VIDA COMUNITARIA TESTIMONIO
Nuestro norte
L
a Patagonia argentina, geográficamente hecha de grandes contradicciones y extensiones –comprende desde la cordillera de los Andes, con sus cumbres nevadas, hasta las soleadas playas del Atlántico, con su interminable y árida meseta que se vuelve un vergel cuando la atraviesan los ríos– puede resultar a primera vista inhóspita. Sin embargo, su historia se caracteriza por la hospitalidad. La mano de miles de migrantes trabajadores, provenientes de tantos lugares fue mostrando con el tiempo toda la potencialidad y oportunidades que ofrece esta tierra. En medio de la laboriosidad y la sencillez de su gente también aparecieron rápidamente los intereses y ambiciones de personas y empresas inescrupulosas que la exponen a grandes desigualdades, sufrimientos, contaminación, etc. Pero la mayoría de los que vienen se desarrollan aquí en todos los sentidos. Por años la población fue muy joven y llegaron dejando toda su familia y sus afectos. Entonces surgieron los tíos y los abuelos postizos y, en muchos casos, las personas mayores se transformaron en padres y consejeros de parejas y familias que se inician. Pero también el desarraigo, las distancias, las condiciones climáticas y tantos otros aspectos han contribuido a la ruptura y destrucción de muchas familias. En este contexto, desde hace unos cincuenta años empezaron a llegar familias del Movimiento de los Focolares que, por su característica espiritualidad comunitaria,
HASTA LOS ÚLTIMOS CONFINES: CONSTRUIR COMUNIDADES, UN DESAFÍO CONSTANTE EN LA EXTENSA PATAGONIA ARGENTINA.
dan su aporte y forman comunidades acogedoras, de casas abiertas, donde se trata de vivir, en lo posible, como lo hacían los primeros cristianos. Los modos para crear las comunidades en estas tierras son diversos. Por ejemplo, los amigos –que surgen en el ámbito del colegio, del deporte o la parroquia– pasan a ser hermanos que te cubren sin dudar en los momentos de dificultad. Como le sucedió a Mónica, de Cinco Saltos, quien, cuando vivía en medio del campo, apenas llegada de Buenos Aires, al tener que internar a su niño, no duda en decirle a la hija que se quede en la casa de una de sus amigas sin haberle consultado previamente. O Gustavo, que cuenta: “Cuando llegamos a Neuquén hace más de treinta años, por razones
Niños de la comunidad de Río Gallegos, durante actividades preparatorias para la Navidad.
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Ciudad Nueva | 618 | Abril 2020
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