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LOS CAIFANES

LOS CAIFANES

Los Caifanes

Los caifanes irrumpieron en la escena cinematográfica nacional de los años 60 con una energía revitalizante que prometía una bocanada de aire fresco para el público mexicano, especialmente el joven, cansado de las convenciones fílmicas de la época y que podía sentirse identificado con esa mítica y delirante odisea nocturna por el Distrito Federal que significó el primer largometraje de Juan Ibáñez. Al momento de su estreno, la crítica se dividió entre quienes celebraron la picaresca urbana y aventuras fellinianas que encarnaban el Capitán Gato, el Estilos, el Azteca y el Mazacote, y entre quienes le reclamaban una falta de realismo social y un exceso de intelectualidad por parte del coguionista Carlos Fuentes.

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A más de medio siglo de su estreno, podemos decir que aún permanece una sensación de frescura en este innegable clásico. Es verdad que ciertas formas del idioma “totacho” sesentero con el que se comunica el grupo han perdido vigencia, pero no aquella necesidad que tenemos para jugar con el lenguaje y amoldarlo a nuestro gusto. Por otro lado, ese choque de clases sociales que representó el encuentro entre los niños fresas Paloma y Jaime de Landa con el cuarteto de mecánicos albureros, sigue siendo en la realidad una de las fibras más sensibles de nuestra identidad.

Los caifanes es una fantasía popular, una de las primeras road movies chilangas con ganas de comerse la ciudad entera, de empacharse con postales extravagantes como las del cabaret donde se desata un desmadre provocado por el Mazacote; la de la funeraria donde le rinden homenaje y al mismo tiempo se burlan de la muerte; o aquella icónica imagen de la Diana Cazadora con brasier.

Mi Sangre Enarbolada

«El día que tú te mueras, yo también me voy a morir». Esa fue la promesa de infancia que un niño llamado José hizo a su adorada hermana Ana Luisa en el México de 1963. El augurio se hizo realidad cuatro décadas después, mientras el hijo de ella registraba con su cámara los últimos momentos de esta especial simbiosis en el documental Mi sangre enarbolada (2016).

México

Dist: Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).

Se exhibirá junto al cortometraje A plena vista (Luis Palomino Benítez, México, 2021, 15 min.)

El director Luis David Palomino Benítez recurrió al cine para acompañar a su madre en plena lucha contra un cáncer de páncreas. «Había una ingenuidad muy grande en mí cuando comencé a grabar sus rituales cotidianos. Pensaba en mostrarle nuestra vida, la suya, sus amigos, su carrera profesional, como un incentivo para que mejorara su salud», recuerda. Finalmente, el relato se convirtió en una exploración de su herencia emocional.

Gracias al cine [se recuperan] dos importantes ausencias del director. Ana Luisa era chef y José era poeta, ambos estaban dispuestos a dejar su modesta huella en el mundo legando sus recetas y escritos, sin saber que sería una película la que les ayudaría a lograrlo. Las últimas palabras de José fueron dedicadas a su hermana. Él había ocultado a todos que también padecía cáncer. Cuando sintió la presencia de la muerte, supo de inmediato que la hora de ella también había llegado.

Extractos de un texto de Héctor Llanos Martínez El País mzo. 11, 2018 Madrid

De tan personal, el proyecto tuvo que encontrar su momento para florecer. Cuando retomó el documental, el paso del tiempo cambió la perspectiva que Palomino tenía del material grabado. La intensa relación de los hermanos y su fatídica promesa cumplida tomaron el papel protagonista. El tributo de Mi sangre enarbolada se extiende también a su abuela, cocinera de profesión que antes fue una madre capaz de sacar adelante a dos hijos en solitario. Era el ancla y el referente común de los dos hermanos protagonistas del relato.

Ellas Hablan

La cineasta Sarah Polley adapta la novela de Miriam Toews –con quien escribe el guion–, quien a su vez se inspiró en la historia real de una colonia menonita en Bolivia, en la que las mujeres (de casi cualquier edad) durante años habían sido drogadas y abusadas cada noche por los hombres: padres, hermanos, amigos. La terrible premisa de partida, ya conocida, no es verbalizada en ningún momento. Polley huye de la recreación macabra para centrarse en todas esas mujeres que ahora buscan una solución, un futuro. Si eso es posible. La película entonces se plantea casi como un juicio, como un procedimiento, es decir, “como un acto de imaginación femenina”, porque nada de lo que cuenta parecería posible.

