo; LOZANO, Claudio; FUKS, Miguel Angel: Op. Cit. 32. Entrevista a Victorio Paulón. Op. Cit.
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todos de trabajo “(equipos de operarios de producción polivalentes que controlan la calidad del producto ‘en tiempo real’, se autosupervisan, asumen tareas administrativas del taller y se hacen cargo del mantenimiento primario de las máquinas)”33 que implicarían una modernización de los procesos de trabajo en las plantas, en función de no perder competitividad. Aduciendo solicitudes de sus clientes sobre normas de calidad, los directivos de la acería se apropiaron de aquellos cambios implementados en la actividad metalmecánica de los países mas avanzados y los adaptaron a las condiciones funcionales de sus plantas. Pero estas modificaciones en los roles y tareas de los obreros no implicaron una modernización social para la mano de obra sino un típico caso de racionalización de ajuste a través de los costos laborales.34 Es decir, imponiendo la lógica de la adecuación productiva a los parámetros de calidad exigidos para competir en el mercado externo, los empresarios metalúrgicos de Acindar impusieron la reorganización del trabajo en un sentido flexibilizador. Su principal finalidad buscaba reducir los costos operativos, bajo el paradigma de la acumulación flexible. Este sistema transforma en sentido común la inexorabilidad de la eficiencia y la productividad en función de la competitividad, como nuevos parámetros que obligan a adoptar cambios para evitar la caída de la actividad. De este modo se justificaron las políticas empresarias de confrontación con la representación sindical, aduciendo su papel obstaculizador del redimensionamiento de la empresa y la introducción de las transformaciones en las modalidades laborales. La estrategia confrontativa del capital apuntó a garantizar la reconversión industrial a partir de la reafirmación empresaria de su dominio sobre la mano de obra. Por ello, el directorio de Acindar, tras agotar las vías del diálogo para arribar a sus pretensiones flexibilizadoras, endureció su posición realizando un lock-out patronal y paralizando la actividad de la planta de Villa Constitución tras el despido de todo su personal bajo convenio. El objetivo primario de esta disposición extrema implicaba provocar una respuesta radical del gremio local con la idea de neutralizar la resistencia sindical a los cambios propuestos por la dirección a partir de una táctica de deslegitimación de su accionar, sindicándolo como principal motivo del estancamiento productivo, por su negación dogmática a los cambios. Como lo testimonian las declaraciones del titular de Acindar, Gral. (RE) Alcides López Aufranc, quien ante los medios de comunicación expresó que la empresa no podía permitirse tener en su seno “… una dirigencia marxista dentro de la empresa, que impide todo tipo de actividad” (Diario Página 12, 23/04/1991), estigmatizando a través de un ideologismo a la conducción de la UOM Villa Constitución. De esta forma se centró la estrategia empresaria en la respuesta obrera. Ante la negativa del gremio de asumir una confrontación total por su relación de fuerza desfavorable y la búsqueda de canales de diálogo y medidas consensuadas, la empresa logró imponer la inevitabilidad de la flexibilización en la agenda de las relaciones laborales, al tiempo que el gremio, en una postura defensiva, consiguió evitar una importante perdida de puestos de trabajo. 33. Jabbaz, M. (1996). Modernización social o flexibilidad salarial. Impacto selectivo de un cambio organizacional en una empresa siderúrgica argentina. Bs. As.: Ed. CEAL. 34. Idem.
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CUADERNOS del Ciesal Reflexiones finales El desarrollo en los primeros años setenta de una experiencia de organización sindical en la seccional UOM Villa Constitución con características de democracia en la toma de decisiones y autonomía en su accionar, combatividad en su vínculo con el empresariado y el Estado, y confrontación con la línea de la cúpula metalúrgica nacional, marcó las dificultades corporativas y políticas por las que tuvo que atravesar esta tardía tentativa gremial de izquierda en el contexto del poscordobazo. De hecho, la ofensiva represiva y persecutoria de la patronal y el gobierno de Isabel Perón contra el sindicalismo combativo de Villa Constitución respondió a un patrón común de disciplinamiento y desmovilización de los trabajadores, que ya se había expresado anteriormente con elocuencia en las intervenciones a los gremios combativos del SMATA y Luz y Fuerza de Córdoba, y la Federación Gráfica Bonaerense. Estas metodologías se profundizaron durante el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” con la persecución, encarcelamiento y desaparición de sus líderes sindicales. La utilización instrumental del terrorismo, sirvió de justificativo a los mentores del plan de reorganización social del país para terminar con las experiencias más progresivas de renovación sindical e imponer sin barreras su dominación social. Como corolario de ello, si tomamos en cuenta la construcción del enemigo en figuraciones del tipo “subversivo”, “minoría antinacional” podemos comprobar evidentes líneas de continuidad en el accionar de la empresa Acindar para estigmatizar a la herramienta gremial de los trabajadores: el sindicato. En el caso que hemos estudiado, la política de imposición del miedo que implantó El Proceso provocó una desmovilización temporaria de los metalúrgicos de Villa Constitución, pero no consiguió “exterminar” de la conciencia colectiva de los obreros la experiencia vivida en los años previos. La posibilidad de contar con dirigentes sindicales honestos y luchadores que desarrollaran una práctica gremial democrática y transformadora en la seccional metalúrgica local, para conseguir las reivindicaciones anheladas, siguió vigente en los obreros villenses a pesar de las heridas provocadas por la dictadura. Este proyecto gremial de los años setenta identificado con la “Lista Marrón” se retomó a partir de 1982, con la transición a la democracia y el posterior proceso de normalización de los sindicatos que decantó en un triunfo en las elecciones normalizadotas de la seccional de 1984. Ello permitió continuar con una línea de construcción sindical antiburocrática, pero readecuando los planteos más radicalizados de los setenta a una nueva realidad socio-laboral y política que encontraba a la clase obrera con un poder social menguado. Es por ello que ante los intentos racionalizadores y flexibilizadores que se emprendieron en Acindar el sindicato adoptó una postura de resistencia negociada para evitar el mayor daño posible contra la organización de los trabajadores y la pérdida de puestos de trabajo. Uno de los cambios más importantes que se pueden señalar en este sentido es la estrategia de no confrontación abierta con la patronal y el apoyo de la seccional metalúrgica Villa Constitución en el secretariado nacional de la UOM, que le permitió presionar a la empresa para que se creara un ámbito
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de discusión sector por sector de la planta sobre la racionalización en marcha y la garantía del respeto a las fuentes de trabajo y a los derechos básicos de los trabajadores.
Agustín Prospitti, “Combatividad, dictadura y resistencia a la flexibilización laboral: Reconfiguraciones en la estrategia sociopolítica de la UOM Villa Constitución 1970-1992“. Cuadernos del Ciesal. Año 8, número 10, julio-diciembre 2011, pp 121-139.
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J贸venes investigadores
Mirada de la prensa Privatizaciones. Rol del masiva sindicalismo y de la Caso analizado: prensa partidariaFoetra sobre la huelga de estibadores de mayo de 1928 en Raúl Irigaray Cátedra de Administración Pública Rosario
Facultad de Ciencia Política y RR.II. Paulo U.N.R.Menotti Facultad de Humanidades y Artes (UNR) y Facultad de Filosofía y Letras (UBA) paulomenotti@yahoo.com.ar
CUADERNOS del Ciesal
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Resumen
En mayo de 1928 se inició en la ciudad Rosario un importante conflicto de estibadores portuarios que, por una serie de muertes, conmovió a la clase trabajadora rosarina que realizó dos huelgas generales donde se registraron fuertes hechos de violencia. El conflicto, que terminó en victoria para los obreros estibadores, caracterizó a dicho año y dio origen a una importante secuela de disputas laborales similares. El agitado, violento y sangriento mes de mayo en Rosario fue cubierto de manera particular por la prensa. Según el diario La Capital, la violencia surgió de elementos “extraños” a los trabajadores, “los huelguistas”. Como contraparte, la prensa obrera representada por los diarios La Internacional, La Protesta, y La Vanguardia afirmaron que la violencia había sido engendrada por la parte empresaria. El trasfondo del debate fue que los primeros defendieron la “libertad de trabajo”, mientras los segundos pidieron por el “derecho a huelga”. La disputa que se expresó a las tribunas periodísticas no pudo ocultar las intenciones de la denominada “prensa seria” que al calor del conflicto desnudó sus intenciones afines al sector empresario. Su sutil estrategia terminó cargando presión a las autoridades locales, provinciales y nacionales que, a la larga, dieron un paso al costado o inclinaron la balanza a favor de la burguesía. Palabras claves: prensa masiva - prensa partidaria obrera - conflictos obreros
Abstract
On May 1928, in the city of Rosario, there was an important conflict involving dockworkers which, due to a series of deaths, shook Rosario’s working class, leading to two general strikes where some shockingly violent events took place. The conflict, which ended in a victory for the dockworkers, characterized the year and gave rise to a major aftermath of similar labor disputes. The turbulent, violent and bloody month of May in Rosario was covered by the press in a particular way. According to the newspaper La Capital, the violence aroused from elements “foreign” to the workers, “the strikers”. In contrast, the labor press, represented by the newspapers La Internacional, La Protesta and La Vanguardia, claimed that the violence had issued on the employers’ side. The debate’s background was that the former defended the “work freedom”, while the latter asked for the “right to strike”. The conflict that expressed itself through the press was not able to hide the intentions of the so called “serious press” which, in the heat of the dispute, bared its close interests to the employers’ group. Its subtle strategy ended up adding pressure to the local, provincial and national authorities which, in the long run, took a step aside or tilted the scale in favor of the bourgeoisie. Keywords: mass press – labor partisan press – labor conflicts
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CUADERNOS del Ciesal “Las columnas de La Capital pertenecen al pueblo”. Ovidio Lagos
“La memoria de Luisa Lallana acrecentará la resistencia de los huelguistas, les hará sostener sus reivindicaciones enérgicamente hasta conseguir el triunfo. Se ha visto en el entierro de esa compañera un contingente de mujeres nunca visto en tales actos…” La Protesta, domingo 13 de mayo de 1928.
Sucesos y palabras de la historia de Rosario En mayo de 1928 se inició en la ciudad Rosario un importante conflicto de estibadores portuarios –extendido, luego, a otros puertos de Santa Fe– que, debido a la trágica muerte de dos menores y dos obreros, conmocionó a la urbe santafesina y los llevó a demostrar su furia a través de dos huelgas generales en las que los sectores más desprotegidos provocaron hechos de violencia en prácticamente toda la geografía urbana. El conflicto, que terminó en victoria para los obreros estibadores, caracterizó a dicho año y dio origen a una importante secuela de disputas laborales con características violentas, al tiempo que marcó el punto final de la preeminencia anarquista entre los trabajadores de la ciudad, desde donde se iniciará su declive. Los sucesos ocurrieron un año antes de la crisis económica mundial que golpeó el nervio motor de la producción argentina, el denominado Modelo agroexportador, y dos años antes del primer golpe de Estado que inició una nefasta secuencia de dictaduras en el país. Esos fueron acontecimientos que produjeron un quiebre en la historia argentina. El agitado, violento y sangriento mes de mayo en Rosario fue cubierto de manera particular por la prensa. Según la perspectiva del diario La Capital, la violencia surgió por la acción de elementos “extraños” a los trabajadores como ser huelguistas o desocupados a quienes equiparó con delincuentes comunes. Al mismo tiempo y como contraparte, la prensa obrera representada por los diarios La Internacional, órgano del Partido Comunista (PC); La Protesta, anarquista; y La Vanguardia, del Partido Socialista (PS), forjaron una mirada diferente del conflicto sosteniendo que la violencia había sido engendrada por los empresarios quienes introdujeron en los lugares de trabajo al “lumpen proletariado” que, además de traicionar a la clase trabajadora como rompehuelgas, cometió asesinatos a sangre fría. Más allá de los hechos puntuales de violencia en sí, se abrió un debate entre las tribunas periodísticas acerca de la “libertad de trabajo” o el “derecho a huelga”, es decir, la libertad de la patronal a sabotear un conflicto obrero para garantizar la continuidad de la producción o la libertad de los trabajadores a impedir por la fuerza que ocupen sus puestos de trabajo durante una medida de fuerza. Frente a este enfoque se presentan dos problemas. Por un lado surge la cuestión de cómo comparar a los distintos medios de comunicación dado que uno de ellos, el diario La Capital de Rosario, con
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una importante tirada en la ciudad, se presenta como el formador de la “opinión pública”1, la “prensa seria” de la ciudad. Allí surge un nuevo problema porque al recorrer las páginas del “decano de la prensa argentina”2 no se tarda en advertir que existe una estrategia discursiva atenta a la defensa de intereses económicos y políticos de sectores altos de la sociedad3. Opuesto al mismo se alza la prensa obrera e izquierdista que es considerada abiertamente parcializada (aunque en algunos puntos tanto La Internacional, La Protesta como La Vanguardia, intenten acercarse a los postulados del objetivismo positivista) dueña de una mirada cargada de ideología, socialista o anarquista, que no ahorra esfuerzos en atacar a su adversario político, la burguesía. Incluso, enfrentada a dicha tribuna, en la ciudad de Rosario (la otra prensa tiene su sede en la por entonces denominada Capital Federal) La Capital se presenta ante los rosarinos como un diario independiente, sin sujeciones políticas, atenta a las libertades civiles y con una pretensión netamente objetivista4. Para resolver este inconveniente, el presente trabajo analizará a las distintas vertientes de la prensa con el concepto elaborado por Fernando Cesaretti, Diego Mauro y Hernán Uliana de “visualización” que será complementado con un análisis de presentación de las noticias, de la recepción de las mismas por el público de cada tribuna periodística y el futuro que deparó a cada medio informativo después de mayo de 1928. El otro problema que se intentará analizar serán los límites del debate propuesto por los medios periodísticos. La pregunta es ¿hacia dónde conduce el enfrentamiento entre la postura a favor de la “libertad de trabajo” opuesta al “derecho de huelga”?, y ¿qué importancia tuvo el conflicto de mayo de 1928, con sus momentos más dramáticos, en la resolución de dicho debate o en otras salidas políticas? Como una primera hipótesis se puede afirmar que en un periodo breve el debate no quedó zanjado y que la tensión entre las opiniones que favorecían al sector empresario opuestas a las que beneficiaban al sector obrero, se mantuvieron. La huelga de los portuarios radicalizó las posturas de la “prensa seria” en su reclamo de “libertad de trabajo”, un hecho que desgastó el apoyo del establishment del jefe político de la ciudad, Ricardo Caballero. A la larga, la secuela de huelgas y los reclamos empresarios convencieron al presidente Hipólito Yrigoyen de la necesidad de intervenir militarmente 1. En el presente trabajo no he profundizado el concepto de “opinión pública”, si no que me he limitado a concebirla como una manera de influir opiniones en la sociedad de manera indirecta. En ese sentido, comparto la posición de Jurgen Habermas, quien considera que en el espacio público actúan publicidades de demostración y manipulación al servicio de intereses privados que fueron corriendo al control de la razón. Por su parte, el sociólogo Pierre Bourdieu, quien propuso que la “opinión pública” no existe porque observó que las formas de recabar información en la sociedad son tendenciosas, consideró importante el papel de los medios de comunicación en la generación de la “opinión pública”. Habermas, Jurgen. Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública. Gustavo Gili, México y Barcelona, 1986 (1962). Bourdieu, Pierre. Cuestiones de la sociología. Madrid, Akal, 2000. 2. El diario La Capital es el más antiguo de la Argentina, ya que fue fundado por Ovidio Lagos el 15 de noviembre de 1867. 3. Cesaretti, Fernando, Diego Mauro y Hernán Uliana. “Representaciones, prensa y conflicto social. Estrategias complejas en el diario La Capital, mayo – julio de 1928”. Marta Bonaudo (dir.) Imaginarios y prácticas de un orden burgués. Rosario, 1850 – 1930. T1, “Los actores entre las palabras y las cosas”. Prohistoria, Rosario, 2005. 4. Como está expuesto, aquí surge el problema de la objetividad. Si se pretende realizar un trabajo que pertenezca a las ciencias sociales, es necesaria la objetividad. Sin embargo y siguiendo el concepto elaborado por Julio Arostegui quien plantea que “la objetividad no es cuestión de voluntad sino de método”, surge la pregunta de cómo abordar un texto que sabemos es parcializado, y peor aún, cómo abordar una fuente que se pretende así misma objetiva mientras que se observan elementos que la contradicen. Arostegui, Julio. La investigación histórica: teoría y método. Sección tercera. “Los instrumentos del análisis histórico”. Barcelona, Crítica, 2001.
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CUADERNOS del Ciesal el distrito. A la vez, los sucesos lograron unificar al arco periodístico de la prensa obrera en pos del “derecho a huelga”.
La serenidad antes de la tormenta. La paz de casi una década Los inicios de la década de 1920 fueron marcados por un triunfo de obreros marítimos quienes lograron que la incorporación de los trabajadores en los barcos fuera manejada por el sindicato, la Federación Obrera Marítima (FOM). Más tarde, en 1924, los obreros marítimos sufren una derrota que les quita ese derecho, e incluso, a principios de 1928, una disposición de Subprefectura Naval exige que los trabajadores del puerto, incluidos los estibadores portuarios, obtengan un carnet, un permiso de trabajo. Dicha demanda del Estado nacional fue denunciada por los medios de prensa izquierdista porque se la entendió como una medida que pretendía dejar afuera del trabajo a quienes tuvieran militancia política, entre quienes se destacaban los “federados”, aquellos que simpatizaban con la Fora (anarquista), y también los comunistas. Tras el ciclo de huelgas que conmovió a la urbe santafesina, entre 1917 y 1921, la situación social se calmó. Algunos autores afirman que la tranquilidad, a partir de 1922 se debió a la prosperidad económica aunque la fuerte dosis represiva de los gobiernos provinciales de Enrique Mosca y Ricardo Aldao también podría explicar el reflujo huelguístico. De manera más tenue que en los territorios de la empresa La Forestal en el norte santafesino, la policía mantuvo en el sur provincial un alto índice de persecución política y social5. En tanto, las explicaciones sobre dicho panorama se encuentran en el acomodo de la situación económica en la posguerra responden a la estabilización del mercado exportador. Durante la década de 1920, la Argentina habría alcanzado los niveles de exportación de cereales y carnes previos a la Primera Guerra Mundial, cuestión que le permitió al país equilibrar la balanza de pagos. Al mismo tiempo, se recuperaron los índices de arribo de inmigrantes y se reforzó la característica cosmopolita de Rosario, ya que con alrededor de 400.000 habitantes, según el Censo municipal de 1926, el 47 % eran extranjeros. A la ciudad vecina de Villa Gobernador Gálvez llegó el frigorífico Swift, y con ello el incremento de establecimientos industriales en la región y el empleo de mucha de esa mano de obra llegada de Europa y ubicada en la zona sur de Rosario. Más allá de esto, para 1928, la prensa izquierdista denuncia la suba del costo de vida y el estancamiento o baja de salarios –por mucho tiempo más que un lustro–, un argumento que ayudaría a explicar el detonante de la convulsión social rosarina.
5. Durante 1917 y 1921, la represión fue elevada llegando a provocar varios muertos no solamente en el radio urbano de Rosario sino también, y por momentos con mayor intensidad, en el espacio rural del sur santafesino. Sirve como ejemplo del accionar policial que se cobró varias víctimas, el caso de Santa Teresa, un pequeño pueblo donde en 1921 fue encarcelado y apaleado el dirigente sindicalista, José Vidal Mata, y en 1924, también apalearon y encarcelaron a cinco obreros rurales. Sartelli, Eduardo. “Sindicatos rurales en la Región Pampeana (1900-1922)”. Ansaldi, Waldo (comp.) Conflictos obrero-rurales pampeanos/3 (1900 – 1937). CEAL, Buenos Aires, 1993. La Internacional, 13/2/1924.
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Otra perspectiva de comprensión sobre la falta de conflictos durante la década de 1920 (hasta 1928) se explica en el grado de fragmentación del movimiento obrero en ese momento, en especial la parte de los anarquistas que estaban divididos entre la Fora, afines al diario La Protesta –por un lado–, y las agrupaciones gremiales que seguían los postulados del periódico La Antorcha –por otro. El quiebre se notará desde el principio del conflicto de los estibadores portuarios rosarinos6. Otra disputa al interior del movimiento obrero se visualizó entre sindicalistas revolucionarios, socialistas, comunistas y anarquistas, principalmente durante las asambleas aunque en la agitación callejera hubo fraternidad. Entre otros partícipes importantes en el conflicto se identifican también algunos líderes del radicalismo. Ese año, 1928, el gobierno provincial volvió a manos de los yrigoyenistas con el gobernador Pedro Gómez Cello, lo que abría crecientes expectativas hacia el nuevo triunfo presidencial del líder de la tendencia “personalista” en la Unión Cívica Radical, Hipólito Yrigoyen. Hubo varias acusaciones a los anarquistas portuarios de simpatizar con el ex presidente y varias características del desarrollo de la huelga, se explican por estas coincidencias políticas7. La campaña política llevada a cabo por Ricardo Caballero8, (el principal caudillo yrigoyenista de la región) es un elemento que no debe ser soslayado en el análisis. La burguesía se presenta compacta ante el conflicto, pero al pasar los días se irán notando las fisuras. Por parte de las empresas navieras y las exportadoras de cereales, muestran una gran decisión de quebrar la voluntad obrera al trasladar un contingente de crumiros. La Liga Patriótica y la Asociación del Trabajo (AT), son las entidades que llevan a cabo dichas tareas, a pesar de que el presidente de los liguistas, Manuel Carlés, reniegue de dicha acusación. Los principales protagonistas de este conflicto fueron los estibadores del puerto de Rosario. Este grupo representaba, aún en 1928, al mayor conjunto obrero de la ciudad ya que en épocas de alza de trabajo (cuando terminaban las cosechas fina y gruesa, respectivamente entre mayo y agosto, y entre enero y abril) la planta de obreros alcanzaba a 5.000 o 6.000 personas según el diario La Capital, y alrededor de 2.500 según el diario Santa Fe o La Vanguardia. El salario (pagado por jornal) era más elevado que la media y llegaba a $ 7 o $ 8 diarios (en promedio porque algunos llegan a ganar $ 9 o 6. La Protesta se hizo eco de un comunicado de la FOL que decía que la huelga había comenzado por un capricho. La Protesta, 10/5/1928. Ascolani afirma que el único momento de convivencia al interior de las fuerzas de izquierda fue en agosto de 1927, durante las protestas a favor de la libertad de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. Ascolani, Adrián. El sindicalismo rural en la Argentina. De la resistencia clasista a la comunidad organizada (1928 – 1952). Universidad Nacional de Quilmes. Bs. As., 2009. 7. “En el local de estibadores no les quisieron dar información (a los periodistas de La Vanguardia) porque son antipolíticos pero vieron “algunos peluditos de metal” en las solapas (de los anarquistas)”. La Vanguardia, 7/5/1928. Korzeniewicz también afirma que existía un importante apoyo entre la militancia anarquista a Yrigoyen. En esta huelga, la actitud pacífica de la policía bajo el mando de Ricardo Caballero (caudillo yrigoyenista) explica la relación política entre parte de la clase proletaria y los “personalistas”. Korzeniewicz, Roberto. “The Labor Politics of Radicalism: The Santa Fe Crisis of 1928”. En Hispanic American Historical Review, 73:1, Duke University Press, Durham, 1993. Karush, Matthew B. Workers or citizens. Democracy an identity y Rosario, Argentina (1912 – 1930). University of New Mexico Press. Albuquerque, 2002. Lozza, Arturo Marcos. Tiempo de Huelgas. Los apasionados relatos del campesino y ferroviario Florindo Moretti sobre aquellas épocas de fundaciones, luchas y serenatas, Anteo, Buenos Aires, 1985. Monserrat, María Alejandra, y Ricardo Falcón. “Estado provincial, partidos políticos y sectores populares. (El caso de Rosario: las elecciones de 1912 y los conflictos sociales).”, en Cuadernos del CIESAL, nº 1, año 1, Rosario, 2º semestre, 1993. 8. Videla, Oscar Rubén y Eduardo Zanella (compiladores). Cuestión social, radicalismo y revisionismo en Ricardo Caballero. Historia & Política. Ed. Imago Mundi. Rosario, 2004.
