30noviembre2013pemioscastigos

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El castigo funciona bien si: Es el último recurso y no la manera habitual de actuar: si gritamos con frecuencia, los gritos acabarán perdiendo todo valor y los hijos nos verán como histéricos/as u hostiles… El niño sabe exactamente por qué es castigado. Es inmediato, sin aplazamientos innecesarios: "ya verás cuando venga tu padre"… Ocurre siempre que se comete la falta, sin depender del buen o mal humor. Ofrece al niño una alternativa. No sólo se castiga la mala conducta sino que se explicita lo que se espera de él y el modo en que puede realizarlo. Permanece intacto el respeto por la persona, sin que sufra la autoestima. Son las acciones las correctas o incorrectas, no la persona. Ni "eres un inútil" ni "eres mala" sino "eso lo has hecho mal". No se asocia a actividades de aprendizaje como, por ejemplo, tener que copiar o hacer cuentas o leer. Ese es el mejor método para que en el futuro odie las matemáticas o la lectura, por verlas relacionadas con situaciones desagradables.No se asocia a la comida cotidiana u otras necesidades básicas para la salud del niño. (“ hoy te acuestas sin cenar”)

Otras consideraciones sobre el castigo El castigo por sí solo no es suficiente, debe ir acompañado de refuerzos positivos (premios) que enseñen al niño cómo sustituir su mala conducta por otra adecuada. Es decir, mostrarle qué es lo que debe hacer y elogiarle y felicitarle cuando lo consiga. Para aplicar un castigo, el niño debe estar advertido con anterioridad que ese tipo de comportamiento será castigado. Debemos reprenderle en el momento, ya que las conductas se regulan mediante consecuencias inmediatas. No obstante, si consideramos que estamos demasiado alterados debemos esperar a tranquilizarnos, de lo contrario, lo más probable es que le pongamos un castigo desmesurado. Debemos ser coherentes y firmes. Si le hemos dicho que esa tarde no verá la televisión como castigo, no podemos ceder a los cinco minutos porque nos está dando la lata y si él sabe que hasta que su cuarto no esté ordenado no podrá salir, debemos hacer que lo cumpla y no ceder.

NOVIEMBRE 2013

EL REFUERZO COMO HERRAMIENTA PARA MODIFICAR CONDUCTAS

Hemos de tener siempre presente que a través del castigo lo que pretendemos es corregir a nuestro hijo un comportamiento, debemos, por tanto, poner castigos que sean eficaces y posibles de cumplir, olvidarnos de las amenazas que no haremos cumplir y de los castigos que sean excesivamente largos.

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ESCUELA DE FAMILIAS CURSO 2013-14


EL REFUERZO EDUCATIVO : PREMIOS Y CASTIGOS En Psicología se utiliza el concepto “refuerzo” para hacer alusión al término más cotidiano de ”premio” o “recompensa”, frente al “castigo”. Para evitar tecnicismos que nos alejen de nuestro objetivo, en este documento utilizaremos las palabras más usuales: premio y castigo. Los premios y castigos... ¿un factor educativo? En la vida de toda familia hay un cúmulo de circunstancias que van perfilando el carácter de nuestros hijos: aprenden a ser ordenados, a tener educación, a respetar o no los derechos de los otros etc. Y lo van haciendo por los estímulos que un día tras otro van recibiendo de su ambiente; aquella cara que le pusimos, la recompensa o el castigo que desde su más tierna infancia recibió cada vez que actuaba de una determinada manera etc. han ido configurando un estilo de persona. Todos los padres, consciente o inconscientemente, en alguna ocasión hemos recibido y hemos utilizado los premios y los castigos como medios para reforzar o corregir conductas. Los premios y castigos no son buenos o malos en sí mismos, dependerán del modo en que los utilicemos. El que sean un factor educativo o ayuden a malcriar a los niños depende de cómo los manejemos. De ahí la importancia de conocer sus mecanismos. 1. Premios Cuando una persona encuentra satisfacción en hacer algo, tiende a repetir esa conducta. Si premiamos una conducta de nuestro hijo con algo que sea gratificante y satisfactorio para él, es muy probable que se porte así con más frecuencia. Para que los premios sean eficaces, debemos ir variándolos con el fin de que no pierdan interés para el niño. Debemos observar qué es lo que más le gusta a nuestro hijo y utilizarlo como recompensa. Las recompensas materiales como el dinero, juguetes, materiales deportivos o chucherías, les gustan a todos los niños. También sirven como premios ver determinado programa de TV, jugar con el ordenador o los videojuegos, acostarse más tarde, llevarle al cine…

