






Una historia del circo (Segunda parte)...................................................................(3)
El circo y la literatura ..........................................................................................................(7)
El circo criollo argentino...................................................................................................(9)
Kira, la muchacha del circo... la espía nazi. ..........................................................(12)
La palabra CIRCO es mágica, encantadora y también evocadora de esa infancia que ha estado inmersa en la alegría que producen los encuentros familiares y comunitarios dentro del útero de lona.
La mejor campaña publicitaria para un Circo es que se pueda observar a lo lejos y de cerca, esa construcción efímera llamada carpa. Siempre vestida a rayas de colores vistosos con banderines chillones y guirnaldas de cálidos bombillos. Todos sabemos por experiencia o sugerencia que adentro de ella nos esperan gratas sorpresas.
Aquí también, en esta nueva entrega de la Revista Ciudad Circo No. 3 nos vamos a asombrar con los artículos que han preparado nuestro excelente equipo de colaboradores, todos ellos bellas personas, estudiosos, muy leídos y sobre todo simpatizantes del arte circense.
El material aquí expuesto es conciso y poderoso lleno de datos interesantes y amenos. Preparados con juicio y dedicación para que todos nosotros, amantes del Circo, nos regocijemos con nuevos conocimientos y reiterados piropos, cargados de cariño y admiración hacia este arte, Patrimonio Cultural de la humanidad.
Bienvenidos, bienvenidas, quedan ustedes con los escritores y excelentes catedráticos: nuestro apreciado Memo Anjel, escritor y docente de la UPB, nos trae una segunda parte sobre la “Historia del Circo”, esta vez tratará el tema; “El Circo en la Edad Media”., Óscar Hincapié, doctor en Literatura –Mágister en Hermenéutica– Licenciado en Filosofía, quien nos hará una referencia sobre el “Circo y la Literatura”. Víctor Manuel López, doctor en Historia y Teorías de las Artes - Filosofo docente en la U de A, él nos hablará sobre el Circo Criollo argentino y Wilson Daza, comunicador social, reportero gráfico y escritor, nos narra un cuento llamado; “Kira, la muchacha del Circo”
Es bueno aclarar a nuestros apreciados lectores que estos son artículos cortos, pues nuestro objetivo con esta revista es dar aportes sobre diferentes temáticas sobre el Circo, sin agotar completamente los temas, trabajo que se lo dejamos a los científicos e investigadores que tendrían que producir señores libros sobre el tema.
Pretendemos además, que una revista como la nuestra debe producir artículos cortos y amenos, que no aburran a nuestros lectores y que por el contrario, los deje motivados para seguir investigando.
Disfruten pues de estas lecturas y que comience la función…
Carlos Álvarez - Mimo Clown
Ciudad Circo – Edición #3
Diciembre 2022
Fundación Circo Medellín issuu.com/circomedellin
Dirección: Virginia Betancur Zapata y Carlos Álvarez - Mimo Clown
Agradecimientos especiales: Agradecimiento especial a los autores de los artículos de esta tercera edición de la revista “Ciudad Circo” por su compromiso: Memo Ánjel, Óscar Hincapié, Víctor Manuel López, y Wilson Daza. También, a la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín y al Ministerio de Cultura que permiten que estos espacios de investigación y creación continúen fortaleciéndose. Y finalmente, a todo nuestro público asistente a los conversatorios, funciones y procesos de formación que son nuestro principal objetivo para crear y continuar pensándose en estrategias que permitan conocer este arte milenario, el Circo.
Diseño y diagramación: Daniel Garzón Paredes
Informes: Fundación Circo Medellín Función circense los domingos y lunes festivos a las 11:00 a.m. y 4:00 p.m.
Dirección: Cra 53 # 30 A - 155 Medellín - Colombia
Teléfono: 300 287 67 59 www.circomedellin.com
Por: Memo Ánjel - Escritor y docente Universidad Pontificia Bolivariana
Burge-Lubin: -Sí; eso es lo que nos sujeta. ¿Qué demonios deberíamos hacer? Porque hay algo que hacer, ¿sabe usted?
Bernard Shaw. La cosa sucede.
