La razón de la sinrazón

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EDITORIAL

LA RAZÓN DE LA SINRAZÓN Los diálogos de La Habana van bien. Los enemigos de la paz no lo quisieran, pero los interlocutores están contentos. Y los amigos de la paz también nos alegramos. Con la guerra no se avanza, a pesar de las apariencias; siempre se retrocede y siempre hay que recoger y enterrar los cadáveres. Con la paz se logra mirar al futuro y renace la esperanza. Los temas de la conversación son todos importantes, pero hay unos más Alejandro Angulo Novoa, S.J.* fundamentales que otros. Uno de estos es el tema del campesinado. Difícil como tema en un país que supone, con visión miope, que puede llegar a ser industrial y competitivo sin resolver su problema agrario. Ya hemos experimentado los resultados de esa miopía, durante demasiados años. Tenemos que sufrir una dirigencia poco ilustrada que no alcanza a percatarse de que “el desconocimiento del campesinado como actor político, su despojo y desplazamiento forzado, y políticas agrarias sin interés en modificar la estructura de la tenencia de la tierra, han conducido a la conservación de un orden social rural resistente al cambio”1 , y que esa resistencia se traduce en dos realidades fatales para el país: la colonización armada y el narcotráfico. El campesinado explotado “por las malas” engendra la guerrilla, el campesinado abandonado a su suerte acoge el narcotráfico. Aunque las primeras víctimas son los campesinos, esa miopía daña a todo el país. Y es en ese sentido que de las 10 propuestas mínimas hechas por las Farc, la de mayor alcance es la última: “10. En atención al carácter estratégico de los Territorios Campesinos, se propenderá por su protección especial frente a la estigmatización por parte de la inteligencia militar o su uso dentro de estrategias contrainsurgentes y de guerra. Los Territorios Campesinos serán protegidos del ejercicio estructural de la violencia y el despojo, de las presiones de cambios en el uso de la tierra y el territorio por megaproyectos infraestructurales, minero-energéticos o de agro-combustibles, del mercado especulativo de tierras, de los abusos del llamado “derecho de superficie”, de la extranjerización de la tierra y de la especulación financiera, entre otros factores, como las políticas de mercantilización de la naturaleza y el comercio con bonos de carbono, que lesionan la existencia de las pequeñas y medianas economías rurales. De manera especial, se reconocerá el derecho a la consulta previa, libre e informada” 2. En esta fórmula, además del concepto del territorio campesino se subraya un aspecto ético: el respeto a la dignidad de la persona del trabajador del campo por medio de la consulta previa, libre e informada. Al introducir la necesidad estratégica del territorio como base de las medidas, es de esperar que tanto el Gobierno como las guerrillas entiendan que no se trata solamente de la tierra, que es un bien importante, sino de todo el contexto cultural y biológico del agro, sin el cual la tierra poco sirve. Y que para restituir y proteger este territorio así entendido, es necesario mucho más que un simple acto jurídico sin protección real, en un país donde la ley ha sido y sigue siendo burlada día por día. La base de esta concepción compleja del territorio es ética: es la creencia en la dignidad de la persona humana 1 PNUD, Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011. Colombia Rural, razones para la esperanza 2 Delegación de paz FARC-EP Diez propuestas mínimas para el reconocimiento político y de todos los derechos del campesino, La Habana, febrero 9 de 2013, en Boletín del El Observatorio de Procesos de Desarme, Desmovilización y Reintegración (ODDR), IEPRI, UNAL, Bogotá.

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