José Antonio Aspe Socorro Venegas Ricardo Ariza Armando Villegas Bárbara Durán Félix Vergara (coord.) Carlos Francisco Gallardo Sánchez (coord.) Juan Machín Kenia Cano Daniel Zetina Gustavo Martínez González Itzela Sosa Ilustraciones: Ricardo Alonso Diseño gráfico: Cristóbal Sánchez
Primera edición, 2006 Segunda edición, 2012 Coordinación editorial: Carlos Francisco Gallardo Sánchez Félix Vergara Ilustraciones: Ricardo Alonso Diseño gráfico: Cristóbal Sánchez Adaptación y cuidado editorial: Central de Imaginación Didáctica www.cimandia.com.mx D.R. © De los textos, sus autores D.R. © De las ilustraciones, Ricardo Alonso D.R. © De esta edición: Central de Imaginación Didáctica, México, D.F. ProyectoDiorama, Cuernavaca, Mor. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio –incluidos los electrónicos– sin permiso escrito por parte de los titulares de los derechos. Hecho en México
Presentación Elementos de la guía Hetaira | José Antonio Aspe Louria | Socorro Venegas Trinigesta | Ricardo Ariza Panspermia | Armando Villegas Arabrab | Bárbara Durán Inferia | Félix Vergara Sino | Carlos Francisco Gallardo Sánchez Upolia | Juan Machín Nexen | Kenia Cano Marjal | Daniel Zetina Colotltenco | Gustavo Martínez González Anfibia | Itzela Sosa
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Lo que a tus manos seduce, lector, es una alquimia de palabras que confabula la desaparición de una ciudad tal como la conocemos. Dicho con precisión, en el secreto de estas hojas se concibe la disolución de una superficie de coordenadas y referencias (las de Cuernavaca) y se trama la multiplicación de los destinos posibles, más allá de los puntos que se ordenan en los mapas. Más allá de la cartografía de lo real. Un designio suscita esta travesía: otras ciudades habitan esta ciudad. Para verlas hay que dejar de verla desde los ojos de la vigilia. En el origen de esta propuesta hay una mirada inconforme que se alimenta de la experiencia de la literatura como territorio vital y de la experiencia de la urbe como espacio de creación. Una voluntad que une literatura y vida cotidiana en la búsqueda de una percepción y un entendimiento que socaven muros y levanten plazas. Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, ha sido la fuente de inspiración. En el centro de sus páginas resuena la voz de un demiurgo rebelde de nuestros días que canta “un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades”. Por ello, los lugares que funda con la
escritura son aquellos que nacen de la intersección de la imaginación y la memoria. Una herencia que hace suya este libro con el objetivo de tejer una poética de la urbe propia que sugiera la reinvención del espacio público desde la intimidad. La estrategia fue formular un ejercicio de creación literaria colectiva y reunir a un grupo de escritores para que, desde la perspectiva de la ficción, cada uno de ellos construyera una ciudad imaginaria con base en las características de un sitio real de Cuernavaca. Los lugares fueron seleccionados de acuerdo a su papel determinante en la conformación de una identidad urbana. Para el logro de esta finalidad en términos compartidos se planteó una estructura basada en la exaltación de los símbolos como puertas de entrada a otro tipo de conocimiento y experiencia de la realidad: el de la imaginación creadora. Por lo tanto, se retomaron los cuatro elementos de la naturaleza como categorías esenciales de la geografía citadina, para de este modo aludir a la constitución profunda, mítica de la urbe. Así se obtuvo una clasificación integrada por ciudades de fuego, tierra, aire y agua. Como una manera de colocar señalizaciones que reiteraran las vetas simbólicas, se hizo uso del zodiaco y cada uno de los doce signos se remitieron a un elemento según su filiación. Los lugares concretos fueron organizados en series de tres por cada elemento, cada uno bajo la tutela de un signo zodiacal.
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De esta red de correspondencias surgieron Hetaira, Louria, Trinigesta, Panspermia, Arabrab, Inferia, Sino, Upolia, Nexen, Marjal, Colotltenco y Anfibia. Las voces que hablan de ellas lo hacen desde la posición de quienes las viven y las relatan, o de quienes las piensan y las ensayan. Todas con el convencimiento de que las ciudades recogen en sus entrañas nudos de otras ciudades. Otras ciudades que hablan el lenguaje de lo inadvertido. En suma, he aquí un itinerario que busca la posibilidad del viaje por la urbe atisbada desde los espacios soñados. Una guía que persigue tu extravío, lector, por una urbe que desaparece a partir de ahora.
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Elementos de la guía Te presentamos de manera gráfica y sencilla los elementos que componen esta guía. Conocerlos te servirá para disfrutar mejor de la lectura y el recorrido por los lugares que aquí se describen. En cada texto encontrarás la siguiente información: 1. El tipo de ciudad imaginaria según uno de los cuatro elementos naturales: fuego, tierra, aire o agua. 2. En correspondencia con el elemento natural, el signo zodiacal que le fue asignado a cada ciudad imaginaria como una marca más de identidad. Según la astrología, los signos zodiacales se clasifican en signos de fuego: Aries, Leo y Sagitario; de tierra: Tauro, Virgo y Capricornio; de aire: Géminis, Libra y Acuario; y de agua: Cáncer, Escorpio y Piscis. 3. El sitio real de Cuernavaca en el que está inspirada la ciudad imaginaria. 4. El texto literario en el que se retrata a la ciudad creada a partir de las especificaciones anteriores. El nombre de la ciudad es el título de cada viñeta. 5. El mapa con la ubicación del sitio real, así como una breve reseña con datos históricos. Cuando sea posible, te sugerimos que visites el lugar y estando ahí leas el texto que inspiró.