Con la caída de Roma, que no fue la de la ciudad sino la del imperio, todo se desordena. Y en este desorden, en el que los vándalos cumplen con su tarea de dañarlo todo y lo que no dañan lo convierten en otra cosa (las estatuas en reyes de burlas, las ciudades en tugurizaciones, la alegría de vivir en miedo, el trabajo en esclavitud), los historiadores inician lo que se llama el Medioevo, que es todo lo que gira alrededor del año mil. Y en esta Edad Media, que se supone oscura, pero con rayos luminosos (la escolástica, la copia de textos valiosos -lo que incluye palimpsestos-, nuevos intentos de arte y la aparición de monasterios), el mundo se reinicia, bien que mal, Se cumple aquello de Nietzsche de que luego de un desorden (lo dionisiaco), aparece el orden (lo apolíneo). Y si bien la Edad Media durará diez siglos, parte del orden lo irá creando el circo, no con propuestas filosóficas o políticas, sino por el divertimento que trae a las gentes. Cuando algo está mal, el principio de la solución es reír. La risa (algo que se prohibió en los monasterios y por eso ningún santo ríe), si estuvo entre la gente. Y esta risa apareció entre los monjes que desertaban de sus abadías y, en sus andanzas, crearon circos ambulantes y, en sus propuestas, muy herejes.
La herejía es ponerse al margen de algo para hacer interpretaciones no permitidas, irse contra las ortodoxias y dotar a la vida de lo que, en último término, es la vida misma: un ars mutandi, es decir una proveedora de cambios, muchos de ellos risibles.
La etimología de goliardo proviene de la palabra gouliard (goloso, darse a los placeres y los vicios) en francés. Pero también de Goliae y sus seguidores, siendo Goliae un demonio de los caminos. Y con base en esta definición se entendió a los monjes que abjuraban de la disciplina monacal, en la que los ayunos y la castidad eran premisas bajo las que todos se vigilaban. O sea que salieron a comer y a darse licencias no permitidas. Uno de estos goliardos, presente en la balada de Robin Hood, es el hermano John, famoso por sus borracheras, su manera de masticar y su tamaño corporal.
Pero los goliardos (que también iban acompañados por monjas desertoras), tenían algo que no existía por fuera de los monasterios: cultura. Sabían leer y escribir, asesorar sobre la agricultura y la cría de ganado, cantar y hacer licores, embutidos y un pan mejor. Y también sabían actuar, debido a que en los monasterios (y luego en las catedrales), se llevaban a cabo Autos Sacramentales, obras de teatro que representaban la vida de Jesús para enseñar a las gentes simples la doctrina del catolicismo. Con esta capacitación previa, que después heretizaron en sus actuaciones, nació una especie de circo que iba por las pequeñas aldeas, atrayendo a hombres y mujeres campesinos, brujas y asaltantes, que se reunieron frente a los goliardos para reír. De alguna manera, sus actuaciones tranquilizaban a los que tenían miedo. De estos goliardos quedan unos cantos, Los Carmina Burana (canciones de Beuern, pueblo alemán) que hablan del vivir, del sexo y el amor, de cómo burlar a los diablos y de ir por la vida dándole más valor a los sentidos que a principios morales que no entendían o que les daban miedo porque se habían convertido en supercherías, mezclas de viejas religiones y cosas de predicadores y anacoretas que anunciaban el fin del mundo. Hacer reír y ruborizar para espantar diablos y pecados, esa fue la tarea goliarda.
Con los días, este mundo de los goliardos fue transformándose en representaciones más sofisticadas de las que participaron estudiantes que habían pasado por la universidad de Bolonia o París o estudiaron en las escuelas catedralicias. Muchos eran cultos y sabían de las siete artes liberales (gramática, dialéctica y retórica; aritmética, geometría, astronomía y música). Y esta gente, que gustaban de la vida itinerante, creó la juglaría y recuperó las comedias (obras de teatro para reír, aunque la risa era cosa de mantener escondida, como escribe Umberto Eco en El nombre de la rosa).