Esas mujeres son casi un experimento, un laboratorio de lo que debería ser una democracia ideal. Primero, aunque no saben leer ni escribir, votan gracias a unos dibujos: quedarse y no hacer nada, marcharse o quedarse y luchar. Un empate entre los dos últimos temas reúne a las mujeres más importantes de la colonia y empieza un debate que pasa por todas las grandes preguntas y reflexiones de la situación actual de la mujer (y, en general, de la sociedad).

¿Cómo se responde ante el odio y la violencia por encima de la fe y creencias? ¿Es posible perdonar? ¿Perdón y olvido son lo mismo?

¿A qué edad las semillas más injustas y terribles de nuestra sociedad germinan en los niños para convertirlos en monstruos o víctimas como sus mayores?

Estas pocas mujeres hablan y hablan, se escuchan, mientras los fantasmas del pasado las asaltan, flashes de esas pesadillas que han vivido noche tras noche, abusos que cómo van a perdonar. Son capaces de cambiar de opinión. Todo es un acto de imaginación. Y ese aura de fábula acompaña una película que, a pesar de ser un diálogo intenso constante, no te suelta ni un segundo.

Close

En un momento de Close, Léo, un joven de trece años, está en la pista de hielo entrenando con su equipo de hockey y cae, intenta levantarse y vuelve a caer. La imagen pone en evidencia una cierta idea de lo que Close es: el relato de una caída marcada por el despertar de la sexualidad, el peso de la masculinidad en los juegos adolescentes y, sobre todo, la crónica de lo que ocurre después de la desgracia, una descripción de cómo son las etapas de un duelo interior. Lukas Dhont demostró en su película anterior, Girl (2018), centrada en las vivencias de una chica transexual que quería triunfar en el mundo del ballet, un alto grado de rigor en la puesta en escena. Close es una película que asume ese rigor y que tiene una primera parte brillante. Léo y Rémi son amigos, juegan juntos, van a la escuela, pero hacen actividades diferentes. Rémi toca el oboe en una orquesta y Léo hace deporte. Sus lazos de amistad son muy intensos, muchas noches duermen en la misma casa y son inseparables. Hay algo en su amistad que les puede perturbar y este hecho genera una separación acompañada del dolor y la tragedia. Dhont atrapa las tensiones de la adolescencia y explora la complicada línea que separa la intensa amistad adolescente de la homosexualidad. En la segunda parte, una vez se ha concretado la tragedia, se describe todo el proceso del duelo. En una primera instancia es necesario asumir la pérdida, después es preciso reconciliarse con el entorno abandonado y, de forma progresiva, llevar a cabo una catarsis que permita despojarse de la culpa. Todo funciona con una fuerte intensidad emocional, con unas imágenes que transmiten el dolor. Al final, reaparece la metáfora. Léo tiene el brazo roto y cubierto de escayola. El médico corta el yeso y le dice que mueva el brazo para demostrar que ha desaparecido el dolor.

Manto De Gemas

La mexicana Natalia López Gallardo afirma que el título de su ópera prima, Manto de gemas, responde a un concepto budista que, simplificado, podríamos decir que tiene que ver con la idea de tejido, de una red de cristales entrelazados en la que unos se reflejan en otros. Su película, un serio ensayo de discurso visual deliberadamente ambiguo en busca de trasladar una vibración más que un desarrollo narrativo al uso, diserta sobre la situación del México contemporáneo. Inseguridad, narcotráfico, corrupción, clasismo… todos los problemas, ya tratados en otras películas desde una perspectiva muy diferente al punto de vista íntimo y feminista de López Gallardo, son presentados aquí desde la preocupación de contar partiendo de la mirada y sentir de quien vive ese complicado mundo cada día. El resultado es totalmente desconcertante, como la situación de México, sobre todo en la primera mitad de la obra.

López Gallardo asume el riesgo de no dar nunca el plano fácil o el encuadre explicativo. El lenguaje de la directora necesita un tiempo para poder calar. Hacia la segunda mitad, una vez que se produce el secuestro de la adinerada protagonista, las formas de López Gallardo empiezan a cobrar sentido tras el necesario periodo previo de adaptación. Con el desarrollo, la dimensión de su cine va ganando en profundidad. Manto de gemas es trabajo para el espectador. Quizás la cinta pudiera ser vista hasta como un ejemplo práctico para aprender a llenar huecos, sobre todo con lo sugerido fuera de campo. Su cerrada capacidad para contar lo que argumentalmente sucede en pantalla es construida según la cineasta tras un arduo proceso de montaje en el que la película pasó previamente por una fase mucho más explicativa. Sin duda, el ejercicio de López Gallardo es un expresivo y complejo ensayo sobre análisis fílmico y ruptura de prejuicios narrativos.