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CIUDADES DE FUEGO Hoteles de la calle de Aragón y León, Centro Histórico
Un signo de fuego reventó en el cielo. Lo vi desde mis tenis, la mezclilla y la camiseta de los pumas. De pronto ya no pude mirar otra cosa… el cielo era demasiado naranja, demasiado vivo, demasiado fuego. Pensé en Dios, en las imágenes que vendían a la salida de la iglesia los domingos. Del encandilamiento pasé a la ceguera momentánea y entonces pensé en el diablo, en los castigos con que me amenazaban en el catecismo. Al recobrar la vista seguía mirando el cielo; de tanto verlo se metió por entre mi ropa, me llegó a las entrañas y comenzó a ser mis ojos, mi mirada. Caminé por las calles de la ciudad con el calor escociéndome la piel, los intestinos, enseñando a mis pupilas a ver la urbe como lo que en realidad es: ciudad de fuego. Caminé bajo el sol ardiente, subiendo y bajando por las laberínticas calles de esta ex eterna primavera, mirándolo todo desde las brasas del cielo dentro de mis ojos, sin reparar en los autos y en las rutas que amenazaban con atropellarme. Fue así que llegué a la estrecha callecita de los hoteles. Pero todo era extraño, nuevo, diferente. Encima de las banquetas yacían las camas arrumbadas, a un lado los colchones sucios y agujerados. Los burós tirados a 15
media calle y con los cajones abiertos, como dejando salir desde allí al asfalto, como vomitándolo. Las sábanas revueltas, manchadas de semen y en desorden parecían cubrir cuerpos yertos pero no, eran sólo las almohadas y algunos otros enseres. Las lámparas rotas y con las pantallas por aquí y por allá, como alumbrando de oscuridad la oscuridad de las alcantarillas. Caminé esquivando catres, mesas descuadradas, sillas desvencijadas, espejos curvos a los que les era imposible devolver alguna imagen. Vi las paredes sucias de anuncios de Los Temerarios, de la Arena de Box y Lucha, de algún toquín en el estadio… De pronto vi una puerta abierta y me asomé raudo y silencioso. Allí estaba el aire limpio, el orden, el clima templado de antes en esta ciudad… Allí estaban las buganvillas y las nochebuenas, los naranjos y los limoneros. Observé que debajo de cada árbol se abanicaba una flor aún más bella y delicada: la puta. Sí, aquella tarde cada puta detrás de las paredes sucias y debajo de los árboles macizos y centenarios era una flor nueva y limpia. Una de ellas me llamó suavemente, sin prisa ni violencia, y me abanicó con dulzura, con mansa y apacible sabiduría… y me quitó el calor, el círculo de fuego de las entrañas, de la piel, de los ojos; me quitó el miedo al señor de fuego del cielo y al señor de fuego del infierno.Y sonreí y fui feliz como cuando niño… y regresé caminando a mi casa por las laberínticas calles de la ciudad, en medio de este día jubiloso en el que la estrecha callecita de los hoteles volvió a ser flor abierta, jardín, abono, árbol, sombra, luna, fuego, estrella. José Antonio Aspe 16
Información histórica Enclavada en el Centro Histórico de Cuernavaca, la calle de Aragón y León ha sido desde principios del siglo una zona de tolerancia para la prostitución, con sus respectivos hoteles de paso. Desde 1866 su nombre había sido Tierra fría, y años después de la muerte del ingeniero y filósofo positivista Agustín Aragón y León, nacido en Jonacatepec en 1870, lleva el nombre con el que ahora la conocemos. Aragón y León había sido desde entonces paradero obligado para ciertos pobladores y escrúpulo incansable para otros; no obstante, a principios de este siglo fue objeto de represiones y el comercio informal de más antiguo consuelo hubo de ser reducido a clandestinajes que menguaron su actividad, hasta reducirla a su mínima expresión, con lo que el nombre primigenio de Tierra fría sepultó el deseo bajo suelos volcánicos. 17
CIUDADES DE FUEGO Cantinas de las calles Leandro Valle, Matamoros y Galeana, Centro Histórico
De niño me quedaba siempre a las orillas del misterio, recluido en un rincón de la acera. Los que pasaban por ahí me daban dinero, pero lo que yo quería en realidad era entrar. Las puertas de la cantina, alas destructoras, apenas me permitían atisbar, adivinar en la medusa del humo y la música los secretos más preciosos. Sólo miraba los pies que iban y venían, los zapatos de mujer con tacones raspados. El olor terrible de la cantina: el humo del cigarro, el oxígeno viciado del alcohol, y aunque a veces sentía náuseas podía más mi curiosidad; de qué se reían, qué apostaban, por qué a veces lloraban esos hombrezotes que al entrar parecían dioses y cuando salían estaban solos y perdidos.Y aquel letrero infame: Se prohíbe la entrada a niños, animales y uniformados. Otros letreros también incluían a las mujeres. A veces mi madre iba a buscarme, recorría cada cantina de Leandro Valle, bajaba por Matamoros hasta llegar a Galeana. Cada vez que se asomaba para ver si no había logrado colarme tenía que soportar las rechiflas, las majaderías, hasta que al fin me encontraba sentado afuera de alguna, distraído con mi trompo de colores. Me llevaba de las orejas a la casa y me acusaba con mi 19
padre. Ninguno comprendía por qué me gustaban las cantinas. Nadie te da esos malos ejemplos, decían. Era verdad.Yo solito me había aficionado a los teporochos mugrosos que entraban y salían, a los señores gordos que jugaban dominó con sus amigos, a las meseras que entraban con la cabeza baja y muy rápido, temerosas de ser vistas. Una vez un señor se bajó de un carrazo, se estuvo frente a la puerta de la cantina acariciándola con las puntas de los dedos, sin atreverse a dar un paso. Se volvió a mirarme, tenía los ojos muy abiertos. No puedo, me dijo a modo de disculpa. No sé cómo pero comprendí que estaba muy triste, así que me levanté y empujé las puertas, las sostuve para que entrara. Sonrió con alivio. Me dio las gracias y entró. Otro día sacaron a un muchacho a que vomitara y me ensució los zapatos, ésa fue la última vez que estuve afuera de la cantina. Mamá me vio llegar a la casa. Dejó a un lado la tina de ropa ajena que lavaba, me quitó los zapatos, los limpió con mucho cuidado e hizo que volviera a ponérmelos. Me agarró de la mano y me llevó a la calle, casi a rastras. Llegamos a la cantina, la más fea, la más sucia, la más pobre. Precisamente aquella que prohibía la entrada a niños, mujeres y perros. Mi madre, que cargaba un cansancio muy viejo, irguió los hombros. Por primera vez me pareció hermosa, incomparable. Me guiñó un ojo y empujó la puerta, tranquila, nada de prisas. Me hizo entrar a mí primero. Pidió una cerveza.
