CARLOS MOREU SPA Y LA PINTURA
Por Carlos José Moreu Arcos
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Carlos Moreu Spa RETRATOS AL ÓLEO
De todos los géneros de la pintura, el retrato es el más difícil. Carlos Moreu Spa es un verdadero maestro en ello. Aquí no vale el «más o menos». El parecido con el modelo debe ser por lo menos suficiente, pero esto no es todo. No se trata de «fotografiar» pues, para eso están las cámaras. Hace falta algo más. El arte del retrato siempre ha ido ligado al poder. La representación en un cuadro de personalidades privilegiadas, particularmente estimadas por la sociedad. Junto a los príncipes y a los miembros del alto clero y la nobleza, a partir del siglo XV se hacen retratar también los burgueses: comerciantes, banqueros, artesanos, humanistas y artistas... Los «retratos de cuerpo entero» reservados a los soberanos. A los miembros de la nobleza, los de «semigrandeza» y el «busto», claramente predominante en este género, en el que el modelo se dirige al observador de diferentes formas, desde el «retrato de perfil», hasta el «retrato de frente», frontal y más sugestivo, o el «retrato de tres cuartos» y el «semi-retrato». Junto al retrato individual, dirigido a rendir homenaje a un individuo, se siguió cultivando el retrato colectivo, en representaciones de matrimonios o familias. Ejemplos de todos ellos veremos en este catálogo. Todos estos personajes, cuando eran retratados, querían siempre ocultar sus defectos y potenciar sus virtudes, tanto en lo físico, como en el resto de sus atributos. Lo que obligaba al pintor a modificar sutilmente los rasgos hasta convertirlos en agradables a sus ojos. Y lo mismo en los accesorios que afirman sus condiciones, status, etc. De manera que el pintor tiene que jugar con las cartas que al fin le dejan. Saber combinar estas cosas, y agradar al cliente, aunque no es fácil, se acaba logrando. Pero no cabe duda de que si se disfruta de mayor libertad de expresión, las obras serán más auténticas.
Victoria Eugenia Moreu Larrocha, a los seis meses. c. 1991 [detalle cat.64]
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Victoria Eugenia Moreu Larrocha, con un sombrerito. c. 1996. Detalle. Óleo sobre tabla, Colección familia Moreu Larrocha, en Madrid
Las mujeres, por regla general son coquetas y desean verse bellas: ante el espejo, ante los demás, en las fotografías y por supuesto en el retrato. Las modas, que van surgiendo no hacen otra cosa que explorar entre telas, formas colores y complementos, como sacar mejor partido a la imagen personal. Es relativamente fácil para un pintor de cualquier época, conjugar las premisas estéticas solicitadas para obtener el agrado del cliente, arreglando aquí y allí, como el sastre en la ropa, disimulando los defectos y favoreciendo los aspectos positivos, para aproximarlos al canon buscado. Hoy el equivalente es el cirujano plástico y los centros de estética, modificando narices, labios, pechos... Más, cuando lo que se trata de embellecer es el interior, la cosa es más difícil. En los retratos de los miembros de la familia del pintor que aquí podemos ver, no hay presión. Los hay de todos los tamaños y formatos. Es el mismo pintor el que decide lo que se pinta, dónde se pinta y cómo se pinta. La mayoría de las veces, el cuadro ha surgido cuando se han dado las condiciones de inspiración, sin forzar a nada. Escoger tonalidades, colores en la ropa o peinados, suelen aparecer sin exigencias de ningún tipo. La iluminación resaltará facciones y expresiones de los rostros, verdadero epicentro del retrato. Luego vienen otras cosas, pero además, las caras deben ser el «espejo del alma», y son las expresiones faciales las que
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lo definen. Dar las pinceladas precisas, del tono exacto, a veces es la clave para que la barbilla sobresalga, el pómulo no sea tan prominente, incluso puede modificar la edad aparente del retratado. ¡Son tan pequeñas las variaciones que se necesitan para que el parecido «desaparezca»! El dibujo también participa de todo esto, y es la base de todo cuadro. Luego vendrá el color y con él, las texturas, sombras y reflejos. Bajo cualquier retrato de grandes dimensiones, hay un dibujo al carboncillo que sirve al pintor a encajar la figura. En los pequeños, bastan unos cuantos trazos con el pincel, para indicar las líneas maestras. Después lo mancha, dejando casi siempre, un ojo sin pintar hasta la siguiente sesión. Termina de manchar, y a partir de aquí, va dando pinceladas para obtener las carnaciones, y el modelado preciso, con las suaves sombras en párpados, nariz, pómulos... Mirando al modelo y al cuadro miles de veces, hasta que consigue el resultado deseado.
