Nuestra deuda externa nos estรก matando
CONSEJO LATINOAMERICANO DE IGLESIAS • CLAI
INTRODUCCIÓN
“Porque despojó por la fuerza a los pobres y robó su casa en vez de construirla, sus hijos pagarán a los pobres, y sus propias manos devolverán sus riquezas”. (Job.20.18) ada día que transcurre en las ciudades de A. L. observamos como crece el número de niños en las calles, en las esquinas o paraderos de los buses, limpiando parabrisas vendiendo confites o simplemente pidiendo contribuciones económicas para sobrevivir.
C
Están en las calles porque sus padres no tienen trabajo, no cuentan con medios para enviarlos a la escuela, alimentarlos y cuidar de ellos. Esta situación de pobreza extrema y angustia resulta en violencia en el hogar que muchas veces se descarga sobre los niños y la madre, lo que explica su fuga hacia las calles. La falta de puestos de trabajo, de seguridad social, de escuelas accesibles para las familias pobres, de servicios de salud, están relacionadas con los inmensos gastos presupuestarios de los gobiernos dedicados al pago de los intereses de la deuda contraída con países desarrollados y bancos internacionales. Por ejemplo en los casos de Ecuador y Colombia el 40% del presupuesto del Estado se dedica al pago de intereses de la deuda externa, mientras que cada vez hay menos dinero para la educación y la salud. Los préstamos tienen que pagarse en dólares y nuestros países del llamado “tercer mundo” consiguen ingresos en esa moneda sobre todo de la venta de sus productos de exportación. Desafortunadamente, los precios de nuestros productos exportados son cada vez más bajos porque los fijan los países ricos, mientras que los precios de los productos que importamos son cada vez más altos. Además, los países ricos ponen trabas al ingreso de nuestros productos a sus mercados, mientras nos obligan a abrir los nuestros a la avalancha de sus productos que en muchos casos no son de primera necesidad. Esta situación ha llevado a muchos países a contraer nuevos préstamos para pagar los intereses y capital de los créditos atrasados.
Surgen muchos problemas cuando el deudor no puede pagar a estos acreedores ya sea porque no obtiene los medios para hacerlo, o porque los intereses son tan altos que la deuda, en vez de ir bajando, crece en la medida que pasa el tiempo. Esto es lo que sucede hoy en América Latina. En la actualidad se adeuda una cantidad muy grande de dinero a las instituciones financieras de los países poderosos. Para pagar esta deuda se destina enormes sumas de dinero, haciendo peligrar el desarrollo de los países y la vida misma de gran parte de sus habitantes. En el ámbito mundial, hay 1.200 millones de personas que viven con menos de un dólar diario y hay 2.800 millones que viven con menos de dos dólares diarios, representando más del 45% de la población mundial. La guerra moderna de alta tecnología está diseñada para suprimir el contacto físico: arrojar bombas desde 50.000 pies, logrando que el agresor no sienta lo que hace. La administración económica moderna es similar: desde un hotel de lujo, los burócratas internacionales pueden forzar insensiblemente políticas sobre las cuales tendrían que pensar dos veces si conocieran a las personas cuyas vidas van a destruir. Frente a esta situación, ningún cristiano puede permanecer con los ojos cerrados, porque se está poniendo en juego la invitación de Dios a las naciones para compartir, en un plano de igualdad, los bienes que Él ha creado, construyendo un mundo fraterno que haga posible una vida abundante. (Ver: Efesios 4.28... para que tenga de qué compartir).
Cartilla Temática
Para cumplir esta finalidad, se proporciona un material informativo y una Guía Metodológica para trabajarlo en reuniones, organizados en tres pasos: 1. Lo que nos muestra la realidad. 2. Lo que nos enseña la Biblia. 3. Los compromisos que podemos tomar.