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CUADERNOS del Ciesal $ 10 diarios), según la tarea desempeñada. La contraparte era el enorme esfuerzo que significaba el trabajo de estibador que transportaba bolsas de 50 a 60 kilos, entre otros productos, y la flexibilidad de sus prestaciones ya que usualmente estos trabajadores eran empleados por día y no estaban ocupados todo el mes, sino entre 10, 15 o 20 días, como máximo. Por ello, dicha tarea se combinaba en épocas de baja de trabajo con otras como la cosecha en el propio hinterland santafesino9.
Los hechos El 2 de mayo de 1928 se inició el conflicto de los portuarios de Rosario, al parecer tras un reclamo del personal de a bordo de un barco, un “vapor”, que despertó la solidaridad de los estibadores rosarinos10. Opuesto a esto el diario vespertino Santa Fe ponía en evidencia un cierto malestar ya el 27 de abril cuando expresaba que una huelga se estaba generando porque, a pesar de que el conjunto de los estibadores portuarios era muy unido y había conseguido mejoras salariales, no se respetaban los aumentos acordados y se notaba la intromisión de la Liga Patriótica. Por su parte, Bandera Proletaria, el diario de la Unión Sindical Argentina (USA) sostuvo que los estibadores comenzaron a plantear pequeños reclamos aislados a inicios de 1928 que fueron atendidos y que hacia fines de abril se animaron a realizar un pliego de condiciones que fue rechazado de manera tajante por el conjunto de exportadores y llevó al paro a los portuarios. Desde un comienzo, la huelga se tornó difícil para la parte patronal ya que intentaron mantener el ritmo de trabajo en aquél mayo de 1928 –momento en que se debía comenzar a embarcar el grueso de la cosecha de maíz– a través de una firma denominada “Sociedad Patronal”, o “La Patronal” por el sector proletariado, que con el auxilio de la Liga Patriótica y de la AT, empleaba a “trabajadores libres” todos aquellos que desoían los llamados de solidaridad de los huelguistas. De la parte de los obreros, la simpatía fluyó rápidamente porque contaron con el apoyo de mujeres (esposas, novias, hermanas, militantes, etc.) huelguistas que desde el comienzo tuvieron una participación activa en la huelga repartiendo volantes y llamando a los “crumiros” a deponer su actitud y, también en muchos casos, volcándolos a la causa. Sin embargo, no fue hasta que un crumiro (o trabajador libre) disparó y mató a la joven obrera textil, Luisa Lallana, que el apoyo fuera total hacia los estibadores del puerto. El 8 de mayo, Juan Romero mató a una joven de 19 años que intentó convencerlo, al parecer bajo el amparo de quien gerenciaba el trabajo libre, Tiberio Podestá. El hecho, que fue tratado de manera irregular por la prensa, disparó la ira del sector proletario rosarino que realizó una huelga general el día posterior donde, para garantizar la efectividad de la medida, aparecieron otros protagonistas destacados en dicha contienda, los “gravoches”. El 9 de mayo, columnas de niños 9. Prieto, Agustina. El poder público municipal y la salud de los trabajadores. Rosario, Argentina, 1887-1927. Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario / Facultad de Ciencia Política (UNR). 10. La Protesta acusó como caprichosa la actitud de los estibadores de solidarizarse con el personal de un vapor, aunque más tarde tomó como legítimo y propio el reclamo obrero. Posiblemente la huelga habría estado dirigida por anarquistas afines al grupo que editaba el diario La Antorcha, el ala izquierdista de los ácratas y distante de Fora y La Protesta. La Protesta, 10 de mayo de 1928.
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y adolescentes, acompañados de mujeres y huelguistas, marcharon por las calles rosarinas exigiendo el cierre de los negocios y destrozando algunos artefactos de la vía pública, ocupando prácticamente el centro de la ciudad por varias horas. Ese mismo día, por la mañana, se realizó el funeral de Luisa Lallana transformándose en un acontecimiento masivo que convocó a miles de personas (el conjunto de la prensa supuso una participación de entre 3.000 a 11.000 personas, mientras que otros llegaron a contar 20.000). Estos sucesos también dieron pie a distintos enfoques por parte de los diarios. Si desde una parte se lanzaban loas a la solidaridad proletaria, por el otro se reclamaba la participación activa de la policía para poner fin a los desmanes. Más allá de la imponente participación obrera, la parte empresaria se mantiene firme, al no acceder a los reclamos, para quebrar el frente proletario. Otras noticias levantan opiniones dispares como la del arribo de dos naves de guerra con más de 200 efectivos a la ciudad de Rosario que habrían llegado para proteger a la población de la inseguridad que presentaba el conflicto, o, visto desde otro ángulo, para intimidar al movimiento obrero en caso de intenciones revolucionarias. La crónica diaria fue la del enfrentamiento entre huelguistas y “trabajadores libres”, que, según la información del diario La Capital, fueron narrados como hechos policiales al equipararlos con asaltos. La “nota” fue el inocultable comportamiento de los “trabajadores libres” o “crumiros”, quienes al haber arribado desde otras geografías debían permanecer día y noche en los galpones del puerto y allí ocasionaban problemas debido a sus hábitos de alcohólicos y pendencieros. Obviamente, el marco comercial estaba resaltado en las páginas de algunos medios periodísticos y la preocupación estaba centrada en la cantidad de gente que prestaba servicio y en la cantidad de barcos que esperaban ser cargados o descargados. Sin embargo, el trasfondo de estas noticias giró en torno a dos debates. Uno fue el que se generó entre las opiniones a favor y opuestas a la denominada –por algunos medios11– “libertad de trabajo”, es decir, la posibilidad de que las empresas empleen a personal que no adhiera a la huelga. Seguido a éste debate, surgía el pedido de represión a la fuerza de policía local. En ese marco se inician huelgas en los puertos de San Martín12, Santa Fe y Villa Constitución. En San Martín también se producen enfrentamientos entre huelguistas y rompehuelgas custodiados por efectivos de Subprefectura Naval y el 13 de mayo los marinos abren fuego y matan a un obrero. En esas localidades, también, los conflictos lejos de solucionarse se van agravando. La semana posterior al primer paro general en la ciudad se registra un aumento de conflictos portuarios en las costas de la provincia santafesina (también, circunstancialmente en algunos puntos de la ribera bonaerense como San Nicolás y Buenos Aires), y existe una nula posibilidad de arreglo. El 14 de mayo, marinos de Subprefectura matan a un huelguista en San Martín. Cinco días más tarde, los “trabajadores libres” disparan desde los galpones del puerto de Rosario y matan a un obrero del Ministerio de Obras Públicas de la Nación que viajaba en lancha junto a sus compañeros. El día 20 de mayo en Rosario se reúnen los huelguistas, la Sociedad de Resistencia de Obreros del Puerto (S. de R. Obreros del Puerto), la Fora y la USA y, de manera conjunta y en asamblea llaman a otra huelga general para el lunes 21 de mayo. En esa circunstancia las escenas se repiten, los “gravoches” hacen suyas las calles 11. Los medios de prensa que defienden esta postura son La Capital (de Rosario), La Nación y La Prensa a los que se opondrán los órganos de izquierda. 12. En la actualidad se conoce a la ciudad portuaria como Puerto General San Martín, desde aquí en adelante la llamaremos San Martín que era la denominación utilizada en la época.
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CUADERNOS del Ciesal pidiendo el cierre de comercios, deteniendo a los tranvías que desafiaban circular y apedreando luces públicas y escuelas. Fue entonces que otro hecho sangriento empañó la jornada cuando un grupo de muchachos intentó detener y apedreó a un tranvía que circulaba por la avenida Pellegrini entre las calles Maipú y Laprida y un disparo de arma de fuego terminó con la vida de Carmelo Leonardi, un empleado de panadería de 14 años. El hecho extendió la huelga general a un día más y puso fin a la resistencia patronal, ya que quebró su frente cuando el presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario intimó a los representantes de las casas exportadoras a buscar un arreglo. Tres días más tarde se resuelve el conflicto con una importante victoria obrera ya que logran imponer su pliego de condiciones. El triunfo en Rosario también marcó el de los demás puertos santafecinos. De esta manera triunfaba la postura del derecho a huelga y era derrotado el pedido de represión policial. Al mismo tiempo la huelga de estibadores marca el retorno de los trabajadores rosarinos a las calles en la primera etapa de un año que será de enorme agitación para la ciudad y el sur provincial. Los obreros de la empresa Refinería Argentina, tranviarios, telefónicos y obreros rurales, entre otros, toman la posta de los estibadores repitiendo algunos de los sucesos de mayo.
Distintas miradas Fernando Cesaretti, Diego Mauro y Hernán Uliana13 también analizaron la huelga de los estibadores portuarios a partir de las páginas del diario La Capital de mayo de 1928 y repararon en su forma de presentación de las noticias para reflexionar acerca de la trama que elegía el medio periodístico para sostener sus principios “liberales democráticos” y su pretensión de neutralidad objetiva. En ese sentido los autores afirman que “la prensa seria cuyo paradigma en Rosario es por entonces La Capital y a nivel nacional La Nación (o La Prensa), es aquella que se considera a sí misma, y es considerada por sus pares hasta cierto punto, como referente en la orientación de una opinión por encima de los conflictos intraélite, una opinión pública. Con ello esta prensa apela a un discurso y un uso del lenguaje que se autodefine como neutral y en el cual se respeta una supuesta distancia con los hechos, lo que le permitiría una opinión objetiva. De esta forma se erige en guardiana de la razón que guía el desenvolvimiento de las instituciones y la res publica, del orden y el progreso, de la libertad individual de elección, ideas básicas en el liberalismo de principios de siglo XX”. Al igual que los autores se puede sostener que, más allá de la falacia de neutralidad y objetividad, el diario La Capital al igual que otros escritos permite una multiplicidad de lecturas –aunque tampoco conciben al sujeto lector como plenamente autónomo14– y en ese punto se diferencia de la prensa de izquierda que, de manera directa 13. Cesaretti, Fernando, Diego Mauro y Hernán Uliana. Op. cit. El subrayado es mío. 14. “Nuestra intención es alejarnos del texto como un sistema cerrado de signos que producen sentido independientemente de toda referencia objetiva externa como nos propone el giro lingüístico, pero evitando caer en perspectivas que consideran al lector como un individuo plenamente autónomo y reflexivo, u otras de tipo sociológico más duro que apelan a una total subordinación a factores del entorno. Coincidiríamos con Roger Chartier quien, siguiendo a Norbert Elias, propone considerar a las obras escritas sin un sentido estable, universal, fijo, pensándolas en cambio como investidas de significaciones plurales y móviles, construidas en el reencuentro entre una proposición y una recepción, entre las formas y los motivos que les dan su estructura y las competencias y expectativas de los públicos que se adueñan de ella”. Cesaretti,
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y sin tapujos, toma en sus manos la defensa de los trabajadores a la vez que los impulsa a la lucha por la transformación social. Sin embargo, la diferencia entre los medios periodísticos para llegar a su público no es tan marcada y muchas veces queda más en las pretensiones de la “prensa seria” que en su verdadero accionar. Cesaretti, Mauro y Uliana proponen correctamente que no es posible ocultar totalmente algunas noticias, así como la intencionalidad de los propósitos de La Capital que, según los autores, apuntan a “modos de comportamiento” del ciudadano. Para ello proponen el concepto de “visibilidad” que les permite analizar la estrategia elaborada por el “decano de la prensa argentina” que busca hacer notar un modo de comportamiento deseado para los ciudadanos –en el caso de la huelga de estibadores, para los trabajadores– y de esa manera plantar sutilmente elementos que serán retomados por la “opinión pública”. El ejemplo –que será retomado– es presentar a estibadores huelguistas como ladrones o matones frente a “trabajadores libres” indefensos y víctimas. Frente a esto, Cesaretti, Mauro y Uliana señalan que el diario rosarino propone sutilmente la necesidad de represión a los nombrados agresores. Pero la sutileza rápidamente se diluye cuando se observa un desbalance en la presentación de las noticias, en los actores que tienen posibilidad de aparecer y firmar en sus columnas, y en la superioridad de aparición de determinados temas y enfoques. El espíritu de objetividad positivista al que aspiraban todos los medios periodísticos del momento –algunos más que otros– los obligaba a incorporar en sus páginas a todas las noticias y la manera de hacerlo era la trascripción textual de comunicados de distintas personalidades o entidades. Así observamos que muchas noticias referentes a la política van acompañadas por notas textuales del personaje al que se refiere la nota. Lo mismo sucede con noticias del ámbito económico, social, policial, etc. En el caso de la huelga, La Capital no ahorró espacio en transcribir cartas o telegramas enviados por la Bolsa de Comercio15, ya fuera al poder Ejecutivo nacional, provincial o al propio diario. La mayor cantidad de espacio, en las páginas de La Capital, lo ocupa el sector afín a los intereses de la burguesía, incluso, el “decano de la prensa argentina” reprodujo textualmente un telegrama de la Liga Patriótica, firmado por Manuel Carlés, que negaba la participación de dicha institución en acciones que obstaculicen la huelga portuaria16. Otra estrategia utilizada por dicho medio informativo, fue ubicar las noticias en distintas secciones. Por ejemplo, el asesinato de la huelguista Luisa Lallana apareció en las páginas de policiales como si hubiera sido un crimen común mientras que fue un homicidio cometido en el marco de un conflicto social que ya ocupaba su lugar en las columnas del diario entre las noticias sociales y políticas. Asimismo, más allá Fernando, Diego Mauro y Hernán Uliana. Op. cit. 15. La Capital, 13/5/1928. 16. Con motivo de haberse divulgado noticias sobre que la Liga Patriótica ha tenido intervención en la presente huelga, para quebrar la misma, el presidente del comité local ha recibido del comité central la siguiente comunicación: “Buenos Aires, mayo 10 de 1928 –de mi consideración: Me comunican del Rosario que los profesionales de huelgas inculpan a la Liga Patriótica participación en los sucesos sangrientos y en la contrata de obreros para suplir a los huelguistas. Ya nadie cree en esas pamplinas porque todos saben que la Liga Patriótica ha probado hasta el cansancio que no tiene relación alguna con empresas ni comercios que emplean trabajadores, ni tiene interés de ningún género en interrumpir huelgas. Quedan solamente los políticos engreídos, los socialistas derrotados, los terroristas que a nadie asustan y los pasquines, que divulgan la patraña de la Liga rompe-huelgas. Si hay todavía insensatos que repiten esas insolencias allá ellos con su insensatez. Quiera Vd. Divulgar esta afirmación que le corrobora con los saludos de su servidor. – Firmado: Dr. Manuel Carlés, presidente”. La Capital, 12/5/1928.
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CUADERNOS del Ciesal de la veracidad, La Capital nunca informó sobre las acusaciones a Tiberio Podestá, gerente de la AT, que supuestamente habría amparado al asesino de Luisa Lallana. Éstos se oponen a los hechos de sangre en los que aparecen huelguistas agrediendo a “trabajadores libres”, por lo que se puede agregar al texto de Cesaretti, Mauro y Uliana17 que además de una estrategia de “visibilidad”, La Capital arma una estrategia de “invisibilidad” o de “ordenamiento de las noticias”18. Mirta Zaída Lobato19, al analizar a la prensa obrera, afirma que la misma “tenía el objetivo de contrainformar (su oponente era la prensa “burguesa” que sumía a los trabajadores en el oscurantismo) pero fundamentalmente tenía un sentido claramente pedagógico (enseñar, educar, iluminar a los trabajadores)”, a la vez que dicha tribuna se había constituido desde finales del siglo XIX y principios del XX, como “la herramienta para construir la identidad de los trabajadores, siendo un signo (símbolo) de respetabilidad para la clase obrera. En ese punto, Lobato expresa –siguiendo a Juan Suriano y a Nancy Fraser– que la prensa obrera se constituyó además como una “cultura subalterna” y/o como “contra públicos subalternos” que son paralelos a la opinión pública, si respetamos lo afirmado anteriormente sobre este concepto. Lobato toma de Guillermo Sunkel el análisis que le permite afirmar que el discurso de la prensa obrera estaba compuesto por dos matrices importantes. Una, la matrizdiscurso racional-iluminista a partir de los elementos a los que apelaban como progreso, educación e ilustración. Este aspecto incluso es compartido con la prensa seria que se adjudica el rol de guardiana de la Razón y la diferencia es que la prensa obrera intenta ordenar el caos provocado por la explotación capitalista, o de los patrones (particularmente para los anarquistas que no tenían una crítica al sistema de producción). A la otra matriz discursiva, Sunkel la denomina simbólico-dramática que se caracteriza por una concepción maniquea del mundo tomada de la religión cristiana (bien-mal, cielo-infierno) que es rica en imágenes y pobre en teoría, “este lenguaje carece de densidad teórica y los conceptos son claramente secundarios a la producción de imágenes”20. En este punto, la prensa obrera se diferencia bastante de la prensa seria porque, como se ha visto, ésta última intenta ajustarse a un lenguaje menos simbólico. Incluso, en el propio arco de la prensa izquierdista hay notables diferencias ya que el diario que más se ajusta a esta concepción de la información es La Protesta, y quienes menos La Internacional y La Vanguardia. Sumado a esto, el arco de la prensa de izquierda se distancia de la denominada “prensa seria” por su estilo directo y, como expresamos anteriormente, por tomar partido por los trabajadores. Aunque, al mismo tiempo, presenta sus variantes internas. Si comparamos los periódicos obreros con La Capital 17. En su trabajo, Cesaretti, Mauro y Uliana sostienen erróneamente que no se dedican a “perseguir los conflictos”, mientras que analizan un medio periodístico en uno de los meses más conflictivos de la historia de Rosario. Frente a esta afirmación, creo que de este conflicto surge lo más rico del debate entre la burguesía y el proletariado que había quedado desplazado de las columnas de la prensa por otras noticias, que hará explosión durante ese año y también dos años más tarde cuando la crisis económica se transforme en política y obligue a la burguesía a cambiar abiertamente su política hacia los sectores obreros a partir de su decidido apoyo a la dictadura de Félix Uriburu. 18. La Capital cuida también sus palabras para referirse a las circunstancias de la muerte de Lallana. El ejemplo más claro es cuando expresa: “por los sucesos de la joven”, que se diferencian enormemente de las denuncias abiertas de la prensa obrera que utiliza la palabra “asesinato”, “mártir”, etc. En la edición posterior, en cambio, La Capital informa detalladamente sobre el sepelio de la obrera y le otorga casi una página de despliegue. La noticia lo merecía porque la participación había sido multitudinaria y toda la ciudad se sintió acongojada. La Capital, 9/5/1928 y 10/5/1928. 19. Lobato, Mirta Zaída. La prensa obrera. Buenos Aires, Edhasa, 2009. 20. Lobato, Mirta Zaída. Op. cit.
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surge la primera diferencia en que el medio rosarino tiene una mayor tirada y es un importante vehículo de grandes y pequeños anuncios comerciales de la ciudad y la región, de hecho, el “decano de la prensa argentina” tiene en su tapa los avisos clasificados. Por la parte de la prensa obrera –que se edita en Buenos Aires– no tiene una tirada desdeñable y ello se sustenta en la cantidad y calidad de sus agentes, quienes son a la vez corresponsales, como de sus posibilidades económicas; pero no puede competir con el diario rosarino en el sur santafesino. La situación de La Internacional es pobre y por eso tiene momentos en que su aparición es diaria, pero también, otras etapas en las que su salida es semanal. La edición del órgano comunista requiere constantes esfuerzos por parte de sus militantes que cíclicamente se encuentran generando recursos desde otros ámbitos para sostener su periódico. En tanto, La Vanguardia y La Protesta mantienen su aparición diaria, al menos durante el periodo estudiado, sustentados sobre sus propios recursos21. Otra característica que diferencia a dichos medios de prensa, es que La Vanguardia se conforma como un diario “de calle” –desde 1905, bajo la dirección de Nicolás Repetto comienza a venderse con sus “canillitas”– e incorpora en sus páginas noticias del mundo del espectáculo y cartelera, así como una sección de deportes y policiales. Tanto, La Protesta como La Vanguardia utilizan el beneficio de su aparición diaria para ofrecer más detalles del conflicto obrero de los portuarios de Rosario, a diferencia de La Internacional que sólo debe conformarse con mostrar su posición política e informar algunos hechos que transcurrieron durante la semana. Por encima de estas diferencias se puede establecer un rango de comparación entre las distintas posturas periodísticas. En ese rumbo, como ya fue expuesto, se observará la manera en que son presentadas las noticias, si son centralizadas o están en los márgenes y de qué manera son exhibidas para, desde ese punto, analizar el trasfondo teórico del debate.