Los juglares se volvieron famosos (y esperados) en las aldeas y los burgos. Con ellos llegaron los funambulistas y sus actos en la cuerda floja, los que creaban ilusiones tragando espadas y escupiendo fuego, los magos que convertían palomas en conejos, los adivinadores de cartas, los que sabían canciones pícaras, los lanzadores de cuchillos alrededor de un cuerpo humano, los domadores de fieras y los que tocaban instrumentos varios que incitaban al baile. Muchos de estos oficios los habían aprendido entre los árabes, otros se heredaron de Roma y de los goliardos, pero fueron mejoradas tanto en representación, como en escenarios, así como en nuevas propuestas. Pasó con los actos que ejecutaban acompañados de un tambor para crear suspenso.
Los juglares, siempre presentes en las ferias de mercado, se hicieron necesarios. Con ellos llegaba la risa, lo asombroso, la vida en altura (Julio Verne, en La vuelta al mundo en ochenta días, narra vivamente a los juglares del puerto de Yokohama), el manejo hábil de las manos y las ilusiones de transformación. Para una Europa que pasaba por hambrunas y por pestes, lo humorístico fue una especie de remedio contra los miedos. No es de extrañar que Giovanni Boccaccio, en su Decamerón, recurra a narraciones picarescas de juglares para mejor llevar la peste de Florencia.
En su libro El médico, Noah Gordon, usa recursos de juglaría para vender remedios por los caminos de Inglaterra. Y en la historia de la comedia (teatro prohibido en el ambiente medieval),
han sido los juglares los transgresores de la prohibición representando sus obras en los castillos de los señores, todos ansiosos de reír. Incluso, de los juglares nace un personaje necesario a los reyes, siempre rodeados de mentirosos que solo buscaban satisfacer intereses personales y, para ello le transformaban la realidad al monarca diciéndolo lo que no era o escondiendo lo que en realidad pasaba (es lo que se llama el
síndrome de Lampedusa). La contra frente a estas mentiras fue el bufón, un juglar muy hábil que a través de juegos de manos y de gestos, de saltos y caras teatrales, se burlaba de los cortesanos, poniendo al rey en guardia. Uno de estos bufones famosos fue Francesillo de Zúñiga, bufón de Carlos V, que fue acuchillado por decirle gorda a una cortesana. Pero el asunto no fue solo que se burlara de la mujer que pretendía mostrar un buen cuerpo
Img extraída de: National Geographicmientras las carnes se le salían de vestido, sino que ahí aprovecharon los cortesanos para callarlo de una vez por todas. Peligroso el bufón, peligrosos como la comedia, que es al arte de burlarse de las costumbres y los gobiernos.
En ese medioevo, abundante en pestes, miedos de irse al infierno y presencia permanente de asaltantes, los juglares y los comediantes fueron un paliativo para las angustias y temores. Y no solo se burlaban y remedaban a los poderosos, sino que también llevaban noticias, interpretaban los cantos líricos de los trovadores (todos magnificando la belleza y el amor), los cantares de gesta (epopeyas sobre héroes y batallas), e incluso composiciones religiosas como los cantos de los monjes. La juglaría, entonces, era culta y su tarea fue exaltar la imaginación de los presentes.
En la Edad Media, con la presencia de filósofos como Maimónides (para entender el mundo hay que nombrarlo solo por las palabras que lo identifican), Algazel (la teología no es filosofía), Tomás de Aquino (hay que definir qué cosa es creada y cuál no), Guillermo de Ockham (a lo que pensamos hay que quitarle las palabras que le sobran, de aquí su famosa navaja), nace la escolástica (aprender a tener argumentos). Y los juglares, entendiendo esto, fueron argumentadores hábiles (o si se quiere demostradores) frente a las gentes comunes y corrientes. Argumentaban con la música, con los actos circenses, con las burlas y lo simple. Y lo más importante, no dejarse ganar terreno en la batalla contra la muerte (que antes de morir puede ser mental, y es más horrible).
Uno de los juglares más famosos en Colombia (heredero de los viejos juglares) fue Francisco el hombre, que le ganó al diablo en un duelo de acordeón. Su sombrero vueltiao indicaba que era músico. Y su saber, bueno, sabía más que el diablo, eso se dijo.