1. Lo que nos enseña la realidad Conozcamos un caso En un país de nuestra América Latina, un grupo de campesinos constituyó, hace algunos años, una cooperativa. Sus miembros buscaban apoyarse mutuamente en el trabajo de la tierra y enfrentar unidos la venta de los productos. Hace cinco años decidieron comprar maquinaria moderna y como no contaban con el dinero, solicitaron un crédito de ocho millones en un banco extranjero, que se comprometieron a pagar en diez años. Al pedirlo, sabían que tendrían que sacrificarse para devolver este préstamo, pero estaban animados por la esperanza de que esto se iría haciendo más fácil en la medida que aumentara su producción con estas nuevas herramientas de trabajo. Durante los primeros años no tuvieron problemas para enfrentar su compromiso, pero en el último tiempo ha comenzado a ser difícil juntar el dinero para cancelar sus cuotas, debido a que ha bajado el precio que se les paga por sus productos. Reunidos para analizar qué podían hacer, propusieron que sus dirigentes se acercaran al banco para dar a conocer lo que les estaba pasando y ver si existía una solución. Cuando éstos regresaron, le contaron a sus compañeros que en el banco les habían dicho que si no podían pagar la próxima cuota estaban dispuestos a prestarles el dinero y que, incluso lo podían devolver al finalizar el primer préstamo. Planteado así parecía una buena alternativa. Sin embargo, había diversos problemas que recién se conocían. En esta entrevista supieron que su deuda actual era de seis millones, a pesar de haber cancelado más de cuatro millones en estos cinco años, haciendo muchos esfuerzos. Alguien propuso entonces que se vendiera la maquinaria adquirida con el préstamo y que se utilizara ese dinero para pagar, de una vez, todo lo que se debía. Los dirigentes señalaron que ya lo habían pensado, pero resultaba imposible pues habían averiguado que la maquinaria no valía más de tres millones en este momento. Por otra parte, al banco no le interesaba que se le cancele toda la deuda pues, su negocio es tener colocado su dinero ganando intereses. El desaliento cundió entre los miembros de la cooperativa. Al firmar el préstamo dejaron establecido que responderían con sus tierras si no podían pagar. Pero no veían que hubiese mucha diferencia entre dar las tierras y vivir juntando dinero para entregárselo al banco por muchos años más.
Nuestra deuda externa nos está matando
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Esta cartilla de la serie JUSTICIA ECONÓMICA, JUSTICIA DE DIOS está orientada a entregar algunos elementos que permitan clarificar cuál es la actitud que nos pide asumir el Señor frente ante esta deuda externa que nos está matando.
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PARA REFLEXIONAR
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¿Cuál es el problema que tienen estos campesinos?
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¿Conocemos casos parecidos?
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¿Qué haría usted(es) en una situación parecida?
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¿Vemos alguna relación entre lo que sucede en este caso y lo que ocurre en nuestro propio país?
¿Qué relación existe entre este caso y nuestra deuda externa? La realidad descrita nos muestra que el intercambio comercial entre países no es siempre igualitario. Mientras hay países que se enriquecen cada día más y pueden incluso proporcionar niveles de vida suntuosos a su población, la mayoría de los países permanecen en la pobreza o peor aún sufren de cada vez mayores niveles de pobreza. Los países pobres han llegado a depender de los países poderosos, entre otras cosas, porque estos países son los que deciden qué cosas están dispuestos a comprar y a vender, como también a qué precios se compra y se vende. Para aclarar qué pasa con esta deuda en nuestra realidad latinoamericana, es necesario responderse dos preguntas: -
¿Por qué han llegado a deber tanto nuestros países?
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¿Cómo se paga esta deuda que nos está matando?