María de los Angeles Arcos Romero, en el sofá blanco. c. 1995-96 [detalle cat. 73]
Carlos Fernando Moreu Larrocha, de pie con jersey de rombos. c. 1993 [detalle cat. 66 ]
Y por último, esos pequeños toques de luz de los ojos, el reflejo en la mejilla, los brillos de los cabellos o de los labios. Miradas expresivas, sonrisas sugerentes.
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Carlos Moreu Spa PAISAJES CON FIGURAS
En los paisajes, las figuras no son de tamaño natural, sino que son mucho más pequeñas. Pertenecen a cuadritos, a apuntes. Aquí no necesitamos del parecido sino de las posturas, de los gestos. Pinceladas muy estudiadas deben resolver en pocos trazos las formas de los cuerpos. Sus sombras y colores tienen ahora muy reducida la gama de matices, pues la pintura, mezclada en la paleta se impregna en pinceladas sobre el lienzo o en la tabla. Hay que conseguir con una pincelada zonas en sombra e iluminadas, de una sola vez. En ocasiones, la mezcla se hace directamente sobre la tela, aplicando la pintura sin diluir, tal como sale del tubo. El fondo de la imprimación del cuadro participa del color necesario para dar la forma a lo que representamos. La urdimbre del lienzo genera una textura visual que contribuye a conseguir el objetivo pictórico. Otras veces, diluyendo con aceite o aguarrás, logra extender los colores en manchas amplias, impregnadas mediante pinceles gruesos y anchos. Ver de cerca estas figuras sorprende, ya que las pinceladas de diferentes colores no forman los sujetos. Es al alejarse, cuando percibimos las figuras, formas y colores. Un efecto óptico, en el que los colores se funden para dar la tonalidad buscada. El pintor debe estar viendo de cerca las pinceladas, pero imaginando cómo han de verse al alejarse del cuadro. Detenerse y observar. Alejarse para comprobar que lo ejecutado va en la dirección correcta resulta imprescindible. Y, en este ir y venir, se gesta el cuadro.
Niños en la playa jugando en la arena 2000 [detalle cat. 82] Colección familia Moreu Larrocha, Madrid
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Carlos Moreu Spa BODEGONES Y OBJETOS
Este género de éxito clamoroso es, desde la época romana hasta nuestros días, tema predilecto del público y de los coleccionistas. En cualquier exposición de Carlos Moreu Spa, podemos ver un conjunto de obras de este tipo. Es evidente que están destinadas a ser adquiridas por algún amante de las naturalezas muertas. Pues son una fiesta para la vista y también un motivo para pensar. Los bodegones, en su origen, son aquellas pinturas en las que se representan escenas de tabernas, mercados, etc. En España se utiliza este término indistintamente con el de naturaleza muerta, para designar el género pictórico que representa objetos inanimados: utensilios cotidianos, frutos, flores, aves muertas, etc., dispuestos por lo general en una mesa. A partir del siglo XV, los pintores, a la vez que concedían una importancia creciente a la perspectiva, introdujeron múltiples objetos en sus composiciones, de donde derivaron más tarde las representaciones de flores y las vanidades. De modo que, podemos disfrutar en la pintura de Carlos Moreu Spa de ambas cosas. Por un lado los bodegones propiamente dichos y, por otro, esos objetos que, por ejemplo en los retratos, están colocados para acompañar a las figuras, aportando significados simbólicos o bien como atributos que definen el carácter, ocupación o aficiones de la persona retratada.
Bodegón de Manzanas. h. 1982 [detalle, cat. 55]
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Estudio en Blancos (Platos y Huevos). c. 1982 Óleo sobre lienzo, 65x54 cm Colección familia Moreu Larrocha, Madrid
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En los primeros podemos ver una serie de objetos, como el tibor chino de la época Ching en Bodegón con manzanas [cat. 55], perteneciente a una colección de tibores chinos adquiridos en Madrid por su esposa. Éste en concreto fue el primero de ellos. Copas y vasijas, jarras como la de opalina blanca del Bodegón de Rosas. Otros objetos sin valor de anticuario como los platos blancos de Estudio en blancos (Platos y Huevos) de la vajilla común de diario. Y flores, como las rosas, cortadas del rosal del jardín de su casa. Las manzanas amarillas de Bodegón con manzanas [cat. 55], son las frutas que junto con uvas y membrillos, más ha pintado Carlos Moreu Spa. En todos los bodegones, estos sencillos objetos son colocados con primor, iluminándolos con delicadeza. Unas veces con luz natural, otras con un foco de luz artificial, que permite pintar a cualquier hora. Otro elemento fundamental suele ser la mesa sobre la que se colocan los objetos. Tapetes o manteles, con bordados o calados y muchas veces colocados sobre telas arrugadas, para que los pliegues arropen a frutas y objetos. Sus sombras, suaves o duras dependiendo del cuadro, son parte integrante de la composición. El otro modo de representar estos objetos, es en los retratos, formando parte del ambiente del cuadro. Junto con los muebles son, en muchos casos, centro de atención que compite con la figura. Todos los objetos que podemos ver son pertenecientes al pintor, heredados en algunos casos de los
antepasados de su familia, como por ejemplo la sacra que vemos en Isabel sentada [cat. 63], las jarritas de Cristal de La Granja en El sofá blanco [cat. 71] y Bodegón de Rosas. En cuanto a los muebles, el macetero de Carlos sentado, leyendo [cat. 54]. La silla, por ejemplo, de Victoria sentada, con un libro [cat. 65], perteneció a la sala de estar de la casa de la madre del pintor en Gualchos, lo mismo que el sillón de respaldo redondo de Isabel sentada [cat. 63]. Y en los fondos, aparecen los libros de las estanterías de la librería de su casa-estudio.
