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ENTREVISTA Iñaki Guerrero
“Todo tiene solución si hago mi parte”
PSICÓLOGO, VIVE EN LA CIUDADELA DE LOS FOCOLARES EN LOPPIANO, ITALIA, UNO DE LOS PAÍSES MÁS AFECTADOS POR LA PANDEMIA. ALGUNOS CONSEJOS PARA “ATRAVESAR” ESTE PERIODO TAN DIFÍCIL, EN EL CUAL TODOS NOS DESCUBRIMOS MÁS FRÁGILES Y VULNERABLES.
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Iñaki Guerrero
–Con la llegada del coronavirus y las medidas restrictivas experimentamos un gran sentimiento de fragilidad, como si se desintegrara nuestra ilusión de poder sobre las cosas, sobre nuestra vida y nuestros proyectos. ¿Qué aconsejás para vivir bien este momento, para hacerlo fructífero tanto para nuestra vida como para nuestra gran familia humana?
–Ciertamente, una situación como esta, que está siendo vivida por toda la humanidad, pone en crisis todas nuestras seguridades. Inconscientemente tendemos a creer en la omnipotencia del ser humano, pensamos que la ciencia y la tecnología pueden resolver todos los problemas y esto nos da seguridad. Pero de pronto llega una catástrofe, un terremoto, un huracán, una pandemia… y caen todas nuestras certezas. En un instante pasamos de la fe, de la confianza, al miedo: ¿qué va a suceder? ¿Qué se puede hacer? ¿Quién puede resolver esta situación? Y empieza la agitación, la ansiedad, el estrés, la desesperación, etcétera.
Se trata de volver a la realidad. Nosotros no podemos controlarlo todo, somos frágiles, no podemos hacernos ilusiones. Y esta conciencia es buena, nos ayuda a madurar, nos hace decir “tengo que estar siempre listo para enfrentar cualquier adversidad, no puedo hacerme ilusiones pensando que todo saldrá siempre bien”. Por principio, nuestra vida no se puede controlar en un ciento por ciento. Debemos ser conscientes y vivir “preparados” para afrontar sin miedo las dificultades que puedan presentarse, convencidos de que siempre es posible encontrar soluciones, incluso si nos toca atravesar momentos duros y de sufrimiento. Vivir con esta conciencia nos hace más maduros, más humanos y nos permite seguir luchando en cualquier circunstancia, sin desanimarnos. “Todo tiene una solución si hago mi parte”. En este sentido, para el creyente se suma la confianza en Dios, que nos hace creer que todo aquello que es querido o permitido por Él es para nuestro bien, lo cual nos ayuda también a afrontar las dificultades con serenidad y esperanza.
–Nos llega mucho dolor a través de la televisión. Está aquel que ha perdido a un ser querido sin poder despedirse de él ni acompañarlo. ¿Qué sentido podemos darle a estas despedidas que sentimos como comunitarias, cómo podemos acompañar simbólicamente a estas personas fallecidas a causa del virus, ya que no es posible hacerlo físicamente?
–En estas circunstancias nos encontramos frente a tantas situaciones dolorosas, que el sufrimiento se hace más visible. A veces, cuando el sufrimiento no es nuestro o de personas cercanas o a nuestro cuidado, no tomamos plena conciencia de la partida de los otros, y no sentimos su sufrimiento como propio. En cambio, en estas situaciones de sufrimiento generalizado, que nos toca a todos, no podemos no sentirlo en nosotros mismos, no es posible ser indiferentes. Por lo tanto, debemos aprender a vivirlo de la manera más serena posible: la desesperación, la ansiedad, la angustia… ¡no nos sirven, solo aumentan nuestro sufrimiento y el de los demás! Entonces, ¿cómo se hace para superar estas emociones? Debemos pensar que todas estas emociones nacen de nuestros pensamientos, de la interpretación que hacemos de la realidad, por lo tanto son muy subjetivas. Un ejercicio importante es tratar de racionalizar nuestros pensamientos, evitar el sentido de catástrofe, comprender que sí, que la situación no es fácil, que hay mucho dolor pero también que se encontrarán las soluciones y que, tarde o temprano, las cosas van a mejorar. Basta mirar la historia, incluso reciente, de la humanidad.
–Entre todos los sentimientos fuertes de este tiempo, está el miedo: De no poder volver a ver a los familiares lejanos, de enfermarse, de la crisis, del mundo que tendremos después de la pandemia… ¿Cómo no sentirnos abrumados?
–El miedo es un sentimiento que crea mucho sufrimiento, por eso es necesario aprender a racionalizarlo. El miedo mayor es el miedo a lo desconocido, cuando no sabemos qué podrá suceder en el futuro. Es en estos casos que nuestro inconsciente puede volverse “catastrófico”, lo cual también genera mucho sufrimiento. Entonces es preciso racionalizar, tratando de entender de manera realista cómo podrían resultar las cosas, porque incluso si las perspectivas de futuro fueran muy negativas, el hecho de ser conscientes ayuda a aceptarlas con mayor serenidad.
–Vivimos un momento en el cual vamos a necesitar mucho del consuelo del otro. ¿Cómo podemos consolarnos, sentirnos cercanos, compartir unos con otros a pesar de la distancia física que se nos impone?
–Como seres humanos, sentimos una fuerte necesidad del contacto físico para estar bien: somos seres sociales y no poder expresar el afecto puede hacernos sentir tristes y deprimidos. Justamente el riesgo del contagio nos obliga a evitar al máximo las manifestaciones físicas de afecto: no más abrazos, besos, caricias, estrechar las manos… Pero hay otras expresiones de afecto que, si bien no sustituyen por completo el contacto físico, pueden ayudarnos: están las sonrisas, los gestos amables, las palabras de aprecio, las llamadas telefónicas, los mensajes, incluso a través de las redes sociales. Tal vez, ahora que tenemos más tiempo, podemos llamar a las personas que sabemos que están solas y necesitan de apoyo, encontrar distintos modos para manifestar nuestro aprecio y nuestro amor. Cuando nos disponemos a actuar pensando en las necesidades de los otros, curiosamente los primeros beneficiados somos nosotros mismos. Por eso, tratar de pensar cómo puedo ponerme al servicio de los otros y hacerlo, puede darle sentido a nuestra vida durante este tiempo.
–Obligados a estar en casa, sobre todo si estamos solos, corremos el riesgo de ceder ante la desesperación, la tristeza o la pereza… ¿Qué nos aconsejás para evitar este peligro?
–Para evitar las consecuencias negativas de la inactividad obligatoria puede ser de mucha ayuda tener horarios, hacer un programa de las actividades, incluyendo allí el deporte, la lectura, la limpieza y el orden de la casa, de mis cosas, también actividades creativas como pintar, escribir, hacer reparaciones. Lo importante es no dejarse estar, evitar pasar demasiado tiempo frente a la televisión o los videojuegos, programar las horas para cada actividad y tratar de mantenerse fiel a ese programa. Aprovechar para hacer todo aquello que dejo siempre para después, porque nunca tengo tiempo para hacerlo. Y, en otro sentido, este tiempo puede servir para mejorar nuestra relación con Dios, el tiempo dedicado a la oración.
Esta situación puede convertirse en una ocasión única para crecer y madurar personalmente y en una oportunidad para tomar las medidas en función de una mayor solidaridad entre todos los seres humanos y entre todas las naciones ·
Artículo publicado en www.loppiano.it y traducido por Lorena Clara Klappenbach