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Zona de diálogo
Algunas maneras de iluminar la “noche del diálogo”
“Cuando el diálogo vence sobre la diversidad”. Así podría titularse la historia que comenzaron hace 50 años Lucía y Tonino Gaudiano cuando decidieron compartir su camino.
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Pero al empezar a conocerse, descubrieron que no pensaban del mismo modo, sobre todo en el campo religioso: Lucía tenía fe, pero él no.
Al inicio no se preocuparon; no creían que este aspecto influiría en su futura vida juntos. Pero el primer encontronazo lo tuvieron cuando, al quedar embarazada Lucía, tuvieron que decidir si continuar con ese embarazo o no. Y podemos hablar de una confrontación, porque todavía no conocían el significado de la palabra “diálogo”; entendían que cada uno debía hacer prevalecer las razones y convicciones propias por sobre las del otro.
Tonino se sentía muy joven para pensarse como padre y marido. Era aún estudiante, tenía muchos proyectos para el futuro, y en ese momento tenía que tomar una decisión que cambiaría su vida. Luego de un período de reflexión, aun de mala gana, aceptó la decisión de Lucía de tener a la niña y de casarse. Durante el período de embarazo todo rodó más o menos bien, pero apenas nació la hija, Tonino volvió a sentirse abrumado por una enorme responsabilidad, a tal punto que se alejó de todo y de todos.
Imprevistamente, Lucía se sintió sola -aunque si sus padres nunca la abandonaron- con una niña que crecía. Una niña que ella aceptó automáticamente y casi sin pensar. Los años posteriores estuvieron signados por el sufrimiento, sobre todo cuando Tonino decidió pedir la separación.
Tonino quería vivir su vida. Primero separarse y, posteriormente, el divorcio. Ser nuevamente libre. Pero esta libertad duró poco, porque muy a menudo se sumía en pensamientos que lo remitían a su compañera. Y fue así que, durante el período del servicio militar, maduró la decisión de volver sobre sus pasos. Recomenzó a cortejar a su exmujer y a ver periódicamente a su hija. Pronto sintieron la necesidad de tener casa, una intimidad, para reconstruir la familia. Aceptó también volver a casarse.
En tanto, para Lucía aquellos años llenos de sufrimientos y tormentos ya eran parte del pasado. Tenían una nueva vida y también una segunda hija, Valentina. Con su nacimiento comenzó un período de mayor serenidad, debido en parte a una mejor situación laboral y económica y al hecho que, de a poco, comenzaban a aceptar vivir su vida juntos siendo personas muy diversas. (continúa)