María de los Ángeles Arcos Romero, en el sofá blanco. h. 1995-96 [detalle cat. 73]
Ver Isabel sentada [cat. 63] y Victoria sentada, con un libro [cat. 65].Ciertas licencias están permitidas al pintor, que siempre trata de componer obras equilibradas y en las que la tonalidad general exige modificaciones por ejemplo del color de las cosas. El sofá de En el sofá blanco [cat. 73], está en realidad tapizado de terciopelo azul. Las cristaleras de Carlos sentado, leyendo [cat. 54] y En el sofá blanco [cat. 73], son muy parecidas a las de su casaestudio, que dan al jardín, pero en ambos cuadros aparecen más grandes que en la realidad. Naturalmente, en los retratos realizados fuera de su estudio, el mobiliario es distinto, así como los objetos que en ellos aparecen. Pero, en cualquier caso, seguirán las mismas reglas que aquí.
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Carlos José Moreu Arcos, vestido de Tuno. c. 1983 [detalle, cat. 56]
Hay otros objetos que son parte integrante de los retratos: La ropa y las joyas. El color del vestido, es parte fundamental de la composición, su textura y adornos dan expresividad al retrato. No es lo mismo la ropa informal de Isabel sentada [cat. 63], que la sofisticada de Isabel, traje de noche, En cada uno de ellos Isabel lleva joyas que son acordes a su atuendo. Las calidades cromáticas del traje blanco de Carlos sentado, leyendo [cat. 54], con las del negro de Carlos vestido de tuno [cat. 56] nada tienen que ver, pero en ambos su ejecución es magistral, consiguiendo calidades y matices en sus pliegues y sombras, fiel representación de las telas y su hechura. En éste último cuadro, además de la capa, beca, golillas, puñetas y cinturón del traje vemos una mandolina. Un instrumento musical es un objeto difícil de dibujar, lo saben todos los pintores de todas las épocas, por eso gustaban de incluirlo en sus cuadros, pues era demostración de la maestría del pintor. Cualidades que no le faltan a Carlos Moreu Spa. Otros dos objetos aparecen en Carlos sentado, leyendo [cat. 54]: una pipa y un libro. El hijo del pintor no fumó nunca, pero escogió la pipa para mejor ambientar la escena en la «belle époque». El pintor posee un pequeña colección de pipas, pues él fumaba en su juventud, algunas heredadas de su padre y de su tío Lope. Ésta, es una de ellas.
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Del libro, sin embargo, nada podemos decir. No hay referencia alguna ni del autor, ni del título, pues la portada es muda, excepto que se trata de un ejemplar encuadernado en piel. Tampoco podemos saber qué libro sostiene en el retrato de Victoria sentada, con un libro [cat. 65], pues está abierto de modo que vemos tan sólo las guardas. Nos demuestra la afición a la lectura y al coleccionismo de libros de arte, ya que están presentes en muchos cuadros, como objetos diferenciables y en las estanterías como fondo del cuadro.
Victoria Eugenia Moreu Larrocha, sentada con un libro. h. 1992 [detalle, cat. 65]
Los juguetes son también motivos a los que recurre Carlos Moreu Spa para ambientar los cuadros de niños y en el retrato a pastel de Carlos Fernando, con muñeco marinero podemos ver un ejemplo. Y por último, y aunque no se trate de objetos inanimados, también forman parte de algunos retratos los animales. Perros y gatos, animales de compañía por excelencia, también tienen representación en esta colección familiar. En el pastel de Victoria, con gatito, y en el magnífico óleo de Victoria y Carlos, con un perro [cat. 79]. He pretendido hacer con estas líneas una pequeña reflexión de los motivos y objetos que dan vida a los lienzos de esta colección. Cuadros, pintados por Carlos Moreu Spa.
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Arriba: Pincelera de Carlos Moreu Spa. Cerámica de Talavera.
DISEÑO Y MAQUETACIÓN Carlos José Moreu Arcos © de los textos Carlos José Moreu Arcos 2010 © de las Fotografías Carlos José Moreu Arcos 2010