Socorro Venegas 20
Información histórica A inicios del siglo pasado, Cuernavaca comprendía una franja que iba de El Calvario hasta Las Palmas; por su orografía, las zonas aledañas apenas eran transitables. Desde ese tiempo y hasta la fecha, el crucero entre Matamoros y Leandro Valle, inaugurado por Porfirio Díaz en 1900 y que desemboca en la calle de Galeana, ha albergado las principales cantinas de Cuernavaca, que convivían con pulquerías hoy desaparecidas. Frecuentadas sobre todo por las clases populares, los primeros habitantes que trabajaban ya en la refinería petrolera, ya en las primeras imprentas de Galeana; o quienes se desplazaban de la antiguaVecindad del Pájaro, las posadas y peleterías de la calle Francisco Leyva o desde el Mercado Adolfo López Mateos, han visto un incremento urbano que, pese a la modernidad, ha sabido mantener intacta su tradición. 21
CIUDADES DE FUEGO Colonia Patios de la Estación
About an interview with de Carroñas chief
Aurora Vivir aquí, entre la porquería de los perros y el chingo de basura que tienes que librar antes de ir a cualquier lado, es fácil si sabes hacerlo, si sabes volar. Cuando amanece, yo imagino ciudades nunca vistas, proyectadas en los escombros. Algo del trayecto ferroviario quedó impregnado en el aire. Las toneladas de acero sobre el terreno y las vías narran batallas lejanas, lugares y puertos; las distancias retoman su dibujo si entrecierro los ojos. Por la tarde me gusta ver cómo mis perros le ladran a la gente que pasa. El otro día me tocó ver al Carroñas lanzarse sobre un puto que se me quiso ir riendo. Le vendí dos grapas y el hijo de su puta madre se echó a correr. Pero el pinche Carroñas es hábil. Es mi mejor perro de caza. Policías y culeros son su plato preferido. Una noche piqué a un cabrón judicial que se pasó de verga conmigo y me tiró el bote donde fumaba base. Me pateó el hocico, mientras estaba cocinando en la cuchara tres gramos de coca, porque no le quise fiar. Repuesto del putazo, me levanté y le dejé ir la 23
Victorinox que le chingué al gringo ojete, le hice un hoyito debajo del riñón, el pinche Carroñas lo tumbó y le empezó a lamer la herida, clavándole el canino para que sangrara más a gusto. Luego lo tiramos cerca de la pirámide. Pero así son las cosas acá, o eres duro o te lleva la chingada. Yo así soy. Ojete. Culero con los culeros, chido con la banda chida. Todos me conocen, en el mercado, en la Carola, en la Barona, donde viven mis buenos. Saben que soy riata. Riatascado. Pero chido al fin. Paulina Luego viene un güey, que vive acá en Reforma, se llama Marco Polo. El cabrón viene a verme y a comprarme soda. Pero se queda acá toda la noche. Yo lo mandaría a la verga pero el güey siempre trae lana.Y es chido, me invita droga de la que le vendo. Ya que está bien inyectadote se pone alucinar, yo no sé si creerle. Me cuenta que cuando era joven (tendrá ahora unos sesenta), conoció a una mujer llamada Paulina. Se casó con ella. La mujer estudiaba arqueología en la Escuela Nacional y ella consiguió una beca para ir al Lejano Oriente. Dice el Polo (traía una foto) que entraron a la Ciudad Prohibida en Beijing. Sepa su puta madre dónde está eso. Hablaba con los ojos en blanco del palacio de las dinastías Ming y Qing. Yo pensé que estaba muy mal por efecto de la cocaína, le marqué a su celular de la Toña para que me acompañara al hospital, pero él, el Marco me dijo que no, que le diera una chela y se le pasaría. De repente se puso a llorar y decía encabronado 24
“pinche Kublai Jan”, “hijo de tu puuuta madreeee”. Y puta, que me espanto. Que lo agarro a cachetadas pero el cabrón me dio un patadón en la rodilla y me doblé. Yo que estoy bien corrioso. Qué pedo cabrón, aliviánate, no hagas panchos, le dije. Sí güey, perdona. Es que no más me acuerdo y me dan ganas de meterme un tiro por pendejo, decía. ¿Pues qué pasó cabrón? “Hace cuarenta y dos años entramos por primera vez a la Ciudad Prohibida, Paulina y yo nos casamos el otoño anterior. Nos iba bien. Teníamos el permiso del gobierno chino para analizar elementos de la cultura en la dinastía Qing. Fuimos allá, estando en Pakistán, porque los chinos comenzaron a tener relaciones directas con los árabes. Yo soy paquistaní. Conocí a Paulina en los Estados Unidos, y a Kublai lo conocimos en París, él era afgano. Pasábamos la tarde estudiando culturas antiguas y tomando café en el Hotel Britaniquee, o paseando cerca del Pont Neuf para llegar al monumento a Enrique , relativamente cerca de Trocadero. Estuvimos tres semanas ahí. Y después viajamos a Pakistán. Mi padre, amante de los viajes, me llamó Marco Polo, él nos recibió cuando llegamos a Islamabad, y fue ahí que nos enteramos del acuerdo con China, obtuvimos permisos y nos fuimos a la Ciudad Prohibida. Pero antes estuvimos en las ruinas budistas de Takht-i-Bahi. Desde ahí empecé a sospechar. En Beijing, frente al pabellón de mármol de la Armonía Suprema, los vi por primera vez acercarse el uno al otro…”. En ese momento lo interrumpí y le dije: ay, güey, 25
porque una pinche vieja te engañó ¿estás así? No mames. Pero su mirada me hizo callar. Y sus palabras resonaron un tiempo en mi cabeza como si fueran objetos. Objetos rotos y volátiles. Y concluyó. Sí, ella me engañó, pero no como tú piensas. Kublai Jan la convenció de unirse a una célula política extremista, y ambos se hicieron volar con medio año más tarde en el Puente Londres, con tan mala suerte que los explosivos de ella no detonaron. Fue arrestada y condenada a 40 cadenas perpetuas. El mes pasado estuve en Londres. Ella murió. Rosario Mejor no conocer al Polo. Me dejó un sabor extraño en la vida. Cuando salgo de mi casa y veo hacia el nuevo centro comercial que instalaron donde estaba el Casino y leo los anuncios de descuentos en la mercancía que ahí venden, pienso: ese lugar apesta.