El habla cotidiana y los dichos populares demuestran el grado de injerencia que algunos componentes del circo tienen en la vida de las palabras que escuchamos y pronunciamos, leemos y escribimos. Creo que al menos una vez en la vida a nuestros oídos ha llegado una frase de tema circense: <<¡No seas payaso, vuélvete serio!>>, <<¡Ve donde los magos, que ellos te arreglan las latas del carro!>>, <<¡Fulano se duerme cuidando un tigre!>>, <<¡Lo tienen caminando sobre la cuerda floja!>>, <<¡Se despide más que un circo malo!>>. También en las letras de las canciones se observa esta intromisión. Hoy en día me sorprende ver cómo hay jóvenes de 18 de años que, ¡oh misterio!, además del reguetón, oyen baladas románticas, y lo hacen con el mismo entusiasmo que nuestro amigo Carlos Álvarez, director del Circo Medellín, gran conversador y magnífico clown.
Con él estaba en un programa sobre las relaciones entre el circo y la literatura popular cuando recordamos que el cantante mexicano José José viene repitiendo desde los años ochenta, en una de sus canciones más emblemáticas y kafkianas de su repertorio, que <<… es verdad soy un
payaso, pero qué le voy a hacer. Uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser…>>. En ese conversatorio otros intérpretes y nuevos títulos de canciones referidas al payaso, pero en otros géneros musicales, fueron llegando a la memoria: Joe Arroyo, Fruko y sus Tesos, Nelson y sus Estrellas, Édith Piaf, Raphael, Joaquín Sabina, Frank Sinatra, Judy Collins y un largo etcétera. Después de buscar en Internet descubrí que la lista de canciones sobre el clown, líricas o populares, es enorme. Sospecho que estamos ante un interesante tema de investigación que podría despertar el interés de los estudiantes que visitan el Circo Medellín.
La injerencia de algunos componentes del circo en el campo de las letras también se observa en los distintos géneros literarios de la llamada época clásica. En el canto número cuatro de la Odisea (una de las epopeyas helénicas -léase griegas- más famosas del poeta Homero) el rey Menelao celebra un banquete en el que dos payasos hacen cabriolas para entretener a los invitados. Otro ejemplo aparece en una Img extraída de: Cirque-cnac.bnf
narración mítica de los mayas quiché de Guatemala, el Popol Vuh, obra en la que los héroes Hunahpú e Ixbalanqué derrotan, con malabares y trucos de magia, a los enemigos de la especie humana: los aterradores y sangrientos señores del Xibalbá. Un tercer ejemplo sobre la relación entre el circo y la literatura aparece en un texto judaico titulado el Talmut. Este contiene una colección de escritos literarios que se agrupan en subgéneros, uno de los cuales se conoce con el nombre de Tahanit. En este último hay una narración en la que participan el profeta Elías y un rabino, quien previamente le había preguntado aquel qué debería hacer para ganar la entrada al “paraíso”. Elías le respondió: primero, visitar los enfermos; segundo, pintarse el rostro y hacer payasadas que alegren a los afligidos y los tristes; y, tercero, hacer bromas y malabares con el cuerpo que capten la atención de quienes estén peleando entre sí, de modo que estos, en lugar de seguir combatiendo, decidan ver el espectáculo.
Sin duda, hay múltiples ejemplos de cómo algunos fragmentos del circo se presentan en la literatura. Otro caso concreto se halla en Simón el mago (1890), primera narración publicada del escritor colombiano Tomás Carrasquilla. Allí un niño cuenta que antes de los ocho años de edad soñaba con llegar a ser un payaso, idea que abandonó al poco tiempo. No obstante, al cumplir los diez protagonizó un pequeño episodio circense: creyendo que era brujo y que tenía poderes para volar, el niño salió emocionado al solar de la casa “con la bizarría de acróbatas que salen al circo saludando al público” (1958, p. 16). En el Quijote de la Mancha también hay ejemplos de cómo algunos fragmentos del circo aparecen en la literatura. Al respeto cabe recordar el episodio de Juan Palomeque el zurdo, quien iba de pueblo en pueblo haciendo espectáculos: en uno de ellos, Palomeque le presentó al público un mico adivino que, en lugar de descifrar el futuro, adivinaba el pasado.