El orden como oposición a la violencia Para analizar la cuestión del orden y la violencia en el tratamiento que le da la prensa es necesario prestar atención a la postura de cada medio periodístico. El diario La Capital conjuga su posición ideológica (liberal democrática), que no niega el derecho a los trabajadores a realizar huelgas aunque termina limitándolo frente a la “libertad de trabajo” y al mantenimiento del orden social22. Opuesta a esta mirada, la prensa izquierdista propone y alienta la ruptura del orden establecido aunque en distintos niveles. La parte más radicalizada la imprime La Protesta23, que aplaude incluso que se apedree una escuela para obligar a maestros y alumnos a adherirse a una huelga general. La Internacional se muestra diferente porque tiene intenciones revolucionarias pero intenta armar un marco que orga-
21. La Protesta se transformó en una importante arma para los anarquistas bajo la dirección de Diego Abad de Santillán y López Arango, quienes tenían una rotativa propia que les facilitaba enfrentar aprietos económicos. Bayer, Osvaldo. Severino Di Giovanni. El idealista de la violencia. Planeta, Buenos Aires, 1998 (seg. Ed. 1999). 22. En este punto coincido con Cesaretti, Mauro y Uliana –ya referido– quienes argumentan que La Capital busca conformar un modelo de “trabajador dócil, reformista y atado a convenciones”. Cesaretti, Mauro y Uliana. Op. cit. 23. La Protesta, 11/5/1928.
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CUADERNOS del Ciesal nice la ruptura social. Por último, La Vanguardia no deja de alentar la justa reivindicación obrera pero busca marcar una distancia con las acciones ácratas24. Sumado a este cuadro, para abordar el problema del orden, se debe atender al engranaje político que entremezcla sus ramas en la élite económica y los estibadores portuarios rosarinos. Durante el mes de abril de 1928 se realizaron las elecciones a gobernador provincial en la que salió victorioso Pedro Gómez Cello, un hombre del yrigoyenismo y con posturas obreristas. Por entonces estaba en sus manos la decisión del nombramiento del “jefe político” de la ciudad de Rosario, es decir, quien comandaba a la Policía y se encargaba, entre otras cosas, del orden social. El puesto, como no podía ser de otra manera, recayó sobre una de las personalidades más importantes del Radicalismo personalista, Ricardo Caballero, quien en su juventud había pertenecido al anarquismo y que luego se afilió a la UCR llegando a ser el primer vicegobernador por el sufragio nominado con la Ley Sáenz Peña. Con una extraña postura política que combinaba obrerismo, criollismo y nacionalismo, Caballero tenía una importante llegada al sector proletario25 y era un destacado caudillo del sur provincial que apoyó la llegada de Gómez Cello a la “Casa Gris”. Aquel mayo de 1928 estuvo marcado por el traspaso de mando en el ámbito provincial. Los que se retiraban, oficialistas de la línea del presidente Marcelo T. de Alvear y afines al conservadurismo, decidieron no reprimir el conflicto obrero e incluso soportaron la primera huelga general en la ciudad sin intervención violenta, al estilo que ya estaban acostumbrados los rosarinos26. La actitud escandalizó a la “prensa seria” de la ciudad que destacó algunos aspectos violentos de la primera huelga general, recalcó que la situación económica27 no ameritaba tal respuesta de los obreros que daba espacio a los “oportunistas”, y puso el acento en la “pasividad” policial. “Los desmanes que durante el día anterior ha presenciado el público, exceden a toda contemplación indulgente, haciéndose, por el contrario, pasibles sus autores a la rigurosa represión de las autoridades policiales, que por una de esas circunstancias comunes a su acción insuficiente cuando no como en este caso, censurable, ha brillado una vez más por su ausencia, en cada una de las numerosas incidencias provocadas por el elemento disolvente”28. Como se expresó anteriormente, el “decano de la prensa argentina” no rechazaba a los 24. “Varios son los hechos de sangre con que presionan estos comunistas anárquicos, que aspiran a vivir la vida primitiva de las cavernas, libre como los pájaros, pero que no se sienten capaces de tolerar derechos que no sean los suyos propios”. La Vanguardia, 7/5/1928. 25. Videla, Oscar Rubén y Eduardo Zanella (compiladores). Op. cit. 26. En la primera huelga se registró un muerto que sólo fue denunciado por La Protesta y llamativamente olvidado por los otros medios. Por su parte, Korzeniewcz quien relevó La Prensa también observó una muerte durante el primer paro general. Por otra parte, más allá de este hecho, la actitud de la policía fue pasiva respecto a su historial de acción. La Protesta, 10/05/1928, y Korzeniewicz, Roberto. “The Labor…” Op. cit. 27. “Debemos apresurarnos a decir, ante la situación creada, que no es ella consecuencia de ningún malestar de carácter económico, y que, por consiguiente, sólo se ha aprovechado el pretexto del paro portuario para incitar por la coacción y la violencia a muchos gremios a una cesación parcial de sus actividades, procurando, por este medio, suscitar un estado de anormalidad que permita a los aprovechadores ocasionales de todos estos conflictos, la obtención de sus propósitos inconfesables”. La Capital, 10/5/1928. Contradictoriamente, un día antes La Capital informaba que era cierto que los portuarios no recibían aumento salarial desde hacía casi una década. La Capital, 09/05/1928. 28. La Capital, 10/5/1928, que también reflejó su punto de vista sobre el sepelio de Luisa Lallana y sobre algunos hechos que despertó su muerte: “La adhesión a la protesta por la muerte de Luisa Lallana empezó con toda violencia, sin que hubiera necesidad de ello, pues, como no se produjo ninguna declaración previa de paro era lógico que ni los tranviarios ni los conductores de ómnibus y automóviles estuvieran enterados de lo que otros gremios se proponían”.
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trabajadores su posibilidad a realizar una huelga pero encuentra y critica abiertamente a elementos contingentes a la medida de fuerza. Por ejemplo, según La Capital, la decisión de la huelga no llegó a oídos de todos y es por ello que muchos que fueron víctimas de intimaciones por parte de los huelguistas, ni siquiera estaban enterados de la medida de fuerza. Otra situación que La Capital rechaza es la actitud de muchos niños o adolescentes que participan de la huelga obligando a los comerciantes a cerrar sus puertas para adherirse a la huelga. Obviamente, la postura de huelguistas enfrentándose a “trabajadores libres” era abiertamente repudiada. Tras la huelga se produjo el cambio de autoridades en la ciudad y todas las miradas estuvieron puestas en el nuevo jefe político que asumió el 11 de mayo. Desde la parte proletaria como de la empresaria se esperaba una respuesta de la nueva autoridad. La Capital se hizo eco de la segunda parte y transmitió comunicados lanzados por algunas instituciones como el de la Bolsa de Comercio29 en los que se reclamaba al flamante jefe político una intervención más activa de la policía. El pedido que comienza siendo tibio y formal, sube el tono durante ese mes y alcanzará niveles tan altos que significarán la ruptura política interna en el gobierno de Pedro Gómez Cello30, a la vez que existen desde rumores de renuncia del jefe político de Rosario, Ricardo Caballero31 hasta su pedido formal por parte de la Federación Gremial de Comercio e Industria32, que no aparece en La Capital. Allí no queda todo, La Capital informa también en varias ediciones sobre el estacionamiento en las riberas del río Paraná de dos barcos de guerra con una meticulosa descripción de la cantidad de hombres y de armas con que cuenta cada uno. En las columnas del diario rosarino también ocupan espacio dos aviones militares que realizan un estudio aéreo de la ciudad durante una de las huelgas. La sensación que intenta transmitir el medio periodístico es de seguridad frente a una ocupación del espacio urbano por algún enemigo a la sociedad. También se refuerza de esa manera, la diferencia entre el poder Ejecutivo nacional, que envía barcos de guerra, y el provincial –es decir el gobernador y el jefe político de Rosario–, que no hace intervenir a la policía para poner fin a la revuelta obrera. Al mismo tiempo, desde la primera huelga general de la ciudad, La Capital informa sobre cada una de las agresiones sufridas por los “trabajadores libres” con rigurosidad e informes policiales. Como sostienen Cesaretti, Uliana y Mauro33, el “decano de la prensa argentina” mantiene una destacada 29. La Capital, 12/5/1928. 30. El vice gobernador se opuso a la línea oficial de Gómez Cello y tejerá alianzas con el Radicalismo antipersonalista de tinte conservador que, bajo el liderazgo de Cepeda, reclama constantemente represión y mano dura al proletariado en huelga. Ascolani, Adrián. Op. cit. “Una bofetada. Corren rumores de que el vicegobernador, doctor De la Fuente, a raíz de una violenta discusión que tuvo con el jefe político, el doctor Ricardo Caballero, motivada por diferencia de pareceres, acerca de la última huelga, aplicó a éste una bofetada”. La Vanguardia, 26/5/1928. 31. En este punto disiento con Cesaretti, Uliana y Mauro porque, si bien es cierto que durante el mes de julio los reclamos de represión son abiertos, sin mediar ninguna sutileza, también durante mayo hay una fuerte presión en contra de los huelguistas que repercute entre las propias filas del Radicalismo personalista santafesino. En tanto, los rumores de la renuncia de Ricardo Caballero aparecen en el diario El Orden de Santa Fe. El Orden, 1/6/1928. 32. Korzeniewicz, Roberto. Op. cit. 33. “En mayo y hasta mediados de julio, al cambiar la página y remitirse a las noticias periodísticas de los acontecimientos se ve una notable visibilidad de las acciones de los huelguistas. Todos los días del conflicto los ataques se describen hasta el mínimo detalle, las armas utilizadas, lugar, tiempo, estrategia del ataque, de fuga acción policial, defensa de los obreros libres, características de las heridas recibidas, etc. Es notorio que estas noticias mantengan una regularidad en cuanto a dimensiones más allá de la gravedad de los incidentes; las acciones violentas con heridos apenas se destacan por sobre
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CUADERNOS del Ciesal regularidad en determinadas noticias como ser el ataque a “obreros libres” o la supuesta negligencia policial. Además de éstos, a los autores les llama notablemente la atención el caso de un obrero rompehuelgas que “sacó primero su revólver (antes que los supuestos atacantes) para defenderse” y que La Capital afirma que entre los agresores, casi seguro huelguistas, “había ladrones profesionales que nunca trabajaron honestamente”, a partir de esta premisa Cesaretti, Uliana y Mauro afirman que de esa manera se “inserta el elemento delictivo y ocioso al lado de los obreros huelguistas”34. Frente a esto, los autores proponen que La Capital arma una “compleja trama de técnicas de disciplinamiento que se aplican con respecto a las desviaciones sociales que incluyen no sólo la represión, sino también la acción integradora del Estado y sus instituciones en un papel mediador, de formación de obrero dócil, reformista y atado a las convenciones que excluyen su acción violenta”. Y terminan afirmando que “el conflicto demuestra que, más que la represión, lo que funciona es la amenaza de ella”. Los sucesos de la segunda huelga general en la ciudad también abren un juicio negativo por parte del diario rosarino de mayor circulación. Aunque fue ampliamente anunciado, se informó nuevamente que muchas personas que no hicieron caso a la medida de fuerza fueron tomadas por sorpresa lo que generó nuevos enfrentamientos. Se volvió a criticar a los muchachos que marcharon nuevamente por las calles pidiendo la solidaridad del comercio (o intimando a su cierre como muestra de adhesión), así como la pedrea que daban a tranvías que desoyeron el llamado a huelga, entre otras cosas. En ese día de violenta agitación social, el lunes 21 de mayo de 1928, un niño de 14 años (el panadero, Carmelo Leonardi) cayó muerto por un disparo cuando, junto a la muchedumbre huelguista intentaba detener o atacaba a un tranvía que se desplazaba por la avenida Pellegrini entre las calles Maipú y Buenos Aires. En este último punto, La Capital pasó de una información acotada a un importante despliegue que se ocupó de transcribir los peritajes policiales que determinaban desde donde había provenido el disparo. El diario fundado por Ovidio Lagos terminó afirmando que un revólver de los huelguistas mató al joven panadero. A diferencia de lo sucedido con la muerte de Luisa Lallana que había sido ubicada entre las noticias policiales, la muerte de Leonardi y los informes de la policía tuvieron un importante espacio entre las noticias del paro de los estibadores. Días antes sucedió otro caso que despertó sospechas en el diario rosarino cuando un obrero estibador de San Martín increpó a un grupo de crumiros custodiados por efectivos de Subprefectura Naval y fue muerto por estos. Para La Capital35, el huelguista habría iniciado el tiroteo. Más llamativo es el caso del obrero del Ministerio de Obras Públicas asesinado por crumiros que apenas tuvo atención y donde apareció como elemento de culpabilidad de la Subprefectura Naval por permitir el ingreso de determinadas sustancias al sector del puerto de Rosario, es decir, desde donde fueron hechos los disparos. otras que terminan en situaciones cómicas. Tampoco la acción de la policía es demasiado destacada por los artículos, salvo para criticar su pasividad e indulgencia. Lo que nos interesa es la intención de dar visibilidad e individualizar a los descarriados, exaltados, criminales, que muestra La capital en su tratamiento del conflicto… Pero no es sólo a los desviados a quien se individualiza y describe, los artículos, sobre todo del mes de mayo, nos proporcionan también los datos de los obreros atacados, casi invariablemente miembros de la Asociación Patronal”. Cesaretti, Fernando, Diego Mauro y Hernán Uliana. Op. cit. 34. Los autores incluso encuentran que La Capital comete una paradoja al señalar que un obrero víctima de un ataque “sacó primero su revólver para defenderse”. Es obvio que existían enfrentamientos y que varios huelguistas intimaban a los crumiros a deponer su actitud, pero es dudoso el papel de víctima de éstos últimos. Cesaretti, Fernando, Diego Mauro y Hernán Uliana. Op. cit. 35. La Capital, 15/05/1928, 16/05/1928 y 20/05/1928.
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Enredos de la política santafesina El nexo que relacionaba a los estibadores portuarios rosarinos, liderados por los anarquistas, y los Radicales personalistas que hacía poco habían triunfado en las elecciones provinciales fue seguido en parte por la prensa izquierdista. Las páginas de La Vanguardia dieron espacio a las gestiones patronales36 ante el recientemente designado jefe político, Ricardo Caballero, para mostrarles sus preocupaciones, para posteriormente informar que el caudillo radical se había comprometido a intervenir respetando los derechos de los trabajadores37. Al mismo tiempo, el diario socialista no perdía oportunidad para –con un tono diferente– ironizar sobre las afinidades entre radicales caballeristas y ácratas rosarinos. En un balance sobre la larga huelga, La Vanguardia expresaba: “Agradecemos a las autoridades radicales santafesinas que no hayan ofrecido en Rosario una segunda edición de la Semana trágica de la capital, en enero de 1919”…“No hay porqué negar que la policía rosarina observó en general en esta huelga”…“Seguramente el nuevo gobierno provincial ha querido ser grato a la extraordinaria confianza que el pueblo ha depositado en él, proporcionándole un enorme triunfo en las últimas elecciones. Es cierto que la dirección de la huelga ha estado en manos de los anarquistas de la Fora. Pero no lo es menos que en las reuniones de huelguistas se ha visto a muchos de éstos ostentar insignias yrigoyenistas en las solapas del saco...” Al tiempo que recalcaba: “La actitud de las autoridades nacionales ha sido muy distinta. Obedeciendo, sin duda, las instrucciones de su superior jerárquico el ministro de Marina y su vicepresidente de la titulada Liga Patriótica, el subprefecto del Puerto de Rosario adoptó las medidas más enérgicas contra los huelguistas y en salvaguardia del crumiraje…” De esa manera quedaba expuesta alguna de las causas por las cuales la policía no había actuado como era costumbre ya en la década de 1920, cuando había reprimido y encarcelado. Al mismo tiempo, los socialistas cuestionaban el principio apolítico de los anarquistas y marcaban las diferencias con los radicales que mantenían discursos obreristas. La Protesta no dejó pasar la ofensa y respondió la acusación negando cualquier tipo de contacto con los Radicales. “Como es fácil presumir, se pretende hacer creer que las autoridades rosarinas han sido tolerantes con los huelguistas porque éstos ostentaban, según dicen, insignias del partido que hoy gobierna aquella provincia. Estamos habituados a esas majaderías del social-reformismo, y, por lo mismo, nos tienen sin cuidado. Ya lo han dicho más de una vez, pero sin probarlo nunca, que los anarquistas no eran extraños a las influencias del partido yrigoyenista”38. El diario ácrata reconoció que no se produjo una violenta represión pero no dejó de denunciar los arrestos y las clausuras de locales sindicales39.
Asesinato de Lallana La noticia del asesinato de Luisa Lallana, que en un primer momento hace titubear a La Protesta y a La Vanguardia, hace coincidir a toda la prensa izquierdista en la denuncia del hecho y en la acusación a un hombre de la Liga Patriótica que, según estos medios, están presentes para romper la huelga pero también para ocasionar hechos de violencia. Los tres medios lanzan la consigna de disolución 36. La Vanguardia, 10/5/1928. 37. La Vanguardia, 13/5/1928. 38. La Protesta, 26/5/1928. 39. La Protesta, 18/5/1928.
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CUADERNOS del Ciesal inmediata de la Liga Patriótica y de la AT. El 10 de mayo La Protesta afirmaba: “Y se produjo lo que tenía que producirse. Uno de los carneros enviados por las organizaciones patronales, un tal Juan Romero, fue entrevistado por varios huelguistas para hacerlo desistir de su obra indigna; a las comisiones de propaganda de los huelguistas se adhirieron algunas obreras. Juan Romero respondió a las exhortaciones de los obreros en huelga desenfundando el revólver y apuntando a un grupo de mujeres. Una muchacha, Luisa Lallana, de 18 años, quedó gravemente herida, en el pavimento. El héroe no se dio ni siquiera a la fuga, convencido de la impunidad de que goza y de que ningún juez ha de condenarlo por su bravura”. La Internacional también recrea las circunstancias en las que fue muerta Lallana y La Vanguardia extiende su investigación para averiguar la situación jurídica de Tiberio Podestá, el gerente de la AT encargado de reclutar crumiros, quien habría amparado al asesino de Luisa Lallana40. Por su parte y posteriormente al entierro, La Protesta realiza un fervoroso homenaje a Luisa Lallana, con una página especial de un total de cuatro que tiene la edición, cuando narra su sepelio. La noticia hizo que el diario ácrata decidiera enviar como corresponsal a Aladino, un importante cuadro que formaba parte del grupo editor. Con respecto a la muerte de Lallana, La Capital realiza la siguiente operación. El día posterior al asesinato (cuando lógicamente sale la noticia en los diarios), el “decano de la prensa argentina” lo ubica de manera muy acotada entre las páginas policiales, separado de la huelga portuaria a la que ya le dedicaba espacio. La noticia es un mero hecho policial al igual que un robo, etc. Sin embargo, tras el sepelio, La Capital le dedica varias columnas de su espacio central en las que se preocupó en destacar los detalles del sepelio y no los símbolos políticos del mismo. Esto se debe principalmente a dos cuestiones. La primera es la magnitud del sepelio que conmovió a la ciudad con un recorrido de más de 50 cuadras y con la participación de miles de personas. Además de ser un evento inocultable, por ser un sepelio de esa importancia, también para La Capital significó un símbolo destacado. Otra cuestión es que la víctima fue una joven mujer. En el conflicto de mayo murieron alrededor de 11 personas y la única se quedó en el recuerdo fue Luisa Lallana y esto se debe, por una parte a su reconocimiento como joven militante anarquista pero, además, porque tocaba al igual que en la prensa obrera, una fibra simbólico-dramática de lo que tanto los poderes públicos, instituciones sindicales y la propia burguesía habían cargado en la concepción de mujer –o el cuerpo de la mujer– como futura madre, en tanto base edificadora de la nación41, o para el discurso proletario, en tanto mujer explotada y oprimida.
Desmanes por la huelga La crónica de las huelgas que narraban los desmanes ocasionados en la ciudad, tuvo una crítica furiosa por la “prensa seria” que los calificó desde innecesarios hasta bárbaros, mientras cuestionaba la legitimidad del paro, no por la posibilidad de ir a huelga sino que la medida de fuerza “no había 40. “Fue decretada la prisión del gerente del trabajo (ajeno). El juez decretó la prisión de Tiburcio Podestá, gerente de la Asociación de Trabajo de Buenos Aires por instigación al crimen. Podestá fue conducido a la comisaría”. La Vanguardia, 10/5/1928. 41. Lobato, Mirta Zaída. Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960). Buenos Aires, Edhasa, 2007.
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sido anunciada”42. Un enfoque opuesto tuvo la prensa izquierdista que consideró que toda la ciudad estaba anunciada de la medida, cuestión que hacía legítimo que los huelguistas llamaran (o intimaran) a otros trabajadores y comerciantes a solidarizarse. La Vanguardia describió detalladamente cada suceso de la huelga y sus consecuencias, entre las que –como ya se notó– reflejó las novedades que a la postre terminaban perjudicando al conjunto de los trabajadores, como ser la falta de recolección de residuos por la adhesión a la huelga de los municipales, o el encarecimiento de algunos productos. Asimismo, todos ensalzaron el proceder de los huelguistas y la solidaridad que encontraron en el proletario rosarino. La Internacional subrayó el valioso papel de las mujeres en la militancia43 y La Protesta fue más lejos en sus alabanzas: “Durante el plazo que duró la protesta –jornada de revuelta– Rosario vivió agitado y tumultuoso. El comercio se vio forzado a cerrar sus puertas y sólo uno que otro negocio no lo hizo. Los contados tranvías y ómnibus que circularon sufrieron pedrea. Grupos de huelguistas acompañados por muchachos recorrían las calles y desafiaban la boca de los máuseres policiales. Las escuelas suspendieron sus clases; obreros empleados en los talleres nacionales, en número de 600, se plegaron al paro. El servicio local ferroviario estuvo suspendido todo el día de la huelga general. Por no haber concurrido al trabajo los peones de limpieza, los recipientes de basuras no fueron recogidos de los domicilios y los residuos en muchas calles, fueron arrojados a la calzada. Soldados del escuadrón de seguridad patrullaron por las calles, pues los ánimos estaban excitados…”. Todo esto significó para La Capital44 una afrenta a la gente respetable y, llamativamente, con similares descripciones narraron los desmanes ocasionados por los jóvenes y las mujeres en las calles. Al leer La Capital se siente el tono diferente a La Protesta45.