A los 84 años, el mítico director polaco de Moonlighting (1982) y Essential Killing (2010) trajo a Cannes la película más bizarra y parteaguas de la sección principal. EO es la historia de un burro narrada desde el punto de vista... de un burro. Si de burro en el cine se habla, las comparaciones con Al azar, Baltasar, el clásico bressoniano de 1966, son casi inevitables, pero Jerzy Skolimowski deja de lado la austeridad y lo convierte en otra cosa: una alegoría, una denuncia, una sinfonía contemporánea.

El burro como animal de circo, como medio de carga, como objeto de burla, como mascota de un equipo de futbol, como ser “distinto” frente a caballos de raza... Puede que algunos simbolismos y metáforas resulten por momentos un poco obvias, pero si algo no le falta a EO es audacia, experimentación y provocación.

En una Polonia (Europa) represiva y hostil, nuestro antihéroe es sacado junto al resto de los animales de un circo y comienza un derrotero por distintos ámbitos en los que se topará con la crueldad humana y los excesos propios de la explotación del capitalismo salvaje. En principio sumiso e inocente, el animalito (con su visión en “burrorama” con la imagen muchas veces deformada) se las ingeniará hasta donde pueda para sobrellevar distintos tipos de peligros. Un cartel al final dice que la película se hizo por amor a los animales y sin haberlos lastimado durante el rodaje. Sin embargo, el panorama general que propone Skolimowski es desgarrador, desolador, con un nivel de sordidez y deshumanización que angustian.

Quizá cercana a la distopía de Okja de Bong Joon-ho, EO es una sinfonía audiovisual en la que las desbordantes ideas de Skolimowski se asocian con la imponente música de Paweł Mykietyn y la estilizada fotografía de Mychał Dymek. El resultado es desconcertante, lisérgico, surreal, pero en varios pasajes fascinante.

Volver

En un país con miles de desaparecidos, Alejandra, una mujer frívola, divorciada y madre de dos hijos, se enfrenta a la desaparición de su hermano Salvador, quien documenta la depredación ecológica de una minera canadiense. La vida se vuelve más difícil con pérdidas laborales y familiares. Alejandra luchará por proteger a su familia y aprenderá que el amor lo enfrenta todo.

Blanca Montoya, Blanca Salces, Hernán Mendoza, Jorge Zárate, Arcelia Ramírez, Ximena Romo y Úrsula Pruneda estelarizan Volveré, un relato en el que Carlos Salces retrata íntimamente la historia de una familia que se enfrenta a la desaparición forzada de uno de sus miembros y decide tomar acción en la búsqueda de respuestas.

Reconocido por su largometraje Zurdo (2003), así como por la edición de Bienvenido-Welcome (1994) de Gabriel Retes, Salces, nacido en la Ciudad de México en 1972, ha estado inmerso desde niño en el cine, el teatro y el arte, una tradición familiar heredada por la primera actriz Ma. Teresa Montoya, el pintor Gustavo Montoya y su madre, productora, actriz y guionista, Blanca Montoya.

Con Volveré, Salces, también realizador de En el espejo del cielo (1998) y Las olas del tiempo (2000), cortometrajes merecedores de más de cien premios en festivales nacionales e internacionales, retoma la realidad de México, un país que atraviesa una crisis de violencia cuyas consecuencias colaterales son las alarmantes cifras en cuanto a personas en condición de desaparecidas.

Realizada de manera independiente, la película cuenta con guion de Blanca Montoya y Carlos Salces, también productores de esta cinta, realizada por la casa productora Fantasmas Films. La fotografía fue realizada por Vidblaín Balvás y la música corre a cargo de Coco Ruiz de Velasco.