Esperemos que estas conversaciones sobre la relación entre el circo y la literatura nos ayuden a advertir el futuro y, como en el Quijote, a seguir indagando por el pasado común de estos dos modos milenarios de asumir la vida.
A finales del siglo XIX, el circo criollo argentino significó la renovación del circo moderno (europeo y norteamericano), pero también el inicio del teatro popular argentino. Esa renovación del circo y ese inicio del teatro popular constituyen su mayor importancia y lo ubican a medio camino entre la tradición circense y la teatral, que alimentará el posterior desarrollo de las artes escénicas en Abya-Yala.
Cuando nos referimos al circo moderno europeo, debemos recordar que en la segunda mitad del siglo XVIII, con Philip Astley en inglaterra, se inician los espectáculos circenses propiamente dichos. Cuya característica principal era, por un lado, mostrar la domesticación de los animales que entretienen, es decir, el animal no visto ya como ente destructor en lo militar, ni como productor dentro de lo económico, sino como elemento de entretenimiento gracias a sus habilidades de movimiento. Por otro lado, el circo moderno europeo, pretendió también mostrar el cuerpo del hombre que puede dominar al animal por medio de sus acrobacias, y que se exhibe a sí mismo como pura habilidad que entretiene gracias a sus movimientos precisos, virtuosos y arriesgados (acrobacia, funambulismo, entre otras). Finalmente, el circo moderno europeo se completó con la figura del payaso que parodiaba tanto las habilidades de los animales como las de los humanos, procurando hacernos reir con lo ridículo y cómico de sus intentos por llegar a expresar unas habilidades de movimiento que no poseía.
Cuando nos referimos al circo moderno norteamericano, basta con precisar que se configuró en la primera mitad del siglo XIX, gracias a la labor de Joshuah Purdy Brown y de Phineas Taylor Barnum. Quienes, respectivamente, inventaron la lona, haciendo del circo un espectáculo itinerante que iba de un lugar a otro; y le agregaron dos temáticas nuevas: el circo como presentación del museo de
Por: Víctor Manuel López Cardona - Doctor en Artes. Modalidad historia y teorías de las artes - Docente Universidad de Antioquiamonstruosidades humanas (deformidades corporales: hombre elefante, enano, mujer barbuda, entre otros) y como presentación del museo zoologico de variedades exóticas de animales. Por lo cual los circos norteamericano vinieron a complementar, con su itinerancia y sus museos humanos y de animales, a los circos europeos, que ya habían consolidado la tríada: animales hábiles, humanos hábiles y payasos torpes.
A la argentina llegó el circo moderno europeo y norteamericano en la segunda mitad del siglo XIX. Se estableció con sus preceptos extranjeros (habilidad animal, habilidad humana, torpeza cómica del payaso, itinerancia y museo de mosntruosidades) y muchos argentinos pasaron a formarse en él. Sin embargo, la idiosincracia de la Pampa empezó a producir innovaciones. En este sentido, resulta trasendental el aporte realizado por los hermanos Podestá, de ascendencia italiana, quienes crearon su propio circo, el Arena.
La primera innovación que introdujeron los Podestá fue la creación de un nuevo tipo de payaso que canta, baila y asume palabras y comportamientos del gaucho o llanero argentino. Lo que permitió que el payaso no solo hiciera parodía fìsica centrada en la torpeza, sino que produjera críticamente discursos contra los políticos de turno, que en muchas ocasiones expresaban lo que el pueblo callaba por temor. La figura por excelencia que concentró este nuevo payaso fue el personaje “Pepino el 88”, amado por los concurrentes al circo, toda vez que se convirtió en un payaso que además de hacer reir, producía reflexión y pensamiento crítico frente a las realidades sociales del presente.