Buques de guerra. ¿Una advertencia o una medida reconfortante? Los buques de guerra estacionados en la ribera rosarina despertaron quejas por parte de los trabajadores. La Vanguardia se limitó a informar sobre una asamblea obrera en la que se reclamó la partida de los barcos militares. La Protesta incluso opinó sobre la presencia marítima: “El gobierno que ha favorecido la acción provocadora de los sicarios, parece que se siente sobrecogido y ha enviado en defensa de los rompehuelgas, algunas unidades navales de guerra, previstas en toda la dotación para entrar en campaña, como si se tratase de un conflicto con una potencia extranjera, estando listos algunos contingentes de tropas para llegar a Rosario en cualquier oportunidad. Pero todos estos preparativos bélicos no impedirán el triunfo de los trabajadores del puerto”. Por su parte La Capital informaba a los rosarinos que se habían atracado en las riberas del Paraná barcos de guerra “listos para entrar en acción”. El diario de la familia Lagos intentaba calmar el ánimo de sus lectores, o al menos de una parte de ellos para quienes existía la sensación de que la ciudad estaba en peligro de caer, de ser 42. La Capital, 10/05/1928. 43. La Internacional, 12/5/1928. 44. La Capital informó bajo el título “Desmanes incalificables” que la ciudad vivió horas de incertidumbre y desconcierto que se explican por “la caprichosa e interesada intervención de los elementos de perturbación social que, al margen de las organizaciones proletarias, aprovechan de los momentos oportunos para infundir el sobresalto y la alarma en la población pacífica y laboriosa”. La Capital, 10/05/1928. 45. Resulta sorpresivo que el diario de la USA, Bandera Proletaria, haya tenido el mismo tono de condena que utilizó La Capital hacia los manifestantes que ocuparon la calle y provocaron desmanes. Este punto marca una diferencia entre anarquistas y usistas, al tiempo que es un intento de estos últimos por ordenar la protesta. Bandera Proletaria, 26/05/1928.
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CUADERNOS del Ciesal tomada por el enfurecido proletariado. Para la prensa obrera ése era un signo más de la explotación y de la filiación entre burgueses, funcionarios del gobierno (nacional) y prensa burguesa, por lo que aparece como una denuncia.
Agresiones a “trabajadores libres” Las violentas presiones de los huelguistas hacia los crumiros, en la prensa izquierdista no tuvieron el mismo sentido que en la “prensa seria”. Por ejemplo, La Vanguardia informó que tres huelguistas tirotearon a rompehuelgas que estaban en un bar y durante el conflicto reflejaron los enfrentamientos pero en ningún momento deslizaron la sospecha o la confirmación de que entre los huelguistas haya habido algún malhechor. Más alejados de dicha suposición estaban La Protesta o La Internacional porque, para ellos, el trabajador en lucha por sus reivindicaciones está alejado de cualquier tipo de duda. La prensa socialista pone a su vez en duda los informes de la “prensa seria” porque sostiene, provienen de partes policiales46. La Internacional47 recrea con humor la noticia de que huelguistas abrieron fuego también contra la policía que, según los comunistas, fue totalmente tergiversada. El diario comunista incluso se hace eco y profundiza la polémica: “Toda la prensa burguesa y reaccionaria del país, anatematizó a los obreros rosarinos y a los excesos que cometieron en esos días. Los obreros rosarinos en huelga impidieron resueltamente la acción de los crumiros y de las organizaciones patronales; y eso sólo bastó para exacerbar el odio de la burguesía nacional que clamó por la adopción de las medidas enérgicas contra los trabajadores y revoltosos. Otro tono utilizaban cuando la obrera Lallana fue baleada en la zona portuaria por elementos de la reacción y de otra manera cantan cuando se aplican brutalmente medidas de violencia extremada contra el proletariado. Dos o tres días de huelga, y posiblemente la historia del movimiento obrero argentino se hubiese enrojecido por una nueva página de sangre; el gobierno nacional había ordenado el desembarque de fuerzas de la marinería nacional, que tenía a su cargo la misión de ahogar el movimiento”48. Los tres medios obreros coinciden en que los trabajadores ejercen su derecho a huelga al bloquearles el paso los rompehuelgas, una situación clave para garantizar el triunfo obrero. El entramado discursivo del “trabajador libre” víctima de agresión frente al huelguista malhechor, conformado por La Capital cae por la propia fuerza de las noticias. Los hombres reclutados por la Sociedad Patronal (pantalla de la Liga Patriótica y de la AT), en Buenos Aires, Bahía Blanca, en el norte argentino y en Paraguay ocasionaron serios problemas cuando uno de ellos se peleó y terminó apuñalando a un compañero49. Toda la prensa de izquierda denunció que a los crumiros los hacían dormir en los galpones del puerto, les daban alcohol y les permitían realizar apuestas50. Frente a la burla informativa de La Protesta51, La Capital notició dichos sucesos y cuestionó a la Subprefectura 46. La Vanguardia, 16/5/1928. 47. “La policía es atacada… y los obreros son heridos”. La Internacional, 12/5/1928. 48. La Internacional, 26/5/1928. 49. La Capital, 22/5/1928. 50. La Vanguardia sostiene que la patronal les da armas y alcohol a los crumiros en los galpones del puerto de Rosario. La Vanguardia, 11/5/1928. 51.“Los crumiros ofrecen un espectáculo bochornoso”, La Vanguardia, 16/5/1928.
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Naval el haber permitido el ingreso de armas y alcohol52. La gota que rebalsó el vaso sucedió cuando, desde los galpones del Puerto de Rosario, los crumiros dispararon contra una balsa que trasladaba a trabajadores del Ministerio de Obras Públicas matando a uno de ellos53.
Trabajo libre o derecho de huelga En el conflicto de estibadores portuarios, el diario La Capital mostró que uno de sus principales intereses era la cuestión del orden que, entre otras cosas, servía para garantizar la “libertad de trabajo”, un lema que abría un nuevo debate. La pregunta que surge entonces es ¿qué se discute a partir de la libertad de trabajo? Para la denominada “prensa seria”, dominada por la ideología liberal democrática, la libertad de acción es uno de los derechos principales y la misma estaba en peligro cuando grupos de obreros impedían el paso a trabajadores que desconocían la huelga y concurrían a trabajar. En cambio, para el arco de la prensa izquierdista, la posibilidad de que el trabajo (en este caso en el puerto) continúe, formaba parte de un sabotaje a la medida de fuerza llevada adelante por los obreros haciendo que pierda significado. La parte proletaria entiende que si una huelga no es acatada por la mayoría y si la parte empresaria logra mantener el ritmo de trabajo, la medida obrera no tiene efecto y significa una derrota frente a la parte patronal en su disputa. Entre las noticias que caracterizaron a la huelga de estibadores, la defensa del denominado “trabajo libre” por parte de la “prensa seria” encontró una fuerte respuesta por su contraparte militante de izquierda ya que era el principal punto de discordia entre trabajadores y empresarios. La “libertad de trabajo” será defendida por los empresarios y por los diarios porteños La Prensa y La Nación, más que La Capital que lo confundió con noticias del orden policial. El 10 de mayo, el diario rosarino informaba que llegaba un buque de guerra para “afianzar” la labor de la Subprefectura que garantizaba la “libertad de trabajo”. Pero el nudo del debate se dará en la prensa de Buenos Aires (de proyección nacional). La Protesta54 dedica una extensa editorial con el título “Derecho de huelga y libertad de trabajo” donde ataca al 52. Incluso La Capital ya había advertido el error de Subprefectura Naval: “La Subprefectura tiene organizado en el puerto un servicio especial de guardia para garantizar la libertad de trabajo”… “Sin embargo, llama la atención de que no proceda con mayor energía para evitar la portación de armas, máxime en circunstancias como la presente que pueden originarse continuas reyertas”. La Capital, 9/5/1928 y 20/5/1928. 53. “La Subprefectura encarceló a 14 trabajadores libres”… “hieren en un pulmón a un obrero del Ministerio de Obras Públicas”. La Capital, 20/5/1928. “La prensa local ha comentado este episodio (el tiroteo a una lancha de obreros) burlonamente y en el pueblo ha causado justa indignación. El mulato Carlés estará ruborizado por esta metida de pata de su gente”. La Protesta, 20/5/1928. “Los crumiros hicieron fuego contra obreros del ministerio de obras públicas cuando regresaban de su labor. Muertos y heridos. Además de asesinar a otros, los crumiros se matan entre ellos”. La Vanguardia, 20/5/1928. 54.“La huelga portuaria de la provincia de Santa Fe, inspira a La Prensa un comentario propio de la doctrina que se usa en ese órgano conservador y plutocrático. El articulista se inspira no en la naturaleza de ese conflicto económico derivado a
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CUADERNOS del Ciesal diario La Prensa y muestra su posición. Allí, el diario ácrata defiende el accionar violento de los obreros, argumentando que es una respuesta obligada al cotidiano escenario que presenta el sistema, a la vez de la complejidad del trabajo en el puerto para el cuál se necesita un carnet, algo que La Protesta percibe como una forma de opresión bajo el disfraz de la “libertad de trabajo”. La Protesta cuestiona a La Prensa por sus incoherencia porque, si bien reconoce que los obreros no partieron de la violencia al inicio de la huelga, no les da la independencia de acción para realizar sus reclamos, esto es, los anarquistas afirman que La Prensa pretende que se sometan a las directivas del Estado y del capitalismo, caracterizando como actos de ilegalidad y delincuencia todo lo que sale de ese marco. “Ni siquiera les concede el derecho a propagar la huelga y llevar el convencimiento a los que traicionan su causa. Hacer eso es vulnerar la libertad de trabajo…, un derecho de carneraje que sirve de base a la existencia de la Liga Patriótica y que asegura el control de sus dirigentes en los puertos de la república…”. Incluso La Protesta55 achaca a su rival periodístico el hecho de mentir sobre la información para “defender” a la agrupación para policial. “Con dos mentiras el diario conservador y plutocrático pretende justificar su defensa de la Liga y de la Patronal”. La Protesta aprovecha las propias palabras de La Prensa para marcar sus contradicciones. “En apoyo de su singular doctrina, el editorialista vacuno dice que la regla invariable de toda huelga es ésta: las acometidas, sangrientas o no, proceden de los obreros que dejan el trabajo; nunca de los patronos ni de los asalariados que no renuncian a ganar su jornal ni de las autoridades guardianas del orden público, y de los derechos individuales y colectivos…”. La editorial de La Protesta va directamente al grano, sin medias tintas, a exponer el nudo del debate ideológico: “El diario conservador pretende que haya huelga sin lucha, para así asegurar la neutralidad del Estado. Pero, ¿quién protege a los huelguistas de las coacciones del capitalismo? Y por otra parte, ¿qué garantías tienen los obreros para volver al trabajo una vez derrotados los patrones? De acuerdo con la teoría del diario conservador, generalizándola a la vida social de todo un pueblo, cada individuo sería libre de proceder de acuerdo con su conciencia. Y de la misma manera que existe el derecho a hacer huelga o a traicionarla, habría el de derribar el gobierno o sostenerlo. ¿Por qué no nos reconoce ese derecho La Prensa a los adversarios del régimen social vigente?”… “El argumento del editorialista es capcioso. La huelga es un estado de fuerza creado por la avaricia capitalista y adquiere caracteres violentos por a presión que ejerce el capital sobre los trabajadores que le exigen mejores condiciones de vida. Y a los obreros no les queda otro recurso que el de defenderse con las armas que tienen a mano, aun cuando éstas sean declaradas ilegales por el Estado”. Fiel a su un terreno de violencia por los procedimientos violentos del capitalismo, sino simplemente en el carácter que asume la obligada acción defensiva del proletariado que precisamente se levanta contra un régimen de opresión mantenido en los puertos de la República con el pretexto de asegurar la libertad de trabajo… Son conocidas las circunstancias que llevaron al gobierno a prestar su apoyo a la Asociación patronal y a tolerar en los puertos el control de los agentes de la Liga de rompehuelgas. Y nadie ignora tampoco que con el pretexto de defender la libertad de trabajo, en la zona portuaria se persiguió a los trabajadores federados y se boicoteó a los militantes más activos de la S. de R. Obreros del Puerto. Para trabajar en el puerto les era necesario tener el carnet de los liguistas. Lo que quiere decir existía la tan mentada libertad de trabajo”. La Protesta, 22/5/1928. 55. “Dispuesta a justificar las violencias del liguismo y a condenar la acción defensiva de los trabajadores organizados, La Prensa declara que el primer episodio sangriento en Rosario aconteció porque un trabajador libre –en el léxico sindical un rompehuelgas– asaltado en la calle por un grupo de agitadores, disparó su revólver con mala suerte, pues la bala mató a una joven obrera. Poco tiempo después en el puerto San Martín, mientras 40 trabajadores no federados se trasladaban de un embarcadero a otro, bajo una custodia de marineros, fueron agredidos por 300 huelguistas que intentaron desarmar a la fuerza policial y, como no lo lograsen, la emprendieron a tiros con ella. Los agentes repelieron en la misma forma el ataque hasta que la lucha cesó con una baja en las filas asaltantes”. La Protesta, 22/5/1928.
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estilo combatiente aunque dejando de lado la retórica romántica, el diario ácrata aborda de manera directa la cuestión de la “libertad de trabajo” e intenta dejar al desnudo a su informador oponente, penetrando sin cubrirse en el terreno ideológico. Por su parte, desde un comienzo La Vanguardia también ataca la postura de la “libertad de trabajo” y también le dedica una editorial56. “El episodio en Rosario es típico en su género y demuestra con claridad meridiana que la muletilla de la libertad de trabajo, de que se sirven ambas instituciones para encubrir sus provocaciones y tropelías, es apenas un burdo pretexto, una farsa que ya no puede engañar a nadie”. “Si la libertad de trabajo debe ser reconocida a todos por igual, ¿por qué razón la mayoría de un gremio, empeñado en un movimiento que persigue beneficios colectivos, ha de ser obstaculizada y combatida por los patrones por medio de rompehuelgas reclutados al efecto? La libertad de trabajar implica la libertad de abandonar el trabajo si las condiciones en que éste se realiza no satisfacen al trabajador, y éste lo manifiesta por medio de la entidad de su gremio”… “Aún admitiendo que sobre los cuatro o cinco mil obreros huelguistas del puerto de Rosario, los pocos centenares de crumiros reclutados por los patrones, obraran por su exclusiva voluntad al traicionar a sus hermanos en lucha, ¿cómo es posible pretender que esa pequeña minoría malogre el esfuerzo de tantos hombres conscientes? Digan lo que quieran los teorizadores de la libertad de trabajo, pero si su lema tiene un sentido, es precisamente opuesto al que se pretende darle”. Además de ésta posición, el diario socialista también embiste contra La Prensa con una editorial titulada: “La libertad de trabajo según La Prensa”57. En ese número, La Vanguardia acusa a su diario oponente porque informan que la violencia procede siempre de los huelguistas y que ello sucede porque no se respeta la “libertad de trabajo”. La Vanguardia sostiene: “La libertad de trabajo es una fórmula que sólo puede seducir a los espíritus simples e interesados en negar la evidencia. No basta argumentar como hace La Prensa y diciendo que nadie les impide a los huelguistas usar su derecho de no trabajar, y que del mismo modo debe permitirse a los obreros “libres” continuar las tareas que aquellos han interrumpido”… “¿Cómo podrían los huelguistas asistir impasibles a que se anulen sus esfuerzos a favor del gremio, sin intentar convencer a aquellos de la justicia de su causa?... “La palabra libertad es un término vano si se ha de emplear para proteger a los que sin otra razón que su conveniencia propia o la de los patronos, pretenden malograr el sacrificio de los más en beneficio de todos”… “¿Qué es lo que queda de la libertad de huelga si la fuerza pública se coloca resueltamente del lado de los que traicionan a su clase? Prácticamente nada. En teoría los obreros son libres de no trabajar… pero deben resignarse a que otros ocupen su puesto, no solo, sino que lo hagan al amparo de las fuerzas del Estado organizadas para tutelar los derechos de todos menos de los que más los necesitan”… “Lo más grotesco, en esta huelga, ha sido la defensa de la libertad de trabajo hecha por la prensa en general, a favor de gente que parece no trabajar sino en caso de huelga, esto es, de vagos profesionales, de despreciables mercenarios”. A grandes rasgos, los diarios obreros tienen coincidencias en cuestionar la “libertad de trabajo” porque la misma cercena la libertad o el derecho de huelga. Para La Vanguardia esa es una “muletilla”, una farsa utilizada por la “prensa seria” con el objeto de poner trabas al derecho a huelga. Para La Protesta, La Prensa “desconoce la naturaleza de ese conflicto económico” que obliga a los trabajadores a tomar 56. La Vanguardia, 11/5/1928. 57. La Vanguardia, 23/5/1928.
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CUADERNOS del Ciesal esa conducta. Los ácratas opinan que el Estado y el capitalismo constriñen a los trabajadores que por ese camino son conducidos a hechos de violencia, para ellos la huelga es utilizada en defensa propia. Asimismo, ninguno de los medios de izquierda presenta a la huelga como una forma de interrupción del proceso de producción sino que La Vanguardia y La Protesta la observan como un elemento de reivindicación, a lo que los ácratas agregan, como una forma de derrotar el sistema de opresión. De acuerdo a lo expresado por Cesaretti, Mauro y Uliana que la “prensa seria” intentaba llevar a discusión determinados temas para que la Razón decida cuál era la postura más adecuada, aquí se nota –con las respuestas de la prensa obrera– que hay una equiparación en el debate por encima de las diferencias que caracterizaron a dichas tribunas periodísticas. Se observa que desde distintos planos y con distintas herramientas (que van desde la “visualización” hasta la utilización de un discurso simbólicodramático) se polemiza sobre quién tiene más derechos si los patronos o los obreros. La ventaja de la historia nos permite decir que, en esa oportunidad tuvo más peso la primera postura. Las presiones de la burguesía tuvieron efecto y hacia diciembre de ese año, el presidente Hipólito Yrigoyen decidió intervenir militarmente la provincia de Santa Fe y Ricardo Caballero presentó su renuncia. Se podría llegar más lejos y sostener que los hechos de mayo de 1928 influyeron en la decisión del golpe de Estado de 1930 que tuvo como su principal objetivo la prohibición de huelgas. Por otra parte, la prensa obrera también dejó su influencia ya que el año 1928 fue el de mayor agitación y se registraron siete huelgas generales en la ciudad, a la vez que surgieron un número importante de organizaciones sindicales. Se deberían tener en cuenta lo que afirma Ranciere que “las palabras contribuyen a la formación de ideas asociadas con derechos”58. Las luchas de 1928 y las derrotas de los años 1929, 1930 y 1931 pusieron en claro –sobre todo gracias a la prensa obrera– la necesidad de derechos para los trabajadores que en la década posterior influirán en las decisiones del Estado provincial. Paradójicamente, el gobierno liberal del demócrataprogresista Luciano Molina59 en 1932, será quien levante las banderas del derecho a huelga por encima de la “libertad de trabajo”. Como lo expresó Mathew Karush60, el debate dentro de la elite política se terminó cuando los caballeristas decidieron dejar de lado su ilusión de transformar en ciudadanos a los trabajadores y dieron paso a quienes preferían su domesticación por otros medios. Todavía queda por indagar qué sucedió con ese debate entre los trabajadores y sus organizaciones. Hasta el momento se pudo observar que cobran fuerza las corrientes comunistas y socialistas, y quedan rezagados los anarquistas pero aún falta examinar en detalle.
Conclusiones y más nudos En este texto se analizó la prensa escrita como fuente histórica frente a un hecho determinado. En el mismo surgieron controversias entre los distintos diarios representantes de la “prensa seria” y de la “prensa obrera” o de izquierda. El punto de estudio fue un conflicto obrero que generó una polémica 58. Lobato, Mirta Zaída. Op. cit. 59. Ascolani, Adrián. Sindicalismo rural… Op. cit. 60. Karush, Mathew. Op. cit.
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que trascendió a la propia huelga. Durante el mes de mayo de 1928, la prensa reflejó un escenario social y político que, al ser rescatado, nos permite conocer en parte a las organizaciones obreras. Si la parte fáctica puede aportar un mediano escenario de conocimiento, la parte hermenéutica presenta un rico debate de ideas que puesto en perspectiva histórica permite observar los problemas que enfrentaban a la sociedad argentina del momento. La “prensa seria” defendía la “libertad de trabajo” y el respeto del “orden”, mientras que la prensa obrera se inclinaba por el derecho a huelga y la defensa de los intereses de los trabajadores. Se puede afirmar que aquél conflicto portuario fue el primero de una saga de huelgas que marcó un punto importante en la historia social Argentina. Por último, la presión de la “prensa seria” terminó logrando, entre otras cosas que Ricardo Caballero renuncie a su cargo de jefe político y que Yrigoyen (que asume su segunda presidencia en octubre de aquél año) ordene la intervención del ejército en Santa Fe en los primeros días de diciembre. Dos años más tarde, la represión será incrementada, tal vez de la peor hasta ese momento, bajo la primera dictadura argentina que marcó como hito al año 1931 como el momento donde hubo menos huelgas en el país. Sin embargo, el debate no se quedó allí. Cesaretti, Mauro y Uliana aciertan en que desde la “prensa seria” se prepara el terreno para generar salidas políticas aunque no observaron que existían menos sutilezas de las que ellos creían. Al dejar en el margen el desarrollo de los acontecimientos, no pudieron observar que los sucesos, en particular los que pasaron en mayo de 1928, fueron cambiando la postura de las tribunas periodísticas que, si se quiere, partiendo de distintas características terminaron polemizando sobre la “libertad de trabajo” o el “derecho a huelga”. Si el asesinato de Luisa Lallana no hubiera conmovido al pueblo rosarino, tal vez La Capital hubiera continuado lisa y llanamente con su estrategia discursiva. Pero los hechos, ocultados o desdibujados por el “decano de la prensa argentina” movilizaron a la población en dos huelgas generales con un altísimo nivel de participación y violencia. Lo mismo sucedió con las noticias de los buques de guerra anclados en el puerto o las notas que descalificaban la violencia. Es evidente que la variedad de lecturas posibles enarboladas por La Capital se iba reduciendo cada vez más al discurso, pedido de orden. Por el lado de la prensa obrera, el asesinato de Lallana trasladado con un discurso simbólico-dramático, toco la fibra íntima del proletariado y, tal vez por esa vez, “las palabras contribuyeron a la formación de las ideas asociadas con derechos”.
