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Focolares
Pequeños y grandes cambios culturales
El Centro Mariápolis “El Pelícano” se encuentra en las afueras de la capital uruguaya, en el área naturalísticamente privilegiada de los Bañados de Carrasco. En red, el Centro practica y enseña un cuidado integral del medioambiente
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Desde hace algunos años, veníamos trabajando y realizando actividades que apuntaban al cuidado del medioambiente. Pero fue después de la Laudato Si’ que todo se coaguló, porque se trata de un cambio de cultura donde todos tenemos que participar, entender, asumir, convertirnos y actuar en consecuencia.
Así fue como adoptamos prácticas acordes con el cuidado del medioambiente, como la toma de conciencia sobre el uso de la energía. Una vez asumidos los nuevos hábitos como habitantes del Centro Mariápolis, convertimos el consumo responsable de recursos y energía en una política de trabajo. Por ejemplo, en cuanto al uso del agua nos propusimos corregir de inmediato las pérdidas, ver qué agua se usa para riego, etcétera.
También optamos por manejar el parque de una manera agroecológica, sobre todo en lo que concierne al mantenimiento de la plantación de nueces pecán. A raíz de esto y con una finalidad de tender redes hacia una “humanidad nueva” formamos parte de algunas asociaciones, como la Asociación de los Productores de Pecán y la Red de Agroecología del Uruguay que a su vez tiene una cantidad de nudos y redes muy interesantes a nivel nacional e internacional. En esa red nos asesoramos, compartimos conocimientos, intercambiamos semillas y especies, y nos ayudamos a mantener el equilibrio entre el trabajo agrícola y el cuidado del medioambiente. Es política del Centro Mariápolis aprovechar todos los residuos de la cocina, sobre todo los que se generan en la elaboración de los alimentos. Hicimos una compostera y un lumbricultivo que genera humus. Tratamos de reciclar todo, sobre todo los restos vegetales. El compost y el humus de lombrices los utilizamos para la fertilización de los nogales, de las plantas ornamentales y también de la incipiente huerta agroecológica, inicio de un proyecto con fines didácticos y de auto consumo.
El objetivo de este último proyecto es que la gente que viene pueda aprender, ver y trabajar para después aplicar en sus casas esas prácticas que incluyen la reutilización de desechos. Recipientes, bidones, botellas de plástico, palanganas pinchadas, cartones de huevos, latas, todo lo que uno tira se puede pensar como almaciguera, germinador o contenedor en que se pueden plantar las distintas especies.
En este momento tenemos una pequeña muestra en módulos de tierra de suelo alzado para que los visitantes no se tengan que agachar para cultivar, pensado para personas adultas mayores y niños. La idea es que sean técnicas mixtas de cultivo: la tradicional en tierra, otra de suelo alzado en camas de un metro cuadrado reutilizando pallets, y la otra hidropónica, vertical, para que la gente vaya viendo y sumando conocimiento.
Por otra parte, el manejo de las plagas de las plantas también lo hacemos con materiales de fabricación casera que no son agrotóxicos, de modo que todo sea amigable con la naturaleza.
Además, en el complejo se abolió el uso de descartables, política asumida por los Centros Mariápolis de todo el mundo, sumado al tipo de comida artesanal, casera y, dentro de lo posible, elaborada con productos libres de conservantes y aditivos.
Son cosas pequeñas, pero es el aporte que podemos dar, y que tiene su impacto benéfico. Y sabemos que si las practicamos con coherencia, podemos a su vez ser “semillas” de cambios para quienes nos visitan.
Gebé y Doblevé
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“Estamos orgullosos de nuestro amor, pero cuando le comunico mis emociones más íntimas, me parece que no me escucha... M.L.
El arte de escuchar nace de una motivación profunda: quien está a mi lado fue creado como un regalo para mí, y posee una dignidad infinita. Es fundamental en la pareja saber escuchar y comunicar, estar atentos a los estados de ánimo del otro -a veces “velados”- a la musicalidad de su lenguaje, a su alegría o sufrimiento. En el Cantar de los Cantares encontramos un hermoso diálogo entre amado y amada. Ella: “¡Una voz...! ¡Mi amado!”.
Él: “Déjame oír tu voz porque es dulce”. Redescubrir la voz del otro puede hacer que el corazón lata con un nuevo amor.
Ser escuchados es una necesidad profunda, pero no podemos pretenderlo. Tenemos que aprender a escuchar primero.
A saber callar, a hacer espacio dentro de nosotros y escuchar “con el corazón”, porque el amor afina el oído y también valoriza los silencios, lo tácito, las fragilidades.
También es importante elegir el momento adecuado para comunicar, las paVida en pareja
Juan Pablo Serrano Arenas - Pexels labras y actitudes adecuadas. A veces, la forma en que hablamos es más importante que las palabras que pronunciamos. Una voz y una mirada llenas de ternura pueden estimular al otro hacia un nueva calidad de escucha.
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