La segunda innovación de los hermanos Podestá la encontramos en su determinación por crear un circo con primera y segunda parte. El circo moderno europeo solo poseía primera parte, es decir, presentaba acrobacias humanas y animales, las parodias de las mismas ejecutadas por los payasos, y un muestrario del museo de las deformidades humanas y del exotismo animal. Los podestá idearon la posibilidad de una segunda parte que estuviera próxima al teatro. Para este fin, convierten la novela “Juan Moreira”, de Eduardo Gutiérrez, en una representación teatral, primero como mera pantomima (solo gestualidad física) y luego como drama (gestualidad con diálogos). La novela de Gutiérrez, de reciente publicación en folletines, habla de la vida de un Gaucho y la manera cómo los poderes instituidos, a través de su corrupción, oprimen y explotan a las clases pobres, especialmente a la figura del gaucho. Esta problemática, propia del presente de la argentina, nos ubica en un tipo de teatralidad nueva que se aleja de la teatralidad española, que desde la conquista se había impuesto en nuestras tierras. Y es nueva en la medida en que propone temáticas que pertenecen a la idiosincracia propia del argentino, reflejando sus deseos, esperanzas y conflictos.
En conclusión, por una parte, la introducción del payaso crítico, y la introducción de la segunda parte, significaron una renovación del circo moderno (europeo y norteamericano), puesto que permitieron que pudiera instalarse en una crítica política que no poseía, y que pudiera aproximarse al drama propio del teatro. De otro lado, la introducción de la segunda parte, permitió que se iniciará un teatro popular argentino, que recogió temáticas argentinas y procuró reflejar la realidad del presente con sus problemáticas. Además, propuso una forma teatral “sui generis” con su espacio circular y en escena sus animales, sus asados reales y sus payadores (músicos populares).
Castagnino, Raúl. Centurias del Circo Criollo. Buenos Aires: Perrot, 1958.
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Pellettieri, Osvaldo, Historia del teatro argentino en Buenos Aires. Buenos Aires: Galerna-UBA, 2002.
Seibel, Beatriz. Historia del circo. Buenos Aires: Ediciones del Sol, 1993.
Seibel, Beatriz. Actores y técnicas del circo criollo. En: Dubatti, Jorge (coord.). Historia del actor. De la escena clásica al presente. Buenos Aires: Colihue, 2008. Págs. 131-144.
- Comunicador
La muchacha del circo no es solo la que aparece en la letra del tango de Agustín Magaldi, de 1928; menos la versión de Carlos Gardel, de 1930; tampoco es la que actúa en la película argentina, en blanco y negro, que dirigió Manuel Romero, en 1937: no es la del remake de la telenovela venezolana "Peregrina", de 1973, que cuenta la historia de una joven que, al nacer, fue entregada a un circo gitano y que desconoce su herencia.
No... la que se cuenta aquí es real, es la protagonista del capítulo de un libro que se llama Oro y selva, relatos del Nordeste, escrito por Michael Hill Davey, un inglés que vivió en las primeras décadas de siglo XX en Segovia, Antioquia, como parte de los 500 extranjeros que llegaron contagiados por la fiebre del oro que vivía la zona.
Fue geógrafo y naturalista, su español era tan difícil que apenas si se hacía entender en los campamentos mineros y que aprendió a narrar, eso sí, no con siquiera medio botella de guaro en el cuerpo, las historias que vivió por entre las trochas de Remedios, Segovia y Zaragoza.
Fue de niño cuando conoció allí, entre los estruendos de la dinamita en los socavones segovianos y la lujuria del oro entre mineros propios y forasteros, a Kira, una alemana ´hamburguesa´, una jinete y malabarista prodigiosa, una apasionada de los caballos y una ganadora de premios en muchas de las mejores ferias y competiciones de Europa.
De pequeña fue Erika Heckner, pero cuando su arte y maestría ecuestre se hizo evidente en las carpas, se convirtió en Kira, la
muchacha del circo. En 1935, ya como niña prodigio de la disciplina ecuestre en un prestigioso circo alemán de Berlín, por orden del gobierno alemán tuvo que ingresar en el movimiento juvenil nazi. Era obligatorio. Allá fue adoctrinada en los fundamentos del Tercer Reich y se le enseñó que Alemania iba a conquistar y ser dueña del mundo durante mil años.