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El aporte de la historia Privatizaciones. Rol deloral sindicalismo para un Caso analizado: estudio de los grupos Foetradirigentes. El rol de los sindicatos en la privatización de Raúl Irigaray Cátedra de Administración Pública SOMISA Facultad de Ciencia Política y RR.II. U.N.R. Maruricio Correa (Profesor en Historia, UNR) mauriciohernan1@hotmail.com
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Resumen
La historia oral como método/técnica para la investigación en ciencias sociales, ha permitido la creación de nuevas fuentes históricas: las fuentes orales. Esta herramienta, ha sido de gran utilidad para quienes se especializan en la historia del “mundo del trabajo” en Argentina, ya que permitió la recuperación de las memorias de los actores protagónicos de la conflictividad laboral contemporánea. La incorporación de nuevos testimonios, no tiene por qué quedar circunscripta a los sectores sociales subalternos. Las entrevistas también pueden contribuir a una mayor comprensión de las experiencias y motivaciones de las dirigencias y posibilitar, de esta manera, la obtención de un cuadro más completo de los distintos actores sociales del mundo del trabajo. El tema del presente escrito, el rol de los sindicatos en la privatización de SOMISA, ha sido abordado desde una perspectiva sociopolítica. Por lo tanto, aparece como relevante describir y comprender las acciones de la dirigencia sindical representante de los trabajadores de la empresa. Este escrito pretende señalar precisamente la utilidad de las entrevistas a los grupos dirigentes para una reconstrucción de los procesos históricos que tienen como eje la conflictividad laboral, y como actores centrales a los trabajadores y sus sindicatos. Palabras claves: historia oral – grupos dirigentes – sindicatos – SOMISA – entrevistas
Abstract
Oral History as an available method/technique for Social Science research has led to the creation of new historical sources: oral sources. This tool has been decidedly useful for those specialised in “World of Work” History in Argentina, since it allowed the retrieval of the memories of those who were leading actors in contemporary labour conflicts. The integration of new testimonies is not necessarily to be restricted to subaltern social groups. Interviews can also contribute to a greater comprehension of leaders’ experiences and motivations, consequently enabling a more comprehensive picture of the diversity of social actors within the World of Work. The main topic of the present essay, the role of Trade Unions in the privatization of SOMISA, has been addressed from a socio-political perspective. Thus, it becomes relevant to describe and understand the actions enforced by the Trade Unions’ leaders that represent company’s workers. The aim of this essay is to outline, precisely, the usefulness of the interviews carried out to the leading groups, with the purpose of reconstructing the historic processes that revolve around industrial disputes and whose central actors are the workers and their trade unions. Keywords: Oral History – Leading Groups – Trade Unions – SOMISA – Interviews
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N°10 / julio-diciembre 2011 / jóvenes investigadores Introducción La historia oral moderna como método/técnica para la investigación en ciencias sociales, ha permitido la creación de nuevas fuentes históricas: las fuentes orales. Esta herramienta, ha sido de gran utilidad para quienes se especializan en la historia del “mundo del trabajo” en Argentina, ya que permitió la recuperación de las memorias de los actores protagónicos de la conflictividad laboral contemporánea. En este sentido, la inmensa mayoría de estas aproximaciones se dedicaron a recuperar las voces de quienes no habían dejado ningún registro escrito en su paso por la historia. El trabajador de base, urbano y rural, el militante y/o simpatizante que actúa por fuera de la conducción de cualquier organización, sea gremial, social o política; todos ellos tenían algo para decir y así fue interpretado por quienes trabaron contacto con estas personas y se dispusieron conjuntamente a crear nuevas fuentes a partir de las entrevistas. Pero la incorporación de nuevos testimonios no tiene por qué quedar circunscripta a los sectores sociales subalternos. Las entrevistas también contribuyen a una mayor comprensión de las experiencias y motivaciones de las dirigencias. Posibilitan, de esta manera, la obtención de un cuadro más completo de los conflictos, sucesos y procesos en los que se vieron involucrados estos actores. La aproximación a los sindicatos como objeto de estudio, puede realizarse a través de diversas perspectivas. La aquí elegida toma a éstos como una institución socio-política con una fuerte organización interna y burocrática. Por lo tanto, aparece como relevante describir y comprender las acciones de la dirigencia sindical representante de los trabajadores en la empresa. Este escrito pretende señalar, precisamente, la utilidad de las entrevistas a los grupos dirigentes sindicales1 para la reconstrucción de los procesos históricos que tienen como eje la conflictividad laboral, y como actores centrales a los trabajadores y sus sindicatos. Para tal propósito, se ha dispuesto la siguiente organización: la primera parte, se dedica a presentar las posibilidades metodológicas que la historia oral brinda a la investigación de la historia social reciente. El segundo tramo del artículo, se aboca a presentar sintéticamente el caso, con la caracterización de los sindicatos intervinientes y los acontecimientos más importantes en los que actuaron estos gremios. El tercer segmento, se consagra a analizar los testimonios dirigenciales y a extraer algunas conclusiones parciales que los mismos entregan sobre las construcciones y evaluaciones de su propio accionar histórico. Por último, las consideraciones finales.
1. Adherimos a la interpretación que ensaya Arturo Fernández sobre los “grupos dirigentes sindicales”. Este autor remarca la tendencia en las direcciones sindicales, a resolver por sí muchas cuestiones fundamentales de la organización interna del sindicato o de las negociaciones con los “contradictores” sociales. Por ello, como otras élites, pasan a adquirir una “autonomía de funcionamiento” que va a incidir sobre su ideología, sus relaciones con la base y con otros actores a nivel de Estado, élites, clases, etc. Arturo Fernández; Las prácticas sociales del sindicalismo (1976-1982); Buenos Aires; CEAL, 1985.
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CUADERNOS del Ciesal Historia Oral: desarrollo y perspectivas Nacida a finales de los años cuarenta en los Estados Unidos, la historia oral moderna se encargó, en estos primeros pasos, de crear y archivar los testimonios de miembros de las clases políticas dirigentes norteamericanas.2 Ya en los años setenta, la experiencia europea introdujo preocupaciones metodológicas que habían estado ausentes en los pioneros del nuevo continente, e inscribió estos enfoques en la “nueva historia social”3 que había ganado terreno académico desde la segunda posguerra. Esta nueva historia oral, por lo tanto, dejaba de estar asociada exclusivamente a las élites y a la formación de grandes archivos de testimonios orales. Comenzaba a preguntarse por cuestiones relativas a la memoria, la naturaleza de la entrevista, la interpretación de estos documentos y el problema de la subjetividad. Sin duda, dio gran impulso a una historia “desde abajo”, que comenzó a ocuparse de los sectores sociales subalternos, los “olvidados” de la historia, como los obreros, los campesinos, los inmigrantes y las distintas minorías.4 En Argentina, las experiencias pioneras fueron deudoras de aquella primera iniciativa norteamericana, cuando en los años sesenta se llevó a cabo la recolección de testimonios orales de dirigentes políticos y sindicales desde el Instituto Di Tella de Buenos Aires. Este primer acercamiento, estuvo limitado a la recopilación y almacenamiento de testimonios orales de los protagonistas de la vida política argentina de las últimas décadas.5 Hubo que esperar algunos años para que aparecieran, sobre todo hacia finales de los ochenta, nuevas investigaciones que a partir de la construcción de fuentes vía entrevistas, propusieran una historia social con eje en la recuperación y problematización de las memorias de los sectores subalternos. Esta línea de trabajo, influenciada por la historia oral europea, ha permitido un acercamiento a las experiencias, valoraciones, sensaciones y sentimientos de quienes generalmente no han dejado huellas de su paso por la historia. La obtención de estos testimonios posibilitó, por lo tanto, una mayor comprensión del accionar de estos grupos, y vino a colaborar en la reconstrucción de los acontecimientos y los procesos de los distintos casos tratados.6 2. El periodista e historiador norteamericano Allan Nevins, desde la Universidad de Columbia, encabezó a partir de 1948 un grupo de trabajo que se proponía almacenar grabaciones de las élites políticas de su país. Jorge Aceves Lozano; “Introducción”; en: Jorge Aceves Lozano (comp.); Historia Oral; México; Instituto Mora, 1993. 3 Natalie Zemon Davis, al preguntarse por la nueva historia social a fines de los ochenta, señala: “La nueva historia social trata de detectar la existencia de agrupamientos de diverso tipo –categorías de edad, género, linaje, patrocinio, raza, religión- y pregunta cómo se forman y en qué medida refuerzan o traspasan los límites de la clase. Interpreta las relaciones como procesos simultáneos y sistemáticos: de dominación y resistencia, de rivalidad y complicidad, de poder e íntimos (…)” Natalie Zemon Davis; “Las formas de la historia social”; Historia Social n° 10; primavera-verano 1991; p. 177. 4. Paul Thompson y Raphael Samuel en Inglaterra, Luisa Passerini y Alessandro Portelli en Italia han sido, entre otros, quienes iniciaron este sendero de investigaciones, y además, quienes mayor influencia ejercieron en aquellos que incursionaban en la historia oral en nuestro país. Para ampliar sobre el tema consultar: Dora Schwarzstein; “Introducción”; en W. Moss, A. Portelli, R. Fraser y otros; La historia oral; Buenos Aires; CEAL, 1991. Jorge Aceves Lozano; op. cit. 5. Un ejemplo de enfoques que utilizaron los testimonios orales de la dirigencia sindical, sin que la problematización de los mismos haya sido todavía uno de sus parámetros básicos, es el trabajo de Juan Carlos Torre; La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del peronismo; Buenos Aires; Sudamericana, 1990. 6. Muchos han sido desde entonces los trabajos abocados a la clase trabajadora que se nutrieron de fuentes orales y que dejaron de tomar como objeto de análisis exclusivamente a las dirigencias. Algunos ejemplos, entre otros: Mirta Lobato; La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera. Berisso (1904-1970); Buenos Aires; Prometeo,
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Un aspecto que aparece subrayado por muchos de estos nuevos aportes, tiene que ver con el vínculo entre pasado y presente en la recuperación de las memorias. En este sentido, no debe perderse de vista que las reconstrucciones del pasado están influenciadas en un grado importante por los momentos presentes desde los cuales se apela a la memoria.7 Esto no implica que una misma persona modifique a su antojo lo recordado según el momento en que se lleve a cabo la reelaboración de sus recuerdos; nos previene, más bien, acerca de la influencia del presente sobre las valoraciones de lo recordado. Los mismos recaudos deben tomarse en las entrevistas a dirigentes sindicales. Una reflexión sobre esta dialéctica pasado-presente es central al momento de utilizar este tipo de fuentes orales, ya que la singularidad de esta historia oral radica en que estos grupos dirigentes “se construyen a sí mismos” como personajes protagónicos de la trama histórica que quieren dar cuenta. Su discurso está íntimamente relacionado a su posición política en la actualidad, y es desde este lugar que realizan la selección e interpretación de sus acciones pasadas, para intentar legitimar de esta manera su presente en tanto personaje público.8 La pertinencia de la utilización de la historia oral para un estudio del sindicalismo, radica en que posibilita el conocimiento de aspectos que involucran a los grupos dirigentes y que resultan centrales para la comprensión de la resolución de los conflictos laborales. En el caso que nos ocupa, si bien han sido numerosas las huellas escritas sobre la actividad de este grupo dirigente –sobre todo de forma indirecta, a partir de su aparición en los periódicos–, la entrevista permite un acercamiento a aquellos contenidos de la experiencia que no emergen en los documentos tradicionales. Otra cuestión central a destacar, es que las herramientas que nos provee este enfoque, contribuye a que se entable un diálogo entre fuentes de naturaleza diferente, y ampliar de esta manera la comprensión del accionar de los trabajadores y sus sindicatos en el caso SOMISA. Es ilustradora en este sentido la mirada de Dora Schwarstein, quien señala que “construimos nuestras memorias para sentirnos relativamente confortables con nuestras vidas”, y como consecuencia de esto, aún no reconociéndolo de manera consciente, “buscamos componer una alineación de nuestro pasado, presente y futuro”.9 Los testimonios de los dirigentes sindicales entrevistados, encarnan una tentativa discursiva que se esfuerza por alinear pasado, presente y futuro de sus respectivas carreras políticas y sindicales. Por lo tanto, representan un claro ejemplo de cómo actúan los mecanismos de “construcción” de la memoria. 2001. Ernesto Salas; La resistencia peronista. La toma del frigorífico Lisandro de la Torre; Buenos Aires; CEAL, 1990. 7. Graciela de Garay; La historia oral de las elites. En Graciela de Garay (comp.); “La historia oral con micrófono”; México; Instituto Mora, 1994. Citado por Alicia Servetto; Qué y cómo responde la clase dirigente: Riesgos, limitaciones y posibilidades de la Historia Oral para reconstruir la Historia Política; ponencia presentada en la Xº Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia; Rosario, 20-23 de setiembre de 2005. 8. No debe caerse en la exageración de creer que el sujeto puede reformar los acontecimientos del pasado con cada modificación del contexto político y social. En relación a esto, nos parece acertada la distinción que establece Trevor Lummis entre una mayor incidencia del presente sobre la “evaluación” de lo acontecido y una menor incidencia del mismo presente sobre los “hechos" que se traen a la memoria. Trevor Lummis; “La memoria”; en W. Moss, A. Portelli, R. Fraser y otros; op.cit. 9. Dora Schwarstein; Entre Franco y Perón. Memoria e identidad del exilio republicano español en Argentina; Barcelona; Crítica, 2001.
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CUADERNOS del Ciesal A través de los recuerdos de aquellos acontecimientos -tanto en su actuación individual como grupal- se desprenden una serie de factores que nos ayudan a comprender de una manera más compleja la actuación de esta dirigencia metalúrgica local en la Argentina de los años noventa. Conocer sus trayectorias individuales, sus historias militantes y sus concepciones sindicales, nos abre el camino hacia una mayor comprensión de sus comportamientos en el conflicto, inscrito en una “línea de continuidad” de un accionar aprehendido durante muchos años de actividad sindical. Antes del análisis de los testimonios, consideramos necesario abocarnos a una presentación general del caso. Retrataremos brevemente la historia de la empresa y de los gremios actuantes en SOMISA, para luego concluir con una descripción del desenlace del conflicto.
El significado de SOMISA para el desarrollo nacional El 13 de junio de 1947, a tan solo un año de la asunción de Juan Domingo Perón en la presidencia de la Nación, por ley N° 12.987 el parlamento argentino sancionaba el “Plan Siderúrgico Argentino”, proyecto elaborado por el General Manuel Nicolás Savio. Este paso dado por nuestro país, estaba vinculado a la necesidad de impulsar y sostener el plan industrialista que se había iniciado en la década del treinta y que terminada la segunda guerra mundial ya se tornaba irreversible. Los objetivos que perseguía el Plan Siderúrgico Argentino eran los siguientes:
a) Producir acero en el país utilizando minerales y combustibles argentinos y extranjeros, en la proporción que económicamente resulte más ventajosa y de manera de conservar activas las fuentes nacionales de minerales y combustibles, en la medida conveniente para mantener la técnica respectiva en condiciones eficientes; b) Suministrar a la industria nacional de transformación y terminado, acero de alta calidad, a precios que se aproximen todo lo posible a los que rijan en los centros de producción extranjeros más importantes; c) Fomentar la instalación de plantas de transformación y terminación de elementos de acero que respondan a las exigencias del más alto grado de perfección técnica; d) Asegurar la evolución y el ulterior afianzamiento de la industria siderúrgica argentina. 10
El proyecto siderúrgico de Savio tenía a SOMISA como el principal sostén del mismo. Los objetivos iniciales para esta planta integrada eran la producción de arrabio, acero, laminados no planos (palanquilla, rieles y perfiles) y laminados planos (chapa en caliente, chapa en frío y hojalata). El consumo de acero en Argentina para el año 1947 era de 1.725.250 toneladas, de las cuales 1.600.036 se impor10. Pedro F. Castiñeiras; Esto lo hicieron los argentinos; Buenos Aires; s/e, 1972; pp. 3-4.
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taban, y solamente 125.214 se producían en nuestro país. Es decir, el 93% del consumo de acero total era traído de otros países11. Para lograr los objetivos de autoabastecimiento propuestos por el Plan, se habían ideado cuatro tipos de unidades industriales:12
a) Los yacimientos de hierro y las plantas siderúrgicas del Estado actualmente en funcionamiento y los de igual especie que en adelante explotare o estableciere; b) Los establecimientos industriales de la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina, cuya constitución se aprueba por esta ley, y cuyo objeto principal será la producción de arrabio y la elaboración de acero en productos semiterminados con destino a la industria nacional de transformación y terminado; c) Los establecimientos industriales de otras sociedades mixtas que en adelante se crearen para la transformación y terminación de productos de acero; d) Las plantas de transformación y terminado de productos de acero dependientes del capital privado que satisfaga las exigencias que se establezcan en virtud de la presente ley y su reglamentación, relativas al fomento y la consolidación de la industria siderúrgica argentina.
La ley sancionaba la creación de SOMISA en 1947, y por lo tanto se preveía que en unos pocos años la planta estuviera funcionando. Pero por dificultades presupuestarias, el proyecto demoró más de diez años hasta verse concretado, lo que sucedió finalmente en 1960, cuando el 22 de junio de dicho año la acería realizaba su primera colada de arrabio en el Alto Horno N° 1.13 Hubo que esperar catorce años para que en marzo de 1974, se llevara a cabo la primera colada del Alto Horno N° 2. A partir de entones, la empresa funcionó con dos altos hornos. Además de la importante demora en la puesta en funcionamiento a pleno de la fábrica, otra cuestión que cristalizó con grandes diferencias en relación a la planificación inicial, fue la incorporación de capitales privados a medida que se expandía la empresa. En vez de producirse una complementariedad de inversiones privadas y estatales, objetivo inicial inscrito en el mismo nombre de la empresa –Sociedad Mixta–, el Estado terminó como único responsable de la puesta en marcha de esta siderurgia. Los números lo dicen todo: el capital privado no superó finalmente el 0,024 % del total de la empresa, aunque le fuera otorgado un asiento en el Directorio. El proceso de sustitución de importaciones, iniciado en los años treinta, para finales de la década del cincuenta entraba en su segunda fase, ahora con predominio del capital extranjero. La política siderúrgica en Argentina, sostenida en el primer tramo por la idea de “autonomía estratégica”, comenzó a sostenerse en esta segunda etapa en la idea de complementariedad entre el capital privado y el Esta11. Boletín informativo Techint N° 254; Buenos Aires; set.-oct. de 1998. 12. Pedro F. Castiñeiras; op. cit.; p. 4. 13. El retraso del proyecto SOMISA se debió fundamentalmente a problemas de financiación por parte del Estado nacional durante el peronismo. Claudio Bellini; “Política industrial e industria siderúrgica en tiempos de Perón, 1946-1955; En Ciclos Año XIII, Vol. XIII, Nº 28; 1º semestre de 2005.
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CUADERNOS del Ciesal do. En este nuevo marco estratégico, SOMISA cumpliría el papel de proveedor de insumos baratos a las principales firmas privadas, fundamentalmente Acindar y las empresas del grupo Techint.14 Con la redefinición de la política económica argentina iniciada en 1976, la puesta en práctica del modelo neoliberal –con todas sus contradicciones a cuestas- ya anunciaba el achicamiento del rol empresario para el Estado.15 La industrialización, que había sido promovida por los distintos gobiernos desde 1930, fue perdiendo de manera gradual y sostenida el consenso político de que gozaba hasta entonces. Empezaba para SOMISA una etapa de competencia con el sector privado, la cual se agravaría con la fusión de los conglomerados siderúrgicos de Siderca (Techint) y Acindar, ya que al integrar el proceso productivo, estas empresas privadas incorporaban los productos semielaborados y dejaban de adquirirlos a la acería estatal.16 La llegada de Menem al gobierno en 1989, implicó la aplicación acelerada del programa de reformas económicas en clave neoliberal iniciado por la última dictadura. La consolidación de políticas promercado y el desprendimiento de empresas por parte del Estado vía privatizaciones, incluyeron a las empresas estratégicas como YPF17 y SOMISA.18 Creada inicialmente como una planta siderúrgica integrada, y con el objetivo de que en un futuro actuara como proveedora de la materia prima para plantas privadas elaboradoras de productos terminados, SOMISA acabó en los años ochenta como una competidora molesta para los planes de las empresas privadas del sector. El grupo Techint, uno de los principales beneficiarios de los subsidios estatales, fue quien se quedó finalmente con la siderurgia estatal.