¿Por qué han llegado a deber tanto nuestros países? Con esta deuda de personas particulares aumentó de forma considerable lo que se debía a los países poderosos. Los países de América Latina han tenido que pedir dinero prestado a los países desarrollados para efectuar aquellos proyectos que les permitan desarrollarse, por ejemplo, levantar industrias, construir viviendas, escuelas, hospitales, caminos, aeropuertos, etc. En muchos casos los préstamos se negociaron por parte de dictaduras, sin consulta al pueblo y, por tanto, sin su conocimiento y consentimiento. Los contratos de los créditos se hicieron en condiciones perjudiciales a los países deudores, por ejemplo, en cuanto a las tasas de interés variables que han llegado a ser usurarias, haciendo atractivo que el capital financiero-especulativo fluyese hacia nuestros países. Los créditos son solicitados por los gobiernos a organismos internacionales y son los gobiernos quienes controlan su utilización, pues a ellos les corresponde formalmente pagarlos aunque, en realidad, los pagos de los préstamos salen de los bolsillos del pueblo a través de los impuestos, el encarecimiento del costo de la vida, la reducción de los salarios, y el encarecimiento de los servicios públicos (salud, educación, transporte, luz, agua, etc.). A partir de la privatización (venta de las empresas del Estado a la multinacionales y sectores privados locales) impulsada por el neoliberalismo, los préstamos internacionales se dirigieron y dirigen tanto a los gobiernos como a los sectores privados, lo cual resultó en un aumento inmenso del endeudamiento. Sólo en escasas ocasiones este dinero se ocupó en proyectos que beneficiaran a todo el pueblo. Por el contrario, el dinero se destinó en lo fundamental, al consumo de productos de lujo de unos pocos privilegiados, además, en la aplicación de sistemas de seguridad del Estado (compra de armas, aumento de efectivos militares) y construcción de obras de infraestructura muy caras y poco útiles a los propósitos del mejoramiento de la calidad de vida de los pueblos.
Cartilla Temática
PARA REFLEXIONAR
Reflexionemos sobre los siguientes puntos: 1. Una alta proporción de la deuda fue contraída bajo regímenes no democráticos de dictadura militar entre 1974 y 1983. 2. La tasa de interés inicial fue baja, pero fue alzada varias veces de acuerdo con el contrato suscrito. 3. La mayoría de los fondos no fueron aplicados a obras de desarrollo del país. 4. Para no cortar el flujo de divisas al país, luego fue necesario vender empresas del Estado para pagar aunque sólo fueran los intereses de la deuda externa.
PARA REFLEXIONAR
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Estamos informados de lo que vende y de lo que compra nuestro país al extranjero?
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¿Estamos informados de cómo varían los precios de nuestros productos en el mercado internacional? ¿Conocemos en qué productos tenemos ventajas competitivas?
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¿Sabemos en qué se utilizan los créditos pedidos al extranjero?
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Con nuestra capacidad de ahorro, ¿cuántos años demoraríamos en pagar lo que debe cada uno de nosotros al extranjero?
¿Cómo se paga esta deuda que nos está matando? El banco que prestó quiere que se le devuelva el dinero. Muchos de los particulares que recibieron este dinero, no pueden hacerlo porque han quebrado o no han tenido ganancias suficientes. Los propios bancos han quebrado y el Estado ha tenido que socorrerlos con financiamiento para que continúen operando. Los bancos han recurrido, entonces, a los gobiernos para que ellos paguen los préstamos de los particulares, utilizando el dinero que corresponde a todos los habitantes del país. Por ello, para conseguir el dinero necesario, los bancos de los países poderosos y el Fondo Monetario Internacional les exigen a los gobiernos latinoamericanos que reduzcan lo que compran en el extranjero (importaciones) y aumenten sus ventas (exportaciones). Pero esta medida ha resultado insuficiente para pagar, porque han bajado los precios de los productos que venden los países endeudados, y los intereses sobre intereses hacen difícil si no imposible cubrir el “servicio de la deuda”. Para conseguir el dinero que necesitan, algunos gobiernos recurren, entonces, a subir los precios de los productos básicos dentro de su propio país y a mantener o bajar los salarios de los trabajadores, que pueden comprar cada vez menos de lo que necesitan para vivir con dignidad. La sociedad civil sostiene que este no es un camino adecuado, porque no se le puede hacer pagar al pueblo lo que no ha pedido y que, además, se ha gastado sin consultarlo. Plantean, a su vez, que si los bancos de los países poderosos le prestaron dinero irresponsablemente al sector privado, que no lo pueden devolver, estos bancos deben sufrir también las consecuencias.
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Antes de esta situación, nuestros países debían lo que se ganaba en dos años de ventas de sus productos (exportaciones); ahora se llega a deber lo que se podría ganar en cinco años. En algunos países cada uno de los habitantes debía en promedio, 600 dólares al extranjero, en la actualidad ha pasado a tener una deuda cercana a los 2.000 dólares por cada habitante.