Ricardo Ariza 26
Información histórica El 1 de diciembre de 1897 arribó la primera locomotora a Cuernavaca, tras una donación del municipio de 232 943 m2 de terrenos para construir los Patios de la Estación. En 1902, el ferrocarril que tenía como ruta México-Cuernavaca-Pacífico se incorporó al sistema central mexicano y años más tarde arrancó el proceso de nacionalización de los ferrocarriles mexicanos. En 1922 crece el servicio urbano y los diversos asentamientos irregulares encuban focos de delincuencia que por décadas estigmatizan a este barrio. Desde 1960 el lugar ha sido objeto de interés social, con lo que se ha creado una especie de favela cuya estructura cobra un agudo relieve cuando a inicios del siglo el ex Casino de la Selva es devastado para construir el centro comercial Costco-Casino de la Selva. 27
CIUDADES DE TIERRA Tierras urbanizadas del pueblo de Ocotepec
Panspermia tomó su nombre de una antigua leyenda de inspiración gnóstica. Era una confederación de pueblos cuyos habitantes habían sido condenados al cultivo de la tierra. En el centro de esta comunidad habitaba Melquisedec, rey con cabeza de toro cuya única virtud consistía en traducir la antigua doctrina de la construcción de ese territorio agrietado, accidentado. Siete grandes grietas, heridas en el cuerpo de Panspermia, la atravesaban violentamente. Según Melquisedec, esas grietas eran el resultado del esfuerzo de un dios que quiso beneficiar a sus habitantes llevándoles agua, de norte a sur, para que pudieran reproducir las semillas que él mismo había desparramado en el momento original. Las grietas impedían que los habitantes de aquel territorio se pudieran comunicar; sólo Melquisedec podía ir de un lado a otro. El vigésimo cuarto día del quinto mes, cuando se celebraba el nacimiento del maíz, un poeta que llegó del norte a curar sus heridas de amor, resentido con su destino y embriagado de desesperación, decidió cambiar las metáforas de sus escritos por doctrinas 29
obsesivamente realistas. Describió, casi con el rigor de la fenomenología, la verdadera constitución de Panspermia. Se dice que traía tres libros y que escribía en las tabernas que Melquisedec había colocado en los pueblos para embrutecer a los habitantes e impedirles saber qué pasaba al otro lado de las enormes grietas que separaban la confederación. Uno de esos libros era la Geografía de Estrabón, en cuyas páginas se mostraban técnicas universales que sirvieron para revelar la verdadera geografía de Panspermia. Así, mostró que la confederación era una colina situada a dos mil metros a nivel del mar; señaló las calles y las veredas que, según decía, se perdían en senderos grabados por pezuñas. Otro libro era la Política de Aristóteles que resultó, para Melquisedec, el más sedicioso pues la mente del viejo Aristóteles sabía que los humanos son puntos intermedios entre las bestias y los dioses. Pero entre el cielo y la tierra existe la ciudad, cuasi tierra y cuasi cielo. Aristóteles, en manos del poeta viajero, resultó ser motivo de sublevación. El poeta enseñó a los habitantes de Panspermia que, si se querían separar de los dioses, debían construir ciudades. Sólo en ella existe la palabra, anteriormente reservada al dios que dio vida a la confederación. Con la palabra, decía el poeta, podían hacer patente su dolor y su pena, su alegría o su amor, suponiendo que el amor sea una alegría. Y el lugar en donde construyen tan importantes sentimientos es la ciudad, la polis, como solían llamar los griegos a su habitat. Los habitantes sintieron, movidos por no se sabe qué deseo de esperanza, que podían cambiar su 30
condena. Del tercer libro no se sabía nada, pero se dice que era el diario de sus lamentos. Las doctrinas sediciosas hicieron que los habitantes de Panspermia tuvieran la curiosidad por conocer qué había después de las grietas, ahora llamadas barrancas por la obsesión realista del poeta. Enviaron cartas para pedir apoyo de prominentes arquitectos que dijeran cómo construir puentes que los comunicaran. En esa vorágine desmedida de saber, empezaron a olvidar su condena agrícola y se convirtieron en albañiles, y luego en choferes para trasladar las buenas nuevas. Se dieron cuenta que el dios de sus antepasados era en realidad un invento de Melquisedec, convertido entonces en un frívolo gobernante que sólo quería mantener el poder. Hoy, la antigua confederación se ha convertido en una polis; nada se siembra ya y su historia les sirve para atraer visitantes que buscan el cálido aire que circula por las barrancas, aunque ya no existan ni el aire, ni las barrancas, ni los granos que producían. El poeta deambula como fantasma en las calles, con el dolor en los brazos de su amor perdido y con un delirio de alcohol que, con todo rigor fenomenológico, se impuso.
Armando Villegas 31
Información histórica Uno de los principales tipos de tenencia de la tierra que se localiza en Cuernavaca es el ejidal. Los siete ejidos en la entidad morelense ocupan una superficie de 13 600 hectáreas y representan 65.69% del total del municipio. En este sentido, el poblado de Ocotepec, sujeto a los usos y costumbres de sus pobladores, es uno de los ejidos más representativos del territorio morelense. Cerca de ahí se localiza el Cerro de la Herradura,que en la Revolución albergó a los huertistas que huían de sus combatientes zapatistas, así como el manantial de Ocotepec y otros ríos encumbrados. Principalmente se ha destacado por ser uno de los poblados productores de café en la entidad. A partir de 1980 algunas de estas tierras comenzaron a ser urbanizadas, con lo que se fundaron, y continúan fundándose, nuevas colonias. 33
CIUDADES DE TIERRA Bosque de Huitzilac
Como se recordará, la joven estaba atada de manos y totalmente carbonizada, al pie de un árbol; por ello, se cree que se le prendió fuego cuando estaba de pie, ya que la cuerda… Berenice Álvarez García, La Unión de Morelos, 5 de abril de 2005