A Tiempo Completo

«Si no quieres limpiar más la mierda de los ricos, no deberías estar aquí». En los palacios parisinos, cuando un cliente deja su habitación en un estado deplorable, se dice que es un "Bobby Sands". Pero para Julie, la protagonista de la palpitante A tiempo completo, de Éric Gravel, limpiar el baño destrozado por un famoso, es el menor de sus problemas. Esta madre de familia divorciada es una mujer entre tantas otras de la región parisina, que hace acrobacias entre su vida profesional y personal (llenar la nevera, planchar, dedicar atención y cariño a los hijos, etc.) bajo la espada de Damocles de las facturas, la pensión alimentaria y las sorpresas bancarias, y devorada por el ritmo frenético de los viajes de ida y vuelta a París para trabajar todos los días.

El cineasta presenta este retrato edificante, tan moderno como realista, en nueve jornadas consecutivas palpitantes, del lunes al martes de la semana siguiente. Refleja la alienación de una vida de sacrificios y de un torbellino temporal inexorable. Para la exdirectora de estudios de marketing (convertida en gobernanta de un gran hotel, un trabajo de mucha presión), la semana que empieza se presenta todavía más complicada, ya que un conflicto social a gran escala amenaza con paralizar los transportes justo el día en que tiene la oportunidad de encontrar un trabajo a la altura de sus competencias… Éric Gravel saca el máximo partido a su formidable actriz principal para poner en escena una obra frenética, un drama humano que genera empatía por su representación exacta de la realidad contemporánea y que resuena a nivel social. Después de su primer largometraje, Crash Test Aglaé de 2017, que trataba el tema de la deslocalización en tono de comedia, el cineasta confirma, con un estilo completamente diferente, su inclinación y su talento para tratar temas sociales a través de retratos femeninos entrañables.

Toloriu

En Toloriu, un pueblito enclavado en los Pirineos catalanes, se cuenta la leyenda de Xipahuatzin, hija del emperador azteca Moctezuma llevada ahí por el barón Joan de Grau durante la Conquista de México. Unos años después de su llegada, la princesa murió de tristeza, tal vez incapaz de adaptarse al frío invierno de las montañas. Interesada por esta historia, la cineasta mexicana Patricia Ordaz viajó a esta comunidad para explorar los paisajes que en el pasado acogieron a Xipahuatzin y, al mismo tiempo, intentar relatar la historia de esa mujer olvidada.

En su búsqueda, Patricia Ordaz también encuentra las historias de un pueblo casi deshabitado. Toloriu es muy pequeño, tiene cerca de seis casas y un hotel, y con el paso de los años ha ido perdiendo a sus habitantes. Curiosamente, este lugar tiene una conexión con la cultura mexicana, particularmente con la música, ya que ahí se escuchan canciones de diversos artistas mexicanos como Pedro Infante. Mientras el pueblo canta y baila durante la fiesta mayor, es evidente que hay algo que queda guardado muy adentro de cada persona y que sólo se puede desenterrar cuando se está lejos.

Encontrar los vestigios de esta leyenda, hizo a la cineasta emprender un viaje al imaginario de Toloriu: su música, sus veranos, su miedo a desaparecer… La cineasta nos ofrece una particular obra de cine etnográfico, registrando las costumbres, declaraciones de los descendientes del aristócrata y unas fiestas que mezclan elementos autóctonos con rancheras. A medida que Ordaz va descubriendo las montañas por donde caminó Xipahuatzin, el documental también va indagando en la relación que tenemos con el espacio que habitamos. Sitios geográficos o de la memoria que se quedan o que ya han desaparecido, lugares a los que finalmente siempre queremos volver.

MAMÁ, MAMÁ, MAMÁ

No hay grandes impactos ni revelaciones en Mamá, mamá, mamá, debut en el largometraje de la joven Sol Berruezo Pichon-Rivière. El suyo es un cine sensorial, de climas, de detalles, de estados de ánimo, que continúa los pasos de una camada de realizadoras que la han precedido e influido: Lucrecia Martel, Celina Murga, Milagros Mumenthaler, María Alché y siguen las firmas.

2020

Dist: Compañía de Cine.