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Cada vez se ha ido haciendo más claro que esta deuda no se puede pagar del modo que lo exigen el FMI y los bancos. Los estudios de la deuda externa muestran que los pagos realizados por nuestros países cubren con largueza el capital prestado y los intereses, si éstos hubieran sido concedidos a tasas fijas y moderadas. A menudo se dice que quienes no saben de economía, no tienen argumentos como para emitir juicios adecuados, pero como se puede ver, el problema de cómo se paga esta deuda que nos está matando es más un asunto moral que económico, porque está poniendo en juego el destino de nuestros pueblos y en especial de los más pobres, los amados preferencialmente por Dios.
PARA REFLEXIONAR
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A nuestro juicio, y de acuerdo a un concepto cristiano de la justicia, ¿cuál podría ser la forma más adecuada de enfrentar esta deuda externa?
2. Lo que nos enseña la Biblia El problema de la deuda ha existido siempre, en función de la usura y la acumulación de algunos. No ha habido época en que no afectara el bienestar del pueblo y de la nación. Siempre hubo quienes, aprovechándose de la necesidad del otro, prestaron dinero. Por eso no es extraño que encontremos una considerable cantidad de textos, sobre todo en el Antiguo Testamento, que hablan de la deuda. Estos pasajes nos muestran lo preocupante que fue ese problema para el pueblo de Israel. No era sencillamente una cuestión de pedir prestado o prestar, sino algo que deshumanizaba, al crear cadenas destructoras de la convivencia. Veamos con detenimiento: La deuda nos deshumaniza Ya en los textos más antiguos se hace referencia al problema de la deuda: “Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás como el logrero, ni le impondrás usura. Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás. Porque sólo eso es su cubierta, es su vestido para cubrir su cuerpo. ¿En qué dormirá?” (Éxodo 22.25 – 27) Por este texto y otros sabemos qué es lo que efectivamente pasó: “Sobre las ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar” (Amós 2.8),, dice Amós, refiriéndose a los ricos usureros que no tienen problema en que los pobres se congelen por el frío de la noche. Cuando la Biblia habla aquí de la deuda, es como si se quisiera subrayar que ya sabemos que hay deudores, pero es bueno saber también –así exclaman los textos- que la cadena tiene dos puntas. En el proceso de expoliación (despojar con violencia o iniquidad) y deshumanización de los pobres, se deshumanizan también aquellos que obligan a otros a venderse.
Cartilla Temática
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¿Qué deudas tenemos cada uno de nosotros?
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¿Nos hemos sentido presionados para pagar una deuda o hemos conocido personas a quienes les haya sucedido esto?
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¿Qué ocurrió en su vida y la de su familia?
No pueden existir cadenas perpetuas Una de las razones por las cuales el problema de la deuda era una cuestión tan deshumanizante para el Antiguo Testamento, era el hecho de que el acreedor no sólo jugaba con la vida del deudor sino también con la de sus hijos: “...nuestra carne es como la carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí que nosotros dimos nuestros hijos y nuestras hijas en servidumbre, y algunas de nuestras hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas son de otros” (Nehemías 5.5) Vemos que el problema de la deuda sigue vigente en la época persa, 750 años después del texto que citamos del Éxodo y 300 años después de Amós. En este pasaje se nos llama la atención sobre el hecho de que no soy sólo yo quien tiene que prostituirse, sino, también mi hija. Así estoy obligado a hipotecar el futuro, la generación venidera. Por eso la Biblia da una respuesta tajante. Leamos en nuestras Biblias: Deuteronomio 15.12 –15: sobre el Jubileo y el compartir. Éxodo 21.1 – 3: sobre el Jubileo. Aquí la “deuda eterna” es abolida radicalmente. No puede ser que una comunidad de hermanos tenga una deuda eterna. No es posible seguir convirtiendo de manera eterna la relación humana en una relación de cadenas. Por eso mismo, la Biblia habla siempre a favor de los deudores, sin excepción alguna. Son ellos los que cayeron víctimas y, por lo tanto, necesitan protección. Por eso es importante señalar los términos que se encuentran en el Cap. 15, vs. 12 y 13 de Deuteronomio (seis años, con indemnización al pobre).