La dirigencia sindical metalúrgica El colectivo de trabajadores de SOMISA, estaba representado en la década de los ochenta por tres sindicatos: la Unión Obrera Metalúrgica (UOM)19, la Asociación de Supervisores de la Industria Me14. Claudio Lozano; La privatización de SOMISA ¿Consolidación del oligopolio privado en la producción siderúrgica?; Buenos Aires; IDEP, octubre de 1992. 15. Sobre el programa económico de la última dictadura y sus consecuencias para la economía nacional se puede consultar: Daniel Azpiazu, Eduardo Basualdo y Miguel Khavisse; El nuevo poder económico en la Argentina de los años ochenta; Buenos Aires; Legasa, 1986. 16. Para conocer la historia de estas empresas, y más específicamente, su evolución a partir de los años setenta, consultar: Claudio Lozano; op.cit. 17. Yacimientos Petrolíferos Fiscales. 18. A diferencia del intento de su predecesor radical Raúl Alfonsín (1983-1989) en 1986, Menem introdujo la privatización de SOMISA en el conjunto más vasto de la radical reforma económica que llevó adelante. La ley 23.696 de “Reforma del Estado” fue el marco jurídico que posibilitó al nuevo gobierno encarar las privatizaciones de las empresas estatales. Establecía, entre otras medidas, que las empresas públicas podían ser privatizadas mediante decretos. 19. Representa uno de los tantos sindicatos fundados en el año 1943, cuando comienza a gestarse el vínculo entre el entonces Coronel Perón y un núcleo importantes de organizaciones obreras. Desde finales de los años cincuenta, la UOM se convierte en el gremio más poderoso de la Argentina, tanto por su cantidad de afiliados como por el peso político que
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talúrgica de la República Argentina (ASIMRA)20 y la Asociación del Personal Superior de la Siderurgia Argentina (APSSA). La UOM representó históricamente a la mayoría de los obreros y empleados de la empresa, y ASIMRA a los supervisores. Ambos se han caracterizado por ser sindicatos verticales, por lo que los gremios locales poseen el formato jurídico de seccionales dependientes del sindicato nacional ubicado en Buenos Aires. APSSA, en cambio, es un sindicato de empresa surgido en 1984 y que agrupa a los trabajadores “jerárquicos”, es decir, a los denominados “mandos medios” de la compañía fuera de cualquier convenio colectivo de trabajo.21 Como es lógico en estos casos, la actuación de los sindicatos de San Nicolás estuvo mediada por la conducción nacional del más importante de ellos: la Unión Obrera Metalúrgica, liderada por el histórico dirigente de la ciudad de Buenos Aires, Lorenzo Miguel. Debe indicarse que, en líneas generales, las negociaciones con el poder político nacional quedaron en manos de esta dirigencia nacional, mientras que las tratativas con la dirección de la empresa eran llevadas a cabo fundamentalmente por los sindicatos locales, bajo el liderazgo de la UOM. Sin embargo, este reparto de tareas no expresó mayores diferencias en la estrategia desarrollada, ya que la conducción local del gremio más poderoso compartía la línea política y gremial del sindicato nacional, y su secretario general, “Naldo” Brunelli, integraba desde 1988 la comisión directiva de este último como Secretario de Prensa.
La Unión Obrera Metalúrgica La historia de la UOM a partir de los años sesenta, es inseparable de la impronta que el liderazgo de Augusto Timoteo Vandor22 le imprimiera a su accionar gremial desde aquella época. Imbuido de un sólido manejo del pragmatismo político, que lo hacía alternar según las circunstancias entre las posiciones gremiales “participacionistas” y “confrontacionistas”23, esta línea político-sindical se hizo famosa por la táctica de Vandor de “golpear para negociar”, que hace referencia a la idea de tensar la cuerda en los conflictos, pero a sabiendas de que nunca se va a llegar a la ruptura; es decir, utilizándola como adquiere con la conducción de las “62 Organizaciones Peronistas”, brazo político del sindicalismo peronista. 20. Este sindicato nace en 1957 como representante de los niveles intermedios de la empresa, como capataces, subcapataces y técnicos. Hasta ese momento todo el personal metalúrgico estaba encuadrado en la UOM. 21. Para ver el caso de APSSA consultar: Mauricio Correa; “Los sindicatos de empleados ‘jerárquicos’ en Argentina. El caso de APSSA en el conflicto por la privatización de SOMISA (1989-1992).”; En Laura Pasquali y Oscar Videla (comp.); El contenido de los conflictos. Formas de la lucha sociopolítica en la historia argentina reciente. 1966-1996; Rosario; La Quinta Pata & Camino Ediciones, 2010. 22. Secretario general y líder del sindicato desde 1958 hasta su asesinato en 1969. Sobre la vida y trayectoria sindical de Vandor se puede examinar: Santiago Senen González y Fabián Bosoer; El hombre de hierro; Buenos Aires; Corregidor, 1993; Santiago Senen González y Fabián Bosoer; Saludos a Vandor. Vida, muerte y leyenda de un lobo; Buenos Aires; Vergara, 2009. 23. Arturo Fernández analiza el accionar político del movimiento obrero pos ’55 a partir de cuatro concepciones sindicales, las cuales implican otras tantas formas de relacionamiento con el Estado y el peronismo: el “participacionismo”, el “confrontacionismo”, el “vandorismo” y el sector “combativo”. Arturo Fernández; Las nuevas relaciones entre sindicatos y partidos políticos; Buenos Aires; CEAL, 1993.
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CUADERNOS del Ciesal táctica para presionar y colocar al sindicato en una mejor posición para una ulterior negociación. Esta práctica rindió sus frutos al gremio metalúrgico en las décadas de los años sesenta y setenta, en un contexto en que el movimiento obrero argentino era un actor poderoso, ineludible en la ecuación política, debido en gran parte al peso del movimiento sindical peronista como representante del peronismo político.24 Pero también debido a la fortaleza estructural del sector asalariado en un mercado de trabajo cercano al pleno empleo, que le brindaba fuerza y poder a la hora de las negociaciones con el Estado y el sector empresario. Muy distinta era la situación laboral a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa en Argentina, con un mercado de trabajo con creciente desempleo y sub-empleo, y un retroceso significativo del trabajo industrial, a favor del sector “servicios” y del “cuentapropismo”.25 El mismo retroceso se había producido en la cuota de poder del movimiento sindical dentro del Partido Justicialista.26 Todo ello contribuía a que la Unión Obrera Metalúrgica apareciera hacia finales de los ochenta con un peso político y social que distaba mucho de aquella poderosa organización vandorista de los sesenta.
Breve contextualización del conflicto laboral en SOMISA El marco social, político y económico en el que se desenvuelve la actuación de los sindicatos, es el de una Argentina que inicia con la llegada al poder de Carlos Menem el camino de las reformas radicales en su estructura socio-económica. La pérdida de consenso social de la ideología “estatista”, luego de la crisis hiperinflacionaria que produjo la salida anticipada del presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), posibilitó que las recetas “neoliberales” ingresaran en la agenda pública con una fuerza hasta entonces desconocida. Lo más novedoso de este nuevo proceso, radicó en que el ejecutor de las reformas de la economía y del Estado en clave neoliberal haya sido el peronismo, movimiento político que históricamente había enfrentado las recetas liberales en materia de gestión estatal. Este cambio de rumbo económico y político, modificó la incidencia histórica del movimiento sindical argentino en la formulación de las políticas públicas, convirtiéndolo a partir de este momento en un actor secundario. 24. Daniel James señala la importancia de este factor, y de cómo el sindicalismo peronista podía compensar una derrota en el ámbito con la representación partidaria de un peronismo proscripto. Daniel James; Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina. 1946-1976; Buenos Aires; Sudamericana, 1990. 25. Algunas estadísticas lo demuestran claramente: el desempleo, era del 4 % en 1975, 4,3 % en 1980, y a fines de esa década había llegado al 8,1 %, aumentando en los diez años de Menem hasta llegar a un 15, 9 % a fines de los ’90 (el pico fue de 18,6 % en 1995). El trabajo informal o “en negro”, era del 17 % en 1975, al comenzar los ’80 sube al 18,7 %, para finalizar en 1989 en 27,2 %. Datos tomados del INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) por Marta Novick; “Nuevas reglas de juego en la Argentina, competitividad y actores sindicales.” En Enrique De la Garza Toledo (comp.); Los sindicatos frente a los procesos de transición política; Buenos Aires; Colección Grupos de Trabajo de CLACSO, 2001, pp. 29-30. 26. La pérdida de posiciones del sindicalismo en el peronismo fue contundente. Un ejemplo de ello fue la abrupta caída de diputados nacionales de extracción gremial hacia finales del menemismo en los cinco distritos más grandes del país. De los 19 escaños que tenía en 1983, el sindicalismo peronista pasó a contar con tan sólo uno en 1999. Steven Levitsky; La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999; Buenos Aires; Siglo Veintiuno, 2005.
N°10 / julio-diciembre 2011 / jóvenes investigadores 1989-1992: Los sindicatos metalúrgicos entre la negociación y la confrontación
El período que va desde agosto de 1989 hasta noviembre de 1992, comprende las dos presidencias y las dos intervenciones de la empresa designadas por el gobierno nacional antes del traspaso a manos privadas. El proceso conflictivo que tuvo como protagonistas a trabajadores, dirección de la empresa y gobierno nacional, atravesó distintos momentos cuya tónica estuvo dada, en gran medida, por las características de esas cuatro gestiones.27 La primera presidencia de la empresa designada por Menem fue la de Hugo Franco (agosto de 1989-abril de 1990). En ésta, el conflicto entre los gremios y la gerencia no tuvo como eje central el tema de la privatización. Los reclamos salariales y las cuestiones organizativas y de condiciones de trabajo fueron los elementos que reclamaron el foco de atención de los sindicatos en aquel momento. Fue a partir de la llegada del segundo presidente, Juan Carlos Cattáneo (abril de 1990-mayo de 1991), cuando se inauguraron las suspensiones y despidos hacia los trabajadores, afectando en un primer momento sobre todo al personal jerárquico encuadrado en APPSA28. Esta estrategia de avanzar gradual pero sostenidamente en la reestructuración de la acería, es llevada adelante por el gobierno nacional sin descuidar la construcción de un marco de mínimos acuerdos con la UOM.29 La política de negociaciones, facilitada por la misma filiación peronista de gobierno y sindicatos, adquirió mayor relevancia, legitimidad y visibilidad a partir del plebiscito convocado por UOM y ASIMRA locales en diciembre de 1990, en el cual los trabajadores debía elegir la estrategia a seguir en relación al intento privatizador del gobierno nacional. En esta votación de las bases, el sindicalismo puso en juego su ascendencia sobre el colectivo obrero, triunfando por amplia mayoría la postura de “negociación con participación”, sostenida por estos dos sindicatos, por sobre la posición de “oposición con movilización”, defendida por los sectores opositores de izquierda30. La dirigencia de APPSA, volcada en esta primera instancia a una actitud más dura frente a la privatización, decidió, en cambio, no ha27. Todas estas acciones de lucha gremiales fueron coordinadas por el Consejo Regional para la Defensa de SOMISA y el Patrimonio Nacional, multisectorial compuesta por los intendentes de San Nicolás y Ramallo, los tres sindicatos, y representantes de los más importantes actores políticos, económicos y sociales de San Nicolás. Este Consejo había sido creado a principio de 1986 con motivo del intento del gobierno de Alfonsín de privatizar la empresa. Ante la ofensiva del gobierno de Menem, se pone nuevamente en funcionamiento en 1989. 28. El personal jerárquico había recibido telegramas de suspensión en diciembre de 1990, que se vuelven a repetir en marzo de 1991. Por esta situación organizan, sin el apoyo de UOM y ASIMRA, una “marcha del silencio” para el día 26 de marzo. Dicha movilización contó finalmente con la presencia de los tres sindicatos. El Norte, 19, 20, 21, 22 y 27 de marzo de 1991 29. Era de público conocimiento el respaldo brindado por Lorenzo Miguel a la gestión de Cattáneo. Para más información ver: Clarín, 16 de mayo de 1991, p. 14. 30. El plebiscito –con votación secreta- llevado a cabo en la empresa los días 3, 4 y 5 de diciembre, contó con la participación del 65 % de los afiliados de UOM y ASIMRA, obteniendo la boleta blanca, de “negociación con participación”, el 74 % de los sufragios, imponiéndose a quienes optaron por la boleta amarilla de “oposición con movilización”. Los argumentos del oficialismo resaltan: “La Oposición con Movilización sólo ofrece lucha (Después de la movilización qué) con consignas voluntaristas y por demás ideologizadas, que como de costumbre siempre terminan en el fracaso, no de quienes las impulsan sino de los trabajadores que sufren toda clase de padecimientos.” Por su parte, la oposición señala, entre cuestiones: “Los diputados jamás rechazarán la ley de privatización de SOMISA si los trabajadores aprueban la negociación.” Archivo de la Unión Obrera Metalúrgica Seccional San Nicolás. Para una explicación de la actuación sindical a través de la mirada de estos sectores opositores consultar: Lucha de clases; Año 1, Nº 1; otoño-invierno 1997.
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CUADERNOS del Ciesal cer participar a sus afiliados en esta votación, situación que muestra en esta primera etapa una grieta en la estrategia conjunta de los gremios de SOMISA. Si en las dos primeras presidencias de la empresa –y sobre todo en la segunda– designadas por Menem, la negociación entre sindicatos y directivos operó a favor de la contención del conflicto, con la designación del primer interventor, el sindicalista de la industria del plástico Jorge Triaca (mayodiciembre de 1991), esta situación de relativa paz laboral se vio profundamente modificada. La nueva etapa que se avecinaba tenía que ver con la aceleración de los tiempos de la privatización de SOMISA, para la cual era necesaria la profundización de la reconversión productiva y la racionalización de personal. Decidido a enfrentar la resistencia sindical que inexorablemente surgiría con la aplicación de medidas más drásticas, el gobierno de Menem optó por poner en funciones como interventor a un sindicalista enfrentado históricamente con Lorenzo Miguel, que además ya había dado sobradas pruebas de absoluta lealtad al gobierno nacional en su anterior cargo de Ministro del Trabajo.31 Bajo las órdenes de Triaca, se iniciaba entonces una reducción masiva de obreros y empleados a través de nuevos retiros voluntarios -cada vez menos voluntarios-, lo que dejaría un saldo final de más de 7.000 trabajadores cesanteados.
El desenlace final: la derrota obrera
En un primer momento, la intervención de Triaca se había comprometido hacia julio de 1991 en mantener una plantilla de 8.500 operarios y los dos altos hornos funcionando, a través de un “actaacuerdo” firmado con los tres gremios. Pero esta relativa “paz laboral” lograda, concluyó hacia finales del mes de setiembre, cuando el interventor desconoce unilateralmente el acuerdo anunciando la paralización de un alto horno y la necesidad de desafectar a otros 3.100 trabajadores, medida justificada con el argumento de que la empresa corría serios riesgos de quebrar, y por lo tanto de perderse la totalidad de las fuentes de trabajo. A partir de este acontecimiento, comenzó una nueva etapa en la relación entre sindicatos-empresagobierno nacional. Los tres gremios se declararon en “estado de alerta y movilización”, profundizando las medidas de protesta aunque cuidándose siempre de no perjudicar la operatividad de la acería, ya bastante dañada debido a la expulsión masiva de trabajadores en tan corto tiempo. En este nuevo contexto, emergía por primera vez desde 1989 un enfrentamiento abierto entre trabajadores-sindicatos y empresa-gobierno nacional. Con la convocatoria a una marcha masiva a la ciudad de Buenos Aires para el 15 de octubre, el mismo día en el que la intervención comenzaría a aplicar los despidos y el apagado del alto horno, empezaba el desenlace del momento más conflictivo en la larga historia de SOMISA. Al regresar de la manifestación, los trabajadores se encontraron con que la planta había sido ocupada por la gendarmería nacional. A partir de este momento, se acentuó el enfrentamiento entre los empleados y la dirección de la empresa, con la masa trabajadora instalada en carpas en la entrada de la fábrica, y con la empresa 31. Ejerció dicho ministerio desde julio de 1989 hasta enero de 1991.
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presionando por la reincorporación al trabajo de quienes no habían recibido telegramas, para de esta manera quebrar la unidad trabajadora. Esta puja entre la gerencia y los trabajadores se mantuvo hasta el 26 de octubre, cuando luego de intensas negociaciones, una asamblea masiva de trabajadores aprobó la moción sostenida por los tres gremios de aceptar la última oferta hecha por la empresa para destrabar el conflicto. Esta consistía en abandonar la protesta y volver al trabajo, a cambio de una mejora en las indemnizaciones y una rotación entre los trabajadores suspendidos y los no suspendidos, con lo cual supuestamente se evitarían más despidos. Como era previsible, esta propuesta de la gerencia, al incluir la apertura de nuevos retiros voluntarios para completar los 3.100 despidos requeridos por la empresa, logró que los obreros abandonaran la lucha y comenzaran a inscribirse en dichos retiros. Además, se procedió finalmente a la paralización momentánea de uno de los dos altos hornos, con lo cual se completaba la derrota total de la resistencia emprendida por los trabajadores. Tan sólo dos meses después, y a raíz de un resonante caso de corrupción que involucraría a Triaca, se produjo el desplazamiento de este último y el arribo a SOMISA de la segunda y última intervención, a cargo de María Julia Alsogaray (diciembre 1991-noviembre 1992). Resuelto ya el problema laboral por parte del gobierno, la nueva intervención se abocaría, ahora sí, a llevar a cabo el traspaso de SOMISA a manos privadas, que se concretará finalmente en noviembre de 1992.32 En todo el último tramo pre-privatización, la actuación de los gremios retomó los canales ya explorados de negociación con la gerencia. La estrategia de los sindicatos se centró, desde entonces, en la solución de los temas laborales pendientes y en la participación activa de los gremios en el proceso de traspaso de la empresa. Obtener una mejora en las indemnizaciones y gestionar la cuota de participación accionaria que les correspondía a los trabajadores ocuparon sus mayores esfuerzos.
…Veinte años después: recordar, construir, valorar Hasta aquí se han narrado sucintamente los acontecimientos que tuvieron como protagonistas a los trabajadores y sus sindicatos. Este cuadro general, pudo ser reconstruido mediante la consulta de diversas fuentes escritas, entre las cuales se destacan las crónicas de los hechos cubiertas por los periódicos nacionales y locales. No han estado ausentes, además, las entrevistas aparecidas en estos mismos periódicos a los dirigentes sindicales que condujeron a los trabajadores de SOMISA. A partir de la compulsa de este material, se ha podido reconstruir en un grado satisfactorio el proceso conflictivo que va desde 1989 hasta 1992. Pero como indicáramos en el apartado sobre historia oral, la uti32. El 26 de noviembre el gobierno transfirió a manos privadas el 79,97 % de las acciones de SOMISA al único oferente, el consorcio liderado por el conglomerado Techint (Siderca y Propulsora), en sociedad con las empresas brasileñas Usiminas y Campanhía Vale do Río Doce y la chilena CAP. El 20 % de las acciones quedaron en manos de los trabajadores. La transferencia se hizo por un total de 152.100.000 millones de dólares, abonados de la siguiente forma: 140 millones en efectivo (100 millones al momento del traspaso y dos pagarés para completar los otros 40 millones), y la diferencia de 12,1 millones en títulos de la deuda pública. La nueva razón comercial dejó de ser SOMISA y pasó a denominarse “ACEROS PARANA S.A.”. Diario El Norte, 27 de noviembre de 1992, p. 8.
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CUADERNOS del Ciesal lización de entrevistas a dirigentes sindicales implica la construcción de nuevas fuentes que pueden ser utilizadas para llenar algunas lagunas que presente el caso. Pero lo más interesante, quizá, es que estos testimonios nos brindan la posibilidad de conocer, veinte años después, las percepciones, intereses, concepciones y valoraciones que el grupo dirigente sindical realiza sobre su propio accionar en aquella delicada coyuntura.33
“Entregarse a una lucha activa para oponerse a todo hubiera sido suicida, suicida para muchos compañeros y suicida para la misma dirigencia, ¿no?”34. El enfrentamiento no tenía sentido, una premisa compartida
En un documento emitido por UOM seccional San Nicolás el 10 de diciembre de 1990 –unos días después del plebiscito que diera el triunfo a la posición negociadora –, que contó con la aprobación de la Junta de Delegados de SOMISA, el gremio señalaba: “Si hay Ley Privatizadora, Decretazo o Venta de Acciones, no hay que ser muy lúcido para darse cuenta que si no enfrentamos con inteligencia y madurez los hechos, las posibilidades de preservar la existencia misma de SOMISA son inciertas.”35 Este escrito intentaba despegar al sindicato de los comentarios críticos suscitados por su postura de legitimar con el voto de sus afiliados la aceptación de la privatización de la empresa estatal.36 Como mencionáramos más arriba, a partir de este momento la estrategia sindical quedó encuadrada en la “negociación”, tanto con la intervención como con el gobierno nacional, sin dejar de presionar a través de la amenaza de paros y otras medidas de fuerza. Esta pasaba a ser la táctica de los tres sindicatos que, encabezados por la UOM, perseguía la obtención de una cuota de poder importante para participar activamente en las negociaciones previas a la privatización de SOMISA. Algunos testimonios recogidos a partir de las entrevistas realizadas a estos dirigentes, además de permitirnos acceder a información desconocida, nos ayudan a una mejor comprensión del rol que esta dirigencia le adjudicaba al sindicato en el transcurso de un conflicto de este tipo.
“(…) Porque no había otra alternativa, la otra alternativa no servía para nada. O sea, con los años de experiencia, la confrontación siempre tiene que llegar a la conversación, al diálogo. No podes enfrentarte, hacer quilombo.”37 33. Las entrevistas citadas fueron realizadas por el autor del artículo. 34. Entrevista a dirigente de UOM Nº 1. 35. El Norte, 11 de diciembre de 1990, p. 5. 36. Por ejemplo, el diario Clarín evaluaba de esta manera aquel acontecimiento: “En SOMISA sucedió un hecho inédito: los obreros, por voto secreto, apoyaron el posible pase de la empresa a manos privadas. Hasta ahora el acuerdo sobre privatizaciones partió de dirigentes – Lezcano, Ibáñez, etc. – pero ahora se incorpora un hecho político inédito: la consulta a las bases. Y estas parecen preferir las posibilidades de expansión en manos privadas a la inseguridad en manos del Estado”. Clarín, 8 de diciembre de 1990, p. 12. 37. Entrevista a dirigente de UOM Nº 2.