Al ras de un cielo de nubes de arena nace la nostalgia como la hierba, con la lluvia embravecida: inadvertida. Marzo y abril tiñen esta tierra de jacarandas, tierra que no nos vio nacer, pero que nos recibió entre sus senos; yo llegué con las manos vacías, con ropa de clima frío, me enseñó la bondad de vivir en ella, en la permanencia de una sola estación: primavera, luego de venir de un lugar donde en un día se sentían las cuatro estaciones del año. Germiné mis ojos en las semillas de las jacarandas, conocí las mariposas blancas. Cerca de donde llegué a vivir, a una cuadra vivía Doña Remedios, una mujer mayor que hacía y vendía gorras para gatos, tejidas a gancho, en estambres de colores. Una vez me dijo: “Ves esas mariposas, conceden deseos, sólo tienes que mirarlas, contar hasta diez y evitar que algo se atraviese entre tu mirada y ella”. 35
Seguí la vida, como los senderitos entre la tierra y las piedras, me atranqué debajo de un guayabo, en un cuarto pequeño; compartía el sitio con una colonia de hormigas que llegó del brazo, con marzo. La carretera quedaba a veintiún minutos si el paso era veloz y no me había quedado escuchándoles cuentos llenos de ventajas a los grillos y penas a las cigarras. Los domingos huelen a leña quemada, hilaridad cotidiana en los bosquejos de vacas hambrientas. Vuelve a llover, se respira tierra mojada, la tristeza de un cielo moreno se quedó a vivir entre fresnos y araucarias: yacen las luciérnagas, encienden la noche, apagan los relámpagos. Salí vestida de abril y sus cuatro corazonadas; se suponía que llegaría con mi madre a México… Entre cuarto menguante y luna nueva desperté aguda, doblada, envuelta en una suave niebla que ocultaba mi piel-ceniza. Debajo de las ramas de un encino mi pie izquierdo estaba sobre un hormiguero, se abrazaban mis manos entrelazadas por un listón mortecino de nylon, entre las piedras; acurrucada en las tizas encendidas aún por el vocabulario inteligible del fuego, se reclinó mi cabeza sobre la media espalda del lunes, aterrizando el vuelo de gritos feroces que escondió la noche entre los árboles. Yo creo ahora en el dolor como en una multiplicación de ecos, creo que lo inaudible depende del olvido o de la memoria. Aquí me quedo, bosque de sueños, aquí me quedan las garras y las estrellas, zigzagueando el indicio de un silencio que nunca quise ser. Bárbara Durán 36
Información histórica
El municipio de Huitzilac, cuyo significado es “lugar en donde abundan colibríes”, ha destacado por la disposición de sus “encantos naturales”, pero también por haber sido desde la década de 1990 el sitio predilecto para ocultar los cadáveres de los feminicidios que han hecho de Morelos una de las entidades con el mayor índice de estos casos en toda la República Mexicana. Siendo uno de los lugares con mayor actividad económica para la tala de bosques y el establecimiento de viveros, ha dejado una estela de asentamientos indígenas que van desde tribus xochimilcas hasta tlahuicas, principalmente. Se cree que este espacio alberga las rocas más antiguas y es aquí en donde se localiza uno de los sitios aún paradisíacos de estas tierras: las lagunas de Zempoala. 37
CIUDADES DE TIERRA Minas habitadas de la colonia Chipitlán
De donde emerge el horizonte sube la cuerda que jala el cubo de agua; a estas entrañas llegaron ciegos para poblar la refulgente oscuridad de sus pináculos. Bajaron de las barcas y se arrastraron hasta la boca que bufaba; allí enterraron el ombligo del antiguo pacto. Después llegaron prostitutas; asaron la arena en sus pezones, tallaron su ropa en las piedras de los ríos y cuando rieron mostraron en los dientes niños, trozos de pescado, arcilla y yeso… A este conjunto de nervosas llegaron, con sed de arúspices por predecir la caída, recoger la fábula y esperar el mazo final de la madera flotando; entonces extrajeron las cuerdas. Vieron a un hombre cruzar con una sirena en los brazos; oyeron el grito de una mujer que se tocaba la hendidura del vientre cuando los taludes se desprendían; supieron que Inferia era una ciudad situada en el fondo de otras ciudades, atravesada por un extenso muro de contención; una curva zigzagueante que como una espiral contenía otras espirales en el fondo intemporal de sus límites. Inferia, la ciudad en forma de cabra recostada que con sus ubres crea la porosidad de las grietas, no duerme 39
nunca. Sus habitantes por ello hacen sacrificios en donde confunden el tiempo: ignoran si lo que vivieron ya no es eso mismo que ahora viven, y proclaman la bendición de su tótem, también con ojos abiertos. Una noche salieron todos, atropelladamente, golpeándose: advirtieron que no era el muro quien los contenía sino el pozo en medio del muro. Otra, quedaron absortos viéndose las manos cuando el cubo rasgó el puñado de ríos, arboladas circundantes. No pueden tener acceso a otras ciudades porque cada ciudad constituye una salvación y una derrota; por esto, debajo de Inferia se encuentra una ciudad, la más tentadora, con palacios y fortificaciones de agua; manantiales que se derraman y esculturas de hielo que cubren avenidas intransitables para quienes desde Inferia contemplan la prohibición unánime. Sólo hasta que alcanzan la pubertad pueden acceder a los placeres de esta ciudad subyacente. Mientras tanto, Inferia es la ciudad del insomnio. Una conjura colectiva, una maldición impide que sus habitantes concilien el sueño y, por tanto, el deseo. Cada noche emergen de sus cuevas; descubren que cuando la ciudad acuática tiembla tiemblan también sus ojos por el espectáculo de la caída de los paredones, mas no del muro infinito. Dormir es su imposibilidad: cualquier día, todos lo saben, Inferia será derrotada por el cinturón suicida de la ciudad acuática que existe debajo, esperando el sacrificio de la ciudad de monstruos tiránicos que vive arriba y muerde el anzuelo.
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Un día Inferia albergó los más siniestros secretos: cierto que los niños jugaban, y que pasadas las seis eran imposibles las apariciones, pero una noche un ejército de muertos cayó, otro subió del fondo de las minas. Buscaban un refugio y nadie les abrió, aunque ellos siguieron caminando. Los habitantes comprendieron que jamás dormirían, que ningún rincón era confiable y en cualquier sitio rondaría el mismo ruido: camiones que bajaban cargados de grava, arena; el resplandor de los picos impreso en el corazón de las piedras, el cuento de un hombre ahogado por un derrumbe, y a quien se le veía regresando de la mina después de las nueve, ya muerto, todavía encorvado y bajándose el ala del sombrero.