Llegó a distintos escenarios de Inglaterra, Francia, Austria, Checoslovaquia, Polonia y Rusia, algo que el gobierno de Hitler aprovechó para encomendarle hacer averiguaciones sobre asuntos en los que ese país estaba interesado. Ella, discreta sí... las hizo.
Una mirada al libro Oro y selva, relatos del Nordeste, escrito por Michael Hill Davey Por: Wilson Daza social, reportero gráfico y escritorKira, en sus actos, utilizaba un ceñido traje blanco con lentejuelas de nácar que terminaba en una cortísima y ancha falda con pliegues. Tenía su largo pelo rubio ceñido con una diadema blanca adornada de relucientes piedras. Zapatillas blancas al estilo bailarina de ballet y, en sus manos, guantes también blancos.
Sus caballos eran de exposición. Finos. Siempre blancos y de pura sangre. La muchacha del circo era bella, impecable y precisa en la actuación. El público se volvía loco con ella. Hill Davey precisa: "cuando montaba sobre su bello corcel, hacía traquear los largos y brillantes fuetes, como para amenazar y domar el brioso caballo sobre el cual cabalgaba. En poco tiempo Kira se volvió una de las más apreciadas y famosas actrices de los circos del mundo".
Y fue así como vino a dar a América. Hacía parte del circo Taire que de Centroamérica pasó a Colombia, Antioquia, a Medellín y, cuando aquí se agotaron localidades y se cumplieron todos los compromisos, la carpa decidió conquistar con sus gestas, risas, maromas, acrobacias... y Kira como la atracción máxima, los pueblos y poblados de las montañas paisas. Fue así como los dueños del circo contrataron presentaciones, entre 1939 y 1942, con las autoridades culturales y oficiales de Segovia y sus municipios y localidades vecinas.
Los habitantes segovianos que ya conocían de las "bondades" de la Muchacha del circo comenzaron, entre cuchicheos y chismes, a hablar de la falda corta y de pliegues de la artista, de su montura, de su cuerpo, de su contorneo, de sus dones... mejor dicho la vaina armó tal
suerte de "corre, ve y dile" que no hubo desayuno, algo, merienda o fiesta donde Kira no fuera el tema del momento. "Entre todos los hombres del pueblo se creaba tremenda lujuria con todas estas fantasías". Hasta afiche a color pusieron donde la mujer se veía con todas sus dotaciones puestas sobre un caballo palomo.
Y claro... "pueblo chico... infierno grande". La noticia llegó hasta la sopa del cura de la parroquia, un sacerdote de apellido Yepes al que le decían "Padre Ratón" por ser bajito, delgado, godo recalcitrante a morir y de la cohorte, nada más y nada menos, de monseñor Miguel Ángel Builes. Con eso se dice todo.
Pues, el "padrecito" se la dedicó desde ese momento a Kira y no hubo sermón que no se lo dedicara a ella para verla como un producto del mal, un candeleo del infierno, una ramera experta, una impúdica pecaminosa y un artificio del demonio que iba a llegar un día montada sobre 'un caballo blanco como la paloma del espíritu santo´.
La división en el pueblo fue evidente y, mientras ancianas, beatas y solteronas se echaban en misa mil bendiciones y rezaban un millón y padrenuestros y avemarías contra las peripecias, atributos y contorneos de la jinete; el cura, que veía que labriegos, arrieros, mineros, extranjeros y hasta los niños varones de todos ellos ya habían reservado boleta..., se fue derecho a hablar con el alcalde y las autoridades de todo tipo para que suspendieran las presentaciones del Circo Taire y, mucho más, el acto atrevido de Kira.
Michael Hill resalta que el cura: "Mandó a Kira al infierno a abrasar al complaciente diablo y proclamó que los parroquianos que llegaran a asistir a semejantes bacanales serían excomulgados en forma fulminante", pero éstos no le copiaron de nada al Padre Ratón.