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“Normalmente, UOM y nosotros hemos sido siempre gremios negociadores, muy difícilmente hemos ido al choque. Nosotros entendemos que ir al choque para el trabajador siempre es perjudicial, por lo menos esa es la interpretación que tenemos acá y que la historia nos dice. Acá siempre hemos sido más de negociar las cosas. Son posiciones, ¿no? Hay gente que entiende que es al revés.”38
“(…) Y nosotros quedamos (…) la ola privatizadora de la siderurgia nos alcanzó, pero nos alcanzó a través de lo mismo que hizo el gobierno de privatizar todo, todo lo que era estatal, privatizarlo. Así que, a la a la luz de cómo venía el mundo, era natural que se privatizara… y prácticamente no quedó siderurgia estatal en ningún lado. No hay siderurgia estatal en el mundo.”39
“(…) Porque en definitiva de lo que se trata –quizá en los trabajadores no- quienes somos dirigentes y los que están del otro lado que también son dirigentes empresarios, que tenemos que llevar una relación profesional y no una relación meramente visceral, porque de las decisiones nuestras dependen la vida de nuestros representados. Si nuestros representados van al matadero en una lucha suicida que nosotros no supimos prever, donde muchos pueden llegar a perder el trabajo, a sufrir suspensiones, reducciones de salario. Nosotros tenemos que prever todo ese tipo de cuestiones.”40
Como puede verse, se resalta una concepción político-ideológica que defiende la herramienta de la negociación apelando a la experiencia reivindicativa de muchos años. Como ya señaláramos, esta concepción, en el caso de los dirigentes metalúrgicos, tuvo como referencia histórica al “vandorismo” de la década del sesenta. La táctica de “golpear para negociar” con la que se hiciera famosa esta corriente durante los gobiernos de Frondizi (1958-1962) e Illia (1963-1966), fue continuada por Lorenzo Miguel desde que se hiciera cargo del gremio en 1970. Esto permitió galvanizar en esta práctica a una mayoría muy importante de dirigentes metalúrgicos de distintos niveles de representación. La dirigencia de SOMISA ha sido una clara expresión a nivel local de esta concepción sindical, reivindicada por las distintas conducciones de UOM seccional San Nicolás, desde que Rucci viniera como “normalizador” y terminara haciéndose cargo del gremio a mediados de los años sesenta, luego de una intervención decretada por Vandor. Debido a una situación de inestabilidad política en el gremio local, y a la existencia de un grupo de militantes díscolos a la conducción nacional, Rucci recaló junto a otros dirigentes metalúrgicos enviados por el sindicato nacional con la premisa de alinear a la seccional con Buenos Aires. Una vez logrado este objetivo y desarticulado el intento opositor, San Nicolás pasó a formar parte desde entonces de la línea política nacional. Naldo Brunelli, quien pasó a condu38. Entrevista a dirigente de ASIMRA Nº 1. 39. Entrevista a dirigente de ASIMRA Nº 2. 40. Entrevista a dirigente de UOM Nº 3.
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CUADERNOS del Ciesal cir la seccional a partir de 1973, si bien tuvo algunos periodos de tensión con el secretariado nacional, no incurrió en la senda de la desobediencia hacia las estrategias dictadas en Buenos Aires.41 Lo que sí muestra un grado de novedad importante es el escenario político de 1989: la ofensiva contra el sector asalariado vino de la mano de un gobierno peronista, de “uno de los nuestros” en la visión de la mayoría de los trabajadores y dirigentes gremiales. Esta cuestión le agrega al tema SOMISA una particularidad si lo comparamos, por ejemplo, con la propuesta de privatización del gobierno de Alfonsín en 1986. En aquella tentativa, la oposición gremial se vio fortalecida por la oposición política ejercida por el peronismo, aliado del sindicalismo peronista dominante. A partir de 1989, en cambio, la situación política se modificó drásticamente, debido a la “común pertenencia partidaria” del grupo dirigente sindical y la mayoría de sus bases con el gobierno nacional de Menem. En relación a esto, resulta pertinente para reflexionar sobre nuestro caso la tesis sostenida por M. Victoria Murillo.42 Esta autora señala que al implementar reformas de mercado un partido con base laboral, los líderes sindicales se encuentran dispuestos a colaborar a pesar de la incertidumbre y el malestar de sus bases, en función de “lealtades” de larga data con sus aliados tradicionales. Y la trayectoria del grupo dirigente sindical de San Nicolás estuvo históricamente muy ligada al peronismo y al Partido Justicialista (PJ).
“Yo fui, no me acuerdo bien, yo fui vicepresidente del partido, el “mono” Díaz Bancalari presidente, yo vicepresidente, después de la interna del ochenta y nueve, que nosotros apoyábamos a Menem y ellos apoyaban a Cafiero.”43
“Si, arranqué a militar en el año setenta cuando vine de Paraná, fue un golpe duro la muerte de Perón, que prácticamente nos desactivó. Así que mi formación tiene que ver con eso. Me formé en aquel tiempo políticamente y muerto Perón, yo estaba en lo que era la Organización del Trasvasamiento Generacional, en Rosario lo conocían en origen como el FEN, después fue Guardia de Hierro a nivel nacional, se nacionalizó, y era una organización muy pendiente de la vida de Perón, del proyecto de Perón. Muerto Perón se desactiva. Así que bueno tomo la decisión de terminar la carrera (...)”44
41. El caso de Naldo Brunelli se inscribe en la línea de cooptación de dirigentes rebeldes por parte del oficialismo, producto de la propia estructura sindical argentina de unicidad sindical. En este caso, se debe aclarar que los intentos de oposición a la conducción de Lorenzo Miguel no tuvieron relación con las identidades políticas, ya que Brunelli siempre se referenció en el peronismo. La explicación de estas tensiones debe buscarse, más bien, en las pujas personales por el poder y en el hecho de que San Nicolás fuera una seccional siderúrgica importante pero tradicionalmente marginada a nivel nacional por las seccionales más poderosas, como Capital y las más numerosas del conurbano bonaerense. 42. M. Victoria Murillo; “La adaptación del sindicalismo argentino a las reformas de mercado en la primera presidencia de Menem”; Desarrollo Económico; Vol. 37, N° 147; Buenos Aires; octubre-diciembre 1997. 43. Entrevista a dirigente de APSSA Nº 1. 44. Entrevista a dirigente de APSSA Nº 2.
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“Bueno, nosotros no aceptamos, no aprobamos la idea de privatización de SOMISA y a partir de ahí tuvimos un distanciamiento con toda la cúpula del peronismo de San Nicolás (…) fuimos expulsados del Partido Justicialista. Después hubo cartas de Duhalde, que se yo, de que volviéramos, nos afiliáramos, que se yo, pero fuimos todos expulsados con carta documento del Partido Justicialista.”45
La mayoría de la dirigencia gremial de San Nicolás estaba afiliada y participaba activamente en la vida del Partido Justicialista (PJ) local, ocupando muchos de ellos inclusive distintos cargos partidarios, legislativos y ejecutivos. Francisco Iturraspe señala que cuando el Estado es dirigido por el mismo partido que controla a los sindicatos, éstos, a pesar de su discurso de representar a los trabajadores, se encuentran en una posición “intermedia” entre ambos, porque de no lograr cierto consenso entre sus afiliados los llevaría a perder su función de canal o mecanismo de participación (y control); y porque de no tener capacidad de negociación con el Estado o con los empresarios perderían la posibilidad de obtener conquistas, que a su vez, los legitimen frente a sus bases. 46 El último de los tres testimonios transcriptos, menciona también su pertenencia al Partido Justicialista (PJ), pero en este caso aparece desde una posición de enfrentamiento con las autoridades partidarias. Este dirigente, también concejal por el PJ en aquellos años, da cuenta de una posición crítica respecto de las políticas del gobierno nacional, lo que habría generado su alejamiento del bloque de concejales del Justicialismo. En este caso, más allá de disidencias que aparecieron en aquel contexto político previo a la privatización, el testimonio señala la pertenencia de este gremialista al peronismo, aunque desde una posición crítica y de rebeldía con las autoridades locales y provinciales del partido. La existencia en este grupo dirigente de una superposición del rol institucional con la identidad partidaria, puede ser definida como “imbricación de identidades”. Esta cuestión limitaba, sin dudas, la posibilidad de profundizar las acciones de protesta hasta llegar a una ruptura con el gobierno nacional justicialista. En un primer momento la UOM nacional y otro grupo de gremios peronistas liderados por ésta, se sumaron a la central sindical opositora al gobierno, la CGT Azopardo liderada por Saúl Ubaldini. Pero en la estrategia política del gremio metalúrgico, existían límites implícitos que no estaban dispuestos a trasponer, como era el alejamiento definitivo del peronismo oficialista liderado por Menem, aún cuando en líneas generales no encontraran disposición oficial a favor de sus demandas, como pasó con el caso SOMISA. Su salida a fines de 1990 de la CGT Azopardo, se debió a que el sector más duro de esta central, conducido por ATE47 y CTERA48, no entendía igual que Lorenzo Miguel que los límites de la protesta estaban en no abandonar el oficialismo.49 El sindicato de San Nicolás, por lo tanto, debió amoldarse a esta nueva orientación nacional. 45. Entrevista a dirigente de APSSA Nº 3. 46. Francisco Iturraspe; op.cit. 47. Asociación de Trabajadores del Estado. 48. Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina. 49. Arturo Fernández; op. cit.
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CUADERNOS del Ciesal Otro elemento explicativo importante que debe considerarse es la situación de debilidad en la que se encontraba el sindicalismo en aquel contexto. Esto se debía no sólo a los factores ligados al mercado de trabajo ya mencionados, como el retroceso del sector industrial a favor del sector servicios, sino también al consenso social que había logrado Menem en 1991, al controlar la inflación y ganar las elecciones para legisladores nacionales y gobernadores. El caso de la ciudad de San Nicolás es contundente en este sentido: en el medio de los despidos y la anunciada privatización de la empresa, el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires triunfante por el oficialismo, el vicepresidente Eduardo Duhalde, también ganó en la ciudad de San Nicolás. El contexto desfavorable arriba descrito, debe ser entendido como un factor coadyuvante para la estrategia adoptada por los gremios metalúrgicos. Un sindicato como la UOM, acostumbrado a liderar el gremialismo peronista y a participar activamente como un actor central en la construcción de las políticas laborales nacionales, se vio a partir de 1989 desplazado como interlocutor privilegiado de un gobierno peronista. Por lo tanto, agotada tras la derrota de octubre de 1991 la instancia de lucha y movilización, los sindicatos locales colocaron como centro de su política gremial la defensa de la estructura sindical frente al embate del gobierno. De esta manera, el rol de “contención” en los conflictos, que es parte inherente de las funciones de un sindicato en el sistema capitalista, fue ejercido estratégicamente, y desde un comienzo, por parte de la dirigencia de San Nicolás. El único momento en que la paz social pareció correr serios riesgos, fue en aquel mes de octubre de 1991, cuando la ofensiva de la empresa hacia los trabajadores fue tan dura que obligó a los sindicatos a ponerse al frente de la resistencia a los despidos que excedían cualquier cálculo previo. Una vez concluida esta etapa con la derrota de los trabajadores, los gremios retomaron la negociación de las condiciones de la privatización con la empresa, que había sido instalada con alta legitimidad desde el plebiscito convocado en diciembre de 1990. Algunos testimonios interpretan lo sucedido: “(…) Claro, era contenedor el gremio, era tratar de capear la tormenta y ganar los mares más tranquilos. En todos los gremios fue así, no solamente en el gremio metalúrgico, lo que pasa es que el gremio metalúrgico tenía fama de ser el más combativo de todos, pero no era así, era como cualquier otro gremio.”50 “Yo creo que cuando pasan los años y uno deja ciertas cosas de lado mira las cosas con más claridad. Y yo pienso que con el sistema de gobierno que teníamos en ese momento no había mucho por hacer. Entregarse a una lucha activa para oponerse a todo hubiera sido suicida, suicida para muchos compañeros y suicida para la misma dirigencia, ¿no? No había grandes posibilidades, en contra teníamos un gobierno que se decía popular y nacionalista que era todo lo contrario, ¡qué le íbamos a oponer a ese gobierno! ‘Se armó un circo’, pero era lo mejor que se podía hacer. La clase política decía, ‘mirá, yo lo que quiero es privatizar esto, hacer negocios con esto pero que la protesta no sea sangrienta’.”51
50. Entrevista a dirigente de UOM Nº 1. 51. Entrevista a dirigente de UOM Nº 1.
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“Era una situación de desigualdad enorme, una hormiga peleando contra un elefante, el marco nacional no daba amparo a una salida de otro tipo. Estas cuestiones se van dando de esta manera, y en última instancia la resultante de aquel momento fue: sin víctimas, sin violencia y con un estado de conciencia colectiva aquel sábado donde se termina el conflicto si alguien subía, y hubo una persona que subió al playón y pidió hablar, y planteó que siguiésemos resistiendo hasta el miércoles siguiente y la gente casi lo mata”52 Todos los entrevistados ponen en un primer plano la cuestión de la debilidad en que se encontraban los trabajadores respecto al gobierno en el plano de las relaciones de fuerza para afrontar un conflicto laboral. Consideran, además, que el desenlace del mismo estaba ya dictado por la historia; es decir, encuadran la privatización y los despidos en una mirada de tipo “fatalista”, donde lo único que se podía hacer era negociar las mejores condiciones posibles. Retomando a Dora Schwarstein, entendemos que la reiteración por parte de los directivos de la explicación de lo actuado en el sentido que “no nos quedaba otra”, responde a una demanda desde el presente, donde las memorias, para sentirse relativamente confortables con las vidas actuales, reconstruyen los recuerdos de modo que sean menos dolorosos. Esta demanda, se relaciona claramente con el hecho de que la gran mayoría de los dirigentes entrevistados, pertenecen aún a las comisiones directivas de sus gremios al momento de la conversación. Aparece en la mayoría de ellos –la excepción la representa un caso que luego desarrollaremos– una reflexión “auto-comprensiva” de sus acciones, reforzada con el señalamiento de las conquistas obtenidas por los trabajadores a partir de la privatización. En este sentido, sus palabras pueden leerse como un intento por contrarrestar el claro fracaso que significó para sus trayectorias individuales y grupales en tanto “representantes de los trabajadores”, la derrota de los sindicatos en este conflicto, y las consecuencias sociales que acarreó para los obreros alcanzados por los despidos. En los testimonios que seleccionamos a continuación, el Programa de Propiedad Participada (PPP)53 se instala en la voz de estos dirigentes como el logro más importante obtenido por los sindicatos de SOMISA. Esto obedece al hecho de haber conseguido un veinte por ciento de las acciones para los trabajadores, en vez del diez por ciento que preveía la ley, producto de las negociaciones con la intervención de María Julia Alsogaray. Pero el PPP significó un beneficio solamente para quienes quedaron en la empresa al momento del traspaso a los privados, porque quienes habían sido despedidos antes de la fecha no fueron incluidos en el reparto de acciones. “Nosotros tenemos de SIDERAR, pero SIDERAR hoy es, para que vos te des una idea [comienza a graficar en un pizarrón que se encuentra en la oficina], es la planta de SOMISA, más Propulsora, más seis plantas más, más chicas, más el treinta por ciento de Hylsames, que es la planta mexi52. Entrevista a dirigente de APSSA Nº 2. 53. Este programa fue implementado a partir de la Ley 23.696 de Reforma del Estado (agosto de 1989). Consistía en la participación accionaria de los trabajadores en las empresas cedidas por el Estado a los privados. Sobre esta temática consultar: Luis Lozano, Torcuato Sozio y Carlos Tomada; Los trabajadores y las privatizaciones. Cómo se implementa un Programa de Propiedad Participada; Buenos Aires; Editorial Atlántida, 1992.
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CUADERNOS del Ciesal cana que vale más que (…) el treinta por ciento de esto es de SIDERAR, más el diecinueve por ciento de Sidor. Te diría yo que todo este conjunto, todo este conjunto vale el doble de lo que valía SOMISA cuando nosotros adquirimos las acciones, más o menos. ¿Nosotros cuánto tenemos? El ocho por ciento de todo el conjunto. ¡Es un montón!”54
“(…) Era la Mutual Savio, la Mutual Savio. Era la obra social que nos daba la empresa. Y nos hizo un préstamo y con eso pagamos, pagamos las acciones. Con esto te quiero decir que no, no la pagamos nada a las acciones, y bueno, y hoy por hoy (…) por eso había algunos compañeros que no, que decían que no, que eso que iba a ser, y que no, no adhirieron, no compraron las acciones y ahora se están, no pueden creer, lo que paso, no. En realidad no podemos creer ninguno lo que pasó con las acciones (…)”55
“Nadie hizo nada que no estuviera de acuerdo con la asamblea, nadie, la movilización, todo lo que se hizo estuvo de acuerdo con las asambleas. Inclusive el Programa de Propiedad Participada que es las acciones nuestras, se logra el coso a través de la asamblea. Fue una gran negociación, Brunelli tuvo que negociar esto para nosotros, y en este momento, la Propiedad Participada debe ser la mejor del país (…)”56
“Mirándonos como parte de ese montón de voluntades, yo diría que a la larga y si vos comparás qué es lo que pasó en otras partes del país con otras empresas, Hipasam, Altos Hornos Zapla y tantas otras, a nosotros no nos fue tan mal. Primero porque hoy Somisa – que devino en SIDERAR – es una de las empresas más importantes del país, con una performance industrial notable, con una familia laboral trabajando. Pero mirado en el tiempo no nos fue tan mal porque, sin grandes tragedias durante el conflicto, los niveles de protección vía jubilación, servicios sociales, dentro de la mediocridad de lo que nos pasaba se utilizaron.”57
En estas declaraciones, los dirigentes resaltan datos objetivos de la realidad: la adquisición a bajo precio de las acciones, el desenlace pacífico del conflicto y, de manera unánime, la Propiedad Participada como el logro gremial más importante. Queda claro en todos ellos una narrativa que persigue una legitimación de la estrategia sindical implementada. Hacen hincapié en un solo costado de los resultados concretos, el que puede ser reivindicado, debido a que superó las expectativas generadas en el caso del PPP, o a que no hubo que lamentar víctimas ni violencia. Dejan de lado en su relato, en cambio, el otro costado del caso, el de la derrota obrera en el conflicto de octubre de 1991, que 54. Entrevista a dirigente de APSSA Nº 1. 55. Entrevista a dirigente de ASIMRA Nº 2. 56. Entrevista a dirigente de UOM Nº 2. 57. Entrevista a dirigente de APSSA Nº 2.
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implicó altísimos costos sociales para los 7.000 trabajadores cesanteados y para la comunidad de San Nicolás en su conjunto.58
La influencia del presente o cómo cambia la evaluación del rol del sindicato Del grupo de sindicalistas de los tres gremios entrevistados, tan sólo dos -de siete- se encontraban retirados de toda labor gremial y habían dejado de pertenecer a la comisión directiva de su sindicato. Uno de ellos se había jubilado, y el otro se encontraba desarrollando una actividad por fuera de la industria siderúrgica. La venta de SOMISA y el despido masivo de trabajadores significó para la dirigencia sindical un punto de inflexión histórico en sus trayectorias gremiales, ya que empresa dejaba de pertenecer al Estado nacional. Esto no significó, sin embargo, el fin de sus trayectorias sindicales en lo inmediato al interior de las seccionales de San Nicolás. El alejamiento de estos dos dirigentes de la actividad sindical no sucedió durante el conflicto ni en el periodo inmediatamente posterior a la venta de SOMISA. Uno de ellos fue desafectado por la empresa dos años después de la privatización, con lo cual su participación gremial terminó junto con su trayectoria laboral. El otro, continuó desempeñándose varios años más en su gremio, para luego jubilarse y retirarse de toda labor sindical. En relación a esta problemática, las reflexiones de Trevor Lummis advierten sobre el hecho de que muy pocas élites están dispuestas a reconocer los manejos secretos, las fallas y los errores que sus respectivas organizaciones desean ocultar. Como la memoria y el contexto social interactúan en forma compleja, cuanto más lejos se encuentra una persona del auto-interés o de sacar ventajas por proporcionar una visión particular de un acontecimiento, y cuánto más cerca se halle de una confesión póstuma, es más probable que emerja un testimonio auténtico.59 En base a los testimonios recogidos, puede observarse la existencia de algunas diferencias entre las interpretaciones y evaluaciones de las acciones sindicales hechas por los cinco dirigentes en actividad, y aquellas otras desarrolladas por los dos dirigentes retirados. Estos últimos casos, si bien comparten sobre la cuestión gremial una mirada de cierta exterioridad desde el presente, no guardan similitudes ni en sus trayectorias ni en la evaluación de las mismas. Tampoco juzgan de la misma manera el rol sindical durante el proceso conflictivo pre-privatización. Distintas han sido las responsabilidades asumidas y los roles cumplido por cada uno. Quien perteneciera al sindicato más pequeño de la empresa, APSSA, resalta en su testimonio la posición política opositora al interior del peronismo local de la que formó parte junto con otros com58. Los datos sobre el nivel de desempleo son ilustrativos de las consecuencias sociales de la privatización: la tasa de desocupación y subocupación en San Nicolás llegó al 16 % y 13 % respectivamente, muy por encima del promedio del Gran Buenos Aires (11% y 8 % respectivamente). Luis Beccaria y Aída Quintar; “Reconversión productiva y mercado de trabajo. Reflexiones a partir de la experiencia de SOMISA”. En Desarrollo Económico; Vol. 35, Nº 139; octubre-diciembre 1995. 59. Trevor Lummis; op. cit
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CUADERNOS del Ciesal pañeros de su mismo sindicato. La evaluación que realiza de la labor gremial es positiva, aunque se muestra crítico del sector representado en tanto colectivo de trabajadores, debido a que se trataba de empleados jerárquicos que se situaban en una posición incómoda en relación al resto de los obreros y empleados.