Esa introducción no significa que en Mamá, mamá, mamá “no pase nada” y se quede en la mera contemplación. En el filme se construye un universo en el que se analizan las inseguridades, las relaciones, los códigos y las búsquedas de niñas y adolescentes durante una jornada de verano. Pese al calor, los mosquitos y el incesante ruido del ventilador, la piscina parece vedada para Cleo y sus primas Nerina, Manuela y Leoncia. Es que Cleo, a sus 12 años, afronta como puede (sin demasiada contención de los adultos) la reciente pérdida de su hermana, que se ha ahogado en una pileta. Presente en lo físico pero al mismo tiempo ausente por su angustia, Cleo vomitará, tendrá su primera menstruación en un ambiente donde impera la confusión y cierto caos. Sí, Mamá, mamá, mamá es un relato de iniciación, pero también de duelo y de construcción de la identidad. Habrá un funeral imaginario, conejos que deambulan, besos imaginarios, coreografías infantiles a partir de canciones favoritas y adultos (tía, madre, abuela) que están ocasionalmente y siempre en un segundo plano. Porque lo que a la guionista y directora le interesa es ese mundo tan contradictorio, desconcertante e inasible de la pubertad. Con esos sutiles elementos está concebida esta austera, modesta pero valiosa carta de presentación de Sol Berruezo Pichon-Rivière.

¡QUE VIVA MÉXICO!

Decía Octavio Paz en su seminal obra sobre nuestra idiosincrasia, El laberinto de la soledad, que la vida del mexicano transcurre entre la posibilidad de chingar y ser chingado. Pareciera que todos nos queremos chingar los unos a los otros. Pero si a Paz le hubiera tocado vivir en nuestro tiempo, tal vez nunca habría agotado su lista de confrontaciones, pues tendría que haber incluido las otras guerras del México contemporáneo. Un México convertido en el país de las mil y una guerras.

En este contexto nace ¡Que viva México!, ácida fábula social y una venenosa sátira política; un esperpento con mucho humor negro que, como un espejo desalmado, nos muestra y retrata a todos, pero no en un tono realista o naturalista, sino con la distorsión que dan la parodia, la farsa, el realismo mágico y la caricatura. Y todo se enmarca en ese pequeño infierno personal al que todas y todos pertenecemos y que, para bien o para mal, tenemos y padecemos: la familia.

¡Que viva México! es una película muy ambiciosa por lo complicado y laborioso que fue reproducir dos mundos opuestos y enfrentados. Uno casi monocromático se ha quedado detenido en el tiempo y nos ubica imaginariamente a mediados del siglo XX, el cual representa nuestra historia, atavismos y tradiciones. Otro muy brillante y colorido: el moderno, desarrollado y aspiracional, ese México de los clasistas y arrogantes “fifís”. Pero tal vez lo más interesante que puede surgir es ¿qué reacción tendrán sus espectadores (actores de la vida pública y clase política)? Si como país por fin logramos consolidar un nuevo régimen que se presume democrático y progresista, la tolerancia a la crítica y el respeto irrestricto a la libertad de expresión debieran ser el sello. En ese sentido, la película representa un gran reto y una provocación a esa tolerancia.

KING: REGRESO A CASA

Un cachorro de león, presa del tráfico de animales, consigue escapar del aeropuerto para refugiarse en casa de Inés y Alex. Los dos adolescentes tienen entonces la descabellada idea de llevar al animal de vuelta a África. Y en esta odisea, podrán contar con la ayuda de su fantástico abuelo… Esta es la premisa de King: Regreso a casa. Y si bien David Moreau, director del filme de suspenso Ellos (2006) y la comedia romántica 20 años no importan (2013), nunca antes había hecho una historia familiar de aventuras, sí ya había trabajado con adolescentes como el grupo que protagonizó su última película, Solos (2017). Aunque aquí sólo son dos: Inés y Alex, desconsolados por la muerte de su madre.

Francia-Bélgica

Justo cuando pensaban que tenían un día normal, la pequeña Inés descubre al cachorro de león en su habitación. Un descubrimiento muy raro, hay que admitirlo. El cachorro escapó de esa operación de tráfico que le hubiera valido un destino dramático, así que los dos pequeños tienen la idea igual de excéntrica de regresarlo a África con la ayuda de su divertido y loco abuelo porque todo es posible cuando se tienen doce y quince años. Relato con influencias del cine de Steven Spielberg, de forma especial E.T., el extraterrestre (1982), King: Regreso a casa es una película simpática, con una buena ración de aventuras y buenos sentimientos, y una intriga que no es más que un pretexto para evocar emociones más profundas, que van de la muerte a la ausencia de figuras paternales. Mucho más agradable y controlada que la mayoría de las recientes epopeyas sobre animales, King sobresale cuando abraza la ingenuidad y el ímpetu de sus jóvenes protagonistas. En ese sentido, Lou Lambrecht y Léo Lorléac'h ofrecen una bonita interpretación para una obra que merece su lugar en el universo infantil del reciente cine francés.

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