Félix Vergara 41
Información histórica La colonia Chipitlán, que constituye uno de los siete ejidos de la entidad, ha sido también una zona minera que ha abarcado desde la citada colonia hasta las afueras de Cuernavaca, en las colonias Lázaro Cárdenas (conocida, gracias a esta circunstancia, como El Polvorín) y las Guacamayas, en donde aún se encuentran dos o tres sitios activos. Divididas por el cementerio más grande de Cuernavaca, Jardines de la Paz, las minas 1, 2, 3 y 5 (asentamientos aún irregulares conocidos como Poblado Chipitlán, Los Pilares y Ampliación Chipitlán) desde la década de 1960 se convirtieron en espacios que ya no eran rentables para la actividad minera y en poco tiempo se transformaron en territorios ocupados por emigrantes que se desplazaron de colonias cercanas como la Tres de Mayo,Temixco o Alta Palmira. 43
CIUDADES DE AIRE Mirador de la Autopista México-Cuernavaca
Este mundo sucede dos veces. Lo sabe quien desde el ojo en la punta de la montaña, en este mirador, observa su extensión volátil. Al pie de este umbral que es todos los demás, se escucha la respiración que guía los jeroglíficos de las aves migratorias. Y cuando por alguna razón se contiene entre los brazos a un habitante de este sitio, se halla en sus latidos vigorosos o desfallecientes el rumor de un vaivén milenario, el oleaje celeste de las bienvenidas y los adioses. Gira una moneda en el aire, gira esta ciudad. Un puerto en cada puerta. En la atmósfera, a un paso que se acerca responde otro que se aleja. Los que llegan persiguen la promesa de una sombra como una nube, a la vera del camino susurran a una flor de diente de león sus deseos de ternura y sexo, besan a una mujer que se fuga recostada sobre la cúpula de un templo. Ésta es la cara de quienes al fin pájaros se encuentran sobre una línea de alta tensión. Los que se van ceden al peso de una sombra que los catapulta, juegan a la suerte con un revolver de pétalos burdos, sus labios se detienen como topos desconfiados ante la idea de que no salven el vacío. Ésta es la cruz 45
de quienes al fin pájaros presienten el cataclismo de una descarga eléctrica y dan por concluido el aquelarre para retomar el exilio, cada cual por su lado. Cara o cruz, el horizonte se arquea como la sonrisa de un gato espectral. Porque aquí sólo él permanece, indómito. Y para él se levantan todos los altares donde la mirada se desdobla: follajes, ventanas, balcones, azoteas, torres, campanarios, bocacalles. Desde donde suben silenciosas manos que invocan o despiden, cuando se pone un pie en el umbral de Sino, ciudad del eterno retorno.
Carlos Francisco Gallardo Sánchez 46
Información histórica
Una de las vías que conectan a la capital morelense con el Distrito Federal es la autopista de cuota México-Cuernavaca. Fue inaugurada en noviembre de 1952 y se considera la primera carretera de cobro en el país. Tiene una extensión de 75 kilómetros y permite viajar de una ciudad a otra en una hora. Su trayecto cruza el Corredor Biológico Chichinautzin, un área natural protegida. Hasta el año 2008 en que el acceso fue clausurado, en el kilómetro 65 se encontraba abierto a los viajeros el mirador que permitía una vista plena del paisaje en el que se asientan Cuernavaca, Jiutepec y Tepoztlán. Podía observarse el valle en cuya otra orilla parece aguardar el mar. A un costado del mirador, sobre la autopista, se localiza un retorno vial: la posibilidad de volver siempre a un punto de partida. 47
CIUDADES DE AIRE Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, Centro Histórico
El primer principio de las cosas que existen es el apeirón (lo indeterminado y sin límites). De él han salido las cosas existentes y en él se extinguirán por su culpabilidad; pues pagan una a otra merecido castigo y expiación por su injusticia, según decreto del tiempo. Anaximandro de Mileto
Proemio En esta obra, que va dirigida a ti, y te es debida mediante mi palabra, Cristina, hermana carísima, pretendo defender la justa y gloriosa Upolia, ciudad de Dios si las hay, que vive al margen de la corrupción de los tiempos, peregrina entre los pecadores, mientras espera que la Divina Justicia venga a juicio... Upolia es una sutil ciudad hecha de los recuerdos de deseos, asentada en continuos intercambios de signos en los ojos de los muertos sin nombre y sin rostro, escondida en intersticios discontinuos del espacio y de la historia, como frágil fractal sin principio y sin término, semejando los infinitos cortes de Dedekind en la recta numérica. Si bien Upolia está simplemente 49
ahí, en el mismísimo centro de la ciudad terrena, rodeada de gasolineras, farmacias y tiendas 24 horas, es intangible, sólo visible a la luz de Venus y la Luna en cuarto menguante, desde la parte más alta del edificio que es asamblea, piedra y magisterio, otrora convento franciscano. Una límpida noche de febrero, a mí se me concedió ser arrebatado en trance o asunto por los cielos en alas de un colosal pelícano, no sabría decirlo, cual nueva campana llevada en vuelo por Tepozteco, hijo del viento. Desde lo alto, si uno mira bien, se puede contemplar al incansable y astuto demonio de Maxwell, seleccionando y disponiendo moléculas de Oxígeno, Hidrógeno y otros alquímicos elementos en un orden complejo, simétrico y justo, violando flagrantemente la 2ª Ley de la Termodinámica. Sí, Upolia es la ciudad perfecta porque en sus innúmeros puntos cardinales equilibra matemáticamente cada recuerdo con una partícula gaseosa (de momentum directamente proporcional al tamaño del deseo cobijado en la memoria) y lo registra con un signo, indescifrable para quien no conoce el dilatado y multívoco alfabeto upoliano, en las pupilas yertas de los muertos sin nombre y sin historia. Upolia es la infatigable y exacta transformación del caos de la memoria en una ciudad de aire, cosmos perfecto y justo, donde quien no haya sido fiel a su deseo o haya traicionado su recuerdo, no encontrará lugar ni sosiego. Epílogo Me parece que, auxiliado de la divina gracia, he cum50
plido la deuda que tenía de esta grande obra: a los que se les hiciere poco, o a los que también mucho, les pido me perdonen, y a los que pareciere bastante, no a mí sino a Dios conmigo, agradecidos, darán las gracias. Amén. Revelado a Juan Machín el día 23 de febrero del Anno Domini de 2006 en la ciudad terrena de Quauhnáhuac, en los sombríos tiempos de la invasión de Alarico Estrada, rey de los Pándalos.