“En nuestro gremio también la dirigencia eran los ejecutores de todas las tareas en contra de la privatización; si hubiera sido por los afiliados, lo que hubieran tratado de hacer es hacer la más buena letra posible para que después el que comprara SOMISA lo tuviera en cuenta para que siguiera trabajando en la empresa.”60
“(…) Se considera un ser superior. Más allá de que puede ser un buen tipo, que vos estás con el, conversás, pero el tipo socialmente se siente un escalón superior, entonces siempre si fuera por la voluntad de los profesionales vos nunca formarías un gremio. El gremio va a contrapelo de nuestros propios asociados. No es fácil de entender esto, no es fácil e entender (…)”61
Aquí se observa una crítica a los empleados jerárquicos de la empresa en tanto colectivo de trabajadores, y una apreciación de la labor gremial como deficiente, pero no por la actuación de su dirigencia, sino porque para este militante el perfil de los representados tenía que ver más con personas que privilegiaban sus trayectorias individuales por sobre los intereses colectivos. Distinto es el caso de quien formara parte del sindicato más importante. Como la Unión Obrera Metalúrgica condujo al conjunto de los trabajadores en SOMISA, la participación de sus directivos en las negociaciones con los distintos actores ha tenido una relevancia mayor que en el caso de los otros representantes gremiales. Además, el tono crítico de la evaluación que este dirigente hace de la labor de su sindicato y de su propia labor, colocan a esta persona cercana a la “confesión póstuma” que señala Lummis. En este ex dirigente, al igual que en los demás, impera una mirada “fatalista” de los acontecimientos, como cuando en el párrafo anteriormente citado señala que “‘se armó un circo’, pero era lo mejor que se podía hacer.” Pero si bien en este punto comparte la misma evaluación autocomprensiva que el resto de la dirigencia, el hecho de señalar que “se armó un circo” da cuenta, en cambio, de un cierto permiso que su presente le otorga para calificar de una manera crítica e irónica la estrategia sindical adoptada. La evidente censura que actúa en los otros entrevistados, todos ellos dirigentes actuales en sus gremios, se debilita en el caso de esta persona, porque desaparecen, si bien no totalmente, las presiones sociales e institucionales producto del cargo ocupado. Como cuando señala:
“Sabés que pasa, cuando uno lo ve de afuera, piensa que es una cosa y después resulta otra. Algunos ven al sindicato como estandarte de lucha y otros lo ven como una caja de cambio, 60. Entrevista a dirigente de APSSA Nº 3. 61. Entrevista a dirigente de APSSA Nº 3.
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y otros no lo ven, es decir, como un conglomerado de vivos que se dedicaron a eso para no trabajar (…) se mostró la cara de una acción de lucha, una acción combativa pero por abajo se negociaba, yo diría negociación ‘sin participación’, la gente creía que estaba participando pero no participaba.”62
El hecho de marcar que cuando las cosas se ven desde “afuera” son distintas a cuando se las ve desde “adentro”, puede ser comprendido debido al cambio que se operó en su vida política, que le posibilitan, por lo tanto, evaluar aquellos hechos desde su nueva situación personal. No pertenecer más al sindicato, le permite situarse en el discurso no sólo como miembro del grupo dirigente, de lo que no reniega tajantemente, sino que lo habilita por momentos, además, a hablar desde el lugar de “ex-dirigente”. Allí es cuando aparecen evaluaciones críticas de la actuación de los sindicatos, como cuando señala que la gente “creía” estar participando pero en realidad sucedía lo contrario. Y también evalúa su propia responsabilidad, aunque de manera un tanto ambigua:
“(…) Yo ayudé a todo ese ‘circo’ [entre risas], no sé si fui el payaso, pero por lo menos el ayudante de pista fui yo. Pero te digo que no me arrepiento porque dentro de todo, que se yo, cuando vi que todo el país se estaba privatizando, digo ‘esto qué es, no sé quién lo va a arreglar’.”63
“(…) Y había que presentar un frente en contra de la privatización, y se presentó, pero (…) una cosa muy, muy fría, se hizo mucha, mucho ‘teatro’, mucho ‘cine’.”64
Esta apelación a las metáforas ligadas a la actividad artística, al “circo”, al “teatro”, al “cine”, para describir su propio papel y el papel jugado por el sindicato ante la privatización, refiere a una “actuación” por parte del grupo dirigente, en el sentido de una de las definiciones de este término: “interpretar un papel en una obra teatral, cinematográfica, etc.”65 De su testimonio no se desprende un arrepentimiento de su actuación, sino más bien una valoración crítica, aunque en definitiva, justificada de la misma. Esta valoración debe entenderse en el sentido en que lo señala Dora Schwarstein, el de “componer una alineación de nuestro pasado, presente y futuro”. La diferencia radica en que esta alineación del pasado, en el caso del dirigente retirado, es con otro presente y otro futuro, no ya ligado a los compromisos institucionales que constriñen a un discurso oficial sin fisuras, sino a una situación de exterioridad respecto a esta institución, y por lo tanto, a un nivel menor de compromiso con el discurso oficial. Aceptar la “actuación”66 de los sindicalistas ante los trabajadores, le 62. Entrevista a dirigente de UOM Nº 1. 63. Entrevista a dirigente de UOM Nº 1. 64. Entrevista a dirigente de UOM Nº 1. 65. Diccionario de la Real Academia Española. http://www.rae.es/rae.html 66. La definición del rol dirigencial en clave de actuación, remite a la problemática de la “dramatización” del poder. En este
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CUADERNOS del Ciesal permite a este dirigente situarse de alguna manera él también en el lugar de dirigido más que de dirigente.
Consideraciones finales La ofensiva neoliberal del gobierno de Menem, produjo un reacomodamiento obligado del movimiento obrero organizado al nuevo escenario político y económico. Existieron en este sentido distintas reacciones. En algunos casos, los sindicatos intentaron oponer resistencia a los cambios, combatiendo desde un principio las reformas laborales. Un buen número de estos conflictos se dieron en la actividad pública, sobre todo en los gremios de docentes y empleados estatales nacionales, provinciales y municipales. Otros sindicatos, aceptaron desde un principio participar del proceso de privatizaciones, poniendo todo su peso social y político para negociar las condiciones de las mismas. El ejemplo de los gremios de SOMISA ilustra un caso particular que utilizó esta estrategia. Las entrevistas realizadas aportan a una comprensión más compleja de la misma, ya que posibilitan la recuperación de aspectos del pasado que no dejaron huellas escritas. La contribución de esta herramienta se manifiesta a través de dos aristas. Por un lado, permite llenar las lagunas fácticas que el análisis de las fuentes escritas había dejado, como las reuniones entre las distintas partes en pugna no aparecidas en los diarios, o los problemas intra-sindicales que muy raramente se dan a conocer en el momento del conflicto. Pero lo que es más importante aún, posibilita un conocimiento más ajustado de la actuación sindical, a partir de recuperar las memorias de este grupo dirigente luego de veintitantos años de finalizado el conflicto. En este sentido, la mirada de “autocomprensión” por parte de los sindicalistas entrevistados, introduce elementos subjetivos y evaluaciones que muy difícilmente hubieran emergido en el momento de la privatización. Aquí cabe destacar, sobre todo, la diferente valoración del rol sindical que realiza uno de los protagonistas, devenido ahora en exdirigente. Alessandro Portelli señala que las fuentes orales “nos dicen no sólo lo que hizo la gente sino lo que deseaba hacer, lo que creían estar haciendo y lo que ahora piensan que hicieron”.67
sentido, el sociólogo y antropólogo Georges Balandier señala que “(…) todo sistema de poder es un dispositivo destinado a producir efectos, entre ellos los comparables a las ilusiones que suscita la tramoya teatral (…).”. Georges Balandier; El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la representación; Barcelona; Paidós, 1994; p. 16. 67. Alessandro Portelli; “Lo que hace diferente a la historia oral”; En W. Moss, A. Portelli, R. Fraser y otros; op. cit; p. 42.
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Mauricio Correa, “El aporte de la historia oral para un estudio de los grupos dirigentes. El rol de los sindicatos en la privatización de SOMISA“. Cuadernos del Ciesal. Año 8, número 10, julio-diciembre 2011, pp 171-197.
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Rese単as
Un mundo feliz Marcela GenĂŠ Natalia Farroni Fac.de Ciencia PolĂtica y Relaciones Internacionales - UNR farroninatalia@hotmail.com
CUADERNOS del Ciesal
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Un mundo feliz de Marcela Gené se inscribe en la cuantiosa producción existente sobre el peronismo y confirma que ha sido -y sigue siendo- un problema clave en la historiografía argentina. Este trabajo trata de recuperar un aspecto del período escasamente abordado: la “estética peronista” y la intencionalidad del peronismo de crear un conjunto de símbolos que contribuyeron a configurar su identidad y otorgarle legitimidad al movimiento. Se enmarca dentro de los nuevos enfoques interdisciplinarios que abordan el período, desde los aspectos menos estudiados, utilizando fuentes inéditas y combinando distintas disciplinas para su interpretación. Marcela Gené, explica que en lo que se refiere al análisis del repertorio iconográfico del peronismo las rupturas y continuidades adquieren una particularidad, pues las imágenes políticas funcionan de manera cooperativa, incorporando registros antiguos previamente instalados en el imaginario social para asegurar su eficacia y operatividad. Así el corpus de imágenes peronistas adiciona elementos provenientes de los grupos contestatarios locales tanto como de los repertorios circulantes en el ámbito internacional, resignificándolos en función del contexto. De esa amalgama surgió un cuerpo de imágenes con rasgos propios y originales, que identificaron simultáneamente Movimiento, Partido y Estado. El libro analiza, en primer lugar, el universo icónico del peronismo a través de un estudio institucional de la Subsecretaría de Informaciones que fue el órgano que centralizó durante todo el período estudiado la producción y distribución de la propaganda gubernamental. Durante el peronismo, sostendrá Gené, el Estado fue el emisor del discurso hegemónico, y la elaboración de estrategias de visualización de las acciones y los objetivos del gobierno se sustentó en decisiones políticas e institucionales. En este punto es necesario aclarar que el trabajo centra su análisis en el polo de la producción de iconografías oficiales y no en la recepción. En una segunda parte del trabajo desarrolla un análisis de las principales temáticas y figuras con las que el peronismo construyó su visualidad para luego enfrentarlo al repertorio gráfico nacional e internacional. Para ello realiza una descripción detallada y explicativa de producciones de arte gráfico. Sus fuentes gráficas son: afiches, folletos, avisos e ilustraciones de prensa, ornamentaciones para festividades, maquetas, esculturas, y las cinematográficas: documentales, noticieros y cortometrajes de argumento. Este último, el cortometraje de argumento, aparece como una invención del peronismo que mezcla el formato del documental tradicional y la dramatización. Como metodología para la interpretación de estas variadas fuentes utiliza la combinación de saberes de distintas disciplinas: por un lado la historia política para reconstruir el contexto de producción de las imágenes y por otro, utiliza la historia del arte que proporciona herramientas para la interpretación de la iconografía y su relación con la serie histórica y el análisis de los aspectos formales y estilísticos. De acuerdo a la interpretación de la autora el peronismo presentó al trabajador en tres versiones diferenciadas en sus atributos: el descamisado (que fue el proceso de resignificación de una descalificación de la prensa reconvertida en el icono central del imaginario peronista), el obrero industrial o trabajador rural y el hombre de carne y hueso inscripto en las representaciones de la familia. Las imágenes de los trabajadores devienen en emblemáticas de las políticas en marcha y se vinculan directamente en la etapa fundacional a hacer visibles los objetivos y logros del gobierno (redistribu-
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CUADERNOS del Ciesal ción del ingreso, políticas sociales, obras públicas) y a medida que avanza el período aparecen otras intencionalidades como por ejemplo reforzar el vínculo con Perón y la verticalidad de movimiento. También desarrolla la representación elaborada por el gobierno acerca de las mujeres en tanto trabajadoras, pero sobre todo vinculadas al hogar y a las funciones de cuidado y protección asignadas exclusivamente a ellas. La familia también es un tópico estudiado que se vincula al bienestar y al acceso de bienes de consumo recreación y cultural. De cada temática la autora elabora un análisis que mezclan lo estético y lo histórico y desarrolla una interpretación de sus modificaciones de acuerdo a las necesidades y momentos de régimen y cómo se conjugan éstas con las modificaciones efectuadas en la propaganda. Una de las hipótesis del trabajo es cuestionar el argumento que postula la vinculación estrecha y excluyente entre la gráfica peronista y la de los regimenes europeos de entreguerras. A través de establecer comparaciones con producciones acuñadas en las décadas del treinta y cuarenta a los Estados Unidos y en la URSS encuentra mayores semejanzas entre ésta icnografía y las del peronismo, que entre las de éste último con las del repertorio nazi y fascista. Uno de los elementos centrales para construir esta teoría parte de la comprobación de la ausencia de las imágenes del enemigo en las producciones peronistas en concordancia con la construcción de una imagen de armonía social. El trabajo se constituye en un camino de acercamiento al peronismo desde una temática poco abordada y con escasa sistematicidad. Nos proporciona una mirada más dinámica del papel de las imágenes, al recrearlas a través de un relato sugestivo y transcribir algunas producciones poco conocidas.
Palabras clave: Iconografía peronista – trabajadores – peronismo.
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Los muchachos peronistas. OrĂgenes olvidados de la Juventud Peronista (1945-1955) Omar Acha Oscar Videla UNR – CONICET orvidela@gmail.com
CUADERNOS del Ciesal
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“La Juventud Peronista no nació de una operación cesárea que la arrojase a una vida inclemente, ni fue una entelequia imaginaria sustentada por la burocracia partidaria justicialista. Inseparable de ambos orígenes, fue mucho más que el espectro malquerido de la memoria peronista.” (p. 85)
Un nuevo libro de Omar Acha ya no es novedad, el autor nos tiene acostumbrados a una ingente producción donde, a la variedad de sus intereses, suele agregarse un trabajo pródigo en sugerencias temáticas, analíticas e interpretativas. En este caso abordando un tema efectivamente olvidado de la historia del peronismo, la de su primera organización juvenil durante los años del peronismo histórico. La misma elección supone confrontar con una memoria social que recurrentemente condensa los sentidos de las palabras “juventud peronista” en los años setenta del siglo pasado. Con aquellas construcciones discursivas del fenómeno (particularmente por sus efectos evanescentes sobre el primer peronismo) la emprende Acha en el capítulo uno. Allí, en tanto el libro tiene como uno de sus objetivos desmontar una tradición mítica, se afirma que la invisibilidad de la primera JP “derivó de la eficacia inconsciente de un relato mitológico construido como herramienta de legitimación política en el seno de las divergencias del peronismo” (p. 26). Tal relato, formulado por las generaciones de la JP “gloriosa”, suponía tres elementos fundantes de su propia experiencia: el nacimiento en el desierto, la inocencia revolucionaria y la mística antiinstitucional; opciones que implicaban necesariamente el olvido de cualquier experiencia previa. La paradoja es que no solo lo sostendrán aquellos que se reclamaban como parte de la identidad política de referencia, sino que penetró tanto en el relato de quienes que se señalaban claramente como sus opositores políticos, como en buena parte de la bibliografía académica. Un segundo capítulo está dedicado a la caracterización del problema juvenil en el contexto de surgimiento del peronismo, su rol en lo que el autor denomina la sociedad política peronista y al análisis de dos de las iniciativas asociacionistas mas características del peronismo dirigidas a los jóvenes, la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y la Confederación General Universitaria (CGU) con el fin de demostrar su ineficacia para constituir una organización estrictamente política. En el capítulo tres le dedica un breve análisis a algunos casos de militancia y organización juveniles de los tiempos iniciales del peronismo (casi para demostrar su endeblez), pero fundamentalmente se dedica a indagar sobre la mas interesante experiencia organizativa de un peronismo ya entrado en años, el Movimiento Juvenil Peronista. El cuarto capítulo del libro trata de reconstruir la JP en el interior del país. La importancia que le asigna el autor puede medirse tanto en su extensión (es el más largo), en el esfuerzo que realiza para cubrir casi toda la geografía nacional, como en un intento interpretativo en clave comparativa. No obstante su carácter descriptivo (o por ello mismo), este apartado en particular es una convocatoria a cultivar un terreno de investigación que Acha rotura. Del capítulo cinco debe resaltarse, en principio, el intento de reconstruir la coyuntura inmediatamente posterior al 55 “desde atrás”, es decir, siguiendo el camino inverso de la mayor parte de los estudios
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CUADERNOS del Ciesal precedentes que llegaban a la coyuntura por la necesidad, o de fundar un presente, o de explicar unos orígenes. El derrotero elegido si bien inicial deja los suficientes indicios para convocar a explorar los potenciales vínculos entre la experiencia de la que llamaremos histórica y de la “gloriosa” JP. El libro de Acha puede decirse que termina dos veces, en este sentido, el capítulo seis y el epílogo dan cuenta de esta particularidad. El primero sintetiza el rol de la JP poniéndola en el contexto de la propia institucionalidad del peronismo. Allí esa JP aparece tanto como una necesidad como una víctima de una institucionalidad partidaria verticalizada (pero también marcada por las conflictividades), circunstancia que, ni mas ni menos que como le paso el Partido Peronista, la hiciera víctima de una fácil dilución luego del golpe de 1955. Por otra parte, a partir la idea de ruptura generacional, vuelve a estacionarse en el diálogo con la experiencia y la memoria de la JP “resistente” y su particular contexto. Finalmente, en el Epílogo Acha se permite abandonar casi por completo su objeto de investigación por unas reflexiones en las que intenta perfilar la emergencia de la juventud como actor político justamente en los años en los que se construirá el mito fundacional de la JP y la invisibilización de su primigenia experiencia. La imagen de la primera juventud peronista que nos devela Acha es, sin dudas, la de una organización sujeta a fuertes controles por parte de las estructuras del Partido Peronista (nacionales y provinciales) y dentro de ésta a las figuras de sus máximos líderes (obviamente Perón, Teisaire, aunque no solamente estos). En ocasiones relegada al cumplimiento de algunas funciones que imágenes posteriores consideraron menores (como la recreación), su peso concreto dentro de la sociedad política peronista parece menor. No obstante, insiste Acha, es algo más que suficiente dentro del propio contexto que esa sociedad política concreta podría permitirse. En este sentido, según Acha, no poco del menguado desarrollo de una JP dentro del peronismo histórico se debía a la propia lógica del proyecto peronista: por una parte, a una matriz de intervención que hacía énfasis más que todo en la infancia, donde la “nueva juventud” era una construcción del futuro; y por otra parte, a una percepción ciertamente conservadora (agregamos nosotros) de la participación efectiva de ésta en el proyecto, es decir integración sin dudas, pero velada por la desconfianza a un tipo de participación estrictamente partidaria. Los límites de esta primera JP son muchos, pero visiblemente Acha le asigna mayor valor a algunos, la escasa flexibilidad de la dirigencia peronista para otorgarle espacios de poder y/o vías de acceso a su disputa y la primacía de la lealtad subordinada (es decir sin objetivos propios, aunque no necesariamente contradictorios con el proyecto peronista) están sin dudas entre los mas importantes. Por el lado de los protagonistas, ello se expresó en la incapacidad para formular una identidad generacional, que ya estaba en ciernes en otras juventudes políticas y aflorara tardía e incipientemente en la coyuntura del golpe de 1955, cuando la conjunción de la necesidad de la movilización y confrontación política con los promotores de éste abran una fugaz brecha en la estructura del peronismo; pero que se consolidara luego con la posterior autocrítica que sostendrá una identidad de ruptura. Pero el golpe pone el proceso en otro carril, en uno donde cambian sustancialmente las condiciones de la legitimación política de los jóvenes al interior del peronismo, de allí la necesidad de una construcción mitológica que no admite antecedentes. El hiato en la memoria es tan abismal que no se salva del olvido ni siquiera aquel cuyas “credenciales” lo ubican indiscutiblemente del “lado correcto”
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del peronismo: John William Cooke. En este sentido, la memoria de la JP post 55 debía “ningunear” la experiencia de la juventud amparada por Cooke en los meses finales del peronismo. El corte con el pasado debía ser fundacional, no podía admitir siquiera “… que la Juventud Peronista fue, con todos sus problemas, el sector de la sociedad política peronista que mostró mayor dinamismo en sus últimos meses de existencia.” (p. 204) Por otra parte, Acha no olvida el carácter de clase que le imponen las circunstancias a esta primera JP. Insiste en varias ocasiones en la composición de clase media de sus dirigencias, aunque fuera de sus estratos más modestos. Y ello se relaciona directamente con otro aspecto que explica el relativo grado de desdibujamiento de los jóvenes durante los años del peronismo histórico, esto es, la misma existencia (y/o duración) de un periodo de la experiencia de los sujetos en que pueden ser catalogados como juventud. Una experiencia “juvenil” clásica a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta es todavía un proceso en construcción, que en alguna medida es el mismo peronismo el que lo esta expandiendo socialmente. En este sentido, el trabajo de Acha nos abre otra de las tantas vías para la indagación, algo así como la necesidad de una historia social de la juventud. Un aspecto más a destacar del trabajo de Acha, en un campo disciplinar en que es común que se generalicen al conjunto del país experiencias históricas que se matrizaron en el espacio metropolitano; este trabajo trata, por una parte, concientemente de evitarlo y por otra, encara la tarea de seguir el fenómeno multiplicando los espacios de análisis a varias provincias y esbozando una perspectiva comparativa que se enfoque en las diferencias provinciales y aún locales. Por otra parte no podemos dejar de señalar que el mejor acierto de la obra de Acha, el desbroce de una construcción de memoria que obstaculiza el conocimiento precedente, en algún sentido también es su debilidad, el peso del mito fundacional en la construcción de memoria sobre la JP por momentos parece que oscurece el propio objeto de investigación, como si los encantos de aquel mito trasvasaran su relato denotando (como en el Epílogo) que el “verdadero” objeto de su deseo es precisamente esa JP. Ahora bien, el libro no es sólo el resultado de un esfuerzo investigativo muy importante, es también un extenso y amplísimo programa de investigación. A lo largo del trabajo se hace evidente que aquello que el autor señala, indica, sugiere constituyen sendas para una necesaria tarea de investigación. En este sentido, el trabajo de Acha es particularmente interesante porque no asume la soberbia propia de quien desbroza un campo de investigación sino constantemente (en particular cuando trata las situaciones provinciales) alude a la necesidad de profundizar en la investigación para confirmar, contrastar o rechazar sus propias afirmaciones. Por otra parte, Acha no rehúye aquello que por obvio no siempre está presente es este tipo de trabajo: que la reflexión sobre el pasado del peronismo es una tarea política del presente. La preocupación recorre el texto en general y nos deja claramente la puerta abierta para pensar no sólo la experiencia de la juventud peronista post-libertadora sino algunos hilos para reflexionar sobre esta que se hace visible en nuestros días.
Palabras clave: Juventud peronista - militancia - años setenta - memoria y relato.
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IESAL Centro Interdisciplinario de Estudios Sociales Argentinos y Latinoamericanos
CUADERNOS del Ciesal es una publicaci贸n semestral del Centro Interdisciplinario de Estudios Sociales Argentinos y Latinoamericanos (CIESAL) de la Universidad Nacional de Rosario.