PARA REFLEXIONAR
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¿Por qué la Biblia toma la defensa de los deudores?
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¿Del ejemplo bíblico, qué enseñanzas podemos sacar con relación a la deuda externa latinoamericana?
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PARA REFLEXIONAR
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La deuda destruye la convivencia humana Las palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento se dirigen a convertir a los acreedores, porque son ellos los que han perdido la capacidad de descubrir que en el rescate del otro se encuentra su propio rescate. Leamos en nuestras Biblias: Éxodo 21. 7 – 11: sobre la liberación de las hijas hechas esclavas por una deuda. Levítico 25. 39: al hermano deudor empobrecido no se le esclaviza y se le libera 100% al Jubileo. Isaías 50. 1: “¿quiénes son mis acreedores a quienes os he vendido?” (dice Dios). Nehemías 5. 8: sobre la abolición de la usura. Aquellos que venden, o que prestan dinero, son los que convierten el sueño en alucinación. Por ejemplo, el sueño de los campesinos libres en Israel, que soñaban con seguir trabajando sus tierras en libertad Aquellos que no tienen problema en “vender a los pobres por un par de sandalias” (Amós 2. 6), desconocen que quien pidió dinero para poder comprar estos zapatos, tal vez no pudo devolverlo por robo, pérdida o extravío, mala cosecha o pérdida de su trabajo. Por este simple hecho, Jehová tiene un pleito contra Israel y sus acreedores. Isaías se refiere a todo un sistema en el cual la deuda ocupa un lugar crucial: “Ay de los que juntan casa a casa y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?” (Isaías 5. 8) Los ricos terratenientes prestan dinero a los campesinos que lo necesitan por la mala fortuna que les sobrevino (sequía, fuego, langostas, inundaciones, etc.). Por el alto interés y porque sigue la época de sequía, no están en condiciones de pagar sus deudas, ni el interés. El primer paso es vender sus tierras y los animales, después su casa y sus pertenencias y, por último, a sí mismos y a su familia. Tienen que trabajar como esclavos. El terrateniente agrega este dinero al capital que ya tenía y así puede invertir en otros proyectos, y seguir comprando tierras y prestando dinero. Llegará un momento que sea el único ciudadano con plenos derechos civiles, ya que éstos no los pueden tener los esclavos. Y es precisamente aquí donde surge la pregunta del profeta: ¿qué sería vivir solo en el país?, pregunta terrible que asalta la conciencia y pone en tela de juicio la vida misma, porque significa desconocer que la única manera de vivir con plenitud es en comunión con los demás.
PARA REFLEXIONAR
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¿Se estaría cumpliendo hoy la profecía de Isaías?
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¿Quiénes serían en la actualidad los “terratenientes” y quiénes los “campesinos”?
Cartilla Temática
A través de los textos que hemos mencionado vemos cómo, para Israel, el problema de deuda se entendía como un cáncer que penetraba el organismo, se enquistaba en la sangre y lo desmoronaba por dentro. Era como la lepra u otra enfermedad contagiosa. Cuando la relación de cara a cara entre quienes deben ser hermanos, se convierte en dependencia financiera, la hermandad se transforma en “cadena perpetua”. Los que ponen su dinero a interés en bancos y/o acciones no ven a quien se presta su dinero, ni tienen conciencia de su situación. Por esto, los que están en condiciones de prestar dinero necesitan convertirse. Son ellos los que no entienden ser deudores también, deudores de la mala fortuna de la comunidad o de los países. Leamos en nuestras Biblias: Mateo 18. 23 – 34 En este texto vemos que, cuando los acreedores perdonan las deudas, su actitud se asemeja a la esperada por el Reino de Dios. El único con quien el ser humano podría tener una deuda impagable –y la tenemos todos – es con Dios mismo. No son dioses los que prestan dinero. Por eso, en la Biblia hablar de la deuda es, en el fondo, hablar de la conversión de los acreedores.
PARA REFLEXIONAR
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¿De qué modo podemos contribuir a la conversión de los acreedores?
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¿Cómo podemos como pobres, afectados por esta deuda externa que nos está matando, encontrar caminos de solución?