Juan Machín 51
Información histórica
Por la esquina de avenida Morelos y calle Hidalgo se puede llegar a la Catedral de Cuernavaca, magno edificio religioso construido por los franciscanos en el siglo .Está ubicado dentro de un conjunto conventual en el que se refugian también la Capilla Abierta de San José, la Iglesia del Carmen y el Templo de la Tercera Orden. En 1891, al crearse la Diócesis de Cuernavaca, la entonces parroquia de la Asunción adquirió la categoría de catedral. En el siglo , el obispo Sergio Méndez Arceo impulsó una amplia remodelación de sus interiores. El sitio fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la en 1994. Quedan en la memoria los años en los que era posible subir al campanario y entregarse a la voluptuosidad aérea, quedan también los rumores de vuelos suicidas que provocaron su cierre al público. 53
CIUDADES DE AIRE Puente Porfirio Díaz, Centro Histórico
De una t a otra t, todavía me acuerdo. Los días eran puentes para ir a la otra orilla. ¿Hay donde más caer? El río es una mujer. De pequeña escuchaba la repetición de esa tonada: London bridge is falling down, falling down, falling down... Caía desde sus siete años cada vez que su madre no veía el mundo. No ver el mundo es no ver los dedos de tu mano, no ver pájaros en el jardín, no ver lo que entra a tu boca. No ver el mundo es no ser generosa. Caigo cuando mi madre no me mira. ¿Quién dijo que la vida era generosa? Desde este puente observo el río, sus piedras me sostienen hoy. ¿Cómo habrá dicho puente mi madre cuando era niña? Ella es generosa con las sílabas, la vida contradictoria con las suyas. mi madre el puente y yo ¿De qué puente para ser quién?
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Solía ir bajo el puente, me gustaba la obscuridad, lo oscuro que se escondía en mi boca, nada sería revelado. Pero este puente es público, no hay lugar para la tristeza.
puente oscuro
puente translado
Hay una niña bajo el puente de rocas, su madre la está buscando. Yo las miro a ambas pero no puedo decir nada. La madre grita su nombre y el eco bajo el puente no responde (esta vez quisiera irse definitivamente). Debajo la niña grita – mamaaaaaaaaaaaaaa ¿dónde están todos? Tal vez sea sólo un juego ¿Jugamos a escondernos? de nosotros de la madre en la oscuridad del puente prometido
¿A qué pueblo encantado llegaría? ¿A qué ciudad llena de gracia? ¿A qué sitio cerca del mar?
Ella no sueña con el mar pero su madre le ha hablado tanto. ¿Qué me dijeron del mar antes de verlo? Yo sentí su fuerza un día, casi no salgo, me gustó tanto. Odio los puentes llenos, prefiero sentir el vacío, el río llamándome: london bridge is falling down, falling down, falling down, london bridge is falling down unfair lady. unfair under under the bridge 56
¿Recuerdas aquel cuadro de Beckmann? Eras ese hombre a punto de caer, un hombre sobre el puente roto y el abismo un cuerpo de mujer. Mi madre está embarazada. Yo sólo debo cruzar el puente amniótico, nutrirme, me invita a ver el mundo. Podría llegar veo un puente modesto.
Kenia Cano 57
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Vigilado por el Puente del Diablo, que lo precede cuesta arriba, el Puente Porfirio Díaz cruza la Barranca de Amanalco y permite que la calzada Leandro Valle continúe hasta unirse con la calle Matamoros. Se construyó en 1899. Un cumpleaños del presidente Porfirio Díaz fue la fecha escogida para la inauguración de la obra, el 15 de septiembre de 1900. Desde la superficie donde transitan tanto autos como peatones, puede asomarse la cabeza hacia las profundidades de la barranca; pega en el rostro el vaho de una existencia antigua y convulsa. Hay un acceso que lleva al fondo de la hondonada, conduce hacia el andador desde donde puede verse la gran estructura de piedra que, como otras de su especie aquí, se impone a la naturaleza fracturada de la ciudad. 59
CIUDADES DE AGUA Albercas
En la pequeña y sinuosa ciudad de Marjal, la Calle de la Luz se curva. Es la colonia El Porvenir. Por debajo de un portón blanco hierve un rancio olor a gato. Los vecinos, franceses arraigados, los ven: cuarenta o cincuenta animales se pasean por el jardín, el pórtico, las ventanas, los cuartos. Se escucha el canto o quejido de una mujer de voz madura, cansada. Es agosto. Es verano y también es primavera. El calor levanta el vaho del agua con cloro, azul en su fondo, cristalina. El Pintito, la Pica y la Pizarra viven desde hace meses en el cuarto de servicio al final del césped. Donde nadie los incomoda. La casa es fresca. La terraza comparte la mesa de hierro con el suelo de cantera. Helena se pasea por el jardín. En bata, sin ropa interior. Abre los ojos y los brazos y recibe el aire vaporoso. Llora. Rodea la alberca y se sumerge en el agua ante la mirada de todos sus felinos. “Venimos aquí a descansar, mamá”. 61
Helena se desprende de la seda. Se para en medio de la alberca y llora con las manos en las sienes. “Marjal es tan bonito, muy tranquilo, Chata”, me decías. Helena mira la casa y no recuerda quién se la dio, quién la puso ahí. Tampoco recuerda por qué dejó París ni qué hacía allá. “A descansar, a olvidarnos de los recuerdos”. Algunas nubes comienzan a borrar el sol. Helena voltea a todas partes. Quiere que alguien le conteste, que alguien atienda a sus bestias, que le digan que sí, que las albercas curan los días aciagos. Helena se sabe sola aún. Emerge de la alberca como recién parida. Debe subir a su habitación a escribir un poema y a beber un trago. Remonta la escalera. Desde su ventana mira el perfecto jardín que alguien debe cuidar mientras ella duerme. Lo ve como algo irreal en su fastidio. Con la mirada profunda en el aire se despide: “Hasta luego, mamá, pronto te voy a volver a ver”. Es 1998 y las nubes se aproximan.
