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entrevista
Festival de Cine de Las Palmas 2014
Cultura o carnaval, esa es la JOSE RAMÓN OTERO ROKO
ducación sentimental, del brasileño Julio Bressane, fue la película ganadora del Gran Premio del Festival de Las Palmas de Gran Canaria, el único que queda, de los repartidos en las tierras que heredará Felipe VI, dedicado principalmente a la vanguardia cinematográfica. La mercantilización despiadada, como si no nos sobraran festivales dedicados a ser el banco de pruebas del marketing de la liga de plata (o directamente de las campañas de diplomacia civil destinadas a mejorar la imagen de determinados países) parece que intenta cebarse con este certamen que se ha visto acosado por razones mezquinas, a la manera del agresor que rompe una pierna y luego pregunta por qué la víctima no se levanta, con la intención de desestabilizarlo y ponerlo bajo el control de quienes, en el mundo al revés, aborrecen en el fondo el cine, pero no precisamente de lo que significa para ellos. Rodeado el festival de la isla de Gran Canaria, y la isla del océano, parece que a algunos les salió bien la jugada de que el evento fuera ignorado por muchos ciudadanos por una doble vía: no sabiendo de su existencia o no sabiendo nada cierto de ella. Parte de los medios de comunicación canarios se encargaban de eso, pivotando entre la extravagancia y la mezquindad, para realizar comentarios odiosos, como la deuda que se pretende que se contraiga con ellos. Todos los largometrajes eran malos para ciertos individuos porque esa era una decisión que ya se había tomado antes
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de que se proyectaran. El deseado giro hacia el cine comercial no se daba, y si se diera tampoco valdría, a no ser que los postulantes hicieran de intermediarios para invitar a tal o cual actriz o actor, o negociar en una servilleta el coste de ofrecer determinada película en el hipotético futuro carnaval de cine palmense. La obra de Bressane inspiró el mayor de los desprecios a quien no la había visto, aunque la presencia-
El cineasta brasileño Julio Bressane.
ra. El texto, de los mejor trabajados de cuantos hemos contemplado en una pantalla en los últimos años, contrastaba con una puesta en escena muy sobria y a la vez autoconsciente del significado que iba a tener en su público potencial. Los excesos estaban de parte de su actriz protagonista, que parecía dirigirse físicamente más al público que al sentido de sus diálogos. Sin embargo el texto se guarecía en las contrapartes de la actuación, en los
planos fijos de las cosas que permanecían en silencio, en la filmación de exteriores que parecía proceder de una historia completamente diferente a la que se rodaba, menos intencional, menos sobresignificada. El jurado, compuesto por la etnóloga Mane Cisneros, la actriz y directora Mireia Ros, la directora Valerie Massadian, y el crítico de cine y escritor Toni D’Angela, premiaba Educación sentimental, de Julio Bressane, por ser “inusual, andrógina, lunática, dionisiaca, sensual bigger than life. Un himno a la grandiosidad de la vida y una declaración de amor al cine y a su vocación para entrelazar distintos niveles de sentidos-sensaciones y lenguajes. Una película que denota por una parte una total maestría de la estructura, composición y narración sin dejar de ser poética, libre y orgásmica”. Un entusiasmo merecido por la oportunidad de poder vindicar un acontecimiento extraordinario. Independientemente de que el filme provocara, o no, las mismas sensaciones en todos los que sí lo habían visto, lo fundamental era avalar la singularidad de la obra como acto y como contexto. Mes seánces de lutte, de Jacques Doillon, obtuvo la Lady Harimaguada de Plata y el Premio a la Mejor Actuación Femenina para Sara Forestier, una intérprete que ya fue galardonada con el Cesar en Francia en 2003 a mejor actriz promesa y en 2011 en la categoría absoluta. El trabajo de Forestier en la película es sensacional. Su personaje está dominado por un conflicto sexual con un hombre mientras
CAMBIO16 • 30 junio 2014 • Nº 2.205 • cambio16.es
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a cuestión se reparte el testamento de su progenitor. El triángulo formado por el padre muerto, el amante que le niega el sexo después de haber sido rechazado, y ella misma, que convierte esa relación en un modo de sublimar la ausencia paterna, funciona de manera perfecta. Pero no es la explosividad del argumento lo más interesante del filme. Sara Forestier interpreta arrebatada el papel del que no tiene otro lugar que habitar que el extremo. La falta de raíces, o el rechazo a las raíces de la protagonista, nos lleva a una forma de libertad violenta que resulta más atractiva exteriormente que la de quien trabaja por modificar su entorno. Ese personaje de “Elle” no pretende transformar a su familia, de hecho no obtiene el piano que reclama como toda herencia, ni tampoco convertir a su pareja en un sucedáneo de un clan que la jalee. Su lucha es diferente, el espacio que desea ocupar no debe haber existido anteriormente, ha de ser creado a medida, de forma que el lugar del otro permanezca y al mismo tiempo sume el de ella. De la dependencia sólo conceptual a la dependencia impuesta por el imperativo de la ceguera media el trecho que recorre What They Don’t Talk About When They Talk About Love, del indonesio Mouly Surya. Un colegio para chicos invidentes, y la forma en que se crean los vínculos entre ellos, obtuvo el Premio José Rivero al Mejor Nuevo Director en este Festival de Las Palmas. Pero hay una manera mucho más interesante de reflexionar sobre la película que quedándose con la forma exterior de la historia, que por otro lado es valorable. Es
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Fotograma de la película brasileña Educación sentimental.
difícil, después de haber visto el documental The Act of Killing, de Joshua Oppenheimer, contemplar una filme indonesio sin cuestionarse un personaje como el que interpreta Nicholas Saputra, un chico sordomudo que trabaja en el colegio, que viste de manera contestataria y que protagoniza la historia de amor más interesante de la cinta. Porque de lo que nos habla el director Mouly Surya es de víctimas que logran construir un universo afectivo e integrarse en ese tipo de
sociedad, como demuestran los planos finales en un establecimiento 7-Eleven al que todas las parejas acuden por separado en sus citas. Eso, unido a detalles como la irrupción injustificada en el último tercio de los militares con el canto del himno nacional, y a partir del cual el desarrollo de la historia se vuelve errático, plantean una sombra sobre el largometraje, sombra del brutal sistema político en el que se produce el filme, que amortigua la ■ inocencia del conjunto.
Sara Forestier, en Mes seánces de lutte, de Jacques Doillon, mejor actriz del certamen.
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