"El alcalde y los concejales se fueron muy disgustados para un caramanchel de cantina de mala muerte que existía en la Calle Real, y después de reunir mesas esmaltadas y taburetes férreos pidiendo botellas de guaro, se pusieron a discutir los acontecimientos de la iglesia (...) Todos expresaban que estaban inconformes con las tesis expuestas por el párroco aguafiestas. Ni por el diablo iban a echar a perder la exhibición de Kira y su elenco: se expondrían al desprecio de los machos del pueblo y se echaría por “fa” su reelección en los próximos comicios".
Total, se llegó el día del Circo Taire y nadie entiende como logró transportar los caballos pura sangre de La muchacha del circo, cuatro fieros leones, equipo y actores, pero llegaron sorteando la trocha de Guacharacas a Segovia y atravesando los caminos estrechos y las trochas solo usadas por los antiguos arrieros
de ese tiempo, cuyas mulas resoplaban de miedo cuando veían pasar a las fieras metidas en sus jaulas que, a su vez, las miraban con lujuria de cena.
Pero llegaron... y todos vivos y contentos, menos el cura y su séquito de beatas que, como respuesta, solo tuvo como único remedio una maldición a todos por ´sécula, seculorum´. Aseguró que Segovia no tenía redención y que tendría una condena atroz dirigida en persona por el diablo.
La cabalgata, su recua, todos cansados y vueltos nada hicieron su entrada triunfal por las principales calles del pueblo hasta llegar al Hotel Segovia de Heriberto Sereno que les sirvió de alojamiento durante toda su estancia.
Dice el relato: "Niños, jóvenes, hombres, mujeres y ancianos se apostaron a ver pasar el espectáculo. Cansados mineros aun descamisados, con atuendo de parumas de cuero, botas de caucho embarradas, cascos aún con sus lamparitas de carburo apagadas, llegaron a sus casas en Guananá, La Banca y el pueblo para bañarse y gozar con los nuevos chismes que saltaban de boca en boca: leones, corceles blancos como la nieve, fornidos jóvenes rubios, misteriosos aparatos y personajes con caras alegres y bocas chistosas y muchas cosas más eran los dichosos comentarios que recorrían las calles y las casas del pueblo. “¡Llegó el circo!”. “¡Llegó el vulgar y pecaminoso circo Taire!”. “¡Llegaron los peones con los leones!”. Llegó, sobre todo, llegó la soñada y sublime hermosa Kira con cinco de sus fuertes, altivos y hermosos caballos blancos".
Todo fue un éxito el día del estreno del Circo Taire en el Teatro Municipal. Ni una procesión en contra que organizó el cura pudo contra el espectáculo. La boletería se agotó y Kira, su arte, su belleza, su maestría, sus saltos mortales recibieron todos los aplausos y los pedidos insistentes de los segovianos agolpados en el recinto que pidieron "otra", "otra", "otra". Y ella los complació a todos.
Hasta que un día todo terminó, el circo se fue, y Kira se fue con ellos. Del Taire y de la alemana que actuó ante emperadores, reyes, zares, toda la nobleza europea, presidentes y dignatarios de países de América y hasta un par de miles de segovianos... solo se supo que atravesó Colombia hacia el norte, fueron a República Dominicana, Venezuela y Curazao, regresaron a Colombia y, navegando por los lados de La Guajira, el barco en que viajaba el Circo Taire fue torpedeado y hundido por un submarino alemán. Kira sobrevivió un tiempo pero no su suerte.
Se anunció en un titular de primera página: “Espía alemana muerta en Ciudad de Panamá”. Se informó que el FBI había matado a Kira, en su cuarto. Que se trataba de la famosa domadora de caballos que había viajado por toda Latinoamérica y que era quinta columnista del Tercer Reich quien, disimulada como actriz de circo, había mostrado siempre interés en bases militares y aéreas, buques navales y comerciales, planos de aeropuertos, ferrocarriles y carreteras. La siguieron cuando espiaba las esclusas del canal de Panamá y la base aérea de Allbrook del comando sur norteamericano.
Así terminó la vida de la rubia Kira, alabada muchacha de circo, gran jinete y maromera ecuestre y una efectiva espía nazi que se supo camuflar sobre el lomo de sus caballos pura sangre que hoy duermen el sueño eterno en el mar de la Guajira colombiana.