Daniel Zetina 62
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En el Distrito Federal decir“Vivo en Cuernavaca”parece que es sinónimo de “Vivo en una alberca”.“¿Y qué tal la alberca?”, pregunta invariablemente el defeño al cuernavacense. El clima semitropical ha sido propicio para el cultivo masivo de piscinas. A tal grado es la fama que incluso en los años cuarenta, con la publicación de la novela Bajo el volcán de Malcolm Lowry, alcanza la ficción: “También se enorgullecen de su campo de golf, de multitud de espléndidos hoteles y de no menos de cuatrocientas albercas, públicas y particulares, colmadas por la lluvia que incesantemente se precipita de las montañas”. Aquí no llegó el mar, pero sí muchas albercas. Y todos los fines de semana éstas son el recinto sagrado que atrae a una peregrinación que busca zambullirse en sus aguas mansas. 63
CIUDADES DE AGUA Barrancas de Amanalco y de Analco
Cuando en Quaunáhuac alguien pierde –la identidad, un brazo, una apuesta, un amor– puede llegar, en un abrir y cerrar de sueños, a Colotltenco. El lugar de la pérdida. Se amanece a cualquier hora aquí entre una cálida bruma; se entrecierran los ojos para observar el largo brazo de la madreselva, el olisquear nervioso del tlacuache, el zonzo arrullo de la cigarra, el lento rezumar amargo de la sávila recién cortada. Es una ciudad fantasma. Del humano sólo se sabe por el sucio olor del detergente que ha arrastrado en su catálisis sangre menstrual, sudor amatorio, lágrimas de cocodrilo. Corre por el fondo un rastro de espuma negra, incompatible con la vida que se ensaña en los bordes: trepa ansioso el zácatl por los riscos, sube coqueta y caústica la malamujer por los apoyos del puente, alargan los amates sus uñas amarillas entre las piedras de la barda derrumbada. A veces, cada medio día, se asoma el sol para iluminar las veredas en la profundidad de la tierra y alegrar el aéreo cotorreo de los loros verdes. Entonces, Colotltenco parece viva y el dolor de la pérdida se suaviza ante la explosión de la vera naturaleza: zumban libélulas en su * Labio de alacrán, en náhuatl. 65
apareo, hacen alharaca las urracas, florean aromáticos los guayabos, se erizan tumultuosos los frutos de la higuerilla, a la espera de la resortera que los mandará al aire y contra la humanidad guerrera. Sólo la iguana negra permanece imperturbable en su meditación de piedra, profeta de la inmovilidad en que el deseo ha tallado su propia coraza de sabrosa carne. Los humanos, antiguos habitantes de esta ciudad de agua, buscan la manera de regresar a ella: dicen que en el Puente del Diablo en luna nueva cae un enorme guaje por cuya savia resinosa se puede ir hasta el abismo. Dicen que hay tuneles que llevan el agua de la lluvia que se recoge entre las cúpulas y las azoteas del Convento de la Asunción hasta el corazón de Colotltenco y entonces se puede llegar en canoa. Dicen que hay en Amanalco setecientos setenta y siete escalones de piedra guarecidos de alacranes que bajan al corazón de la lágrima tierna. Se sabe de pocos que regresan. Cuando en Quaunáhuac alguien pierde –la esperanza, un abrazo, una puesta de sol, una visión– puede llegar, en un abrir y cerrar de sueños, a Colotltenco, la ciudad que los desafortunados llaman la Barranca. Ahí ha de vegetar, condenado en silencio a que el dolor desaparezca. Mañana, madrugada o atardecer tendrán así la misma cara pálida y marchita. Hasta que un día el aliento del dolor desaparezca y sólo quede en el doliente la conciencia de la pérdida de la pérdida. Entonces podrá ascender desde ese hueco, canto boleado a canto boleado, a convivir con otros en la ciudad del eco. Gustavo Martínez González 66
Información histórica
Cuernavaca nació entre dos barrancas que se extienden de norte a sur: en el oriente, la de Amanalco, y en el poniente, la de Analco. La primera comienza a la altura del Estadio Centenario y termina en el municipio de Temixco. Una leyenda cuenta que el dios Tepozteco la creó con una técnica simple: orinó en la tierra y abrió un cauce, quería impedir el paso de quienes lo perseguían. La Barranca de Analco inicia en Tlaltenango y termina en el Río del Pollo. Desde el Puente Independencia, que une la avenida Álvaro Obregón con la calle H. Preciado, se observan las laderas completamente invadidas por edificios y casas. Esta barranca también es conocida como de Los Caldos, ya que desde la Colonia hasta el siglo las fábricas de alcohol la embriagaban con los caldos o desechos que vertían en ella. 67
CIUDADES DE AGUA Ojo de agua El Túnel, colonia Miraval
En el principio Anfibia abrió los ojos en el límite del tiempo. Anfibia es el lugar de nuestro origen. Es esa colmena de cristales líquidos, concéntricos, que siempre nos reclama, no importa si ajolotes, peces, musgos u homo sapiens nos pensamos. Ahí estuvimos todos algún día. Algún día en Anfibia nos miramos, jugamos a ser Dios o tepocates. Ahí jugamos líquenes hasta alcanzar la tarde entre cristales que brotan, se despeñan y se marchan sin demora, para aprender que el tiempo húmedo y limítrofe es el tiempo verdadero. Anfibia es la que muta, viajera que se marcha siempre sin reproches subterráneos, matria de náyades indias y mestizas. Anfibia es el origen y el retorno. Lo que fluye siempre al borde, con un ritmo siempre nuevo de cristal antiguo. Anfibia es la ciudad origen, la colmena original que nos reclama, no importa si ajolote, si pez, si líquen, si homo sapiens.
Itzela Sosa 69
Información histórica
En 1898, guiado por unos escurrimientos, don Eugenio J. Cañas explora la Barranca de Amanalco en busca de un ojo de agua y da con él. Revienta la piedra con dinamita y así comienzan las excavaciones del túnel por el que correrá el agua que hasta hoy abastece a gran parte de Cuernavaca. Desde entonces, este manantial es conocido como El Túnel. Más tarde, en 1900, se construyó el puente que lleva el mismo nombre y cruza a esa altura la barranca, donde desembocan las avenidas Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas. En 1932, durante el gobierno de Vicente Estrada Cajigal, el líquido fue entubado. Actualmente es posible visitar las instalaciones de esta importante fuente de agua.
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La Guía alquimista para desaparecer Cuernavaca, editada por la Central de Imaginación Didáctica y ProyectoDiorama, se terminó de imprimir en los talleres de Navegantes de la Comunicación Gráfica S.A. de C.V., Pascual Ortiz Rubio núm. 40, col. San Simón Ticumac, del. Benito Juárez, México, D.F., 03660, en mayo de 2012. La edición consta de 1 000 ejemplares. Para su impresión, aportaron Graco Ramírez Garrido, Elena Cepeda, José Luis Urióstegui, Jordi Messeguer, Carlos de la Rosa, Héctor Salazar, Silvestre Mendoza, Vera Sisniega y Nadxielli Carranco, convencidos de que un libro es el mejor instrumento de cambio. Conste.