Por la forma en que se presenta el problema de la deuda externa, su solución debería estar, en buena medida, en manos de los gobiernos, pero éstos con frecuencia no representan o defienden el interés general de los pueblos sino, que están más comprometidos en cumplir con las recetas del FMI y el Banco Mundial, a los cuales no les interesa tanto el pago de la deuda en sí, sino el lucro de los intereses y mantener a los países deudores sujetos a las políticas internacionales de los países ricos. Hay que reconocer sin embargo, que si un gobierno decide unilateralmente cesar el servicio de la deuda, la respuesta de los acreedores internacionales es la exclusión del país concernido del sistema financiero mundial, la toma de sus activos internacionales y una serie de sanciones económicas y políticas que lo aíslan y arrinconan. Pero aunque esto sea así, no podemos quedarnos con los brazos cruzados, tomando en cuenta las consecuencias que este problema está teniendo en nuestras vidas. Nosotros podemos hacer mucho para conocer más sobre este fenómeno y comprometernos a: -
denunciar sus efectos,
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ayudar a quienes resulten afectados.
Para contribuir a que este compromiso se concrete, presentamos algunas sugerencias de acciones que podríamos realizar.
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¿Cuál es el deseo de Dios?
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¿Qué podemos hacer? No se trata de realizar todas las sugerencias que aquí aparecen, sino de seleccionar aquellas que parezcan posibles o de proponer otras.
PARA INVESTIGAR
1. Averiguar cuánto se demora un obrero en pagar una casa sencilla, si la obtiene. 2. Revisar los préstamos que se ofrecen (por ejemplo, a través de la publicidad) analizando: -
¿quiénes son los que prestan? ¿a quiénes se les presta dinero? ¿para comprar qué cosas? ¿en qué condiciones?
3. Entrevistar a dirigentes de organizaciones cooperativas o sindicales, consultándoles si han tenido que endeudarse para efectuar sus proyectos; de ser así, cuáles han sido los beneficios obtenidos y cuáles los problemas que han tenido que enfrentar para devolver el dinero. 4. Informarnos sobre la situación de la deuda externa en el país. Podríamos averiguar: -
¿cuánto debe el Estado y cuánto el sector privado?;
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¿en qué se ha gastado el dinero pedido?;
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¿a quiénes le deben los del sector privado?;
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¿cuáles son las consecuencias de este endeudamiento, en el pasado reciente y en el futuro?
5. Investigar qué significa este endeudamiento en la calidad de vida de nuestra comunidad, viendo de qué modo influye en: -
la creación de nuevas fuentes de trabajo y el cierre de otras;
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la construcción de viviendas destinadas a los más pobres;
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el costo de la alimentación, el transporte y el vestuario.
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Sugerencias: 1. Escribamos un poema, canto u oración dirigido a los “hombres y mujeres de buena voluntad”, tomando como base uno de estos textos: -
La Ley sobre los esclavos (Deuteronomio 15. 12 -15).
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La profecía de Isaías (Isaías 5. 8).
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La parábola de los dos deudores (Mateo 18. 23-34).
2. Escribir un cuento que permita explicar a los niños qué significa para su bienestar la deuda externa. 3. Oremos porque Dios haga florecer en todos un corazón generoso, incluyendo el corazón de los prestamistas. 4 . Organicemos actividades solidarias con “los caídos” por la situación socioeconómica a que ha llevado esta deuda inmensa.
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CELEBRACIÓN
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El presente material es una publicación del Programa de Fe, economía y Sociedad, una iniciativa conjunta de iglesias y organizaciones cristianas al servicio de Dios en América Latina y el Caribe. Este material fue publicado gracias al convenio suscrito entre Pan para Todos y el CLAI, para impulsar el Diálogo Global con los Sectores Financieros en América Latina (DGF).
Les agradecemos enviar sus aportes, sugerencias e inquietudes a la atención de: Franklin Canelos • Fe, economía y Sociedad CLAI • Casilla 17-08-8522 • Quito-Ecuador (593-2) 2553 996, 2529 933 • e-mail: franklin@claiweb.org Segunda edición, ampliada y corregida
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