Pero son las recompensas sociales como la atención, los elogios, el interés mostrado y el afecto las que les hacen sentirse más a gusto y verdaderamente recompensados. Démosles preferencia, aunque no exclusividad, en nuestra relación con los hijos. Ejemplos de premios sociales son: Frases de ánimo y felicitación: "¡Bien!", "¡Así da gusto!", "¡Enhorabuena!". Muestras de afecto: un beso, un abrazo, caricias, una sonrisa, una palmadita en la espalda... La promesa de participar en sus juegos, en el caso de los niños pequeños: leer con él un cuento que le gusta, jugar juntos, construir modelos, etc.

Es conveniente decidir en qué vamos a utilizar recompensas materiales. Un buen criterio es hacerlo de manera extraordinaria y ante conductas que sabemos le suponen un especial esfuerzo. Pero, aún en ese caso, deben ir acompañadas de recompensas sociales. Y cuidado de que no sean tan frecuentes que acostumbremos a nuestro hijo, a realizar las tareas más por los beneficios que de ellas obtiene que por el valor que en sí mismas tienen. No olvides que no hay dos niños iguales. Y, por eso, puede suceder que lo que para uno es motivador no lo sea para otro. Tendrás que adaptar los premios a la manera de ser de cada hijo. Premia inmediatamente después del comportamiento deseado. Cuanto más distancia hay entre la conducta y la recompensa (o el castigo) menor será el efecto. Y cuanto menor es la edad del niño o su capacidad cognitiva, menos eficaz resulta dicha distancia.

Existen dos formas básicas de recompensar: todas las veces y ocasionalmente. Al comienzo, hasta que el comportamiento nuevo está bien aprendido, es mejor reforzar el comportamiento cada vez que se produzca. Luego, cuando el comportamiento está consolidado, se deben utilizar los reforzadores de vez en cuando y a intervalos diferentes. Es preferible adoptar un enfoque positivo y fijarse más en el buen comportamiento de los hijos para recompensarlos, que funcionar a base de castigos. 2. Castigos En numerosas ocasiones, una forma de eliminar un comportamiento inadecuado es pasarlo por alto, continua y permanentemente, sin recompensarlo nunca ni siquiera con la atención. El castigo es una forma de cortar un comportamiento que no se puede pasar por alto. Los castigos pueden ser eficaces si se utilizan correctamente. No debemos utilizar el castigo como medio habitual para corregir a nuestros hijos. El uso frecuente del castigo no es eficaz para cambiar la conducta. Al revés, puede producir efectos contraproducentes que, sin duda, no deseamos. Así, por ejemplo: Dura poco. El niño suprime su conducta por un tiempo pero de nuevo vuelve a las andadas. Exige nuevos castigos cada vez más fuertes, originando un círculo vicioso difícil de romper: mala conducta castigo... repetición de la mala conducta castigo más severo... etc. Las relaciones entre padres e hijos se resienten y pueden darse reacciones de rechazo afectivo, origen de problemas mucho más serios que los que se tratan de resolver. Las personas aprendemos también por imitación. Y si un niño vive normalmente castigado: o se culpabilizará ("tienen razón mis padres; merezco todo lo que me dicen") o castigará a los de su alrededor: hermano/a pequeño, compañeros de escuela etc Muchos adultos que utilizan la violencia sistemáticamente con sus hijos cónyuges,crecieron en ambientes de fuerte carga agresiva.


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